Del sentimiento complejo del pensar. Ideas sobre la cognición y la política (página 2)
Con lo expuesto, no se pretende dar una visión
irracional o sensualista sobre los complejos procesos que
intervienen en el cuerpo para producir actos cognitivos, sino
darle la vuelta a un mal entendido cartesianismo,
deteniéndonos un poco antes del conocido "pienso, luego
existo", y reflexionar sobre un "soy, luego pienso", capaz de
superar el dualismo mente-cuerpo. Porque hoy en día,
hablar sobre el hombre
desde la filosofía, es elaborar un discurso que
contemple los nuevos conocimientos y aproximaciones que se
derivan de la actividad científica. Del mismo modo, hacer
ciencia desde
aproximaciones filosóficas siempre ha resultado ser muy
estimulante como lo vuelven a demostrar las últimas
investigaciones del neurobiólogo Antonio
Damasio al reactualizar las visiones de Spinoza.
Estar vivos y ser conscientes de ello es lo que nos
sucede a nosotros seres humanos en el lenguaje.
Aunque esto que acabamos de decir debe ser enmarcado dentro de
una coderiva ontogénica y filogénica de nuestra
especie junto con lo vivo. Estar vivo entonces, es estarlo junto
a más seres vivos, y aceptar que nuestras vidas dependen
de la de los demás. Vivimos en lugares de costumbres
entrelazados emocionalmente por signos y
significados que nos ven nacer, vivir y morir. Signos y
significados que viajan entre la herencia de
nuestras culturas, gracias al particular uso que hacemos del
lenguaje, y
que nos permiten ir más allá del puro sobrevivir
para buscar distintas formas de bienestar. La naturaleza en
ese sentido, nos ha dotado de unos órganos sobradamente
capacitados para alcanzar la supervivencia, reproducirnos e
incluso sentir los más sutiles placeres del arte.
Estar vivos como humanos dentro de la vida, nos permite
ser usuarios competentes del lenguaje y heredar de las
tradiciones culturales a las que pertenecemos, lenguas en las que
expresarnos públicamente y proferir conocimiento.
Pero para hacer un uso competente del lenguaje vuelve a ser
imprescindible estar implicados en algo. Sentir.
Este itinerario que empieza en la autoconciencia del
estar vivos como hombres, sigue a través del estudio
fenomenológico de las emociones y
sentimientos, y continúa por las disposiciones más
abstractas de nuestras capacidades cognitivas como puede ser el
uso del lenguaje para producir actos complejos de pensamiento,
es el argumento central de este trabajo. En
sus periferias, intentaremos abordar algunas ideas de Walter
Benjamin sobre la imagen, y las
relaciones entre mente y mercado dentro de
una deconstrucción crítica
del capitalismo
tardío.
La
imaginación: raíz común de nuestras
facultades cognitivas
Si, con los conocimientos que tenemos hoy sobre los
procesos cognitivos de nuestra mente, leemos atentamente la
Crítica del Juicio –o facultad de juzgar-, nos
daremos cuenta de que muchas intuiciones kantianas sobre nuestra
forma de conocer, están resultando ser compatibles con las
últimas ideas de las neurociencias. La imaginación
en Kant, juega un
papel crucial en su relación con las demás
facultades cognoscitivas, a la hora de producir universales
–esquema-, estableciendo el enlace necesario entre la
sensibilidad y el entendimiento. Claro que hay toda una interpretación kantiana dedicada a
enfatizar la marcada frontera que
el pensador estableció entre lo racional y lo emocional
–demasiado encarnado y pasivo para la visión de
Kant-, pero no por ello puede ignorarse la importancia del
sentimiento de placer/displacer en los procesos cognitivos, ni la
centralidad de la imaginación, raíz común
entre el conocimiento puro y práctico, dentro de su
fundamentación trascendental.
