Los esclavos negros ya había sido introducido por
los españoles en las Indias Occidentales. Primero
esclavizaron a los nativos, pero éstos no soportaban el
duro trabajo,y pronto estuvieron casi extinguido por el trabajo
duro y la crueldad. Carlos V de España había
concedido una licencia a un negrero flamenco para importar 4.000
negros cada año en las Indias Occidentales. Éste
vendió su licencia a los comerciantes genoveses, quienes
comenzaron un comercio regular de seres humanos entre
África y las Antillas. Se determinó que continuara
la trata de esclavos negros ya que eran más fuertes que
los nativos indios. El dominico P. Las Casas y otros estuvieron a
favor del sistema como un medio para salvar a las tribus indias
de su extinción. Los ingleses entran en este comercio de
seres humanos con fuerza, desde mediados del siglo XVI. Se sabe
que los reyes de Inglaterra de la dinastía Stuart
colaboraban con compañías privilegiadas para este
comercio, e incluso Carlos II y su hermano James eran miembros de
una de ellas.
Después de la revolución de 1688 el
comercio se abrió, y en 1713 una compañía de
inglesa va a obtener el privilegio de abastecer las colonias
españolas en América Central y del Sur, durante
treinta años, estipulando entregar 144.000 esclavos negros
dentro de ese plazo. Una cuarta parte de las acciones de la
compañía fue absorbida por el rey Felipe V de
España, y la reina Ana de Inglaterra se reservó
para sí la cuarta parte restante. Así que los dos
monarcas se convirtieron en grandes traficantes de
esclavos.
La esclavitud en
Norteamérica
Los primeros esclavos fueron introducidos en las
colonias americanas por un comerciante neerlandés, que, en
1619, vendió veinte de ellos a los colonos de Jamestown,
Virginia. Después de que el comercio entre América
del Norte y África se realizó de forma bastante
vigorosa, algunas colonias protestaron, y en el Congreso
Continental, y también en la mente del público,
hubo un fuerte deseo evidenciado la abolición de la trata
de esclavos. Lawrence y Southwick Cassandra fueron expulsados de
la colonia de Massachusetts, en 1658, bajo pena de muerte si
vuelven. Su crimen fue abrazar los principios y el modo de culto
de los cuáqueros. Sus dos hijos se quedaron en la pobreza
extrema. Ellos fueron multados por no asistir a la
adoración pública llevada a cabo por sus
perseguidores. Los magistrados insistieron en que la multa debe
ser pagada, y aprobado el orden siguiente:"Considerando que,
Southwick Daniel y Southwick Disponiéndose, hijo e hija de
Lawrence Southwick, ausentarse de las ordenanzas públicas,
después de haber sido multados por los tribunales de Salem
y de Ipswich, fingiendo que no tienen propiedades, y la
resolución de no trabajar, el tribunal, da lectura previa
de una ley que se hizo por cuenta de las deudas, en lo que debe
hacerse para la satisfacción de las multas, se resuelve,
que los tesoreros de varios condados son y estarán
plenamente facultados para vender dichas personas a cualquiera de
los nativos de Inglés en Virginia o Barbados a responder a
las multas" . Endicott, se dice, instó a la
ejecución de la medida con vehemencia, pero para el honor
del servicio marítimo, ningún capitán de
barco en el puerto de Boston podría ser inducido a
convertirse en un tratante de esclavos a favor del Tribunal
General. Ellos se salvaron de la brutal medida.
En 1662 la Asamblea de Virginia aprobó una ley
que debía decidir si un niño era esclavo o libre,
"de acuerdo a la condición de la madre". Esto fue para
cumplir con el caso de los hijos mulatos, nacidos de madres
negro, en la colonia. Se pensó que los paganos africanos
eran esclavos, pero, los mulatos tendrían una parte
cristiana. Sin embargo la ley inglesa en relación con la
condición de siervo, declaró que el estado del
niño debe ser determinado por el del padre. La ley de
Virginia se opuso a esta doctrina en favor de los esclavistas.
Algunos de los negros traídos a Virginia se convirtieron
al cristianismo y fueron bautizados. Se planteó la
cuestión, "¿Es lícito mantener a los
cristianos como esclavos?" La Asamblea General llegó a la
franquicia de los esclavistas mediante la promulgación de
una ley que los esclavos, aunque los convertidos y bautizados
deberían ser libres. Se promulgó también que
matar a un esclavo de su amo por la "corrección extrema"
no debe ser considerado un delito grave, ya que no puede presumir
que "premeditada malicia" podría "inducir a cualquier
hombre para destruir su propia hacienda". Se promulgó
también, como una evasión la ley que prohíbe
la explotación de los indios como esclavos " que todos los
funcionarios, al no ser cristianos, importados por el
envío, serán esclavos de por vida". Los esclavos
liberados fueron sometidos luego a incapacidad civil.
En 1663 la legislatura de Maryland aprobó una ley
que "todos los negros y otros esclavos dentro de la provincia, y
los negros esclavos y todos los demás a ser posteriormente
importados en la provincia, tiene como objetivo durante la vida,
y todos los niños nacidos de cualquier negro debe ser
esclavos, como sus padres eran, por el término de sus
vidas ". La misma ley dice que: "las mujeres, olvidándose
de su condición de libre, y para desgracia de la
nación, se casan con negros esclavos", se promulgó
para disuadir de tal "vergonzoso partido" que, "las mujeres
blancas para matrimonios mixtos deben ser sirvientas de los amos
de sus maridos, y que estos matrimonios deberían ser
esclavos de por vida".
En 1681 la legislatura de Maryland aprobó una
nueva ley para remediar los males de matrimonios mixtos de
blancos y negros. La exposición de motivos que recita
tales encuentros fueron traídos a menudo acerca de la
instigación o complicidad del amo o ama, que se
aprovecharon de la ley anterior para prolongar la servidumbre de
sus agentes femeninos en blanco y, al mismo tiempo para levantar
a una cría de mulato esclavos. La nueva ley promulgada que
todos los funcionarios femenina blanca se casaron con esclavos
negros eran libres, a la vez, después de las nupcias, y
sus hijos también, y que el ministro celebrante y el amo o
ama la promoción o connivencia con esos matrimonios fueron
sometidos a una multa de 10.000 libras de tabaco.
En 1682 el código de esclavos de Virginia
recibió adiciones. Se promulgó que escapan de sus
hogares que se negaron a ser detenidos podría ser
legalmente asesinados. Los esclavos tenían prohibido
llevar armas, ofensivas o defensivas, o para ir fuera de las
plantaciones de sus amos sin aprobar un examen escrito, o de
levantar la mano contra un cristiano, ni siquiera en defensa
propia. La condición de la esclavitud fue impuesta a todos
los funcionarios, ya sean "negros, moros, mulatos o indios que se
introduzcan en la colonia por mar o por tierra, si se
convirtió al cristianismo o no, siempre que no eran de
filiación cristiana o país, o, si turcos o moros,
en amistad con su Majestad ". Casi un siglo después de
Virginia intentó suprimir la trata de esclavos africanos,
y en 1761 se propuso en su poder legislativo para suprimir la
importación de africanos mediante la imposición de
un derecho de prohibición. El peligro para los intereses
políticos de esa colonia se presagiaba por sus hombres
más sabios en la continuidad del comercio. Una ley para la
recaudación de impuestos fue aprobada por la Asamblea,
pero en Inglaterra se reunió con el destino de los
proyectos de ley similares de otras colonias para suprimir el
tráfico infame. Fue enviado de vuelta con un
veto.
El rey Joge III ,en el consejo, el 10 de
diciembre de 1770, emitió una instrucción, de su
propia mano, al gobernador de Virginia, " so pena del mayor
descontento, a asentir y permitir la importación de
esclavos que no debe ser, en ningún caso, prohibido u
obstaculizado". En 1772 la Asamblea de Virginia
debatió la cuestión con
seriedad:"¿Cómo nos deshacemos del gran mal?"
Jefferson, Henry Lee, y otros hombres importantes ansiosos por
librar la colonia de la esclavitud "manifiestamente exige la
expulsión total de los mismos." La Asamblea finalmente
resolvió abordar el mismo rey en este asunto, que, en el
consejo, había llevado a la tolerancia con el
tráfico, le suplicaron para eliminar todas las
restricciones sobre sus esfuerzos para detener la
importación de esclavos, a la que llamaron "un comercio
pernicioso". En este asunto de Virginia, representaba los
sentímientos de todas las colonias, y el rey lo
sabía, pero el monarca "se convirtió en el pilar de
la esclavitud colonial y de su comercio". La conducta del rey
hizo que Jefferson escribiera lo siguiente en su primer borrador
de la Declaración de Independencia: "Él (el rey) ha
hecho la guerra cruel contra la naturaleza humana misma, violando
sus derechos más sagrados de la vida y la libertad en las
personas de un pueblo lejano que nunca nos había ofendido,
capturar y llevar la esclavitud a otro hemisferio, o sea castigar
con una muerte miserable a cientos de seres en su transporte
hasta allí. Esta guerra de piratería, el oprobio de
los poderes infieles, es la guerra del rey de Gran
Bretaña. Decidido a mantener abierto un mercado en el que
los hombres deben ser comprados y vendidos, su negativa para la
supresión de la esclavitud en todos los intentos
legislativos para prohibir o restringir este comercio execrable
lo hace responsable directo de todos estos males".
Para completar la esclavización de las colonias
americanas-inglesas, el Parlamento británico, en 1750, dio
libertad al comercio de negros, como esclavos, desde y hacia
cualquier parte de África entre Sallee, en el sur de
Berbería, y el Cabo de Buena Esperanza, a todos los
súbditos del rey de Inglaterra. Este fue diseñado
para llenar las colonias de esclavos, que no debían causar
problemas para Gran Bretaña con los temores de alentar la
independencia política, ni competir con sus talleres a la
industria británica, ni iban a dejar a sus empleadores
toda la seguridad que podrían permitirles preparar una
revuelta.
