- El ALCA : acuerdos,
confrontaciones y proyectos de sociedad - I. Las confrontaciones y
la reunión de Miami - II. Libre comercio,
exportaciones y crecimiento en la visión
hegemónica y en los hechos
III. La desindustrialización de América
latina y las diversas versiones del ALCA
Descriptores Temáticos: ALCA, MERCOSUR,
libre
comercio, exportaciones,
hegemonía
El ALCA : acuerdos,
confrontaciones y proyectos de sociedad
La XVIII Reunión Ministerial de Comercio
celebrada en Miami culminó con una declaración
destinada a "proporcionar orientación para la fase final
de las negociaciones del ALCA" y apenas constituye, como indica
el New York Times1, un vago esqueleto destinado a
posibilitar la prosecución de las negociaciones. Es este
un hecho no menor si se tiene en cuenta que las negociaciones
comenzaron en 1994 y que el ALCA es uno de los ejes de la
política
hemisférica de los Estados Unidos y
plantea dos interrogantes. El primero está referido a las
posibilidades de progreso de las negociaciones si las partes
mantienen las posiciones que han desencadenado la crisis del
esquema previo. El segundo es si, en caso de que este progreso
tenga lugar, el tratado será, desde la óptica
de los sectores populares latinoamericanos, sustancialmente
distinto al resultante de la propuesta norteamericana
original.
A fin de aportar elementos para responder a estas
preguntas en este trabajo se
examinan, en primer lugar, los objetivos y
las modalidades de negociación modificados en Miami, la
confrontación de intereses que origina los cambios y los
puntos de acuerdo sobre la base de los cuales se pretenden
continuar las negociaciones. Luego se indagará si la
visión común que sirve de sustento al acuerdo
refleja adecuadamente las transformaciones sobrevenidas en las
relaciones centro-periferia durante el último cuarto de
siglo, evaluándose finalmente, en una última parte,
el impacto que sobre los sectores mayoritarios de América
latina tendría un acuerdo "exitoso" en los
términos resultantes de la declaración de
Miami.
I. Las confrontaciones y
la reunión de Miami
I.I. Los dos componentes del ALCA en la propuesta
estadounidense
El ALCA, tal como fue planteado por los Estados Unidos
tomando como referencia el NAFTA ( sigla
inglesas del tratado de libre
comercio de América
del Norte suscripto entre Estados Unidos, Canadá y
México)
pretendía conformar un área de libre comercio
dentro de una concepción en que éste implica no
sólo la libre circulación de las mercancías,
sino también el acceso por parte de las empresas, los
prestadores individuales de servicios y
los capitales del área, a la totalidad de los mercados de
bienes y
servicios en las mismas condiciones que los nacionales. La
noción norteamericana de libre comercio incluye
también la existencia de normas comunes de
regulación de la competencia a fin
de asegurar la lealtad de ésta, así como la
garantía absoluta para los capitales de no ser afectados,
sin la correspondiente indemnización, por la acción,
incluso legítima, de los Estados y el derecho de accionar
contra éstos ante tribunales arbitrales.
El tratado no considera, en cambio, en el
modelo
impulsado por los Estados Unidos, posibilidad alguna de movilidad
de la mano de obra entre los estados. Los servicios deben ser
prestados por empresas que se radican en el país o a
través de las fronteras, como en el caso del
telediagnóstico, la educación a
distancia, la ejecución de tareas contables o
jurídicas o la realización de operaciones
financieras o bancarias entre clientes y
entidades radicados en distintos países. Tampoco
prevé autoridad
política alguna y el acuerdo debía concretarse en
un texto
único donde los estados asumirían idénticos
derechos y
obligaciones.
La normativa que plasma esta concepción conforma,
por su naturaleza
misma, dos cuerpos diferenciados. El primero está
relacionado con la eliminación, en un plazo planteado
originalmente en diez años, de los aranceles
aduaneros dentro de la región, es decir, la
implantación del libre comercio, e incluye un conjunto de
normas relativas a aranceles, medidas no arancelarias, reglas de
origen, medidas sanitarias y fitosanitarias, medidas de
emergencia, barreras técnicas
al comercio, procedimiento
aduanero, etcétera.
El segundo constituye un verdadero texto constitucional
articulado en torno de los
principios de
garantía absoluta a la inversión, trato nacional a los inversores,
cláusula de la nación
más favorecida y transparencia y su objeto es definir las
condiciones de funcionamiento del mercado
único y garantizar los derechos del capital
eliminando cualquier norma o acción que pueda distorsionar
el funcionamiento de los mercados. Este cuerpo incluye una gran
cantidad de temas: compras del
sector
público, inversión, comercio transfronterizo de
servicios, servicios financieros, política en materia de
competencia, monopolios y empresas del Estado,
entrada temporal de personas de negocios,
propiedad
intelectual, revisión y resolución de
controversias en materia de antidumping y cuotas compensatorias,
procedimiento para solución de controversias,
etcétera.
Este segundo cuerpo se superpone con las materias que
regula la
Organización Mundial del Comercio. El NAFTA
sirvió de base a muchas de las disposiciones de esa
institución, pero Estados Unidos no pudo lograr
allí sino una recepción parcial de los principios
consagrados en ese tratado. El cuerpo constitucional planteado en
las discusiones del ALCA va entonces más allá de
las disposiciones de la Organización Internacional del Comercio y
es intención expresa de los Estados Unidos obtener en este
terreno un avance suplementario en relación con el NAFTA
que sirva de referencia para la profundización de la
normativa de la Organización Mundial del Comercio en el
marco de la nueva ronda de negociaciones dispuesta en
Doha.
I.II. Las confrontaciones y su lógica.
Los conflictos que
traban las negociaciones pueden comprenderse aceptando que, tal
como manifiestan los propios actores, ninguno de los
países que intervienen impugna la visión
hegemónica vigente acerca de las ventajas
recíprocas del libre comercio, pero que todos procuran, en
el marco de ella, preservar en el mayor grado posible su interés
nacional, entendido éste como la obtención de las
condiciones más favorables para la acumulación del
capital en la economía
local.
En este marco cada país tiene interés en
asegurar la entrada más rápida y amplia posible de
sus productos en
el mercado de los demás a fin de minimizar los efectos
destructivos de la apertura sobre su propia estructura
productiva, lo cual hace fundamentalmente, pero no
exclusivamente, al primer cuerpo de normas.
La situación es más compleja en
relación con el segundo cuerpo de normas. Éstas
reflejan básicamente el interés de los Estados
Unidos en su carácter de exportador de servicios e
inversor, pero también de sostén de un modo de
funcionamiento del capitalismo
que procura imponer en nivel mundial y, en primer lugar, en su
patio trasero.
