Ideología Capitalista: La verdad del poder, el «saber mercancía» y la ética bio-degradable
- I.
Introducción - II. Sobre el concepto de
ideología - III. Ideología,
verdad y poder en la producción
científica - IV. El «saber –
mercancía» - V. Circulaciones masivas
del saber - VI. Ética e
ideología capitalista - VII.
Conclusiones - Bibliografía
general - Notas
La teoría
de la ideología constituye una temática
que ha sido motivo de análisis en los distintos períodos
históricos de la cultura
occidental. Pero no es sino hacia el siglo XVIII que se instaura
como disciplina
filosófica pasando a ser considerada desde diferentes
orientaciones y dando lugar a significaciones
dispares.
El interés de
este trabajo se
centra en el análisis de las conexiones existentes entre
la ideología, considerada en el sentido marxista del
término, y la producción científica.
Se retoman los desarrollos de Marx y Engels,
quienes la consideran como una manera incorrecta de reflejar la
realidad; pues en toda ideología los hombres y sus
relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura,
fenómeno que responde a su proceso
histórico de vida. De tal manera queda claro que es la
vida la que determina la conciencia y no
la conciencia la que determina la vida.
Otro concepto central
de esta teoría está referido a las relaciones de
dominación-sometimiento, que alude a las relaciones entre
las clases
sociales. A través de estas relaciones, la clase que
ejerce el poder material dominante en la sociedad,
impone también y a conciencia sus ideas, y piensa de
manera acorde a ello.
Un tercer factor de importancia considerado en el
pensamiento
marxista es la división del trabajo en físico e
intelectual. Tal división es expresión de las
relaciones de dominación y está indisolublemente
unida a la propiedad
privada. Estas relaciones también son exploradas haciendo
referencia al campo científico, a la producción y
circulación del saber, y a cómo los discursos
instituidos desde el poder conllevan al establecimiento de
regímenes de verdad que están referidos a la
constitución misma de sus
criterios.
Partiendo de la noción de que toda
producción de conocimiento
es social, se realiza un análisis de las relaciones
mencionadas con referencia al ámbito de las ciencias y el
saber en general, con la intención de transitar sus
imbricaciones con el poder en el modo de producción
capitalista en su actual versión neoliberal, y de abrir la
discusión en torno al discurso
postmoderno del «fin de las ideologías»,
concepto que matrimoniado con el de la «neutralidad
ideológica» de las ciencias, es considerado como
expresión de la ideología
capitalista.
A continuación se analizan las transformaciones
sufridas por la sociedad durante la última dictadura militar
y su impacto en las comunidades educativa y científica,
con el consiguiente trastrocamiento de los sistemas de
circulación y transmisión de conocimientos y su
función
social, que dieron origen embrionario a lo que se ha denominado
el «saber-mercancía». Se trata de un saber
devenido cosa que, de acuerdo con la teoría fetichista de
la mercancía, encubre que su valor existe
únicamente como producto del
trabajo de los hombres, es decir como producto social. Así
mismo se toman las concepciones de Althusser sobre la
imposición de la evidencia y la función de
desconocimiento.
El despliegue de la noción de
«saber-mercancía» incluye el acontecimiento de
las telecomunicaciones, que revolucionó de
manera contundente las relaciones
humanas y que, como no podía ser de otro modo,
marcó su influencia desde el campo de las ciencias
sociales hasta en las nuevas circulaciones masivas del saber.
Los ejes considerados para este análisis son los mass
media y la informática.
Finalmente se aborda la ética como
problemática que atraviesa todos las prácticas, ya
fuere por acción
u omisión; y que en la actualidad ha sido transformada en
un espectáculo tendiente a «lavarla» de
cualquier «contaminación» política.
II. SOBRE EL CONCEPTO DE
IDEOLOGÍA
Desde una perspectiva histórica, si bien la
consideración de la ideología se hallaba ya
presente en la Antigüedad en los pensamientos de Platón
y Aristóteles, corresponde a la modernidad la
sistematización del concepto (1) , sobre todo a partir del
siglo XVIII. Ya a mediados del XIX, Marx comienza la
difusión de su pensamiento [1845 Tesis sobre
Feuerbach; 1846, junto con Engels, La ideología
alemana]. En el pensamiento de ambos, lo
"ideológico" tiene una connotación más
amplia que la "ïdeología". "En el Estado
–escribe Engels (2) – toma cuerpo ante nosotros el
primer poder ideológico* sobre los
hombres."
En el Prólogo de la Contribución a la
crítica
de la economía
política, dice Marx (3) :
Al cambiar la base económica, se
revoluciona, más o menos rápidamente, toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian
esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios
materiales
ocurridos en las condiciones económicas de
producción y que pueden apreciarse con la exactitud
propia de las ciencias
naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas
o filosóficas; en una palabra, las formas
ideológicas** en que los hombres adquieren conciencia de
este conflicto y
luchan por resolverlo.
En cuanto a la ideología, tanto Marx como Engels
consideran que es una manera incorrecta de reflejar la realidad,
pues "los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en
una cámara oscura." Mas "este fenómeno responde a
su proceso histórico de vida. (…) Totalmente al
contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana
[hegeliana], que desciende del cielo sobre la tierra,
aquí se asciende de la tierra al
cielo [materialismo
histórico]." (4) De esta manera, resaltan los autores,
queda claro que es la vida la que determina la conciencia y no a
la inversa.
Contemporáneamente, Althusser define la
ideología como "una «representación» de
la relación imaginaria de los individuos con sus
relaciones reales de existencia," acompañando la
definición con dos tesis. La
primera alude a que la ideología representa la
relación imaginaria, y no las relaciones reales, de los
individuos con sus condiciones reales de existencia. La segunda
tesis postula la existencia material de la ideología
dentro de un «aparato». Introduce la noción de
«aparatos ideológicos del Estado»,
indicando su multiplicidad y especificidad: religioso, escolar,
jurídico, sindical, de información y cultural (5) . Al decir de
Althusser, estos «aparatos» tienen sus propios
mecanismos de coacción para modelar y dirigir el acontecer
social. Nosotros pensamos que en el seno del capitalismo
tardío, cada vez más los mecanismos de
coacción son reemplazados por mecanismos de control social,
en los cuales se acentúa aún más que "lo
propio de la ideología es imponer, sin que lo parezcan,
las evidencias
como evidencias, que no podemos dejar de reconocer. El
anverso es la función de desconocimiento, puesto
que lo que ocurre dentro de la ideología parece ocurrir
fuera de ella." (6) Volveremos sobre este punto.
Sintetizando, puede decirse que Marx y Engels plantean
dos esquemas principales de inversión: a) ideológico:
comienza con la inversión de la relación entre lo
abstracto y lo concreto y
finaliza invirtiendo la relación entre lo consciente y lo
inconsciente; b) fetichista: comienza con la
inversión de la relación entre lo consciente y lo
inconsciente y termina invirtiendo la relación entre lo
abstracto y lo concreto.