El esclavo, James Somersett , era propiedad
de Charles Stewart, un funcionario de
aduanas de Boston , Provincia de la
Bahía de Massachusetts ,
un británico de la colonia de la Corona en
América del Norte. Stewart trajo a Somersett a
Inglaterra en 1769, pero en 1771 se escapó. Fue capturado
en noviembre y encarcelado en el barco y Ann Mary (el
capitán John Knowles ) con destino a la colonia
británica de Jamaica . Sin embargo, tres
personas que dicen ser los padrinos de Somersett, John
Marlow , Thomas Walkin y Cade Isabel ,
presentaron una solicitud ante el Tribunal de Banco del rey
de un recurso de hábeas corpus , y Knowles,
el capitán, recibió la orden de conducir a
Somersett ante el Tribunal de Banco del rey, que determinar si su
detención era legal.
El Presidente del Tribunal Supremo de Banco del
rey, Lord Mansfield , ordenó una audiencia para
el mes de enero siguiente. De hecho, tras un aplazamiento,
no fue hasta febrero de 1772 cuando el caso fue
escucha-do. En el ínterin, este caso había
atraído una gran atención en la prensa, y los
miembros del público aportaban donaciones para financiar
los abogados de ambos lados del argumento.Un laico
militante,Granville Sharp,que buscaba continuamente los casos de
prueba en contra de las justificaciones legales para la
esclavitud, era partidario de Somersett, y cuando el caso fue
visto, no menos de cinco abogados defensores apoyaron al
esclavo.Estos abogados incluían a Francis Hargrave, un
joven abogado que se hizo famo-so con este, su primer
caso.
En nombre de Somersett se argumentó que, si bien
las leyes coloniales podrían permitir la esclavitud, ni el
derecho común de Inglaterra, ni ninguna ley hecha
por el Parlamento reconocía la existencia de la
esclavi-tud, la esclavitud era, por lo tanto,
ilegal. Por otra parte, la ley de contrato
inglés no permitía la esclavitud, ni tampoco
ningún contrato vinculante sin el consentimiento de la
persona. Los argumentos se concentraron en los detalles
legales en lugar de los principios humanitarios. Cuando los
dos abogados de Charles Stewart espusieron su caso, argumentaron
que la propiedad era de suma importancia y que sería
peligroso liberar a todo el pueblo negro de
Inglaterra.
Por mucho que la esclavitud y la
servidumbre habían desaparecidos en Europa, la clase
dominante había desarrollado un sistema jurídico
tan favorable a los grandes terratenientes que la mayoría
del campesinado había, en esencia, cambiado una
situación de servidumbre de derecho, por otra servidumbre
de hecho. La sociedad occidental estaba totalmente jerarquizada y
estratificada, y dominado, en los países católicos,
por la Inquisición cuya función no se limitaba a
perseguir "herejes y brujas", sino a imponer un fuerte control
social, además de asegurar la Armada – a través de
condenar muchos "herejes" varones a "galeras" – de una fuente
continua de esclavos/remeros. Añadamos a esto la
posición favorable de la Iglesia católica, y la
mayoría de los protestantes, al concepto de esclavitud
para "moros, paganos e infieles" (entre estos últimos se
incluían los herejes condenados), y no es de sorprender
que el tráfico de esclavos (y la esclavitud en general)
fue aceptado con toda naturalidad. Los marineros que
físicamente hicieron posible el tráfico (los
traficantes se limitaban a financiarlo) tenían ya por
sí una vida durísima. Por mucho que los barcos de
vela mejoraron considerablemente a través de los siglos,
seguían siendo bastante primitivos y los marineros que
servían en ellos tenían una esperanza de vida muy
corta. Muy frecuentes fueron los accidentes mortales por
caídas de los mástiles (hasta 30 metros de altura),
muertes por caídas al mar (los barcos de vela tardaban
mucho en poder parar su marcha, para no hablar de dar la vuelta),
y mil cosas más. Si a esto añadimos el incesante
trabajo – especialmente durante los frecuentes periodos de mal
tiempo y tormentas, en los cuales no se podían ni quitar
la ropa mojada de encima – la comida putrefacta durante gran
parte del viaje, la escasez de agua, y el brutal régimen
disciplinario a que estaban expuestos – los capitanes
tenían poder absoluto en alta mar y cualquier
infracción o acto de indisciplina era castigada duramente
con el látigo – podemos entender que la profesión
de marinero no era para los sentimentales o blandos de
corazón. Servir en los barcos traficantes fue
todavía más duro. La explicación reside en
el hecho de que para hacer rentables los viajes había que
destinar no solamente gran parte de las bodegas de los barcos al
"alojamiento" de los esclavos sino además grandes
cantidades de comida y agua para su manutención; el
resultado lógico fue que las tripulaciones fueron
recortadas, literalmente por falta de espacio, a la mínima
necesaria para poder manejar y defender los barcos. Si los
marineros se prestaban a alistarse bajo estas condiciones –
trabajaban casi sin dormir durante toda la travesía – fue
gracias a la doble paga que recibían junto con una
pequeña participación en los beneficios (los
capitanes recibían tanto como el resto de la
tripulación junta, y podían hacerse rico con 8
ó 10 viajes) y confiaban en poder retirarse en pocos
años. Como los beneficios del viaje estaban directamente
relacionados con la cantidad de esclavos que llegaban vivos y
sanos al mercado de destino, y como de los beneficios
dependían en gran parte los ingresos de los marineros,
estos tenían intereses creados en asegurar, dentro de lo
posible, el bienestar de su carga. Por lo tanto, no había
lugar al mal trato sistemático y cruel de los esclavos.
Que al cargar el barco los marineros repartieron latigazos para
domar y controlar a los esclavos, no hay que interpretarlo como
exceso de crueldad, ya que ellos mismos estaban continuamente
expuestos a la vara de su contramaestre.
De la misma forma se puede
desmentir otra de las leyendas sobre el tráfico de
esclavos; la supuesta caza de africanos tan aventureramente
retratado en la serie televisiva "Raíces" y en bastante
películas. Hasta en el caso que los traficantes hubieron
sido lo bastante insensatos para intentarlo, con unas
tripulaciones tan reducidas no les sobraban hombres para
arriesgarlos en tales estupideces. Los portugueses se daban
cuenta, desde el principio, que las costas de África
occidental más abajo de Senegal forma-ban un territorio
muy peligroso para el desembarque. La selva impenetrable y
pestilente, escondía una jabalina o una flecha
detrás de cada árbol, y las primitivas armas de
fuego de los europeos más que darles ventaja
servían, en estas circunstancias, para poco. Para
solventar el problema de su enorme inferioridad numérica y
al mismo tiempo optimizar sus armas de fuego, los traficantes
levantaron sus factorías fortificadas en pequeños
islotes cerca de la costa o en las embocaduras de los grandes
ríos si había suficiente campo abierto alrededor.
Primero los portugueses y después los demás
países que se dedicaban al tráfico de esclavos
(España, Holanda, Inglaterra, Francia, Suecia y Dinamarca)
se instalaron poco a poco a lo larga de la costa (unos 4.000
Km.), desde Senegal-Gambia en el norte hasta Gabón en el
sur. Esta larga franja de costa estaba habitada por un mosaico de
unas 60 etnias muy guerreras (incluyendo nombres que con el
tiempo se han hecho famosos como Mandinga, Limba, Ewe, Fante,
Ashante, Benin y Ndungo) que, salvo excepciones, no
compartían ni cultura, ni religión, ni lengua
(actualmente se sigue hablando más de mil idiomas en
África) con sus vecinos, y que con regularidad se
dedicaban al "noble arte" de la guerra tribal. Lejos de cazar
africanos, los traficantes se limitaban a intercambiar, con la
tribu que ocupaba el territorio lindante con su factoría,
mercancías baratas contra presos de guerra. Como ya hemos
visto antes, las tribus primitivas no tenían mucho uso
para esclavos y acostumbraban a matar sus prisioneros. Con la
llegada de los traficantes esto cambiaba, ahora un prisionero
vivo tenía un importante valor comercial. En el comercio
(y para los traficantes se trataba de esto) a un aumento de
demanda siempre corresponde un aumento de oferta; es
difícil saber si la demanda simplemente evitó la
masacre de los prisioneros en las guerras tribales habituales o
si la demanda tenía el efecto de aumentar la frecuencia de
dichas guerras. Tomando en cuenta la enorme variedad
étnica de los esclavos africanos en América a
través de los siglos, hay que llegar a la
conclusión que las suertes de la guerra estaban muy
repartidas, y que a las tribus unas veces les tocaba vender sus
enemigos y otras veces a ser vendidos por ellos.
Los traficantes normalmente no lograban hacer más
que dos viajes al año por barco. La ruta a cubrir era un
inmenso triángulo, con un lado desde Europa occidental a
una de las factorías en la costa africana (con
mercancía barata), el segundo lado desde a ahí a
los mercados en América (Brasil, el Caribe o
Norteamérica) y el tercero (invirtiendo parte de los
beneficios de su carga de esclavos en café, azúcar
y tabaco) desde ahí de vuelta a Europa. Un viaje de unos
de 25.000 Km. que aprovechaba los vientos del noroeste y alisios
de la mejor forma posible. La intención era de dejar
coincidir la ruta África-América, el segundo lado
del triángulo, con las mejores condiciones
climatológicas en el Atlántico sur para asegurar
una travesía lo más rápida posible. Esto era
imperativo para no exponer la carga a un sufrimiento excesivo.
