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Rebeliones indígenas y negras en América Latina (página 2)




Enviado por Kintto Lucas



Partes: 1, 2

  1. GUAICAIPURO
  2. 1560. En la región de Caracas habitan los
    teques y los caracas, dos tribus indígenas que se han
    unificado y eligen su cacique supremo por voto
    popular.

    Seis meses hace ya que Guaicaipuro fue elegido, y
    tres días que empezaron a llegarle malos augurios…
    Por las costas aparecieron gentes extrañas: "Llevan en
    la cara la color de
    las nubes ligeras de la mañana y toda manchada de
    cabellos espesos… están cubiertos sus cuerpos por
    una piel
    tejida tan sólida que no le penetran los más
    duros y agudos dardos", así el mensaje corre y llega
    al jefe.

    Después de arrasar con lo que encontraron a
    su paso, los hombres pálidos construyeron casas
    rodeadas de trincheras y profundos pozos, para resistir
    posibles ataques de los que aquí viven. El cacique no
    espera que lleguen a sus dominios, no espera que la
    mañana tome el color de las nubes ligeras, no quiere
    que la noche pierda su luna… Levanta su pueblo en armas
    Desde muchos rincones llegan los guerreros para concentrarse
    en el valle de los caracas… varias tribus de la zona se
    pliegan a la lucha.

    El valle es un arco iris de penachos de plumas
    brillando al sol. Enseguida atacarán el poblado
    construido por los recién llegados. Asaltarán
    con arrojo las trincheras, pelearán cuerpo a cuerpo
    sin temor a las armas de fuego, querrán tomar la
    ciudad… pero el poderío europeo es mayor. No basta la
    fuerza, ni
    las flechas, ni los dardos, ni el valor: el
    enemigo vence.

    Guaicaipuro siente la derrota como una deshonra
    personal y
    piensa en el suicidio. Un
    viejo sacerdote de los teques interviene: "Lo que
    ocurrió es una prueba caprichosa de la loca fortuna.
    Hay que seguir peleando, debemos acosar, herir y asaltar a
    los extranjeros para que dejen estas tierras"… Las palabras
    reaniman al cacique y la guerra de
    guerrillas se desata. Cuando sale el sol o se
    oculta, bajo el relámpago o la lluvia silenciosa, con
    el viento o el silencio de la quietud, en cualquier momento
    los guerreros atacan a los españoles… Surgen desde
    las sombras y por las sombras se van… Durante siete
    años escapan al enfrentamiento directo porque saben
    sus limitaciones. En Antímano no pueden evitarlo. Los
    cañones destrozan batallones indígenas uno tras
    otro. Los nativos siguen guerreando. Luego de tres horas, ya
    cansados algunos desertan. Guaicaipuro no tiene otra
    opción que refugiarse en la montaña.

    Los españoles fundan Santiago de León
    de Caracas y el cacique se transforma en su pesadilla. Varios
    ejércitos llegan desde España
    para defenderla del puñado de rebeldes… Un
    capitán al frente de ciento ochenta soldados es el
    encargado de ir a buscarlo, si vence tendrá de
    recompensa una alcaldía. El cacique junto a
    veintitrés hombres se parapeta en uno de sus refugios
    de la montaña: una casa de madera,
    que resiste el embate durante varias horas. Ni los
    indígenas pueden poner en fuga a los soldados, ni
    estos derrotar a los guerreros…

    Recurren al fuego, que avivado por el viento arde la
    cabaña y obliga a los rebeldes a abandonarla. Al
    salir, el jefe indio grita a sus enemigos: "Español cobarde, le falta el valor para
    rendirme y se vale del fuego para vencerme. Soy Guaicaipuro,
    a quien tanto buscas y quien nunca tuvo miedo a su nación soberbia. Aquí me tienes,
    muéreme para que con mi muerte se
    libre del temor que siempre le causó‚á".
    Y así, lanzando una flecha tras otra, corrió
    contra ellos. Varios soldados murieron, pero él fue
    atravesado por una bala. Luego lo remataron. Su
    rebeldía se mantiene hasta que deja de ver el cielo y
    la floresta. Ya agonizante habla a los conquistadores: "Ven
    extranjero, ven a ver como muere el último hombre
    libre de estos montes", luego deja de respirar. Su cabeza fue
    colocada en un lugar muy frecuentado, para que todos la
    observaran. La luna se nubló; el Orinoco, el Apure y
    el Arauca ensombrecieron su cauce; el viento se
    aquietó como triste con la vida; no hubo ruidos, hasta
    los pájaros decidieron callar, todo el paisaje se
    silenció y las lágrimas caminaron por el valle
    con su pesar… aletargando las miradas. Pero la
    alegría siempre vuelve a nacer y la sonrisa revive…
    Yaracuy caminará el mismo paso guerreando al
    invasor… y habrá un Bolívar peleando la independencia

    1569. Tranquilos con su universo, en
    paz con la naturaleza
    y alegres con su destino, así viven los yaracuyes.
    Habitan la costa norte del Golfo de Paria, unos quinientos
    kilómetros al oeste de la ciudad de Caracas. Mansos
    viven hasta que llega el europeo y se instala como en terreno
    propio…

    Si bien hace años que invadieron la
    región, todavía no habían incursionado
    por la zona de los yaracuyes. Indignado ya con la presencia
    tan cercana de los extranjeros en su territorio y con
    voluntad de pelea, el gran cacique Yaracuy envía un
    mensaje a Mencio Vargas, jefe de las tropas españolas,
    y le dice:

    "Les pido con mi pueblo que dejen estas tierras, que
    no les pertenecen y se marchen hacia otros rumbos". La
    respuesta del europeo fue contundente "Id a decirle al
    cacique que venga él a echarnos". Y así fue. El
    cacique fue a echarlos…

    Primero ataca con sus guerreros un destacamento de
    indígenas al servicio
    de los invasores, luego el campamento del Tocuyo, donde
    está el jefe de los conquistadores con sus soldados…
    En la batalla de Cuycutóa los yaracuyes logran la
    victoria. Los vencedores saquean el campamento español
    y los poblados cercanos, luego persiguen a los colaboradores
    indígenas. El jefe Yaracuy se molesta con esta
    acción y los reprende: "Ese proceder es
    tan feo como cobarde, no somos saqueadores".

    Cañones, arcabuces y otras armas son
    capturadas por los rebeldes pero no pueden utilizarlas porque
    desconocen su manejo. Los yaracuyes confían que su
    victoria ya es definitiva y se dispersan. Los conquistadores
    aprovechan el tiempo
    reconstruyendo sus filas: setecientos hombres de todas las
    armas llegan desde Europa,
    quedan bajo el mando del conquistador Diego de Losada y
    parten en busca de los sublevados. En Uricagua, que
    así llamó ese paraje el jefe español,
    fue el enfrentamiento final. Los indígenas luchan con
    valor pero igual les llega la derrota. Yaracuy es preso y
    atado a un árbol. Luego, cuando ya la batalla
    había terminado, un capitán español
    manda que lo desaten. El agua
    del sudor le moja los cabellos, las gotas corren por su
    rostro y se deslizan por el cuerpo desnudo, solo cubierto con
    algunas plumas y cordajes.

