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Violencia en los medios. La televisión, ¿espejo, o detonador de la violencia en la sociedad? (página 2)



Partes: 1, 2

En 1976, en Canadá, la Comisión Real sobre la
Violencia en
la Industria de
las Comunicaciones, conocida como la Comisión
La Marsh, estableció la siguiente definición:
"Violencia es la acción
que introduce miedo o dolor en la constitución física,
sicológica o social de las personas o grupos". En los
medios, se
dijo en ese estudio, "la violencia representada en cine, televisión, audio, impresos o
interpretaciones en vivo, no es necesariamente la misma violencia
de la vida real. Las cosas no violentas en la realidad pueden ser
violentas en su dramatización. La violencia presentada en
los medios, puede llegar a mucha gente, en tanto que la violencia
real posiblemente no. Los medios pueden emplear muchos recursos
artificiales para aminorar o amplificar sus efectos emocionales y
sociales"  [12].

   Definir a la violencia no siempre es sencillo,
especialmente cuando se trata de los reflejos o expresiones de
ella en medios de comunicación. Estos, son antes que nada
intermediarios que propagan lo que hacen, dicen o quieren otros
actores sociales. Pero no son espacios neutrales que reflejen sin
énfasis esas realidades. Hay ocasiones en las que es
evidente cuándo un gesto, una frase o un hecho, son
violentos en los medios. Pero no siempre es posible distinguir
con facilidad entre la violencia en sí, que acaso pueda
ser alevosa, ventajosa y de consecuencias lacerantes y la
violencia como espejo de actitudes y
hechos que existen en la realidad.

   En los medios, no hay mensaje inocente. Es decir,
no hay contenido en el cual, como sugería McLuhan, el
mensaje no esté imbuido del medio. Si eso vale para los
contenidos de ficción, más peculiar puede ser el
sesgo que los medios impongan a un acontecimiento violento, o
considerado como tal, de la vida real. La profesora
brasileña Elizabeth Rondelli ha escrito, en tal sentido:
"Los media no sólo se refieren a los actos
violentos sino que también ejercitan un cierto grado de
violencia al mostrarla al público, a partir de sus modos
propios de enunciación. Ese gesto de violencia
simbólica ocurre debido al poder que
los medios de
comunicación tienen de interceder en la realidad,
extrayendo de ella hechos, descontextualizándolos,
nombrándolos, categorizándolos, opinando sobre
ellos y exponiéndolos en las imágenes,
a veces exorbitantes, de los closes y big closes"
[13].

   Al referirnos a la violencia en los medios, es
difícil distinguir entre las maneras como son presentados
la narración ficticia o los hechos reales y la
categorización o descontextualización que la
comunicación de masas impone sobre ellos. Es
importante tener en cuenta esa distinción cuando se
reflexiona sobre los alcances sociales de la violencia tal y como
es presentada en los medios.

   También incierto, o en todo caso motivo de
un debate
aún sin resultados concluyentes, es el asunto de si la
violencia en los medios propicia, o no, actitudes violentas en
sus espectadores. En febrero de 1996, se comenzó a
difundir en los Estados Unidos el
Estudio Nacional Mediascope sobre Violencia en
Televisión
(NTVS), resultado de un proyecto de tres
años y que es considerado como la
investigación más seria sobre el contexto en el
cual aparece la violencia en ese medio. Fueron seleccionados al
azar 23 canales de cable, cuya programación fue revisada en un lapso de 20
semanas. De allí se conformó una muestra de 2693
programas en
la TV por cable, que ocuparon un total de 2500 horas de
transmisión.

   Los autores de esta indagación encontraron
que los espectadores de estos programas:

   "-Aprenden a comportarse de manera violenta,

    -Comienzan a ser más insensibles a
la violencia y

    -Comienzan a ser más temerosos de
ser atacados" [14].

   Los perpetradores de delitos,
quedaban impunes en el 73% de todas las escenas violentas.

   En el 47% de los hechos de violencia, no se
apreciaba perjuicio para las víctimas y en el 58%, no se
mostraba dolor. Sólo el 16% de todos los programas
indicaban el efecto negativo a largo plazo de la violencia, tanto
sicológica como financiera y emocionalmente. En el 25% de
los hechos de violencia, se encontró la presencia de
armas de
fuego. Y sólo el 4% de los programas violentos,
enfatizó el tema de la anti-violencia [15].

¿Propicia
más violencia la violencia en los medios?

Esa es la pregunta cardinal y que más debate suscita,
en la evaluación
de los contenidos de esta índole en los medios de
comunicación. El profesor
Brandon Certerwall, de la Escuela de
Salud
Pública de Washington, asegura que "si no hubiera
televisión, hoy habría 10 mil
asesinatos, 70 mil violaciones y 700 mil asaltos callejeros menos
al año en Estados Unidos" [16].

