El capitalismo: una fuente de irracionalismo a la que se enfrenta la Antiglobalización
"No todo lo real es racional; más bien, casi
nada"
(Manuel Sacristán "¿Qué Marx se
leerá en el siglo XXI?". En: "1883-1983 Centenario de
la muerte de
Karl Marx".
Suplemento en El País, lunes 14 de marzo de
1983).
La insistencia de Max Weber en
el carácter racional del capitalismo y
a su papel en el desencantamiento del mundo ha llevado a mucha
gente a defender el irracionalismo como algo anticapitalista,
pero la solidaridad entre
razón y capitalismo es bastante discutible. Toda la
parapsicología, el orientalismo vulgar, el esoterismo, las
religiones o
la
televisión demuestran que, al contrario de lo que
sugería Weber al
unirlo al avance de la racionalidad, el capitalismo, no
sólo no es incompatible con el irracionalismo, sino que lo
produce generosamente.
El que weberianamente se demuestre más apto para
acoplarse al puritanismo calvinista que a otras religiones
cristianas o no cristianas no es ninguna prueba de su
racionalidad, pues no posee superioridad racional alguna el
protestantismo sobre las demás religiones.
Todo ello no quiere decir que el capitalismo carezca de
racionalidad sino que es, simplemente, la racionalidad
instrumental la que lo anima y es necesario resaltar la
existencia e incidencia real de otras racionalidades no meramente
instrumentales. Hay una serie de acciones
teoréticas y prácticas, no carentes de sentido, en
las que la racionalidad no sería ya aquella exclusivamente
economico-técnica en la que el fin justifica los medios.
Hay una serie de acciones humanas a las que
podríamos denominar racionalidades añadiendo su
carácter de teoréticas (científicas),
éticas, estéticas o comunitarias (ligadas al
éros, la philia, o el aidós)
que no son reductibles a lo meramente instrumental y se
encuentran imbricadas con apetitos y pasiones. No todo lo
instrumental resultara desdeñable y nadie negará la
importancia y beneficios de lo que el utilitarismo consagra como
beneficioso, pero si lo instrumental no respondiese a más
criterio que a su eficiencia el resultado de muchas
atrocidades bélicas y políticas
deberían ser aceptados como un proceso
racional aceptable, cuando son del todo intolerables.
Muchas veces se confunde entre teoría
y aplicación al decir que las teorías
científicas deben estar caracterizadas por las propiedades
de ensayabilidad, poder
predictivo, aplicabilidad y efectividad, pero eso es lo que tiene
que cumplir la razón aplicada, no la
Razón, que en principio descarta los discursos que
no se ajustan a los principios
fundamentales de la racionalidad (lógica)
e incurren en contradicciones, incoherencias y falacias, para
luego, mantenerse en virtud de su coherencia no sólo
interna sino también externa, en relación con el
resto de las disciplinas y con su propia precisión,
competencia y
simplicidad. Ello nos lleva hasta una noción general de
racionalidad que incluirá la ética y,
por tanto, nos obligará a distinguir entre una
razón ética y una razón
instrumental.
Para llegar a distinguir entre Auschwitz, el imperialismo
(el colonialismo) y la bomba atómica, de la teoría
de la relatividad, la Capilla Sixtina o la música de Beethoven
no basta con considerar que la razón pura teorética
es inocua y que es su aplicación técnica la que
puede ser positiva o negativa. También un razonamiento
teorético puede considerarse nocivo, y no sólo a
posteriori, en virtud de sus efectos, sino a priori, en virtud de
sus propuestas y contenidos.
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