III. La
desindustrialización de América
latina y las diversas versiones del ALCA.
América latina ha perdido, como se ha visto
(cuadro Nº 2) importancia relativa tanto en el producto
mundial, evaluado a paridad de poder de
compra, como en el comercio
mundial (cuadro Nº 5) y su producto per cápita en
paridad de poder de compra ha disminuido como proporción
del producto per cápita del centro y también en
relación con las restantes regiones, excepto
Euráfrica (cuadro Nº 3).
III.I. Las especificidades del estado
desarrollista latinoamericano.
La pérdida de posiciones relativas de la
región refleja el impacto sobre ella del desplazamiento
del eje de la división del trabajo entre
centro y periferia de los recursos
naturales en los niveles de salarios y su
fracaso para integrarse exitosamente a la nueva división,
lo cual está íntimamente relacionado con las
condiciones materiales,
sociales y políticas
en que los mayores países de la región enfrentaron
las transformaciones de la economía
mundial.
América latina y el Caribe es una región
rica en recursos
naturales, los que sirvieron de base para el desarrollo de
su sector exportador y las ventajas relativas sobre las que
éste se apoya; el poder político, económico
y social de quienes concentraban su propiedad
tendió a generar sociedades con
fuertes disparidades de ingresos y
abiertas al mercado mundial.
El desarrollo industrial estuvo en consecuencia limitado, durante
la vigencia del modelo
exportador, a las actividades que resultaban rentables en
condiciones de librecambio, ya sea por la importancia del
precio del
transporte o
por la disponibilidad de materia prima
local y la existencia de costos de
procesamiento reducidos. A su vez el factor fundamental de pasaje
a un crecimiento centrado sobre la sustitución de importaciones
fue, donde tuvo lugar, la crisis del
modelo exportador más que la pujanza de los sectores
opuestos al mismo que, en general, no pudieron alterar la
distribución de la propiedad de los
recursos naturales y, con ella, una de las causas importantes de
desigualdad en la región.
El modelo de industrialización que se adopta
combina, al igual que en el sudeste asiático y en alguna
medida, sobre todo en su fase más avanzada, la
sustitución de importaciones con la promoción de exportaciones,
pero el primer mecanismo predomina en América
latina hasta muy avanzado el proceso
sustitutivo por dos razones. Por una parte, las divisas que
aporta el sector exportador tradicional y la capacidad de
producción de materias primas del sector
primario posibilitan avanzar sustancialmente en el proceso
sustitutivo sin que, a falta de crecimiento de las exportaciones
industriales, se genere un estrangulamiento externo insuperable.
Por otra parte en países con productos per
cápita notoriamente más elevados que los
asiáticos y con la posibilidad, por lo menos en algunos de
ellos, de transferir a los sectores urbanos ingresos provenientes
del sector primario, el proceso de industrialización puede
avanzar (aunque con diferencias importantes entre países)
ampliando la gama de bienes
producidos y sin requerir, para mantener su dinamismo, de la
demanda
externa o del avance hacia la fabricación de bienes y
sobre todo de insumos, cuyas exigencias en materia de
escala de
producción obliguen al desarrollo de las ventas en el
mercado mundial para alcanzar un costo compatible
con la expansión de su demanda.
Se trata de un proceso que, a medida que avanza hacia la
producción de bienes más complejos y con elevadas
economías de escala en su producción, acumula
diferencias con la estructura de
costos internacionales en la expectativa de que sean luego
reducidas por la paulatina ampliación del mercado interno
y la posibilidad de acceder al mercado mundial. A su vez exige
para mantener su expansión, una vez terminada la
sustitución de bienes de consumo
masivo, políticas de ingresos que favorecen la
diferenciación de las remuneraciones y
políticas de crédito
e inversión que impulsan la expansión
del gasto de los sectores medios y
altos.
La acción
del Estado está básicamente orientada, en este
contexto, a la creación de la infraestructura que necesita
el crecimiento industrial y a la adopción
de las medidas inductoras para el desarrollo de nuevas
actividades, en general por parte de empresas
extranjeras que tienen ya una sólida implantación
comercial en el mercado. No es, aunque lo hace en cierta medida y
en determinados períodos en algunas actividades
fuertemente dependientes de las economías de escala, un
estado que, como el del sudeste asiático, detecta las
actividades dinámicas en el mercado mundial, analiza las
diversas opciones tecnológicas para su
incorporación, elige los campeones nacionales que deben
desarrollarlas, etc., y ello es atribuible, en buena medida, a
las distintas condiciones estructurales en que se desenvuelve el
proceso de industrialización.
