Mañana arde Santiago: (Sucesos que motivaron el encarcelamiento de César Vallejo el año 1920) (página 2)
1. Ni bien pasa la
procesión del Apóstol se desata el infierno en
Santiago de Chuco
Pedro Lozada, que tiene respeto y
cariño por don Gerardo Sánchez Mendocilla,
propietario del fundo Chaguín, agricultor y ganadero
próspero, tocó nerviosa, compulsivamente y por
tercera vez la puerta de su casa en la calle Manco Cápac,
en la parte alta del pueblo.
Serán las nueve de la noche que ya, para Santiago
de Chuco, es una hora avanzada en que la gente ya está
acostada en sus camas y es posible que haya conciliado el
sueño.
– ¿Quién es? –contestaron
desde dentro, entre inquietos y molestos.
– Soy yo, don Gerardo. Soy yo, su amigo Pedro
Lozada… –se escuchó decir desde afuera, pero
pronunciando las palabras con la voz como si fuera un resuello,
como queriendo que nadie más escuche.
Don Gerardo abrió la puerta cautelosamente, con
la lámpara en una mano, y Pedro Lozada, sin dar un paso
adelante pero metiendo la cabeza hacia adentro, bajando la voz
hasta hacerla un susurro y cubriéndose con una mano
el lado de la boca para que no se expanda lo que va a decir; en
absoluto secreto le expresa:
– Mañana no salga por nada del mundo a la
calle don Gerardo, porque mañana arde Santiago de
Chuco.
– ¿Así? ¿De qué se
trata Pedro que me has despertado siendo ya tan tarde?
– No puedo decirle más don Gerardo, pero ni
bien pasa la procesión se va a desatar el infierno en
Santiago de Chuco.
2. Deja de ser mi
hija quien se une con una persona como
ésa
Este aviso se da a las nueve de la noche del 31 de julio
del año 1920 y tiene importancia porque se vincula con el
amotinamiento de la gendarmería del lugar y el saqueo e
incendio de la casa comercial de Carlos Santa María
Aranda, que ocurre al día siguiente 1 de agosto; en plena
Segunda Fiesta del Apóstol, lo que motivó la
persecución y el encarcelamiento posterior del poeta
César Vallejo.
¿Pero quién es Pedro Lozada, apodado
también el "zambo Lozada? Es uno de los guardaespaldas de
Héctor Vásquez Ruiz, propietario de tierras,
participante en política y hombre temible
quien hace un año y medio ha hecho suya a Francisca, hija
de don Vicente Jiménez, quien es Alcalde de la Provincia,
hombre influyente y potentado, quien recibe este episodio de su
vida y en el seno de su familia como una
afrenta, dando lugar a que desherede a su hija y sancione este
percance con una decisión tajante y un anatema,
diciendo:
– ¡Deja de ser mi hija quien se une con una
persona como ésa! –y, esto, lo exclama pese a que
ambos son partidarios de la misma agrupación
política, el leguiísmo, corriente que resultaba
perturbadora para los "pardistas", como Carlos Santa
María, seguidores de José Pardo que constituyen una
fuerza ya
tradicional en esta casi siempre calmada y tranquila
villa.
3. De la plata
de este cajón les pagaba sus haberes y
emolumentos
Ha transcurrido año y medio desde que el padre
condenara así a su hija y por extensión a su no
aceptada pareja: Héctor Vásquez Ruiz. Sin embargo,
aquél no ceja en sus intentos para congraciarse con su
importante suegro o, para mejor decirlo, con el padre de quien es
ya su mujer.
De allí que cuando Héctor Vásquez
Ruiz pasa, y vuelve a pasar, comprobando que es cierto lo que sus
ojos han visto que ocurre en la tienda de don Carlos Santa
María, se detiene en la esquina contigua para tratar de
avizorar todas las consecuencias que traerá la escena que
acaba de percatarse que está aconteciendo.
Pero, ¿qué es lo que ha visto?
Que Carlos Santa María y el Jefe del Puesto de
gendarmes, alférez Carlos Dubois, beben y conversaban
secretamente. El primero le sirve copa tras copa al segundo, a
quien todo el tiempo le
cuchichea algo al oído.
Héctor Vásquez espera en la esquina de la
botica de don Luis Ruiz para ver en qué terminaba esta
evidente conspiración.
