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Antología de poesía cubana. Cuba y la noche (página 2)




Enviado por Orlando Desiré



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Cúmplase en mí tu voluntad, Dios mío!

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA

(Camaguey, 1814-Madrid, 1873)

Obra poética: Poesías de la srta. Da. Gertrudis Gómez de Avellaneda. (1841, 1850, 1853, 1887); Obras literarias

1869-1971.

A LAS ESTRELLAS

Reina el silencio: fúlgidas en tanto,

Luces de paz, purísimas estrellas,

De la noche feliz lámparas bellas,

Bordáis con oro su luctuoso manto.

Duerme el placer, mas vela mi quebranto,

Y rompen el silencio mis querellas,

Volviendo el eco, unísono con ellas,

De aves nocturnas el siniestro canto.

¡Estrellas, cuya luz modesta y pura

Del mar duplica el azulado espejo!

Si a compasión os mueve la amargura

Del inmenso penar por que me quejo,

¿Cómo para aclarar mi noche oscura

No tenéis, ¡ay!, ni un pálido reflejo?

AL PARTIR

¡Perla del mar, estrella de occidente!

¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo

La noche cubre con su opaco velo,

como cubre el dolor mi triste frente.

¡Voy a partir!… La chusma diligente,

Para arrancarme del nativo suelo

Las velas iza, y pronta a su desvelo

La brisa acude de tu zona ardiente.

¡Adiós! ¡patria feliz, edén querido!

¡Doquier que el hado en su furor me impela,

Tu dulce nombre halagará mi oído!

¡Adiós!… Ya cruje la turgente vela…

¡El ancla se alza… El buque, estremecido,

Las olas corta y silencioso vuela!

LAS CONTRADICCIONES

Imitación de Petrarca

No encuentro paz, ni me permiten guerra;

De fuego devorado, sufro el frío;

Abrazo un mundo y quédome vacío;

me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

Ni libre soy ni la prisión me encierra;

Veo sin luz, sin voz hablar ansío;

Temo sin esperar, sin placer río;

Nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro;

Al sentirme morir me encuentro fuerte;

Valiente pienso ser, y débil lloro.

Cúmplese así mi extraordinaria suerte;

Siempre a los pies de la beldad que adoro,

Y no quiere mi vida ni mi muerte.

LA PESCA EN EL MAR

¡Mirad!, ya la tarde fenece…

La noche en el cielo

despliega su velo

propicio al amor.

La playa desierta parece;

las olas serenas

salpican apenas

su dique de arenas,

con blando rumor.

Del líquido seno la luna

su pálida frente

allá en Occidente

comienza a elevar.

No hay nube que vele importuna

sus tibios reflejos,

que miro de lejos

mecerse en espejos

del trémulo mar.

¡Corramos!…!Quién llega primero!

Ya miro la lancha…

Mi pecho se ensancha,

se alegra mi faz.

¡Ya escucho la voz del nauclero,

que el lino despliega

y al soplo lo entrega

del aura que juega,

girando fugaz!

¡Partamos! La plácida hora

llegó de la pesca,

y el alma refresca

la bruma del mar.

¡Partamos, que arrecia sonora

la voz indecisa

del agua, y la brisa

comienza de prisa

la flámula a hinchar!

¡Pronto, remero!

¡Bate la espuma!

¡Rompe la bruma!

¡Parte veloz!

¡Vuele la barca!

¡Dobla la fuerza!

¡Canta, y esfuerza

brazos y voz!

Un himno alcemos

jamás oído,

del remo al ruido,

del viento al son,

y vuele en alas

del libre ambiente

la voz ardiente

del corazón.

Yo a un marino le debo la vida,

y por patria le debo al azar

una perla —en un golfo nacida

al bramar

sin cesar

de la mar.

Me enajena al lucir de la luna

con mi bien estas olas surcar,

y no encuentre delicia ninguna

como amar

y cantar

en el mar.

Los suspiros de amor anhelantes

¿quién, ¡oh, amigos!, querrá sofocar,

si es tan grato a los pechos amantes

a la par

suspirar

en el mar?

¿No sentís que se encumbra la mente

esa bóveda inmensa al mirar?

Hay un goce profundo y ardiente

en pensar

y admirar

en el mar.

Ni un recuerdo del mundo aquí llegue

nuestra paz deliciosa a turbar;

libre el alma al deleite se entregue

de olvidar

y gozar

en el mar.

¡Presto todos!… ¡Las redes se tiendan!

¡Muy pesadas las hemos de alzar!

Presto todos, los cantos suspendan,

y callar

y pescar

en el mar.

A LA MUERTE DEL CÉLEBRE POETA CUBANO DON JOSE MARIA HEREDIA

Le poéte est semblable aux oiseaux

de pasage,

Qui ne batisent point leer nid

sur le rivage.

Lamartine

Voz pavorosa en funeral lamento

Desde los mares de mi patria vuela

A las playas de Iberia; tristemente

En son confuso la dilata el viento;

El dulce canto en mi garganta hiela,

Y sombras de dolor viste mi mente.

¡Ay!, que sea esa voz doliente,

Con que su pena América denota

Y en estas playas lanza el océano,

"Murió –pronuncia- el férvido patriota…"

"Murió –repite- el trovador cubano";

Y un eco triste en lontananza gime,

"¡Murió el cantor del Niágara sublime!"

¿Y si es verdad? ¿Y si es verdad?… ¿La muerte impia

Apagar pudo con su soplo helado

El generoso corazón del vate,

Do tanto fuego de entusiasmo ardía?

¿No ya en amor se enciende, ni agitado

De la santa virtud al nombre late?…

Bien cual cede al embate

Del aquilón al roble erguido,

Así en la fuerza de su edad lozana

Fue por el fallo del destino herido…

Astro eclipsado en su primer mañana,

Sepúltanle las sombras de la muerte,

Y en luto Cuba su placer convierte.

¡Patria! ¡Numen feliz! ¡Nombre divino!

¡Idolo puro de las nobles almas!

¡Objeto dulce de su eterno anhelo!

Ya enmudeció tu cisne peregrino…

¿Quién cantará tus brisas y tus palmas,

Tu sol de fuego, tu brillante cielo?…

Ostenta, sí, tu duelo;

Que en ti rodó su venturosa cuna,

Por ti clamaba en el destierro impío,

Y hoy condena la pérfida fortuna

A suelo extraño su cadáver frío,

De tus arroyos, ¡ay!, con su murmullo

No darán a su sueño blando arrullo.

¡Silencio!, de sus hados la fiereza

No recordemos en la tumba helada

Que lo defiende de la injusta suerte.

Ya reclinó su lánguida cabeza

-De genio y desventuras abrumada-

En el inmóvil seno de la muerte.

¿Qué importa el polvo inerte,

Que torna a su elemento primitivo,

Ser en este lugar o en otro hollado?