Sánchez Vázquez (7) postula en su tesis
tres que "la ideología es: a) un conjunto de ideas
acerca del mundo y la sociedad que: b) responde a
intereses, aspiraciones o ideales de una clase social en un
contexto social dado y que: c) guía y justifica un
comportamiento
práctico de los hombres acorde con esos intereses,
aspiraciones o ideales. Esta definición amplia comprende
por lo tanto tres aspectos:
1 – teórico o gnoseológico,
constituido por contenidos falsos y verdaderos, juicios de
valor, recomendaciones, expresiones de deseo, etc.
(8)
2 – genético o social, que pone en
relación el contenido teórico y los intereses,
aspiraciones e ideales de clase condicionada
históricamente por el lugar que esa clase ocupa respecto
al poder y al sistema de
relaciones de producción.
3 – funcional o práctico. A diferencia
de la ciencia
que intenta explicar los comportamientos de los hombres en
sociedad, la ideología aspira a guiar y justificar esos
comportamientos; aún cuando esto implique la
adecuación de la reproducción de lo real (contenidos) a
ciertos intereses, que pueden traducirse en un conflicto entre
ideología (de clase) y verdad .
Nos encontramos entonces con que, en la actualidad, el
término ideología es quizá uno de los
más empleados en los campos de la filosofía, y las
ciencias sociales. Así mismo, y como hemos estado viendo,
le es atribuida una amplia gama de sentidos. A partir de tal
multiplicidad, es que Bobbio (9) ha propuesto clasificar los
significados de la ideología en dos acepciones
fundamentales:
I) Un significado débil, que
alude a un conjunto de ideas y de valores que
estando referidos al orden político, tienen por objeto
guiar los comportamientos políticos colectivos. En este
sentido, ideología es un concepto neutro, no
mistificante.
II) Un significado fuerte, que se
refiere a la concepción de Marx, quien la entiende como
la teoría que refleja la realidad de modo incorrecto. La
ideología en esta acepción es una creencia falsa,
cuyas ideas están socialmente determinadas por las
relaciones de dominación entre clases. Esta
noción se caracteriza entonces, por tener carácter mistificante y por lo tanto
negativo.
Respecto a este significado fuerte de ideología,
en la evolución general del concepto, se ha ido
olvidando la articulación entre ideología y poder,
a excepción de los ámbitos de la práctica
política concreta. Con referencia a la ideología,
Marx destaca dos elementos constitutivos: el carácter de
falsedad y su determinación social, que han dado lugar al
planteo de diferentes relaciones entre ambas (10) .
Por su parte, el mismo Stoppino (11) , realiza un
pormenorizado desarrollo de
los diferentes sentidos de la ideología, de la que dentro
de su significado fuerte, analiza:
a) La «falsedad» de la
ideología como falsa representación.
En ella intenta reformular en términos
empíricamente aceptables, el concepto marxista de falsa
conciencia y la relación entre falsedad y función
social de la ideología que ella involucra. Ya Marx y
Engels en La ideología alemana (12) ,
afirmaban que en su teoría
no se parte de lo que los hombres dicen, se
representan o se imaginan, ni tampoco del hombre
predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar,
arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte
del hombre que realmente actúa y, arrancando de su
proceso de vida real, se expone también al desarrollo de
los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso
de vida.
La falsedad de la ideología es así
entendida como falsa representación en tanto que las
imágenes que los hombres se hacen de la
situación social y de sí mismos son imágenes
que no corresponden a la realidad. Pero siendo que lo que cuenta
para dichos autores, es el proceso de vida real y no como puedan
este representarse, es obvio que el concepto de falsa conciencia
no puede ser reducido únicamente a la falsa
representación.
b) La «falsedad» ideológica
como falsa motivación.
Stoppino considera aquí la cuestión de los
juicios de valor preguntándose sobre el sentido en que
estos pueden constituir una falsa conciencia, para lo cual
plantea analizar la relación existente entre
ideología y poder. Al respecto enuncia que "los sistemas
de creencias políticas, que pueden tener un
carácter ideológico, interpretan y justifican
situaciones de poder dadas. En Ellas los juicios de valor
califican como legítimo, bueno o útil el poder. De
este modo motivan los comportamientos de dominación y los
comportamientos de obediencia." Así la noción de
falsedad nos aproxima a una nueva noción de falsedad por
la que "el juicio de valor puede ser una falsa motivación, que enmascara los motivos
reales de la dominación o la obediencia". Queda así
señalada la naturaleza
social de la ideología, pues involucra a todos los hombres
en tanto que sujetos sociales cuyos comportamientos se establecen
en una situación de poder.
Al parecer, y creemos que no inocentemente, la tendencia
actual tiende a desarticular los elementos constitutivos de la
ideología según hemos visto: la falsa conciencia y
su función social, siendo que el pensamiento marxista los
presenta como inexorablemente interdependientes. Los desarrollos
que siguen se sustentan en esta consideración.
III. IDEOLOGÍA, VERDAD
Y PODER EN LA PRODUCCIÓN
CIENTÍFICA
Partimos de la concepción de que toda
producción científica, sin importar si responde a
las ciencias físicas o a las ciencias sociales, es una
producción social. No puede dejar de serlo en tanto emerge
en el seno de una comunidad
–o varias– en un determinado momento
histórico. Y es social aún cuando el descubrimiento
o investigación fueran conducidos por un solo
científico, pues él mismo, en tanto singularidad,
es un sujeto «producido», tramado y sujetado
socialmente.
En cuanto a los orígenes políticos de la
investigación, Foucault expresa
que la Edad Media
inventó la investigación judicial, que "era el
poder soberano arrogándose el derecho de establecer la
verdad por medio de cierto número de técnicas
reguladas" y que si bien desde ese momento hasta nuestros
días formó cuerpo con la justicia
occidental, "no hay que olvidar ni su origen político, su
vínculo con el nacimiento de los Estados y de la soberanía monárquica, ni tampoco su
desviación ulterior y su papel en la formación del
saber. (…) La investigación, en efecto, ha sido la pieza
fundamental para la constitución de las ciencias
empíricas(…) así como el análisis
disciplinario lo ha sido para las ciencias del hombre." (13)
Respecto a la noción de verdad, seguimos los desarrollos
del mismo autor, quien propone reemplazar los «criterios de
verdad» por «regímenes de verdad». No se
trata de una transformación simplemente
terminológica. Al hablar de «régimen de
verdad», Foucault se refiere a la capacidad que tiene el
poder para producir realidades, discursos y rituales de verdad
propios. Este planteo nos permite considerar un juego de
relaciones entre el régimen social imperante, el
funcionamiento de los discursos del poder en torno al estatuto de
la verdad y los procedimientos
científicos seleccionados para la obtención de la
verdad.