    En el túnel de sus ojos negros se observa el
    dolor y el fuego de la rabia. Los españoles lo miran
    asombrados. El capitán dispone a seis soldados y un
    cabo para custodiarlo. Le hacen seña que permanezca
    sentado, hasta que resuelvan su destino… El no hace caso y
    permanece de pie, quieto, silencioso, mirando al suelo rojo de
    la sangre
    fresca… Los europeos se distraen un poco al ver que el
    cacique no da muestras de resistencia. Pero de repente se lanza sobre un
    soldado, quita su arma, atraviesa el pecho del capitán
    y lastima otros tres… Los arcabuces se descargan sobre
    él. Cae en su tierra, se
    revuelca en su sangre y se introduce en la leyenda… Los
    indígenas que logran escapar se marchan a las
    montañas con el jefe en sus pensares…
    Organizarán guerrillas indígenas para acosar a
    los españoles durante veinte años… El
    espíritu Yaracuy recorrerá el
    Caribe…

  3. YARACUY

    1578. La selva que durante miles de años
    protegió a los indios Quijos ha sido violada por los
    hombres de la espada y la cruz. Los sagrados árboles del monte comienzan a caer y
    los pájaros no cantan su voz alegre… El culto de los
    indígenas quiere ser substituido por la religión de un Dios distante y otro
    hablar… Pero los Quijos mantienen sus ritos escondidos en
    la floresta y sus sacerdotes siguen siendo sabios profetas de
    lo que vendrá, porque todo los ven conversando con los
    Supay.

    Jumandi el gran cacique no acepta someterse a los
    conquistadores que quieren usurpar su mundo. Solo piensa en
    destruirlos… Antes consulta a los supremos sacerdotes Guami
    y Beto. Ellos hablan con los dioses y el gran volcán
    Sumaco es testigo del hablar. Días después
    todos los caciques se reúnen para escucharlos. Guami
    dice haber bajado a las entrañas del Sumaco para ver a
    Sabela, la diosa del infierno: "cinco días viví
    con ella y me ordenó que termináramos con los
    europeos porque ellos cortaron nuestra libertad".

    Beto asegura haber hablado con el gran Supay selva
    adentro: "me dijo que el Dios de los cristianos está
    con mucha ira de los españoles y quiere que los
    ataquemos". Luego de escucharlos, entre dosis de yuco bravo
    preparan la conspiración. La furia de los
    espíritus se contagia y las lanzas guerreras se
    levantan. Jumandi secundado por Guami, dirige la arremetida
    contra la población española de Avila que
    cae en pocas horas. Beto comanda el ataque sobre el poblado
    de Archidona, que –prevenido– logra resistir por
    más tiempo, aunque igualmente es abatido. Tras la
    victoria Jumandi es nombrado por el pueblo Quijo como Jatum
    Apu, encargado de conducirlo hacia la libertad. Las
    próximas ciudades a ser atacadas son Baeza primero y
    Quito
    después.

    Jumandi habla antes con su gente: "La
    expulsión del invasor debe ser total. Nuestro
    sufrimiento es el mismo que el de nuestros hermanos de las
    montañas. La libertad de los Quijos comienza en la
    libertad de todos. Y que los Supay nos guíen". Los
    chasquis llevan el mensaje a los indígenas de las
    tierras altas para que se sumen al levantamiento… Eso no
    ocurre, y una gran expedición militar sale de Quito
    para defender Baeza del ataque de los Quijos… Al frente del
    ejército español están los traidores
    Francisco Atahualpa y Jerónimo Puento junto a cientos
    de indígenas admiradores de sus
    dueños…

    El ataque a Baeza es sofocado y el alzamiento
    derrotado. Jumandi, Guami y Beto son llevados a Quito para
    recibir la justicia
    española: primero los pasean por las calles atados a
    un carro, los torturan con fierros candentes y finalmente los
    ahorcan.

    Sus cuerpos descuartizados son exhibidos en la plaza
    principal y sus cráneos permanecen allí por
    muchos años, "para que bien los miren" según
    dicen…

    Pero el último grito del cacique rebelde
    retumbó iluminando distintos rincones de la geografía, y nuevas rebeliones
    surgieron: en 1760 San Miguel de Molleambro; 1764 Riobamba;
    1768 Cualaceo; 1777 Cotacachi; 1778 Guano, Otavalo y Cayambe;
    1781 Alausí… Hoy la Amazonía ecuatoriana
    está dividida entre las grandes empresas
    petroleras, madereras, agrícolas o mineras. Se han
    contaminado ríos, exterminado especies animales y
    vegetales, y varios grupos
    indígenas están a punto de extinguirse… Pero
    son los Huaoranis quienes corren más riesgo, por
    eso están en guerra… defendiendo la selva que hace
    latir sus corazones… y los hace respirar. En junio de 1990,
    de la Amazonía al Cotopaxi, del Cotopaxi al mar, los
    indígenas del Ecuador
    volvieron a sonreír cuando todas las nacionalidades
    unidas realizaron su mayor levantamiento en años…
    Ocuparon carreteras, entraron en latifundios, detuvieron
    soldados, no sacaron productos
    al mercado,
    tomaron oficinas públicas, realizaron movilizaciones y
    concentraciones. El ejército salió a la calle,
    hubo algunos enfrentamientos, penetró en las
    comunidades, golpeó y baleó defendiendo a "los
    de mucha tierra". Cuatro indígenas muertos, varios
    heridos y decenas de presos… Luego de tres días el
    gobierno
    aceptó dialogar… Y en mayo de 1992 los rebeldes
    volvieron a caminar desde la Amazonía… de Pastaza a
    pie se llegaron a la capital
    Tal vez el espíritu de Jumandi había decidido
    salir de las entrañas del Sumaco para marchar la vida
    junto a sus hijos…

  4. JUMANDI

    1666. Los caciques Nicaragua y Nicoya obsequian
    objetos de oro y
    plata, y telas hermosas a los extranjeros… Están
    fascinados con los españoles que hace poco llegaron a
    estas tierras… hacen a su gente trabajar para el
    invasor…

    Nicaroguán, señor de las
    montañas del sur observa indignado a sus vecinos y
    hace conocer su sorpresa: "No puedo aceptar que quieran al
    enemigo como hermano, ni que se acojan a sus feos y
    horripilantes ritos. Atacará‚á a todos,
    invasores y traidores".

    El jefe español González D'Avila
    ordena a los caciques colaboradores que preparen un
    ejército poderoso mientras contesta a
    Nicaroguán. "Mi único propósito es
    conocer el país. en estos días
    partirá‚á, no quiero provocar su ira". El
    jefe nicaragüense cree en la palabra y se dirige hacia
    donde están los europeos para conversar. Diez
    días tarda el viaje… Los que esperan se
    preparan…

    Veinticinco soldados españoles se adelantan
    al ataque y van contra los hombres de Nicaroguán. Los
    indios nicaraguatecas contraatacan. Solo tres
    españoles se salvan de las lanzas y las flechas
    nativas. El cacique ve el engaño pero no puede
    retroceder. Pelea heroicamente contra la superioridad del
    ejército europeo, reforzado con la gente de Nicoya y
    Nicaragua. Cuando interviene la artillería la victoria
    es de los conquistadores. Nicaroguán, furioso, se
    retira a la montaña maldiciendo a los traidores.
    Días después D'Avila envía su emisario
    con una propuesta: "Si se unen en la obra común de la
    evangelización, dejaré de lado las armas y os
    hará‚á muchos regalos". La respuesta de
    Nicaroguán al emisario caminó por todo el
    territorio nicaraguita:

    "Decid a esos infames, criminales y traidores que
    les odio y les exterminaré. Yo bien podría
    recurrir a la mentira y la traición, como ellos y sus
    aliados Nicoya y Nicaragua. Podría fingirme sometido y
    sumiso a su poder para sorprenderlos y diezmarlos. Pero no
    necesito de bajos modos, me basta el valor".

