La Revolución en el poder ¿Historia
reciente? – Monografias.com
La Revolución en el poder
¿Historia reciente?
Puede parecer contradictorio que al término de 50
años apenas encontremos estudios que pongan de manifiesto
determinados temas sobre la Revolución en el poder. Sin
embargo, más que una contradicción es una realidad
latente que atañe a historiadores e investigadores
residentes en el país, que por diversas razones hemos
dejado el camino abierto para que otros lo hagan, incluso desde
fuera, exponiendo la historia a especulaciones, tergiversaciones
y mal interpretaciones, precisamente en estos tiempos en los que
resulta vital para los cubanos, al decir de Joel James Figarola,
responder a la pregunta de qué nos puede decir el pasado
con relación al presente y con nuestro futuro o
sencillamente contestar a la pregunta ¿Cómo hemos
podido llegar a la situación en la que nos encontramos
hoy? De igual modo apoyamos la idea de que para que éstas
puedan tener respuesta, la etapa revolucionaria del 59 a la fecha
debe abrirse un estudio sereno y riguroso, no por simple capricho
de creación, sino como condición indispensable para
que el pueblo salga así mismo adelante.
¿Por qué resultan tan escasos los estudios
de la etapa revolucionaria?
Una de las respuestas pudiera ser el considerar a la
historia de la Revolución como historia reciente,
descuidando el hecho de que ya ha transcurrido medio siglo,
suficiente tiempo como para no ser considerada como tal. Al
propio tiempo se va produciendo un distanciamiento entre lo
cotidiano y la historia que no es más que ignorar lo que
ocurre a diario y nos parece común pero dada su
trascendencia no lo es.
Esta actitud de espera y a la vez distante que ha
asumido el historiador, en el sentido más amplio del
término, ha provocado que procesos importantes se pierdan
en el tiempo porque nos parecieron cotidianos, pero desde el
mismo momento en que ocurrieron ya son historia como
también ha influido en que no se aproveche el caudal de
información que puede obtenerse de las personas que
vivieron procesos importantes de la etapa en cuestión y
que por razones naturales dentro de poco no existirán
físicamente para que puedan aportar sus testimonios y
enriquecer lo que no siempre encontramos en los archivos. De este
análisis se desprende que la historia no puede estar
sujeta a que para investigarla, escribirla o enseñarla
debe cumplir con el requisito de la acumulación de tiempo,
pues ésta se hace día a día.
También existen otras cuestiones no menos
importantes que atentan contra los estudios de esta etapa. Me
refiero a las limitaciones para consultar determinados fondos
documentales que por razones políticas aún
permanecen vírgenes, la inexistencia de documentos que en
ocasiones aparecen inventariados, la pérdida de
éstos por traslados, incendio u otras causas
injustificables, no poder utilizar toda la información que
se puede extraer de ellos, etc.
Un ejemplo elocuente lo constituyen los documentos que
refieren las nacionalizaciones de tierra tras la Reforma Agraria
ya sea por la expropiación forzosa o por otra vía
en la que se mencionan los nombres de personas que a raíz
de la aplicación de la ley agraria no estuvieron de
acuerdo ni con la ley ni con la forma de pago que proponía
el gobierno y emigraron del país al ver el curso de los
acontecimientos. Actualmente estas personas residen en lo
fundamental en los Estados Unidos y se sienten alentados por las
leyes que prometen devolverles sus propiedades como la Helms
Burton y el llamado Plan de Ayuda para una Cuba Libre.
Estos son algunos de los aspectos que en mayor medida
limitan la labor investigativa del historiador que en tales
circunstancias está obligado a utilizar en un gran por
ciento a las fuentes orales que aunque aportan información
valiosa ésta puede ser tergiversada, exaltada o
minimizada, teniendo en cuenta que en el transcurso del proceso
revolucionario unas personas fueron beneficiadas, otras afectadas
y otras protagonistas del mismo, por lo que las miradas son
diversas y con una gran carga subjetiva.
