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La sociointercultural: Visiones y desviaciones



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Los Paradigmas de
    la sociointerculturalidad
  3. Bibliografía

Resumen

La Sociointerculturalidad y el concepto
sociointercultural por razones de políticas
étnicas y de estrategia de dominación no se
afrontan como cuestión social teórica.

Se plantea que la realidad es innegable y que fue el
conflicto de la dominación que pretende involucrar las
discusiones sobre los resultados ignorando los
orígenes.

Tener una visión sociointercultural y
siendo étnico representa una posición de
análisis correcto de la realidad.

SUMMARY

The Sociointerculturalidad and the
sociointercultural concept for reasons of ethnic
policies and strategy of domination do not confront like
theoretical social question.

One considers that the reality is undeniable and that
was the conflict of the domination tries to involve the
discussions on the results being ignored the origins.

To have a sociointercultural approach and being
ethnic represents a position of correct analysis of the
reality.

La sociointerculturalidad es un suceso que
advierte la íntima relación entre la naturaleza, la
sociedad y la cultura (Ochoa, 2006). Es un hecho que nadie puede
negar y sin embargo, muchos se niegan a ver.

La profunda relación entre el hombre y la
naturaleza, es una evidencia observable que convierte el esfuerzo
humano por adecuarse en un trabajo cultural. A este evento de
permanencia transformadora le llamamos hábitat, el
escenario de nuestro espacio para la convivencia social y
cultural.

La flora, fauna, los ríos, mares, los colores, el
clima, es decir, todas las manifestaciones de la naturaleza en
una región, están íntimamente relacionados
con la sociedad que geográficamente le es pertinente como
lo están los hechos que en ella acontecen. Estos sitios,
al igual que los acontecimientos que le son propios, producen
imágenes a los cuales el hombre, de acuerdo a su
experiencia, les confiere un valor (Sigal y Moiseev,
1989:20).

El mundo, indígena, su cosmos, está
intrínsicamente relacionado con la naturaleza, no
sólo con nuestra madre Tierra y el
señor Sol, sino también con el cosmos y su
mundo espiritual.

Se trataría, para quien busca definiciones de
sociointerculturalidad, de identificar esa
relación de significados como componente fundamental de la
cosmovisión indígena con el entendimiento,
explicación y en su caso la posesión de los bienes
que se requieren para la interacción de las fuerzas
naturales. Esta es la forma de entender, desde tiempos
inmemoriales los sucesos que fueron dando vida a explicaciones
prácticas de los procesos culturales.

La tradición señala que como elementos
componentes, estamos asociados, ligados, cohesionados como afines
a la concordancia íntima con la naturaleza. La naturaleza
es parte del espacio sideral o universo, donde se encuentran el
sol, la luna, los planetas, estrellas, asteroides, vía
láctea, así como el entorno que nos
rodea.

En suma, el hombre tiene un papel ambivalente en cuanto
a la naturaleza, porque es un ser determinante en su
autonomía pero a la ves es parte de la naturaleza misma.
El ser humano, dirían los especialistas tiene el don
exclusivo del albedrío. Desde este enfoque, este arbitrio
determina la condición autónoma del hombre en
sociedad y a la vez sus compromisos regulados por la vida en
común.

Y sin embargo, en la naturaleza, la sociedad y su
cultura este espacio de libertad espiritual original del ser
humano conlleva a una dependencia que tiene muchas aristas,
porque la expresión cultural se explica y concreta en
conductas socializadas, es decir reguladas por normas, modos,
usos y costumbres. Esto sucede en todas las sociedades,
tecnológicas o no. Estamos aquí describiendo los
papeles del mismo ser humano para coexistir en su sociedad y de
esa sociedad para realizarse aprovechando los bienes de la
naturaleza.

Ante esta consideración, el hombre no puede vivir
aislado, ni en confrontación con su propia vida social.
Nuestra naturaleza nos predispone a la participación
colectiva y a la convivencia armónica con la sociedad. A
través de estas adaptaciones se desarrolla una conciencia
de grupo, se comparten ideas, valores, metas, objetivos y
afectos; en suma nace la sociedad. El hombre ha creado
vínculos afectivos y sociales, ha producido
símbolos y valores así como ha desarrollado formas
complejas de comunicación que le han permitido producir
nuevas condiciones de vida, costumbres y tradiciones que
conforman su cultura (Rodríguez, 1998:1-17).

Como comenta Puga (1999: 55-57) uno de los elementos
muy importantes de la sociedad es la cultura.
Afirmó
que la cultura es ese todo complejo que incluye las formas de
nacer y de morir, de casarse, de comer; de solidaridad social,
creencias, mito, tabúes, la interacción social,
conciencia, arte, moral, leyes, costumbres y tradiciones, pero
también a los patrones de producción y de
organización social y política, así como
cualquier otra capacidad y hábitos adquiridos por el
hombre como miembro de la sociedad.

