Trazar con precisión las coordenadas que
delimitan el carácter filosófico de la obra de
Marx presenta
varios problemas.
"Problema" aquí no quiere decir mero
obstáculo, sino que decimos "problema" en su sentido
filosófico, es decir, como la aparición de una
fisura en un campo establecido, fisura que es condición de
posibilidad para una reflexión nueva.
La indudable influencia de la filosofía hegeliana
y su perspectiva de totalización (específicamente
como subsunción de diversas disciplinas en la
filosofía) genera, en los jóvenes críticos
de la filosofía hegeliana (Kierkegaard y Marx, por
ejemplo) un transitar en el límite entre las disciplinas,
entre religión y filosofía, entre
filosofía e historia, entre economía y
filosofía, generando un tráfico de influencias que
no puede traducirse en un mero intercambio de conceptos o
elementos entre, por ejemplo, el campo filosófico y el
económico.
Desde una perspectiva anterior a ellos, su obra no es
estrictamente filosófica. Pero tampoco puede considerarse
como meramente económica, teológica o
historiográfica. Por el contrario, lo que comparten es una
crítica
radical a toda la filosofía anterior en su conjunto y a
los límites
propios del campo filosófico, mediante la producción de nuevos territorios para la
reflexión.
Específicamente después de Marx, puede
reconstruirse un cartografía completamente novedosa para los
campos en los que se desarrollan las distintas formas que
adquiere la práctica humana del saber. Consecuentemente,
también son originariamente nuevas las posibilidades de
desarrollo y
expansión para cada una de ellas.
Uno de los aportes más significativos de Marx
como filósofo es la intención de acercar el
pensamiento
hacia el hombre
real, hacia el hombre de
carne y hueso, hacia el hombre vivo.
En este sentido, es inevitable considerar la influencia
que la filosofía de Feuerbach tuvo en Marx y todo lo que
éste le debe al primero.
El giro fuerbachiano propone acercarse hacia el "hombre
mismo" en la medida en que permite comprender a los individuos
como parte de Dios, que ya no es considerado como una entidad
trascendente sino como el conjunto del género
humano.
Pero el acercamiento que Feuerbach propone entre la
filosofía y el hombre real y concreto es
tan sólo formal, en la medida en que no permite comprender
la diferencia específica entre un burgués
londinense del siglo XIX y un esclavo romano de los tiempos del
César.
Ambos individuos no podrían ser iluminados por la
mirada filosófica más que como componentes del
género humano. Si bien esta perspectiva representa un
cambio
significativo con respecto a la mirada hegeliana, si bien
Feuerbach inicia un "giro antropológico" en la
filosofía, su acercamiento al hombre se queda en un plano
abstracto en tanto no genera las condiciones para pensar al
hombre de carne y hueso real, no aporta ningún instrumento
específico y definido que nos permita delinear un mapa
desde el cual situar al hombre corpóreo, activo y
sensible en el mundo y desde allí considerarlo.
Éste es el punto nodal de la crítica de
Marx. Feuerbach realiza una crítica que sólo apunta
a producir una representación, una idea o un concepto que se
ajuste a la realidad y que supere a las figuras idealizadas, a
los fantasmas que
dominan al hombre, que no son más que enajenaciones de la
conciencia.
Pero Marx señala que para efectivizar la
crítica, para realizarla, para que devenga cuerpo,
carne, tierra, para
producir una superación real de la enajenación religiosa, no se trata de
conceptuar una representación adecuada.
La "representación falsa" acerca de lo real no es
un problema teórico, para Marx, sino un problema
práctico. La enajenación religiosa, por ejemplo, es
un producto de
las relaciones reales entre lo hombres reales. Por tanto, para
realizar la crítica, son necesarios dos momentos de
un mismo proceso: por
un lado considerar las condiciones reales que producen esa
enajenación en el plano de la conciencia, y
simultáneamente transformar esas condiciones reales,
mediante las praxis revolucionaria, considerada esta como
actividad práctico-crítica.
La objetividad de un pensamiento es un problema
práctico, propone Marx en las Tesis sobre
Feuerbach. Este movimiento
teórico nos pone en contacto con dos conceptos
fundamentales para comprender a Marx en su originalidad y en su
critica a Feuerbach: nos referimos a la actividad y al trabajo.
