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El lugar de las devociones (página 3)




Enviado por Gabriel Cocimano



Partes: 1, 2, 3

Taumaturgos

En muchos otros casos de devociones populares, esa
condición diferencial, esa marca o huella
distintiva la constituye el rol de milagreros,
iluminados, guías espirituales o
médiums que son objeto de culto por parte de una
inmensa cantidad de fieles; varios de ellos perduran y tienen una
influencia sólo local o regional; otros, en cambio, como
Pancho Sierra y la Madre María, han
trascendido lo meramente local y alcanzado dimensiones
nacionales.

Pero, ¿quienes fueron estos seres sobre cuyas
vidas se tejieron toda clase de
leyendas y
aún hoy concitan el interés y
la devoción de millares de fieles? Pancho Sierra y la
Madre María son dos mitos de profundo arraigo
popular, en los que la religión se mezcla
con prácticas y creencias paganas. Analizar sus vidas e
historias implica moverse en un mar de dudas, tal vez porque el
mito superó y condicionó a la
realidad.

Conocido también como "El gaucho Santo de
Pergamino", Justo Sierra pertenecía a una acomodada
familia de
terratenientes diseminados a lo largo de los partidos de Rojas,
Salto y Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. Considerado
un médium de poderes excepcionales, se le asignan
numerosísimas curaciones que le han dado prestigio y fama,
no sólo en la región donde habitó, sino en
casi todo el país. En su estancia "El Porvenir", situada
en el límite entre Rojas y Pergamino, acudían
enfermos y desahuciados para obtener su mediación. Sus
seguidores coinciden en que los poderes de Sierra existieron aun
después de su muerte
física, y
por eso todavía hoy se le rinde culto a su memoria en el
cementerio de la localidad de Salto, donde descansan sus restos y
en el que se ha levantado un mausoleo, frente al que se congregan
verdaderas multitudes ciertos días del año, en
especial el 4 de diciembre, día de su muerte, acaecida en
1891.

Sin embargo, hay muchas confusiones y dudas en torno a su vida y
su muerte, al punto que las historias contadas por sus adeptos
difieren, en muchos casos, de aquellos relatos de vecinos y
parientes. Ricardo Horvath se pregunta si "realmente nació
y murió este taumaturgo que curaba simplemente con
el agua del
aljibe de su estancia".38

Además, "las verdades comprobables son muy pocas:
no escribió cartas ni
documentos, se
destruyó su acta original de nacimiento, se recluyó
en "El Porvenir", donde murió. Nunca se le tomó una
foto. Las conocidas son obras de hábiles profesionales que
consiguieron una carbonilla del dibujante Velles. Miles de
enfermos acudieron en su ayuda. Tenía trece hermanos, era
hijo de un acaudalado núcleo familiar. Las otras
‘verdades’ son discutibles".39

Se cuenta que un amor
desgraciado le produjo una gran conmoción, y que por eso
se recluyó en el campo, alejándose de la vida
social. También se dice que, a partir de allí,
comenzó a desdeñar las riquezas, distribuyendo sus
bienes entre
los pobres y los niños.
Otros aseguran que comenzó a dialogar con los
espíritus, e inclusive a verlos. Lo cierto es que
el mito ya estaba en marcha. Además:

"su estancia la llenó de ‘puestos’ en
los que habitaban los pobres del lugar sin pagar absolutamente
nada. Su fama corre de boca en boca y el gaucho perseguido,
acorralado por la alambrada y las estancias, transforma en santo
al hombre que
mantiene la vieja usanza criolla del gaucho nómade para
quien las tierras y todo lo que hay en ella no tiene dueño
(…) Diariamente llegaban hasta 20 carruajes desde todos los
puntos cardinales llenos de gente que venía a tomar un
vaso de agua, o llevar
una botella del líquido saludable, única cosa que
él suministró siempre y con lo que ha producido
curas tan portentosas".40

Uno de sus biógrafos, un tal
Ignotus, aseguraba que su fórmula curativa era: "Yo
le di el agua, y Dios, con la intervención de los buenos
espíritus, lo ha sanado" ya que "jamás debe dar
medicamentos un médium, ni menos recetar, porque
él no cura, ni sabe, ni necesita saber lo que sufre el
enfermo. Su espíritu familiar y protector lo hace todo,
siendo él un simple
intermediario"41.

El mismo autor reproduce un folleto editado por un
grupo de
seguidores de Sierra, y en el que predominan alusiones a la
doctrina espiritista, muy en boga por aquellos
años:

"Su exquisita sensibilidad por las ajenas desgracias
–afirma el folleto de la "Comisión de Amigos",
editado en 1892- y la intuición de sus facultades
mediúmnicas, le proporcionaron la ocasión de
asistir a algún enfermo en épocas en que se
carecía allí de médicos aprobados. Este
hecho, repetido muchas veces con éxito
admirable, le confirmó la idea de que gozaba en alto grado
la facultad que los espiritistas conocen como
mediumnidad curativa’ y que buenos
espíritus le auxiliaban en ella".42

Son muchos los relatos sobre curaciones milagrosas tan
difíciles de comprobar a la distancia, más
aún cuando el mito ya ha cobrado cuerpo. Acusado de
curanderismo por algunos, considerado por otros como un
espíritu fino y cultivado, sensible y caritativo, lo
cierto es que a su muerte sus seguidores se apoderaron de su
prestigio para explotarlo, en la mayoría de los casos, en
beneficio personal.
Más allá de si su figura fue o no utilizada
políticamente (era amigo de Rafael Hernández,
hermano del autor de ‘Martín
Fierro’) o de la veracidad de quienes se consideraban
sus "discípulos y adeptos de su
doctrina", más allá de la controversia
acerca de su existencia real, todavía puede verse en
muchas viviendas ricas y humildes su retrato, ocupando un lugar
preferencial al lado de imágenes
religiosas o de próceres.

Al parecer, María Salomé Loredo y Otaola
de Subiza –la Madre María- fue discípula de
Sierra y se proclamó sucesora de su obra, aunque las
fechas que se mencionan como las del probable encuentro entre
ambos milagreros difieren en los distintos documentos que se
conocen, o son contradictorias. De origen español,
nacida en 1854, María se dedicó desde joven a la
predicación; fue seguida por numerosas personas, algunas
de las cuales se convirtieron en sus discípulos. A los 23
años, viuda de un rico hacendado y político de
Saladillo, en la provincia de Buenos Aires,
heredó una cuantiosa fortuna. Pero ya había perdido
un hijo de este matrimonio,
fallecido a los tres meses. A los 28 se casó con Aniceto
Subiza, para enviudar –hipotéticamente- en 1891,
después que Pancho Sierra le pronosticara dicha muerte,
anunciándole: "No tendrás más hijos de tu
carne, pero tendrás miles de hijos espirituales (…) No
busques más, tu camino está en seguir ésta
misión"43.

