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El derecho a la comunicación (página 2)



Partes: 1, 2

Los empresarios de los medios tienen
la obligación de formar a sus periodistas, no solo
facilitarles esas redacciones modernas. Deben saber que hay un
periodismo de
calidad que se
forja en la experiencia, que hay un público que reclama
seriedad en los medios. Esta es una exigencia que sindicatos,
organizaciones
periodísticas y profesionales deben trasladar a las
empresas.

Las cadenas radiales, los monopolios dirigidos desde las
capitales, los sistemas
televisivos basados en una suerte de eslabones de repetidoras,
han reducido no solo la cantidad de periodistas en el mal llamado
interior de esos países, sino también, y
fundamentalmente, la cantidad y la calidad de la información que se hace llegar a la gente.
La escasa investigación periodística se ejerce
en las metrópolis y desde las metrópolis; la
práctica
profesional tiende a volverse una rutina de oficina, la mayor
parte del tiempo se vive
frente a la computadora
y en los contactos telefónicos. Todo esto significa un
debilitamiento del trabajo serio
con las fuentes y con
la gente.

Hay que añadir la poca preocupación de los
empresarios periodísticos de nuevo cuño por la
capacitación de su personal. El
vaciamiento de la riqueza pedagógica de las redacciones no
fue suplido por el apoyo de los empresarios para capacitarse. No
negamos la presencia de eventos de
capacitación, pero ellos son esporádicos, ligados
más a las iniciativas de los colegas periodistas que al
apoyo de los empresarios y de la academia.

La Universidad
lejana

En América
Latina hay, según cifras de la Federación
Latinoamericana de Escuelas y Facultades de Comunicación
Social, FELAFACS, mil escuelas de comunicación, una cantidad muy grande si se
compara con el resto del planeta. Si atribuyéramos a cada
una 250 estudiantes, por ejemplo, estaríamos ante un
cuarto de millón de personas con aspiraciones a ocupar un
lugar en el espacio de la
comunicación. Otro número conservador: 50
docentes por
establecimiento nos lleva a 50.000 responsables de la enseñanza.

¿Dónde están los resultados de tantos
centros educativos, de tantos seres humanos, en relación
con la tarea del periodismo de aportar a la construcción de la democracia?  Hay un trabajo serio de muchos
docentes en sus cátedras para impulsar ideales y para
profundizar en el
conocimiento de los temas que aquí nos convocan.
También es importante la labor constante de organizaciones
de investigadores y de escuelas. Pero se trata de una
minoría, las escuelas están en general en otra
cosa, por decirlo con esas palabras.

A comienzos de la década de los 80, Daniel Prieto
Castillo alertaba sobre esa pérdida de la práctica
profesional:

Quiero proponer a ustedes la recuperación de una
palabra que fue dejada de lado en muchas escuelas, a medida que
se alejaban de la práctica. Me refiero al oficio, al
oficio de expresarse, con todas sus implicaciones en la manera
tradicional de concebirlo. Un oficio sólo se
adquiría, y se adquiere, por la práctica, por la
sostenida y cotidiana práctica. En periodismo, en
comunicación, la inspiración pasa pronto y la
práctica queda. En nuestro campo el tiempo perdido puede
ser irrecuperable.

En un panorama de fragmentación dentro de las escuelas
y de estrechamiento de la capacidad pedagógica de las
redacciones, la relación periodismo y democracia
también se estrecha, porque el apoyo a la
construcción y el sostenimiento de esta última es
tarea de equipos y no de navegantes solitarios, sujetos a la
presión
de leyes del
mercado que no
se detienen ante la calidad y los tiempos necesarios para
profundizar en el contexto.

Nuevas
formas:
Internet y el ciudadano
periodista

El periodismo no corre el peligro de desaparecer por la
aparición de otras tecnologías, especialmente la de
Internet, aunque debe adaptarse a los nuevos desafíos.

Internet plantea una paradoja. Por un lado, los ciudadanos
tienen acceso a más información y pueden
convertirse en productores de información. Pero se corren
dos riesgos.
Primero, la saturación informativa tiende a agudizar la
percepción de que hay tanta
información que toda tiene el mismo valor.
Segundo, la desvalorización de la calidad de la
información. Cualquiera puede escribir, pero no todo el
mundo escribe bien, ni tiene el oficio, la calidad y la
técnica para buscar información y fuentes. La
cultura
egocéntrica, supuestamente democrática y
aparentemente sin infraestructura laboral de
Internet hace más difícil a los medios rigurosos
sobresalir entre la maraña. "El buen periodismo", dice
Bernad Kapp, redactor jefe de la excelente revista
francesa Courrier International, "es una industria de
mano de obra (…) pero no se puede hacer un buen periódico
sin trabajo y sin talentos".

Hay buenos periodistas. Por ejemplo, el que conserva intacto
su espíritu rebelde, su desobediencia al poder.
Está el periodismo que cuenta lo que hay (pero yendo hasta
el fondo de lo que hay) y con eso, si lo hace bien, alcanza. En
los dos casos, la desconfianza y el escepticismo ante el poder,
como predicaba el periodista estadounidense, azote del poder,
I.F. Stone, es una condición para el buen periodismo.

Los periodistas tendrán que ganar mucho más su
derecho a la existencia como servidores que
contribuyen a ordenar en el caos, en un diálogo
mucho más intenso con el "lector", el "televidente" y el
oyente, es decir a través Internet.

