Esferas de piedra en Costa Rica. Enigma en el Delta del Diquís (página 2)
Las primeras esferas de piedra fueron descubiertas en el
año de 1939, cuando la "United Fruit Company",
transnacional estadounidense, inició la siembra de miles
de hectáreas de plantas de
banano. Pero los trabajos de "limpieza del bosque" chocaron de
frente con la rebeldía de unas imponentes rocas redondas de
tamaños y volúmenes diversos. Centenares de esferas
de granito sólido, plagaban literalmente los futuros
campos de siembra. Aquella, por demás extraña,
cosecha neolítica brotaba incansable conforme se
deforestaba la selva.
Pocos meses después del
hallazgo, la arqueóloga, Doris Zemurray Stone,
inició el estudio preeliminar de los monolitos. En 1948,
el reconocido arqueólogo Samuel K. Lothrop, experto en
civilizaciones indígenas americanas, comienza sus
sondeos.
Las investigaciones
de estos pioneros, anunciaron al mundo que las esferas de piedra
halladas en Costa Rica,
poseen (entre muchas más) cuatro notables
características que las distinguen de otras esferas
prehispánicas reportadas en el continente
Americano:
1) La extraordinaria cantidad producida.
2) Su gran tamaño y perfección
esférica.
3) El fino acabado en sus superficies.
4) El hallazgo de conjuntos de
esferas formando alineaciones o figuras
geométricas.
¡No existe registro alguno
de esferas de piedra, en toda la América, ni en el resto del mundo que
reúnan las características
señaladas!
Desde entonces y hasta la fecha un
numeroso contingente de científicos e investigadores de
todo el mundo, especialistas en diversas ramas, intentan dar
respuestas a las principales interrogantes que plantean las
esferas del Diquís. ¿Quiénes las hicieron?
¿Cómo fueron realizadas? ¿De qué
manera las trasportaron? ¿Qué edad tienen?
¿Con qué propósito fueron hechas?
¿Qué significan?
El Museo Nacional de Costa Rica, desarrolló en la
década de 1990 el proyecto
"Hombre y
ambiente en el
Delta del Diquís" cuyo propósito fue el de arrojar
más luz sobre el
misterio de las esferas y sus creadores. Los resultados del
proyecto aun no han sido publicados, pero cualquier ciudadano
puede acceder a esta información, previa solicitud formal al
Departamento de Antropología del Museo. Es obvio y
necesario que dicho departamento aplique ciertas restricciones,
pues algunos documentos pueden
constituir un verdadero mapa del tesoro, para los inescrupulosos
saqueadores de tumbas.
Las investigaciones continúan
y hoy podemos decir, sin temor a equivocarnos que: Las esferas de
piedra fueron erigidas por una nación
amerindia, que se instaló y desarrolló en el Delta
del Diquís, desde tiempos inmemoriales. El grupo humano
responsable de las esferas, estuvo altamente organizado. La
manufactura de
estos monumentos fue realizada por medio de las ancestrales
técnicas de picado y pulido de la roca. Su
fabricación se dio en un ininterrumpido periodo que
abarcó más de un milenio. Este hecho sorprende a
los estudiosos porque demuestra que durante mil años los
creadores de esferas tuvieron control soberano
de sus territorios y salvaguardaron por todo ese tiempo la paz
en la región.
Son muchas las interrogantes que surgen en torno a estos
singulares monumentos y sus creadores, pero confiamos en que
el trabajo de
los expertos logre esclarecer lo que aun está en el
misterio.
Cuando observamos la obra de los
prehispánicos hacedores de esferas, podemos ver a
través de ella el desarrollo de
una habilidad y tecnología, sin
precedentes en el mundo antiguo: La esculturización del
granito a una forma esférica, con una perfección de
estrecha tolerancia.
Para alcanzar esto se requirieron conocimientos
sofisticados, precisión matemática, destrezas dominadas en el
manejo de herramientas,
ingeniería de transporte
etc.
¿Por qué todo este enorme derroche de habilidad,
ciencia y
maña en el corte y traslado de grandes moles de piedra, no
fue aplicado para ningún otro objeto?
¡Todo este conjunto de técnicas fue
consagrado a la fabricación de una sola forma! La
esfera.
Si bien la idea de la esfera, fue concebida por diversas culturas
prehispánicas en el continente americano, esta nunca
evolucionó (exceptuando en el Delta del Diquís)
como concepto
escultórico de proporciones monumentales.
En el horizonte estilístico de la América
indígena, estas esculturas redondas presentan una ruptura
con respecto a las formas típicas de la estatuaria
precolombina de todo el continente. Dicha ruptura se manifiesta
en el claro interés
por representar en la piedra y de manera monumental, un concepto
abstracto (la esfericidad). Las formas artísticas en otras
manifestaciones culturales amerindias, giran en torno al mundo de
los sentidos,
con modelos
animales,
vegetales o humanos, expresados con exquisita
estilización. Las esferas del Diquís quebrantan
esos paradigmas
tradicionales y se avocan a incorporar una contemplación,
no presente en el mundo natural, reflejando con ello un dominio
conceptual de la tan abstracta idea de esfericidad.
Por tanto, lo realmente admirable de los prehistóricos
hacedores de esferas del Delta del Diquís, no son las
esculturas redondas en si mismas, (las cuales lograron con tan
prodigiosa maestría), sino más bien el cómo,
bajo cuál atmósfera cultural y
con qué instrumentos sociales y de trabajo las
realizaron. Y ante todo, cómo fue posible que estos
amerindios del neolítico, desarrollaran hace más de
dos mil años el tan abstracto concepto de la esfericidad,
mismo que no lograron las grandes civilizaciones de Mesopotamia,
Egipto, Siria,
Grecia,
Roma, etc. Estas
culturas se conformaron con el dominio geométrico y
filosófico del círculo, mismo que les
alcanzó para levantar sus imperios.
