Las dependencias que sufre la sociedad como consecuencia de la burocracia judicial (página 2)
Octavio se convirtió en un lector voraz, pero el
autor que más lo impactó fue Kafka. Terminó
descubriendo que las dependencias que sufriera el gran escritor
se encontraban larvadas en su hasta entonces opacada vida. Nunca
había advertido semejante realidad que sometía su
vida, nunca lo había hablado con su amada Roxana,
Recién ahora veía con claridad que el banco donde
trabajaba era su cárcel sin barrotes, su trabajo de
cumplimiento incondicional, una dependencia constrictiva donde no
generaba nada. Nunca había producido una creación
propia para mejorar la calidad del servicio, su relación
con sus compañeros, la satisfacción personalizadas
del anónimo cliente que hacía la rutinaria cola
para sacar o poner dinero en sus cuentas. Nunca había
advertido que era un autómata feliz de serlo. Un
encarcelado sin barrotes. Recién se daba cuenta de que,
como le ocurriera a Kafka, su padre era quien lo había
colocado en ese rol rutinario, bendecido por la facilidad de un
sueldo seguro. Los trámites bancarios que él
creía perfectos, no eran nada más que un laberinto
de obstáculos, para sacar un crédito, para
cumplimentar una operación de importación o
exportación con moneda extranjera: largas colas aplastaban
la paciencia de todos, de empleados y de clientes. Hasta entonces
la diferencia con Kafka es que él nunca había
tenido vocación por la literatura, por la creación
artística. Pero ahora había descubierto su propio
camino hacia la creación: no lo haría escribiendo,
sino luchando para instalar "gestión de calidad", en aras
de la desburocratización administrativa pública.
Había descubierto Octavio que por ese camino se
podía instalar una política social y liberal al
mismo tiempo. Octavio se sentía un caminante con camino,
podía desmentir a Machado, el caminante debe tener camino,
si quiere llegar.
Comenzó Octavio a peregrinar por oficinas
públicas para encontrar el caso emblemático de
mayor importancia, de una entidad tal que albergara un monstruoso
monumento kafkiano, un ejército de empleados que se
duermen girando papeles, diciéndole a la cola de gente:
aquí no es, el paraíso para su solución se
encuentra en la otra esquina. Lo notable es que esas
instituciones se convierten como un faro de la mediocridad de una
burocracia que hace carrera, que acumula antecedentes
curriculares para lograr una promoción en el
escalafón.
Cuando Octavio quiso ayudar a un rumano que le trajo
Matías a la Universidad, capturándolo de una larga
cola mientras gestionaba una visa de trabajo por su
condición de extranjero, le impresionó las obscuras
ojeras que ensombrecían sus ojos: había pasado
largas horas sin dormir, durante varios días. Cuando el
hombre estaba cerca de la ventanilla, le pasó varias
veces, se acercaba un empleado que invariablemente le
decía a la gente de la cola, que ya había terminado
la atención del público. Como Octavio no
podía, por su condición de encarcelado, salir a la
calle para agilizar el correspondiente trámite,
Matías terminó convirtiéndose en su
investigador adjunto, previa autorización universitaria.
El hombre, llamado Geromik, un rumano que buscaba trabajo
permanente en el país, para él y para su mujer,
llevó su pasaporte, el de su mujer, también los de
sus hijos, a la búsqueda de su visa de trabajo. Cuando fue
a retirarlos, acompañado de Matías, recibió
el suyo y el de sus hijos, el de su mujer estaba en otra oficina.
Entonces allí le preguntaron como podía demostrar
que su mujer era su esposa, porque ella no llevaba su apellido.
Cuando a Matías se le ocurrió sugerirle que dijera
que miraran el pasaporte del hijo común, donde figuran los
apellidos de ambos progenitores, lo miraron sorprendidos de que
el rumano se atreviera a discutir la nueva exigencia que le
estaban poniendo. El rumano tuvo que volver a su casa, encontrar
el acta de matrimonio, indignado porque al comienzo del
trámite nunca le habían indicado que ello resultaba
necesario. La burocracia nunca concentra información, la
dispersa, feliz de disponer del tiempo, es decir de la vida de la
gente. Entonces el hombre regresó a la oficina con el
bendito documento en sus manos. Se entreveró en una
discusión con el empleado que lo atendió, ajeno al
trámite, porque era de otro turno y no del anterior, que
tuvo que ausentarse para averiguar como contestarle a éste
rumano impertinente que intentaba quedarse a trabajar en el
país. Era un debate entre empleados triangulado con el
rumano, quien tuvo la clara sensación que había
llegado a la dimensión desconocida que genera la
burocracia. Los empleados se pasaban entre si los documentos,
meneaban la cabeza, de pronto se produjo un silencio que cortaba
el aire, también la respiración de Geromik.
¿En qué idioma está escrito esto?
Vociferó un nuevo burócrata. En ingles, porque nos
casamos en Inglaterra, antes de venir a este país. Es que
aquí dice act of matrimony, no dice marriage, matrimony no
es inglés, tal vez sea italiano, sostuvo con dureza el
empleado. A Geromik se la habían terminado las palabras.
Él sabía que en inglés matrimony y marriage
eran sinónimos en esa lengua, equivalente a casamiento en
español. Matías le sugirió al rumano que
propusiera llevarles a los ignorantes empleados un diccionario
bilingüe. Haga lo que quiera, pero deberá iniciar la
cola nuevamente, le informaron. Cuando le tocó el turno el
rumano sacó su anillo de casamiento y les mostró el
nombre de su mujer, que allí estaba gravado en su
circunferencia interior. Como no se me ocurrió antes,
pensó. Eso no prueba nada, se escuchó del otro lado
del mostrador. Deberá Usted traer el certificado de un
perito que certifique lo que Usted afirma, con la
traducción del acta de matrimonio al castellano. El rumano
protestó, tratando de hacerle cambiar de posición
al ogro burocrático. Entonces apareció otro
funcionario que hablaba en francés -¿Qué
pitos tocaba el francés en ese entierro de la paciencia
humana?- y le dijo al ciudadano extranjero que tanto molestaba
"yo soy un alto funcionario de esta Oficina", soy de origen
francés, y le digo a Usted que, si yo tengo que hacer un
trámite de este tipo en Francia, lo haría en la
lengua de ese país y no en ingles, para no faltarle
respeto a la Francia. Geromik bajó la cabeza.
Acompañado por Matías, fue a la búsqueda de
la partida de matrimonio certificada en lengua española,
no en inglés.
A la semana siguiente Matías le llevó a
Octavio otro extranjero con dificultades burocráticas. Se
trataba de una guatemalteca, de apellido García, como el
que figura hasta el hartazgo en cualquier guía
telefónica de Latinoamérica o de cualquier lugar de
España. La señora García había vivido
siete años en los Estados Unidos con su marido y fue a
migraciones de ese país, para también conseguir una
visa de trabajo. Esto quiere decir que el ogro burocrático
es un ser recurrente en el primer mundo, descubrió
Octavio. Es que la "gestión de calidad" en la gran
democracia del norte se aplica en la empresa privada, no en el
Estado, le indico su amigo Matías. Qué hace Usted,
señora García en los Estados Unidos, a lo cual la
mujer le respondió a Octavio: vivo con mi marido que tiene
una visa de trabajo y yo y nuestros hijos tenemos una visa de
acompañantes. El burócrata de la primer potencia
del mundo, que no por eso deja de ser un burócrata, a
pesar de que el padre de la "gestión de calidad" haya sido
norteamericano, porque nunca la ciencia llega al pueblo, salvo
que irradie beneficios conocidos por todos, como le ocurriera a
Deming en Japón. ese burócrata se preparó
para contestarle. Le dijo a la señora García que
ella no podía sostener que vivía en los Estados
Unidos si no era una residente o una ciudadana. Bueno,
pensó el acompañante Matías, si tiene visa
de residente, obviamente vive en los Estados Unidos. Una prueba
fehaciente del disparate burocrático generado por el ogro
mundializado. El disparate era de tal magnitud, que el
funcionario ni sus compañeros, nunca habían
advertido que no podía dejar de vivir en los Estados
Unidos quien tenía pruebas que ya trabajaba en una
empresa, y lo probaba, que arrendaba un departamento, lo cual
también lo probaba y que sus hijos iban todos los
días a la escuela viviendo con ella, lo cual constaba en
los papeles que tenía a la vista el funcionario de la gran
potencia mundial. Pero la Señora García no
podía pretender, aun acompañando todas esas
constancias, probar que ella vivía en los Estados
Unidos.