Un momento se acerca con disimulo a la puerta y escucha
que Carlos Santa María le dice:
– Ya ve, pues, alférez. Yo para pagarles a
ustedes lo hacía de lo que me rinde esta tienda; de la
plata de este cajón es de donde les pagaba sus haberes y
emolumentos.
4. Ocurrieron
estos hechos que motivaron el encarcelamiento de César
Vallejo
– Ahora lo veo muy claro, don
Carlos. ¡Y pensar que a usted lo han tratado de modo tan
ingrato! Pero la política es así; como tiene sus
altos tiene sus reveses.
– Yo para pagarles a ustedes no esperaba que
llegue la plata de Trujillo, sino que de mi propio peculio lo
hacía. ¡Y de buena gana, oiga usted! Tanto pagaba su
sueldo como el de sus subordinados.
– En cambio ahora
nos morimos de hambre con Leguía y los ineptos que ocupan
los cargos públicos. Usted sí era un buen
Subprefecto don Carlos, puntual y bien amigo de sus
amigos.
– Pero, ahora vayan a ver si hace lo mismo el
sordo y ferrocarrilero de Ladislao Meza y su camarilla. Vayan y
¡cóbrenle el sueldo que les tiene
atrasado!
Era cierto. Ladislao Meza no oía y además
trabajó de Comisario General del Ferrocarril
Chuquicara-Cajabamba. Fue Sargento Mayor y Subprefecto interino
de Santiago de Chuco desde el 26 de julio hasta el 24 de
septiembre del año 1920, período en el cual
sucedieron los hechos que motivaron que César Vallejo
sufriera cárcel en Trujillo y persecución de por
vida.
– ¡Ni fiesta hemos tenido, don Carlos!
¡Qué vida ésta! ¡Y con lo sacrificada
que es esta función!
¡Ni comida tienen nuestros hijos!
5. ¡Se
está azuzando a los gendarmes! Beberán mucho
alcohol esta
noche
– Pero, ¿por qué no van
a reclamar ahorita mismo? ¡A ver si a ese sordo lo apoyan
sus compinches! ¡Vaya, pues, y reclámele su paga!
¡A él y a la sarta de brutos que lo secundan! Y que
se han puesto tan insolentes, oiga usted, con eso de la "Patria
Nueva" de Leguía.
– No sabemos qué hacer don Carlos. Pero
usted cuente con nuestro apoyo para lo que necesite.
– ¡Pero por ahora reclamen
enérgicamente! Y de mi parte llévele estas
botellitas de pisco a sus subalternos, como una prueba más
de mi afecto, cariño y amistad.
Ahí fue cuando Héctor Vásquez Ruiz
se retiró en forma sigilosa e hizo una señal a
Pedro Lozada y al negro Pozú, que lo esperaban a una
cuadra. Se le acercaron, con toda prontitud y
obsecuencia.
– ¡Vayan y reúnan corriendo a los
nuestros que quiero dar unas instrucciones precisas!
Más tarde, cuando estuvo reunida su gente de
confianza, les dijo:
– ¡Se está azuzando a los gendarmes!
Beberán mucho alcohol esta noche; mañana
estarán exaltados y será un día en que va a
arder Santiago de Chuco.
– Tú –le dijo a uno de ellos–,
anda avisa a don Vicente Jiménez de lo que está
ocurriendo. Al final le dices que es un mensaje que va de parte
mía. Y no se te olvide de repetir mi nombre al
final:
–De su yerno Héctor Vásquez
Ruiz.
6. El nuevo
gobierno,
originó un terremoto burocrático
nacional
Después de deslizarse por la oscuridad de las
calles, Pedro Lozada creyó oportuno prevenir
también a don Gerardo Sánchez Mendocilla para que
no saliera a la calle el día siguiente, 1 de agosto de
1920, que se bosquejaba como un día peligroso.
Había evidencias de
que tendrían lugar sucesos violentos, lo que se
temía desde semanas antes, justamente para las fiestas
patronales empezadas hacía 15 días.
Y es que el nuevo gobierno, originó un terremoto
burocrático nacional, acabando con el cargo de Subprefecto
interino ejercido en Santiago de Chuco por Carlos Santa
María, función que fue transferida a manos de
Ladislao Meza, del grupo
leguiísta al cual pertenecían Vicente
Jiménez, Víctor y Manuel Vallejo –hermanos
del poeta–, Benjamín Rabelo, Andrés y Antonio
Ciudad, Pedro Peláez, entre muchos otros.
