Análisis de la obra "Luz de mañana en un traje marrón", de Daniel Veronese, dirigida por Osmar Núñez
Introducción
Luz de mañana en un traje marrón. Esta
frase puede funcionar como la descripción de un momento o de un estado. Pero
¿quién formula estas palabras? O, mejor dicho,
¿quién se hace cargo del discurso? En
una obra en la cual un tercio de la misma consiste simplemente en
el relato de un texto
dramático, específicamente de sus didascalias, uno
podría fácilmente preguntarse quién es el
que está realizando esa enunciación. ¿Se
trata del autor? ¿Del director? ¿Del actor o tal
vez del "personaje", si es que se puede hablar de tal cosa?
Podría intentarse un análisis de la puesta en escena de
"Luz de
Mañana en un traje Marrón", escrita por Daniel
Veronese y dirigida por Osmar Nuñez, basándose
principalmente en la teoría
moderna de la
comunicación formulada por
Kerbrat-Orecchioni.
Desarrollo
En principio, la obra está dividida en tres
partes principales, es decir en tres grandes secuencias; la
primera y la última son dos monólogos interpretados
por el personaje masculino, y la del medio un diálogo
entre ambos personajes. En el primer monólogo se da un
relato de las acotaciones de un texto dramático; en
él también se dan indicaciones para una "puesta en
escena", se dan consejos dramatúrgicos en general e
incluso, se hacen comentarios acerca de lo que él mismo
está diciendo ("Hermosa imagen…" o "Todo se tiene que
entender" o "No quiero que se me vea como un apologista de
la imagen"). Lo que es contado incluso no tiene ninguna
correspondencia con lo que se ve.
Él describe una determinada luminosidad distinta
a la de la escena, indica la introducción de música que nunca se
realiza. Su discurso muchas veces se ve incompleto a falta de un
gesto paralingüístico que lo explique.
El problema que surge de este primer segmento, entonces
es la imposibilidad de determinar un "emisor" según el
circuito comunicacional clásico de Jakobson. Incluso
resulta bastante complejo tratar de establecer el enunciador y el
anunciador del discurso. El enunciador definitivamente no es el
personaje puesto que no se puede hablar de un personaje
sustancialista, que tenga una identidad
determinada a lo largo de la obra. Incluso estos seres carecen de
nombre. El actor toma la función de
narrador en el primer segmento de la obra, por tanto es el
enunciador (aunque esto es solo una posibilidad; podrían
intentarse otras). Sin embargo, muy claramente por el contenido
de sus palabras no es él quien se hace cargo de lo que
dice: pareciera reproducir exactas las palabras del autor (o de
algún autor), quien por tanto es el anunciador. Ahora
bien, en otro nivel, el director es el anunciador en cuanto a la
puesta de toda la obra en general. De cualquier forma existe una
condensación de funciones en la
instancia emisora que produce confusión.
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