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Mis camelias (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

El avión nunca más aparecía. En esos
años, los aviones eran muy demorados, debían parar
en varios aeropuertos para abastecerse de gasolina. Así
conocí las Islas Canarias por la primera vez, en mis 20
años, mucho antes de ir allí a dar conferencias a
la Universidad de La
Laguna, en los años ochenta del Siglo XX, en el auge de mi
carrera académica, científica y de investigador.
Dejaba los recuerdos, miraba la hora, la luz del sol iba
bajando. Fue cuando recordé que un Domingo 24 de Junio,
pleno invierno en Chile, ese que no se siente a la orilla del
mar, mi mujer
comenzó con contracciones. Llamé de inmediato a la
clínica, ya contratada, la de Miraflores en Viña
del Mar. Dijeron que no había causa de alarma.Era normal
tener contracciones días antes del bebé nacer.
Pasamos una noche muy asustada. Muy temprano de mañana,
fuimos a la clínica, nuestro ginecólogo la
auscultó y dijo que aún faltaban horas para el
nacimiento. Nos hicieron volver a casa. En mi impaciencia, que es
muy grande, me gusta tener todo antes de la hora, tenía
rabia. Para calmarla, fui a mi oficina,
hablé con las personas que debía, hasta que una
grande amiga y vecina de edificio, Liliana Aravena, me
recordó: "Raulito, tu mujer…  Lo recordé de
inmediato. Mi problema siempre fue que, cuando estoy en una cosa,
no puedo entrar en otra al mismo tiempo. Me
levanté y volví a casa, llevado por mi  amigo
de la vida, mi  hermano adoptivo, Francisco Vio Grossi. Mi
mujer estaba calma y tranquila, pero con contracciones muy
fuertes, ese lunes 24 de Junio. Dije que no íbamos a la
clínica de inmediato. Eran los tiempos en que los hombres
teníamos poder de
mando. Poder  abandonado voluntariamente por mí. La
fiesta había comenzado. O eso me parecía. Para mi
mal humos fuimos devueltos a casa. Aún no era el tiempo.
Más una noche sin dormir. Pero el Martes 25, nos dejaran.
¡El bebé iba nacer…! ¡Finalmente
íbamos a saber si era el niño que yo esperaba! O
no. Momentos en los que no pensaba ni me importaba en el sexo de la
criatura. Simplemente, no pensaba. Gemía. Gemía
junto con mi mujer, imitaba sus quejidos, parte de las clases que
habíamos tenido, imitar los quejidos de la mujer para que
no se sintiera sola. Las horas pasaban. Las contracciones eran
leves. Recuerdo haber dicho al médico que si eso era
parir, estábamos prontos para el otro bebé. Claro
que era yo quién hablaba. No tenía dolores. Apenas
miedo. No sabíamos que al comienzo las contracciones eran
leves, fáciles de soportar. Más tarde, cuando el
baile comenzó, me arrepentí de las palabras dichas.
No   recordaba las instrucciones. Dar a luz, es el
más fuerte dolor que alguna vez observé y
sufrí con mi mujer.. Sentí culpa. Mi mujer no
quería aún hijos, pero tuvo que confrontarse con mi
deseo de ser papá y aceptó. Ese empujar de una
maternidad, era parte de mi sentimiento de culpa.

Recuerdo esto, para distraerme a la espera del avión,
de ese avión que traía un regalo para mí. No
solo la familia
conocida, traía también la familia
desconocida, el otro bebé que había nacido en
Chile, cuando yo ya estaba en Inglaterra. Ese
bebé desconocido para mí y que me moría por
ver. Era el bebé resultado de una tercera pasión,
bien más arrebatadora que la primera. Era mi
ansiedad…

El sentimiento de culpa acabó cuando el bebé,
tirado por fórceps, nació a las 5 de la
mañana del 26 de Junio. Oí la voz del médico
decir: bueno, es un cuarto para las cinco, es mejor fijar la hora
en números redondos, vamos escribir a las cinco de la
mañana. Y así fue fijada la hora del nacimiento.
Una hora que debemos saber exactamente. Mi mujer dice que fue a
las seis de la mañana, yo porfío haber oído al
médico decir a las cinco. Gloria insiste que sabe
más porque ella estaba ahí. Mi respuesta es siempre
la misma: estabas, pero estabas anestesiada. ¡La
discusión ha durado cuarenta años!

Siempre he pensado que a las mujeres que dan a luz, hay que
permitir un gran margen de verdad sobre la historia que narran: esa es
la hora de ella, bueno, no hay nada más que decir. O,
talvez, que al volver de la anestesia, me preguntaba, una y otra
vez: Raúl, ¿qué fue, niño o
niña? Y yo, en mi ternura, le decía la verdad: fue
niña, ella sonreía e volvía a adormecer por
causa del cloroformo. Volvía, media hora después a
preguntar. ¿Raúl, fue niño o niña?
Santamente y con cariño y besos: fue una niña, mi
amor. A la
tercera vez-siempre hay una tercera vez, como el gallo que
cantó a San Pedro después de negar que era amigo de
Jesús, por temor a las represalias, tres veces negó
ser amigo de Jesús… y el gallo cantó, como
había sido predicho por el Señor Cristo. En la
maternidad, no quería armar Cristos, de forma que
cuándo mi mujer preguntó que si era mujer,
podía o no ponerle aros. En mi desencanto de ser
niña y no niño, busqué una tabla de
salvación y dije que si, si era en la nariz o en los
labios… Es decir que no, replicó mi mujer. Las dos
enfermeras que teníamos saltaron y dijeron: ¡Don
Raúl! Su mujer tuvo a su hija, sufrió mucho, tuvo
que ser rasgada y Ud., como machista que parece ser, ¡dice
que no a los aros! ¡Mímela, dele el gusto!
¿Qué iba a hacer yo frente a tanto mujerío
en defensa de la mía? Mi machismo cayó, con agrado
de mi parte y dije, lo que quiera, m"hijita. E hice
bien.Llamé por teléfono a mi padre y a mi cuñada,
llegaron a las 8 de la mañana los dos, mi padre con aros
de brillantes para nuestra hija, mi cuñada con aros de
oro. Tuve que
tragarme el sapo que sentía en la garganta, ni que fuera
un concilio de piedra enfrente de mí. Hay costumbres y
costumbres. La mía, estaba  perder.

Maldito avión, ya ni luz hay ahí afuera y nunca
más llega… Pensando mejor, ¿será el
avión que no llega lo que me da rabia, o los recuerdos del
nacimiento de nuestra hija y mi machismo  desgarrado?
Más tarde iba a escribir un ensayo para
mi periódico,
cuyo título es: "Mujer a crecer, machismo a temer".
Descargas, talvez, del pasado ya vivido, pero nunca olvidado,
talvez en mi conciencia, pero
archivado en mi memoria. La rabia
debe ser del avión y de las memorias, todo
junto. Cuando la ansiedad nos gana… inventamos cualquier
subterfugio para organizar las culpas y quedar de ánimo
leve.

 Las horas pasaban, la luz de día estaba
sólo en mi alma, fuera
del aeropuerto estaba a declinar. Los recuerdos son que pasamos
una tarde calma, con una suegra a llorar porque había
sido, con mucho dolor, madre de dos hijas y no gustaba de ver
sufrir a su más regalona, la hija más joven y
casada, la hija en quien había puesto todas sus esperanzas
maternales. Mi madre jugaba el juego del
pavo: ella nunca había tenido dolores, que su hija 
segunda era muy rápida, su hermana Ana Luisa despachaba en
media hora a los hijos, a los cinco hijos que había tenido
y otras hierbas de olor nauseabundo. Mi padre, nervioso -era
costumbre en esos tiempos que toda la familia más
próxima estuviera con la parturienta-, comenzó a
fumar. Pensé: esta es mi ocasión de despacharlos a
todos. Con mucha amabilidad les dije: Papá, acá no
se fuma, mamá, acá no se habla tanto,
además, mi suegra está a sufrir, llévenla a
casa y busquen consuelo entre Uds., porque tenemos mucho trabajo
enfrente de nosotros. Y los acompañé dulce, pero
firmemente, a la puerta de la Clínica. Corrí de
vuelta a la habitación que tenía sala y cuarto, y
dije, ¡por fin estamos solos!, Como debe ser. Mi mujer,
testaruda dijo que su madre por lo menos podía haberse
quedado y no estar sola en nuestra casa, con la servidumbre. Yo
dije: ¡va! Y levanté los hombros. El hijo es nuestro
y tenemos que acompañarnos para acostumbrarnos a criarlo,
aun convencido que iba a ser hombre. El
baile siguió en Adagio Cantabile. La dilatación
también. Gloria y yo luchamos, juntos,  quince horas.
El Dr. Del Valle, nuestro ginecólogo,  la
llevó al quirófano. Pedí entrar. En esos
tiempos no era permitido, dijo nuestro médico, se puede
desmayar al ver la sangre de su
mujer. ¿Qué hago con dos enfermos en la sala de
operaciones?.
Paseé y paseé, hasta oír la voz de "vamos
fijar la hora redonda de las cinco de la mañana",
salió una enfermera a correr con un bulto en una frazada,
mandé parar y dije: "Lo que lleva ahí es mi
bebé y quiero conocerlo", ella paró, abrí
con cuidado la frazada, vi la cara y dije: "Ah, es igual a mi
suegra", la enfermera me preguntó: ¿Y no quiere
saber si es niño o niña? Respondí, para
qué, si es igual a mi suegra, es niña. La enfermera
se rió y dijo: ¡caramba, cuánto sabe!
Corrió con nuestra hija para un sitio más caliente.
Fumé. Trabé amistad en la
espera con un oficial de la Armada, cuya mujer estaba a la espera
del segundo hijo de ellos. Estaba sólo como yo. Nunca
más nos vimos. Eran las horas de las confidencias entre
hombres que van a ser papás y están sin familia.
¡El primer bebé, una hija!. En esos minutos estaba
feliz de todas maneras, feliz de tener un hijo, no me importaba
si era mujer o hombre, feliz de haber pasado por los dolores,
feliz de haberme recuperado de los dolores de parto que, ya
me había advertido el chofer del papá, los hombres
sufrimos cuando nuestras mujeres están embarazadas. Feliz
de estar libre del psicoanalices que tuve que efectuar, porque
tenía ataques de hipoglucemia, frente a la enorme 
responsabilidad de tener familia. Feliz de
tener…un descendiente. ¡Feliz de tener a mi mujer
convertida en mamá! Y de hacer abuela a mi suegra, su
primera nieta, con la que se entretuvo siempre. Esa hija llena de
pelos por todo el cuerpo, resultado de haber sido un feto hasta
pocas horas antes. Pelos que cayeron todos en su segundo
día de vida  y quedó como es hoy, como su
madre: muy blanca-pálida y las mejillas rojas. Me
divertí mucho el día en que vi a mi madre y al
tío de mi mujer, observando un bebé en la sala cuna
de la Clínica y decir: "Mira Florita, la cara es igual a
la de mi hermano" decía el tío Higinio, y mi madre,
en su prudencia, decía: pero las manos son de Raúl,
mi hijo, no mi marido. ¡Que suerte que fuera niña!
Había tantos Raúles ya en la familia, que otro
más, seria un desastre. Me reí callado, me
acerqué a ellos y les dije: "Mis queridos, están a
mirar al bebé errado, ese es un niño, nuestra hija
está… allá… a cinco cunas de diferencia…" Me
divertí mucho, pero ellos no quedaron
achunchados[1], encontraran las mismas
características, ahora, en nuestra hija. Bueno, los crios
son todos iguales cuando nacen: son fetos a comenzar a vivir una
vida independiente. El Jueves 27, con mi eterno amigo Pancho Vio,
la fui a inscribir al registro civil de
Viña del Mar. Gloria había decidido que se
llamaría Paula. Tal como con los aros, ni repliqué,
la inscribí. Solo que, antes, me fue solicitado por la
Oficial del Registro, un segundo nombre, pregunté por
qué, y dijo que así era mejor, aunque haya pocos
Iturra, podía ser confundida con otra en su vida adulta.
Me viré para Pancho, y le dije: "Vamos a hacer una honra a
mi cuñada: el segundo nombre será Eugenia, nombre
de la bisabuela por parte de mi mujer, y de la hermana de mi
mujer" Y quedó Paula Eugenia, que, hoy en día, es
llamada Dr. van Emden… No hay más lugar a dudas…