    Las tropas europeas avanzan hacia los lugares
    ocupados por el cacique rebelde. Las hojas de los
    árboles amarillean la mirada de los pájaros. El
    sol despunta en el horizonte pero el viento enfría la
    montaña. Los pueblos son abandonados, destruidos los
    sembrados, quemadas las casas. "No dejaremos nada al
    invasor", grita el cacique.

    El encuentro de los dos ejércitos es
    terrible. Nicoya el colaborador, muere junto a gran parte de
    su gente. Aunque la derrota no aparece el combate abate y
    entristece a Nicaroguán. Se retira llorando… por los
    guerreros perdidos y los hermanos indígenas que
    debió matar.

    Pasan los años… Todos piensan que el retiro
    del cacique a la montaña es definitivo. Un día
    vuelve. En la primera acción arrasa con dos
    encomiendas y pone en fuga a un grupo de
    arcabuceros. Nueve años dura el miedo español,
    hasta que la corona ordena formar una gran ejército
    para combatir a los rebeldes.

    Una mañana de 1678, mil doscientos soldados
    de todas las armas salen de La Coruña rumbo a Castilla
    de Oro, que así le decían a las tierras
    nicaragüenses… El ejército extranjero ataca al
    grupo de revolucionarios.

    Muchos indígenas caen en la batalla. Cuando
    el jefe se ve rodeado, ya vencido y a punto de ser preso, da
    un salto, sube en un caballo y grita: "¡No me vencieron
    infames!. No tendrán ni siquiera el cadáver de
    este guerrero que mucho los apavoró, a pesar de sus
    armas"…

    Después se arroja al vacío… El
    espeso bosque lo recibe… Augusto Cesar Sandino lo recibe…
    Carlos Fonseca Amador lo recibe… Un cielo rojinegro de
    sueños, risas y lloros… con la vida lo
    reciben…

  5. NICAROGUAN

    1695. El negro viejo de pelo blanco, fuma su pipa
    recostado contra una pared de madera. Fuma y mira los
    negritos que corren por la plaza ser reprendidos por sus
    madres. Fuma y recuerda… "Cien años ya que se
    fundó Palmares. A sabiduría do Exu, a
    força de Ogún y a astucia de Oxosse nos faz
    viver… Y nosos irmaos siguen chegando… "Como hace cien
    años, cincuenta o veinte, ayer varios negros han
    llegado a Palmares… Y llegan queriendo ser
    gente.

    "No somos cosas, tenemos nuestra historia"
    suelen decir. Escapan del maltrato en los ingenios de
    caña de azúcar que se extienden por el nordeste
    brasileño. Tierra de sol quemante: selva, sertao y
    sierras. No quieren seguir dejando el corazón y el alma en
    los trapiches. Se hacen cimarrones y caminan a la sierra en
    busca de la libertad de esta nación negra comunitaria de seis
    pueblos: Macacos que es la capital, Subupira, Dambrabanga,
    Obenga, Tabocas y Arotirene. Cada uno es dirigido por un jefe
    y en las plazas las asambleas populares definen rumbos.
    Cosechan feijao, maíz,
    mandioca y tabaco;
    crían gallinas y porcos. La palma africana que cubre
    la sierra les regala su nobleza: las hojas son techo, pared y
    cama; las fibras material para tejer ropas y canastos; la
    pulpa del fruto alimento y el carozo da el aceite.
    Son treintamil libres, dueños de su propio mundo.
    Trabajan para ellos… y también descansan porque "o
    branco nao vem cá, si vem o diabo levará y a
    garrotazos sairá". Al son de maracas, tambores y
    campanillas cantan y bailan; veneran a sus orixás,
    defienden con armas las conquistas… y por las noches tocan
    fogo nos cañaverales… "Cuando amanece desde a praia,
    la de longe, se ve a fumaza", piensa el preto velho, y
    sonríe con cierta ironía, soltando bocanadas de
    humo…

    Los portugueses están preocupados: en cien
    años, más de treinta expediciones militares
    intentaron acabar con Palmares… no pudieron. Unas veces los
    soldados–cazadores de negros, terminaron enloquecidos,
    tragados por la floresta, otras quemaron pueblos
    vacíos creyendo haber vencido…

    Siempre imaginan vencer… tan solo vencen la sombra
    que aparece y desaparece. Ni los holandeses que ocuparon
    Pernambuco durante muchos años, ni los portugueses,
    han podido con Palmares… Cuando lograron algún
    prisionero: los holandeses lo crucificaron y los portugueses
    lo mutilaron para dar temor a los que todavía eran
    esclavos. "Cuando los holandeses invadieron –recuerda
    el viejo–, los portugueses querían darnos la
    libertad para que combatiéramos con ellos. Creyeron
    que aceptaríamos… esa guerra no era nuestra,
    cualquiera que triunfara nos seguiría
    esclavizando".

    Algunas de las expediciones contra Palmares estaban
    comandadas por negros esclavos a los que se daba la libertad
    por liquidar a sus hermanos…

    Otras cruzadas iban dirigidas por mestizos
    engreídos como aquel capitán que en 1677 dijo a
    sus tropas antes de partir: "La naturaleza hizo a los
    esclavos para obedecer y no podrán resistir. Si
    terminamos con ellos habrá tierras para plantar
    caña de azúcar nuestra, negros para el trabajo
    y honor para todos".

    Volvió derrotado… Y como la victoria no
    llega, los portugueses inician conversaciones de paz… Al
    año siguiente en Recife el gobernador de Pernambuco
    representa la corona portuguesa, el jefe Ganga Zumba al
    pueblo de Palmares, y el obispo hace de intermediario. Hay
    acuerdo: "Los santuarios de Palmares serán
    desalojados. Se declara libres todos los que allí
    nacieron.

    Los que llevan la marca de
    fuego candente vuelven a ser propiedad
    privada de sus amos". De los treinta mil palmarinos solo
    cinco mil aceptan el trato.

    "Traidor, merecía la muerte,
    ese grande diabo de Ganga Zumba", piensa el negro viejo y sus
    ojos se iluminan. Zumbí, jefe de Macacos y sobrino de
    Ganga no acepta lo que cree traición. "No creo en la
    palabra de mis enemigos, ni entre ellos mismos se creen",
    dice al pueblo que se queda… "Han pasado diecisiete
    años y la resistencia se mantiene. Zumbí sigue
    aplicando la justicia del fuego en los cañaverales",
    piensa el viejo. Y mientras el recuerda y se regocija con sus
    pensares, en Recife se prepara la mayor expedición
    militar de que se tenga memoria.

