Misión que
consiste, cuándo no, en pregonar la bondad de lo
imposible: esos acuerdos entreguistas, en los cuales todo damos y
nada recibimos. Pero ni con la plena colaboración de las
familias criollas que detentan el control mayor de
los medios de
comunicación, van logrando plasmar tales deseos.
Menos ahora que las corporaciones del coloso bregarán por
la salvaguardia de los derechos de sus trabajadores
y consiguientemente la suerte de estos acuerdos ya merece serios
reparos de concreción o, como en dos casos, de
ratificación.
Hablamos del Presidente Salvador Allende y nombramos así
el deber ser llevado a la praxis. Y eso
trasciende toda mezquindad, toda rapacidad, incluso la oprobiosa
mezquindad y la burda rapacidad de las que fueron
víctimas, por ejemplo, tantos hermanos chilenos y hermanas
chilenas.
Pero hubo traiciones, como hubo asimismo, cabe decirlo, siquiera,
excesos de ilusión, despegues de una realidad que muchas
veces se pretendió desconocer.
La traición de los grises. Ese despliegue de clase y de
casta que, en lugar de apoyar a un gobierno electo
por la fuerza de las
urnas, en plena democracia,
medró y lucho entre bambalinas para desprestigiarlo y
encorsetarlo, lográndolo.
También surtió efecto la mera ilusión, el no
apego a realidades que, a la vista de las acciones
sediciosas que estaban llevándose a cabo para mostrar al
grueso de la población los supuestos males que les
sobrevendrían, no pudieron prever por pretender, como se
decía "avanzar sin transar".
Claro está, se me dirá, y con razón, que es
fácil hablar ahora y a la distancia. Pero en mi descargo,
déjenme siquiera manifestarlo, pues esto también
existió.
Arlequines y
polichinelas
Así los llamó el poeta Pablo Neruda tres
días después de la caída de Allende.
Se refería, por ejemplo, a los traidores de la
oligarquía local junto a los advenedizos que pudiendo
hacerlo no ofrecieron su concurso a un tránsito
armónico que, en todo momento Salvador Allende se
juramentó a realizarlo dentro de la legalidad, con
la plena vigencia de los derechos constitucionales y en el marco
de una auténtica democracia representativa.
Fue mayor la apetencia de poder, o de
regreso al poder y quizá también el odio a que los
descastados, los pobrecitos tuvieran un lugar al lado de ellos,
lo que les llevó a traicionar ideales, juramentos e
incluso supuestas lealtades.
Personas de un mismo apellido, incluso, en dos generaciones,
traicionaron, consecuentemente, a las instituciones
democráticas, en el primer caso, y a la Justicia de su
país, en el segundo, en aras de cuidar intereses
superiores que, seguramente, no condicen con los supremos de la
Nación
de Chile ni del grueso de sus gentes.
La vía chilena al
socialismo
En todo caso, la vía chilena al socialismo fue y
sigue siendo un proyecto posible
y creíble al que, consideramos, debe adecuársele
dentro de un marco histórico donde condigan tanto los
tiempos sociales cuanto los cronológicos, pero que en
sí misma es viable, probadamente viable.
A vía de ejemplo, veamos parte de lo que dijo el
Presidente Allende en su primer mensaje al Congreso Pleno, el 21
de mayo de 1971: "Caminamos hacia el socialismo no por amor
académico a un cuerpo doctrinario. Nos impulsa la
energía de nuestro pueblo que sabe el imperativo
ineludible de vencer el atraso y siente al régimen
socialista como el único que se ofrece a las naciones
modernas para reconstruirse en libertad,
autonomía y dignidad.
Vamos al socialismo por el rechazo voluntario, a través
del voto popular, del sistema
capitalista y dependiente cuyo saldo es una sociedad
crudamente desigualitaria, estratificada en clases
antagónicas, deformada por la injusticia social y
degradada por el deterioro de las bases mismas de la solidaridad
humana."
Apela antes que a cualquier dogmatismo, a la racionalidad y a la
entrega a la causa nacional en la defensa y promoción de los derechos de todos los
chilenos.
Un poco más adelante en el mismo mensaje, Salvador Allende
hace un triple y crucial llamado:
1 – Movilizar al pueblo;
2 – Orientar el país hacia la atención de sus necesidades más
inmediatas y
3 – y en sus propias palabras: "Dar tarea a la juventud",
dentro de la siguiente expresión: "Y, sobre todo, dar
tarea a la juventud, abriéndole amplias perspectivas de
una existencia fecunda como edificadora de la sociedad en que le
tocará vivir." , agrega el Primer Mandatario
trasandino.