El sector exportador primario goza de fuertes ventajas
comparativas que determinan un nivel de tipo de cambio
que resulta elevado en relación con el nivel de
remuneraciones y de productividad del
sector industrial; una política de
subvaluación de la moneda generaría un fuerte
impacto sobre los salarios en el caso frecuente ( lo cual no
ocurre en el sudeste asiático) en que éstos tienen
un alto componente de bienes exportados o importados, así
como sobre el consumo y los ingresos reales de las clases medias
y altas como consecuencia del encarecimiento de los bienes
importados o de los insumos requeridos para su producción.
El sector industrial depende entonces fuertemente para su
subsistencia de la protección arancelaria, que pasa a
constituirse en el elemento dominante de la política
industrial. Pero una estrategia
alternativa hubiera exigido un grado de disciplinamiento de la
sociedad por
el Estado
incompatible con las condiciones en que se constituye el estado
desarrollista latinoamericano.
Éste, en efecto, coexiste, a diferencia de lo que
ocurre en el sudeste asiático, con una clase
terrateniente y "una burguesía compradora" poderosas, que
seguirán influyendo en la composición y
orientación de sectores de la burocracia y en
la definición de las políticas de estado. A su vez
los sectores políticos que pretenden ser voceros de la
burguesía industrial y de los sectores que aspiraban a la
industrialización como modo de promover el crecimiento, el
empleo y la
autonomía, debieron, para obtener su legitimación, recurrir, en mayor o menor
medida, a la activación de los sectores populares. En
estas condiciones, por una parte, los aparatos de estado tienden
a presentar mucha menor homogeneidad ideológica y una
mayor sujeción, en cuanto a su composición, a los
avatares políticos; por otra parte, los sectores
hegemónicos, frente a la posibilidad de utilización
de esos aparatos por otras fracciones o el riesgo de que los
partidos
políticos, para acrecentar su fuerza,
satisfagan los requerimientos de los sectores dominados, procuran
poner límites a
la capacidad efectiva de intervención del Estado que, en
la mayoría de los casos, estuvo mucho más
capacitado para efectuar transferencias de ingresos a
determinados sectores que para imponerles obligaciones
en relación con el cumplimiento de metas establecidas en
función
de los intereses del capital
industrial en su conjunto.
La autonomía relativa del Estado
característica del sudeste asiático y que
posibilita a éste, a la vez, subordinar la acción
de las distintas fracciones del capital industrial a los
intereses de este capital en su conjunto y excluir, en la
definición de las líneas fundamentales de su
política, las exigencias y reclamos de los sectores
subordinados, no existe, en consecuencia, en América
latina. La lucha entre las distintas fracciones del bloque
dominante y también, a menudo, la presencia de los
sectores subordinados organizados en las coaliciones
políticas que acceden al gobierno, permea
el accionar de los distintos aparatos de Estado. Por otra parte
la desigualdad en la región no es resultado de una
ocupación extranjera ni de una situación a la que
sea ajena el capital nacional. Los sentimientos nacionalistas
pueden identificar el Estado con la comunidad, pero
no los capitales privados con la nación.
Por lo tanto los campeones nacionales no pueden ser sino empresas
estatales. Pero ello no interesa al capital privado y, por lo
contrario, despierta su alarma y oposición activa, lo cual
facilita el recurso masivo a la inversión
extranjera directa como forma de expandir actividades que
requieren un monto muy elevado de capital o que están
ligadas con el consumo de los sectores medios y altos, y donde el
posicionamiento en el mercado de las empresas
extranjeras genera fuertes riesgos para
el capital nacional.
El desarrollo de una política de
industrialización asentada sobre un sistema
industrial autónomo con eje en un sector de bienes de
producción bajo control nacional
deviene una bandera que levantan las fracciones de los sectores
populares que se oponen, al mismo tiempo, a la
dominación del capital; cuando estas fracciones
incrementan su grado de activación y su peso en la
sociedad los sectores dominantes se abroquelarán en una
alianza que desemboca incluso, como en Chile o la Argentina, en
la restauración del modelo primario exportador.
III.II. El proceso de
desindustrialización.