No puedo evitar el desborde de mi imaginación al
pensar en las deslumbrantes construcciones
arquitectónicas, que con estos conocimientos hubiesen
podido edificar los notables amerindios del
Diquís.
Hoy sabemos que las condiciones climáticas,
tectónicas, y el desborde cíclico del río
Térraba sobre la llanura aluvial, hubieran frustrado todo
intento de fundar en la zona cualquier edificación
ciclópea… pero de haber sido posible
¿Qué formas alucinantes hubiesen tenido esas
construcciones?
Cuando observo la impar obra de esta cultura
aborigen, me pregunto: ¿De donde nació la
obsesión por lograr tan extraña y numerosa empresa?
¿Quien y por qué, exigió a los artesanos
semejante perfección? ¿Cuál fue el
propósito de ese enorme esfuerzo continuado por siglos?
¿Cómo fue concebida la primera escultura
esférica? ¿Qué fue de estos incansables
escultores?
No tengo respuestas a tales inquietudes, pero el descomunal
trabajo que supuso el labrado, picado, pulido y
movilización de grandes y pesadas esferas de granito, me
provoca una profunda admiración y absoluto respeto por sus
hacedores, quienes tuvieron la innegable capacidad para realizar
tan singular tarea, equipados tan solo de herramientas
neolíticas, materiales
vegetales y un inquebrantable propósito.
El mejor tributo que podemos dar a
nuestros antepasados históricos, es reconstruir la obra
que ellos edificaron en siglos, y nuestro arrogante progreso
borró en pocos años.
Las esferas de piedra del Diquís no son tan sólo un
importante legado cultural para los costarricenses, constituyen
además un precioso patrimonio
para toda la humanidad.
El ancestral Delta del
Diquís
Para comprender mejor la región geográfica
en donde se desarrolló, la deslumbrante cultura amerindia
responsable de las esferas, anotaremos:
El Delta del Diquís o Delta Sierpe-Térraba
es uno de los sistemas
deltaicoestuarinos (perdonen semejante palabra) más
importantes del sur de América Central, su
formación la originan el Río Grande de
Térraba y el Río Sierpe, ambos descargan sus
caudales en el océano Pacifico. El Grande de
Térraba colecta las aguas en descenso de innumerables
ríos de la cordillera de Talamanca. Esta es la cuenca
hidrográfica más extensa de todo el país.
Por su lado el río Sierpe, de menor caudal, nace
en una laguna ubicada en el mismo Delta, le son tributarias las
aguas de varios ríos y quebradas que desguindan de las
serranías de la península de Osa.
La extensa llanura aluvial se ubica, a nivel
geográfico, en una posición estratégica
desde donde el traslado por tierra o mar,
a los lugares que van del Golfo de Chiriquí (Panamá)
hasta el Golfo de Nicoya al norte de Costa Rica y las islas
cercanas a la costa, fue más que posible. En definitiva la
zona costera y las Islas cercanas al Delta fueron un importante
centro de intercambio cultural y de comercio
precolombino.
Los suelos del Delta
fueron prósperos para la agricultura,
con abundante variedad de flora y fauna.
Además los más ricos yacimientos de oro de todo el
país se ubican en las franjas aledañas al
Diquís.
El Delta del Diquís, dominio
hierático de las esferas de piedra, constituyó un
importante centro de producción, un núcleo de
convergencia de ideas, comercio y conocimientos para la baja
Centroamérica. Donde se desarrollaron extensas poblaciones
humanas, organizadas bajo el dominio de un poder central
(reyes y sacerdotes) que imperó sobre las diversas castas
sociales de escalonados estratos.
Los aborígenes del Diquís alcanzaron un
alto nivel productivo, por la agricultura y el uso de la rica
gama de recursos que
posee la región, posibilitándolos para la
acumulación de excedentes, con ello el holgado
sostenimiento de una casta real y sacerdotal y por supuesto un
extenso gremio de artesanos especializados en la
producción de objetos de alta elaboración.
Estos artesanos expertos, desarrollaron estilos propios,
con gran riqueza en la forma de sus creaciones y un dominio
sorprendente de las técnicas, así lo evidencian los
objetos de oro, la alfarería y la escultura en piedra
encontrados en las milenarias llanuras del Diquís.
Son tres los impresionantes hallazgos en el Delta y sus
alrededores, los que han llamado la atención de la arqueología y la
antropología mundial. Se trata de representaciones
consideradas como muy particulares (únicas) dentro de las
civilizaciones prehispánicas del continente americano.
La primera de ellas, a la cual dedicaremos el
énfasis de este libro, son las
monumentales esferas de piedra, cuyo gran tamaño,
perfección, fino acabado y extraños alineamientos
no tienen parangón en el continente americano ni en el
resto del mundo.
El segundo componente que atrae la
atención de los investigadores, son las portentosas
estatuas aplanadas de base de espiga (de hasta dos metros de
altura) representando hombres y mujeres, luciendo máscaras
zoomorfas y extraños tocados. Monumentos de estilo tan
específico, no se han encontrado iguales fuera del
área del Diquís.
El tercer elemento lo constituye la metalurgia
peculiar de esta circunscripción geográfica. Dicha
metalurgia despliega técnicas y maneras singulares de muy
alta elaboración y gran contenido mitológico.
Estas representaciones distintivas están ligadas
al descubrimiento (en la misma zona) de los restos de grandes y
prolongados asentamientos humanos. La gran cantidad de
montículos empedrados, (basamentos habitacionales y
ceremoniales) plazas públicas, cementerios, calzadas,
etc., dan evidencia de ello. Los hallazgos alertaron a los
primeros investigadores quienes pronto conjeturaron la presencia
antigua de una desarrollada cultura.
