Muchos padres de familia culpan
del fracaso escolar a la indolencia de sus propios hijos que "no
quieren estudiar", de manera similar a la concepción
generalizada de que "las instituciones
sociales están bien diseñadas, pero lo que falla
son las personas". Otro sector, numéricamente importante
pero minoritario, responsabiliza del fracaso de las personas a
las propias escuelas y a los docentes y,
por tanto, se explica la corrupción, la violencia
social, la ineficiencia generalizada, el narcotráfico, como efecto de la mala
calidad de
la
educación en las escuelas. En reciprocidad, las
escuelas y los docentes atribuyen los problemas en
el aprendizaje
a los conflictos
familiares, a la problemática económica y/o a la
falta de voluntad de sus alumnos. Muy pocos padres de familia,
escuelas y docentes asumen su propia responsabilidad de manera autocrítica y se
ocupan de buscar soluciones
eficaces.
Desde nuestro punto de vista, es evidente que tanto
la familia
como la escuela y otras
influencias formativas, entre las que destacan los medios de
comunicación masiva, afectan para bien o
para mal la formación integral de niños y
adolescentes.
Sin embargo -como veremos a continuación- lo que ocurre en
las aulas es suficiente y muy probablemente el factor más
importante para propiciar la problemática que hemos
descrito. En ese sentido, realizar cambios en el proceso de
enseñanza–aprendizaje en
las escuelas tendría un papel fundamental y prioritario
para superar inclusive muchas problemáticas familiares y,
así, por tanto, constituir la punta de lanza de una nueva
dinámica social.
Pensamiento
educativo y enseñanza escolar
En efecto, el reto es cómo y en qué
dirección es posible realizar dicha
transformación de los procesos
escolares. Esta ha sido la preocupación y la
ocupación de pensadores de la educación,
planificadores educativos y de muchos docentes. La pedagogía y la didáctica han sido motivo de grandes
reflexiones y de múltiples investigaciones
sin que hasta ahora se haya logrado el propósito
mencionado.
Con algunas excepciones relativamente poco difundidas,
los pensadores de la educación, los planificadores y los
docentes, en el fondo y en esencia suelen basarse en un enfoque
equivocado del proceso educativo cuyo postulante histórico
es el teórico francés de finales del siglo XIX,
Emile Durkheim. No
es que con él haya surgido dicho enfoque, pues su origen
se remonta inclusive a la mayéutica socrática que
procuraba mediante preguntas sistemáticas hacer nacer las
ideas arquetípicas, el
conocimiento de "lo verdadero". Pero es Durkheim quien lo
expresa de manera más explícita. Según este
autor, la educación es una acción
ejercida por una generación de adultos sobre una
generación de jóvenes para transferirles un
conjunto de conocimientos, capacidades y valores que
"una sociedad"
considera relevantes para sus miembros y para darle homogeneidad
y cohesión a la misma.
Así, la educación se concibe como un
proceso esencialmente unidireccional sobre la base de nociones
(conocimientos, capacidades y valores) preestablecidas
socialmente. Los métodos
para lograr el aprendizaje de esas nociones pueden variar desde
el autoritarismo ("la letra con sangre entra")
hasta la escuela nueva que utiliza al juego y
materiales
didácticos como herramienta o medio para que los alumnos
aprendan lo que deben aprender. Incluso autores actualmente tan
valorados en el ámbito educativo como Piaget y
Vygotski (pilares del llamado "constructivismo"), y sus seguidores, proponen
estrategias
innovadoras para lograr que el aprendizaje de esas nociones sea
significativo, inclusive co-construido entre docentes y
alumnos.
No obstante que el constructivismo ha sido la base de
los planes de estudio de primaria y secundaria en las
últimas dos décadas, no ha logrado impactar
notoriamente sobre la problemática señalada
más arriba. Un factor que explica esto es la inercia
formativa de los docentes, sus propias problemáticas
formativas y laborales, así como sus dificultades
conceptuales y actitudinales para procesar las innovaciones
educativas propuestas por los nuevos planes de estudio, tomando
en cuenta además las dificultades económicas y
logísticas para su acceso a la debida "capacitación" en relación con los
nuevos modelos
educativos planeados.
