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La Clave Cuadrada (página 4)




Enviado por Mario Peral Manzo



Partes: 1, 2, 3, 4

"Pánfilo" conducía con imprudente
velocidad. La mirada fija en el camino y su labio inferior
fruncido, le daban una apariencia temible. Ahora era un
proscrito; había dado un paso decisivo: tendría que
fundar una nueva hermandad; la posesión de la Clave
Cuadrada y de la Puerta Áurea, le aseguraría la
gloria. Sería el nuevo Pitágoras. Sus enemigos
correrían la misma suerte que los herejes que esta noche
pretendían revelar la Clave, solamente reservada para los
pitagóricos de "corazón puro", como él se
consideraba a sí mismo. Morirán, en especial ese
par de mestizos, descendientes de los sucios indios de esta
tierra. Apretaba sus dientes con rabia y con la fuerza suficiente
como para astillarse un par de muelas. Saber que esos
sucios… cerdos… cabrones… indios
ladinos… tenían impresas sendas estrellas
pitagóricas en sus mestizas… impuras…
manos… golpeó con fuerza el volante; estuvo a punto
de perder el control del vehículo. Decidió que
quería llegar entero para ajustarle las cuentas a sus
enemigos; acarició el revólver que tenía
bajo su saco de casimir inglés. Ahora lo único que
le temblaba de rabia era el dedo índice con el que
pretendía accionar su arma de fuego… de fuego
purificador… se le ocurrió y… sonrió
complacido por lo que consideraba una genial
ocurrencia.

***

Una figura salió del panteón como un
espectro que hubiera cobrado vida para ajustar cuentas con Pedro
y Elías. La pareja miró al sujeto que se les
aproximaba. Gore venía envuelto en una sábana que
lucía al estilo de los antiguos ciudadanos romanos: una
toga con uno de los extremos sujeto a la cintura y el resto
cargado al hombro izquierdo.

– ¡Buenas noches, caballeros!

– Buenas noches- contestaron Elías y Pedro, al
mismo tiempo.

– Acabo de hacer una visita a la tumba de mi padre.
Algunos de sus amigos y discípulos aún están
arreglando la ofrenda de día de muertos; muy pronto
estarán con nosotros para iniciar la ceremonia que nos
ocupa.

– No sabía que su padre estuviese enterrado en
Cucuchucho.- se sorprendió Pedro.

– Fue voluntad suya el ser enterrado en esta tierra y
con esta gente a la que tanto amó. De algún modo la
ceremonia que celebraremos en un momento, también es un
tributo a su memoria.

– Perdón por la indiscreción,
¿cuál es la religión, aparte el
pitagoreísmo, que usted profesa?

– Soy cristiano ortodoxo griego. Mi padre, por su parte,
solamente profesó la religión pitagórica.
Quizá por eso no le costó trabajo aceptar los usos
de esta gente.

– ¿No le gustó a usted la decisión
de su padre?- preguntó Elías.

– ¡Claro que sí! Sin embargo, me hubiera
gustado que sus restos estuvieran en su patria:
Grecia.

– Yo siempre creí que era
inglés.

– Lo era, al menos de nacimiento físico; pero su
nacimiento espiritual fue en Grecia, al amor de la
filosofía pitagórica. Aquí en
Michoacán, supongo que encontró razones para pensar
que en vida se había operado en él una suerte de
metempsicosis: se identificó con la cultura
purépecha; me escribía largas cartas para contarme
sobre las bellas costumbres de esta gente; tuvo un especial
cariño por los habitantes de un pequeño poblado
llamado Tarecuato; precisamente muchos de sus discípulos
tarecuatenses están en estos momentos adornando su tumba.
Algo que lo tenía fascinado eran las yácatas. Me
decía que le recordaban la Acrópolis. Debo confesar
que al ver las yácatas me desilusioné, pero poco
después me di cuenta de a qué se refería mi
padre: hay una serena presencia, una elegancia noble y un sobrio
esplendor en esas construcciones. Te hacen sentir en casa, te
hacen pensar que la anfictionía no es una mera
aspiración sino una realidad omnipresente.