Si el termino sociedad alude a un agrupamiento con su
sistema de relaciones entre los individuos, la cultura se remite
a la forma de vida de esos individuos o grupos en el interior de
una sociedad, a sus patrones de trabajo, a sus ceremonias
religiosas, a sus valores y creencias, pero también a los
bienes que producen y que tienen significado para esa sociedad.
Son cultura el lenguaje, la religión y la ciencia, la
policía, la guerra y el dinero. Ninguna cultura puede
existir sin sociedad y sin sociedad no hay cultura, se puede
decir entonces que el concepto de sociedad se refiere al sistema
de relaciones entre individuos que comparten una misma cultura
(Puga, 1999:57).

Shapiro (1975: 231), resume que los seres humanos son
únicos entre todas las criaturas del reino animal por su
capacidad para crear y sustentar cultura. Cada sociedad de
hombres posee su propia cultura distintiva, de tal modo que los
miembros de una sociedad se comportan de modo diferente en
algunos aspectos importantes de los miembros de cualquier otra
sociedad.

La cultura es el resultado de la interacción
entre la sociedad y la naturaleza, mediante el proceso de la
producción material y espiritual. Por tanto, la base donde
se genera la constelación o el complejo cultural de una
sociedad dada, y como dicho proceso es social, sociedad y cultura
son aspectos inseparables (Sánchez, 2002:29). Esta
visión es fundamental para entender el concepto
sociointercultural.

Entre los autores especializados es muy común
hablar de lo sociocultural y en torno a esta idea las propuestas
se multiplican. El concepto sociocultural es incompleto aunque
refleja una realidad. El problema es que se desea graficar las
relaciones no interétnicas sino las registradas en la
dinámica del encuentro de las sociedades y las culturas y
a este fenómeno se le llama
sociointerculturalidad. Igualmente podemos decir que la
propuesta de interculturalidad e
intersocialidad también son conceptos operables,
siempre y cuando nos detengamos en su condición
significativa, es decir semiótica por que aquí lo
que vale es la intencionalidad del concepto como herramienta de
conductas sociales. Cada vocablo representa un significado y en
esto no podemos equivocarnos, sobre todo cuando el concepto tiene
una proyección histórica tanto en su
diacronía, en su sincronía, como
en su proscronía.

Apple tiene muy en claro la diferencia entre sociedad y
cultura, Este analista propone que la sociedad se concibe
constituida por tres esferas: la económica, la
cultural e ideología y la
política. Guerra García (2005:18), habla
de algo no entendible cuando hace referencia a las tendencias que
buscan a la sociedad en estructura y cultura, sosteniendo que
esta intención, sin explicar los conceptos,
únicamente ayuda a consolidar tendencias hacia el
esencialismo y el reduccionismo en la forma de pensar sobre los
grupos étnicos. El punto de vista y contribución de
Apple requerirá ser ampliado en cuanto a que toda cultura,
por ser producto de una sociedad, está necesariamente
vinculada a la naturaleza.

Al sustentar las visiones de la sociointerculturalidad
como concepto de operación, se choca con quienes
están proponiendo clasificaciones o identificando
doctrinas de pensamiento social pensando únicamente en uno
de los elementos del componente real. Siempre, para cualquier
análisis debe tomarse en cuenta que el escenario
está compuesto por una realidad tridimensional:
naturaleza, sociedad y cultura.

Ochoa Zazueta (2003) citado en Guerra García
(2005:18-19), afirma que los conceptos de sociedad, cultura y
etnia van más allá del cosmos de los pueblos
indígenas, porque la comunicación, la vida social y
la relación cultural ahora se están dando en una
disyuntiva de macro dinamismo en donde las fronteras
lingüísticas y territoriales dejaron de ser factores
definidores de cohesión. Esto sugiere la
modificación del concepto elemental de realidad, pues
ahora la naturaleza deja de ser el entorno local para ignorarse
como vivencia global. La etnicidad y este concepto es fundamental
en los análisis pluriculturales, es una consecuencia
cultural expresada en determinada sociedad y que por su complejo
desarrollo ofrece horizontes conceptuales que se especifican en
estadios intersociales. Esto quiere decir que la etnicidad existe
porque hay otras etnicidades, con las que las sociedades se
confrontan. La identidad social, se reanima en las crisis de
tensión intersocial.

