Economía de Rapiña.
Estos extranjeros llegaron a tierras americanas armados
con su detonante tecnología militar y
un hambre profunda de acaparar riquezas, tierras y recursos. Ya
conocemos los resultados históricos cuando se mezclan y
agitan estos dos explosivos elementos.
Dado el condicionamiento cultural de los europeos en las
épocas del descubrimiento, un armonioso y por demás
utópico "encuentro de culturas" hubiese sido la
excepción a todas las reglas. Por tanto el encuentro
siguió por la brecha hondamente forjada en siglos de
guerras,
conquistas, y dominaciones. Dándose el lógico y
consecuente resultado de una aplastante dominación,
avasallamiento y exterminio de todas las naciones
amerindias.
Una vez reducidas las poblaciones aborígenes la
conquista se extendió hacia el ambiente
natural, explotándolo de manera exhaustiva.
Modelo que subsiste hasta nuestros días, y es
bien conocido como "Economía de
Rapiña" y de asalto permanente. Paradigma
radical que borró del espacio amerindio la antigua
relación sociedad–naturaleza.
Un paisaje humanizado.
Toda forma de organización humana, modifica y humaniza su
entorno natural.
El paisaje encontrado por los españoles, cuando
avanzaron por los territorios de la América
central, no fue como algunos creen un panorama virgen, agreste,
salvaje y casi deshabitado. Por lo contrario los europeos
admiraron un entorno altamente humanizado.
Por todas partes vieron las huellas claras y
persistentes de las civilizaciones nativas. De tal manera, los
aborígenes de la América Central, no fueron en
definitiva "transparentes" dentro de su contexto natural. Pero la
intrínseca relación sociedad-naturaleza era
radicalmente distinta a la que los usurpadores estaban
habituados.
El cataclismo demográfico de la América
prehispánica es a todas luces el más grande sufrido
por la historia de la
humanidad. La magnitud del exterminio fue tal que el paisaje
continental de 1750 (conquista y colonización) estuvo
mucho menos humanizado que el paisaje amerindio de 1492. Al
ser eliminadas las poblaciones autóctonas, la lujuriante
selva tropical se tragó sus ciudades.
Sin embargo el saqueo indiscriminado de los recursos
naturales y su consecuente devastación ya muestra en el
siglo 17 espantosas cicatrices sobre las tierras
centroamericanas.
Esto demuestra que la presión
sobre los recursos naturales no depende sólo de la
variable demográfica sino también de las formas de
producción, consumo y
sustentabilidad que tenga una sociedad determinada.
Hoy la gran mayoría de los estudiosos coinciden
en que la América Central, al momento del contacto
español, se encontraba lejos, muy lejos de
estar proporcionalmente deshabitada.
Los hallazgos arqueológicos demuestran (hasta la
fecha) que los asentamientos aborígenes no estaban
distribuidos de manera uniforme en la región. Las grandes
concentraciones humanas en la América Central se ubicaron
principalmente en la vertiente del Pacifico y en los valles
Intermontanos, donde encontraron climas favorables y una
naturaleza pródiga en recursos. Allí se asentaron y
paulatinamente desarrollaron sus portentosas culturas y
civilizaciones, adaptadas con matemática
sincronicidad al medio ambiente
circundante.
Código amerindio.
El "Siwa" una especie de código
de conducta de los
aborígenes Talamanqueños, mismos que sobreviven aun
a ambos lados de las vertientes del Pacífico y Caribe Sur
de Costa Rica,
puede orientarnos en la formas de relación hombre–
naturaleza que manejaron los antiguos pobladores del istmo
centroamericano.
Este código tropical, nos ilustra sobre la
cognición amerindia de la anímica interdependencia
entre el individuo y su
medio ambiente. Orienta al aborigen en sus prácticas
agrícolas, de caza, pesca,
recolección de materiales,
comercio,
sexo, gobierno. En fin
es una guía que abarca la conducta del indio desde su
nacimiento hasta su muerte…
Rutas
amerindias.
