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El estigma de la locura (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Locura y
Cultura

Leemos en una crítica
cinematográfica sobre "El dragón rojo" (un nuevo
film, uno más, que narra las hazañas del
célebre Hannibal Lecter) y otras películas
recxientes de terror que: "Pese a sus perspectivas
artísticas diferentes (…) novelas y
versiones cinematográficas tratan de un hombre
esquizofrénico cuyo desorden mental le lleva al
crimen
"  Nada nuevo,
muchos otros films desde el ya mítico
"Psicosis" y
aún antes, pero singularmente en los últimos
años, remiten a la psicosis,
esquizofrenia
o paranoia del "malo" para justificar lo inexplicable de sus
inclinaciones criminales. Es un recurso fácil para los
guionistas de Hollywood y sus seguidores: remite al coco
y a los terrores infantiles irracionales y, como todos
hemos sido niños,
conecta fácilmente con los espectadores.
Desterrados  vampiros, fantasmas y
muertos vivientes al cine
gore y de humor por el avance de un discurso
racional y científico en la sociedad, el
recurso a la psicosis y la esquizofrenia permite investir
de
"racionalidad"
a lo irracional, revestir con el ropaje de la ciencia a
estas figuras tan temidas de lo irracional y oscuro (casi nunca
falta en estas novelas y films el personaje del
"psiquiatra"
que explica
"científica
y racionalmente" los
"traumas" que
habría padecido el loco – criminal y la
"locura" que
sería el fundamento de sus crímenes).

Ocasionalmente aparecen películas que dan una
versión más benévola de la psicosis,
como "Una mente
maravillosa"
o
"Mr. Jones",
pero en la mayoría de las expresiones culturales
contemporáneas el psicótico aparece bajo el signo
del crimen irracional y la peligrosidad.

Tampoco contribuye a mejorar la imagen de los
psicóticos la forma en que los refleja la prensa. Suelen
aparecer más a menudo en las páginas de sucesos que
en las de salud.
Así, cuando una persona no
psicótica comete un delito o un
crimen es sólo un delincuente o un criminal, y su crimen
no criminaliza al conjunto de los no psicóticos, es decir,
al conjunto de la sociedad.

En cambio, basta
con que un esquizofrénico cometa un crimen (algo no muy
frecuente) para que la prensa impresa y televisiva se vea
invadida por el término esquizofrenia. Ni siquiera eso,
basta con que exista la sospecha de que un delincuente o criminal
pudiera padecer un trastorno mental, o simplemente haber recibido
algún tipo de tratamiento psiquiátrico, para que
términos como esquizofrenia, locura o psiquiatría
se utilicen con liviandad, como si bastaran para explicar el
crimen, y sin que los periodistas parezcan reparar, la
mayoría de las veces, ocupados como están en
producir sensaciones fuertes para "vender" la noticia, en que
están criminalizando a un conjunto de personas que nunca
han delinquido ni cometido crimen alguno.

No es sorprendente que, con esa imagen distorsionada,
muchas personas se pregunten y pregunten (incluso en consultas a
nuestra web) si al ser
los locos, psicóticos o esquizofrénicos
penalmente no responsables de sus actos y
"potencialmente
peligrosos"
no deberían estar
preventivamente controlados, cuando no encerrados en una
institución adecuada a ellos.
Y sin embargo la historia nos demuestra que
los psicóticos han sido frecuentemente
víctimas de la crueldad ajena, ejercida por instituciones
y personas consideradas normales, y sólo
excepcionalmente han llegado a ejercer la violencia.
¿Por qué cuando se difunde la noticia de un crimen
cometido por un esquizofrénico no se hace mención
al hecho de que la prevalencia criminal en la esquizofrenia es
menor que en la población general?

¿Qué es en realidad la
esquizofrenia?

