La filosofía y la formación política de la ciudadanía (2da. Parte) (página 2)
LA ILUSIÓN EDUCATIVA.
Una profesora de Lengua y
Literatura se
extrañaba desde las columnas de Opinión de la
prensa
diaría de que sus alumnos adolescentes
no quisieran ser profesores. Decía inquietarse porque la
respuesta a esa conducta estaba
en que el dinero era
el objetivo
más buscado y no el saber o el
conocimiento. Luego, realizaba un panegírico de
la
educación al estilo Mendiluce, con afirmaciones como
las siguientes (a las que seguían las críticas):
"Probablemente, uno de los elementos sociales que mejor muestran
el valor que le
concede el ser humano a la vida sea la escuela,
así como los contenidos y cometidos que se le exigen,
porque cada uno de esos elementos son capaces, a medio y largo
plazo, de hacernos seres humanos más conscientes,
más plenos, más reflexivos y comprometidos… Como
espacio donde la vida se construye, la escuela es un lugar de
conflicto; y
de la calidad de su
resolución depende (y no sé si somos conscientes de
ello) la buena o mala vida que como sociedad y
como individuos nos demos a nosotros mismos. Porque cuando
la memoria
científica, histórica, literaria nos enseña
a cuestionarnos y a entender la vida, todas las vidas, nuestra
propia vida -y alcanza la condición de sabiduría-
entonces somos mejores como ciudadanos y como personas. Es verdad
que eso no nos garantiza la felicidad absoluta pero sí nos
acerca más a ella" (Olga Casanova Herederos. El
País <Opinión> 4-1-2000). Si lo que escribe
esta señora es cierto, entonces, ¡que me digan
dónde imparte clase esa gran
filósofa!, porque desde luego, yo, con mis más de
treinta años, me apunto. Pero no, no es eso, la
interpretamos mal, esa mujer no hablaba
de lo que es la escuela sino, ay, de lo que debería
ser.
Después de la bella expresión de lo que la
escuela debería ser pero no es, se lanzaba la profesora a
decir lo que hay: que su gremio no era valorado en la sociedad,
que los padres delegaban toda la responsabilidad educativa (comportamiento, no conocimiento)
en la escuela; que el utilitarismo economicista vigente forma
trabajadores y no hombres; que cualquier acercamiento a la
verdadera educación resultaba
contraproducente para la selección
natural del darwinismo social contemporáneo.
Finaliza, adoptando de nuevo el tono ilusionante de un
cándido sesentayochista trasnochado, con un derroche de
exaltación de lo grandioso que es el mundo del saber y del
conocimiento, de lo bonita que es la transmisión
hereditaria cultural, y de lo importante que resulta que todos
nos demos cuenta de la importancia de la escuela.
Parece que bastaría con un voluntarismo emotivo
para convertir cárceles de borregos en escuelas de Johns
Stuarts Mills. La pobre mujer no se da cuenta de que la
educación que ella pretende enseñar no puede
existir, institucionalmente, bajo el sistema
capitalista, ya que ni siquiera los no esclavos, esto es, los que
poseen patrimonio y
capital, al
mandar a sus hijos a las escuelas privadas de élite,
pretenden que se les forme como seres humanos y que se
desarrollen todas sus capacidades; sino que piden que se les
prepare para dirigir las empresas y los
gobiernos, es decir, para ocupar su lugar adinerado en la
cúspide social y comprar asalariados de educación
pública en el mercado.
Se engaña quien se piensa educado en los
términos exaltatorios antes expuestos. Yo desde luego no
lo estoy, (y me esfuerzo por cubrir lagunas que debería
haber superado a los ocho años de edad), y ninguno de los
profesores que he tenido y conocido en mi vida, tampoco.
¡Nadie que haya conocido en persona!.
¡Qué mala suerte! -se me dirá: ¡No ha
tenido maestros!. Pero es que no es tan fácil ser un
maestro, tan sólo conozco a los que he accedido a
través de los libros y creo
que Grecia fue la
única sociedad donde tales seres abundaban, luego solo se
han dado como excepción.
LA EXPERIENCIA PERSONAL: DE LO
VIVIDO A LO PENSADO.
A lo largo de la siguiente reflexión,
quizá sea provechoso, presentar los acontecimientos
biográficos con los que está relacionada, para que
pueda ser ubicada concreta y correctamente en un contexto que,
siendo particular, no deja de ser común a numerosos
miembros de mi generación. Aspiramos a que lo que
aquí se va a escribir, si bien tiene que ver con
experiencias particulares, sea un producto de la
reflexión en general acerca de la educación de
nuestro tiempo. No
pretende ser una queja personal sino un análisis general que, no obstante,
aprovecha para la reflexión las experiencias recogidas de
primera mano. La cuestión educativa me ha
interesado desde hace mucho tiempo, ya que me preocupa tanto mi
formación como la de los demás. Pero ahora,
además de la experiencia teórica como estudioso que
he podido al cabo del tiempo adquirir, y de la experiencia
práctica como alumno, que se remonta desde la más
tierna infancia hasta
la fecha, cuento con un
poco de experiencia práctica como profesor. Todo
ello sin embargo tendrá que desparecer, finalmente, en el
conjunto de la exposición, ante el esbozo de una
teoría
general de la enseñanza de la filosofía; una
teoría filosófica y, por tanto, independiente de mi
subjetividad.
LA
CONDICIÓN INTERINA: VIGILANTES O
VIGILADOS.
Plazas, internidades, trienios, sexenios, traslados,
hipotecas, salarios,
vacaciones, días libres, los hijos, las notas, si
aprueban, si suspenden, las estadísticas, el Ministerio de
Educación, la selectividad, la bolsa (donde meten sus
ahorros), el coche, la inspección educativa, el Claustro,
el director, el jefe de estudios, el jefe de departamento,… son
estos los principales temas de discusión entre el
profesorado de un Instituto. Apasionante ¿verdad?. Las
funciones que
se desempeñan: padre, madre, policía, vigilante,
funcionario de prisiones, asistente social, psicólogo,
pedagogo, relaciones
públicas, monitor de
tiempo libre… etc.
Al pobre interino, no le interesan gran cosa todos esos
debates de los compañeros privilegiados jerárquica
y burocráticamente. Su destino es diferente, como en la
mili, debe, en cuanto novato, hacerse cargo de todo lo que los
demás no quieren impartir. Curiosamente, los veteranos,
los auténticos profesionales de la educación, no
quieren dar clase en la ESO, y los supuestamente más
hábiles huyen de las clases más difíciles,
de las que se hace cargo el inexperto. No es de
extrañarse, ni los veteranos pueden con ello, simplemente
lo han sufrido y quieren dejar de sufrirlo, de manera que se les
fuerza a
condenar a otro para salvarse ellos un poco. Si soy veterano no
quiero la ESO, no quiero ser Tutor de un grupo, ser
jefe de departamento o catedrático de instituto no
significa saber más, sino ser más antiguo y, lo que
es más importante, librarse de tres horas de
clase.
A lo largo del año 1999 el gobierno y los
sindicatos
resolvieron rectificar la baremación relativa a la
adjudicación de interinidades de los exámenes de
oposición al cuerpo de profesores de educación
secundaria. Sus decisiones son loables. Frente a tres listas para
cubrir interinidades por méritos y nota de
oposición (1ª lista: aprobados sin plaza, mi caso;
2ª lista: aprobados en el primer ejercicio y suspensos en el
2º; 3ª lista: suspensos en todo) decidieron establecer
una lista única en la que la experiencia (tiempo de
desempeño de interinidades) prime frente a
la cualificación (conocimientos de la materia). De
esta manera, pasarán a los primeros puestos para interinos
aquellos que ya hayan suspendido numerosas veces la
oposición y, aun así, hayan trabajado varios
años como profesores interinos (para las oposiciones del
2.000 que en Madrid cuentan
con 10 plazas de profesores de filosofía de secundaria se
anuncia que la "experiencia docente", es decir, el haber
desempeñado interinidades, contará el 45% de la
nota). Los primeros de la lista, que acabarán acumulando
puntos y entrando en la condición funcionarial,
serán los cazurros que, año tras año, examen
tras examen, han sido siempre incapaces de aprobar, hasta una
última y milagrosa vez, pero que siempre han tenido la
"suerte" de que les llamasen para cubrir una vacante.
¡Gracias! ¡Muchas gracias sres. del gobierno y los
sindicatos! Con esa medida podrán impedir en cierto grado
que las mejores cabezas malgasten sus vidas y energías en
las guarderías públicas, donde saber demasiado de
una materia cualquiera no sólo es contraproducente, sino
sumamente indeseable y se castiga con severidad. Serán mis
compañeros de carrera más ineptos, los que se
paseaban por el pasillo de la facultad en quinto de carrera con
el libro de
filosofía de COU de Navarro&T.Calvo bajo el brazo,
quienes acaben en la profesión docente de secundaria. Los
que me encontré en la oposición que, año
tras año, se presentaban, a ver si hay suerte. Un merecido
destino si fueran ellos responsables de su condición pero
un funesto sino para quienes no han hecho más que lo que
nuestra sociedad les pedía y lo que sus oposrtunidades les
permitía.
Los que hemos sido interinos ya tenemos la experiencia
inenarrable que nos habilita para sonar mocos, enseñar
modales y dar ridículas clases de parvulario a
jóvenes semianalfabetos y maleducados. Yo fuí uno
de los que aprobó sin plaza (y sin méritos por
interinidades pretéritas) en la oposición a
profesores de secundaria (especialidad de filosofía) del
año 1998 de Madrid, con lo cual, al quedar en la antigua
1ª lista, con el nº 31, tuve la desgracia de que me
adjudicaran una vacante. Presuroso corrí a pedir una
excedencia en mi trabajo como
vigilante nocturno para, amante de los libros, del aprendizaje y de
todo aquello que se puede denominar cultura,
lanzarme en brazos de la carrera docente. ¡No me lo
podía creer! ¡Lo repito! ¡increible! Ya me
habían advertido profesores de secundaria que
conocía, pero la realidad superaba con creces las
más amargas previsiones.