    Jorge Domingos, un mestizo que había sido
    contratado por la corona portuguesa para exterminar
    indígenas sublevados en el sertao de Pernambuco y
    Río Grande do Norte, cumplidor de su trabajo,
    fue llamado para destruir Palmares. Tierras, negros para
    vender, órdenes religiosas y grados militares, son los
    ofrecimientos. Se vacían cárceles y pobres de
    todos los rincones vienen a engrosar el ejército
    más grande que se haya formado en Brasil. Diez
    mil hombres: indios, negros y mestizos –los europeos
    mandan no pelean–, atraviesan la selva y suben la
    sierra donde están las fortificaciones negras. Varios
    días duran los cañonazos que logran destruir la
    triple muralla de madera y piedra. Tras el combate cuerpo a
    cuerpo son miles los muertos, otros al intentar huir resbalan
    por el despeñadero al vacío; también
    están los que se arrojan al precipicio prefiriendo la
    muerte a la esclavitud;
    unos pocos logran escapar… El preto velho cae con
    lágrimas en los ojos pidiendo a los orixás que
    protejan a Zumbí de la saña enemiga… Desde la
    costa se puede ver el humo que surge de la sierra mientras
    las llamas se tragan Palmares. El jefe Zumbí ha
    logrado escapar y se interna en la selva reuniendo a sus
    hermanos. Allí estará tiempo reconstruyendo los
    sueños… Entre los esclavos se corre la voz: "A
    Zumbí la muerte no lo toca"… Pero un día,
    cuando el sol está naciendo llega un negro a la
    floresta, amigo en Macacos. Zumbí lo abraza, el
    traidor le hunde su puñal en la espalda. Los soldados
    lo degollan y clavan la cabeza en una lanza. La llevan a
    Recife para exhibirla en la plaza: "Así
    aprenderán que Zumbí no es inmortal", gritan.
    El viento ya camina rápido por las ruinas de Palmares.
    El fuego se ha comido todo… creen los que han vencido que
    con Zumbí han muerto la memoria
    de Palmares… Y como antes, se equivocan. Dicen sus hermanos
    que el jefe sigue caminando entre los espíritus y a
    veces decide bajar. Mientras un hombre explote a otro,
    él andará por acá, entre las palmas,
    cantando el canto de las araras, danzando el ruido de
    los tambores, dirigiendo a su pueblo entre el cielo y
    la
    tierra… Los jefes de las rebeliones que vendrán
    seguirán llamándose Zumbí…

    Hoy cuando mil o dos mil agricultores sin tierra del
    nordeste ocupan un latifundio o toman un pueblo saqueando
    depósitos de alimentos hay
    quienes recuerdan a Zumbí. El anda caminando, baja en
    los templos de candomblé, sale a la calle y dirige las
    revueltas fumando seu charuto. Hasta que un hombre explote a
    otro, andará revelándose por los
    tiempos…

  6. ZUMBI

    1756. En la cuchilla de Caimboaté, sur del
    Brasil, se escucha una voz que susurra entre triste y
    agotada: "El mes que pasó mataron al gran
    capitán Sepé Tiarajú y a 2.500 de mis
    hermanos". Es el decir de Miguel Mayra, último cacique
    misionero que, casi llorando, entierra una cruz en el suelo.
    "Señal que camine los tiempos, marcando la tragedia
    guaraní", grita. Luego mira hondo al horizonte y su
    mirar recorre los campos, navega los ríos, camina los
    pueblos y se pierde en las Misiones… Allí los
    guaraníes aceptan la
    evangelización que proponen los jesuitas,
    pero ejercen el gobierno. La propiedad se divide en
    dos:

    Tupambae son las tierras colectivas y Amambae las
    pequeñas parcelas de cada familia. Las
    tierras no se heredan, solo se hereda el título de
    cacique.

    Las herramientas de trabajo son de todos y cada
    pareja tiene su vivienda. Se trabaja seis horas diarias,
    cinco días a la semana, y se descansa jueves y
    domingos. Los guaraníes viven alegres, la vida
    sonríe, el mundo no tiene dueño conocido y la
    cruz no los maltrata como a hermanos de otras
    geografías. Pero los reyes de España y
    Portugal, que se dicen dueños de muchas tierras en
    este gran país, intercambian Colonia del Sacramento
    por los territorios misioneros. Ciento cincuenta años
    de las Misiones. Ciento cincuenta años de trabajo,
    sueños, esperanzas y sonrisas… todo abandonado. La
    propiedad privada se abre paso y la espada ocupa el lugar de
    la cruz.

    Cuando llegan los demarcadores de límites trayendo regalitos para
    conquistarse a los indios y custodia de soldados, Sepé
    Tiarajú, gran cacique de los pueblos misioneros, les
    ordena que se retiren de las tierras guaraníes… y
    comienza a preparase para enfrentar los invasores que sabe
    llegarán…

    Algunos jesuitas lo apoyan, la mayoría no.
    Los que intentan interceder ante el rey van al destierro.
    Sepé recorre la campaña unificando a su pueblo
    para la resistencia. Los guaraníes caminan tras su
    jefe y justifican la rebelión en "el derecho a tierra
    que otorgó el propio Dios cristiano que veneramos y el
    Ñanderú–Guazú que llevamos en
    nuestros pensares". Sepé envía un chasque a sus
    enemigos advirtiéndoles: "Castellanos y portugueses,
    en los tiempos pasados mataron a nuestros difuntos abuelos,
    sin reservar las inocentes criaturas y se rieron de las
    santas imágenes de los santos. Hoy veinte
    pueblos nos juntamos para salirles al encuentro y con
    grandísima alegría nos entregaremos, antes que
    dar nuestras tierras".

    En febrero de 1764 los indígenas atacan el
    cuartel de Río Pardo sin éxito y el cacique Tiarajú es
    preso… pero la noche anterior a su ejecución burla
    la guardia y escapa. El ejército
    hispano–portugués va ganado posiciones.
    Sepé sabe que no lo podrá derrotar en campo
    abierto y aplica tácticas guerrilleras: realiza
    emboscadas, ataques sorpresa, aparece y desaparece. Los
    guaraníes se esconden en montes y cuchillas,
    están en todas partes. Buscan así diezmar al
    enemigo antes del inevitable enfrentamiento
    directo.

    El 7 de enero de 1756 esta nublado, el sol se oculta
    pero el calor
    queda… Ataque sorpresa en San Gabriel, algo sale mal y el
    ejército se lanza a la caza del puñado de
    indígenas. La huida no es fácil. El caballo de
    Sepé tropieza en un pozo y el cacique cae. Cuando
    intenta levantarse, una lanza le atraviesa la espalda…
    luego el jefe de las tropas españolas lo remata de un
    tiro. Sin embargo Sepé sigue respirando… Sus
    compañeros intentan socorrerlo y la descarga de
    artillería cae sobre ellos. Muy pocos logran escapar
    monte adentro. Los invasores queman con pólvora al
    cacique y luego le separan la cabeza del cuerpo… En la
    noche los indígenas regresan sigilosamente, juntan las
    partes, se las llevan y las entierran al pie de un
    árbol, al son de flautas y cantares. Tres días
    después 2.500 guaraníes van a la muerte y 153
    son apresados en el campo abierto de Caimboaté. Solo
    dos horas dura la resistencia al fuego de los cañones
    y el embate de miles de soldados. Dos horas para que la
    palabra de los reyes se cumpla, y la vida comunitaria sea
    destruida. Las tierras donde cayeron Sepé y sus
    hermanos serán tierras de pocos dueños y
    gauchos
    pobres. La mala hora durará muchos años, pero
    la furia del gran cacique queda guardada en las memorias
    que caminan los tiempos. Y así vive… Dos siglos
    después, 1978, los campesinos de los pueblos
    misioneros se cansan de almorzar sosiego y apoyados por otros
    curas, deciden salir a pelear "un pedazo de tierra para
    plantar"… Setecientas familias acampan Encrucilhada
    Natalino y renacen la vida. La esperanza busca la realidad
    carpariendo Río Grande. El día amanece de
    hazadas buscatierra sepetiarajuando primaveras, como
    herederas en los caminos de la ira. Surgen los Sin Tierra. La
    vida comunitaria vuelve…

  7. SEPE TIARAJU

    1761. Tirado en un rincón de la cárcel
    Juan Al Akun recuerda su hetzmek. Recuerda su padrino que le
    hizo conocer las letras del Chilam–Balam.