El CIE 10 (Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades de la OMS) la
incluye como un trastorno mental. En el prólogo en
español
al Capitulo V – Trastornos Mentales y del Comportamiento, el Dr. Juan J. López-Ibor
Aliño aclara el por qué de la elección del
término trastorno (y no enfermedad o cualquier otro):
porque "conserva la ambigüedad indispensable para incorporar
los avances del conocimiento"
(…) "con independencia
de que en su día se conozcan mejor los fundamentos
biológicos, psicológicos o sociales que condicionan
su etiopatogenia. Trastorno es la única palabra que tolera
ambigüedad…"[ii]

Al decir que el trastorno es mental tampoco se prejuzga
la participación relativa de factores cerebrales y
psíquicos (o psicológicos).

En lo que respecta a la esquizofrenia, ésta "se
caracteriza por distorsiones… de la percepción, del pensamiento y
de las emociones"
(embotamiento o inadecuación de las emociones).

En general, se conservan tanto la claridad de la
conciencia
como la capacidad intelectual, aunque con el paso del tiempo pueden
presentarse déficits cognitivos.

El enfermo puede creer que sus pensamientos,
sentimientos y actos más íntimos son conocidos o
compartidos por otros y se siente el centro de todo lo que
sucede.

Son frecuentes las alucinaciones, especialmente las
auditivas que pueden comentar la propia conducta o los
pensamientos propios del enfermo. Es frecuente la perplejidad y
puede acompañarse de la creencia de que situaciones
cotidianas tienen un significado especial, por lo general
siniestro y dirigido contra el propio sujeto.

La expresión verbal a veces es 
incomprensible, pero no siempre. Pueden haber bloqueos e
interpolaciones en el curso del pensamiento.

La afectividad suele ser superficial, caprichosa o
incongruente. Es frecuente la ambivalencia afectiva (sentimientos
positivos y negativos hacia una misma persona). La voluntad puede
verse afectada por inercia, negativismo o estupor. En algunos
casos hay síntomas catatónicos (ausencia  de
movilidad y de voluntad, o voluntad férrea de permanecer
inmóvil).

Frecuentemente es un trastorno crónico, muchas
veces se desarrolla episódicamente (en brotes) con estados
asintomáticos entre los episodios. En su evolución puede producir deterioro. Algunos
casos (en distinta proporción en las diferentes culturas y
poblaciones) evolucionan hacia una recuperación casi
completa. 

No se han identificado síntomas
patognomónicos, pero ciertos fenómenos
psicopatológicos, sobre todo cuando se dan asociados entre
sí, pueden llegar a tener valor diagnóstico.

Dentro de la esquizofrenia se reconocen diferentes
tipos, en los que no abundaremos en este artículo, pero
los desarrollaremos más adelante si algunos lectores
así lo solicitan.

Locura y
Sociedad

Probablemente este breve resumen aclare pocas cosas al
lego. Una idea que seguramente le será más
próxima es que el "loco" es una persona
irrazonable, que vive fuera de la realidad o en
conflicto con
ella.

¿A qué realidad nos referimos? No a la
realidad natural, sin duda, ya que los psicóticos pueden
llegar a llevarse muy bien con la naturaleza y
los objetos, sino a la realidad social. Para decirlo de una vez:
la sociedad y la cultura se
fundan en un cúmulo de acuerdos que constituyen el acervo
común, en el que se basan nuestras relaciones y
vínculos sociales y que se presentan a nuestros ojos como
"naturales" aunque no lo sean. Vamos a intentar
explicarnos.

Una persona perteneciente a una cultura que llamamos
primitiva posee creencias, hábitos, modos de
relación y expresión totalmente adaptados a su
cultura y funcionales en ella. Trasladado a una sociedad moderna,
esas mismas creencias y conductas se vuelven disfuncionales y
aparecen como locas a los ojos de los otros (lo mismo le
ocurriría a cualquier sujeto moderno transplantado a una
cultura totalmente extraña). El creciente flujo de
personas ha hecho que muchos psiquiatras estén
familiarizados con este trastorno por trasculturización y
lo distingan con facilidad de un trastorno
mental.  