Octavio se enteró que a Juan Carlos,
compañero suyo en el banco, se le murió su anciano
padre, de esto hacía ya seis años, pero
mensualmente llegaba la boleta del seguro social del muerto,
donde el hijo no figuraba como beneficiario. Juan Carlos le
comunicó a la Caja del Seguro Social dicha circunstancia,
para que lo dejaran de embromar. Él no pensaba pagar el
seguro de su querido padre muerto. El caso se lo relato
Matías a Octavio, porque se lo había referido un
amigo común de ambos. No lo tuvieron que asesorar
personalmente a Juan Carlos, pero supieron que las
múltiples gestiones administrativas que había
realizado, carta documento de por medio, no modificaron la
pertinaz aparición, en el domicilio de Juan Carlos, de la
cobranza del seguro. Hasta que un abogado amigo de Juan Carlos le
aconsejó que interpusiera una acción de amparo en
previsión de que al Seguro Social se le ocurriera cobrarle
judicialmente esa deuda que ya carecía de objeto. Eso hizo
Juan Carlos, con medida innovativa de por medio, pero, entre
tanto, Juan Carlos no se había equivocado, la Caja del
Seguro Social le inició acción judicial por cobro
de un seguro que ya no aseguraba a nadie, y el juez, aunque fue
informado de que había un amparo tramitando el tema, para
proteger preventivamente la propiedad del hijo, tampoco dispuso
la acumulación de ambas actuaciones. Indignado Juan
Carlos, también inició una
reclamación judicial por el daño moral que le
irrogaba esa persecución del seguro social, que se
agregaba al natural dolor de haberlo perdido a su querido padre.
Octavio escuchaba con sumo interés el relato de
Matías. Cada caso lo confirmaba en su decisión de
luchar sin tregua, una vez en libertad, para lograr herir de
muerte al tan temido ogro, inspirador de la gran obra de Kafka,
el famoso "El Proceso". Pero también Octavio había
leído "La Metamorfosis" del esmirriado escritor checo. Su
propia vida era una permanente metamorfosis, primero pasó
a convertirse, de un ignoto empleado bancario, feliz de que nadie
hablara de él, en un presidiario al cual todo su barrio y
sus compañeros de trabajo no hacían otra cosa que
despellejar con sus comentarios. Roxana se avergonzaba de tener
que sufrir en la calle las miradas irónicas, los
cuchicheos de la viperina lengua de quienes alimentan su vida
gozando con la desgracia del otro. Luego Octavio sufrió o,
mejor dicho, tuvo la suerte de gozar una segunda metamorfosis, de
cucaracha pasó a convertirse en investigador social, a la
búsqueda de los caminos de su libertad, diría Jean
Paul Sartre.
Las experiencias burocráticas les fueron llegando
a Octavio, de la mano informativa de Matías, en forma
permanente. 0ctavio las procesaba y archivaba, con máxima
prolijidad, en legajos numerados donde crecía su
investigación. Estaba feliz de ser un presidiario al
servicio social. En un legajo ubicó el caso del estudiante
universitario a quien el burócrata se negó a
sellarle su libreta que le permitía sacar libros prestados
de la biblioteca. Resulta que la autoridad universitaria
había dispuesto cambiar el formato de dichas libretas, con
la aclaración de que las antiguas continuaban siendo
útiles durante el primer año luego de habilitadas
las nuevas. Al referido estudiante, que conservaba la antigua
credencial pero vencida, la empleada de la biblioteca le
negó el correspondiente sello en su nueva libreta. La
señorita burocrática se apersonó al Decano y
le preguntó que debía hacer en el caso, de modo tal
que la máxima autoridad de la Facultad tuvo que perder su
tiempo en dictar una resolución aclaratoria donde se
indicaba que las antiguas credenciales servían, aun
vencidas, mientras hubiera lugar en ellas para que entrara el
bendito sello. Lo único que le falto al caso para hacerlo
más picante, es que el propio Decano se hubiera tenido que
constituir en persona en la mesa de entradas, para ubicar, con
ejemplar esmero, donde estaba el lugar libre de la antigua
credencial que le permitía a la obstinada empleada, sellar
la salida del libro que reclamaba el estudiante. Hay que
añadir que todo este enredo no se resolvió en un
solo día, porque al Decano la empleada solo lo
encontró a la mañana siguiente de hacerse presente
el lector, quien había comparecido por la
tarde.
En otro caso Octavio se enteró de un ciudadano
que trató de comprar un pasaje de tren de segunda clase,
para un viaje de dos horas, cuando ya tenía un pase
ferroviario para un tren de primera clase. Ocurre que el pasajero
no sabía que si tenés un pase de primera clase
podés viajar en segunda, aun cuando el convoy no llevara
primera. Lo ridículo del asunto es que la empleada que
atendía la oficina de ventas, no se limitó a
informarle al pasajero que no necesitaba comprar ningún
pasaje, sino que, indignada por su ignorancia lo trató de
estúpido. Entonces el pasajero, que aun no lo era porque
ni siquiera había subido al tren, se sintió
injuriado por el representante del servicio público, y
corrió a la Oficina de quejas para reclamar formalmente
ante el agravio recibido. Tardó tanto el Jefe de la
susodicha oficina que, cuando el acta de protesta estuvo
concluida y firmada por quien todavía no era pasajero,
pero que tenía derecho a serlo, éste ciudadano se
enteró que el tren ya había partido, y que no
había otro hasta el día siguiente. Una prueba cabal
de que el ejercicio práctico de un derecho, con harta
frecuencia implica la muerte efectiva del mismo. En el referido
caso viajar al día siguiente ya no le fue posible al
frustrado pasajero, pues había contraído
compromisos que hacían imposible su viaje.
Estoy leyendo los borradores de tu informe Octavio, hace
tiempo que no me he reído tanto, le dijo Matías a
su amigo. Te cuento la odisea por la que ha pasado una
señora amiga, que me la refirió la semana pasada.
Para cobrarle en el Banco su jubilación, porque estaba
enferma, su marido tuvo que acompañar una
declaración jurada, la fotocopia del documento de ella y
el carnet de jubilada. Todo ello se lo entrega el esposo de la
señora al empleado, quien le abona jubilación. El
marido se retira de la oficina, pero cuando no ha caminado ni dos
metros, se da cuenta que el empleado no le devolvió los
documentos. Regresa y se los reclama, pero el empleado le dice
que él se los entregó. Pensando el marido que pudo
haberlos colocado en su porta documentos de cuero, y que el mismo
se le hubiera caído, de modo tal que alguno quizás
los encontró en el suelo, se dijo: pensaron que era una
billetera y se la llevaron. Supo esperar unos días, a la
espera de que los arrojarían en algún lado, ya que
no le sirven a nadie los malditos documentos. Pero como buen
ciudadano se fué un día a iniciar los tramites para
renovar los documentos perdidos. Largas colas tuvo que hacer, un
numero para dentro de 15 días al final le dieron. Pero el
matrimonio se iba de vacaciones y los documentos no
estarían hasta dentro de dos meses. Al regreso, cuando el
marido ingresa en el Banco, el mismo empleado le grita, Usted se
olvidó aquí sus documentos, pero ahora no los
encuentro. La explicación que le dio es que, como el
día que él había dejado esos documentos en
el Banco, más tarde, unos ladrones habían vaciado
el cajero automático que allí funcionaba, no
obstante la custodia, quedó abrumado por el hecho, como el
resto de sus compañeros, de modo que se olvidó de
todo, también donde pudo haber puesto los benditos
documentos. Lo concreto es que los trámites de
renovación duraron unos tres meses, tiempo durante el cual
la señora no pudo cobrar su jubilación, porque sin
el correspondiente carnet ello no era posible. Es decir que no
existía un registro de jubilados, todo dependía de
un objeto tan fácil de perder como lo es un
carnet.
Después de haberlo escuchado Octavio le dijo a
Matías. Yo no me rió querido amigo, tu relato,
así como el recuerdo de los demás casos, a mi me
hacen llorar de indignación y de pena, por la gente, por
el país, por la condición humana. Matías
advirtió que él no estaba imbuido de la
mística de cambio que había prendido en
Octavio.
Para llorar con plena razón tenemos que recordar
el siguiente caso, que no es hijo de fantasía alguna, sino
la realidad cotidiana en muchos lugares del mundo, sin importar
que ellos se encuentren o no ubicados en nuestra admirada Europa
.Esa fue la dura respuesta de Octavio al desprevenido
Matías. El caso ha ocurrido recientemente en la
cosmopolita Buenos Aires y se trata del anciano José
Lampugnani, de 95 años que hace veintidós, en 1986,
cuando ya tenía 73 jóvenes añitos, interpuso
demanda judicial pidiendo el reajuste de lo que cobraba. Tuvo que
esperar todo ese tiempo hasta lograr que la Corte Suprema de
Justicia de la Argentina, dispusiera su reajuste jubilatorio. Lo
cierto es que a don José le estaban liquidando mal su
jubilación como gerente de la empresa tabacalera Nobleza
Piccardo, no más de un 20% de un gerente en actividad.