Lo que he vivido durante el año 98-99 como
profesor interino es algo que todo enseñante de secundaria
conoce muy bien y que apenas soy capaz de transmitir en estas
páginas. Es el primer año de mi vida desde que
tenía 14 años que paso sin leerme un solo libro
entero. Exhausto, decepcionado y deprimido, no tenía
tiempo ni ganas de leer, todo el supuesto tiempo libre que tienen
los profesores se me iba en preparar clases (cada vez más
simples, bajando y bajando sin cesar) y en procurar relajarme y
no acabar en el psiquiátrico a través del
encefalograma plano que se obtiene con el visionamiento pasivo de
un rato de televisión.
Ahora, gracias a la cada vez más infrecuente
posibilidad de elegir, he rechazado el segundo año de
interinidad y con ello, permanecer en la lista de
experimentados, pidiendo el reingreso en mi antiguo puesto
de vigilante nocturno. Prefiero mil veces ser vigilante nocturno
a profesor de Instituto. Gano la mitad, es cierto, pero al menos
tengo tiempo de leer y de estudiar, que es lo que a mí
más me interesa hacer, y de comentar mis lecturas e
investigaciones con mis amigos, colegas y
conocidos, aprendiendo yo de ellos y enseñándoles a
mi vez. Como soy comunista platónico, no sólo en la
teoría (o de boquilla) sino también en la
práxis (económica), no me importa vivir
austeramente y con poco dinero
mientras tenga el tiempo de ocio necesario para continuar con mi
formación y mi participación política.
Prefiero ser un preso en libertad
condicional al que se obliga a ir 12 noches al mes a encerrarse
en la cárcel que un funcionario de prisiones que tenga que
emplearse a fondo en enseñar modales y comportamientos,
preparando a los jovencitos para ser obreros cualificadillos en
distinto grado, obreros sumisos y obedientes al fin y al cabo,
que sepan leer el cartel de "prohibido fumar" en la
fábrica de explosivos o, en todo caso, que constituyan
material de aprovechamiento productivo. Volver a mi anterior
trabajo me asegura, aunque austeramente, las necesidades
básicas, nutrición y vivienda,
sin pagar por ello un excesivo coste psíquico y personal,
y lo que es más importante, libera mi mente, me permite
pensar, leer y estudiar; es decir, me permite hacer terrorismo.
Pensar, leer y estudiar sin que ello forme parte y esté
destinado a la finalidad de la producción, es una actitud
terrorista.
Lo único que pude hacer como profesor fue aprobar
a todos, absolutamente a todos, incluso a quien nunca
había venido a clase y que yo me había negado a
denunciar a la dirección y los padres tras pasar
obligatoriamente lista, control de la
asistencia obligatoria a la enseñanza obligatoria
(función
que fingía prácticar sin practicarla pero que era
imposible evitar totalmente). Me pareció la única
forma de poner de manifiesto que el título en
educación secundaria no significa nada, o al menos de no
darle ningún reconocimiento. Pero sé muy bien lo
que significa, porque significa que el sujeto ha sido amaestrado
para levantarse religiosamente todas las mañanas a las
7:00 a.m. y acudir a un centro, hábito que tiene que estar
grabado en los que pasen al mundo laboral y que se
prolongará hasta la jubilación. La enseñanza
no existe, tan sólo la Formación Profesional
existe, hoy por hoy todo es formación profesional,
habilitación para llegar al mercado en condiciones de ser
explotado en la mayor medida posible. A eso se le llama socialización y debe ir acompañado
del inculcamiento de doctrinas ideológicas
hipócritas, como los derechos humanos,
la democracia, de
la historia contada
por la socialdemocracia neoliberal vigente. Debe ir
acompañada la constitución de una subjetividad productiva
de todos sus justificantes ideológicos. Pero hoy por hoy
resulta que ni los justificantes ideológicos ni sus
posibles críticas interesan lo más mínimo,
está todo muy claro, demasiado claro, se acepta la
condición de ente productor-consumidor como
se aceptan las órbitas de los planetas,
"estudiar para trabajar y así poder
consumir", es la máxima más categórica y
más extendida en las sociedades de
los países desarrollados. Los jovencitos no hacen sino
transmitir las convicciones más profundas de sus padres al
manifestarse al respecto. Pequeños y mayores de todas las
clases
sociales coinciden en ese punto, a cuya justificación
y afianzamiento se dedican cuatro horas diarias de medios de
comunicación de masas.
Epicuro, Epicuro es una de las claves y posibilidades de
alternativa, el Jardín, un hedonismo bien racional y bien
entendido como fortaleza psíquica. A nivel
psicológico-subjetivo hace falta construirse los propios
mecanismos de defensa, alternativos al consumo
conspicuo, con los que poder vivir en un mundo insoportable de
manera soportable. Después o, a la vez, afianzarse en el
materialismo,
un Marx siempre
presente para no olvidar que toda escapatoria que no modifique el
modo de producción no puede ser más que una
ilusión individual. Propongo vivir así en una
evasión psicológica-subjetiva a nivel privado, como
mera protección, sin olvidar que, "objetivamente", en
general, impera el horror. Uno no puede luchar si la mente no se
parapeta tras una barricada, pero la barricada tiene que ser real
para ser eficaz, el Dios de los creyentes es una ilusión,
pero la comunidad de
amigos de Epicuro como una asociación que surge ante la
desintegración de la polis y el advenimiento del Imperio
macedónico es bien real y fue muy efectiva en su momento;
es una evasión, más no ilusoria. Quizá se
pueda vivir en constante evasión o incluso en constante
ilusión, pero yo no pretendo tal cosa, el interés
por la verdad me impide la ilusión, ya sea parcial o
completa, y el interés por los demás, el compromiso
social, me impide la evasión completa;
permitiéndome la parcial como un medio, no como un fin. El
fin de la libertad, la igualdad y la
justicia se
podrá alcanzar así, parcialmente, en un entorno
privado basado en la fraternidad, elitista, donde la poesía,
el arte, la
filosofía y la música clásica
desplacen a los diarios deportivos, al fútbol, a la
opinomanía y al bakalao. Un reducto semejante, que no se
sustente sobre la esclavitud de los
demás (para ello ha de ser austero) sino que vaya en su
contra, es el único lugar que me parece habitable y
defendible hoy por hoy.
Continuando en un Instituto no soy yo el que hubiese
transformado a los que me rodeaban en personas sino que, por el
contrario, todo lo que me rodeaba me hubiese transformado a
mí en un gañán. Tuve que dejarlo para
defenderme, sólo tenía que mirar a otros profesores
para darme cuenta de lo que podía llegar a sucederme.
¿Y si no hubiese tenido opción? ¿Y si no
hubiese estado en
excedencia por incompatibilidad en mi otro trabajo alternativo?
Entonces me hubiese gañanizado inevitablemente ¿En
qué medida? ¡No sé! Quizá hubiese
resistido más de lo que pienso, pero el embrutecimiento,
el desinterés por la filosofía, la simplicidad de
miras, le necesidad de medrar
administrativo-burocráticamente, la agresión
psíquica, el agotamiento, la falta de tiempo libre, me
hubiesen dañado irremediablemente.
¡Adaptación o psiquiátrico! era la
opción. Y la adaptación a un medio bajo, mezquino,
ruín, zafio, inculto, ignorante, brutal, policial,
burrocrático, meritocrático, socializador y
castrador, se cobra grandes precios en
quienes no tienen más remedio que aceptarla. La otra
opción, la psiquiátrica, la esquizofrenia
como enfermedad de la sociedad capitalista, la psicósis,
la paranoia, la depresión,
opción castigada con el encierro o el abandono,
opción tristísima de seres humanos rotos,
destruidos, en cierto modo admirables por no haber sido capaces
de soportar toda la mierda que otros somos capaces de tragar y
aguantar, pero a quienes se destina a gravar con su enajenación las vidas de sus allegados por
hallarse abandonados a la familia o
condenados a la mendicidad.
LA
VOCACIÓN DOCENTE.
¿Cómo es eso posible?. Fácilmente
se echará la culpa a mi inadecuación personal
diciendo: "es que no tiene vocación docente; es que no
sabe enseñar; es que no consigue despertar el
interés y el amor al
aprendizaje a sus alumnos", una sarta de tópicos que
producen una sonrisa amarga en cualquier profesor de primaria y
secundaria. Quienes continuaron hace ya muchos años que
abandonaron esos tópicos de la enseñanza y se
adaptaron a la realidad, simplemente no comentan
públicamente su situación por dos motivos: 1)
tienen que convencerse a sí mismos de que aún le
resta algún sentido a su labor para no acabar en el
psiquiátrico y 2) nadie les comprendería de hablar
francamente. Los niños y
jóvenes son intocables, irresponsables, no puede aceptar
la sociedad que estemos produciendo aberraciones, el fallo es de
los adultos que los tienen a su cargo, de los padres y de los
profesores, en primer lugar, de los burócratas de la
administración educativa a lo sumo. Desde luego no es
la sociedad, la
televisión, nuestra forma de vida, nuestros gobiernos
y nuestra política a la que se
responsabiliza del carácter de los ciudadanos, y desde luego,
puesto que jurídicamente no existe, el jóven no
puede fallar, es sujeto de derechos pero no de obligaciones.
El profesor al fin y al cabo no es más que un currito
más: ¡Hay que comer! -se dice- como frase
justificatoria de la aceptación resignada de todas las
vejaciones. Si alguien trabaja en una fábrica de armamento
y se le reprocha su conducta responde: ¡hay que comer! y ya
se queda tan ancho, justificado, redimido.