Parece pertinente establecer un lazo entre una
determinada lectura de la
obra crítica kantiana y los últimos descubrimientos
que las imágenes
cerebrales nos están desvelando. El haber situado su
última crítica, la del Juicio, al centro de la
razón pura y de la razón práctica, aquello
que nos es legítimo conocer y aquello que nos es
legítimo decidir, hace del puro reflexionar la desconocida
raíz común necesaria para emitir juicios y poder
también determinarlos. Y eso es lo que continuamente
hacemos o deberíamos hacer para vivir preferiblemente en
el bienestar.
Dentro de esta lectura kantiana, no deja de sorprender
el lugar central que ocupan los juicios estéticos y muy
especialmente el faktum de la belleza en nuestras
capacidades de conocer. Su investigación minuciosa acerca de las
mismas condiciones de posibilidad de que pueda existir el
conocimiento, la teleología de la naturaleza, le
hará pensar sobre el estado
cognitivo –placentero- del puro reflexionar, que no es otro
estado que el
de una búsqueda sin fin de figura, imagen, que no llega a
determinarse, la belleza. Un estado de máxima actividad
donde la imaginación entrelaza la sensibilidad y el
entendimiento para crear figuras. El momento estético
necesario para poder incluso imaginarse los conceptos
científicos más complejos-, el eureka del
genio que hace la regla.
También los debates entre filósofos y neurocientíficos
contemporáneos nos hablan de cuestiones éticas y
estéticas, produciendo cada vez más conocimiento
sobre nuestros procesos cognitivos comunes, sin abandonar la
pregunta de qué es el conocimiento. Quizá en este
sentido, más que una post-modernidad libre
de grandes relatos e ideologías, vivimos en una modernidad
no completada, inacabada, puede que incluso perdida. Tiempos de
perfectos bárbaros tal y como lo demuestra la historia.
Es en la crítica del gusto donde Kant
establecerá, a mi parecer, una clara frontera entre lo
puramente carnal –sensible [agradable/desagradable]- y lo
que pertenece al libre juego entre el
entendimiento y la sensibilidad, los juicios estéticos. En
la legitimación del discurso estético,
y la posibilidad de que sea universalizable, en la producción de imágenes que pueden
ser compartidas, la posibilidad de compartir sentidos, Kant
encuentra también la misma posibilidad de que haya
conocimiento. El hecho de que las cosas en la naturaleza puedan
ser comprensibles, conceptualizables. Y visto desde esta
perspectiva, el puro reflexionar deviene imprescindible para
poder determinar.
Si pensamos ahora la facultad de imaginar como una pura
reflexión prelingüística, capaz de representar
plásticamente sobre nuestras disposiciones
somatosensoriales cerebrales ideas complejas del cuerpo y de la
mente, nos daremos cuenta de que esta disposición nos
permite reconocer y recuperar lo que Damasio llama mapas neurales
[patterns] del cuerpo y de la mente. Huellas que
representan estados complejos del ser vivo. No es casualidad el
hecho de que, en esta coderiva ontogénica de lo viviente,
los mecanismos adaptados para el tratamiento de imágenes
en los sistemas
nerviosos de los seres vivos sean un conjunto de estrategias mucho
más probadas e interiorizadas en la evolución que el pensamiento
lingüístico.
Pero cómo el cerebro hace
eficiente esa contextualización inmediata de lo mediato en
el mismo cuerpo, es el camino que nos lleva a preguntarnos por el
papel cognitivo de nuestras emociones y sentimientos, y
cómo éstas se relacionan con el lenguaje y las
cosas que pensamos –sus referencias-.
Sólo recordar por ahora que para Maturana, todo
ser vivo es una estructura
autopoiética clausurada, entrelazada emocionalmente a los
demás y a su entorno, y que cualquier cambio
estructural que se produce dentro de su organismo es debido a las
posibilidades emergentes de su determinación en
relación con el medio. Estas consideraciones que clausuran
al material vivo en una posibilidad determinada de cambios
emergentes en su estructura, son importantes a la hora de situar
en lo humano – también en el lenguaje- los conceptos
de emoción y sentimiento en su danza
estructural con el entorno, y entender su función en
los procesos de homeostasis
biológicos individuales y sociales.