Estos estadios intersociales no se refieren a una simple
negociación o tregua y como dice Touraine (2000: 55), ya
no es posible las mediaciones sociales, ni siquiera nos queda la
posibilidad del diálogo entre las culturas, sino
más bien la búsqueda de alternativas y propuestas
claras de autonomía, valores, practicas y la
participación en el mundo tecnológico y de los
mercados que se confrontan o crean sin perder la identidad y la
propia memoria cultural de los grupos e individuos. Y entonces es
cuando se opone el problema fundamental de la sociedad conformada
como aglutinamiento pluriétnico, con las propuestas
aculturativas.

El enfoque sociointercultural y en esto estamos
de acuerdo, busca interactuar dinámicamente en la
macroperspectiva de las esferas políticas,
económicas y culturales y en la microperspectiva de la
interrelación de género, clase y etnia. El
currículum sociointercultural es multidimensional,
contiene el análisis de lo diverso, de lo cotidiano, de
las clases sociales, de la cultura popular, del herramental
tecnológico de la globalización, de la pobreza,
así como los problemas de la humanidad (Guerra
García, 2004: 134).

Alfonso Caso citado en Sandoval Forero (2004), en un
discurso mencionaba que el problema de los indios era su cultura
atrasada y que en el tenor de conformar una sola
nación en 20 años se deberían de acabar los
indios incorporándolos al sistema nacional a través
de la educación. Se crea o no, esta visión fue
manifiesta por una de las inteligencias más connotadas de
los mexicanos, posición que sigue siendo una postura
gubernamental y que se defiende por los voceros del colonialismo
y de la delincuencia sociológica.

Guerra García (2005: 19) manifiesta que el
problema de los indígenas en México, no es su
cultura sino la pobreza en la que están inmersos. El reto
consiste en encontrar estadios intersociales que ofrezcan con
mayor dignidad su coexistencia con otros grupos culturales ante
la globalización. Por su parte Ochoa Zazueta asegura que
el problema de los etnios, no es su pobreza, ni una posibilidad
de estadios intersociales. No está de acuerdo con Guerra,
de quien manifiesta no ha entendido con claridad o
desvirtúa el concepto sociointercultural. El
problema básico de los etnios, asegura Ochoa Zazueta es la
imposición de una sociedad opresora que a través de
la dominación busca exterminar la expresión
indígena, agrediendo a su cultura y supeditando a su
sociedad. Los espacios intersociales tienen que explicarse,
porque semióticamente un espacio es un continente de todos
los objetos sensibles que existen a la vez, es un tiempo,
también una capacidad de sitio pero también lo
culturalmente real. La posibilidad de espacios intersociales,
entre los etnios, nadie la puede negar, ni
sociológicamente hablando ni físicamente descritos.
Podría ser una perogrullada que desvíe la identidad
de las fuerzas de opresión. Más seria la
cuestión a la que nos quiere llevar Guerra es en la
confusión de lo dinámico con lo estático. Si
Guerra García se refiere (2005) a un estadio intersocial,
está hablando de una etapa, de un proceso, de una fase o
de un periodo. Si su referencia teórica es sobre los
estadíos, entonces estamos tratando de un momento dado, la
detención, lo permanente, el asiento, lo estable.
¿Cómo involucrar en estos conceptos el proceso
sociointercultural? Si se trata de encontrar
estadíos intersociales que ofrezcan con mayor
dignidad su coexistencia con otros grupos culturales, entonces
estamos buscando etapas y procesos, pero si en cambio buscamos
estadios, entonces vamos a identificar fases o periodos
de realidades indígenas manifiestas. ¿Y esto para
qué?, ¿se trata de en un tiempo dado media el hecho
de la pobreza?, ¿Se pretende identificar el proceso de
desarrollo de la pobreza?.

El asunto es que de la acción desmedida y obvia
de la sociedad predadora, hay una condición social
evidente en los grupos indígenas como cuestión y
resultado de los procesos de dominación,
supeditación y explotación de la sociedad mestiza
que debe denunciarse sin extravíos
académicos.

Guerra García (2004: 132) hace también
referencia a la idea de la sociointerculturalidad como
fuente para derivar principios que permiten conjugar lo social,
tecnológico y económico ante la diversidad, a
través de la voluntad y el desempeño de cada actor,
individual o colectivo, pero no hace referencia a lo fundamental
de la educación sociointercultural.

Las Universidades Indígenas son la
materialización de los sueños y de los ideales mas
sublimes que los indígenas han tenido en el trascurrir de
su historia. Tiene cimientos en el sueño y en la
búsqueda del etnio que aspira a la libertad estableciendo
referencias de luchas, contradicciones y voluntades
interminables.