Al principio, créanme, pensaba en mi
inadecuación, en que los jóvenes hablaban en mi
clase y tenía yo que mandar callar 50 veces en 50 minutos
de clase porque yo era nuevo e inexperto. Pero poco a poco me
fuí dando cuenta que todos los demás profesores,
veteranos y menos veteranos padecían las mismas
condiciones de enseñanza que yo; lo que me ha llevado a
pensar que no es tanto mi inadecuación sino la de un
sistema que pretende que se realice una labor imposible,
consiguiendo que permanezca el ideal escrito en las leyes y hecho
jirones en la realidad. Mientras que en la LOGSE diga que se
proporciona a todo ciudadano la capacidad de hablar y escribir
correctamente en nuestra lengua, mientras que tal cosa quede
escrita justificando y legitimando la sociedad en que vivimos, no
importa que todos esos escritos, que la
Constitución o Los Derechos Humanos, sean
papel mojado; no importa que la realidad esté a
años luz de la
expresión escrita de dichos ideales, ni importa que el
camino que lleva nuestra sociedad la aleje cada vez más de
esos ideales, la pretensión de ser bueno en la
teoría, fingida o optimisticamente creida, legitima para
detentar el poder en la práctica y justifica y legitima
toda dominación. Se pueden hacer cruzadas o montar la
Inquisición, simplemente hay que hacerlo por amor al
prójimo, y ya basta con la declaración de motivos,
para que se consideren aceptables todos los actos. Si un joven no
sabe casi leer ni escribir al acabar la ESO, no importa, se le
otorga el Graduado en Educación Secundaria, de todas
formas, y ya entra en las estadísticas como uno más
de nuestros triunfos. Sobre el papel ya sabe leer y escribir
correctamente y está habilitado para comprender la lectura del
periódico, pero en la relidad le cuesta,
como a su padre frecuentemente, leer el Marca.
Los profesores se quejan, no es cierto que no digan
nada, pero se les calla con dinero, más presupuesto para
la enseñanza, más cursitos para adquirir
méritos y prebendas, pero ninguna disminución de
las horas lectivas, ninguna disminución de la ratio de
alumnos por clase. La imposibilidad física de
enseñar prácticamente nada a la mayoría, la
guardería obligatoria, se mantiene, y a cambio de
soportarla se acepta más dinero. Cómo va ha
enseñar algo de ética un
ser que se ha visto forzado a trocar sus ideales por monedas, un
sujeto envilecido por una situación inaceptable que tiene
que aceptar por la fuerza si no quiere volverse loco o
renunciar.
Algunas veces, en el tablón de anuncios de la
abigarrada salita de profesores (90 profesores) aparecía
algún panfleto crítico escrito o expuesto por
algún compañero de fatigas, seguramente veterano,
donde veía expuestos, a menudo incluso con fina
ironía, mis sentimientos y frustraciones. Veamos lo que
decía uno de ellos:
"HUMOR: JESÚS EN LA ESO.
En aquel tiempo Jesús subió a la
montaña y sentándose en una gran piedra dejó
que sus discípulos y seguidores se le acercaran.
Después, tomando la palabra, les enseñó
diciendo:
En verdad, en verdad os digo que serán
bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el Reino de los Cielos. Que serán bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos porque ellos
alcanzarán misericordia. Bienaventurados los perseguidos a
causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos…
Entonces Pedro le interrumpió para decir:
¿Tenemos que saberlo de memoria? Y
Andrés dijo: ¿Tenemos que escribirlo? Y
Santiago dijo: ¿Tenemos que examinarnos de esto? Y
Felipe dijo: ¡No tengo papiro!. Y Bartolomé
dijo: ¿Te lo tenemos que entregar?. Y Juan dijo:
¿Puedo ir al servicio?
Y Judas: ¿Y esto para qué sirve?.
Entonces uno de tantos fariseos presentes, que nunca
había enseñado, pidió ver la
Programación de Jesús y, ante el asombro del
Maestro, le inquirió en estos términos:
¿Cuál es tu nivel de competencia
curricular? ¿Cómo atiendes a la diversidad?
¿Cómo has diseñado la
motivación de intereses de palestinos y gentiles?
¿Qué significatividad tiene el material de
aprendizaje que pretendes enseñar?.
A Jesús se le llenaron los ojos de
lágrimas y, elevándolos al cielo, pidió al
Padre la jubilación anticipada".
A mi se me llenan los ojos de lágrimas al releer
el anterior escrito y pensar en que la pluma que estuviese
detrás, todavía debe continuar en ese purgatorio, a
menos que haya alcanzado ya la jubilación anticipada, que
por lo visto anhelaba, o renunciado a seguir. Seguramente de
él se podrá decir también que le falta
vocación docente y que no sabe atraer al
alumnado.
El autor ilustra sin duda una de las peores comisiones
que se le otorgan actualmente al profesor de secundaria, la
impartición de la asignatura Sociedad, Cultura y
Religión, alternativa, para los alumnos que no cursen
Religión, que por no tener no tiene ni nota, no se
califica. Tal despropósito relacionado con la espinosa
cuestión religiosa en nuestro país, llega
hasta el límite de proclamar, jurisprudencialmente, que
cualquier profesor, desde el de Gimnasia al de
Física o Inglés,
pasando por todos los demás, está habilitado para
impartir tal asignatura:
"La principal premisa en la que se basa la citada
aspiración es que al profesorado de Secundaria, con
independencia
de su concreta especialidad, sea Matemáticas o Educación
Física, se le supone una cultura superior,
universitaria, que la Guía le sugiere como aprovechar en
el caso de tener que ocuparse de esta docencia. Se
le supone un conocimiento de nuestra sociedad, de nuestra
cultura, en grado suficiente como para elaborar y exponer un
juicio razonado acerca de las huellas que el hecho religioso ha
dejado en la sociedad y la cultura, y, en consecuencia, para
poder manejarse y orientar al alumnado en el estudio de
<Sociedad, Cultura y Religión>.
(Alfredo Fierro Secundaria. Sociedad, Cultura y
Religión. Guía del Profesorado. MEC.
Dirección General de Renovación Pedagógica.
Centro de Publicaciones. Madrid 1995. Introducción, pág.9).
Es mucho suponer todo lo que supone el señor
Alfredo Fierro, y su Guía, además de estar
llena de contradicciones y sinsentidos, resulta, en definitiva,
marcadamente teísta, lo que implica que no ha entendido o
no quiere entender el significado de la palabra "aconfesional".
Lo cierto es que me extraño bastante el descubrir que el
autor del buen libro titulado Sobre la religión,
publicado en Taurus en 1979, se hubiese prestado a semejante
componenda, imposible, de contentar a teístas, ateos,
agnósticos y ecumenistas, proponiendo una chapuza
descomunal. Lo cierto es que no se reconoce en el autor de la
apestosa guía al autor del buen libro.
Parece que los que somos titulados universitarios en
cualquier cosa, ya por ese hecho dominamos todas las
demás, sobretodo si son Humanidades, que hoy parece que se
aprenden por ciencia
infusa, ya que "sea Matemáticas o Educación
Física" se les supone nada menos que "un conocimiento de
nuestra sociedad, de nuestra cultura, en grado suficiente como
para elaborar y exponer un juicio razonado acerca de las huellas
que el hecho religioso ha dejado en la sociedad y la cultura".
¡Pobres licenciados en filología semítica!
¡Pobre Juan Vernet, nuestro mejor traductor del
Corán al castellano!
¡Cualquier universitario puede hacer lo que ellos!
¡Qué suerte! ¡Qué nación
tan culta en la que cada cual puede "elaborar y exponer
juicios razonados" acerca de nada menos que la
religión en la historia!
¡Por favoooor! Si lo más que puede elaborar
y exponer un profesor de secundaria es la síntesis
de un plagio de los diferentes y malísimos manuales
existentes. El pobre profesor de secundaria no puede manejar
fuentes
directas, ni semidirectas siquiera, para ello debería
querer aprender y disponer del tiempo para ello; y a menudo,
aunque desearía lo primero no se le permite lo segundo.
Además es inútil, aunque pudiese tomarse el
esfuerzo, que no puede, sería ininteligible para sus
alumnos, que no pueden comprender nada más allá del
refrito simplificatorio que parte de los manuales. Todo el
sistema
educativo ha sufrido un progresivo corrimiento hacia abajo,
fenómeno que podemos denominar estadounidización,
por dirigirse hacia el modelo
anglosajón norteamericano.
UNA
NOTICIA PERIODÍSTICA.
Titular de la sección Educación: Libros
de texto bajo
<censura autonómica>: "España es
el único país de la UE que somete los libros de
texto a un control previo de carácter autonómico.
Los editores de libros escolares arremeten contra esta
<censura antediluviana> y aseguran que los cambios que
imponen las comunidades obligan a realizar multiediciones que
encarecen entre un 10% y un 15% el precio de
venta de los
libros de texto" (El País 11-12-99, primera
página).
Como ya ocurre con las fotocopias, que los editores
igualan a un atentado contra la cultura cuando tan sólo es
un atentado a sus beneficios. Vemos aquí, de nuevo, como
los intereses económicos se disfrazan de
preocupación por la moral y la
política. El que la diversidad cultural española se
refleje en los libros de texto es denominado por los editores
como "censura previa", como si los libros de texto de nivel
nacional no tuvieran ningún control sobre sus contenidos.
Tras pasar por las autonomías aún los libros tienen
que ser aprobados, a posteriori, por la alta inspección
del Ministerio de Educación y el libro es retirado en caso
de incurrir en delito.
No les preocupa a los libreros que se fomente la
pluralidad, ni les preocupa la cultura, tan sólo
están preocupados por el coste del producto que, aunque
piensan gravarlo sobre la venta y encarecer el precio del libro
de texto, (un aumento del coste que tienen que pagar las
familias) perjudica de todas formas a sus beneficios, ya que
evidentemente no les resulta tan rentable una multiedición
que la edición
única.
"Si no existieran los controles autonómicos
habría actualmente en el mercado unos 6.000 libros de
texto en lugar de 25.000, según calculan las editoriales"
(Ibid.p.33). Magnífica frase que refleja lo indeseable de
la pluralidad, que sale cara, frente al pensamiento
único, que sale barato. La frase en cuestión
serviría para muchas manifestaciones similares. Por
ejemplo y por la misma regla de tres podrían decir los
grandes editores: <si no existiesen unas 22.000 lenguas en el
mundo no se tendrían que traducir los libros y nos
ahorraríamos los traductores, lo mejor será matar a
todo el que no hable como nosotros porque es un desgraciado que
impide que nos ganemos mejor la vida>.