Es el concepto de actividad el que dinamiza la
crítica marxiana a Feuerbach. Marx propone tanto en La
ideología Alemana como en los
Manuscritos parisinos que sus premisas y su punto de
partida no consisten en una situación ideal o un concepto
abstracto, sino en el hombre material y concreto, de carne y
hueso.
En este sentido, el camino es inverso al de los
jóvenes hegelianos: no busca descender del cielo de las
ideas para llegar a los hombres terrenales sino que propone
partir, directamente, de los hombres terrenales mismos. La
inversión de la relación
jerárquica entre cielo y tierra está impulsada por
la noción de actividad, ya que son los hombres terrenales
quienes producen el mundo de los cielos.
Queda evidenciado que el carácter material del
hombre real no agota su ser: el hombre es un ser corporal
inmediatamente activo. La mera pertenencia de los hombres
al género humano no da cuenta de ningún
carácter particular en tanto que existentes. Es mediante
su actividad que producen sus medios de vida
y su vida misma. Es, por tanto, la noción de actividad la
que permite comprender al hombre en tanto que ser existente, ya
que se lo concibe como un productor de su propia
existencia.
La actividad es, para Marx, la forma fundamental del ser
del hombre. Cualquier relación humana con el mundo debe
comprenderse desde el punto de vista de la actividad que el
hombre realiza. El hombre encarna esta dualidad
natural–humana, dualidad activo-pasiva.
El hombre está constituido por impulsos y
energías vitales que se realizan en su exterioridad, en
aquello que no es inmediatamente él. Se realiza en su
relación con el mundo exterior.
Pero esta realización no debe comprenderse como
un mero "exteriorizarse" de la subjetividad: la noción de
actividad es una categoría que denota la
relación misma entre el hombre y el mundo. No hay
aprioridad del hombre con respecto al mundo ni viceversa. La
actividad es la condición del hombre en la inmediatez de
su relación con el mundo exterior.
La relacionalidad entre el mundo y el hombre, entre la
naturaleza y
lo humano, entre el sujeto y el objeto nos impide concebir tanto
al hombre como a la naturaleza como entidades determinadas,
dotadas de un carácter esencialmente prefijado. Tanto el
hombre como su medio están en constante mutación,
producto de la acción
misma del hombre.
En este sentido hay que comprender lo que subrayamos
como la intensión y extensión vital del
concepto de trabajo. Marx no considera al trabajo
como el componente esencial del hombre, pese a lo que puede
leerse en algunos manuales de
filosofía.
El trabajo es una forma determinada de la actividad
humana. Es la actividad vital humana en la medida en que
es la actividad que busca reproducir a la vida misma y, por
tanto, en la medida en que es la actividad creadora de vida. La
reducción del hombre a su condición de trabajador
es una operación práctica y teórica que se
desarrolla en el marco de la sociedad
capitalista que Marx analiza y critica.
Del mismo modo, hay que comprender la dimensión
económica como aquella que contiene el despliegue del
concepto de trabajo y sus distintas determinaciones. Es, en este
sentido, un registro
vital y práctico, un ámbito del
despliegue, reproducción y determinación de la
vida humana.
Comprenderlo tan sólo como un mecanismo de
interacción entre fuerzas productivas y
relaciones de producción es concebirlo tan sólo en
su forma más abstracta: si no se avanza en sus
determinaciones concretas se oculta que la estructura
económica es el territorio del desarrollo vital del
hombre, como ser existente, de carne y hueso, situado, que
modifica al mundo y a sí mismo con su praxis.
El territorio económico se alimenta y se
desenvuelve por y sólo a
través del trabajo humano mismo. Es una
dimensión de la vida humana cuyo único contenido
está dado por el flujo de la actividad humana misma, y
cuya estructuración se constituye de cristalizaciones
determinadas de ese flujo vital.
Esta perspectiva filosófica vital y
práctica es la que permite actualizar el pensamiento de
Marx, ya que si bien podemos apropiarnos de sus conclusiones, nos
propone un modo de acercamiento para comprender al hombre
en su existencia concreta, fundamental,
práctica.
Cárdenes, Ramiro Ernesto
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