   También tajante pero además
paradigmática del pesimismo ante el poco efecto de las
indagaciones académicas al respecto, ha sido la
opinión y la actitud del
mencionado profesor George Gerbner, de la Escuela Annenberg de
Comunicación de la Universidad de
Pennsylvania, quien después de más de cuatro
décadas de investigar el contenido en los medios
decidió pasar, de la academia, al activismo social. Este
especialista, fundó el 17 de marzo de 1996 el Movimiento por
el Ambiente
Cultural, en cuyo consejo consultivo participan varias docenas de
los más destacados investigadores de la
comunicación de masas en todo el mundo.

   El doctor Gerbner había preparado en 1988
para la Unesco,  el fundamental informe
Violencia y Terror en los Medios de Comunicación.
Allí se ofrecen los resultados de diversas investigaciones
en el mundo, acerca de la violencia reportada o desplegada en los
medios y la violencia en la sociedad. El
informe, se sustentó en las respuestas de más de
4600 peticiones de datos sobre el
tema que circularon en la comunidad
académica internacional y fue complementado con
indagaciones en bibliotecas y
archivos de
todo el mundo.

   Ese estudio para la Unesco informó que
según la evidencia disponible, "la exposición
constante a las historias y escenas de violencia y terror, pueden
movilizar tendencias agresivas, desensibilizar y aislar otras,
intimidar a muchos y disparar acciones
violentas en algunos". Y concluía: "Hay una
relación entre la violencia reportada por o desplegada en
los medios y la violencia individual o de grupo, que es
una realidad en las sociedades de
nuestros días". [17]

   Para algunos especialistas, el problema no es
sólo la cantidad de escenas violentas sino también,
el carácter específico de la
televisión como medio abierto a todos los
públicos, que consumen prácticamente cualquier
mensaje que se presente en la pantalla. "Mucha gente no tiene que
esperar, planear o actuar para ver la televisión, porque
la TV está encendida más de siete horas diarias en
el hogar estadounidense promedio. Llega a nosotros de manera
directa. Se ha convertido en un miembro de la familia,
contándoles historias paciente, compulsiva,
infatigablemente. Podemos elegir si leemos el New York
Times
, o a Dickens, o un libro de
entomología. Nosotros escogemos escuchar a Bach o a
Bartok, o al menos una estación de música
clásica, o una estación de jazz, o de rock. Pero a la
televisión, simplemente la miramos -sólo es preciso
encenderla y mirar qué es lo que hay–" [18].

La respuesta
cautelosa: no sabemos

En 1993, a raíz de una célebre petición
suscrita por un millón 300 mil ciudadanos para que fuera
expedida una legislación capaz de restringir la violencia
en los medios, la Casa de los Comunes del Canadá
formó una Comisión para estudiar este asunto.
Después de hacer indagaciones propias y de escuchar
opiniones en audiencias parlamentarias, ese grupo de trabajo
concluyó:

   "El Comité recibió las
recomendaciones de los expertos acerca de que la violencia
televisiva ocasiona tendencias agresivas y comportamientos
antisociales en los individuos. El Comité comparte las
conclusiones de los científicos sociales de que las causas
de la violencia son muchas, complejas y en ocasiones
interdependientes. Sin embargo, la evidencia científica
sobre los efectos de la violencia en al televisión,
según se nos dijo, es desigual y muy a menudo no
concluyente, es débil y contradictoria
. Enfrentados a
la difícil tarea de determinar a cuál evidencia
creer, tenemos que asumir la prudente perspectiva de que la
violencia en televisión es uno de los muchos factores de
riesgo que
pueden contribuir a las tendencias agresivas y el comportamiento
antisocial. Hemos encontrado claramente que la violencia
desplegada en la televisión, refleja y moldea actitudes
sociales insalubres. El alcance de sus efectos y la naturaleza
precisa de la relación causal entre la violencia vista en
la televisión y la violencia perpetrada en las vidas
cotidianas de los canadienses, no son claros y requieren de
futuros estudios.

   "El Comité ha concluido que, aun cuando
puede ser menor el riesgo de que la violencia en la
televisión provoque tendencias agresivas y antisociales en
ciertos individuos y posiblemente nunca sea probado de manera
concluyente, tampoco puede ser ignorado. La falta de conclusiones
definitivas de ese riesgo, nos ha mantenido distantes de
recomendar que el gobierno legisle
ahora en contra de la violencia en la televisión. En lugar
de eso, hemos llegado a la conclusión de que el problema
de la violencia en la televisión debería ser
enfrentado de manera cooperativa,
por parte de todos los actores, incluyendo a la industria, los
padres y los gobiernos y con una mínima
intervención legislativa. Simplemente legislar,
generalmente en contra de toda la violencia en la
televisión, podría ser un acercamiento draconiano
para enfrentar lo que sólo es una pequeña parte de
un problema mucho mayor: el problema de la penetrante violencia
en nuestra sociedad" [19].

   Legislar contra los contenidos considerados como
violentos implica riesgos, entre
otros, para la libertad de
expresión. Sin precisiones suficientes –y cuando una
ley requiere
demasiadas explicaciones o ajustes casuísticos entonces no
es una ley clara– podría vetarse tanto a la violencia en
una serie televisiva sobre kung-fú, que en la
transmisión de un juego de
basketball o en
las noticias sobre
una manifestación callejera que terminó en
enfrentamiento. De allí a los vetos políticos con
pretexto de proteger a los televidentes de escenas violentas,
habría poca distancia.

