vertió en mis venas el veneno impuro
¿por qué no me distes presurosa
unas gotas del clásico cianuro?
Sin embargo, quiero decir que ninguna persona que amé lleva consigo
odio, resquemor o inamistad. ¿Suerte? Quizás lo sea, pero es una
verdad que en estas reflexiones no podía pasar por alto. El daño
causado fue por la separación que queramos o no nos deja huella, pero
no necesariamente de dolor.
Cuando un amor se te va sin darte un adiós siquiera
No sienta tu corazón la más pequeña vergüenza,
Porque un amor que no sabe mantener la inocencia
No debe llamarse amor, ni vale en ti una huella, una lagrima,
ni una queja
Es más los recuerdos son gratos y en momentos nos permiten vibrar
casi con la misma emoción que nos proporcionó aquel amor, aquel
afecto.
Nunca para mí hubo un amor ligero; amé tanto y con total
entrega, y fue tan placentero ese tránsito feliz, que de nacer nuevamente
haría gustoso la misma travesía. Aquí lo expreso diciendo:
Busca mi boca tu boca
Mis ojos en tierno alivio
Se humedecen con los besos
¡Besos de dulce tronío!
No me escondas más tu rostro
Ven que tuyo es el mío
Como la nube es del cielo
Como el dolor mi cobijo
Y como mi alma espera
En el zaguán del olvido
Pero también sé de personas que al separarse sólo guardan en sus corazones odios, aun cuando los unen seres humanos gestados en aquel amor. Para ellos ni los hijos borran la desavenencia o los desajustes habidos en la relación.
Es impensable cómo un ser humano puede guardar rencor por 20 años o más. Cómo es posible que un corazón no pueda olvidar ofensas, por muy dolorosas que aquellas hayan sido. Para qué hacer perdurar en su consciente momento de desagrado, por qué amargar una vida en aras de un rencor.
Es bueno estar en capacidad de saber deslindar entre lo que es el amor y lo que significa la actividad sexual. Si queremos podemos aceptar que son fuerzas que se complementan o, simplemente, que cada una puede existir separadamente.
Cuando hablamos del amor y nos referimos a él como la necesidad cognoscitiva de nacer al afecto, involucramos en una preparación que hoy la sabemos venida desde el propio lecho materno. El amor es una condición que el ser humano cobra en un proceso de aprendizaje y descubrimiento, por lo que teniendo de afecto -el amor- no debe cuestionar otro tipo de relación que pudiera ser considerada complementaria.
Yo la amaba como ama un niño
Y la deseaba como todo varón,
Pero bien sabe Dios la felicidad eterna
Que aunque ausente le rinde a mi amor
Muchas personas no estiman un amor así, y lo sumergen en los imposibles. Esos amores existen a montones y se dan con mucha frecuencia entre amistades verdaderas y duraderas. No son espejismos surgidos en algunas desérticas vidas, sino que hacia ellos hemos de ir si queremos encontrar el oasis duradero.
El amor tiene un enemigo jurado que fue visto por nosotros en el Capítulo tercero de este tu libro: El egoísmo. Tal como lo vimos el egoísmo es un aprendizaje, pero igualmente estamos afirmando que el amor es también cognoscitivo; siendo así decimos que el egoísmo es un negativo aprendizaje, mientras que el amor es positivo, afirmativo de la vida, del compartir, societario, afectivo, entrega y ley fundamental de la perfección humana.
Cuando queremos hacer que algo nos quede muy bien -siempre debería ser así- basta que le agreguemos amor para ver resultados maravillosos. Pero, ¿qué es realmente hacer algo con amor? ¿Cómo se comprende algo así?
En la labor de estudiar, por ejemplo, puede existir de parte del estudiante una animadversión hacia una materia específica, digamos que las matemáticas se nos hacen difíciles, no las entendemos, el profesor no tiene paciencia, etc. Si buscamos la raíz de tales expectativas seguramente tenemos que adentrarnos a las primeras enseñanzas de la materia. Dijimos al principio que el amor viene del lecho materno. Allí donde nos gestamos se involucran una suerte de caracteres que solemos llamar genéticos, o lo que es lo mismo, nacen con nosotros, devienen de los genes. ¿Acaso el amor es genético? Bueno yo no me atrevería afirmarlo, pero¿ alguien se atrevería a negarlo? Hoy sabemos más de esa relación caracterológica trasmitida de padres a hijos y que se explica en los estudios de la herencia anatómica, citológicos y funcionales de los seres humanos que nos enseña las leyes de Mendel. Ellas, sin embargo, no nos dicen que los sentimientos, el amor es uno de ellos, tengan cabida en la ecuación hereditaria; pero si nos apartamos de lo meramente científico sabemos que existe una relación afectiva de la madre y el mundo exterior con el feto, lo que nos permite comunicarle a ese ser en gestación variadas impresiones de la vida, aun cuando aquel no haya nacido. Siendo el amor un sentimiento de adhesión podemos imaginarlo nacido con el hombre, genéricamente expresado, quien lo hace presente en una gran variedad de manifestaciones psicológicas y fisiológicas, por lo que el amor debe estar presente en todas las actividades que desarrolla el ser humano; siendo el estudio de las matemáticas una de ellas.
El amor, por otra parte, es un "amuleto" para el éxito que sólo tenemos que dejarlo emerger para que logre esa relación de aceptación que se merecen nuestros proyectos, planes e ideas ¿Existe algún peligro para dejar que el amor marque en definitiva nuestra vida?.
El amor debe y tiene que ser el puente que nos une a nosotros con nuestros semejantes, sin éste el hombre desaparecerá ineluctablemente y dejará tras de sí un mundo cuya recuperación estará seriamente comprometida en el tiempo y en el espacio. Poco podremos hacer para evitar, sin su existencia, una debacle total que culminará en el Apocalipsis que tanto tememos. Sustituir el odio y el egoísmo por el amor es francamente la única tabla de salvación en este mar proceloso de la vida actual.
En Su Excelencia el Amor, trato el tema prolijamente, pero no quiero dejar de apuntar a título confirmatorio sobre esa herencia amatoria que traemos y que en mi concepto nace de esa identificación madre-hijo.
No existe nada más parecido al amor de Dios, que el amor de una madre y muchos poetas han cantado a la madre o a las madres traduciendo en hermosos versos la frescura y desinterés de ese amor en particular. Y es que no podía ser de otra manera, pues esa mujer convertida en madre por gracia de ese milagro que es la maternidad, es el instrumento escogido por Dios para dar vida. Su propio Hijo amado tuvo una Madre, y todos hemos leído de la abnegación y sacrificio que fue capaz la Virgen María por Jesús. Afortunadamente para nosotros el propio Cristo nos las legó, y allí está Ella lista para atendernos y servirnos de intercesora ante su Hijo, quien nos ayuda con su amor de hermano mayor y Padre.
Madre
(Notas)
Para mí no has muerto sólo duermes
Como duerme el niño amantado
En el regazo de la madre
Madre no te lloro porque el llorarte
Te causaría pena y enojo
Y si eres mi madre la misma que quise y quiero
He de guardarte respeto porque te sé en el cielo
Allá quedó el despojos frío y silente
Ya tu alma voló al aposento que para ti tenía
Preparado tu amor eterno
Casi los veos agarraditos de la mano
Y él diciéndote lo mucho que te quiere
Y posando en tu mejilla los "mil besos y mil más"
No poseen la divinidad para ser omnipresentes
Pero un simple ejercicio mental vuelca su presencia
Sobre las arenas de mi alma que es tan amplia como el mar.
Los dos estarán allí para siempre
Hasta que un día decidido el retorno al naciente
Vuelque mi presencia en vuestra presencia
Y reunidos esperemos la vuelta de todos.
Sobre el alfa de la vida inmortal
No es fácil cantarle al amor, pero si nos volcamos para que ese
canto salga y llegue a quienes como yo prefiero el amor al odio, entonces todo
parece liberarse rápidamente. Miremos un poco hacia nuestro interior
y veamos lo que encontramos. Yo encontré esto que comparto con todos
ustedes
He conocido mil poetas que al cantarle al amor
Se desvarían o se enlutan
Como si el amor fuera una fruta
Que envenenada a nosotros llegara
Pero sólo uno displicente
Asume el amor con hidalguía
Y confunde la semana con el día
Y la noche la compara con una mesada
Poeta que es capaz de ver en una magnolia la espuma
Y sembrado el mar de petunias para su amada
Poeta, te llamas poeta y ella a pesar de todo te ama porque la suerte del loco no es ser loco si no afamado prohombre elevado
Comparar a la amada con helado
De fresa, naranja o mantecado
Es, en definitiva, más gustoso
Que una margarita deshojada
Amar el trozo de tierra que es la amada
Pretende extender el amor al infinito
A la gloria con divino encante
Y la muerte en desafío imperante
Mi poesía no tiene precio
Ni se vende en los espacios
De vacuos tenderos que no conocen
Mi nombre ni el de a mi amada
Mis versos son romance que al amor le cantan
No al dinero aberrante
Que paga unas líneas clandestinas
Dichas así a la ligera
Con la extravagante rima
Y la métrica impactante
De versos discutidos por literatos
Por los años ya curtidos
¿Poeta?