Los países latinoamericanos, en caso de aceptar
la propuesta estadounidense, deberían, a cambio del
derecho mayormente teórico a que sus empresas participen,
por ejemplo, en las compras del sector estatal norteamericano,
excluido el militar, abrir el acceso a los mercados de servicios,
en especial los financieros, perdiendo gran parte del manejo del
crédito
y la política
monetaria; ampliar el reconocimiento de los derechos de la
propiedad
intelectual; someter las compras del Estado a licitación
dentro del área; renunciar a imponer condiciones de
desempeño a los inversores, asegurar la
libre transferencia de los capitales, etc. Esto puede ser visto
como el precio
necesario para atraer inversiones y
para que sus exportaciones de mercancías accedan al
mercado norteamericano, pero pone claramente de manifiesto las
relaciones sustancialmente asimétricas que subyacen la
igualdad
jurídica de las partes en el tratado.
Estado Unidos, independientemente de la
concepción que enarbola respecto del papel que debe
desempeñar el mercado, carece de interés en la
preservación jurídica de su libertad de
acción en el terreno económico y social y en la
conservación de un cierto ámbito privilegiado de
acumulación para el capital nacional porque utiliza
instrumentos que no quedan prohibidos por el proyecto de
tratado y que están fuera del alcance de los países
latinoamericanos (subsidios directos a los agricultores, gastos en
investigación, desarrollo y
en defensa que sirven de apoyo al crecimiento de los sectores
estratégicos, etc.) y porque los capitales
latinoamericanos carecen de toda posibilidad de expandirse en los
Estados Unidos incrementando de manera decisiva su presencia en
áreas estratégicas.
Por lo tanto los gobiernos latinoamericanos tienen
interés en limitar sus concesiones en este terreno, salvo
convencimiento de que, tal como sostiene la visión
hegemónica, es irrelevante la nacionalidad
del capital y la utilización de políticas
activas para estimular y orientar el crecimiento, y que es
imposible imprimir a la salud o la educación un
carácter no mercantil.
A ello se agrega, en la óptica de algunos
gobiernos latinoamericanos, una segunda razón para la
resistencia a las
normas constitucionales. Aun aceptando enteramente la
visión hegemónica, están interesados, puesto
que las barreras norteamericanas son nulas o muy bajas para una
amplia gama de productos y por lo tanto el área de libre
comercio no ofrece en relación con los mismos ventajas
competitivas particulares frente a países ajenos a ella,
en no verse privados en mayor medida que sus competidores extra
área -tal como ocurriría si el ALCA establece
"reglas constitucionales" más estrictas que la OMC– de los
instrumentos con que cuenta el Estado para
favorecer a las empresas locales en su lucha
competitiva.
Estas líneas de confrontación de intereses
no separan a Estados Unidos y los países latinoamericanos
en dos bloques. El gobierno chileno
plantea, por ejemplo, la necesidad de avanzar en el ALCA
más allá de la OMC, lo cual es coherente con el
modelo de especialización que promueve, centrado sobre el
aprovechamiento de ventajas naturales en buena medida
específicas, aprovechamiento que requiere,
básicamente, un crecimiento extensivo de sus mercados.
Pero también apoyan la posición de los Estados
Unidos además de Chile, países como México o
los centroamericanos, que al igual que ese país, ya han
firmado, o están en tren de hacerlo, tratados en
virtud de los cuales aceptaron las condiciones propuestas por los
Estados Unidos sin discutir las eventuales asimetrías que
ellos involucraban y que se ven situados, con el desarrollo de
las discusiones, en un papel difícil ante su propia
opinión
pública.
Esta oposición de intereses explica el giro que
adopta el desarrollo de las negociaciones a partir,
fundamentalmente, de los cambios sobrevenidos en los gobiernos de
la Argentina y el Brasil, cambios
que en sí mismos no son independientes del fracaso del
consenso de Washington que sirvió de sustento
ideológico a la propuesta de desregulación total
norteamericana y del consiguiente desplazamiento de los sectores
políticos que fueron, en esos países, sus
ejecutores incondicionales. Estos factores actúan
además, en mayor o menor medida, en el resto de la
región, donde se desarrolla un creciente activismo contra
el ALCA, consecuencia del deterioro de las condiciones
económicas y sociales que enfrentan los sectores populares
luego de más de una década de apertura comercial y
financiera; del conocimiento
del alcance e implicancias de las negociaciones y de la
difusión de los resultados del NAFTA en México,
sobre todo en relación con la agricultura de
los pueblos originarios. Este activismo impide a muchos gobiernos
seguir ignorando, bajo el pretexto de la inevitabilidad de la
marcha hacia el libre comercio y la desregulación total,
las muy fuertes asimetrías implícitas, aun
aceptadas esas metas, en la propuesta norteamericana.
I.III. El desarrollo de las
confrontaciones.
En las reuniones previas a Miami realizadas el presente
año el MERCOSUR rechazó, en lo referente al acceso
a los mercados de mercancías, la pretensión de
Estados Unidos de trasladar al ALCA las disposiciones del NAFTA
en materia de agricultura, donde Estados Unidos no asumía
compromisos en relación con los subsidios a sus
productores agrarios.
Estos subsidios, que no son subsidios a la exportación, sobre los que sí
asumían los EUA compromisos respecto de su
eliminación, constituyen el grueso de los fondos aportados
a los productores agrarios estadounidenses2 y el
poder
ejecutivo tiene mandato por parte de la Legislatura
estadounidense de no afectarlos3. Los países
latinoamericanos reclamaron también una
modificación de la legislación estadounidense en
materia de legislación antidumping, que se sujeta a las
disposiciones de la OMC y del NAFTA, pero constituye un elemento
utilizado de manera altamente arbitraria por la
administración para controlar las importaciones en
sectores con fuerte capacidad de lobby y
respecto de la cual el poder
ejecutivo de EUA tiene también mandato expreso de
preservarla.
La respuesta a estas demandas por parte de Estados
Unidos fue, ante la imposibilidad de proseguir las negociaciones
si mantenía su posición original, proponer que las
disposiciones en relación con la agricultura y las medidas
antidumping quedasen sometidas a las resoluciones de la OMC e
introducir la posibilidad, dadas las manifestaciones del CARICOM
y de Venezuela de
que no estarían en condiciones de poner en vigencia las
disposiciones del tratado en la fecha prevista, que algunos
países posterguen por algún tiempo la
aplicación de ciertos capítulos.
Esta propuesta implicaba , en los hechos, avanzar en la
liberalización comercial en la industria,
donde Estados Unidos cuenta con indudables ventajas; retener el
arma de la legislación antidumping, no innovar en materia
de política agrícola y obtener concesiones
sustanciales en garantías a la inversión, propiedad
intelectual y, sobre todo, de acceso a los mercados de servicios,
que son sus objetivos fundamentales en las
negociaciones.