Hay que saber que los esclavos estaban hacinados, encadenados
lado a lado, en plataformas que ocupaban diferentes niveles en
sentido vertical. Para que tengan una idea se puede decir que era
comparable a que 4 hombres tuvieron que compartir, unas 22 horas
al día (fueron subidos 2 horas al día a cubierta en
pequeños grupos) – y durante casi un mes- una cama doble
moderna. Esto, más que crueldad, fue una necesidad
comercial; el mundo era cruel y en la famosa cárcel de
Venecia hubo presos que pasa-ban decenas de años en
"celdas" más pequeñas. Ya he indicado que la
mortandad media fue de un 10%, exactamente la misma de lo que
hubo entre los tripulantes. La media es engañosa ya que
incluye los barcos que se habían ido a pique con todos sus
ocupantes, tanto esclavos como tripula-ción. Estas
estadísticas moderadas chocan con otras más
elocuentes y, al parecer, más verídicas.
Este diseño, pertenece al barco
negrero Brookes cuya capacidad máxima era de 451
esclavos, destinando a cada uno de ellos un espacio de 183 cm.
por 40 cm. (menos espacio para las mujeres y niños).
Según acusaciones de la Asociación Abolicionista en
1789, el Brookes llegó a llevar
"cargamen-
to" de 609 esclavos. El transporte en estas condiciones
llevaba consigo un alto índice de mortandad, que queda
bien dramatizado en los siguientes datos de cuatro barcos
negreros capturados durante el inicio de la prohibición de
la trata en la década de los 30 del S.XIX (Martínez
Montiel).
Buques | Embarcados | Muertos |
Cintra | 970 | 214 |
Brillante | 621 | 214 |
Commodore | 685 | 300 |
Explorador | 560 | 300 |
Si el tráfico de esclavos nos parece muy cruel,
según podemos observar en este cuadro estadístico,
llegando la mortandad a superar el 50%, en algunos casos; vale la
pena compararlo con lo que ocurría en otros lugares.
Durante la construcción de las murallas de Marrakech en el
siglo XVII, decenas de miles de esclavos españoles (no
todos fueron rescatados como Cervantes) murieron y sus cuerpos
fueron incrustados en los muros como una temprana y macabra forma
de hormigón armado.
Aparte del envío de esclavos a
Portugal por parte de sus navegantes para suplir la falta de mano
de obra para el campo, el verdadero tráfico de esclavos a
gran escala empezó cuando Carlos I estableció
en 1517 un sistema de concesiones a particulares para introducir
y vender esclavos africanos en América, regulando de esta
forma el incipiente tráfico en el Caribe. Ahí el
uso de esclavos indígenas en las plantaciones y minas
había sido un fracaso, parcialmente porque los indios no
soportaban un trabajo duro y continuado al cual no estaban
acostumbrados, pero más todavía por su falta de
resistencia frente a las enfermedades europeos, en especial la
viruela, que eliminaron antes de la mitad del XVI la totalidad de
la población indígena de las Antillas. En toda la
Nueva España la esclavitud indígena como
institución jurídica desapareció en casi la
misma fecha. Surgieron otras modalidades, como el endeudamiento o
la encomienda.
A partir de entonces la esclavitud fue exclusivamente
africana, tanto en la Nueva España como en Brasil. En las
colonias británicas la esclavitud fue introducida casi
desde sus principios. El primer caso conocido fue en 1619 cuando
en Jamestown (la primera villa que había logrado
mantenerse en Virginia) un barco holandés cambió 17
africanos por agua y comida. Estos esclavos estaban sujetos a la
llamada "servidumbre limitada" (contractual) una situación
legal propia de los siervos blancos (a cambio de haberles pagado
su pasaje desde Inglaterra), e indígenas, que era
precursora de la esclavitud en la mayoría de las colonias
inglesas del Nuevo Mundo e implicaba prestar su trabajo durante
un periodo de 7 años. A medida que las plantaciones fueron
adquiriendo una mayor relevancia (especialmente en el sur) se
consideraba más necesario el uso de esclavos y se hizo
necesario modificar la legislación sobre la servidumbre en
favor de la esclavitud total.
Durante la guerra de la Independencia estadounidense
(1776-1783) los africanos eran esclavos en el más amplio
sentido de la palabra, con una legislación, basada en gran
parte en la romana, que definía claramente su
situación legal, política y social. Durante el
periodo colonial no hubo entre los blancos ninguna
oposición a la esclavitud. De Europa habían
heredado una sociedad muy jerarquizada en donde los ricos
explotaban a los pobres salvajemente y donde el concepto de
igualdad humana hubiera sido considerado como ridículo y
peligroso. Hombres de Estado como Washing-ton y Jefferson
consideraban normal tener varios centenares de esclavos. No es
que no hubo voces discrepantes, varias iglesias protestantes como
los anabaptistas, los cuáqueros y otros mantuvieron ya
desde el siglo XVII la inmoralidad de la esclavitud. No
sólamente hubo ya un estado que abolió el sistema
(Vermont, 1770)- probablemente porque tuvo muy pocos esclavos –
sino, hasta en los estados sureños, algunos plantadores
empezaron a cuestionar su legalidad y moralidad. De todas formas
no fue muy sorprendente que la famosa "Declaración de
Independencia" tan llena de palabras bien intencionadas y
cristianas, no abolió la esclavitud y admitía
implícitamente que había gente mucho menos
"iguales" que otros. (Tampoco hay que rasgarse las vestiduras
considerando que la rebelión contra el Reino Unido poco
tuvo que ver con la libertad, ni con la opresión, sino con
la ambición de una nueva clase media dominante que ansiaba
quitarse cualquier tutela británica de encima y tomar las
apetecibles riendas del poder en sus propias manos. Por cierto,
una vez independiente, los tan odiados impuestos indirectos
británicos anteriores se multiplicaron por diez en la
nueva República, mientras que al mismo tiempo, y gracias a
la especulación, la misma clase media había
multiplicado su fortuna proporcionalmente).
No obstante, el movimiento abolicionista empezaba a
cobrar más y más vigor hasta convertirse en la
auténtica moda humanitaria de la época. Tanto, que
a finales del siglo, la Iglesia católica, manteniendo su
posición contra cualquier marea, incluyó los
panfletos abolicionistas en su Indice de obras prohibidas. He
usado el término moda porque gran parte del movimiento fue
intrínsecamente hipócrita. Ninguno de sus
representantes más representativos, tanto en el Reino
Unido que en los Estados Unidos, se molestó nunca en
criticar la otra lacra de la época; la situación
laboral y social de las clases bajas – el 80% de la
población – provocado por la incipiente Revolución
Industrial, en donde niños de solamente 5 años
trabajaban en los túneles más estrechos de las
minas, y en las fábricas, en jornadas de hasta 18 horas.
Pero hubo más hipocresías todavía, cuando
los Gobiernos se juntaron al movimiento, no por razones morales,
sino por considera-ciones comerciales y
económico-financieras. El resultado no fue la
aboli-ción sino la prohibición del comercio de
esclavos por parte del Reino Unido (1807) y de Estados Unidos
(1810).
Resumiendo, con el paso del tiempo la producción
y comercio de azúcar se había desplazado de las
Antillas británicas a islas francesas como Haití.
En las británicas el cultivo se había convertido en
un negocio ruinoso que necesitaba de grandes subsidios por parte
de Londres, convirtiéndolo en una auténtica carga
para el Tesoro. Como en el Tratado de Utrecht (1713) – el mismo
por el cual la "Pérfida Albión" se quedó con
Gibraltar – el Reino Unido se había quedado con el
Monopolio del tráfico de esclavos con
América, su abolición dañaba mucho a los
intereses francesas, incapaces de restituir la muy alta
mortan-dad de esclavos en sus islas, y al mismo tiempo mejoraba
mucho la competitividad de las islas británicas- con
positivos resultados para las arcas del Tesoro- que no
necesitaban de más influjos de esclavos. Hay que admirar
la previsión de los ingleses, ya que la legislación
se pasó en plena Guerra Napoleónica cuando ellos de
todas formas controlaban el Caribe, lo que significaba que la ley
solamente empezaba a surtir efectos prácticos a partir del
final de la guerra.
Abolir el tráfico sin simultáneamente
abolir la esclavitud, solamente empeoró las cosas ya que
convirtió un comercio legal, y de cierta forma regulado y
supervisado, en un comercio de contra-bando. Como los pocos
barcos de guerra dedicados al control y a la inspección,
no podían inspeccionar barcos bajo bandera ajena, los
barcos de los traficantes ingleses y, ahora también,
estadounidenses, navegaban bajo banderas brasileñas y de
otros países sudameri-canos, y muchas veces estaban hasta
registrados a nombre de testaferros de estos países. Fue
curioso como muchos antaños fervorosos esclavistas se
convirtieron en pocos años en igualmente fervorosos
abolicionistas, al mismo tiempo que estaban financiando el
contrabando de esclavos, negocio mucho más rentable
todavía que el tráfico legal anterior.
La posición de muchos abolicionistas ingleses fue
tan paradójica, que los mismos que clamaron por la
abolición total en las Antillas británicas, lo que
lograron en 1833,fueron posterior-mente los que defendieron la
necesidad de esclavitud en Cuba y Brasil, con el argumento que
abolirla atrasaría el desarrollo de estos "países",
lo que afectaría "negativamente a los intereses
comerciales británicos". Como dijo un crítico
ingles de entonces: "Donde está tu bolsa, estará
también tu corazón". A finales del siglo XVIII y
principios del siglo XIX hubo, conse- cutivamente y separados por
unos 30 años, dos hechos opuestos de singular importancia.
