- Presentación
- Introducción
- Perú
prehispánico - Las primeras
huellas del hombre en los Andes - Las bases de la
cultura andina - El primer horizonte
(1.000-200 a.C.): Chavín y Paracas - El intermedio
temprano (200 a.C.-550 d.C.): Nazca y
Mochica - El segundo
horizonte (550-900 d.C.): Tiahuanaco y
Wari - El intermedio
tardío (900-1.450 d.C.): Chimú y
Chincha - El tercer
horizonte (1.450-1532): los Incas - El Perú
virreinal - El siglo XVIII:
reformas borbónicas y rebeliones
indígenas - El Perú
republicano: el siglo XIX - El Perú
contemporáneo: el siglo XX
Presentación
Estimado profesor del área de cómputo Hugo
Yupanqui Taipe me dirijo a usted con el debido respeto que usted
se merece para hacerle presente el trabajo que hice con mucho
esfuerzo y dedicación sobre el tema "Perú
prehispánico"
Ojala sea de su agrado, sin nada más que decir me
despido agradecido por su atención.
Introducción
Este trabajo trata sobre el Perú antiguo, todo
sobre la aparición de la vida en la humanidad peruana
comenzando desde las primeras huellas que reflejan la existencia
del hombre.
Perú
prehispánico
Desde que el ser humano puso su primera huella en los
Andes hasta la década de 1530, el hombre andino
vivió apartado de la influencia de Occidente y tuvo
escasos contactos con otras sociedades de la América
precolombina. El logro más espectacular de la cultura
andina fue el haber desarrollado una gran capacidad de adaptarse
a su medio geográfico (la ecología), de administrar
grandes conjuntos humanos y de hacer una efectiva
redistribución de recursos a la población. Esto fue
algo fue fascinó a los europeos que llegaron a los Andes
en el siglo XVI. Venidos de un continente donde el hambre
arreciaba constantemente, fueron testigos de excepción al
ver en pleno funcionamiento el cultivo en andenes, el sistema
vial culminado por los incas y los depósitos o
colcas abarrotados de alimentos y otros productos
(tejido) que los incas se encargaban de repartir entre la
población de los ayllus.
Estas hazañas materiales cautivaron a los
cronistas y marcaron para siempre la imagen del Perú
prehispánico ante el mundo. Hoy, sin embargo, tenemos una
visión más global acerca de los pobladores andinos.
Gracias a la investigación arqueológica e
histórica sabemos que concibieron el mundo como un inmenso
tejido al aceptar formas de organización derivadas de sus
dioses y que consideraron divinidades a los incas y a sus
curacas. También sabemos que explicaron
ritualmente (mediante mitos) su sociedad, sus diversos sistemas
de organización y hasta su experiencia: la historia era
registrada por una infinidad de mitos y no era lineal (o
positiva) como la europea.
Las excavaciones han demostrado la presencia del hombre
en los Andes por lo menos hace 10 mil años. Antes de la
aparición de la primera sociedad compleja (Chavín,
hacia el 1.000 a.C.) los arqueólogos distinguen etapas de
cazadores-recolectores (Arcaico); horticultores, pastores y
pescadores (Pre cerámico); y las primeras aldeas o templos
(Formativo Inicial). La siguiente etapa ha sido dividida en
períodos llamados "horizontes" e "intermedios". El primero
es un tiempo en que la población vivió relacionada
por un poder central o por medio de patrones culturales
ampliamente aceptados en la región andina; Chavín,
Wari y los Incas corresponden a estos períodos de
unificación. En oposición, los intermedios
serían tiempos de regionalización o
diversificación cultural: los reinos de Nazca, Mochica y
Chimú son los ejemplos clásicos. Los horizontes
indicarían un predominio serrano, mientras los intermedios
un auge costeño.
La vida del hombre en los Andes es, pues, muy larga y
debe entenderse que los Incas no fueron una ruptura en esta
historia. Sus logros se explican gracias a que aprovecharon toda
la experiencia anterior. Poco es lo que aportaron de original en
los Andes, aunque ello no disminuye su importancia. Son el pueblo
andino del que poseemos mayores testimonios y su estudio nos
permite entender patrones de comportamiento y de
organización anteriores a ellos. Sin los Incas hoy no
manejaríamos los conocimientos que tenemos. De esta manera
todo el mundo andino se comunica para nosotros: la historia de
los Incas, por ejemplo, nos ayuda a entender Wari, así
como los hallazgos arqueológicos de esta cultura
enriquecen nuestra visión de los Incas.
