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La ética utilitarista de John Stuart Mill (página 2)



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Esta doctrina ética
sostiene que la felicidad de los individuos, de cada uno, depende
de la de los demás. En la medida en que logro la felicidad
de los demás consigo también la propia, de manera
que para un individuo
resulta útil lograr la felicidad del conjunto en el
que se encuentra inmerso. Buscar lo útil consiste
en ser práctico, valorar las cosas de manera
distinta según el uso que se haga de ellas. Un
cuchillo en sí mismo no es ni bueno ni malo,
resultará bueno si le sirve al conjunto de los individuos
para cortar pan o tallar madera y malo
si lo utilizan para matarse. Por tanto, lo malo es lo
inútil
para conseguir la felicidad y lo
bueno es lo útil
para lograrla. No es correcto
decir que un cuchillo puede ser útil para matar, ya
que el utilitarista, reserva el calificativo de útil, tan
sólo para aquello que, manejado de determinada manera,
proporciona bienestar al mayor número.

El utilitarismo obliga a repetir constantemente los
juicios éticos, que seran relativos al uso que se haga de
las cosas, es decir, a las prácticas o conductas que se
desarrollen con ellas. La religión o la
energía atómica no son ni buenas ni malas, no puede
establecerse para siempre la bondad o maldad de algo, sino que
depende, en cada caso, de los resultados prácticos.
Resultará, las más de las veces, que el
utilitaristas calificará a las cosas, vinculadas siempre a
conductas, de buenas si resultan beneficiosas y malas si resultan
perjudiciales; resultando algunas de ellas buenas y malas a un
mismo tiempo, al
depender de la utilización que se haga de ellas.
Así, la energía atómica es buena
(útil, benéfica) en la medida en que proporciona
iluminación a las grandes ciudades y mala
(perjudicial) en la medida en que permite fabricar bómbas
atómicas o desechar residuos radiactivos al mar. Esta
consideración ética perdura en nuestros días
con el nombre de pragmatismo el cual se caracteriza por
hacer depender el juicio ético de los resultados
prácticos y así medir la conducta bajo el
criterio de su eficacia
social.

Lo útil, lo bueno y lo placentero se identifican,
estando el utilitarismo emparentado con el hedonismo
antiguo
, pero mientras que el hedonismo clásico busca
el placer individual el utilitarismo persigue el bienestar
colectivo, bajo la idea de que del bienestar colectivo es del que
se puede derivar el individual. El utilitarista piensa que el
individuo es fundamentalmente egoísta, pero intenta
hacerle ver que la mejor dirección que puede tomar su
búsqueda de lo que le es útil para alcanzar la
felicidad, individualmente, pasa por alcanzar el bienestar de los
que le rodean; supeditando el bienestar individual al logro del
bienestar colectivo. Lo útil para el hombre,
como ser social, es la mejora de la Sociedad. De
ahí que la mejora de la Sociedad sea el camino que debe
emprender quien sea egoísta y busque lo que le resulta
más útil y placentero, es decir, lo que le pueda
aportar la felicidad.

La tesis de fondo
es que yo no puedo ser realmente feliz si no lo son
también todos los que me rodean. De todas formas, como lo
bueno o malo no dependen de los motivos de la acción,
sino de sus consecuencias, poco importa para los utilitaristas
que se obre por egoísmo o altruísmo, siempre que el
resultado sea socialmente beneficioso para la mayoría. Hay
que distinguir entre lo que se desea y lo deseable, se
desean muchas cosas que reportan dolor o más dolor que
placer, todo lo cual quedaría fuera del ámbito de
lo que Mill considera como esfera de lo deseable. En Mill la
visión social no es un atomismo de los individuos
sino un organicismo, si el hombre es un
ser social para ser feliz tiene que lograr la felicidad de la
Sociedad, porque mi brazo no puede ser feliz
independientemente de la infelicidad de mis manos o del resto de
mi organismo, ni una celula social con independencia
de la Sociedad.

Para los utilitaristas el Todo es mayor que la suma
de las partes
, el resultado de las relaciones sociales, que
forman la Sociedad, hacen de ésta algo superior y
distinto a los elementos simples que la constituyen. De
ahí que un elemento simple no podrá lograr sus
propósitos con independencia del Todo y si sus
propósitos son alcanzar la felicidad a través de lo
útil, habrá de perseguir lo útil
social
como aquello de lo que puede derivarse su placer
individual. Ningún otro sentido encuentra el utilitarismo
a la vida en Sociedad que el relativo al beneficio que de ella
pueda derivarse para todos sus integrantes. Considera que ese es
el motivo por el cual los hombres comenzaron a convivir, la
utilidad
común, y que esa es la finalidad de este tipo de vida, sin
la cual no tendría sentido mantenerla.