La tradición asegura que Pancho Sierra
curó a María de un cáncer, a pesar de que
también en este punto hay versiones contradictorias. Lo
cierto es que al morir su hijo y sus dos esposos, se
dedicó a la meditación y a la caridad,
predicó el evangelio y logró que la gente –en
general hombres y mujeres humildes- comenzara a nuclearse en
torno a ella. Perteneció al círculo
aristocrático porteño y se codeó con
personajes políticos de su época: el general Julio
A. Roca, Juárez Celman, Mitre, Pellegrini, e incluso con
Hipólito
Yrigoyen, a quien le había pronosticado que
iría a ocupar el cargo de presidente de la Nación.
Sin embargo, también fue acusada de ‘ejercicio
ilegal de la medicina’, demanda que
nunca prosperó.

Como estaba apoyada en la religión
católica –aunque nunca fue reconocida por la
Iglesia– su
misión ha residido en ser intermediaria entre los
que creen en su poder y
Jesucristo. Con el tiempo
constituyó una doctrina religiosa, y a su muerte
dejó discípulos encargados de difundir dicha
doctrina. Su muerte –misteriosa y silenciosa-
provocó comentarios sugestivos, a juzgar por los diarios
de la época. "La Nación" del 5 de Octubre de
1928, trazaba estas líneas:

" (…) recibía a los que ya no creían en
otros remedios ni en otros consuelos. Llevaba plegarias
compuestas de palabras simples, imponía las manos a los
menesterosos de alivio, prescribía oraciones que no
están en los devocionarios, daba consejos con voz
límpida, suave, e indicaba procedimientos
sencillos: una gota de agua, una gota de aceite (…).
Hay mujeres en Buenos Aires que se dedican al ‘arte de
curar’ y a las prácticas de la adivinación.
Ninguna ha logrado construir en torno suyo, como la Madre
María, una especie de Religión, algo así
como una ‘Christian Science’, y ninguna ha provocado
tan numerosa devoción (…) La gente hallaba en la
elemental taumaturgia de la Madre María lo que la ciencia no
puede ofrecer y la religión se niega a
dar".44

Por el contrario, "Crítica" la
defenestraba:

"(…) No es posible evocar el enorme prestigio de la
curandera fallecida sin que se sienta una profunda
vergüenza: la vergüenza de que nuestro pueblo
actualmente haya dado semejante muestra de
ingenuidad y, sobre todo, de ignorancia. La vergüenza de
recordar que una mujer explotaba
la credulidad inconcebible de la gente oficiando de sacerdotisa
en un templo grotesco (…) Aunque parezca fantástico, no
sólo el pueblo sufre esa ignorancia sugestionable.
¡Si desfilaron por el ‘templo’ de la Madre
María conocidas figuras de nuestra política, de la
banca, del
comercio, de
la industria y
hasta el decano de la facultad!".45

Amada por los sectores humildes, fue ridiculizada por
los diarios ‘populares’ y justificada por "La
Nación", medio que históricamente
representó a los poderosos. La paradoja
quizá tenga una explicación en la pertenencia
aristocrática de María Loredo; pero, en tal caso,
esta paradoja podemos entenderla haciendo hincapié en los
prejuicios de clase. Nunca explicará que la fe
–ingenua o consciente- de la gente avanza sin mirar la
condición social.

Tolerados por la Iglesia: Ceferino

La Iglesia –en tanto institución religiosa-
posee el derecho de admisión en relación al
reconocimiento de sus figuras de culto. Esto implica la
aceptación o el rechazo de aquellas devociones que no
están contempladas en su ortodoxia.

Entre los cultos no aprobados por la Iglesia figuran
todas aquellas devociones populares de las cuales hemos hecho una
rápida mención en las páginas anteriores. No
sólo ha reprobado éstas creencias y
prácticas –muchas veces con excesiva dureza- sino
que las has marginado y enviado al campo de las
supersticiones, en su afán por encauzar los sentimientos
del pueblo por la senda que juzga correcta.

Pero también en este tema –a pesar de la
rigidez y el celo de la institución religiosa- parece
haber tonos y matices intermedios: nos referimos a las devociones
populares toleradas por la Iglesia. Vale decir, no
reconocidas ni autorizadas oficialmente, pero tampoco rechazadas
de plano ni descartadas.

El 26 de agosto de 1886 nace en Chimpay, en el Valle del
Río Negro, un niño que será conocido
más tarde con el nombre de Ceferino
Namuncurá. Hijo del legendario cacique coronel
Manuel Namuncurá y de una cautiva blanca chilena, Rosario
Burgos, el recién nacido fue bautizado en Choele-Choel por
un sacerdote salesiano, el padre Domingo Melanesio, quien le pone
por nombre el de Morales. Tiempo más tarde, su padre le
cambiará definitivamente aquel nombre por el de
Ceferino.

Fue el presidente Luis Sáenz Peña quien
recomendó al niño para que consiguiera su primer
trabajo como
aprendiz de carpintería en la Escuela de Marina
del Tigre, en Buenos Aires. El indiecito es entregado en
definitiva a los salesianos para que realice los
estudios.

Pero a los 11 años enfermó de tuberculosis, por
lo que se lo envió a una escuela agrícola. Fue
entonces que Ceferino se propuso ser sacerdote –a pesar de
la oposición de su padre- y estudió primero en el
Seminario de
Bernal y luego, de la mano de monseñor Juan Cagliero,
pasó por el vicariato apostólico.

Hablaba mapuche –su lengua de
origen-, con algunas dificultades el español y casi a la
perfección el italiano. Cuentan que era un niño
humilde, inquieto y sabio, y que hubiera sido un buen tenor de no
mediar la enfermedad, que lo dejó sin voz. Como su
salud empeoraba,
Cagliero pensó que en Italia iba a
recuperarse. Pero fue por poco tiempo: el 11 de mayo de 1905, al
año de estar en Roma, fallece.
Tenía 18 años de edad, y había alcanzado a
leerle en italiano un discurso y
regalarle un quillango de piel de
guanaco al Papa Pío X.46

Años después, en 1924, sus restos son
trasladados desde Italia "en forma privadísima" por la
orden de Don Bosco, y son inhumados en la reconstruida capilla de
un fortín. Es precisamente allí, a 115
kilómetros de Bahía Blanca, en Fortín
Mercedes –frontera de
las pampas y la Patagonia,
cerca del río Colorado pero en territorio de la provincia
de Buenos Aires- donde descansan sus restos. Ceferino, el
‘Caciquito’, el descendiente de la dinastía de
los Piedra (‘Curá’), el exponente del
pueblo mapuche, es uno de los venerables más populares de
la Argentina.

Hasta su santuario no han cesado de peregrinar miles de
fieles para solicitar su intercesión, y cumplir promesas
con exvotos de ofrenda. Pero esta devoción se
acentúa y multiplica a lo largo de todo el territorio
nacional. La débil figura del pequeño aborigen, su
fe religiosa manifestada tempranamente y su humildad y bondad,
cautivaron y siguen cautivando a infinidad de devotos, que le
agradecen especialmente salud y trabajo, pero también
éxito en los estudios, prosperidad en los negocios,
etc.-

Pero mientras esto sucede, la Iglesia continúa su
lenta deliberación en torno de su posible
canonización. En 1945 se iniciaron las gestiones para que
‘el santito de las tolderías’ sea beatificado,
teniendo en cuenta el movimiento
popular de fe que acompañaba desde la muerte a su figura.
Hasta ahora, el Vaticano lo reconoció sólo como
venerable, siendo necesario para llegar a la
beatificación –como ya quedó dicho- la
comprobación de un milagro.