Las primeras huellas
del hombre en los Andes
Hace unos 13 mil años, en diversas oleadas, se
inició el poblamiento del actual territorio peruano. Los
primeros ocupantes poseían un amplio bagaje cultural:
fabricaban utensilios, técnicas de caza especializada y
recolección de plantas. Desde la llegada de estos
cazadores-recolectores hasta la aparición de Chavín
pasaron alrededor de 10 mil años. En la sierra el hombre
se dedicaba a la caza de auquénidos y ciervos y
recolectaba tubérculos y raíces; sus instrumentos
los fabricaban con hueso, piedra (cuchillos y puntas de
proyectil) y madera. En la costa la dieta estaba compuesta de
peces y mariscos, pequeños roedores, lagartijas, aves y, a
veces, ciervos y zorrillos. El mar, los valles y las lomas
proporcionaban los principales alimentos. Las viviendas, en un
primer momento, eran las cuevas y los abrigos rocosos. Hacia el 7
mil a.C. aparecieron arreglos en las cuevas: barreras de troncos
y ramas en la entrada, muros pequeños de piedra y, al
interior, pinturas rupestres y fogones, incluso hornos. En la
costa hay campamentos semicirculares al aire libre. En esta
época los hombres vivían en grupos no muy grandes
de 20 a 30 individuos. Eran bandas lideradas por los más
fuertes donde existía una "división del trabajo":
los hombres cazaba y pescaban; las mujeres y los jóvenes
recolectaban plantas y atrapaban a los animales pequeños.
Los sitios arqueológicos de Lauricocha (Huánuco),
Pikimachay (Ayacucho), Toquepala (Moquegua), Guitarrero (Ancash),
Telarmachay (Junín) y Cupisnique (La Libertad), entre
otros, son los más representativos.
Hacia el octavo milenio se inició el proceso de
domesticación de plantas. El proceso terminó con la
agricultura y la construcción de las primeras aldeas y
monumentos ceremoniales. En el sexto milenio se inició la
domesticación de auquénidos (llamas), cuyes y patos
que formó los primeros pueblos de pastores en el 4 mil
a.C. En la sierra el hombre sembró oca, ají,
olluco, frijol, pallar y zapallo; el maíz sería
posterior (5 mil a.C.). En la costa la pesca se tecnificó
(anzuelos, redes y embarcaciones) y se inició la siembra
de calabaza, maní, palta, yuca, pacae algodón,
lúcuma y maíz. No hay evidencia en la
domesticación del perro pues al no ser oriundo de
América, debió acompañar al hombre desde su
ingreso al continente.
Con el cultivo de plantas se hizo necesaria la
sedentarización y con ello aparecen las primeras aldeas.
En la sierra estuvieron en los valles cálidos con
facilidades para el cultivo. Las primeras aldeas en la costa
surgieron cerca de la explotación de los recursos marinos
(pesca y recolección de mariscos); eran pueblos de
pescadores y recolectores de frutas cuyas viviendas eran
semisubterráneas con techos de costillas de ballena o
esteras de junco. Cuando la agricultura estuvo bien desarrollada
se construyeron los primeros monumentos públicos. Los
más antiguos fueron montículos elevados donde se
diseñaron plazas, algunas hundidas, para desarrollar
ceremonias rituales. Hacia el 1.800 a.C. se comenzaron a edificar
grandes monumentos públicos piramidales de adobe (costa) y
piedra (sierra). Los sitios arqueológicos de Kotosh
(Huánuco), Huaca de los Reyes y Huaca Prieta (La
Libertad), Sechín Alto y Moxeque-Pampa de las Llamas
(Ancash), o Huaca La Florida, Las Haldas y Cerro Paloma (Lima),
corresponden a este período.
Los tejidos más antiguos se han encontrado en
Huaca Prieta (valle de Chicama); es un tejido de fibras de
algodón entrelazado, sin telar, y con decoración.
Los tejidos jugaron un papel importante en definir la
posición social y se vincularon a prácticas
rituales (entierros). La cerámica, por su lado,
apareció luego de la domesticación de plantas y
animales, la sedentarización y la construcción de
monumentos. Probablemente vino de los actuales territorios de
Ecuador o Colombia entre el 1.800 y 1.300 a.C. Las primeras
piezas de cerámica reemplazaron a las de cestería y
a las calabazas.
Lo cierto es que con todos estos avances culturales,
producto de 10 mil años de observación y
experimentación, el hombre andino se adaptó a su
medio ecológico y había creado las condiciones para
la aparición de las sociedades complejas o Altas Culturas
del Primer Horizonte.
Las bases de la
cultura andina
En los Andes el parentesco y la reciprocidad rigieron la
vida de la población. Ésta se encontraba organizada
en ayllus o familias extendidas que aparecieron hacia el
primer milenio a.C. Sus miembros se reconocían parientes
entre sí porque descendían de un antepasado
común. Este vínculo ancestral (parentesco
simbólico) les obligaba a ayudarse mutuamente. En este
sentido la reciprocidad se basó en el parentesco, y era un
intercambio de trabajo o ayuda que se medía en tiempo de
servicio. Si alguien se negaba a prestar ayuda a sus parientes
recibía la sanción del grupo que podía
llegar hasta la expulsión.
Las formas de trabajo al interior del ayllu
eran el ayni (intercambio de servicios entre personas de
un mismo status), la minca (faenas colectivas que
beneficiaban a todo el grupo) y la mita (trabajo
rotativo en beneficio del curaca). Los curacas eran los
jefes del ayllu y eran elegidos mediante actos rituales.
Ellos organizaban el trabajo, administraban justicia y
dirigían el culto. En los tiempos del Tahuantinsuyo fueron
los mediadores entre el Inca y el ayllu.
