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vegetarianas - Fundamentos
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filosóficos - Bibliografía
En realidad estamos produciendo más alimento del
que necesita la población mundial. Sin embargo no somos
capaces de generar un cambio global
de mentalidad y de estilo de
vida, y de hecho las grandes estructuras
económicas que manejan la situación mundial no van
a permitirlo tan fácilmente. La grandeza de una nación
y su progreso moral se
pueden juzgar de acuerdo a la manera en que trata a sus animales.
Mahatma
Gandhi
Sería interminable la lista de hombres
célebres que han sido vegetarianos, pero baste mencionar a
algunos como Buda, Pitágoras, Platón,
Séneca, Leonardo da
Vinci, Schopenhauer,
Wagner, Tolstoi, Tagore… en la actualidad tenemos ejemplos en
todos los ámbitos de la sociedad,
incluso en deportistas de élite.
El vegetarianismo
es una filosofía alimentaria y no uno de los muchos
regímenes que hay para adelgazar. Sin descartar lo
saludable de este estilo dietético –que aporta pocas
grasas, nada
de colesterol, fibra, azúcares naturales (menos agresivos
con el equilibrio
hormonal insulina/glucagón que el azúcar
refinada), y toda la proteína necesaria para el
organismo–, las implicaciones morales son las más
importantes. El vegetarianismo rechaza un antropocentrismo pasado
de moda y propugna
el despertar de la conciencia humana
en lo referente al resto de los seres vivos del
planeta.
En la imaginación popular, el vegetarianismo con
frecuencia es visto como un estilo dietético adoptado por
tipos enclenques que prefieren masticar un trozo de lechuga o una
zanahoria al gozo de comer una revitalizadora chuleta. Nada
más equivocado que el falso mito de la
carne. Existe la creencia errónea de que las proteínas
vegetales son de poca calidad, y de que
la carne es indispensable como fuente proteica. Esto es debido a
que en el hombre hay
ocho aminoácidos (nueve en el caso de los niños)
que el cuerpo no puede fabricar. Hoy se sabe que los vegetales
contienen proteínas con estos ocho aminoácidos
esenciales, aunque es cierto que no se encuentran todos en una
misma planta, lo que hace que se deban combinar dos o más
vegetales en la dieta diaria, –por ejemplo arroz con
lentejas, maíz con
alubias, alubias con arroz, arroz con soja–, o
bien consumir huevos, leche y queso,
donde están presentes todos estos aminoácidos
sobrepasando en este caso a la carne en valor
proteico.
En realidad todo lo que comemos proviene de las plantas, ya sea
directa o indirectamente, porque los animales o son
herbívoros, o se alimentan de otros animales que lo
son.
Hay una gran variedad de estilos dietéticos
vegetarianos. Entre los más laxos están los
ovolactovegerianos, los lactovegetarianos, y los ovovegetarianos.
Ambos evitan cualquier producto
animal, excepto la leche y/o los huevos. Con estos dos
suplementos animales la dieta vegetariana es tan completa como la
carnívora, sin necesidad de preocuparse del equilibrio
dietético. Esta opción se basa en no matar
animales, pero sí en utilizar alimentos que no
entrañen su muerte. Los
veganos, o vegetarianos estrictos, no se alimentan de
ningún producto animal, ya que tanto la leche como los
huevos implican un sistema de
cría intensiva industrial, que provoca una
explotación animal; además, rechazan el uso de
pieles y cueros en el vestido y calzado. Este régimen tan
restrictivo requiere una mayor atención en cuanto al equilibrio de la
alimentación y la composición de las
comidas. Los vegetarianos estrictos deben vigilar el nivel de
hierro
(presente en las legumbres y las espinacas), la vitamina B12, que
sólo se encuentra en productos
animales (por eso necesitan tomar levadura nutricional), y el
zinc, que se puede encontrar en el germen y el salvado de trigo,
en las nueces, y en las pipas de calabaza o girasol.
Otras corrientes dentro del vegetarianismo son las de
los lactocerealianos, seguida por los yoguis de la India, y la
macrobiótica, una corriente nutritiva vegetariana asociada
a la religión y la filosofía zen de
China y
Japón.
Sin entrar a debatir si el hombre es por
naturaleza
carnívoro, omnívoro o herbívoro, es cierto
que hoy en día hay una serie de hechos que justifican un
mayor acercamiento a la filosofía vegetariana. Por una
parte, los animales no se crían a la manera tradicional,
como se hacía antaño en los pueblos, donde las
condiciones de cerdos, vacas, gallinas y conejos eran más
benignas. Vivían en espacios mayores, tenían cierta
libertad de
movimientos dentro del establo o gallinero, un contacto humano,
las gallinas ponían huevos según su propio ritmo,
las vacas pastaban en el campo muchas veces, y todos
consumían alimentos de cierta calidad, a base de las
sobras de las casas, junto con verduras, maíz, pasto, etc.