    Recuerda su compañera que prefirió
    morir antes que ser tocada por el capataz de la hacienda.
    Recuerda su vida de peón… Afuera los europeos
    preparan la condena del puñado de rebeldes detenidos.
    En pocos días la muerte se hará presente. Juan
    mira al jefe y sigue recordando…

    Los mayas,
    despojados de sus tierras, vivían la profunda
    indignación de ser esclavos. Jacinto Canek,
    indígena educado en colegio franciscano, conversa con
    los sirvientes del monasterio contando las leyendas
    mayas para que se identifiquen con su mundo… De a poco el
    sol va creciendo en su pensar y late en su corazón la
    necesidad de ayudar a su pueblo. Imagina que siendo cura
    podrá cumplir sus soñares… pide ser ordenado.
    Los franciscanos no aceptan la petición. "Los indios
    no pueden ser sacerdotes", le dicen antes de expulsarlo del
    colegio por "el atrevimiento". Esa actitud
    deja un sabor amargo y el corazón triste. "Los
    europeos no saben nada de la tierra, ni del mar, ni del
    viento de estos lugares. ¿Qué saben ellos si
    noviembre es bueno para quebrar los maizales?", pensó
    Jacinto antes de comenzar su peregrinación por los
    pueblos de Yucatán.

    En distintos rincones sus palabras consiguen la
    admiración: "Observen, el europeo parece que marcha,
    el indio parece que duerme. El europeo husmea, el indio
    respira. El europeo quiere poder, el indio descanso". Poco a
    poco se inicia la conspiración… Cierto día,
    reunidos en pueblo Cisteil, su decir levanta a la gente, que
    vibra identificada con él: "Cuando un indio muere
    peleando solo deja de caminar en la tierra, su
    espíritu crece y ronda por los lugares cubiertos de
    fuego. Dentro de cada uno de nosotros habita el
    espíritu de nuestros antepasados. Si nuestros abuelos
    vivieran, lucharían contra estos hombres que nos
    oprimen. Derrotarían a los dzules, duros de
    entraña y sordos de espíritu".

    A mediados de octubre la rebelión ya
    está madura. Los caciques de la zona se suman. El
    levantamiento hace correr a los españoles. Casas de
    autoridades y conventos son atacados, y finalmente Cisteil es
    tomado por los rebeldes.

    Canek es nombrado rey de los mayas
    El fraile Miguel Ruela llega hasta el pueblo Sotuta para
    pedir ayuda al capitán Cosyaga. Este tras escucharlo
    prepara la expedición a Cisteil. Cuando llega al
    pueblo, está desierto… Pero de repente, incontables
    indígenas caen sobre ellos, como salidos de cielo y
    tierra.

    Solo un soldado logra sobrevivir… En pocos
    días tropas de todas la provincia marchan sobre
    Cisteil. El 26 de noviembre llegan a la entrada del pueblo. A
    su mando está Cristóbal Calderón. La
    pelea dura dos horas. Seiscientos indígenas y cuarenta
    soldados mueren guerreando. Jacinto Canek junto a trescientos
    hombres, logra escapar.

    Toman una hacienda y allí resisten. Al
    atardecer del día siguiente las fuerzas ya son
    pocas… y son desalojados por el ejército europeo.
    Después de la derrota el cacique y un puñado de
    seguidores se mantienen en el monte.

    Antes de ser apresados, el jefe indígena
    comenta a su gente: "Ahora existimos. Con esta lucha y en
    este dolor hemos dado vida al espíritu de nuestro
    pueblo". Ahora Juan Al Akun vuelve con su pensar a la celda.
    Junto a Canek y otros hermanos espera el dictamen de la
    justicia extranjera… Primero será la tortura a
    todos. Juan y otros siete serán ahorcados. Algunos
    acabarán su vida en las mazmorras carcelarias. A otros
    les cortarán los brazos… Jacinto Canek será
    "roto, atenaceado, quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas
    por el aire"…
    Yucatán seguirá indómito
    durante siglos. La rebelión de Canek caminará
    cuerpo de la dignidad y
    la esperanza… espíritu contra la injusticia de los
    años que vendrán. Las palabras del rey maya
    quedarán en la tradición oral como perlas
    nacidas del sol…

  8. JACINTO CANEK

    1779. El barco negrero atraca en el muelle de Cabo
    Haitiano, al norte del país. De los más de
    doscientos esclavos que salieron de Guinea, en la lejana
    Africa,
    llegan solo cuarenta.

    Los otros murieron en la travesía y fueron
    tirados a los tiburones. En el grupo que sobrevive
    está Makandal, un moreno mandinga de cuerpo hecho
    escultura y voz grave, al que las cadenas parecen no herir.
    En la subasta lo compra un monsieur dueño de
    plantaciones de caña de azúcar.

    Makandal corta la caña como nadie, pero
    pierde un brazo en el trapiche y va a cuidar el ganado.
    Comienza a sentirse inútil. Lo invade la nostalgia de
    su tierra y de su gente y la desazón se apodera de su
    pensamiento. Sin embargo, no se deja vencer,
    se encomienda a los dioses negros y encuentra en la observación de la naturaleza una
    razón para vivir. Así conoce muchas plantas,
    distintas a las de su rincón natal, pero igual de
    sabias. Plantas raras, a las que nadie había prestado
    atención antes. Y descubre un hongo que
    huele a enfermedad y muerte… y se lo da a comer al perro de
    monsieur. Mientras lo mira despatarrarse contra el suelo,
    Makandal piensa en el sufrir de su pueblo…

    Un día desaparece de la finca: no está
    en el corral de las vacas, ni en la cocina, ni en el
    barracón donde duermen amontonados todos los esclavos.
    No anda por ninguna parte. "Makandal es un mandinga, y todo
    mandinga es rebelde. Ahora se hizo cimarrón y el que
    se encuentre con él tiene que informarme", grita el
    francés a sus esclavos.

    Viene la época del aguacero: ríos y
    arroyos crecen y se desbordan, pero Makandal no da
    señas de vida. Pasa la lluvia y los ríos
    vuelven a su cauce…

    Cierto día el esclavo Tinoel, que ya
    creía muerto a su amigo, recibe un mensaje: "Te mando
    a buscar porque llegó el momento de nosotros, la hora
    de los negros. No tenemos armas pero tenemos la
    sabiduría de Run, el guerrero, y la inteligencia del gran Oxosse". En pocas
    semanas el hongo venenoso invade establos y potreros. Vacas,
    bueyes, caballos y ovejas caen por centenares cubriendo la
    comarca de olor a carroña. Y la peste no tarda en
    entrar a la casa del hombre blanco. Makandal proclama la
    "campaña del exterminio" para crear "un imperio de
    negros libres". Soldados y mayorales se lanzan a cazarlo…
    revisan cada rincón y no lo encuentran. Pero los ojos
    de sus hermanos lo ven por todas partes: "Se viste con el
    traje de los animales –dicen–, se adueña
    del curso de los ríos, habla por boca del viento,
    conoce cada árbol, cada caverna…". Cuatro
    años duraron sus andares: convertido en lagarto,
    cobra, pájaro, mariposa o cualquier otro bicho. Cuatro
    años saliendo de sus escondites para asistir a los
    ritos en los que se veneran los dioses africanos. Y llega
    diciembre, días de fiesta negra en Haití. Tras
    el tambor madre surge la figura de Makandal. Nadie lo saluda,
    pero su mirar afectuoso se encuentra con el de todos y los
    tazones de agua
    ardiente corren de mano en mano hasta la del visitante que
    tiene sed.

