- Trabajo, feminismo e
imaginarios de género: Don Juan y la Mujer
Fatal - Por
qué un cambio en los imaginarios no bastaría para
provocar un cambio en las relaciones sociales de
producción - El
chiste del horror marital - En la
esfera del buen Eros: cuando el amor triunfa sobre el
instinto de muerte
La guerra entre
los sexos en la era del Capitalismo
"El filósofo siente horror al matrimonio (…).
¿Qué gran filósofo ha estado casado
hasta ahora? Heráclito, Platón,
Descartes,
Spinoza, Leibniz, Kant, Schopenhauer
–no lo estuvieron; más aún, ni siquiera
podemos imaginarlos casados. Un filósofo casado es
un personaje de comedia, esa es mi tesis: y por
lo que se refiere a aquella excepción, Sócrates,
parece que el malicioso Sócrates se casó por
ironía, justamente para demostrar esta tesis (…).
En el ideal ascético están insinuados tantos
puentes hacia la independencia,
que un filósofo no puede dejar de sentir júbilo y
aplaudir en su interior al escuchar la historia de todos aquellos
hombres que un día dijeron no a toda sujeción y se
marcharon a un desierto cualquiera: aun dando por supuesto que no
fueran más que asnos fuertes y todo lo contrario de un
espíritu fuerte".
"Lo que se hace por amor acontece
siempre más allá del bien y del mal"
(1).
"La mujer
será mi tema (…), –la mujer, por lo
tanto, no habrá sido mi tema" (2).
1. Trabajo,
feminismo e
imaginarios de género:
Don Juan y la Mujer Fatal.
La dominación del hombre sobre
el hombre, la
explotación en general, tiene como fundamento y base la
propiedad
privada de los medios de
producción. En la modernidad esa
explotación se ha determinado como Capitalismo
como en la antigüedad se configuró como esclavismo o
feudalismo. En
las relaciones dominación puede incidir la
condición sexual de manera secundaria pero no hay nada
más igualitario, en el mal sentido de esa palabra, que la
explotación en general, esencialmente económica;
errando el feminismo al centrar en la diferencia sexual el origen
del sometimiento del otro.
¿Acaso es el trabajo
pudiera ser una función
sexual? Para responder a esa cuestión habremos de partir
del cómo se configura la sexualidad y
cómo se forma ese imaginario que participa, a mi juicio
siempre, junto a la racionalidad, en las conductas sociales y
laborales. Tendremos que hablar muy en general, sabiendo que
siempre hay excepciones y variantes múltiples que rompen
las generalizaciones y concretan excepciones ya
multiplicidades.
En Occidente los escritores y los artistas (Oscar Wilde,
Byron, Sade, Gauguín, Stevenson, etc) así como en
el antiguo Régimen los nobles y también a veces los
campesinos (no constreñidos por la moral
puritana ni por la represión en las costumbres) se
caracterizaban por sus libertades sexuales frente a las normas
socialmente establecidas. Muchos artistas y escritores viajaron a
Oriente para encontrar allí las libertades que un
Occidente de puritanismo victoriano les vedaba, mucho antes de
que existiera el turismo sexual y se
convirtiese el mundo de lo diferente en lugar de lo mismo o de
mercancía objetualizada para el consumo
capitalista.
En esto de la libertad de
costumbres no sólo eran los hombres sino también
las mujeres artistas, nobiliarias o altas burguesas los que
tuvieron ciertas licencias (restringidas generalmente a las
clases
sociales superiores) para saltarse las convenciones sociales
o seguir las privilegiadas de sus respectivas clases. Así,
algunas de las madres del feminismo, esas ilustradas del siglo
XVIII estaban casadas simplemente por contrato familiar
y tenían, como sus maridos, varios o sucesivos amantes;
separándose para ambos, igualitariamente, el
amor-sexo y el
contrato-matrimonio.
Hoy en día algunas burguesas adalides del
feminismo emancipatorio no comprenden que mientras ellas tienen
una criada inmigrante que hace en su casa las labores
domésticas, sus homólogas de las clases
trabajadoras no se pueden permitir chillar al marido que llega de
trabajar en un andamio durante 12 horas por un jornal basura,
diciéndole que las tiene sometidas, humilladas, dominadas
y maltratadas al encomendarles todas las labores
domésticas. El currante que llega después de una
jornada extenuante y un par de litros de alcohol tras
ella para olvidar la explotación a la que está
sometido, si llega a casa y le chilla histéricamente su
mujer porque ha visto en la
televisión que los hombres son la dominación
falocrática; lo más probable es que la tire por la
ventana. Cruda explicación de las causas de la violencia
doméstica.
El mito de la
adjudicación de la capacidad de violencia exclusivamente
al varón empieza a ser contestado a partir del
reconocimiento de hechos como que el mayor número de
maltrato y homicidios de
niños y
niñas se produce a manos de sus madres (3).
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