La polémica, motivada porque ocho comunidades
autónomas tienen ya transferidas las competencias en
materia de educación, demuestra que el acercamiento a una
democracia real es indeseable para los economicistas porque no es
tan rentable como el monopolio
político. Acercar la gestión
política a los implicados por ella es caro para la gran
empresa,
aunque beneficioso para la pequeña empresa, pero son los
grandes los que protestan porque son los que tienen negocios a
nivel nacional e internacional.
"Para el director de ediciones escolares SM,
Fernándo López-Aranguren, <es una censura
antediluviana> y deben ser los profesores los que decidan si
los libros se adecuan o no a los requisitos de la
enseñanza" (Ibid.p33). No vemos la relación entre
el control autonómico (y nacional) y la elección
del libro por el profesor, al contrario, creo que el profesor
podrá tener más juego en su
elección del libro de texto si puede elegir entre 25.000
libros en lugar de entre 6.000.
Por cierto, el tal Fernándo
López-Aranguren es pariente de una directora general del
Ministerio de Educación y Cultura (Isabel
López-Aranguren, directora del CIDEAD); y un tal
Eduardo López-Aranguren y familia, debatieron
durante este verano en El País, contra Javier
Marías (El País, 26-6-99; y 3, 10, 17, 24 y
31-7-99), por las acusaciones de "colaborar" con el franquismo
que el escritor vertió en la prensa incriminando su padre,
el filósofo José Luis Aranguren. ¿Es que
ahora se dan más que estancos por
colaborar?….
OTRA
NOTICIA PERIODÍSTICA.
Titular: <El Reino Unido crea el teléfono para maestros desanimados>.
"En 1998, una cuarta parte de los primeros (primaria) y un tercio
de los segundos (secundaria) abandonó la carrera (docente)
antes de que acabara el curso académico. Abocado a llenar
las aulas con sustitutos que le cuestan al año 4.500
millones de pesetas, el Gobierno británico ha decidido
ofrecer apoyo y consuelo a sus desanimados maestros nacionales.
Para ello ha abierto Teacherline, un servicio telefónico
gratuito al que pueden recurrir cuando necesiten una voz amiga"
(El País 11-12-99, p.36). O sea, que en 1998 uno de cada
cuatro profesores de primaria y uno de cada tres profesores de
secundaria abandonan la profesión docente y al gobierno
británico sólo le preocupan lo caros que salen los
sustitutos, de manera que pone un telefono de consuelo a
distancia para que aguanten al menos el curso en curso los que no
puedan más. ¡Qué mundo! ¿Es que a
nadie le preocupa qué es lo que está pasando en la
enseñanza? ¿Es que no es sintomático de que
algo anda mal que los profesores se vuelvan literalmente locos?
Al final como si les suben el sueldo o les dan más
vacaciones, eso no va a cambiar un ápice el hecho de que
los centros educativos se han convertido en guarderías sin
función docente alguna, excepto si se quiere seguir
llamando función docente a la de suministrar obreros
obedientes y sumisos mínimamente alfabetizados al sistema
de producción.
Es por eso que un profesor se deprime y se desespera,
abandona, se vuelve loco o se adapta a la mencionada
función. Los que continuan y sobreviven una de dos, o
tienen una voluntad de hierro y un
equilibrio
psíquico de acero o se
envilecen y se adaptan a todas las bajezas e indignidades por
simple necesidad de adaptación al medio y supervivencia.
Lo que me duele es no poder olvidar a los buenos profesores, que
preparan sus propios apuntes y pagan su dignidad
profesional a un precio altísimo de quebranto moral e
intelectual. Yo abandoné, los profesores que siguen
atrapados en la educación primaria y secundaria
resistiéndose al envilecimiento moral e intelectual
sólo cuentan con mi admiración y respeto. Los que
se han envilecido hasta el punto de sólo importarles su
sueldito, sus trienios y sexenios, sus vacaciones, sus acciones en la
bolsa, y dar sus clases con el menor esfuerzo y desgaste posible,
banalizándose hasta alcanzar el nivel de intelectual de
sus alumnos y el moral de nuestra sociedad de la imagen y del
espectáculo, merecerían mi desprecio, de no ser
porque esa opción la han tenido que tomar a la fuerza,
paulatinamente, quebrándose poco a poco con cada
cesión contra la locura y en pro de la supervivencia,
hasta olvidarse por completo del amor que un día tuvieron
por el saber, por su disciplina,
por la transmisión del conocimiento, por la investigación y el aprendizaje;
si es que alguna vez estudiaron para crecer como seres humanos y
no meramente para alcanzar una habilitación profesional
que les diera de comer. Reducidos a meros monitores de
tiempo libre, con un auditorio encerrado a la fuerza en sus
clases, notando la imposibilidad e inutilidad de grabar con
cincel en una mente reacia contenidos memoristicos cada vez
más simples, en una sociedad de la trivialidad y del
dinero como único valor, que condena a la mayoría
de sus ciudadanos desde la más tierna juventud al
mero alfabetismo mínimo que necesita un trabajador
especializado, un periférico monoprogramado hasta el
delirio en una única actividad, el profesor cuyas clases
no llegan a la mitad del nivel de una ya de por sí
vulgarizada página de divulgación
periodística, no merecen mi desprecio, sino sólo mi
compasión. Me dan pena, porque ellos también son
víctimas de lo mismo.
En nuestro sistema educativo obligatorio los alumnos se
agrupan por edades en lugar de por niveles, lo que indica que el
criterio de agrupamiento o almacenamiento no
tiene una relación directa con los conocimientos
adquiridos. Mientras el sistema exija que el estudiante tenga que
estar con los de su misma edad la función docente
quedará minimizada frente a la función
guardería-prisión.
LA INVENCIÓN
DE LA ADOLESCENCIA:
UN PROGRAMA DE
INFANTILIZACIÓN DEL CAPITALISMO
TARDÍO.
En España existió un Bachillerato en los
años 70 de 7 cursos, tras la LODE (1970) se redujo a 4
cursos y tras la LOGSE (1991) se ha reducido a dos cursos. Hoy,
el paso de la infancia a la madurez, el ritual
antropológico universal, se produce a los 17 o 18
años, en el mejor de los casos, cuando se llega a la
Universidad, si
es que se llega; aunque la tendencia es superar con creces esas
edades en estado de infantilismo. Lo que con frecuencia se
denomina adolescencia no es más que una
prolongación artificial de la infancia que se da en los
países desarrollados.
Los redactores de la LOGSE no sabían nada de
Antropología, borraron de un plumazo el rito
iniciático o paso de la infancia a la madurez que se daba
entre la EGB y el BUP. Hoy la ESO es una prolongación del
Colegio, la niñez se ensancha en Occidente y,
paralelamente, aumenta la especialización cada vez
más temprana. Hace 15 años quienes cursabamos el
BUP éramos ya una selección, pues los que no
querían o podían estudiar o bien abandonaban los
estudios con el Graduado Escolar bajo el brazo o bien se iban a
la Formación Profesional. Los profesores actuales que han
vivido el cambio se quejan amargamente y dicen: "te acuerdas
cuando había el BUP y podíamos dar las clases
sentados". Porque hoy el vigilante profesor debe pasearse
como un león por la clase imponiendo disciplina. La
enseñanza de conocimientos de una materia ha sido
desbancada por la enseñanza de modales y rudimentos de
estudio. El profesor de secundaria se ha primariezado,
enseñando a niños en lugar de a jóvenes
semiadultos, lo que hace pensar si el proceso de
infantilización no tendrá alguna relación
con la demagogia política reinante.
En los países desarrollados la madurez
biológica (sexual) se va adelantando progresivamente,
mientras que la madurez intelectual se va retrasando de
manera inversa. Dos años más de guardería,
obligatoria ahora hasta los 16 años (con prolongaciones
hasta los 18) y después un Bachillerato de dos años
(o la FP) para preparar a los analfabetos para un examen
de literatura (selectividad) o lanzarlos directamente al
mundo de la explotación laboral. Que algunos pocos
terminen accediendo a la Universidad resultaría milagroso
de no ser por la presión
hacia abajo que se imprime sobre la más alta
institución burocrático-formativa.
EDUCACIÓN PARA LA
PRODUCCIÓN.
Me inicié en la enseñanza secundaria en
septiembre del año 98, en el mes de octubre, ya
había comprendido algo de la locura vigente en las
pretensiones institucionales de la profesión docente, por
lo que participé en un debate
público enviando a un medio de comunicación la siguiente
misiva:
"La democracia es un sistema
político, el capitalismo un sistema económico,
hoy vivimos en una buena parte de los países del planeta
de una conjunción de ambos modelos, y no
dejan de apreciarse contradicciones.
La generalización de la enseñanza a toda
la población fue un logro de la Revolución
Francesa de 1789, de los ideales Ilustrados de los
Enciclopedistas y del desarrollo de
las democracias modernas. Efectivamente, de acuerdo con la LOGSE
(1990) se amplía en dos años la Educación
Secundaria Obligatoria. La motivación
profunda: una democracia no funciona si la gran mayoría de
los ciudadanos no cuenta con un mínimo de Ilustración general básica. No puede
haber democracia sino tan sólo demagogia cuando la
mayoría de la población sólo llega ha
comprender la lectura del
Marca o la visión de un partido de fútbol o
del programa Tómbola.
Me encuentro dando clases en un Instituto público
y he de confesar que la batalla parece perdida. No se está
educando para la democracia, sino formando trabajadores aptos
para la producción capitalista, esto es, para la
explotación. Se forman técnicos
humanísticamente ignorantes….
Tengo en clase a los hijos pero debería tener a
los padres también, la ignorancia de los hijos refleja la
de sus padres (y la de todos juntos la de la sociedad) y no es
verdad que la Familia no
esté cumpliendo su función; la cumple a la
perfección mandando a la escuela niños adocenados
por televisión, interesados sólo por el
fútbol y los cotilleos y con un cero en cultura o
formación política; la cumple a la
perfección mandando los clones de sí
mismos.
¿Cuándo se va a educar de por vida?