¡Era una nube! ¡Apareció el sol!. Es el
avión que debe haber aterrizado…  y corrí
como loco al sitio por donde mi familia venia. Como siempre,
acompañado por Pancho, ese campeón. Y corrí
a mi mujer, a Paula, y con delicadeza… tomé en mis
brazos el pequeño bebé, que tenía el nombre
de Camila, esa mi otra Camelia y me olvidé de todo…
Nunca la vi nacer, tenía que recuperar el tiempo perdido.
Era, era, era… igual a mí… era Iturra, tanto importaba
lo que fuera, era mi hija. Finalmente en mis brazos,
después de esperar tres meses para conocerla… El sol
iluminó la escena toda. Mi alma quedó grande, la
besé, lloré en su cara, besé a mi mujer,
tomé a Paula en mi otro brazo. Por discreción, el
miembro de la Embajada de Gran Bretaña que nos
recibía por orden de la Ministra del Desarrollo de
asuntos de Ultramar, en inglés
Ministry of Overseas Development, en esos años, Dr Judith
Hart[2], más tarde Dame Judith Hart, quien
falleció de la menara que narro en la nota
siguiente[3], después de ser creada
Baronesa por la Reina Isabel II, esperó lo que fue
necesario, antes de me recordar que debía firmar una serie
de papeles. Con una camelia en los brazos y la otra en la mano,
firmé todo sin leer. Mariana, la mujer de Pancho, estaba a
nuestra espera en la casa de ellos, en Sussex que fue la nuestra
durante casi seis meses. Vivíamos todos juntos, hasta yo
encontrar una casa en Cambridge, lo que demoré mucho,
talvez de propósito. ¡éramos tan felices
todos juntos! ¿Por qué? Ya voy a decir. Esta
segunda hija, casi seis años más joven que la
primera -Gloria diría: "cinco años y seis meses,
para ser exactos" Bueno, no gustaba de los debates y desacuerdos,
tenía un ideal de familia como las nuestra de
pequeños: sólo cantos y risas y alegría y
hacer turno  para ver quien trataba del bebé si
lloraba en la noche. Allí donde Paula era muy callada en
las noches, que Gloria y yo hasta la despertábamos para
saber si estaba a dormir o… muerta… esas estupideces de
padres jóvenes, Camila era un bebé llorón,
de día y de noche. ¡Ni dormir nos permitía!.
Estoy seguro de que
esas mañas de Camila, inspirara a mi idea, años
más tarde, para escribir un texto que se
llama: "La dominación de la infancia", y
otros, como ese que tiene por título"Los hijos son el
tormento de los papás", escritos en otros idiomas, claro,
pero hago una traducción espontánea, para expresar
mis sentimientos. Sentimientos que, no sabía en esos
días, iban a ser expresados en libros que iba
a escribir sobre la infancia, más tarde en mi vida.

Camila era un bebé llorón, pero era
también muy divertida. Parece, por lo que ahora ya
más viejo sé, que lloraba para llamar la atención. A sus seis meses y ya en nuestra
casa en Cambridge, lloraba y nosotros, los papás,
corríamos. Había aprendido es maña, porque
para los sin familia alargada, nuestra pequeña familia era
un lujo que cuidábamos con mucho cariño. Camila nos
veía aparecer y sonreía, estiraba los brazos y,
contra la opinión de mi mujer que decía que lo que
yo hacía era aumentar su maña, la tomaba de
inmediato en mis brazos y le cantaba, ponía su cabeza en
mi hombro, su cara blanca con mejillas sonrosadas contra mi
cuello, y la paseaba por el jardín de nuestra primera casa
en Cambridge, esa de 315 A Chesterton Road. El jardín era
lindo, la quinta era muy grande, con muchos árboles, donde Camila comenzó a dar
sus primeros pasos. Como había hecho con Paula, en sus
nueve meses y en nuestra casa de Londres, de Ensfield Road, al
final del norte de la línea de Metro Picadilly, cerca del
palacio Real de Enfield, donde, cuando era hija bastarda del Rey
Enrique VIII, pasó su infancia la futura Reina de Gran
Bretaña, Isabel de Windsor, o Isabel I, en
compañía de sus hermanos, también despojados
de sus títulos de príncipes, Mary e Eduardo, que
fueran reyes por corto tiempo, excepto Elizabeth, por cincuenta
años. Casa que Gloria, Paula y yo, acostumbrábamos
visitar y en donde Paula comenzó a caminar en sus primeros
nueve meses de vida. Camila, en nuestra casa arrendada de
Cambridge, también comenzó a dar sus primeros pasos
en ese inmenso jardín. Fue la sorpresa del día.
Llegué a nuestro hogar más temprano que lo habitual
y Gloria, siempre recluida en casa por causa de las niñas,
me dijo que me tenía una sorpresa. Era que Camila…
caminaba… con el ánimo que le daba la mamá. Ella
dedicaba todo su tiempo a Camila, y yo, de mañana o de
tarde, la llamaba por teléfono para acompañarla en
su soledad de madre, muchas veces me escapaba temprano, para
estar con la familia.

Pero eso fue más tarde, porque antes, estábamos
en la casa de los Vio, en Essex, al Sur de Inglaterra, en una
casa inmensa, muy grande y fría en el Invierno, que
Mariana había contratado con el Municipio (Council, en
inglés) de Essex, cuando la estadía de ellos en el
lujoso Departamento de la Universidad de Essex, llegaba a su fin.
Antes, traté con el World University Service una
estadía de Pancho como Visiting Professor de Essex,
para enseñar Ciencias
Políticas, con Osvaldo Sunkel, para 
después hablar con el mismo servicio
académico universal de Gran Bretaña, y obtener una
beca para Pancho hacer su doctorado en Sussex, al mismo tiempo
que yo lo hacía en Cambridge. El trato se cerró
antes de acabar el convite como Visiting Profesor
Pero…, ni Osvaldo ni Pancho podían hablar mucho, porque
no sabían inglés. El interés
que yo tenía en sus triunfos después del descalabro
de la Vía Chilena para el Socialismo de
Allende y de
la mayoría de la población chilena- ya éramos el 53%
de la población cuando el Señor Presidente fue
asesinado y acriminada la Vía Chilena Socialista- iba
todas las semanas para dictar, en inglés el Seminario de
Pancho y me quedaba en casa de ellos, abandonando mi suntuosa
suite de mi Facultad  o College Trinity Hall de nuestra
Universidad de Cambridge,- de la que soy Senador hasta mi
muerte- para
pasar con ellos el fin de semana. Los Viernes, una alegría
anticipada, los Sábados, éramos felices, y, los
Domingos, ya no tanto: yo partía los Lunes de vuelta a mi
trabajo de Cambridge y a mi palacio de la Facultad Trinity Hall,
donde tenía un Buttler, o criado, que trataba de
mí, mi ropa, preguntaba que ropa iba a usar ese
día, me vestía,  me leía la lista del
desayuno, a las ocho de la mañana, para escoger lo que
quería comer, desayuno inglués que me traía
a mi suite, cuando no tenía ánimo de ir al comedor,
junto con el
periódico The Guardian. En mi suite, mis noches eran
duras, dormía mal y no conseguía estar despierto
muy temprano en la mañana. Pero, es la parte de mi
historia, no la de nuestras hijas, a la cual vuelvo.

Camila caminaba en Cambridge y la paseábamos por el
jardín. Esa habilidad aprendida, como Paula en Londres en
su noveno mes de edad, por irnos a Edimburgo, Camila la
perdió en su undécimo mes,  al irnos a hacer
trabajo de campo en Galicia, pocos días antes de completar
un año de edad. Era como el caso de Paula, comenzó
a caminar en Londres, en nuestra casa de Ensfield Road en 1969,
habilidad perdida, pero recuperada en Edimburgo, en Escocia,
donde yo iba a cursar mi primer Maestrado en Ciencias de la
Educación y Antropología. Paula comenzó a
gatear, como antes, en Viña del Mar. Talvez, nuestra falta
de seguridad, por
estar solos y sin familia, se haya transmitido a Paula, como
ahora sé en la teoría
y en la práctica realizada con otros niños a
lo largo de mis investigaciones.
Hay una transferencia de emociones
negativas de padres a hijos cuándo los papás no
saben muy bien qué hacer. Los hijos, cuyo único
mundo son los papás, acaban por recibir esa inseguridad de
sus adultos, como pruebo en otros libros míos, que no es
el caso referir ahora.

Las dos tuvieron ese permanente desmame cuando eran
pequeñas, que no ha causado heridas en su
sicología, por lo que nos parece a mi mujer y a mí.
Paula salió para Escocia con esos referidos nueve meses y,
en nuestra primera casa de Edimburgo, Craigentiny Crescent 32, –
casa de dos pisos, muy suntuosa, que mudamos por causa del
frío, para vivir después en un departamento sito en
la calle Carelton Terrace 9a, enfrente de Holyrood Palace, la
residencia real de Gran Bretaña en Escocia, y , antes, de
los reyes escoceses Stewart o Estuardos, cuya historia
está narrada en la siguiente entrada
Internet[4]-, decía que esa nuestra primera
casa de Edimburgo estaba cerca de, para nosotros, ese mar muerto
del norte del Reino Unido. Muerto, porque nuestro mar
tenía olas, era el Océano Pacífico, que de
Pacífico no tiene nada, siempre hay temporales, lluvia,
tsunamis, olas muy grandes, todo lo que faltaba en el denominado
Mar del Norte, nuestro paseo habitual los Domingos sin nieve
-pocos y raros-, pero el frío nos fortalecía.

Nuestro mejor momento del día, era cuando Paula, con
sus nueve meses, era sentada en su bacinilla, para los rituales
estomacales de la mañana, y jugaba al pié de la
chimenea siempre encendida, sentada en su trono, y nosotros, a
leer el diario Internacional de Chile, El Mercúrio,
que nos era enviado por mi suegra, y para leer las cartas largas,
muy largas, de nuestras madres, especialmente de la mía.
En Edimburgo, había un día de la semana que era
sólo para Gloria salir y pasear y encontrarse con amigos.
En mi ceguera académica, no gozaba estar sólo con
Paula, siempre leyendo, en cuanto mi mujer vitrineava, aún
no teníamos amigos. Si Gloria se atrasaba, yo la
recibía enojado, ella, en su cariño, pedía
disculpas. Yo, en el mío, la besaba y decía:
m"hijita, para una vez que sale, claro que te puedes demorar…
Los Domingos eran sagrados, siempre almorzábamos fuera,
con una silla especial para Paula, que comía con las
manos, como Gloria le había enseñado aún en
sus siete meses, en nuestra casa de Viña del Mar. Recuerdo
dos hechos. El primero, que pedíamos tallarines a la
italiana, y nos eran traídos tallarines con salsa de
tomate o
Boloñesa… ¡sin carne! Estábamos habituados
que los tallarines a la Boloñesa eran con salsa de tomates
y carne. Pero los italianos los comen sólo con salsa.
¡Por eso que el plato de comida era tan barato!. El otro,
que, antes de nacer Camila, estaba yo un día sentado en
nuestra casa de Talca, después de volver de Edimburgo, a
pensar y, sin darme cuenta, nuestra hija Paula se levantó
de su silla y dijo: "Papá, algo hace falta, no sé,
no sé, pero ni pareces mi papá. ¡Ah, ya
sé! ¡Y me pasó un libro!
Lección de la niñita de esos días, que no he
olvidado ni debo olvidar hasta el resto de mi vida. Como ella
también hace, hoy en día. Adulta, lee con sus
hijos, nuestros nietos, como nosotros leíamos con ella y
la ya nacida Camila, que se dormía con los cuentos de
Tolkien, más tarde, en Cambridge, en nuestra casa de
Bateman St.53. Ella esperaba que yo jugara con ella, que la
entretuviera, que le dedicara mi tiempo, como hacíamos en
Escocia. Había una gran diferencia, que ella no
podía entender en sus cortos años: en Escocia,
éramos solo tres de nosotros y esa falta de familia para
los latinos, es como una maldición, era un mal de
ojo[5], ese ojeado o maldición, en el
cuál creemos tanto los latinos. No es por ser arrogante,
es por ser verdad que digo que nunca tuve esa premonición
del llamado mal ojeado Nunca nada es de su responsabilidad,
siempre todo es de la responsabilidad de otros, las personas no
invierten porque, después de realizar un negocio, puede
pasar puede pasar un gato negro enfrente de nosotros de la
izquierda para la derecha, la persona queda
parada, el negocio, con certeza no debe resultar y, para espantar
la maldición, rezan un Padrenuestro o tres Ave
Marías, para deshacer el encanto, o, aún
más, hace  gárgaras  de agua con sal,
o salmuera como sahumerio, lo que he como he visto hacer entre
los trabajadores rurales con los que he convivido y analizado, en
la Cordillera de los Andes.