Durante el largo tiempo que duró el juicio, don
José veía que cada vez ganaba menos en
relación con lo que debería ganar si seguía
trabajando. Pasaron los años sin tener respuesta en los
tribunales, hasta que un día le dijeron que su expediente
se había extraviado en la que fuera Caja Nacional para el
Personal de la Industria, Comercio y Actividades Civiles, para
después también perderse en el ANSES, que es el
organismo que en Argentina se ocupa de las jubilaciones. Por el
año 1999 el tribunal de primera instancia hizo lugar al
pedido de Lampugnani de reajuste de haberes, como también
dispuso que la jubilación no tenía que tener tope,
pero sin tomar en cuenta el sueldo de referencia de quien estaba
en actividad. De ese modo la situación del jubilado
había mejorado, pero parcialmente: don José ya
tenía 84 años. Cuando se expidió la
Cámara de Apelaciones del Fuero, en el 2002, el tribunal
confirmó el fallo de primera instancia, sin
innovación alguna. Es decir que Don José tuvo que
acudir a la Corte Suprema y esperar seis años hasta que
llegara el fallo del Supremo, que le reconoció, en forma
retroactiva desde que inició el reclamo, derecho a una
jubilación que toma en cuenta el sueldo que percibe quien
desempeña el cargo que ocupara Lampugnani, El ajuste ha
alcanzado al 190 % del monto que cobraba cuando comenzó el
juicio. Nos preguntamos ¿se hizo justicia con Don
José? Cuando se notificó de la buena nueva
hacía unos meses que se había muerto su esposa.
Cuando se te muere la mujer de toda tu vida, todo el mundo sabe
que el efecto es comenzar a morir para el sobreviviente de la
pareja. En soledad, el aprovechamiento del nuevo beneficio, que
no es un regalo, sino la devolución del ahorro jubilatorio
que hizo toda su vida, se diluye totalmente. El carromato
burocrático judicial actuó, en este caso, como en
tantos otros, como un coche fúnebre tirado por un hombre
que, por la ley de la naturaleza, se nos está yendo,
necesariamente. Una solución tan tardía le ha
servido de poco a José Lampugnani, para escarnio de la
sociedad.
Un porteño, de Buenos Aires, que vive en Suecia
le contó a Matías su triste experiencia en un
país modelo como lo es Suecia. Nada hay que hacerle, el
ogro muerde en todo el planeta. "Hace unos meses se venció
mi carnet de identidad, para renovarlo bastaba llevar un papel de
antecedentes que se solicita en la oficina de impuestos,
más una fotografía que debía cumplir con
ciertas exigencias. Por supuesto me proveí de esos
requerimientos, pero no había tomado en cuenta que,
según una nueva regla del gobierno sueco, como extranjero
(no importa si eras naturalizado o no) debía llevar un
familiar que acreditase que yo era quien decía ser. Toda
mi familia vive en Sudamerica, por lo cual esto me encontraba en
un gran problema. Luego de mis argumentaciones, la funcionaria
del banco comercial donde tengo mi cuenta corriente (que
también expide los referidos carnets ), me sugirió
que llevase a un amigo o conocido que diera fé de mi
identidad y nombre. Cuando le hice ver lo kafkiano de la
situación, la funcionaria consintió en que
valía el que hubiese sido cliente del banco por tantos
años, lo cual me permitió obtener mi credencial
después de un par de semanas de espera. Octavio
escuchó con atención a Matías y le dijo: veo
claramente que el ogro actúa en Europa, al menos en
Suecia, de otra manera, los empleados tienen libertad de criterio
para sacarse de encima el dura lex este lex, y aceptan un
criterio no previsto en la ley para agilizar un trámite.
Es decir que en Suecia gobierna el sentido común y no la
estupidez legal.
Encuentra Octavio a la estudiante Renata, que era
una mujer veterana, en la biblioteca de la Universidad. Se
había enterado que el estudiante presidiario se ocupaba de
investigar la burocracia, entonces le nació curiosidad por
conocerlo, de paso le chismografiaba sus propias experiencias .Me
ha pasado de todo, le cuenta Renata, creo que como dice mi
esposo, soy salada en estos asuntos burocráticos que a
Usted tanto le interesan. Cuando fui a solicitar mi licencia para
conducir en USA, con una visa L2 en mi pasaporte, además
de tener una visa de turista vigente, la señora que me
atendió solo vio la de turista e insistía que no
podía obtener la licencia. Entonces le muestro la visa L2,
y para no cansarte con la historia, te digo que todo el personal
del departamento desfiló y me dijo que ¡NO PODIA!
obtener la visa. Así es que a la noche mi marido me
entregó todos los papeles, donde consta que él es
un residente permanente y que yo estoy casada con el. Cuando al
dia siguiente llegué nuevamente al departamento en
cuestión, la jefa a grito pelado me dijo "ayer le dije que
no podía". Me sentí de verdad discriminada. Luego
le pido que vea mis documentos, y le hago la siguiente pregunta
¿Usted sabe que es la I-94? Se trataba de un documento que
me había entregado mi marido junto a las demás
constancias. No le había preguntado qué probaba,
porque no lo advertí. Entonces la jefa me contesta, claro
que lo he visto, no soy estúpida, entonces tomó los
papeles y se fue de mala manera a tramitar mi ansiada visa. Le
juro Doctor o Señor, no se si ya se ha recibido, que nunca
me hablaron antes de la I-94. Solamente el astuto e informado de
mi marido puede romper a la burocracia en un país tan
adelantado como los Estados Unidos.
Ahora le toca el turno a la burocracia de Venezuela.
Llega a la Universidad un argentino que tiene residencia
permanente en la patria que gobierna don Hugo Chaves. Se entera
lo que hacemos con Matías y nos dice. ¡Hola, les
saluda un muerto¡ Pues si, yo firmé por el
revocatorio presidencial en Venezuela y aunque por la
página web aparecía registrado a 2 días de
la votación , el día del sufragio no
aparecía ni en las listas de las mesas ni en Internet y me
quedé con las ganas de votar. ¿Por Qué?,
porque a alguien en la fiscalía de la votación se
le ocurrió que yo podría estar muerto. Y
comenzó lo peor, intentar llevar adelante el proceso de
resucitarme a mi mismo. Me toco llevar varias veces una fé
de vida, carta de residencia donde surgía que llevaba dos
años viviendo en la patria de Bolivar, y otros dos
años para que pudiera aparecer en el registro electoral.
Ahora voy a sacar el pasaporte y aparece que sigo muerto en la
oficina de identificación, y vuelve a repetirse el
proceso. Tengo que llevar fé de vida, constancia de
residencia, partida de nacimiento, constancia de
inscripción en el registro electoral y aguantarme a las no
siempre simpáticas empleadas del gobierno.
En la Argentina las cosas no son mejores, lo apura
Matías al venezolano. Cuando mi mujer y yo decidimos
casarnos, en ese tiempo vivíamos en Buenos Aires, ella
tenía 19 años y era huérfana desde los 7.
Recién en ese momento, el sistema jurídico
apareció preocupado por la existencia o no de un tutor
para mi mujer. Estábamos a fines del Proceso militar,
allá por el año 1982, viajábamos para
encontrarnos, desde Quilmes a La Plata y desde La Plata a Buenos
Aires, eso durante meses. Lo cierto es que las actas de
defunción de mis suegros quedaron destruidas por la
perdida de un caño de agua y eran necesarias, como prueba
de que mi novia era huérfana. Dado que ella era menor,
necesitaba un tutor que autorizara el matrimonio. Cosas de esos
tiempos, ahora los jóvenes son más
prácticos, viven juntos y tienen hijos, sin necesidad de
un actuario ni que intervenga un cura. Entonces los militares me
confeccionaron las referidas actas a cambio de un pequeño
"donativo". Pero no pudimos evitar que los policías
confundieran el apellido de mi padre con el de mi madre. Bueno,
era tal el embrollo que tenía el trámite que
decidimos ser pioneros de la mera convivencia informal, sin temor
por ello de tener hijos, que son tan personas y con los mismos
derechos que aquellos que nacen dentro del matrimonio legal. Ya
pasaron veinticuatro años y seguimos juntos.
También mis hijos gozan de buena salud.