Los Paradigmas de
la sociointerculturalidad

El análisis del concepto
sociointercultural
tiene que ver con una amplia gama de
variables. Es como una montaña en el centro de un rico
valle, que nadie quiere ver, que siendo tan presente,
determinante y obvio, todo mundo hace quiere mantener
invisible.

Esta conducta no es cosa nueva. La decisión de
atender el bono humano indígena buscando su desaliento
cultural, se tomó en el momento del contacto entre las
culturas foráneas de conquista y sus dirigentes. Se
trataba de ubicar en un sitio marginal a los habitantes
americanos y la solución fue eliminarlos del futuro de una
nación, ignorando su sociedad y modificando su
cultura.

El enfoque cultural, en visiones como las de Malinowsky
o Frazer, es el meollo del llamado y desprestigiado culturalismo.
Es el mismo que mantuvo a los africanos domeñados, a los
indios amontonados, a los chinos con los ojos cerrados y que
aún se aplica en el indigenismo mexicano patrocinado por
el Estado y llevado a efecto por sus intelectuales
mercenarios.

Ochoa Zazueta (2006), argumenta que no se tiene que
discutir mucho, porque quienes insisten en la sociedad
clásica Durkheimiana o en la cultura estilo Toynbee o
Weberiana, impulsan una teoría para la dominación.
Esa es la acusación más seria y el bagaje de
pecados que los culturalistas tienen en su conciencia y que en
México ha sido capaz de borrar de la faz de la tierra a
culturas milenarias.

En América Latina el culturalismo colonial ha
sido llevado hasta las Constituciones y su avance ha sido tan
logrado que sus propagandistas llegan a identificarlo como uno de
los avances nacionales más aplaudibles. En esta
circunstancia está Bolivia, Perú, Ecuador y
Guatemala. Hacia estos objetivos se pretende llevar
definitivamente a la sociedad indígena por los organismos
oficiales.

La realidad, cuando se observa, no requiere de muchas
explicaciones. Sus componentes elementales de naturaleza o
espacio ecosistémico, sociedad y cultura, nadie puede, con
éxito negarlos. Quienes se mantienen interesados en seguir
con el estado de cosas para la supeditación,
trabajarán únicamente con uno de estos tres
elementos, como es el caso de la interculturalidad, cuando es una
forma de entender y explicar la realidad sin tomar en cuenta a
sus productores ni su cosmos. La cuestión no es el choque
de las culturas o de sus relaciones; esto es innegable, el
problema es cómo la sociedad puede trascender manteniendo
y enriqueciendo su cultura y a la vez respetando a otras
sociedades y a otras culturas, que desde luego puede
poseer.

Morín (1999) citado en Ramírez (2001)
explica que como cualquier revolución, una
revolución paradigmática ataca evidencias enormes,
lesiona intereses enormes, suscita resistencias enormes. Lo que
se profana son las verdades sagradas y los tabúes. Toda
una práctica pierde su sentido. En ocasiones se ve
amenazado todo el orden social. La revolución
paradigmática no sólo amenaza a los conceptos, las
ideas, las teorías, sino también al status, el
prestigio y la creencia establecida, por eso hablar de paradigmas
es hablar de revoluciones científicas.

Ramírez (2001) comenta que los paradigmas traen
cambios y con el cambio todo vuelve a cero, es decir, un nuevo
paradigma recontextualiza los avances o retrocesos de una
sociedad. Los paradigmas irrumpen como pensamiento emergente en
contra de viejas estructuras paradigmáticas. En este
sentido cuestionan a la sociedad, a los estereotipos sobre la
cual se cimienta y propone una nueva forma de ver el mundo en los
campos científico, social y económico. Para resumir
qué son los paradigmas diríamos que un paradigma es
una cosmovisión particular de ver el mundo que cuestiona
el orden establecido, lo somete a una continua crítica y
determina grandes transformaciones.

El entorno natural del México de hoy, la
naturaleza, su transformación y sus nombres, atestiguan a
cada paso la presencia insoslayable de una civilización
milenaria ¿Qué decir de los hombres y sus rostros?
la cultura no se hereda como el color de la piel o la forma de la
nariz, son procesos de orden diferente, social el primero y
biológico el segundo. La discriminación de lo
indio, su negación como parte principal de nosotros, tiene
que ver más con el rechazo de la cultura india que con el
rechazo de la piel bronceada. Se pretende una vinculación
real con la civilización Mesoamericana, la presencia
rotunda e inevitable de nuestra ascendencia india es un espejo en
el que no queremos mirarnos (Bonfil, 1989: 39-43).

Los indígenas fueron forzados a renegar de sus
tradiciones y a destruir su memoria histórica como el caso
de los mexicas que habían almacenado sus conocimientos a
cerca de los cosmos, la naturaleza y la historia del grupo
(Florescano, 1999: 195).