En tierras costarricenses, se ha redescubierto una
intrincada red de amplios senderos que
abarcan miles y miles de kilómetros empedrados de caminos,
estas vetustas calzadas atraviesan el actual territorio nacional
de frontera a
frontera. Tales redes terrestres
complementaban las rutas fluviales y marítimas por donde
se movilizaron nuestros antiguos pobladores. Hoy, tanto
científicos de las ciencias
sociales como de las ciencias
exactas, comparten un criterio: semejante infraestructura no pudo
ser establecida por unos cuantos miles de aborígenes,
desparramados por el territorio de la Costa Rica
precolombina.
El conjunto de estas intrincadas rutas, sugieren de
manera convincente un intenso intercambio comercial entre
distintos y numerosos núcleos poblacionales, poseedores de
lo que hoy conocemos como "economía política". Esto a su
vez evidencia, aparte de una desarrollada mentalidad de mercado, la
generación de excedentes, mismos que van más
allá de la mera producción de subsistencia. Sin
embargo, hoy también sabemos que la política
económica amerindia en Centroamérica y
principalmente en la llamada "Zona Intermedia" nunca se
rigió por la mera acumulación de riquezas, si no
más bien, su imperativo categórico fue la distribución de las mismas.
Cosmovisión europea.
Por otro lado, la cosmovisión española en
el momento del encuentro, obedecía al modelo
mediterráneo, al mundo de los consumidores de trigo,
carne, aceite y vino;
del cristianismo
militante; de las conquistas, saqueos y reconquistas; de los
caballos, el ganado vacuno, las armas de fuego,
los instrumentos de hierro, la
moneda, la vida urbana como ideal; de la relación
crecientemente utilitaria y mercantil con la tierra,
cuya propiedad se
concibe cada vez más como privada y sin limitaciones.
Fueron épocas donde toda Europa buscaba la
expansión del comercio y se trazaban por tierra y mar
las nuevas rutas comerciales. Fue la era donde se
consolidó el capitalismo
mercantil.
Hoy conocemos las nefastas consecuencias que trajo esta
mentalidad europea, sobre las naciones amerindias y sobre la
moderna Latinoamérica en general.
Primer contacto.
El primer contacto de los europeos con tierras
costarricenses y sus pobladores, se dio el 18 de setiembre de
1502, cuando en su cuarto viaje al nuevo mundo Cristóbal
Colón, atracó sus carabelas cerca de la Isla
Cariari, en las costas caribeñas de la hoy provincia de
Limón, Costa Rica.
Tenemos una imagen
distorsionada de las incursiones españolas por el
territorio costarricense, y del paisaje de ese territorio en
tiempos de exploración y conquista. Creemos que estos
bravos conquistadores se abrieron paso a golpe de machete, sudor
y penas, por entre una primitiva maraña selvática,
lidiando en su esforzada penetración con alimañas
tropicales, nubes de mosquitos y espantosas fieras del
bosque.
Lo cierto es que los extranjeros se desplazaron por
amplias calzadas en medio de un paisaje bellamente humanizado por
sus originales habitantes y continuaron su avanzada siguiendo el
patrón de poblamiento ya establecido por los
aborígenes. A lo largo de estas rutas y núcleos
habitacionales, los invasores establecieron los nuevos
asentamientos, desde donde controlaron las poblaciones nativas,
garantizaron su subsistencia material y dominaron la fuerza de
trabajo.
Sin embargo la invasión española en
tierras costarricenses no pudo efectuarse desde las costas del
Caribe, los aborígenes nunca los vieron con buenos ojos y
la región de Talamanca conformó una de las resistencias
más valerosas contra los invasores, registrada en toda
América.
La
conquista de Costa Rica.
La conquista de Costa Rica inició en 1522 desde
el Océano Pacifico y penetrando por tierras
nicaragüenses, primero se hacendaron en la península
de Nicoya, luego continuaron sembrando muerte, esclavitud y
destrucción, por los trayectos amerindios hasta la actual
provincia de Cartago.
No fue hasta 1570, cuando, 68 años después
del primer contacto con la costa caribeña tica, el
conquistador Perafán de Rivera logró incursionar,
desde el valle central hasta el litoral Caribe. Sus
ímpetus de conquista fueron frustrados por los nativos de
la región.