Por razones no culturales esto puede ocurrirles
también a ciertos sujetos, que llamamos psicóticos,
que imprevistamente se han separado de las convicciones
compartidas en su propia sociedad y grupo para
reemplazarlas por otras que les son propias.

Un caso
célebre

"…Las cosas en mi universidad, el
Instituto de Tecnología de
Massachussets, y después todo Boston, estaban
comportándose de una forma extraña…
Comencé a ver comunistas en todos lados…
Empecé a creer que era un hombre de una gran importancia
religiosa y a escuchar voces todo el tiempo. Escuchaba algo como
llamadas telefónicas en mi cabeza, hechas por gente
opuesta a mis ideas… El delirio fue como un sueño,
del cual parecía que nunca iba a
despertar…"[iii]

Son palabras de John Forbes Nash, brillante investigador
en lógica
matemática, por lo que ha recibido el premio
Nóbel de Economía entre otros
reconocimientos, extraordinariamente popular gracias a una
película sobre su vida y su enfermedad ("Una mente
maravillosa").

En abril de 2006, en el marco del Congreso Centenario
‘Juan J. López Ibor’ de la Asociación
Mundial de Psiquiatría celebrado en Madrid, John
Nash realizó una interesante exposición
sobre el estigma que genera la esquizofrenia, con el valor de
provenir de una de sus víctimas a lo largo de más
de 20 años.

Uno de los datos más
llamativos de su testimonio es el hecho de que parte del trabajo que le
valió el reconocimiento internacional lo realizó
mientras su esquizofrenia se manifestaba con gran
virulencia:

"Conozco expertos en lógica
matemática
que entran y salen de clínicas y en los periodos
intermedios hacen un trabajo magnífico. A comienzos de los
60 entré y salí varias veces de clínicas. No
me gustaba rechazar mis delirios, pero en esos periodos trabajaba
normalmente"

Es más, Nash llega a insinuar que en ciertos
casos, como el suyo, la locura y el talento podrían estar
interrelacionados:

«Una persona con enfermedad mental podría
resolver perfectamente un teorema válido, y posiblemente
haya ocurrido ya. De hecho, los grandes matemáticos han
tenido intuiciones que parecían absurdas y que tras
verificarlas dieron lugar a grandes descubrimientos".

Estamos lejos de pretender establecer una
relación causal entre locura y talento, pero tampoco
parece válido afirmar que el talento y la creación
en los psicóticos responden exclusivamente "a la parte
sana de su personalidad",
lo que equivaldría a "descuartizar" a la persona
dividiéndola en fragmentos sanos y enfermos.

Sin duda el caso de  Nash es tan excepcional como
su talento, pero ese tipo de talento es igualmente excepcional en
personas sanas. Y el caso de Nash, siendo excepcional, no es
único.

De hecho, los psicóticos parecen estar sobre
representados en la historia del
arte. ¿Podríamos afirmar con certeza que la
innovación radical de la pintura
llevada a cabo por Van Gogh no tenía relación
alguna con su locura y sólo estaría vinculada a sus
"partes" sanas? ¿No hay algo "loco" en pintar, como
él, contra toda la pintura de su tiempo y persistir en su
pintura pese a la total ausencia de reconocimiento
económico y social?

Estamos hablando de casos excepcionales, ¿pero no
deberían hacernos reflexionar sobre cuántas
personas pueden no estar desarrollando sus potencialidades a
causa de la marginación y el desprecio que reciben por su
trastorno?

Otro
testimonio:
    

"…yo iba a un hospital de
día, comía en un comedor del Ayuntamiento, me iban
a dar 40.000 pesetas, que es una ridiculez, por parte del
Estado y me
iban a meter en un albergue, porque yo no tenía casa, e
iba a acabar siendo una de estas personas que depende de todo lo
que sobra en la sociedad en la que vive, ¿no?"