¿Yace con él el pensamiento altivo?…

Que el vulgo de los hombres, asombrado

Tiemble al alzar la eternidad su velo;

Mas la patria del genio está en el cielo.

Allí jamás las tempestades braman,

Ni roba al sol su luz la noche oscura,

Ni se conoce de la tierra el lloro…

Allí el amor y la virtud proclaman

Espíritus vestidos de luz pura,

Que cantan el hosanna en arpas de oro.

Allí el raudal sonoro

Sin cesar corre de aguas misteriosas,

Para apagar la sed que enciende al alma

-Sed que en sus fuentes pobres, cenagosas,

Nunca este mundo satisface o calma.-

Allí jamás la gloria se mancilla,

Y eterno el sol de la justicia brilla.

¿Y qué, al dejar la vida, deja el hombre?

El amor inconstante; la esperanza,

Engañosa visión que lo extravía;

Tal vez los vanos ecos de un renombre

Que con desvelos y dolor alcanza;

El mentido poder; la amistad fría;

Y el venidero día

-Cual el que expira breve y pasajero-

Al abismo corriendo del olvido…

Y el placer, cual relámpago ligero,

De tempestades y pavor seguido….

Y mil proyectos que medita a solas,

Fundados, ¡ay!, sobre agitadas olas.

de verte ufano, en el umbral del mundo

El ángel de la hermosa poesía

Te alzó en sus brazos y encendió tu mente,

y ora lanzas, Heredia, el barro inmundo

Que tu sublime espíritu oprimía,

Y en alas vuelas de tu genio ardiente.

No más, no más lamente

destino tal nuestra ternura ciega,

Ni la importuna queja al cielo suba…

¡Murió!… A la tierra se despojo entrega,

Su espíritu al Señor, su gloria a Cuba;

¡Que el genio, como el sol, llega a su ocaso,

Dejando un rastro fúlgido su paso!

JOSÉ JACINTO MILANÉS

(Matanzas, 1814- Id., 1863)

Obra poética: Obras (1846, 1865); Obras completas (1963); Antología lírica (1975).

EL BESO DE LA NOCHE
Recibe de la noche el beso frío,
Arcángel, que a la tierra descendiste,
cual hoja seca, solitaria y triste
en hondo cauce de revuelto río:
En ese beso sentirás el mío,
único acaso que de amor sentiste,
no bien los ojos a la luz abriste
bajo otro cielo de color sombrío.
La noche tiene para ti rumores,
y lágrimas que vierte silenciosa
bañada con la esencia de las flores.
¡Ella sea la madre cariñosa
que férvida te bese cuando llores,
soñando con mi vida borrascosa…!
LA FUGA DE LA TORTOLA

Canción

¡Tórtola mía! Sin estar presa,

Hecha a mi cama y hecha a mi mesa,

A un beso ahora y otro después,

¿Por qué te has ido? ¿Qué fuga es ésa,

Cimarronzuela de rojos pies?

¿Ver hojas verdes sólo te incita?

¿El fresco arroyo tu pico invita?

¿Te llama el aire que susurró?—

¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,

Que al monte ha ido y allá quedó!

Oye mi ruego, que el miedo exhala.

¿De qué te sirve batir el ala,

Si te amenazan con muerte igual

La astuta liga, la ardiente bala,

Y el cauto jubo del manigual?

Pero ¡ay! tu fuga ya me acredita

Que ansías ser libre, pasión bendita

Que aunque la lloro la apruebo yo.

¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,

Que al monte ha ido y allá quedó!

Si ya no vuelves, ¿a quién confío

Mi amor oculto, mi desvarío,

Mis ilusiones que vierten miel,

Cuando me quede mirando al río

Y a la alta luna que brilla en él?

Inconsolable, triste y marchita,

Me iré muriendo, pues en mi cuita

Mi confidenta me abandonó.-

¡Ay de mi tórtola, mi tortolita,

Que al monte ha ido y allá quedó!

1840

ABRIL Y AMOR

Escrita en el Álbum

de José A. Echeverría

No es bello Abril porque la tierra enflora,

Y hace más denso el bosque y fresco el río,

Y el aire más vital, y el cielo pío

Con un azul más lánguido colora.

Ni porque en él la purpurina aurora

Viste un cendal aéreo de rocío,

Y le es la tarde al trovador sombrío

Mas verdad en verdad e inspiradora.

Ni porque trina el pájaro en la rama,

Y es todo amenidad, todo belleza,

Todo paz, todo luz, todo sonido.

Bello es Abril porque en abril se ama,

Y nos parodia en él naturaleza

Las dulces glorias del Edén perdido.

EL MAR

¡Oh, qué bello es el mar cuando en oriente

su mansa ondulación el sol platea!…

El delicioso azul que lo hermosea

no se puede pintar, sólo se siente.

¿Y qué diré, cuando el planeta ardiente,

tendido en el ocaso, centellea?

Parece que suspira y clamorea

porque el astro gentil no se le ausente.

Y si después al descender la luna

lo vemos, ¿quién traducirá el acento

con que nos habla el mar?… No hay voz alguna.

¿Quién pintará el augusto movimiento

con que agita las olas una a una

del manto deslumbrante y opulento?

DE CODOS EN EL PUENTE

Le poéte es des tours impies

Vient preparer des tours meilleurs

Il est l´ homme des utopies:

Les pieds ici, les yeux aullieurs.

V. Hugo.- Les Rayons et les nombres.

San Juan murmurante, que corres ligero

Llevando tus ondas en grato vaivén,

Tus ondas de plata que bate y sacude

Moviendo sus remos con gran rapidez,

(Monstruoso cetáceo que nada a flor de agua)

La lancha atestada de pipas de miel:

San Juan, ¡cuántas veces, parado en tu puente

Al rayo de luna que empieza a nacer,

Y al soplo amoroso de brisas fugaces

Frescura he pedido, que halague mi sien!

Entonces un aura, la más apacible

Que en ondas marinas se sabe mecer,

Que empapa sus olas en ámbar suave,

Y aquel que la implora le besa fiel,

Haciendo en las olas que mansas voltean

Un pliegue de espuma, deshecho después,

Llegaba a mis voces, cercábame en torno,

Bañando mi frente de calma y placer:

Y yo silencioso y a par sonriendo,

A Dios daba gracias del hálito aquel,

Del beso del aura que casi es tan dulce

Como es el de amores que da una mujer.

Mas siempre que pongo, San Juan murmurante,

El codo en el puente, la mano en la sien,

Y siempre que miro los rayos de luna

Que van con tus ondas jugando tal vez,

Cavilo qué fuiste, cavilo lo que eres:

Y allá en las edades que están por nacer,

Medito si acaso serás este río

Que surca la industria con tanto batel,

O acaso un arroyo sin nombre, sin linfa,

Que la pie de un peñasco, sin ser menester,

Estéril filtrando, te juzgue el que pase

Vil hijo de un monte sin nombre también.