Algunas veces nosotros mismos nos echamos la soga al
cuello, le comenta un amigo mexicano a Matías, al no
prever o ignorar las consecuencias futuras de los trámites
"raros" por no decir "chuecos", que solemos hacer para
"facilitar" el presente. Cuando iba a hacer mi primer viaje a los
Estados Unidos, me percaté que no podía demostrar
que era mexicano, a los efectos de obtener la correspondiente
visa. Todo comenzó porque, cuando mi madre se casó
con otro hombre y no con mi padre, en ese entonces yo ya
tenía cinco años, entonces la nueva pareja
decidió tramitar una nueva acta de nacimiento, como si yo
recién hubiera nacido, por razones de ficción
social, para no llegar con un hijo de otro padre al matrimonio.
De este modo se pretendía "legitimarme" con mis apellidos
actuales. Pero por razones de ocultamiento y con la complicidad
del funcionario interviniente, se hizo desaparecer el acta
original. Claro, no podía haber dos actas de nacimiento de
una misma persona. Lo concreto es que migraciones de los Estados
Unidos desconfió que yo fuera tan joven, pues según
el acta que presentaba tenía quince años, y en
verdad tenía veinte. Entonces dudaron sobre mi
condición de mexicano, y les pidieron a mis padres que
probaran dicha circunstancia por otros medios. La cosa se
complicó porque mi madre había empezado a trabajar
antes de la edad que la ley lo permitía, y se les
había ocurrido a mis abuelos simplemente sacar un acta de
nacimiento de mi madre donde constara que ella había
nacido dos años antes. Mi madre no representaba ni por
asomo la edad que tenía, de modo que parecía mucho
más joven de lo que era. Para peor los nombres de mi padre
aparecían invertidos en su acta y no coincidían en
tal sentido con la mía. De cara a estos hechos la
policía norteamericana entró en la sospecha de que,
probablemente, aunque mi madre fuera tan joven, ella hubiera
estado en un reformatorio y se quería llevarme a vivir a
los Estados Unidos. Total que, ya entrados en gastos y a fuerza
de andar asesorándonos para tapar los hoyos que crearon
las antiguas tapaderas, tuvimos que hacer un acta notarial que
dijera que el nombre de mi padre en mi acta pertenece al mismo
señor en cuya acta aparece su nombre al revés. Pero
dadas las circunstancias "anormales" de todo este caso, no
bastaba lo legal para limpiarme de toda sospecha, así fue
que, insólitamente, fuí requerido a presentar
papeles no oficiales que dieran certeza que desde mi temprana
infancia ya respiraba en México, así que tuve que
rescatar mi fé de bautismo, boletas de calificaciones de
primaria y cualquier otra huella de esas que, imperceptiblemente,
dejamos los humanos de nuestro paso por la tierra como gente
intachable.
Te propongo que des una clase en la Facultad sobre la
burocracia y sus remedios, lo sorprendió un día
Matías a Octavio. Estás loco, fue la respuesta del
presidiario. Otra segunda excepción al régimen de
salidas no me la van a conceder en el presidio. No va a ser una
segunda excepción, fueron palabras de Matías. Tu
intervención la darás en el tiempo que utilizas
para asistir a clase. Entonces me voy a perder una clase,
continuo Octavio, asustado de tener que hablar en público,
más que argumentando el tema relativo al permiso. La vas a
ganar, porque se aprende más cuando se enseña que
cuando se estudia, en vez de escuchar al profesor te pones a
viajar por el ensueño del universo, si es que la clase no
te hace dormir, directamente. Yo nunca fui docente, no se dar una
clase, insistió Octavio. Una cosa es estudiar,
también es distinto enseñar que hacer una
investigación, juntando informes sobre el tema al cual
estás avocado.
Yo creía que estabas decidido a hacer una
revolución cultural anti-burocrática.
Ironizó Matías. No puede haber cobardía para
un hombre como vos, llamado a una gran empresa. A construir la
catedral del trabajo organizado, participativo, eficiente, el
trabajo siempre como servicio social, aunque se encuentre en
manos privadas. ¿Qué planeas para dentro de tres
años, cuando salgas en libertad Octavio? Acaso encuadernar
tu investigación y pretender venderla como lo ha logrado
Rowling, la mamá de Harry Potter. Las palabras de
Matías eran filosas. Una hoja de fino cuchillo estaba
penetrando el enérgico, pero inocente, espíritu del
presidiario Octavio, que además se había convertido
en estudiante aventajado de abogacía, pero que no
quería ser abogado, sino utilizar los resultados de su
investigador a favor del cambio social. Se dio cuenta Octavio que
no tenía planes para el día después de su
injusta prisión. Matías era la espuela que
despertaba el potro bravío que llevaba por
dentro.
Tenés razón, se le escuchó decir a
Octavio. Qué me propones que haga. Pero antes debes
conseguir que un profesor me preste su horario de clase para
ponerlo a mi disposición. Yo tengo vergüenza de
hacerlo. Matías se indignó. Yo no voy a pedir nada
a nombre de un hombre capaz como sos vos. Decidí
cúal es el profesor de confianza o más adecuado
para hacerle vos mismo el pedido. El cambio social siempre
cuesta, hay que perder la vergüenza. ¿Tenés un
director de investigación, no es cierto, qué papel
cumple?
Fue Roberto Bolaños quien comprendió
más rápido de lo que ambos amigos suponían,
la importancia del pedido de Octavio. Como él era docente
a cargo de cátedra, fue en una de sus clases donde el
presidiario rompió la virginidad de su primera docencia.
No solo utilizó una clase para su informe, sino varias,
dado el carís practico que tuvo la experiencia y el
interés que despertó.
Octavio apareció la primera clase frente a sus,
prácticamente, compañeros de estudios, quienes lo
respetaban y estaban expectantes por escucharlo. El Director de
la investigación lo presentó y, en forma simple,
les explicó lo que haría el presidiario ese
día: claro que no lo trató de presidiario. Entonces
Octavio comenzó con sorpresiva firmeza, sin titubear
diciendo. Empiezo poniéndoles el ejemplo de los
montañistas. Su misión es escalar esa alta
montaña que nunca nadie a podido alcanzar su cumbre. Es un
grupo de cuatro compañeros avezados en esa actividad de
escaladores. Ellos iban amarrados a sogas, unidos los cuatro
entre si, mientras subían. Aquí tenemos el
principio de solidaridad en el trabajo, les señaló
a sus alumnos Octavio. Si bien uno de los montañistas era
el más avezado, el grupo decidió sortear a
quién le tocaría encabezar el escalamiento.
Principio de igualdad entre los trabajadores que integran un
grupo de trabajo. El jefe virtual, muchas veces el jefe formal,
si se trata de una oficina, sea pública o privada, se
coloca en posición de igualdad, porque ello despierta la
sagacidad de todos, a la búsqueda de hacer descubrimientos
útiles para superar obstáculos. De aquí nace
el principio del reconocimiento del otro, clave en toda
convivencia humana, cuando no está gobernada por los celos
ni la envidia.
A esta altura ya había varias manos levantadas
para hacer preguntas. A ver vos, Jorge Luis, le dijo Octavio, al
primero que había hecho el inequívoco signo, que me
dices. ¿Yo entiendo bien que en las oficinas
públicas el jefe puede ser un acomodado, entonces no saber
más que sus empleados, pero, cuando no es así, cosa
común en la actividad privada, no es bueno que el que
más sabe sea quien conduzca el grupo? Lo real, fue la
respuesta de Octavio, es que todos los hombres, estemos o no en
un grupo de trabajo, ignoramos infinidad de cosas, aun los
más sabios. Caso de Sócrates, ¿lo recuerdan?
Todos los alumnos asintieron con la cabeza. Bueno la clave del
progreso, de la solución del conflicto entre los hombres,
es "mirar lo que no veo". Dijo esto con énfasis, como para
que no se les borrara el tema al grupo de alumnos que lo
escuchaba. Este es uno de los principios cardinales de esa
técnica para la buena organización del trabajo
-también para cualquier tipo de convivencia- que se conoce
con el nombre de "gestión de calidad". El silencio de la
clase estaba mostrando el interés que despertaba en los
alumnos lo que Octavio estaba diciendo. En el "mirar lo que no
veo", volvió a enfatizar el presidiario, radica la gran
medicina para la ignorancia. Seamos humildes, reconozcamos, como
lo hizo Sócrates, que aunque seamos sabios, nada sabemos
de lo que ignoramos, que siempre es necesariamente más de
lo que sabemos.
Otra mano levantada dio lugar a una segunda pregunta.