– ¡Oh, aquí vienen sus amigos!- dijo Pedro
al ver que una docenas de hombres y mujeres salían del
panteón, todos envueltos en las sábanas usadas a
manera de togas. Solamente una joven que encabezaba la
procesión de mujeres, lucía un llamativo
huanengo.

– ¿Por qué aquella señorita luce
tan distinta a las demás?- preguntó Elías a
Gore.

– Es su deseo no lucir como sus compañeras. La
usanza romana antigua le trae malas remembranzas.

Pedro y Elías se miraron con
extrañeza.

– Verán, ella es la encarnación de una de
las portadoras de la Puerta Áurea que, según
sabemos, vivió en la ciudad de Roma, en tiempos de
Nerón. Dice que en esos tiempos se le llamaba con el
nombre de Pomptina, que era muy ducha en las artes curativas y
admonitorias, que había cargado con la reliquia hasta la
edad de treinta años cuando murió de malaria
auxiliando a la población de Calpe que se vio asolada por
esta enfermedad. Dice que poco antes de su deceso, cuando
todavía estaba en uso de sus facultades porque la fiebre
todavía no le cocía el cerebro, tuvo que ceder la
Puerta Áurea a uno llamado Pentoviecus, que al parecer era
su discípulo o su hijo adoptivo. Sobre este último
personaje no tenemos muchos datos, salvo que después de la
crisis de la malaria en Calpe se trasladó a lo que hoy es
la ciudad de Lisboa, seguramente instruido por su tutora con el
fin de resguardar la reliquia.

La procesión de hombres y mujeres se
acercó al trío conformado por Gore, Pedro y
Elías. La que se decía encarnación de
Pomptina, se acercó a Elías.

– Yo cumplí con la misión que me
encomendaste: resguardar la Puerta Áurea hasta que fuera
tiempo de su apertura- dijo "Pomptina" al asombrado Elías-
es hora, Adriano, de que abras el acceso a los arcanos
conocimientos que celosamente han sido guardados por los
pitagóricos.

– ¡Me cago en la mar!- exclamó
irreflexivamente Pedro. Todos los presentes rieron excepto
Elías.

– No me llamo Adriano, señorita, y tampoco le he
dado a resguardar objeto alguno. Es más, mire: yo mismo
vengo a entregar la reliquia a mister Gore. Como quien dice, solo
vengo de visita.

Acto seguido, Elías le ofrecía la Puerta
Áurea a Gore, quien la tomó sin mucha ceremonia y
se la pasó a "Pomptina". La joven metió el objeto
en una jícara llena, al parecer, de agua. Extrajo la
chorreante bolsita, la abrió y extrajo un pequeño
lingote de oro, tan brillante como si apenas hubiese sido pulido
por unas puntillosas manos. Gore recibió el objeto
áureo y se lo regresó a Elías diciendo:
"Mira los símbolos grabados en este noble metal, ellos te
dirán quién eres en realidad".

Elías tomó con manos temblorosas el
objeto: miró varias veces el reverso y el anverso del
lingote de oro.

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Elías recitó en voz alta: "Un
mil ochocientos ochenta y seis millones ochenta y nueve mil
setecientos cuarenta y un veces pi sobre diez a la
novena potencia".

Pedro recordó lo que días antes él
mismo había reconocido como la legendaria Clave Cuadrada.
Elías le había mostrado la igualdad:

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Elías todavía no alcanzaba a comprender
cómo unos extraños símbolos grabados en un
lingote de oro tuvieran que ver con una simple igualdad
aritmética, pero en su fuero interno sabía que
tendría que ser así.

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Todos los presentes voltearon a ver a "Pánfilo"
quien sostenía firmemente su enorme
revólver.