Es de los errores afectivos que aprendemos lo que es la
emoción y el cuidado de los niños. Parece como si
ellos estuvieran siempre a molestarnos. Gloria siempre 
pedía a la Nana de nuestra hija, la Eliana,, como
se llama a los subalternos y nunca a las Señoras. Las
Señoras no tienen artículo, son definidas por su
situación social. Gloria, decía, pedía a la
Eliana que jugara con Paula y que no hicieron ruido porque
el papá… estaba escribiendo… Un comentario apenas: si
en esos tiempos hubiéramos sido lo que después
fuimos, personas sin familia, para cuidar y amar siempre a
nuestros hijos, ¡otro gallo cantaría!…Es de los
mismos errores que aprendemos la igualdad. Si
el lector ha notado, he hablado de Gloria e de la Eliana. La
diferencia de clase se
reproduce en las formas de construir las frases o de referir a
las personas. Es una forma personalizada de referir a una persona
que es nuestra, ya sabemos el lugar que ocupa y no es necesario
estar siempre a recordarlo, en cuanto poner el artículo
antes, es despersonalizar a alguien que no es nuestro, que
está ahí temporalmente y que, además,
está separada de nosotros por la valla de la puerta de la
cocina, del comedor de los empleados o de la servidumbre, por las
habitaciones que usan, a seguir los grandes espacios de la
cocina, y porque nunca se sientan a la mesa de los patrones para
comer con ellos.

Es el país que Camila nunca vivió, en el que
Paula sus nuevos primeros nueve meses, y usaba a su nana de la
forma que más le apetecía. Como toda persona
pequeña, tenía alguien en quien mandar. Por su
forma serena, ya mandaba en los papás, pero nosotros
sabíamos cuando decir que no, al contrario de la nana, que
debía siempre obedecerla. Paula hacia jerarquías:
la nana era para darle baño y vestirla, para contarle
cuentos que dan miedo y para salir a la calle entre la multitud,
hasta sitios cercanos, como la llamada vega, donde los
pequeños agricultores vendían sus productos. El
papá, para contar historias en la noche hasta que ella se
adormeciera, y, especialmente, para acostar debajo de la cama a
su cabra, su ternero y una oveja, esa realidad de su
imaginación que yo me esmeraba en desarrollar. Uno a uno,
entraban bajo la cama y eran arropados por ella, especialmente en
el Invierno de Talca, húmedo y frío. Gloria
aceptaba demorar el baño cuando Paula metía en la
cama a su familia Trapino, una familia inmensa, palabra creada
por ella, que tenían mamá Trapino, papá
Trapino y una inmensidad de hijos, que aumentaran alarmantemente
en número, el día que le dijimos a Paula que iba a
tener un hermano o hermana, que era un bebé para ella,
pero que no sabíamos aún si iba a ser niño o
niña. Estuvimos a elucubrar nombres. En mi fantasía
de ser papá de un hijo, había elegido dos nombres:
Nuño el primero, Iñigo, en alternativa. Paula
decía que quería una hermana para jugar con ella.
Ya tenía un hermano para jugar, Panchito, el hijo de
nuestros compadres  de esos días, Francisco Vio y
Mariana Giacaman. Tratamos de explicar que Panchito era su amigo,
pero ella insistía que era su hermano y como a tal lo
trataba. Como Panchito no tenía hermanos, adoraba jugar a
ser hermano de Paula, lo que preparó el camino para el
día en que nació nuestra aijada Daniela.

El día del juicio final de Paula, se aproximaba. Ella
jugaba a los papás con Panchito. Mariana llegó un
día para decirnos que encontraba poco simpático
este juego, que era darse besos y tocarse el poto y, a veces,
bajarse los calzones. Por casualidad, llegué a esa
conversación y  sin casualidad, lacé una
homilía a las tres -porque quejosas eran tres, Mariana,
nuestra vecina y amiga Jimena Barrientos y Gloria, las dos amigas
a contar las historias de que Paula jugaba de forma
erótica con los niños. Mis palabras fueron serenas
y directas y comenté de inmediato que los niños
eran sexuados desde antes de nacer- un saber precoz de las ideas
de Sigmund
Freud,[6] Wilfred Bion[7] e de
Mélanie Klein[8], que más tarde me
llevaran a escribir el libro presentado en el día que
nació nuestro primer nieto, Tomas van Emden, por
título: O saber sexual das crianças.
Desejo-te, porque te amo[9], publicado a
tiempo y horas, por mi Editora Afrontamento, en la ciudad de
La Guarda, en Portugal, a 20 de Junio de 2000, el
día del nacimiento de mi primer nieto.

La conversación de las Señoras quedó
interrumpida por mi entrada y alocución en defensa de los
niños. Les dije de inmediato si a ellas no les gustaba
hacer el amor.
Quedaron con la cara colorada. Les dije que a los niños
también y que lo peor que se podía hacer, era
estimular la sexualidad,
que ya estaba en ellos, pero peor aún era ocultar que los
adultos hacen el amor solos y en su cama, que no era juego. Y por
ahí fuimos hablando, hasta que Jimena, la más
virgen de las mamás presentes, salió y se fue, toda
cortada. Nosotros tomamos onces y hablamos de otras cosas.
Mariana me dijo que había sido un encuentro genial y que
salía con nuevas ideas en la cabeza.

Es el Chile que Paula conocía y que Camila nunca
llegó a conocer ni a saber, excepto de la historia del
país, ¡si por acaso sabe alguna cosa! Lo que
nuestras hijas ni sueñan, es la inspiración que me
dieran para desarrollar, mas tarde, las ideas de la sexualidad de
le infancia, que me llevara a crear los doctorados y maestrados
en Antropología de la Educación y en
Etnopsicologia de la Infancia, que hasta el día de hoy,
enseño y escribo.

Quién era más recatada en su sexualidad
infantil, era Paula, siempre preocupada si tenía amigos o
no, ahí donde Camila gustaba, en sus tres años de
edad, jugar con sus genitales, lo que nunca fue prohibido por
nosotros. Lo que normalmente hacíamos Gloria y yo, era
distraerla para otras actividades, que la hacia olvidar del deseo
ya instalado en su cuerpo, como en todo ser humano acontece.

No fue por acaso que en esta novelada biografía sobre
nuestras, haya introducido citaciones de tres autores. Freud, en su
texto, analiza lo que él denomina aberraciones sexuales,
como homosexualidad, masturbación, pedofilia, y
el análisis que hace en las páginas 127
a 155, del texto en inglés, en el cual resume las, en su
tiempo y creencias, aberraciones sexuales, como una
interrupción hecha por otros, a la libido de la infancia.
Hoy en día, excepto la pedofilia, no son ni delito ni
pecado, como
está definido por la ley en varios
países y como reformuló Karol Wojtila o Juan Pablo
II en su Catecismo de 1991. Así como Klein define envidia
(inveja en portugués), como la defensa que hacen
los niños de su fuente de alimentación,
después de analizar el caso de su sobrino Richard,
referido en el volumen tres de
las obras completas de Klein, ya citada, y que en síntesis
dice: el ego de la criatura es  muy inmaduro e el 
superego muyo débil para establecer un proceso
psicoanalítico, y que, en consecuencia, el analista
debería adoptar el papel de apoyar al ego y fortalecer el
superego, en consecuencia, el analista debería adoptar el
papel de guía para sustentar o ego e fortalecer el
superego. Melanie Klein sostenía que el superego de la
infancia es mas perseguidor y rudo de lo que es en fases
posteriores de desarrollo, e así, el papel del analista
debería ser disminuir la severidad do superego,
permitiendo, con eso, que el ego se desenvuelva mas libremente.
Esta incumbencia, así como otros aspectos teóricos
de la obra de Melanie Klein, levantaran contra ella una fuerte
oposición en los medios
psicoanalíticos, habiendo así la propuesta, en
1945, de excluir a los kleinianos de la Sociedad
Británica de Psicoanalice[10], lo que no
llegó a acontecer. Su discípulo Wilfred Bion fue
más lejos, pare decir que el problema de la
alimentación de bebé comienza ya en el útero
materno, bien como su estado
erótico, desde el tercer mes de embarazo de la
madre[11]. Bion prueba esta hipótesis a lo largo de toda su obra, que
es creíble y usada en estos días, ideas retiradas
de su profesora, la Psicoanalista Húngara ya citada,
Mélanie Klein.

¿Por qué estas citaciones, al hablar de nuestras
hijas? Es apenas para recordar a las personas de que la educación de ellas
está muy basada en teorías
que, en el tiempo del nacimiento de ellas, era un rayo de luz,
para entender como criarlas. Para ser padres, parece que nada es
importante, excepto colocar hijos en el mundo, resultado de una
pasión. Como educador, no puedo admitir esa
ilusión, los niños deben tener no un analista, como
no estoy de acuerdo con Klein, cuya teoría nos clasifica a
los papás y mamás, como seres ignorantes, incapaces
de educar a sus hijos. Lo que es muy importante en el pensamiento de
Klein y Bion, eso sí, es que los padres  puedan ser
orientados por ellos talvez, para criar a sus hijos y dejar de
pensar que lo que está en el útero materno sea
apenas el fruto del amor. ¿Qué estas ideas rompen
la ilusión del bebé que se espera? Recuerdo la
voracidad nuestra en busca de libros para saber criar a nuestros
hijos. Estaba en la moda, en el
tiempo del nacimiento de Paula y Camila, el libro del Dr.
Benjamín Spock[12], era,
prácticamente nuestro libro de cabecera, especialmente si
los niños se enfermaban. Pero lo que más
buscábamos era la referencia de cómo curarlos, no
de cómo cuidarlos de forma afectiva y amorosa.
Parecía que estaba dentro de nosotros el hecho de saber
ser padres cariñosos, pero no, éramos padres con
miedo, sin orientación, que nos cansaban en noches sin
sueños o días enteros con el bebé a
llorar.