Hoy en día han pasado a estar en unos espacios
mínimos, hacinados, sin capacidad de movimiento;
son alimentados con harinas animales, compuestas de restos
inmundos, dudosamente comestibles, cuya finalidad es
únicamente rebajar los «costes»; sufren
sistemas de
iluminación que trastocan sus biorritmos
para que produzcan más huevos; las gallinas, son
atiborradas de hormonas,
antibióticos y cualquier otro producto engordante que
aumente el «rendimiento»; sufren unas condiciones de
transporte que
acarrean varios días sin comer ni beber, y con frecuencia
su muerte resulta terrorífica.
Los consumidores de carne normalmente arguyen que no
hacen otra cosa que el resto de los animales carnívoros,
pero olvidan que estos animales no tienen otra elección,
puesto que su sistema digestivo
no les permite otra forma de alimentarse.
Hemos establecido leyes para que el
que mate a otro hombre sea duramente castigado, a veces incluso
con su propia vida. Sin embargo, en lo que respecta a los
no-humanos, en especial a aquellos cuya carne o pieles
apreciamos, o a aquellos que queremos utilizar para la
experimentación, hemos decidido que su vida animal no vale
nada, y se pueda hacer con ella todo lo que se quiera, al
arbitrio de aquel que la posea. Todo ello debido a que los
animales no pueden emitir juicios lógicos, ni disponen de
una inteligencia
racional, ni de un lenguaje
articulado. Al ser seres de inferior inteligencia, al parecer no
tienen derechos.
Desde un punto de vista ético, sin embargo, el criterio
prevaleciente no se refiere a la inteligencia de un ser o a su
habilidad mental, sino a la capacidad de sufrir dolor
físico y emocional. Y los animales, resulta obvio decirlo,
experimentan dolor. Pueden sentirse solos, desesperados, tristes,
sufren cuando se les priva de sus crías, notan el terror
colectivo que se respira en los mataderos, y se apegan a la vida
tanto como los seres humanos. Por otro lado, los animales existen
en el mundo por sus propias razones, y no fueron hechos para el
uso y abuso del ser humano, la filosofía del
vegetarianismo aboga por infligir siempre el menor daño
posible al entorno, y desde luego por excluir a los animales de
nuestro negocio mercantil.
Un argumento que se aduce a favor de comer carne es que
cuando se comen verduras también se está matando
una vida. Es verdad que las plantas tienen conciencia, aunque muy
rudimentaria, y experimentan sensaciones, pero no son en nada
comparables con el sistema nervioso
bien desarrollado de los animales. Los animales chillan,
aúllan y se retuercen de sufrimiento, manifestaciones
palpables de que sienten el dolor en el mismo grado de los
hombres. Además, una dieta vegetariana requiere menor
cantidad de plantas, porque la cría de animales necesita
primero alimentarlos a base de plantas antes de matarlos. Por
último, gran parte de la dieta vegetariana está
formada por alimentos que no requieren la muerte del
vegetal: frutas, semillas, frutos secos, además de las
legumbres y cereales, que se cosechan cuando la planta se ha
secado. Es más, la mayoría de los vegetales son
anuales y se cosechan al final o casi al final de su vida
natural.
Los peligros de comer carne son variados. Por un lado,
la carne -al estar al final de la cadena trófica- acumula
gran cantidad de sustancias tóxicas: toxinas, colesterol,
grasas saturadas, ácido úrico, etc. La cantidad de
pesticidas y fertilizantes artificiales, así como todas
las sustancias de engorde que se le dan al ganado, dejan residuos
en la carne que pasan al hombre, eslabón final de la
cadena alimentaria. De sobra es conocido el caso de pollos
contaminados con dioxinas, escándalo alimenticio producido
en la primavera del año 2000. Por otro lado, la penicilina
y la tetraciclina, los dos antibióticos más usados
a niveles subterapéuticos para la alimentación del
ganado, son los que están dando origen a mayor
número de bacterias
resistentes, apareciendo de nuevo casos de meningitis,
neumonías y tuberculosis
rebeldes al tratamiento médico. Sin dejar de mencionar
también la transmisión de nuevas enfermedades como la de las
vacas locas, o la reaparición de otras no tan nuevas, como
la fiebre
aftosa.
La alimentación a base de carne es la causante
directa de gran número de enfermedades, en especial
aquellas relacionadas con el sistema
circulatorio, por el acúmulo de colesterol. El exceso
de ácido úrico (proveniente del metabolismo de
las proteínas), a su vez, provoca gota, reumatismo, dolor
de cabeza, arterioesclerosis y nerviosismo. El consumo de
carne también está directamente relacionado con
el
cáncer, en especial el de colon.
Recientes investigaciones
afirman que el ácido úrico descompuesto produce un
efecto similar al de la cafeína, de manera que el resultado de
consumir carne es un mayor nivel de intranquilidad, ansiedad y
agresividad. Además la putrefacción del
ácido úrico provoca un fuerte olor
corporal.
Si bien el problema del hambre en el mundo es un tema
complejo y profundo del cual nadie está libre de una parte
de responsabilidad por las condiciones
económicas, sociales y políticas
que perpetúan la hambruna, es cierto que el vegetarianismo
supondrá una posibilidad real de acabar con este problema.