En tanto, los restos del indiecito descansan en un
mausoleo conectado a la Iglesia pero que claramente no
está dentro de ella
: hasta que no sea beatificado, no
puede permanecer dentro de sus límites.
Pese a esto, sus devotos –no tan pacientes como Ceferino
para esperar el visto oficial del Vaticano- agradecen su
intercesión ante Dios y le retribuyen agradecidas ofrendas.

Utilitarismo: manipular al venerable

Jung sostenía, desde su perspectiva, que "tan
pronto como un Dios deja de ser un factor avasallador,
conviértese en mero nombre. Lo esencial en él ha
muerto, su poder se ha disipado"; en la misma línea, "el
Dios debe ser perceptible y eficaz. De lo contrario su
condición se extingue y sus devotos buscarán otras
fuerzas, aptas para sustituirlos".47

Ciertas devociones popularizadas –oficiales o no-
han generado multitudinarias manifestaciones de fe a lo largo de
la Argentina en los últimos años: San Cayetano,
determinadas advocaciones a la Virgen (de Luján, del
Rosario de San Nicolás, Desatanudos, de Itatí, de
los Milagros), la Difunta Correa, Ceferino, etc., en mayor o
menor medida, han motivado vigorosas explosiones de pasión
espiritual. ¿Por qué motivos se producen
fenómenos de esta espectacularidad? Según coinciden
los especialistas, por el poder de intercesión ante Dios
que sus devotos les atribuyen.

Un rápido sondeo en los lugares de culto de estas
devociones deja como resultado que más del 70 % de los
fieles que allí concurren invocan, en forma casi
excluyente, gracias vinculadas a fines inmediatistas,
entre los cuales la salud y el trabajo
figuran en primerísimo lugar. Ahora bien, "esta instrumentación utilitarista de los gestos
religiosos (en algunos casos de las formas más sacrales
del catolicismo: el Sacrificio Eucarístico y los
Sacramentos) ¿pertenece a la órbita de lo
auténticamente religioso?".48

En tal caso, los gestos religiosos (ritos, plegarias)
sirven para obtener los resultados y beneficios
gestionados por aquellos creyentes que –sincera fe
mediante- se acercan a aquellos lugares de devoción. Con
lo cual se desvirtúa el mismo sentido de ‘acto
religioso’, basado en una actitud
profunda y desinteresada de servicio a la
deidad (Dios) y a la comunidad. Hay en
esto una preocupación por servirse del Numinoso y de las
fuerzas más próximas para solucionar los problemas
generales y ordinarios de los devotos, por someter el
poder de la deidad -y de sus fuerzas menores, más
cercanas al hombre- a la resolución de los conflictos
humanos. Devociones populares como la Virgen o santos "que se
ofrecen como fuerzas para manipular, y no tanto
como modelos para imitar".49

Los ritos litúrgicos, en este tipo de
gestos, no tienen un significado trascendente para el devoto: los
ejecuta, sencillamente, pero su acción
no deja de ser misteriosa.

"Preocupa muy poco la comprensión de los gestos y
ritos litúrgicos. Al revés, cuanto más
incomprensibles resulten, parecieran ser más eficaces
(…) En realidad, lo que interesa no es participar en el
significado del culto; lo importante es servirse de su
mediación, interpretada como eficaz y automática,
para fines que tienen muy poco que ver con el significado
profundo del rito".50

Es en este territorio en donde se plantea una vasta
–y, al parecer, irreconciliable- zona
limítrofe
, que va desde un polo
esquemáticamente religioso hasta otro eminentemente
mágico: el utilitarismo y la eficacia
que proporciona el carácter mágico atraviesa en forma
desmedida la actitud religiosa, por más sincera y piadosa
que ésta sea. Ahora bien, ¿es esto producto de la
desacralización de la sociedad
(occidental)?

Consideramos que es un elemento que trasciende la
cosmovisión del hombre en el tiempo, por ser inherente al
propio hombre: si en el mundo primitivo, la religión
estaba relacionada -en mayor medida que la actual- con el mundo
de la naturaleza y
acentuaba el temor ciego y el miedo a lo Numinoso, el elemento
mágico actuaba como atenuante entre esas fuerzas
aterradoras y misteriosas y el hombre, en
pos de lograr que le sean propicias. En el mundo actual, en una
sociedad occidental fuertemente secularizada
–replegada la estructura
férrea, sacral, en la que predominó el catolicismo,
con su sentido de pertenencia a una comunidad o Iglesia-
racionalizada e individualista, el hombre actual
aparece como menos impregnado por los valores
tradicionales y, por lo tanto, más propenso a una
espiritualidad y una fe vividas de un modo individual, más
personal y menos institucional. Por lo tanto, también
aparece como más receptivo a creencias y prácticas
que puedan contener resabios mágicos, supersticiosos,
etc., vale decir, todo aquello que la religión
institucional decididamente margina. En efecto, con el nuevo
orden internacional –el triunfo de la
globalización de los mercados y el
reinado del capitalismo
salvaje-:

"el creciente secularismo pretende negar todo
espacio público a la vida
religiosa. El
materialismo
práctico inducido por el agresivo sistema
publicitario de inducción de necesidades artificiales (…)
constituye una amenaza formidable a la práctica personal
de la fe".51

Ese proceso de
secularización trajo aparejado una disminución
efectiva del celo religioso en lo institucional, por lo
que las normas religiosas
actúan más débilmente, ya que la presión
social para su cumplimiento es mucho menor. ¿Significa
esto que las sociedades
occidentales le han dado la espalda a la institución
religiosa, concretamente al cristianismo?
Como ya consignáramos:

"La Iglesia y el Papa, ante todo, temen no el
odio sino la indiferencia de las sociedades ricas a
los valores que
Juan Pablo II reivindica como fundamentales del cristianismo
(…) Este es el siglo de las conciencias individuales
como dominante punto de referencia, algo inaceptable para la
Iglesia".52

Para retomar el tema de la eficacia y el
utilitarismo respecto de los gestos religiosos, pensemos
en la importancia que se le concede, en muchos casos, a los ritos
en su aspecto formal, sin detenerse en su sentido
profundo, en su verdadero contenido; este ritualismo
también contiene elementos de índole mágico:
llevar a cabo una práctica sacramental asidua, asistir
puntualmente a todas las ceremonias religiosas tiene, para
algunos, mayor importancia que el sentido verdaderamente profundo
de amor, comunión, justicia y
respeto al
prójimo. Con relación a esto, ejemplifica
Büntig:

"Así la Santa Misa (lejos de ser la
acción litúrgica por la que Cristo renueva su
Sacrificio Pascual) ‘se oye’ para conseguir una
gracia. Los sacramentos ‘se reciben’ para asegurarse
ciertos favores (éxitos en los exámenes,
éxitos sentimentales) o para liberarse de ciertas
calamidades. Una catequista de Formosa nos dice al respecto:
‘Al bautismo le dan un carácter
mágico; para que aleje los diablos, o para evitar enfermedades infantiles:
sarampión, mal de ojo; es decir, actúa como una
vacuna’ (sic). Bien sabemos que el uso del Bautismo para
que el chico no se enferme, o se sane, es bastante común
en todo el país, especialmente en las zonas rurales y en
los cordones marginales de las grandes ciudades. En muchas
partes, además, la
administración del bautismo está vinculada a la
práctica del ‘curanderismo’ de tipo religioso:
las ‘curanderas’ que suelen ser personas de una fe
sencilla y profunda, no actúan si, previamente, la
criatura no ha sido
‘cristianada’".53

No sin cierto prejuicio,
muchos pretenden imputar a los sectores más humildes y
marginales un mayor apego a las creencias y prácticas
mágicas, seudorreligiosas o supersticiosas,
relacionándolas con la supuesta ignorancia atribuida a
esos mismos grupos
sociales. Si, como sugirió Frazer, la
superstición es una "disfunción del pensamiento
lógico", entonces debería acusar el efecto de la
instrucción, y la educación
podría brindarnos medios
adecuados para corregirla. Sin embargo, "las investigaciones
llegan a la conclusión de que las creencias son
independientes del número de años de estudios", y
que "debería abandonarse la idea de una relación
rutinaria entre escepticismo y nivel de estudios o de
formación científica".54

Por ejemplo, ¿cómo se explica la presencia
de estudiantes, profesionales, y hasta científicos en los
lugares de culto populares? Un aumento del nivel de
instrucción dista mucho de corresponder a una
disminución de la creencia:

"¿Hay que acusar a la enseñanza actual de no impulsar
suficientemente el espíritu crítico y confiar en
que algún día se logrará que la educación sea un
medio para ‘extirpar’ las supersticiones? O bien,
¿debe admitirse que el desarrollo de
ciertas creencias refleja una apertura a sistemas de
pensamiento que prolongan, más de lo que la contradicen,
la ciencia
ortodoxa?".55

Resulta interesante analizar cómo funcionan estas
prácticas en medios tan disímiles como el
rural y el urbano. En primer lugar, el
ámbito rural se muestra menos cambiante que el mundo
urbano; el tradicionalismo rural contrasta con la movilidad y la
densidad de la
vida urbana, siempre abierta a las nuevas tendencias, y en la que
se despliega una heterogeneidad cultural producto de la
también heterogénea composición social. Ese
ámbito rural permite, entonces, explicar la
conservación de prácticas y creencias
tradicionales, en un medio constantemente dependiente de las
cambiantes influencias de la naturaleza, frente a las cuales las
técnicas son muchas veces impotentes.
Nuevamente el tema de la incertidumbre social favorece el
recurso a dichas creencias y prácticas: el riesgo
en el que viven inmersos los habitantes del medio rural respectos
de los inciertos vaivenes de la naturaleza.

En las grandes ciudades, el número de creencias y
prácticas tradicionales no ortodoxas es mucho menor en
relación al medio rural pero, en contraposición,
aparecen un mayor índice de creencias
paracientíficas y controversias (astrología, la creencia en los
extraterrestres, la videncia). ¿Qué hace a los
sectores medios urbanos singularmente receptivos a este tipo de
creencias? El sector medio urbano constituye una
categoría amplia, móvil, difícil de
delimitar, y tiene en su inestabilidad social una
característica que lo distingue: el temor a descender en
la escala de clases
y la inseguridad,
presión o frustración que provoca el querer y no
poder ascender socialmente. Sebreli la describe como una clase
prejuiciosa e inhibida por los tabúes, reprimida y con una
congénita carga de hipocresía:

"Lo que cuenta, por tanto, para la clase media, es la
reputación, la apariencia, lo que los demás piensan
de uno; se depende estrechamente del prójimo, se vive
dominado por el temor al ‘qué dirán’,
al rumor y al escándalo (…) La enorme
desproporción entre lo que la clase media imagina o quiere
ser y lo que efectivamente es, la obliga a vivir en el disimulo y
la ocultación (…); se trasluce inseguridad frente a las
demás clases y un sentimiento de vergüenza y
humillación por la propia
insignificancia".56

La incertidumbre y frustración de estos sectores
los hace particularmente sensibles a todo tipo de creencias con
aristas supersticiosas. Pero, a diferencia de las clases
populares, que se exponen y exteriorizan en forma
constante, el hombre medio urbano necesita imperiosamente
preservar su autonomía e individualidad, y sus
prejuicios le impiden ‘mostrarse’,
‘exhibirse’, sobre todo si es junto a expresiones de
tipo popular. Por eso, más reacio a participar, por
ejemplo, en peregrinaciones hacia centros de culto, o
manifestaciones de fe multitudinarias, encuentra en ciertas
creencias y prácticas –consultas
astrológicas, parapsicología, videncia- un consuelo
a su situación de incertidumbre y un modo de
expresión acorde con su forma de vida. Ser devoto de la
Madre María, de la Difunta Correa o rendirle culto a San
La Muerte, por
ejemplo, significa, para este individuo, en
términos generales, un acto irracional, reprobable, digno
de la ‘ignorancia’ de la gente supersticiosa;
ni más ni menos, un acto marginal. En cambio, el
tarot, la
astrología, los horóscopos, lo paranormal,
sustituyen esa misma necesidad de previsión y seguridad,
aportándole un plus de profesionalización y, por lo tanto, de
racionalidad y de cosa establecida: el individuo de
clase media no se siente al margen de lo
instituido.

Finalmente, otro tema que denota el sentido
utilitario y la eficacia de los gestos, es el uso
de objetos sagrados pero con un sentido
mágico
: las medallas, cruces, velas, el agua bendita,
sirven también para asegurarse el éxito, o
porque tienen un poder especial, automático, contra
determinado mal. Son utilizados como amuletos o
talismanes, y hasta conviven con objetos de distintos
cultos y religiones
exóticas.

Tipos
de ofrendas

Las donaciones u ofrendas hechas por los fieles
en señal de beneficios recibidos por parte de santos,
vírgenes u otras devociones –oficiales o no- tienen
una larga tradición en la historia de la humanidad.
Eran conocidas en la mítica Babilonia, en Egipto, en la
India, la
China, en
Roma. Así, por ejemplo, el dios Mercurio
recibía de sus devotos pies alados, la lengua de las
víctimas sacrificadas, leche, miel,
etc.-

Estas ofrendas o exvotos retribuidos por los
creyentes a dichos santos y depositados en sus tumbas o
santuarios, son de una enorme variedad y cantidad: van desde los
más clásicos (flores -naturales o artificiales-,
velas y placas recordatorias) hasta los más diversos y
curiosos (tractores, vestidos de novia, botellas de aguardiente,
bicicletas, patentes de automóviles, imágenes
religiosas o cruces mutiladas o atadas, etc.).