El conflicto se
vio además agravado porque Estados Unidos, al igual que
los restantes países, efectuaron , en violación del
compromiso asumido al definirse la metodología a seguir en las negociaciones,
una propuesta de reducción arancelaria diferencial en
relación con los distintos países. Este hecho y los
aproximadamente 7000 corchetes subsistentes en el texto borrador
del ALCA4 permitieron que el MERCOSUR sostuviera que
las negociaciones entraron en un impasse resultado, entre otros
factores, del hecho de que en 1994, cuando comienza el proceso de
discusión del ALCA, no existía otro foro multilateral para debatir el
amplio espectro de temas que involucra el ALCA y que en la
actualidad, con la ronda de Doha, se negocian los mismos temas en
forma simultánea, por lo cual sugiere una nueva
metodología de negociación.
Las discusiones deberían proseguir, sostiene, por
tres vías paralelas. La primera sería la OMC, donde
la agenda incluiría medidas antidumping y derechos
compensatorios, servicios, inversiones, compras gubernamentales,
políticas de competencia y propiedad intelectual. La
segunda, la negociación directa entre países o
grupo de
países (en el caso del MERCOSUR una negociación
4+1) sobre acceso a los mercados de bienes
agrícolas e industriales y algunos puntos sobre
servicios e inversiones. La tercera vía sería la
discusión, en el cuadro de las actuales negociaciones
sobre el ALCA, de un convenio marco para los acuerdos bilaterales
y el comercio hemisférico en relación con el acceso
al mercado de bienes, subsidios a la exportación,
política de competencia, solución de controversias,
temas institucionales, cooperación entre los países
y fondos de compensación ( tema este último ausente
en la agenda de EUA).
Esta propuesta implicaba una combinación de
negociaciones bilaterales y multilaterales en lo que constituye
el ámbito tradicional de un acuerdo de libre comercio (el
primer cuerpo de normas); un rechazo de la remisión, por
parte de los Estados Unidos, de las negociaciones
agrícolas a la OMC, junto con la exigencia de que ese
país ofrezca compensaciones por la no apertura de su
mercado agrícola hasta tanto la misma se efectivice, y
colocar al conjunto de los países de la región, en
el aspecto constitucional, en las mismas condiciones que los
restantes países del mundo.
La respuesta de los Estados Unidos fue bastante
áspera. Ratificó su negativa a discutir los
problemas
agrícolas en otro ámbito que la OMC; indicó
que en la OMC, en relación con los servicios, se
discutirá el acceso a los mercados, pero no las reglas que
resultan imprescindibles para su efectivización en el
marco de un acuerdo de libre comercio; que la propiedad
intelectual era objeto de una discusión en esa
organización sin que fuera clara la fecha de su
conclusión; que no hay certeza de que se inicien
discusiones en torno de inversiones y que no existe mandato sobre
compras gubernamentales, de manera que es imposible trasladar a
la OMC los problemas que se excluyen del ALCA, indicando que, en
realidad, los países del MERCOSUR procuran establecer un
cerrojo sobre reformas que no desean
asumir.5
Se trataba de una situación similar a la
planteada en Cancún, donde los países menos
desarrollados consideraron totalmente insuficientes las
concesiones hechas por EUA, el Japón y
la Unión
Europea en materia de acceso a sus mercados agrícolas
y de reducción de las subvenciones y bloquearon, a su vez,
el avance de las negociaciones en relación con el acceso a
los mercados de servicios, inversiones, protección a la
propiedad intelectual, etcétera.
El progreso de la agenda multilateral de
liberalización, tanto en el nivel global como en el
regional, requiere que los países menos desarrollados
abran y desregulen sectores altamente sensibles desde el punto de
vista del empleo, la
distribución del ingreso y la capacidad de
control nacional,
a cambio de lo cual a una parte de ellos, que compiten con los
países centrales en actividades como la agrícola,
altamente protegidas por éstos, les reclama un
desmantelamiento similar de las medidas limitativas del comercio.
Pero, a su vez, el otorgamiento por parte de los países
centrales de concesiones suficientemente atractivas para los
países periféricos exigiría medidas que no
sólo afectarían las coaliciones de poder sobre las
que se asientan sus gobiernos, sino que son además
susceptibles de alterar de manera apreciable las relaciones de
fuerza entre
ellos. Estados Unidos considera su sector agrario -en el que es
ampliamente excedentario- clave para su posición
competitiva en la economía
mundial, en la que conservaría, estima, aun suprimido
todo tipo de subsidio, una posición central como productor
de alimentos y
materias primas; Europa y el
Japón temen en cambio devenir altamente dependientes en
materia alimentaria.
I. IV. El acuerdo de Miami
La situación planteada determinaba, por
consiguiente, que las negociaciones relativas al ALCA no
avanzasen hasta la terminación de la Ronda de Doha, sea
cual fuere la fecha de su finalización y que su eventual
fracaso terminara con las discusiones relativas al área de
libre comercio. El acuerdo de Miami es un intento de salvar las
negociaciones mediante la aceptación, por parte de los
Estados Unidos, de la posibilidad de un tratado que
supondría, al menos en lo inmediato y en relación
con algunos países, un avance sólo parcial en las
metas fijadas al comenzar el proceso y, por parte del MERCOSUR y
sus aliados, la anuencia a una negociación que incluye,
aunque con alcances a determinar, todos los puntos de la agenda
planteada originalmente por los Estados Unidos.
El acuerdo de Miami establece, en efecto, que se
desarrollará "un conjunto común y equilibrado de
derechos y obligaciones que sean aplicables a todos los
países", pudiendo los que así lo decidan acordar
beneficios y obligaciones adicionales a través de
negociaciones plurilaterales y que "las negociaciones sobre el
conjunto común de derechos y obligaciones incluirán
disposiciones en cada una de las siguientes áreas de
negociación: acceso a los mercados; agricultura;
servicios; inversión; compras del sector público;
propiedad intelectual; política de competencia; subsidios,
antidumping y derechos compensatorios; y solución de
controversias." Se dispone además que el Comité de
Negociaciones Comerciales (CNC) deberá elevar una
propuesta sobre el proceso para finalizar el Acuerdo y que las
negociaciones sobre acceso a los mercados se deberán
llevar a cabo a un ritmo que lleve a la conclusión de
dichas negociaciones a más tardar el 30 de septiembre de
2004.
Este acuerdo supone, implícitamente, que las
negociaciones no adoptarán necesariamente una forma
plurilateral en lo que hace al acceso a los mercados aceptando
así la propuesta de negociaciones bilaterales del
MERCOSUR. Estados Unidos renuncia a su negativa a discutir los
temas relativos a agricultura y medidas antidumping y el MERCOSUR
a debatir sólo en la OMC lo relativo a servicios,
inversiones, compras gubernamentales, políticas de
competencia y propiedad intelectual. Los ejes de la
discusión serán entonces, de aquí en
más, fundamentalmente, el alcance de las disposiciones
comunes, que recogen enteramente, en cuanto a los temas que deben
cubrir, la agenda planteada por los Estados Unidos para dar forma
a una nueva normativa constitucional y, por otra, las relativas
al acceso a los mercados, que es la única que tiene fecha
precisa de finalización. Una posibilidad es que el
único acuerdo posible sea que las disposiciones referentes
a agricultura, medidas antidumping, servicios, inversiones,
compras gubernamentales, políticas de competencia y
propiedad intelectual tengan un elevado grado de generalidad e
imprecisión y remitan a la normativa que finalmente adopte
la OMC. Las negociaciones podrían en este caso fracasar
por no incluir los puntos fundamentales de las demandas de
Estados Unidos y el MERCOSUR, apertura de los servicios,
inversiones, compras gubernamentales y propiedad intelectual en
un caso, modificación de la política estadounidense
en materia de agricultura y medidas antidumping en el
otro.