Hablar de México, es hablar de un país con
una enorme tradición histórica. Es mover los hilos
de un enorme tejido de culturas que tienen su propio pasado y su
propia herencia. Desafortunadamente, esta multiplicidad ha sido
negada a lo largo de los años que han pasado desde la
conquista, buscando entender a las diversas culturas asentadas en
nuestro territorio exclusivamente bajo la mirada y los patrones
occidentales.

Villoro (2002: 40) describió que en la comunidad
indígena se conserva, en gran parte, costumbres e
instituciones antiguas, en sincretismo con las creencias y formas
de vida cristianas; las comunidades mantienen los servicios y el
espíritu comunitario, el nombramiento directo de sus
propias autoridades; de hecho, tienen cierta autonomía
frente a las autoridades coloniales. En realidad, como expresa
Miguel de León-Portilla conservan su identidad como
pueblos originarios, aun cuando a acomodándola a las
circunstancias en que han tenido que vivir.

El resultado observado es el proceso violentado de una
historia cultural milenaria cuya huella profunda no ha podido ser
borrada por los cambios de los últimos 500 años.
Los testimonios de ese largo proceso civilizatorio nos rodean por
todos los rumbos. Estos intereses e niegan a enfrentar el
concepto de sociointercultural, ya que aunque siempre se
tiene enfrente, un rostro, un nombre, una manera de sentir y de
hacer ciertas cosas que reiteran la continuidad dinámica
de lo que se ha creado a lo largo de muchos siglos sin visiones
integradas y criticas. Los indígenas no son objetos, seres
ni hechos mudos, simplemente se les ignora persistiendo en no
verlos, ni sentirlos, en no escucharlos ni aceptarlos (Bonfil,
1989: 32).

Al suponer que se está tratando de integrar a las
culturas indígenas al desarrollo nacional, lo único
que se ha hecho es negar su origen y segregarlas de este
México imaginario, que se ha creado tomando como modelo a
las civilizaciones extranjeras. Se hace invisible la sociedad, se
ignora el hábitat y se busca modificar la
cultura.

Como se ha visto, a pesar de todos estos embates, los
grupos étnicos revitalizaron una y otra vez sus antiguos
lazos de identidad. Al verse obligados a convivir con sus
dominadores, desarrollaron nuevas formas de solidaridad y
lograron hacer pervivir, a través de una dinámica
de intercambio y adaptación con la sociedad y la cultura
dominante sus propias tradiciones (Florescano, 2002:
318).

El orden colonial es por naturaleza excluyente: descansa
en la incompatibilidad entre la cultura del colonizado y la del
colonizador. Los propósitos de la colonización se
cumplen solo en la medida en que el colonizado cambie su forma de
vida para ajustarla a las necesidades y los intereses de la
empresa colonial. La exclusión significa que a la cultura
del pueblo dominado no se le reconoce valor en si misma. Es una
cultura negada, incompatible, no se somete al colonizado para
quitarle lo que hace o produce, sino para que haga o produzca
otra cosa; en esta dominación se niega el otro, su cultura
y su proyección se vuelven incompatibles, inexistentes. El
sistema de control cultural que se instaura muestra claramente
esa exclusión, resultado de la imposición de una
civilización diferente (Bonfil, 1989: 121).

Lombardo (1992: 208) aseguró que los humanistas,
por su parte, estimaron que los indios no solo son seres
inferiores a los españoles o a los europeos, hubo
españoles que declararon que los indígenas no eran
hombres inferiores, sino que no pertenecían a la especie
humana, que eran seres irracionales y que por lo tanto no
podían recibir la religión, ni podían
trabajar como peones de sus conquistadores. Deberían ser
despojados de sus bienes y empleados como bestias en el cultivo
de la tierra y en las labores de las minas sin
consideración a su esfuerzo, su libertad y hasta su propia
vida, pues carecían de alma necesitada de
salvación. No eran hombres, sino entonces se les llamaba,
brutos animales y por ello su destino era la esclavitud. Con
estas concepciones es bastante difícil avanzar en el
concepto de sociointerculturalidad.

La opresión de los pueblos indígenas es
obra de los no indios, pero también lo es el indigenismo
que pretende ayudar a su liberación. Mientras sean los
mestizos y criollos quienes decidan por los indígenas,
ellos seguirán siendo objeto de la historia que otros
hacen. La verdadera liberación del indio es reconocerlo
como sujeto, en cuyas manos está su propia suerte; sujeto
capaz de juzgarnos a nosotros con sus propios valores, como
nosotros los hemos siempre juzgado; sujetos capaces de ejercer su
libertad sin restricciones, como nosotros exigimos ejercerla, ser
sujeto pleno es ser autónomo, el problema indígena
solo tiene una solución definitiva; el reconocimiento de
la autonomía de los pueblos indios (Villoro, 2002: 79). El
ofrecer otros caminos, como los estadios o los estadíos,
es jugar la intención del colonialismo.

