Sin ning�n �nimo de molestar a las susceptibilidades reinantes en los temas de inter�s social, pero renuente al escondrijo en el refugio conceptual-filos�fico de las discusiones acad�micas sobre cosas como la "Anfibolog�a de los conceptos de reflexi�n", donde nada molesta porque nada importa, rechazando la ca�da inversa en los t�picos repetitivos de cada moda discursiva. No voy a discutir ni mucho menos refutar lo ya dicho en estas p�ginas por personas muy estimables y harto razonadoras -salvo muy colateralmente- puesto que la intenci�n de este art�culo no ser� otra que, como reza el encabezamiento, contribuir a presentar, someramente, algunas cosas de las que dos importantes fuentes del materialismo cl�sico -nada menos que Marx y Freud– han discurrido sobre el tema que nos ocupa.
De este modo creemos que se incidir� en que podamos contar con tales referentes a la hora de reflexionar nosotros, en la actualidad, sobre el asunto de una pol�mica que resurge y se oculta seg�n bandazos medi�ticos de forma nos evitemos descubrir el Mediterr�neo o reproducir, una vez m�s, los mismos argumentos de siempre.
Ninguno de los que participamos en Rebeli�n estamos conformes con la sociedad capitalista en la que todo es considerado mercanc�a, valor de cambio, sin atender a lo cualitativo y s�lo considerando lo cuantitativo, sin ninguna �tica m�s que el beneficio y el inter�s econ�mico. Adem�s del dinero otros valores gobiernan nuestras vidas. Estaremos de acuerdo entonces al menos en lo indeseable de tal r�gimen de vida y discreparemos, en todo caso, en el modo en que pudi�ramos manifestarnos en contra y arbitrar formas distintas de comportamiento y acci�n.
Ahora bien, si bien es cierto que nadie desear�a para su hija que tuviera que venderse como mercanc�a o fuese vendida como esclava en la forma de fuerza de trabajo sexual; una moral hip�crita coexiste y se imbrica con el intercambio de valores de cambio. Por eso muchos padres de familia se esmeran en el cuidado de sus hijas adolescentes mientras consumen a jovencitas de su edad en el infame mercado que las oferta. El matrimonio de conveniencia fue un invento aristocr�tico que asumi� la burgues�a tras la Revoluci�n francesa y por eso la sociedad burguesa es fundamentalmente hip�crita, est� llena de actores -eso significa hipocrit�s en griego cl�sico- convencidos de que lo que realmente importa es el aparecer y no el ser.
Adem�s, en el imaginario masculino yace la permisividad y complicidad en las ignominiosas acciones de componente sexual de los varones, de modo que al despedir a un soltero se le lleva a un prost�bulo antes de le pongan "esposa" o "conyuge" y quede atado o al adolescente que se quiere iniciar en el mundo de los viriles se le lleva a un lenocinio para que aprenda que la uni�n con otra persona no implica el que desees a esa persona sobre todas las dem�s. Por el contrario, en el imaginario femenino yace la moralidad opuesta, seg�n la cual la virginidad se valora y cotiza, siendo excluyente del grupo de g�nero un comportamiento promiscuo, pagado o no. En esas conductas no s�lo pierden las mujeres sino tambi�n los hombres y es al menos discutible que quienes aceptan la doctrina de raigambre realitico-liberal seg�n la cual: el amor es una ilusi�n rom�ntica pasajera y hay que ser pragm�ticos, sean s�lo los varones.
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