La atmósfera se
había puesto tensa. El pretexto: no haber llegado el dinero para
pagar a los gendarmes. El resquemor: el cambio de autoridades que
había ocurrido por la asunción al poder de
Augusto B. Leguía. El trasfondo: las rivalidades políticas
y un hecho inusitado, nunca visto, increíble y explosivo
ocurrido hacía cuatro meses.
7. Preso Vicente
Jiménez, lo cual constituía una osadía
tremenda
¿Qué ocurrió cuatro meses antes?
Algo muy grave, nunca visto en toda la historia del pueblo; esto es
que, aprovechando de su posición de Subprefecto interino,
don Calos Santa María dio un golpe demoledor a su enemigo
principal y acérrimo, nada menos que el Alcalde de la
provincia, don Vicente Jiménez, convertido aunque sin
quererlo ni aceptarlo, en padre político de Héctor
Vásquez Ruiz.
¿Cómo es que se urdió aquel hecho
tremendo?
El Subprefecto interino Carlos Santa María
acusó al Alcalde, ante la autoridad de
Trujillo, de estar organizando un ejército de montoneros y
subvirtiendo el orden en Santiago de Chuco, denuncia que fue
atendida y a partir de la cual se dictó una orden de
captura en marzo de este año, en contra de Vicente
Jiménez, personaje de mucho arraigo y presencia en toda la
comarca.
Al llegar el dictamen de arresto se procede de forma
rápida y sumaria a darle curso. Los gendarmes a
incitación de Carlos Santa María no hacen
más que obedecer y ejecutar el mandato, tomando preso a
Vicente Jiménez, lo cual constituía una
osadía tremenda.
8.
¡Ay, cholito, cholito! Ruega a Dios que no regrese yo con
vida
– Hay que amarrarlo. ¡Puede
escapar! –Advierte Carlos Santa María
refiriéndose a Vicente Jiménez el Alcalde, quien le
lleva años de edad–. Así es que
¡pónganle cadena y pásenla por debajo de la
mula!
Así ordena en la curva de Las Guitarras, que es
la salida a Trujillo hasta donde él ha ido para comprobar
con sus propios ojos que se cumplan sus instrucciones a todas
luces insultantes y provocativas.
Porta además Carlos Santa María un
fuetecillo en las manos, que lo blande, para mayor
afrenta.
– ¡Pobrecito, el niño Vicente!
–se atreve a murmurar una viejecita.
– ¡Cállese la boca! –grita. Y
amenaza a la mujer con
castigarla.
Y volviéndose a los gendarmes, para humillar
más a su víctima ordena:
– ¡Átenlo de manos!
De allí que en Santiago de Chuco se recita como
copla la respuesta o el comentario que alcanzara a expresar
Vicente Jiménez:
¡Ay, cholito, cholito!
Ruega a Dios y a la Virgen,
y a
todos los santos del cielo
que no regrese yo
con vida.
Porque si regreso con
vida
¡ya verás lo que te
pasa
pobre y triste
cojudito!
9. Vicente
Jiménez ha regresado libre y con vida
Eso dice Vicente Jiménez, con un rictus de
desprecio dirigido a Carlos Santa María.
Cuando lo engrilletan, enlazando la cadena que le sujeta
los dos pies por debajo de la panza de la mula, vuelve a repetir
su frase: "Ruega que no vuelva…"
Y así llegó hasta Trujillo, encadenado y
atadas las manos.
Todo esto ha ocurrido hace siete u ocho
meses.
Vicente Jiménez ha regresado libre y con
vida. Y ahora los ánimos están caldeados al
rojo vivo.
Además, Carlos Santa María ya no es
Subprefecto.
Sin embargo los policías al mando del
Alférez Carlos Dubois lo secundan y reciben sus
órdenes y consignas.
Acaba de ofrecerle su respaldo. ¡Para lo que
sea!
De allí que el Subprefecto Ladislao Meza ha
traído sus propios soldados desde Huaraz y el guapo de
Héctor Vásquez Ruiz también tiene su gente y
quiere vengar la afrenta cometida contra su suegro, y para
congraciarse con él.
A todo esto, ¿dónde está el poeta
César Vallejo?