Lombardo (1992: 230) opinaba que no podemos resolver el
problema de la incorporación de los núcleos
indígenas en la vida de la nación mexicana
tratándolos como menesterosos, como individuos que
extiende la mano para recibir una limosna, ni como irracionales
ni como retrasados mentales, tenemos que tratarlos como hombres,
como seres humanos y la única forma de hacerlo es saber
que quieren, que piensan y que se proponen, cual es su
tradición y su esperanza. Los problemas de los indios en
México, hay que resolverlos de otro modo, pues en esta
dirección seguirán siendo las victimas de los
mestizos y de los blancos de los pueblos y de las
ciudades".

Los seres humanos somos la única especie que ha
basado su supervivencia en su capacidad de crear cultura, ya que
en un momento dado de nuestra evolución, nuestros
antepasados desarrollaron sus propias estrategias para sobrevivir
y dejaron de actuar según dictaban los imperativos
biológicos o instintos. En ese momento, empezaron a
adaptar la naturaleza a sus necesidades. Por ejemplo, si un
sujeto vive en un sitio donde tiende a llover con mucha
frecuencia, en vez de permanecer en su hogar, para poder salir
sin mojarse, inventa el paraguas (Rincón del Vago,
1998).

Notamos que la cultura, en sentido extenso no es el
resultado de la libre imaginación del hombre, sino la
creación que el hombre ejerce sobre su ambiente natural y
de la interacción social o intersocial de los miembros de
un grupo (Perrot, 1979: 39).

Se le da más preferencia al concepto de cultura
soslayando el de la sociedad. La cultura se encuentra
continuamente cambiando o bien por la integración de otras
culturas debido a inmigración, por invenciones o
creación de nuevos elementos, por descubrimientos como
consecuencia de investigaciones científicas, por
difusión cultural o la transmisión de rasgos
culturales de una cultura a otra. Estos cambios también
expanden la capacidad de comunicación desde casi todos los
rincones del planeta (Rincón del Vago, 1998).

En la escuela, en la universidad, en los medios de
comunicación, se oculta nuestra verdadera identidad y
nuestra historia, se continúa fomentando la
aculturación de nuestro pueblo. Pero, a pesar de todas las
represiones sufridas desde la pérdida de la libertad de
los indígenas lo más profundo de nuestro sustrato
cultural ha sobrevivido (Asamblea Nacional de Andalucía,
2006).

Hay que dejar bien en claro que la cultura no debe
confundirse con la sociedad, el grupo humano del que ella emana y
que ella lo caracteriza. Cuando la sociedad esta ligada al
espacio, a no ser que haya migración colectiva, la cultura
puede desplazarse o exportarse. Los encuentros de culturas son un
fenómeno permanente de la historia, ya sea a través
de las guerras y las conquistas o por los medios de
comunicación pacíficos. Aquel que sale de su
espacio cultural puede asumir el papel de agente de
transformación de la cultura encontrada, así como
de su propia cultura, una vez reintegrado a ella (Perrot, 1979:
41).

Podría haber la decisión de dedicar la
máxima atención para que nuestra escuela nunca
más sea centro de anulación de la cultura y
sí, con una formación docente adecuada,
cátedra divulgadora de nuestra historia, cultura y
valores, creadora de hombres ilustres, sabios y humanos. Para
ello, es necesario el convencimiento de los docentes en el
sentido de lo social anteponiendo los intereses del alumnado a
los suyos propios y los medios físicos necesarios para que
el esfuerzo humano consiga sus objetivos (Asamblea Nacional de
Andalucía, 2006).

Las formas culturales pueden ser utilizadas como
instrumentos ideológicos al ser inducidas en otras
comunidades. Ejercen entonces una función de
dominación. En las situaciones de dependencia, la
enajenación en la cultura del dominador suele ser mayor en
los grupos privilegiados de la comunidad dominada. Se origina a
menudo en una capa social cuyos intereses están ligados al
dominador, en forma consciente o inconsciente y que sólo
es capaz de producir y transmitir una cultura imitativa, reflejo
y repetición de la metrópoli. La cultura de la
metrópoli puede servir, a su vez, a la dominación
de esos grupos privilegiados sobre otros grupos (Villoro, 2002:
118).