En las últimas décadas del XVIII, el cultivo de
tabaco entró en plena crisis de la cual no se
recuperó hasta el último tercio del XIX, con la
invención de máquinas que liaban cigarrillos de
forma automática. El exceso de mano de obra resultante fue
resuelto por los plantadores liberando muchos esclavos, no tanto
por razones humanitarias sino para ahorrar gastos. Estos libertos
se convirtieron con el tiempo en artesanos y mecánicos
independientes y se formó hasta una incipiente
élite de raza negra que no tuvo ningún reparo en
adquirir sus propios esclavos (no hay que sorprenderse por esto,
hay varios casos conocidos en Louisiana, de esclavos
jóvenes que fueron educados y adoptados por plantadores
viudos sin descendencia, quienes antes de morirse no solamente
los libraban, sino además les declaraban herederos
universales de sus bienes; estos repentinos propietarios de
plantaciones y esclavos, trataban tan mal a sus esclavos – igual
que muchos capataces llegados a más se convierten, muchas
veces, en los peores patrones – que los plantadores blancos les
echaban de su Círculo, no por negros sino por
indeseables).
Algunas décadas después, ya en plena
prohibición del comercio de esclavos, ocurrió lo
contrario. La invención, en los principios de la
Revolución Industrial, del telar industrial por Arkwright
había hasta tal punto aumentado la producción que
el suministro de algodón crudo desde Brasil y las Antillas
ya no cubría la demanda; y ahí estaban los estados
sureños con el clima perfecto para el cultivo de
algodón (más de 200 días de sol al
año y 65 cm de lluvia). Para poder atender este nuevo
cultivo la demanda de esclavos en Estados Unidos subió
enorme-mente justo cuando el tráfico (marítimo)
había sido prohibido. El efecto fue doble, por una parte
los traficantes (ahora, contrabandistas) se cuidaban de que su
oferta se quedara siempre muy por debajo de la demanda y de este
forma lograron multiplicar hasta por diez el valor de sus cargas,
y por otra parte aumentó fuertemente el comercio de
esclavos entre los estados, que seguía siendo
completamente legal.
Durante las siguientes décadas el movimiento
abolicionista creció continuamente, especialmente en los
estados norteños, en donde la esclavitud había
desaparecido por completo, gracias, en parte, a la creciente
inmigración desde Europa que creaba una mano de obra
abundante y barata. En el cincuenteno entre 1810 y 1860, cuando
fue elegido Lincoln, la expansión hacia el Oeste fue tan
enorme, que los 15 estados de aquel año (los mismos del
año 1795) se convirtieron en 34. Como el diseño de
la bandera – la famosa "stars and stripes" (estre-llas y barras)-
estaba basado en una barra para cada una de las 13 colonias
originales y una estrella para cada una de los estados a partir
de la independencia, esto implicaba que cada vez que uno o varios
estados nue-vos fueron admitidos en la Unión, la bandera
sufría su correspondiente modificación. Más
que en ningún otro país la historia de los Estados
esta escrita en su bandera. Desde el año de la
independencia la bandera fue modificada en no menos de 24
ocasiones (la última vez en 1960) de los cuales 12 veces
entre 1819 y 1861.
Como los nuevos estados se alinearon
en el bando esclavista o abolicio-nista según sus
tendencias, no es sorprendente que el problema de la escla-vitud
fue, durante toda estas décadas, el asunto político
y religioso más ardiente de la Unión. Las
posiciones cada vez más radicales de los aboli-cionistas
fueron contestadas con una similar radicalización por
parte de los esclavistas (de la misma forma que siglos antes, la
Contrarreforma, como reacción a la Reforma, aumentó
el fundamentalismo dentro de la Iglesia católica).
También el impacto religioso fue muy importante. Muchos
abo-licionistas, una vez que su conciencia negaba la validez de
los preceptos esclavistas de la Biblia, empezaban a cuestionar
abiertamente la validez y verdad de otros preceptos
también. La Iglesia católica y la inmensa
mayo-ría de las iglesias protestantes contestaron a este
desafío con una huída hacia adelante defendiendo
hasta la insensatez la inspiración divina de la
esclavitud.
Contrariamente, en la política hubo algunas
mentes que trataban de moderar las cosas, y algunos de los
estados de nueva incorporación en donde la esclavitud tuvo
poca importancia se declararon a favor de uno de los dos bandos,
según el momento, no por convicción sino para no
deshacer el frágil equilibrio político existente.
No obstante la cosa se complicó mucho por la insensatez de
los sureños. Se ha defendido muchas veces que, durante la
Guerra Civil, la Confederación no luchaba tanto para
defender la esclavitud sino para defender los derechos
constitucionales de los estados contra los abusos de la
Constitución por parte de las autoridades federales. Pero
los hechos demuestran lo contrario. Usando, en ciertos momentos,
su mayoría en el Congreso y su control del Tribunal
Supremo, impusieron la Ley sobre Esclavos Fugitivos, que
autorizaba a los sureños a entrar en los estados del Norte
para recuperar su "propiedad" a través del secuestro y en
1842 el Tribunal Supremo convirtió este derecho en un
derecho constitu-cional, denegando, por lo tanto, a los estados
del Norte de aplicar sus leyes estatales para defender cualquier
persona dentro de sus fronteras contra abusos ajenos. Peor,
todavía peor, fue una decisión judicial del
año 1857 en la cual el Tribunal declaró que
propietarios sureños tenían el derecho a introducir
sus esclavos en los estados abolicionistas y mantenerlos como
tales en flagrante oposición a las leyes abolicionistas
locales. Como vemos los estados sureños, más que
nadie, estuvieran perfectamente dispuestos a abolir los derechos
estatales, por lo menos los ajenos, a favor de una
legislación federal. Esta legislación combinada con
el "ferrocarril" hacia la libertad creado por grupos
abolicionistas para ayudar a esclavos a escapar hacia el Norte,
creó el peor invento del sistema esclavista: la caza del
hombre. Los elementos más canallescos de los estados
sureños, auténtica "basura blanca", se organizaron
en grupos y, acompañados por perros de presa, se
dedicaron, como cazadores de recompensa, a la persecución
de esclavos escapados con incomparable saña y
crueldad.
Dicho todo esto, igual como con la
prohibición del tráfico marítimo de esclavos
de principios de siglo, en las últimas décadas
antes de estallar la Guerra Civil también hubo mucha
hipocresía en el movimiento abolicio-nista. No hay duda
que hubo muchos abolicionistas sinceros y humanitarios (y
bastante subjetivos), pero no fueron ellos, menos en apariencia,
lo que formaban la fuerza motriz del movimiento sino oscuros
intereses económi-cos, financieros y sociales. Para estos
intereses la esclavitud fue una auténtica amenaza
comparativa, ya que, por sorprendente que pueda parecernos, la
situación de los esclavos, olvidándonos por un
momento de las implicaciones morales y éticas, fue en casi
todos los demás aspectos mejor que la de los millones de
inmigrantes que estaban llegando a la "tierra prometida"
convirtiéndose desde el momento mismo de su llegada en un
lumpen proletariado. Ya he indicado antes que los Padres ingleses
del abolicionismo nunca se molestaron en criticar la
situación social de los hombres y mujeres ( y
niños) en su propio país, y de la misma forma el
movimiento abolicionista en los estados
norteños,maquiavélica- mente dirigida desde las
sombras, en vez de centrarse en el aspecto moral de la esclavitud
se ocupó principalmente en denunciar su aspecto laboral,
sanitario y humano. Esta actitud sigue siendo la norma actual no
tanto por la falta de objetividad de los años anteriores a
la Guerra Civil sino por un total desconocimiento
histórico.
Analizamos las críticas
más comunes:
1. Nutrición: Casi todos admiten que en general
la comida fue suficiente y hasta abundante, pero se critica las
deficiencias vitamínicas de la misma. No dudo que sea
así desde nuestra punto de vista moderno, pero la obser-
vación es totalmente sin sentido del punto de vista de
aquellos tiempos. No solamente el concepto de vitaminas era
totalmente desconocido, sino, como es sabido, la nutrición
de los ricos, por excesiva, era mucho más deficiente e
insana todavía. El hecho de que la comida de los esclavos
era por lo menos suficiente comparaba favorablemente con el
auténtico hambre que pasaban la mayoría de los
nuevos inmigrantes "libres".
2. Trabajo: Se critica las jornadas laborales de 12
horas de los esclavos, una verdad a medias que aparte de un
desconocimiento de la realidad histórica demuestra un
desconocimiento total del campo. Durante la cosecha del
algodón – principio de Septiembre hasta mitades de Octubre
– todo el mundo, incluyendo los propietarios, trabajaban jornadas
de hasta 18 horas ya que la recogida antes de las lluvias era
casi cuestión de vida o muerte. Por otra parte, durante la
época de lluvia y en invierno, la jornada de trabajo
muchas veces no llegaba ni a las 6 horas. De todas formas
jornadas mucho más largas fueron la norma en las
fábricas ingleses y americanas. Mientras que los hijos de
los esclavos empezaban a trabajar en el campo a los 10 ó
12 años, ya hemos visto que en Inglaterra niños
mucho más pequeños ( 5 ó 6 años)
fueron explotados en las minas.
3. Descanso: También se ha criticado que los
esclavos solamente tuvieron el domingo como día de
descanso (había plantaciones en donde también se
libraba los sábados). Los críticos que dicen estas
tonterías parecen no saber que, por ejemplo, en
España cuando en 1904 el Gobierno de turno quiso imponer
la semana laboral de 6 jornadas el proyecto se tuvo que enfrentar
al rechazo total por parte de ambas la UGT y la Iglesia, por
razones lógicamente diferentes. La UGT estuvo en contra
porque los obreros no podían vivir con solamente 6
jornales a la semana ( así de bajo eran los jornales)
mientras que la Iglesia objetó que si los obreros tuvieron
un día libre a la semana solamente iban a dedicarlo a
"emborracharse e ir de putas".