Estas características explican el fuerte impacto
sobre la región de la crisis de la deuda y de los cambios
en la división internacional del trabajo. El brutal
aumento de los intereses inducido por los Estados Unidos
sólo pudo ser absorbido por economías como la
coreana, con muy altas tasa de crecimiento de sus exportaciones,
a la vez que la progresiva internacionalización de los
procesos
productivos y el consiguiente desarrollo del capital
transnacional aumenta los riesgos y las desventajas de los
capitales locales centrados sobre el mercado interno y torna
más difícil su reorientación hacia el
externo, así como la de las filiales del capital
extranjero que operan en la economía local. En
las redes en las que,
por lo general, unos y otros deben insertarse, lo relevante es
que cada una de las unidades opere, en el segmento de la
producción a su cargo, con el más bajo costo al que
puede acceder la red en nivel mundial. Ello
hace a un conjunto de parámetros (ubicación
geográfica respecto de otras unidades, capacidad de
producción, costos unitarios, etc), sobre los que resulta
difícil actuar. Sobre todo en un contexto de debilidad
frente a las exigencias externas por la crisis de la deuda y de
una fuerte presión
por parte del Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial
para la apertura unilateral de la economía y el
desmantelamiento de la casi totalidad de los instrumentos de
intervención con que contaba el Estado.
El resultado del nuevo contexto y de la progresiva
observancia de las exigencias externas es en consecuencia, en
mayor o menor medida en los distintos países, un proceso
de desindustrialización acompañado del incremento
de la desocupación23 . El porcentaje de
participación del valor agregado
por la industria
manufacturera en el PIB cae en
América latina y el Caribe del 28% en 1975 al 19% en 2001
24. En la medida que ello va acompañado de
bajas tasas de crecimiento globales y de un proceso inverso en
otras regiones, esto implica una fuerte caída de su
participación en la producción mundial y en las
exportaciones de manufacturas (cuadro Nº 7)
Cuadro Nº 7.
Participación en el valor agregado por la manufactura y
en las exportaciones de la industria manufacturera.
Países desarrollados, en transición y en
desarrollo,
y regiones y países seleccionados- 1985 y 1998.
Porcentajes.
Fuente: UNIDO Scoreboard
database.
Las actividades tecnológicamente más
complejas y más intensivas en el uso de trabajo
calificado, que son aquellas en las cuales las desventajas de
costos respecto de los países centrales eran mayores, no
pudieron, a los precios
internacionales y los salarios reales vigentes (o los resultantes
de los sucesivos recortes que experimentan), obtener la tasa
media de ganancia imperante en nivel mundial y tendieron a
contraerse y/o a desaparecer. Otro bloque de industrias,
altamente intensivas en el uso de trabajo no calificado es
amenazado en su existencia y el descenso en la producción
de éste y la desaparición del anterior bajo el
avance de las importaciones no ha sido compensado por el
crecimiento de las exportaciones industriales tradicionales ni
por el desarrollo de nuevas exportaciones de origen industrial.
De esta manera el resultado, junto con la reducción del
peso relativo de la industria manufacturera en su conjunto es, si
se exceptúa México
donde la expansión de la maquila crea un escenario apenas
algo diferente, el aumento de la participación en el valor
agregado de las actividades manufactureras basadas sobre recursos
naturales y la caída de las de alta y mediana tecnología y aun
más de las de baja tecnología (cuadro Nº
8)
Cuadro Nº 8.
Participación en el valor agregado por la industria
manufacturera de industrias clasificadas
según el tipo de tecnologías
empleadas26. Porcentajes. 1985 y
1998
Fuente: UNIDO Scoreboard
database.
II.III. Los nuevos patrones de especialización
y el eventual impacto del ALCA en sus distintas
versiones.
Paralelamente a este proceso común de
desindustrialización se han ido afirmando tres patrones
diferenciados de especialización exportadora. Uno de
ellos, predominante en México y varios países de
Centroamérica y el Caribe, se caracteriza por el creciente
peso de las exportaciones de productos dinámicos basadas
sobre operaciones de
maquila; el característico de América del Sur
está centrado a su vez sobre exportaciones intensivas en
el uso de recursos naturales y con una participación poco
dinámica en el comercio
mundial;25 finalmente algunos países del Caribe
se especializan en servicios
financieros y turísticos. Sólo nos referiremos, por
razones obvias, a los dos primeros y ello sólo en
relación con el eventual impacto de un acuerdo de libre comercio
sobre los mismos.