Desde nuestro punto de vista, el problema esencial de la
educación actual consiste en que se basa en la idea
durkheimiana de transmitir nociones previamente seleccionadas que
dan base a uno de los conceptos más difundidos en el
ámbito educativo: el curriculum. En
la primaria los niños deben aprender ciertas cosas en cada
grado, lección tras lección, clase tras
clase, y lo mismo ocurre en los niveles consecutivos,
quizá con la excepción del posgrado. El tipo de
actividades previstas para ello puede variar en cada caso, pero
"el estudiante" (así, de manera individual y en abstracto)
ha de recorrer un camino preestablecido, le guste o no, le
interese o no, si quiere obtener una calificación
aprobatoria, un certificado.
El centro del esfuerzo de aprendizaje de los estudiantes
se centra en la calificación, en ser aprobado, en "pasar
año". Lo esencial se vuelve medio para lo no esencial,
los valores se
invierten. Los estudiantes pueden copiar, fabricar acordeones,
recibir las respuestas de examen a través de un mensaje en
su celular, memorizar lo que hay que responder, aceptar
acríticamente lo que dicen los maestros o los libros, lo
importante es aprobar. Qué importa si es significativo el
aprendizaje o no, lo importante es la calificación. Muchos
estudiantes se quejan de que algunos maestros se esfuerzan por
hacer significativo su aprendizaje, lo que solicitan es una
supuesta "guía de estudios" que les indique lo que hay que
hacer para aprobar. Esto es análogo a lo que ocurre en la
mayoría de los puestos de trabajo en la
sociedad actual: al trabajador no le importa el usuario al que
destina su trabajo, su mente está centrada en el salario que ha de
recibir, si pudiera no trabajar y tener el dinero tanto
mejor. Son pocos los que se enamoran de su trabajo, como son
pocos los estudiantes que se apasionan por aprender.
Está tan difundida esa situación en la
sociedad y en las escuelas actuales que muchos lo ven como algo
natural, como si no hubiera otra posibilidad. Imaginar una
sociedad en la que la gente trabajara con fervor o una escuela
llena de muchachos vivarachos y entusiastas altamente motivados
por el aprendizaje es algo que generalmente se considera propio
de utopistas o soñadores, algo muy lejano a lo posibilidad
de hacerlo real.
Sin embargo, hay algunos pensadores sociales y de la
educación que lo han visto viable. Se han realizado
algunas experiencias que apuntan hacia esa posibilidad. Pero
hasta ahora esto ha sido limitado y ha tropezado con inercias
sociales e intereses políticos. Entre los enfoques
pedagógicos conocidos que rompen esencialmente con el
enfoque protagonizado por Durkheim, encontramos autores como:
Neil, Wallon, Illich, Freinet, Freire y el grupo de
análisis institucional (Lapassade, Loureau,
Lobrot, Oury). No obstante sus conceptos y experiencias no se han
expandido y puede decirse que sólo tienen una influencia
limitada en las escuelas y docentes
contemporáneos.
En el caso de Neil e Illich sus propuestas rompen de una
manera tajante y radical con los procesos escolares actuales y,
por tanto, con las nociones anquilosadas de padres de familia y
las instituciones estatales. A finales de los años 30 del
siglo XX, Neil desarrolló el proyecto
Sumerhill, una comunidad
educativa donde estudiantes y docentes participaban de todas las
decisiones importantes para la comunidad y, al mismo tiempo, cada
niño hacía sólo aquello con lo que estaba de
acuerdo, mientras no afectara a los demás. Los
niños de Summerhill vivían en una isla de libertad
separados de un océano social adverso. Al salir de esa
isla era previsible que encontraran dificultades para adaptarse a
los estilos prevalecientes en la sociedad.
En el otro extremo Illich, propone de plano eliminar las
instituciones escolares para propiciar la convivencialidad dentro
de una sociedad en la que el proceso enseñanza-aprendizaje
ocurriera de manera directa en los centros de trabajo, los
maestros serían en cada caso los responsables y por tanto
expertos en realizar las distintas actividades sociales: quien
quisiera aprender ingeniería debería acudir a los
lugares donde se están construyendo puentes, carreteras o
edificios. Illich, como otros autores, crítica
radicalmente el aislamiento de la vida que ha significado el
"encierro" de los niños y jóvenes en las escuelas.