¿No entiendo bien cómo es eso de que necesariamente
aun los sabios conocen menos de lo que ellos saben? Es muy
cierto, respondió Octavio, a poco que nos pongamos a
pensar, advertiremos que la realidad es siempre cambiante, no
solo la realidad social, porque también cambia la
naturaleza, mucho más frente a la devastación que
genera en nuestro tiempo la permanente contaminación
ambiental. Si logramos mirar dónde está el problema
que nos aqueja, o el peligro que genera una situación,
aunque todavía no hayamos sentido sus efectos nocivos,
cuanto progresaríamos los seres humanos en la
realización de nuestros objetivos, cuantos descubrimientos
haríamos, cuan felices seríamos.
Bueno, continuó Octavio, si no hay más
preguntas, avanzo en esta breve introducción al tema de la
organización del trabajo, para superar los dañinos
efectos de la burocracia. Comencé con el ejemplo del
montañismo, porque me parece un ejemplo simple. El grupo
comenzó a andar, el de adelante buscaba dónde
colocar el pie para poder avanzar, pero como a veces el de
atrás, cualquiera de ellos, desde su respectiva
perspectiva, tenía una perspectiva mejor que el delantero,
la voz de alerta venía con frecuencia del lugar menos
pensado. Así fueron avanzando, paso a paso, logrando, de
ese modo, dar satisfacción a otro principio fundamental de
la "gestión de calidad", no otra que la llamada "mejora
continua". Aquí tengo que decirles que para dar
satisfacción plena a la mejora continua no nos sirve del
todo el ejemplo de los montañeses. ¿Por qué,
se escuchó al fondo del aula? Porque los
montañeses, cuando lleguen a la cumbre, ya no pueden ir
más lejos, en tanto que toda actividad humana siempre se
puede mejorar en algo. Ese es el gran desafío de la
ciencia, el motor de la historia me parece. Por hoy me parece
suficiente. Se le escuchó decir al injustamente condenado.
La próxima reunión nos ocuparemos de algún
caso práctico.
Octavio abrió la segunda reunión haciendo
referencia a un caso notable, ocurrido en España, que
él había leído como noticia destacada en el
prestigioso diario El País, que le había facilitado
Matías. De entrada el título de la nota hablaba por
sí sola. "La indiscreta basura judicial". Yo pensé
que se trataba de mala limpieza, pero lo de indiscreta
picó mi curiosidad. El subtitulo daba más pistas,
pero no tanto "El hallazgo de papeles de juzgados en la calle
confirma que la ley de protección de datos no se cumple".
Qué papeles serían esos, comentó Octavio.
Entonces refirió que la nota hablaba de episodios
reiterados ocurridos en la Justicia de España, de un
contenido surrealista sorprendente. Escuchen Ustedes. Periodistas
de la tevé española, habían encontrado en
los basurales de Madrid, Sevilla, la Coruña, Valencia y
Barcelona, documentación de tribunales aledaños,
con datos vinculados a la intimidad de personas que tramitan
juicios en sus estrados. Esos datos estaban referidos a peleas
conyugales, con indicación de teléfonos y
domicilios, un desalojo de vivienda por no pagar el inquilino,
declaraciones sobre rentas personales, informes médicos
sobre el estado de depresión o esquizofrenia, informes de
un psicólogo sobre acreditando malos tratos o abusos
sexuales, la historia detallada de una relación de pareja,
todo ello sacado de los legajos que se guardan en las respectivas
oficinas de los tribunales judiciales. Primera
observación, destacó: la burocracia judicial
encargada de la custodia de semejante información
sensible, omitía tomar los recaudos correspondientes, para
evitar que los referidos datos, no sabemos si copias de ellos o
de actuaciones arrancadas de los expedientes, pudieran
encontrarse abandonadas en tachos de desperdicios de las
respectivas ciudades. Para peor, cercanas a los tribunales de
donde provenían.
Aprovechando el estupor de los alumnos, que escuchaban
sin chistar, Octavio continuó con su informe. En la nota
de El País, la periodista Mónica Belaza se
preguntaba ¿se trataba de un error de algunos empleados? A
ella "no le parece, a juzgar por la cantidad ingente de papeles
con datos de carácter personal…Más bien
parece, agrega Mónica, parece ser otro problema de los
infinitos de la justicia de España". Bueno, agregamos
nosotros, sostiene Octavio, es cierto que resulta insólito
que unos empleados, de distintos tribunales del país,
hayan cometido semejante delito. Un caso aislado puede darse,
pero tantos, suena a actividad de gente interesada que ha actuado
con la finalidad de que, divulgado el contenido de esos papeles o
documentos, se desacredite al involucrado en ellos. De todos
modos, no cabe duda que ha sido fracturado el sistema de
seguridad que debe reinar en todo tribunal de justicia y, en tal
sentido, o el sistema es deficiente en su totalidad, lo cual
habla pésimo de la organización de la
organización judicial española, o lo es en
particular en los tribunales afectados, de modo tal que la mala
praxis está referida al personal del respectivo juzgado.
De todos modos se trata de una mala praxis por omisión en
la custodia, que desnuda los efectos producidos por el ogro
burocrático en ese país.
Sigamos con el análisis del caso, se le escucha
decir a Octavio. En la nota se informa que el Director de la
Agencia Española de Protección de Datos, don Artemi
Rallo, ha propuesto que se cree una Comisión Multilateral
Oficial para que tome medidas que garanticen la intimidad.
Entonces Octavio observa: si esas medidas no existen desde que se
dictó la ley de protección de datos personales, la
insuficiencia del sistema tutelar español resulta
sorprendente. De todos modos ningún Juez necesita de una
ley especial en tal sentido, para remediar tan grave problema,
salvo que no obstante solicitar muebles especiales, los mismos no
se los hubieran enviado. Por eso sorprende que el citado Sr.
Rallo haya manifestado, según lo dice la nota
periodística, "que cualquier juzgado debería tener
reglas estrictas y claras para proteger los datos de los
ciudadanos". No nos parece que falten reglas, sino cuidados de
hecho para evitar la divulgación en basurales de datos
íntimos. Pero lo que resulta insólito, no para un
especialista en el tema, sino para el sentido común, es
que en la nota periodística se manifieste: "Lo cierto es
que el Consejo General del Poder Judicial carece de un protocolo
de medidas de seguridad aplicables en todos los juzgados y
tribunales y cada uno se organiza como quiere y puede". De ser
esto así, queda claro que si dicho Consejo entiende que no
tiene ese tipo de potestades reglamentarias, la omisión
burocrática se encuentra en la propio poder legislativo de
España, es decir en el Parlamento que lo gobierna. Como
bien nos ha ilustrado el padre de la gestión de calidad,
una regla clara del sistema, que se comprueba en este caso, es
que "todo aquello que no quiera la cabeza, no va a ser querido
por el cuerpo".
Bueno, continua Octavio, debo decirles que El
País de Madrid agrega que "en el caso de los papeles
hallados en las calles de Madrid, algunos eran de un juzgado de
violencia de género e incluían datos de
víctimas y agresores, solicitudes de órdenes de
alejamiento e informes médicos y psicólogos".
Siendo esto así, resulta claro que había
interesados en que se divulgaran estos datos. Las mujeres
víctimas, no parece que tuvieran interés de quedar
desprestigiadas, tampoco nos cierra que el autor de la
agresión quiera que la comunidad se entere que es un
hombre golpeador. El caso resulta claramente insólito y
surrealista. ¿Es razonable pensar que alguien piense que
es factible divulgar datos echándolos a un tacho de la
basura?
Lo cierto es que, continua Octavio, la nota de la
periodista agrega que "en cualquier caso, no hay más que
darse una vuelta por cualquier juzgado de España para ver
que la Ley de Protección de datos no se cumple". Esto
significa que existe un protocolo de protección, entonces,
o es insuficiente o no se sabe interpretar su correcta
aplicación. Mucho más si la nota continua diciendo
que "muchos expedientes judiciales incluyen datos sensibles, que
gozan, según la Ley del máximo nivel de
protección. Deberían estar en armarios o
archivadores cerrados con acceso limitado y siempre cerrados con
llave". Si esto último es lo cierto, entonces el Gobierno
español no ha cumplido con la ley, o la falla es del
personal del respectivo tribunal.
La periodista, en su valiosa y colaborada denuncia,
sostiene dos cosas muy importantes. Por un lado que se carece de
un documento de seguridad, que sea obligatorio ¿Para el
Parlamento dictarlo o para el tribunal aplicarlo? Sobre
cómo hacer reproducciones o cómo destruir los
documentos. Nada de esto ocurre afirma la nota. "Los expedientes
están a la vista de cualquiera que acude a una oficina
judicial. En ocasiones se acumulan por los pasillos o por el
suelo". Esto último, de ser cierto, constituye una
denuncia clarísima de que es la burocracia judicial
española, quien actúa por omisión como el
ogro burocrático denunciado por Kafka.