Respetó siempre tanto el principio de la legalidad, cuanto
el desarrollo
institucional. Así se expresó en el mismo discurso, y
así transcurrió durante todo el período en
que ejerció el mando, fiel a su respeto
irrestricto a la Constitución, a las leyes y a las
normas
rectoras de la convivencia democrática.
Por ello, conviene reiterar otros pasajes de su
intervención primera ante el Congreso Chileno. Dijo
Allende: "No es el principio de legalidad lo que denuncian los
movimientos populares. Protestamos contra una ordenación
legal cuyos postulados reflejan un régimen social opresor.
(…l) Nuestro sistema legal debe ser modificado. De ahí
la gran responsabilidad de las Cámaras en la hora
presente: contribuir a que no se bloquee la transformación
de nuestro sistema jurídico. (…) El nuevo orden
institucional responderá al postulado que legitima y
orienta nuestra acción:
transferir a los trabajadores y al pueblo en su conjunto el poder
político y el poder económico. Para hacerlo posible
es prioritario la propiedad
social de los medios de
producción fundamentales. (…) Es conforme
con esta realidad que nuestro Programa de
Gobierno se ha comprometido a realizar su obra revolucionaria
respetando el Estado de
Derecho. No es un simple compromiso formal, sino el
reconocimiento explícito de que el principio de legalidad
y el orden institucional son consubstanciales a un régimen
socialista, a pesar de las dificultades que encierran para el
período de transición."
Añadiendo algo fundamental: "Mantenerlos transformando su
sentido de clase, durante este difícil período es
una tarea ambiciosa de importancia decisiva para el nuevo
régimen social."
Todo esto para recordar aspectos sustantivos de los muchos que
constaban en el programa y en la voluntad firme de Allende y su
gobierno por lograr cambios removedores en la sociedad
chilena.
Queda mucho por decir: la nacionalización del cobre, la
explotación de los recursos
nacionales a manos de unos pocos (algo que poco ha
cambiado).
El papel del
totalitarismo mediático
En torno a Chile,
los medios masivos de comunicación han fijado, hoy por hoy, un
estereotipo que la gente por más que se la informe con
datos precisos
de fuentes
intachables, ni cree ni se molesta en ahondar y/ o verificar
sobre tales contradicciones que rechinan por lo brutales.
El adormecimiento de las conciencias no es producto de un
proceso
reflexivo sino, justamente, por la mansa, invariada y permanente
aceptación tácita, que lleva ya varios lustros, que
lo que el totalitarismo mediático quiere que tomemos por
cierto e inobjetable, lo sea, divulgadores mediante,
dándonos supuestas pruebas sobre
las que tan bien contra argumentara el sociólogo
francés Pierre Bourdieu, por ejemplo, o más
específicamente uno de sus mejores discípulos,
Patrick Champagne (en su célebre obra "Hacer la
Opinión – el nuevo juego
político"), que no resisten aquellas un análisis profundo, serio y mantenido en el
tiempo. Porque
hoy prima la noticia que se da y luego nadie constata,
tomándola, lo digo una vez más, como una verdad
revelada por el dogma imperante.
Así, van vaciando de sentido a la democracia, llevando a
nuestros pueblos a instancias donde las libertades
específicas y esenciales comienzan a ser puestas en serio
entredicho.
No deja, entonces, de ser evidente, que la lucha de clases
permanece y que la clase dominante continúa por una u otra
vía, detentando el poder, o sea, ejerciéndolo
malamente, sinuosamente, oscuramente. Y así busca
determinar el éxito
de unos pocos funcionarios y grupos de
interés
locales, contra la miseria y exclusión de vastas
poblaciones de nuestros pueblos.