Aquel que en mil sonetos pretendidos
Le dice a su amada que la ama
Porque tiene "… nombre de planta o piedra o vino…"
Y termina dando "… la eternidad de un beso victorioso"
Trasmonta mil montañas y funde en sus versos
Los mil ríos que fecunda el piso de su amada
Para sembrarlos a sus pies enternecidos
Estos versos invocan al poeta enamorado
Libando en su misma copa y bebiendo el ácido licor que quema la boca
Así el amor, así la vida perfumada para él por su amada
Y para mí, por ninguna.
Los poetas somos cantores perfumados por los días que pueden ser claros y de sol brillante y también oscuros, ensombrecidos por la bruma. Hacemos de pasteleros y horneamos codiciados y dulces tentaciones, pero también nos toca la hiel amarga del obrero que se afana en la mina de carbón. Así lo comunico en mi poema 17 o "La Ilusión del ave"
La tarde envuelve mis razones
El verdor de los juncos
Presagia una noche fría
Y los cristales de los viejos ventanales
Se empañan con mi hálito nostálgico
La noche acaricia mansamente
El frenesí de mis pasiones,
Y un ave se alza lentamente
En busca de otras ilusiones.
Y, ¿qué es el amor sino ilusión sobre
También es sueño ilusionado
Vestigio de alboradas
Y nostálgicas noches fatigadas
Por las horas de una ausencia no deseada
¿Y el tiempo?
Es también ilusión que involuciona
El exaltado amor en seco ardor
Y la pasión cimera en orillada espera.
Quizás te preguntes: ¿el amor es sólo poesía? Si he de responderte con total sinceridad te diré que así lo pienso. Sin embargo, tal aseveración no significa que aquel que no tenga alma de poeta no esté en capacidad de amar, no, por lo contrario algunos poetas no pueden amar o aman tanto que su mundo amatorio es cruel. Nos sucede que sublimizamos en demasía el amor y lo convertimos en algo bien difícil de comprender y ¿compartir… ? ¿Para qué nos puede servir un amor que no podamos compartir? Amarnos es condición primera para amar, porque si no me tengo amor, cómo experimentar este sentimiento con otras personas.
Pero el amor que fluye con fuerza inusitada y es envolvente, abrasador y desprendido está presente siempre, aunque en ocasiones nos cueste dejarlo salir. Así lo expreso en mí:
Lamentación para el que ama
Sólo el que ama tiene razón
Porque el amor es paz;
Fraterno abrazo,
Desnudez tranquila,
Frescor de vida,
Satisfacción completa,
Embriaguez de juventud
Y remanso del viajero.
Sólo el que ama tiene razón
Para luchar por un mundo
Sin disputas estériles.
Un mundo para todo aquel que quiera futuro.
Un mundo para Abel, para Caín,
Para Moisés, para Noé, para José María, para Juan Pablo,
Para Mahatma, para Jesús.
Un mundo de ilusión, de esperanza, de fe,
De inteligencia, de voluntad, de coraje,
De tenacidad, de razón para vivir de amor.
Sólo quien ama tiene razón porque
El amor es la ciencia de los magos
El amor todo lo cura, si lo dejamos actuar. Él es capaz de estar presente hasta en el más despreciable criminal. En aquella alma algo de amor existe y sólo está ausente en donde la muerte impera. Me refiero a la muerte física cuando reina sobre la vida, y ya inerte el hombre vuelve a su origen.
Observa cómo se deleita en la soledad y cómo brilla el amor a pesar de todo:
-Sirve pronto cantinero en mi copa de cristal
Un sorbo de saludable vino que enamore el paladar.
Hoy quiero brindar por ella aunque en mi vida no está pero brindo en mis recuerdos del ayer
-Brinda conmigo cantinero por mí no te apenes más
Y alegra con tu robusto vino
Mis largas noches de soledad
-Quizás me anime cantinero en el retozo de mi cantar
Volcar mi memoria toda
Sobre la acogedora barra de tu bar
¡OH, recuerdos cantinero de un amor puro y sincero
De este cantor viajero enamorado sin par
Que hoy lastimoso llega contigo a libar
-Escucha, amigo cantinero, ponga atención que quiero
En mi relato ser justo y real
Sin llegar a ofender nunca a ese amor que ya no está
Tocó la puerta de mi corazón joven
Sus manos fueron un sedal
Que envolvió mi vida toda para amar
Trino dulce, dulce trino, besos que nacieron en el parral
Y mi ansia loca se volcó sin celo
Sobre su boca, fino manjar
-¿Cómo se llama?
-Eso que importa cantinero amigo
Se llama como todas:
Dulce veneno que viajero amortaja el alma sin preguntar
-¿Que si la quiero? que pregunta es esa cantinero
A ella jamás la he de olvidar
Y toda la nostalgia que por ella sufra,
Son lindas penas para disfrutar
-Levanta tu copa cantinero amigo, ízala para brindar
Por las mujeres que aman y olvidan,
Dejando solo a un hombre en un bar.
Quizás un día me entusiasme y proponga dictar en la universidad una cátedra de amor. Acaso podemos imaginarnos a médicos, odontólogos, abogados, economistas, biólogos, matemáticos, ingenieros, psicólogos, etc., estudiando amor.
Pues sí, el amor hay que estudiarlo, no en el sentido académico de una materia cualquiera, sino como una" herramienta" que le provee destreza a la acción con menos esfuerzo. Hace años aprendí que cualquier labor ejecutada con la herramienta adecuada resultaban mucho más fácil y en muchas oportunidades indispensables.
Será una exageración afirmar que el amor es la llave de la vida y el éxito… Bueno el amor sólo quizás no, pero, ¿podemos afirmar acaso que no es pieza fundamental en la vida y que el éxito puede estar en la diferencia que le pongamos a una actividad cualquiera?
Me explico. Cuando ejecuto tareas cotidianas, las mismas que otros ejecutan, no serán diferentes si le agrego un grano adicional de eso que llamamos amor.
Claro que amor siempre dependerá de nosotros, aunque él posee acción refleja ya que lo podemos recibir como lo damos.
Si te digo que hoy te quiero
Cien veces más que ayer
Y te digo que mañana
Más grande será el querer;
Seguro que me reclamas
Por qué no te quiero hoy
Con el querer de mañana.
Pero si enlazas el querer de hoy
Con el querer de mañana:
¿Cuánto más podré quererte hoy
Sin que lo diga mañana?
(¡Cuánto más podré querer
Bajo el cielo de mi derroche!)
Querer de mi recuerdo
De mi recuerdo el querer,
Recíbeme en tus brazos
Con el mismo querer;
Con el querer de aquel día
Que sola en el vergel
Te prendaste de mi vida…
Mi vida que es tu querer
El amor tiene que ir creciendo así, ancho y largo como la sabana, donde quepan todos los seres que amamos ¡Cuánto más podré querer bajo el cielo de mi derroche! Todo.
Pero el amor tiene sus altibajos, una vez se derrocha y otra vez se muestra mezquina ¿por qué? Porque él depende de nosotros y nosotros dependemos de muchos factores que nos sorprenden, con cambios que se reflejan en nuestra personalidad y en nuestros sentimientos, sin embargo estos cambios deben ser pasajeros para que no modifiquen conductas positivas.
¿Desde cuándo no miras a los ojos de tu ser más querido: esposa, esposo, novia, novio, amante, hija, hijo, hermana, hermano, madre, padre, en fin, de un ser amado intensamente? Quizás no lo has hecho en mucho tiempo, o nunca. Pues es hora que percibas esa experiencia maravillosa de que todo va estar bien en tu relación, pues esa mirada a la profundidad nos depara un extraño elixir que nos comunica de manera mágica. Es más, cuando desees fuertemente comunicarte con tu ser querido primero escruta el silencio de sus ojos y veras cuán bullangueras y comunicativas te serán. Te dirán lo que posiblemente tú estés buscando, pero sobre todo, permitirá ese enlace inicial a veces esquivo o difícil.
A esto hay que darle toda la importancia que se merece, me refiero a esa costumbre de sostener la mirada sobre la mirada de mi interlocutor. Fíjate bien que dije "costumbre", porque eso es exactamente. Cuando hablamos con alguien y fijamos nuestra mirada en sus ojos le estamos permitiendo escucharnos dos veces, con nuestra voz y a través de nuestra mirada. Cuando hablamos con la mirada fija sobre quien nos escucha nos permite ser persuasivo, y a quien nos oye analítico. Y tiene que ver además con la sinceridad de nuestras palabras, pues nuestros gestos serán más francos y la laxitud de la comunicación fluirá desde muy dentro, aunque el tema sea ligero.
Esa es para mí una expresión de amor. Hay quienes dicen que los ojos se" vuelven agua" cuando se habla con la mirada fija, pero no es verdad. El problema consiste básicamente en la falta de costumbre para sostener la mirada sobre el otro. Fíjate que cuando alguien quiere ser transparente en su planteamiento y éste está revestido de autenticidad, busca deliberadamente la mirada del oyente para ser más contundente.
Claro está que esa mirada no debe ser desafiante o altanera y mucho menos acusadora. Ella debe contener muy particularmente comunicación, que es lo que realmente interesa en una relación donde el amor ocupe lugar preferente.
Las miradas que se esquivan cuando dos seres hablan, dejan un tenor de interrogante que induce a la duda sobre el planteamiento. Si mi mirada se pierde detrás del hombro de mi interlocutor es señal de mi incomprensión y hasta de fatiga ante la conversación. No de una fatiga física, sino de ese agobio que pudiera señalarnos el tema. La mirada fija en los ojos de quien no habla denota máxima atención al planteamiento y seguridad de poder soportarlo.