¿Cómo llegamos a donde estamos? Resulta
claro que el desequilibrio en que se debate la cultura nacional
es la expresión actual de un largo proceso
histórico cuyo origen se encuentra en la
instauración del régimen colonial, hace 500
años. A partir de ese momento se puso en marcha un sistema
de control cultural mediante el cual se fueron limitando de
decisión de los pueblos colonizados y se les fue
arrebatando el control sobre muchos de sus elementos culturales,
aquellos que en cada momento histórico resultaban de
interés para la sociedad dominante (Bonfil, 1989: 110). La
decisión colonial fue determinante; desvirtuar la cultura,
ignorar la sociedad; arrebatar el hábitat ¿puede
haber un arma más peligrosa para provocar la
extinción?

La interculturalidad implica la existencia de
relaciones asimétricas respetuosas e inteligentes, entre
los diversos grupos y poblaciones, en todos los dominios:
económico, social, político,
lingüístico y cultural en lo general. Esto genera una
situación de conflicto cuyos efectos son la intolerancia,
la marginación, la discriminación social, la
dominación ideológica, la usurpación de
derechos (lengua, tierras, educación, servicios) y la
desigualdad económica, susceptibles de expresarse, por
ejemplo, en las relaciones de mercado (Godenzzi, 1997:
2).

En los últimos 15 años se ha venido
presentando una prostitución de los conceptos de las
ciencias sociales, por parte de funcionarios, políticos,
académicos y organismos internacionales. En el mundo de la
burocracia, de los políticos, de los spots televisivos, de
las campañas políticas y de lo que pretende influir
en la opinión pública, todo es cultura y en la
educación se habla de lo intercultural.

No sólo en México sino en toda
América Latina el concepto de interculturalidad
es utilizado por el discurso oficial de los Estados en el
contexto de la gobernabilidad, el poder, la globalización
y el desarrollo. Claramente, no hay medida de limitación
en este plan. La interculturalidad es ahora una
herramienta para derrumbar el espacio étnico y lo que es
peor, en muchos casos aplaudido por los propios indígenas
y los intelectuales que han aprendido a vivir de lo
indígena como tema profesional.

Los académicos incursionan en reflexiones
teóricas sin que aún se logren políticas
definidas que definan críticamente la
interculturalidad, en torno a relaciones
interétnicas e interculturales de respeto, reconocimiento
y justicia para los pueblos indígenas (Sandoval Forero,
2005: 9).

El colmo del desorden conceptual sucede cuando
García (1997) describe la interculturalidad como
un método de enseñanza y aprendizaje que se basa en
un conjunto de valores y creencias democráticas y que
busca fomentar el pluralismo cultural dentro de las sociedades
culturalmente diversas en un mundo interdependiente. Dice,
graciosamente que la interculturalidad
es un modelo
educativo que propicia el enriquecimiento cultural de los
ciudadanos, partiendo del reconocimiento y respeto a la
diversidad, a través del intercambio y el diálogo,
en la participación activa y crítica para el
desarrollo de una sociedad democrática basada en la
igualdad, la tolerancia y la solidaridad. Se observa así
la deslegitimación inmoral del concepto.

Dentro de este marco general, podemos preguntarnos
cuáles son los actores entre quienes se establecen
virtualmente relaciones interculturales. Se trata de
países, regiones o zonas, donde encontramos poblaciones
indígenas, campesinos pobres y jornaleros, grupos
urbano-marginales, federaciones y confederaciones
indígenas y campesinas, familias, grupos, sectores de
etnios, etc. Y también como posibles actores
antagónicos, hacendados agroindustriales, empresas
petroleras, empresas mineras, madereros, extractores,
comerciantes, campesinos ricos, grupos religiosos, el Estado y
sus dependencias. Las relaciones que se generan entre ellos
están teñidas por la dominación
política, la dependencia económica y la
alienación ideológica, lo cual fomenta la
agresión cultural y la negación del derecho de los
grupos marginados (Godenzzi, 1997: 3). Esto se pone al rojo vivo
cuando las universidades no se involucran con sensatez en el
paradigma y es peor cuando se trata de Universidades
indígenas que entregan su desideratum al servicio de la
sociedad opresora.

La educación intercultural es un
procedimiento político y público pertinente y
orientado a la resolución o el estímulo de un
problema fundamental: la educación para indígenas
en condiciones de fragmentación social con fines de
anulación. El diseño operativo intercultural en
nivel de educación superior y media superior, es una
estrategia paralela al llamado proyecto nacional de
educación bilingüe. Para hacer operativa dicha
política social, en México se ha instaurado las
primeras universidades interculturales, que aunque se sabe su
finalidad, aún no es tiempo de involucrarlas en un
análisis crítico.