El problema es que el nuevo esquema de negociaciones
procura destrabarlas permitiendo la remisión a
ámbitos distintos de aspectos que están en los
hechos íntimamente relacionados. Es evidente que las
concesiones otorgadas por los países latinoamericanos en
el cuerpo constitucional serán más o menos
relevantes en la medida que obtengan contrapartidas importantes
en las discusiones referentes al acceso a los mercados y que es,
a su vez, la magnitud de las concesiones susceptibles de ser
obtenidas en relación con el cuerpo constitucional, lo que
puede justificar, en la óptica de los Estados Unidos,
intentar liberalizaciones, al menos puntuales, en materia de
política agraria. Pero incluso si esto resultara
importante en la óptica del poder ejecutivo norteamericano
será de difícil concreción en tiempo
oportuno atento las condiciones que le ha impuesto el
Congreso y la proximidad de las elecciones en ese país. Se
trata de un sendero particularmente angosto, que probablemente
terminará en un despeñadero si los países
del MERCOSUR son firmes en el reclamo no ya de condiciones de
equivalencia y simetría, sino, simplemente, de condiciones
que no sean la mera aceptación de una cierta
relación de fuerzas.
El acuerdo plantea entonces dos discusiones. La primera
está relacionada con la que se despliega en las
negociaciones y hace referencia a las condiciones que
permitirían eventualmente nivelar el campo de juego. La
segunda surge de interrogarse sobre la exactitud de la
afirmación por los 34 países de que "un ALCA
comprehensivo y equilibrado…fomentará con mayor eficacia el
crecimiento
económico, la reducción de la pobreza, el
desarrollo y la integración a través de la
liberalización del comercio" (punto 5) y de cuestionar,
por lo tanto, si debe jugarse el partido que reclaman el gran
capital de EUA y sectores decisivos de las clases dominantes
locales. Esta última es lógicamente la
prioritaria.
II. Libre comercio,
exportaciones y crecimiento en la visión hegemónica
y en los hechos.
II.I. La visión
hegemónica.
Esta visión se asienta sobre la premisa de que,
en las nuevas condiciones imperantes en la economía
mundial, el crecimiento de los países periféricos
depende de su apertura económica y financiera, y de la
consiguiente expansión de sus exportaciones. Esta
afirmación no es una consecuencia de la teoría
de las ventajas comparativas, fundamento tradicional del libre
comercio. La misma sólo demuestra, en rigor, que el libre
cambio optimiza la asignación de los recursos en el
nivel mundial, pero no establece una relación directa e
inmediata entre libre comercio y crecimiento. Es el resultado de
una amalgama de preceptos generales sobre la superioridad de la
asignación de los recursos cuando no existe interferencia
de los estados, con una descripción que pretende ser reflejo de las
transformaciones que ha experimentado la economía mundial
en el último medio siglo.
Se trata, en cierto sentido, de una vuelta al modelo de
desarrollo hacia afuera dominante hasta los años treinta
del siglo XX con la diferencia fundamental de que la
expansión capitalista del siglo XIX y comienzos del XX
está basada sobre flujos de comercio complementarios
(productos primarios versus manufacturas), mientras que la actual
se sustenta sobre un comercio intrarramas posibilitado por la
caída en los costos de
transporte, de
las comunicaciones
y del procesamiento de
datos.
El hecho de que la nueva división del trabajo
tenga lugar dentro de la industria manufacturera sirve para que
la visión dominante deje de lado buena parte de los
argumentos que sustentaron en la periferia las políticas
de industrialización orientadas hacia el mercado interno:
deterioro de los términos del intercambio, incapacidad del
sector exportador para generar empleo suficiente e incorporar
tecnología, etc. Es más, este hecho
se ha transformado en un poderoso elemento de crítica
hacia las políticas mercadointernistas. Se afirma que la
especialización industrial conforme con las ventajas
comparativas exige, en general, menos capital por obrero que las
actividades sustitutivas de importaciones más complejas y
permite un mayor crecimiento del empleo, especialmente del no
calificado, lo cual posibilita reducir más
rápidamente la pobreza y
aumentar la igualdad en la distribución del
ingreso.
Se impone así, nuevamente, una visión
lineal del desarrollo. Los países industrializados
establecen -si se deja actuar libremente al mercado- la senda que
recorre el resto de los países. A medida que el capital se
torna más abundante en un país periférico y
la mano de obra no calificada relativamente más escasa, la
producción, se sostiene, se desplaza
espontáneamente hacia actividades más complejas e
intensivas en capital, que exigen mayores niveles de
calificación y posibilitan retribuciones más
elevadas; la movilidad del capital hacia los países donde
éste es más escaso posibilita que este proceso
tenga lugar en lapsos históricos excepcionalmente breves,
llevando a una rápida convergencia en los niveles de
ingresos del
centro y la periferia.
La aceptación del nuevo paradigma
supone en la periferia un drástico cambio de
óptica. El subdesarrollo
era caracterizado, en cuanto a la causa básica de su
reproducción, por la ausencia de un
sistema
industrial integrado. Esta ausencia es consecuencia, se afirmaba,
del libre comercio y de la consecuente inserción de la
periferia, en virtud de la supremacía industrial del
centro, en una división del trabajo que la limita a la
producción y exportación de alimentos y materias
primas, mientras que los sistemas
industriales de los países centrales permiten a
éstos generar nuevas necesidades y nuevas formas de
satisfacerlas y reemplazar las materias primas o alimentos
importados a medida que su sistema industrial adquiere la
capacidad de producir sustitutos a un costo menor. Esto
condiciona la elasticidad
ingreso de las mercancías que producen los países
centrales y periféricos, y determina un persistente
deterioro de los términos del intercambio de estos
últimos.
A ello se agrega, se sostenía, el hecho de que la
dinámica del sector exportador resulta en
la mayoría de los casos insuficiente para absorber la
totalidad de la mano de obra y tiende a reducirse a medida que el
recurso sobre el que se basa pasa a ser plenamente explotado y
que el desplazamiento de la mano de obra excedente a las
actividades industriales es bloqueado por la supremacía
industrial del centro. En la mayoría de las actividades,
en sus fases iniciales, los bajos salarios y los
costos de transporte no bastan para compensar las diferencias de
productividad
resultantes de las economías internas y externas generadas
por el pleno desarrollo del sistema industrial en el centro. El
subdesarrollo tiende así a perpetuarse y se impone la
protección de la industria hasta la conformación de
un sistema industrial suficientemente desarrollado como para
poder acceder con sus productos al mercado mundial.