Ahora, te pregunto: ¿Cuánto de imaginativo hay en el amor? Porque pienso y creo que el amor, así como los gustos, son para cada persona diferente, y es allí donde radica ese equilibrio de importancia singular en la relación de pareja y, en forma general, en toda relación humana. No sé si llamarlo criterio frente al amor, pero por allí más o menos viene la música. Tengo un poema, "Intransigente" que en algunos de sus versos dice:
Amas a tu manera
Yo quiero a la mía
El sol quema en primavera
Pero de noche se enfría
Mi amor es una gran torre
El tuyo hasta el cielo gira
Mis besos son un derroche
Donde se duerme tu ira
La imaginación juega una razón primordial en la cotidianidad y ésta un espacio importante en la relación humana, incluido, por supuesto, el amor.
Cuando decimos que el amor no tiene límite, acaso no nos estamos refiriendo precisamente a esa parte imaginativa; creo sinceramente que es así. Tan grande como el amor, puede ser el hombre pues el amor en el hombre da estatura y le permite ser por sí mismo para los demás. Es por lo que el amor sin necesitar muletillas se hace de un sentimiento una realidad que muchos otros perciben, porque no podemos pensar que el mundo es un capullo donde nos encontramos solos y somos únicos. Algo de esto decíamos cuando hablamos del compartir, pero el amor tiene en sí una entrega, una fe casi religiosa. Comprenderlo de tal manera exige renuncia, lo que no es necesariamente sacrificio. El amor tiene que ser alegre, diría, bullanguero. El amor no puede ser silencio, aunque los amantes se nutran en cierta forma de él, pues un amor incomunicado no puede llamarse amor. Quiere decir esto que debe ser expresivo, comunicado y transferido piel a piel, palabra a palabra, gesto a gesto, momento a momento. Amar a tiempo y a destiempo es el norte del hombre para tener caminos de felicidad.
Hay quienes le han asignado al amor atributos de terapia y lo consideran un modificador de conductas. La verdad que para mí el amor no sólo tiene facultades como innovador de pautas, sino que llena vacíos que enferman y nos somete a soledades terribles. Creo que además es el mejor antídoto contra el odio, aunque suele afirmarse que del odio al amor sólo hay un paso.
El amor, por otra parte, es una victoria del hombre sobre el desprecio y la enemistad, lo que lo coloca, ciertamente, como un gran modificador de conductas. El juega un papel preponderante en la relación humana, la que nada tendría de "humana" sin su valiosa presencia.
Lograr que el amor salga victorioso de las batallas a las que se le somete con frecuencia es toda una osadía que bien vale la pena vivirla. Comprenderlo es como tallar un diamante, si lo sabemos hacer nos brindará tal profesional agrado que nunca más dejaremos de hacerlo.
¿Podemos profesionalizar el amor? ¿Queremos ser profesionales en el amor?¿Podemos ser profesores de amor? ¿El amor es susceptible de ser estudiado, tal como lo hacemos con las matemáticas, el álgebra, la historia o la gramática?
A todas estas interrogantes respondo afirmativamente.
El amor es un aprendizaje que deviene de menor a mayor, es una "materia" con la cual nos familiarizamos una vez que le vamos conociendo y estudiando. Seremos gananciosos en la medida que le comprendamos y le "manejemos" y, al igual que otra materia, será la ejercitación lo que nos dé dominio sobre él. La palabra "dominio" la utilizo aquí en este capítulo como un término no de subyugación, sino de conocimiento; de guía elocuente que me permite el juicio práctico de la materia.
Y si llegaran a preguntarme ¿Cómo está el amor? , mí respuesta sería: ¡Bajo control!
No creamos que con su profesionalismo el amor va a perder magia y color, por lo contrario, se hará más atrayente porque lo conoceremos mejor. Saber conducir es imprescindible para manejar un automóvil, y créanme que el coche es menos peligroso que el amor.
Pero, ¿cómo nos graduamos de expertos en amor? Bueno, yo no he ofrecido haceros "expertos" sino conocedores profesionales sobre tan delicada materia.
El amor, como toda ciencia, requiere de leyes que le permitan describir su gestación, nacimiento, desarrollo y, por qué no, extinción.
Nace el amor cuando siendo apenas un vínculo incipiente se nos ofrece la oportunidad de madurarlo para su desarrollo. En ese momento tenemos que reconocerlo y permitirle su alumbramiento pleno. Luego le tomamos de la mano y lo "empollamos" con el calor o abrigo de nuestra pasión, dejándole que poco a poco se muestre tal como es en toda su extensión. Luego vendrá la maduración que realizaremos en odres nuevos para evitar su acidificación, pues al igual que el mejor de los vinos, él requiere de cuidados esmerados y complicidad silenciosa. Los años nos deben dar robles curados donde la maduración se completará para surgir con gran cuerpo, explotando en nuestro ser, tal como lo hace un vino generoso en nuestro paladar.
En mi libro " Su Excelencia El amor" que actualmente estoy escribiendo digo: Nunca imaginemos la pasión como un enemigo del amor, pensemos en ella como el combustible que permite que su Excelencia sea elevado en su reinado absoluto. Pero la pasión no debe ser entendida únicamente como aquel fuego que arde en la sexualidad, sino, además, como un elemento que brinda continuidad al amor. Debemos prepararnos para comprender y saber distinguir los diversos grados de pasión, ellos nos llevaran oportunamente al beneplácito. Así que no juguemos con ella, pues si la entendemos y nos entendemos, será nuestra mejor aliada.
Esto lo digo, retomando nuestro actual diálogo, porque muchas personas creen que la pasión se extingue, cuando en verdad cambia de forma pero nunca muere. Existe un decir: "Donde hubo fuego cenizas quedan" Y es que ese rescoldo si logramos atizarlo, con gran facilidad puede darnos un nuevo y ardiente fuego.
A nadie le digo que el amor es una cuestión sencilla y poco seria, pues de contrario, yo le he calificado de "peligroso" Con toda seguridad has estado o estás enamorado, por lo que sabrás en cabeza propia lo que esta condición significa, y por qué el calificativo de peligroso. Episodios serán narrados en mi libro"Su Excelencia El amor", donde se descubre lo que el amor es capaz de crear y destruir.
Vivir y amar es un aprendizaje que recorre de la mano compañera, siendo imposible lo segundo si nuestra diestra está vacía.
Conozcan el amor, luego digan: He vivido
Capítulo IV
El matrimonio
Les parecerá seguramente una necedad oírme afirmar que el matrimonio es entre dos, sin embargo, y a pesar de parecer una expresión redundante, es algo que muchas personas, más de lo que podemos imaginar, se han olvidado por completo.
¡Oye! ¿Te acuerdas de mí? Pareciera ser la expresión de alguien a quien tenemos mucho tiempo que no vemos. Algún compañero de secundaria o de la universidad o un antiguo vecino con quien compartimos años de fraternidad. Sin embargo esta expresión también puede darse en "parejas", así entre comillas, que viven, o mejor vegetan, bajo un
Mismo techo y "comparten", igual entre comillas, un mismo lecho.
Entre los occidentales el matrimonio tiene muchas ventajas con relación a otras culturas y una de ellas, sin lugar a dudas, es el poder escoger nuestra pareja, conocerla, aceptarla, amarla y matrimoniarnos. Matrimonio que puede ser la simple unión de un hombre y una mujer o, el que prefiero por fe religiosa, ante Dios como testigo de una voluntad común y compartida.
La historia de nuestra religión nos narra un hecho que fue, se podría decir, el inicio de la vida pública de Jesús de Nazareth. Me refiero a las bodas de Caná, donde Jesús realiza su primer milagro. Ese hecho, a mi modo de ver, tiene una alta significación como lo es el testigo que permitió hacer pasar a la historia una "boda" que bien hubiera sido totalmente insignificante, sin inigualable presencia. Pero al estar presente Jesús y realizar ese hermoso milagro de la compasión, la convirtió en un signo de los tiempos que marcó la importancia socioeconómica de la unión entre las parejas.
He leído que el matrimonio en Israel no era un sacramento tal como lo conocemos y aceptamos hoy en día, ni tampoco un rito religioso. Se trataba de un acto social donde se anunciaba la iniciación pública de la cohabitación de los esposos, vinculados desde antes por una promesa solemne. No obstante esas parejas existían como tal, se aceptan y convivían aun cuando no existía el sacramento. Hoy también muchas parejas optan por la cohabitación, algo que me resulta absolutamente respetable y defendible desde todo punto de vista, pues lo importante, sin menospreciar el sacramento del matrimonio, es el transcurrir y final feliz de la historia de amor. En esto no debemos engañarnos ni ser fariseos. El matrimonio tiene que ser siempre una decisión personal cuya realización debe darse de la manera como la pareja lo deseen.
Como el eje central de este libro es la felicidad y esta es un camino y no una meta en sí misma, podemos citar miles de fórmulas para obtener caminos de felicidad en el matrimonio, pero uno sólo de ellos nos permite conjugarlos o fundirlo. Ese camino es el respeto por la dignidad de cada uno. Pero tal apreciación es vasta, inmensa y de una magnitud inconmensurable, pues el respeto a la dignidad de cada cual permite la osadía, permítaseme el término, de fundir dos vidas en una. En este caso ¿fundir dos vidas en una no menosprecia la dignidad personal? Conozcamos cómo lo veo. Tener un proyecto de vida común con sus aristas personales vigentes es totalmente realizable y puede preservar íntegramente nuestra forma de pensar y actuar. No estamos enajenando la personalidad ni nada que se le parezca, estamos sí siendo gerentes de un proyecto perfectamente enmarcado dentro de cualquier organización social y que con anterioridad hemos evaluado en toda su dimensión. Claro que no estamos fijando un término como si se tratara de un contrato o una organización mercantil, el matrimonio rebasa en todo sentido este esquema mercantilista de la sociedad y lo coloca dentro de la dimensión estrictamente humana de un fin. Por qué estrictamente humana, porque los grandes capitales que estarían en juego serían los hijos, en otra palabra, la familia.