Según los utilitaristas no hay leyes eternas e
inmutables, el mundo cambia y las leyes deben cambiar
también para colaborar en promover la utilidad individual
y colectiva. Los derechos derivan del mismo
principio de la primacía de la Sociedad: los derechos de
los individuos tienen que ser aquellos que contribuyan a la
utilidad social.

Las ideas utilitaristas han sido malinterpretadas por el
neoliberalismo que considera que del egoísmo
particular se derivará el bienestar colectivo
, porque
se han olvidado de que sólo del egoísmo
particular orientado hacia el bienestar general y sancionado por
los resultados socialmente benéficos de sus acciones en la
práctica
, puede derivarse el bienestar
colectivo
que postula el utilitarismo.

Respecto a la religión en Mill pueden
encontrarse a la vez un cierto deísmo positivista e
ilustrado y también un cierto agnosticismo. Frente
al dogmatismo de las verdades reveladas ofrece Mill una serie de
inferencias acerca de lo deseable, una ética,
obtenida mediante la introspección y la observación de hechos relativos a la
conducta humana.
Así, la ética utilitarista puede decirse que
engloba a la religión de la humanidad cuyos
principios de
sentido común plantea.

De acuerdo con S.Mill, la razón está
inextricablemente unida con el deseo, de manera que la
razón sólo se justifica cuando los deseos coinciden
con los preceptos. El deseo de ser feliz por encima de todos los
demás deseos (eudemonismo) se presenta en todo ser
humano, en coherencia con el deseo mayor surge la máxima
racional del máximo bienestar para la mayoría.
¿Por qué para la mayoría? Ya dijimos que
debido a que el hombre además de ser un ser racional y
deseante, es un ser social
. Razón, Deseo y
Sociedad
, han de encontrar su equlibrio para que pueda darse
la Felicidad. El debe de Mill está ligado al
es del hombre. La ética es el arte de vivir y
de convivir conjuntamente. Mill rescata de la subjetividad
relativista el mundo de los sentimientos, pasiones o deseos al
ensartarlos dentro de un entrelazamiento con lo razonable del que
se derive la felicidad. Buscar el hedonismo universal es
lo mejor que puede hacer un ser dotado de racionalidad,
sociabilidad y capacidad de desear, si quiere procurarse la
felicidad profunda y duradera, más allá de la mera
satisfacción momentánea de deseos particulares y
superficiales; pues la felicidad sólo será duradera
en un mundo donde sea mayoritaria. Los lemas de la
Ilustración francesa resuenan contínuamente en
la ética de Mill, libertad,
igualdad y
fraternidad, ninguno de esos conceptos sociales puede realizarse
en solitario. Tanto la Ciencia
como la Justicia
adquieren sentido en la búsqueda de la felicidad general,
no serían consideradas como algo imprescindible para la
humanidad sin esa finalidad, sin esa respuesta a la pregunta
¿para qué?. La dignidad de
las acciones humanas reside en su objetivo
último, gozar, disfrutar de la vida, amar, ser
libre…

En sus Consideraciones sobre el gobierno
representativo
Mill nos explicará la no utilidad del
dictador benévolo, dispuesto a promover la felicidad de la
mayoría, porque su cometido sería inalcanzable. No
puede un hombre lograr la felicidad de los demás ya que la
Felicidad es una conquista humana que requiere el concurso de, al
menos, una mayoría de la humanidad; siendo asimismo un
fruto del desarrollo de
las capacidades de autogobierno y de participación en la
vida pública. La Sociedad es tanto más feliz cuanto
mayor es el número de individuos involucrados en el
gobierno de sí mismos y orientados hacia el bienestar
general, cuanto mayor es el número de sujetos activos que
despliegan y desarrollan sus capacidades aportándose
satisfacciones mútuamente, y viceversa, el hombre
individdual será tanto más feliz cuanto mayor
bienestar haya en la sociedad en la que vive. Huelga decir
que el bienestar del utilitarismo stuartmilleano no se
identifica con la cortedad de miras del neoliberalismo
actual
, que entiende por tal exclusivamente el bienestar
material
, considerando que los esclavos lobotomizados que
produzcan en abundancia serán felices por el mero hecho de
estar rodeados de riquezas.