10. Vallejo
regresa decidido a cambiar el rumbo y el curso que está
tomando el destino
Desde inicios del mes de mayo y todo el mes de junio de
1920 César Vallejo acompañado de su amigo Juan
Espejo Asturrizaga permanece en Santiago de Chuco, recorriendo la
campiña y gozando de días plácidos y amenos
en el seno del hogar paterno, situado en el barrio de Cajabamba,
o Santa Mónica como también se lo llama.
Visita a Otilia, su sobrina, en Irichugo donde es
maestra y adonde ella lo invita a pasar algunos días.
Terminando junio con Juan Espejo regresan a Trujillo, llegando a
esta ciudad el 3 de julio después de cuatro días de
penosa caminata a lomo de acémila, haciendo escala en
Menocucho desde donde se toma el tren para llegar a la costa.
Estos son viajes arduos
y costosos que se dejan pasar largos períodos antes de
emprenderlos, por lo difícil y arriesgada que resulta la
travesía.
Sin embargo, pese a recién acabar de llegar a la
capital
departamental, César Vallejo inesperadamente regresa a los
dos días otra vez a su pueblo habiéndose despedido
de él con mucho sentimiento. Esto deja perplejo y
sorprendido a Juan Espejo y a sus amigos de Trujillo.
¿Por qué regresa así? La
razón es el amor a su
sobrina Otilia. Al no haber aceptado él proseguir la
relación ella abruptamente con él ha decidido
casarse con un lugareño. Arrepentido en el camino
César Vallejo vuelve, decidido a cambiar el rumbo y el
curso que está tomando el destino.
Participa en la primera fiesta y uno de esos días
apadrina al hijo de su hermano Manuel Natividad.
11.
Reconocen que en el pueblo no puede faltarse al principio de
autoridad
Mientras tanto, el alférez Carlos Dubois la noche
del 31 de julio lleva al puesto de gendarmes las botellas de
pisco generosamente donadas por don Carlos Santa María.
Allí los custodios del orden conjuntamente con el
alférez beben toda la noche. Al amanecer cantan, lanzan
varios disparos al aire, gritan y
profieren insultos a las autoridades del nuevo gobierno que los
tiene impagos. Abren la cárcel y dejan libres a los
presos.
Pasada la procesión vuelven a escucharse disparos
y se ve a la gendarmería salir armada a reclamar sus
sueldos ante el Subprefecto Ladislao Meza quien previendo
desmanes que pudieran atentar contra su vida, tiene una guardia
personal de
gente armada traída especialmente de Huaraz.
La manera de insistir de los gendarmes que están
ebrios, es descomedida e insolente, de tal modo que las personas
que han seguido al cortejo se sienten irritadas porque reconocen
que en el pueblo no puede faltarse al principio de autoridad si
es que se anhela un clima
mínimo de paz ciudadana.
– ¿Qué dicen? ¿Qué
dicen? –pregunta desesperado Ladislao Meza, que no oye casi
nada.
– ¡Le han insultado señor
Subprefecto! ¡Le han insultado!
– ¡Han insultado al Subprefecto! –es
la voz que corre nerviosamente por las calles.
– ¡A la autoridad política no se le
falta el respeto! –repite la gente.
12. Caminando
por el borde de las paredes, llega al campanario donde toca a
rebato
– ¡Los cachacos han
insultado al Subprefecto! ¡Su jefe es un borracho!
–alegan los partidarios de Ladislao Meza– ¡Esto
no lo podemos consentir!
Los gendarmes han vuelto a su local. Pero se ha
congregado un grupo de personas que han visto por conveniente
acercarse al Puesto de gendarmes para reclamar que se guarde la
debida compostura.
Los uniformados se han acuartelado y entre ellos y una
comitiva que está adelante intercambian palabras airadas.
Repentinamente desde dentro sale un disparo que pasa rozando la
cabeza de Telésforo Paredes, el Subprefecto Ladislao Meza
y la bala va a dar en el cráneo de Antonio Ciudad cuyos
sesos quedan esparcidos y pegados en la pared de enfrente, que es
la casa de don Santiago Calderón.
Todo esto ocurre a las 3.20 de la tarde del 1 de agosto
del año 1920.
Vicente Jiménez enterado de estos sucesos baja
desde su casa situada en la parte alta del pueblo. Porta un
fuetecillo en la mano y se le oye arengar a la gente: "¡El
pueblo se levanta!" "¡Santiago se subleva!".