Esta caracterización es ahora impugnada
sosteniendo que las transformaciones sobrevenidas posibilitan
desarrollar las distintas fases de un proceso productivo
allí donde sus costos son menores y que han desaparecido
las trabas para el crecimiento industrial de la periferia. Las
capacidades tecnológicas se diseminan rápidamente;
los distintos países pueden incorporarse a la
producción para el mercado mundial sin necesidad de tener
que desarrollar sistemas industriales o industrias
más o menos integradas, ni enfrentar problemas de
deseconomías internas o de falta de economías
externas, pues tiende a conformarse, a través del
comercio, un único sistema industrial.
En el seno de éste los segmentos menos intensivos
en trabajo calificado y capital de cada proceso productivo
tienden a desplazarse a la periferia y, dentro de ella, las
producciones cambian rápidamente de localización. A
medida que los salarios de los países que realizan una
determinada producción se elevan como consecuencia del
aumento de la productividad posibilitado por el desarrollo de
nuevas capacidades industriales, la producción se desplaza
hacia países de menores salarios y se incorporan
actividades más complejas. En este contexto, dado el
rápido crecimiento de las exportaciones y la entrada de
capitales, el estrangulamiento externo derivado, en la
época del crecimiento industrial orientado hacia el
mercado interno, de la necesidad de importar bienes intermedios y
de capital, desaparece, así como el deterioro de los
términos del intercambio que, en caso de haber existido,
se afirma, estaba originado por la escasa elasticidad ingreso
característica de los alimentos y las materias primas
naturales.
Aceptadas estas premisas, el debate sobre
las políticas para acelerar el desarrollo de la periferia
gira en torno de si los países industrializados aplican
honestamente las reglas del juego referidas al libre cambio; el
tipo de política estatal que puede favorecer una entrada
más importante de capitales externos y la necesidad o no
de aplicar políticas económicas activas para
orientar el crecimiento, apoyar la penetración del capital
local en los mercados internacionales y lograr su
transnacionalización. Son las discusiones que subyacen los
distintos enfoques sobre la forma de encarar las negociaciones
relativas al ALCA .
II.II. Caída del crecimiento y aumento de la
desigualdad.
La visión dominante no logra sin embargo
demostrar, en los reiterados ejercicios econométricos que
pretenden servirle de sustento, la existencia de una
relación causal entre el mayor crecimiento de las
exportaciones y el mayor crecimiento del producto. Lo
que demuestran los datos es que los
países que más crecen son también los que
presentan un crecimiento más rápido de las
exportaciones, lo cual es sustancialmente distinto6.
Se basa además sobre una descripción errónea
del crecimiento del Sudeste asiático (que atribuye al
resultado del juego de las leyes de mercado
en el marco del librecambio) y en un análisis parcial de las consecuencias de la
internacionalización de los procesos
productivos, arribando a conclusiones respecto de una
convergencia de ingresos que no reflejan la realidad.
En relación con esto último es posible
verificar que los países periféricos, tomados como
unidad, han experimentado tasas de crecimiento más altas
que las del centro7 (cuadro Nº 1), pero ello es
así sólo en razón de la excepcional rapidez
de la expansión de China. La
mayor tasa de crecimiento del producto de los países
periféricos no es, sin embargo, consecuencia de una
aceleración de su crecimiento, sino de una
desaceleración menor que la experimentada por los
países centrales. La tasa de crecimiento del producto per
cápita, a precios de
1995, entre 1960 y 1973, de los países de altos ingresos
de la OCDE, fue del 4.2% anual y la de los países de
medianos y bajos ingresos del 3,2% anual.8 El
crecimiento en el período 1975-2000 fue un 47% y un 9%
menor, respectivamente, si comparamos estos datos con los de la
base utilizada, cuyas categorías tienen una
composición similar.
La existencia de una convergencia "se prueba"
habitualmente con los datos sobre la evolución de los ingresos per cápita
del centro y de la periferia, sin precisar el rol decisivo de
China ni el hecho nada banal que esa pretendida convergencia es
resultado de distintos ritmos de caída en la tasa de
crecimiento del producto per cápita. Sin embargo centro y
periferia ( países de altos o bajos ingresos,
desarrollados o en desarrollo, etc.) son unidades de
análisis útiles para otras indagaciones. El
procedimiento utilizado para obtener estos datos (ver nota cuadro
Nº 1), que es el normalmente empleado por el Banco Mundial
para sus análisis, deja de lado la evolución
relativa de los productos per cápita de las naciones y la
de los distintos estratos de ingresos en que puede dividirse la
población mundial, que son las unidades de
análisis relevantes para evaluar si existe convergencia.
El hecho de que se aproximen o alejen los ingresos per capita de
dos grupos de
países nada nos dice sobre la evolución del ingreso
per cápita relativo de las naciones, que son las unidades
de análisis clásicas de la economía
internacional, ni sobre la evolución de los ingresos
relativos de distintos estratos de la población total,
puesto que si se acepta que la desigualdad dentro de los
países del centro y de la periferia puede haber variado,
una aproximación en los ingresos per cápita de uno
y otro grupo no indica necesariamente una mayor igualdad en los
ingresos de la población.
Las medidas relevantes de la convergencia son estas dos
y se verifica que la desigualdad en el ingreso per cápita
de los países ha aumentado: el Gini correspondiente
pasó, como consecuencia de que las naciones pobres
crecieron relativamente menos que las más ricas, de 45.2
en 1978 a 54 en 1998. En cuanto a la distribución del
ingreso de la población mundial, un estudio que
distribuyó a ésta, sobre la base de datos
de las encuestas de
hogares, en deciles de ingresos, verificó un significativo
aumento del Gini entre 1986 y 1993 9. Ambos resultados
son independientes del hecho de que se considere o no a
China
Cuadro Nº 1.
Tasa anual acumulativa de crecimiento del producto per
cápita evaluado en dólares constantes de 1995
y coeficiente de conversión a paridad de poder de compra
del mismo año.
Datos correspondientes a 108 países
*Nota: Los datos correspondientes a cada
agrupamiento, sobre los cuales se calculan las tasas de
crecimiento, se han obtenido sumando el producto de los
países que lo integran y dividiendo el resultado por la
población total del grupo.
Fuente, elaboración propia sobre
Banco Mundial,
World Development Indicators
En resumen, el acelerado proceso de apertura
económica y financiera ha estado ligado con un incremento
de la desigualdad en la población mundial y entre las
naciones y, para la mayor parte de los países
periféricos, con una menor tasa de crecimiento del ingreso
per cápita tanto respecto de períodos anteriores
como en relación con el centro, no obstante la notoria
desaceleración en el crecimiento que este último ha
experimentado
II. III El desarrollo desigual de las
regiones.