Para Maturana, el lenguaje se extiende a lo que denomina
lenguajear, concepto que
incluye todo tipo de actos, gestos y expresiones consensuadas que
se dan dentro de una coherencia estructural a la hora de
establecer una comunicación entre seres vivos orientados a
la acción.
La homeostasis de estos organismos autopoiéticos
socialmente entrelazados, es también materia de
estudio para las nuevas disciplinas neurobiológicas.
También lo fue para Kant en su Metafísica
de las Costumbres y en su extraordinaria obra política producida
desde su antropología fenomenológica, y que
sigue siendo imprescindible para entender incluso el marco
político internacional en el que se mueve el hombre
contemporáneo.
Emociones y sentimientos en el
cerebro
Para los neurobiólogos y los profesionales de las
neurociencias, las emociones y los sentimientos son reguladores
biológicos necesarios para mantener el equilibrio
homeostático interno y externo de nuestro organismo
coherente con el medio. Las áreas neurales que regulan sus
funciones
están relacionadas con cambios químicos, motores,
somatosensoriales, vitales para mantener la coherencia dentro de
la vida. La distinción que suele hacerse es considerar a
las emociones como disposiciones corporales que especifican a
cada instante un dominio de
acciones
posibles, algo así como una definición de un
particular contexto carnal, y los sentimientos como producto de
contextos emocionales reinterpretados desde disposiciones
cognitivas superiores, generando a la vez contextos
sensitivo-sentimentales capaces de representar estados complejos
de la mente y del cuerpo. Esta forma compuesta de emociones y
sentimientos que acaba definiendo contextos posibles de acciones
corporales/mentales, lo que Maturana llama dominios
operacionales, es mapeada finalmente mediante patterns
neurales localizados en las áreas cerebrales
especializadas en las funciones somatosensoriales y motrices. Son
las pautas neurales las que darán lugar a los mapas
neurales que acaban cartografiando el mundo de los objetos
internos y externos dotándolos de sentido. Hay que tener
en cuenta que estas áreas neurales que cartografían
una sensación compleja constituyen una imagen o conjunto
de imágenes. Éstas, junto a los distintos
significados emocionales-sentimentales atribuidos que
actúan como marcadores somáticos, configuran el
espacio de trabajo de los mecanismos de la memoria y
el
aprendizaje. Esta particular jerarquía de conexiones
neurales entre las emociones y los sentimientos, deja abierta la
posibilidad de que mediante estados sentimentales complejos
podamos desencadenar reacciones emocionales distintas a las
determinadas inicialmente. Parece que el sistema nervioso
humano haya evolucionado en su estructura, permitiéndonos
un control
más libre sobre nuestras acciones, nuestros dominios
operacionales, dándonos la posibilidad de modular nuestras
respuestas emocionales naturales adecuándolas a los
requerimientos culturales.
Damasio considera que la capacidad de sentir es una
categoría ontológica del mundo que define a toda la
materia viva. O dicho de otro modo, todo lo que está vivo,
siente. Podemos incluso imaginarnos esta idea pensando en el
proceso de
reconocimiento que hacen ciertas estructuras
pluricelulares para diferenciar substancias, estos procesos
orgánicos pueden ser explicados como formas de sentir y en
cierto modo, tal y como lo interpreta Maturana, de comprender.
Para los neurobiólogos, algunos organismos al evolucionar,
fueron centralizando las funciones especializadas en el sentir
para constituir primitivos sistemas nerviosos. El surgimiento de
la conciencia,
dentro de un sistema nervioso
centralizado en las complejas funciones del cerebro, debe
entenderse también como una emergencia evolutiva que ha
ido consolidándose en algunos organismos. Pero desde las
estructuras pluricelulares más simples hasta lo humano, la
vida siente que es vida para diferenciarse de lo que no es vida.