La especialización en la maquila de México
y Centroamérica ha permitido un espectacular crecimiento
de las exportaciones manufactureras, así como un aumento
de la participación del valor agregado por la maquila en
el PIB manufacturero del 6,9 % en 1990 al 17,9% % en 2001 y del
1,4% al 3,3% en el PIB total. Ello ha sido sin embargo paralelo a
una caída de la participación de la manufactura en
el PIB total del 20,6% en 1990 al 18,4% en 2001, lo que indica
que la profundización de la apertura produjo efectos
contractivos sobre la manufactura superiores a los efectos
multiplicadores de la expansión de la maquila. Ello no es
de extrañar si se tiene en cuenta que en la maquila
mexicana, en 2001, los insumos importados representaban el 73%
del valor bruto de producción, y que en el 27% restante
los insumos locales representaban un monto menor que las
utilidades27.
La maquila configura, en la economía local,
islotes productivos sujetos a una muy fuerte presión
competitiva y una gran volatilidad de las inversiones a
medida que Estados Unidos concluye tratados que
mejoran el acceso de otros países a su mercado y las
economías de la región donde se han concentrado
estas actividades presentan tasas de crecimiento similares a las
del resto y sustancialmente más bajas que las de
economías asiáticas con una inserción
similar.
La creación de un área de libre comercio
no alterará obviamente, en cuanto a las exportaciones la
situación de México, que ya se encuentra en el
NAFTA, ni
modificará sustancialmente la de América central y
buena parte de América andina, que tienen diversos
tratamientos preferenciales para el acceso al mercado
norteamericano, principal destino de sus exportaciones,
razón por la cual no es de esperar sustanciales
inversiones externas en relación con una expansión
de las actividades relacionadas con la maquila. En este sentido
la preocupación de sus sectores dominantes por una
rápida concreción del ALCA está ligada,
fundamentalmente, con no perder espacios en el mercado
norteamericano respecto de sus competidores de la
región.
Desde el punto de vista de las importaciones
agrícolas el impacto del tratado puede ser sin embargo
sustancial en la América andina, como lo muestra la crisis
de la producción campesina de maíz en
México. El librecambio agrícola pone en riesgo las
bases materiales de las culturas originarias de América y
cabe esperar, en la agricultura
andina, en el mejor de los casos, un rápido proceso de
tecnificación con acelerada concentración de la
propiedad de la tierra y
expulsión de mano de obra y, en el peor, un retroceso puro
y simple en la producción y la ocupación agrarias.
Como, al mismo tiempo, no hay expectativas serias de incremento
de las exportaciones industriales, el resultado previsible en uno
u otro caso será una situación de creciente
deterioro social en el agro y los centros urbanos.
En cuanto al cono sur y en especial el Brasil y la
Argentina, que son los de mayor desarrollo industrial relativo y,
al mismo tiempo, competidores de los Estados Unidos en el terreno
agrario, la situación es particularmente compleja. Por una
parte la pretensión estadounidense de condicionar, en
mayor o menor medida, su apertura agrícola a las
negociaciones en el seno de la
Organización Mundial del Comercio supone mantener una
protección especial en el sector donde el Brasil y la
Argentina son más competitivos y demandar, al mismo
tiempo, la apertura de las economías de éstos en la
industria y servicios, donde son mayores las ventajas
estadounidenses. Las razones que esgrime para ello -la
imposibilidad de reducir los subsidios en el marco de un acuerdo
en el que no participen la totalidad de los países
productores y la necesidad de preservar las condiciones de vida
de las familias y las comunidades agrarias- son un alarde de
cinismo frente a países que carecen de condiciones
económicas para neutralizar los efectos de esos subsidios
ni los de la apertura, respecto de la cual los Estados Unidos
dispone desde 2002 una legislación destinada a morigerar
su impacto sobre los trabajadores, las empresas y las
comunidades, la que fue aprobada simultáneamente con la
autorización al presidente para negociar el
ALCA.
En relación con estos países no puede
haber un tratado de libre
comercio equitativo y equilibrado en los términos de
la propia visión hegemónica sobre la que descansa
el acuerdo de Miami sin apertura del sector agrícola
norteamericano. Pero ello no implica que si se abriese totalmente
el mercado agrario de EUA los efectos del área del libre
comercio serían compatible con un crecimiento sostenido y
equitativo.
Un precio de los productos agrarios un diez o un quince
por ciento más alto; un mayor volumen de
producción por un uso más intensivo del suelo y una
expansión de la superficie cultivada elevarían los
ingresos de los productores agrarios, pero no generarían
un impacto notorio sobre la tasa de crecimiento y sólo
beneficiaría limitadamente al empleo. El sector
agrícola de clima templado se
caracteriza por una tecnología fuertemente intensiva en el
uso de recursos naturales y de capital y la Argentina tiene la
experiencia de la década de los noventa en cuanto a un
crecimiento en volumen de su producción de cereales de
más del 70% en un contexto de acelerado aumento de la
desocupación. La situación no
sería sustancialmente distinta si a los granos se le
agregan los jugos, especialmente los cítricos.