4. Alojamiento: Las cabañas de madera en que se
alojaba cada familia de esclavos comparaban, gracias al buen
clima de los estados sureños, también
favorablemente con las chabolas de los obreros norteños
para no hablar de las condiciones de vida de los primeros
pioneros en el salvaje Oeste.
5. Castigo: Se ha hablado mucho de los crueles
castigos a que fueron expuestos los esclavos con un liberal uso
del látigo. Estas leyendas tuvieron mucho que ver con el
comportamiento de los caza- recompensas, que se ensañaron
a gusto con sus cautivos ya que el sistema de recompensas se
basaba en el concepto de "vivo o muerto" y que su fin no era
tanto la recu-peración del esclavo huido sino de servir
como disuasivo para otros. No hay duda que se castigaba de vez en
cuando a esclavos desobedientes o revoltosos pero el
látigo se usaba infinitamente menos que en las Armadas de
los países marítimos en donde el castigo corporal
estaba regulado en los "Artículos de Guerra"
(también aplicable en tiempo de paz) y aplicado hasta por
infracciones mínimas.
Todo esto prueba que lejos de ser unos ogros
sádicos y desalmados, la inmensa mayoría de los
plantadores fueron racionales hombres de negocios que cuidaban
sus esclavos que formaban por mucho la parte más
importante de su inversión y, por lo tanto, de su negocio.
Por esta razón casi todos – siempre hay excepciones-
evitaron como la peste los castigos indiscriminados y
arbitrarios, y la separación de las familias, y trataban,
dentro de lo posible, tener sus esclavos si no felices, por lo
menos contentos. Como dijo uno de ellos: "Un esclavo infeliz es
un esclavo improductivo; y un esclavo improductivo es una mala
inversión". Hace unos 25 años dos investigadores,
economista y sociólogo, pretendieron demostrar las
maldades del sistema esclavista haciendo un estudio pormenorizado
de los libros de contabilidad de una de las grandes plantaciones
a que tenían acceso. Una vez terminado el estudio
resultó, para su gran sorpresa, que las plantaciones
esclavistas fueron un negocio ruinoso con una rentabilidad
mínima en relación con su nivel de
inversión. Los plantadores vivían muy bien, pero
ganaban proporcionalmente muy poco dinero. La conclusión
del estudio fue que con el uso de mano de obra libre y con los
jornales vigentes en la época las plantaciones hubieron
sido hasta 6 ó 7 veces más rentables.
A esta situación se llegó efectivamente
varios años después de la terminación de la
Guerra, por las razones que ya veremos más abajo. Antes
hemos visto la política insensata de los estados
sureños en manipular la legislación para sus
propios fines, por mucho que durante casi 20 años
habían logrado imponer sus "intereses", pero la
elección de Abraham Lincoln como Presidente de la
Unión representando el partido republicano- constituido
solamente 3 años antes- con una plataforma abolicionista
(1859), les llevó por un camino más insensato
todavía, el de la secesión. De cierta forma Lincoln
no era tanto un abolicionista sino un pragmático, y al ser
elegido se comprometió a no tocar la esclavitud en los
estados esclavistas, y limitarse a cambiar las leyes aprobados
durante las últimas décadas que infringían
los derechos de los estados abolicionistas. Lo malo era que los
sureños no se fiaban de él, no obstante de que
Lincoln hubiera demostrado,en otras ocasiones, ser un hombre de
palabra. Antes de que Lincoln jurase su cargo, y todavía
bajo la presidencia de Buchanan, siete estados sureños
(Alabama, Carolina del Sur, Georgia, Mississipi, Louisiana, Texas
y Florida) se separaron de la Unión y forma-ron los
Estados Confederados de América (Confederación).
Pronto se juntaron a ellos 4 estados más (Carolina del
Norte, Virginia, Tennessee y Arkansas).
No es que Missouri, Kentucky, Maryland, y Delaware, los
otros 4 estados esclavistas, se mantuvieron fieles a la
Unión, sino que fueron militarmente ocupados y puestos
bajo Ley Marcial para que no pudieran seguir el ejemplo de los
demás, y esto antes de que se declaró la Guerra.
Queda claro que la Guerra Civil resultante no empezó para
abolir la esclavitud, sino única y exclusivamente porque
la Unión no estaba dispues-ta a tolerar la secesión
y no por ser anticonstitucional, al contrario. Tan ambigua
fue la situación que cuando al empezar la guerra decenas
de miles de libertos y esclavos huidos quisieron alistarse en las
filas del ejercito Federal, fueron rechazados con
indignación con el argumento de que se trataba de un
asunto de blancos (White Man's War).Solamente un año
después, y más por razones de necesidad (las
enormes perdidas sufridas por el ejército de la
Unión) que por razones éticas, los primeros
regimientos de soldados "de color" fueron finalmente
incorporados. En todo este periodo la mayoría de los
partidarios de la Unión no solamente les importaba un
bledo la abolición, sino que estaban totalmente opuestos a
dar derechos cívicos a los libertos.
Para complicar todavía más el panorama,
muchos de los descendientes de los libertos de principio de siglo
que con el paso de los años se había convertido en
una próspera élite negra, con esclavos propios, se
ofrecieron para luchar en las filas de la Confederación.
Cuando finalmente Lincoln, bajo la presión de
abolicionistas, con muchos especuladores y aprovecha-dos en sus
filas, firmó la Proclamación de Emancipación
en Septiembre de 1862, esta no tuvo ningún efecto ya que
solamente iba dirigida a los estados "rebeldes" y no a los
estados esclavistas que se habían quedado dentro de la
Unión. El símbolo de la Guerra no fue unas cadenas
rotas.
No obstante, una vez ganado la Guerra Civil por la
Unión, después de que las dos bandas habían
sufrido terribles pérdidas, se podía ya ver con
claridad que la guerra no había tenido lugar para abolir
la esclavitud, por mucho que esto fuese uno de sus resultados, ni
tampoco para luchar contra la secesión, sino que en
esencia había sido una lucha a muerte entre la nueva
sociedad industrial emergente del Norte y la antigua sociedad
agrícola del Sur. Una de los eslóganes de esta
nueva sociedad fue el viejo adagio de siempre: "cambiar todo para
que no cambie nada", o mejor dicho, para que todo empeore mucho.
Para esta sociedad la abolición de la esclavitud fue la
mejor forma para poder explotar de verdad al negro africano. Ya
veremos lo que ocurrió casi inmediatamente, durante la
guerra en los territorios ocupados por las tropas federales, y
después de terminar la guerra en todo el territorio de la
Confederación.
El impacto de la guerra fue enorme.
En 1800 la población de los 15 estados fue de 5
millones. En 1861, la de los 34 estados fue de 31millo-nes
divididos en 22 millones en el Norte y 9 millones en el Sur,
incluyendo a 3,5 millones de negros, la mayoría esclavos.
Estos fueron los descendien-tes de los 650.000 que habían
sido "importados" durante los últimos dos siglos y
medio.(Existe la errónea impresión de que Estados
Unidos ha sido el país de la esclavitud por excelencia
durante este periodo, pero nada más lejos de la verdad.
Aquellos 650.000 solamente formaban el 6,5% de los 10 millones
transportados a las Américas) De la población de 31
millones, un 30% o 9 millones fueron hombres adultos y de estos
casi un tercio sirvió en la guerra, 2.200.000 al lado de
la Unión (30%) y 900.000 al lado de la
Confederación (un increíble 42% de sus hombres
blancos). De estos más de 3 millones de hombres, 650.000
murieron en la contienda. Hay que admitir que la sociedad
americana pagó un precio muy caro por el pecado de la
esclavitud, un hombre muerto por cada esclavo llegado de
África.
La primera parte de la guerra fue en
general favorable a la Confedera- ción, que tuvo a su
favor, como sociedad básicamente rural, que todos sus
hombres eran jinetes y tiradores de primera a partir de muy
temprana edad. Se ha dicho que, junto a la de los mongoles y de
los apaches, su caballería ligera fue la mejor de la
historia.
No obstante, a la larga, la ventaja de
la Unión en población, financiación y
capacidad industrial fue decisiva. De cierta forma, cada batalla
ganada por la Confederación constituía una victoria
pírrica, ya que sus bajas fueron insustituibles, mientras
que las bajas Federales (mucho más altas) fueron cubiertas
por el incesante influjo de inmigrantes, en aquellos momentos,
mayoritariamente irlandeses. A partir del año ´63,
la balanza se inclinó definitivamente a favor de la
Unión con la paulatina ocupación de territorio
confederado hasta la terminación de la guerra. La
ocupación de territorio implicaba la inmediato
proclamación de la Ley Marcial, la privación de
todos sus derechos cívicos y legales a los ciudadanos
confederados blancos, la manumisión de los esclavos y la
aplicación- durante poco tiempo por cierto- de las
enmiendas XIV y XV (1863) de la constitución (dando a los
libertos plenos derechos cívicos y de voto). El resultado
fue un auténtico régimen de terror (llamado
"Reconstrucción"), en donde por una parte se usaba el voto
negro y los votos de los soldados federales para cambiar
totalmente la Constitución de los estados sureños,
y al mismo tiempo les exponía a un expolio brutal a
través del saqueo sistemático de todos sus bienes,
hasta tal punto, que se ha podido demostrar que no solamente
todos los muebles, cuadros, servicios de plata y vajilla de las
mansiones de los nuevos ricos californianos procedían de
aquel pillaje, sino hasta sus trajes, vestidos, zapatos y
carruajes. No es creíble que estas actitudes de
corrup-ción pura fueron el resultado de una sana
indignación contra la esclavitud. Si hubiera sido
así se hubieran limitado a los grandes propietarios de
esclavos y no se hubieran aplicado a la población blanca
en general. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de
la población sureña no tuvo esclavos, estos
(3.500.000) pertenecían en casi un 90% a unas 5.000
grandes plantaciones a un medio de 600 por plantación.