Porque seguir en vida es mantener una cierta coherencia
estructural homeostática dentro de un universo de
entropía.
Claro que la forma del sentir humano, dentro de las
posibilidades del singular sistema nervioso que lo define,
permite incluso descifrar estados corporales y mentales de los
objetos/sujetos que conoce en la experiencia del vivir. Estas
últimas capacidades disposicionales que poseemos para
representarnos no solamente una imagen –un sentido- de
nosotros mismos, sino simulaciones de los estados de los
demás -de lo que nos rodea-, lo que la
neurofisiología ha atribuido a ciertas neuronas cerebrales
llamadas neuronas espejo, nos permiten, a nosotros seres humanos,
entrelazarnos emocionalmente en sistemas complejos de
conversaciones, manteniendo coherencia estructural interna y
externa con el entorno. Para Maturana, la particular forma de
mantenernos en conversaciones, característica del linaje
de los homínidos, debe pensarse incluso anterior al uso
del lenguaje simbólico. Es posible que la forma de
convivir de las primeras comunidades recolectoras
homínidas incluyese comportamientos corporales, gestuales,
expresiones sonoras, utilizadas para comunicarse y consolidar
consensos emocionales, que fueron evolucionando a la vez que
evolucionaba también el organismo, en particular la
laringe, el rostro y las capacidades expresivas, junto a las
áreas neurales sensoriomotoras, permitiendo a la especie
humana hacer un uso cada vez más sofisticado del lenguaje,
y trabajar dentro de un sistema de significados
simbólico-metafóricos. Se establece de ese modo una
relación entre gesto y sonido, capaz de
reconocer articulaciones
silábicas que a su vez constituyen palabras y estructuras
sintácticas capaces de proferir significados compartidos
dentro del lenguaje.
En cierto modo las emociones son contextos
disposicionales corporales que especifican a cada instante un
dominio de acciones y operaciones
posibles, y el fluir de una emoción a otra es un fluir de
un dominio de acciones a otro. El uso que hacemos de nuestras
capacidades cognitivas superiores, sintetizadas en lo que
podríamos denominar su uso racional, se da, en palabras de
Maturana como: "… un operar en las coherencias del lenguaje
a partir de un conjunto primario de coordinaciones de acciones
tomando como premisas fundamentales aceptadas o adaptadas a
priori desde un dominio emocional". Este operar racionalmente
en el lenguaje, dentro de un lenguajear que relaciona gestos,
expresiones e incluso características motoras de nuestra
mano, permite al homo sapiens sapiens operar
también en los estados emocionales de los que participa en
conversaciones permitiéndole conservar cierto grado de
coherencia estructural con su entorno.
Para entender mejor las distintas fases en la
evolución de la conciencia que Damasio plantea en su
teoría
de la mente, es importante situar el concepto de imagen como
"… representación neural, manipulada por procesos
denominados pensamientos, y que influyen en el comportamiento
al ayudar a proyectar el futuro y planificar en consecuencia la
siguiente acción.". Cambios microestructurales en los
circuitos
neurales se convierten en una imagen de la mente que cada uno de
nosotros siente que le pertenece. Para Damasio la mente tiene la
capacidad de representarse sin interrupción los distintos
estados complejos del cuerpo, y a este sintético
representar lo llama protoser, considerándolo el
precursor biológico de otros niveles más complejos
de conciencia como son el ser central y el ser
autobiográfico. La evolución de estos distintos
niveles de conciencia ha ido haciéndose posible a medida
que en el cerebro iban emergiendo recursos
neurológicos específicos para poder constituirlos.