"Entonces yo, viendo que esa era la solución que
se me ofrecía, yo decidí…: "no, no, no, un
momento, yo voy a ver si, por mi propio pie, puedo funcionar yo
de una manera mejor""[iv].

Y lo hizo, luego de largos años de vivir de la
caridad estatal al margen de la sociedad

No todos los pacientes tienen los recursos
psíquicos e intelectuales
con los que cuenta esta paciente, es cierto. Pero también
lo es que cuando era "una de esas personas que depende de todo lo
que sobra en la sociedad en la que vive", nadie hubiera
creído, ni ella misma, que contaba con esos recursos. Y
que de no haber aparecido, en un momento determinado, los
recursos económicos necesarios para que pudiera realizar
una psicoterapia
privada con la frecuencia y dedicación que necesitaba,
continuaríamos sin saberlo.

No desconocemos que en muchos otros casos no parecen
existir recursos suficientes frente a psicosis que se resisten a
todo tratamiento (¿cómo no saberlo trabajando con
psicóticos?) pero estamos seguros de que
hay muchos otros que quedan muy lejos de alcanzar los
máximos resultados posibles.

La reforma psiquiátrica acometió la tarea
de liberar a los psicóticos de la condena del encierro, y
estuvo bien. Pero no proveyó a las familias ni a la
sociedad de los recursos que necesariamente debían
acompañar este acto.

Los psicóticos y sus
familias

"La llamada Psiquiatría Comunitaria
prometió a los familiares del enfermo mental suficientes
recursos. Hoy sigue prometiendo. Mientras las familias soportamos
presiones y responsabilidades excesivas (…). A menudo nos
toca pagar con dinero (los
que pueden) las insuficiencias de una "reforma" precaria,
incompleta y que ha descargado sobre la familia a
un sector de la sociedad demasiado complejo para que encuentre
ahí su solución"[v].

Entre estas promesas incumplidas figuran: "estancias de
corta duración", "visitas psiquiátricas
domiciliarias de urgencias", "una dotación suficiente de
viviendas asistidas", "una infraestructura para la integración socio-laboral de los
enfermos psicóticos", "dotación
asistencial."[vi]

"Antaño los familiares de los enfermos mentales,
especialmente si se trataba de esquizofrénicos, eran
culpabilizados por el "discurso psiquiátrico""[vii]. Ahora
ya no, pero sigue exigiéndose de ellos que carguen en
exclusiva con las consecuencias.

¿Y si el psicótico no cuenta con el apoyo
familiar? El peso recae sobre el estado,
transformándolos, las más de las veces, en "una de
esas personas que depende de todo lo que sobra en la sociedad en
la que viven".

Combatir la
estigmatización

Nash no se conforma con comunicar su experiencia y sus
reflexiones sobre ella, se aventura a dar un consejo:
«Si las personas que han padecido episodios de enfermedad
mental o locura fuesen tratadas como casos nuevos cada vez que
los sufren, tal vez los superarían con mayor
ánimo»[viii].

No creemos escuchar en esas palabras una crítica
al conocimiento sobre la enfermedad, sino un reclamo al
reconocimiento de su singularidad. Es más, creemos que si
las personas que padecen una enfermedad mental grave fueran
tratadas, no sólo por el personal
sanitario sino por sus familias y el conjunto de la sociedad,
como personas y no solamente como enfermos mentales, sus
perspectivas serían mejores.

Nash señaló en el mismo Congreso que la
discriminación hacia las personas que
padecen una enfermedad depende mucho de los  tratamientos
posibles para su cura: "… un amigo psicólogo que
trabaja en un hospital me confirmó que la actitud hacia
quienes padecen de úlcera de estómago ha cambiado
radicalmente desde que se descubrió que estaba causada por
una bacteria" (…) "los afectados han pasado de ser
considerados individuos con malos hábitos y mal carácter a personas con una afección
que se trata con antibióticos"[ix].