En los ámbitos universitarios y de investigaciones
científicas, es frecuente oír hablar de
cuáles disciplinas tienen el estatuto de
científicas y cuáles no; cómo se deben
distribuir los recursos entre
las ciencias [físicas]"duras" y las ciencias [sociales]
"blandas"; cuáles proyectos de
investigación deben ser aprobados y cuáles no,
etc. Sabido es que las partidas presupuestarias dirigidas hacia
las distintas ciencias varían de acuerdo al gobierno de turno
y sus funcionarios, sus conexiones y pactos internacionales, los
recursos asignados a los distintos sectores, los rectores de las
universidades, sus decanos, los directores de los institutos de
investigaciones, las relaciones político partidarias y
económico-empresariales; pudiendo continuar la lista
fatigosamente.
Si las categorías y los favores,
aprobación, presupuesto y
cargos, que obtienen las diferentes orientaciones
científicas y los proyectos de
investigación, varían tanto de acuerdo con
quiénes son los encargados políticos de dirigir los
destinos de un país en un momento determinado; resulta
ineludible plantearse ya no la verdad o falsedad de un enunciado
científico, sino la cuestión de la verdad en tanto
que "conjunto de reglas según las cuáles se
discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero
efectos políticos de poder" (14) ; es decir, cuál
es el estatuto de verdad y el papel
económico-político que desempeña. Nos
encontramos así con que, desde esta perspectiva, los
regímenes de verdad no pueden ser separados ni de la
ideología ni del poder. Y esta no es una variable exterior
a las ciencias sino que transita en su mismo seno, atravesando el
cuerpo mismo del saber producido y en producción. Con
estos criterios podrían ser analizados, por ejemplo, los
diferentes discursos que se evidencian en las respuestas
[afirmativas y negativas] a solicitudes de presupuesto para
diferentes tareas docentes e
investigativas así como a las fundamentaciones que las
acompañan.
Las históricas separaciones entre ciencia/literatura,
ciencia/política y ciencia/ideología (15) ,
remozadas hoy por el neoliberalismo
en la profundización al máximo la división
del trabajo, tienen por finalidad mantener a cada individuo-clase [en este caso
científico-intelectual] en su «corral»
[gabinete especializado, corporaciones profesionales y/o
empresariales], haciendo lo que «sabe» [de acuerdo al
título universitario] y «debe» [hacer lo que
se le pide recortando la realidad todo lo que sea necesario] sin
preocuparse del resto, adquieren así nuevamente pleno
sentido, luego de la «desaparición» de los
irreverentes planteamientos al respecto de las décadas del
60 y 70.
Que los físicos se ocupen de los átomos,
los biólogos de las células,
los médicos de hacer recetas y los psicólogos de
las neurosis. Para
pensar en la economía están
los economistas, para pensar las cuestiones políticas
están los políticos, y para pensar la ética
están los comités y los órganos oficiales.
En síntesis,
para «pensar» las articulaciones
–y cómo mantenerlas alejadas de la superficie–
está la clase dominante. Todo está previsto y
[falsamente] solucionado de antemano [para anular la
participación y el movimiento].
De nada hay que preocuparse, «los expertos lo harán
todo», el resto no debe dispersarse con estas cuestiones,
pues a cada uno se le paga para que se ocupe «de lo
suyo».
He aquí el resultado de la
súperespecialización profesional [liberal], que
cuadricula los pensamientos, instaurando la propiedad privada [y
privativa] de los conocimientos, impidiendo que fluyan por los
diferentes campos del saber, y separando a la ciencia del trabajo
como potencia
independiente de producción, por lo que resulta enrolada
al servicio del
capital. En
este sentido compartimos con J. F. Lyotard (16) que
(…) En la discusión de los socios
capitalistas de hoy en día, el único objetivo
creíble es el poder. No se compran savants,
técnicos y aparatos para saber la verdad, sino para
incrementar el poder. (…) La gestación de los fondos
de investigación por parte de los Estados, las empresas y las
sociedades
mixtas obedece a esta lógica del incremento del poder. Los
sectores de la investigación que no pueden defender su
contribución, aunque sea indirecta, a la
optimización de las actuaciones del sistema, son
abandonados por el flujo de los créditos y destinados a la
decrepitud.
Vemos así que, paradójicamente, lo que se
mantiene separado en la teorización
«científica», aparece profundamente imbricado
a la hora de la praxis, operándose el esquema
ideológico de inversión señalado por Marx,
que comienza con la inversión entre lo concreto y lo
abstracto para finalizar invirtiendo la relación entre lo
consciente y lo inconsciente. En este proceso podemos
también observar los tres aspectos contenidos en la
ideología enunciados por Sánchez Vázquez
(que hemos desarrollado en el capítulo anterior): 1)
gnoseológico; 2) social y 3) práctico.
Consiguientemente, queremos dejar planteado que son justamente
quienes esgrimen una «posición» de
«ferviente neutralidad» [política,
ética y valorativa] quienes reproducen la ideología
dominante, en tanto que teoría incorrecta de la realidad,
cuya finalidad [oculta] es la perpetuación de las
relaciones de dominación, de las que el saber constituye
uno, sino el principal, de los ejes en la actualidad.
En la última veintena de años hemos
asistido a muy importantes transformaciones en lo que respecta a
las formas de circulación y transmisión del saber,
desde la escuela primaria
hasta en los circuitos
universitarios y la comunidad científica. Y esto se
enmarca en una transformación mayor sufrida por nuestra
sociedad a partir de la última dictadura
militar. Se produjo un cambio
fundamental en las relaciones entre diferentes sectores del
cuerpo social, que en muchos casos llegó a la
desintegración total, hecho que se mantiene hasta nuestros
días. Fue a partir de la dictadura que la Universidad
quedó prácticamente desvinculada del conjunto
social, transformándose en una institución dedicada
más a la reproducción de teorías
que a la producción de conocimientos.
El terrorismo de
Estado fue la metodología científicamente
concebida [por científicos sociales entre otros] para
cumplir los objetivos que,
ya con anterioridad al golpe de Estado,
estaban claramente marcados a nivel político,
económico e ideológico. Una vez más la
ideología dominante, esta vez al desnudo, se ocupó
de invertir las realidades. Así el discurso militar
apuntó a suprimir la realidad vivida socialmente, sin
escatimar para lograrlo asesinatos, desapariciones ni violaciones
de todo tipo. A través de una serie de complejos
mecanismos de sobrecodificación (que por razones de
espacio no podemos desarrollar aquí) y con el soporte de
los medios de
comunicación masiva y la complicidad silenciosa (17)
de importantes sectores de la población, la realidad vivida fue negada y
sustituida por otra «producida por el poder», como
medio eficaz de imponer un nuevo «orden»
económico-político. Esta «nueva»
realidad se erigió como ÚNICA, VERDADERA, BUENA y
JUSTA. Y esto tuvo vigencia también para el saber, que
cayó bajo la acción de la censura, la
sustitución o el vaciamiento de contenidos.