Puede ser el matrimonio, el que muchos califican como una lotería, el sueño realizable de todos. Nadie se casa para fracasar, y ¿por qué entonces se fracasa? Aquí también los caminos al fracaso pueden ser infinitos, donde resulta impreciso adjudicarles lugares o puntos comunes. Sin embargo, el fracaso de un matrimonio sólo indica el término de aquel y las parejas se separan. Pero frente a ambos -separados- se abren nuevos caminos hacia la vida en parejas. Nuevo camino, nueva pareja, nueva unión, una nueva búsqueda que con ilusión y esperanza se emprende con renovados bríos por senderos de felicidad.
Personalmente conozco hombres y mujeres que fracasaron en un primer intento, para luego encontrar la pareja "ideal"
Imperativamente lo que no funciona debe revisarse, debe ser sometido a los ajustes que amerite o definitivamente proceder a cambiar de rumbo o ¿de pareja? Para nada me gusta el divorcio pues creo firmemente en lo indisoluble del matrimonio eclesiástico, pero qué hacer cuando no existe forma ni manera de aceptarse. Daño, odio, dolor, engaño y hasta tragedias ¿para y por qué?
Si hoy luce el sol, amo el sol
Si es la luna la que brilla, amo la luna
Y en cada palmo de la vida
Cautivado soy de placer al vivirla
Porque no ajeno al dolor, prefiero el amor
El matrimonio es una artesanía que día a día construimos con nuestras propias manos, dejando en él las indelebles huellas personales. No hay un día igual que lo pueda hacer monótono ni existen dos uniones idénticas. Nunca enfrentamos de la misma forma iguales o semejantes problemas. Aquí no sólo interviene la cuestión social, económica o cultural, ellos pesan sin duda, pero aun en estratos con características similares, los enfoques y soluciones son diferentes.
El matrimonio no es un acto fortuito, y asumirlo de tal manera puede ser determinante en el éxito que tengamos. Es por lo que resulta sumamente importante el período de noviazgo y conocimiento previo de quien va a ser mi pareja.
Durante ese tiempo donde ambos se dedican a un estudio mutuo y se debe dar rienda suelta a nuestras costumbres, incluyendo buenos y malos hábitos. Debemos ser nosotros mismos sin falsos convencionalismos que esconden muestras importantes de carácter. Ese tiempo, corto para unos y largo para otros, resulta revelador para aquellos que realmente propician largos años de feliz unión.
La relación de pareja es de una alta pluralidad donde se asumen una diversidad de criterios que bien pudiéramos compararla con una Torre de Babel. Las coincidencias y las diferencias son múltiples, sin poder afirmar cual de éstas son las más comunes. Pero, ¿acaso importa cuantificarlas? A mi modo de ver absolutamente ¡no! El matrimonio está muy lejos de ser una ecuación matemática con soluciones formulísticas, es, eso sí, un compendio de proposiciones que nos invita a un enmarañado tránsito. Si se me preguntara qué cosa hace difícil una relación matrimonial, no titubearía en decir que la no aceptación, pues creo que este sustantivo es el de mayor valor en la relación humana, adquiriendo ribetes de importancia singular en el matrimonio.
El aceptarnos mutuamente, permítaseme ser redundante, es la primera categoría que debemos resolver para que cualquier relación resulte fructífera. Entiéndase aceptación no como un término social, algo que nos permite salir del paso, no, aceptación con profundidad de carácter y desprendimiento. La vida en pareja es en mucho sentido una renuncia. Recordemos que para ser pareja tenemos que reclasificar una serie de elementos que han formado parte de nosotros toda una vida, y que ahora requieren ser al menos revisados de manera conjunta, y observar su comportamiento en pareja. Lo que nos funcionó por años de manera personal no necesariamente nos resultará cuando ya somos "nosotros" y no yo.
En el matrimonio tenemos que cuidar más los detalles que las cuestiones o situaciones complicadas, pues estos son los comunes, los de día a día, mientras que las complicaciones suelen ser aisladas y puntualmente diferentes entre sí. Si cabe la comparación, el matrimonio nos exige, como el juego de béisbol a los beisbolistas, hacer la rutina, ya que las grandes jugadas, si bien cuentan, son sólo espasmo de un organismo. No forman parte del ritualismo sino de lo esporádico. Los detalles tienen la peculiaridad de llenarnos la vida, de estar en cada momento y son producto directo de nuestra personalidad. Es más difícil resolver una diferencia sobre un detalle, que sobre la compra, por ejemplo, de una vivienda o un automóvil.
Nos puede gustar para bañarnos el agua caliente o tibia y sobre este tema nunca jamás coincidiremos ni modificaremos nuestro punto de vista. Sabiendo que es así, debemos dejarlo de esa manera y punto. No haremos discusión sobre un tema tan, pero tan trivial. Claro que no me detendré para ver la infinidad de detalles, primero por lo incalculable que pueden ser, y segundo porque no pretendo hacer de este capítulo un marco de referencia con ejemplos de las buenas o malas relaciones de pareja. Sin embargo, quiero dejar en el ánimo de mis lectores una recomendación que pienso puede serle útil: conozcan su estilo de pensar. Me refiero al estilo de pensar de cada uno, no el invisible estilo de pensar de la persona con quien soy pareja. Este conocimiento es de una gran importancia para muchas facetas de la vida y nos proporciona una incalculable herramienta que nos ayudará a ser reflexivos y sobre todo, evaluativos de las ocasiones o circunstancias. El test que veremos nos ayudará a conocer nuestra proporcionalidad y posiblemente a mejorar un estilo de pensar. Responder con sinceridad es clave para el éxito, podemos hacerlo en solitario, pero si queremos compartámoslo con nuestra pareja y debatir sobre el tema sería ideal. No olvidemos que mientras más ocasiones nos demos para conocernos, más oportunidades tendrán de conocer coincidencias, corregir aspectos controvertibles y echar las bases para una hermosa relación de pareja. Sé por experiencia propia de algunas parejas con las cuales he trabajado en mis Terapias Alternativas de Buenas Relaciones (CLEANLINESS), que la mejoría consiste no en sujetarnos al modo de pensar, por lo tanto de actuar de la pareja, sino en la limpieza de nuestra mente y actitud frente a situaciones puntuales. Ese pulimento se tiene que diseñar en sesiones de pareja y bajo la conducción profesional de un guía especializado en las Cleanliness.
Simone Signoret decía que el matrimonio no se mantenía unido por medio de cadenas, sino de hilos; cientos de hilos delgadísimos que enlazan las vidas de las personas a través de los años.
Y es que a nadie podemos sujetar, ni obligar; mucho menos a quien consideramos nuestra pareja. Te imaginas un matrimonio obligado por la unión religiosa y civil a mantener relaciones amatorias. A un hombre o una mujer el exigir la "obligación" de mantener relaciones sexuales por el hecho de ser "marido y mujer" Nada debe resultar menos satisfactorio que una relación así. Por supuesto que ambos pueden negarse a una pretensión semejante, pues la entrega tiene necesariamente que ser voluntaria, es mas, debe ser porque se quiera tenerla. Incluso la pareja debe respetarse los momentos en que alguno de ellos no deseen una relación. El que no comprenda este razonamiento no tendrá jamás conocimiento real del ser humano y mucho menos de este factor dentro de las relaciones matrimoniales. Todos conocemos historias de parejas que nos hablan de conductas distintas. Mujeres que son obligadas, a cualquier hora, a sostener relaciones por maridos prepotentes y abusivos. Claro que estas relaciones necesariamente terminan mal, pues a ninguna mujer le puede gustar que la violen, mucho menos que violen constantemente.
Esa, entre otras, es una cadena que no puede ser nunca considerado un lazo de amor; jamás nadie puede sentirse amado de esa manera, sería totalmente contrario al propio sentimiento humano el aceptar un dislate de tal naturaleza.
Nos uniríamos, pregunto, en matrimonio con un ser cuya personalidad nos indique fórmulas de conducta que giran alrededor de vicios como alcoholismo, drogadicción, infidelidad, neurosis, celos, complejos sexuales etc. La respuesta negativa no haría esperar. Pero, ¿cómo conocer todo esto en el noviazgo? La vía no puede ser otra que aquella transitable por ambos y relativa a conocer nuestra estructura de conducta; sin ambages, sin fariseísmos, sin falsas complacencias y, sobre todo, sin pequeñitas mentiras. Lo que está en juego es algo sumamente importante. No sólo el afán de construir nuestra felicidad al lado del ser amado, no, allí está involucrada la futura familia. Te atreverías, te pregunto, a procrear un hijo sabiendo que a causa de una falla genética pudiese nacer con un grave problema de salud, claro que no; pues así mismo con nuestro matrimonio.
La relación de pareja hay que comenzarla a construir desde el mismo momento en que tomamos la decisión de ir más allá con alguien que nos agrade ciertamente, pues mientras más temprano se inicie esa escala, más fácil será llegar todo lo lejos que queramos en el conocimiento personal.