Aún no hemos encontrado una cura eficaz para la
mayoría de los enfermos mentales graves, pero sí
sabemos que en casi todos los casos, con los recursos
farmacológicos y psicoterapéuticos adecuados, puede
llegar a lograrse una estabilización que les permita vivir
una vida digna de ese nombre.

¿Y en los que no? Nash nos dio su opinión:
"…los seres humanos cuyos cerebros no funcionan
convenientemente como para ser trabajadores, sí pueden ser
apreciados por sus relaciones familiares, si no por toda la
sociedad. De este modo, son comparables a las mascotas
domésticas, y pueden ser aceptados, especialmente por sus
familias, si no son capaces de crear «productos» valiosos de los que se espera que
cree el trabajo de
los humanos»[x].

No compartimos su comparación con "mascotas", ni
los criterios rabiosamente economicistas y productivos que su
discurso trasluce por el mismo hecho de combatirlos, pero es
indudable que hay casos (como en otras enfermedades, por ejemplo
las que se acompañan con retraso mental profundo) que no
son socialmente recuperables. Esos casos requieren potenciar los
recursos asistenciales (incluidos lugares de estancia
adecuadamente atendidos) para que el peso no recaiga
íntegramente en las familias, cuando las hay.

También somos concientes de que, como
declaró el mismo John Nash, «una cierta cantidad de
estigmatización es inevitable. Alguien que sufra un
accidente y pierda un brazo tendrá siempre una cierta
cantidad de estigmatización sobre
él».

Pero aún así, en la mayoría
absoluta de las psicosis se puede llegar mucho más
allá en la integración social que en la actualidad.
Eso requiere del trabajo del estado, los profesionales de
salud mental,
las familias y los psicóticos, y de la colaboración
del conjunto de la sociedad. ¿Para qué? Para
mejorar la calidad de
vida de los pacientes, de sus familias, y de la sociedad en
la que todos vivimos; y para no "ser cómplices del
no derecho, de la desigualdad, de la muerte
cotidiana del
hombre"
[xi].

Referencias 

[i] En Gran Bretaña, última de las grandes
naciones de la UE en cerrar sus antiguos manicomios, es
fácil reconocer a los pacientes así liberados y que
hoy deambulan por territorio británico por las cazadoras y
mochilas con que han sido provistos.

[ii] . Juan J. López-Ibor Aliño,  CIE
10 Prólogo a la edición
española del Capitulo V – Trastornos Mentales y del
Comportamiento.

[iii] y citas siguientes: John Forbes Nash,
intervención en Congreso Centenario ‘Juan J.
López Ibor’ de la celebrado. Madrid –
2.006

[iv] Testimonio de una paciente esquizofrénica
del CSM Centro de Madrid.

[v] Declaración de familiares de pacientes
psicóticos del CAP de Salut Mental de Sarriá-Sant
Gervasi

[vi] Ídem

[vii] Ídem.

[viii] John Forbes Nash, intervención en Congreso
Centenario ‘Juan J. López Ibor’ de la
Asociación Mundial
de Psiquiatría
celebrado. Madrid –
2.006

[ix] John Forbes Nash, intervención en Congreso
Centenario ‘Juan J. López Ibor’ de la
Asociación Mundial
de Psiquiatría
celebrado. Madrid –
2.006

[x] John Forbes Nash, intervención en Congreso
Centenario ‘Juan J. López Ibor’ de la
Asociación Mundial
de Psiquiatría
celebrado. Madrid –
2.006

[xi] Franco Basaglia, psiquiatra italiano fundador del
movimiento por
una Psiquiatría Democrática

 

Luis Teszkiewicz

Psicoterapeuta
Marina
Averbach

Psiquiatra

Partes: 1, 2, 3
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