- Las peores
herencias - Audiencias
- Contenidos
- Política en los
medios - Los
partidos como clientes - Publicidad,
política y presiones - El gobierno
como cómplice - Medios y
legalidad - El
presidente y los medios - Mediocracia sin
mediaciones - Reforma
legal, ética y medios públicos - Sociedad
abrumada e indefensa
1. Las peores
herencias
En el plano de los medios de
comunicación México ha
padecido las peores herencias. El sistema
comunicacional singularizado por el acaparamiento de muchos
medios en
pocas manos y que fue parte de los activos
políticos del régimen anterior, se ha mantenido con
mayor discrecionalidad que nunca. El régimen legal para
los medios ha seguido siendo atrasado y autoritario; se
conservan, para la prensa, normas
establecidas en 1917 y para los medios
electrónicos una legislación que al comenzar el
nuevo siglo cumplía cuatro décadas. En los
años recientes, cuando han existido cambios en el trato
entre medios, Estado y
sociedad, han
sido contradictorios y en algunos casos regresivos.
La relación de dependencia que
existía entre el poder
político y los medios se ha invertido. La proverbial
subordinación que la mayor parte de los medios
experimentaba respecto del gobierno y muchas
de las instituciones
estatales y que se mantuvo al menos desde el comienzo de la
década de los años 50 y hasta ya entrada la
década de los 90 del siglo XX, se ha modificado
drásticamente. Puede decirse que, en el nuevo milenio, el
poder político en México se encuentra supeditado al
beneplácito de los medios. No hay iniciativa política, proyecto de
ley o
personaje público que puedan prosperar en la sociedad y el
mundo político mexicanos si no es gracias a la exposición
que alcancen en los medios de
comunicación más influyentes. La misma
situación se aprecia en el trato entre poder
político y medios en otros países. En
México, sin embargo, la subordinación de la
política institucional a la hegemonía de las
empresas de
comunicación de masas resulta más
acentuada debido a la concentración de la propiedad de
los medios electrónicos, la dispersión y la
debilidad de la prensa escrita, la ausencia de mecanismos legales
capaces de propiciar la responsabilidad
social de los medios, la casi absoluta inexistencia de normas
de carácter ético y la ausencia, en la
sociedad, de una educación crítica
respecto de los medios.
2.
Concentración
El desinterés que desde la primera mitad del siglo XX
singularizó la actitud del
Estado hacia los medios de comunicación electrónica impidió que en
México, a diferencia de otros países,
tuviéramos sistemas de
radio y
televisión públicos capaces de hacer
contrapeso a la radiodifusión de carácter
comercial. La gestión
por parte de empresas privadas de los espacios destinados a la
televisión
y la radio no
significó el desarrollo de
opciones diversas, que pudieran representar la pluralidad de la
sociedad mexicana, porque la mayor parte de las frecuencias
acabaron acaparadas por unas cuantas familias.
Para el 2000 en México existían mil
146 estaciones de radio concesionadas -es decir, manejadas por
empresas privadas en virtud de una autorización del
gobierno federal-. De todas ellas, se estimaba que más de
la mitad eran propiedad o afiliadas de nueve grupos
empresariales. Eso significa que la mayoría de las
opciones en materia de
entretenimiento e información en la radio mexicana dependen
de los enfoques e intereses de esos nueve grupos [2]. Los más grandes son Radiorama y
ACIR que acaparan a casi la tercera parte de las radiodifusoras
comerciales en México. Les siguen los grupos Radiocima,
Sociedad Mexicana de Radio, Promosat de México, MVS Radio,
Organización Radio Fórmula,
Multimedios Estrellas de Oro y Radio
S.A.
La concentración es notablemente mayor en
el caso de la
televisión. De 461 estaciones concesionadas para ese
medio, más del 80% son propiedad o afiliadas del consorcio
Televisa. Otro
13% se encuentra en manos de Televisión Azteca.
Además del 93% de las frecuencias, Televisa y TV Azteca
concentran más del 90% de la inversión publicitaria y de las audiencias
de la televisión mexicana.
Esa concentración de los medios
electrónicos en México resulta inusitada si se le
compara con parámetros internacionales. En la
mayoría de los países con economías
desarrolladas y sociedades
atentas a la importancia de los medios existen límites
para que una empresa tenga
más de un porcentaje determinado de presencia en la
radiodifusión. En Estados Unidos,
por ejemplo, un grupo no puede
controlar televisoras que lleguen a más del 35% de la
audiencia nacional. En Italia
está prohibido que una entidad tenga más del 20% de
las frecuencias disponibles. En Alemania una
televisora no puede alcanzar una audiencia anual de más
del 30%. En Francia
ninguna entidad puede poseer más del 49% de las acciones de
una empresa de
radiodifusión nacional. Podrían enumerarse docenas
de casos de las más variadas latitudes. En México
no existe restricción alguna para la propiedad de
estaciones de televisión y radio. Ese descuido de la
sociedad y el Estado ha
permitido que en los medios electrónicos las opciones sean
unas cuantas y casi siempre similares, con escasa creatividad y
en demérito de la diversidad política.
3.
Audiencias
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