La
Ley del
Karma
Entre la fatalidad materialista y las incomprensibles
justicia y
libertad de la
que, sin fundamento, hablan las Iglesias, la Sabiduría
Oculta presenta la Ley del Karma. Esta, conjugada con el
principio de la reencarnación y con la constitución integral del ser humano, en
sus diversos planos, permite fundamentar y comprender que existe
justicia y libertad en la existencia humana – aunque de una
forma bastante distinta de la que vulgarmente se supone. El hombre que
se cree libre es, con frecuencia, casi totalmente esclavo; y
sólo tiene un espacio de auténtica libertad en
niveles del ser a los que raramente accede. Por otro lado, la
verdadera justicia sólo puede ser vislumbrada si
extendemos la comprensión de las relaciones de
causa-efecto con mucha mayor amplitud que los años de una
única vida.
Esta expresión, causa-efecto, define lo esencial
de la Ley del Karma. Una traducción occidental de la misma, usada
también por varios autores, puede ser justamente "Ley de
Causa-Efecto".
La palabra "Karma" significa "acción". Su concepto implica
la idea de retribución, o sea, la de que cada causa
produce un efecto correspondiente. Cosechamos, pues, como
efectos, aquello que sembramos como causas. El efecto es
proporcional a la causa, en términos cualitativos y
cuantitativos (1), hasta que se supere y se permita que el
equilibrio sea
restaurado, hasta que la armonía de las causas y de los
efectos sea restablecida. Todo en el Universo es
movimiento
pero que nunca desintegra el Todo: hay una armonía hecha
de contrastes, de acciones de
signo contrario (flujo y reflujo), por eso mismo se
compensa.
La Ley del Karma actúa en todos los niveles y
seres del Universo. En el
ser humano, se manifiesta básicamente como ley de causas
éticas. Aquello que nos rodea, las circunstancias que nos
afectan, el propio carácter que nos define y el resultado de
nuestros pensamientos, sentimientos y actos. Tenemos y somos
exactamente aquello que nos merecemos, de acuerdo con la cualidad
de las causas que generamos con nuestra conducta, tanto a
nivel físico, como emocional y mental.
La
Reencarnación
Aquí surge, naturalmente, la pregunta;
¿pero qué mérito o demérito tiene un
hombre para
nacer ciego, sordo, con una deficiencia mental, con una horrible
dolencia, en medio de la miseria material y/o moral; o por
el contrario, para nacer en condiciones agradables y más o
menos felices… si aún no ha hecho nada bueno o
malo?
Entronca aquí otra de los conceptos fundamentales
de la Sabiduría Eterna, de la Ciencia
Espiritual: el de la Reencarnación o de las vidas
sucesivas. Todos pasamos por incontables (millares)
encarnaciones. De este modo, la cadena de causas y efectos, las
relaciones kármicas, la llegada de las consecuencias que
nuestros actos, deseos y pensamientos, acarrean, en realidad, en
verdad, se extiende por todas esas existencias, a lo largo de
millones de años, desde la venida a la
manifestación de los "Hijos de Dios". (2) Cuando iniciamos
una nueva vida con determinados condicionamientos, tal es la
consecuencia de causas pasadas y corresponde a algo justo y (como
veremos) necesario y útil.
Entre tanto, para comprender el principio de la
Reencarnación, precisamos entender igualmente la
constitución integral (septenaria) del ser humano. Ya
hablamos de ese tema fundamental en varios libros y
artículos de "Biosofia" (3) pero juzgamos imprescindible
hacer aquí un pequeño resumen.
La constitución integral del Ser
Humano
El ser humano tiene varios vehículos de
expresión, los llamados siete Principios, que
le permiten actuar en diferentes Planos o niveles del Universo.
Del mismo modo que estos planos se distinguen entre sí por
la mayor o menor sutileza o densidad, mayor
espiritualización o materialismo,
mayor frecuencia vibratoria o menor velocidad de
movimiento de las partículas atómicas de la
respectiva substancia (lo que se traduce en diferentes
posibilidades vivenciales y características),
también se diferencian los siete Principios humanos que
están en correspondencia con el
Macrocosmos.
Los cuatro Principios inferiores del ser humano son los
siguientes:
- El Cuerpo Físico, designado por Sthula Sharira en
sánscrito.
– La Fuerza vital
que anima el cuerpo Físico, llamada Prana en
sánscrito; ELla afluye al cuerpo Físico a
través de:
– El Cuerpo Astral o Cuerpo Modelo o Doble
Etéreo, denominado Linga Sharira en sánscrito.