No hay un proceso de transformación de la sociedad actual,
sino que propone directamente crear otra forma de organización social con base en la
desaparición de la escuela.
En cambio,
Wallon, Freinet, Freire y los teóricos del Análisis
institucional coinciden en proponer alternativas
pedagógicas que involucran a la escuela con la sociedad
actual como esencia del proceso educativo y como vía para
la transformación social. La forma de realizar esa
vinculación entre escuela y sociedad tiene sus matices en
cada caso: Wallon propone familiarizar a los educandos con "todas
las formas de actividad propias de la época";
podría decirse introducir la sociedad dentro de la vida
escolar de tal manera que estudiantes y docentes analicen y
dialoguen sobre lo que ocurre en la vida social tomando partido.
Esto, a su vez, posteriormente es concretado por Freire al
ponderar el diálogo
entre educador y educandos para "problematizar" y criticar la
dinámica social en que se encuentran inmersos los
educandos con el propósito de generar la "conciencia
social" y política de los
mismos como base de acciones
sociales consecuentes. Los teóricos del Análisis
institucional dan un paso más al plantear el
cuestionamiento de lo "instituido" dentro del propio
ámbito escolar para convertir a los educandos en
"instituyentes" de nuevas dinámicas sociales, derivando en
lo que llamaron "autogestión educativa". Freinet, por su
parte, es el único pedagogo que no sólo propone
llevar la vida social al seno del aula, sino tomar el aula como
centro de reunión para planificar acciones sociales que
impacten a la comunidad circundante: la escuela volcada sobre la
vida social.
A diferencia del movimiento
conocido como "escuela nueva", los autores antes señalados
no sólo se plantean hacer agradable y hasta flexible el
curriculum, sino que promueven un enfoque educativo en el que
estudiantes y docentes son actores en la búsqueda y
selección de los temas y enfoques que
serán procesados en el aula. Los temas no están
organizados de una manera estandarizada y homogénea para
cada grado y para todos los grupos que lo
cursen, sino que las temáticas surgen de lo que
está ocurriendo en la sociedad y que puede ser de interés
del grupo de educandos y educador. Wallon se mantiene en la
dimensión individual de la educación, mientras
Freire, Freinet y el Análisis institucional se ocupan
esencialmente de grupos concibiéndolos como algo muy
diferente de un conjunto de individuos.
Escuela y
transformación social
La teoría
de la praxis -de la
cual soy autor- retoma las experiencias pedagógicas
propuestas por diferentes autores y, en síntesis,
plantea lo siguiente respecto a los procesos
educativos:
1. La escuela se hace aburrida y molesta para educandos
y educadores en la medida en que mediante el curriculum los
despersonaliza obligándolos a realizar una serie de tareas
escolares cuya utilidad pocas
veces entienden y está desvinculada de sus intereses
vitales en la vida cotidiana. Con esto la escuela introduce a los
educandos en lo que Marx llamó
"el trabajo
enajenado" propio de la sociedad capitalista.
2. Así como la vida social capitalista promueve
el individualismo y el interés por acumular bienes y
dinero, la escuela actual generalmente propicia que sus
estudiantes se interesen por la calificación y el
certificado sin importarles la solidez de su propia
formación.
3. Los estudiantes deben aprender un cúmulo de
nociones que no son de su interés personal.
4. La mayoría de los docentes, al tener
dificultades para atraer el interés genuino de sus
alumnos, tienden a exigirlo a través de medios
extrínsecos: incentivos de
calificación, amenazas abiertas o veladas, registros de
asistencia y de otras conductas, etc. Lo que conlleva una mayor o
menor dosis de autoritarismo que agrava el rechazo
estudiantil.
5. Muchos de quienes se dedican a la docencia no
cuentan con vocación y formación para ello, y ven a
esta actividad como una opción de trabajo relativamente
desvalorizada, ante la imposibilidad de realizarse en otras
esferas profesionales.
6. La mayoría de los docentes se sienten mal
remunerados y obligados a cumplir con la tarea rutinaria de
enseñar una y otra vez los mismos temas que ellos han
repasado por años, apresados por lo establecido en planes
institucionales en cuyo diseño
ellos no han participado y por supervisiones que les exigen
cumplir con dosificaciones y metas establecidas, iguales para
todos los educandos tomados individualmente.