Los pretéritos asentamientos
humanos han sido ratificados por las modernas excavaciones y el
análisis de vestigios encontrados.
Hoy es un hecho arqueológico: El Delta del
Diquís albergó a una desarrollada cultura,
estructurada con una alta organización política, religiosa,
económica, y social. Dicha cultura esparció sus
dominios por toda la llanura aluvial y alrededores del
territorio.
Hablamos de una sociedad
compleja, una nación
que manejó los aspectos
ideológico-simbólicos, capaces de organizar,
consolidar y hacer funcionar de manera efectiva su pequeño
reino.
Un pueblo con el desarrollo agrícola,
político y comercial, necesario para mantener con
solvencia a grupos de
artesanos especializados, donde sus obras monumentales (esferas y
estatuas megalíticas) formaron parte de un conjunto
místico y social de emblemas públicos, entregados
por sus reyes al pueblo para el usufructo de la colectividad.
Lamentablemente esta espléndida zona
arqueológica ha sufrido intensos saqueos. La vasta llanura
aluvial donde se encuentran los principales yacimientos de
interés arqueológico, se cultiva de manera
extensiva (banano, cacao y palma africana) desde finales de los
años 1930.
Los saqueos vernáculos y la agricultura
transnacional constituyen el mayor tropiezo para las
investigaciones en el Delta, esto debido a la pérdida
irreparable de información arqueológica de medular
importancia.
Si bien se han encontrado y recuperado gran cantidad de
piezas, su estudio se ve limitado debido a la destrucción
del contexto en que se hallaban originalmente.
Pero las investigaciones continúan y futuras
excavaciones, prometen ensanchar los horizontes y arrojar
más luz acerca de este enigmático pueblo, de quien
desconocemos su nombre.
De tal manera y para efectos de comunicación, nos referiremos a este
desaparecido grupo humano con el nombre de "Los
Dikís"
¿Cuándo fueron
descubiertas?
A finales de la década de los años
treinta, la corporación United Fruit Company inició
sus trabajos en la zona del Diquís. Su misión:
sembrar miles de hectáreas de plantas de banano. Mismo
terreno que en aras del progreso hubo de ser deforestado de
manera meticulosa. Los árboles
y cientos de especies vegetales y animales, perdidas para
siempre, no opusieron resistencia a las
hachas, cierras mecánicas, tractores y demás
maquinaria de la prosperidad.
Miles de objetos
arqueológicos incluyendo las afamadas estatuas de base
espiga y esculturas zoomorfas, aparecieron por aquí, por
allá y acullá.
Los vestigios fueron removidos fácilmente
conforme el acero de nuestra
civilización avanzaba inexorable.
Toda tumba el la región fue profanada y saqueadas
sus ricas ofrendas
fúnebres. Los restos mortales de antiguos reyes y
poderosos sacerdotes fueron a parar junto a los escombros de la
floresta.
Pero aquellos impecables trabajos de "limpieza del
bosque" para la optima preparación de los campos de
siembra, chocaron de frente con la rebeldía de unas
imponentes rocas redondas de tamaños y volúmenes
diversos.
Conforme se adelantaba en la empresa, las
estorbosas pelotas de piedra mostraron un rasgo en común:
su forma increíblemente análoga.
Los peones contratados, informaron a su patrón
inmediato del problema. Este era el estadounidense George P.
Chittenden, quien trabajaba como explorador y comprador de
tierras para la United Fruit Company en el Delta del
Diquís, además tenía a su cargo las operaciones de
"limpieza". Chittenden ordenó desalojar las esferas que
podían ser palanqueadas y empujadas por los tractores, -Si
son redondas rodarán- dijo a sus subalternos, mas hubo de
esperar a que maquinaria especializada llegara a la zona para
desalojar a las mas pesadas.
En San José Chittenden informó del
hallazgo a su compatriota, la arqueóloga Doris Stone, ella
le suplicó encarecidamente que no moviera más los
objetos hasta que pudiera analizarlos.
-Casi todos ya han sido removidos, pero dejaré
futuros descubrimientos en su lugar, en tanto no demore usted
mucho su llegada.- prometió el capataz.
La arqueóloga llegó a las fincas bananeras
en abril de 1940, bajo el sofocante calor de la
estación seca. La devastación de los sitios de
interés científico la decepcionó de gran
manera, sin embargo dedicó casi un año de estudios
en la zona. La doctora Stone realizó una serie de
investigaciones, mas le fue imposible obtener una datación
coherente de los monolitos, ni esclarecer su posible origen y por
supuesto tampoco logró hallar evidencias
arqueológicas que justifiquen la perfección de su
manufactura.
En 1943 publicó sus observaciones. En
agradecimiento al funcionario de la compañía
bananera registró el nombre de George P. Chittenden como
el descubridor de las gigantescas esferas de piedra en el Delta
del Diquís.
Los pioneros trabajos de la doctora Stone han sido de
gran importancia para los estudiosos que la precedieron.
Ella observó muchos grupos de esferas y se
enteró que estas estuvieron acompañadas por grandes
estatuas de piedra que representaban figuras de animales y
humanas. Hoy los astrofísicos que estudian en
épocas de equinoccio y solsticio los alineamientos de las
esferas, lamentan la perdida absoluta de la posición
exacta de estas inmensas estatuas, pues al ser relevadas de sus
primigenios lugares se perdió con ello la observación de las sombras reflejadas por
el sol en su
trayectoria anual aparente (eclíptica) y su posible
utilidad como
calendario astronómico.