Durante esta época el antiguo territorio de la
Confederación fue dividido en 5 comandancias generales
bajo sus respectivos generales de división
(¡reminiscencias cromwellianas!). Para dar una idea del
cinismo y la inmoralidad de muchos de los generales de la
Unión basta citar algunas frases de una carta del muy
laureado General Sherman a su, igualmente laureado, subordinado
el General Sheridan: "Para los secesionistas persistentes la
muerte debe de ser un alivio, y lo mejor que podemos hacer es
ayudarles, tanto a los hombres como a las mujeres, a alcanzarla
cuanto antes; Usted ,yo, y todos los que estamos al mando tenemos
la obligación de cometer todos los crímenes
necesarios para alcanzar nuestra meta".
A terminar la guerra el Norte exigía
a los sureños el pago retroactivo de todos los impuestos
que habían estado vigentes en la Unión durante la
Guerra Civil y por otra, un decreto por el cual las tierras
confiscadas debían ser repartidas en lotes de 40 acres (16
hectáreas) entre los esclavos libera-dos-¡
además de darles una mula!-decreto que, lógicamente
no fue cumpli-do nunca. En lo que se refiere al pago de los
impuestos, muy contados plantadores podían hacer frente a
esta exigencia gracias a amistados extranjeras o por haber puesto
fondos a buen recaudo en tiempos pasados, pero la mayoría,
después de haber sido expoliada de todos sus bienes
mobiliarios- aparte de lo que les había costado ya la
guerra en impuestos confederados y cosechas perdidas- no
tenían con qué pagar y si algún banco en
algún momento estuviera dispuesta a prestarles dinero
contra cosechas futuras, ya se ocupaban los coroneles que
ejecutaban el poder militar, civil y judicial en los distintos
condados, de indicarles (sic) lo erróneo de tal actitud.
El resultado de la incapacidad de hacer frente a este robo fiscal
era la subasta de los bienes y la gran oportunidad – ya intuida
hace años- para los militares y especuladores, en
íntima colisión, de hacer todos los agostos de su
vida a la vez. Se cuidaban mucho de pujar entre si y a todos – no
hay que dudar de los milagros- les tocaba "su plantación"
al precio de salida, o sea por una fracción de su
valor real.
Habrá personas que consideren
todo esto como el derecho del ganador y que a los sureños
se les había aplicada una justicia si no divina (no
olvidan que Díos sancionaba la esclavitud) por lo menos
"humana", y que los desgraciados esclavistas se lo habían
ganado a pulso. Pero queda la pregunta: ¿Qué
pasó entretanto con los esclavos recién liberados?
Aparte de los que antes, durante y después de la guerra se
habían desplazado al Norte (por cierto con gran recelo de
los recién llegados inmigrantes alemanes e irlandeses que
temían una bajada de sus ya miserables jornales por exceso
de oferta de mano de obra), y otros que prestaban servicios al
ejercito ocupante, la mayoría, o no habían nunca
dejado las plantaciones, o al terminar la guerra volvieron a
ellas. No hay que olvidar que allí estaba la única
casa que habían conocida. No pasaba nada hasta que
los"carpetba-ggers" se apoderaban de las plantaciones, cuando
sí hubo un cambio fundamental.
Los nuevos propietarios les invitaban a desalojar las
cabañas y abandonar su tierra, bajo el argumento de que
como personas libres ya no pintaban nada en propiedad ajena. Este
fue el momento exacto, antes de finales de 1866, del gran
éxodo de los antiguos esclavos de las plantaciones que les
habían visto nacer. Toda esta masa humana tuvo que
instalarse en terrenos marginales y pestilentes y allí
fabricar sus chabolas, comparadas con las cuales sus antiguas
cabañas les parecían viviendas de
primera.
Ya he dicho antes de que uno de los fines de la guerra –
además de cambiar la Unión de una Federación
de Estados libres, en una Federación centralista de
estados subyugados – era liberar los esclavos para poder
explotarles mejor a través de una dependencia
(¿esclavitud?) económica total. Una vez echados los
libertos de sus tierras, los nuevos plantadores contrataban
más o menos la mitad de ellos a jornales de
escándalo (pagaban mucho menos de lo que a los plantadores
esclavistas les había costado simplemente la
manutención). ¡Que gran negocio! Habían
comprado las plantaciones por casi nada, no tenían que
hacer ninguna inversión (compra de esclavos) en su mano de
obra, mantenían la mitad de los libertos en el paro
forzoso y la miseria total, y de esta forma mantuvieron los
jornales al mínimo posible. Es verdad que el sur
entró en una profunda recesión de la cual solamente
ha empezado a salir a partir de la segunda mitad del siglo XX,
pero los plantadores durante muchas décadas prosperaban
mucho.
No obstante de exigir jornadas de trabajo muy largas a
sus "trabajadores", la producción de algodón
bajó un tercio. Pero gracias al aumento del precio de
venta, provocado por la baja oferta, y los bajos costes de
producción, la rentabilidad sobre inversión fue
increíblemente alta. Entre 1867 y 1870 los estados
sureños, una vez cambiadas sus constituciones y
sustituidos sus clases dominantes, fueron readmitidos en la
Unión. Como ya habrán anticipado, casi
inmediatamente después, la aplicación de las
enmiendas XIV y XV fue, en la práctica, suspendida y los
negros no recuperaron sus derechos cívicos plenos hasta
casi 100 años después. Hubo antiguos esclavos que
40 años después, ya viejos, manifestaron que la
"libertad" que les habían impuesto fue infinitamente peor
que la esclavitud que habían sufrido antes.
Considerando la enorme
migración de sureños hasta los estados del Oeste en
la década siguiente a la terminación de la Guerra
Civil, hay que llegar a la conclusión que muchos de los
más conocidos políticos racistas sureños
actuales – y muchos de los componentes de la supuesta
aristocracia sureña – son en efecto los descendientes de
aquellos oficiales federales y de los "carpetbaggers" que
expoliaron el Sur hace 150 años.
Hemos visto que la esclavitud ha
sido una constante a través de todas civilizaciones y
culturas desde tiempos inmemoriales, y que por lo tanto la
esclavitud negra en América no fue ninguna novedad
ni ninguna excepción. Pero entonces queda la
pregunta:¿ por qué esta dejó tantos
cicatrices mientras que otras desaparecieron sin dejar
ningún rastro?. Creo que la respuesta tiene dos
vertientes: raza y número. En otros tiempos la esclavitud
no tuvo ninguna implicación racial, los esclavos
pertenecían a todas las etnias imaginables y, cuando la
esclavitud desapareció, se incorporaron posteriormente a
la sociedad sin que ningún rasgo físico les marcaba
como antiguos esclavos. En aquellas sociedades los esclavos
fueron considerados inferiores por sus amos, pero, por arte de
magia, al obtener su libertad dejaban de ser, en el mismo acto,
inferiores. La mayoría de los habitantes de Europa
Occidental somos descendientes remotos de esclavos, siervos y
villanos, sin que ni nosotros mismos tengamos constancia de
ello.
En Estados Unidos la situación fue diferente,
exceptuando un cierto número de esclavos o semi-esclavos
blancos e indios en los siglos XVI y XVII, la población
esclava fue exclusivamente negra. Partiendo desde el concepto de
la inferioridad nata del esclavo y si durante mucho tiempo todos
los esclavos son exclusivamente negros africanos, el concepto
cambia y los esclavos son considerados inferiores no por esclavos
sino por negros. Si los esclavos sureños en vez de ser
negros hubieron sido, por ejemplo, eslavos, su estigma de
antiguos esclavos o descendientes de ellos hubiera desapare-cido
en el acto. Pero siendo negros siguen marcados con la marca (el
color) de su supuesta inferioridad. Lo mismo ocurrió en el
Caribe y en parte de Sudamérica, especialmente Brasil,
pero a la larga la actitud racial fue insostenible por ser la
raza negra, en estos países, mayoritaria. Aquí
tenemos la otra vertiente antes mencionada, la del número.
En Estados Unidos el número de esclavos fue siempre muy
inferior al de los habitantes libres.
Al empezar la Guerra Civil, los esclavos formaban el 35%
de la población en los estados sureños, mientras
que en todo el país superaban en muy poco el 10%.Podemos
ver entonces que el racismo depende mucho de la
combinación de raza y minoría, por lo menos dentro
del propio país. En Brasil donde la población
blanca es muy minoritario y el resto de la gente van desde el
negro más oscuro al moreno más clarito, actitudes
abiertamente racistas serían francamente suicidas. En
Sudáfrica los minoritarios blancos trataron durante
más de cincuenta años de mantener un régimen
abiertamente racista (el apartheid) y al final sucumbieron, y
mientras que en Brasil la pequeña minoría blanca ha
logrado mantener en sus manos gran parte del poder
político, en Sudáfrica lo ha perdido totalmente. En
Estados Unidos la actitud racista por parte de la
población blanca basada en la supuesta inferioridad
intelectual de los negros es reforzada por la clarísima
inferioridad económica de la población negra, una
observación a todas luces injusta por que olvida que el
bienestar de gran parte de la población blanca – la de los
estados del oeste y medio oeste – se basa en el reparto de
tierras (robadas a los indios) en la segunda mitad del siglo XIX
por parte del Gobierno Federal a pioneros blancos, del cual los
negros fueron, con mil artimañas, excluidos.