Pero los efectos a largo plazo, eficazmente
«silenciosos», comenzaron a observarse ya avanzados
los años 80, no sólo en el deterioro de todo el
sistema
educativo, que fue una vía sumamente importante para
la diseminación, «interiorización» y
legitimación (18) de los valores
del capitalismo y cuyo modelo poco a
poco fue siendo asimilado al empresarial; sino también en
una verdadera desalfabetización operada en los alumnos
mediante la destrucción del pensamiento formal abstracto,
que resultó mayoritariamente reducido a la lógica
de lo concreto.
Una vez más, y tal como hemos enunciado con
anterioridad, la ideología impuso las evidencias como
evidencias que no pudieron dejar de ser reconocidas, y
paralelamente con su función de desconocimiento,
hizo aparecer lo que ocurría dentro de ella como si
ocurriera fuera. En un breve pero revelador párrafo, Lyotard (19) sintetiza este estado
de cosas:
La pregunta, explícita o no, planteada por
el estudiante profesionalista, por el Estado o por la
institución de enseñanza superior, ya no es ¿eso
es verdad?, sino ¿para qué sirve? En el contexto
de la mercantilización del saber, esta última
pregunta, las más de las veces significa: ¿se
puede vender? Y, en el contexto de argumentación del
poder: ¿es eficaz?
De esta manera, la producción social del
conocimiento se ha alejado de la función social del saber,
pues los productos de
tal práctica, transformados en mercancías
controladas por monopolios empresariales, sólo son
asequibles para unos pocos, en tanto que una mayoría
abrumadora de la población se ve privada del mínimo
beneficio. El saber que se ha transformado en mercancía
tiene a partir de entonces «propietarios privados», y
su «posesión» o no divide las aguas. Pero
también el régimen de los discursos se ha
transformado, culpabilizando a los desocupados, los pobres, los
enfermos y los muertos de sus situaciones, pues no se
«reconvierten» de acuerdo a los planteos de la
economía de mercado. Todo se
plantea como una cuestión [falsamente] individual en la
que cada uno es dejado librado a su suerte. Pero de esto ya ni
siquiera se habla.
El «saber-mercancía» ha producido su
propia fetichización que, de acuerdo con lo enunciado por
Marx, se caracteriza por la inversión que posibilita que
las relaciones entre los hombres se presenten falseadas como
relaciones entre cosas. De tal manera el saber, al transformarse
en cosa [vendible y comprable], es desvinculado de cualquier
consideración ético-responsable que pudiera haber
intervenido en el proceso de su producción. Marí
(20) enuncia a este respecto:
En la época de la posmodernidad, la ciencia siguió la misma
ruta que muchos individuos. No se canoniza en ella el deber
absoluto hacia los hombres, ni el espíritu de responsabilidad. La ciencia se hace famosa y aun
cuando se convierte en «tristemente famosa», lo es
por recurso a su excelencia total, quedando amputada de la vida
ética y deslegitimada de sus obligaciones
hacia la colectividad.
Una vez más el discurso del capitalismo
neoliberal «transparente» y avasallante, utiliza el
saber para obtener poder y beneficios económicos, haciendo
depender la dignidad de
las condiciones de vida de la población de la ley del
más fuerte, su propia ley, es decir la ley del dinero.
Así, puede observarse que la política neoliberal
bajo la máscara del postmodernismo, cuenta con una fina
tecnología
destinada a mantener ocultas las articulaciones
socio-político-económico-éticas de la
ciencia; tanto como a determinar con qué elementos ha de
conformarse la conciencia. Lógica interna de las
relaciones de poder. Lógica inherente a la sociedad de
control, efectiva, sutil, imperceptible.
El sistema capitalista actual, en una nueva
demostración de la impresionante plasticidad constitutiva
que lo caracteriza, ha puesto de manifiesto su capacidad
autotransformadora para lograr su perpetuación, sin
importar que el costo humano de
tal «triunfo» crezca de modo salvaje y alarmante. He
aquí el «fin de las ideologías» del que
los capitalistas con «su» ideología, pretenden
hoy convencernos.
V. CIRCULACIONES MASIVAS DEL
SABER
El siglo XX que está tocando a su fin se ha
caracterizado por un vertiginoso proceso de descubrimientos
científicos y tecnológicos. Dos han sido,
esencialmente, los acontecimientos que han marcado esta
tendencia: el descubrimiento de la energía atómica
y el desarrollo de las telecomunicaciones a nivel
informático y mediático.
Aludiendo al descubrimiento de la energía
atómica y sus catastróficas derivaciones para la
vida en el planeta, Hans Durr, Director del Instituto Max Planck
de Munich, planteó que "la ciencia puede permanecer libre
pero sus manipulaciones deben ser sometidas a ciertas condiciones
para que las bases de la vida humana sobre esta tierra no sean
destruidas." (21)
En cuanto a los avances generados por la
«explosión» de las telecomunicaciones, se
escuchan las voces de innumerables acólitos y, en cambio,
sólo unas pocas intervenciones críticas. Sin
desmentir las increíbles posibilidades –por el
momento potenciales– que este acontecimiento podría
abrir para el hombre si
se pensara en mejorar los niveles de educación de las
mayorías populares, queremos referirnos a las derivaciones
y efectos de las telecomunicaciones sobre las relaciones humanas
en general y la transmisión de informaciones y
conocimientos en particular. ¿O es que acaso se pretende
que las aseveraciones de Durr sólo sean válidas
para la cuestión puntual que motivó su
enunciación?
Es que a partir del acontecimiento de las
telecomunicaciones, la conformación de la realidad
contemporánea se ha transformado en un grado tal que
asistimos al tránsito desde la construcción social de la realidad hacia la
construcción mediática e informática de la
realidad social, de la cual tanto las ciencias [duras y blandas]
como la filosofía, no están exentas de las
imbricaciones del poder ni de responsabilidades
propias.
Dada la complejidad del fenómeno que intentamos
analizar, realizaremos el abordaje considerando dos vertientes
principales: a) los mass media; y b) la
informática.
a) Los mass media.
Ha sido instaurada una suerte de arbitraje
mediático de los conocimientos, en base al cual
«algunos» de ellos obtienen difusión masiva de
acuerdo a los circuitos-contactos con que cuente el interesado
[profesional, intelectual, investigador] y a las
«transacciones» que este esté dispuesto a
hacer.
Si se desea obtener un crédito
o apoyo de sectores interesados, por ejemplo, la estrategia es
adquirir notoriedad televisiva, radial o en la prensa escrita.