El segundo hecho a destacar son las marcadas diferencias
en la evolución de la participación en el producto
mundial de las distintas regiones periféricas. La
periferia en su conjunto ha aumentado su participación en
el volumen de la
producción mundial en más de diez puntos, pero este
incremento se concentra en Asia y Oceanía
periféricas. La periferia de América y de lo que
hemos denominado Euráfrica reducen su participación
en más de dos puntos (cuadro Nº 2).
Cuadro Nº 2.
Participación en el PIB mundial,
evaluado en dólares constantes de 1995
y coeficiente de conversión a PPP del mismo
año.
Datos referentes a 108 países
Nota: Los datos de "mundo" sobre la base de los cuales
se obtuvieron los porcentajes se calcularon al igual que el total
de cada uno de los agrupamientos, sumando el producto de los
países que lo integran. Fuente: elaboración propia
sobre Banco Mundial, World Development Indicators Las
áreas geográficas periféricas que más
han crecido no sólo están fuertemente concentradas
desde el punto de vista espacial, sin que además son las
que tenían en 1975 un producto per cápita
más bajo, excepción hecha de los Tigres (Corea,
Taiwán, Hong-Kong y Singapur), cuyo proceso de crecimiento
se acelera desde comienzos de los años sesenta, pero que
poseían entonces, tanto en el caso de Taiwán, como,
sobre todo, el de Corea, (Hong Kong y Singapur son ciudades
estados que desempeñaron históricamente en rol de
articuladores de los flujos comerciales y financieros de la
región) un ingreso per cápita marcadamente
reducido10 (cuadro Nº 3).
Cuadro Nº 3.
Producto per cápita a paridad de poder de compra y
dólares constantes de 1995 del mundo,
el centro, el total de la periferia y las distintas regiones
periféricas como porcentaje
del producto per cápita de los países
centrales
Nota: Los datos absolutos sobre la base de los cuales se
obtuvieron los porcentajes se calcularon, para cada agrupamiento,
sumando el producto de los países y dividiendo el
resultado por el total de la población.
Fuente: elaboración propia sobre Banco Mundial,
World Development Indicators Estos hechos marcan un proceso de
rearticulación de la periferia con el centro que genera,
como los ocurridos en fases anteriores, nuevos desarrollos,
marcadamente desiguales, en el seno de la misma y que remite, en
cuanto a su origen, desenvolvimiento y consecuencias, a factores
más complejos que los invocados por la visión
hegemónica y a los que es necesario hacer
rápidamente referencia para comprender las implicancias
que ha tenido para América latina la apertura comercial y
financiera que pretende profundizarse con el ALCA.
II.IV. Circunstancias y políticas de los
ganadores "tempranos".
La visión dominante se apoya en buena parte, en
cuanto a su sustento empírico, sobre las rápidas
transformaciones que experimentan los países del sudeste
asiático desde comienzos de los años sesenta. Sin
embargo, el crecimiento de los "tigres" y, en especial, de
Taiwán y Corea (Hong Kong y Singapur desempeñaron
siempre en la región funciones de
centros financieros y comerciales, y revisten el carácter
de ciudades estados) no puede ser comprendido sin tener en cuenta
algunos hechos fundamentales.11 Se trata de dos
países que han estado bajo una larga ocupación
japonesa, la cual, sobre todo en los años treinta,
procuró implementar, frente al derrumbe del comercio
mundial, un proceso de sustitución de importaciones en
escala imperial
para posibilitar la inversión de sus capitales y ampliar
la base industrial necesaria para sus metas bélicas. Esto
deja como herencia una
cierta experiencia industrial, que incluye la producción
de acero y química pesada,
así como una industrial textil no
despreciable12; un sistema
financiero complejo y un Estado con un sólido control
burocrático sobre el conjunto de la población y de
las actividades.
Ambos países revisten, además, una gran
importancia en la guerra
fría, lo cual se tradujo en una ayuda masiva de los
Estados Unidos (entre 1946 y 1978 la ayuda económica y
militar a Corea del Sur y Taiwán alcanzó a 600 y
425 dólares per cápita
respectivamente)13 que posibilitó financiar los
fuertes déficits comerciales que experimentan hasta fines
de los años setenta; en la apertura del mercado
estadounidense para sus exportaciones y en la aceptación
de políticas económicas para su crecimiento que
incluyen, en ambos casos, una activa participación de
empresas estatales (muchas de las cuales son el resultado de la
expropiación de la propiedad japonesa); una detallada
planificación; la utilización de
tasas de cambios múltiples, el control estatal del
crédito; políticas arancelarias protectoras;
fuertes subsidios a la exportación; todos los instrumentos
de condicionamiento de la inversión actualmente prohibidos
por la Organización Mundial del Trabajo y un severo
control de las inversiones extranjeras.
En ambos países se realiza una profunda reforma
agraria que posibilita el rápido crecimiento de la
producción agrícola, elimina el poder de los
terratenientes, sienta las bases de una repartición
relativamente igualitaria del ingreso y se afianza una burocracia
estatal seleccionada en función de
sus méritos, fuertemente influida por la disciplina
militar, y que considera al crecimiento económico y la
expansión de las exportaciones manufactureras por el
capital local como un factor clave, en países carentes de
abundantes recursos
naturales, para la defensa de la autonomía nacional y
la superación de las consecuencias del
colonialismo.
Hay además una escasa activación de los
sectores populares, reforzada por el férreo control de
cualquier intento de organización autónoma; en
Taiwán hasta avanzada la década de los noventa y en
Corea hasta 1987, están prohibidas las huelgas y la
negociación colectiva, así como existe una
débil separación entre sociedad y
estado, la que, junto con la ausencia de riesgo de que los
sectores populares accedan a participar en el control de
éste y la existencia de una común ideología nacionalista, anticomunista y
favorable a la gran empresa, facilita
la estrecha articulación entre el capital y la burocracia
estatal, conservando, no obstante, esta última la
necesaria autonomía para operar como comité de
gestión
de los intereses del capital en su
conjunto14.
El crecimiento está lejos, en consecuencia, de
ser en estos países resultado de la mera acción del
mercado. Surge de una estrategia
deliberada de industrialización tras la
verificación de que, en condiciones de libre comercio,
pese al bajo nivel de salarios, los costos hacían
imposible la competencia y la decisión de otorgar a las
actividades consideradas prioritarias en cada momento la
protección, el subsidio, el crédito, etc.
necesarios para su desarrollo, quedando sujetas las medidas de
estímulo al estricto cumplimiento de las normas de
desempeño que se fijan como meta bajo la atenta vigilancia
de la burocracia, pero también de los empresarios,
interesados en el uso eficiente de los recursos escasos asignados
a las actividades y empresas seleccionadas.