   Pero al mismo tiempo, a
fuerza de
reparar en las desventajas de censura y autoritarismo posibles en
la fiscalización sobre los medios, las sociedades y los
gobiernos en los países en donde el de la violencia en los
medios ha sido tema recurrente en la agenda de los asuntos
públicos, se han quedado sin hacer nada, o haciendo poco.
A últimas fechas, a partir aproximadamente de 1995, en
distintos países se han desplegado algunas iniciativas
novedosas, que comentamos en las páginas finales de este
ensayo.
Mientras se evalúan los resultados o no de esos intentos,
puede considerarse que a lo más que se ha llegado para
atenuar los contenidos violentos, es a exhortaciones a la
responsabilidad de las empresas de
comunicación y, en algunas ocasiones, a la promoción de medidas para que los
televidentes, desde niños,
aprendan a leer a los medios, es decir, a entender,
discriminar y elegir dentro de la miríada de mensajes que
nos ofrecen a cada momento. El contexto social y familiar, en
todo caso, parece ser incuestionablemente influyente para
determinar en qué medida afectan, o no, los mensajes
violentos.

   Un muy amplio estudio realizado recientemente
también en Canadá, sobre los efectos de la
violencia televisiva en los niños, era menos tajante que
el anterior:

   "Ninguna investigación ha examinado
específicamente de qué manera el contenido violento
afecta a los niños, pero hay alguna evidencia de que los
niños pueden imitar el comportamiento de la
televisión cuando dicho comportamiento es presentado de
una manera simple, sin aspavientos e instruccional"

   Esa investigación, ofrece descripciones
específicas de la conducta que ante
los medios asumen niños y adolescentes
según sus edades y al cabo de una muy detallada
revisión, concluye:

   "Hay ciertas cosas que los padres pueden hacer
para influir en el efecto que el contenido de la
televisión tiene sobre sus niños. Sin embargo, un
medio de entretenimiento que se propone satisfacer las
necesidades del público canadiense, no debería
estar saturado de contenido de tal manera potencialmente
dañino, que los padres sean considerados negligentes si no
están revisando constantemente qué es lo que miran
sus hijos en la televisión. Los niños cuyos padres
tienen la
motivación y los recursos para ser intermediarios
activos y
vigilantes, podrán evitar muchos de los efectos negativos
del contenido violento. Pero no todos los padres harán eso
y, en realidad, los niños que suelen ser más
vulnerables a los efectos de la violencia en la televisión
pueden ser los únicos cuyos padres están menos
dispuestos a ser mediadores vigilantes (por ejemplo, los padres
abusivos o los padres de familias con penurias).

   "Es completamente cierto que la violencia en la
televisión no origina todas las causas de agresividad
infantil y también es verdad que algunos niños
son más susceptibles que otros a ser afectados por la
violencia televisiva, y de todos modos esos son los niños
que son más potencialmente agresivos. Pero el efecto de la
violencia televisiva conduce a esos niños "en riesgo" a
ser más agresivos de lo que serían en otras
circunstancias. Y aunque el grupo especialmente en riesgo
debería ser una minoría de los televidentes,
tienden a ser mayoría entre los agresores. Este hecho los
hace, así como al contenido violento en la
televisión, merecedores de nuestra atención" [20] .

   Grupos de niños que ese estudio
identificó como especialmente vulnerables a la violencia
en los medios y de manera particular en la televisión,
son: niños de grupos minoritarios y de inmigrantes,
niños emocionalmente perturbados o que tienen dificultades
de aprendizaje,
niños de los que han abusado sus padres, familias con
problemas
("los niños cuyas familias tienen más altos niveles
de stress ven más televisión")
[21].

   Aquí, el examen del tema que nos ocupa se
enfrenta lo mismo a una patente carencia de estudios
empíricos, que a una enorme cuestión sin resolver
en la investigación sobre medios: ¿en qué
medida la televisión, o la radio o la
prensa,
imponen sus imágenes sobre la conducta de quienes reciben
sus mensajes? Recuerda un acucioso investigador colombiano, Jorge
Iván Bonilla Vélez, que: "ya los mensajes no
actúan como una aguja hipodérmica que afecta
a todos por igual sino a determinados grupos, pero que los medios
de comunicación engendran la violencia, no tiene
discusión" [22].

   En los Estados Unidos y en clara
aceptación de la complejidad al mismo tiempo de la
urgencia que le reconocen a este asunto, la Coalición
Nacional sobre la Violencia en Televisión, pudo concluir
que:

   "A estas alturas, ha llegado a ser evidente para
los investigadores de los medios, que no hay un solo estudio que
establezca a la violencia en la televisión como "causa" de
agresividad o de comportamiento violento, pero la
televisión es, ciertamente, un "factor que contribuye" al
comportamiento agresivo de los individuos y al problema de la
violencia en la sociedad" [23].