En esta dirección afirma Bourdieu: "…todos los
campos de producción cultural están sometidos a la
coerción estructural del campo periodístico…"
(22) Los efectos [político-ideológicos] de tales
prácticas conducen en primer lugar, a convertir los
mass media, sobre todo la
televisión, en maquinarias productoras de realidad:
«lo que no está en la televisión
no existe», a lo que Bourdieu denomina el «efecto
realidad», o bien «si está en la televisión existe como verdad
objetiva’» (23-24) – ; un segundo efecto es dejar
delimitado el campo de «lo que hay que pensar» (25)
[qué, cómo y cuándo]; un tercer efecto liga
los desarrollos de las producciones culturales y
científicas con el éxito
comercial [con qué capitales se cuenta para trabajar y de
dónde provienen, a quiénes «pertenecen»
los descubrimientos, la cuestión de las patentes, etc.].
Un cuarto efecto se refiere a la banalización [equivalente
al vaciamiento de sentidos] de los conocimientos, mediante la
creación de opinión, implementada a través
del mecanismo tendiente a hacerle creer a la audiencia [cautiva
de los media] que puede opinar sobre «todo» [el universo
hegemónicamente constituido por los temas que los medios
indiquen], por supuesto a partir de información
[transformada en noticia] y creando un juego [catártico]
de ilusoria participación [desde el banco de la
cocina o el sillón del living] tendiente a instaurar la
certeza de que se ha cumplido con un deber ciudadano [cuando en
realidad es justamente esta posibilidad la que ha sido
desactivada].
Retomamos aquí lo expresado por Stoppino (26) en
cuanto a que los sistemas de creencias
político-ideológicas justifican situaciones de
poder dadas, y en las que los juicios de valor califican como
legítimo,
bueno o útil el poder, motivando la
dominación-obediencia. El papel de los científicos
en estos procesos,
también es decisorio: las más de las veces, aunque
felizmente no todas, sus participaciones son modalizaciones
estratégicas de una política dirigida a la
obtención de algún beneficio personal o
corporativo [prestigio, fama, dinero, «conexiones»]
que sin embargo es «mostrado», mediante su discurso
de experto [en imponer la evidencia como tal], como un beneficio
para la comunidad.
Así los media (27) , capturados por el poder,
pierden todo el potencial que podría contribuir a
desarrollar en los planos informativo y educativo, para
constituirse en potentes controladores cuando no destructores del
pensamiento singular y reflexivo, capaz de concebir
aproximaciones a las realidades complejas.
b) La informática.
Con referencia a la informática, no se puede
dejar de reconocer que ha revolucionado la transmisión de
los conocimientos y la investigación científica, pues,
así como el capitalismo ha adquirido una dimensión
planetaria, aquella ha mundializado la circulación de las
informaciones. Pero, al igual que cualquier innovación
tecnológica, plantea diversas cuestiones que es
necesario considerar.
Históricamente, la existencia de diferentes
lenguas ha enriquecido a la vez que complejizado la existencia
humana. Sabemos que cada lengua
construye, semantiza y produce efectos pragmáticos
singulares que van mucho más allá de lo estructural
(28) . Por ello es que se extiende hasta nuestros días la
problemática planteada por las traducciones de un idioma a
otro, que en realidad nunca llegan a poder dar cuenta de lo
expresado en la lengua de origen. En el campo de las diferentes
ciencias, también ellas han contado con lenguajes
específicos propios, creados para intentar dar cuenta de
los fenómenos inherentes a sus objetos de estudio. La
informática en tanto ciencia, por ende, también ha
creado sus lenguajes propios, pero a diferencia de todas las
demás, se ha erigido como aquella [supuestamente] capaz de
vehiculizar la circulación de información de todas
ellas. Este «pasaje» de una ciencia a otra, impone
necesariamente la traducción de los conocimientos en
cantidades de información, la simplificación de los
contenidos y la standarización de la información.
Una cuestión de «ingeniería del conocimiento» (29)
.
¿Pero qué ocurre entonces con aquel saber
que, ya sea porque su propio objeto de estudio no puede soportar
semejante violentación, o porque quienes lo producen no
están dispuestos a admitirla, no «entren» en
el circuito informático?
La respuesta no resulta sencilla. Según Lyotard
"se puede establecer la previsión de que todo lo que en el
saber constituido no es traducible de ese modo será dejado
de lado, y que la orientación de las nuevas
investigaciones se subordinará a la condición de
traducibilidad de los eventuales resultados a un lenguaje de
máquina." (30) En esta frase podría leerse una
prescripción respecto del modo en que la ciencia debe
producir los conocimientos, y no pareciera responder al azar sino
a una lógica interna que ese "modo de producción"
que las ciencias deben adoptar, tenga tantas coincidencias con el
modo de producción capitalista y sus valores.
Continuando nuestros desarrollos anteriores, podemos
pensar que esta potente tecnología corre el riesgo [si es que
no ha dejado ya de ser un riesgo para transformarse en un hecho]
de erigirse como un «aparato de captura» (31)
científicamente programado. También aquí nos
encontramos con consecuencias similares al «efecto
realidad»: «si no es informatizable, el saber no
existe» junto con la contracara que hemos propuesto:
«si está informatizado, el saber tiene valor de
verdad objetiva». También aquí nos
encontramos con la supuesta «neutralidad» de un saber
lavado y recortado, que habiendo sido cuantificado y traducido,
nos hace perder de vista una vez más que es portador de
relaciones entre hombres y no entre cosas.
Otra tendencia estimulada por la «dictadura»
informática, es la de separar la
producción-transmisión-apropiación del saber
de los procesos de «formación», que
necesariamente involucran el aprendizaje
grupal y que, de manera permanente, interpelan al sujeto del
conocimiento. Así a la
globalización de la economía y la
información [que nada tienen que ver con la socialización del bienestar], corresponde
el aislamiento de los hombres que, transformados en piezas
ejecutoras del sistema, sólo quedan «en
contacto» con la máquina y el
«saber-mercancía».
VI. ÉTICA E
IDEOLOGÍA CAPITALISTA
En realidad, la cuestión ética no ha
dejado de estar planteada en los desarrollos precedentes, a
través de sus múltiples entramados. Ahora la
propuesta alude a realizar el análisis del mismo
entramado, pero focalizando la atención en la problemática que la
ética atraviesa en el momento actual.
El tema ético aparece ocupando un lugar
destacado en los diferentes ámbitos científicos,
políticos y, por supuesto y sobre todo, mediáticos. Y decimos el tema porque
la presentación de la ética forma parte de las
noticias del
día.
Podría pensarse que por fin salen a la luz las
inquietudes y cuestionamientos referidos a los alcances y
límites
de los actos humanos. Sin embargo, la observación de la experiencia cotidiana
indica que el fenómeno tiene otras características,
que se aproximan más a lo que podría ser denominado
la ética como espectáculo. Un
espectáculo [servicio] destinado a «limpiar
eficazmente» historias y conciencias, que gracias a los
medios es brindado en el domicilio del consumidor y por
el mismo precio.