La esperanza puesta en la apertura del sector agrario
estadounidense supone una total pérdida de perspectiva
respecto del peso económico y social efectivo, real y
potencial, que tiene este sector en economías como las del
Brasil o la Argentina y, además una apuesta redoblada a un
juego que ya
se perdió. La Argentina (y el Brasil, aunque en
condiciones distintas) apostó a fines del siglo XIX y
comienzos del XX al librecambio y a las ganancias derivadas de su
dotación de recursos naturales, que eran cuantiosas y su
proceso de crecimiento fue paralelamente un proceso de
consolidación de un subdesarrollo
que no ha podido superar28. Se trata de una historia distinta de la de
Estados Unidos, Canadá o Australia en su momento y en la
que se pretende insistir La apertura agrícola de EUA es
imprescindible para que el tratado no sea expresión de un
simple acto de poder unilateral, pero no ofrece alternativa de
desarrollo y puede estar acompañada, en estos
países, por la paralela eliminación de los aranceles, de
un saldo fuertemente negativo en términos de empleo total.
La apertura se traducirá en un desplazamiento parcial por
las exportaciones estadounidenses de la producción
industrial orientada al mercado local y de las exportaciones de
manufacturas realizadas a otros países del cono sur,
mientras que, salvo en algunos rubros específicos,
actualmente sujetos a cuotas o picos tarifarios, no es dable
esperar en cambio un
fuerte incremento de las actuales exportaciones, que entran en su
mayoría al mercado de EUA con arancel nulo o muy
bajo.
Los sectores dominantes del Brasil, que es el
único país que conserva una estructura industrial
relativamente compleja son concientes de ello cuando impulsan una
política de acelerada concreción de tratados de
libre comercio en la región a fin de que las empresas
radicadas en el Brasil puedan consolidar sus posiciones y
alcanzar una escala que les posibilite subsistir frente a la
competencia.
Resta, por supuesto la posibilidad del desarrollo de
nuevos rubros de exportación. Pero se ha experimentado un
fuerte proceso de desindustrialización; en la estructura
industrial tienen escaso peso las actividades más
dinámicas, de suerte que si en la década de los
setenta el cono sur tenía niveles de productividad
industrial no muy alejados de los países más
atrasados de lo que es hoy la Unión
Europea, en la actualidad debe competir en algunos casos con
las exportaciones de tecnología intermedia de Corea o
Taiwán, pero a través de filiales de empresas
transnacionales y no de empresas locales; en otros con China o
Tailandia, países con niveles de salarios sustancialmente
inferiores y con un crecimiento, sobre todo en el primero de
estos países, particularmente elevado de su
productividad.
En las condiciones de América latina un
crecimiento sustentado sobre las exportaciones como el aceptado
en el acuerdo de Miami y que no refleje, como en el caso de la
maquila, un fuerte incremento de los valores
exportados sin modificaciones significativas en el valor agregado
local, sólo puede ser resultado o de un deterioro
adicional de las condiciones de vida de los sectores populares en
el marco de una carrera hacia el piso en la que está
envuelta la mayor parte de la población mundial o de un proceso de
reindustrialización incompatible con el libre comercio aun
cuando se cuente con un Estado en vez de la oficina
administradora de la plataforma de exportación que
pretende los Estados Unidos.
El estado desarrollista latinoamericano ha experimentado
en toda la región un radical proceso de desmantelamiento,
con una muy importante reducción de su
participación directa en el aparato productivo y la
eliminación de sus instrumentos de control sobre el
sistema
financiero y los movimientos de capitales, a lo cual deben
agregarse niveles de protección sustancialmente más
reducidos que los imperantes en Corea o Taiwán hasta
avanzados los años ochenta, o que los de China, cuyos
aranceles superaban, hasta 1992, el 40% y son aún en la
actualidad, cuando es el tercer exportador a los Estados Unidos y
el principal proveedor del Japón y
Corea, un 50% más elevados que los de América
latina, encontrándose reforzados por un sinnúmero
de prácticas y normas
restrictivas. Está claro que el ALCA, cualquiera sea su
contenido definitivo, contendrá una prohibición de
elevar los aranceles por encima de los actualmente vigentes; un
enunciado de las metas a alcanzar a largo plazo en su cuerpo
constitucional y un compromiso de no adopción de
políticas contrarias a las mismas, así como de
negociar periódicamente avances para su
consecución, tal como consta en la actualidad en distintos
capítulos del Nafta o en múltiples acuerdos de la
OMC.