   ¿Síntomas o causas de la violencia?
Los medios de comunicación, desde luego, reflejan aristas
de una realidad tan compleja como no siempre agradable, ni
reivindicable. Pero no hay medio sin operadores que tienen a su
cargo la decisión de qué presentar y qué no
y sobre todo, con qué espacios, formatos, intensidades
discursivas, o que deciden en qué contexto -o en ninguno"
presentan un hecho violento, ya sea real o ficticio.

   Y así como es posible exigirles a los
medios que pongan en contexto los hechos de violencia que
propagan, también sería pertinente, en cada caso
específico, identificar la situación o las
condiciones en las cuales presentan uno u otro mensajes.
Marcelino Bisbal, periodista e investigador venezolano, ha
alertado sobre algunas dificultades en la reflexión sobre
este tema. Entre otras: "Pensar los medios en términos de
"culpabilidad"
frente a los hechos de violencia, parece ser una mirada
simplista. Esta visión despoja al conflicto de
su contexto y de su sentido más profundos; es decir,
"ignora las íntimas relaciones que existen entre lo que
dicen los medios y lo que puede decir, ver y escuchar una
sociedad sobre sí misma " " [24].

   Como quiera que sea, ante la violencia en los
medios y específicamente en la televisión, en
distintos países ensayan opciones que van desde la
formación de grupos ciudadanos para presionar a las
empresas de comunicación y a los gobiernos, hasta el
diseño
de recursos tecnológicos para detectar y, en todo caso,
vetar, la recepción de programas de contenido violento. A
continuación presentamos un breve repaso de algunas de
esas medidas. 

Acción
comunitaria. Saber leer a los medios

En varias naciones y ahora incipientemente en México,
aunque con rasgos peculiares en cada caso, se conocen
experiencias de grupos
sociales e incluso de instituciones
de radiodifusión, que se manifiestan y proponen algunos
lineamientos jurídicos, morales o didácticos
delante de la violencia en los medios.

ü     El Movimiento por el Ambiente
Cultural del ya citado doctor Gerbner, tiene una
"Declaración de Independencia
de los Espectadores", en uno de cuyos 8 puntos se señalan,
después de un diagnóstico de la concentración de
las empresas de comunicación y la influencia enorme de los
medios en la vida contemporánea, los siguientes efectos,
que son calificados como "distorsiones del proceso
democrático":

   "Las consecuencias humanas también son de
largo alcance. Incluyen los cultos de la violencia en los medios,
que desensibilizan, aterrorizan, brutalizan y paralizan; la
promoción de prácticas insalubres que ensucian,
drogan, hieren, envenenan y matan a millares todos los
días; representaciones que deshumanizan, estereotipan,
marginalizan y estigmatizan a las mujeres, a los grupos
étnicos y raciales, a los gays y lesbianas, a las personas
de edad o física o mentalmente incapacitadas y otros fuera
del contexto cultural" [25].

ü     La Asociación de
Radiodifusores de Canadá, desplegó en 1994 la
Campaña Nacional en Contra de la Violencia, para la cual
destinó 10.6 millones de dólares (canadienses) en
tiempo radiofónico y televisivo al aire. "Los
mensajes recordaron a los canadienses que la violencia tiene
víctimas en todos nosotros y que debemos ser parte de la
solución " [26].

   En los siguientes dos años, 1996 y 1997,
los radiodifusores canadienses sostienen una campaña
denominada "Violencia: Usted Puede Hacer la Diferencia", que
incluye una nueva remesa de anuncios en radio y
televisión y un paquete de "Sugerencias para la
acción contra la violencia" que contiene información para ser empleada por
radiodifusores, legisladores y profesores en escuelas de
comunicación. [27]

   Una de las peculiaridades de la experiencia
canadiense, es que los industriales de la radiodifusión
comparten las exigencias para atajar la violencia en los medios.
Esto se explica en virtud de los rasgos culturales de la sociedad
canadiense pero, también, debido a que una parte
considerable del sistema de radio
y televisión en ese país es de carácter
público.

ü     En México, en 1997
surgió el grupo denominado "En los Medios, A Favor de lo
Mejor", conformado por varias docenas de agrupaciones civiles
preocupadas, entre otras cosas, porque:

"Hoy, los mexicanos nos enfrentamos al daño
que está causando el avance de la violencia, el desorden
sexual y el menosprecio de los valores
fundamentales de la familia"
[28].

   ¿Qué desea ver en su hogar?,
preguntan a los ciudadanos los promotores de esa
coalición. Y responden ellos mismos: "La amplia
mayoría de los integrantes de la sociedad deseamos unidad,
tranquilidad, ayuda, confianza, cariño. Queremos inocencia
y ternura en nuestras niñas y niños. Queremos
ideales, dignidad,
virtudes en nuestras jóvenes y nuestros
jóvenes…  Queremos que se aprecie el valor de la
familia, el matrimonio, los
buenos modales, la consideración a los mayores, el
respeto en
el lenguaje"
[29].