Que al paso que llevan los varios sucesos

Que nunca atrás vuelven el rápido pie,

No extrañan los ojos ver llanos mañana

Los cerros cargados de quintas ayer.

Asáltame a veces algún pensamiento

Que el seno me oprime, y el débil poder

Del animo triste, ni basta a templarle,

Ni estorba tampoco que hiera cruel.-

Amante ardoroso del arte divino

Que esparce los rayos del claro saber,

Sectario constante de todas ideas

Que el lento progreso le suelten el pie,

Desnudo de fuerza, privado de apoyo,

Engasto en la rima, que sabe correr,

Los gritos, los ecos de hermosa cultura

Que atajen los males y tiendan al bien.

Mas ¡ay, manso río! que van mis canciones

Como esas tus ondas, que en dulce lamer

Las unas tras otras tus márgenes corren,

Y allá en la bahía se pierde después

Y no me conceden los mudos destinos

La gloria profunda y el hondo placer

De verte ¡oh Matanzas! ciudad adorada

Que en dobles corrientes el rostro te ves,

Colmada de fuerza, colmada de industria,

Feliz acogiendo sin agrio desdén

Las artes hermosas, que vagas mendigan,

Y al vicio dedican su triste niñez.

Con todo, yo espero (porque es la esperanza

La amiga que el vate no puede perder)

Que vean mis ojos un alba siquiera,

Si un sol de cultura mis ojos no ven.-

Si no ¿de qué sirven, San Juan apacible,

Tus aguas que brillan en manso correr,

Tus botes pintados de rojo y de negro,

Que atracan airosos a tanto almacén,

Y le canto compuesto de duros sonidos

De esclavos lancheros que bogan en pie,

Y alzando y bajando las palmas enormes

Divisan y azotan tus ondas de muer?

RAFAEL MARIA DE MENDIVE

(La Habana, 1821- 1886)

Obra poética: Pasionarias (1847); Poesías (1860).

LA GOTA DE ROCIO

Cuán bella en la pluma sedosa de un ave,

o en pétalo suave

de nítida flor,

titila en las noches serenas de estío

la diáfana gota de leve rocío,

cual vívida estrella de un cielo de amor.

El álamo verde que el aura enamora,

el sauce que llora,

el verde palmar;

el mango sombroso, la ceiba sonante,

cual fúlgido rayo de níveo brillante

la ven en sus hojas inquietas temblar.

Resbala entre rosas tan rápida y leve,

tan frágil y breve,

tan blanca y sutil,

cual son de la vida los sueños de amores,

y el beso de almíbar que en copa de flores

nos brinda gozosa la edad infantil.

Acaso de un ángel la lágrima sea,

que amor centellea

con luz celestial,

la gota de aljófar de un niño que llora,

la perla más blanca que vierte la aurora

y lleva en sus alas el suave terral.

Soñando ternezas gallarda hermosura,

el cáliz apura

de aromas y miel:

y el lago sus ondas azules levanta;

el cisne se queja de amores y canta,

y todo en la tierra respira placer.

¡Oh, noche!, ¡oh, misterio de eterna armonía!

¡oh dulce poesía

de sueño y de paz!

¡poema de sombras, de nubes y estrellas,

de rayos de oro, de imágenes bellas

suspenso entre el cielo, al tierra y el mar!

¡Oh, cómo gozoso en las noches de Mayo

al trémulo rayo

de luna gentil,

sentado en el tronco de un sauce sombrío

tras gota apacible de suave rocío

pensé de mi padre las huellas seguir!

Y allí con mis versos en paz deleitosa,

mis hijos, mi esposa,

mis libros y Dios,

he visto las horas rodar sin medida,

cual rueda esa perla del cielo caída,

temblando en el cáliz de tímida flor.

¡Feliz si muriendo, mis tristes miradas

de llanto bañadas

se fijan en ti!

¡Feliz si mi lira, vibrante y sonora,

cual cisne amoroso, con voz gemidora

su queja postrera te ofrece al morir!

Tú al menos podías, en gélida losa,

con luz misteriosa

mi nombre alumbrar;

¡y el ave sedienta verá con ternura

de un pobre poeta la lágrima pura

allí sobre el mármol tranquila brillar!

JOAQUIN LORENZO LUACES

(La Habana, 1826-1867)

Obra poética: Poesías (1857); El trabajo (1867); Poesías (1903)

A TI

Aunque en tus verdes años juveniles

de amor sintieras la punzante espina,

tú no sabes de amor, joven divina,

en la pompa mayor de tus briles.

No has sentido los celos que sutiles

nacen, y estallan cual preñada mina;

el estupor de la cercada ruina,

el odio cruel ni los temores viles.

Tú n has bebido en ponzoñoso ramo,

sedienta del amor y los placeres,

la atmósfera de muerte en que me inflamo.

Y ejemplo al hombre, espanto a las mujeres,

no has amado jamás como te amo,

ni te han odiado como odiarme quieres.

LA SALIDA DEL CAFETAL

Tasca espumante el argentino freno

el bridón principeño generoso;

enarca el cuello en además rifoso,

de noble ardor y de soberbia lleno.

La dura boca en el membrudo seno,

exhala un resoplido estertoroso,

y bate con estrépito ruidoso,

con fuerte callo el desigual terreno.

Suelta la crin de la ondulante cola,

abierta la nariz, el ojo esquivo,

pues es el llano a su impaciencia sola.

Salta mi bien, al fin: toma el estribo,

al restallante látigo enarbola,

y parte el bruto con su carga altivo.

BRUTO, PRIMER CONSUL

Muestra el puñal, en sangre purpurino,

Bruto, al pueblo e el foro congregado;

en el turgente pecho sepultado

de la esposa infeliz de Colatino.

Al clamor del romano y del latino

que rugen como tigre desatado,

apenas, entre vivas sofocado,

se escucha el grito del audaz Tarquino.

Se estremecen los bosques seculares,

retiembla estremecido el Capitolio,

al mar se arroja alborozado el Tibre.

Y elevando las faces consulares

el héroe dice, derribado el solio.-

"Lucrecia ha muerto, pero Roma es libre!"

JOSE FORNARIS

(Bayamo, 1827- La Habana, 1890)

Obra poética: Recuerdos (1850); Poesías de José Fornaris (1855); Flores y lágrimas (1860); Cantos del siboney (1862-1863); Cantos tropicales (1874); El arpa del hogar (1878)

LA MADRUGADA EN CUBA

¡Oh, qué magnífica escena!,

¡Qué seductor panorama!

¡cómo reluce en las hojas

la luna de madrugada!

Sobre los verdes guayabos

tiende el perico las alas,

que parecen con la Luna

abanicos de esmeralda;

de revoltosos totíes

las negras plumas resaltan,

como ramas de azabache

sobre los mangos y yaguas.