El colmo denunciado en la nota publicada en El
País es que allí se afirma "No es la primera vez
que aparecen datos judiciales en la basura, pero uno de los
problemas que se plantean en estos casos es que la Agencia
Española de Protección de Datos no puede sancionar
a la Administración". Es decir que si ello es así,
al crearse dícha Agencia sin poderes efectivos de control,
se ha incurrido en una super-actuación burocrática,
a partir de la cual se gasta en oficinas sin poder alguno en
relación con la finalidad para la cual ha sido creada. No
es un buen ejemplo España para los países de
hispano américa, que siempre la tienen como madre
ejemplar, pero resulta claro que no en este caso. Se trata de la
"consagración de la burocracia judicial", muy lejos de ser
la "consagración de la primavera", esa magnífica
obra literaria escrita por por Alejo Carpentier.
Digamos, señala Octavio, que una de las claves de
la burocracia es "el secreto administrativo". Los organismos
administrativos ocultan a la gente información
pública. Es por eso que no basta con la acción
judicial de habeas data privado, es decir el derecho que tenemos
cada uno de tener acceso a la información que nos
concierne. La lucha contra la burocracia se ganará cuando
se logre garantizar la transparencia de las funciones
administrativas, abriendo su secreto, cuando cualquiera lo pida.
El País de España nos informa, el 27 de octubre del
2008, que el 78% de los pedidos ciudadanos para tener acceso a
información sobre los trámites administrativos, no
reciben respuesta en ese país. Está en
trámite una ley en España para abrir la
información pública, como lo está en la
mayoría de los Estados europeos, lo cual tampoco ocurre en
América Latina.
En la sala de profesores Octavio le comenta a
Matías: Veo que en todas partes se cuecen habas y en mi
casa a calderadas, como hubiese dicho mi difunto abuelo. .Eran
palabras de una salerosa española, por supuesto. Entonces
Matías se apresura a decirle a su amigo: paso a relatarte
lo que me ha contado un simpático catalán que le ha
ocurrido. Lo hago con su curioso y significativo discurso.
"Alegren sus corazones y sonrían, mis queridos sufridores
de la burrocracia, perdón quise decir burocracia. Vivo en
Barcelona, capital de la Comunidad autónoma de
Cataluña, que a su vez integra el Estado
Español…solo decir que en España somos 17
comunidades autónomas…con su burocracia, sus papeleos y
sus peculiaridades regionales (idiomas incluidos). Para unas
cosas necesitas papel de un sitio, para otras de otro y para
pagar en todas partes. No les extrañe si los
españoles estamos algo alterados, esto no hay cuerpo que
lo aguante"
Cuando se reencuentra Octavio con sus alumnos les dice:
es notable la información que brinda el diario
madrileño El País sobre el pésimo
funcionamiento de la Justicia española. Cumple un
invalorable servicio, no solo a su país, sino para todos
aquellos otros lugares del mundo donde el ogro burocrático
carcome los derechos de la gente. Esa es la gran virtud que tiene
la libertad de prensa cuando se ejerce sin temores, con mucha
información y sin sectarismo. Les voy a seguir relatando
casos de daño burocrático tomados de El
País.
"Justicia tardía e inane" es el título de
una nota donde se critica duramente a la Justicia de
España frente a su desempeño en el llamado "Caso
Funeraria". Se trata de la privatización del 49% de la
Empresa Municipal de Servicios Funerarios de Madrid, estallando
un escándalo cuando se conoce que dicha
privatización se ha realizado por un monto irrisorio,
prácticamente se ha entregado por unas cien pesetas lo que
valía más de mil doscientos millones. Ello fue
así porque el Teniente de Alcalde que firmó la
operación lo hizo condonando la deuda que tenía la
Empresa de más de dos mil millones de pesetas. Quince
años demoró el juicio, por lo tedioso y demorado
del trámite, puramente burocrático, de modo tal que
los principales responsables fueron absueltos por
prescripción y solamente fue condenado el referido
firmante de la privatización, a una pena de dos
años y un día de inhabilitación, a un hombre
que como tiene ya 79 años, seguramente nunca
ejercerá más ese cargo. Se trata, dice El
País, de una condena simbólica, que consagra la
impunidad y agrega que se trata de "uno de los efectos
rocambolescos, por no decir bochornosos, de esta justicia
tardía, con tres funcionarios absueltos, no obstante que
la sentencia reconoce que ha quedado probado que ellos cometieron
tráfico de influencias, falsedad instrumental y fraude a
la Hacienda Pública".
"Burocracia del Siglo XIX para una urgencia del XXI"
reza El País, y seguidamente relata la grave
situación por la que pasa España, porque los
profesionales médicos españoles se marchan al
extranjero por miles, en búsqueda de mejores salarios.
Entonces España tiene que apelar a médicos de otros
países, especialmente de Latinoamérica. Frente a
una necesidad imperiosa, donde está en juego la salud y
vida de la gente, el trámite de revalidación del
título no es automático, como ocurre en Gran
Bretaña y Portugal, sino que dura de seis meses a dos
años. El papeleo es infernal, la Comisión que
controla las especialidades se reúne sólo dos veces
al año. Si no te homologan la especialidad tienes menos
posibilidades de conseguir trabajo". Te pasan de ministerio a
ministerio. Un italo-argentino asegura que, "según su
experiencia, solo uno de cada diez personas obtiene la
reválida".Un ginecólogo colombiano sostiene que el
proceso de reválida puede durar cuatro años. Una
solución sería permitirles a los médicos
trabajar a prueba de inmediato, bajo estricto control de los
Colegios Profesionales: luego del año se les puede otorgar
la reválida definitiva. El País informa que Gran
Bretaña ha llevado adelante un programa de
captación de médicos extranjeros, donde se les
ofrece casi cuatro veces más dinero que en España,
por el mismo trabajo. Una suerte de piratería
médica moderna, sugiere Octavio. Para superar el grave
problema de falta de médicos, en Cataluña se apelo
a los llamados MESTO (Médico especialista sin
título oficial), que terminó seis años
más tarde con la homologación de más seis
mil médicos, luego de superar un examen. Lo cierto es que
lo que no han advertido en España es que con sistema de
control de calidad certificado, en función de los
resultados, ese problema no existiría. No es un tema de
papeles, sino de saber realizar un diagnóstico y un
tratamiento correcto, con seguimiento del paciente.
"Colapso en los juzgados que ejecutan sentencias
penales". Es el título de una nota periodística que
impresiona. "A finales del 2007 había en España
docientas sesenta y nueve mil cuatrocientas cinco ejecuciones de
sentencia en trámite". Con reos que aun no han purgado su
pena. El Pais destaca el caso de "Mari Luz, la niña de
Huelva asesinada por un pederasta condenado que debía
estar preso, pero que sigue libre por la descoordinación
en uno de esos juzgados". La pequeña salió de casa
a comprar palomitas no volvió. Su asesino fue un pederasta
que luego de violarla la mató. El asesino estaba condenado
por abusar de su propia hija. Frente al problema el Consejo
General del Poder Judicial dispuso, en el 2005, designar
más jueces y funcionarios, medida que, sostiene el diario,
"aunque han frenado el atasco, y en algunos casos lo han
mitigado, se han revelado insuficientes". El informado Octavio
les pregunta a sus alumnos ¿Sabrá el Consejo que la
catalana Elena Cano García se ha doctorado con una tesis
sobre "gestión de calidad" en la educación, y que
sus conocimientos son aplicables a cualquier organización
estatal? No se trata de nombrar más jueces o mas
funcionarios, ni con cambiar el sofware, ni con comprar
más computadoras. De la nota periodística surge que
en el 2007 un juzgado de Baleares tenía más de ocho
mil sentencias en trámite: el más saturado de
España. Sólo los tribunales del País Vasco
están por debajo de la media de 3100 expedientes
pendientes de ejecución. Se sostiene que en Madrid tres
juzgados acumulan treinta y cinco mil sentencias sin ejecutar: la
mayoría de los casos se trata de delitos vinculados a la
violencia machista. También se da el caso de juzgados no
especializados, que al mismo tiempo juzgan y ejecutan, lo cual
agrava el problema. El informe concluye con el dato de que
sumadas las ejecuciones de faltas a las penales, en el 2007
había un acumulado de cuatrocientas tres mil ejecuciones
en trámite, es decir no ejecutadas. Camino a la impunidad,
señala Octavio.