Está asimismo claro que con aranceles cero (aun
cuando éstos lleguen a ese nivel en un cierto
número de años) y un estado privado de instrumentos
básicos de intervención, no existirá
ningún proceso de industrialización o
reindustrialización en economías en las que la
apertura ha impulsado y seguramente incrementará la
reprimarización de la estructura productiva.
Esta reprimarización no perturba a una
fracción muy importante de los sectores dominantes
locales, que desearían probablemente contar con un estado
susceptible de otorgarles, como lo ha hecho en las más
variadas coyunturas, un apoyo más activo que el previsto
en la propuesta norteamericana, pero que tienen una fuerte
inserción exportadora y enfrentan barreras de diverso tipo
para profundizar su penetración en el mercado
norteamericano, por lo cual, en última instancia
están dispuestas a aceptar cualquier ALCA. Un abundante
ejército de reserva y salarios en baja, que son la
contrapartida necesaria de la reprimarización, son para
ellos una garantía de rentabilidad
acrecentada.
Sin embargo, aun sin revertir en lo inmediato el
código
de protección de los intereses del capital transnacional y
de los estados centrales que conforman las disposiciones de la
Organización Mundial del Comercio, es
posible encarar otra política. Los aranceles comprometidos
ante la OMC son tres veces más elevados que los
efectivamente aplicados y las compras del
estado, el manejo del crédito, la concentración de
los recursos estatales en el apoyo a las actividades consideradas
prioritarias y el control total o parcial de éstas por el
estado son instrumentos aún posibles de utilizar, pero
cuya efectividad exige una acción fuertemente coordinada y
dirigida en el marco de una agenda de reconstitución de
los controles estatales básicos sobre la actividad
económica. Una política de este tipo es
incompatible con un ALCA, incluso light, pero también con
el tradicional estado desarrollista latinoamericano, no
sólo porque éste estuvo siempre demasiado permeado
por los intereses de las distintas fracciones del capital como
para disciplinarlo en su conjunto, sino también y
básicamente porque las fracciones dominantes en que
históricamente se ha apoyado han dejado, en su
transnacionalización subordinada, de encarar un proyecto
susceptible de impulsar la reindustrialización sobre la
base de desarrollo y el control de nuevas capacidades
productivas. Esta tarea sólo puede ser asumida por un
nuevo bloque alternativo, pero la prioridad no recaerá
entonces, como en el ALCA, en la consecución del
crecimiento a través de las exportaciones, sino en la
construcción de una América latina
más igualitaria, donde no existan el hambre y la pobreza y cuya
inserción en el mundo se asiente en el desarrollo del
potencial de la sociedad y no en el deterioro de las condiciones
de existencia de la mayoría. En tanto, resulta esencial
frenar el ALCA en cualquiera de sus versiones y con él la
pretensión de tornar irreversibles las condiciones
impuestas por el capital transnacionalizado.
El autor agradece los comentarios de Martin Schorr, que
han permitido mejorar significativamente el texto. Las
opiniones vertidas en el mismo son exclusiva responsabilidad del autor.
* Como citar este documento: Arceo, Enrique. El ALCA :
acuerdos, confrontaciones y proyectos de
sociedad. . Instituto Argentino para el Desarrollo
Económico, nro. 200 Enrique Arceo Instituto Argentino
para el Desarrollo Económico. noviembre-diciembre. 2003.
Acceso al texto completo:
http://www.flacso.org.ar/areasyproyectos/areas/aeyt/Publicacion/07Prog/Articulos/20_ArceoRE200.pdf
1. Romero, Simon, US and Brazil end talks, The New York
Times, 21 de noviembre 2003.
2. Enrique Arceo, ALCA, Neoliberalismo
y Nuevo Pacto Colonial, Secretaría de Relaciones
Internacionales de la CTA e Instituto de Estudios y
Formación de la CTA, 2002, 2da edición, pag 100 y ss
3. HR 3009 EAS, Sección 2102 (10), reciprocal
trade in agriculture.