Además de ser el conductor de Prana para el Cuerpo
Físico, o Linga Sharira, es el molde y el cuerpo de las
causas formativas del Sthula Sharira.
– Kama – o deseo egoista, personal.
Este Cuaternario Inferior es mortal. Se disuelve al
final de una encarnación. Es el Yo Inferior,
Temporal.
Los tres Principios más elevados forman el Yo
Superior y son los siguientes:
– Manas, o Principio Mental.
– Buddhi, la Intuición, o Amor-Sabiduría, el Conocimiento
Unificador.
– Atma o Espíritu, o el Principio más
elevado.
Cada vez que se produce una encarnación, a partir
del nivel inferior del hombre perenne – de Manas por tanto
– se proyecta un rayo, un simple fragmento, que se va a
unir con Kama, con el deseo que lo atrae a la existencia
objetiva. Se forma el agregado Kama-Manas, o psiquismo inferior,
que es la base de una nueva Personalidad.
La palabra Personalidad viene de la raíz persona,
que significa máscara; y en efecto, es la máscara
temporal que el verdadero Actor, el Alma Humana,
usa durante una encarnación. Así, el hombre
permanente coge experiencia a través del reflejo en el
mundo fenomenal, en la existencia eterna, objetiva.
Los
Skandhas
Cada Personalidad es, esencialmente, un agregado de
Skandhas. Los Skandhas son un término utilizado en el
Budismo. Hay
cinco Skandhas fundamentales, que son los siguientes: Rupa, la
forma material; Vedana, las sensaciones, la percepción; Sanjna, la consciencia;
Samkhara, las tendencias, la acción; Vinnana, los poderes
de la mente, el
conocimiento. Son los "cinco conjuntos en
los cuales el Buda englobó todos los fenómenos
físicos y mentales de la existencia condicionada. La
palabra Skandha significa literalmente ‘montón,
pila’ y designa aquí un ‘grupo’ o
una ‘conjunción’ de fenómenos
compuestos (…) Al nivel de un individuo, los
cinco Skandhas son la base de la
personalidad sobre la cual se establece erróneamente
la idea de un ‘yo’". (4)
Cada vez que un hombre desencarna, y a medida que se va
dirigiendo hacia el estado
subjetivo conocido como Devachan, los vehículos de que se
va liberando "dejan residuos en los mundos internos. Estos
residuos son tendencias o predisposiciones (los llamados
Skandhas) psíquicas, mentales y físicas, como el
resultado del acumular experiencias en las vidas anteriores. El
balance de ese proceso es
traído para la siguiente encarnación". (5) En
efecto, el Ego reencarnante, al proyectarse para una nueva
existencia se va a rodear del "ejército de Skandhas" que
lo aguardan al salir del estado
Devachánico. En realidad, como afirma Helena P. Blavatsky
en su libro "La
Clave de la Teosofía" (6), los Skandhas inferiores
"son destruidos como instrumentos de la personalidad pero
subsisten como efectos kármicos, como gérmenes,
suspensos en la atmósfera del plano
terrestre, prestos a volver a la vida (…) y vincularse a la
nueva personalidad del Ego cuando este reencarna (…) Es en ese
momento que el futuro destino del Ego oscila en la balanza de la
justa Retribución, cuando él está de nuevo
sujeto a la Ley Kármica activa (…) La
Reencarnación reunirá a su vuelta a todos los
demás Egos que sufrieron, directa o indirectamente, por su
culpa o acción inconsciente de la personalidad anterior".
Y, añadimos nosotros, de este modo se define el ambiente, los
condicionantes y los parámetros que marcarán la
nueva existencia…
Así, lo que hicimos en el pasado, seguirá
produciendo frutos en el futuro. En él cosechamos los
efectos de las causas sembradas en el pasado. Y seguiremos
generando nuevas causas que, a su vez, generarán efectos
posteriormente.