Nunca me olvido de los primeros meses del nacimiento de Paula:
debía mamar de cuatro en cuatro horas, esas primeras seis
semanas de vida: venía del útero, donde era
alimentada por el líquido amniótico cada vez que
ella quería. En el mundo de interacción social,
correspondía  a la madre dar el pecho o pasar sus
senos llenos de leche, para
nuestro bebé mamar. Para aliviar su carga de trabajo,
todas esas noches de los primeros meses, a las cuatro de la
mañana me levantaba, mudaba los pañales de Paula,
mas tarde serían los de Camila, para que estuvieran secas
en su mamar. La última  actividad llamada dar el
pecho, era a media noche. En vez de dormir, conversábamos
Gloria y yo y, a veces, hasta adelantábamos la hora de dar
el pecho, como se dice en chileno castizo, ese amamantar, y
pasaba a ser a las 11 o así, porque sabíamos que
había un reloj despertador a las 4 de la mañana: el
llanto de Paula, como el de Camila más tarde, para comer,
como era necesario. Nuestras penurias pasaron cuando ya no
había leche para dar y era necesario alimentar con
biberón de seis en seis horas y, más tarde, cuando
comenzó a comer con las manos de comida pequeña,
cortada en trozos y llevadas a la mesa de la silla del
bebé.  Fueron las peores clases que di en esos
tiempos: eran a las ocho de la mañana y estaba lleno de
sueño. Tener hijos es una alegría, pero hay que
saberlos tratar para hacer la vida dentro de su horario, que es
lo que Gloria y yo hacíamos: el horario del bebé de
turno, era el nuestro, como hoy en día es el de nuestras
hijas y sus hijos. Mi dos Camelias han tenido experiencias
diferentes y estas ideas son apenas para dar una
orientación de cómo hacíamos. Un
pequeño alcance para Camila, porque Paula ya debe saber:
siempre estábamos a intercambiar impresiones con
papás de hijos de la misma edad. Es lo que más
hacíamos, no por curiosidad, pero por
desesperación… Ser papás es un amor, una delicia,
éramos incapaces de dejar a nuestra primera hija en las
manos de otros, sentíamos su falta. Como cuando, para
descansar, una semana Paula quedó con la madre y hermana
de Gloria y nos fuimos al campo, a la casa de mi Nana Griselda,
una casa de adobe, con piso limpio de tanto escobar la tierra, el
piso de la casa, donde ni ducha había e nos
lavábamos en el arroyo que venía desde la
Cordillera, esa agua helada, que nunca nos desanimó.
Aún más, era un placer estar con mi Nana y comer
las empanadas y el pan del horno de arcilla, ese pan amasado,
bien  caliente y adorable. Pero… al tercero día
Gloria y yo nos miramos, ella adivinó mi pensamiento, yo
el de ella, y sin decir nada a nadie, excepto a la Nana Griselda,
la dueña de casa, corrimos a hacer las maletas y nos
fuimos de vuelta a nuestra casa, a 300 Kilómetros de
distancia en Viña del Mar. Gloria y yo  llegamos a
correr, sin ni saludar a la suegra y a la cuñada y
Preguntamos por Paula: la niña andaba por la Avenida
Perú en coche con su Nana Marina, largamos las maletas al
suelo y
corrimos. A la entrada estaba ya Marina con nuestra hija, nos
acercamos lentamente para no asustarla, como decía el
famoso Dr. Spock, ¡esa Biblia para nosotros! Y Paula todo
lo que hacía en su calma de niña era mirarse las
manos. ¡Estaba lindamente vestida, con su sombrero de
capota blanca, tenía ya seis meses, y ni una sonriso ni
llanto de felicidad, como si se hubiera olvidado de nosotros!
Lindamente vestida, porque para Gloria, Paula era una
muñeca con vida, muy querida y bien tratada y sus
movimientos señoriales desde el primer día, hacia
decir a mi amigo de infancia, Agustín Vargas Zepeda, que
era una niña high.[13] Quedamos
tristes y aprendimos que los hijos no pueden ser abandonados,
porque se entregan a quién los alimenta, en este caso, mi
suegra y cuñada, que le daban el biberón…
Adoramos nuestros hijos y los cuidamos dentro de todas las buenas
posibilidades, pero vamos aprendiendo con el tiempo. Camila fue
el mejor ejemplo: no había Nanas ni Abuelas, porque las
Abuelas son las que más saben. ¡Cada vez que Paula
tenía un problema, llamaba a mi madre y ella decía
lo que se debía hacer, y estaba siempre cierto!

Con Camila fue todo diferente. Fue criada sin familia, una
Camelia blanca que no precisan de sol para vivir, pero sí
de luminosidad. Es por causa de eso que he llamado a este
capítulo "Día de Sol", y he jugado con las
palabras, por ser el día en que conocí a nuestra
nueva hija, que de High, en esos tiempos, tenía muy
poco. Como refiero en otro libro, ella era buena para llorar,
para gritar, para luchar con otros, para llamar constantemente la
atención de sus padres y de los adultos a su vuelta.

Siempre he amado a nuestras dos hijas, pero de forma
diferente. Paula, desde muy temprano en la vida, se adivinaba ser
una académica. Cuando Camila, más adulta,
veía a Paula estudiar, en nuestra casa Hilderstone,
en la carretera que pasaba por el centro de Cambridge, East
Road
, decía meneando la cabeza, "Poor, poor Paula,
I"ll shall never be like her.
So much writting, so much
reading, so many hours at her working table
.". No
podía adivinar que, un día, iba a ser
también como ella, con una diferencia: Camila ha sabido
combinar el trabajo con
sus diversiones, con su preocupación por los otros. No es
en vano que el trabajo de Camila, hoy en día, la haya
llevado a los rincones más apartados del mundo, como la
denominada Isla de Cairu, enfrente de San Salvador de la
Bahía, Brasil[14] en donde estuvieron en
2001 para preparar a las personas para ejecutar después
una acción
que duró un mes en la Isla, sin ninguna comunicación donde ha desarrollado un
programa de
plantar mil árboles, cuja madera sirve
para hacer violines, violoncelos, lo que es comentado con
sorpresa por la BBC de Brasil, en un
texto en línea[15]. Sabía de este
proyecto, pero
no sabía de su importancia. Nuestras hijas tienen varias
características en común: son muy comprensivas,
parece que solo se divierten, no cuentan a todo el mundo el
trabajo que hacen ni la importancia que ese trabajo tiene. Mis
camelias son de luz y de trabajo, heredado, como me parece, de la
asiduidad con que su madre y yo luchamos durante más de
treinta años, para poder sobrevivir en sitios
inhóspitos, con pocos amigos, ser pioneras de las causas
que emprenden y encontrar soluciones de
forma rápida para sus emprendimientos. Pero, esa es su
vida adulta. Su vida de infancia es otra, la base, diría
yo, de lo que es la vida adulta que lleva hoy, como la de Paula.
Las dos han desarrollado un talento difícil de imitar y lo
cultivan con delicadeza y esmero.

De pequeñas, Paula en Edimburgo, Camila en Vilatuxe, a
la misma edad, andaban siempre detrás del papá,
como he narrado en otros textos. Lo que no he dicho en esos
textos, es que el papá era para jugar, la mamá para
respetar. Aún hablaba ayer con Camila al teléfono y
me recordaba que, cuando era pequeña, después de
Vilatuxe, estábamos un día a tomar té, o las
onces, como decimos en Chile, en nuestra casa de Bateman St.53,
en Cambridge, cuando ella preguntó si había otra
vida después de ésta. Sorprendido por la pregunta y
sin saber la causa de la misma, respondí, como
había respondido a Paula de esa misma edad, en años
anteriores en Vilatuxe, que no, que no había otra vida,
que sólo había ésta y que al morir, todo se
acababa. ¡Tonto[16] de mí! No es
respuesta que se dé a una niña pequeña, Ya
lo había hecho mal con Paula a sus cinco años,
estaba a hacer lo mismo con Camila, también de cinco
años ese día. Camila, como Paula en su día,
lloró mucho. Consternado, le pregunté de inmediato,
Darling, ¿why are you crying? Y respondió: "Because
I enjoy so much having tea all of us together, to see you and
Mum, to eat the marble cake you bake, I can not believe that this
is coming to an end one day…". Desde luego, la
abracé, la senté en mis rodillas y le dije que me
disculpara, que me había engañado, que los
papás también se equivocan y esta vez, el
equivocado era yo, que había otra vida y que íbamos
a tomar té todos juntos y comer queque mármol,
tanto cuanto nos diera la gana. Por ese minuto guardó
silencio, pero ¡nunca más recuperó la calma
sobre el futuro!

Puedo decir que nuestras hijas desde pequeñas,
mostraran una habilidad grande para hablar diferentes lenguas y
desarrollaron gran facilidad para hacer amigos. Nuestra casa,
antes llenas de nuestros amigos, ahora estaba llena de los amigos
de ellas y de los animales de
estimación que traían para casa. No hay duda que
han desarrollado una gran habilidad para hablar con las personas
y que las profesiones que han escogido, de analista
clínica Paula, de ecología para cuidar
y reproducir especies en extinción, Camila, las lleva a
hablar con muchas personas a lo largo y ancho del mundo. Son, si
me permiten decir, unas maravillas de hijas, siempre interesadas
en sus padres y preocupadas o por nuestro bienestar, o por
nuestro futuro, o, finalmente, por la alegría de vivir que
nosotros, sus padres, tenemos en general.

No es necesario añadir que nos sentimos orgullosos de
ellas y respetamos su intimidad y su bienestar. Por
precaución, ellas sólo atienden el teléfono
si llamo, cuando no están ocupadas en otras cosas, lo que
ha obligado a Gloria y a mí, por haber criado hijas
autónomas, a encontrar nuestras propias alternativas de
vida. No hay celos entre nosotros, los padres de estas
niñas, si un día se preocupan más de uno que
del otro: es según lo que ellas desean que hagamos, lo que
nosotros hacemos o no: también tenemos nuestra libertad,
ganada a lo largo de mucho esfuerzo a través de los
años.

 Lo que si no puedo negar, es que adoro hablar con los
hijos de ellas y es por causa de esos nietos, que escribo estas
notas, antes de que mi memoria se apague y ellos, nuestros
nietos, no sepan cómo eran sus madres cuando eran
pequeñas.

2. – Entre
extraños

He narrado hasta ahora cómo nuestra vida ha
transcurrido entre extraños, entre personas de fuera y
dentro de la familia. ¿Será que dentro de la
familia, también hay extraños? Solo si definiera lo
que es persona extraña o el concepto de
extraño[17]. Al comienzo, pensé que
era extranjero, pero extraño era exactamente el concepto
que quería usar. Debe ser mi
id[18] , que me debe haber
traicionado… Ese Id, resultado de lo que escribo en la
nota de pié de página. Motivo que nos llevaba
siempre a estar junto a nuestros amigos de la infancia, que
conocían nuestra cultura y
nuestra manera de ser. Podíamos hablar Castellano,
recordar las aventuras, saber de nuestros estudios anteriores, en
cuanto nuestros hijos estaban siempre a adaptarse a la nueva
cultura y a comenzar a desintegrarse de las nuestras.

Este fue el motivo que nos tuviera tanto tiempo retenidos en
Sussex, porque la familia Vio era como una familia de hermanos,
si nos estábamos con ellos, nos sentíamos aislados.
Especialmente esos primeros meses de adaptación a la
cultura Británica. Era el tiempo que Panchito y Paula,
debían comenzar a ir a la escuela, pero,
como defensa para ellos y nuestra, demoramos su entrada durante
un largo tiempo. Había muchas cosas nuevas para aprender.
Una de ellas, era que Mariana Giacaman[19], su
mujer en esos días, no tenía el hábito de
trabajar. El problema para ella era cual trabajo iba a hacer, por
no tener acabado sus estudios universitarios. Casó muy
joven con mi amigo Francisco Vio[20], ya abogado,
y, pasado un año, tuvieron de inmediato un hijo. Su
profesión, en esos tiempos de mujer muy joven, una
adolescente, era el de toda la burguesía chilena, ser
dueña de casa y cuidar a los hijos. El exilio de ellos
había sido precipitado, por causa de que Francisco era
perseguido por la dictadura:
había hecho la Reforma
Agraria de las cuatro provincias de la Región del
Maule y había sido nombrado Secretario de Estado para el
Ministerio de Tierras y Colonización[21],
cargo que no llegó a ocupar, por haber acontecido, antes,
el golpe de Estado,
que mató al Presidente de Chile, los planes de la
vía chilena al socialismo, y los planes personales dentro
esa vía.

