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El hombre y el arte en el Paleolítico y el Neolítico (página 2)




Enviado por Carolina Bracco



Partes: 1, 2

El carácter mágico de las pinturas,
como también de los grabados y figuras moldeadas es una
constante y, sin duda, la
motivación de dichas manifestaciones. Así, los
animales
aparecen heridos; las hembras con el vientre hinchado, en
gestación avanzada evidenciando la estimulación
mágica de las especies útiles.

Estas prácticas forman parte de lo que se
denomina "magia simpática", cuyo principio consiste en la
convicción de que cualquier acción
que se ejecute sobre la reproducción de un ser repercute sobre el
original. Entonces, los animales previamente "cazados por la
magia" caerán con más facilidad en manos de sus
perseguidores.

En el Paleolítico Superior se encontraron las
primeras muestras de esculturas, entre las que se destacan las
figurillas, los relieves de piedra y las tallas en hueso y
marfil. Algunas representan animales, mientras que otras
reproducen hombres y mujeres. Estas últimas en particular,
se caracterizan por la exageración de vientres y senos y
su pequeño tamaño (de 4 a 22 cm); donde la idea
fuerza es la
fecundidad. Se cree que estas reproducciones son las antepasadas
de la Gran Diosa o de la Madre Naturaleza,
cuyo culto será esencial a partir del Neolítico, a
consecuencia de los mitos
agrícolas, y que luego serán el origen de todas las
diosas del amor y la
fecundidad.

En lo que respecta a la danza este
período las conoció de dos tipos. En primer lugar
la danza epiléptica, que dado a los movimientos
convulsivos que le son característicos no puede ser sino
individual y desordenado.

En segundo lugar, la danza de carácter
mimético. Este tipo de danza se distingue por la
utilización de disfraces de animales, así como
también por sus movimientos más delicados y
regulados lo que permite la danza en grupo (o lo
segundo propicia lo primero). Este segundo tipo de danza tiene
también una motivación
definida, relacionada o bien con la propiciación, o bien
con el agradecimiento de un acontecimiento.

Cuando finalizaba la Era Cuaternaria la temperatura
comenzó a subir y los glaciares desaparecieron o quedaron
reducidos. La fauna fría
emigró hacia el norte junto con las tribus
paleolíticas, pero las especies habían cumplido su
ciclo biológico y se reproducían cada vez menos
hasta desaparecer y así llevar a la muerte a
gran parte de la humanidad prehistórica.

Algunos grupos llegaron a
las zonas árticas, donde los esquimales (iunuit) y los
lapones son los descendientes de los antiguos magdalenienses,
adaptados a la pesca y a la
caza de mamuths. Otros quedaron en las costas viviendo de los
bancos de
mariscos y de la caza menos, en las costas europeas del Mar del
Norte y del Báltico. Pero en Oriente un hombre se
desarrolló, y generó una cultura
caracterizada por la agricultura,
la domesticación de animales y adelantos
tecnológicos (tejidos y
cerámica): la cultura
neolítica.

La agricultura influyó decisivamente sobre las
ideas religiosas. La observación de este fenómeno (el
ciclo vegetal) condujo a la siembra intencionada, que se
convirtió en la base de la alimentación. Las
necesidades de carne se vieron satisfechas con la ganadería
y en la domesticación de animales la mujer tuvo un
rol fundamental.

Estos dos hechos decantaron en la instauración
del matriarcado y el culto a la Gran Diosa Madre.

Si bien las pinturas de este período tienen
similitudes con las del período anterior, podemos enumerar
algunas características que le son propias: están
al aire libre,
las figuras son más pequeñas y prima la
representación humana en continua
estilización.

Se destacan los triángulos oscuros con vértice hacia
abajo, símbolo sexual y universal femenino, que enlazan
estos signos con los
ritos de fecundidad y la Diosa Madre. "Los mitos de la Gran Diosa
enseñan la compasión hacia todos los seres vivos.
Gracias a ellos llegamos a apreciar la santidad de la tierra
misma, porque es el cuerpo de la diosa".

Este período desarrolla así el culto a la
Diosa, la Gran Diosa, la Madre Tierra en
relación con el descubrimiento de la agricultura. La magia
de la mujer y la magia
de la tierra son lo mismo. La mujer da a luz igual que la
tierra da nacimiento a las plantas. Y
alimenta, tal como lo hace la tierra: "…la
personificación de la energía que da nacimiento a
las formas y las alimenta es propiamente femenina…". En la
antigua Mesopotamia,
el Nilo y los primitivos sistemas
agrícolas la Diosa es la forma mítica dominante.
El universo se
identifica con su cuerpo aunándose. Hay una escena de la
Diosa en la que ella se traga el sol en el
oeste y lo da a luz en el este, pasando por su cuerpo durante la
noche.