    De tanta alegría junta olvidan que los
    blancos aún existen, y que la traición siempre
    es posible… Veinte soldados se lo llevan ante la mirada
    asombrada de sus hermanos. El canto triste de los tambores
    retumba desde el río Artibonito hasta la isla de la
    Tortuga. En la plaza mayor, todo está
    preparado:

    autoridades cómodamente ubicadas en la
    iglesia y
    esclavos cercanos a la pira, obligados por sus patrones a ver
    el "fuego del ejemplo".

    Makandal habla con Oxosse y Run: "Grandes dioses de
    mi pueblo, les pido me dejen seguir en el reino de este mundo
    para continuar peleando por mi gente".

    Las llamas comienzan a subir por las piernas;
    Makandal da un grito, las ataduras vuelan y su cuerpo se
    estira por el aire, saltando por sobre la multitud que
    observa. Luego desaparece. Los sacerdotes negros hacen
    caminar la voz:

    "Makandal se quedó entre nosotros, en el
    reino de este mundo". En el se inspiran los independentistas
    que declaran la "Primera República Negra del
    continente" en 1789, y los campesinos guerrilleros que
    resistirán la ocupación norteamericana de la
    isla en 1915. Hoy cuando se da una revuelta popular, por las
    chozas y los cafetales se escucha alguna voz que canta:
    "Ahí anda el manco, confundido entre su pueblo.
    Ahí anda el mandinga, que se quedó en el reino
    de este mundo. Ahí anda Makandal…".

  9. MAKANDAL

    1780. Los indígenas de la tierra del sol, del
    corazón de los Andes, han sido transformados en
    esclavos o viven en pequeñas propiedades a las que los
    españoles cobran altos impuestos
    denominados mitas. Otrora dueños de estas tierras, los
    indios vagan por la vida de ojos tristes, mirando al suelo,
    olvidados "como el escarabajo de los caminos",
    humillados…

    Los corregidores, que así se llaman los
    gobernadores nombrados por los reyes de España para
    estos lados de la América, tienen amplias atribuciones
    administrativas y judiciales… y utilizan ese poder para
    subyugar a indígenas y criollos. Pero de repente la
    sangre arde en las venas de José Gabriel Condorcanqui
    al ver el tormento de su pueblo.

    En homenaje al último rey de los incas, al
    último inca–rey o Inkarri, joven indio de 16
    años, descuartizado por los conquistadores dos siglos
    antes, José Gabriel pasa a llamarse Tupac Amaru.
    Así nace Tupac Amaru II, y al grito de rebelión
    se levanta contra el opresor. Cuatro mil hombres lo siguen y
    surge la primera proclama: "Yo, José Gabriel, desde
    hoy Tupac Amaru, hago saber a los criollos moradores de
    picchus y sus inmediaciones que viendo el yugo fuerte que nos
    oprime con tanto pecho, y la tiranía de los que corren
    con este cargo, sin tener consideración de nuestras
    desdichas y exasperando de ellas y de su impiedad, he
    determinado sacudir el yugo insoportable y contener el mal
    gobierno que experimentamos".

    El movimiento
    se expande rápidamente: desde Cuzco a la frontera
    de Tucumán, pasando por La Paz, Santa Cruz y
    Potosí, 24 provincias se levantan. Desde los
    trabajadores de las minas a los peones de las haciendas, se
    contagia la esperanza. Indios, criollos y mestizos van tras
    un mismo futuro, dentro de esta tierra que ahora sí
    comienzan a sentir nuevamente de ellos… y ya son
    10.000…

    La consigna revolucionaria "Castigar los malos
    corregidores, abolir las mitas y liberar al pueblo de la
    opresión", baja de los Andes al llano y así es
    ajusticiado Arriaga, el corregidor más totalitario de
    todos, cuando el movimiento ya contaba con 14.000 hombres.
    Pero los españoles pensaron y pensaron… y
    surgió la idea: "Vamos a dialogar y a prometer que
    daremos tierras".

    Cuando los alzados llegan para conversar, el
    ejército real los rodea y aniquila la mayor parte de
    los ya más de 15.000 revolucionarios. Tupac Amaru y su
    compañera caen vivos en las manos enemigas. Ella es
    torturada y luego muerta. El –boca arriba mirando el
    infinito– es atado por los cuatro miembros a cuatro
    caballos que tiran cada uno para su lado. Sus hijos obligados
    a presenciar el macabro rito, miran con ojos de triste
    mirar… A pesar del largo tiempo que tironean los potros, no
    logran matarlo. O los caballos son muy débiles o el
    Inca–rey es tan fuerte como su pensar. Entonces lo
    desatan y lo matan delante del pueblo, "para que sirva de
    escarmiento"… pero no lo mueren. Su cuerpo sube a los Andes
    para un día regresar, su nombre recorre
    América. Un año después en Oruro,
    indios, criollos y mestizos inician una nueva
    sublevación liderada por Tupac Catari,
    discípulo del Inca–Rey. Tres décadas
    más tarde los pueblos de nuestra América
    comienzan la revolución independentista siguiendo
    los pasos del gran Tupac Amaru II. Hoy el pueblo de los Andes
    espera un nuevo Pachakutik…

    Cuentan los más viejos, los de la piel de
    muchos años, que cuando el mundo se de vuelta Tupac
    Amaru II regresará junto a su antecesor, para andar
    como en las épocas antiguas, reconstruyendo el
    país de todas las sangres, reviviendo el mundo
    americano. Al quinto siglo de la conquista, su cuerpo
    destrozado y esparcido como el del Inkarri, comenzará
    a juntarse y conducirá a la reconstrucción de
    la libertad y la justicia, ubicando nuevamente en orden al
    universo. Tal vez ese día Abya–Yala, la tierra
    en plena madurez, nuestro continente, sea transformado por la
    sabiduría; Amaru, la serpiente sagrada lo resguarde, y
    el cóndor proteja a sus pueblos.

  10. TUPAC AMARU

    1781. Los precios de
    la producción minera de Oruro, en Bolivia,
    bajan rápidamente. Los mineros, en su mayoría
    criollos, contraen grandes deudas y pasan a depender del
    fisco y los comerciantes… pasan a depender de los europeos.
    El resentimiento se siembra y crece como la coca, por todas
    partes.

    Los mineros que antes mandaban en el cabildo y
    algunas veces hasta corregidores eran, habían perdido
    ya toda su influencia en diciembre del año anterior,
    poco después de la rebelión tupacamarista,
    cuando sus puestos de gobierno fueron ocupados por los
    españoles. Ahora por primera vez piensan en aliarse
    con los indígenas… ahora por primera vez lo
    concretan. El 15 de enero se inicia el levantamiento. Las
    milicias que se habían formado el año anterior
    para defender Oruro de la llegada de Tupac Amaru II,
    están al frente de la sublevación contra "el
    mal gobierno de los europeos", atando la vida a su tierra. La
    pelea hace fuerte la unión de criollos e
    indígenas. Los hombres criollos usan poncho de
    terciopelo negro como el del Inca–Rey, mujeres y
    niños se visten como Aymaras. En marzo
    estalla otro foco rebelde, esta vez es en La Paz y las zonas
    cercanas. El líder es Tupac–Catari que se hace
    jefe de mil lanzas guerreras y se proclama "salvador del
    pueblo Aymara".

