Oriana Fallaci fue denunciada por el Movimiento
Contra el Racismo y por la
amistad de los
pueblos (MRAP) y también tanto por la Liga Contra
el Racismo y el Antisemitismo (LICRA) como por la Liga de
Derechos del
Hombre (LDH) en los tribunales franceses, a causa de su
libelo antimusulmán. Hasta ahora los tribunales han
estimado que no es culpable y yo pienso, como sus abogados, que
su libelo no debe ser prohibido ni multado, como pedía el
MRAP ni estampado con una advertencia -como pedían la
LICRA y la LDH, pues entra -como todo lo manifestado por escrito
y no dirigido a los niños–
dentro de lo que me parece propio de la Libertad de
Expresión, aunque sea una apología del racismo
más severo.
Los que ahora denuncian a Fallaci, sin éxito,
denunciaron y lograron con éxito el boicot de la obra y la
condena en los tribunales del autor del libro
antijudío: Mitos fundadores de la política israelí (1996) escrito por el
filósofo Roger Garaudy. Texto que
además de contener cosas ciertas (informaciones sobre las
resoluciones de la ONU incumplidas
por Israel y críticas a la mitología teológico-sionista)
también contenía cosas discutibles y, otras, falsas
e insultantes (pues daba crédito
a autores negacionistas al discutir y poner en duda hechos
relacionados con el asesinato masivo de judíos
por los nazis en la SGM).
El libro de Garaudy estaba mejor documentado de lo que
lo está el de la Fallaci, intelectualmente supera con
mucho el francés a la italiana, aunque moralmente
están a la misma altura, a la de mis zapatos. Aun
así, en su día también defendí que no
se condenase a Garaudy y que no se boicotease al libro, en nombre
de la Libertad de
Expresión, pero en ese entonces, ésta, no
salió triunfante.
El 27 de febrero de 1998 Roger Garaudy, de 84
años, era condenado en un juicio en el que se le
consideró culpable de los delitos de
"negación de crimen contra la humanidad" y de
"difamación racial" (pero inocente de los cargos de
"provocación a la discriminación, al odio y a la violencia
raciales"). La condena fue estipulada de manera pecuniaria, bajo
una multa de 240.000 francos, dependiendo de la violación
de una controvertida ley de 1990 que
ilegaliza el mero cuestionamiento de los "crímenes contra
la humanidad" de la 2ª G.M. tal y como fueron establecidos
por el tribunal de Nüremberg en 1945. "Los jueces han tenido
cuidado en precisar que el hecho juzgado es el antisemitismo
del escritor y no su antisionismo. «Aunque se refugia en
una crítica
política a Israel, lo que cuestiona en realidad es al
conjunto de los judíos», se señalaba en la
sentencia" (El País 28-2-98). Y Oriana Fallaci,
aunque se refugie en una crítica a los integristas o
fundamentalistas islámicos tras los atentados del 11S, lo
que cuestiona, en realidad, es al conjunto de los musulmanes,
como podría y debería haber dicho un tribunal
actual si le hubiese aplicado el mismo rasero. Pero no hay el
mismo rasero y no es tan escandaloso el antimusulmanismo que el
anijudaismo, aunque ambos sean, en rigor, Antisemitismo. "Si
cogiésemos la obra de Fallaci y sustituyésemos la
palabra musulmán por la palabra judío,
tendríamos un renacimiento de
la literatura
antisemita de los años 30" decía A.Taleb del MRAP
(Le Monde 20-11-2002: Les associations anti-racistes perdent
en justice contre Oriana Fallaci).
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