Aún los Vio Giacaman en Chile, se recordaban que
teníamos un amigo en Argentina, conocido en la Universidad
de Edimburgo, con Departamento en Buenos Aires y me
pidieron si podía contactarlo. Lo hicimos de inmediato,
Ricardo Gaudio, el nombre de nuestro amigo, dijo que tenía
el estudio de su padre, recientemente fallecido, en Buenos Aires,
que podía dar albergue a nuestros amigos. Ellos estaban en
un Hotel de Mendoza, a pagar lo que
ni podían gastar, y, mal supieron de la noticia, volaron a
Buenos Aires. Conmigo en Gran Bretaña en esos días,
recibí una carta desesperada
de Pancho, que comenzaba por decir que me escribía desde
el cuarto de baño, que no sabían qué hacer y
que en ese lugar ni cabían todos. Fui de inmediato a mi
amigo Iain Wright, de la Asociación de Academics for
Chile
, y solicité si era posible traer de 
inmediato a la familia Vio Giacaman desde Argebtina. Pancho
llegó cuando yo estaba aún en la casa de mi antiguo
asistente de la Universidad Católica de Chile, Gonzalo
Tapia Soko, casa a la cual Pancho llegó. Más tarde,
la familia toda, Mariana siempre con su buen humor: ¡llena
de maletas, dijo, llegó la Elizabeth Taylor, con un
abrigo de piel y
abriendo los brazos e dando una vuelta tipo modelo de
ropas! Nos alegró la vida… Días antes, Pancho me
había pedido que lo acompañara a comprar
preservativos, con ese aire de
niño corto de genio, de
niño diría yo, que siempre lo caracterizó,
hasta el día de hoy. Era Febrero de 1974. En
preparación para irme a Cambridge, me entretuve
allí con él, a la espera de la familia y a
iniciarlo en los secretos de Inglaterra, como él
decía. Nunca me he olvidado del pedido de ese día:
"¿Sabe compadre?, Hace tiempo que Mariana y yo no hemos
tenido relaciones y como llega en estos días, estoy seguro
de que alguna cosa se va a pasar. Malicioso, yo sabía,
pero me hice el tonto[22] y pregunté lo
qué podía pasar. En su timidez simpática, me
dijo, ¡Compadre, Ud. sabe lo que es estar sin mujer muchos
días! Seguí haciendo el tonto y pedí
más explicaciones. Allí entró su carácter pragmático y dijo que yo
sabía muy bien y que era suficiente de lesuras. Lo
llevé as una farmacia, pedí anticonceptivos para personas, porque si hubiera
pedido preservativos, me enviaban de inmediato a una
droguería. Preservativo en inglés, no tiene
relación con la relación íntima de hacer
amor, son polvos para guardar jaleas y todo tipo de conservas que
deben durar muchos meses o años.

Para hacer el día más divertido, por lo menos
para mí, pues era supuesto ser yo quién compraba
para mí, él tenía esa vergüenza de los
chilenos burgueses y católicos, aun cuando digan que han
abandonado la fe en Dios, continúan con esa
educación ingeridas en ellos por la cultura, como defiendo
en otros textos míos, que los convierte en
mojigatos[23]. Los ingleses son extraordinarios en
vender, es un pueblo comercial. La verdad sea dicha que era mi
primera vez, a los treinta años, que trataba de
anticonceptivos, nunca gusté de ellos, no permiten el
placer que da entrar en otro cuerpo a pié desnudo… Pero
me las supe arreglar, pedí contraceptives, y el
elegante inglés que me atendía, un niño
joven y bien puesto, dijo: "Certainly, Sir. Here you have a
variety of choices". Me quedé de boca abierta. Ahí,
donde hoy los preservativos hasta se venden en las máquinas
de tabaco o en las
estaciones, en ese tiempo de los años 70, eran vendidos
sólo en farmacias y con receta médica para los
menores de edad. ¡La suerte nuestra, hoy en día, es
haber avanzado, hacer el amor no es pecado ni vergüenza
social. En esos tiempos lo era. Hasta se ocultaba de los hijos
que los papás entraban uno dentro del otro y lo pasaban
muy bien. Fue lo que aconteció con nosotros y nuestras
hijas. Siempre les estaba a dar ideas, y mi mujer me
acompañaba, de que en la pieza de los papás no se
debe entrar cuando la puerta está cerrada, porque los
papás se están a divertir, se están a amar.
No era el caso de mi amigo, por su recato. Cuando el empleado me
mostró las alternativas de anticonceptivos, eran tantos,
de diversos colores,
tamaños, formas, sabor. En cuanto yo compraba condones
para mi amigo, él estaba lejos, en el fondo de la inmensa
farmacia de  la ciudad Colchester. Entonces le hice una
seña y le pedí que viniera para escoger. él
me hizo una señal, recatada también, de que no, no
era con él lo que estaba a tratar. Entonces, en voz muy
alta, pregunté en inglés: Pancho, aquí hay
muchos condones, ¿de qué tamaño prefieres y
de cual color?. El joven
que me atendía sonrió coqueto y me dijo, su amigo
tiene vergüenza, tiene que escoger el señor, y me
piscó un ojo. La jugarreta había salido como tiro
libre contra mí: ¡pensaba que el amor era para ser
echo entre Pancho y yo! En Inglaterra la homosexualidad, en los
años 60, había sido legalmente despenalizada entre
adultos con uso de razón y consentimiento mutuo.
Socialmente, era aún un estigma, nadie quería salir
del llamado closet homosexual. El amor dentro del mismo sexo, era
feo y sucio para la mayor parte de la población No eras
nuestro caso, pero el empleado no entendía ni yo le iba a
explicar. Mi amigo quedo furioso por dos motivos: uno, por
haberlo llamado, otro, porque lo había hecho pasar,
prácticamente, por homosexual – la palabra gay no
existía aún, mucho menos en mentes romanas
chilenas. A mí, que sabía lo que quería,
tanto me daba, pero a mi amigo, no. Y así fue que
preparamos la llegada de Mariana y de los niños.

Fue una llegada maravillosa. Nunca la olvidaré. Duramos
juntos pocos días en casa de Gonzalo y Consuelo. Ellos
partieron a Sussex, yo, a Cambridge. Nuestra vida sin
extraños, comenzaba. Mariana, nada tonta, comenzó
por salir a la calle en Sussex, en busca de empleo, con
los hijos de la mano, o, más bien, con Panchito de la mano
y Daniela, un bebé, en su coche de
guagua[24]. Salió a conocer la ciudad y a
buscar trabajo, sabía que el sitio de Visiting
Professor
iba a durar sólo seis meses. Y, sin miedo
ninguno, se fue presentando en todos los lugares donde
había un letrero que decía Vacancy, que en
Castellano sería: Puesto de Trabajo Vacante. Y
comenzó por limpiar el suelo de una librería, pero
los propietarios en breve se dieron cuenta de que era una
señora: hablaba bien inglés, se vestía con
ropas elegantes, que sabía de autores al clasificar el
stock de la librería por ciencias y le ofrecieron el
puesto de secretaria. Y comenzó a vender libros y,
más tarde, era ella quien abría y cerraba la
librería, en la ciudad de Brighton, donde está la
Universidad de Sussex. Pancho no tenía ánimo,
sufría de grande depresión
por todo lo perdido, por lo cual, nos quedamos en casa de ellos
mucho tiempo. Pancho se animó y compró lo que
llamábamos "El Negro Morris", es decir, un
automóvil Morris, pintado de negro, de los tiempos de la
guerra. Era en
ese auto que nos íbamos a la Biblioteca de
Sussex para leer y estudiar.

Un día, estábamos en la Biblioteca, muy
silenciosa como todas las de Gran Bretaña, y yo, sin
querer, me tiré un peo.[25]
¡Se me escapó! ¡Mi compadre se reía sin
querer, pero no se cansaba de reír!. Con todo, muy
británico yo, ni pestañeé y continué
como si nada hubiera pasado. Pero fue la mejor broma del
año entre los amigos chilenos.

Este es el ambiente en
que crecieran nuestras camelias, a reír y ser amigas de
los otros.  Nosotros éramos extraños, pero
supimos adaptarnos a la cultura local. Había que trabajar
para ganar la vida.

Las formas de trabajo eran diferentes entre todas las
personas.  En nuestras casas, parecía no haber muchos
problemas. El
hecho de quedarnos en el hogar de la familia Vio Giacaman, era
porque presentíamos la necesidad de apoyarnos y, durante
un tiempo, estábamos calmos e as nos divertir. Era
necesario habituarse a otra cultura y, para los Vio, aprender
inglés, conocido por nosotros, cuando los Iturra
González éramos solo tres, durante nuestra
estadía en Edimburgo, en los años 60. Fueron unas
vacaciones colectivas. Excepto Mariana, que ya trabajaba en su
librería, pero que en las tardes se juntaba a nosotros
para pasear al pié del mar, o ir a la playa de Brighton,
llenas de piedras. Hasta mi delegado orientador de tesis, ya
amigos nuestros, Milan y Jarka Stuchlik y sus hijos, se juntaran
a nosotros durante un fin de semana prolongado, no para trabajar,
para divertirse también. Era evidente, sin embargo, que al
estar todos juntos, Pacho, Milán y yo, hablábamos
de trabajo, de teoría. Sin embargo de lo que más
hablábamos era de lo que había acontecido en Chile
en los años 70, ese 11 de Septiembre de 1973, que nos
había colocado a todos fuera de Chile. Nosotros, por la
segunda vez, como los Stuchlik, huidos de la invadida
Checoslovaquia, su país natural, para Chile, por la hoy
desparecida Unión Soviética. Milán,
decía normalmente estar cansado ya de andar de país
en país por causa del comunismo
colonizador. Pancho y yo, aún con nuestros ideales
socialistas más vivos que nunca, exasperados por el exilio
y la vida pobre que llevábamos, acostumbrados como
estábamos a una holgura desparecida con el exilio,
replicábamos ardientemente que no era sí, que de
cierto la Unión Soviética estaba a hacer un bien a
los pueblos que la formaban. Ellos no callaban y contaban
historias trágicas sobre la invasión de
países independientes, resultado de la repartición
del mundo europeo y asiático entre las potencias
vencedoras. La invasión era o de ocupación con
tropas, como es relatado en los libros de Historia, o de
ocupación industrial, como aconteció con el
Japón e
Italia, bajo las
manos de la
República Norteamericana, los Estados Unidos.
El futuro daría razón a Milán, al caer, como
he referido en otros textos míos, el muro de
Berlín y quedar no sólo Alemania
reunificada, bien como el mundo todo bajo el poder de las
industrias y
del gobierno
Norteamericanos. Excepto que Alemania rápidamente
recuperó su autonomía y su industria
creció sin inversiones de
los industriales norteamericanos.[26]

Nuestros hijos iban aprendiendo sobre la vida, de la peor
forma posible: Golpe de Estado, subyugación comercial,
cárcel, represalia y tortura en campo de
concentración, carencia de un país propio y otras
ideas, que hacían temblar a sus padres, en consecuencia
también a sus hijos. No querían más saber lo
que había pasado con los papás, apenas
querían divertirse y tener el placer, nunca antes visto o
sentido, de los papás estar siempre con ellos. Por lo que,
decidimos los adultos, que enfrente de los niños nunca
más se hablaría de nuestras torturas éticas,
sicológicas, físicas y económicos. La lucha
no era por la vida, era por la sobre vivencia. Fue necesario
presentar un rostro alegre y calmo enfrente de ellos.

No en vano ya estaba a orientar mi saber por el saber de
analistas, para criar hijos. No resisto poner dentro del texto,
lo que opina una de mis santas analistas, Alice Miller, que uso
mucho en mi proceso de enseñanza y aprendizaje,
concepto definido por mí, en un texto mío, de
nuestra Revista
Educação, Sociedade e Culturas. Es dicho
sobre ella, en un comentario del libro, lo siguiente: Alice
Miller, nos descubre la raíz de muchos de nuestros males,
originados durante la infancia y, en particular, analiza las
enseñanzas que recibimos a tan temprana edad. En efecto,
los adultos sofocan prematuramente los conocimientos de
niño adquiere por si mismo, con el fin de impedirle, a su
vez, la educación transmitida por otro adulto. Así
mutilado, el niño difícilmente accede con
naturalidad a la madurez. Más aún, los
obstáculos al desarrollo de su saber le lleva a creer que
el mundo está construido de muros y alambradas. En adulto,
aprende también que debe parapetarse tras un cúmulo
de prejuicios. Miller explica como podemos recuperar ese "saber
proscrito" que sigue vivo, aunque reprimido en cada uno de
nosotros[27].