El clamor por la mora judicial es generalizado en
España. Si el tema se vincula con menores el problema es
mucho mayor. Seis mil sentencias vinculadas con menores no se
ejecutan por falta de medios, el Poder Judicial detecta que
faltan centros especializados, educadores y medidas
terapéuticas. No hay donde realizar arrestos de fin de
semana. Siempre faltan plazas para atender casos concretos. La
libertad vigilada no es controlada, de modo tal que el sistema no
funciona. La resocialización resulta una utopía.
Este es el realismo trágico que nos relata El País.
Nosotros volvemos a lo mismo, sostiene Octavio: hay que mirar lo
que no vemos y no lo hacemos nunca, porque nunca participamos
todo el grupo de trabajo en el nuevo diagnóstico, ni en la
propuesta de soluciones nuevas.
Claro que no solamente se trata de mora en la
resolución de los conflictos por parte de los tribunales.
El carma de la burocracia, lo subraya Octavio para que los
alumnos se enganchen con el tema, es que la falla radica en la
falta de control sobre los resultados de las decisiones que los
jueces toman. Un hábil abogado acostumbrado a cometer
delitos y estar siempre en libertad, convence al Juez que le de
permiso para visitar a su familia, solamente por cuatro
días, diciéndole al magistrado de que el arraigo
social de su núcleo familiar, es garantía
suficiente de que él no piensa escaparse. Está
claro que un juez, para poder serlo, no puede ser un incauto. El
abogado en libertad se fue de inmediato a la oficina migratoria
donde se expiden los pasaportes y logra la autorización
para viajar de inmediato. Seguramente alguien aíin al
detenido hizo un trámite previo que no generó
sospecha alguna. Tampoco las dependencias policiales
intervinientes tenían registrada la situación legal
de quien estaba solicitando autorización para huir de la
carcel. Todo el sistema judicial, policial y migratorio de
España está involucrado en tamaña torpeza
¿o es que existe corrupción generalizada en el
sistema, lo cual es más grave aun? Cuando se le consulta a
la policía reconoce que no había constancias en los
ordenadores de las fuerzas de seguridad (es decir de inseguridad)
que por orden judicial se le debío retirar el pasaporte.
Es decir que el olvido de un trámite administrativo de esa
naturaleza, produce un daño social aun mayor que la mora
en la resolución de causas en relación con las
partes involucradas en el juicio. Pero la policía no
podía ignorar que el habil abogado estaba preso, porque si
no tiene el registro de los encausados y encarcelados, la
inhabilidad del sistema es integral. Y esto involucra a toda
España, porque la prisión se encontraba en la
Coruña, más precisamente en Teixeiro, y los
pasaportes se autorizan en Madrid. Busquen Ustedes El País
del 30 de agosto del 2008 y lean en detalle los antecedentes que
les estoy refiriendo, aclaró Octavio.
Pero el tema de la violación de menores y
qué hacer con los violadores no preocupa solamente en
España. El diario La Nación de Buenos Aires nos
informa que la Justicia argentina "anuló una condena a
diez años y medio de prisión dictada contra un
hombre que había abusado sexualmente de tres chicas
menores de 13 años". Fíjense con qué
argumentos de índole burocrática se dispuso la
anulación de la condena: las menores habían dado su
testimonio sin que los abogados defensores del violador pudieran
controlar sus testimonios. Es decir no se le pudieron hacer
preguntas a las menores. En consecuencia se dispuso que el juicio
debía comenzar de nuevo y volver a someter a las menores
al suplicio de un nuevo interrogatorio. El fallo de la
Cámara de Casación Penal argentino no fue
unánime, para uno de sus integrantes, al haberse violado
la garantía de la defensa en juicio correspondía
absolver al presunto violador. Los otros miembros del Tribunal
entendieron que correspondía la nulidad del juicio, pero
que se debía realizar un nuevo juicio. De este modo el
criterio burocrático de la interpretación del
derecho por parte de los jueces, genera un doble perjuicio: por
un lado dilatar la resolución del caso en perjuicio del
postulado de eficiencia judicial, que es un derecho
público de la sociedad: un derecho público
subjetivo de la sociedad como ente colectivo, diría el
convencional constituyente Bartolomé Mitre en 1860. Pero,
no menos grave,resulta someter a las menores, que son las
víctimas, a un nuevo sufrimiento, haciéndolas
revivir los duros momentos vividos por ellas, que duda cabe. El
violador había sido condenado por haber violado cuatro
veces a una menor de diez a doce años, bajo amenazas de
muerte, para ella y para sus padres, si ella hablaba. El violador
vivía con su novia en una habitación alquilada al
padre de la menor. Las otras menores violadas eran de menor edad
aun: de no más de nueve años. Las únicas
pruebas que tuvo el tribunal que condenó al violador eran
los testimonios de las menores, tomadas con una Cámara
Gesell, de modo tal que los funcionarios judiciales pudieron ver
y escuchar el interrogatorio sin ser vistos por las menores.
Debemos suponer que simultáneamente la referida audiencia
fue filmada: si no se hizo se cometió una grave
omisión judicial, suficiente para justificar su
remoción del cargo. No cabe duda que el Fiscal
interviniente también tiene responsabilidad por no haber
exigido la presencia del defensor del acusado. Los fiscales no
solamente deben acusar sino velar por el debido proceso. No
podemos olvidar que la Convención Internacional de los
Derechos del Niño, que tiene jerarquía
internacional en la Argentina, impide la revictimación de
los menores. Nos preguntamos, la filmación del
interrogatorio, desde varios planos, no permiten al defensor del
acusado impugnar el testimonio de las menores. En qué va a
cambiar un nuevo testimonio tomado con Cámara Gesell,
donde el defensor tampoco es visto. La diferencia está en
que el defensor no puede hacer "repreguntas a las menores", esto
es evidente. Entonces, si hubo error judicial, nos preguntamos
¿no corresponde superar ese error judicial permitiendo que
las preguntas se las haga el defensor del acusado al defensor de
las menores? Claro, no es lo mismo, pero si las preguntas generan
el beneficio de la duda a favor del acusado, entonces hay que
absolver. Pero si de las preguntas resulta claro que no son otra
cosa que una es simple chicana, entonces hay que condenar. Porque
si las preguntas fueron claras y las respuestas también lo
fueron, y, además, coincidentes y convicentes, nos
volvemos a preguntar ¿no basta con el testimonio de las
víctimvas para disponer una condena por violación,
sobre todo teniendo en vista que nunca se podrá conseguir
otro tipo de prueba por la índole del delito? Estamos en
la puerta de consagrar la impunidad en múltiples casos de
violación. De última, si realmente hay dudas
después de realizar la ronda de repreguntas al defensor
del acusado, bueno, entonces sí nos parece que la
protección de la sociedad establece la
justificación de que las menores sean nuevamente
repreguntadas, con asistencia psiquiátrica, porque los
derechos del pueblo justifican el costo psíquico que
pueden sufrir las menores, porque resulta más grave la
impunidad de ese grave delito, frente a la posibilidad de que en
el futuro sufran daño otras menores.
Lo importante es debatir estas cuestiones, en foros
científicos interdisciplinarios. No dejar todo sometido al
escueto campo de un trámite judicial. No importa que nos
equivoquemos cuando nos involucramos en la discusión.
Sí importa omitir el debate social especializado, porque,
de ese modo, no estamos ayudando, ni a los jueces para que sepan
cómo deben proceder en el futuro, ni a la sociedad, que
quiere encontrar en el derecho un camino consistente para lograr
Justicia.
Asi terminó una clase que no hizo más que
todos salieran picados por el interés de seguir
profundizando el tema. Sigamos eslabonando casos en la
dinámica escuela propuesta por Octavio.
"No sé quién me maltrató
más, mi ex marido o el juez Ferrín" es el sonoro y
detonante título de una nota firmada por Maruja Ruiz del
Arbol, en El País. Así comenzó Octavio su
nueva clase. Es que una joven madre española hace dos
meses que obtuvo la guarda y custodia de sus dos hijas de trece y
quince años, después de cinco años de no
estar con ellas. Todo ese tiempo lo pasaron con su padre, sobre
el cual pesaban tres órdenes de alejamiento por malos
tratos a su mujer, en el caso de una de ellas el mal trato fue
calificado como delito. Señala la nota que el juez de
familia interviniente era el mismo que había impedido que
dos lesbianas adoptaran un menor. Octavio detuvo el
análisis para señalar: claro que nos parece que
esto último bien puede ser comprendido, en función
de la protección del menor. Contesten ustedes está
pregunta, les dice a los alumnos ¿es bueno para los
menores tener dos madres Lesbianas? ¿Estamos frente a un
caso de discriminación de la homosexualidad? La clase
debatió durante largo tiempo la difícil
solución de semejante tema. Resulta que el juez fue
suspendido porque fue querellado por las lesbianas, por dilatar
el procedimiento.