Mujeres esclavas trabajando el
algodón
El actual "espíritu de Durban", un supuesto-por
muy politizado- conclave antirracista, ha reactivado el
movimiento pro-indemnización que empezó a
manifestarse hace ya algunos años en Estados Unidos con la
pretensión de exigir indemnizaciones para todos los
descendientes de los antiguos esclavos. Como era previsible, a
este movimiento se han incorporado muchos de los más
afamados abogados norteamericanos – siempre dispuestos a liderar
juicios "populares"- no muy sorprendente ya que están
acostumbrados a quedarse con gran parte del botín ( un 35%
y más),y aquí estamos hablando de un
auténtico mega botín de unas 1400 billones de
pesetas. Han subido al tren todos los que nunca desaprovechan la
oportunidad de hacer demagogia barata, como muchos
políticos "políticamente correctos", dictadores y
dictadorcillos africanos, y, como podía no faltar, el
mismísimo Gran Hermano Fidel, olvidándose que
él solito tiene esclaviza-do políticamente al 90%
de los cubanos. Dicho esto hay que ver si todo esto de las
indemnizaciones tiene el más mínimo mérito.
Considerando que los traficantes europeos no esclavizaron nunca
ningún africano sino se limitaron a comprar africanos ya
esclavizados por otros africanos, parecería lógico
que los descendientes de estos debieran pagar, en primer
lugar, una indemnización a los descendientes de los
esclavos. El problema es que es casi imposible distinguir entre
unos y otros, ya que, como he dicho más arriba, los
vendedores muchas veces se convirtieron poco después en
vendidos por el mero azar de las guerras tribales. Hemos visto
que la alternativa a la esclavitud hubiera sido la muerte, en
cuyo caso la esclavitud negra en Occidente nunca hubiera existido
y Occidente tampoco se hubiera enterado de la muerte de millones
de prisioneros de guerra. La conclusión que podemos sacar
de esto es terrible pero clara: sin la esclavitud los
descendientes actuales de los esclavos ni siquiera hubieran
existido.
Si a los primeros culpables del tráfico de
esclavos no se les puede exigir responsabilidades por el
simple hecho de que es imposible identificar cul-pables y
víctimas, entonces queda la pregunta a quién haya
que exigir las oportunas indemnizaciones. ¿ A los
árabes que controlaban dos tercios del tráfico
total? ¿A los países (Portugal, España,
Holanda, Dinamarca, Suecia e Inglaterra) bajo cuyas banderas
navegaban los barcos de los traficantes? ¿Y qué
decir de los países caribeños, de Brasil y de otros
países súdame-ricanos, destino del 94% del
tráfico, en donde los descendientes de los esclavos forman
la inmensa mayoría de la población, se van ellos a
auto- indemnizarse? Como vemos la cuestión es peliaguda e
insostenible. Menos, como siempre, en Estados Unidos en donde se
está tomando el asunto muy en "serio". Entre los negros el
80% esta a favor, lo que no es muy sorprendente ya que a nadie le
disgusta un dulce ($50.000 por familia), al otro 20% que
está en contra hay que felicitarles por su sentido
ético y moral. Legalmente la cosa no tiene ni pies ni
cabeza. ¿ Alguien se puede imaginar de verdad que el
Tribunal Supremo vaya a ilegalizar retroactiva-mente toda la
legalización sobre la esclavitud que existió en los
Estados Unidos anterior a la Guerra Civil? Una cosa es que
Lincoln abolió la esclavitud a partir de 1863, otra cosa
es declararla ilegal anterior a esta fecha; además de ser
un imposible jurídico, no dejaría en muy buen lugar
a los Padres de la Patria como Washington, Jefferson y otros. La
sociedad evoluciona continuamente y no podemos aplicar nuestras
ideas, opiniones y sensibilidades al pasado.
Pero imaginemos por un momento que el Tribunal Supremo
de los Estados Unidos cometiera tal atropello judicial, ¿a
quién atribuiría la responsabilidad de las
hipotéticas indemnizaciones?, ¿a los descendientes
de los esclavistas -de muy difícil identificación-
incluyendo en estas los 12000 libertos que tuvieron
esclavos (la mayoría de los esclavos a través de
los tiempos nunca estuvieron en contra de la esclavitud como tal,
sino en contra de su esclavitud)?, ¿a todos los
descendientes de la población blanca anterior a la Guerra
Civil que ni siquiera tuviera esclavos?, o extendiendo la
responsabilidad hasta el absurdo total:¿también a
los descendientes de todos los inmigrantes que llegaron a la
"tierra prometida" después de la abolición,
obviando por completo que el 90% de la población
blanca actual son descendientes de las capas más pobres de
la población europea de los siglos XVIII y XIX, y por lo
tanto todos ellos también descendientes remotos de
esclavos, siervos y villanos? ¡ Qué
despropósito y que sandez!
La primera rebelión de esclavos importante en el
sur fue conducido por un esclavo de veinticuatro años de
edad llamado Gabriel Prosser. Todas las grandes revueltas de
esclavos en el sur fueron dirigidos por gente como Prosser, que
eran profundamente cristianos y fueron despedidos por la
intransigencia religiosa contra la esclavitud. Prosser fue el
primero. En 1800, comenzó a hacer planes de tomar la
ciudad de Richmond, Virginia, por la fuerza. Él planeaba
invadir Richmond, atacar el arsenal, con la ayuda de esclavos
rebeldes. En agosto de 1800, había miles de esclavos
alistados y había almacenado un arsenal de armas,
incluidas armas de fuego. Pero fue traicionado por dos de sus
seguidores y, en el día de su rebelión, con
más de un millar de seguidores dispuestos a atacar
Richmond, además los puentes de acceso a Richmod
habían sido destruidos por una inundación. La
milicia estatal le atacó al día siguiente y
él y sus seguidores fueron ahorcados.
Dinamarca Vesey, como tantos muchos otros líderes
afro-americanos del siglo XIX, procedía de la "clase alta"
de los esclavos: los ingenieros y artesanos que se les dio un
alto grado de autonomía y autorrealización, en
contraste con los trabajadores de campo o casa los
domésticos. Compró su propia libertad, y
permaneció como un carpintero en Charleston, Carolina del
Sur.
A pesar de la placidez de su vida libre, mostraba un
profundo odio por la sociedad esclavista en la que vivía y
la situación en la que vivían sus hermanos negros.
A lo largo de toda su existencia libre, planeó y
pensó en liberar a sus compañeros de la esclavitud.
Estaba tan lleno de ira que los compañeros dicen que ni
siquiera podía permanecer en la presencia de un
europeo-americano.
Al igual que Prosser, Vesey estuvo también
profundamente inspirado por el cristianismo, en particular, el
Antiguo Testamento. Un aspecto integral de esclavos y libres
cristianos fue su énfasis en la entrega de los "hijos de
Israel" de la esclavitud en Egipto. Esta historia fue tal vez la
influencia más poderosa, religiosa y cultural, en la
visión del mundo de los estadounidenses del siglo
XIX.
Aunque la mayoría de los historiadores insisten
en el carácter pasivo de la liberación israelita,
que la liberación fue uncido también a la
invasión israelita de la tierra de Canaán. Mientras
que esta invasión fue apenas exitosa, los libros del
Antiguo Testamento cuentan la historia de la ocupación de
Canaán y sus secuelas son despiadadamente violentas,
presentando un dios guerrero sin piedad hacia los no israelitas.
Toda la evidencia que tenemos sugiere que los esclavos entendidos
en estos dos eventos fueron conectados y que la liberación
a lo largo de líneas israelitas serían compra-dos
con sangre humana. Vesey, que andaban citando textos
bíblicos a los esclavos para inspirar a la
rebelión, sobre todo le gustaba citar las instrucciones de
Yahvé a Josué cuando exige que Josué mate a
todos los ocupantes de las ciudades de Canaán entre ellos
mujeres y niños.
Su tarea, como él lo veía, era incitar a
los esclavos a la rebelión. En 1821, cambia radicalmente y
comienza a organizar su propia rebelión. Organizó
un grupo de trabajo de los lugartenientes que incluyó
Gullah Jack, un hechicero que se considera absolutamente
invulnerable y Poyas Pedro, que fue uno de los grandes genios
militares y de organización de principios del siglo XIX.
Poyas organizó la revuelta en celdas separadas en virtud
de los líderes individuales. Sólo sabía que
los líderes de la parcela y, si alguno de los esclavos
traicionaba la trama, sólo uno delate a sus celulares. En
1822, casi todos los esclavos en las plantaciones alrededor de
Charleston se habían sumado a la revuelta. El plan de
Poyas fue brillante-mente simple. Los rebeldes que todos se la
estación a las puertas de los euroamericanos y, a altas
horas de la noche, un grupo de rebeldes que iniciar un incendio.
Cuando los hombres salieron de sus puertas, los rebel-des los
mataban con hachas, picos, o armas de fuego. Luego
entraría en las casas y matar a todos los ocupantes. Al
igual que la revuelta Prosser, casi ganado. Fueron traicionados
temprano en el juego, pero la estructura de la célula
impidió a los funcionarios descubrir la trama en sí
o la identifi- cación de alguno de los líderes. Fue
sólo el día antes de que un esclavo, que
conocía toda la trama, traicionado Vesey. Él y sus
colíderes fueron ahorcados, pero sólo uno
confesó.