7. Los temas establecidos y las rutinas escolares
contrastan con la velocidad
actual del acceso de las nuevas generaciones a múltiples
fuentes de
información alternativas, especialmente la
televisión e internet.
8. Muchos docentes padecen del llamado "síndrome
de Bornout" que se refiere al desgaste excesivo en ambientes de
trabajo competitivos y despersonalizados que afecta la
estabilidad emocional de las personas, sus familias, y, en este
caso, sus alumnos.
9. El malestar de la sociedad se introduce a la escuela
y genera estados neuróticos en alumnos y docentes, los
cuales se canalizan a través de agresiones dirigidas hacia
los eslabones más débiles que fungen como "chivos
expiatorios" o drenaje de las neurosis
colectivas. En las aulas los "chivos expiatorios" pueden ser los
alumnos más inquietos, los atípicos en su manera de
ser o los que tienen mayores dificultades de
aprendizaje.
Ante esa problemática educativa, la teoría
de la praxis considera necesario y posible convocar a un
movimiento de transformación educativa y social con base
en los siguientes planteamientos:
a) Los planes educativos, actualmente rígidos,
deben modificarse para construir propuestas que si bien sirvan de
marco de referencia y orientación para las actividades de
docentes y estudiantes, sean abiertas y flexibles para propiciar
la creatividad
social a partir de las aulas.
b) Los planes educativos y los propios docentes deben
dirigirse a la
organización de los grupos y la coordinación intragrupal, de tal manera que
no todos los alumnos realicen las mismas actividades, sino que
exploren activamente diferentes posibilidades temáticas
dentro de una temática general, con base en sus intereses
personales y por equipos de
trabajo.
c) De esa manera, las propuestas educativas para cada
grado y/o área educativa podrían constituirse como
menús y submenús de opciones temáticas y
sugerencias de actividades de exploración y diseño
de alternativas sociales. Los grupos podrían
retroalimentar y enriquecer dichas propuestas educativas con base
en sus ideas y experiencias previas, así como
también considerando las que surjan durante el trabajo
educativo.
d) Para elevar la calidad de la educación y su
beneficio social es necesario revalorar el servicio que
los docentes brindan desde preescolar
hasta posgrado. El primer paso debe darlo el propio docente
reivindicando su calidad profesional. Como todo profesionista
tiene la responsabilidad de dar resultados: lograr una alta
educación de sus alumnos que incluya conocimientos,
capacidades, actitudes y
valores. El reto de cada docente es convocar a sus alumnos,
lograr apasionarlos por el conocimiento y
el compromiso social más que por calificaciones. El
docente debe dejar de ser un vigilante autoritario para
transformarse en un líder
organizador y promotor de nuevas posibilidades. Para ello el
docente requiere ser autocrítico, comprometerse consigo
mismo y -más allá del aspecto técnico de la
enseñanza- fundar su trabajo en principios
éticos correspondientes a esta importante
profesión.
e) El trabajo escolar de estudiantes y docentes debe
orientarse a incidir en la vida social contemporánea,
generando ideas y propuestas, diseñando y realizando
proyectos
comunitarios, a partir de los intereses y motivaciones propias
del grupo convocado flexiblemente por los docentes y las mismas
propuestas de estudio.
f) Las evaluaciones en lugar de ser simplemente
numéricas y a cargo del docente, podrían incluir
análisis colectivos de los educandos y el educador sobre
los resultados obtenidos en cada proyecto y actividad realizados
por individuos y equipos de trabajo, generando conclusiones y
recomendaciones.
g) Considerando la flexibilidad del curriculum, en lugar
de aprobar determinadas materias, los estudiantes podrían
acumular un número de créditos asignados a los proyectos que
hayan realizado y pasar a una fase, ciclo o nivel posterior, al
demostrar haber cubierto una determinada cantidad de dichos
créditos de acuerdo a la ponderación acordada al
diseñar las propuestas educativas con la
participación de los involucrados.