En el cafetal vecino,

por todas las guardarrayas,

del africano guardiero

suena la rústica flauta;

tenor campestre el sinsonte,

sus trinos de amor ensaya;

seduce con blando arruyo

la tórtola enamorada;

atados a sus cadenas

rabiosos los perros ladran;

el grillo chilla, el cordero

con tímido acento bala;

en el árbol duerme el ave,

en el bosque el toro brama,

y en el batey canta el galo

precursor que anuncia el alba.

Mas yo, dejando la tierra,

busco del cielo las galas,

y entre sus blandos celajes

la Luna de madrugada.

No hay duda que es este cielo

aún más bello que el de Italia;

pero si fuese tan triste

como es el de la Bretaña,

lo quisiera por ser mío,

por ser el de mis hermanas,

por ser el mismo que un tiempo

con mi madre contemplaba.

Aquí ardió en mi fantasía

del primer amor la llama,

y con lirios olorosos

ceñí la sien de mi amada.

Bajo ese cielo se mecen

esas ceibas, esas palmas

que me dieron sombra amiga

allá en mi risueña infancia.

Bajo ese cielo se mecen

en mi selvas y cañadas,

y va en mi sangre, en mis venas,

y clavado en mis entrañas.

En fin, sabed que lo adoro

con todo el fuego de mi alma,

porque no hay cielo en el mundo,

como el cielo de la patria.

A JUAN C. NÁPOLES FAJARDO

Hay un palacio de flores

En medio del mar Caribe

Que luz del cielo recibe

En torrentes de fulgores,

Todo perfume, colores,

Cielo azul, vivos paisajes

Do de floridos boscajes

Salen corriendo a bandadas,

Tojosas de las cañadas,

Sinsontes de los ramajes.

Jamás aquí el mexicano

Ostentó riqueza y gala,

Ni el cacique de Tlascala,

Alzó banderas, ufano,

Ni el indómito araucano

Mostró fortaleza suma

Ni rizó a la mar espuma

Bajel cargado de gloria,

Ni se supo aquí la historia

De Atahualpa y Monctezuma.

NO: los hijos de esta tierra

Vivieron bajo sus lomas

Como nidos de palomas

Escondido allá en la sierra,

Odiaron siempre la guerra,

Pues de paz fueron sus leyes

Grabando en altos mameyes

Anchas ceibas, cedros, robles…

Hospitalarios y nobles

Son los indios siboneyes.

Cuba, Cuba, tu vivías

Tranquila, sin opulencia,

Mas bañada en inocencia

Al sol dulce sonreías;

Y aún de esos primeros días

Guardas vírgenes praderas,

Se alzan altivas palmeras

Y aún corriendo en giros vagos

Flamencos van por tus lagos,

Guanaras por tus riberas.

¡Si adora el árabe fiel,

Como el pastor a su huerto,

A su patria que es desierto,

A su bruto que es corcel?

¿Qué harás tú que en un vergel

Naciste al son de las fuentes

Donde brotan las corrientes

De los cóncavos peñones

Y ciñen verdes festones

Llanos, selvas y pendientes.

Si el águila en una peña

Nace y adora su nido,

¿Qué hará un vate que ha nacido

En esta Cuba risueña?

Si aquí el agua se despeña

En mil campos de verdura,

Si Dios cual don de ternura

Al formar la tierra esférica

Grabó en medio de la América

El sello de la hermosura?

Pinta, pues, tanta belleza

Con tu cántico sonoro

Ensalce tu lira de oro

Tu rica naturaleza,

Una flor en tu cabeza

Pondrá el pueblo, no laureles

Ni rosas, ni mirabeles,

Ni flor de extranjera playa,

Sólo alguna pitajaya

De los cubanos vergeles.

Si esa flor en fausto día

Consigue tu canto suave

Serás más feliz que el ave

Libre en la región vacía.

Alza la frente sombría

De gozo bate las manos,

Te coronan tus hermanos

Con flor que modesta viste,

Más es, aunque está tan triste,

Una flor de los cubanos.

JUAN CRISTÓBAL NÁPOLES FAJARDO

(El Cucalambé)

(Las Tunas, 1829-Santiago de Cuba, 1861?)

Obra poética: Rumores del Hórmigo (1858); Poesías (1884).

MI HOGAR

A la orilla de un palmar

Que baña el fértil Cornito

A la sombra de un caimito

Tengo mi rústico hogar.

Esbelto como un pilar

Domina montes y llanos

El viento arrulla los guanos

De su bien hecha cobija,

Y esta habitación es hija

De mi ingenio y de mis manos.

Cuando la tormenta ruge

Cuando llueve y cuando truena,

Ella resiste serena

Del huracán el empuje.

Es su cumbrera de ocuje,

Sus llaves son de baría,

Sus viguetas de jatía

Y de guamá sus horcones:

Hay pocas habitaciones

Tan firmes como la mía.

-Con aites cerqué el redondo

Y no pequeño batey,

Donde un frondoso mamey

Florece y pare en el fondo.

En este asilo me escondo

Con mi madre y mis hermanos;

Siembro alegre con mis manos,

La feraz tierra que abono,

Amo a mi esposa y entono

Mis pobres "cantos cubanos".

Desde rocas y lagunas,

Desde montes y sabanas,

Oigo vibrar las campanas

De la iglesia de Las Tunas.

Sin pesadumbres algunas,

Cuando acabo mi fajina,

Mi habitación peregrina

Bendigo una vez y dos,

Porque en ella canto a Dios,

A Cuba y a mi Rufina.

Bajo este pajizo techo,

Sobre este suelo precioso,

En mis horas de reposo,

Cuando alegre y satisfecho

Germinar siento en mi pecho

La dicha y la bienandanza,

Oigo el silbido que lanza

En el monte la cucuba

Y el porvenir de mi Cuba

Contemplo allá en lontananza.

Este es mi hogar, en él vivo,

En él los minutos cuento

Sin que turbe mi contento

Ningún recuerdo aflictivo.

Tiene tan dulce atractivo

Este asilo para mí,

Que existo dichoso aquí

Cual vive el pez en el agua,

Como vive la tatagua

En la flor del serení.

Este es mi hogar, y auque en él

No hay relucientes tesoros,

De plumas de tocororos

Tengo en la puerta un dosel;

No luce aquí el oropel.

No brillan aquí diamantes,

Pero hay en sus habitantes

Hijos de raza cubana,

Paz, contento y fe cristiana

Y amor a los semejantes.

Aquí hay asientos de yaba,

Tinajas de guayacán,

Piñas, cocos, mechuacán

Y conservas de guayaba.

En ningún tiempo se acaba

La miel en mi colmenar,

Y para el gozo aumentar

En este pobre bohío,

Tiene rumores el río

Y murmullos el palmar.