En una economía sin moneda, sin mercado ni
comercio, y sin un tributo tal como lo conocemos hoy , los
principios de parentesco y reciprocidad fueron claves. De esta
manera se desarrolló una reciprocidad con una
jerarquía superior: el curaca o el Inca. Esta
reciprocidad asimétrica fue la "redistribución". En
ella la autoridad proveía a los ayllus de
recursos (alimentos, coca, tejido) según sus necesidades y
en retribución a su trabajo en la mita. Los
ayllus no daban productos a la autoridad en forma de
tributo, ni el estado remuneraba con salario el trabajo de los
indios. Todo esto funcionaba por medio de la reciprocidad. Los
curacas, y luego los incas, almacenaban los productos obtenidos
de la mita en depósitos (colcas) para
luego redistribuirlos a los ayllus. Por lo tanto el
poder y la riqueza no se medían en función de la
acumulación de bienes sino en la capacidad de movilizar
mano de obra a través del parentesco y la
reciprocidad.
Para completar la economía los ayllus
desarrollaron una estrategia para captar recursos de las diversas
altitudes andinas. El llamado "control vertical de los pisos
ecológicos" se basa en la geografía que, en los
Andes, varía según el clima de acuerdo con la
elevación del terreno. A cada piso o "isla"
ecológica, con su clima, corresponden determinados
cultivos y ganado (auquénidos). Los ayllus
aprovecharon el sistema para acceder a diferentes tipos de
productos sin necesidad de comerciar. Grupos de familias eran
enviadas desde el núcleo del ayllu a otras zonas
y formar colonias agrícolas; estos colonos fueron los
mitmaqkuna. El control de pisos dependía del
volumen de la población del ayllu; por ello a
mayor cantidad de gente, más posibilidades de controlar
diversas ecologías. Finalmente, entre los ayllus
de la costa, se desarrolló un control
pluriecológico pero de forma horizontal: colonias en los
valles.
Tanto el espacio como el tiempo eran sagrados y
tenían una explicación mítica y una
representación ritual. La concepción del espacio
era dualista, dividido en hanan y urin,
opuestos complementarios. El concepto de autoridad también
era dual. Los curacas y los incas no "heredaban" sus cargos, sino
eran elegidos en medio de un ritual donde los urin eran
siempre vencidos por los hanan. La imagen del tiempo era
cíclica con sucesivas "edades" del mundo determinadas por
tiempos de caos (desorden) y cosmos (orden).
La Pachamama era reconocida como la divinidad de la
tierra ("madre tierra") y productora de alimentos. Frente a ella,
según el dualismo, hubo una divinidad ubicada en el mundo
de arriba. Ésta parece ser Wiracocha, un dios celeste y
con rasgos solares. En los mitos cuzqueños Wiracocha,
luego de haber hecho una primera ordenación del mundo,
mandando al sol y a la luna al cielo, dividió el mundo en
cuatro partes: Chuinchaysuyo (Oeste), Collasuyo (Este), Antisuyo
(Norte) y Contisuyo (Sur); luego ordenó salir a los
hombres del subsuelo (pacarina); finalmente, siguiendo
el camino del sol, se perdió en el oceáno. Entre la
dualidad cielo-tierra había comunicación con el
rayo (illapa) o la serpiente (amaru). Cada
ayllu tenía sus ídolos y su
huacas, o lugares sagrados, que podían ser cerros
(apus), lagunas o riachuelos.
El primer horizonte
(1.000-200 a.C.): Chavín y Paracas
Este período se caracteriza por ayllus
organizados alrededor de templos (centros ceremoniales), basados
en una agricultura avanzada (obras de irrigación) y
complementada con el aprovechamiento de recursos marinos y la
ganadería. Metalurgia, textilería, cerámica
y escultura son técnicas que han avanzado notablemente
respecto a la fase anterior. El arte está representado por
imágenes impactantes (felinos, serpientes, aves de
rapiña) que reflejan la ideología del momento. Toda
esta influencia provino del centro ceremonial de Chavín de
Huántar, ubicado en la sierra de Ancash.
Dentro de un contexto religioso muy complejo, y que
aún no entendemos del todo, el culto al felino (el jaguar
o una especie de dragón que vuela) fue la
manifestación más predominante en Chavín. La
cerámica (monócroma y de asa estribo) y toda la
producción escultórica (Lanzón
monolítico, cabezas clavas, Obelisco Tello y Estela de
Raimondi) demuestran esta tendencia. De otro lado, el templo
Chavín de Huántar fue el típico conjunto de
edificios monumentales formado por plataformas superpuestas con
planta rectangular abierta hacia uno de sus lados (en forma de
"U"); hay escalinatas y galerías laberínticas
subterráneas. Los templos de Kuntur Wasi (Cajamarca) y
Sechín (Ancash) guardan este modelo. Otros centros
"chavinoides" fueron Pacopampa, Garagay, Conchopata y
Chongoyape.
La influencia de Chavín se extendió desde
Tumbes, por el norte, hasta Ica y Ayacucho, por el sur. Se
trató de una expansión artística, cultural y
religiosa propia de un culto que desarrolló un enorme
prestigio entre la población. Chavín, de otro lado,
diseñó algunas estrategias "estatales" propias de
una sociedad teocrática aunque la arqueología no
hable todavía de un "Estado Chavín". Descubierta
por Julio C. Tello (1919), la época Chavín
representa para el mundo andino su primer momento de
unificación cultural.
