- Un
breve punto de vista esteineriano sobre la lucha
luciférico-ahrimánica externalizada en el
mundo - La visión
gnóstica acerca del demiurgo y de
cristo - La
iniciación luciférica y la iniciación
cristiana - La tentación
luciférica y la iniciación tántrica
hiperbórea - La kali/lilith
hiperbórea y la sophia cristiana - El
mal, en lucifer y ahriman y en los asuras
La pugna que secularmente se desarrolla dentro del
microcosmos hombre entre
los dos grupos
contrapuestos de las dos potencias espirituales adversas por
excelencia, Lucifer y Ahriman, se viene materializando
históricamente desde hace milenios en el exterior de su
universo: el
macrocosmos que rodea en la tierra al
hombre y más allá, en el mundo espiritual
extrasensorial. Concretamente durante el último siglo, el
todavía tan cercano siglo XX de cuya cultura todos
procedemos, tuvieron lugar dos guerras
mundiales, terribles y feroces, que dieron lugar a la muerte de
decenas de millones de seres humanos en todo el mundo, y que no
fueron sino la representación del efecto de la lucha
encarnizada de esos dos principios y esas
dos clases de seres espirituales, que pueblan nuestras almas y
que, dependiendo de ellos y de su influencia en nuestra
psiqué más o menos inconsciente, nos hacen mirar al
mundo con un prisma u otro: se es de derechas o de izquierdas, se
es materialista o espiritualista, según la fuerza o
entidad espiritual que habite o predomine en nuestra alma, siempre
que no se integre la eterna división y
contraposición de ambos enemigos, mediante la
trascendencia de sus ataduras atávicas a través de
la visión superior y la compasión del Cristo, el
"primus inter pares" que también nos habita.
Si atendemos a las narraciones y manifestaciones que en
estos mismos medios
internautas efectúa toda una serie de autores
de signo gnóstico y luciférico, esa lucha se
mantiene viva y perenne a lo largo de los tiempos,
mostrándola como la raíz, esencia y motor de toda la
evolución histórica de la humanidad,
y no deja de sorprendernos lo encarnizado y mortal de su
virulento enfoque, perfectamente asúrico y destructivo de
todo lo que signifique cualquier atisbo de civilización
cristiana o democrática, que miran como judáica o
de matiz masón y capitalista, en evidente coincidencia con
aquello de la "conspiración judeo-masónica"
preconizada por el también
luciférico-asúrico franquismo de infausta memoria.
En nombre de un espiritualismo peculiar antimaterialista
y de matiz aristocrático, dichos grupos luciféricos
reivindican la prevalencia del Espíritu (en
relación con el alma que desprecian como creación
demiúrgica), así como la iniciación
tántrica por la vía húmeda como camino de
salida y escape de este mundo material, y en lo ideológico
político-social preconizan el enfrentamiento radical con
lo que llaman las fuerzas "sinárquicas" sionistas y con
los principios y valores
democráticos, en una conjunción de ideas belicosas
y raciales (por no decir plenamente racistas) que, desde el
prisma crístico (repetimos: "primus inter pares" entre las
potencias opositoras) de compasión y de consciencia que
viene a caracterizar la visión rosacruz y
antroposófica del mundo y del hombre, no origina
más que un enfrentamiento racial espiritual imposible de
superar en tan enquistadas posiciones, si no son capaces de
asumir y comprender el verdadero impulso crístico. De otra
forma, dicha guerra y sus
apasionados guerreros aparecen como imagen, una vez
más, de ese reiteradísimo choque de almas de
distinto origen y conformación, cuya reafirmación
nada viene a aportar a la humanidad, sino de nuevo la
destrucción sistemática del enemigo y de todo
aquello que no sean los viejos principios de aquellas fuerzas
luciféricas tradicionales extremadas, que
históricamente durante todo el postcristianismo han venido
representando todos esos grupos étnicos y religiosos,
desde los hunos a los sajones, los cátaros y albigenses,
algunas ramas gnósticas o últimamente los
nazifascistas, cuyos principales dirigentes, al parecer
encarnaciones de iniciados luciféricos hiperbóreos
atlantes, dirigieron los grupos esotéricos alemanes
(Thule, SS, etc.), que bajo la idea del imperium
luciférico y la raza hiperbórea (ahora aria pura),
pusieron en marcha toda la ideología nazi, verdadera gestadora de toda
la segunda guerra
mundial. Su permanente apelación a la lucha, al odio
racial, al honor y a su peculiar sentido aristocrático
espiritual, nos dejan perfectamente asentado y justificado que la
verdadera causa de la segunda guerra
mundial fué por tanto absolutamente espiritual y
esotérica, y que asímismo la razón causal y
el objetivo
último del nazismo
(acompañado y apoyado por los luciferismos del fascismo italiano
y del imperialismo
aristócrata nipón), como ideología netamente
luciférico-asúrica, era la toma del poder en todo
el mundo para redireccionar a toda la Humanidad y al planeta
hacia los fines de las potencias supremas
luciféricas.
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