    Andrés Tupac Amaru, sobrino del gran Inca
    llega con su ejército Quichua para sumarse al
    levantamiento… Vencen en Sorata, y La Paz queda sitiada.
    Está a punto de rendirse, los españoles
    están sorprendidos y ya no pueden
    resistir…

    Pero surgen problemas
    entre los rebeldes: Tupac Catari y sus Aymaras no quieren
    alianza con los criollos, Andrés y sus Quichuas ven un
    poco más allá y como su tío quiere el
    levantamiento de todo el pobrerío. Evitando la pelea
    entre hermanos decide retirarse. Tupac Catari es vivado por
    su gente y pelea heroicamente contra el colonizador, pero sus
    fuerzas no son muchas y termina derrotado. En Oruro el
    movimiento se mantiene algunas semanas más,
    allí la unidad es más fuerte…

    Los españoles supieron sembrar resentimiento
    entre los de abajo para disminuir sus fuerzas, pero no
    mataron el espíritu de los guerreros, que
    siguió caminando. En 1809 el mestizo Pedro Domingo
    Murillo se rebela contra la corona… 158 años
    después hubo un Che caminando por La Higuera… Y
    años más tarde un tupamaro regó su
    sangre en Cochabamba… Hoy Quichuas y Aymaras, mineros y
    mestizos, viven su tristeza muda. Tal vez cuando se junten la
    tristeza grite… y otra historia recomience…

  11. TUPAC CATARI

    1831. Desde el río de los pájaros
    pintados hasta el mar ancho como océano, se escucha el
    reclamo de los que dinero
    tienen: "Hay que terminar con la inestabilidad. Para
    valorizar la riqueza y resguardar las fortunas
    internacionales hay que exterminar a los
    Charrúas".

    Los indígenas desconocen la propiedad privada
    porque "la tierra es de todos como el ñandú, el
    carpincho o la pava de monte; como el dorado del río,
    la pitanga y el mburucuyá".

    Todo es de la naturaleza, todo es de la comunidad.
    Ninguno está al servicio de otro. Los más
    viejos dicen a los más jóvenes "no hagan
    agravio, ni mal a nadie, ni sean holgazanes". No tienen
    leyes, ni
    costumbres obligatorias, ni castigos… Son mansos como la
    hierba, no llaman de lejos a gritos sino que apuran el paso y
    hablan en voz baja.

    Ya pasaron trescientos años, desde que
    –dueños de este rincón de la
    Américamataron al conquistador Juan Díaz de
    Solís, y solo algunas décadas de aquellas horas
    en que –parte del ejército libertador–
    seguían a don José. El tiempo caminó
    como liebre en campo abierto, y los Charrúas no
    aceptan las nuevas leyes: esas que permiten vender y comprar
    el trabajo del indio en un país independiente, esas
    que autorizan a pocos mucho y el indígena
    nada…

    Los pocos de la mucha tierra –criollos o
    internacionales– presionan. Don General Fructuoso
    Frutos Rivera, héroe de extranjeros y presidente de
    las tierras ubicadas al oriente del río Uruguay,
    se reúne con Bernabé –su hermano– y
    con el general Julián Laguna –su amigo. En
    Durazno planifican la traición. Hablan con los
    caciques y los invitan a concurrir con su pueblo a la zona de
    Salsipuedes, en el norte cercano a la frontera
    brasileña. "Allí recuperaremos tierras
    usurpadas por el Brasil y ustedes tendrán territorios
    y vaquerías", les dicen.

    Ante la insistencia de que concurrieran con mujeres
    y niños los caciques Polidoro y El Adivino no aceptan
    la propuesta. Conversan entre ellos y recuerdan la
    traición de Frutos a don José, cuando se
    entregó a los portugueses que luego lo nombraron
    comandante. "Frutos es corazón malo y traidor", dicen
    y no van. Otros cinco caciques al mando de quinientos
    indígenas, sí van. Son recibidos con asado y
    caña en abundancia. El ejército los rodea: los
    muertos son hombres, mujeres y niños. A pesar de su
    inferioridad, los charrúas resisten peleando. Rondeau,
    un cacique que tomó su nombre del antiguo sitiador de
    Montevideo, despacha con su lanza un enemigo tras otro.
    Más de quince quedan tendidos a su lado antes de
    sembrarse en la tierra, Brown, otro cacique de nombre
    expropiado, se mantiene firme tras haber perdido todos sus
    hombres…

    La imagen del
    espíritu Charrúa se encarna en Cordúa,
    un jovencito de quince años que, con sus boleadoras,
    echa soldados al piso como peras que caen, hasta que un
    jinete lo domina. Pero a los pocos pasos de andar prisionero,
    el joven da un salto y trepa a las ancas del caballo. Toma un
    cuchillo del cinto del soldado y se lo hunde en el pecho.
    Luego de arrojarlo al suelo, mantiene el galope, logrando
    cruzar las líneas enemigas, pero el caballo
    está cansado y lo alcanzan.

    El muchacho pelea, pero no puede escapar.
    Después de atormentarlo durante varios minutos, le
    perdonan la vida para poder exhibirlo junto a otros
    prisioneros en las calles de Montevideo. "Este es uno de los
    pichones de salvaje", vociferan. Los campos de Salsipuedes
    quedan regados de sangre Charrúa… muy pocos lograron
    escapar…

    De los presos, cuatro –Vaimaca Perú,
    Cenaqué, Tacuabé y Guyunusa– son enviados
    a Francia
    "para ser estudiados". Todos mueren pronto, tras ser
    mostrados por un circo ambulante como raros animales. La piel
    del guerrero artiguista Cenaqué es vendida por 18
    francos…

    Así, don Frutos y sus amigos arrancaron el
    corazón de la raza Charrúa. Los
    valores espirituales no… los valores de
    la raza madre viven… Cada cierto tiempo afloran. Algunos
    cuentan que un 16 de julio de 1950, el Negro jefe y sus
    compañeros eran Charrúas en pelea… Otros
    recuerdan los años 60 y el peludaje en marchas rumbo
    al sur… y un Raúl que sigue caminando.

  12. CORDUA

    1831. Se había ido el tiempo, se había
    ido el mundo, se había ido la vida, los fantasmas… Se habían marchado las
    estrellas, la luna, el sol, los venados, los ñanduces,
    los yacarés… desaparecieron el hornero, el
    chajá, el picaflor, el, gorrión del monte. Todo
    estaba gris, desde la cuchilla Negra al Plata, desde la
    laguna Merín al Uruguay… La hora Charrúa era
    triste como sus miradas, perdidas en un abismo, escondidas en
    los campos de la pampa. Solo quedaba la memoria… la
    conciencia
    maltratada por caudillos al servicio de
    extranjeros…

    Solo queda la última pelea, que tal vez no
    sea la última. Pero hay que darla aunque se pierda,
    hay que darla para que otros den nuevas batallas en el
    mañana, hay que darla por el corazón de la raza
    madre, por Don José, por el agua de los ríos,
    el color de las flores y el aleteo de los pájaros, hay
    que darla porque no se puede seguir escapando…

    Meses atrás cuando los cobardes de Frutos
    Rivera y su hermano Bernabé emboscaron y mataron
    mujeres, hombres y niños Charrúas, o los
    pasearon amarrados por Montevideo antes de darlos como
    esclavos, o los enviaron a Francia para mostrarlos como
    bichos raros; el cacique Sempé y un puñadito de
    rebeldes se escaparon de la humillación. Y anduvieron
    escapados por los campos extranjeros del Uruguay –un
    país que lo dicen independiente–, robando vacas
    para sobrevivir, escondiéndose de Bernabé y su
    ejército que los persigue… Pero se terminó el
    tiempo, y en el norteño potrero del Yacaré, un
    rinconcito perdido cercano al río Arapey, fue el
    encuentro. Los guerreros, cansados ellos y sus caballos pero
    viendo que los soldados no son muchos deciden dejar de
    escapar, deciden dejar de morir… deciden vivir… y atacan
    al grupo del hermano del primer traidor colorado a boleadora
    limpia. Ahí nomás Bernabé conoce la
    muerte junto a dos oficiales y nueve soldados… ahí
    nomás besa el piso de la que nunca fue su patria,
    ahí paga parte de la matanza de
    Salsipuedes.