Aquí al lado de mi esposa,

Junto a mi madre adorada,

Recuerdo la edad pasada

De mi patria esplendorosa.

Cuando arrulla la tojosa

En las ramas del jagüey,

Cuando el esbelto mamey

La blanca luna ilumina,

Le refiero a mi Rufina

Las glorias del siboney.

Aquí en sublime quietud,

Me halaga un hado propicio,

Detesto, aborrezco el vicio

E idolatro la virtud.

Alegre mi juventud

Paso sin penas ni daños,

Nunca temores extraños

Abaten mi pobre mente,

Y al cielo elevo mi frente

En lo mejor de mis años.

Amo a mi hogar, no me arredro

Amo a mi rústica joya,

Como adora la bayoya

La hueca raíz del cedro.

En él trabajo, en él medro,

En él cantando suspiro,

Y cuando del sol admiro

Los moribundos reflejos,

Me gozo oyendo a lo lejos

Las canciones del guajiro.

¡Oh mi hogar! Yo te saludo

Yo te ensalzo y te bendigo,

Porque en ti seguro abrigo

Hallar mi familia pudo.

Ojalá el destino crudo

Me niegue golpes impíos,

Y goce yo entre los míos

De vida apacible y larga,

Sin beber el "agua amarga

De los extranjeros ríos".

GALAS DE CUBA

Cuba mi suelo querido,

Que desde niño adoré,

Siempre por ti suspiré

De dulce afecto rendido.

Por ti en el alma he sentido

Gratísima inspiración,

Disfruta mi corazón

Por ti dulcísimo encanto,

Y hoy te bendigo y te canto

De mi ruda lira al son.

Cuba, delicioso edén

Perfumado por tus flores,

"Quien no ha visto tus primores,

Ni vio luz, ni gozó bien".

Con dulcísimo vaivén

Besan tus playas los mares,

Se columpian tus palmares,

Gime el viento dulcemente,

Y adornan tu regia frente

Blancos lirios y azahares.

Los nísperos que florecen

En las vegas de tus ríos,

Forman dulces murmuríos

Si al son del viento se mecen:

Te adornan y te embellecen

Montes y cañaverales,

Susurran tus caimitales,

Te cantan los ruiseñores

Y arrulladas son tus flores

Por las brisas tropicales.

En la provincia oriental

Bajo el cielo peregrino

Se eleva el monte Turquino,

Siempre verde y colosal.

Allí el alegre zorzal

Sobre las ramas saltando,

Ve en los peñascos rodando

Las flores que el viento quiebra

Y a tu ardiente sol celebra

Con su canto dulce y blando.

Tú tienes risueños prados

Y seductoras campiñas,

Dulces y fragantes piñas,

Aves raras y ganados.

En tus montes elevados

Se columpian las jocumas,

Y en las plateadas yagrumas

Que se elevan en el llano,

El tocororo cubano

Luce sus variadas plumas.

Tus cristalinos torrentes

Que entre flores se deslizan,

Tus praderas fertilizan

Con sus límpidas corrientes;

Hay a orillas de tus fuentes

Bellezas indescriptibles

Y allí los juncos flexibles

En la vernal estación

Besan las aguas al son

De los vientos apacibles.

Ostenta en ti el cocotero

Sus primorosos racimos,

Siendo sus frutos opimos

Envidia del extranjero.

Tus dagames en enero

Florecen siempre lozanos,

Mil primores soberanos

Tu faz de nácar destella,

Y eres "la tierra más bella

Que vieron ojos humanos".

Las guajiras que entre flores

Nacen en tus campos bellos,

Tienen negros los cabellos

Y los ojos seductores:

Con sus gracias y primores

Son gratas cual la ambarina,

Donosas como una ondina,

Dotadas de ardientes almas,

Esbeltas como tus palmas,

Dulce como mi Rufina.

Son tus aguas exquisitas

Y regaladas tus frutas,

Y bellísimas las grutas

De las lomas de Cubitas.

Mil bellezas infinitas,

Hay en medio de tus montes,

Y a tus vastos horizontes

Espléndida luz colora,

Cuando al despuntar la aurora

Cantan tus pardos sinsontes.

Son risueñas tus marañas

Y tus bosques pintorescos,

Y tus cedros gigantescos

Se alzan sobre tus montañas.

Tus plátanos y tus cañas

Al caminante recrean,

Te adoran y te hermosean,

De tu alma son los destellos,

Y son azules y bellos

Los mares que te rodean.

Se elevan los yamaqueyes

En tus terrenos feraces,

Y se anidan las torcaces

En tus esbeltos mameyes:

Sobre tus altos jagüeyes

Se alzan las ceibas lozanas.

Ostentan las yuraguanas

Verdes pencas bulliciosas

Y son alegres y hermosas

Tus dilatadas sabanas.

Dichoso el que admira en ti

Tus praderas relucientes,

Tus ceibas y tus torrentes

Y tu cielo azul turquí.

Tú eres siempre la que a mí

Me inspira "cantos cubanos",

La patria de mis hermanos,

Del Nuevo Mundo una estrella,

Y en fin "la tierra más bella

Que vieron ojos humanos".

LA PRIMAVERA

Ya vino la primavera

Sobre nuestros campos bellos

Y el sol fulgurante en ellos

Fuertemente reverbera.

En la selva y la pradera

Cantan ya los ruiseñores,

Los zorzales trinadores

Alzan alegres el vuelo

Y ya se entapiza el suelo

De hierbas, plantas y flores.

Susurran los platanares

Al pausado son del viento

Y con blando movimiento

Se oyen murmurar los mares.

Ostentan ya los palmares

Verde pompa de esmeralda,

Y del cerro allá en la falda,

Para mayor hermosura,

El limpio arroyo murmura

Y el sol las peñas escalda.

Nubes de varios colores

De tarde en el firmamento,

Vagan a merced del viento

Formando dulces rumores,

Los humildes labradores

Siembran las tierras que abonan,

Sus cosechas amontonan,

Goza de dúlcidas calmas,

Y a al sombra de las palmas

Alegres trovas entonan.

Las guajiritas hermosas

Tan sencillas como ufanas,

Corren por esas sabanas

Detrás de las mariposas

De las flores más hermosas

Contemplan los ramos bellos,

Y mientras juegan con ellos

Y hacen preciosas guirnaldas,

En sus trigueñas espaldas

Lucen sus negros cabellos.

Ya sonríen nuestros prados,

Florece el guao en las costas

Y en las veredas angostas

Rebraman ya los ganados.

Ya los montes escarpados

Verdes y bellos se ven,

El Cauto undoso también

Un grato murmullo forma,

Y mi Cuba se transforma

En un delicioso edén.

Frutos ostentan las jaguas,

Los atejes y mameyes,

Reverdecen los jagüeyes

Y óyense crujir las yaguas.