Pero dejémosnos de mescolanzas, señala
Octavio. Volvamos al caso de la madre golpeada. El fundamento del
juez para retirarle la tenencia de sus hijas a la madre fue que
se trataba de "una madre manipuladora". En los fundamentos el
juez omitió, sostiene el diario, toda referencia a las
golpizas del padre, alguna de ellas calificada como delito. Luego
resulta que la madre volvió a formar pareja, nada anormal,
por cierto, pero como la madre dispuso irse a otra ciudad,
llevándose las hijas, entonces el juez consideró
que ese comportamiento no era ejemplar, sino dirigido a
distanciarlas de su padre. Ese fue el argumento que uso el juez
para quitarle la tenencia de sus hijas a la madre. Pero lo peor
para la madre no pasó aun, porque luego el juez, no solo
le retiró la tenencia sino que le prohibió todo
tipo de comunicación, a partir de un dictamen psico-social
según el cual la madre sufría un síndrome
parental, es decir que se había dedicado a enfrentar a sus
hijas con su padre. Luego intervino, por suerte, la Fiscal
General de la Violencia, estudió el caso, y llegó a
la conclusión que el referido síndrome no
tenía reconocimiento por parte de la Organización
Mundial de la Salud. Esto determinó, al fin, que pudo
terminar el suplicio de la madre desposeída sin
razón de sus hijas, recuperó la tenencia y se
estableció un régimen de visita a favor del padre.
Una resolución que no tuvo porque ser demorada cinco
años.
Ahora tenemos el "El caso de la mujer golpeada que
terminó asesinada por su marido", se le escucha al
profesor. Las disfunciones judiciales españolas,
señala El País, han cobrado la vida de la argentina
Sylvina Basan, también la del marido y la de otra persona.
Sylvina era consciente del peligro que corría, ella y sus
abogados se lo señalaron al Juez de Violencia sobre la
mujer de Torrejon de Ardoz, en Madrid. Pero de nada
sirvió. Su marido era un sargento del Ejército, de
esos hombres que se piensan que el uso de armas por razón
de su profesión lo autorizan a usarlas para descargar su
ira sobre su mujer. Dos años de acoso permanente
sufrió Sylvina, tanto que ella optó irse a
Guadalajara, para huir de él. Esa huida generó la
fatalidad, el marido la buscó, la encontró junto a
la nueva pareja que había formado, les desarrajó un
tiro a su mujer y a su acompañante, luego se
suicidó. Todo ello delante del pequeño hijo del
asesino y de su víctima. El juez denegó todas las
peticiones de protección de la victima, incluso que le
hicieran una prueba psiquiatrita a su marido. No se
averiguó si el marido portaba armas. Lo increíble
es que la Comisión Permanente del Poder judicial, luego de
la tragedia, excusó de toda responsabilidad procesal al
Juez y dispuso archivar el caso. Sin embargo reconoció que
había habido "un mal funcionamiento de la
Administración de Justicia en este caso, que una
funcionaria letrada con poca idoneidad llevaba la causa, que la
Fiscalía pidió que se archivara la causa, que la
psicóloga consultada había negado que el marido
fuera un maltratador. Para colmo El País informa que en la
causa intervinieron cuatro jueces, además del Fiscal:
ninguno fue responsable de nada para el órgano de control,
que le recomendó a Sylvina "superar los conflictos de
pareja". No olvidemos el luminoso pensamiento de Edward Deming,
padre de la gestión de calidad. "lo que no quiere la
cabeza, no lo quiere el cuerpo".
Dejemos de lado el relato de casos preñados de
burocracia, señala Octavio en el aula, quiero destacar que
las estadísticas en España indican que
también las mujeres están involucradas con la
violencia familiar: unas diez mil seiscientas tienen condenas
firmes, frente a ciento diez mil hombres con ese tipo de condena,
es decir un diez por ciento. Resulta importante destacarlo.
Octavio sigue demostrando que estudia permanentemente en
beneficio de sus objetivos.
Pongámosnos a considerar la realidad humana a
partir de ella misma, les dice Octavio a sus alumnos, y luego
qué solución propone la Justicia a casos perversos
de hombres o mujeres que violentan la sociedad con sus
personalidades bestiales. Un caso típico es el de los
violadores compulsivos de menores. Según nos informa El
País de España, Alvaro tiene veintiséis
años y es un violador, de esos pederasta que gozan con
menores. Mucho mas que de menores, de bebes con pañales El
brutal personaje confesó ante la Justicia, sin titubear,
que había abusado de cinco menores de dos años de
edad, lo hizo premeditamente, tanto que filmaba su atrocidad para
compartirlas luego con sus amigos. Pero no puedo traerles a
Ustedes las películas porque no resultan de facil
digestión
¿Hubo penetración anal en un bebe con
pañales? Preguntó un alumno. No, respondió
el depravado: solamente le coloqué el pene, por debajo del
pañal. ¿Eso daña la psique del niño?
Nueva pregunta estudiantil. Bueno, que eso lo diriman los
especialistas, los psiquiatras, los que saben… Entonces
Octavio fue más allá y se preguntó en voz
alta ¿Habrá foros de especialistas que han
discutido esta cuestión? Sobre todo qué hacer con
esas personas: se escuchó desde el fondo del
aula.
Lo único que se, agregó Octavio, es que el
violador de niños con pañales y sus amigos, en las
audiencias donde los llevaron a declarar, cuando vieron los
videos se mantuvieron fríos, indiferentes, parecía
incluso que volvían a gozar. Ninguno pidió
perdón a los padres presentes. Como el trámite del
juicio ya llevaba doce años, y esta cuestión
sí esta vinculada con la burocracia judicial, aunque
también al tema de la prueba, que no es lo mismo. Porque
si no hay pruebas no se puede condenar a nadie. Octavio no
olvidaba su rol de instructor pedagógico. Bueno,
quería decirles que los niños con pañales
ahora tenían doce años y también estuvieron
en la sala de audiencias. A ellos sí que se los
advertía repugnados.. ¡Que absurdo dijo un alumno en
vos alta: ¿cómo dejan que los menores que fueron
víctimas estén presentes? Porque la burocracia no
piensa: se le escuchó decir a Octavio. Cuando se dieron
cuenta, después de haberlo permitido, no los dejaron estar
más en las ulteriores audiencias.
Un alumno levantó la mano para preguntar
¿a los amigos del violador, de que los acusaban? Se
trataba de un grupo de pederastas -contestó Octavio- entre
ellos se intercambiaban archivos, para luego gozarlos juntos. Se
los acusaba de distribución de material obsceno, ninguno
de ellos tiene más de treinta años, agrego Octavio.
Pero, de última, todos ellos eran vejadores de
niños.
Entonces otro alumno también hizo señas de
querer hablar: y los padres de los bebes con pañales
¿Dónde estaban? Cada miembro del grupo era amigo de
padres que tenían bebes, intimaban tanto hasta lograr que
se los dejaran para cuidarlos, cuando ellos salían de
noche. Cosa bastante normal: aclaró Octavio. Para quien
había programado abusar del bebe y filmarlo todo, a partir
de allí la cosa era demasiado fácil: sabía
perfectamente del tiempo que disponía. De modo tal que
cuando regresaban los padres, todo estaba perfectamente en orden:
el bebé con pañales dormía. Se ha portado
maravillosamente bien, les informaba el depravado a los padres.
¿Cómo sospechar de nada?
Entonces el tema de la clase cambió de
dirección. ¿Cual es la pena que se merece esa
gente? Se escuchó lo mismo en toda la clase. Se trata de
un tema muy complicado, contestó Octavio. Bien sabemos que
la cárcel no reduca, que lo más frecuente es que
los liberados salgan aun perfeccionados, por lo que le escuchan a
sus compañeros delincuentes, dispuestos a volver al
delito. Imagínense en estos casos. De la pena de muerte no
hablemos: está prohibida por los tratados internacionales
y hay múltiples argumentos para no cambiar de
posición. En caso de prisión perpetua, ella tiene
límites siempre. Es decir que la hipótesis de un
violador en libertad es harto frecuente. En el caso que hemos
consideramos, un caso real obviamente pues fue sacado de un
relato periodístico, el principal responsable fue sincero
por una vez y dijo "Practiquen conmigo la castración
química, porque yo no me puedo contener a mi mismo". Lo
que sabemos, agrega Octavio, es que la castración
química evita la erección, pero no quita los deseos
de tener algún tipo de relación con el menor.
Además ese tipo de castración precisa de un
tratamiento permanente, si se abandona, los tiempos retroceden al
pasado: es decir a la perversidad.
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