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El concepto de la mujer y las histéricas (página 2)



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En este sentido, el debate sobre la sexualidad femenina
era de la misma naturaleza que el que se desarrolló sobre
el psicoanálisis de niños. Hostil a las tesis
kleinianas y profundamente disgustado por el modo en que los
partidarios de Klein trataban a su hija Anna, Freud no
quería admitir que la supremacía que le otorgaba al
padre en la familia le estaba impidiendo captar la naturaleza
profunda de las relaciones entre la hija y la madre. En otras
palabras, incluso aunque su monismo estuviera teóricamente
justificado, no daba cuenta de la realidad concreta de la
sexualidad femenina ni de la génesis de la feminidad.
Además, su concepción del clítoris como
homólogo de un pequeño pene remitía
más al atractivo intelectual que ejercían sobre
él las mujeres que experimentaba como "masculinas" o
"fálicas", que a la realidad de la feminidad.

Sandor Ferenczi fue el primero en señalar, en
1932, en su Diario clínico, que esta
masculinización que realizaba Freud de la sexualidad
femenina se explicaba por la relación de él con la
madre, Amalia Freud.

No obstante, Freud tuvo la honestidad de corregir su
doctrina en el sentido de las posiciones kleinianas. Lo
atestiguan sus dos artículos de 1931 y 1933, uno sobre la
sexualidad femenina y otro sobre la feminidad que se pueden
encontrar en La nuevas lecciones introductorias al
psicoanálisis
. En el primero sostuvo su
concepción de la relación entre el clítoris
y la vagina, pero reconociendo implícitamente que las
mujeres analistas podían comprender mejor que él la
cuestión de la sexualidad femenina, en cuanto ellas
ocupaban en la cura el lugar de un sustituto materno.
[17]

En el segundo, admitió que no se podía
comprender a la mujer "sin tomar en consideración la fase
del apego preedípico a la madre": en efecto, todo lo que
se encuentra en la relación con el padre proviene por
transferencia de ese apego inicial.[18]

Otro dato importante también de las Nuevas
lecciones introductorias al psicoanálisis
, lo
encontramos en el capítulo referente a La angustia y
la vida instintiva
. En éste introduce algunos cambios
y novedades y destaca la explicación, ahora más
razonada que había dado en inhibición,
síntoma y angustia sobre la castración femenina, la
cual parece aclarar:

El miedo a la castración no es, naturalmente,
el único motivo de la represión, pues no se da ya
en las mujeres, las cuales pueden tener un complejo de la
castración, pero nunca miedo a la castración. En su
lugar aparece en las en miedo a la pérdida del amor, la
cual es visiblemente una continuación del miedo del
niño de pecho cuando echa de menos a su
madre.[19]

Ahora se podría aceptar la afirmación de
Freud si tenemos en cuenta dos cosas, no dice que todas la
mujeres tengan complejo de castración, sino que lo puedan
tener, así que no sería difícil, con la de
diversos problemas mentales que se tienen que este pudiera
existir. Por otro lado, habla otra vez de la perdida del amor,
que en el hombre es una pura perdida del objeto, pero esto
también lo podemos aceptar si tenemos en cuenta que la
palabra amor es un invento del hombre para nombrar aquello que se
quiere, que a la vez es el objeto de deseo, o sea, que sigue
significando lo mismo, el objeto de amor y el de la necesidad
podrían ser lo mismo si se mira desde este punto de vista,
por lo cual, la diferencia entre hombre y mujer ya no está
tan clara.

El período de entre guerras se caracterizo en lo
que respecta al freudismo, por dos oposiciones, por una parte el
debate contradictorio entre los partidarios del monismo central y
los adeptos al dualismo y por otra el despliegue del movimiento
feminista que llevó, por el camino del sufragismo, a la
emancipación política y jurídica de las
mujeres que llevó a contradecir las ideas de Freud sobre
el sexo femenino.

A partir de 1945, fue en torno al libro de Simone de
Beauvoir (1908-1986) "Le Deuxiéme Sexe", y después
alrededor de las tesis de Jacques Lacan, Michel Foucault
(1926-1984) y Jacques Derrida, como el debate sobre la sexualidad
femenina evolucionó, en particular en los Estados Unidos,
hacia una interrogación más radical sobre la
diferencia de los sexos, y después sobre la
distinción entre el sexo y el género.

A menudo se dice de Freud que fue un hombre poco
preocupado por el feminismo, que se mostró a veces
misogino, y a menudo conservador. De hecho, si nos atenemos a las
apariencias, podemos ver en él a un científico
estrecho, un buen burgués, un marido celoso, un padre
incestuoso: en síntesis, un representante de la autoridad
patriarcal tradicional. No obstante, a la manera cartesiana
aplicada en 1673 por el filósofo François Poullain
de La Barre (1647-1725) en su célebre obra "De
l'égalité des deus sexes", es preciso sin duda
superar este tipo de datos, y llegar a la conclusión de
que resulta tan vano tratar a Freud de "Falócrata", con el
pretexto de que no fue feminista, como convertir al combate por
la igualdad de los sexos en el dominio reservado de las mujeres,
con el pretexto de que esa lucha tiene por meta su
emancipación.