Fuertes y copiosas aguas

Fertilizan los terrenos,

Cristalinos y serenos

Están ya los lagunatos,

Y de noche algunos ratos

Se escuchan lejanos truenos.

Todo seduce y encanta

Bajo nuestro sol ardiente,

Cuba hermosa y esplendente

Su regia frente levanta.

Vegeta la estéril planta

De la sabana en la orilla,

La pura atmósfera brilla,

Pare el corojo en las sierras,

Brotan flores de las tierras

De nuestra feraz Antilla.

Ya vendrán las noches bellas

En que después de un aguaje

No empañe ningún celaje

El fulgor de las estrellas.

Se escucharán las querellas

De las aves nocturnales,

Crujirán los colosales

Árboles del bosque umbrío,

Y oiremos crecido el río

Sonar en los pedregales.

También vendrán las mañanas

En que la neblina densa,

Extienda su capa inmensa

Sobre las verdes sabanas.

Las ceibas americanas

Se alzarán sobre los montes,

Los melodiosos sinsontes

Cantarán acá y allá

Y el sol iluminará

Los cubanos horizontes.

Yo recorreré cantando

Los terrenos que poseo,

Y de mi tiple el punteo

Será delicioso y blando.

Subiré de vez en cuando

A la elevada colina,

Y la flor más peregrina

Sabré coger diligente,

Para engalanar la frente

De mi adorada Rufina.

¡Oh deliciosa estación!

¡Epoca de dulce encanto!

Yo te bendigo y te canto

De mi ruda lira al son.

Gratísima inspiración

Siento bullir en mi mente,

Al cielo elevo la frente,

Tus mil bellezas admiro

Y me gozo cuando aspiro

Tu fresco vernal ambiente.

EL AMANTE RENDIDO

Por la orilla floreciente

Que baña el río de Yara,

Donde dulce, fresca y clara

Se dibuja la corriente,

Donde brilla el sol ardiente

De nuestra abrazada zona

Y u cielo hermoso corona

La selva, el monte y el prado,

Iba un guajiro montado

Sobre una yegua trotona.

Joven, gallardo y buen mozo,

A su rostro esa ocasión

Daba lánguida expresión

Su negro y naciente bozo:

Un enorme calabozo

Puesto en el cinto llevaba

Y mientras que contemplaba

Los bellos ramos de flores,

Sus mal gozados amores

El infeliz recordaba.

Amaba a la bella Eliana

Con entusiasmo y ardor,

Y era esta joven la flor

Más preciosa de Vicana.

También la linda cubana

Con esa magia divina,

Lo amaba constante y fina

Con ese amor dulce y bueno

Que yo descubrí en el seno

De mi cándida Rufina.

La supo el guajiro amar

De mala idea desnudo,

Pero era pobre y no pudo

llevarla al pie del altar.

Por eso con gran pesar

Se alejaba de su lado,

Y al soportar resignado

Su profundo sentimiento,

Al compás del blando viento

Así cantaba angustiado:

"Hoy que la suerte me arroja

Del partido en que naciste

Y el desconsuelo más triste

Me apesadumbra y me enoja.

Hoy que fatal me acongoja

El rigor del hado impío,

Te consagro, dueño mío,

Mis más dulces pensamientos,

Y se pierden mis acentos

Entre las ondas del río.

"Me abrazaron de tus ojos

Los vivísimos destellos,

Porque son negros y bellos

Lo mismo que dos corojos;

Esclavo de tus antojos

Te adoré con frenesí

Y cuando amarte ofrecí

Con ardor inextinguible,

Fuiste a mi voz más sensible

Que el triste moriviví.

"Con tus pupilas serenas

Desvaneces mis agravios,

Y son más dulces tus labios

Que al miel de las colmenas.

¡Oh si supieras las penas

Que paso ausente de ti!

Suspiro ¡ay triste de mí!

Sollozo y nunca me alegro

Y es mi destino más negro

Que las alas del totí.

"Ni el rústico son del guiro,

Ni el son del tiple cubano,

Calman el dolor tirano

De tu infelice guajiro.

Por ti, sin cesar suspiro

Al emprender mi partida,

Por ti, mi prenda querida,

Dulce y bendita ilusión,

Llevo triste el corazón

Llevo el alma dolorida.

"Te quiero como al rocío

El lirio que mayo dora,

Y te adoro como adora

El pez las ondas del río;

Yo que he nacido, bien mío,

Entre cedros y jocumas,

Que bajo de las yagrumas

Adoré los ojos tuyos,

Te quiero cual los cocuyos

Quieren del monte las brumas.

"Pobre, muy pobre nací,

Merced a suerte enemiga,

Y esta desgracia me obliga

A separarme de ti:

Mas el ser yo pobre así

No es cosa que me atormenta,

Porque tengo muy en cuenta,

Aunque mi suerte es reacia,

Que ser pobre es gran desgracia,

Pero no ninguna afrenta.

"Para volver a tu lado,

Paloma de esta ribera,

En seca y en primavera

Trabajaré denodado:

Seré peón de ganado,

En Guisa seré veguero;

Para conseguir dinero

Será el trabajo mi ley,

Y hasta cortaré yarey

En Cauto el Embarcadero.

"¡Adiós! El cielo permita

Que un buen porvenir te halague

Y en tu pecho no se apague

La llama de amor bendita.

¡Adiós! Mi pecho palpita

Lleno de acerbos enojos,

De tus dulces labios rojos

El acento oír no puedo,

Me voy… pero esclavo quedo

En la lumbre de tus ojos."

Así concluyó el guajiro

Su tristísimo canción

Ahogando en su corazón

El más amargo suspiro:

Del agua vio el blando giro,

Oyó el rumor de la brisa,

Melancólica sonrisa

A sus labios asomó

Y a todo escape tomó

El camino para Guisa.

HATUEY Y GUARINA

Con un cocuyo en la mano

Y un gran tabaco en la boca,

Un indio desde una roca

Miraba el cielo cubano.

La noche, el monte y el llano

Con su negro manto viste,

El viento alígero embiste

Tiemblan del monte las brumas

Y susurran las yagrumas

Mientras él suspira triste.

Lleva en la frente un plumaje

Morado como el cohombro,

Y el arco que tiene al hombro

Es de un vástago de aicuaje.

Aunque es un pobre salvaje

Y angustia cruel lo sofoca,

Desde aquella esbelta roca

Donde gime sin consuelo,

Los ojos fija en el cielo

Y a Dios con su ayuda invoca.

Oye el rumor de los vientos

En los atejes erguidos,

Oye muy fuertes crujidos

De los cedros corpulentos:

Oye los tristes acentos

Del guabairo en el corojo,

Y mientras su acerbo enojo

Reprime con gran valor,

Siente a sus pies el rumor

De las aguas del Cayojo.

Un silbido se escapó

De sus labios, y al momento,

Con pausado movimiento

Una indiana apareció.