Este capítulo lo podemos hacer interminable, pues el tema de la relación de pareja es definitivamente fascinante. No es mi intención, sin embargo, hacer de psicólogo o psiquiatra del amor, pero sin duda que como en toda acción el subconsciente tiene mucho que ver con nuestra conducta, no es despreciable sondear esos parajes oscuros e inescrutables desde donde bulle la esencia de nuestra personalidad. La relación de pareja es demasiado importante para dejarla al vaivén de nuestro inconsciente. Esto debe estar claro en la pareja. Recomiendo, incluso, que sin temores infundados la pareja se auto someta a análisis de conducta y de la manera más conciente modifique aquellos aspectos o decisiones que observen sean discrepantes de manera determinante.
Para mí es más importante sostener una relación satisfactoria que el imponer criterios baladíes o de poca monta.
Desde el comienzo he insistido que la felicidad es un camino y no una meta en sí misma, por esto la felicidad de un minuto vale más que la felicidad proyectada de horas, días y años. Vivir el momento es la esencia de la vida, sin éste no hay cúspide posible.
No pretendo afirmar, mucho menos recomendar, que seamos sueltos, poco profundos o inadvertidos, no, lo que quiero decir es que determinantemente nos dediquemos en cuerpo y alma a ser parte de la vida, y nunca afirmar nuestros actos vida a parte.
Test:
Coloca en la casilla dispuesta a la derecha de cada aseveración, una puntación del 1 al 5 según el grado de identificación que tengas con la misma. No repitas el grado o puntuación de adaptabilidad en la misma pregunta. Este test es igual para hombre y mujer, pues su misión es destacar la personalidad del sujeto, no el sesgo personal según el sexo.
A. Cuál es mi comportamiento ante las nuevas ideas:
1) Comparándolas con las ideas de otros ( )
2) Comprendiendo cómo se asemejan a ideas que ya conozco ( )
3) Relacionándolas con actividades mías, actuales o futuras ( )
4) Por medio de la concentración y el análisis cuidadoso ( )
5) Aplicándolas a situaciones concretas ( )
B. Cuando leo un artículo sobre cómo ayudarse a uno mismo, doy mayor atención a:
1) Si las recomendaciones son factibles ( )
3) La relación entre las conclusiones y mi propia experiencia ( )
4) El concepto del articulista acerca de lo que debe hacerse ( )
5) Las ideas obtenidas de la información ( )
C. Cuando oigo que dos personas discuten, tomo el partido de quien:
1) Señala la razón del conflicto y trata de esclarecerlo ( )
2) Expresa mejor los valores e ideales implícitos ( )
3) Refleja mejor mis ideas y experiencias personales ( )
4) Enfoca la situación con mayor lógica y congruencia ( )
5) Presenta argumentos con mayor fuerza y concisión ( )
D) Cuando me examinan o someten a prueba, prefiero:
1) Contestar a una serie de preguntas sobre el tema, que estén enfocadas en el problema y sean objetivas ( )
2) Hacer un informe por escrito que abarque antecedentes, teoría y métodos ( )
3) Redactar un informe superficial acerca de cómo he aplicado lo aprendido ( )
4) Rendir un informe oral sobre mis conocimientos del tema ( )
5) Sostener un debate con la participación de otros examinandos ( )
E) Cuando otra persona hace una recomendación, prefiero que:
1) Tome en cuenta los inconvenientes, así como la s ventajas ( )
2) Muestre cómo apoyaría la recomendación ( )
3) Indique claramente qué ventajas se obtendrán al aceptarlas ( )
4) Apoye lo que recomienda con buena información y un plan definido ( )
5) Muestre cómo se podrá llevar a cabo esa recomendación ( )
F) Cuando reflexiono en un problema, es probable que:
1) Trate de imaginar cómo podría resolverlo otras personas ( )
2) Intente encontrar el mejor método para resolverlo ( )
3) Busque maneras de lograr que el problema se resuelva rápidamente ( )
4) Trate de relacionarlo con un problema o teoría de mayor amplitud ( )
5) Piense en cierto número de medios opuestos para resolverlo ( )
Totales:
Cada total propone una modalidad que describe un estilo de pensar: Sintetizador (S); Idealista (I); Pragmático (P); Analítico (A) o Realista (R)
El Sintetizador es una persona creativa y estimulante –dos ganancias en el matrimonio- que hace andar a todos de cabeza. Su fascinación por la filosofía especulativa lo aparta de las realidades que son importantes. Discute con vehemencia y lógica, lo que no necesariamente es malo, pero deja desconcertada a la pareja. Si su cónyuge es como usted, sintetizador, podrán llevarse de maravillas, siempre y cuando ambos estén concientes de su modalidad de pensar, pues son vehementes más por diversión que por prepotencia o imposición. Suele ser apasionado pero se reserva con cautela hasta que exista una manifestación de la pareja. Nunca encontrará en el sintetizador violencia ni signos despreciativos. En ocasiones pareciera no tomar en serio algún planteamiento, ello, sin embargo, es muestra de estar siendo creativo y te sorprenderá con algo inusitado.
El Idealista es muy conservador en cuanto a la protesta, suele ser bastante callado y soporta cierta cantidad de desaires de manera estoica, sin embargo, explota cuando menos lo esperamos. En discusiones prefiere llegar a acuerdos mediante el consenso, lo que significa para él paz. Es un buen oyente y se compromete con planes y metas a corto, mediano y largo plazo. Respeta como nadie los valores morales y a menudo se reprueba no haber logrado sus altas aspiraciones. Igualmente sufre gran desilusión frente a sus pares que no hacen esfuerzos por lograr los fines propuestos. Es un gran preocupado por el futuro, pero sufre igualmente de sueños inalcanzables, lo que lo hace una persona supervisable. Es bueno no dejarle solo en momentos de trascendentales decisiones y con él se debe hablar con toda claridad para que corrija rumbos y ajuste planes comunes en el matrimonio. No recomendaría un matrimonio entre idealistas, pues lo más seguro es que terminen viviendo en una isla solitaria rodeados de muchos, muchos hijos. Y no es que tal cosa sea mala, pero ¿no existen mejores maneras de equilibrar la vida?
El pragmático es dinámico y positivo; los problemas no lo agobian pues sabe con una seguridad de científico que siempre tendrá un mañana para resolverlos. Es poco planificador, lo que le resta posibilidades para romper lanzas por el futuro a largo plazo. Siendo perfeccionista está lleno de recursos y no se estanca en la búsqueda de soluciones utópicas, pues no es un soñador sino un ser práctico. Gran negociador, se debe a la táctica y manejo de las estrategias. Es una persona hecha para un único matrimonio, ya que como negociador sortea con facilidad las dificultades. Una unión entre pragmáticos tiene un horizonte lúcido y pleno de problemas resueltos. Ama intensamente y le agrada la vida en familia, la cual respeta y hace respetar.
El analítico resulta ser una persona que piensa siempre en muchos caminos en la vida, suele tener más de una solución para un problema y siempre selecciona la más adecuada, pero siempre desde su punto de vista. Habrá que desmostarle, en consecuencia, que está equivocado para hacerlo cambiar de idea. No es que sea una persona terca, pero su alto poder de análisis lo convierte en alguien dotado de cierto grado de infalible.
Su mente admite ciertos momentos de espejismos, pero rápidamente lo convierte en realidad o los desecha, pues las fantasías, pueden existir, pero sin llegar a comprometer su postura analítica. Es poco romántico, sin dejar de ser atento. Tiene una bien ganada fama de ser ultraexigente con él mismo y con los demás. Como pareja tiene grandes ventajas, pues mientras maneje las cuentas del banco jamás tendrá un sobregiro o le devolverán cheque alguno. Sus cuentas siempre cuadran al céntimo y puede tener graves alternados con quien no tenga la eficiencia como factor denominador de sus actos.
Un matrimonio entre analíticos es lo más parecido a una guarnición militar, todo derechito o problemas a la vista.
Habría que recomendarles equilibrio, ya que la seguridad la tienen desbordada. Hace falta en la vida sueños, pues ellos son como la almohada de plumas, suave pero algunas veces alérgicas.
El realista ve el mundo en blanco y negro, los colores le pueden resultar fantasiosos y toda teoría o imaginativa le es poco confiable. No es conciliador ni aprueba planes donde existan riesgos imprevisibles, pues aunque acepte incertidumbres estas deben ser reconocidas y cuantificadas en toda su integridad. No le gustan los cabos sueltos y se alarma porque los demás no ven lo que él observa con tanta claridad. Resulta de todas los estilos de pensar la menos apropiada para verlo como una pareja ideal, sin embargo, su realismo es estimulante para quien le agrade las personalidades fuertes y serias. Es un apasionado por los niños, pues ve en ellos oportunidades de modelar personalidades. No es una persona agria, pero hay que medir con mucha cautela las relaciones con este espécimen.
El matrimonio entre realistas lo veo con cierta cautela, pero de darse tienen que decidirse por una relación sumamente trasparente. Tiene una gran ventaja: no es celoso.
Se le puede acusar de todo menos de indiferente ante la vida, su valor fundamental es la certidumbre y el realismo. Nada de cuetos chinos.
Los test sobre la personalidad deben ser vistos siempre como una guía de estudio, nunca como algo insalvable o axiomático.