Porque hemos de señalar que las diferencias
cualitativas entre hablar y decir son profundas, pues lo primero
no remite a un compromiso: "se dice", "dice Fulano" o "la noticia
dice"; en tanto que lo segundo plantea un posicionamiento
ético: "yo digo…" Respecto al tema que nos ocupa la
consideración pasa porque demasiados hablan, pero muy
pocos dicen.
¿No se trata acaso de una nueva jugada de la
ideología dominante que intenta imponer
evidentemente el tema de «la importancia de
la ética» como evidencia, con la finalidad de
que esta sea reconocida como tal, cuando en
realidad lo que se genera es un verdadero desconocimiento
acerca de que esto transcurre dentro de una
ideología que impide pensar en torno de la ética de
la vida real?
El problema es que si se parte de la vida real de los
hombres, la ética se transforma en el extremo de un hilo
que, de ser tirado, atrae inmediatamente consigo un ovillo de
complejidades. Nos referimos a las cuestiones pilares del
capitalismo, como las ideas de progreso, igualdad,
justicia, libertad…
Claro que una cosa son los discursos del capitalismo y
otra la vida en el capitalismo para aquellos hombres que
no integran la clase dominante. A este respecto, y retomando lo
expresado con anterioridad, dice Marí (32)
En la etapa del capitalismo de nuestros tiempos, al
que se conoce con el nombre de capitalismo tardío, a lo
que asistimos, en realidad, es a un colapso de esta misma
filosofía. Su presente ideología legitimante ya
no se hace reposar en el velo de la ignorancia. La estrategia
cambió de sentido y, en consecuencia, también lo
hizo el régimen de los discursos. Las barreras
psicológicas aptas para disimular las condiciones reales
de vida se han levantado para dar paso a la admisión
más explícita y transparente de que el
sacrificio, el pauperismo y la muerte
eventual de millones de seres, sin empleo o con
él, están plenamente justificados por carecer de
coordinación con la marcha del mercado,
sus reglas de eficiencia y
productividad.
A primera vista parecería existir una
contradicción entre lo mencionado en el párrafo
anterior, en relación a que «se genera un verdadero
desconocimiento acerca de la ética de la vida
real», y el texto citado,
cuyo planteo es que «la ideología legitimante ya no
se hace reposar en el velo de la ignorancia». Sin embargo,
no hay tal contradicción puesto que si bien el discurso
capitalista es descarnado al plantear la necesidad del sacrificio
de millones de personas, el verdadero desconocimiento
está en que el sistema no asume éticamente que el
desastre es parte inherente a su funcionalidad y perdurabilidad
sino que culpabiliza a las víctimas de su propia
desgracia por no hacer lo necesario para «entrar» [ya
que han sido expulsados] en el juego. El desconocimiento
está en que las reglas del juego han sido fijadas por una
sola de las partes: los capitalistas, y esto no se dice
sino que se encubre bajo el sistema democrático
representativo [burgués], por lo cual lo que hacen los
gobiernos es lo que «el pueblo eligió». De
esto resulta que las reglas no son verdaderas como tampoco lo es
el juego, ya que el supuesto contrincante no sabe a qué se
juega y por ende, no tiene participación en la
decisión de las reglas. La propuesta del capitalismo
actual por lo tanto se erige como un juego
sacrificial.
Continuando con Marí (33) respecto a la
cuestión ética en las ciencias, compartimos con
él que la catástrofe producida por el lanzamiento
de las dos bombas
atómicas, instala una «divisoria de aguas»: la
ciencia es antes y después de Hiroshima y Nagasaky. Pero
con respecto a las derivaciones de la filosofía de la
ciencia hacia las cuestiones éticas creando una nueva
especie de «profesionales» de la ética,
pensamos que hay muchos aspectos por revisar, puesto que esta
circulación restringida de los cuestionamientos y
reflexiones que se circunscribe a círculos de
«expertos», evidencian también una
ideología de tinte desideologizante. En este sentido,
resultan esclarecedores los postulados de Lipovetsky (34)
:
Detrás del éxtasis de los valores,
avanza el reinado de los especialistas, la voluntad
democrática de controlar la ciencia mediante los valores
éticos contribuye de hecho a prolongar el proceso de
racionalización «burocrática» del
mundo moderno, a extender la tecnificación sensata de
la
organización democrática, e incluso, a poner
en órbita aquí y allá, la
instrumentalización mercantil de la moral.
Con los nuevos «sabios» llegan, en efecto, los
consultores, los profesionales remunerados de la ética.
(….) Lo que se llama «renovación
ética» no significa de ninguna manera renacimiento de
una cultura de los deberes del hombre y del ciudadano sino fe e
ilusión cientificista en el saber-decidir de los
expertos en materia de
fines, demanda de
una gestión equilibrada de los derechos del hombre y de
la ciencia, voluntad de un «justo medio»
determinado por expertos y adaptado al modo de vida
individualista posmoralista. (…) Nuevas figuras que encarnan
el espíritu democrático y su voluntad de instituciones independientes del poder
político, los comités de ética
están en concordancia con el neoindividualismo absorbido
por el ego y sus derechos, escéptico hacia la
política, más preocupado por decisiones
imparciales y equilibradas que por enfrentamientos
ideológicos. (…) No es la menor de las paradojas ver
cómo en la actualidad las instituciones que encarnan la
ética trabajan, también ellas, en la
reproducción de la desmotivación individualista,
en la promoción de especialistas, en la
expansión de la organización
«tecnocrática» de las democracias: la
reafirmación ética es una ética sin
ciudadano.
¿No resulta ser esta canalización
especializada una metodología eficaz del sistema para
mantener las cosas en «su» lugar evitando la
articulación social? ¿O es acaso desconocido el
hecho de que en tanto se discute en los comités de
ética, congresos, universidades, etc.; acerca de la
eutanasia, la
fertilización asistida, la
contaminación y demás cuestiones, esos mismos
profesionales efectúan prácticas muchas veces
reñidas con cualquier ética?
De tal manera, la lamentable realidad indica que
mientras la bio-ética «funciona» en el piso
superior de la sociedad, el subsuelo está poblado de
cadáveres, por ser entre otras causas, víctimas del
hambre, la miseria, el «gatillo fácil» o de
una praxis intencional –que jamás
figurará asentada en la historia
clínica.
He aquí la otra cara del discurso postmoderno con
su «fin de las ideologías» que, gracias al
súperdesarrollo alcanzado por las ciencias y la
tecnología, dice poder prescindir de aquellas. Es que la
única posibilidad de mantener el sistema capitalista, es
«extirpando» la discusión y el cuestionamiento
acerca de sus fundamentos y estructuras,
declamando, con claro tinte reformista y conservador:
«dentro del capitalismo todo, fuera del capitalismo
nada».
