Moral de mercado versus seguridad alimentaria: una aproximación desde la ética del bien común
Publicación original: bioeth., 2001, vol.7, no.2, |
- El hambre como problema vital y
comprehensivo - La liberalización del mercado
como solución - La situación del agro después
de quince años de liberalización - Importaciones de alimentos:
¿complemento de la producción interna? - La precaria demanda efectiva de
alimentos - ¿Es la escasez de alimentos la
causa del hambre? - Tautología mercantil y moral de
mercado - La persistencia del hambre:
dilemas para la moral y la ética - Notas
- Referencias
Resumen: La persistencia del hambre en el
mundo, a pesar de su insuficiente visibilidad en los medios de comunicación,
replantea con urgencia la temática de la seguridad alimentaria. Actualmente los
modelos y políticas económicas y las guerras son factores más importantes en el
hambre que los desastres naturales o el decaimiento de la producción agrícola
incriminados en otras épocas. También es claro que no es posible explicar el
hambre por la escasez de alimentos en el mundo. Sin embargo, estas certezas no
producen conductas y políticas coherentes, puesto que la lógica neoliberal impide,
en particular, al Estado inmiscuirse en las reglas del mercado. Junto con el
problema del hambre se acentúa la dependencia de muchos países de la Región
respecto de la oferta alimentaria, generándose una verdadera inseguridad
alimentaria. En este contexto convendría entender el problema de la seguridad
alimentaria como un tema ético, en la perspectiva del bien común con objeto de
reaccionar adecuada y oportunamente.
Palabras Clave: seguridad
alimentaria, hambre, dependencia alimentaria, mercado, ética, bien común
Abstract: Famine persistence around the
world, despite its insufficient visibility in the media, makes it urgent to
restate the issue of food safety. Nowadays economical policy models and warfare
constitute clearly determinant factors in hanger, much more than natural
disasters and farming production decreasing, formerly invoked. It is also clear
that it is impossible to explain hanger in terms of food scarcity in the world.
Nevertheless, these certainties do not produce coherent acting and policies
since neo-liberal logic prevents the State to interfere with market rules.
Along with the issue of hanger the dependence of many Latin American countries
with regard to food supply becomes stronger, so producing a real food
uncertainty. In this context it would be wise to consider the problem of food
safety as an ethical issue within the perspective of common good in order to
react adequately and timely.
Keywords: food safety,
famine, food dependence, market, ethics, common good
Resumo: A persistência da fome no mundo,
apesar da insuficiente visibilidade nos meios de comunicação,obriga resgatar
com urgência a temática da alimentação segura. Atualmente os modelos de
políticas econômicas e as guerras são fatores mais importantes com relação a
fome do que desastres naturais ou a queda na produção agrícola, estes
incriminados como tal em outras épocas. Torna-se claro, também, ser impossível
explicar a fome pela escassez de alimentos produzidos no mundo. Entretanto,
estas certezas não produzem condutas políticas coerentes, já que a lógica
neoliberal impede, em particular, o Estado de intervir nas regras do mercado.
Ao lado do problema da fome, acentua-se a dependência de muitos países da
América Latina com relação a oferta de alimentos, o que gera verdadeira insegurança
alimentar para seus habitantes. Neste contexto convém considerar o problema da
oferta de alimentos seguros como tema ético, dentro da perspectiva do bem comum
e objeto de medidas adequadas e oportunas.
Palavras Chaves: segurança
alimentar, fome, dependência alimentar, mercado, ética, bem comum
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El hambre en el mundo es
uno de los fenómenos más aberrantes y vergonzosos con que la humanidad inicia
el nuevo milenio. Según las últimas estimaciones entregadas por la Organización
de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) habían casi
815 millones de personas hambrientas en el mundo en el bienio 1997-1999.
El hambre no es un problema
nuevo. Desde su origen nuestra especie ha sufrido hambrunas sucesivas. Así nos
enseña el investigador inglés Ancel Keys en su Biology of Human Starvation, publicado en 1950, donde hace
un recuento de las 400 mayores hambrunas documentadas de la humanidad. Pero las
hambrunas que se han sucedido a lo largo de la historia no tienen las mismas
causas ni las mismas formas de manifestarse. La diferencia entre las hambrunas
contemporáneas y las históricas está, en primer lugar, en el mayor o menor
papel que ha jugado el hombre en el desencadenamiento de ellas. Actualmente los
modelos y políticas económicas, así como las guerras, pesan más que los
desastres naturales o el decaimiento de la producción agrícola por el desgaste
del suelo. Incluso, estos últimos fenómenos se explican hoy cada vez más por el
comportamiento irresponsable de algunos hombres y empresas.
Otra notable diferencia es
la universalización del hambre en el mundo actual, la que aparece asociada de
manera directa con la pobreza de grandes sectores de la población mundial, ya
sea rural o urbana. De esta manera el hambre ha terminado traspasando el
horizonte de la sociedad global para poner en peligro a la especie misma(1).
La responsabilidad del
hombre en esta dramática situación universal ha hecho no sólo cambiar su
percepción sobre el hambre -particularmente a partir de los censos hechos
alrededor de 1960 y de la Campaña Mundial contra el Hambre que lanza la FAO ese
año-, sino que además ha colocado en primer plano diversas cuestiones éticas de
importancia para la seguridad o inseguridad alimentaria.