La doctora Stone fue la primera en percatarse que en
toda la zona del Diquís, no existen canteras del material
utilizado en la fabricación de las esferas. Además
pertenecen a ella las primeras observaciones de alineaciones.
Anotó en sus cuadernos de campo:
"La finca 7 tiene la colocación más rara
de esferas y las más grandes de todas las que he visto…
en un área de 300 varas encontramos 10 bolas distribuidas
en una línea este-oeste levemente curvada. Cuatro de ellas
miden 1.70 metros , las otras seis 1.52 metros … además
vimos otra, aislada de estas con una dimensión superior a
los 2 metros y un peso calculado en 16 toneladas… debajo de las
esferas hay una plataforma de guijarros destinada a fijarla y
evitar su hundimiento… de no ser por su inmenso volumen y acabado
minucioso, las asociaría con las que vi en
Tenampuá, en el interior de Honduras, en Llano Sula,
Travesía y Benjeviejo, pero se parecen mucho a las dos de
Honduras Británica, aquellas también son de granito
aunque su dimensión no supera los 56 cm … Es
precisamente la extraña inmensidad de estas bolas, su gran
tamaño, lo que plantea el problema de su posible uso…
supongo que una de las funciones hubo de
ser la de delimitadores territoriales"
Años después, en 1948, el reconocido
arqueólogo Samuel K. Lothrop, experto en civilizaciones
indígenas americanas, regresa a Costa Rica para continuar
su trabajo en la Península de Nicoya, pero se topa con un
país en revolución, los combates se desarrollaban
desde la capital hasta
la frontera con
Nicaragua. Oportunamente es invitado por la Dr.Stone para visitar
el Delta del Diquís, asegurándole un lugar alejado
de las escaramuzas. Lothrop quedó fascinado por la riqueza
arqueológica del Delta. Con el consentimiento de los
jerarcas de la compañía bananera, montó
campamento en el lugar y dio inicio a su exhaustiva investigación.
En 1963, quince años después, el museo
Peabody de Cambridge, Massachussets, U.S.A. publica sus
investigaciones bajo el titulo: "Archeology of the Diquís
Delta Costa Rica". La obra de Lothrop no ha sido traducida
al español.
Si bien, este experto en civilizaciones precolombinas no
logró formular conclusiones categóricas con
respecto a la cultura de los "Dikís" ni a sus monumentales
esculturas esféricas, fue él junto a la Dr. Stone
quienes constituyeron la avanzada de posteriores descubrimientos.
Desde su incidental hallazgo en 1939 un numeroso
contingente de científicos he investigadores de todo el
mundo, especialistas en diversas ramas, intentan dar respuestas a
las principales interrogantes que plantean las esferas.
Sin embargo a partir de la década de 1990,
cualquier información seria que logremos recabar nos
remitirá inexorablemente a las exhaustivas
investigaciones, realizadas desde entonces y hasta la fecha, por
la arqueóloga costarricense Ifigenia Quintanilla
Jiménez.
La confección de este libro no hubiese sido
posible sin el recurso de sus tesoneras exploraciones.
¿Qué las hace tan
especiales?
Son varias las particularidades que han captado la
atención de un mundial y heterogéneo contingente de
investigadores de variadas disciplinas y especialidades.
Unos han llegado hasta las esferas con propósitos
científicos, otros se han acercado a ellas para
desarrollar sus teorías
más allá del marco de la ciencia.
Cada día son más numerosos los grupos
espirituales que peregrinan hacia las esferas del Diquís,
para realizar en torno a ellas sus modernas ceremonias
chamánicas.
El producto de la
contienda entre ciencia, religión, arte y
filosofía son los muchos y dispares conceptos elucubrados
a expensas de tan exclusivas reliquias.
Algunos planteamientos nos sorprenden por fantásticos,
otros más bien son descabellados, los hay simplistas,
místicos, ficticios, técnicos, artísticos,
matemáticos, etc. Pero en una cosa todos están de
acuerdo: "Las esferas del Delta del Diquís a nada se
parecen si no a si mismas"
Su asombrosa esfericidad y la
gloriosa manifestación de su pasado, evocan
incógnitas similares a las planteadas por las
pirámides mayas y aztecas, las
gigantescas cabezas de la isla de Pascua, los ciclópeos
muros de Sacsayhuamán, los monumentos olmecas, las
reliquias de Anáhuac o la ciudad mística de Tollan,
entre muchos otros tesoros del continente.
De igual manera, las esferas halladas en Costa Rica constituyen
una de las muestras más impresionantes y particulares de
las representaciones en piedra de toda la América
precolombina.
Estas poseen –fundamentalmente- cuatro
características singulares, distinguiéndolas de
entre otras esferas antiguas reportadas en el
continente:
1) La extraordinaria cantidad
producida.
2) Su gran tamaño y
perfección esférica
3) El fino acabado en sus superficies.
4) El hallazgo de conjuntos de esferas formando
alineamientos o figuras geométricas
No existe registro alguno de esferas de piedra en las
américas ni en el resto del mundo que reúnan las
características señaladas.
¿Donde están?
Como hemos mencionado antes, las
esferas se encuentran principalmente en el Delta del
Diquís (su patria natal) caracterizándose por
poseer las de mayor tamaño. A partir de este punto, los
misteriosos monolitos se extienden en un basto circuito en torno
al Delta.
Más allá de éste perímetro,
o epicentro de las esferas, se han encontrado ejemplos en las
llanuras atlánticas, Panamá y la Isla del
Caño, ubicada a unos 17 Km . mar adentro de la boca del
Río Sierpe.
El mecanismo utilizado, en épocas lejanas,
para trasladar tan pesados monumentos hasta la mencionada isla,
aun intriga a los estudiosos.