Hay quien opina, como se hubiera un termómetro que mida el grado de amor tolerable, que amar demasiado, así como el fumar o beber, es dañino para la salud. ¿Cómo se puede afirmar tal insensatez? Quienes así opinan, me da pena con ellos pero no puedo aceptar como bueno su argumento, han sido encadenados en sus sentimientos y rotas esas cadenas culpan al amor de sus males.
Cómo observo desde mi poesía, por ejemplo, una situación colmada de cadenas:
Romper caminos es mi vida
Caminos sin regreso;
Para qué mirar atrás
Si son mentiras tus besos.
La entrega que un día me hicieras
Es la misma que dejé;
Para qué hablar de amor
Si son mentiras tus besos.
Calmado está el corazón
Tras la borrasca impía
Para qué recordar ese día
Si son mentiras tus besos
La lejanía va andando
Despacio y sin parar
Para qué quiero llorar
Si son mentiras tus besos
Hoy escribo estos versos
Cansado de suspirar
Para qué morir de amor
Si son mentiras tus besos
Hoy pasearé por el parque
Buscaré un nuevo amor
Para qué guardar rencor
Si fueron mentiras tus besos
La maternidad está implícita en la mujer, diría, sin ánimo de polemizar con quien crea lo contrario, que es su fin último; ella lo sabe y lo aprecia. Sólo el fruto de su vientre será llamado hijo y la dulzura de ser madre no es comparable con ningún otro triunfo en la vida de una mujer. No tengo estadísticas a la mano para corroborar lo que voy a afirmar, pero la mujer es percibida como de una gran responsabilidad en cuento a la maternidad se refiere. Como en toda conducta humana existen excepciones, pero la mujer no mira para atrás en la hora de ser madre y padre. Difícilmente abandona a su hijo y luchan hasta la muerte por ellos.
La mujer sabe cuándo le corresponde la función de madre y, aún cuando muchas lo logran a muy temprana edad, otras se lo reservan para mejores ocasiones en la vida. En ambas situaciones la dignidad de la maternidad debe ser respetada aún contra todos los principios éticos que puedan esgrimirse para criticar un embarazo. La decisión de la maternidad le pertenece a la pareja, pero es la mujer la que tiene la última palabra. Ella prestará su cuerpo para que una nueva vida vea la luz, para que un nuevo milagro se presente ante el hombre, para que una bendición llegue al regazo de una nueva madre.
Por supuesto que el matrimonio tiene como centro la maternidad y la paternidad responsable, pues al ser bendecida la unión de hombre y mujer de ellos se espera la multiplicación de la raza humana y la constitución de una nueva familia. El matrimonio fue instituido por Dios, quien dijo: "Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne" Una sola carne que no debe ser mancillada por ningún motivo, pues cuando uno es centro de atropello por otro de los dos cualquiera, la afrenta es contra el cuerpo indisoluble de esa bendición.
Aquí entra en jugo la fidelidad o la infidelidad, asunto intricando que trato meticulosamente en mi libro La Excelencia el Amor.
Pero, ¿qué importancia tiene la indisolubilidad? Ella permite la continuidad de la familia; facilita la educación e instrucción de los hijos; consolida un amor puro, donde la sexualidad es vista de una de las mejores formas: la entrega sin condiciones, sin temores, sin frialdad. No es posible considerar la idea de una unión entre hombre y mujer, sin que uno del cónyuge tenga plena posesión del otro. Sin la unidad matrimonial, al hombre le faltaría la certidumbre de su entrega; y la mujer se convertiría en sierva del varón, en lugar de ser su compañera, su pareja.
No dudo en calificar al divorcio como uno de los grandes males que conspira contra la unidad familiar principal riesgo que la humanidad afronta, pero también habría que decir que la paternidad y la maternidad irresponsable es un cáncer que carcome sin contemplación a la raza humana. Los niños abandonados son un crimen que la humanidad siente en lo más profundo de su constitución y amenaza, junto con el hambre, la propia creación.
Qué debemos hacer para evitar esta destructiva conducta. Ya lo dije antes, es necesario que el matrimonio sea tomado en serio, que recordemos la "patente" que nos brinda para levantar el edificio de la obra más sublime, la familia. Conviene distinguir "el fin de quien obra" del "fin de la obra" Quien instituyó la unión de un hombre con una mujer sabía de las contrariedades que se presentarían, pero lo hizo también en la seguridad de esa perfectibilidad que el hombre persigue y conquista a través de su evolución humana y social. Esa posibilidad la tenemos en nuestras manos y somos nosotros quienes deben encontrar los caminos de superación.
Ahora, por qué no ocuparnos más del asunto y preocuparnos menos, porque lo que necesitamos es acción, incorporación inquebrantable para un ganar-ganar. Dejar el pesimismo atrás y ser más auténticos rendidores de matrimonios sin complejos.
Cuando nos iniciamos en esa relación incipiente, tal vez desde la primera mirada, debemos ser nosotros mismos, no permitir que las máscaras hagan el trabajo que tenemos que adelantar nosotros. Olvidar las cadenas e ir libres a la conquista fresca y segura de esa pareja ideal. Hacerlo con seguridad y siempre con el afán de conocernos para juntos construir un camino de felicidad.
Claro que es poco probable que se nos dé en las primeras de cambio, sin embargo, nada nos cuesta ser auténticos. Si somos de carácter irascible, por qué mostrarnos apacibles con piel de oveja; seamos nosotros mismos. Si somos amables, dulces y tiernos, por qué hacernos ver como ogros. Siempre con un disfraz para luego ser lo en verdad somos.
Otra cosa, el matrimonio no es para mártires, aunque puede, eso sí, ser camino de santidad.
El matrimonio hay que verlo sin miedos y acometerlo con una idea fija: triunfar sobre las adversidades. Esa tarea, no obstante, es de dos como lo señale al inicio del capítulo, por lo que no te aventures nunca a construirlo en solitario. Esa edificación debe ser erguida en común, como un verdadero "te am work" que está dispuesto a romper todas las barreras con tal de llegar a la meta. Y, ¿cuál es la meta? Cada uno tiene la propia.
Hace años escribí una frase sobre la hoja de un libro, hoy casualmente me tope con ella y quiero compartirla con ustedes: El éxito de uno, es triunfo de la pareja ¡No le des más vuelta!
Comprender esto nos dará mil y una satisfacciones y, además, nos permitirá brindar muy a menudo. Me pregunto ¿Quién no quiere compartir el éxito? Habría que estar loco para no permitirnos ese deleite. Por otra parte, cuando compartimos casa, cama, comedor, risas, llantos, alegrías, tormentos; ¿no somos todo parte de los éxitos?
Que tal si ahora, pero ya, nos preparamos un trago. Uno refrescante y tónico
1 Cucharadita de granadina
4 gotas de Cointreau
Jugo de mandarina o naranja (cantidad al gusto)
�nza de ginebra
�nza de vermouth rojo
Une todos los ingredientes en una coctelera o en una jarra de vidrio con cubitos de hielo. Agita bien y sirve sobre un vaso de cóctel previamente enfriado
¡Que lo disfrutes o, mejor, que lo disfruten!
Bien relajados, reintegremos nuestra atención sobre el tema que nos ocupa en este capítulo. Para muchos resulta escabroso hablar sobre el matrimonio, para otros, por contrario, tiene una especial complacencia. Claro que esa unión, indisoluble desde el punto de vista católico, tiene muchas aristas: intereses, alternativas, congojas, desconciertos, dispersiones, alegrías, satisfacciones, son, en síntesis, relaciones humanas. Eso es fundamentalmente el matrimonio: relaciones humanas. Porque, qué es nuestra compañera si no logramos convertirla en pareja. El significado de pareja es: igual; pues su antónimo sería desigual. Me gustaría escribir para la universalidad, pero ahora lo hago para nuestra cultura occidental, por lo que quizás para otras culturas del mundo, no pudiera tener importancia ese accionar y ser pareja. Pero, si ser pareja significa ser igual, quiere decir que existe una homogeneidad absoluta e irreversible; no, definitivamente no.
Vemos. Existen actos trascendentes e intrascendentes; cuestiones baladíes y cuestiones de importancia -menor, grande o muy grade-; existen proyectos comunes y no comunes; gustos disparejos –fíjate que a propósito uso el vocablo "disparejo", como para magnificar un punto de desigualdad entre la "pareja"-; somos por naturaleza desiguales y disfrutamos de un libre albedrío que nos es propio, incanjeable, insustituible e inalienable. Lo que quiero significar es que esa desigualdad entre los seres humanos pareciera comportarse como una barrera para la formación de la pareja, pero si la tomamos como puente y no como barrera, nos estaremos brindándonos la oportunidad de respetar la diferencia, pero sin llegar a constituirla en un entrabamiento para de pareja. Cómo lograr lo que a primera vista pareciera difícil, por no decir imposible. Creo que a través del respeto y la concesión se puede lograr el milagro. Significa renuncia, no, sólo cesión Pero ella no necesariamente cuestiona el retomar la concesión y volver atrás sin causar daño. Aquí estriba el prodigio, renunciar a algo, sin perderlo definitivamente, porque en verdad lo que estamos haciendo es compartir.
Acaso podemos hablar de amor, de matrimonio, de compartir, de pareja y de entrega sin hablar de sexualidad. Dónde, entonces, ubicar esa sublime expresión del ser humano y cuya máxima expresión es la maternidad. Cuando digo expresión del ser humano, pudiera decir también expresión animal y cubriría toda la extensión sexual, sin embargo, para nosotros en este capítulo lo importante es la sexualidad humana.