Estas ideas causaran en nosotros un problema de cómo
educar a nuestros hijos, sin negar la realidad de sus padres, que
estaban a sufrir. Los niños, como he dicho en otros
textos, tienen el derecho a saber lo que aflige a sus adultos, no
vayan ellos a pensar que el problema es causado por ellos a sus
padres. Camila y Daniela eran muy pequeñas para entender,
pero, como sabemos ahora, sentían. La emotividad de los
niños es grande y, como no tienen conceptos aún
para entender la tristeza, el mundo está muy centrado
sobre ellos, toda tristeza de los padres no explicada, puede
causar una herida sicológica en la infancia y en su vida
adulta. Panchito y Paula eran mayores y entendían mejor,
pero no lo suficiente para todo ser explicado en palabras: entre
los niños de corta edad, hay una falta de racionalidad
para entender lo que las palabras significan, especialmente
cuando son palabras dichas en otra lengua, en
otro idioma. Las palabras de los niños son pocas, todas
referidas al ambiente que los rodea, a su familia y al hogar. Sin
embargo, como Alice Miller dice en uno de los textos escritos
para su proyecto The Natural
Child[28]
, que tengo el placer de
compartir con ella, es lo siguiente: Of course we do not
arrive in this world as a clean slate.
Every new baby
comes with a history of its own, the history of the nine months
between conception and birth. In addition, children have the
genetic blueprint they inherit from their parents. These factors
may determine what kind of a temperament a child will have, what
inclinations, gifts, pre-dispositions. But character depends
crucially upon whether a person is given love, protection,
tenderness and understanding in the early formative years or
exposed to rejection, coldness, indifference, cruelty. The number
of children committing murders is on the increase, and very many
of them were born to adolescent, drug-dependent mothers. Extreme
neglect, lack of attachment, and traumatization are the rule in
such cases.
[29] En uno de sus
textos[30], también escribe que los
niños reflejan el tratamiento que ellos reciben, ese
pecado que no queríamos cometer, ni da castigar, ni de
someterlos a tratamientos bien distantes de su hábitat
natural, donde, de hecho ya estaban. Sentíamos la culpa
que todo padre rebelde siente cuando los hijos pagan el precio de sus
opciones. Nosotros cuatro habíamos nacido en familias
burguesas, un poco "tirada" para las familias antiguas o
fundadores de Chile, como está referido en el libro que
tengo conmigo y en la net.[31]

Esa frase de Alice Miller, llamó nuestra
atención. Con Paula y Panchito, éramos estrictos.
Asistían a la escuela y era necesario que estudiaran
más en casa para llegar al nivel de los nativos de Gran
Bretaña, que habían aprendido desde su nacimiento,
la lengua, las costumbres, las formas de aproximarse a las
personas, la distancia social, y, especialmente, la forma
individual y autónoma de ser. Para nosotros, chilenos
más o menos castizos, era difícil enseñar el
arte del
comercio y de
la interacción. Digo más o menos castizos, porque
yo era hijo de madre española, siendo sus hijos la primera
generación en Chile, y nuestro padre, como he dicho en
varios textos, nacido en Chile, pero criado dentro de un clan
endogámico de Vascos, los matrimonios eran apenas dentro
de la familia. Es el motivo por el cual al matrimonio de
nuestros padres, nadie de la familia Iturra fue: era un
descendiente rebelde, porque su obligación era casar con
su prima directa Ema Iturra Leal, sobrina de la madre de nuestro
padre Blanca Merino Leal después mujer del Abogado y
profesor
universitario, Carlos Spoken, como nos fue narrado por nuestros
tíos, hermanos de Ema, Arturo y Elena Iturra Leal. Y mi
mujer, por acaso nacida en Chile, pero nieta de franceses e hija
de un chileno francés y de una chilena-peruana. Son las
marcas de las
generaciones que, si no son cultivadas y no se refieren a la
generación descendiente, no pueden explicar sus
comportamientos.

Estas historias me hacen recordar, más una vez, lo que
dice Alice Miller: Children should not be the scapegoats of
adults' painful experiences.[32]
Es
decir, los niños no pueden ser responsabilizados de los
sufrimientos de sus padres adultos. Hay también una frase
en Castellano, que refiere mejor lo que quiero decir: los
niños no pueden ser culpabilizados por nuestras tristezas.
Fue lo que todos nosotros hicimos, por una parte, ocultar los
males causados por la pérdida de la Patria amada, por la
pérdida de nuestra tentativa de ser socialistas en un
Chile donde  pudiéramos ser todos iguales. Era lo que
los Vio, los Tapia y nosotros, tentamos hacer, lo que era bien
difícil. Como el caso de nuestro padre: nadie de su
familia fue al matrimonio, su mejor acto de vida, porque no
había cumplido las normas de su clan
Vasco. La otra alternativa que también usamos, fue de dos
tipos: había los que se iban a países latinos, como
los Vio, que rápidamente se fueron a Venezuela e
hicieran allá lo que en la vía chilena al
socialismo, no había sido posible; o, lo que hicimos
nosotros, incorporar a nuestras hijas en las manifestaciones de
ayuda a los chilenos en el país. Todos los fines de
semana, con o sin nieve, abríamos una mesa en el Mercado de
Cambridge, donde nuestras hijas, con nosotros y otros chilenos,
vendían artículos de los denominados prisioneros de
guerra de Chile, los que estaban en prisión por un crimen
definido por la dictadura: Traición a la Patria… Un
crimen nuevo, legislado apenas para tiempos de guerra de Chile
con países fronterizos. Las niñas adoraban vender,
recibir el dinero y
dar el vuelto y aprendieron con nosotros las ideas de cómo
explicar lo que había acontecido en Chile de Allende y lo
que era el Chile de la dictadura. Era un amor ver a Paula, en su
espléndido inglés, explicar a las personas lo que
ella entendía del Chile bajo dictadura. Además,
pasaron a ser las mascotas del ballet de danzas chilenas,
organizado por la bailarina, mujer del Embajador de Allende en
Londres, Álvaro Bunster, la linda señora Raquel
Parot de Bunster. En ese bailado de danzas chilenas,
causábamos sensación: mi papel era hacer el
discurso
inicial del Chile de Allende, y después las danzas, en las
que mi mujer y todos los hombres y mujeres adultos chilenos en
Cambridge, participaban, excepto los que habían preferido
retirarse de esas actividades y ser parte de los
británicos.

Mascotas nuestras hijas, digo, porque Paula en sus 8
años, sabía danzar la cueca[33]. No
resisto poner en el texto la definición de la
Cueca"CUECA": Danza popular de Chile, considerada un
patrimonio
nacional.

El origen de esta danza tiene
varias explicaciones y una de las difundidas es la
forma   simplificada de  que  sus movimientos
imitan el enamorar entre un gallo e una gallina, siendo la mujer
la que adquiere una conducta
defensiva.

Existen varios tipos de "CUECA" separados por
región (geográfica): Cueca Nortina
(Norte),  Cueca Chora (Centro), Cueca Huasa
(Centro), Cueca Campesina (Centro), Cueca Sureña
o Chilota
(Sur)

Las diferencias están en las vestimentas usadas, en
la
personalidad y en las actitudes de
los bailarines, durante la danza. La cueca huasa es la
más difundida en Chile y fuera del País. Esta cueca
representa la región central do Chile, el 
huaso[34] y la huasa representan a los os
"dueños" de la hacienda, danzan con ropas de montar a
caballo, ropas extremamente elegantes y caras, que solo personas
con dinero, pueden
costear. La cueca campesina es danzada también en el
centro de Chile y representa a los "empleados rurales" de la
hacienda, con ropas más simples, pero con más
picardía en la danza, de forma seductora él, de
forma inocente, ella, en cuanto bailan.[35].

Nuestras hijas eran las mascotas, decía yo, antes de
desagregar el texto para hablar de nuestra danza nacional, porque
una pequeña Camila de tres años, vestida de huasa,
era una simpatía: dos pequeñas trenzas en su
cabello dorado, un poco de color, o rouge, como se dice en Chile
al lápiz de labio, que la hacía ver muy bonita y
sonrosada. Bueno, sonrosada ya era, no precisaba de poner colores
en su cara, como hacían todas las señoras. Era, su
cara, naturalmente color de rosa, que teñía su
color blanco y la hacía parecer como una pequeña
alemana. Esos colores me llevaron a darle el apodo de
"salchichera", es decir, ¡como si fuera una salchicha de
Alemania! Todo el mundo la celebraba y la besaba y ella no
gustaba. Nuestra hija Camila era muy esquiva a los
cariños, excepto a los de sus papás. Tenía
un alto concepto de sí, de autoestima, lo
que a veces llevaba a sentir en nosotros, de que era nuestra hija
preferida. Problema grave para los niños, por el orgullo
que sienten y la rivalidad que aparece entre sus hermanos. Voy a
recurrir otra vez a mi analista preferida, Alice Miller, dentro
del texto, para que los padres de hijos "preferidos" puedan ver
el daño
que pueden causar entre sus hijos, especialmente, entre los
"pensados" preferidos. Dice Alice Miller: "Tener un hijo no es
un acontecimiento más en esta vida. Aunque dediquemos poco
tiempo a reflexionar sobre la magnitud que adquiere el ser madre
o padre en una persona, este es un enriquecedor espacio para
tomar conciencia de su importancia y la responsabilidad que
implica en nuestra existencia.

Los seres humanos trascendemos en la vida a través
de nuestras obras y nuestra descendencia. Ambas "son" más
allá de nosotros mismos, aunque muchas veces confundimos
este concepto con un cierto deseo de proyección,
pretendiendo que "sean" el vivo ejemplo de nuestros propios
sueños.

Y aquí comenzamos a tomar conciencia del rol de la
familia, la escuela y el contexto social en la formación
de nuestros niños. Es vital reconocer que no nacemos
sabiendo ser padres, que no existen escuelas que nos
enseñen, ni recetas mágicas y como si fuera poco,
tomamos como "natural" las formas que nos enseñaron a ser
hijos. Muchas veces pretendemos que sean como nosotros, sin
siquiera percibir que son seres únicos, especiales por si
mismos, que nacieron en un tiempo-espacio absolutamente diferente
al nuestro y que además, nos exigen a diario respuestas
que jamás hubiéramos creído posibles pasaran
por la cabecita de un nene de preescolar!

¿Qué les pasa a los chicos?
¿Cómo los educar? ¿Qué hacemos?
¿Quién nos enseña? ¡Auxilio! Pensamos
asombrados, al ver a nuestros chicos tan distintos a nosotros y
quedamos rememorando una infancia que es parte de nuestro pasado,
donde los paradigmas
eran totalmente diferentes y de un salto tendremos que adaptarnos
a un mundo globalizado, ciencia y
tecnología denotan transformaciones veloces y
radicales transformaciones sociales.

¿Cómo pretender estar exentos de esta
realidad? Imposible, ¿verdad? Por ende, solo nos compete
aceptar lo que vivimos (hasta como un desafío, ¿por
qué no?) Y comenzar un camino de formación,
reflexión, y aprendizaje continuo ¡por que nunca
dejamos de aprender!

COMENZAR POR EL PRINCIPIO: AUTOESTIMA


Auto: Se refiere al yo, a mí mismo, a mi persona.
Estima: Se refiere a la energía con que impregnamos el
mundo de los afectos.
Autoestima: Se refiere a la energía afectiva con que me
vinculo conmigo mismo.
La Autoestima que podemos tener acerca de nosotros puede ser
positiva o negativa, de aceptación o rechazo. Es,
podríamos decir, la base sobre la cual se
desarrollarán nuestras experiencias de vida. Factor
determinante en el crecimiento y procesos de
enseñanza-aprendizaje.

Asimismo, algunos autores la definen como la percepción
valorativa de mi ser, de mi manera de ser, de quien soy yo, del
conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que
configuran mi personalidad.

La autoestima se aprende, fluctúa y la podemos
mejorar. Desde muy pequeños empezamos a formarnos un
concepto de como nos ven nuestros padres, maestros,
compañeros y las experiencias que vamos adquiriendo. Se
moldeando la emoción y el sentimiento hacia nuestra propia
persona y los referentes más importantes generalmente
suelen ser nuestros seres más cercanos y queridos,
aquellos que nos devuelven una apreciación sobre quienes
somos"
[36].