Una derivación Chavín, que luego
dibujó sus propios rasgos, fue Paracas. Enclavada en medio
del desierto costeño (Ica) esta cultura fue el resultado
de una fusión de la tradición local, aldeas de
pescadores, con las más sofisticadas tecnologías y
formas ideológicas "chavinoides". Surgió a finales
del Primer Horizonte y prolongó su existencia hasta la
primera época del Intermedio Temprano. En la costa sur fue
el puente entre Chavín y Nazca.
Hacia 1925 Tello encontró una gran cantidad de
cementerios en la Península de Paracas (18
kilómetros al sur de Pisco). Unos eran en forma de
botellas (Cavernas) y otros eran grandes cementerios
subterráneos (Necrópolis). Los primeros databan de
700 años a.C. y los segundos de 500 años a.C. Esto
le valió a Tello para dividir la "historia" de los Paracas
en dos períodos: Cavernas y Necrópolis.e
ocupación más importantes están en
Tajahuana, Cabeza Larga, Ocucaje, Media Luna y Cerro Colorado.
Los ceLa vida de los Paracas transcurrió entre la pesca,
la horticultura, la fabricación de numerosos utensilios
(cerámica, cuchillos de obsidiana, instrumentos musicales)
y el tejido de hermosos mantos de algodón y lana. Sus
sitios dramios, siempre con asa puente, fueron en Cavernas
polícromos y en Necrópolis monócromos
(crema).
Esta cultura se hizo famosa por su técnica
funeraria. Momificaban a los muertos y los colocaban en fardos
con abundantes objetos para ser utilizados en la siguiente vida;
los individuos de mayor rango recibían más ofrendas
textiles, hasta tres capas sucesivas. Los entierros tienen
carácter colectivo y se supone que respondieron a
criterios de parentesco. De otro lado, debido a la
proliferación de conflictos y a las heridas recibidas en
ellos, los Paracas desarrollaron la técnica de trepanar
los cráneos; se hacía con "bisturíes" de
obsidiana recubriendo la parte afectada con placas de
metal.
Finalmente, en su fase Necrópolis, los Paracas
tejieron los mejores mantos de los Andes precolombinos. Su
decoración estuvo bordada con hilos multicolores de
algodón o lana (esta última proveniente de
intercambios con Ayacucho). Los motivos son diversos:
geométricos, naturalistas y seres mitológicos que
hasta hoy no sabemos su significado. Fue también en la
fase Necrópolis que sus pobladores iniciaron el trazo de
los célebres geoglifos de las Líneas de
Nazca.
El intermedio
temprano (200 a.C.-550 d.C.): Nazca y Mochica
En este período de diversificación
cultural pueden identificarse dos grandes estilos regionales: uno
en la costa norte, caracterizado por ceramios bícromos de
asa estribo (Mochica), y el otro en la costa sur, con ceramios
polícromos de asa puente (Nazca). Otros estilos
aparecieron en Virú (La Libertad), Lambayeque, Recuay
(Ancash), Lima, Cajamarca y Huarpa (Ayacucho). Estas culturas
realizaron obras hidráulicas a gran escala para irrigar la
costa desértica. Construyeron canales, sistemas de drenaje
y represas que desviaban el agua de los ríos;
también abrieron pozos para aprovechar las aguas
subterráneas. De esta manera incrementaron notablemente la
capacidad productiva de sus regiones. Estos cambios
tecnológicos y económicos provocaron otros en el
campo político que hicieron de estas sociedades los
primeros "estados" en los Andes.
Mochica inició su desarrollo en los valles de
Moche y Chicama (La Libertad) y se expandió hasta el Alto
Piura por el norte y el valle de Huarmey (Ancash) por el sur.
Aprovecharon la fertilidad de los valles de la costa norte, de
clima cálido y húmedo, pero dos problemas afectaron
su desarrollo: el avance del desierto y el Fenómeno del
Niño. Los Moche no tuvieron un poder centralizado, sino
varios curacas que dominaron en cada valle. Estos señores,
como el de Sipán, ostentaban poderes sagrados y militares.
Como símbolo de su poder portaban prendas de oro, plata y
piedras preciosas. El ajuar funerario encontrado en las tumbas
revela su alta jerarquía. También contaban con un
séquito de parientes, servidores y
"funcionarios".
Los moche tuvieron dioses antropomorfos donde destaca
una divinidad felínica, con cinturón de serpiente y
que portaba un cuchillo ceremonial (Aia Paec o el
"degollador"). En sus rituales el consumo de alucinógenos
permitían una "comunicación" directa con sus
dioses; por ello los sacerdotes, curanderos o "chamanes" gozaron
de gran prestigio. Los sacrificios humanos ("ceremonia del
sacrificio") fueron una práctica común.
Construyeron templos piramidales truncos de adobe, con
plataformas y muros decorados con escenas rituales (Huaca del
Sol, Huaca de la Luna y El Brujo). La cerámica
también tenía una función ritual pues
está decorada con escenas de ceremonias religiosas.
Tenía dos colores (ocre y crema) y podía ser
pictórica o escultórica (los "huacos
retrato").
En 1987 fue rescatada de los "huaqueros" la famosa tumba
del Señor de Sipán. El hallazgo arqueológico
mostró por primera vez todo el esplendor de una tumba
correspondiente a un señor moche. El ajuar funerario que
lo acompañaba a la otra vida era riquísimo: objetos
de oro, plata, cobre y tumbaga (oro mezclado con cobre);
turquesas, mullu y cerámica; el Señor,
además, había sido enterrado con parte de su corte.