Respecto de ciertas devociones populares, las ofrendas
depositadas en sus santuarios tienen significados de
analogía
con la vida o causa de la muerte del objeto
de culto: los altares que la Difunta Correa tiene en todo
el país –nichos, capillas, casillas o promontorios-
y hacia los que acuden regularmente gran cantidad de promesantes
están repletos, entre otros exvotos, de botellas con
agua
, en alusión a las características de la
muerte de la Difunta (sedienta en un cerro cuando huía a
La Rioja, según detalla la leyenda popular). En la tumba
de Pedrito Hallao, los devotos suelen dejar juguetes
(trompos, bolitas) y hasta útiles escolares, depositados
por estudiantes que pidieron y obtuvieron éxito en sus
exámenes; los promesantes de esta devoción, son
frecuentemente, niños de corta edad o en etapa
escolar.

En algunos casos, se organizan reuniones festivas como
ofrenda a determinado culto. En el caso de la
Telesita,

"las reuniones que se hacen en su homenaje se llaman
Telesíadas, y se llevan a cabo en la casa del que
ofrece el baile. Se prepara un muñeco de papel o trapo y
se lo coloca sobre una mesa o catafalco, simulando así el
cuerpo de la Telesita. Cuatro o cinco velas puestas a su
alrededor se encienden antes de comenzar el baile. Cuando
éste se inicia, el promesante y su mujer bailan siete
chacareras seguidas, y entre una y otra se bebe una copa de
caña o aguardiente (los dos danzarines). Después se
generaliza el baile y corre abundante la caña, cerveza, vino u
otra bebida cualquiera. La música se ejecuta
especialmente con los siguientes instrumentos: caja, bombo
violín y guitarra. Las canciones que tradicionalmente se
tocan son chacareras, zambas, gatos, etc. La fiesta termina a la
madrugada, hora en que la imagen de la
Telesita es quemada ritualmente, para rememorar el triste fin que
en vida tuvo la Telésfora".57

Ya hemos hecho mención de las curiosas ofrendas
que recibe en su tumba otra devoción popular: la
Brasilera –curandera y rezadora en los cementerios y
velorios, según el anónimo popular- suele recibir
imágenes de santos ortodoxos y Cristos o cruces mutilados
o atados, en un claro propósito de coerción
y manipulación utilitaria.

También a las tumbas de los gauchos
santos acuden sus devotos en señal de esperanza y
fe: al pequeño mausoleo –convertido en
santuario– de Juan Bautista Bairoletto llegan a
cumplir promesas con flores, crucifijos, muletas, placas y
objetos diversos. La tumba del Gaucho Lega (Olegario
Alvarez) en Corrientes se cubre, los días de culto, de
innumerables ofrendas, cintas y estolas rojas (el
‘santo’ pertenecía al Partido Colorado
provincial) y múltiples exvotos de plata.

Cuentos y relatos hacen referencia a estas costumbres y
creencias, así como también constantes
descripciones de las ofrendas que los devotos otorgan en
señal de fe:

"Los lunes, día consagrado al culto de los
muertos, el árbol de la cruz se veía constantemente
y profusamente iluminado con velas y candiles enterrados en el
suelo, y no
pocas promesas de misas por el alma del
desollado o Anima del Poncho Verde, aumentaron las
piadosas entradas del cura de la parroquia (…) La piedad fue
creciendo en torno del milagroso desollado y un día, una
mujer a quien le había salvado un hijo de la muerte, le
erigió una ermita de ladrillo y barro con techo de tejas
de Marsella y puerta de cajones en la que hizo pintarrajear la
siguiente inscripción: ‘Aquí yacen los restos
del finado Anima del Poncho Verde’".58

"Alrededor de la imagen de San Francisco,
ennegrecida por el humo de las velas, se ven mil baratijas:
estampitas, caracoles, huevecillos, juguetes y, algunas veces, a
guisa de mayor adorno,
sandías y melones. Al pie de la imagen no falta nunca la
bandera en que los visitantes deben depositar su
óvolo".59

Además de las ofrendas, que los devotos depositan
en los santuarios a manera de agradecimiento, existen los
exvotos de sacrificio, a través de los
cuales los promesantes exteriorizan con actos de
dolor y humildad su veneración.
También estos actos poseen una antigua tradición.
Los más frecuentes son: el ayuno, la flagelación
corporal, las peregrinaciones, el ascenso de escaleras,
etc.-

Sincretismos

La mezcla de culturas y religiones
–con sus respectivas costumbres, creencias y
prácticas- ha sido un hecho insoslayable en la historia
del hombre, a sus expensas o a pesar suyo. Este
sincretismo se ha ido forjando de usos consuetudinarios,
con las más curiosas combinaciones de diferentes
tradiciones socio-culturales, en cada región del planeta.
En Latinoamérica, en especial –y sobre
todo- las europeas, indígenas y africanas. En el
más difundido de los cultos afro-brasileños, el
Umbanda, son reconocibles los elementos provenientes del
catolicismo, el espiritismo y el animismo. La religión
vudú es sincrética: mezcla de elementos
socio-religiosos africanos y católicos. En el caso
argentino, el catolicismo ha atravesado la cultura
indígena nativa, pero en distintas regiones del
país han perdurado gestos que muestran la indeleble huella
de la fusión
cultural. En algunos casos ha sido un trasfondo pagano que aflora
en un gesto cristiano; en otros, actitudes
auténticamente religiosas o cristianas que se han ido
paganizando:

"Es evidente que tanto en lo religioso como en lo
cultural, la doctrina cristiana ha ejercido una enorme influencia
en los nativos, a través de las sucesivas misiones
franciscanas y jesuíticas (…) Pero también es
cierto que después de la conquista prevaleció un
poder efectivo subyacente, basado en antiguas creencias
revestidas de magia, ‘payé’ o hechizos,
anteriores a la fe cristiana, que se infiltraron en el
cristianismo, para subsistir en las costumbres y ritos de los
grupos
humanos, especialmente en el ámbito
rural".60

La lógica
indica que es en ese ámbito rural en donde la
religión institucional carece del alcance y la llegada de
los centros urbanos, en los que se ha difundido más y
mejor. De manera que ese trasfondo pagano,
supérstite, se refleja más puramente en las
zonas de menor influencia evangelizadora.

Estos resabios de paganismo se encuentran en todas las
religiones, como quedó expresado páginas
atrás, y a su vez todas las religiones han desarrollado
–en el transcurso del tiempo- nuevos elementos que
sobrevivirán a otras religiones, en un reciclaje
permanente.