La revuelta Vesey fue inmensamente alarmante para el sur
de los propietarios de esclavos. No sólo era
difícil de descifrar la trama, a pesar de que miles de
esclavos estaban involucrados, pero el rigor absoluto de la
violencia planificada refrigerados los corazones de los
dueños de esclavos, incluso con más confianza. Que
tantos esclavos estarían dispuestos a exter-minar a todas
y todos los americanos europeos, independientemente del sexo o la
edad trajo a casa la profundidad del sentimiento, la ira y la
resistencia a los dueños de esclavos. Ni Prosser, ni las
rebeliones Vesey en realidad sucedió, a pesar de su miedo,
europeo-americanos considera que, al final, Dios los había
protegido. Todo esto podría cambiar, sin embargo, cuando
un hombre que los esclavos simplemente llamado Profeta, Nat
Turner, encabezó una breve rebelión en la que Dios
no protegería a los propietarios de esclavos.
Turner, como Vesey, era de la "clase alta" de los
esclavos. Había crecido odiando profundamente la
esclavitud, y su madre, una esclava africana, intentó
matarlo cuando él nació en el año 1800 para
que no viviera como un esclavo. También él era un
hombre religioso, de hecho, mucho más que Vesey y Prosser.
Su cristianismo se basaba en una religión de visiones y
experiencias místicas. En el momento en que él era
un hom-bre joven, Turner se había convertido en el
líder, no oficial ,de las religiones principales en el
condado de Southampton, en Virginia. A diferencia de Vesey, el
cristianismo de Turner no hizo hincapié en la
libera-ción de los israelitas, pero sí en los
últimos días de Cristo en Jerusalén y la
promesa apocalíptica de una Nueva Jerusalén. Su
retórica tenía un lugar, así como un sentido
espiritual: Jerusalén, era Virginia, que estaba cerca.
Todos sus discípulos, siete de ellos, fueron despedidos
por la ira y la pasión religiosa. Uno de ellos, Will,
había sido tan maltratado por su amo que estaba cubierto
de cicatrices. En la noche del domingo, 31 de agosto de 1831, Nat
Turner salió de su casa y entró en la de su amo,
donde, con sólo un hacha, ejecutó a todos los
miembros de la familia de su amo, entre ellos dos adolescentes,
con la excepción de un bebé. Luego se mudó
de casa en casa durante toda la noche ejecutando a todos los
europeos-americanos que pudieron encontrar, con la
excepción de una familia blanca que no poseían
esclavos. A medida que se fue de casa en casa se reunían
los esclavos y se aprovisionaban de armas. Al día
siguiente, lunes, fueron repelidos por un regimiento de
europeos-americanos. Turner excavó un túnel y se
fugó pasando a la clandestinidad, pero cuando las tropas
llega-ron, recorrieron el campo y ejecutaron a cien esclavos.
Turner, no sería atrapado hasta pasados 2 meses y durante
todo este tiempo, los ciudadanos de Virginia fueron presa del
pánico. La banda de Turner causó más de 50
víctimas. El Sur estalló de temor y rabia ante
estos hechos, culpando a los del Norte de todo lo ocurrido.
Cientos de personas huyeron del condado y muchos se fueron del
estado para siempre. Turner, al final, fue capturado y
colgado.
Unos años más tarde se produce un hecho
destacado que ahondará más aún las
diferencias entre los abolicionistas y anti-abolicionistas
nortéame-ricanos. El Amistad era un barco de esclavos
cubano que zarpó de La Habana, Cuba, el 27 de junio de
1839 con 49 hombres africanos y cuatro niños como cargo.
Los africanos habían sido abducidos de Sierra Leona
por comerciantes de esclavos portugueses en febrero de 1839, un
acto que "violaba todos los tratados que existían en ese
entonces," según indica National Archives.
El buque, manejado por una tripulación que
consistía de un capitán, dos tripulantes
españoles, un esclavo criollo, un esclavo mulato y los
dueños de los esclavos, se dirigía a Puerto
Príncipe, Cuba. El viaje supuestamente debería
haberles tomado sólo dos o tres días, pero el buque
fue retrasado por tormentas.
La tripulación comenzó a abusar de los
esclavos africanos, y durante el cuarto día el cocinero
dijo a algunos de los esclavos que serían asesinados
y comidos una vez que llegaran a su destino. Liderados por Sengbe
Pieh, popularmente conocido como "Cinque," los esclavos
resolvieron tomar control del buque.
Cinque comenzó la rebelión abriendo sus
propias cadenas utilizando un clavo suelto, y luego liberó
a los otros esclavos. Los hombres descubrieron cuchillos para
cortar caña de azúcar y asesinaron al
capitán y al cocinero. Cinque tomó el control
del buque, y ordenó que se dirigiera de vuelta al
África, pero el dueño del buque lo dirigió
al este durante el día y al noroeste durante la noche, por
lo que terminaron en Long island Sound, donde fueron capturados
por los marineros a bordo del buque Washington, de la Armada de
los Estados Unidos, el 26 de agosto de 1839.
Los africanos fueron aprisionados en New Haven,
Connecticut, e inicialmente culpados de asesinato y
piratería. Los dos tripulantes españoles
sobrevivientes, José Ruiz y Pedro Montez, fueron
liberados.
Los abolicionistas apoyaron la causa de los africanos, y
el caso del Amistad se convirtió en un punto clave para el
movimiento. Un grupo llamado "Comité Amistad," conformado
de varios abolicionistas prominentes, organizó un equipo
legal, encontró interpretes de Mende y ofreció
cuidados a los africanos.
El Presidente Martín Van Buren ordenó una
apelación de la decisión inmediatamente
después. Los abolicionistas persuadieron al ex Presidente
John Quincy Adams para liderar el equipo de defensa durante el
tercer y final juicio ante la Corte Suprema de los Estados Unidos
Luego de dos años en los que la corte llegó a una
decisión, los 38 africanos fueron liberados en
1841.
Este caso galvanizó el movimiento abolicionista
en los Estados Unidos y polarizó aún más el
Norte anti-esclavitud y el Sur con esclavos. Este caso es
acreditado por algunos como uno de los eventos que llevó a
la Guerra Civil en 1861.
El caso del Amistad contribuiría al desarrollo de
la cultura africano-americana. La liberación de los
africanos también inspiró trabajo misionero que
llevaría a la fundación de la Asociación
Misionera Americana en 1846, que se convirtió luego en la
sociedad abolicionista más grande y organizada en los
Estados Unidos antes de la guerra. Y en Sierra Leona, la
actividad misionera norteamericana eventualmente se
convertiría en un movimiento nacionalista para conseguir
la independencia.
Esclavos africanos matando al
Capitán Ferrer y tomando control del buque Amistad en
1839.
La prohibición
de la esclavitud en el mundo
En 1783 en Gran Bretaña, y la mayor parte del
mundo, la esclavitud era una práctica aceptada y legal.En
ese año, un caso se vio ante los tribunales
británicos. El asegurador del barco de esclavos Zong, que
llevó a los esclavos africanos procedentes de
África a las Américas, se negó a pagar una
reclamación por "pérdida de carga". Que la
carga se perdió más de 100 esclavos enfermos que
habían sido arrojados al mar por el capitán del
barco, por lo que su valor podría ser reclamado contra las
aseguradoras. Si los esclavos habían muerto de
causas naturales (su enfermedad), ninguna reclamación
puede ser interpuesta contra las aseguradoras. Los esfuerzos para
presentar cargos de asesinato contra los propietarios del barco
fallaron. Los esclavos no eran seres humanos eran
bienes.
La creciente toma de conciencia por un pequeño
número de personas del horror de la esclavitud y la
brutalidad de la trata de esclavos llevó a la
acción. Los abogados, como Granville Sharp trabajaban para
los cambios a la ley. Los antiguos esclavos como Olaudah Equiano
escribió sus historias y trabajó por la libertad.
Los cuáqueros habían hecho campaña en
América del Norte y Gran Bretaña contra la
esclavitud durante casi un siglo. En 1783 los cuáqueros
británicos solicitaron el Parlamento la abolición
del comercio. En 1785 Peter Peckard, el vicerrector de la
Universidad de Cambridge establece un concurso sobre el
tema ¿Es conveniente hacer esclavos a otros contra su
voluntad? Un joven de 24 años llamado Thomas Clarkson
en el concurso y ganó. Lo que aprendió a cambiar su
vida y a dedicarse a la abolición de la trata de
esclavos. Él y otros, después de una lucha de
casi 20 años lograron su objetivo y se abolió el
comercio de esclavos.
En el transcurso del siglo XIX Inglaterra fue agrandando
incesantemente su imperio colonial, pero respetando siempre los
principios del liberalismo, hasta el extremo de conceder una
considerable autonomía a las colonias de población
blanca. El Canadá se presentaba particularmente peligroso
en este concepto, a causa de su proximidad con los Estados
Unidos. En 1791 aquel territorio había recibido una
constitución, y cuando, en 1839, se produjo allí
una sublevación, dejóse al Parlamento canadiense, a
propuesta de Lord Durham, el privilegio de designar a los
miembros del Ministerio, facultad privativa hasta entonces de la
Corona británica. En 1849 cedióse a la colonia, no
sólo la administración financiera, sino
también la comercial. En 1867 las colonias
británicas norteamericanas se unieron para formar un
Estado federativo. Australia y Nueva Zelanda obtuvieron un
Gobierno autónomo en 1855, mientras El Cabo lo lograba en
1872. En cambio, después de la sublevación de los
cipayos (1857) fue suprimido el privilegio de la
Compañía de las Indias Orientales,
haciéndose cargo el Estado de la administración
después de haber sido concedida la libertad de comercio,
en 1793 con la India y en 1833 con China. La ocupación de
Egipto en 1882 aseguró a Inglaterra el camino del
Indostán.
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