    Sempé y sus guerreros caerían
    después, pero antes se transformaron en victoria,
    antes fueron héroes de la última jornada… que
    no fue la última… La que reafirmó el
    espíritu y dio vida a la garra para caminar futuros,
    la que despertó los pájaros de su canto triste
    para sonreír los campos, la que rescató la
    sangre… La que iluminó la vida y parió mil
    sueños para despertar la estrella…

  13. SEMPE

    1872. Se despidió de su mujer con
    el rostro sereno y la mirada tranquila. Miró hacia las
    montañas y luego salió al camino. Es integrante
    de la familia
    de los Shiris Puruhuaes. Hijo de las cimas heladas, amigo del
    hablar poco, compañero del silencio de las
    montañas… Hacia él se había dirigido
    la gente de Cacha el 18 de diciembre cuando lo nombró
    jefe de la sublevación. Aunque en principio
    creyó muy prematura esa investidura, su
    valentía y el mandato de la comunidad lo llevó
    a ponerse al frente del pueblo.

    Había visto de niño como maltrataban a
    su padre en la hacienda Tungurahuilla, donde el dueño
    daba latigazos a los empleados. Conocía el sufrimiento
    de su pueblo: humillado por el diezmo y obligado por el
    gobierno a trabajar dos días sin
    remuneración…

    De no cumplir el castigo era la prisión.
    Aquella tarde cuando llegó el diezmero lo bajaron de
    la mula a golpes, lo ataron a un poste y lo atormentaron,
    luego fue arrastrado por la mula humedeciendo el suelo con su
    sangre. Era el odio de siglos desenfrenado en aquel instante.
    "Un escarmiento para los blancos", decían. El por
    entonces presidente del Ecuador, doctor García Moreno,
    amigo del orden y el patíbulo defendió
    airadamente la represión total. "No vacilaré en
    pasar por las armas a los sempiternos enemigos del orden.
    Mandaré pasar por las armas a todos los que favorezcan
    de cualquier modo a los enemigos y los ejecutaré
    religiosamente". Así dijo y así
    fue…

    Las bocinas llamaron a los indios de los diversos
    rincones para que se sumaran al alzamiento. Las fogatas se
    multiplicaron para comunicarse con todos los ayllus del
    Chimborazo. Por todos los caminos fueron llegando los
    indígenas y pronto fueron dos mil. La luna, roja de
    ponchos, miraba el acontecer. La brisa caminaba rápida
    refrescando la montaña. En la plazuela de la Virgen
    del Rosario en Cacha, Fernando Daquilema fue proclamado
    rey.

    El pueblo tomó el manto escarlata y la corona
    de metal amarillo de la imagen de San José y se la
    otorgó al nuevo jefe. Uno de los indios, Juan Manzano,
    se acercó y entregó un látigo con madera
    de chonta, donde se advertían los anillos de
    Rumiñahui, vara de la justicia. El nuevo rey de Cacha
    nombró a José Morocho gran jefe del
    ejército rebelde y le encargó formar una
    caballería de por lo menos 300 nombres, luego
    envió embajadores a las distintas comunidades para
    comunicar su nominación, exigiendo obediencia y
    pidiendo que se sumaran al alzamiento colectivo.

    Una choza ubicada en la cima –amoblada con un
    sillón y una mesa expropiados de la iglesia–,
    desde donde se miraban todos los rincones, fue la casa del
    gobierno provisorio. La noche fue agitada preparando la
    lucha. El martes 19 los rebeldes atacaron la parroquia de
    Yaruquí, los soldados que habían llegado desde
    Riobamba repelieron el ataque. Daquilema mandó la
    retirada para reacomodarse y luego volver. Después de
    la victoria atacaron Sicalpa, donde el primero en ser
    atravesado por una lanza fue el jefe del ejército
    gubernamental. Sicalpa fue tomada… Después
    caerá Punín y se destacará en la lucha
    la guerrera Manuela León.

    De a poco comenzaron a llegar contingentes
    gubernamentales de Riobamba y Ambato… Cuando los indios
    caminaban venciendo vino la superstición y el miedo.
    Los blancos, que rogaban insistentemente a los santos,
    lograrán hacer creer a los alzados que
    llegarían escuadrones desde el cielo, comandados por
    San Sebastián. Los indios se asustan, muchos guerreros
    están muriendo y piensan que ya no vencerán.
    Hasta el día de la navidad el
    gobierno de García Moreno es jaqueado… el 27 los
    indígenas se rinden.

    Después vendrán las condenas. El 8 de
    enero, ante más de 200 indios, obligados a mirar la
    ceremonia preparada, Manuela León y Juan Manzano
    serán fusilados. Después, Daquilema camina
    hacia la prisión de Riobamba, marcha hacia un juicio
    espectacular, va hacia la condena de muerte por ser
    "principal cabecilla en el motín que tuvo lugar en la
    parroquia de Yaruquíes…", y sigue hacia el 8 de
    abril… hacia un madero donde ser atado para que truenen los
    fusiles.

    Los ojos de los indios verán nubes oscuras
    caminar el Chimborazo. Les llorará el alma de la vida
    ante la sombra que cae… pero no desanimarán. Desde
    aquel caminar de Daquilema hacia el otro mundo, los
    levantamientos se repetirán buscando un país
    plurinacional…

  14. FERNANDO
    DAQUILEMA
  15. Fuentes
    Consultadas

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por ALER y radio Enriquillo
de República Dominicana.

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del guerrero bárbaro Nicaroguán, Madrid
1918.

(*) Primera edición, Ediciones Abya Yala, 1992 //
Segunda edición, Ediciones Abya Yala, 1997 // Tercera
edición, Ediciones Abya Yala, 2000 // Cuarta
edición, Quincenario Tintají, 2004

Kintto Lucas **

** Kintto Lucas. Escritor y periodista nacido en Salto
(Uruguay). Premio Latinoamericano de Periodismo
José Martí
1990. Pluma de la Dignidad 2004 otorgado por la Unión
Nacional de Periodistas de Ecuador. En Uruguay fue miembro del
Consejo Editorial del Semanario Mate Amargo. Desde 1992 vive en
Quito donde ha sido Editor Cultural y Editorialista del diario
Hoy y Editor de la Revista Chasqui, además de columnista
de los diarios El Comercio de
Quito y Expreso de Guayaquil. Actualmente es corresponsal de la
Agencia de Noticias Inter
Press Service (IPS) y Director del Quincenario Tintají de
Quito. Algunos de sus libros son: La rebelión de los
indios, traducido al inglés
con el título We Will Not Dance on Our Grandparent's
Tombs. Indigenous uprisings in Ecuador; Rebeliones
indígenas y negras en América
Latina; Mujeres del siglo XX, Apuntes sobre fútbol,
Plan Colombia. La paz
armada y El movimiento indígena y las acrobacias del
coronel.

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