- Morir y dejar vivir
- El
carnaval - El diablo del
carnaval - Juego
del agua: de la emoción a la
degradación - Murgas
y comparsas: el lugar de la resistencia - Momo
globalizado
Hoy el noble y el villano
el prohombre y el gusano
bailan y se dan la mano
sin importarles la 'facha'.
Joan Manuel Serrat
Aquel que participa en el carnaval, el pueblo, es el amo
absoluto y alegre de la tierra
inundada de claridad, porque sólo conoce a la muerte en
espera de un nuevo nacimiento, porque conoce la alegre imagen del
devenir y del tiempo.
Goethe
Morir y dejar
vivir
El sistema de
imágenes de la fiesta popular se
formó y existió durante milenios, a través
de los cuales se ha ido modificando y recobrado nuevos sentidos,
al absorber las nuevas experiencias e ideas populares surgidas de
la vida cotidiana de cada época. Algunos de los elementos
de la fiesta popular -ritos, atributos, efigies, máscaras-
han desaparecido hace tiempo, o han degenerado hasta el punto de
ser irreconocibles.
Sin embargo, una de ellas, el carnaval, ha
sobrevivido hasta la actualidad, y representa el emergente
más genuino de esa fiesta popular: resume todos los
elementos de espíritu lúdico y festivo de las
celebraciones populares más antiguas y que han
desaparecido. "Allí donde el carnaval floreció
convirtiéndose en el centro reconstructor de las
demás formas de festejos públicos y populares,
produjo el debilitamiento de las demás fiestas, al
quitarles casi todos los elementos de licencia y utopía
populares. Estas palidecen al lado del carnaval; su
significación popular se restringe. El carnaval se
convierte entonces en elsímbolo y la
encarnaciónde laverdadera fiesta popular y
pública, totalmente independiente de la Iglesia y del
Estado, aunque
tolerado por estos" (1).
La raíz terminológica 'fas', de la
que se puede hacer derivar la voz 'fiesta', se refiere a
los actos lícitos consagrados por lo divino, y se
contrapone a 'ius' y a 'mos', donde lo
lícito está justificado, respectivamente, por la
institución política y por las
costumbres, por la tradición ética
(2).
Históricamente, la cultura
cómica popular está ligada a las fiestas: un
espacio abierto, indefinido, la risa y la alegría, los
desbordes, lo grotesco y lo obsceno, la danza, los
alimentos, los
vestidos, todo separado de un sentido utilitario, de un fin
práctico; la fiesta brinda los medios para
entrar a un universo
utópico, es ella misma la que transgrede los límites.
"En ese contexto, lo cómico está unificado por la
categoría de realismo grotesco basado en el
principio de rebajamiento de lo sublime, de poder, de lo
sagrado, por medio de imágenes hipertrofiadas de la vida
material y corporal. En el espacio de la fiesta todo lo elevado,
espiritual, ideal, es traspuesto, parodiado en su
dimensión corporal e inferior (comer, beber,
digestión, acto sexual). El mundo de la risa se
edifica a partir de las formas más diversas de
groserías, de rebajamientos grotescos de los ritos y
símbolos religiosos, de travestismos
paródicos de los cultos oficiales" (3).
Con el advenimiento del mundo burgués, la
noción de fiesta ha cobrado un nuevo matiz: sin
llegar a desaparecer, se ha reducido y desnaturalizado. El
escenario, antes abierto (solía extenderse a toda
una ciudad), con la cultura burguesa se ha estrechado en escenas
fragmentadas (un club, un salón, un estadio), es decir, en
cierta manera, se ha convertido en fiesta privada,
particularizada, clausurando la escena. Pero, aunque puede
declinar o empobrecerse, la fiesta popular mantiene a pesar de
todo su naturaleza
verdadera.
La fiesta popular conserva, aún en su carácter profano, una
estructura y una función míticas: la
repetición periódica de la creación,
la necesidad del hombre de
reactualizar un espacio, un tiempo, de recomenzar y renovar su
propio entorno, la ilusión y la esperanza de que el mundo
se renueva (4). ¿Acaso la fiesta popular o las
celebraciones carnavalescas no asocian la destrucción con
el renacimiento y
la renovación? ¿no implican la muerte de lo
antiguo con elnacimiento de lo nuevo? En el carnaval
romano, descrito por Goethe, se presenta la fiesta del
fuego, los moccoli (tizones), que consiste en un
desfile de antorchas en el corso: aquí, el fuego es
asociado con la amenaza de muerte, pero
este deseo de muerte -los participantes marchan al grito de
"¡Sia ammazzato chi non perta moccolo!" (¡muerte al
que no lleve fuego!)- es ambivalente: el de la injuria y
la alabanza, el deseo de muerte y el de bienestar y de vida, es
decir, el de la combustión y de la resurrección
(5).
Este morir y renacer, o mejor aún, este morir
para renacer, parece ser un tema persistente en la
constitución de las fiestas populares en
las distintas culturas. Elsacrificio humano -real,
simbólico, o su sustituto con animales, por
ejemplo- refleja facetas de diversos mitos de la
creación, y sirve para marcar nuevos comienzos en la vida.
En estos mitos, siempre
es la muerte de un dios la que davida al género
humano, la que pone fin a la inmortalidad dando así paso a
la mortalidad humana. Una de las festividades más
ilustrativas al respecto es la que se daba en la antigua Grecia con el
culto a Dionisos, dios del vino, de la muerte y la
resurrección: Dionisos moría como el grano de uva y
resucitaba en forma de vino nuevo embriagando a sus fieles, no
sólo con esa bebida sino también con las danzas y
las drogas que
se consumían en sus celebraciones. El equivalente en
Roma de esas
festividades eran las llamadas bacanales, realizadas en
honor al dios Baco, símil romano de la divinidad
festiva griega. En estas celebraciones, como así
también en las saturnales romanas, los sacerdotes y las
congregaciones sacerdotales portaban máscaras
correspondientes a su deidad, que generalmente eran figuras
humanas con cabezas de animales diferentes. Estas festividades se
hacían en medio de alegres bailes que llegaban al
desenfreno. Son los antecesores directos del
carnaval.
Página siguiente |