La defensa de la libertad individual resulta
indispensable para lograr una sociedad libre, no la supuesta
ventaja personal o
salvación individual. La libertad no entra aquí en
contradicción con la solidaridad
compartida, también el grado de la individual depende de
la general y viceversa, equilibrándose y
limitándose ambas. Los individuos al defender su libertad
individual, cosa que no pueden hacer sin defender también
la de los demás, participan en la creación de la
libertad colectiva. Este utilitarismo es una doctrina
intervencionista, no concibe la libertad exclusivamente de
manera individual, atomística, autista, sino de forma
organicista. El hombre sin medios, sin
cultura, sin
sanidad, nunca podrá ser libre y feliz, estará
abocado a la infelicidad, incapacitado, imposibilitado,
esclavizado, el bien social quedará en entredicho por el
mero hecho de que se consienta su desgracia y los demás no
podrán sentir verdadero goce mientras subsista la
miserable condición de un semejante, que
repercutirá en el malestar social y será
finalmente experimentada como malestar propio. Rodeado de la
peste, la pobreza, la
violencia, la
superstición y la intolerancia, del malestar de la
mayoría, el
príncipe de la Edad Media
sólo podía ser falsamente feliz, tanto más
falsamente feliz cuanto mayor fuese su inhumanidad, su ceguera,
su embrutecimienton y su ignorancia.

La suerte de los otros no puede sernos indiferente, es
más, en ella nos jugamos también la nuestra.
Aquél que sólo piensa en su felicidad individual
tira piedras contra su propio tejado, porque al obstaculizar o no
promocionar la felicidad general limita y pervierte su felicidad
particular. La obra de John Stuart Mill denuncia que la libertad
individualista es un fraude no
sólo a la comunidad, sino
un fraude que comete también hacia sí mismo el
propio individuo, que se condena al aislamiento y la
incomunicación, condenando a la sociedad a la
violencia.

La ética de Mill depende, desde luego, de su
concepción antimaniquea de la naturaleza
humana y de sus ideas respecto al tipo de relaciones que
producen bienestar entre los hombres. Si tiene algún fallo
quizá sea el de situarse tan sólo frente a lo mejor
que hay en el ser humano, hablar de ello y de la forma de
potenciarlo, omitiendo los rincones más oscuros de la
naturaleza
humana, su ansia de esclavitud, de
infelicidad, su capacidad de degradación y de procurar
violencia y daño a
los demás, su egoísmo, pero es que para el
filósofo del que hablamos eso no es un Hombre, con
mayúsculas, sino un ser racional degradado y vejado hasta
situaciones infrahumanas.

Desde luego, la ética de Mill es optimista
antropológicamente, piensa, como Rousseau, que
el hombre es por naturaleza bueno, libre y social, que esas son
las características fundamentales e inalienables que le
caracterizan como ser humano, pudiendo degenerar estas
capacidades humanas, degradándose hasta sus opuestas, o
desarrollarse sin límite. Quienes piensan que la
naturaleza humana es monstruosa y el homicidio, el
incesto y el canibalismo son sus instintos básicos, como
Freud, terminan desarrollando una ética de la
represión
en lugar de una ética del
desarrollo vital
. Quizá la naturaleza humana no sea
tan monstruosa como la concibe Freud ni tan
amable a como la concibe Rousseau y halla que ser más
sutil y menos unilateral a la hora de calificar moralmente a la
Naturaleza y a la Cultura. Desde una postura
constructivista habría que corregir a todas estas
posturas, el hombre nace como tabula rasa y se hace a
sí mismo, dentro del  amplísimo márgen
de maniobra que permite su constitución fisiológica, la
naturaleza no es nada acabado, ni la cultura, sino que van
siendo lo que nosotros construimos en cada momento. Hay un
cierto constructivismo
ya en el hedonismo de la antiguedad, como cuando Epicuro
decía a Meneceo: "Hay que rememorar que el porvenir ni es
nuestro ni totalmente no nuestro para que no aguardemos que lo
sea totalmente ni desesperemos de que totalmente no lo sea". Un
cierto constructivismo que puede percibirse también en
Stuart Mill: Las ideas que tengamos acerca del hombre y la
cultura incidirán en la constitución y
transformación constantes de eso que es el ser humano y
eso que es la sociedad o la cultura.