La verdad sea dicha, no nacemos con el "instinto" de la
paternidad. Es necesario aprender y ese aprendizaje es duro y, a
veces, poco apropiado. Como puede parecer evidente a cualquier
lector, los hijos preferidos pueden enaltecer su auto estima en
detrimento de ellos propios, por lo que tuvimos que ser muy
advertidos y cuidadosos para tener dos hijas preferidas, conforme
su edad.

Mi hija preferida era Paula, hija única durante casi
seis años, con una facilidad enorme para aprender idiomas
a lo largo de tantos viajes que
hicimos durante nuestra vida de familia pequeña.
Aprendió primero el Castellano chileno, después el
Inglés que se habla en Escocia, de alguna manera. E casa
siempre hablábamos en Castellano, lo que no ayudaba a su
aprender. Imitaba sonidos británicos, como ya
relaté antes. Esa fija fue siempre transferida de un sitio
para otro, desde que me recuerdo. La primera grande
impresión que tuve con ella, fue el día de nacer.
Esperaba un hijo y nació una hija. Habíamos
discutido nombres, discutido no, debatido nombres  con
Gloria: si era hombre, era Raúl, si era mujer, Juanita,
¡adoraba ese nombre! Era el nombre que yo gustaba, pero mi
mujer en sus celos, no quería el nombre porque yo
había enamorado con Juanita Vial y pensaba que ese era el
motivo para escoger el nombre. No era, pero, sentía que
debía dar, por lo menos, esa voluntad a mi mujer, y
retiré el nombre. Supe, en el día que nació
el bebé, que quería que se llamara Paula. En su
naturaleza
reservada, Gloria nunca me quiso decir antes cual era el nombre
que había escogido, en el caso que el bebé fuera
mujer. Además, sabía que yo estaba empecinado en la
idea de un niño y no quería rebatirme. Debo
reconocer que mi mujer fue siempre muy recatada, querida y
serena. Sabía decir las palabras ciertas, en la hora
cierta. Muy diferente a mí. Yo contaba todo lo mío,
desde que era pequeño. También, como Paula, hijo
único durante casi cinco años, mimado por los
papás, los abuelos y los hijos del segundo matrimonio del
padre de nuestra madre, hacía las delicias de todos ellos
con mi afán de contar historias, que nunca sabían,
en verdad, si eran verdaderas o inventadas. Debo decir que yo no
lo sabía también. En mis 11 años de edad,
debía ir a buscar a mis hermanas al su Colegio de
Santiago, las Madres Francesas de Santa María de
Servellon, donde hacía las delicias de las mamás
que estaban a la espera de sus hijas, cuando les contaba la
película que había visto el fin de semana. Nuestra
familia alargada era propietaria de mucho cines en Santiago de
Chile y tenía entrada libre a los de la familia y a los de
sus colegas en la empresa
fílmica. Talvez, debería decir en las empresas de
cinema, porque fílmica era para hacer cine, en
cuanto que cinema, es para proyectarlo. Un famoso tío
nuestro, muy tacaño, hijo de un hermano de nuestra abuela
materna, Luis Carretero – nuestra madre era Redondo Carretero-,
solo si él nos permitía ir al cine que 
administraba para su padre, nuestro tío abuelo Casto
Carretero Grajera-Molano, de Montijo, España
todos ellos, vecinos y amigos de Eugenia de Montijo, esa
señora que se casó un día con uno de los
mayores traidores del mundo, Luis Napoleón
Bonaparte- solo nos permitía, decía, ir en las
mañanas, cuando estaba a organizar la exhibición de
la película que exhibía, porque, como éramos
tantos sobrinos jóvenes, el pensaba que perdía
dinero si nos dejaba entrar en horas de exhibición normal.
Nuestro otro tío, José Vale, casado con la hermana
de Luis, Consuelo Carretero del Mudo, nos dejaba entrar y salir
tanto cuanto quisiéramos. Fue cuando vi, por la primera
vez, el filme ¡Viva Zapata!, con Marlon Brandon. Mis
sentimientos socialistas parece que ya estaban ahí,
porque, en 1853, con mis 12 años de edad. Cuando Zapata es
fusilado y pierde la batalla para libertar a su pueblo de la
opresión de los latifundistas y de las cargas de impuesto que la
Dictadura del ultraderechista y propietario feudal Porfirio
Días, había hecho caer sobre el pueblo, fue
necesario retirarme del cine, porque lloraba de rabia por la
injusticia cometida sobre personas que yo conocía muy
bien, al ser hijo, nieto, bisnieto y así para arriba, de
latifundistas chilenos. He visto el filme muchas veces, o la
"peli", como hoy en día se dice en Castellano: en cuanto
más corto se hable, mejor. Emiliano Zapata, en la realidad
fue un líder importante en la llamada
Revolução Mexicana de 1910 contra la ditadura de
Porfirio Díaz. Considerado uno de los héroes
nacionales mexicanos, Zapata es también la
inspiración para el movimento zapatista, iniciado en
el estado de
Chiapas.
[37]. Traduzco parte
del texto al castellano, para no perder las ligaciones del texto
citado. Bueno, el día siguiente, no sólo
conté la historia a las señoras, bien como la
actué y lloré. Gané un convite, para
disgusto de mis hermanas, a tomar el té en casa de una de
esas mamás. Mi mente inquisitorial era desarrollada por
leer muchos libros, pasar horas en el cine y oír todas las
comedias de radio que era
capaz, en los tiempos que no había televisión.

Paula debe haber heredado esa condición de preguntar al
mundo cómo es y cómo todo acontece, de esa mi
curiosidad. El deseo de defender al pueblo, me llevó a ser
Abogado primero, pero, insatisfecho con la injusticia de la ley,
me hice Antropólogo, especializado en sicología de
la infancia. Como Paula, sicóloga clínica, que
analiza niños, especialmente expatriados, para entender su
mente cultural, ese concepto creado por mí hace ya muchos
años. Pero no es por causa del papá pensar como
piensa, que ella hoy en día sea una buena madre y una
excelente analista.

Volviendo a Gloria, ella tenía lo que en Chile
denominamos antojo[38]. El primero fue querer
pasar su embarazo en la casa de la mamá, en Santiago de
Chile, donde, cada día, debía ir a comprar medio
kilos de almendras, que era su único sustento.
Después, pasó a las naranjas, lo que era bien
mejor, eran más… ¡baratas!. El Domingo 23 de Junio
de 1969,  fue el día de ir los dos solos a pasear por
nuestra querida y aventurera Avenida Perú, a la orilla del
mar, con mi mujer inmensamente gorda. Con su gravidez,
había ganado quince kilos de peso, que se fue todo en
agua. Al nacer Paula, pesaba apenas tres kilos y seiscientos
gramos, era un bebé pequeño, y pequeña de
cuerpo es como quedó, como su madre, mi mujer, y la madre
de mi mujer, Doña Amanda Castillo Serrano de
González. Esa fiel mujer, tierna y dulce cuando estaba de
buen humor, la mayor parte del tiempo diría yo, pero dura
y altiva cuando la historia no andaba como a ella le gustaba. Una
mujer calma y sin ansiedad, viuda muy joven pero, tan amante de
su marido, el General del Aire Raoul González Nolle de
Montjeville que está referido en todas las entradas del
sitio citado en esta página[39] y en las
páginas
web referidas en la misma nota.

Paula nunca conoció ese abuelo, que falleció muy
joven, por causa del corazón.
Pero no se olvida de él. Su madre, mi mujer, ha hecho un
culto de la memoria de
su padre y la casa de Cambridge está, hoy en día,
llena de fotos del
General, co-fundador de la Fuerza
Aérea de Chile, ese abuelo famoso de nuestras hijas. Ese
abuelo que, por orden presidencial y como Ayudante de Campo por
el ramo de la Fuerza Aérea, del Presidente Radical Pedro
Aguirre Cerda, y más tarde del otros Presidente Radical
Juan Antonio Ríos, fue a Alemania con el General en Jefe
de la Fuerza aérea de esos días, para comprar
aviones para el Estado de Chile. Tuvo la suerte de volar en el
famoso Graaf Zepellin, esa arma de combate creada en los tiempos
de Hitler y en el
cual Chile estaba interesado. La historia de la fuerza
aérea de Chile es singular[40].
Nació de una división del Ejército, en donde
una parte de los generales, querían adquirir aviones para
el Ejército, otra parte quería abrir, como en todos
los países ya existía, una nueva fuerza de armas,
independiente del ejército, autónoma y dependiente
solo del Presidente de la República, como está
mandado en las Constituciones de 1833 y de 1925, que definen que
la Soberanía de la Nación
está depositada en la persona del Presidente de la
República. Como Edecán Aéreo de dos
Presidentes, mi suegro estuvo en las Embajadas de
Alemania[41], Inglaterra y de los Estados Unidos,
para captar ideas para su querida fuerza aérea. La
Historia de la fuerza aérea está contenida en el
discurso del actual General en Jefe, que abre su discurso con
palabras históricas: Corría el año 1929 y el
Presidente de la República de la época, don Carlos
Ibáñez del Campo, manifestaba su
preocupación por la difícil comunicación con
la zona austral del país. El entonces Comandante Arturo
Merino Benítez le contestó con entusiasmo:
¡PRESIDENTE, YO TENGO UN CAMINO CONSTRUIDO: EL DE LOS
CIELOS DE CHILE!

Su afirmación tenía buen fundamento. Ya
existían los primeros caminos aéreos en los cielos
nortinos y nuestro fundador los visualizaba como la
solución más lógica
y moderna para comunicar a todo el territorio nacional.

El tiempo le dio la razón y a través de estos 75
años, nuestros antecesores hicieron…
[42]

Como decía, este es el abuelo que Paula, como Camila,
nunca conocieron, pero es de quién mas saben, por ese
culto de la mamá para su padre, que aún adora. La
casa toda está llena de recuerdos del General, a
quién correspondía, como he narrado en otro texto,
en la Editora en estos momentos, ser General en Jefe de la Fuerza
Aérea, por su Antigüedad y su brillante carrera, pero
el tercer Presidente Radical, referido por mí en ese otro
texto, como el "traidor", a pesar del apoyo dado a él por
el ya General del Aire González Nolle, lo llamó a
retiro y acabó con la carrera brillante de ese abuelo de
nuestras hijas. Fue uno de los motivos por lo que el murió
a los cincuenta y tres años de edad, en la gran casa que
vivían en la Avenida de Providencia, la base de la
aristocracia y alta burguesía de Chile en esos tiempos. La
madre de mi mujer, esa Abuela de nuestras hijas Amanda,
guardó luto hasta el día de su muerte, a los casi
noventa y tres años de edad. Ella había amado a ese
hombre profundamente, él había hecho de ella una
Señora elegante y muy bien vestida y, como era tan linda
como su hija, mi mujer, y nuestras hijas, sus nietas, con porte y
señorío, con calma e serenidad, como debe ser una
Señora en mi entender y en el entender de los hombres de
mi familia y de la familia de Gloria. En esos tiempos, uno de los
hermanos del General, el tío Higinio González
Nolle, era cónsul de Chile en París, como
está referido en la página
web, que cito en nota de pié de
página[43] . Tuvo que hacer de padre de mi
mujer y de su hermana. Era ya Agregado Cultural en la Embajada
Chilena de Alemania, a donde llevó a su cuñada y a
sus sobrinas, por casi más de un año. él fue
el padrino de bodas de mi mujer, al levarla del brazo al altar de
la Iglesia de
Apoquindo donde nos casamos, antes de ser restaurada. Fue
él quien me entregara a mi novia de la vida toda. El
día que prometí lealtad y cuidarla siempre, en la
alegría y en la enfermedad, que, de alguna manera, pienso
he hecho, con los altos y bajos de padres que, siempre bajo el
mismo techo, no se entienden siempre muy bien. Especialmente si
uno de ellos, en este caso yo, dedica mucho de su tiempo a su
investigación, vida académica,
escribir y vivir en aldeas, donde analiza niños, y tiene
también la muy inmerecida reputación de ser
mujeriego y tener amantes en secreto. No sé si hay Dios o
no, pero vamos usar la metáfora cristiana y lo vamos tomar
por testigo: la única mujer que he tenido en mi vida, es
la madre de mis hijas y la abuela de mis nietos. Por causa de que
nadie lo creía, fue necesário es que tuve que estar
un tiempo distante. Esto causó en mí una gran
depresión, que curé en Portugal, con un
sicoanalices de diez años.