¿No es esa una obligación de todo ciudadano? La
disminución de alumnos por clase no se les pasa por la
cabeza a los pedabobos de la calidad
educativa y es lo único que podría aportar
alguna calidad a la muy deficiente, por masificada,
enseñanza oficial" (Carta a <El
País Digital>. Sección <Debates: La
educación que queremos>. Simón Royo
Hernández. IES Alonso de Avellaneda – Alcalá de
Henares, Madrid, publicada el 17/10/98).
Existen muchas contradicciones entre el
Capitalismo y la Democracia. Y una de las
más evidentes se manifiesta en la Educación.
El principio de educación universal, el ideal ilustrado de
los ciudadanos formados para desempeñar sus
funciones y ejercer sus derechos como tales, la
educación para la política, se ha convertido en
una mera pantalla retórica justificativa de la
educación para la producción, en la que una
etapa de la vida se dedica a la formación,
obligatoriamente los 16 primeros años de la vida,
prolongable a lo sumo hasta los 25, y el resto a ser
trabajadores-productores, a gastar todas las
energías en producir y consumir hasta llegar a la
jubilación.
El problema ya no eran los discolos muchachos de 1968
que se encontraban bien integrados en puestos de responsabilidad,
sino sus hijos, la generación de los nacidos en el 68,
demasiado jóvenes para haber creído totalmente en
la revolución pero demasiado viejos para haber
sido amamantados con el capitalismo. Ya no hacía falta
reprimir a los alumnos de primaria y secundaria que nacían
genéticamente predispuestos a pedir unas Nike de primer
cumpleaños, la televisión y los demás
medios de
comunicación de masas, la inclusión en el consumo y
el fútbol, hacían de los jovencitos seres
integrados desde la cuna. Pero los nacidos en el 68, testigos de
las traiciones de sus padres y hermanos mayores, pero crecidos
con los ideales de la imaginación al poder,
constituían una verdadera amenaza. La solución
salta a la vista: "dejemos que nuestros niños y
adolescentes integrados, y que nuestras masas de consumidores
alienados, acabe con esa escoria bastarda fruto del amor libre.
Otorguémosles un puesto de profesores de secundaria a uno
de estos seres abyectos, picará el cebo, se creerá
que va a poder cambiar algo desde dentro y será él
el que cambie. Los niños y adolescentes ya no son sujetos
moldeables e influenciables sino auténticos
ejércitos del Corte Inglés, dispuestos para la
conquista".
Albert Camus, en su Discurso de Suecia,
pronunciado el 10 de diciembre de 1957 al recibir el premio Nobel
de Literatura, se expresaba de la siguiente
manera:
"Cada generación, sin duda, se cree llamada a
rehacer el mundo. La mía sabe, por tanto, que no lo
conseguirá. Pero puede que su tarea sea mayor; la de
impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia
corrompida en la que se mezclan las revoluciones traicionadas,
las técnicas
enloquecidas, los dioses muertos y las ideologías
extenuadas. Donde mediocres poderes pueden hoy destruirlo todo
sin convencer de nada, donde la inteligencia
se ha rebajado a sierva del odio y de la opresión; esta
generación ha tenido, en sí misma y en torno a
sí, que restaurar, a partir únicamente de sus
negaciones, una pizca de eso que forja la dignidad de vivir y de
morir" (Discours de Suède. Paris. Gallimard 1997,
p.18-19. Traducción nuestra). La generación
del 68 estaba llamada a impedir que el mundo se deshiciera, no lo
consiguió, y la mía, la generación de los
nacidos en el 68, es la que ha constatado que tal mundo, se ha
definitivamente deshecho; agarrándose tan sólo y
como último asidero a esas negaciones, a partir de las
cuales se puede únicamente alcanzar hoy un poco de aquella
dignidad en el vivir y en el morir.
EL ESTUDIANTE ETERNO.
En las universidades españolas no hay casi gente
entre los 30 y los 65 años, los más veteranos,
alumnos de Doctorado, tienen como máximo, en su inmensa
mayoría, alrededor de 30 años. El resto de la
población comprendida entre las edades antedichas tiene
que producir y ya no se le permite el estudio, convertido en un
lujo minoritario.
Yo no estudio (ni he estudiado) para trabajar, sino que
trabajo para poder estudiar y por eso estoy dispuesto a trabajar
en aquello que me sea más compatible con mi actitud de
estudiante eterno. El análisis, el aprendizaje y la
reflexión son mi vida, pero esas actividades constituyen
un lujo, casi una afrenta; porque de generalizarse nada
podría impedir el cambio y los poderes se consagran a la
conservación de lo establecido. Eso explica que la
educación secundaria, en lugar de acabar con los alumnos,
extermine a los profesores.
Es curioso, resulta que estudiar con posterioridad a los
28 años (continuar estudiando, mejor dicho), ser
licenciado en algo o/y profesional de alguna cosa y emplear
tiempo en el estudio, es cosa sumamente mal vista en nuestra
sociedad actual.
Como ya indicamos en la primera parte, en la Grecia
clásica, donde los jóvenes selectos filosofaban en
la juventud, también estuvo mal visto el continuar con la
reflexión posteriormente, como le indica Calicles a
Sócrates:
"Ciertamente, Sócrates, la filosofía tiene su
encanto si se toma moderadamente en la juventud; pero si se
insiste en ella más de lo conveniente es la
persición de los hombres. Por bien dotada que esté
una persona, si sigue filosofando después de la juventud,
necesariamente se hace inexperta en todo lo que es preciso que
conozca el que tiene el propósito de ser un hombre
esclarecido y bien considerado (Górgias 484c-d)
está muy bien ocuparse de la filosofía en la medida
en que sirve para la educación, y no es desdoro filosofar
mientras se es joven; pero, si cuando uno es ya hombre de edad
aún filosofa, el hecho resulta ridículo,
Sócrates (485a)". El joven griego cultivaba la
filosofía para luego pasar a la política y valerse
como gestor de la ciudad, el milagro griego está
constituido de un amor al saber y al desarrollo de todas las
capacidades humanas para lograr ser mejor, que se confunde a
menudo con un medio de medrar en la sociedad. El sofista, que
piensa que el mejor es el más fuerte, indica que los
personajes como Sócrates, estudiantes eternos de
filosofía, resultan ridículos, al no emplear el
aprendizaje en la adquisición de riquezas y poder. Pero lo
que resultan es una amenaza para el demagogo y una denuncia
constante de las hipocresías de las que se alimenta lo
más ruin de la ciudad. Por eso se les acaba matando. No
obstante la actuación socrática con los
jóvenes atenienses, o debido a los resultados de la misma,
su discípulo Platón
(República VII, 537a ss), recomendará no
empezar a filosofar hasta los 30 años por quienes tengan
ya bases sólidas en otras disciplinas de estudio y
muestren aptitudes para la reflexión. La gimnasia, la
música y las matemáticas se recomiendan como la
base educativa general que, cultivadas de por vida,
proporcionarían orden y armonía al estudiante; a
partir de los 30 años empezaría el camino de la
filosofía cuando, se dedicarían 5 años a la
dialéctica, después, 15 a la política, para
finalizar a los 50 años acometiendo la labor de gobernar,
educar y filosofar.
Está tan arraigado el estudiar para
trabajar y con tal insistencia se fomenta desde las instituciones,
que quien realiza una actividad formativa, humanamente
formativa, sin perseguir su traducción en ingresos, sin
ánimo de lucro, presente o futuro, es visto como un
ser de otro planeta. Quien piensa que se puede hacer mejor
mediante el estudio es desmentido por aquellos que le
señalan al sabio criminal, pero no saben que este
último no es sabio, sino que tan sólo parece
serlo.
El principal lugar donde se estudia de por vida, o mejor
dicho, donde se puede fácilmente estudiar de por vida en
caso de querer y poder hacerlo, es hoy la Universidad, a partir
de la Licenciatura, o, mejor dicho, del Doctorado. Lo que se
contempla como el final no es sino un principio y la sociedad
exige que se abandone cuando ya se está en condiciones de
comenzar. Lo previo al Doctorado es hoy la
alfabetización en la disciplina, y la
mayoría, alfabetizados, abandonan la universidad con sus
títulos bajo el brazo y comienzan a trabajar, su objetivo,
sin haber llegado a disfrutar ni conocer aún la
lectura. A quienes se hacen profesores de
universidad, únicas personas que pueden permitirse el
lujo de seguir estudiando (de comenzar a estudiar realmente), no
se les denomina ya estudiantes ni se les quiere llamar de
tal forma, se les llama, en el mejor de los casos,
investigadores, en el peor, farsantes, pues se encuentran
las universidades llenas de ineptos e incapaces, pero expertos en
la burocracia y
el amiguismo. Pocos son los que, sin abrazar la profesión
universitaria, pueden permitirse el comenzar a realizar
aportaciones a su disciplina de estudio al acabar con el Tercer
Ciclo o durante los estudios de postgrado. El que
dedicándose a otra profesión que no sea la docencia
prosigue su formación y participación ciudadana se
encontrará con cada vez más dificultades para ser
admitido en la academia universitaria. Todos los artículos
de las revistas especializadas de hoy en día están
firmados por profesores de universidad y no se puede encontrar
una aportación a la biología o a la
filosofía firmada por fulanito de tal, zapatero, y
eso no porque no haya zapateros ilustrados, sino porque el gremio
de los profesores considera su intromisión como intrusismo
profesional y les cierra el paso. El gremio profesoral
universitario está cerrado opacamente a la ciudadanía al considerar que es la
única forma de justificar su salario y al no
querer admitir que un zapatero, bombero, azafata o heladero de
profesión, pueda contribuir a la disciplina desde fuera de
la academia universitaria. El cierre gremial de la universidad
respecto a la sociedad es una de las consecuencias de que su
función sea meramente la cualificación de
profesionales especializados para determinados puestos en el
mercado de trabajo.