Los ejemplos son tan abundantes como evidentes en la
historia del hombre: los Libros
Sagrados se refieren a numerosos elementos mágicos
(el uso de las joyas como amuleto, figurillas de estaño
con manos y pies atados, palabras mágicas utilizadas en
tatuajes y amuletos) que el judaísmo había
absorbido de los vecinos pueblos paganos:

"numerosos elementos de la religión popular
anterior al monoteísmo yahvista fueron incorporados a la
nueva religión. Así, los querubines alados
del fuego que servían de montura a Yahvé
serán guardianes de las cosas santas en el nuevo templo de
Jerusalén. Los serafines, serpientes aladas genios
del desierto, se convirtieron en servidores de
Yahvé, Dios de Israel".61

Durante varios siglos, los pueblos germánicos
convertidos al cristianismo conservaron muchas de sus costumbres:
adoraron árboles
santos, de los que colgaron exvotos, portaron hierbas
mágicas y amuletos, conjuraron las tempestades, etc.-
Muchos cultos fueron reinsertados en otras geografías,
verificándose fenómenos de sincretismos religiosos:
es el caso de Changó, convertido en Dios del trueno
de los pueblos yoruba, que fue transplantado con su culto a
América; entre los dioses llegados al nuevo
mundo por la trata, algunos son casi inhallables hoy en
Africa (por
ejemplo, Ochosi, dios selvático y cazador),
mientras en América su culto es
multitudinario.62

En Argentina, numerosos fenómenos
sincréticos vienen a atestiguar esa constante universal.
En distintos puntos del país, se repiten ejemplos de
cruces religiosos y paganos que afloran en innumerables actitudes
de carácter espiritual, y que hasta determinan normas de
conducta social.
Ejemplo de esto es la devoción a uno de los Reyes
Magos
de la Epifanía cristiana, "mistificado" con el
nombre de San Baltazar o santo camba (santo
negro
, en guaraní), que se da en modo especial en la
campaña correntina. El origen del rito a esta imagen
parece coincidir con la presencia de soldados africanos
provenientes del Brasil, que
participaron en la guerra de la
Triple Alianza (1865/9). Finalizado el conflicto
bélico, los combatientes y familiares negros se afincaron
en un barrio cercano a la ciudad de Corrientes, denominado
‘Camba Cua’ (cueva de negros). Allí se
generó el culto, del que aún se conservan algunas
tallas auténticas del santo. Las antiguas
celebraciones paganas en honor al "santo bailarín"
comenzaban el 25 de diciembre y culminaban el 6 de enero,
día de los Reyes Magos, con lo que se confirma que el rito
–por coincidir las fechas con las del santoral
católico- es de neto cuño
cristiano.63

En el Noreste argentino, las creencias populares
constituyen un complejo mundo en el que se entrelazan elementos
paganos, mágicos y religiosos, con sus originales formas
rituales. Los cultos talismánicos constituyen uno
de los ejemplos más acabados: el ya mencionado San
Baltazar, el popular San La Muerte, San Alejo, Santa Librada, San
Pilatos,
San Son forman, entre otros, la
cosmogonía de los llamados santos de palo, (sus
imágenes están, en su gran mayoría,
realizadas en madera).

Estas imágenes son pequeñas: las
más altas alcanzan unos quince centímetros; las
más pequeñas, tres o cuatro. La confección
está a cargo de los santeros que, además de
madera (palo santo, quebracho, etc.) utilizan otros tipos de
materia prima:
plomo, hueso humano (una falange de niño varón) o
arcilla roja común, que debe cocerse los días
viernes santo. A las imágenes en sí, se les agregan
atributos de adorno, como coronas y tronos de plata o metal
blanco.64

El más popular de todos ellos es, sin duda,
San La Muerte (o San Justo Nuestro Señor de la
Muerte), representado por un esqueleto humano provisto de
guadaña, cuya hoja está hecha de metal,
generalmente de lata. El mango se apoya sobre una pequeña
plataforma situada a la altura de la cadera. La imagen, a su vez,
también se asienta en otra plataforma. Salvo la
guadaña, que se agrega, el resto está constituido
por una sola pieza que el santero trabaja pacientemente. La
mayoría están representados de pie; pero
también los hay sentados, con las manos apoyadas en el
maxilar inferior, y otras, en fin, en cuclillas, también
con una o las dos manos apoyadas en el maxilar. Los santeros
venden estos amuletos a los interesados en sumas variables.
Además, entregan con la imagen las oraciones que la tornan
mágica. Si esa imagen está hecha con
huesos
humanos, convierte a sus dueños –según la
creencia- invulnerables contra el daño
ajeno, y les da poderes eficaces para triunfar en el amor o en
los negocios.

Por otra parte, el San La Muerte no es efectivo
si no está bendecido por el sacerdote; para esto, muchos
llevan a la misa la imagen debidamente oculta. De esta forma,
cuando el cura imparte la bendición, le llegan los
beneficios de la misma. Recién a partir de allí el
santo de palo es efectivo y peligroso. Su efectividad se
manifiesta en la recuperación de objetos o animales
extraviados o robados, pero también sirve para
obtener el amor de una persona, o
interceder en los juegos de
azar.

Otro culto talismánico, pero de gran predicamento
en la campaña correntina, es San Alejo, eficaz en
los asuntos del corazón.
Representa al Señor de los Amores, y su poder es
aún mayor si se sigue el ritual de bendecirlo en siete
iglesias distintas. Aquellos que deseen no ser detenidos por
algún delito que
cometieron, invocan a Santa Librada; a su vez, es
costumbre generalizada que atando un pañuelo e invocando a
Santo Pilato, éste concederá el deseo
solicitado.

Todas estas devociones tienen, en muchísimos
casos, el mismo alcance que el resto de las imágenes del
culto oficial, en un entrecruzamiento religioso-pagano que muchas
veces puede resultar curioso o insólito, pero que muestra
todo el vigor de los cimientos paganos.

Como ya quedó dicho, la religiosidad popular
genera con celeridad ciertas devociones con la esperanza de que
sus necesidades y ruegos sean satisfechos. Muchas de estas
devociones son efímeras: no se instalan en el
colectivo popular, no se transmiten por vía generacional y
suelen librarse al olvido. El ámbito en el que se
desarrollan parece estar circunscripto a determinadas regiones;
es un ámbito delimitado, acotado, preciso; muchos de estos
cultos ni siquiera son conocidos en regiones
geográficamente próximas.

Sin embargo, algunas de ellas han logrado incrementar su
área de expansión e influencia. Es el caso del
culto a la Difunta Correa, una devoción que posee
‘altares’ extendidos a lo largo de todo el
país, muchos de los cuales se hallan a la vera de los
caminos, ya sean nichos, ermitas, capillas pequeñas o
promontorios producidos por acumulación de ofrendas. Es
significativo, en esta ‘expansión
geográfica’ del culto, el grado de difusión
que tuvo el mismo: existe un organismo oficial de la
devoción, la Fundación Cementerio Vallecito,
encargado de administrar con un fin social las donaciones
recibidas como ofrendas. Si tenemos en cuenta que, sumado a esta
institucionalización del culto, el tema de la
Difunta Correa ha sido llevado al cine, al
teatro, a la
literatura, vale
decir, a la industria cultural misma, podemos comprender el
motivo de que su expansión alcance una proyección
tan amplia, y que arraigue con eficacia en el
imaginario social. Los devotos de estos cultos no ortodoxos
utilizan rituales y gestos propios del catolicismo
–ofrendas, oraciones, promesas, peregrinaciones- lo que
confirma a su vez la filiación cristiana de aquellos. Como
quedó dicho, la superposición de cultos ya
en civilizaciones remotas verifica la existencia de
prácticas religiosas paralelas a las
instituidas.

Las devociones de figuras ajenas a la ortodoxia
se construyen a través de los gestos
espontáneos y populares; su supervivencia
estará determinada por el tamaño de la
tradición, el arraigo cultural y la representatividad que
alcance la devoción en el pueblo. Tal vez alguna de ellas
adquiera una cierta estatura mítica, aunque para
eso una nueva variable deba sumarse a la espontaneidad popular:
el aporte mediático y de la maquinaria cultural. En
nuestro tiempo, la sociedad mediatizada contribuye a la
difusión de las características
míticas de un personaje lo cual, en cierta manera,
equivale a decir que influye en su
construcción.