La sexualidad ha estado envuelta en un alo misterioso que le hacía infranqueable, vergonzosa y tabú. Los moldes donde se encerraba la sexualidad eran estrechos y sólo se aceptaba como la vía natural para la procreación, desdeñando el placer de la relación y sometiéndola a algo poco más que pecaminoso, olvidando que la sexualidad forma parte de la personalidad, lo que la convierte en porción importante de nuestro desarrollo cultural y social.
Las relacione sexuales revisten, por otra parte, una singular importancia en el matrimonio, y su ausencia despierta trastornos graves en las relaciones, conduciendo a no pocos matrimonios a duras separaciones con pérdidas importantes de hogares y familias.
La humanización, si se me permite el término, del sexo se lo estaremos debiendo principalmente a la mujer, quien con su revalorización logró ubicar el sexo en algo más dignificante que eleva a la pareja a un rango de especial importancia y plenitud. La hermosura de lo sexual cautiva y nos envuelve de magia y placer. La mujer logró dar al traste con esa mentalidad que la convertía en sujeto de apetencias, y sólo reconocida como objeto sexual. A ella le debemos que esa relación tenga la pureza y la elevación necesaria para hacerla satisfactoria. El hombre estaba perdido en la rutina sexual y hacía de la relación una acción mecánica que sólo brindaba "placer" a sus apetencias egoístas. Era un atrevimiento que la mujer manifestara placer en la relación, y si lo hacía era vista como una vulgar ramera. Eso quedó atrás. Se impuso el raciocinio, y al fin llegó la madures para algo tan sublime como expresión humana. La animalidad fue superada por el amor, y la fuerza inconmensurable del accionar sexual colocó a la pareja en su justa dimensión: se es el uno para el otro, en total entrega. No podía ser de otra manera, pues siempre cuando el hombre busca caminos de seguridad, encuentra en la mujer ayuda para superar crisis. Así la mujer tomó de la mano al hombre y lo condujo por los senderos de la felicidad
Debemos, no obstante, estar convencidos que con los años de matrimonio el sexo disminuye, por lo general, y nos debe encontrar, a la pareja, preparados para ese proceso natural. Pero fíjate que yo hablo de disminución de lo sexual, no hablo de su extinción, pues éste no muere sino con la desaparición física de la persona, pudiendo darse el sexo de diversas maneras, lo que compete indudablemente a cada pareja. La vida sexual sólo incumbe a la pareja, sea en la plenitud o en la decadencia. Sin embargo, la salud sexual hay que aprenderla a cultivar, igual como se cultiva una amistada para toda la vida. No soy, ni pretendo ser un terapeuta sexual, pero existen especialistas que manejan las relaciones sexuales de la pareja y son capaces de recuperarlas con sus técnicas conductivas y dedicación esmerada. No hay que olvidar que la sexualidad es una respuesta dentro del proceso de la vida, por lo que no deja de estar envuelta en conflictos sicológicos que ameritan análisis y cuidados.
No debemos olvidar, igualmente, que lo sexual es una conducta de contestación instintiva y biológica que recibe importante influencia del ambiente social, de suerte que muchas veces resulta difícil, y hasta imposible, predecir con seguridad el tipo de repuesta que se va a emitir ante un estímulo determinado. Lo sexual debe ser apartado de todo convencionalismo que trate de someterlo a las veleidades de la sociedad. Incluso, deben abstenerse los moralistas de encerrarlo en normas que lo califiquen y sometan. En cuestiones sexuales, sólo puede hablarse de normalidad desde el punto de vista estadístico, entendiendo como normal aquello que es más frecuente en una determinad grupo social.
A mi modo de ver la sexualidad es tan importante como la alimentación, pues si de esta última depende la vida física, del sexo depende gran parte de la estabilidad emocional, de ello estriba en gran medida la salud mental.
Una relación satisfactoria es más importante que muchas palabras dichas en muchas horas de conversación, y es únicamente comparable con otra relación satisfactoria.
El matrimonio debe, sin embargo, sortear infinidad de situaciones ligadas al sexo, siendo una de ella la infidelidad. No dudo en calificar esta dispersión como el accidente más grave entre parejas, siendo al mismo tiempo un episodio que amerita un inteligente manejo, si se quiere salvar la vida en pareja, y por ende el matrimonio.
En este particular resulta difícil dar una receta única, pues cada caso, como cada mente, es un mundo diferente que debe ser tratado de manera particular.
Nada natural prohíbe que hombre y mujer perciban la atracción sexual, por lo que para nada valdrán los convencionalismos sociales, legales y hasta religiosos. Una vez ocurrida la atracción se genera una conducta humana instintiva y biológica. El instinto animal se hace presente y las leyes biológicas desencadenan el encuentro.
Claro que tanto la mujer como el hombre pueden estar "vacunados" contra esa epidemia si se manejan con la suficiente confianza y natural desprendimiento, permitiendo una sólida comunicación que pueda evitar situaciones enojosas. También la moral social puede ser un inhibidor de tal conducta, así como las religiones que condenan tales acciones como algo grave. Sin embargo, nada nos puede asegurar cómo será en un momento determinado la reacción ante un inesperado atractivo sexual. Difícil tema sin duda, pero no por ello inexistente.
¿Importa quizá aquel fracaso
Si oportunamente fuiste mía?
Yo te seguí a la tumba del ocaso
Sin haber muerto en tu alegría
¿Quién violó, pues, el aposento
Que siento en él una presencia impía?
La duda es un laberinto infernal que consume nuestras fuerzas todas; ella carcome como termita y hace estrago en nuestras relaciones. Surgen alimentadas por ella miles de preguntas, que al igual que la oscuridad infunde miedo y desasosiego. A la duda hay que atacarla en sus primeras manifestaciones, y nadie mejor de quien se duda para aclarar situaciones, la mar de veces fantasmas nutridos por la oscuridad de la falta de comunicación.
La duda es ofensiva y lacera sin piedad lo noble del corazón humano. Ella confunde y sobrecoge la idea clara, permitiendo que la abominación interne los sentimientos más puros. Quien duda y no pregunta nada sabe, nada resuelve.
Pero ante la duda también hay que saber indagar, pues siendo la duda ofensiva lo es también, aún más, la pregunta insensata que hiere.
La intriga es otra fea verruga que ataca vilmente la relación de pareja, el matrimonio mismo. Debemos por lo tanto estar muy pendientes de aquellas personas que quieran castigarnos, quizás por envidia, con ese dardo inclemente.
A la murmuración, veneno activo, tenemos que cercarle para evitar su propagación, y jamás hacerle caso o murmurar nosotros también.
La venganza contra nuestra pareja, y contra cualquiera, se nutre de la bajeza y es propia del ser irrealizado que no posee entereza para perdonar. Que no sea ella, pues, juez y parte para solventar nuestras naturales diferencias.
Nadie puede afirmar que el desenvolvimiento del matrimonio es tarea fácil. Quienes son casados o han sido casados pueden dar fe de que el carácter tiene mucho que ver con la solidez matrimonial. El humor asociado al carácter es vaso comunicante que endulza o agria una relación de pareja. Lo dicho, el matrimonio no es un nicho de rosas pero no por ello puede mantener situaciones tirantez que a nada bueno conducen.
Cuando existen privaciones económicas o cuando éstas se presentan por espaciosos períodos, el matrimonio suele someterse a una dura prueba. "Amor con hambre no dura" dice el refranero popular, esto suele ser verdad cuando no existe una comunicación fluida, comprensiva y llena de amor.
El enfado nace de nuestro interior impulsado por fuerzas endógenas, pues las exógenas sólo existen para quienes la fabrican, nunca para quien las evita. Lo inteligente es ridiculizar el embate que como darnos nos lanza frecuentemente. Ellos, los dardos, siempre buscarán la diana, solo que nosotros nos haremos invisibles ante su aguda punta. Cuando nos disgustamos sufrimos con pasión y dolor. Los disgustos son incendiarios que encuentra combustible en la ligereza de una personalidad inmadura. Cuando maduramos hasta el punto de reírnos, hacia nuestro interior, de las acechanzas de los cazadores furtivos que quiere robarnos la paz, triunfa el bien sobre el mal. Eso es lo que podemos considerar clave, y nadie nos sacará de esa determinación.
Podemos preguntarnos: ¿Qué solucionamos amargando el mucho, mediano o poco pan que servimos en la mesa? La mente más complicada debe saber que nada remediamos, ni nada sumamos con someternos a tensiones innecesarias.
Ese camino feliz que tanto he repetido suele hacerse huidizo dejándonos sin el disfrute que merece una buena relación de pareja, cuando no entendemos el verdadero significado de la vida en común. La entrega tiene que ser total para que le tomemos el gusto a la conversión anímica de malos ratos en buenos ratos. Los malos ratos pueden que sean mayoritariamente presentes, pero, ¿cuánto esfuerzo haz hecho para que sean buenos?
Detenernos a pensar antes de hablar. Usar la palabra con amplio dominio de su significado es de suprema importancia, y aprender el grado de entonación nos puede evitar malos entendidos.
La vida de las relaciones es un arte. Una materia que debemos dominar y hacer comprender como de alto poder para dar gigantes pasos hacia la felicidad.