Los hombres chilenos tenemos esa fama, muchas veces
no-merecida, de que no gustamos sólo de nuestra mujer,
bien como buscamos relaciones fuera de casa. Idea barata y
dañina, que llevó a mi mujer a una
depresión, a la anorexia de
otra, y tuvimos que vivir como padres separados dentro de la
misma casa, para las hijas no saber lo que pasaba. ¡Tontos
de nosotros! Los hijos de inmediato notan que alguna cosa ha
mudado, especialmente si los padres se hablan de forma
desencontrada, y con un cierto rencor. Pero creo que fuimos
suficientemente adultos para no envolver a nuestras hijas, tan
amadas por nosotros, en "cosas de adultos". Yo diría que
los niños deben ser tratados como
adultos y se les debe explicar lo que pasa entre sus padres,
especialmente, cuando la vida  es extraña, es decir,
cuando vivimos sin los nuestros y sin nadie que nos apoye en la
familia alargada.

No puedo llamar a esta parte del texto a analista ninguno, las
razones de la falta de unión emotiva, debe ser resuelta
por nosotros, especialmente si por medio hay hijos que deben ser
criados por la pareja que los puso en este mundo. Como comentaba
antes, ser papás es un esfuerzo inmenso, que todo adulto
debe tratar con su inteligencia y
concesiones, especialmente si son eruditos. Los hijos de los
eruditos, son los peores padres, como he observado en mi ya
prolongada investigación de más de cuarenta
años. El problema, entre otros, es que los padres agarran
taimas, es decir, son obstinados, persistentes en sus ideas e
sentimientos, insistentes en sus amarguras y alegrías,
porfiados en lo que piensan y sienten. La definición es
mía, combinando las palabras teima del
portugués, stubborn y persistant del
inglés, y mis propios conocimientos de lo observado y lo
vivido. La taima es, en lo que he observado, una actitud
emotiva infantil, que no encuentra alternativa para lo que
aborrece a la persona, o para lo que le parece mal de
quién lo acompaña. Allí es donde se inventan
historias y aparece la taima. Es un concepto quechua, introducido
en Chile antes de la llegada de los españoles, y que
pasó al castellano, donde de forma activa, como verbo,
existe mucho, y de forma pasiva, como sentimiento, es puede
esconder o camuflar.

Es mejor acabar el capítulo con una nota alegre. Cuando
Paula era pequeña, en nuestra primera casa de Edimburgo,
Craigentiny Crescent, estaba yo en el piso superior, en el
baño a despejar mi vejiga y Paula, de apenas un año
y pocos meses, que era nuestra grande alegría,
especialmente al verla subir las escalas a gatear, agarrada a la
baranda, como si fuera una señora gorda que mal
podía pasar de un sitio para otro. Andaba siempre tras de
mí, como hizo Camila, siete años después, en
Vilatuxe de Galicia,: el papá raramente estaba en casa y
pasó a ser su grande atracción. Paula en ese
día de 1969, andaba más rápida y, con esa
rapidez nueva y mi hábito de dejar siempre abierta la
puerta del baño, Paula entró, agarró mi
penis, esa novedad para ella, y esa novedad para mí. Nunca
me había pasado esa situación y en mi inocencia, no
sabía qué hacer, lamé a Gloria,
pregunté: ¿Qué hago? Y ella, muerta de la
risa, dijo, actúa de forma normal, sino la niña se
va a asustar, lo que no vale la pena. Fue lo que hice cuando,
siete años después en Vilatuxe, Camila, en nuestra
casa grande pero de un piso, entró a correr, se puso entre
mis piernas, volvió la cabeza para arriba, y quedó
¡llena de orina del papá! Nos reímos los dos,
tanto, que no podíamos parar. Tuve que darle un
baño…  Vidas divertidas, cuando estamos
felices…

3. – La primera
enfermedad

Es siempre la más temida, esa primera enfermedad.
Talvez, yo diría que toda enfermedad en un niño, es
el tormento de los papás. Si ya apenas sabemos lo que es
ser papás, mucho menos podemos saber como diagnosticar y
mejorar a nuestros hijos enfermos. El tiempo ayuda a entender las
enfermedades de
nuestros descendientes. El problema es en medio entre la primera
vez que el primer hijo se enferma, y la segunda vez que la
enfermedad acontece. Con un segundo hijo, ya es diferente, todas
las enfermedades del primero, se reproducen en el segundo, apenas
que ya estamos advertidos y el miedo es menor. Pero el miedo es
miedo igual: los papás nos sentimos impotentes de defender
a nuestros descendientes que tanto amamos y los queremos ver
siempre sonrosados y alegres. Es por eso que recurrimos o a la
familia o a otros padres, para darnos noticias. El
hecho de tener hijos enfermos, ha llevado, en los tiempos de hoy,
a formar asociaciones de padres con hijos enfermos, o
crónicos o apenas una gripe.

Esas asociaciones no existían en el tiempo en que
nuestras hijas eran pequeñas y se enfermaban.
Había, como conté en capítulos anteriores,
las mamás nuestras, las abuelas de nuestros hijos, para
preguntar. ¡Era como un sahumerio! Lo que nuestras madres
decían, era un santo remedio.

Nunca olvido el día en que Paula, con seis meses de
edad, tuvo su primer resfrío. Hicimos, o más bien,
yo hice, porque mi mujer era paciente y sabía lo que se
podía hacer: esperar, sin embargo decidí realizar
dos cosas. La primera, fue llamar por teléfono al pediatra
que trataba de nuestra hija, que la había vacunado contra
todo tipo de enfermedades, casi como si la hubiera inmunizado
contra todo tipo de hechizos, o eso nos parecía a
nosotros, o a mí. Me parecía que todo lo que se
hiciera, era poco para nuestra primera hija. Nuestro pediatra me
parecía un santo, ese médico, por nombre,
Ángel Machiavelo, de Viña del Mar, el más
afamado y más visitados por los papás que
tenían medios para pagar, porque su fama hacía
parte del precio de la consulta. No había familia "bien",
si no iba a la consulta de este Pediatra. Como padres nuevos y
orgullosos, seguíamos la corriente. Cada vez que
encontrábamos a alguno de familia o amigos,
preguntábamos cuál era su médico
pedíatra, y la respuesta era inmediata, el Dr. Machiavelo,
por supuesto, m"hijo[44], con un aire de languidez
Tenía el poder de curar, ese poder que, desde el
día en que fui papá, yo hubiera querido tener. Eran
los días en que, padre novato, me maldecía por
haberme hecho Abogado y no Licenciado en Medicina, una
de mis alternativas al escoger profesión a los 17
años. Las Leyes y el
Derecho no curaban a nuestra hija enferma, pero, por lo menos,
daba dinero para pagar los médicos. Una tía
nuestra, Adriana Carretero del Mudo, era Médica
Pedíatra y Directora clínica del Hospital de San
Juan de Dios, en Santiago de Chile. A ella recurríamos
mucho cuando nuestras hijas se enfermaban. Pero, el dictado de
médico, cúrese a sí mismo, no funcionaba,
era necesario ir a nuestro pedíatra. Adriana Carretero se
había casado con Michael Eckhart, de Viena de Austria, y
tenían la única hija, que ellos adoraban. Como
nosotros a las nuestras. Entre la dirección de Hospital, el cuidado de la
hija y su inmenso amor por su marido y nuestros viajes, no
había más tiempo para encontrarse. La última
vez que la vi fue, fue en nuestro regreso a Chile en los
años 70, nos saludamos con todo amor, me felicitó
por mis estudios, respondí que en breve iríamos
otra vez a Gran Bretaña para mi doctorado, y ella, en su
buen humor, comentó a las carcajadas. " ¡Este
Raúl!, Acaba de llegar, y ya se quiere ir de nuevo

Fue la última vez que la vi o he sabido de ella.
Agregó:"hombre, quédense, acá, hacen
falta
". La única socialista de nuestra extensa
familia. Era casi una premonición mía, yo no
sabía que iba a tener que volver, en breve, por la fuerza
de la historia de
Chile, como relato en otro libro.

Bueno, en esa mi  costumbre de desgarrar el texto
central, iba dejando de parte la historia de la primera
enfermedad de Paula. El día que Paula se enfermó
por la primera vez, quedé deshecho, llamé primero a
nuestra madre, que me dio apoyo y dijo que era normal que los
bebés se resfriaran y que lo que debía hacer era
poner agua a hervir en el cuarto de la niña, para que el
vapor la ayudara a respirar. Lo hicimos de inmediato. Sin
embargo, no podía separarme del lado de su cuna, esa
cama-cuna con barrotes, muy antigua, toda pintada de blanco, en
acero macizo, que
Mariana Giacaman nos había prestado, la cuna de ella en
bebé, la cuna que Panchito, el hijo de ellos, iría
a ocupar después, y que fue, antes, fue usada por Paula.
Tenía los ojos rojos y las lágrimas del
resfrío caían cara abajo y nariz abajo. No fui a
trabajar y pasé el día todo al lado de nuestro
bebé. Gloria me dijo que así no le dejaba
descansar, que ella tenía que reposar y dormir para
mejorar, y se moría de la risa al ver el escándalo
que yo hacía… por un simple resfrío. Salí
a la calle, en mi exacerbación compré un
xilofón para ella jugar, olvidándome que un
bebé tan pequeño, de ocho meses apenas, no
podía manejar ese tipo de instrumento. Tocaba para ella la
típica canción inglesa para adormecer a los
niños pequeños, cuya letra y pentagrama
venían en la caja de música, es
canción que en inglés se llama "Little
Star
", canción que pasó a ser casi un himno de
familia hasta el día de hoy. La canto a los hijos de
Paula, que, ya crecidos, no agarran papa[45].
Oír la canción del Opa Daddy o Abuelo en
Neerlandés, o Holandés, como es vulgarmente llamado
en Castellano. Fue necesario aprender otras canciones para
nuestras hijas crecidas y para nuestros nietos, siendo ellos los
que, hoy en día, me cantan a mí. Nietos, ese placer
de los dioses que, en el día de la enfermedad de Paula, ni
imaginábamos que íbamos a tener. Estábamos
tan ocupados con el crecimiento de ella en esos días, y de
Camila después, que no pensábamos en el futuro de
ellas. O de ella, en singular, por ser apenas una hija que
teníamos, en la fecha a la cual me refiero.
Estábamos a preparar nuestra ida Gran Bretaña para
hacer mis cursos de pos graduación. Partimos y ahí
fue que aprendimos que, si no hay familia, hay una forma de
ayudarse, al buscar compañía en Asociaciones de
padres, referidas así: La enfermedad de un hijo o hija
es una noticia difícil de asimilar. Causa un impacto
importante que, sobre todo en los primeros momentos, hace
imprescindible el apoyo de otras familias que han pasado por la
misma experiencia. Las asociaciones de padres con hijos enfermos
aseguran que el apoyo mutuo es clave para superar el desconsuelo
y la incertidumbre de quienes se enfrentan a esta terrible
situación. Por ello, se encargan de informar a las
familias sobre cualquier duda acerca de la enfermedad, organizan
terapias de grupo para
intercambiar experiencias y programan actividades de ocio para
que los más pequeños disfruten, dentro de lo
posible, de una vida prácticamente
normal[46].
  Hoy en
día, sé que este tipo de colaboración
existe, por causa de que mi antiguamente enferma hija Paula, ha
hecho un convenio con sus vecinos y amigos, para hacer turnos con
ellos los Sábados: las niñas hacen ballet, los
niños van a la piscina, llevados en automóvil por
uno de ellos. Es como aconteció conmigo durante un tiempo,
cuando mi mujer estaba enferma y fue preciso ir al Hospital con
ella, como relato en otro libro sobre el tema. En los años
setenta y en Cambridge, era la Parentless Children"s
Association
o Asociación de Hijos sin Padres o
Madres
, es decir, cuando faltaba un miembro de la pareja,
asociación referida en las varias entradas de la
Asociación que paso a citar en la nota de pié de
página[47].

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