Pasaron 35 años más para que otro osado
español se atreviera conquistar aquel indómito
territorio. Diego de Sojo, llegó en 1605 al valle de
Talamanca armado hasta los dientes. Donde instituyó la
ciudad de Santiago, pero esta fue destruida por los aguerridos
indios 5 años después de su
fundación.
Los invasores se vieron obligados a retirarse muchos
kilómetros hacia el noreste y edificaron en la llamada,
Fila Matama el fuerte de San Mateo. El valor
determinante de aquellos indios era tal que los extranjeros
temían una "invasión" de los "Talamancas" hacia el
Valle Central. El punto estratégico donde levantaron su
fortaleza militar impediría tales pretensiones, y
allí montaron guardia por mas de 100
años.
Sus persistentes esfuerzos por doblegar a esos indios,
continuó, hasta que en 1821, con la independencia
de Costa Rica, el ejército español se ve obligado a
retirarse de Talamanca, ¡sin haber podido avasallarla!
Talamanca fue el único territorio de Centro
América, Panamá y
las Islas del Caribe, que no pudo ser conquistado por la
invasión europea.
Pese a que las bajas indígenas fueron numerosas a
lo largo de casi tres siglos de resistencia, su
aislamiento de los centros de poder
españoles, evito que se contagiaran de las enfermedades occidentales.
La desigual lucha de esta valerosa etnia aborigen
continúa hasta nuestros días. (ver artículo
"La indómita Talamanca" )
Desastre demográfico.
La mayoría de los investigadores, pese a los
distintos y disímiles enfoques del asunto amerindio,
coinciden sobre la dimensión cuantitativa de aquel
desastre demográfico.
Durante el primer siglo de conquista y
colonización, fue extinguida el 97% de la población aborigen de la América
Central. El resto del continente y la América insular no
tuvieron mejores balances en el porcentaje de
exterminio.
El nuevo mundo (América entera) poseía por
lo menos el 25% de la total población humana del planeta,
pasado un siglo del mal llamado "encuentro de culturas" el 100%
de la población amerindia fue reducida a un escandaloso 3%
en sus tierras continentales e insulares.
Semejante destrucción de vidas humanas no tiene
precedentes en la historia de la humanidad.
Se pueden detectar tres causas fundamentales en tan
masivo holocausto:
a) La importación de enfermedades infecciosas
por parte de los europeos, que generaron verdaderas pandemias
entre los amerindios.
Los nativos no tenían protección
inmunológica contra el concierto de males virulentos que
trajeron los invasores: Fiebre amarilla;
malaria; tifoidea; tifus; cólera;
viruela; sarampión… Estos y algunos otros demonios eran
totalmente desconocidos por los habitantes del "Nuevo
Mundo".
Confiamos en que la introducción de tan nocivos agentes
patógenos, no fue conciente ni deliberada. De cualquier
manera que fuese, estas enfermedades infecciosas, conformaron
verdaderas e inigualables, fuerzas militares de choque. Este
poderío biológico, aliado a la inmunidad de los
extranjeros, logró debilitar y reducir la gallarda
resistencia indígena.
Sin semejante arma orgánica, de absoluta eficiencia por
demás, los invasores europeos no hubiesen podido
conquistar ni una sola de las grandes civilizaciones amerindias y
se hubiesen tenido que conformar con un parejo "Encuentro de
Culturas"
b) La conquista militar y sus
matanzas.
Nuestros libros de
historia están llenos de sangrientas páginas, donde
se relatan inconcebibles masacres. No es mi intención
rescribirlas.
Para tener una idea de los móviles de esta
segunda causa de exterminio, recordemos que la primera
generación de conquistadores, no sólo era cruel y
violenta, sino que además no tenía la
intención de quedarse a colonizar la región. Su
mentalidad respondía al modelo de la economía de
rapiña, sus intereses se concentraban en obtener y
apropiarse de la mayor cantidad de riqueza en el menor tiempo
posible, sin importar la miseria, muerte y desolación,
dejada tras tan mezquinos pasos.