El tránsito a formas de conciencia ampliada y
autobiográfica se produce por la emergencia de la memoria y a la
posibilidad de volver a sentir, con distinta intensidad y
fiabilidad, imágenes del pasado. Esta capacidad de la
mente para procesar a distintos niveles imágenes del ahora
y del pasado, simulaciones y proyecciones del futuro, es para
Damasio un constituyente necesario para cualquier forma de
pensamiento complejo, y se manifiesta claramente en la mecánica del lenguaje.
La estrecha relación entre el lenguaje y el
pensamiento, nuestra capacidad de razonar sobre los sentidos que
experimentamos en el vivir, permite hacernos una idea de nuestra
mente como una máquina semántica que trabaja con un lenguaje
privado dentro de un sensus communis. Esta
concepción es compatible con la tesis
innatista de Chomsky y sus gramáticas generativas. Una
estructura biológica libre, capaz de trabajar con
sentidos, atribuyéndoles significados que
interactúan dentro de las posibilidades emergentes de
nuestra clausura determinista –ontogénica-
autopoiética. Es desde esta perspectiva que pueden hacerse
ciertas analogías con las teorías
semánticas del lenguaje modernas y la filosofía de
la mente.
Hilary Putnam propuso en 1960 un funcionalismo de
estados mentales similar a la máquina de Turing.
También Jerry Fodor explora las posibilidades de un
lenguaje del pensamiento con un sistema de representación
mental: una sintaxis combinatoria y una semántica, junto
con procesos de computación definidos por esas
representaciones mentales y sus sintaxis. La cognición es
una manipulación simbólica regida por normas y la mente
es un artefacto sintáctico. La cinta por la que se mueve
nuestra cognición es un conjunto estructurado de sentidos
complejos que a su vez producen cambios, "gatillean" estados
mentales con palabras de Maturana, cambios internos en nuestra
estructura autopoiética.
La
imagen como tecnoestética: emoción y discurso
político
Las reflexiones que W. Benjamin ha dejado escritas en
relación a la obra de arte, la imagen, e incluso la
fotografía, en un contexto
histórico-político embriagado por las ideas del
fascismo,
nazismo y
estalinismo, también subrayan el potencial cognitivo y,
consecuentemente político, de las experiencias culturales
tecnológicamente mediadas, haciendo un análisis que le lleva a preguntarse
finalmente por el empobrecimiento de la experiencia en la
modernidad. Su advertencia de que "El fascismo es una
violación del aparato técnico", dentro de su
argumentación crítica contra la estetización
de la política, nos alerta del intento político de
modificar el sensorium común para proyectar la
imagen individual en un cuerpo social capaz de alienar al hombre
y hacerle gozar ante su propia autodestrucción. La
exaltación de la guerra como
algo bello, como obra de arte total, fue también una
experiencia literaria de los futuristas italianos (Marinetti), y
en cierto modo la base de la crítica de Adorno a la
estética wagneriana. Benjamin dirá:
"Todos los esfuerzos por un esteticismo político culminan
en un solo punto. Dicho punto es la guerra." Pero,
¿qué entiende Benjamin por modificación del
sensorium? Y sobre todo, ¿por qué el discurso
político se traslada a un discurso
estético?
El término griego aisthesis indica aquello
percibido a través de la sensación, la experiencia
sensorial de la percepción. El campo original de la
estética no es el arte sino la realidad. En este sentido,
la visión kantiana del conocimiento estético, y su
imprescindible contribución a cualquier tipo de
determinación de conocimiento, es compartida
también por Benjamin al otorgarle una categoría
cognitiva. La investigación de Benjamin, probablemente
influido por sus lecturas literarias de Proust, se dirige
también al estudio sobre el efecto del exceso de
shocks desde esta perspectiva perceptiva,
interesándose por los fenómenos cognitivos
amnésicos y anestésicos que en la experiencia de la
guerra los soldados manifiestan y demandan al volver del campo de
batalla. El olvido como incapacidad –consciente e
inconsciente- de producir una imagen que pueda ser recordada, una
incapacidad de darle sentido cognitivo a la
experiencia.