El valor histórico del hallazgo superó ampliamente
el valor material de los objetos pues nos descubrió
facetas desconocidas de la vida y la cosmovisión de los
mochicas. La tumba confirmó, por último, la gran
destreza de estos antiguos peruanos en el trabajo de los
metales.
La cultura Nazca se desarrolló a partir del
templo de Cahuachi, una pirámide trunca construida de
adobes hechos a mano aprovechando el promontorio natural. Su
organización parece ser una confederación religiosa
compuesta por ayllus de distintos linajes que habitaron
los valles de Ica. En las vasijas y textiles se nota,
además, aspectos de su vida religiosa y política.
Predominan escenas de guerras rituales para conseguir las
preciadas cabezas-trofeo; los hombres arriesgan sus cabezas y
usaron porras, cuchillos de obsidiana y estólicas.
También hay mujeres como víctimas. Expertos
constructores de acueductos subterráneos o
puquios, los nazcas desarrollaron una cerámica
sobresaliente en términos pictóricos.
Los nazcas terminaron de trazar los famosos geogligos de
las Líneas de Nazca. Éstas no parecen haber tenido
un significado astronómico. Son la huella material de un
complejo ritual propiciatorio. Los nazcas trazaron
plazas y caminos para sus bailes rituales que, junto a plegarias
y ofrendas, miraban un punto en el horizonte. Creían que
en esa dirección se encontraban sus antepasados, el
apu tutelar. Estos rituales se desarrollaban junto al
paso de las estaciones y coincidían con la llegada del
agua, recurso clave en la supervivencia del hombre
costeño.
Las causas de la decadencia de nazcas y mochicas no
están del todo claras.
El segundo horizonte
(550-900 d.C.): Tiahuanaco y Wari
Fue la segunda época de interrelación en
los Andes definida por las culturas Tiahuanaco y Wari. El centro
de la primera se ubicó en la región sureste del
Lago Titicaca (actual Bolivia) y su influencia se extendió
por la sierra sur del Perú y el norte de Chile; Wari tuvo
su centro en Ayacucho y su expansión llegó a La
Libertad y Cajamarca, por el norte, y Arequipa y Cuzco, por el
sur.
Tiahuanaco se conoció desde el momento de la
Conquista y los cronistas la relacionan como una "ciudad"
arruinada y misteriosa; los incas, además, hablaron de
ella como una civilización anterior a ellos. La
arqueología confirmó luego que su antigüedad
era mayor a la de los incas e identificó a Tiahuanaco como
un Imperio que, tras su colapso, dio origen al Cuzco debido a
migraciones de pueblos altiplánicos hacia el
noroeste.
Estudios recientes confirman que Tiahuanaco fue un
conjunto de ayllu vinculados a centros ceremoniales y
administrativos (Kalassasaya, Akapana, Templete, entre otros) y
que se "expandió" a través de colonias en los
distintos pisos ecológicos que van desde el Altiplano
boliviano a las costas del sur del Perú (Arequipa,
Moquegua y Tacna) y el norte de Chile (Arica y Tarapacá);
esto nos da la imagen de un "estado-colonizador". En todo caso
Tiahuanaco nunca fue un Imperio, o un pueblo guerrero y
expansivo, sino un centro religioso con un particular culto
(Wiracocha o "dios de los báculos") cuya influencia
también llegó a los actuales departamentos de Cuzco
y Ayacucho, marcando claramente el posterior desarrollo de
Wari.
La economía de Tiahuanaco se basaba en la
agricultura, en el pastoreo de auquénidos y en la pesca
lacustre y fluvial. Desarrollaron una cerámica donde
destacó el vaso ceremonial (kero) con decoración
geométrica y polícroma, y fueron los descubridores
del bronce (aleación del cobre con el estaño).
Construyeron grandes templos piramidales de piedra y esculpieron
figuras megalíticas (Puerta del Sol, donde destaca la
imagen del "dios de los báculos", y el Monolito Benett).
El colapso de esta cultura parece estar relacionado a cambios
climáticos, iniciados hacia el 700 d.C., que modificaron
los niveles del Lago Titicaca afectando seriamente la vida
económica de sus pobladores.
En relación a Wari sí podemos hablar de
una organización urbana dirigida, al parecer, por una
élite guerrera que se expandió construyendo una red
vial y una serie de centros administrativos. Si bien la
arqueología aún no puede confirmar el
carácter militarista de esta expansión, sí
es visible que se logró una gran uniformidad de criterios
en su área de influencia: centros urbanos planificados con
barrios de artesanos y depósitos; arquitectura monumental
y el uso del modelo "trapezoidal"; control de pisos
ecológicos y la movilización de mitmaqkunas; culto
al "dios de los báculos" (Wiracocha); red vial que luego
sería ampliada por los incas; y la utilización del
runa simi como lengua para los intercambios. Por esta
razón se ha hablado del Horizonte Wari, del "primer
imperio andino" o del primer Tahuantinsuyo. De todos modos no
podríamos dudar que se trató de la primera
época con características "imperiales" en los Andes
de la que los Incas retomarían casi todas sus
manifestaciones.