Aquellos finos caballeros ponían nombres pomposos
para definir sus incursiones de rapiña: "Tributo de
cabalgadas" por ejemplo, era el eufemismo usado para describir
sus incursiones brutales, a sangre y fuego,
en las cuales saqueaban tesoros en jade, perlas, oro y
demás bienes
tangibles, eliminando cualquier resistencia a su paso.
"Cabalgadas de Ranchería" esta otra fina alusión,
se refería a los saqueos de alimentos, las
técnicas de asalto eran
idénticas.
c) La sobre-explotación y esclavitud de la
fuerza de trabajo indígena.
Para completar el macabro horizonte de mortandad vivida
por nuestros ancestros, tenemos la esclavitud, misma que
llegó a los extremos de aniquilar la unidad familiar
amerindia, impidiendo con ello su reproducción biológica. El canon
esclavista, bien conocido por los extranjeros, involucraba una
absoluta pérdida de libertad,
servidumbre incondicional y cautiverio. Lo
básico.
La vieja directriz de esclavitud fue indispensable para
las variadas actividades económicas que desarrollaron los
invasores en estas tierras. Y en donde ya no había
recursos para explotar, los indígenas se tornaban en el
objeto mismo de la explotación, y se convirtieron en un
importante producto de
exportación. En Centroamérica esta
lucrativa operación, comerció con más de
medio millón de indígenas. También
usaron un eufemismo para la esclavitud, le llamaron "Sistema de
Encomiendas"
La real
densidad
demográfica de la Costa Rica precolombina.
Gracias a los invaluables aportes de don Luis Ferrero (2003)
Eugenia Ibarra (2001) Las modernas exploraciones
arqueológicas (2003-2007) Así como algunos
empolvados estudios etno-demográficos: Lockhart (1968)
Mac.Leod (1973) Fowler (1981) entre otros. La real densidad
demográfica de la Costa Rica precolombina, ha venido en la
última década, mostrándonos otros
números.
En su ensayo
"Cuantificación y aniquilamiento de la
población amerindígena en Costa Rica" el
doctor Guillermo Quirós nos dice:
"Las fuentes de
información sobre la población autóctona
provenientes de los primeros españoles son poco
confiables, pues su propósito era enriquecerse a cualquier
costa; y en consecuencia privaba su interés
personal sobre
la realidad, la cual disfrazaba con el propósito de
escamotear impuestos y
obtener granjerías de la Corona.
Son varias las fuentes
tradicionales que manejan conceptos comprometidos con la
hispanidad ancestral, las cuales condujeron a desinformar a
nuestra sociedad de la verdadera realidad indígena
precolombina. Por ejemplo la obra de Montero se utilizó
como texto en
Historia en el sistema
educativo costarricense a principios del
Siglo XX y establece que la población original
ascendía a unos sesenta mil indios de los cuales hoy
quedan apenas unos dos mil. Información que impide conocer el apartheid
sufrido por nuestro potencial ancestro.
La población americana original de Costa Rica
a inicios del Siglo XVI consistía de un millón de
habitantes dispersa en 54 villas, distribuidas en las cuencas
hidrográficas y ecosistemas
conexos. Tal población corresponde a una densidad media de
25 hab./km2, la que Costa Rica moderna alcanza
alrededor del año 1965.
Esta densidad es superior al umbral de 10
hab./km2 propio de sociedades
igualitarias y por lo tanto, la sociedad es típicamente
cacical jerárquica, con una amplia disposición de
recursos
humanos para soportar la diversificación de funciones
sociales y productivas.
De la distribución geográfica de la
población se deriva la preferencia por vivir en medio de
las cuencas hidrográficas y de accidentes
morfológicos propios de las estribaciones
montañosas, donde hallaban espacios cerrados y
áreas limitadas, las cuales simplificaron la defensa y
facilitaron la obtención de alimentos y agua. Esto
unido a la elevada ocupación humana encontrada, permite
asignar a cada villa una micro-cuenca y un ecosistema
diferenciado, por lo que la distribución y densidad de
villas confirma y materializa el concepto de
micro-cultura para
cada villa. Distribución humana que coincide
geográficamente con el número de cuencas
hidrográficas, valles y llanuras; ecosistemas
fundamentales que albergaron ordenadamente un millón de
amerindios.
