- ¿Demasiados estudios y poca
formación? - La
Universidad lejana - Nuevas
formas: Internet y el ciudadano periodista
Dentro de un espacio social orientado a la gobernabilidad
democrática, puede aspirarse al cumplimiento del derecho a
la
comunicación, que el profesor
holandés Cees Hamelink caracteriza de la siguiente
manera:
La comunicación es un proceso social
fundamental y la base de toda organización social. Es más que la
mera transmisión de mensajes. La comunicación es
una interacción humana entre individuos y
grupos, a
través de la cual se forman identidades y definiciones.
Los derechos de la
comunicación están basados en una visión del
libre flujo de información; un derecho interactivo,
igualitario y no discriminatorio e impulsado por las necesidades
humanas en vez de intereses comerciales o políticos. Estos
derechos representan las demandas de los pueblos para la libertad, la
inclusión, la diversidad y la participación en el
proceso de comunicación. Nuestra visión de los
derechos de comunicaciones
está basada en el reconocimiento de la dignidad
inherente y los derechos iguales e inalienables de todos los
pueblos.
En este espacio del derecho a la comunicación se
inscribe la práctica del periodismo,
sin negar a este en su especificidad. Lo que está en
juego
aquí es el papel que se puede cumplir en una
consolidación de los ideales de la democracia,
dentro de los ideales del derecho a la comunicación.
La situación ha empeorado con la aparición
reciente de corrientes políticas,
otrora discriminadas, silenciadas e ignoradas por los medios, que
ahora, instalados en el poder aspiran
o practican la persecución, amparados bajo el manto
siempre recurrente de la defensa del pueblo. Gilles Deleuze le
dijo en cierta ocasión a Foucault: Usted
nos ha enseñado la indignidad de hablar a nombre de
otro.
Es aconsejable asegurar la calidad de la
comunicación política, asunto que
toca directamente a los profesionales que trabajan en los
diferentes medios de información. Como dice Joaquín
Brunner, una información política unilateral,
sesgada, superficial o puramente retórica crea una
opinión
pública mal informada y reduce la relación
entre gobernantes y gobernados a una apariencia, sin incidencia
en el curso de las políticas. Nunca antes, la responsabilidad de los comunicadores ha sido
más formidable y exigente.
¿Demasiados
estudios y poca formación?
En el marco del ideal de gobernabilidad y de práctica
desde nuestra profesión del derecho a la
comunicación, se abren dos preguntas fundamentales:
- ¿Dónde están los periodistas que
trabajan por esos ideales? - ¿Cómo se forman?
Están en las redacciones, en los medios, y hay ejemplos
de esos ideales en todos los puntos de la región. Y hay
profesionales jóvenes y otros con muchos años de
experiencia que resisten todas las tendencias antes
enunciadas.
La gran matriz
formadora de periodistas fue, durante décadas, la misma
redacción. Quienes llevamos ya un largo
recorrido en la práctica del oficio, nos formamos en la
escuela del
oficio mismo. Lo dice Gabriel García
Márquez:
Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas
de periodismo. Se aprendía en las salas de
redacción, en los talleres de imprenta, en
el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes.
Todo el
periódico era una fábrica que formaba e
informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro
de un ambiente de
participación que mantenía la moral en su
puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos,
hacíamos vida común, y éramos tan
fanáticos del oficio que no hablábamos de nada
distinto que del oficio mismo.
Lo hemos dialogado con colegas de distintos países que
viven sometidos a la mimetización de la prensa escrita en
relación con la televisiva, en el sentido del peso de la
noticia breve, sin reflexión y con cada vez más
limitaciones al reportaje; a la falta de seguimiento de la
información; a las escasas, muy escasas, oportunidades de
profundización en los temas, sin hablar de lo que
significaría especializarse en serio; a la
reducción de muchas redacciones a espacios donde todo
sucede dentro de los muros, porque los insumos llegan ya
empaquetados desde afuera, o la relación con las fuentes que se
hace a través de apresuradas llamadas telefónicas,
en un verdadero periodismo de celular.
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