Hasta el año 2000 se han reportado 34 sitios
arqueológicos con esferas de piedra en Costa Rica. De
estos 30 se ubican en el Pacifico Sur, principalmente en el
cantón de Osa, provincia de Puntarenas. Zona perteneciente
en términos arqueológicos a la región Gran
Carriquí, sub-región Diquís.
El sitio más separado hacia el sur se registra en
Panamá cerca de la frontera política con nuestro
país.
El más distante hacia el norte fue descubierto en el Valle
de la Estrella , esto es cruzando el límite de aguas de la
alta cordillera de Talamanca hacia la vertiente atlántica.
Las esferas mas antiguas fueron halladas en el poblado de Bolas,
(Buenos Aires
de Osa) San Vito (Coto Brus) en dos sitios en Golfito y la
desembocadura del Río Coto-Colorado.
Los científicos se han valido para fechar su
antigüedad, de la cerámica prehispánica y otros
artefactos y ecofactos encontrados en la zona de su hallazgo
(contexto).
Las esferas de piedra por si mismas no pueden ser datadas. En el
artículo titulado "¿Cuándo fueron hechas?
Analizaremos esta problemática.
En 1948, Samuel Lothrop estimó que había por lo
menos 300 esferas, únicamente en las zonas inspeccionadas
por él mismo con el propósito, de encontrar el
mejor lugar para establecer su investigación. La
tardía publicación de su trabajo (1963) dio
registro de unas 186 esferas. Prácticamente todas las
esferas estimadas por Lothrop, han sido separadas de sus parajes
prehispánicos originales.
El
exilio
El lastimoso desarraigo de las esferas se promovió
metódicamente desde su descubrimiento en1939.
Las familias de abolengo, máxime las hacendadas en el
valle central, empezaron a utilizar estas esculturas como
ornamentos del césped.
Para los años 60 constituían una especie de
moda entre las
alcurnias, un emblema de poder económico y social. Fueron
pocas las mansiones que no exhibían uno de estos
monumentos en sus hermosos jardines.
Las primeras esferas cautivas, abandonaron su nación
encadenadas sobre carretas de ferrocarril, luego se
contrató maquinaria agrícola, especialmente
adaptada para su transporte.
Por eso no es raro ver esferas monumentales decorando los
frontones, de empresas
dedicadas a importar maquinaria pesada. Tal es el caso de Matra
en Escazú quien posee tres bellísimos ejemplares y
Agromec en La Uruca. Sin contar las muchas existentes en manos
particulares.
Hoy podemos verlas, desarraigadas, solitarias y
melancólicas esparcidas por todo el país y fuera de
él.
Símbolos gubernamentales
El gobierno no se
quedó atrás y decoró muchas de las instituciones
públicas con ellas.
Podemos admirar algunas en: La facultad de agronomía de la
Universidad de
Costa Rica, El edificio de la Corte Suprema de Justicia, el
Parque de la Merced , el Aeropuerto Daniel Oduber, en Liberia
Guanacaste (alejada por cientos de kilómetros de su
contexto), el Museo del Niño, la Caja Costarricense de
Seguro Social
(esta afortunada esfera fue repatriada en 1999, hoy se ubica en
las afueras del edificio municipal de Ciudad Cortéz, en
Osa) y no podemos dejar de mencionar la hermosa colección
que exhibe el Museo Nacional en San José. Muchas de las
expuestas allí fueron cargamentos decomisados, que
saldrían del país para ser vendidas en Europa.
Lamentablemente no pocos contrabandos han burlado los controles.
Cuando entramos al Museo Nacional, nos recibe de frente una
antigua esfera monumental, ésta, con todo y su pedestal
fue confiscada al narco traficante mexicano Caro Quintero.
Políticos bondadosos
El gobierno también obsequió muestras
impresionantes de ellas a otros países.
Se de por lo menos tres exhibidas al público en los
Estados
Unidos. Una está en el Museo de la Sociedad
Geográfica en Washington. La embajada de Costa Rica en esa
misma ciudad posee un ejemplar, otra portentosa muestra se aburre
injertada en un patio del museo Peabody de Arqueología y
Etnografía, en la universidad de Harvard,
situada en Cambridge, Massachusetts.
Esferas registradas
El pobre computo oficial de esferas, registrado hasta el
2001 por el Museo Nacional de Costa Rica, apenas supera las 176
unidades.
Todo parece indicar que se le ha dado prioridad de registro a las
más grandes. Sin embargo debemos ser pacientes, recordemos
que fue hasta la década de los 80 cuando recién
esta institución gubernamental inicio su "Estudio de
Protección y Valoración de las Esferas de Piedra".
Sin lugar a dudas pronto se registraran muchas más.
Repatriación
El día lunes 18 de
octubre de 1999 es fecha célebre para las esferas de
piedra del Diquís.
Según la directora del Museo Nacional de
aquel entonces, la señora Melania Ortiz, fueron removidas
de sus contextos precolombinos cerca de 500 esferas monumentales
desde su descubrimiento.
El regreso de ocho ejemplares a su patria
natal es apenas un acto simbólico pero de gran
trascendencia.
Se pretende con él instar a las instituciones
públicas y coleccionistas privados, que aun retienen estos
tesoros arqueológicos y patrimoniales, se unan a la
iniciativa.
La idea es crear en el Delta del Diquís "El Parque
Temático de las Esferas" del cual hablaremos más
adelante.
De las ocho afortunadas reliquias regresadas a casa, dos fueron
liberadas de su largo cautiverio en los patios capitalinos del
Museo Nacional, otras dos dejaron los jardines de la casa de
doña Estrella y don Rodrigo Carazo en Escazú. De
seis exiliadas hace más de veinte cinco años a las
frías alturas del Bosque de la Hoja en San Rafael de
Heredia. Tres volvieron a sentir el cálido sol de Palmar.