Los conciliábulos académicos de los que
Nietzsche
llamara cultifilisteos se han extendido dentro de las fronteras
universitarias como una plaga: conferencias, coloquios,
seminarios, cursos, cursillos, que imparten unos profesores,
siempre los mismos, a unos alumnos, siempre los mismos; docentes que
se invitan los unos a los otros con dinero del Estado a sacarse
sobresueldos por conferencias y a publicar, los unos en las de
los otros en un círculo constante y perfecto, articulillos
en las revistas provincianas de las facultades. La complacencia,
la contemporización, el espíritu corporativo y
gremial, la heteroalabanza empalagosa y desmedida de cualquier
nadería intelectual cerrada a la sociedad (nivel nacional)
y no digamos al ámbito internacional, elogiada como el
desvelamiento de la quintaesencia del pensamiento por fín,
es el pan nuestro de cada día en los reductos sociales
aislados que son las instituciones de la llamada enseñanza
superior. "¡Obra maestra!, ¡soberbio!, ¡el
libro de pensamiento más importante del país en los
últimos dos decenios!" son algunos de los epítetos
retóricos que se repiten hasta el infinito en todos los
conciliábulos académicos en los que se presenta la
última soplapollada savatérica y en los que la baba
empapa hasta el discurso
más anodino elevándolo a los cielos. El que los
pocos sabios que aún quedan, (a quienes pocos leen porque
pocos están en condiciones de comprenderlos y pocas
editoriales se arriesgan a publicarlos), se presten a semejantes
escarceos, componendas y corruptelas, es algo que dice muy poco
en su favor. Traducciones realizadas por becarios o ciudadanos
ilustrados no se publican si no es bajo la firma de un profesor
universitario que roba el trabajo de los demás y se apunta
sus méritos, y tal es la extensión de semejante
parasitismo intelectual que es incluso bien visto y socialmente
admitido. Las instituciones aprisionan las mentes en sus
ramificaciones burocráticas volviéndolas mezquinas
al constreñirlas a la funcionalidad empresarial y estatal,
sin embargo, el conocimiento es un producto peculiar, pues no se
enajena cuando se transmite a otro, es decir, quien lo aporta no
por ello lo pierde al hacerse de otro, el negro que escribe un
libro para que se publique bajo el nombre de quien detenta un
puesto burocrático no se torna ignorante al traspasar el
libro, simplemente es el ignorante quien le roba los derechos de
autor bajo la mera promesa de plataformarle en la sucia carrera
meritocrático-burocrática que lleva a la docencia
universitaria.
¿Cómo es posible que un profesor de
universidad (en humanidades) se conforme con publicar sus
artículos en una revista
provinciana interfacultativa que debería ser para los
alumnos? ¡Fácil respuesta! Esas publicaciones
basura en
revistillas de tres al cuarto, con unas tiradas ridículas
de 700 ejemplares de los cuales 400 se quedan en los almacenes, son
las que les van a dar puntos para cuando se presenten a
catedráticos de universidad. No tienen entrada en los
grandes medios de difusión y tampoco son capaces de
escribir en inglés y presentar sus investigaciones a
revistas internacionales especializadas. Semejante cortedad de
miras es algo idiosincráticamente español,
debido a una tradición de cierre y a un aucocultivado y
autocomplaciente complejo de inferioridad respecto de Europa. Nuestros
especialistas en Nietzsche no publican en los Nietzsche
Studien, la revista internacional sobre la materia con mayor
reputación, sino en los Análes de sus respectivas
facultades, no se atreven a medirse con los especialistas de todo
el mundo que acuden a esa publicación (y muchos con
razón ya que en el fondo saben que son un fraude y no se
quieren arriesgar a que pueda hacerse pública su
condición) y saben que no podrán pasar la
selección de calidad que allí se exige. En los
últimos tiempos, en las disciplinas científicas,
semejantes cosas están afortunadamente en
extinción, no puntua un artículo de
matemáticas que no haya sido publicado en una prestigiosa
revista internacional a la hora de adjudicar plazas de profesores
universitarios. Cualquier matemático se echaría a
reir con sólo ver el currículum de publicaciones de
la mayoría de los catedráticos de universidad de
filosofía. Pero es que a nivel de formación de
investigadores las ciencias
positivas han evolucionado bastante más que las
humanidades (si bien a nivel de formación de profesionales
para el mercado de trabajo las ciencias produzcan sujetos
tecnológicos menos críticos que los profesionales
que escupen las humanidades).
Por poner un ejemplo que conozco bien, hablemos del
Licenciado en Filosofía, ¿qué sabe?:
¡Nada! Lo único que ha aprendido es, en el mejor de
los casos, a orientarse por sí mismo en un mundo
bibliográfico y metodológico, ya sabe lo que hay
que leer, ya sabe leer y cómo hacerlo, pero sólo le
falta ponerse manos a la obra, cosa que ya nunca hará.
Hasta entonces no ha recibido más que propedéuticas
y al final es cuando se encuentra realmente capacitado para
empezar. El proyecto de
cubrir lagunas, que son mares, y especializarse, sin embrutecerse
por perder de vista lo general, consiste en profundizar en dos o
tres temas. Ese es el camino que se le presentará de
seguir estudiando (ya entonces lo llaman investigando), pero la
cruda realidad de tener que trabajar y ganarse el pan termina
truncando el 95% de los proyectos de
continuidad. Nuestra sociedad capitalista presiona para
introducir al sujeto en el mercado, todo gira entorno a tal
conclusión, pues junto a la obligatoriedad de finalizar el
estudio cuanto antes mejor, es decir, la formación
profesional, colaboran también instituciones como el
matrimonio,
con sus secuelas biológicas, los procreados y abandonados
niños y jovenes.
"HIJOS Y PADRES.
Los hombres nacen por un procedimiento
natural que está al alcance de todos. No hay que saber
muchas matemáticas para producir seres humanos. Es algo
que obedece al instinto de supervivencia de las especies, pero en
el caso humano tiene muchas más connotaciones, acaso
culturales más que naturales. Los hombres nacen, crecen,
maduran, entonces se encuentran con que no saben qué hacer
ni para qué vivir y para romper ese vacío
insoportable, engendran otros seres humanos de los que ocuparse,
bien o mal, mejor o peor. Hasta que los primeros mueren y los
segundos se encuentran en las mismas condiciones y se lanzan, al
paliativo de la procreación como forma de vida, y
así sucesivamente, de manera que el reemplazo generacional
queda garantizado. Conforme los humanos van sabiendo qué
hacer con sus vidas, el instinto de parir disminuye, la natalidad
baja. Luego el día en que todos los hombres sean
dueños de su existencia y vivan para sí mismos en
lugar de para otros, se acabará el
hombre.
Se podría contar una fábula como la
antecedente, y sin embargo no se darían con las claves de
la producción de hombres en el mundo. En los países
del Tercer Mundo se engendran hijos como conejos, en los del
Primero no. Y esto no es porque los tercermundistas no sepan para
qué ni cómo vivir y los primermundistas sí.
Esto se debe a que bajo condiciones precarias de existencia se
estimulan las ganas de vivir y producir vida, mientras que en la
confortable y segura vida occidental la fuerza de la naturaleza
disminuye. No hay más que ver a la selva amazónica
destrozar el pavimento de una autopista y comparar esa fuerza con
las briznas de yerba seca de los parques de las ciudades de
Occidente. Por tanto, la disminución de la natalidad
occidental no surge de la emancipación humana, sino de su
sujeción esclava del trabajo.
El capitalismo se enfrenta al problema de que los hijos
no salgan rentables en una sociedad en la que la rentabilidad
es el único criterio de actuación. Lo quiere
solucionar con una importación de mano de obra esclava y
barata, pero al mismo tiempo quiere que esa importación
sea controlada, de acuerdo con las necesidades del mercado. De
ahí el gran problema de la inmigración, que no es que quite puestos de
trabajo (falacia de Le Pen), sino que crea una nueva clase
social, la de los esclavos, que unidos bajo algún
Espartaco, podrían dar problemas al
Imperio y a los pocos que dominan sobre muchos.
A los bárbaros se los quiere fuera, no dentro del
Imperio exigiendo tierra y
libertad. Dentro, unos pocos esclavos son controlables, pero su
aumento hace temblar a los pocos que dominan toda la riqueza y
que ya tienen adiestrados a sus ciudadanos en el respeto de la
desigualdad, es decir, de la propiedad
privada.
La máquina de producir hijos es algo ambigua. Se
niega a los ciudadanos la libertad de adopción
(lo que equivale ha hacer de un esclavo, ciudadano con todos sus
derechos), la adopción debe ser controlada, al igual que
la inmigración. Se fomenta el naturalismo y la familia
clásica patriarcal, los hijos deben ser biológicos,
nos consideramos tan estupendos que tenemos que pasarle todas
nuestras taras a un nuevo ser que las perpetúe por el
mundo. Mientras nuestro tarado se deprime (pues la
depresión es el lujo burgués del siglo XXI),
millones de niños enérgicos y con ganas de vivir se
preparan para el sacrificio: la muerte por
hambre.
Todo encaja en el Capitalismo, donde la Familia,
el Estado
(patria) y la Religión, son el modo de control, de la
máquina de producir hijos".
(Carta a <El País Digital>.
Sección <Debates: Hijos y padres>.
Simón Royo Hernández, Madrid
07/05/97).
Hoy en España, por diversas causas
idiosincráticas, es a los 30 años cuando la
mayoría de la gente alcanza la madurez. Y tal cosa, la
madurez, se cifra en tres características fundamentales:
a) casarse por la Iglesia
(claudicación importante para romper las últimas
resistencias
de juventud); b) comprarse una casa y un coche (dos créditos hipotecarios cuyo pago justifique
la vida consagrada a la producción); y c) engendrar
retoños (parir vástagos que sirvan así mismo
de dotación de sentido a una vida esclava en un trabajo
esclavo; ya no se vive y uno mismo no importa, se aguanta por
ellos, por los niños). Si esto es la madurez, francamente,
prefiero ser un inmaduro, como lo era el detective Philip
Marlowe, personaje de las novelas
policiacas de Raymond Chandler (cfr.nota XII).