– A ver, joven. Hágame el favor de darme la
Puerta Áurea si no quiere experimentar su próxima
metempsicosis.

Elías le entregó el lingotito de oro. No
lo necesitaba. Sabía que el objeto material no era lo
importante. En su mente habían quedado guardados los
arcanos grabados en él y la Clave Cuadrada estaba
embonada. Bastaba girar la llave dentro de la cerradura para que
la puerta se abriera.

– Muy bien; ahora, ¿sería tan amable de
entregarme el legajo que le fueron entregados y de repetirme la
Clave?

Elías entregó el legajo repitió la
fórmula matemática.

– ¿Es todo? Y ahora, ¿qué se supone
que tendría qué pasar? ¡Hable!

– Nada, dijo Elías. Se trata de una broma que
Pitágoras nos ha legado. La Clave Cuadrada es un algoritmo
corrector para detectar mensajes del "más allá". Se
supone que las configuraciones de los símbolos que se
denominan la Puerta Áurea son un instrumento para la
comunicación "extraterrena", misma que de algún
modo puede "afinarse" con la Clave Cuadrada para captarlos. No
hay entrada al paraíso de los números primos
gemelos ni jamás lo habrá. Supongo que con la Clave
Cuadrada se podrán traducir determinados mensajes
"extraterrenos" codificados en números primos
gemelos.

Gore miró a Pánfilo con
desprecio y le espetó: "Has venido por nada, ???????
ese??! ¿Eso querías, presenciar: una variante
más de la celebración del Día de
Muertos?"

– Eso era todo lo que quería
escuchar- dijo una voz a espaldas de Gore.

"Séneca" miraba en dirección
de "Pánfilo", mostrándole la estrella que
lucía en la palma de su mano: "Muy bien, querido amigo,
creo que es hora de irnos; así que baja tu
revólver; hay muchas preguntas que El Círculo
quiere formularte".

"Pánfilo" estaba petrificado. "Séneca" se
acercó a él y le quitó el arma de las manos;
lo tomó del brazo y dijo a los incrédulos
circunstantes: "Amigos, es cierto, pertenezco a El Círculo
a pesar de las enseñanzas de mi maestro Peter Gore y de no
haber faltado una sola vez en Día de Muertos a rendirle
homenaje a su querida memoria; sin embargo, no me avergüenzo
de mis decisiones como tampoco me avergüenzo de mi origen
purépecha. "Pánfilo" jamás perdonó a
El Círculo que admitieran a un "indio" como él me
llama despectivamente; sin embargo mi querido amigo tendrá
que responder por sus faltas. Espero que no les importe que me
quede con la reliquia también."

– ¿Para qué la quiere?- preguntó
Elías.

– Joven amigo: digamos que es un recuerdo de su gran
logro. Aunque he adoptado la ciudadanía francesa, no dejo
de sentirme orgullosos de los logros de mis antiguos
compatriotas.

Los circunstantes observaron cómo Juan Teshkukua
Cuevas, alias "Séneca", conducía a su
compañero a una de las calles oscuras de Cucuchucho; se
oyó el encendido de un motor seguido por el sonido del
avance del vehículo hasta que se perdió en la
distancia.

– ¿Es verdad lo que dijiste, Elías; eso es
todo?- preguntó Pedro.

– Cuando mencioné lo de los mensajes
"extraterrenos" no me refería a mensajes "ultraterrenos".
El "más allá" al que me refería era el
"más allá" de nuestro planeta, de nuestro sistema
solar… los arcanos son en realidad un plano que debe ser
interpretado a la luz de las estrellas…

– ¡Variables!- interrumpió Pedro- las
mismas estrellas que estudió mi finado amigo Luis Enrique
Erro.