Es indiscutible la eficacia
tecnológica de esta nueva sociedad de control, que ya no
necesita regirse por sistemas disciplinarios
[antieconómicos y demasiado visibles] como los analizados
por Foucault en varias de sus obras, sino que se dirige a
intervenir en la constitución misma de las subjetividades,
produciendo sujetos de acuerdo con determinadas
características y actitudes,
intereses e ideología: la desideologización global
y la «neutralidad ideológica» de las ciencias
en particular.
Estas tecnologías se constituyen en pasaporte
–liberador de cualquier compromiso social– para
continuar produciendo conocimiento sin atender a las
consecuencias de tales actos, pues no se puede detener el
progreso de la ciencia. La próxima «bomba»
está en puerta: la «ingeniería»
[manipulación] genética,
con la posibilidad de «crear» seres a la medida de
los sectores dominantes. Aunque hay mucho por discutir, al
parecer lo harán los comités de expertos, pues es
un «hecho» que las experimentaciones están ya
más avanzadas de lo que pueda ser imaginado y no se han
oído
demasiadas voces de alerta. Entonces la pregunta [que se busca
eludir constantemente] es nuevamente: ¿Cuál es la
responsabilidad que les cabe a los intelectuales
y científicos frente a la sociedad, cuando de hecho han
sido formados gracias a ella (35) ?
Hoy más que nunca, se trata de poner en
cuestión el cientificismo individualista por el que aboga
el neoliberalismo.
Es en este mismo sentido que Sánchez
Vázquez expresa que "dicha doctrina [de la
«neutralidad ideológica»] viene a soldar en
una y la misma persona su
irresponsabilidad como científico y su responsabilidad
como ciudadano." (36) Porque no hay posibilidad de
transformación ética alguna si no es a partir de la
recuperación de la conciencia política y la
reorganización social; no hay posibilidad de que el hombre
pueda devenir ético en tanto la ética sólo
sea una materia de estudio o discusión. No puede haber una
bio-ética real sin una verdadera
bio-política.
He aquí el desafío humano que está
planteado para el tercer milenio, frente al cual los
intelectuales no podrán mantenerse al margen.
Si bien la redacción de este trabajo comenzó
con la exposición
de sus ejes temáticos fundamentales, a lo largo de sus
desarrollos se fue produciendo una multiplicidad de asociaciones
temáticas que hacían su aparición durante el
proceso de redacción, así como también
surgieron series de conexiones complejas que iban imprimiendo
distintas modalizaciones de los planteos conceptuales. Dada la
necesidad de acotar la extensión a un límite de
espacio prefijado, muchas de esas cuestiones pudieron ser
sólo insinuadas, quedando como fermento de otras posibles
producciones.
Los apuntes han encontrado su final. No
así las motivaciones que generaron su elaboración,
que siguen vigentes y en busca de producir nuevos
descubrimientos.
Abordar la teoría de la ideología
aquí y ahora representa, además de un
desafío apasionante, un decidido y a la vez obligado
compromiso social que se impone como la necesidad de
diseñar nuevos instrumentos de abordaje e
intervención en la política actual.
Ya Marx y Engels habían advertido sobre los
destinos y consecuencias de la instauración del modo de
producción capitalista. A ellos, y a otros pensadores que
continuaron sus lineamientos nos hemos remitido para fundamentar
nuestros planteos críticos en torno a las cuestiones de la
neutralidad ideológica de la ciencia, a las imbricaciones
del poder en el establecimiento de los regímenes de verdad
y, consecuentemente, a las funciones del
saber y las nuevas formas de circulación y
transmisión inherentes a este momento
histórico.
Se han señalado los aspectos fundamentales de
cada uno de los temas tratados.
Respecto a «ideología, verdad y poder en la
producción científica» han quedado
explicitado las concepciones: de hombre como sujeto social, de
los orígenes políticos de la investigación
como elemento fundamental de las ciencias empíricas y del
análisis disciplinario como predecesor de las ciencias del
hombre. Así mismo, han sido desplegadas las relaciones
entre los regímenes de verdad, la ideología y el
poder, para luego analizar el estado actual de la
producción científica argentina actual desde la
perspectiva marxista.
La noción de «saber-mercancía»
pone al descubierto algunos de los efectos sobre la realidad, del
terrorismo de Estado implantado por la última dictadura
militar, que a través del trastrocamiento y deterioro del
cuerpo social en su conjunto y del sistema educativo en
particular; dieron paso a la instauración del modelo
neoliberal.
En cuanto a las «circulaciones masivas del
saber», se plantea la necesidad de tomar en
consideración el acontecimiento de las telecomunicaciones
para acceder a la comprensión de la realidad actual. Es a
partir de él que, no sólo se han visto
transformadas las relaciones humanas, sino que se han operado
modificaciones cuanti y cualitativas en la circulación del
saber. A tal punto, que los media ya integran la misma
producción del saber. Respecto de la informática,
no puede omitirse la problemática de la traducción
de lenguajes con la consiguiente violentación de sus
particularidades y la tendencia a imponer la
standarización de los conocimientos; como una nueva
modalidad de dirigir su producción a través de la
determinación de cuáles son
«servilmente» utilitaristas. Así mismo son
analizadas las manipulaciones que el poder hace de los medios
masivos como forma de establecer mecanismos de control de la
sociedad, instaurados ya hoy en el seno de la intimidad misma de
los sujetos y, por ende, como interioridad del sistema
productivo.
El tratamiento de la problemática ética en
el sistema capitalista actual, además de retomar bajo su
mirada las temáticas desarrolladas con anterioridad, la
considera como un tema de los discursos
estratégicos que responden a los regímenes de
verdad. Se plantean ópticas de distintos autores que han
investigado la cuestión, en lo que se refiere a las
características del capitalismo tardío y sus
consecuencias letales para la vida en condiciones dignas; al
tiempo que se
dejan al descubierto las trampas en el lenguaje
sobre las que se asienta el discurso del régimen
democrático burgués. Respecto a las ciencias en
particular, se esgrime una posición crítica
respecto a abandonar la ética «en manos de
expertos» o reservarla a los espacios instituidos, que por
definición, no pueden dejar de estar comprometidos, al
menos parcialmente, con el discurso dominante. Tales actitudes
conducen en realidad a desactivar posibles propuestas
transformadoras del actual estado de cosas.
Son estas cuestiones las que se plantean, a espaldas de
los pueblos, como desafío para un mundo de pobreza
globalizada y de riqueza súperconcentrada. Un mundo
gobernado por la dictadura del capital, cuyos amos y sirvientes
de turno plantean el «fin de las ideologías y de la
historia» en virtud de haber alcanzado la humanidad
«un grado de perfección
insuperable».