   En consecuencia, esos grupos proponen mayor
vigilancia por parte de padres de familia, exigencias a los
medios que pueden llegar a la promoción de sabotajes
publicitarios y la posibilidad de renovar las leyes para los
medios.

En esa campaña, que en la primavera de 1997 se propuso
reunir varios centenares de miles de firmas, se mezclaba el
asunto de la violencia con los criterios de moralidad
privada que a los directivos de tales grupos les parecían
pertinentes. Ya se han conocido cuestionamientos a esa postura
que, con el trasfondo o el pretexto de aminorar la violencia,
puede propiciar actitudes de nueva intolerancia no sólo
respecto de los contenidos en los medios de comunicación,
sino respecto de conductas u opiniones que los defensores de "lo
mejor" consideren no aceptables [30].    Esa campaña
contó con la colaboración de la cúpula de la
iglesia
católica, con lo cual adquiría una
definición ideológica todavía más
parcial [31].

Remedios, o paliativos.
Códigos de conducta

La autorregulación, es uno de los caminos que han
encontrado medios de comunicación en todo el mundo para
atenuar, o en todo caso prevenir ante mensajes considerados como
delicados, o que no se estiman sean para todos los
públicos.

ü     Hay varias experiencias al
respecto. Entre otras, la Asociación Canadiense de
Radiodifusores expidió en septiembre de 1996 su "Código
Voluntario Acerca de la Violencia en la Televisión".
Allí propone, antes que nada, que: 

"Los radiodifusores canadienses no deberán transmitir
programación:

      *que contenga violencia
gratuita en cualquier forma

      *que avale, promueva o maquille
a la violencia" [32].

   Además, se sugieren reglas
específicas para la transmisión de
programación infantil, el establecimiento de horarios en
la programación de adultos, un sistema de
clasificación, advertencias sobre el contenido de los
programas, programación noticiosa y violencia en contra de
las mujeres, grupos específicos, animales y en
programas deportivos.

Clasificaciones

En varios países, los criterios para clasificar
contenidos violentos han sido tema de intensos debates. Casi
siempre, el establecimiento de categorías para separar los
mensajes considerados como apropiados para todo público de
aquellos que se piensa deben ser vistos por públicos de
edades específicas, toma en cuenta la violencia pero
además otras consideraciones morales, legales y/o
éticas.

ü     En Francia, el
Consejo Superior del Audiovisual comenzó a utilizar, a
fines de 1996, un nuevo código de "clasificación de
las obras susceptibles de afectar la sensibilidad de las
minorías" y que cataloga los grados de "violencia o
erotismo, las películas, telefilmes, series, dibujos
animados y documentales" en cinco categorías
[33].

ü     En los Estados Unidos,
después de recurrentes quejas y presiones del gobierno
federal, las principales cadenas de televisión y otros
directivos de la industria del espectáculo, aceptaron en
1996 establecer un sistema voluntario de clasificación
(raitings) que comenzaría a ponerse en
práctica al año siguiente. [34]

Recursos
tecnológicos. El V –chip

ü     Desde comienzos de 1996, la
legislación estadounidense obliga a los fabricantes de
televisores a instalar el "V –chip" que es un microcircuito de
computadora
que permite a los padres de familia bloquear los programas
cuestionables. El chip, para funcionar, requiere que las
estaciones televisoras incorporen a sus programas un sistema de
clasificación capaz de alertar cuándo será y
está siendo transmitido un programa
considerado como violento. Ese dispositivo es capaz de leer la
información y prevenir a los padres, con un aviso en la
pantalla del televisor, sobre los programas clasificados como
"violentos", o como "objetables" por su contenido. También
es posible que los televisores sean impedidos para recibir ese
tipo de programación, excepto cuando los padres de familia
introduzcan una clave para "desbloquear" la protección
anti-violencia.

No basta, aunque hay quienes sostienen que ese aditamento
puede ser útil. La Coalición Nacional sobre la
Violencia en Televisión, defensora del V -chip ha
considerado, sin embargo, objeciones y limitaciones como las
siguientes:

   "El V -chip no es sustituto de la disciplina que
debe tener la industria (de la radiodifusión).

-En áreas de alta criminalidad, donde los niños
ven un 50% más de televisión, el V -chip no
podría ser empleado.

   -Los adolescentes encontrarán alguna forma
de eludir el chip.

-Ellos, se reunirán a ver los programas en las casas de
otros muchachos.

-Tomará años instalar el V -chip en todos los
televisores. La televisión necesita ser limpiada
ahora.

-¿Distinguirá el V -chip entre la violencia
gratuita y glamorizada y la de otros tipos?

-¿Echarán fuera los radiodifusores toda
programación condenada por ser violenta?

-Será una ventaja para la televisión por cable y
un problema para la televisión abierta. Todavía,
esta última es la que hace más progresos en
aminorar la violencia.

-Para los muchachos varones de entre 10 y 14 años, una
clasificación negativa será un atractivo
adicional.

   -En suma, el V -chip es un truco" [35] .