Otra cita de "La Clave de la Teosofía"
aclarará mejor la cuestión. Nótese que el
libro está formulado en términos de preguntas y
respuestas, las cuales son precedidas por una P o una
R:
"R: Siguiendo nuestra filosofía, el castigo
kármico sólo es aplicado al Ego en la
reencarnación siguiente. Después de la muerte el
Ego apenas es recompensado por el sufrimiento inmerecido que tuvo
que soportar durante su encarnación anterior (… los
hombres sufren, muchas veces, los efectos de acciones realizadas
por otros y que, por tanto, no pertenecen estrictamente a su
propio karma; es por este sufrimiento que ellos han de ser,
evidentemente, recompensados). Incluso para el materialista, el
castigo después de la muerte
consiste, por tanto, en la ausencia de cualquier recompensa y la
pérdida total de la consciencia de la felicidad y el
reposo. El Karma es hijo del Ego terreno, fruto de las acciones
del árbol, que es la personalidad objetiva que todos ven,
y también fruto de todos los pensamientos y de los
móviles del "yo" espiritual; pero el Karma es
también una madre cariñosa que cura las heridas que
ella misma causó durante la vida anterior antes de
comenzar a torturar al Ego, inflingiéndole nuevas heridas.
Puede decirse que no hay sufrimiento mental o físico en la
vida de un mortal que no sea fruto o consecuencia directa de un
pecado cualquiera cometido en una existencia anterior; por otro
lado, una vez que ese mismo mortal no conserva el menor recuerdo
de ese pecado en la vida que va a vivir, siente que no merece ser
castigado y piensa por tanto que no es él el culpable de
aquello que está sufriendo. Este simple hecho es
suficiente para dar al alma humana el derecho a todo el consuelo,
reposo o felicidad en su existencia después de la muerte.
Así, para el yo espiritual la muerte es siempre una
liberadora y una amiga. Para el materialista que no era mala
persona, a
pesar de su materialismo, el espacio de tiempo que
discurre entre dos vidas será como el sueño
ininterrumpido y tranquilo de un bebé, ya sea sin
sueños ya sea poblado de imágenes
de las que no tendrá una percepción definida. Para
el mortal vulgar será un sueño tan real como la
vida misma, lleno de felicidad y visiones absolutamente
reales.
P: Entonces ¿el hombre físico ha de
soportar siempre ciegamente el sufrimiento resultante de los
castigos kármicos que el Ego llamó sobre
sí?
R: No es correcto eso. En el momento solemne de la
muerte, no importa que esta sea repentina, todos los hombres ven
desarrollarse ante ellos, en sus detalles más
pormenorizados, toda su vida pasada. Durante un breve instante el
Ego personal se une al Ego individual omnisciente. Pero ese
instante es cuanto necesita para mostrarle todo el encadenamiento
de causas que actuaron a lo largo de su vida. En ese momento el
hombre se ve y se comprende tal como es, despojado de toda la
lisonja y auto-ilusión. Observa su vida y hace como un
espectador que mira al escenario antes de abandonarlo; siente y
comprende la justicia de todo el sufrimiento que hubo de
soportar.
P: ¿Eso sucede con todo el
mundo?
R: A todos, sin excepción. La Teosofía
nos enseña que los hombres excepcionalmente buenos y
santos ven no sólo desarrollarse ante sí la vida
que acaban de dejar, sino también varias vidas anteriores,
donde se produjeron las causas que hicieron de ellos aquello que
fueron en la vida que está a punto de terminar. Reconocen,
también, la Ley del Karma en toda su justicia y su
grandeza,
P: ¿Hay algún momento similar antes del
nacimiento?
R: Lo hay. Igual que en el momento de la muerte el
hombre tiene una visión retrospectiva de la vida que
llevó, también en el momento de renacer en la Tierra el
Ego, despertando del estado Devachánico, tiene una
visión prospectiva de la vida que le espera, tomando
consciencia de todas las causas que le llevarán a ella.
Toma consciencia de ellas y ve lo que va a ser su futuro, porque
es entre el Devachán y el nuevo nacimiento cuando el Ego
recupera toda su consciencia manásica, tornándose
por una vez, durante un breve instante, en el dios que era antes
de tornarse materia y
encarnar por vez primera en un hombre de carne, de acuerdo con la
Ley del Karma. El ‘hilo de oro’ ve
todas sus ‘perlas’ sin que una sola le pase
inadvertida."
Debemos huir de las visiones simplistas de los efectos
Kármicos (7). Generalmente – y a veces con un
detestable objeto de censura – se supone que un karma
negativo es sólamente lo que trae sufrimientos
físicos o morales. En realidad, un Karma negativo bastante
peor que ese es, por ejemplo, el Karma de la ignorancia, de la
insensibilidad, de la mezquindad, del egoísmo – que
moldean una nueva personalidad con las tendencias, en esa
línea, desarrolladas en encarnaciones precedentes. Del
mismo modo, el Karma positivo no es única, ni
fundamentalmente, lo que trae circunstancias de prosperidad
material o de felicidad emocional; mucho más positivo es
el Karma evolutivo, que da origen a un carácter sabio y
bondadoso. De cualquier modo, la verdad es que nosotros, que por
regla general desconocemos nuestro propio Karma, nos debemos de
abstener de juicios y ‘pálpitos’ odiosos sobre
el Karma de otros
¿Libertad o determinismo?