Por un cuarto de siglo don Alonso Jiménez las
resguardó en su finca. Al desprenderse de ellas, este
noble anciano dijo con notoria melancolía: "Quienes
tenemos en posesión esferas precolombinas, debemos
reconocer que únicamente hemos sido sus cuidadores
temporales… ha llegado el momento de regresarlas a sus
verdaderas tierras, no dudo que allí serán bien
cuidadas. Quedan tres en mi finca, ellas me acompañaran
hasta el día de mi muerte, luego
es mi voluntad que sean regresadas a Osa"
La última de las ocho recuperadas, mide casi dos
metros de diámetro, dentro del cual contiene cerca de doce
toneladas de granito sólido. Ésta inmensa bola
exhibía su rotunda esfericidad en el edificio de la Caja
Costarricense del Seguro Social, en
San José.
Se requirió de un operativo nocturno, maquinaria
pesada y muchos trabajadores para bajarla de su pedestal urbano.
El
recibimiento
Como si se tratara de héroes de guerra
recién liberados de ingratas prisiones, las reliquias
fueron recibidas en medio de grandes celebraciones por los
vecinos del cantón de Osa, provenientes de los distritos
de Palmar Sur, Palmar Norte, Ciudad Cortéz y Sierpe, amen
de muchas otras personas que llegaron de Golfito, Buenos Aires,
Coto Brus, Pérez Zeledón, Drake y Corcovado para
rendir homenaje a sus titanes.
Las fiestas de bienvenida iniciaron desde tempranas
horas. En medio de las celebraciones se hizo remembranza de los
actos valientes protagonizados por estudiantes y vecinos del
cantón, cuando hace veinte años bloquearon
carreteras, para impedir la salida de varias esferas monumentales
que habían sido saqueadas de las inmediaciones del actual
aeropuerto. Al verlas montadas en un "lowboy" (carreta baja,
remolcada por un cabezal) los estudiantes y vecinos no lo
pensaron dos veces y salieron a las calles impidiendo su salida.
Dos de estas esferas gigantes son resguardadas hasta la fecha en
el liceo de Palmar Norte.
Las gentes de Osa poseen gran conciencia de sus
tesoros patrimoniales. Es hora que dicho cantón se
consolide como lo que es: un verdadero cantón
arqueológico.
Es curioso… desde el inició de la campaña de
repatriación, promovida por el Museo Nacional, el paisaje
urbano viene mostrando cada vez menos esferas monumentales
antiguas. No porque las manos privadas estén devolviendo
el patrimonio nacional que detentan, ¡no!, más bien
parece ser el resultado de una estrategia avara,
y las esferas están siendo escondidas de semejante
cruzada.
Desde el 18 de octubre del 1999, hasta el 12 de junio de 2004
(fecha en que escribo estas notas) no se ha deportado una sola
esfera más. Ojalá la noble iniciativa de hace cinco
años, no caiga en la lista de las buenas intenciones
olvidadas.
¿Qué tamaño tienen las
esferas?
Las mediciones nos muestran
un amplio rango de tamaños, cuyo espectro varia de los 10
centímetros hasta los 2.57 metros de diámetro, por
ende su pesos oscilarán desde unos cuantos kilos hasta
superar las 16 toneladas.
La utilización de una banda tan ancha de diámetros,
pesos y volúmenes en la fabricación
prehispánica de esferas, amplifica también los
horizontes de su uso y significación.
La mayor cantidad de las esferas registradas concentran sus
diámetros en el rango de los 80 y los 120 cm . Otras
presentan tamaños superiores a los 150 cm ., las
más grandes llegan a los dos metros hasta alcanzar la
descomunal proporción de 2.57 metros de diámetro.
Esferas de aproximadamente 60 cm . y menores se convirtieron (por
su relativa liviandad y fácil transporte) desde el
descubrimiento de las gigantes, en el souvenir favorito de
quienes visitaron y aun visitan la zona. Cientos de originales
esferas livianas se encuentran hoy dispersas por todo el mundo.
En mis visitas al Delta del Diquís en el 2004
pude constatar que esta situación no ha cambiado mucho.
Pese al gran respeto que la mayoría de los pobladores de
Palmar Norte y Sur tienen por sus tesoros patrimoniales, los
saqueos continúan siendo incontrolables.
Algunos artesanos de la zona, manufacturan hoy hermosas esferas
en piedra, pero su arduo trabajo enfrenta la competencia
desleal de huaqueros, quienes siguen encontrando y traficando
con esferas pequeñas.
Esto induce a pensar en una gran producción antigua de
esferas pequeñas. Posiblemente su uso esté
relacionado con la fabricación de las grandes.
Si colocamos una esfera grande y pesada sobre un lecho
dispuesto con esferas pequeñas, notaremos con asombro la
relativa facilidad con que podemos hacer girar en cualquier
dirección a la esfera pesada, esta
facilidad aumentará conforme al grado de pulimento de las
esferas, agréguese una corriente de agua y la
resistencia será mínima. Se me antoja creer en un
método
similar usado antaño para trabajar las últimas
etapas de las esferas monumentales.
Al observar esferas pequeñas podemos ver imperfecciones
notorias en su contundencia (entre más pequeña
más irregular) quizá esta imperfección no se
deba a manos inexpertas, sino al posible uso antes mencionado.
La más grande registrada.
Cerca de la ciudad de Palmar Sur encontramos el sitio
arqueológico llamado "El Silencio", ubicado en el
piedemonte de la Fila Grisera.
En la parte media de una cuesta, elevada a más de un
centenar de metros sobre el nivel de la llanura aluvial, fue
descubierta el siglo pasado, en la década de los
años cuarenta, "in situ" la esfera mas grande del mundo
hecha por aborígenes del pasado.