Los padres de hoy procuran solucionar con el
sucedáneo del dinero la falta del tiempo que no les
dedican a sus hijos. Siete mil pesetas a un quinceañero
para el fin de semana, que salga, coma y duerma. El resto de la
semana, mientras se trabaja, a los chicos se les deja en la
guardería. ¿Para qué parir entonces? En
tales condiciones traer un nuevo ser al mundo no puede sino
concebirse como un elevado acto de crueldad. Pero no es cierto
que los padres no se ocupen de los hijos, se ocupan, vaya si se
ocupan, los chicos zafios, mezquinos y economicistas, aprenden el
egoísmo, el maltrato, la insolidaridad, en sus casas y en
la sociedad, de los hombres zafios, necios y mezquinos. Si el
padre quiere un coche nuevo, el niño quiere unas Nike, por
la misma regla de tres, aunque la industria
automovilística se cobre
más víctimas que el tabaco o el
terrorismo y aunque las zapatillas Nike las realicen niños
esclavos en el Tercer Mundo. ¡Eso no importa! Ellos no
tienen nada que ver porque la política la llevan unos
señores muy importantes y de ellos no depende nada.
¡Qué ignorancia! y que impresionantemente firme y
dogmática es semejante creencia que parece grabada con
fuego en la frente del occidental actual.
OTRA VEZ LA TELEVISIÓN.
Vivimos en un mundo en el que los medios de
comunicación, las formas de cultura de masas generadas
por la industria del entretenimiento, y los planes de
educación obligatoria, tienden al embrutecimiento y al
desarme cultural de los ciudadanos, especialmente de los que no
tienen recursos
económicos suficientes para ponerse a salvo del bombardeo
ideológico constante. Así, mientras una parte de la
población se embrutece burdamente viendo "El
informal", un programa televisivo en el cual, según
uno de sus protagonistas, se habla como en el barrio de
Carabanchel, otra parte de la población se
embrutece en la televisión de pago viendo "Lo
más plus", un programa en el que se habla como los
progres del barrio de Moncloa. Traduciendo esos dos
programas
televisivos de gran audiencia a finales de siglo el uno en el
vocabulario del otro, simplemente, veríamos el mismo
contenido con distintas palabras.
En el siglo V a.C. ya enseñaba Crítias en
su Sísifo que los gobernantes habían
inventado a los dioses con la intención de gobernar mejor
a los ciudadanos, haciéndoles creer en un policía
interior (Freud lo
llamará "Über-Ich") ante el cual no podrían
ocultar sus delitos ni
pensamientos. Poco después, hacia el 400 a.C., Platón
escribirá La República (Politeía),
donde nos contará lo que son las "mentiras necesarias"
(414b-d): el hombre de estado tiene que inventar "mentiras
nobles" para persuadir a los ciudadanos y que sean buenos.
Inmediatamente pasa a narrar el Mito de las
Edades (415a-d) y termina su libro sobre cómo fundar y
dirigir el Estado perfecto con el Mito de Er (614b ss), en el que
tal personaje muere, permaneciendo su cuerpo incorrupto, resucita
y nos cuenta cómo es el más allá, la manera
en que las almas inmortales de los buenos van hacia arriba a
recibir dichas y las de los malos hacia abajo a recibir castigos.
Por algo dijo Nietzsche que "el cristianismo
es platonismo para el pueblo".
Pero hoy, el poder del estadista ya no necesita del
omnisciente ojo divino para someter a los ciudadanos, sino que le
basta con la televisión. Ese aparato sustentado por la
nada eléctrica de los rayos catódicos es el
superego actual. Aborrega mucho mejor que las Iglesias y las
sectas, manipula, más bien crea la opinión
pública, a la que hace balar como les place a los
políticos de turno. De ahí la furiosa pelea entre
el PP y el PSOE por el monopolio de la televisión por
cable.
Quien desenchufa la televisión y se pone a leer
comete un pecado de desmesura -hybris, la llamaban los griegos- y
comienza la difícil andadura del héroe
trágico. La buena literatura universal, la primera
democracia en la Atenas ilustrada, desde cuyo repensamiento
podrá quizá salvarse la democracia actual, me ha
protegido de la psicosis.
Ya no veo la televisión, ni la pública ni
la privada y tengo muy buenas sugerencias sobre lo que pueden
hacer con el cable. Después de estar casi lobotomizado por
los partidos de fútbol, los programas concurso y los
reality shows, intenté mirar sólo los telediarios,
pero las imágenes
contradictorias se sucedían con pasmosa celeridad:
"¡Feliz desenlace!, todos muertos, los monstruos peruanos
que se han atrevido a exigir tierra y libertad exterminados"; "Un
oso hormiguero nace en el zoo de Berlín"; "Desnutrición en Zaire, se calcula que el
dictador Mobutu posee 350 mil millones de pesetas, su mujer tiene
un chalet de 200 millones en Madrid, ciudad que la acoge como
benefactora de la humanidad"; "Pase de modelos"; "Más
millones de parados". Anuncios: "Compre un coche, una casa, pida
créditos; Pulcrilim lava mejor"; "Beber no es vivir!
Consejería de Salud"; "Whisky de los
triunfadores, la copa que te hace irresistible"…
¡Apagadlo!, ¡Apagadlo!, mi hermana me dice
que no les de ordenes contradictorias a sus perros porque se
vuelven psicóticos, pero a nosotros nos bombardean de
mensajes contradictorios sin descanso.
Dejemos la televisión pasiva y volquémonos
sobre los medios participativos y verdaderamente
democráticos, como ciudadanos responsables en la construcción de una ciudad. Platón
mentía en sus mitos, pero
dejó maravillosas partes de su obra, como ejemplos de la
participación política.
INICIACIÓN EN LA SECUNDARIA: LA
PENITENCIA.
En la educación secundaria no se puede hablar
(estudiar, trabajar) intercambiando inquietudes sobre la materia
con los profesores de la misma especialidad, porque lo que les
interesa es dar sus clases y punto, ganarse la vida y punto. Los
profesores de literatura, por ejemplo, no hablan de literatura
entre sí, ni los de filosofía hablan de
filosofía y por supuesto, los de física o
matemáticas no aprenden ya juntos absolutamente nada de
sus respectivas disciplinas. Lo que imparten de sus materias es
hasta tal punto trivial que con los recuerdos de sus estudios
pretéritos y el fusilamiento de manuales tienen de sobra
para rellenar la guardería. No se dialoga, tan sólo
se intercambia material pedagógico, exámenes y
trámites burocráticos.
Al pobre profe de secundaria, a partir de que consiga
sacar la oposición, frecuentemente, después de
haber penado varios años como profesor interino, es decir,
como profesor basura que se
hace cargo de todos los centros y cursos que no quieren los
demás; le esperan entre 6 y 8 años de lo mismo.
Centros basura y cursos basura, lo llaman expectativa de
destino, y mientras esperan un futuro mejor, con ardor
escatológico, se les quema y maltrata,
trasladándolos arbitrariamente de un sitio a otro, sin
atender a su lugar de residencia, formación,
disponibilidad. Para cuando un profesor de secundaria se ha
asentado, o bien es de acero inoxidable, o está más
quemado que una tostada. Lo más frecuente es lo segundo,
que realice su trabajo de la manera menos comprometedora posible
y que haya llegado a aborrecer su disciplina, aquella que
quizá alguna vez, hace mucho tiempo, estudió con
amor. Muy pocos son los que, frente a viento y marea, consiguen
llevar una vida intelectual decente simultaneándola con la
profesión docente en secundaria. Yo conozco tres o cuatro
casos, excepcionalísimos, de personas con una voluntad de
hierro, quebrantados por el esfuerzo, que consiguen a duras penas
llevar adelante sus tesis
doctorales y sus investigaciones.
MANIFIESTO ROUSSEAUNIANO.
"El hombre a nacido libre pero por todas partes se
encuentra encadenado", así empieza el capítulo I
del Libro I del Contrato social de Rousseau, una
severación nunca más cierta y constatable que en
nuestros días. El hombre es bueno por naturaleza, el
recien nacido llora y se rebela contra su introducción en
este mundo, no es de extrañar. Los jovencitos de la ESO y
del Bachillerato se rebelan contra lo que les están
haciendo. Ellos no lo entienden, no saben, más bien
intuyen lo que les está pasando y se revuelven como
fieras contra ello. Los cachorros lanzas zarpazos con sus
pequeñas garras, con la altivez que da la inocencia
respecto a las propias fuerzas y la temeridad y brillo en los
ojos del que desconoce al adversario real. Si supiesen lo que se
esconde bajo la palabra socialización, ya sea
primaria, secundaria o laboral, se revolverían aún
con más ímpetu o se meterían bajo la cama
llenos de escalofríos.
Los llamados Centros Educativos son prisiones
donde los chicos son puteados, normalizados, adaptados y
¡Ay del que se resista!, la degradación, la miseria
y la explotación le esperan a la vuelta de la esquina,
perfectamente planificada y programada por sus mayores. La
diversificación curricular o los programas de
Garantía social son calculados métodos de
segregación, pero, todo es muy democrático, porque
no segrega la institución sino que se supone que el
jóven "elige" segregarse. Un ser que no es
autónomo en nada, que no tiene a su cargo la más
mínima responsabilidad, elige, sin embargo, su futuro
itinerario formativo y laboral desde edades cada vez más
tempranas. De hecho la madurez biológica habilita al acto
sexual y la procreación mucho antes de que se reconozca la
posesión jurídica de las capacidades para emprender
tales ejercicios.
Los profesores tienen la función real de hacer de
funcionarios de prisiones, acción
carcelaria que se oculta bajo sutiles retóricas de la
neopedagogía, de terminología grotesca,
jurídica a veces, siempre con apariencia de cientificidad,
informática en ocasiones (programación, secuenciación).
¡Y pobre del que se niegue a ejercer de carcelero!. Los
jovencitos, dominados con violencia por
los carceleros duros, auténticos maestros de la
coacción, optarán por revolverse contra el que
titubea. ¡Pobrecillos! Tienen necesidad de defenderse y no
pueden comprender que un colaboracionista diga que está de
su lado. El colaboracionista es carne de psiquiátrico,
unas instituciones completas, en el sentido de procurar llenar el
tiempo con la modelación del comportamiento (aunque ya no
tan austeras como antaño), surgidas de las reformas en
materia de educación, culminan el trabajo que
los medios de comunicación de masas realizan sin cesar
mediante el bombardeo publicitario y subliminal. La
presión es tan sutil que el presionado se cree libre
cuanto más esclavizado se encuentra por unas estructuras
que oprimen a todos los puntos de manera constante.