Los wari construyeron las "ciudades" de Wari (la
"capital" ayacuchana), Ñawimpuquio y Conchopata
(Ayacucho), Pikillacta (Cuzco), Pachacamac y Cajamarquila (Lima),
Huarivilca (Huancavelica) Vilcahuaín (Ancash) y
Wiracochapampa (La Libertad), entre otras. Todas ellas
funcionaban como centros de almacenamiento y de producción
artesanal (textiles, cerámica y objetos de metal).
Terminaron convirtiéndose en cabeza de región y,
alrededor del 800 d.C., cobraron cada vez mayor autonomía
del centro ayacuchano dando inicio al colapso del Segundo
Horizonte y configurando la "regionalización" del
Intermedio Tardío. En este sentido el oráculo de
Pachacamac adquirió independencia y cobró un
prestigio que duraría hasta la época
incaica.
El intermedio
tardío (900-1.450 d.C.): Chimú y
Chincha
En este segundo período de
"regionalización" la costa recupera la importancia perdida
tras la expansión Wari. Los reinos de Chimú (costa
norte) y Chincha (Ica) son los más representativos. No
podemos dejar de mencionar, sin embargo, la presencia de otros
señoríos en el Lago Titicaca (Lupacas, Collas y
Pacajes); en la sierra central (Huancas); en Ayacucho (Chancas);
en Arequipa (Collaguas y Cabanas, en el valle del Colca); en
Ancash (Chancay, célebre por su arte textil); Lambayeque
(Sicán, conocida por sus tumbas); y en Huánuco
(Chupachos), entre muchos más. Todos terminaron
conquistados por los Incas que, en su fase mítica
pertenecieron a este Intermedio.
El reino Chimú es el que ha alcanzado mayor
resonancia. Tuvo su centro en el valle de Moche (La Libertad) y
su expansión militar lo llevó a dominar la costa
desde Tumbes hasta el norte de Lima. Fue un reino conocido desde
la conquista pues los cronistas conocieron a sus líderes
(Chimo-Cápac o ciquiq) ya sometidos a los
señores del Cuzco. Se trató de una sociedad muy
jerarquizada con una población de unos 500 mil habitantes
de los cuales casi 40 mil parecen haber vivido en la ciudadela de
Chan Chan, capital del reino. Entre las diferentes lenguas que
hablaban prevalecía el muchic o
yunga.
Existe una "genealogía" de Chimú
registrada por los cronistas. Tuvo 10 gobernantes y su fundador
esta relacionado con la figura mítica de Naylamp
o Tacaynamo; su último líder, antes de la
conquista incaica, parece haber sido Minchacaman. Entre
sus divinidades destacaba la luna, llamada si, seguida
por el sol, las constelaciones y el mar, llamado ni.
Asimismo, el soberano era considerado una deidad.
Sus pobladores se dedicaban a la agricultura
aprovechando los valles de la costa norte y las aguas
subterráneas (puquios); construyeron
wachakes o terrazas agrícolas hundidas que
aprovechaban la humedad del terreno. Sembraron maíz,
frijol, maní, ají, algodón y frutales como
lúcuma, pacae, guanábana y palta. Su
economía se completada con la pesca y la
recolección de mariscos. La caza parece haber sido una
actividad ritual. Su cerámica (monócroma con
gollete estribo) fue utilitaria y fabricaron hermosos mantos de
plumas.
De los wari heredaron la tradición urbana y, de
sus ancestros moches, la destreza en la orfebrería.
Construyeron, o volvieron a ocupar, grandes ciudadelas de barro
planificadas y divididas en sectores para artesanos (Chan Chan y
Pacatnamú); en el trabajo de los metales realizaron
múltiples objetos rituales (como el tumi o
cuchillo ceremonial) y de decoración (muchas de
éstas combinadas con piedras semipreciosas como la
turquesa). Su orfebrería es todavía considerada la
mejor del Perú prehispánico.
El Señorío de Chincha fue el más
importante de la costa central. Sus asentamientos estuvieron
distribuidos por todo el valle y de éstos destacan dos:
Centinela de San Pedro y Centinela de Tambo de Mora, conocido
también como Lurinchincha. Documentos del siglo XVI
revelan que los chinchas estuvieron divididos en 12 mil
campesinos, 10 mil pescadores y 6 mil "mercaderes", además
de un cierto número de orfebres cuya mayoría estaba
ausente. Los campesinos cultivaban maíz y otros plantas
como el algodón, mientras los pescadores salían al
mar por turnos (mita) con sus balsas y redes.
Sus "mercaderes" se dedicaban al intercambio de
productos. Navegaban por buena parte de la costa del
Pacífico hasta el actual Ecuador y también
trajinaban rutas terrestres hasta el Cuzco y el Collao. El
objetivo central de su trueque fue distribuir el mullu,
un molusco marino que gozaba de gran valor ritual en los Andes
(ofrenda y alimento de los dioses). El comercio del
mullu convirtió al Señorío de
Chincha en uno de los pueblos de mayor prestigio en el futuro
Tahuantinsuyo.