4. Cada corchete consigna una posición diferente
respecto de una determinada cuestión
5. Informe ALCA
nº 11, julio- agosto de 2003. Consultora Económica
Social Integrada- CESI
6. Rodrik, Dani, "Trade Policy and Economic Growth: A
Skeptic's Guide to the Cross-National Evidence" (with Francisco
Rodríguez), Macroeconomics Annual 2000, eds. Ben Bernanke
and Kenneth S. Rogoff, MIT Press for NBER, Cambridge, MA,
2001
7. Los datos provienen
de una base de datos
confeccionada por el autor que abarca el período 1975-2000
y consta de 108 países. No incluye, por falta de
disponibilidad de datos, fundamentalmente a los ex países
socialistas, salvo Hungría y China, pero engloba a
más del noventa por ciento de la población
correspondiente, en 1975, a los países capitalistas. Los
datos sobre el PIB, salvo indicación en contrario
están tomados a precios nacionales constantes de 1995 y
han sido convertidos a dólares constantes utilizando la
tasa de cambio de cada moneda con el dólar en ese
año; luego se ha aplicado el coeficiente que lleva esa
tasa de cambio a paridad de poder compra. El PIB de cada
país aparece así calculado en dólares de
1995 y a precios mundiales, pues el mencionado coeficiente define
una tasa de cambio que permite comprar en cualquier país,
con una determinada cantidad de moneda local, la misma cantidad
de bienes que en Nueva York. La cifras resultantes reflejan, en
consecuencia el volumen de bienes y servicios disponibles en cada
país (o por habitante del mismo) y su cambio en el
tiempo.
8. Banco Mundial,
World Development Indicators
9. Milanovic, Branko (2002),Can We Discern the Effect of
Globalization on Income Distribution? Evidence from Household
Surveys- World Bank Policy Research Working Paper
2876.
10. El producto per cápita de Corea se ubicaba,
en 1962, en el puesto 99 sobre un total de 129 países,
entre los de Sudán y Mauritania; el de Taiwán en el
puesto 85, entre Zaire y Congo, PR. Wade, Robert, Governing the
Market, Princeton University Press, USA, 1990.
12. Kohli, Atul, Where Do High-Growth Political
Economies Come From?. The Japonese Lineage of Korea´ s
"Developmental State", en Woo-Cumings, Meredith, (ed) The
Developmental State, Cornell University Press, USA, 1999, pag.
119
13. Cumings, Bruce, The origins and development of the
Northeast Asian Political Economy: Industrial Sectors, product
Cycles, and political Consequences, en F.C Deyo, ed, The
political Economy of New Asian Industrialism, NY 1987, pag 67,
citado en Arrighi Giovanni, The African Crisis, World Systemic
and Regional Aspects, New Left Review 15, mayo-junio 2002, pag
31
14. Pempel, T.J, The developmental regime in a changing
world economy en Woo-Cumings, Meredith (ed) The developmental
State (2002), Cornell University Press; Amsden Alice H, Corea, un
proceso exitoso de industrialización tardía,
(1992), Grupo
Editorial Norma, Colombia, Amsden,
Alice H., The rise of "the rest". Challenges to the west from
late- industrializing economies, (2001), Oxford University Press,
New York.
15. Los productos básicos no energéticos
reducen su participación en las exportaciones de productos
no energéticos de los países en desarrollo del 50%
en 1980 a menos del 20% en 1998. UNCTAD, Trade and develoment
report, 2002, Ginebra, 2002, pág 82.
16. Enrique Arceo, ALCA, Neoliberalismo y Nuevo Pacto
Colonial, Secretaría de Relaciones Internacionales de la
CTA e Instituto de Estudios y Formación de la CTA, 2002,
2da edición, págs 45-61
17. Se consideraron industrializados los países
donde, en 1990 o el año más próximo para el
cual se dispuso de datos, el valor agregado por la industria
manufacturera supera el 20% del PIB; o en los que, a falta de ese
dato, el valor agregado por la industria supera el 30% del PIB;
si tampoco se dispone de ese dato se requiere que el empleo en la
industria supere el 25% del empleo total. Exportadores de
manufacturas son aquellos en que, en 1990, más del 50% de
las exportaciones provienen de la industria manufacturera,
cualquiera sea la participación de la industria
manufacturera en el PIB. Exportadores de petróleo o minerales son
aquellos donde estos productos representan más del 70% de
las exportaciones en 1990, cualquiera sea la participación
de la industria manufacturera en el PIB. Primarios: son los
países que no entran en las tres categorías previas
e incluyen, por lo tanto, a los paraísos fiscales y/o
turísticos, que para algunos efectos serán
distinguidos de los restantes.