La pareja debe fijar su inmediato interés en si misma, reflejando la importancia suprema que le merece la existencia de esa relación. Si logramos entender esto nos habremos atrincherado en un verdadero acorazado. Pocas cosas harán naufragar una relación madura, abierta hacia el interior de la pareja y celosa de su ámbito. Nadie nos puede hacer daño, si no lo queremos ni lo permitimos. No creamos que nos conduzcamos con egoísmo cuando defendemos nuestra relación, pues ella es invalorable para poder dar nosotros felicidad a otros. Nada que no se posea, es susceptible de ser dado. Lo que no comprendemos, difícilmente puede ser explicado, lo que no dominamos, nos domina a nosotros. El valor sumado a otro es un valor al cuadrado; el miedo adicionado a otro es una fatalidad.
Recordemos que una función fundamental de la pareja es la educación de los hijos. Ese programa tiene que ser iniciado con la infusión de seguridad personal que hará posible los grandes triunfos. Sin seguridad todo nos resultará fuera de foco, pues el análisis de las situaciones será mediocre y temeroso. El miedo, debemos enseñar, tiene que ser sustituido por el valor, pero, no el valor para sentirnos "machos", sino el coraje para enfrentar la vida con prudencia y buen sentido.
Enseñanza
La oscuridad todo lo envolvía. Mientras más caminaba la sombra se agrandaba y mis pasos eran inseguros. Nadie acompañaba mis pasos, estaba íngrimo y la soledad imprimía temor al sendero. El temor minó mi calma y la duda estrujó mi corazón contra mi blando pecho. Pero, algo me hacía continuar, aun con miedo. De pronto la luna se asomó tras la nube, y la pajiza luz dio otra imagen al camino. La luz del astro se hizo más clara e inundo de coraje el camino. La oscuridad y el miedo, eran ausencia de luz.
He tenido el coraje de verte a la cara
Pues tu me enseñaste el valor de la verdad
Que sin piedad se blande fieramente ante cualquier escenario
He tenido el valor de ir al caos
Regresando de él erguido en la cima del triunfo
He tenido coraje, porque me lo distes a manos llenas
¡Gracias! Papá
La alegría, ya he hablado de ella, nos permite ver en un día nublado, el hechizo de la bruma; pero, la tristeza frustra el sol radiante, la luna esplendorosa y la buena compañía. A veces cuando tenemos motivos para estar alegres, nos sentimos desanimados, y cuando los días se tornan grises, nos elevamos sobre los abatares y sonreímos. Así es la vida, acéptala tal como ella es, no le des más vueltas.
Cuando decidimos por el matrimonio hicimos planes que tenían la virtud de ser sueños, encantadoras quimeras compartidas con quien prontamente sería nuestra esposa. Esos sueños los echamos a rodar inmediatamente que nos casamos y volcamos en ellos toda la ilusión que se fuera capaz de lanzar. Éramos dos ante el mundo y nuestra fuerza volcánica de la juventud derretía todo obstáculo.
Lo importante para comenzar es iniciarse, y así lo hacen infinidad de parejas. Pocos recursos, mucho deseo de salir adelante y unas ansias locas por amarse. Por eso cuesta ver, aunque raramente, matrimonio que casi inmediatamente se separan dando al traste con sueños e ilusiones. Largos noviazgos terminan de esa manera intempestiva. Pero, realmente nadie se casa para terminar de ese modo, sucediendo que la relación se fundaba más o sólo en la atracción física, que en la valorización de la persona. Sin embargo, estos son sólo juicios de un valor universal, teniendo que ser analizado cada caso en particular para forjar una opinión seria y concienzuda que nos sirva para estudios sociológicos y estadísticos de importancia.
Particularmente no le tengo miedo a las estadísticas cuando me corresponde mirar el interior de una desavenencia.
Cuántos matrimonios fracasan por falta de comunicación es importante saberlo al momento de estudiar un caso en particular. Lo mismo podemos decir de la infidelidad; de las diferencias de carácter; de lo económico; de la incursión en la pareja por otras personas; de los celos; del alcohol y la droga, y así de cada enemigo de la relación de pareja.
Hoy en Venezuela de cada cien matrimonios, veinte deciden terminar la relación de pareja impulsados por los celos. Nada se confirmó de lo que temía cada uno de cada cual, pero la duda no dio cuartel y terminó con la relación.
La mayoría de las separaciones que terminan en divorcio aducen no entenderse, y esgrimen varias razones de incompatibilidad.
Los menos, extraño ¿verdad?, tienen su origen en la drogadicción, incluida la problemática de consumo exagerado de alcohol o alcoholismo.
El abuso sexual y maltrato físico, casi siempre va unido, representa un porcentaje medio muy a pesar de la liberalidad que ha propugnado la mujer, y que le ha permitido instalarse dentro del respeto que merece en la relación de pareja.
El aspecto económico y la diferencia de sueldo entre la mujer y el hombre –privando mayoritariamente el dominio femenino sobre el masculino- tiene una presencia baja, pero sumamente indicativa de la superación de la mujer desde el punto de vista profesional, colocándose por encima del hombre en materia de ingresos.
En estos casos la mujer tiende a permanecer "divorciada", manejando el asunto con propiedad en cuanto a su desempeño sexual; mientras que la mayoría de los hombres reinciden en el matrimonio.
Las parejas de muy joven edad que tienen necesariamente que vivir bajo el techo de los padres, registran serios problemas originados por la falta de privacidad en sus relaciones, lo que viene dados por la intromisión de alguno de los progenitores en los asuntos privados de pareja.
La separación y divorcio es un tema muy amplio que ha sido analizado por autores de gran calificación, pudiendo el lector ir hacia estos escritos para ahondar sobre esta problemática. Sin embargo, es bueno señalar algunos aspectos que pueden ayudar para que no tenga cabida soluciones tan abruptas y decisivas.
La pérdida del sentido familia que viene generándose de una generación a nuestros días, tiene singular significación en el divorcio.
La generación de los años 30 se divorciaba extrañamente; un poco más los de los 40 y 50, siendo que partir de los 60 los divorcios van en acelerado ascenso.
Si vemos cuidadosamente nos daremos cuenta que al ir ascendiendo la mujer dentro de la sociedad con las ganancias en los derechos civiles y oportunidades profesionales, nos sorprendemos al apreciar una singular paridad con el número de divorcios acontecidos. Sin embargo, tal apreciación no es objetiva sino subjetiva, pues marca ciertamente un brinco importante los datos estadísticos, pero sin ser determinantes los divorcios por mejor y más amplio desempeño de la mujer o por alcanzar mayor valorización dentro de la sociedad.
Tal como lo dije, la idea de mantener el matrimonio o la vida en pareja depende de la madures con que se asuma el compromiso. Por lo que me voy a atrever a lanzar un decálogo de sugerencias sobre lo que yo estimo puede colaborar a una gran, buena o aceptable relación.
1. Hacer lo que está a nuestro alcance, no más
2. Buscar en nuestro interior soluciones
3. Aceptar lo tenido
4. Confianza mutua
5. Estar casados es ya un milagro (premisa)
6. Hacer a tiempo y destiempo lo que nos haga feliz
7. Comunicación, siempre comunicación
8. Respeto mutuo
9. Adaptarnos (Somos el uno para el otro)
10. Perdonar (don de dones) y perdonarnos (saber olvidar)
Seguramente podrían señalar más sugerencias, pero si nos manejamos dentro de estos parámetros seguramente lograremos ir añadiendo aquellas de particular importancia dentro de nuestra relación de pareja.
Aun cuando soy amante de lo perfectible, sé que no resulta sencillo el acoplar vidas, sentimientos, costumbres, hábitos, proyectos, etc., pero de eso se trata el matrimonio. Si no logramos fundir dos personas en una, guardando la independencia que respete la unión, nos veremos en serios conflictos que posiblemente iremos superando en la medida y grado de nuestra madures de pareja.
Sin embargo existen tratadistas que difieren sobre esa posibilidad de fundir dos vidas en una, se alega la imposibilidad de la unificación de criterios y otros elementos disímiles inherentes a la persona social, sin embargo, los divorcios aunque altos, representan estadísticamente minorías sobre la mayoría de parejas que se mantienen felizmente casadas.
Nunca los matrimonios que "fracasan" han resultado mayoritarios sobre aquellos que tienen éxito. Además, se puede hablar ciertamente de "matrimonios fracasados" o sería más justo hablar de personas fracasadas. Porque el matrimonio como tal no es quien fracasa, quien sí lo hace son las personas que fracasan en esa "empresa"
Una sociedad mercantil, pongamos como ejemplo un bufete de abogados fracasa, sin embargo existen miles que no lo hacen ¿ quién fracasó? el bufete o la profesión de abogados, naturalmente que la firma mercantil fue quien realmente fracasó. Así el matrimonio que es una institución nacida para unión de las parejas.
Se casan 100 y se divorcian 30, lo que resulta un 70% de éxitos de parejas que optan por mantenerse casados. No digo que no sea importante la cifra que no logran mantenerse, sino que se demuestra mayoritariamente la posibilidad de un logro por el cual todos abogamos.
También tenemos el caso de parejas que no se casan prefiriendo vivir sin el lazo matrimonial, pues bien, eso hay que respetarlo y sin hacerle caso a falsos moralismos. Lo mejor, indudablemente, es que esa unión se legalice civil y eclesiásticamente, pero no le hagamos a esa pareja un mundo difícil por la decisión adoptada. Esa libertad la tienen y se la autoriza su voluntad y libre albedrío.
Existe un tema muy controvertido que no puedo pasar en alto por sus repercusiones y su propio y nefasto origen, me refiero al aborto.
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