Los Incas terminaron absorbiendo a estos dos
señoríos. La conquista de Chimú parece haber
sido dramática según las crónicas. La
arqueología nos habla de una crisis en la costa norte
producida por graves inundaciones relacionadas con un
Fenómeno del Niño; esta coyuntura sería
aprovechada por los ejércitos de Túpac Yupanqui. La
conquista de Chincha parece no haber sido violenta sino un
proceso de alianza política con los
cuzqueños.
El tercer horizonte
(1.450-1532): los Incas
Los incas llegaron al Cuzco alrededor del siglo XII como
resultado de una movilización general. No se conoce con
exactitud el lugar de partida; según los mitos salieron
del Collao y pasaron por lugares como Pacaritambo donde
dominaron, a su paso, diversas poblaciones. Hacia el siglo XIII
eran el grupo de mayor prestigio y poder en el valle del Cuzco y
se reclamaban descendientes del Sol. La fundación del
Cuzco está relacionada con la figura mítica de
Manco Cápac, primer Inca, e iniciador del linaje de
gobernantes. Todos sus sucesores, hasta Wiracocha, son personajes
míticos. No se puede hacer una "historia" de los Incas
hasta el siglo XV; parece que en este lapso sólo llegaron
a dominar el colindante valle de Yucay, muy rico en maíz.
El gran cambio vino con Pachacútec, su primer gobernante
histórico. Él venció a los chancas,
implantó oficialmente el culto solar e inició la
expansión. Había nacido el Tahuantinsuyo o "imperio
de las cuatro partes del mundo".
A Pachacútec le sucedieron Túpac Yupanqui
y Hayna Cápac. Desde la victoria frente a los chancas (h.
1438) hasta la muerte de Huayna Cápac (1528), los incas
conquistaron un enorme territorio de unos 4 millones de
kilómetros cuadrados y poblado por 9 a 12 millones de
personas. Iba desde Pasto (sur de Colombia) hasta Tucumán
(Argentina) y Maule (Chile). Las mayores conquistas las
realizó Túpac Yupanqui, quizá el personaje
más fascinante que conocemos de esta larga historia
andina; guerrero, viajero y visionario dominó a huancas,
chimús, y chachapoyas; anexó el "reino de Quito" y
posiblemente realizó una expedición marítima
hasta la Polinesia; conquistó los territorios del extremo
sur del Imperio, recorrió las pampas argentinas y se dice
que arribó hasta el Estrecho de Magallanes. Huayna
Cápac encontró un territorio muy amplio y se
dedicó a pacificarlo y reorganizarlo. Sus sucesores,
Huáscar y Atahualpa, encabezaron una lucha entre la
élite por el poder que desgastó al Imperio justo
cuando los españoles preparaban la invasión
definitiva. Hacia 1530 el Tahuantinsuyo tenía una
duración de menos de 100 años, un tiempo muy corto
para poder dominar coherentemente su extenso territorio. No todos
los grupos étnicos aceptaron el dominio de los
cuzqueños y "colaboraron" con los invasores para recuperar
su autonomía.
Los incas aprovecharon toda la experiencia acumulada en
los Andes y su mérito fue extenderla desde su centro en el
Cuzco. Los criterios de reciprocidad fueron aprovechados, y la
mita y la redistribución fueron aplicadas en
beneficio el Estado. Ampliaron y mejoraron la red de caminos de
origen wari; multiplicaron los tambos (albergues en los
caminos) y colcas (depósitos); andenes y puentes
se siguieron construyendo; aprovecharon el control de pisos
ecológicos y movilizaron a miles de mitimaes
(mitmaqkuna) para colonizar áreas de cultivo o
zonas recién conquistadas; finalmente, desarrollaron un
eficiente sistema de administración y contabilidad
(quipus) para movilizar a la población. Todo se
realizó con la mediación de los curacas.
Tuvieron un calendario solar y el año se dividió en
festividades vinculadas al culto y al trabajo. Por último,
fundaron ciudades (Tumibamba, Cajamarca, Huánuco Pampa) y
otros centros administrativos cerca del Cuzco (Ollantaytambo,
Písac, Machu Picchu).
El inca era un personaje sagrado; tenía varias
esposas y junto a sus hijos formaba una panaca.
Elegía a su sucesor (auqui) utilizando el
criterio del más apto, no el de primogenitura. La familia
del Inca junto a las demás panacas completaban la
"nobleza de sangre"; a ella se le añadía la
"nobleza de privilegio" formada por los señores de los
pueblos sometidos. El resto lo formaban los hatunrunas
(habitantes de los ayllus), los mitmaqkunas (familias de
colonos) y los yanaconas (casta servil que
dependía del Inca). Para la administración el
Estado contaba con los "orejones" (nobles), los
tucuyricuys (supervisores) y, naturalmente, con los
curacas. El Sol (Inti) era la divinidad oficial
pero siguieron cultos antiguos como Wiracocha, la Madre
Tierra (Pachamama) y el Rayo (Illapa);
también se respetaron los cultos locales
(huacas). El sacerdote principal o Villac Umo
vivía en el Coricancha; las acllas ("escogidas")
se dedicaban al culto y a atender las necesidades del Inca
(vestido, comida). El Cuzco, "centro u ombligo del mundo", era la
ciudad sagrada desde donde se dividía el universo en
cuatro suyos o partes.