18. Arrighi, Giovanni, A ilusao do desenvolvimiento
Editora Vozes, Petrópolis, 1997, pág 187
19. Este parece ser un límite particularmente
importante para modelos como
el taiwanés o el coreano. La fuerte concentración
en un sector esencial para estos países, como es la
electrónica, en una estrategia de
ampliación de la porción de mercado en sectores
relativamente homogéneos, como los aparatos
electrónicos de consumo y las memorias de
computadoras,
apoyada sobre un alto grado de importación de equipos y materiales y sin
desarrollo de capacidad propia de diseño,
despierta, por ejemplo, serias dudas sobre la posibilidad que
tienen, en el largo plazo, de conservar su capacidad competitiva.
Ernst, Dieter, Catching-UP, Crisis and Industrial Upgrading.
Evolutionary Aspects of Technological Learning in Korea´s
Electronic Industry, Danish Research Unit for Industrial
Dinamics, Druid Working Paper Nº 98-16, agosto
1998.
20. Arceo, Enrique: La crisis del modelo neoliberal en
la Argentina y los efectos de la internacionalización de
los procesos productivos en la semiperiferia y la periferia. Rev
Época, Nº 3, 2003
21. La crisis asiática de 1997 está
ligada, precisamente, con la apertura de sus cuentas de
capitales bajo la presión de Estados Unidos y el FMI. Singh, Ajit,
Asian capitalism and financial crisis, en Michie Jonathan y
Grieve Smith, John (ed), 1999, Global Instability, Routledge,
London.
22. En término de paridad de poder de compra el
producto de Corea crece anualmente, entre 1975 y 2000, un 5%
más que el de Malasia y un 12% más que el de
Tailandia, a dólares corrientes lo hace 43% y 50%
más, respectivamente. Cálculos propios sobre la
base de Banco Mundial , World development Indicators.
23. El promedio ponderado del desempleo abierto
urbano en América latina es 5,7% en 1990; 6,6% en 1994,
7,9% en 1996, 8,1% en 1998 y 9,2 en los tres primeros trimestres
de 2002. El promedio simple es 8,1% en 1990; 8,5% en 1994; 9,8%
en 1996; 9,1% en 1998 11,3% en 2002. OIT, Panorama Laboral de
América Latina 2002
24. World Development Indicators
25. "Los países de América del Sur, en
cuanto grupo, parecen estar en gran medida excluidos de las
exportaciones dinámicas en los mercados
mundiales. Sólo dos de las exportaciones de más
rápido crecimiento del grupo se encuentran entre los 20
productos más dinámicos en el comercio mundial, a
saber, las bebidas no alcohólicas y los tejidos de punto.
La región no participa de forma significativa en las
actividades de producción internacional compartida debido
a factores tales como la mayor distancia geográfica de los
países desarrollados que han sido los más activos en esas
actividades, los altos salarios en comparación con su
productividad y una infraestructura inadecuada. Los países
de la región han aprovechado su abundancia en recursos
naturales para aumentar fuertemente sus exportaciones de
productos primarios: sus 6 productos más dinámicos
son productos primarios, y entre las 20 exportaciones de
más rápido crecimiento de América del Sur
figuran un total de 9 productos básicos." UNCTAD, Trade
and develoment report, 2002, Ginebra, 2002, pag 90.
26. Las divisiones, grupos mayores o
grupos de la ISIC revisión dos que pertenecen a cada uno
de estos tipos son los siguientes. Basadas sobre los recursos:
31,331,341,353,354,355,362,369. Baja tecnología:
32,332,361,381,390. Alta y mediana tecnología: 341, 351,
352, 356, 37, 38 (exc 381)
27. Kuwayama, Mikio y Durán Lima, Jose E. La
calidad de la
inserción internacional de América latina y el
Caribe en el comercio mundial, CEPAL, Serie comercio
internacional Nº 26, Santiago de Chile, mayo
2003
28. Arceo, Enrique, Argentina en la periferia
próspera. Renta Internacional, dominación
oligárquica y modo de acumulación, Universidad
Nacional de Quilmes, FLACSO; IDEP,2003. Revista Realidad
económica Nro. 200/IADE. Hipólito
Yrigoyen 1116 4° piso Buenos Aires,
Argentina – Tel. (54 11) 4381-7380/9337
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Enrique Arceo
*Abogado, Doctor en economía de la
Universidad de París. Miembro del Instituto de Estudios y
Formación de la CTA. Docente de la UBA
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