"Unas «instituciones completas y austeras»
(…) su modo de acción es la coacción de una
educación total: «En la prisión, el gobierno
puede disponer de la libertad de la persona y del tiempo del
detenido; entonces se concibe el poder de la educación
que, no sólo en un día sino en la sucesión
de los días y hasta de los años, puede regular para
el hombre el tiempo de vigilia y de sueño, de la actividad
y del reposo, el número y la duración de las
comidas, la calidad y la ración de los alimentos, la
índole y el producto del trabajo, el tiempo de la
oración, el uso de la palabra, y por decirlo así
hasta del pensamiento, esa educación que, en los simples y
breves trayectos del refectorio al taller, del taller a la celda,
regula los movimientos del cuerpo e incluso en los momentos de
reposo determina el empleo del
tiempo, esa educación, en una palabra, que entra en
posesión del hombre entero, de todas las facultades
físicas y morales que hay en él y del tiempo en que
él mismo está inserto»" (Ch. Lucas, De la
réforme des prisons, 1838, II, pp.123-124; citado por:
Michel Foucault,
Vigilar y castigar. 4ª parte: Prisión,
I: Unas instituciones completas y austeras,
pág.238-239. Editorial Siglo XXI, Madrid 1998).
La colaboración en las estructuras de poder del
modo de producción capitalista se exige hoy con más
insistencia que nunca. En su defensa de Alfred Dreyfus,
Émile Zola comenzaba su famoso artículo (Yo
acuso) señalando: "mi deber es el de hablar, yo no
quiero ser cómplice" ("Mon devoir est de parler, je ne
veux pas être complice" J’Acusse. Avec un
postface de Michel Polac. Ed.Mille et une Nuits. Janvier, 1994).
Con ello trazaba claramente la línea divisoria entre los
unos y los otros. Respecto al nazismo
alemán y sus políticas
de exterminio Jürgen Habermas reconocerá la
existencia de una "responsabilidad colectiva, por delitos que no
hubieran podido cometerse sin la indiferencia de la colectividad"
(Jürgen Habermas Ensayos Políticos. Ediciones
Península. Barcelona 1988, cap.VII: <El lastre del
pasado>, 1. <La liberación del pasado>,
p.230).
En los campos de exterminio tampoco entendieron nunca al
carcelero judío que colaboraba con los nazis para paliar
la situación de sus correligionarios. Pero no es de
extrañar que se rechace esa mediación. De este tipo
son muchos de los profesores de secundaria, víctimas de
sus víctimas, puteados por los puteados,
colaboracionistas, por amor al joven o a su sueldo, o a ambas
cosas, o ninguna.
Pero no todos los jovencitos son rebeldes y
revolucionarios, algunos lo son ocultamente, los más
inteligentes, que saben de la inutilidad del enfrentamiento
directo e intuyen no tener delante al enemigo real. Un profe
puteado no puede ser el enemigo real, tampoco unos padres
esclavos de la producción y el consumo. Éstos son
los mejores alumnos, éstos son los mejores en general,
quienes esperan su momento y atacan indirectamente, sin dejarse
destruir y sin dañar a inocentes carceleros.
Luego están los jovencitos integrados, los que se
lo tragan todo, los que se comen una ración de mierda y
piden repetir, los que adoran a su torturador, los
sadomasoquistas. Éstos producen escalofríos, clones
del capitalismo tardío capaz de producir ya,
subjetividades. La visión del jovencito capitalista es uno
de los tragos más amargos que tiene que tragar el profesor
des-integrado que consiga el triste mérito de llegar a
enseñanza secundaria. De este grupo de muchachos espeluzna
también su torpe ingenuidad. Da verdaderamente
lástima observar a una jovencita con la mente estructurada
por la sociedad capitalista que se cree que va a ser ingeniero,
cuando lleva escrito en la frente su destino de cajera de Simago
y madre-coneja.
EL CLASISMO EN LA
EDUCACIÓN.
El clasismo en la enseñanza, como en la sociedad,
es brutal y manifiesto y hay que estar muy ciego para no verlo y
sin embargo muchisimos no lo ven. En los IES públicos
españoles no hay un sólo jovencito hoy que pueda
llegar a una de las altas posiciones sociales actuales. Bajo el
mito de la movilidad social y de la igualdad de oportunidades se
esconde el clasismo más férreo. Los hijos de los
capitalistas y algunos de los de profesiones muy bien remuneradas
siguen un itinerario formativo en su mayor parte costoso y
privado que, culminado en centros extranjeros, dista hoy
años-luz del parvulario-garaje público. De 15
años para acá la distancia entre la
educación privada y la pública, que antaño,
con el BUP, no fue tan grande, hoy se ha convertido en abismo.
Para ello sólo han hecho falta dos cosas: 1) La LOGSE y 2)
un aumento vertiginoso de la ofensiva militar de los mass media.
Para explicar lo primero detengámonos en un
artículo publicado por un Catedrático de
Filosofía que resume meridiánamente la
situación:"Nada más que analfabetos.Sugiero al
nuevo ministro de Educación que eche una ojeada a los
reglamentos de aplicación de la ley de
enseñanzas medias (alias LOGSE). Se encontrará con
no pocas joyas. Con ésta, por ejemplo: «A partir de
la aplicación de la ley, el error no será
considerado ya como un defecto, sino como la expresión
auténtica del dinamismo subyacente del alumno».
¡Toma ya! El que redactó eso era un memo. Poco
más hay que decir. Pero esa memez -como todas las
institucionales- tiene efectos catastróficos. Por
sí sola y como pieza de una legislación que abole
todo criterio académico, en beneficio de una risible
Formación del Espíritu Nacional, versión
politically correct.La enseñanza secundaria en
España ha completado su colapso. Ni siquiera puede decirse
ya que sea mala. No existe. Los institutos son hoy zarrapastrosos
garajes sin función docente. Y el grado de
desesperación de sus profesores va más allá
de lo serenamente descriptible. La LOGSE se revela como la
tragedia mayor de los años bárbaros del felipismo.
Ley que consumó la más perenne de las corrupciones:
la del saber y la lengua. Cómplices de esa ley fueron los
sindicatos. Y la global pasividad de la oposición de
entonces. El mismo club de penenes avispados que redactó
antes una ley de Universidades sin otro objetivo que el de
liberarse a sí mismos del tedioso trance de las
oposiciones, remató, con ésta de enseñanzas
medias, cualquier futuro para la educación en
España. Fue el teorema de Rubalcaba: un profesorado
universitario semianalfabeto exige un estudiantado analfabeto del
todo, para que no se note mucho su ridículo.Todo
catedrático de Universidad lo sufre. Que lo reconozca o
no, es ya cosa de su discreción o su pudor. Pero la
salvaje realidad es ésta: del tiempo que un director de
tesis doctoral
invierte en sus doctorandos, un mínimo de dos tercios se
va en corregir faltas de
ortografía y anacolutos. Hace 25
años, un analfabetismo
así hubiera impedido el acceso al primer curso de
Facultad. Hoy, es la norma a la cual nos plegamos con la desgana
de quien soporta un accidente meteorológico: una
«expresión auténtica del dinamismo subyacente
del alumno», que diría el rubalcaba de turno.No es
asunto de buena o mala voluntad por parte de un profesorado de
enseñanza media, pésimamente pagado y sometido a
condiciones de trabajo insoportables. La ley fue hecha para esto.
Para generar burricie. Que PNV y CiU sean tan felices con ella no
es sino implacable lógica.
Nada más proclive al patriotismo y la obediencia que una
bestia de carga. Un animal que ya sólo emite
«expresiones auténticas de dinamismo
subyacente»: rebuznos". (Gabriel Albiac, Diario El
Mundo, Opinión, Madrid, 21-1-99). Para explicar lo
segundo hay que darse cuenta de que hoy los niños y
jóvenes españoles son ya consumidores, mientras que
no lo éramos los jóvenes del BUP de hace 15
años. Pueden estar satisfechos los tecnócratas, la
demagogia impera en el mundo occidental, la
estadounidización está consumada.Pero si espeluzna
el jovencito capitalista integrado, más, si cabe, el
profesor capitalista integrado; el pedabobo que da clases de
Historia de España, viniendo de la EGB (a saber qué
historia cuenta), ex-concejal del CDS, rico por diversos negocios
y políticas seguramente innombrables, que quiere que sus
hijos conduzcan, como él, un mercedes, porque "es
más seguro", me decía, y que resueltamente nos
aleccionaba a mi y a otros profesores de humanidades con las
siguientes palabras: "A ver cuando os dais cuenta de que un
Instituto es una empresa.
Tenemos una materia prima, que hay que transformar en
mercancía y soltar al mercado". Transcribo palabras
literales de todo un director de un departamento de Historia
de un instituto público.
La Formación Profesional, adquiriendo una
mentalidad de este tipo último mencionado, donde los seres
humanos son mercancías que preparar, ha despegado desde su
antiguo descrédito (en mi tiempo sólo cursaban FP
los brutos) hasta convertirse en una excelente modeladora de
materias primas actualmente. La FP ya funciona, ya no es un
centro educativo, es una empresa y por no seguir la misma
política los Bachilleratos están en crisis. La
formación humana sencillamente sobra, sólo son
necesarios técnicos cualificados, robots, no hombres,
la empresa no
pide hombres, el mercado no quiere seres humanos que vayan a la
huelga o
participen en asociaciones y sindicatos, la sociedad necesita
máquinas perfectas de producir y consumir,
sin fallos literarios. Esa es la razón de que todas las
asignatiras humanísticas sencillamente sobren. Como son un
lujo ya, que los jóvenes de clase media y baja no se
pueden permitir, los padres exigen más
formación-empresa y menos
formación-educación, porque consideran, con
acierto, que es lo primero lo que va a dar de comer a sus
vástagos en el futuro y no lo segundo que, desde luego, no
sirve para nada, afortunadamente. El fenómeno del
utilitarismo laboral en la instrucción educativa general
lleva más de un siglo progresando.
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