El Perú
virreinal
Con la conquista española de los Andes y la
caída del Tahuantinsuyo, se inició una serie de
transformaciones que llevó a la conformación del
Perú moderno. El reemplazo del Estado Inca por la
administración virreinal solo fue el cambio más
superficial, aunque de indudables repercusiones políticas
al establecerse un sistema centralista y autoritario. Lo
importante fueron los cambios demográficos, la mezcla
racial y el nuevo orden de la sociedad bajo criterios de raza y
estamento; en el ámbito económico la
introducción de una economía de mercado, el uso de
la moneda y una nueva concepción de la riqueza y la
pobreza; a nivel ideológico se desmoronaron muchas formas
de pensamiento andinas que fueron reemplazados por una
visión occidental del mundo y donde jugó un papel
decisivo la evangelización impulsada por la Iglesia
Católica. En suma, el territorio que hoy ocupa el
Perú y sus habitantes ingresaron a la historia de
Occidente o a la Historia Universal.
En un principio, entre 1532 y 1541, el Perú fue
la Gobernación de Nueva Castilla, presidida por Francisco
Pizarro gracias a la Capitulación de Toledo (1529). Se
trató de una época turbulenta por los mismos
efectos de la invasión; la Corona tenía escasa
presencia y el poder, de hecho, lo ejercían los
encomenderos. Con las leyes Nuevas de 1542 se creó el
Virreinato del Perú y se estableció formalmente la
administración que, con algunas reformas, tuvo vigencia
hasta los tiempos de la Independencia en 1821 o 1824. Fueron casi
300 años de dominio español, que contrastan con los
180 de nuestra historia independiente. El Perú fue
conquistado cuando España era la dueña de Europa
bajo la batuta de Carlos V. Hacia 1820 la realidad de la
Península era muy distinta; ahora España era una
potencia de tercer orden y se encontraba bajo el reinado de
Fernando VII. Los Habsburgo la gobernaron en los siglos XVI y
XVII, dos siglos marcados por la grandeza y el declive. Los
Borbones llegaron en el XVIII y sus reformas no pudieron reanimar
el antiguo poderío español.
A lo largo de estos tres siglos el Perú presenta
tres etapas bien definidas. La primera, entre 1530 y 1560, es la
de la invasión y el saqueo de los tesoros incaicos; el
territorio se abría a Occidente como un espacio promisorio
para la explotación de metales preciosos. El "apogeo" se
inició con el descubrimiento de las minas de plata de
Potosí (hoy Bolivia); el territorio del Virreinato,
además, abarcaba desde Panamá hasta la Tierra del
Fuego (con excepción de Brasil, colonia portuguesa). Lima
era el centro político, económico y cultural de ese
vasto espacio. Su élite, gracias al monopolio comercial,
era la primera de Sudamérica. Un funcionario que
venía al Perú consideraba el hecho como un
"ascenso". Los criollos, por su lado, ocupaban cargos expectantes
en la administración y en los negocios. Este "apogeo"
duró todo el siglo XVII y entró en decadencia a
mediados del siglo XVIII con las reformas borbónicas.
Ellas le amputaron su inmenso territorio, abolieron el monopolio
que beneficiaba a su élite comercial, desplazaron a los
criollos de los cargos públicos e incrementaron la
presión fiscal. Esto ocasionó gran descontento que
llegó hasta la abierta rebelión. Por último,
abrieron un camino poco adecuado a la futura
independencia.
1. LA INVASIÓN ESPAÑOLA
Hacia la década de 1520, Francisco Pizarro y sus
socios, Diego de Almagro y Hernando de Luque, planearon
expediciones al sur de Panamá. Luego de dos viajes
detectaron el Tahuantinsuyo y lo reconocieron como un espacio con
una población más numerosa, mejor organizada y con
evidentes signos de riqueza. En 1529 Pizarro viajó a
España y firmó con la Corona la Capitulación
de Toledo que formalizó las condiciones de la conquista.
En el tercer y definitivo viaje, Pizarro, con poco más de
un centenar de soldados españoles, ocupó Cajamarca
y capturó al inca Atahualpa (noviembre de 1532).
Allí se repartió el producto del primer saqueo de
los tesoros, básicamente en oro. El 26 de julio de 1533
Atahualpa fue ajusticiado en Cajamarca y allí
terminó el primer momento de la
invasión.
Con la llegada de refuerzos provenientes de
Panamá la hueste creció y Pizarro pudo avanzar
hasta el Cuzco, donde se repartió el segundo gran
botín, y ocupar otras zonas. Un hecho paralelo fue la
fundación de las primeras ciudades: Piura, Cuzco, Jauja y,
en 1535, Los Reyes (Lima), que sería después la
capital virreinal. Luego vinieron Trujillo, Chachapoyas,
Huamanga, Huánuco y Arequipa. Otro hecho paralelo fue el
reparto de la población nativa entre los españoles
"encomenderos". Cada encomienda tenía un número de
indios y su titular disponía de su trabajo (servicio
personal) y cobraba un tributo de ellos; a cambio los indios
recibían "protección" y evangelización. De
esta manera las ciudades tenían encomenderos como
"vecinos" y este grupo se convirtió en la primera
élite del Perú colonial. Gozaron de gran poder
económico y político y controlaron instituciones
claves como los cabildos.
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