Esta selección
es realizada tras cuidadosos estudios prospectivos y está
referida a actividades orientadas tanto a la sustitución
de importaciones como a la exportación, ya que en
países carentes de un sector exportador asentado sobre los
recursos naturales las importaciones de insumos y bienes de
capital necesitan tener como contrapartida la exportación
de bienes industriales, la que desde mediados de los sesenta
deviene el eje de la expansión, sustentada sobre tasas de
inversión que se sitúan, a partir de mediados de
los setenta, en alrededor del 30% del PIB.
Se trata de un proceso que tiene múltiples
similitudes con el crecimiento japonés de posguerra, que
le sirve en buena parte de modelo y que poco tiene que ver con la
remisión que efectúa el modelo hegemónico a
un crecimiento impulsado y orientado por el mercado. El caso
chino presenta, por su parte, en varios aspectos,
características que no son demasiado diferentes, pero que
se inscriben en el marco de un inmenso país,
extremadamente pobre, que dispone de tecnología
atómica y espacial, y que ha seguido un camino
marcadamente distinto, como es el de un régimen comunista
que mantiene un firme control político, que evoluciona,
según afirman sus dirigentes, hacia un socialismo de
mercado y que recurre a la inversión directa extranjera en
una medida que no hicieron los tigres.
Cuadro Nº 4.
Variación en el volumen de la producción
manufacturera mundial y de las exportaciones de productos
agrícolas,
de productos de las industrias extractivas y de manufacturas,
índice 1950 = 100 y tasas anuales acumulativas de
crecimiento en las décadas
1951-60, 1961-70, 1971-80, 1981-90 y
1991-2000.
Fuente: elaboración propia sobre
datos de la Organización Mundial del Comercio
II. V. El capital transnacional y la
internacionalización de los procesos
productivos.
La expansión de Corea y Taiwán se inscribe
hasta la década de los setenta, en que entra en crisis el
modelo de acumulación dominante en nivel mundial, en el
marco de una tendencia al crecimiento más rápido de
las exportaciones de manufacturas que las de los restantes
productos y la producción industrial, tendencia que tiene
su motor fundamental
en la progresiva apertura de las economías centrales y en
el desarrollo del comercio de productos industriales entre
éstas.
A partir de la crisis cambian las modalidades de
expansión del comercio mundial. Desciende la tasa de
crecimiento de las exportaciones de manufacturas, pero lo hacen
en mayor medida las de los restantes productos y las diferencias
en las tasas de crecimiento son suficientemente significativas
como para que el aumento en volumen de las exportaciones de
manufacturas sea, entre 1975 y 2000, 2,6 veces superior al de las
exportaciones de productos agrícolas y 2,3 las de las
industrias extractivas, diferencia que se amplía, aun
cuando se mide el crecimiento a precios corrientes. A su vez se
acelera notoriamente el crecimiento de las exportaciones de
manufacturas respecto del de la producción industrial y
llega, en la década de los noventa, a ser más de
ocho veces superior. Se trata del pasaje, en un contexto de muy
rápida apertura de las economías, de una
división norte-sur basada sobre el intercambio de
productos primarios por productos industriales, a otra cuyo eje
es el intercambio de productos industriales que incorporan
distintas proporciones de capital, trabajo calificado y trabajo
no calificado15, con una fuerte modificación
del peso relativo en el comercio
internacional de las distintas regiones: caída de la
participación del centro, incremento de la periferia
exportadora de manufacturas intensivas en mano de obra, fuerte
caída de las regiones con exportaciones basadas sobre los
recursos naturales. (cuadro Nº 5)
Cuadro Nº 5.
Participación en las exportaciones mundiales
(%)
Fuente: elaboración propia sobre datos de la
Organización Mundial del Comercio Este cambio es resultado
de la presión
competitiva de los países menos desarrollados del Asia,
pero también y fundamentalmente del hecho de que, ante la
caída de la tasa de ganancia en el centro, las grandes
empresas procuraron mejorar su posición competitiva y
aumentar sus beneficios a través del desplazamiento hacia
países de bajos salarios de los segmentos de la
producción más intensivos en trabajo no
calificado.
El descenso en los costos del transporte y de los
relacionados con las comunicaciones, y la transferencia y
procesamiento de datos posibilitan ahora el control unificado de
procesos productivos cuyas distintas fases se realizan en
emplazamientos geográficos diferentes y ello es facilitado
por el apoyo que brindan los Estados Unidos, como respuesta al
deterioro de su posición hegemónica16 a
la liberalización comercial y la desregulación
financiera. Esta nueva capacidad del capital transnacional genera
múltiples consecuencias.
Las empresas que la adquieren obtienen una decisiva
ventaja competitiva, lo cual obliga a las restantes fracciones
del capital productivo a fusionarse con ellas, insertarse en
redes bajo su
control o desaparecer. Se asiste, en consecuencia, a una notoria
aceleración del proceso de concentración y centralización del capital en nivel mundial
y al surgimiento de un capital transnacionalizado que si bien
mantiene, la mayoría de las veces, ligazones con su Estado
de origen -al cual reclaman apoyo para su expansión- pugna
por un mercado mundial unificado donde los estados nacionales no
puedan interferir en su búsqueda del máximo
beneficio. Este es el factor determinante de las
características que asumen diversos procesos regionales de
integración y de los principios que orientan la constitución y el funcionamiento de la
Organización Mundial del Comercio.
A su vez la capacidad del gran capital transnacional
para radicar sus inversiones en el lugar más conveniente
desde el punto de vista de sus costos le otorga una nueva
capacidad de negociación tanto frente a los estados, a los
que obliga, a fin de atraerlo, a desregular los mercados,
disminuir los impuestos e
imponer políticas de reducción de los costos
laborales, como frente a la clase obrera,
cuyos distintos segmentos nacionales son puestos en competencia a
través del libre comercio y constantemente sometidos al
chantaje de un retiro de la inversión y la consiguiente
desocupación. El resultado es una tendencia
a la caída de los salarios reales y a la
concentración del ingreso en manos del capital más
concentrado. El cuadro Nº 6 es elocuente al respecto. Los
salarios en el centro permanecen prácticamente estancados,
su crecimiento se concentra básicamente sobre los
países de la Unión Europea de menores ingresos
relativos y es parte del proceso de convergencia asegurado por la
movilidad de la mano de obra y por la ayuda prestada a los mismos
para neutralizar el impacto de la liberalización comercial
y acelerar su desarrollo, factores ambos que estarían
ausentes en el caso del ALCA.
Cuadro Nº 6.
Índice de los salarios reales en la manufactura.
Por tipo de países17 y América latina.
1980 =100.