La población fue reducida en un siglo de
opresión en un 97.3%. Cuatro siglos después solo
sobrevivía un 0.2%.
Intencional o no, se trató de una guerra
biológica, un apartheid que acabó con una
espléndida cultura, cuyos valores y
rostro humano solo empezamos a conocer por escasas evidencias.
La aniquilación tuvo tal rapidez, que la
mezcla de sangre amerindio-español no se llevó a
cabo de manera significativa. Por tanto no hubo mestizaje y como
tal aquellas mujeres y aquellos hombres no son antepasados
genéticos de la población actual.
Otra consecuencia nefasta de la destrucción
indígena, fue haber perdido su ciencia y
tecnología, ignoradas en el tiempo y de las cuales
solo conocemos manifestaciones ocasionales. Por ello el esfuerzo
por entender sus esferas de piedra, sus complejas calzadas y
acueductos, sus elaborados tronos cacicales; rastros evidentes de
un conocimiento
que no tuvo la oportunidad de transmitirse.
Dejo ex-profeso una línea en
blanco…
…que represente el respeto de
nuestra generación ante el asesinato innoble de
aquélla mujer que vio a
su hijo morir de fiebre e infecciones en sus brazos. De aquel
padre que restregó la montaña en busca de la planta
milagrosa que salvaría a su mujer e hijos de un mal del
que Sibú no le previno." Hasta
aquí las reflexiones de Quirós.
La otra
cara de la historia.
El exterminio masivo de la población aborigen y
su consecuente vaciamiento espacial, trajo como consecuencia una
toma de espacios por parte del bosque tropical centroamericano.
Ejemplo irrefutable de esto es el llamado "Tapón de
Darién" en Panamá. Allí la jungla
inició una franca regeneración a partir de la total
supresión de los asentamientos aborígenes en 1522.
Casos de igual dramatismo los vimos en "El Delta del
Diquís" en Costa Rica. "Izalco" en El Salvador, o Iztapa
en Guatemala. Por
nombrar tan solo tres, donde la destrucción de los
amerindios fue radical.
Por otro lado, la vertiginosa urgencia del
aniquilamiento aborigen, implicó la ingrata pérdida
de sus ancestrales conocimientos científicos,
tecnológicos y culturales, los cuales habían sido
transmitidos por miles de años, de generación en
generación, por vía oral directa. Esto es de la
boca del paciente maestro al oído de su
ávido discípulo.
Los pocos amerindios sobrevivientes de aquel fulminante
holocausto, dispersos aquí, allá y acullá.
Ocultos bajo el dosel protector la jungla tropical, fueron
obligados por los invasores a regresar en el tiempo, a la
época misma de sus primitivos ancestros: los
nómadas, cazadores y recolectores, donde sobrevivir era el
único imperativo categórico.
En el lapso de una generación, quienes lograron
escapar de las garras del nuevo imperio, ya habían
olvidado toda su herencia
científica y tecnológica, por tanto ya no
sabían como construir calzadas, acueductos o los
gigantescos basamentos para reconstruir sus ciudades. La industria de
sus orfebres y demás especialistas fue borrada de su
memoria. La
milenaria tradición escultórica se perdió, y
no volvieron a fabricar sus alucinantes esferas de piedra, ni sus
intrincados metates, ni esculturas de ningún
tipo.
Son precisamente estos amerindios, desarraigados de su
otrora gloriosa civilización y cultura, de quienes nos
hablan los libros de texto en nuestras escuelas y colegios. La
historia contada por los vencedores. Por fortuna hoy, la antropología y arqueología
costarricense, aliada a varias disciplinas de las ciencias
exactas, nos empieza a contar la otra cara de la
historia.
San José, Costa
Rica
12 de octubre de 2007
Alberto Sibaja Álvarez
Siböwak –
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