Cuando a la roca subió

El indio ante ella se inclina,

Fue su frente peregrina

El imán de su embeleso,

Oyese el rumor de un beso

Y le dijo: -¡Adiós, Guarina!

-¡Oh! no, mi bien, no te vayas,

Dijo ella entre mil congojas,

Que tiemblo como las hojas

De las altas siguarayas.

Si abandonas estas playas

Si te separas de mí,

Lloraré angustiada aquí

Cuando tu nombre recuerde

Como el pitirre que pierde

Su nido en el ponasí.

¿Qué será de tu Guarina

Sin tu amor, sin tu ternura.

Flor del guaco en la espesura,

Palma triste en la colina,

Garza herida por la espina

Del yamaquey en la rama

Y cual la triste caguama

Que a los esteros se zumba,

Lloraré y será mi tumba,

La Ciénaga de Virama.

Oyó el indio enternecido

Tan triste lamentación,

Palpitó su corazón

Y se sintió conmovido.

Ahogó en su pecho un gemido

La viramesa infelice,

Y el indio que la bendice

Y más que nunca la adora,

Las blancas perlas que llora

Enjuga tierno y le dice:

-¡Oh Guarina! Ya revive

Mi provincia noble y bella,

Y pisar no debe en ella

Ningún infame caribe.

Tu ardiente amor no me prive,

Mi Guarina, de ir allá,

Latiendo mi pecho está

Y miss sentidos se inflaman,

Porque a su lado me llaman

Los indios de Guajapá.

Yo soy Hatuey, indio libre

Sobre tu tierra bendita,

Como el caguayo que habita

Debajo del ajengibre.

Deja que de nuevo vibre

Mi voz allá entre mi grey,

Que resuene en mi batey

El dulce son de mi guamo

Y acudan a mi reclamo

Y sepan que aún vive Hatuey.

¡Oh Guarina! ¡Guarra, guerra

Contra esa perversa raza,

Que hoy incendiar amenaza

Mi fértil y virgen tierra!

En el llano y en la sierra

En los montes y sabanas,

Esas huestes cariibanas

Sepan la quedar deshechas,

Lo que valen nuestras flechas,

Lo que son nuestras macanas.

Tolera y sufre, bien mío,

De tu fortuna e azar,

Pues también sufro al dejar

Las riberas de tu río.

Siento dejar tu bohío,

Silvestre flor de Virama,

Y aunque mi pecho te ama,

Tengo que ser ¡oh dolor!

Sordo a la voz del amor,

Porque la patria me llama.

Así dice aquel valiente,

Llora, suspira, se inclina,

Y a su preciosa Guarina,

Dio un beso en la tersa frente.

Beso de amor, beso ardiente,

Sublime, sonoro y blando.

Y ella con otro pagando

De su amante la terneza,

Alzó la negra cabeza

Y le dijo sollozando:

-Vete, pues, noble cacique,

Vete, valiente señor,

Pues no quiero que mi amor

A tu patria perjudique;

Mas deja que te suplique,

Como humilde esclava ahora,

Que si en vencer no demora

Tu valor, acá te vuelvas,

Porque en estas verdes selvas

Guarina vive y te adora.

-¡Sí! Volveré, ¡indiana mía!,

El indio le contestó,

Y otro beso le imprimió

Con dulce melancolía.

De ella al punto se desvía,

Marcha en busca de su grey,

Y cedro, palma y jagüey

Repiten en la colina,

El triste adiós de Guarina,

El dulce beso de Hatuey.

EL MAR DE MISERIAS

Convencidos como estamos,

Por razones harto serias,

De que es un mar de miserias

Este mundo que habitamos.

En este mar navegamos

Los hombres sin precaución

De que el furioso aquilón

Nuestra astucia menoscabe

Y destroce nuestra nave,

Velas, jarcias y timón.

Con alegre confianza

Batiendo vamos los remos

Y a la tormenta queremos

Que suceda la bonanza;

Nuestra estrella es la esperanza,

Nuestro Dios el interés,

Y ajenos de que un revés

De la suerte nos confunda,

No hay mundana barahúnda

Do no asentemos los pies.

En este revuelto mar

Que llamamos existencia,

Boga nuestra inteligencia

Con arrojo singular;

Busca el hombre sin cesar

Goces que su sed apaguen,

Y aunque a su placer lo halaguen

Mil contentos oportunos,

Poco se cuidan algunos

De que los otros naufraguen.

Corre aquí la débil barca

Del infeliz pordiosero,

Y el buque altivo y ligero

Del espléndido monarca:

Aquí fluctúa el patriarca,

Navega el que viste toga

Y el potentado que boga

En este inmenso océano

Nuca le tiende una mano

Al infeliz que se ahoga.

En este gran torbellino,

En aquesta inmensidad

De la Santa Caridad

El fruto es poco y mezquino.

Si la agita un remolino

Da más vueltas que una noria,

Recorriendo nuestra historia

Con dolor que nos aterra;

Que lo bueno rueda en tierra

Mientras se eleva la escoria.

Desdicha inmensa es por cierto

Que en el piélago mundano,

El infeliz busque en vano

Calma y ventura en el puerto.

Su rumbo siempre es incierto,

Su entusiasmo un disparate,

Y aunque a las olas combate

Con audacia la más loca,

Nunca falta alguna roca

Que su esquife desbarate.

¡Pobre de aquel que se lanza

A los mares de la vida

Sin que lleve más egida

Que una ilusoria esperanza!

La dicha ve en lontananza

Y con rumbo allá navega,

Mas la fortuna le niega

Su valiosa protección

Y rebrama el aquilón

Y a aquel sitio nunca llega.

De este mar en la ribera

Y del sol al resplandor,

Vemos brotar una flor

Fresca, grata y hechicera:

Juega la brisa ligera

Con su bello rosicler;

Es conjunto de placer

Y de suprema hermosura,

Y esta flor fragante y pura

Lleva el nombre de mujer.

Esta linda flor que crece

En el mar de la existencia,

Que vierte dúlcida esencia

Y a quien el sol embellece,

Sobre su tallo se mece

Gallarda como ella sola,

Mas pobre de su corola

Y de su forma lozana

Si el mar la envuelve mañana

En alguna negra ola.

Pobre de ella, si al bramar

De la furiosa tormenta,

De mil placeres sedienta

Se lanza al revuelto mar.

Fastidiada de remar,

Abatida y sin aliento

Perderá su grato intento

De llegar a la otra orilla

Y quedará su barquilla

A merced del raudo viento.

¡Ay entonces de la flor

Gala y ornato del mundo,

Si la arroja al mar profundo

Del vendaval el furor!

Mustia, sin brillo ni olor

Lamentará su fortuna,

Y sin esperanza alguna

De mitigar sus congojas,

Sus descoloridas hojas

Irá perdiendo una a una.