En realidad, todo ocurre como si, para edificar su
doctrina, Freud hubiera debido abstraerse de cualquier compromiso
militante, y rechazar las aspiraciones igualitarias del
movimiento feminista.

Sin embargo, su teoría biológica de la
libido única se asemejaba en ciertos aspectos a la
concepción jurídica de Antoine de Caritat,
marqués de Condorcet (1743-1794), el gran teórico
de la emancipación de las mujeres. A más de un
siglo de intervalo entre ellos, tanto para el filósofo
francés como para el científico vienés se
trataba de demostrar que el ámbito de lo femenino
debía pensarse como parte integrante del universal humano,
y por lo tanto bajo la categoría de un universalismo, que
es lo único capaz de dar un verdadero fundamento al
igualitarismo.

Para Freud, en efecto, la existencia de una diferencia
anatómica de los sexos no desembocaba en una
concepción naturalista, puesto que esa famosa diferencia,
ausente en el inconsciente, daba testimonio para el sujeto de una
contradicción estructural entre el orden psíquico y
el orden anatómico. Se advierte de qué modo, con su
teoría del monismo y de la no-concordancia entre lo
psíquico y lo anatómico, Freud compartía los
ideales del igualitarismo universalista, desde Descartes hasta la
Ilustración.

En este sentido, y a pesar de las aberraciones de su
doctrina original, fue un pensador de la emancipación y de
la libertad, y el autor de una teoría de la sexualidad
que, aunque desembarazaba al hombre del peso de sus raíces
hereditarias, no pretendía liberarlo de las cadenas de su
deseo.

Por lo que respecta a la histeria, enfermedad que Freud
dijo que era propia de lo femenino, hay que destacar que para
empezar esa no fue una idea suya y que tampoco fue el
único en hacer una afirmación que discriminara a la
mujer. Por ejemplo Lacan, en las conferencias sobre
Inhibición, síntoma y angustia de Freud,
introdujo la idea de que ya no solo la histeria sino la angustia
en general, lo propio de lo femenino.

Pero además hay que tener en cuenta que la idea
de la histeria como propio de la mujer ya venía, como
hemos comentado anteriormente, desde tiempos que se remontan a
los egipcios. Por eso resulta estúpido culpar a Freud en
este sentido de machista, pues lo único que se le puede
decir es que se dejó influenciar por pensadores
anteriores, pero al no ser una idea propia no se le puede tachar
de machista, sino de seguir una tradición sin
ningún apoyo científico verificable.

Conclusión

A través de este recorrido no solo hemos podido
mejorar la visión totalmente negativa sobre la ideas de
Freud, sino que hemos podido ver que la raíces del
problema de la discriminación de la mujer de hoy en
día, que aunque en solución sigue siendo obvio,
tiene una extensión pasada mucho más considerable
de lo que parecía, por lo que ahora entendemos la
dificultad de cambiar algo tan arraigado de épocas tan
antiguas.

Por lo que respecta a Freud, puede que tuviera una
visión masculinizada del ser humano, pero no creemos que
dar una visión discriminatoria de la mujer fuera para nada
su intención, además, parece que hizo un esfuerzo
por comprender realmente el sexo femenino, y eso lo demuestra el
hecho que tratara con mujeres y expresara en alguno de sus textos
que ellas por su condición era más propensas a
entender su funcionamiento. Por lo tanto, no se le puede juzgar
como persona, aunque si como científico, y como tal se
puede calificar de pésimo, ya que a veces divagaba y se
contradecía constantemente. Pero dudamos muchísimo
que tuviera una visión peyorativa de la mujer, y aunque
así fuera no se le puede criticar por ello, pues si
tenemos en cuenta los precedentes que hemos tratado, se puede
entender perfectamente que lo sea, igual que la mayoría de
sus conciudadanos y muchos de los de la actualidad.

De todos modos más que una visión en
contra de la mujer nosotros lo interpretaríamos por una
obsesión terrible por todo lo fálico, aunque
siempre de le puede dar la vuelta a las cosas y hacerlas parecer
malas.

El hecho es que muchas feministas o críticos se
le tiraron encima, pero eso no hizo más que ayudar a las
mujeres en su favor. Gracias a su visión centrada en el
pene del hombre muchas mujeres intelectuales se pusieron, si se
nos permite la palabra, "histéricas", lo cual les dio
fuerza y las animó a ir en su contra, con lo cual se
luchó mucho más por la mujer, que a la vez
también ganaba terreno en el ámbito político
y social.

Por lo que respecta a la histeria, esa
característica de la mujer que parece discriminarla
también se le pueda dar la vuelta, para nosotros no es un
insulto, es el nombre que Freud utiliza para catalogar a la mujer
que según el sufre una enfermedad a causa de su
insatisfacción. No es que la mujer tenga la culpa de su
histeria ni sea un ser inferior, todo depende de cómo se
mire y según nuestro punto de vista, teniendo en cuenta
que para Freud el sexo, o los deseos libidinosos eran muy
importantes y si se tiene en cuenta que la cultura y la sociedad
reprimían a la mujer y le impedían realizar ese
deseo, para Freud eso significaba quedarse sin una necesidad
primaria, el sexo, la falta del cual provocaba trastornos igual
que lo hace la falta de agua o comida. Por lo tanto, eso no es ir
en contra de la mujer, es intentar ayudarla al reivindicar que le
falta algo tan necesario y de lo cual nadie se
preocupa.