Las dudas sobre la eficacia de ese
dispositivo, siguen siendo muchas. ¿Qué
clasificación sería satisfactoria y para qué
segmentos de televidentes? ¿En qué medida las
grandes empresas de comunicación están dispuestas a
sacrificar al menos en parte los rendimientos financieros
fáciles que supone la transmisión de programas
violentos, a cambio de
ganar algo de legitimidad entre sus públicos? Hay
programas, como hemos apuntado, que son indiscutiblemente
violentos. Pero, por ejemplo, ¿y las caricaturas, en donde
la violencia es ingrediente cada vez más frecuente y,
casi, garantía de audiencias infantiles?; ¿y en el
plano deportivo, el rugby o la lucha libre, para no hablar de los
incidentes en algunos partidos de futbol soccer? La
NCTV estima, en fin, que "el V -chip no es ni la solución,
ni una tontería. Es una herramienta que un padre puede
usar como auxilio para monitorear lo que sus niños
están viendo. Los padres, siguen teniendo la
responsabilidad. Necesitan ser más atentos respecto de los
tipos de programas apropiados para las edades específicas
de los niños. Hasta ahora, los programas en
televisión estaban dirigidos a una audiencia general. El
problema es que un programa apropiado para una "audiencia
general", a menudo no es apropiado para un niño de cinco
años" [36].

En varios países de Europa, el V
-chip ha sido aprobado en términos generales pero hay
problemas prácticos para que funcione. En noviembre de
1996, el Parlamento Europeo admitió su introducción en un proceso de dos
años, pero pocas semanas después se
reconoció que los costos de esa
operación tecnológica y los plazos requeridos para
ella, serán mayores de lo que se pensaba [37]. En los Estados Unidos, en donde se venden
24 millones de telerreceptores cada año, se estimaba que
para febrero de 1998 todos los televisores de nueva
fabricación debían tener ese dispositivo
[38].

En México, el asunto del V -chip ni siquiera ha formado
parte de la discusión en, ni respecto de, los medios de
comunicación. Entre las pocas alusiones a ese recurso
está el comentario de un analista constante de estos
temas, Francisco Báez Rodríguez, quien ha
considerado que gracias al V –chip, "es cada adulto el que se
hace responsable por lo que ven sus hijos, el que reconoce a
qué dosis de complejidad (o de sexo,
violencia o léxico vulgar) pueden ellos someterse"
[39].

Realidad y
fantasía

La violencia, como es tan cotidiana y desdichadamente obvio,
forma parte de nuestra realidad. Hay quienes dicen que, por ello,
los medios de comunicación no pueden soslayarla. Pero una
cosa sería ocultarla  –lo cual resultaría tan
imposible como increíble– y otra, magnificarla cuando se
la muestra en medios como la televisión.

   Los medios no sólo propagan mensajes;
además los modulan, según los presenten. Desde el
comienzo de la televisión y durante muchos años, la
violencia en ese medio se encontraba fundamental, o casi
exclusivamente, en series y películas de ficción.
De poco tiempo a la fecha, gran parte del contenido violento
está en programas de noticias o de reportajes, algunos de
los cuales, precisamente, tienen como tema principal la
exposición de hechos dominados por acciones agresivas.

   Los programas de periodismo
tabloide, como se les denomina en Estados Unidos y que entre 1995
y 96 entraron con ímpetu en la televisión mexicana,
medran con acontecimientos violentos; no solamente distorsionan
la realidad al presentar sólo o preferentemente sus
aspectos más agresivos, sino además hacen
proselitismo en favor de ella. Se trata de espacios televisivos
que contradicen la responsabilidad
social que en términos morales pero también
legales, incluso en México, tienen –o deberían
tener– las empresas de comunicación
social.

    Los empresarios de la televisión
suelen alegar que a la gente le gustan las series de nota roja.
El problema es con qué parámetros, qué
tradiciones, qué ausencia de verdadera competencia –en
el caso mexicano–, se ha desarrollado el gusto popular que, por
lo demás, no es tan homogéneo como los empresarios
y publicistas de los medios suelen considerar.

   La nota roja suele ser es campo propicio para
describir realidades de una sociedad compleja. La crónica
periodística y la sociología de casos específicos,
llegan a enriquecer ese recurso. Sin embargo, cuando a ese
género
se le toma como fin en sí mismo, el enorme riesgo del
sensacionalismo tiende a dominarlo todo. Enrojecidas en los
programas de supuesta búsqueda periodística que en
realidad lo son de mercantilización de algunos de los
aspectos más crudos de la realidad, las pantallas
televisivas no ofrecen contexto sino contundencia. La
exaltación de la violencia se origina entonces en la
magnificación de asuntos que forman parte de la realidad,
pero no la dominan ni la modifican del todo.

   La violencia en la televisión es problema
en todos los países. La sobreposición de criterios
mercantiles para medir la eficacia o la presencia social de los
medios, también. En México, además, la
violencia en los medios, que siempre ha existido, se ha vuelto
recurso vulgar, con resultados de corto plazo, en la competencia
que sostienen las empresas privadas de la televisión.