Y al fin deshojada y triste

Por el fuerte vendaval

Ningún dichoso mortal

Se acuerda de que ella existe.

Inútilmente resiste

A la tormenta irritada

Y náufraga desdichada

Sin ver la luz de un fanal,

Muere allá en el litoral

De todo el mundo olvidada.

De este mar allá en la orilla

Cuyo primor nos encanta,

Se alza también una planta…

Pero una planta amarilla.

Aunque el sol sobre ella brilla,

Pobre y humilde vegeta;

Su amargura no interpreta

Ningún viajero feliz,

Y es esta planta infeliz

El desdichado poeta.

El poeta, el que divaga

En pos de gloria y laurel,

Y con su pobre bajel

En revuelto mar naufraga.

Ningún porvenir le halaga,

Ningún bien le regocija,

Su innata ambición es hija

De la más noble ansiedad,

Mas nadie tiene piedad,

De su amargura prolija.

Pobre, desdichado y triste,

Errante y meditabundo,

Con desconsuelo profundo

De crespón su lira viste.

Como un atleta resiste

Del infortunio al rigor,

Y cantando el cruel dolor

Que a su corazón asalta

Le felicidad le falta,

Pero le sobra el valor.

Este valor lo acredita

Su noble serenidad,

Cuando negra tempestad

Al golfo lo precipita.

Feroz tormenta se agita

En derredor de su sien,

Y aunque su horrible vaivén

Su ardiente entusiasmo enerva,

El se alza y todo lo observa

Con verdadero desdén.

¿Más de qué sirve el valor

Al peta desdichado

Si en este mar agitado

En vano implora favor?

Alzando triste clamor

Ve su esperanza frustrada,

Y oyendo una carcajada

Hija del vil egoísmo,

Se sumerge en el abismo

Insondable de la nada.

¡Oh mundo! Mar extendido

Donde hay tantos que navegan

E indiferentes le niegan

Protección al desvalido.

Continúa embravecido,

Arrastra mil banderolas,

Que yo admirándote a solas

Con un entusiasmo extremo

A ti me lanzo y no temo

Que me envuelvas en tus olas.

JUAN CLEMENTE ZENEA

(Bayamo, 1832-La Habana, 1871)

Obra poética: Poesías (1855); Cantos de la Tarde(1860).

FIDELIA

Et dans chaque feuille qui tombe

Je vois un présage de mort.

Millevoye

¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años!

¡Y era una tarde serena!

¡Yo era joven y entusiasta,

Pura, hermosa y virgen ella!

Estábamos en un bosque

Sentados sobre una piedra,

Mirando a orillas de un río

Cómo temblaban las yerbas.

¡Yo no soy el que era entonces,

Corazón en primavera,

Llama que sube a los cielos,

Alma sin culpa ni penas!

Tú tampoco eres la misma,

No eres ya la que tú eras,

Los destinos han cambiado:

¡Yo estoy triste y tú estás muerta!

La hablé al oído en secreto

Y ella inclinó la cabeza,

Rompió a llorar como un niño,

Y yo amé por vez primera.

Nos juramos fe constante,

Dulce gozo y paz eterna,

Y llevar al otro mundo

un amor y una creencia.

Tomamos, ¡ay!, por testigos

De esta entrevista suprema,

¡Unas aguas que se agotan

Y unas plantas que se secan!…

¡Nubes que pasan fugaces,

Auras que rápidas vuelan,

La música de las hojas,

Y el perfume de las selvas!

No consultamos entonces

Nuestra suerte venidera,

Y en alas de la esperanza

Lanzamos finas promesas;

No vimos que en torno nuestro

Se doblegaban enfermas

Sobre los débiles tallos

Las flores amarillentas.

Y en aquel loco delirio

No presumimos siquiera

¡Que yo al fin me hallara triste!

¡Que tú al fin te hallaras muerta!

Después en tropel alegre

Vinieron bailes y fiestas,

Y ella expuso a un mundo vano

Su hermosura y su modestia.

La lisonja que seduce,

Y el engaño que envenena,

Para borrar mi memoria

Quisieron besar sus huellas;

Pero su arcángel custodio

Bajó a cuidar su pureza,

Y protegió con sus alas

Las ilusiones primeras;

Conservó sus ricos sueños,

Y para gloria más cierta

En el vaso de su alma

Guardó el olor de las selvas;

Guardó el recuerdo apacible

De aquella tarde serena

¡Mirra de tantos consuelos,

Aloe de la inocencia!…

Yo no tuve ángel de guarda,

Y para colmo de penas

Desde aquel mismo momento

Está en eclipse mi estrella;

Que en un estrado una noche

Al grato son de la orquesta,

Yo no sé por qué motivo

Se enlutaron mis ideas;

Sentí un dolor misterioso,

Torné los ojos a ella,

Presentí lo venidero:

¡Me vi triste y la vi muerta!

Con estos temores vagos

Partí a lejanas riberas,

Y allá bañé mis memorias

Con una lágrima acerba.

Juzgué su amor por el mío,

Entibióse mi firmeza,

Y en la duda del retorno

Olvidé su imagen bella,

Pero al volver a mis playas

¿Qué cosa Dios me reserva?…

¡Un duro remordimiento,

y el cadáver de FIDELIA!

Baja Arturo al Occidente

Bañado en púrpura regia,

Y al soplar del manso Alisio

Las eolias arpas suenan;

¡Gime el ave sobre un sauce

Perezosa y soñolienta,

Se respira un fresco ambiente,

Huele el campo a flores nuevas;

Las campanas de la tarde

Saludan a las tinieblas,

¡Y en los brazos del reposo

Se tiende naturaleza!…

¡Y tus ojos se han cerrado!

¡Y llegó tu noche eterna!

¡Y he venido a acompañarte,

Y ya estás bajo la tierra!…

¡Bien me acuerdo! Hace diez años

de aquella santa promesa,

Y hoy vengo a cumplir mis votos,

¡Y a verte por vez postrera!

Ya he sabido lo pasado…

Supe tu amor y tus penas,

Y hay una voz que me dice

Que en tu alma inmortal me llevas.

Mas… lo pasado fue gloria,

Pero el presente, FIDELIA,

El presente es un martirio,

¡Yo estoy triste y tú estás muerta!

EN DIAS DE ESCLAVITUD

My native land, good night!

Byron

¡Señor, Señor, el pájaro perdido

puede hallar en los bosques el sustento,

en cualquier árbol fabricar su nido,

y a cualquier hora atravesar el viento!

¡Y el hombre, el dueño que a la tierra envías

armado para entrar en la contienda,

no sabe, al despertar todos los días,

en qué desierto plantará su tienda!

Dejas que el blanco cisne en la laguna

los dulces besos del terral aguarde,

jugando con el brillo de la luna,

nadando entre el reflejo de la tarde;

¡y a mí! ¡Señor! ¡A mí no se me alcanza,

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21
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