El pueblo contempla y adora a esos seres convertidos en
mitos aunque –a diferencia de lo que ocurre con las
devociones– su ritual no involucra necesariamente
gestos de la liturgia religiosa. En efecto, "las sociedades
modernas –apunta Mircea Eliade65– se definen como
tales justamente por el hecho de que han llevado bastante lejos
la desacralización de la vida y del Cosmos; la
novedad del mundo moderno se traduce por una
revalorización al nivel profano de los antiguos valores
sagrados (…) La simpatía
mágico
religiosa ha sido sustituida por la
emoción estética o simplemente sentimental, (…),
la contemplación ha sido suplantada por la observación, la experiencia, el cálculo".

Personajes míticos en las sociedades
modernas

Los mitos en la actualidad ya no son –como
en las sociedades primitivas- el fundamento de la vida social y
de la cultura; vale decir, están lejos de
desempeñar el papel central que tenían en
tiempos arcaicos: los de ser un modelo ejemplar del comportamiento
humano
.

Si en aquellos tiempos, referían una historia
sagrada
–una revelación trashumana primordial-
cuyos actos eran imitados por los hombres, en las
sociedades modernas, desacralizadas, laicizadas, los mitos
han ido extinguiendo esa aureola sagrada: los personajes
míticos de las sociedades arcaicas eran seres
sobrenaturales
; en cambio hoy se han convertido en
humanos, a los que el imaginario social suele agregarles
virtudes excepcionales, que los refuerzan como mito:

"Volvimos al politeísmo –afirma Juan
Zorraquín, especialista en filosofía66-. Adoramos a
diferentes dioses que están humanizados, son
contradictorios. Es lo que ocurría en la Grecia
antigua. Caminan entre la gente".

Gardel y Maradona. ¿Idolos o
mitos?
¿Hasta donde la sociedad mediatizada tiene influencia en
la construcción de estas figuras
emblemáticas? ¿Encarnan los sueños y las
aspiraciones sociales, en un mundo urgido de modelos
ejemplares
función
del mito en las sociedades antiguas- para el desarrollo de las
identidades colectivas?

El mito transforma una existencia en
paradigma, y un personaje histórico en
arquetipo. Desde ese lugar, tanto Gardel como Maradona
bien pueden gozar de estatura mítica, al menos en
el sentido moderno de esta.

Ahora bien, ¿qué es lo que determina el
tamaño del mito? Sin dudas, hay una serie de
valores que son dominantes en toda sociedad, y que el
imaginario popular le asigna al personaje mitificado: en nuestros
tiempos, valores como belleza, éxito, dinero y
juventud son
ingredientes singulares a la hora de construir un mito. En los
años ’60, en los Estados Unidos,
tres figuras míticas representaron largamente el ideal
americano, al exhibir todas las cualidades que su sociedad y su
tiempo aspiraron: John Fitzgerald Kennedy,
Marilyn Monroe y Elvis Presley fueron los
íconos que encarnaron el "gran sueño americano",
devenidos en mitos por sus trágicos y prematuros
finales.

Pero aquellos valores no alcanzan por sí solos
para elevar un personaje al umbral de las deidades paganas. La
cuestión es saber si el mito puede existir sin calidad
propia
, sin algún elemento sobrenatural
poderoso
, que no coloca la gente en él, sino que emana
de él.67

Todo personaje mítico moderno, si bien
canaliza fantasías colectivas, parece poseer en
sí mismo un rasgo distintivo, un gesto o
marca que lo convierte en diferente, en poseedor del
mana, de ese plus sobrenatural que lo dota de una
dimensión sobrehumana, superior. Gardel y Maradona, por
ejemplo, cumplen con el requisito de la insuperable calidad de sus
talentos, lo cual en sí mismo constituye una marca
que el imaginario identifica con una dimensión
divina. Así como ciertas culturas primitivas y
tradicionales antropomorfizaban a sus dioses, las
sociedades modernas divinizan a algunos hombres,
transformándolos en modelos
ejemplares, en arquetipos sagrados y paradigmáticos, es
decir, en mitos.

Que encarnan los sueños y las fantasías de
cada sociedad: en un país en el que el fútbol y el
tango
simbolizan la idiosincrasia popular, Carlos Gardel y Diego
Maradona resplandecen con luz propia en el
panteón pagano de los mitos argentinos.

Amada y odiada hasta el paroxismo, la pasión que
generó Eva Perón
tiene seguramente muy pocos antecedentes en la historia
vernácula. Venerada por los humildes, el mito
comenzó a tomar forma a lo largo de su agonía, en
1952, cuando ya se presentía el doloroso final:

"En todo el país se ofrecían misas para
implorar por la salud de Evita. Afuera de la residencia la
multitud, de rodillas, rezaba y lloraba a toda hora pidiendo por
ella. Diariamente llegaban de todos los rincones del país
toda clase de estampitas, amuletos, piedras milagrosas, reliquias
sagradas, agua bendita; oraciones especiales, con el objeto de
ser entregados a la enferma para que los tocara y pudiera
salvarse" .68

La congoja popular por su muerte terminó de
engendrar la estatura mítica de Evita ("jefa
espiritual" y "abanderada de los humildes": ambos términos
connotan sacralidad). Su acción, su figura, su
discurso, su pasión, habían encendido en los
sectores populares un genuino sentimiento de religiosidad
pagana
:

"Y el amor y el dolor que eran de veras

gimiendo en el cordón de la vereda.

Lágrimas enjuagadas con harapos,

Madrecita de los Desamparados"

escribía María Elena Walsh, interpretando
el mito:

"En los altares populares, santa.

Hiena de hielo para los gorilas

Pero eso sí, solísima en la muerte
(…)

Con látigo y sumisa, pasiva y
compasiva,

Única reina que tuvimos, loca

Que arrebató el poder a los soldados
(…)".69

Su cuerpo embalsamado inició un atroz peregrinaje
tras el derrocamiento del general Perón. Como si para sus
enemigos ese cuerpo prolongara -por efecto mágico- su
presencia aborrecida de un modo fantasmal. En su obsesión
por "destruir el mito", el antiperonismo terminó no
sólo reconociéndolo, sino también
reforzándolo.

Odiada en vida por los sectores más poderosos,
Eva muerta seguía siendo demasiado peligrosa. La
determinación impuesta por sus enemigos de borrar todo
vestigio que recuerde su figura y la del general exiliado, la
necesidad de extirpar de la memoria de
los argentinos los símbolos de ese ‘mal
sueño’, era coherente con la decisión de
hacer desaparecer el cadáver de Eva: como ocurre con el
principio de semejanza mágica, en el que un hombre
que procura matar a su enemigo destruye su imagen, el odio
antiperonista creyó que, decretando la desaparición
–verbal y física- de toda la simbología
peronista, obrarían en el colectivo popular el silencio y
el olvido definitivos.