Sobre las relaciones genéticas entre el
utilitarismo de S.Mill y el neoliberalismo
es necesario matizar: "La crítica
del utilitarismo… debe hacerse hoy, no pensando en su
formulación histórico-filosófica sino fieles
a su norma, por sus consecuencias, por sus frutos, que hoy
tenemos a la vista en la concepción de la vida, en el
ideal individual y colectivo de la llamada sociedad del
bienestar
. Es evidente que la promoción del bienestar, la
elevación del nivel de vida de todos, la
satisfacción completa de sus necesidades, etc, constituyen
el fin primario de toda ética razonable. Pero el fin
último prescrito por una ética, por muy
intramundana que sea, ¿puede consistir en que cada
ciudadano posea en propiedad,
aunque adquiridos a plazos, una casa, un automóvil, un
aparato de televisión, varios de radio, un
frigorífico, una lavadora de ropa, otra de platos, etc; y
junto a esto todos los derechos de seguridad
social, accidentes,
jubilación, vida y todas las pólizas de seguros
imaginables?… Si los sobrios utilitaristas J.Bentham y J.S.Mill
levantasen la cabeza y viesen en qué ha desembocado la
prolongación práctica del utilitarismo, es seguro que
denunciarían nuestra sociedad, con razón, como
materialista… Si todos ellos, empeñados en la lucha
política
para la implantación de una auténtica democracia,
viesen cómo nuestros contemporáneos, con tal de que
se les garantice una confortable vida, aceptan de buen grado la
total privación de su existencia, y se someten a cualquier
dictadura,
mejor o peor disfrazada de tecnocracia, es seguro que
considerarían completamente traicionado su utilitarismo.
Sin embargo, la actual moral vivida
del bienestar como único bien intrínseco
tiene derecho a considerarse heredera de la doctrina de aquellos
austeros utilitaristas…". (José Luis López
Aranguren
: Lo que sabemos de moral).

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  Otras obras
importantes de J.S.Mill: Sobre la libertad (1859);
Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861);
Comte y el positivismo
(1865); La utilidad de la religión (1874). Y, sus
Principios de economía-política (1848), donde
por influencia de los sainsimonianos descubrió el
muy limitado y pasajero valor de la
vieja economía que acepta como hechos inevitables la
propiedad privada y la herencia y la
libertad de producción y cambio como el
dernier mot de la mejora social; llegando a la
conclusión de que la sustitución de la propiedad
privada por la propiedad en común habría de ser
algo que la experiencia tendría que decidir, pero dejando
claro que, en cualquiera de las dos fórmulas, se
tenía que llegar a garantizar fuese el sistema que fuese
"la completa participación de todos los miembros de la
sociedad en las ganancias que del mismo se deriven" (FCE,
México
1978, p.206). Idea reafirmada en su obra póstuma
Capítulos sobre el socialismo (1879), cuyo
capítulo V se titulaba: La idea de propiedad privada no
fija, sino variable
. Al final de su vida Stuart Mill estuvo
cada vez más cerca del llamado socialismo
utópico
. Ahora bien, comparado con su padre y con
Bentham, con los economistas clásicos y con los modernos
defensores del capitalismo
S.Mill era un socialista, pero comparado con los socialistas
contemporáneos suyos, esto es, con los marxistas
clásicos, era un capitalista moderado; aunque él
mismo terminó autocalificándose como socialista
cualificado
. Ya en su Autobiografía (1873) se
pronunció con claridad en este punto, al referirse a los
ideales que mantenían él y su esposa, Harriet
Taylor,
"Nuestro ideal del definitivo progreso iba mucho más
allá de la democracia y nos clasificaba decididamente bajo
la denominación general de socialistas…
Considerábamos que el problema social del futuro
sería como unir la mayor libertad de acción con la
propiedad común de todas las materias primas del globo, y
una igual participación en todos los beneficios producidos
por el trabajo
conjunto" (Alianza, Madrid 1986,
pág.221- 222).


[ii]
Aunque en capítulo primero de
El utilitarismo, dira Stuart Mill que fue
Sócrates el verdadero fundador de la
Teoría del utilitarismo hace más de dos mil
años, en su combate dialéctico contra el sofista
Protágoras (Cfr. Platón
Protágoras 351c-360a, y también, 
Menón 87d-e ss).

 

Simón Royo Hernández

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