En este paso, encaremos de frente la cuestión:
¿es el ser humano realmente libre? Al final, si a los
condicionalismos a los que nos referíamos anteriormente,
aún unimos esta perspectiva (la del Karma y la de los
Skandhas) ¿no está él ineludiblemente preso
de un destino?
Realmente, en gran medida, el hombre está
condicionado. En realidad, en verdad, podemos así afirmar
que el hombre común está casi completamente
condicionado, en un punto del que no tiene, además,
conciencia
alguna. Existe, sin embargo, un nivel a partir del cual el Hombre
es libre y a este punto nos referiremos dentro de un
momento.
Antes de eso, importa notar que solamente podemos
identificar al Karma con el destino si salvaguardamos que es
justamente el hombre el que va, sucesivamente, tejiendo ese
destino. El hecho de
q ue las causas
que generamos produjeran efectos por fuerza de la Ley (del
Karma), no implica que no haya libertad.
Evidentemente que, a partir del momento en que ciertos
impulsos se ponen en movimiento, puede no ser ya posible
pararlos; pero eso es similar a la situación en que, por
haber optado por un modo de vida y una alimentación
desordenada, vamos a estar sujetos necesariamente a las
consecuencias de tal cambio para la
salud.
En el cuaternario inferior, el Hombre, de facto, depende
(casi) enteramente de los condicionamientos kármicos, que
se manifiestan en las circunstancias hereditarias,
sociales, familiares, culturales y en el juego de los
fenómenos que fueron suscitando una concatenación
de pensamientos y sentimientos en respuesta a determinados
estímulos.
No obstante, el ser humano tiene niveles o Principios a
partir de los cuales se consigue sobreponer a los
fenómenos y circunstancias, induciéndolos y
moldeándolos, en vez de ser conducido por ellos, reactiva
o pasivamente.
Así sucede a partir del nivel de Manas unido a
Buddhi, o sea, la díada Buddhi-Manas, la Mente Superior,
el Alma Humana (y así, aún más, los
Principios superiores). Ahí. situado encima de los
condicionamientos, el Hombre es libre; y, a través; del
rayo de Manas derramado sobre la Personalidad, es capaz de ir
transformando su destino. Lo hace tanto más poderoso
cuanto más control y
ensancha el Antakarana – el puente, construido con
sustancia mental, entre el Yo Superior (que es libre) y el Yo
Inferior (que es esclavo).
El Karma, que es la Ley por excelencia, tiene inherente
una potencia
evolutiva de todo el Cosmos. Por eso, él concurre siempre
para hacer evolucionar al hombre y conducirlo al nivel de
trascendencia de sus condicionantes. No es un terrible enemigo,
como a veces se piensa, sino, en última instancia, nuestro
mejor aliado.
Karma
global y colectivo
Hasta aquí, hablamos de la Ley del Karma en
términos microcósmicos y exclusivamente en
referencia a los seres humanos. No obstante, vale la pena
repetir, en otras palabras, parte de lo que escribimos en
algún lugar, en nuestro artículo ya referido (ver
nota 7). EL Karma rige sobre todos los seres manifestados en el
Universo, desde un Sistema Solar,
hasta un animal o un vegetal y, más allá de eso, la
producción de cualquier fenómeno. En
el nivel humano, sin embargo, él tiene una
característica especial, que es la del ámbito
moral.
El Karma, incluso desde el punto de vista humano, no
puede ser encarado únicamente desde el punto de vista
individual. Gran parte de nuestros condicionamientos son
colectivos. Desde luego, tenemos determinado Karma, porque
estamos en la etapa humana. Partamos del Karma colectivo de esta
nuestra humanidad: por ejemplo, sufrimos, todos, los efectos de
la ignorancia actual de la raza humana, como nos beneficiamos
todos cuando es encontrada una cura para una dolencia. En
realidad, gran parte de los hombres y mujeres, cuyo grado de
definición individual es muy escaso, están mucho
más envueltos en los mares del Karma colectivo que en su
Karma particular.
Referencias al Karma en las Religiones y tradiciones
espirituales
En las grandes religiones y
tradiciones espirituales, es donde se habla más
explícitamente del Karma individual. La comprensión
de esta Ley está bastante más generalizada en las
religiones orientales, aunque, de un modo quizás
más confuso, también puede ser encontrada en los
textos sagrados del Cristianismo.