h) De esa manera, las escuelas podrían
convertirse en centros de acción comunitaria involucrando
la formación también de padres de familia y otros
sectores de la comunidad, con quienes docentes y estudiantes
tendrían interacción a partir de sus proyectos de
incidencia social.
i) Por comunidad no debe entenderse al conjunto de
personas que conviven dentro de una unidad territorial o
institucional, sino el grupo de personas que entran en
relación por diversas afinidades y a través de
diversos medios, aún cuando no tengan una cercanía
espacial cotidiana. En ese sentido, los docentes y estudiantes de
todos los niveles escolares podrían generar proyectos
dirigidos a una colonia, a un sector poblacional, a personas por
rama de actividad, a grupos
sociales, a organizaciones, a
instituciones diversas, a los poderes políticos
municipales, estatales, nacionales y mundiales, e incluso a la
humanidad toda. El internet ha abierto todas las
posibilidades.
Con esa base, los proyectos educativos no sólo
deben orientarse a dotar de conocimientos, capacidades, actitudes
y valores a los individuos para incorporarlos a la sociedad, sino
esencialmente a promover que cada docente y cada estudiante
sienta como algo propio lo que ocurre en torno suyo y se
involucre en la superación de problemáticas y el
diseño de alternativas sociales.
Desde nuestro punto de vista, esta es la vía por
la que puede superarse la crisis
educativa que se padece en México y
en todo el mundo. No es fácil remontar las concepciones y
las prácticas pedagógicas y sociales
prevalecientes, por eso la idea es convocar a quien nos escuche
para desde su ubicación como planeador educativo, como
directivo, como docente o como estudiante inicie y continue, en
la medida de sus posibilidades y en conjunto con otras personas
afines, este proceso de transformación educativa con miras
a la creación paulatina de una nueva forma de vida social
que irradie no sólo a un país, sino al conjunto de
los seres humanos de este vapuleado planeta.
Si la mayoría de los maestros lograra apasionar a
sus alumnos por el conocimiento, inquietarlos en la
búsqueda de alternativas sociales y en la investigación sistemática, si
promovieran la creación relevante y no la
repetición, si infundieran la imaginación y la
grandeza, en esa medida disminuiría la deserción,
el aburrimiento, la apatía, el fracaso escolar. Se
elevaría la autoestima
personal y colectiva, así como la satisfacción por
realizar proyectos. Más personas llegarían a tener
altos niveles educativos y escolares, transformando la estructura y
la dinámica económica, social y política de
los diferentes países y de la humanidad en su
conjunto.
Cada persona
tendría sentido de comunidad sintiendo como propio el
bienestar y los problemas
sociales, tanto como defendería eficazmente sus
derechos
individuales y colectivos. No habría motivación ni facilidad para el abuso de
unos por otros. La mayor calidad
educativa llevaría a optimizar recursos y elevar
la eficacia
productiva. Con ello se incrementaría la riqueza material
y su distribución sería equitativa, al
grado que con pocas horas de trabajo sería suficiente para
contar con más de los recursos necesarios para una vida
digna y confortable. No habría lugar para la guerra,
canalizando ese cúmulo de esfuerzos humanos hacia fines
favorables a la vida humana. Así, incluso habría
excedentes de productos que
nadie requeriría, por lo cual cada vez disminuirían
las jornadas laborales y habría más posibilidad de
convivir, viajar y recrearse. Podrían desarrollarse las
potencialidades artísticas y generar un crecimiento
cultural y científico enorme.
El trabajo sería también interesante y
esencialmente creativo confundiéndose con la
diversión. Todas las tareas repetitivas que hoy realizan
seres humanos con poca escolaridad, podrían ser cada vez
realizadas por robots y otros dispositivos automáticos,
sin menoscabo de la cultura
ambiental generalizada que disminuiría la
contaminación por basura, ruido, smog y
desechos industriales. Colaborar en tareas hogareñas y
comunitarias podría ser placentero y una forma de convivir
y divertirse.
Todo esto es una utopía que hoy podemos comenzar
a realizar. Basta de autolimitarnos. Seamos realistas, hagamos lo
imposible.
Autor:
Marco Eduardo Murueta
servidor.unam.mx
UNAM Iztacala; presidente de la
Asociación Mexicana de Alternativas en
Psicología
(AMAPSI)
URL: www.amapsi.org
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