Hasta hoy, en todo el globo terráqueo, no existe registro
de ningún monolito esférico primitivo de mayor
tamaño.
Este insólito monumento ostenta un diámetro de 2.57
metros y su peso ponderado supera las 16 toneladas.
Tristemente la incomparable esfera se encuentra muy
deteriorada. La actividad agrícola y su costumbre de
quemar las parcelas para preparar la siembra, la sometió
durante muchos años a elevadas temperaturas, esto y los
tupidos aguaceros han provocado una lenta e indeseable
exfoliación del granito (se descascara).
El Museo Nacional de Costa Rica en su afán de
preservar el monumento, ha levantado en varias ocasiones un
rústico rancho para protegerla de las inclemencias del
tiempo. Pero el inevitable vandalismo se encarga de incendiar y
destruir los ranchos.
Sumado a tales desgracias, la esfera más grande del mundo,
es "pellizcada" constantemente por cuanto turista la visita para
llevarse un pedacito de ella como recuerdo.
El sitio arqueológico donde es atormentada "la esfera del
silencio" ha sido inspeccionado en forma minuciosa. Sus
inmediatos alrededores no presentan asentamientos humanos
primitivos, únicamente se hallaron fragmentos dispersos de
material cerámico y algunas hachas de forma acinturada.
Emplazar semejante esfera en tan empinado terreno,
requirió sin duda de un gigantesco esfuerzo colectivo,
altamente organizado. El sitio debió tener un significado
muy especial para los "Dikís" quizá conmemorativo o
simbólico.
Ojala las autoridades del Museo Nacional se decidan de
una vez por todas a restaurar tan importante monumento y se le de
la protección que merece, de lo contrario en pocos
años la esfera más grande del mundo, será
tan solo un peñasco amorfo.
Regresando al tamaño de los monumentos se
considera este en relación al estatus socio
económico de cada aldea.
Pero las esferas monumentales no fueron exclusivas de los grandes
centros de asentamiento precolombino. Se han encontrado esferas
de considerable tamaño en vestigios de aldeas
pequeñas, ubicadas en el circuito aledaño al mega
sitio de Palmar.
El aumento en la dimensión de las esferas se relaciona con
los cambios culturales, registrados en la región por los
años 700 u 800 después de Cristo. A partir de
aquí no solo aumenta su producción, sino
además se incrementa notablemente el tamaño. El
surgimiento de la metalurgia corresponde a ese periodo,
facilitando con sus nuevas
tecnologías la fabricación de esferas
más grandes y numerosas.
Bajo el
manto de aluvión
Algunos exploradores no descartan la esperanza de encontrar
en el Delta, esferas de igual o superior tamaño a la mayor
registrada.
Los suelos blandos de la región abren la posibilidad, nada
utópica, de localizar reliquias superiores a las 10
toneladas, sepultadas por los años en las tierras del
Diquís.
El terreno donde descansa la gran esfera de "El Silencio", fue
acondicionado desde épocas pretéritas para
soportarla. Hoy podemos observar, como dicho soporte,
después de cientos de años, esta cediendo a tan
descomunal peso.
Los suelos de las laderas montañosas son mucho más
compactos en relación a las llanuras aluviales,
razón por la cual una gran parte de esferas pesadas fueron
descubiertas semi enterradas, algunas sólo mostraban una
pequeña corona superior y otras fueron halladas por
excavación. La existencia subterránea de esferas
pesadas es desde cualquier punto de vista, más que
factible. Por tanto el record ostentado por "El Silencio" puede
ser igualado e inclusive superado en cualquier
momento.
¿Quiénes las
hicieron?
He dado el nombre acomodaticio de "Los Dikís" a
la cultura responsable de la fabricación de las esferas de
piedra, sin embargo la antropología desconoce su nombre
específico.
Esta laguna en la investigación ha dado pie a muchas
especulaciones, algunas de las cuales promocionan la idea de una
misteriosa civilización, desaparecida de la geografía
costarricense cientos y hasta miles de años antes del
contacto español, sin dejar rastros de su cultura.
En las próximas páginas veremos que tal
concepción no es exacta.
Desconocer el nombre específico de esta cultura, no
significa ignorancia total acerca de ella, ni de los grupos
humanos instalados en el Delta del Diquís y en toda la
zona sur del país desde épocas arcaicas.
Abordaremos tan inquietante pregunta retrocediendo en el
tiempo, lo suficiente para abarcar la cuestión desde su
génesis.
Los primeros
amerindios
Se concuerda que hace al menos 12.000 años, los
primeros inmigrantes ingresaron al continente americano
procedentes del noroeste de Asia. Otras
evidencias, menos claras pero muy convincentes, extienden el
periodo a más de 20.000 años. No se descartan
migraciones menores provenientes de las islas del
Pacífico.
La cantidad de migraciones, sus puntos de partida he ingreso es
tema de intensas discusiones dentro de la comunidad
científica. Sin embargo todos concuerdan,
-independientemente de las rutas utilizadas para ingresar al
continente-, que el hombre
americano tuvo un origen asiático.
En algún momento avanzaron a través del istmo
centroamericano, deteniéndose en la parte más
estrecha constituida por lo que son hoy los territorios de Costa
Rica y Panamá.
Por miles de años ajustaron sus características
biológicas y culturales a la zona de ocupación.
El filtro biológico
La posición y carácter geográfico de la frontera
sur de Centro América, constituye una especie de "cuello
de botella" un filtro biológico para los diversos
organismos animales vegetales y humanos. Prueba de ello es la
gran biodiversidad
del territorio. El 5% del nivel mundial. Porcentaje notoriamente
elevado considerando la estrechez del espacio en este punto del
istmo.