Guerra García (2004: 135) habla de la
educación multicultural e intercultural
y exhibe posturas muy ingenuas ante una realidad tremendamente
más compleja y que, lejos de proponer una
emancipación de los grupos oprimidos, sirven de
engaño para preservar a los grupos de poder. Estas
políticas educativas neoliberales en México se han
orientado a mostrar las estrategias orientadas al desánimo
del crecimiento étnico.

Sandoval Forero (2005: 31) agrega que fomentar la
educación intercultural en México y en
América Latina ha sido en su pensar y en su actuar un
ejercicio que no trasciende el ámbito académico
para atender a los otros, con el propósito de que se
integren a la dinámica escolar. Son políticas del
indigenismo en tiempos de la globalización que hacen que
la diversidad no trascienda el aula ni se relacione con su
contexto social, económico y cultural, es decir que no
haya empoderamiento práctico por parte de los
indígenas. Sandoval Forero no señala quién o
quiénes son responsables de esta afectación a la
sociedad nativa.

En una situación como ésta, la
implementación de políticas culturales,
lingüísticas y educativas encuentra duros
obstáculos. Si bien existen marcos legales que reconocen
la diversidad existente, en la práctica éstos no
llegan a concretizarse. En lo que corresponde a la
educación, se implementa un modelo educativo
homogeneizador, que no responde a la diversidad pluricultural de
la población nacional y que apunta a mantener el sistema
vigente (Godenzzi, 1997: 3).

En el terreno de la educación indígena
resulta poco acertado plantear como objetivo una educación
intercultural, puesto que la interacción de hecho se
presenta en todos los ámbitos de las relaciones entre
indios, mestizos y Estado, pero en condiciones desfavorables para
los primeros, que generalmente son de dominación y de
discriminación.

Pensar en una educación intercultural, separada,
aislada y divorciada de las relaciones interétnicas y de
la realidad social del mundo indígena, no es más
que un sofisma del nuevo indigenismo intercultural; pues
la relación de culturas no está exenta y más
bien presupone la imposición del sistema cultural
dominante. Esta interculturalidad esta promoviendo la
dominación y dependencia de las etnias indígenas,
debilitando su matriz cultural, con miras a la transición
hacia la otra cultura (Sandoval Forero, 2005: 12).

La interculturalidad como propuesta, desde el
punto de vista del trabajo concreto en un aula, en una escuela,
es una construcción que no se sabe de antemano cómo
es; es un imaginario y quizás, eso se verá, un
inédito no viable en sentido freireano. No puede ser nunca
una propuesta unidireccional de trabajo porque para que haya
interculturalidad tiene que haber dos culturas cuando menos que
estén funcionando en equilibrio natural; por el sencillo
hecho de que la interculturalidad, es un asunto entre
culturas. Si hay una escuela que tiene un programa educativo
cultural hegemónico y diseña una adaptación
para enseñarle a la otra cultura, aunque sea lo de ella,
eso parece que no es interculturalidad; quizás
sea el principio de una descontrucción de la
educación homogeneizadora y asimilacionista, pero
quizás también siga siendo educación
impuesta y disciplinadora, por más que se pretenda que es
bicultural (Facultad de Ciencias de la Educación, 2006).
La educación intercultural bilingüe promovida por el
Estado, si toma en cuenta a varias culturas en
interacción, pero una de ellas es la activa y el resto las
pasivas.

La Educación Intercultural tiene como
premisa ser una educación del Estado para los
indígenas, es decir, se encuentra determinada por lo que
el Estado considera tiene que ser el presente y el futuro de la
educación de los indios, aplicando con ello una
política sociocéntrica y caracterizada por la
superioridad y no de igualdad de la cultura mestiza frente a la
otra cultura (Sandoval Forero, 2005: 12). En este proceso
oficializado, no existe, ni se observa, aunque los pesos
específicos culturales no sean equitativos, una buena
intención científica, honorable y
ética.

Sandoval Forero (2005:12) es muy claro al expresar que,
la interculturalidad significa el espaciamiento,
dominación, discriminación, subordinación,
segregación, exclusión y la distancia de una
relación no reciproca, de no reconocimiento del otro en
sus diferencias y afinidades, pero que interactúan
teniendo énfasis la cultura hegemónica, estas son
practicadas en la escuela como institución que cumple
ineludiblemente funciones ideológicas, culturales y
educativas del Estado, simuladas bajo el slogan de la
interculturalidad.

Finalmente, podemos concluir que la
sociointerculturalidad
se da de por si. Nada ni nadie la
puede detener. Las relaciones entre las sociedades se dan en
oposición, en choque y con violencia conceptual. Pensara
en que esta realidad se modifique es suponer que los
líderes y los mercenarios a su servicio, acepten respetar
a las otras culturas otorgándoles la dignidad de su
sabiduría milenaria.

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