El mito, o,
más bien ‘vivir el mito’ saca al hombre
primitivo del tiempo
profano, cronológico y lo coloca en un tiempo
cualitativamente diferente, un tiempo ‘sagrado’,
primordial e indefinidamente recuperable.

"Vamos ahora a acompañar al muerto y a conocer de
nuevo la pena,

Vamos a danzar de nuevo y a derribar a los
demonios.

No se debe hablar.

Si se ignora el origen de la danza,

No se puede danzar"

Los Uitoto a Preuss también afirman: "Son las
palabras (los mitos) de nuestro padre, sus propias palabras.
Gracias a estas palabras danzamos; no habría danza si no
nos las hubiera dado".

Así vemos como la danza está
íntimamente ligada a los mitos y su origen, a su vez, a
los mitos de origen. El mito de origen se muestra, es
decir, se recita, o se danza. Al recitar o celebrar el mito de
origen se revive el milagro.

El hombre primitivo no conoce ningún acto que no
haya sido planteado y vivido anteriormente por otro, otro que no
era un hombre. Lo que él hace, ya fue hecho. Su vida es la
repetición ininterrumpida de gestas inauguradas por otros.
El desarrollo del
arte,
siguiendo con esta idea, nos revela que la repetición es
la base de la formalidad artística; iniciada por hombres
‘primitivos’, arcaicos, desconocidos y continuados
hasta nuestros días. El acto –cualquier acto- carece
de sentido si no renueva una acción primordial.
Así, todo ritual se basa en un modelo divino,
un hecho conocido –y recordado- por todos, "Debemos hacer
lo que los dioses hicieron al principio", "Así hicieron
los dioses; así hacen los hombres".

Todas las danzas han sido sagradas en su origen, con un
modelo extrahumano. A veces un animal totémico o
emblemático, ejecutando movimientos reproducidos con el
fin de conjurar por la magia su presencia concreta, de
multiplicarlo en número, de obtener para el hombre la
incorporación del animal.

"Estamos bailando como el oso blanco,

estamos bailando como la morsa,

estamos bailando como el caribú,

estamos bailando como la foca de ojos
brillantes.

La gente y los animales están
bailando.

Esta primavera tendremos mucha comida y nuevos niños
bailarán en el vientre de sus madres."

En otros casos el modelo el modelo era revelado por la
divinidad o por un héroe.

La danza entonces tiene su origen en otro
extrahumano
, un antepasado: animal totémico, dios o
héroe. Los movimientos tienen su modelo fuera de la
naturaleza propiamente humana; una danza es siempre un acto
imitativo de un arquetipo o una conmemoración de un
momento mítico. Una repetición, una
reactualización, como decía más arriba. Lo
real es aquello que se repite, aquello que se imita.

El hombre arcaico no se cree sujeto de la historia sino que la padece.
La historia es algo impredecible, inesperado e inmanejable; por
eso busca refugio en el mito, que anula el tiempo.

Este período conoce danzas que imitan las fases
lunares, en honor al sol, propiciatorias e imitativas de la
lluvia. La característica principal es la
organización coreográfica, manifiesta en las
danzas de parejas y grupales (circulares) en torno a un
tótem o símbolo fálico.

Los rituales de la fertilidad nacen en este
período y, con ellos, la danza del vientre.

Conclusión

En el primer período observado, el
Paleolítico, las representaciones tienen una
relación directa con la supervivencia. La magia
simpática nos habla de un ser sin noción de
pertenencia, de permanencia y de un carácter puramente
mágico respecto del mundo exterior. Es un hombre incapaz
de producir y transformar la naturaleza.

Cuando el hombre deja de ser nómade y se
constituye como ser sedentario, comienza a producir cambios en la
naturaleza para sobrevivir y evolucionar y también cambian
las representaciones míticas. Comenzaron los ritos como el
de la Gran Diosa Madre, que representaba la fuerza vital y la
fecundidad.

Bibliografía:

Bonilla, Luis, ‘La danza en el mito y en la
historia’, ed. Biblioteca Nueva,
Madrid,
1964.

Campbell, Joseph, ‘El poder del
mito’, ed. Emece, Buenos Aires,
1998.

Eliade, Mircea, ‘El mito del eterno
retorno’, ed. Emece, Buenos Aires, 2001.

‘Mito y realidad’, ed. Guadarrama,
Barcelona, 1981.

Ierardo, Esteban, ‘El poder de la danza’
en

Muñoz Puelles, Vicente, ‘La danza- Equilibrio,
Elasticidad,
Vigor’, ed. La Máscara, 1998.

Portinari, Maribel, ‘Historia da
Dança’, ed. Nova Fronteira, 1989.

Salazar, Adolfo, ‘La danza y el ballet’, ed.
FCE, 1986.

Sepich, Julieta, ‘Las ideas religiosas de los
pueblos prehistóricos y sus
representaciones’.

 

Carolina Bracco

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