Asimismo, creo colegir de estos y otros estudios de nuestro
pasado reciente, que hay errores u omisiones que nunca
debiéramos cometer o, volver a cometer, como ser:
1 – Perder la conciencia de los
procesos
históricos, de los tiempos sociales y de los
efímeros tiempos cronológicos que, las más
de las veces, por ser "nuestro" momento de vida, entendemos
cruciales y definitorios, olvidando los procesos y tiempos
citados y ahí, desacomodándonos,
trágicamente, a la historia;
2 – Perder la conciencia de la realidad cotidiana del
pueblo; conciencia que los grupos conspirativos, locales como
extranjeros tienen perfectamente en cuenta y buscan utilizar,
como lo hicieron en el Chile de Allende, como en tantas otras
naciones de la región, por ejemplo, en beneficio de su
acción psicológica sobre el grueso de la
población;
3 – Creer que la astucia y un plan por etapas,
donde tanto se busca sumar aliados, cuanto lo reevaluamos
periódica y críticamente, solía ser visto
como una traición a los ideales y a la "lógica
de la historia".
Repito: fácil es hoy no digo que criticar, pues no lo hago
pero sí vislumbrar posibles falencias o desajustes cuando
en su hora había que estar batallando en medio de tantas
obligaciones y
preñados de tantas traiciones e inmundicias.
Así y todo, Salvador Allende y su Unión Popular,
mostraron que el camino es tan cierto como posible y,
además dieron, ofrendaron mejor dicho, sus vidas que son
ejemplos, para la posteridad y mejor historia de nuestros
pueblos.
La muerte y la
restauración de Salvador Allende
Las últimas horas de este hombre fueron
una ofrenda a su nación,
a la humanidad y un mentís a las burdas calumnias de los
verdaderos traidores de la patria trasandina.
Salvador Allende luchó hasta el final; no se
suicidó sino que lo mataron en lucha abierta, al llegar
una patrulla de amotinados hasta la propia Presidencia. Y
allí no contentos con verle caer, como nos narra Gabriel
García
Márquez, todos los presentes dispararon sobre el
cadáver y el más vil de ellos, le dio culatazos en
su rostro, desfigurándoselo a tal punto que su viuda,
único ser presente en un entierro llevado a cabo en
secreto, no se le permitió ver su cara.
¡Ah, querido Hermano Salvador Allende, mi querido Hermano
Americano, mientras se te desprendía la carne de los
huesos, sea
por las balas que laceraban tu carne como tus huesos, sea por los
cobardes golpes con la culata de un arma a manos de un innoble
oficial del ejército de O´Higgins, el proceso de
restauración tuvo lugar:
Tú, Hermano Salvador Allende, dejaste la mortal vestidura
para ser el referente vivo que hoy todos tenemos en alta estima y
como ejemplo perfecto de lo que un hombre libre y de buenas
costumbres debe ser para sí como para los suyos, tomando
por tales a todos los hombres y todas las mujeres de a pie, esos
que son los eternos olvidados al festín de los
pequeños.
Por tanto para ti, los tuyos fueron, por extensión, la
humanidad toda, querido Hermano Americano.
Mira: Hoy, y a 33 años de tu tránsito a la
posteridad, mi Hermano, se me ha hecho que mañana muy
temprano por la mañana, saldré a mi vereda y me
allegarme hasta la esquina, para así ubicarme de cara al
mar, como llamamos los uruguayos a este río y, que en mi
caso está al este.
A poco que la oscuridad ceda su paso a la luz,
comenzará a salir por sobre el mar el astro rey y con
él, sé que habré de verte, mi Hermano,
sonriente incluso al presagiar nuevos y mejores tiempos.
Y este acto, aunque desiderativo, no dejará de reiterarse,
rítmicamente, mientras la obra humana, que fue la tuya,
que es hoy la nuestra, obreros todos de una obra que nos convoca
permanentemente a estar presentes y que propende, en suma, a la
construcción de un porvenir pleno en
dignidad y equidad.
Por ello, cuando vemos caer a tus enemigos más
acérrimos, sólo atinamos a volver la mirada a tu
proceder, al de los tuyos que es tu sufrido pueblo, en la busca
permanente de un amanecer pleno para todos nosotros, los
americanos del Sur.
Mientras estos pobres seres mueren tú, en cambio, has
traspasado las puertas de la eternidad, y eres, como dije, como
decimos todos, referente vivo de que la ética es
posible, de que el camino es transitable y que la meta que
tú comenzaras a construir, nosotros todos habremos de
seguirla desarrollando.
Y si acaso nos toca morir y no lo logramos, Hermano, otros
seguirán nuestra misma obra, la tuya, la de todos, hasta
alcanzar la construcción perfecta de lo humano en el hombre, en
responsabilidad, en solidaridad y en libertad.
Hasta siempre, pues, Hermano Americano, Hermano Salvador
Allende.
Héctor Valle
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