La información esencial, aquella que sobresale de la
acumulación millonaria de datos, es la que
necesitamos difundir. Martín Luther King lo dijo de forma
precisa: "Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que
guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan".

Preguntas y
alternativas

¿Qué significa, a la luz de estas
consideraciones, hacer buen periodismo en nuestro tiempo para la
construcción y sostenimiento de la democracia? Esta
pregunta hace referencia a otras:

  • ¿Qué sucede, en relación con los temas
    presentados, con los sujetos sociales dedicados al trabajo
    periodístico, es decir, las asociaciones y los gremios
    de prensa?
  • ¿Qué rumbos siguen las leyes de prensa y de
    comunicación social en cada uno de nuestros
    países, tomando en cuenta que en algunos de ellos
    todavía siguen vigentes ordenamientos jurídicos
    impuestos
    durante los gobiernos dictatoriales?
  • ¿Qué papel tiene la transparencia del
    Estado, dado
    que la información oficial debe ser pública y el
    acceso a ella favorece la democracia?
  • ¿Qué está ocurriendo con las
    tecnologías de la información y de la
    comunicación a escala de cada
    país, en dirección a la consolidación de
    una cultura democrática, de la posibilidad de acceder a
    la información necesaria para orientar la propia
    existencia, de tener oportunidades de educación permanente, de conocer los
    actos de gobierno y lo
    que ocurre en toda la sociedad?
  • ¿Por qué no se potencian los medios de bajo
    costo que
    podrían ser utilizados por distintos sectores de la
    población para comunicar su realidad
    más inmediata y para organizar redes de intercambio de
    conocimientos y experiencias?
  • ¿Hay posibilidades de construcción personal y
    grupal de los periodistas en el interior del juego de las
    empresas?
  • ¿Cuántas son las oportunidades de ejercer con
    dignidad el
    oficio, con los tiempos, la preparación y los recursos
    suficientes?
  • ¿Cómo son las relaciones entre nuestro oficio
    y la academia, en cada uno de los países de la
    región?

La respuesta a tales interrogantes no es tarea sencilla. No
hay salidas posibles sin el concurso de muchos actores oficiales
y no oficiales. No se trata solo de lo que puedan aportar a ellas
los periodistas y las organizaciones de periodistas. Necesitamos
también la palabra y las decisiones de los empresarios, de
la clase política, de los
académicos, de intelectuales
que han dado lugar a instituciones
como la Fundación para un Nuevo Periodismo, Radio Nederland
Training Centre, de agencias nacionales e internacionales.

Necesitamos, también, mirar más allá, a
las experiencias de radios comunitarias, periódicos anti
dictatoriales, campañas anti monopolio y
formas de asociación periodísticas que hay en
África,
Asia, Europa y en los
mismos Estados Unidos,
donde tendemos a olvidar que hay unos medios serios y resistentes
muy importantes y de larga duración, desde la National
Public Radio hasta la revista The Nation. O sea que precisamos
diálogo y conocimiento
internacional.

Trabajar en estas tareas requiere una serie de medidas, entre
ellas:

a.    Rechazar la relativización de la
libertad de
prensa, como si en ocasiones fuese necesaria y en otras un
estorbo según la circunstancia política.

b.    Denunciar la cultura del secreto. La
democracia no debe tener secretos para los ciudadanos.

c.    Realizar un periodismo comprometido
basado en los principios de
verdad y libertad, independencia
y humanidad.

d.    Recuperar la noción del periodismo
como un bien público y necesario.

e.    Vincular las realidades locales a las
internacionales y formar periodistas preparados para esta
visión más compleja.

f.    Prevenirse ante el periodismo inmediato y
de máxima actualidad, que no deja tiempo a la
reflexión y al contexto de las noticias.

g.    Adjudicar un papel regulador al Estado
para poner límites a
los monopolios y las concentraciones, a la vez que garantizar el
servicio
público independiente de los avatares políticos. En
este sentido, la corregulación es una idea que merece ser
considerada. Un nuevo contrato para la
comunicación nacido del acuerdo tripartito entre el Estado, los
empresarios y la sociedad civil.

h.    Promover las asociaciones de redacciones
independientes de las empresas periodísticas.

i.    Deber de memoria. El
periodismo debe conservar para las generaciones futuras los
hechos históricos más relevantes del ámbito
nacional e internacional. La historia de la cual es
posible aprender lecciones para no repetir los errores del pasado
y preservar los valores
culturales.

El compromiso ético no se puede construir solo con la
voluntad individual, sino que requiere una política que
aborde la cuestión desde el papel del Estado, de las
empresas, de la sociedad civil,
de los monopolios informativos, de las tendencias culturales y
desde la necesaria voluntad e integridad personal. O sea, el
compromiso ético en el periodismo es una tarea constante
que se vincula a la esencia misma, a las formas de la
democracia.

 

 

 

 

Autor:

José Zepeda Varas

Chileno-holandés, director del Departamento
Latinoamericano de Radio Nederland Wereldomroep

Daniel Prieto Castillo

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Argentino, profesor y
autor de numerosas obras dedicadas a la comunicación.

Revista Chasqui
Centro Internacional de Estudios Superiores de
Comunicación para América
Latina (CIESPAL)
Email: chasqui[arroba]ciespal.net     
info[arroba]ciespal.net
Weblog: www.revistachasqui.blogspot.com
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Quito –
ECUADOR

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