Incluso la propia FAO ha
designado la "ética de la alimentación y la agricultura" como esfera
prioritaria para la acción interdisciplinaria y ha establecido un Comité
interno para ello, a fin de que se orienten las actividades de la Organización
a este respecto. El Director General también ha creado un "Cuadro de
Expertos Eminentes" sobre la ética en la alimentación y la agricultura, de
carácter independiente, para que le asesore acerca de las acuciantes cuestiones
de la ética en estas esferas.
Sin embargo, la mayor
preocupación ética por el hambre no puede consistir en discursos éticos
a-valorativos como si "nadie" fuera "autor" de este flagelo
que abate a millones de seres humanos. El hambre no puede ser concebida por
generación espontánea, como si no tuviese padres, ni causas mediatas, ni
sujetos históricos. Pensar los problemas de la seguridad alimentaria desde la
ética requiere necesariamente identificar a "nadie" y evaluar la
eficiencia y la forma (liberalización de mercado) de cómo se ha enfrentado
hasta ahora el hambre; todo ello desde la perspectiva de las víctimas, los
hambrientos, que son el signo, en el dolor mismo de su corporalidad, de un acto
malo e injusto.
El hambre como problema vital y comprehensivo
La persistencia del hambre
significa que casi un tercio de la humanidad se está quedando fuera de las
posibilidades de una reproducción normal de la vida al sufrir alguna forma de
subnutrición. El hambre no es un problema económico -de simple propensión al
consumo– como cree la gran mayoría de los economistas, sino un problema vital:
no hay posibilidad de reproducir la vida. Tener hambre para hombres, mujeres y
niños significa que muy difícilmente podrán desarrollar su potencial físico e
intelectual; por el contrario, muchos de ellos pueden perecer por falta de
acceso a alimentos. En efecto, "más de
la mitad de la carga de enfermedades del mundo se puede atribuir al hambre, la
ingestión desequilibrada de energía o la deficiencia de vitaminas y
minerales"(2). Más terrible aún, un poco más de la mitad (el
55,5%) de los 12 millones de niños menores de cinco años que mueren anualmente
tiene relación con la malnutrición(2).
El hambre está directamente
relacionada con la pobreza, pero no es un fenómeno exclusivo de los países
atrasados. En realidad, de los 815 millones de personas hambrientas, 777
millones (una de cada cinco personas) se encuentran en los países empobrecidos,
27 millones en los llamados "países en vías de transición" a las
economías de mercado y 11 millones en los países industrializados. Varios
millones de personas más sufren enfermedades debilitantes relacionadas con
carencias de micronutrientes y con la contaminación de los alimentos y el agua.
"A diferencia de años pasados, los
países desarrollados y con mayores recursos económicos enfrentan elevados
niveles de desnutrición no sólo en menores de edad sino en los adultos"(3).
Tampoco se puede decir que
el flagelo del hambre se encuentra focalizado en ciertas zonas (rurales) al
interior de los países. En realidad, la pobreza en nuestro continente -como
luego veremos con más detalle- ha crecido muchos más en las zonas urbanas que
en las rurales durante los últimos 20 años. La pobreza y el hambre no se
definen en términos de exclusión, sino más bien son resultado de una inserción
precaria de las personas en la actividad económica, social y política. Los
pobres hambrientos, privados de los beneficios del crecimiento de la producción
de alimentos, sobreviven en situación de precariedad. El hambre es un fenómeno
social y comprehensivo, no puede reducirse a la escasez de alimentos o a la
insuficiencia de ingresos. Al no reconocer fronteras nacionales o regionales,
el hambre se ha ido universalizando.
No obstante lo anterior,
muchas teorías (Escuela de Chicago, gran parte de las teorías del desarrollo y
algunos marxistas ortodoxos) buscan explicar el fenómeno del hambre y la
pobreza a partir de una concepción dualista, como si ese fenómeno ocurriera
sólo en el sector "atrasado", "tradicional" o
"pre-capitalista" que está "fuera" de la economía formal de
una sociedad determinada. Este es, por ejemplo, el planteamiento de la Escuela
de Chicago que derivó en las conocidas teorías de la "marginalidad" y
de la "informalidad"(4,5).
En consecuencia, la estrategia de los gobiernos actuales será llevar la
modernización (libre mercado) a esos sectores atrasados (agricultura) a través
de reformas estructurales. De esta manera el mercado formal (el adentro) y las
relaciones de poder vigentes no están en cuestión, más bien se reafirman y
legitiman con su expansión hacia el sector informal.
Esto resulta políticamente
muy atrayente para los gobiernos y las instituciones
internacionales/regionales. Pueden firmar todos los compromisos que sean
necesarios para erradicar el hambre y la pobreza del mundo sin cuestionar nada.
Es así como en la Conferencia Mundial sobre
la Alimentación de 1974, convocada por la FAO, los países
participantes se comprometieron a hacer desaparecer el hambre de la superficie
de la tierra en el curso de los diez años siguientes. El último compromiso,
ahora firmado en la Cumbre Mundial sobre la
Alimentación en 1996, se planteó un objetivo más modesto, pero no
por ello menos retórico: reducir el hambre a la mitad para el año 2015.
Esos compromisos tampoco
presentan mayores dificultades para los gobiernos, ya que siguiendo la lógica
neoliberal, la gran mayoría de ellos ha derivado al (libre) mercado la "responsabilidad"
de reducir el hambre en el mundo. Por ser un agente externo que no debe entrometerse
en la vida económica, privada, de los agentes económicos, el Estado debe restringirse
a cumplir con una serie de funciones "públicas" específicas que
no contemplan la implementación de políticas económicas deliberadas. De este
modo, la seguridad alimentaria, vista como problema económico, se privatiza
y se mercantiliza.
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