Como final de lo escrito y para abrir la
discusión, la propuesta apunta a la necesidad de recuperar
y promover lo político en y de la vida
cotidiana. Transitar por nuevos territorios
micropolíticos, como paso ineludible para pensar un
devenir ético que dé sustento a la
reconstrucción social. Y es entre otros a los
intelectuales y científicos formados, lo reconozcan o no,
gracias a la comunidad, a quienes les cabe buena parte de la
responsabilidad de pensar posibles alternativas que reparen su
agónico desangrar cotidiano. Valga el ejercicio
recordatorio para los interesados acerca de que, como es la
vida la que determina la conciencia y no la conciencia la que
determina la vida; más que escritorios, cámaras de
televisión y discusiones de salón, es hora de
recuperar la calle.
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Balcárcel, Bunge, et. al;. La filosofía
y las ciencias sociales, Grijalbo, s/l, s/f. pág.
293-5 - Sánchez Vázquez; op. cit.
pág. 294. En este punto cabe aclarar que el autor
considera que "la concepción de la ideología como
total y necesariamente falsa (como forma de «conciencia
falsa») es una generalización ilegítima de
una forma particular, concreta, de ideología, puesto que
si se generaliza a toda ideología el concepto de
«conciencia falsa» no se alcanza a ver cómo
la ideología revolucionaria, proletaria, podría
cumplir su función práctica (inseparable de una
conciencia verdadera de lo real) y qué sentido
tendría la lucha ideológica y la formación
ideológica de la clase obrera como elementos necesarios
-junto a la lucha económica y política- en el
proceso histórico de su
emancipación." - Citado por Mario Stoppino en su artículo
"Ideología"; en: Diccionario de Política,
Bobbio, Matteucci y Pasquino; México, Siglo XXI, lra.
de. 1981-2, 10ª. ed. 1997. Tomo 1, Pág.
755. - Stoppino, Mario; "Ideología", en: op.
cit.; pp. 755-6 - Stoppino, M. op. cit .pp. 762-767
- Marx, C. y Engels, F.; op. cit.,
p.26 - Foucault, Michel; Vigilar y castigar, nacimiento
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227-9. - Foucault, Michel; "Verdad y poder", en:
Microfísica del poder, Las ediciones de La
Piqueta, Madrid, 3ª. ed. 1992, pp.
175-189. - Las demarcaciones territoriales de los saberes
mediante la barra, generalmente de inspiración
positivista, que las más de las veces se
acompañan de un tono despectivo alusivo a todo lo que
«cae por fuera» de su esquema, incitan a
interrogarse por su pretendida certeza, por sus motivaciones y
sentidos. - Lyotard, Jean François; La condición
postmoderna, informe
sobre el saber, Planeta-Agostini, Barcelona, 1993, pp.98 y
100. - Pavlovsky, Eduardo; "Las identidades fragmentadas. La
mayoría silenciosa es sensible al discurso del poder".
En Lo grupal 5, Buenos Aires, Búsqueda, 1987, pp.
29-32. - Miliband, Ralph; El estado en la sociedad
capitalista, México, Siglo XXI, 14ª. ed., 1988,
pp. 235 y 249. - Lyotard, J. F.; op. cit., pp. 108-9. Sobre el
modelo tecnocrático – eficientista y sus consecuencias
sociales también Rifkin, Jeremy; El fin del
trabajo, Paidós, Buenos Aires, 1996, capítulo
3, pp. 67-81 - Marí, Enrique; El honor de la ciencia a
fines del milenio, s/l, s/f. Pág. 3. - Citado por Enrique Marí en "El honor de la
ciencia a fines del milenio", s/f, s/l, pág.
3. - Bourdieu, Pierre; Sobre la televisión,
Anagrama, Barcelona, 1997. Pág. 8. También
Lipovetsky, Gilles; op. cit. p.236. - Sobre la falta neutralidad de la técnica y las
imágenes formando parte del poder puede consultarse "El
travelling de Kapo"; de Serge Daney, en Perseverancia,
Reflexiones sobre el cine, El Amante, Buenos Aires, 1998,
parte primera, pp. 19-44. - Cabría aquí ampliar la
explicación pues se trata de un fenómeno
sumamente complejo que involucra lo sociológico, lo
psicológico y lo estético. No lo hemos hecho
porque su desarrollo excede los fines de este
trabajo. - A este respecto también tomamos en
consideración lo dicho por Daney: "…asistimos al
desarrollo de todas las retóricas del individualismo que
pasan por la publicidad y
que reivindican continuamente su poder. Así, el sujeto
estético es el individuo, aquel que hay que reformatear,
y la publicidad es el instrumento de ese reformateo." Daney,
S.; op. cit., pág. 159; y por Ralph Miliband:
"(…) El Estado en la actualidad manipula cada vez más
las noticias, sobre todo en tiempos de tensión y
crisis, lo
cual quiere decir, en relación a la mayoría de
los principales países capitalistas, que lo hace casi
permanentemente; y cuanto mayor es la crisis, tanto más
deliberada es la manipulación, los escamoteos de la
verdad, las semiverdades y las francas mentiras." Miliband, R.;
op. cit., p. 224. - Stoppino, Mario, op. cit., pág.
767. - Giovanni Sartori, en un artículo publicado por
Página 12 el 31-3-98, anticipa algunos contenidos
de La sociedad teledirigida, su último libro
editado por Taurus, en el que plantea que "…el niño
forjado por la TV se queda en el mundo sensible y en cosas que
se sienten, pero no puede ingresar al mundo inteligente, de las
cosas que se entienden. El problema se plantea en
términos de conceptos abstractos y doy ejemplos: la
Constitución, el derecho y la igualdad no los vemos,
pero los entendemos. Por lo tanto el video-niño, como ha recibido esta
impresión no entiende los conceptos abstractos y no le
interesan, produciéndose la destrucción del
homo-sapiens a nivel de masas." - De otro modo ¿cómo podría
comprenderse la existencia de los dialectos? - Sobre la "ingeniería social" , Sánchez
Vázquez , A. op. cit. pág. 309-310.
Respecto a la "reingeniería" en salud
mental: De Brasi, Juan Carlos; Tránsitos,
poéticas y políticas de la subjetividad,
Ediciones de la Pequeña Escuela, Buenos Aires, 1997, pp.
60-5. Sobre los efectos de "La digitalización de las
profesiones, la
educación y el arte": Rifkin,
Jeremy; El fin del trabajo; Paidós, Buenos Aires,
1996, pp. 193-8. - Lyotard, J. F.; op. cit.. p. 15.
- Deleuze, Gilles y Guattari, Félix; Mil
mesetas, capitalismo y esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia,
1988, cap. 13, pp. 433-482. - Marí, E.; "Etica y capitalismo: El
jardín de los senderos que se bifurcan", en Papeles
de Filosofía II, p. 222. - Marí, E.; El honor de la ciencia a fines
del milenio, p. 1. - Lipovetsky, Gilles; El crepúsculo del
deber, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 228-230. - Pavlovsky, E. "¿Qué hacemos con lo que
sabemos?’, En Lo grupal 1, Buenos Aires,
Búsqueda, 1983, pp. 119-121. - Sánchez Vázquez; op. cit.
pág. 308.
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