– Exacto- continuó Elías-. Como sabemos,
existe una clasificación de éstas: eruptivas,
pulsantes, por rotación, cataclísmicas, eclipsantes
y de rayos equis. El asunto es que, al parecer, Pitágoras
y muy posteriormente Erro, se dieron cuenta de que la
aparición y distribución de estas estrellas en el
plano galáctico obedecen a un patrón basado en los
primos gemelos. Tal y como la configuración que propuso
usted, profesor Pedro, tanto para la alineación de los
primos gemelos como para su conjetura que dice: "Existen
infinitos números primos de la forma 4n+1 que son
resultado de la suma de dos primos gemelos más la
unidad."

-¿Ingeniería en proporciones
galácticas, solo para enviarnos un mensaje?-
preguntó Gore.

– Puede ser. Aunque no olvidemos que no hay un punto
privilegiado para cualquier observador inteligente del
universo-replicó Elías-. No creo que se trate de
uno o varios mensajes exclusivos para nosotros, más bien
se trata, yo creo, de una especie de examen para cualquiera de
las posibles civilizaciones de nuestra galaxia que lograran
sobrevivir lo suficiente como para desarrollar una Ciencia y una
Tecnología avanzadas y una organización interna de
sus sociedades tal que permitiera una convivencia
pacífica, quizá armoniosa. Lo que nos
llevaría a…

– La posibilidad de oro que tiene la raza humana de
contestar los supuestos mensajes de civilizaciones
extraterrestres; mensajes existentes en la
configuración/aparición de estrellas variables.
Todo se reduciría a esto: pasas el examen,
¡bienvenido a la comunidad!; lo fallas, puedes intentarlo
de nuevo o irte al cuerno, ¿Qué sabía de
esto Pitágoras? ¿Él también
especulaba sobre civilizaciones extraterrestres?
¿Tenía conocimiento de estrellas variables y los
asuntos relacionados con la astronomía moderna? ¡Eso
sí que no me lo trago! – concluyó Pedro y
agregó: "por cierto, Elías, lo mío es un
teorema, no una conjetura."

– La fe que movía a Pitágoras, y que
también podríamos considerar como su
hipótesis de trabajo- terció Gore- es la de que el
Cosmos está estructurado de tal manera que pueden
reducirse a relaciones numéricas, generalmente a razones
entre números. De ahí que la existencia de
números irracionales como la raíz cuadrada de dos,
significaran una "instancia contradictoria" en su doctrina.
Pitágoras seguramente no especuló sobre hombrecitos
verdes expertos en modelación en proporciones
galácticas, pero de lo que sí estoy seguro, es que
estaba convencido de que esas relaciones "armónicas" entre
números, son con/sustanciales al Cosmos, y existen
independientemente de cualquier órgano que sirva para
pensar. Pero pongamos ya los pies sobre nuestro planeta.
Terminemos con nuestra ceremonia: la llave ha girado en la
cerradura; abramos la puerta; posteriormente tendremos tiempo de
ocuparnos de lo demás; creo que el material que mandaremos
al Proyecto SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre
con radiotelescopios), le dará mucho quehacer de
aquí en adelante a los amigos de la Sociedad Planetaria.
Lástima que Carl Sagan se nos haya adelantado; era un buen
contacto…

– ¡Muy bien, muy bien! Puedo quizá aceptar
ese rollo de mensajes provenientes de los hombrecitos verdes.
Pero hay algo que no me han dejado en claro: eso de que
Elías fue un tal "Adriano" y que la señorita
aquí presente fue otra tal "Pomptina"… y, en
general, ése asunto de la metempsicosis; creo que estos
asuntos son más "ultraterrenos" que "extraterrenos"-
terminó Pedro.

-Ésa es otra historia, profesor- dijo
"Pomptina".

Los presentes rieron de buena gana y se dirigieron a las
orillas del lago de Pátzcuaro. Las antorchas, cual
estrellas de brillo variable, iluminaron la noche de Día
de Muertos.

FIN DEL RELATO.

 

 

 

Autor:

Mario Peral Manzo.

 

Partes: 1, 2, 3, 4
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