Fuente: OIT. Keys Indicators of the
Labour Market, 2001-2002
Los salarios en los países primarios y en los
mineros se desploman, lo que es fundamentalmente consecuencia de
la evolución del precio de los productos que exportan. En
los países periféricos industrializados, que son
aquellos con un cierto desarrollo industrial pero que no tienen
entre sus exportaciones una proporción importante de
manufacturas, y a los cuales pertenecen buena parte de los
latinamericanos, los salarios permanecen estancados ( luego de
1997 tienden a caer) en el marco de tasas de crecimiento de esos
países muy reducidas. Pero lo significativo es que
también caen los salarios de los países
exportadores de manufacturas salvo, básicamente, Indonesia
( que es un país primario que a lo largo de los ochenta
deviene exportador de manufacturas ), China, Corea y
Taiwán.
Estos dos últimos países efectúan
exportaciones que compiten con productos fabricados en el centro
( generalmente en el tramo más bajo de la gama de calidad y precios
de cada uno de esos productos) y se sitúan en el margen de
costos de esos países, presionando sobre sus salarios,
mientras los propios aumentan, aunque en menor medida que la
productividad. China -e Indonesia hasta la crisis de 1997, de
cuyos efectos aún no se ha recuperado-, tiende, en cambio,
a ubicarse en el margen de un amplio conjunto de países
que producen, básicamente, productos industriales que ya
no fabrica el centro, si bien tiende a empezar a presionar
también, en algunos rubros, sobre Corea y Taiwán.
Sus salarios crecen aceleradamente a partir de un nivel muy bajo
y sus costos en dólares tienden a ser mantenidos por un
muy fuerte crecimiento de la productividad y devaluaciones cuyo
impacto no recae sobre los trabajadores de la industria sino
sobre otros sectores. Ello no obstante sus empresas han comenzado
a invertir en otros países, como Vietnam, con sueldos
aún más bajos, a fin de preservar sus mercados y
protegerse de la competencia de nuevos ingresantes, para los
cuales los salarios chinos constituyen algo así como un
piso al cual se ven obligados a llegar e incluso atravesar en la
medida en que no posean diferenciales de productividad que
compensen salarios más elevados.
Debe indicarse finalmente que la segmentación internacional de la
producción no está acompañada, al menos
cuando tiene lugar en el marco de redes transnacionales, de una
diseminación de las capacidades tecnológicas. La
nueva división internacional del trabajo tiende a
asemejarse, conforme a la acertada imagen de
Arrighi, a la existente entre los músculos y el cerebro.18 La fragmentación de
los procesos productivos reduce la gama de conocimientos y
experiencia requerido por cada uno de ellos y transmiten los
encadenamientos productivos hacia atrás y hacia delante
fuera de las fronteras, quedando la limitada transferencia de
tecnología realizada por la transnacional a su filial
local o al integrante de su red de contrataciones,
encapsulada dentro de la misma empresa o red. Hay, sin duda, en
algunos casos, procesos de capacitación de mano de obra y de cuadros
medios y de
generación de economías externas que pueden
eventualmente favorecer la progresiva constitución de
subsistemas. Pero el control básico de las capacidades
tecnológicas sigue radicado en las empresas
multinacionales y en ausencia de una capa empresarial local ( que
el propio proceso de internacionalización de los procesos
productivos tiende a destruir) resulta difícil que sean
efectivamente apropiadas y difundidas en la economía
local. Incluso si esto ocurre, ello no otorga, aun dentro del
subsistema, la capacidad de generación de nuevos productos
y nuevos procesos. En el mejor de los casos se adquiere la
capacidad de inserción en las fases menos complejas de la
producción de algunos productos.
Resulta esencial, por lo tanto, diferenciar procesos
como el coreano, y, en cierta medida el taiwanés ( y
también, al menos hasta ahora, el chino), apoyados sobre
empresas o redes de empresas de capital local, público o
privado, que, impulsadas por políticas estatales muy
activas, fueron desarrollando capacidades industriales
crecientemente complejas que les permitieron hacerse presentes en
la mayoría de las ramas dinámicas del comercio
internacional de manufacturas y pelear por una posición en
los mercados centrales en las gamas, por lo menos, de más
bajas de calidad y precio, de aquellos procesos donde el
crecimiento es un efecto de la segmentación productiva
internacional de las grandes empresas de los países
centrales.
Además el progreso tecnológico tiende a
interconectar las diversas esferas del conocimiento
técnico y científico en el marco de una creciente
subordinación de las indagaciones científicas a las
prioridades fijadas por el capital en función de los
obstáculos que enfrentan sus desarrollos
tecnológicos, lo cual implica que la inserción
competitiva en las actividades más dinámicas no
puede, en el largo plazo, descansar sobre un proceso acumulativo
de aprendizaje,
eventualmente ayudado por la familiarización, a
través de la compra de patentes y de acuerdos
tecnológicos, con las prácticas más
avanzadas. Requiere el desarrollo de saberes ligados con un
complejo sistema científico estrechamente articulado con
la industria que constituye el núcleo de la capacidad de
orientación y desarrollo de la producción en nivel
mundial y que es retenido por el centro19.
El pasaje de la producción de alimentos y
materias primas para el mercado mundial a la de productos
manufacturados sin creación, en la periferia, de sistemas
industriales, no cambia, en consecuencia, la estructura
jerárquica de la división mundial del trabajo -que
se ha visto en los hechos reforzada por el creciente control de
las empresas transnacionales sobre las cadenas de
producción y distribución-, ni elimina el
intercambio desigual, que no es un efecto de la naturaleza de los
productos intercambiados, sino de las relaciones
internacionales asimétricas de producción que
articulan el mercado mundial.20
Los supuestos básicos de la visión
hegemónica -una nueva etapa de alto crecimiento de la
periferia sustentado sobre la acción espontánea del
mercado; la convergencia en los niveles de ingresos; la
dilución, en el marco del libre cambio, de las diferencias
entre centro y periferia- carecen de sustento.
Una porción, la más significativa, del
reducido grupo de países exitosos en la actual fase de
desarrollo contó con un estado particularmente activo que
utilizó, en el período de estructuración del
modelo y de más rápido crecimiento, entre otros
múltiples instrumentos, un fuerte control sobre el sistema
bancario y los flujos financieros21, y niveles
relativamente elevados, aunque selectivos, de protección
efectiva en el marco de una estrategia nacional de desarrollo
orientada a la creación o ampliación por parte del
capital local, público o privado, de capacidad productiva
propia en las áreas tecnológicamente más
dinámicas del comercio mundial.
El resto son, en su mayoría, países de la
misma área que, articulados con el primer grupo y con el
Japón, operan como plataformas de exportación para
el capital transnacional de la región, Europa y Estados
Unidos y presentan, a diferencia de Corea o Taiwán, un muy
fuerte contraste entre el dinamismo y composición de sus
exportaciones, y el nivel y evolución del valor agregado
por sus economías, evaluado en dólares
corrientes22.
Estas comprobaciones son esenciales para evaluar las
eventuales consecuencias del ALCA en cualquiera de sus posibles
versiones, pero a ello deben agregarse las consecuencias de las
transformaciones en la división internacional del trabajo
y de la apertura unilateral ya realizada por América
latina y la problemática específica que ello
plantea.
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