El escritor Rodolfo Walsh traza en un relato70 el
diálogo
mantenido por un periodista (el mismo Walsh) tras los pasos del
cadáver de Eva con su supuesto detentor (en la realidad el
coronel Moore Koening, jefe del Servicio de Informaciones del
Ejército de la llamada "Revolución
Libertadora"):

"-¿Qué querían hacer?

-Fondearla en el río, tirarla de un avión,
quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en
ácido. ¡Cuánta basura tiene
que oír uno! Este país está cubierto de
basura, uno no
sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta
el cogote.

-Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo,
¿no? Ha llegado la hora de destruir. Había que
romper todo.

-Y orinarle encima.

(…)

-Esa mujer estaba desnuda –dice, argumenta contra
un invisible contradictor- Tuve que taparle el monte de Venus, le
puse una mortaja, y el cinturón franciscano. (….) Tuve
que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a
unos pobres obreros que había por allí.
Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa,
(…)

-¿Se impresionaron?

-Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas.
Le dije: "Maricón, ¿esto es lo que hacés
cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordáte de
San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a
Cristo".

Los medios masivos y la industria cultural han
contribuido a delinear los rasgos míticos de
ciertos personajes –reales o ficticios- devenidos en
modelos ejemplares y que encarnan los deseos y los sueños
de toda una sociedad. Según Mircea Eliade, "el hombre
moderno sufre la influencia de toda una mitología difusa, que le propone numerosos
modelos para imitar. Los héroes, imaginarios o no, juegan
un papel importante en la formación de los adolescentes
(…): personajes de novelas de
aventuras, héroes de guerra, glorias del cine, etc.- Esta
mitología no hace más que enriquecerse con la edad:
se descubren alternativamente modelos ejemplares lanzados por
modas sucesivas y vemos cómo se esfuerzan en
imitarlas".71

Detrás de esta ‘mitología
difusa’ subyacen los arquetipos, representados en
"las versiones modernas de Don Juan, del Héroe
–militar o político-, del Amoroso desdichado, del
Cínico o del Nihilista, del Poeta melancólico
(…): todos estos modelos prolongan una mitología y su
actualidad denuncia un comportamiento
mitológico".72

Las muertes trágicas alimentan el
perfil numinoso –el misterio tremendo y fascinante-
de todos los personajes mitificados por las sociedades modernas.
"La muerte joven, como sucedió con James Dean o Jimi
Hendrix y, entre nosotros, con Tanguito y Luca Prodan, suele
despertar con su morboso misterio y trágica
paradoja una espontánea mezcla de
piedad y devoción".73

Estos elementos le otorgan al mito otro requisito: el de
lo sagrado. Convertido en devoción popular por
fuerza de
estos ingredientes, el personaje mitificado adquiere una
proyección celestial que jamás hubiera imaginado en
vida.

Incluso muchos de estos personajes venerados terminaron
de nacer a la fama y la gloria luego de morir. Es el caso, en
nuestro país, de la cantante de música tropical
Gilda, cuya devoción se propagó a partir del
mismo instante en que aconteció su muerte, el 7 de
setiembre de 1996, en el kilómetro 129 de la ruta 12,
cuando se dirigía a la ciudad entrerriana de Concordia.
Según sus propios seguidores, ya desde antes de su muerte
muchos le habían endilgado aptitudes milagrosas, pero ella
se encargaba de negarlo. En las siguientes palabras de sus
fans, aparece el elemento divino que refuerza el
mito:

"A Gilda le sangraban los pies, es por eso que
siempre utilizaba zapatillas o calzados cómodos
(ésta característica física de Gilda es
mencionada como una marca o huella de
carácter divino) (…) No la consideramos santa; es
un ser distinto, un ángel, una entidad situada
entre Dios y nosotros".74

Este culto popular, si bien conocido en todo el
país por sus características mediáticas y la
maquinaria de la industria cultural (sus discos dejan grandes
dividendos a las compañías discográficas)
parece –en principio- circunscripto a un determinado
subgrupo sociocultural homogéneo: el público
consumidor de
música tropical, donde Gilda tiene cientos de miles de
admiradores.

Por el contrario, la aureola mítica que
envolvió la figura de Rodrigo Bueno
–exponente de la música de cuarteto, un ritmo propio
del folklore
cordobés- aparece a todas luces agigantada por el
desenfreno mediático que generó su vida y su
muerte. Fenómeno de masas, encarnó en vida los
sueños y los valores sociales dominantes arriba
mencionados: éxito, dinero y juventud. Su vida fue tan
vertiginosa como su muerte –acaecida en el kilómetro
26 de la autopista Buenos Aires-La Plata, en el partido de
Berazategui- y el mito no corrió el peligro de
desintegrarse en la vida corriente. El caso de Rodrigo confirma
que la construcción de un mito en las sociedades modernas
tiene como punto de partida el sentimiento espontáneo y
popular, pero también la aceitada trama de una sociedad
cada vez más mediatizada.

También en este caso, la muerte trágica,
abonada de versiones de sospechas y complots entre integrantes
del mundillo artístico en el cual se movía Rodrigo,
intensifica y condimenta la estatura mítica del
cantante.

Es probable que los personajes míticos en las
sociedades modernas tengan una vida efímera; los
vertiginosos cambios sociales producen rápidamente
sedimentos de la intensa vida cultural del hombre, y nuevos
modelos ejemplares sobrevendrán a instalarse en el
imaginario social. En tanto representen arquetipos
míticos, esos modelos conformarán la estructura en
la que el hombre canalizará sus sueños colectivos,
ya que " el mito es un significante incompleto que los
consumidores se encargan de llenar de
sentido
".75

Bibliografía:

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63.-DE PARIS, M.: ob.cit.-

64.-CERRUTI, Raúl Oscar: "San la Muerte";
en CASTELLI, E.: ob.cit.-

65.-ELIADE, Mircea: "Mitos, Sueños y
Misterios
", Buenos Aires, Compañía General
Fabril Editora, 1961. Traducción de Lisandro Z. D.
Galtier

66.- AULICINO, Jorge: "Por qué Maradona es un
ídolo y puede ser mito
"; en "Clarín", Buenos
Aires, 02/11/1997.

67.-íbid.

68.-DEMITROPULOS, Libertad:
"Eva Perón", Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, 1984. Colección "Biblioteca
Política Argentina".

69.-WALSH, María Elena: "Eva", en RAMOS,
Jorge Abelardo: "La era del
peronismo.1946-1976" , Buenos Aires, Ediciones
del Mar Dulce, 10º edición, 1982.

70.-WALSH, Rodolfo: "Esa Mujer". En: "La
máquina del bien y del mal
".

71.-ELIADE, M.: ob.cit.-

72.-íbid.

73.-SENANES, Gabriel: "Gilda y Selena: Mitos,
Millones y Milagros
"; en "Clarín", Suplemento
"Espectáculos", Buenos Aires, 19/04/1999.

74.-Testimonio de los integrantes de uno de los "clubes
de fans" de Gilda, en el cementerio de la Chacarita, donde
descansan sus restos.

75.-LEWIN, Hugo: "Cultura Popular y Masividad: En
busca de una identidad
"; en "Clarín", Buenos Aires,
25/06/2000.

 

Gabriel Cocimano

Partes: 1, 2, 3
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