Las
tres grandes regiones
En términos geográfico-culturales se ha
dividido en tres grandes áreas al conjunto de
civilizaciones amerindias que evolucionaron en el continente
luego de su ocupación:
a)
Mesoamérica
b) Zona intermedia
c) Región incaica
o andina
La zona
intermedia
La baja Centroamérica se ubica en el área
intermedia, erróneamente imaginada como un simple espacio
de transiciones.
En Costa Rica cubre casi todo el territorio nacional, exceptuando
la provincia de Guanacaste. Al norte se extiende por las tierras
orientales de Nicaragua y Honduras. Al sur abarca los territorios
de Panamá, Colombia, y la
parte norte de ecuador.
Los investigadores y estudiosos a nivel mundial, deslumbrados por
la grandiosidad material de las civilizaciones Mesoamericanas,
(emplazadas en la parte central y meridional de México y
algunos países de Centroamérica) y fascinados a la
vez por las magnificentes culturas andinas, (desarrolladas por
toda la costa occidental de sur América), han relegado el
área intermedia a segundos y hasta terceros planos de
exploración. Pues se ha considerado a los grupos de origen
chibcha que habitaron y habitan la zona intermedia, como tribus
provenientes del norte y del sur en migraciones relativamente
recientes. (1000 d.C.)
Por fortuna, un selecto grupo de científicos, entre ellos
muchos costarricenses, como el biólogo Ramiro Barrantes,
autor del libro "Evolución en el Trópico", han
aportado reveladoras evidencias de orden arqueológico,
lingüístico, genético, etnográfico,
etc. que contradicen de manera rotunda a las viejas
consideraciones.
Los
nuevos resultados
El peso de sus investigaciones es tal que ya pueden
borrarse definitivamente de los textos, conceptos añejos y
dar paso a los nuevos resultados, los cuales muestran que las
primeras migraciones de los grupos chibchas, se dieron mas bien
desde los confines de Centroamérica hacia el sur,
indicando al sector occidental del Área Intermedia como el
lugar de origen de toda esta familia,
establecida en los territorios mencionados hace más de
8.000 años.
Los chibchas de la
región Gran Chiriquí y Diquís tienen su
propia identidad y
singularidad genética,
que los distinguen de otros grupos del meridión
mesoamericano y del septentrión andino. Lo que demuestra
un desarrollo autóctono, prolongado por miles de
años.
Es innegable que los amerindios del grupo lingüístico
chibcha, recibieron influencias tanto del norte como del sur,
pero estas se incorporaron dentro de la sociedad local
adquiriendo características propias.
Dichas influencias fueron importantes como agentes de cambio y
desarrollo, pero no son los elementos fundamentales en la
comprensión de la cultura que nos ocupa.
Resumiendo podemos afirmar sin temor a graves equivocaciones: La
zona en que fueron descubiertas las esferas de piedra, fue
habitada desde hace por lo menos 8000 años.
Cazadores y recolectores
Los primeros grupos que ingresaron al Delta y sus
alrededores, fueron nómadas (cazadores-recolectores)
organizados en pequeños clanes conformados de entre10 a 30
individuos, quienes buscaban sitios adecuados para la caza y
recolección de frutos silvestres.
Los Clanes
Para comprender las evoluciones posteriores de estos
grupos amerindios, es importante definir el concepto de clan:
Palabra de origen gaélico –Celta- que significa
descendencia.
En antropología se utiliza el término para
referirse a diversos grupos indígenas. Se entiende por
clan a un conjunto de personas capaces de reconocer su
descendencia, con respecto a un antepasado común. Los
clanes trazan su linaje por el lado de la madre o del padre pero
nunca por ambos lados.
Algunos estudios etnográficos me sugieren la idea de que
los "Dikís" trazaron sus descendencias en clanes
matrilineales. De esto hablaremos más adelante.
Los clanes chibchas, aun en la actualidad, se identifican con un
tótem o animal común; por un lugar o bien por una
actividad específica.
Anoto algunos ejemplos de clanes bribrís y
cabécares:
Kumbuwak, el clan de jaguar
Mójkwak: gente del búho
Sarwak: gente del mono colorado
Dimatwak: dueños del arroyo rojo
Suritsuwak: dueños del valle del
venado
Yeriawak: dueños de la caza
Uniwak: dueños del
cántaro de barro
Mekichawak: dueños de las jícaras
La pertenencia a un clan implica solidaridad
social, es decir, la obligación de prestar ayuda mutua, la
participación en ritos y ceremonias, así como
unión en la guerra.
La doctora María Eugenia Bozzoli, en su insuperable libro:
"El Nacimiento y la Muerte
Entre los Bribrís" publicado por Editorial Universidad de
Costa Rica, nos permitirá comprender a fondo la estructura de
los clanes y su función
dentro de la sociedad amerindia.
La agricultura
Luego los clanes empezaron a combinar la caza y
recolección con los primeros cultivos. La gran fertilidad
de los suelos aluviales del Delta permitió el inicio de
una agricultura incipiente. Los primeros intentos se dieron con
algunos tubérculos y el maíz,
así como el mantenimiento
de palmas y árboles frutales. Estas prácticas se
originaron en el
conocimiento obtenido a partir de la recolección de
plantas silvestres.
El inicio de la producción de alimentos,
señala la aparición de un nuevo modo de vida. Del
nómada al sedentario.
El péndulo vivido entre el festín y la hambruna de
los cazadores-recolectores se empieza a desvanecer en el
recuerdo.
La agricultura y la posibilidad de almacenar alimentos,
propiciarán el desarrollo de los pequeños
asentamientos humanos hasta formar ciudades, y que mejor lugar
por su ubicación estratégica que el Delta del
Diquís.
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