En realidad estamos produciendo más alimento del que
necesita la población mundial. Sin embargo no somos
capaces de generar un cambio global de mentalidad y de estilo de
vida, y de hecho las grandes estructuras económicas que
manejan la situación mundial no van a permitirlo tan
fácilmente. Pero para dar una idea del derroche que supone
nuestro tipo de alimentación, daremos algunas cifras. Las
plantas producen mucha más proteína por
hectárea que el ganado: 16 kilos de cereales cuesta
producir un kilo de carne. Sólo con la reducción de
un 10% de la producción de carne, se podría
alimentar con cereales a 60 millones de personas.
Para la producción de carne se necesita
más agua que para
las cosechas. Se estima que el gasto de agua de una persona
vegetariana estricta es de 1.110 litros, contando el agua para
regar las cosechas y la gastada en la preparación de los
alimentos, mientras que el gasto de una persona cuya dieta
incluya carne asciende a 7.400 litros, por el agua que se utiliza
en dar de beber al ganado y en limpiar las granjas y mataderos.
Además, los desechos de la agricultura
animal contaminan las aguas tres veces más que cualquier
otra actividad industrial, tanto con flujos de residuos
sólidos como líquidos, y diez veces más
que los humanos.
Curiosamente en casi todas las religiones y
filosofías antiguas han existido diferentes prohibiciones
y ritos en materia de
alimentación, siempre en relación con la
noción de pureza. El origen mismo del término
vegetarus, vegetabilis, (sano, robusto, capaz de animación
y de vida), indica la idea fundamental de la filosofía
vegetariana, la imagen de un
vegetal sano y vital, todo lo contrario que la carne, que a causa
de su procedencia y de su estado (es un
cadáver producto de la muerte, aunque la costumbre nos
impida verlo de esa forma), no puede representar un
símbolo de vida. Según sus postulados la incidencia
que nuestra alimentación tiene sobre nuestra psique es muy
grande. Se considera el régimen vegetariano mucho
más apropiado a la naturaleza del hombre que el
carnívoro, al ser considerablemente más puro y sano
y a la vez más nutritivo y fortificante. Cuando la carne
es asimilada como alimento por el hombre, transmite a éste
parte de sus cualidades, pues se asimilan también las
vibraciones psíquicas del animal. Este efecto de
animalización es mayor cuando la carne proviene de los
animales más grandes, algo menor si se trata de aves, menor
aún si se trata de pescado u otros animales de sangre
fría, y mínimo cuando sólo se hace uso de
vegetales.
Sin llegar al extremo de obsesionarnos con un estilo
dietético, ni de radicalizar nuestras vidas, resulta
interesante acercarse a la filosofía existente tras el
vegetarianismo, porque devuelve al hombre al lugar que le
corresponde en la Naturaleza, sin la prepotencia que arrastramos
fruto de dos mil años de tradición judeocristiana,
que asume que el hombre es el rey de la creación y cumbre
de toda evolución. Nos hace falta verdaderamente un
poco de bondad hacia los animales, pues tal como afirman las
filosofías orientales ningún ser es superior a
otro, y el respeto a la vida
es fundamental. Matar y destruir cualquier vida, aun la
más insignificante, sólo porque sí, resulta
francamente lamentable.
Las cosas cambiarían bastante si
tuviésemos que matar con nuestras propias manos los
animales que nos comemos, porque nos sensibilizaríamos
ante el dolor animal; o si tuviésemos que presenciar el
diario y horrendo espectáculo de los mataderos, y
supiésemos las penalidades que ha pasado el animal del
cual nos llevamos la carne a la boca, seríamos conscientes
de lo que significa quitar la vida, y de la diferencia entre un
cuerpo vivo y uno muerto.
Pero en esta sociedad donde todo está
compartimentado nos resulta difícil imaginar aquello que
no vemos, y la fuerza de la
costumbre nos hace no asociar la carne de que nos alimentamos con
la vida del animal. Sin embargo, nadie que tenga animales
domésticos sería capaz de comerse a su perro o a su
gato. Lo más lamentable de la situación actual son
las enormes dimensiones que ha adquirido la explotación
animal, y el hecho de que todo esté supeditado a los
intereses económicos. Se estiman en cerca de 45 mil
millones los animales muertos al año para satisfacer la
demanda
cárnica mundial.
Muchas corrientes naturistas, el ecologismo y las
medicinas alternativas buscan precisamente armonizarnos con el
entorno y poder vivir
como verdaderos seres humanos responsables de los animales,
nuestros hermanos menores, integrándonos mucho más
en la existencia de nuestro planeta. El respeto a la vida es lo
que dignifica nuestra propia vida. Como decía George
Bernard Shaw, un toque de vegetarianismo hace humano a todo el
mundo.
- La vida secreta de las plantas.
- Escritos ocultistas, H. P. Blavatsky.
- El respeto a la vida, Philip Kapleau.
- El régimen vegetariano, Monique
Egé.
Isabel Pérez Arellano
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