Ya en la plaza insta a Manuel García, apodado el
"cojo García", quien es el guapo del pueblo, a que suba a
la torre y toque la campana llamando a la gente. Trepa por un
lugar denominado La Huairona y, caminando por el borde de las
paredes, llega al campanario donde toca a rebato.
13. El arma le
cuelga del hombro y con ella recorre las calles del
pueblo
– ¡Justicia!
– ¡Justicia! –repite el
pueblo.
La gente enfurecida arremete contra el Puesto de
gendarmes, destroza la puerta e ingresa.
Mientras tanto Pedro Lozada, ha entrado por el hueco que
hay en una pared posterior y dispara dando muerte a dos
gendarmes mientras los otros huyen.
A uno de los guardias muertos lo arrastran hasta la
vereda de la calle donde la gente le hinca con
cuchillos.
Los policías que escapan con el alférez lo
hacen por los techos de las casas en dirección al establecimiento de Carlos
Santa María, en donde se refugian.
Al asaltar el Puesto de gendarmes se capturaron armas las que se
distribuyen entre los presentes.
César Vallejo recibe un fusil y una cartuchera de
balas que se lo amarra a la cintura.
El arma le cuelga del hombro y con ella recorre las
calles del pueblo, junto a otros ciudadanos que han recibido
rifles y carabinas de la armería capturada.
14. Arde la casa
envuelta en un fuego tan grande que amenaza con cruzar e
incendiar las casas de enfrente
El Subprefecto está preocupado en informar de
todos estos sucesos a Trujillo. Al no contar con el secretario de
su oficina
Américo Escobedo, que en estos días de fiesta se ha
ausentado, solicita los servicios del
escritor y poeta César Vallejo.
Ambos se dirigen a la casa de Demetrio García
donde se reúnen para hacer los comentarios del caso y
redactar los informes.
Hasta ahí llegan simpatizantes del Subprefecto y amigos de
los presentes.
A las 11 de la noche les avisan que están
saqueando e incendiando la casa y la tienda comercial de Carlos
Santa María que es el mejor establecimiento de la
ciudad.
Salieron apurados y vieron lo que acontecía,
encontrándose que aquel bien dotado almacén
había sido saqueado, luego rociado de kerosén y
ahora arde envuelto en un fuego grande que compromete extenderse
a otras casas vecinas y amenaza con cruzar e incendiar las casas
de enfrente al otro lado de la calle.
15. El 6 de
noviembre César Vallejo ingresa a la cárcel de
Trujillo a las 7 de la noche
Los días siguientes fueron
sombríos.
César Vallejo viajó a Huamachuco a
encontrarse con su hermano Néstor.
Desde Trujillo se envió a Santiago de Chuco a un
juez especial, al Dr. Elías Iturri, especialmente
comisionado por el Tribunal Correccional para levantar
instrucción de los sucesos. Llevaba la oculta consigna de
perseguir e involucrar a los simpatizantes de Leguía y
opositores de Carlos Santa María Aranda.
Es interesante consignar que el Juez titular de la
ciudad, Matínez Céspedes, al iniciar el proceso no
inculpó a César Vallejo.
El día 31 de agosto Iturri ordena la
detención de 12 personas entre ellas los hermanos
Víctor, Manuel, Néstor y César
Vallejo.
Néstor atestiguó que el día de los
sucesos había despachado en su juzgado de Huamachuco.
César, después de algunas semanas de permanecer
oculto en aquella ciudad, viajó a Trujillo donde Antenor
Orrego le otorgó refugió en su casa de
Mansiche.
El día 5 de noviembre recibe la
recomendación de una persona, a quien él nunca
delató, de que debía de cambiar de lugar
ofreciéndole la casa del Dr. Andrés Ciudad adonde
había llegado también el perseguido Héctor
Vásquez Ruiz.
Allí se traslada, casa que es allanada
inmediatamente por los gendarmes, el 6 de noviembre. Ese mismo
día César Vallejo ingresaba a la cárcel a
las 7 de la noche, para permanecer en ella hasta el 27 de febrero
del año 1921.
Más tarde diría: "El momento más
grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del
Perú".
Fuente:
Instituto del Libro y
la Lectura del
Perú
Danilo Sánchez Lihón
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