Para Benjamin el hombre moderno pasea por la ciudad,
entre sus pasajes, constantemente bombardeado en estado de shock
por las fantasmagorías de las mercancías que el
capitalismo produce, velando su valor de
fuerza de
trabajo, su valor de uso, e introduciéndonos en un mundo
de ensoñación ideológica, modificando
nuestro sensorium mediado constantemente por la
técnica.
Una autodefinición del fascismo muy comentada es
la que Goebbels escribió en forma de carta en 1933:
"Nosotros, los que modelamos la política moderna
alemana nos sentimos personas artísticas, a quienes se ha
confiado la gran responsabilidad de configurar, a partir del
material crudo de las masas, la sólida y bien forjada
estructura de Volk". Con esta intención, el control
estético ofrece la posibilidad de modificar la
recepción de la realidad, mediada por la técnica,
para que el volk contemple con placer desinteresado el
ritual de toda una sociedad
conducida al sacrificio ciego, al asesinato y a la muerte. La
propaganda, el
uso mediático de la información, los discursos del
Führer delante de una masa conmovida de personas que
asisten a sus representaciones expresivas y teatralizadas,
estudiadas meticulosamente frente al espejo bajo la dirección de asistentes escénicos,
subrayan la importancia cognitiva de las emociones y las
posibilidades de control sobre nuestro sensorium para fines
políticos.
Si pensamos ahora en las posibilidades
tecnológicas que el sistema capitalista
contemporáneo concentra y distribuye al mercado, si
pensamos en términos de biopolítica y control sobre
la misma vida que los poderes ejercen sobre las poblaciones, si
le añadimos lo que Richard Sennett llama la cultura del
nuevo capitalismo caracterizada por la fragmentación
de la experiencia, la desintegración de lo social, la
cultura de la superficialidad, o lo que Zygmunt Bauman llama
la modernidad líquida, podemos hacernos una idea de
cómo se está desmembrando en la actualidad lo que
Emile Durkheim
entendía por cuerpo social. Los valores
propagados por la publicidad, la
cultura de la distracción, la pedagogía del videojuego, la moda y el control
estético, modifican y atrofian nuestras capacidades
cognitivas y son intencionalmente utilizados para alterar
nuestros sistemas de creencias y conocimientos con fines
puramente economicistas y políticos.
La imaginación como facultad de producir
imágenes propias, imprescindibles para seguir
reflexionando lingüísticamente y mantener nuestra
coherencia estructural interna y externa en la narración
cognoscitiva que se expande a través de la conciencia del
ser central y del ser autobiográfico de Damasio, deviene
necesaria para producir pensamiento libre y recuperar el
protagonismo de la autonomía personal
reapropiándonos de la experiencia. La verdadera
culminación de la modernidad.
Bibliografía:
- La sensación de lo que ocurre. Cuerpo y
emoción en la construcción de la conciencia. A.
Damasio. - El error de Descartes.
A. Damasio. - En busca de Spinoza. A. Damasio.
- La realidad: ¿objetiva o construida? I.
Fundamentos biológicos de la realidad. H.
Maturana. - Las neuronas espejo. Los mecanismos de la
empatía emocional. Giacomo Rizzolatti, Corrado
Singaglia. - Teoría de los sentimientos. Agnes
Heller. - Lo que nos hace pensar. La naturaleza y la regla.
Jean-Pierre Changeux, Paul Ricoeur. - La imaginación. Jean-Paul Sartre
- Desconocida raíz común. Felipe Martinez
Marzoa. - Walter Benjamin, escritor revolucionario. Susan
Buck-Morss. - El lenguaje y los problemas
del conocimiento. Noam Chomsky - La cultura del nuevo capitalismo. Richard
Sennett.
Alex Escamilla Imparato
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