Freud se equivocó debido a su visión
demasiado sexual de la vida. Pero al fin y al cabo, sirvió
para abrir los ojos a la gente, denuncio a la sociedad y
explicito una necesidad de cambio en los aspectos sexuales de la
vida, que aunque no curara las enfermedades catalogadas como
histeria, supongo que a la larga mejoraría las relaciones
entre hombres y mujeres.

Además, solo por el hecho de intentar investigar
la sexualidad de la mujer ya es digno de admiración. Este
tema es muy importante y ni siquiera se ha completado hoy en
día. No es solo que en la escuela enseñan
aún la fórmula andro céntrica del sexo en
que éste acaba cuando el hombre eyacula, mostrando a una
mujer pasiva, la cual muchos adultos aún esperan encontrar
por falta de educación en ese sentido, sino que ni
siquiera se ha estudiado si realmente Freud tenía
razón al decir que el orgasmo femenino maduro es el
vaginal. Esa afirmación se ve absurda, sobretodo por esas
mujeres que sin saberlo aún siguen el esquema pasivo
antiguo. De hecho se cree que hay mujeres que no sienten este
tipo de orgasmo, pero dudamos que se hayan hecho suficientes
pruebas para poder demostrar que eso es cierto, no creemos que se
pueda probar que eso dependa del tipo de organismo de la mujer y
no de un problema psicológico que les impide realizarse en
ese aspecto.

Por lo tanto, aunque quizá algunas teorías
de Freud son meras divagaciones, solo por el hecho de sacar el
tema ha provocado una rueda que no ha parado, ya sea para
respaldarlo o para llevarle la contraria miles de
filósofos y científicos se han puesto manos a la
obra, así que no se puede decir que no sea muy
importante.

Si como científico no pudo demostrar sus
teorías al menos debemos considerarlo uno de los mejores
pensadores de su época.

Además, una cosa está clara, actualmente,
por mucho que todo el mundo se empeñe en negarlo el sexo
puede considerarse el centro de la vida de las personas. Solo hay
que mirar la de problemas y el de dinero que se saca con
él. El mundo es básicamente sexo y productos
derivados de él, solo hay que abrir los ojos: la
televisión vende productos que satisfacen los deseos
sexuales, las tiendas venden prendas sexys para tener relaciones
sexuales, los hospitales comercian con el cambio de tu cuerpo
para que triunfes sexualmente, hay establecimientos limitados
exclusivamente a satisfacer los deseos sexuales de la vista,
otros del cuerpo, la gente se pasa el día pensando en sexo
mientras pretende ser un ser intelectualmente desarrollado e
interesado por la cultura pero llega a casa y pone un programa
dónde lo único que importa es el físico
atractivo de la presentadora, que no es más que un
recuerdo del sexo que ahora mismo no puede tener y no digamos la
risa tonta cada vez que hablando de algo serio una palabra nos
recuerda ese acto en el que no dejamos de
pensar…

Así que si nos juzgara un marciano, el
comportamiento humano le parecería más
inverosímil que las teorías de Freud, el cual pese
a los años de avances, se ha convertido en mucho
más machista, un machismo escondido detrás de los
gritos por la igualdad y el derecho a la libertad. Así que
si en este país uno es inocente hasta que se demuestre lo
contrario, Freud puede que tenga parte de razón hasta que
se demuestre completamente que sus ideas son
imposibles.

Bibliografía

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VEITH, Ilza: Hysteria: The History
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Autor:

Laura Rodas Cusidó

Pensamiemto contemporáneo

Universitat Pompeu Fabra

Curso 2010-2011

[1] FREUD, 1925, p. 2834

[2] IBID, p. 2855

[3] IBID, p. 2855

[4] KING, 1993, pp. 3–90.

[5] VEITH, 1965, p. 10

[6] MAINES, 1999

[7]
http://www.espirituyvida.org/ESPIRI/sexualidad/11%20mitos%20de%20la%20sexualidad.htm

[8] CROOKS, BAUR, 2009, P. 1977

[9] Según el Diccionario de la Real
Academia Española: “Instrumento que se emplea para
examinar por la reflexión luminosa ciertas cavidades del
cuerpo”.

[10] MAINES, 1999, p. 5

[11] MAINES, 1999, p. 5

[12] MICALE, 1993, pp. 496-526

[13] MAINES, 1999, p. 59

[14] IBID, p. 112

[15] SCHULTZ, 2002, pp. 80-87

[16] KLEIN, 2003, p. 22

[17] FREUD: Nuevas lecciones introductorias
al psicoanálisis, 2007, p. 3078

[18] IBID, pp. 3164-3178

[19] FREUD, Nuevas lecciones introductorias
al psicoanálisis, 2007, p. 3150

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