Sartre, Pasternak y Günter
Grass
Los Premios ensayísticos propuestos a los
intelectuales
actuales pretenden recuperar la tradición de las Academias
de las Ciencias y las
Artes europeas de los siglos XVIII y XIX. Loable resulta que se
incentive la labor productiva del trabajo
inmaterial, de una realización productiva que no cede ante
el tiempo de la
venalidad universal y que valora, no un episodio o dos de la
biografía
intelectual de una persona; sino la
totalidad de un trabajo al que se consagra una vida
entera.
En 1749 la Academia de Dijon planteaba un concurso de
ensayo que
respondiese a la pregunta: Si le rétablissement des
sciences et des arts a contribué à épurer
les moeurs? Y que ganaría un filósofo
desconocido, amigo de Diderot, con un escrito anti-ilustrado que
contenía toda una crítica
de la civilización, titulado: Discours sur les sciences
et les arts; su autor, un tal Jean Jacques Rousseau.
La Real Academia de las Ciencias y las Bellas Artes
de Berlin, fundada en 1700, a partir de su
reestructuración en 1744-46 ofrecía un premio anual
de 50 ducados a los mejores trabajos científicos o
literarios, que podían ser escritos en Alemán,
Francés o Latín. Personajes como Lessing y
Mendelssohn, Herder y Kant, D'Alembert
y Condillac participaron con mayor o menor fortuna. Kant fue
derrotado varias veces, mientras que Herder vencería con
su ensayo Abhandlung über der Ursprung der Sprache
(1772), respondiendo a una de las cuestiones de la Academia
berlinesa.
Arthur Schopenhauer
contaba con unos cincuenta años cuando obtuvo el premio de
la Real Academia Noruega (1839) a quien mejor contestase a la
pregunta planteada por la citada institución.
Respondió con su famoso tratado Über die Wille in
der Natur (publicado en 1836) reformado y presentado bajo el
título Über die Freiheit des menschlichen
Willens (1839) que fue muy justamente galardonado. Un
año más tarde la Real Academia Danesa de las
Ciencias no premia su escrito Über das Fundament der
Moral (1840), pese a ser la única obra presentada a
concurso, declarando el premio desierto. Tras el precedente de
estas prestigiosas competiciones intelectuales ya en el siglo XX
se instituirán los Premios Nobel, entre los que el de
Literatura
representará hasta nuestros días el premio al sabio
por excelencia.
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