   La violencia, en fin, es parte de la vida. Muchas
cosas lo son. Pero de allí a propagarla como elemento
central hay una distancia que los empresarios de la
comunicación y especialmente la TV, ante la mirada
todavía estupefacta de una sociedad que no suele
reivindicar sus derechos respecto de los
medios, acostumbran brincar apuntalados en la venta de espacios
de publicidad. La
violencia entonces, patéticamente, queda supeditada no a
control social
alguno, ni al autocontrol sustentado en parámetros
éticos, sino al imperio del dinero.

   Ya ha precisado, con su habitual elocuencia, el
pensador español
Fernando Savater: "Las fantasías violentas pueblan
nuestros juegos y
nuestros sueños desde la infancia: lo
grave es no saber cómo distinguirlas de la realidad y
desconocer las razones civilizadas por las que debemos evitar
ponerlas en práctica" [40]. Los programas de contenido
fundamentalmente violento (entre ellos los tabloides televisivos
de nota roja) tienden a obnubilar el discernimiento sobre las
causas y consecuencias de la violencia. Cuando contienen
moraleja, suelen ser peores: el tono admonitorio de los
locutores, de nada o de poco sirve junto a la fisgonería
morbosa de los telespectadores; la sangre que
salpica las pantallas, se sobrepone al discurso
moralizante. Y la sangre, entonces, se vuelve discurso sin
más lógica
que la de su propia propagación.

   Hace pocos años, un muchacho en un pueblo
estadounidense quemó vivo a un vecinito suyo porque
había visto hacer lo mismo en un episodio de la traviesa
serie de adolescentes freaks Beavis and Butthead, de la
cadena MTV. Episodios como ése, en donde la frontera entre
la ficción violenta y la realidad trágica se
difumina en la percepción
obnubilada de televidentes adolescentes e incluso niños,
se han venido repitiendo en diversos sitios del mundo. Los hechos
de violencia cometidos, sobre todo pero no exclusivamente por
adolescentes y hasta niños que se dicen inspirados en la
televisión, aumentan delante de una sociedad aturdida por
los mismos medios. ¿Quiénes son responsables de
tales hechos? El entorno social y la existencia real de violencia
cotidiana, la falta de contexto explicativo que sería
especialmente pertinente para los espectadores jóvenes, la
gana de lucro fácil que supone la divulgación de
programas de contenido violento y la ausencia de reglas
suficientes para ubicar y acotar la transmisión de esos
mensajes son elementos que, sumados, contribuyen a que la
violencia ya existente en el entorno social se exacerbe en su
propagación mediática. La culpa, después de
todo, no es sólo de los medios. Pero ellos, en ese proceso
de propagación de imágenes, no son precisamente
inocentes.

   El profesor Gerbner lo ha dicho con la
experiencia de sus tres décadas en la investigación
de medios: "La televisión no 'causa' nada. Ya estamos
fastidiados de decir que la televisión 'causa' esto o lo
otro. En vez de ello, decimos que la televisión
´contribuye' a esto o lo otro. Las dimensiones de esa
'contribución' varían. Pero allí
están" [41].

Granja de la Concepción, D.F.,

Mayo y Junio de 1997

[2] American Medical
Association, "Facts about media violence". Información en
la página de la AMA en Internet: http://www.ama-assn.org/ad-com/releases/1996

[3] Citado por Marcelino
Bisbal, "Violencia y televisión o el discurso de la
conmoción social", en Guillermo Orozco Gómez,
coord., Miradas latinoamericanas a la televisión.
Universidad Iberoamericana, México, 1996, p. 105. La misma
información es corroborada en Net Citizens TV, "10 Common
Myths about the V-Chip", http://www.nctvv.org

[4] Bisbal, cit.

[5] Organizaciones
Coordinadas para Mejorar los Medios de Comunicación, En
los Medios A Favor de lo Mejor. Manual de
Campaña
. México, febrero de 1997,  p
9.

[6] George Gerbner, "Selling
all the stories. The culture of violence and what you can do
about it". Conferencia para
el grupo  Science for Peace, Toronto, july 14, 1995,
mimeo.

[7] House of Commons Standing
Committee on Communication and Culture. "Television Violence:
Fraying Our Social Fabric. Introduction and Chapter Five:
Conclusions and List of Recommendations". Report. Ottawa, June,
1993, mimeo.

[8] Susan Alter, Current
Issue Review: Violence on Television
. Law and
Government Division, Research Branch, Library of Parliament. The
Canadian Communication Group, 1995. La primera
versión de Die Hard contenía solamente 18
muertes violentas: Scott Stossel, "The man who counts the
killings", en Atlantic Monthly, Boston, may 1997.
 

[9] Mario Abad, "La
televisión sí influye en el comportamiento
violento". El Nacional, 7 de enero de 1997.

[10] Jeffrey Pollock, Global
Strategy Group Inc., Executive Summary of Media Violence
Survey Analysis
. Memorandum to the
American Medical Association, august 13, 1996. Disponible en la
página electrónica de la A.M.A., cit.