En el Hinduismo o Sanatana-Dharma, el Karma es una de
las concepciones fundamentales y omnipresentes. Lo encontramos en
los Vedas; pasa a través de los Upanishads y,
principalmente, del Bhagavad Gita. Por ejemplo, en el
Brihadaraniaka-Upanishad, podemos leer: "cada uno se vuelve bueno
a través del buen Karma, y malo a través del mal
Karma"; en el Bhagavad Gita se ve, por ejemplo, 8:23 a 8:25 y
14:14 a 14:20. Está presente en las leyes de
Manú (cfr. entre muchos otros pasajes, 1:107, 1:117,
6:61-64, 6:72 y 12:8). Lo encontramos, también, en los
Puranas, específicamente en el Bhagavat Purana: "En la
proporción de las acciones justas e injustas en esta vida,
cada uno gozará o sufrirá las correspondientes
reacciones de su Karma en la vida siguiente" (6.1.45).
En el Budismo es igualmente una de las enseñanzas
absolutamente fundamentales. No podemos, a este propósito,
dejar de citar una maravillosa y significativa frase del
Señor Gautama Buddha: "Siembra un pensamiento y
cosecharás una acción. Siembra una acción y
cosecharás un hábito. Siembra un hábito y
cosecharás carácter. Siembra un carácter y
cosecharás un destino".
En los textos cristianos, existen también pasajes
que aluden al Karma – aunque, lamentablemente, la
teología oficial no lo haya comprendido bien, en especial
por haber repudiado la idea de las vidas sucesivas, de lo cual no
puede ser desligado, sin que nos perdamos en una maraña de
absurdos. La formulación más conocida y directa es
la contenida en la Epístola de San Pablo a los
Gálatas (6:7): "Todo lo que el hombre siembre, lo
cosechará". Aunque la referencia a esta ley está
patente en citas como "No peques más, para que no te
suceda algo peor" (Juan, 5:14) o "No serás liberado, hasta
que hayas pagado la última moneda" (Lucas,
12:59).
En cuanto al Karma colectivo, aflora en las Escrituras
en narraciones como la del Diluvio (al que existen referencias
universales, entre las cuales la Biblia judeo-cristiana es apenas
un ejemplo más), en los grandes castigos (o en las grandes
alegrías) colectivos, o en frases como ésta,
atribuida a Jesús: "En verdad os digo, todos esos
crímenes pesan sobre esta raza" (Mateo, 23:36);
"¡Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta
generación!" (Lucas, 11:51).
Jose Manuel
Anacleto
Notas:
(1) Al contrario de las concepciones que hacen depender
un Cielo o un infierno infinitos, absolutos, de una existencia
finita, limitada.
(2) Ese descenso a la encarnación, sólo
por sí misma, genera desde luego un primer y poderoso
efecto kármico – que en rigor, sólo se agota
al final del ciclo de encarnaciones.
(3) Nos remitimos a nuestros libros "Trascendencia e
inmanencia de Dios" (Centro Lusitano de Unificación
Cultural, Lisboa 2001) y "Espíritu: ¿Ciencia o
Ilusión?" (ídem, 2005), y a artículos
publicados en los números 14 ("Buddhi"), 22 ("Esoterismo,
Psiquismo y Artes Ocultas") y 25 ("¿Temor a Dios?") de
"Biosofia". El último de los artículos referidos,
además, aborda el modo en que el Karma actúa, por
lo que lo recomendamos especialmente.
(4) (En "Dictionnaire Encyclopédique de
Bouddhisme" de Phillippe Cornu, Éditions de Seuil, Paris,
2001)
(5) Extracto del artículo "La Liberación
de las Formas – La Muerte" de Helena Castanheira, publicado
en este mismo número de Biosofia (28). Su lectura es
importante especialmente para aclarar lo que es el
Devachán, al que nos referimos.
(6) Ediciones 70, Lisboa, 1978. Suponemos que esta
edición
está agotada. Existe otra, con el título "La Clave
de la Teosofía", de la Editora Teosófica, Brasil,
1991.
(7) Intentamos desmontar esos simplismos y apuntar a
comprensiones más sutiles en nuestro artículo
"Algunas reflexiones sobre el Karma", publicado en la
sección "Controversias del nº 21 de Biosofia" (Centro
Lusitano de Unificación Cultural, Lisboa,
2004).
Por
José Manuel Anacleto
Presidente del
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