[11]  George Gerbner,
"Violence in Television Drama – Trends and Symbolic Functions".
Mimeo., 1972.

[12] The Royal Comission on
Violence in the Communications Industry, "The Nature of Media
Violence". Mimeo., Ottawa, 1976.

[13] Elizabeth Rondelli,
"Media, representacoes sociais da violencia, da
criminalidade e acoes políticas", en
Comunicacao&Política vol. 1, No. 2, Río
de Janeiro, dezembro 1994-marco 1995. Reproducido como "Medios,
drogas y
crimen", en etcétera, No. 207, México, 16 de
enero de 1997.

[14] Media Awareness Network,
"Mediascope National Television Violence Study", mimeo.,
septiembre de 1996.

[15] Ibid.

[16] Claudia Navarro, "Sin
'tele' habría 10.000 asesinatos menos al
año".  El País, Madrid, 22 de
septiembre de 1996.

[17] UNESCO Report,
Violence and Terror in the Mass Media, 1988. Citado en Jan
D'Arcy, National Film Board, Changing the Shape of a Brick
Already Built into the Wall
.  A brief presented
to the Canadian Panel on Violence Against Women, 1992.

[18]  Stossel, cit., p.
95. Este ensayo-reportaje, dio a conocer a un público
más amplio –más allá del mundo
académico especializado en comunicación social— la
peculiar biografía de Gerbner
(nacido en Hungría, protagonista y víctima en la
Segunda Guerra luego,
emigrado a los Estados Unidos, constructor de todo un esquema
metodológico para analizar a los medios) y de su
insistente así como creativa preocupación por la
violencia en los medios.

[19] House of Commons
Standing Committee… cit., Subrayado nuestro.

[20] Wendy L. Josephson.
Television Violence: A Review of the Effects on Children of
Different Ages.
Mimeo, february 1995.

[21]  Ibid

[22] Jorge Iván
Bonilla Vélez, Violencia, medios y comunicación.
Otras pistas en la investigación
. Trillas,
México, 1995, p 19.

[23] Mary Ann Banta, The V
(Violence) Chip Story
. National Coalition on Television
Violence, [http://www.nctv.org], abril de 1997.

[24] Bisbal, cit., p 125. Las
comillas son de ese autor.

[25] Cultural Environment
Movement, Viewer"s Declaration of Independence. St. Louis
Missouri, march 17, 1996.

[26] The Canadian Association
of Broadcasters, Nationwide Campaign Against Violence.
September, 1996.

[27] Ibid.

[28] Organizaciones
Coordinadas…. cit., p. 8.

[29]  Ibid., p. 3

[30]  La escritora
Mónica Mayer hacía estas consideraciones sobre la
campaña "A favor de lo mejor": "Para empezar,
habría que especificar qué es violencia. Mi madre
por ejemplo, pensaba que los cuentos
infantiles (brujas enjaulando niños para
comérselos) eran violentos y sé de una escuela que
en algún momento eliminó la enseñanza de la historia por lo mismo… Por
otro lado, les pregunto, ¿qué entienden por
'desorden sexual' ? En este país en el que todo nos
espanta puede ser desde la aparición de un discreto
desnudo en un programa cultural… hasta información sobre
anticonceptivos y prevención del SIDA". "Censura
civil organizada", en El Universal, México, 28 de
marzo de 1997.

[31] Fabiola Guarneros,
"Iniciará la Arquidiócesis de México una
campaña contra la violencia en los medios". El
Universal
, México, 1 de marzo de 1997.

[32] Canadian Association of
Broadcasters,  "Voluntary Code Regarding Violence in
Television". Mimeo., Montreal, septiembre de 1996. 
Allí se especifica que "gratuita", significa material que
no desempeñe un papel integral en el desarrollo de
la trama, el carácter o el tema del material en su
conjunto".

[33]  Conseil Superieur
de l"Audiovisuel, CSA La Lettre, No. 86, París,
novembre de 1996.

[34] CNN in archive…
"Clinton applauds…" february 29, 1996. Bajado de la
página electrónica de esa cadena informativa
[www.CNN.com].

[35] Mary Ann Banta…
cit.

[36] Ibid.

[37] Walter Oppenheimer, "La
UE rechaza introducir con rapidez el
´chip´antiviolencia". El País
Madrid, 7 de diciembre de 1996.

[38] Stossel, cit., p 88.

[39] Francisco Báez
Rodríguez, "Controlar la televisión", en
etcétera, México, 9 de enero 1997.

[40]  Fernando Savater,
"La violencia y las patrañas". El País,
Madrid, 13 de octubre de 1996.

[41] Stossel, cit., p. 92

Este ensayo forma parte del libro El Mundo de la
Violencia
, editado por don Adolfo Sánchez
Vázquez y publicado por el Fondo de Cultura
Económica y la UNAM, en
1998.

 

 

 

 

 

Autor:

Raúl Trejo Delarbre

servidor.unam.mx

Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM. Director del semanario etcétera y columnista
en el diario Crónica.

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