Está claro que algunos temas han sido abordados
con mucho cuidado sobre todo los que tienen que ver con las
relaciones entre economía y sociedad, aplicación de
leyes, entre otras, pero de lo que se trata es de abordarlos con
toda justeza y veracidad aunque a veces nos resulte
difícil, lo peor sería no abordarlos.
Todo lo planteado anteriormente explica en alguna medida
por qué resultan tan escasos los estudios de
revolución y la inclinación que sienten los
historiadores por incursionar en las etapas Colonia y
República de las cuales es posible encontrar abundante
información en Archivos, Bibliotecas e
Instituciones.
Esto no significa que no existan estudios que
representen la etapa en cuestión. La historiografía
cuenta con valiosos trabajos dentro de los que sobresalen los
políticos, encontrando en menor cuantía los
económicos, sociales, culturales y religiosos. El
tratamiento a este tema se remonta a trabajos que datan de la
Colonia. Sin embargo constituye La Historia me
Absolverá de Fidel Castro Ruz, la obra clásica
donde de forma magistral se expone la situación del campo
cubano y la posible estrategia a seguir por el gobierno
revolucionario una vez logrado el triunfo.
Existen otros trabajos que reflejan el proceso de
cambios a partir de 1959 en los que se presenta ésta como
la medida más radical de esta etapa: La Reforma Agraria
desde la significación que en el orden económico
trajo para el país y para los campesinos beneficiados, sin
embargo, hacen menos énfasis en el aspecto social que
tiene que ver con la manera de pensar y de actuar en torno a este
fenómeno cultural por excelencia.
Entre ellos se destaca Carlos Rafael Rodríguez
con la obra Cuba: Revolución y economía,
Luis Bush, con Gobierno revolucionario cubano: Génesis
y primeros pasos.
Quizás la obra clásica para muchos
estudiosos del tema se nos presenta como obligada consulta:
En Marcha con Fidel de Antonio Núñez
Jiménez, quien utilizando el estilo anecdótico y
descriptivo relata el andar heroico del pueblo junto a Fidel,
apoyando las medidas revolucionarias de los primeros meses de
Revolución.
Otros estudios constan en la historiografía
cubana, sin embargo, en mi opinión no rebasan el
análisis estadístico de los resultados de la ley.
De modo que estos estudios se enmarcan en datos extraídos
de censos y documentos. Tal es el caso de Revolución
agraria y cooperativismo en Cuba de Lilia Nahela Becerril
Albarrán, Dos décadas de lucha contra el
latifundismo de José Mayo, Presencia de la
Reforma Agraria en América de Gumersindo
Martínez Amengual. La Reforma Agraria: Obra magna de
la Revolución en Cuba republicana y Cuba en el
tránsito al socialismo de Carlos Rafael
Rodríguez.
Mención aparte merecen los estudios realizados
por Oscar Pino Santos, Arnaldo Silva León sobre temas
agrarios después del triunfo de la Revolución,
así como la obra de Orlando Valdés Historia de
la Reforma Agraria en Cuba y Mayra San Miguel Aguilar con la
Reforma Agraria en Holguín. Este último
realiza un acercamiento más objetivo a la reforma en tanto
vincula el análisis de este hecho con otros que reflejan
aspectos de la historia social, de la forma de pensar de los
sujetos sociales de la etapa en cuestión en una parte de
la región oriental.
Dentro de la producción historiográfica
local, escasean los trabajos relacionados con el tema agrario
después del triunfo revolucionario. Se conoce el
acercamiento a la Primera Ley de Reforma Agraria realizado por
Sonia Tornés Mendoza y en otro orden la tesis de Arisbel
Leyva Remón Cambios socio clasistas y relaciones
agrarias en la provincia Granma a partir de 1993, mostrando
los rasgos y tendencias específicas de los grupos y la
estructura social agraria territorial bajo el contexto de los
procesos que en el ámbito de relaciones sociales ocurren a
nivel nacional.
Esta etapa de la Historia de cuba es esencial en tanto a
partir de enero de 1959 comenzó una etapa que se
caracterizó por la adopción de todo un conjunto de
medidas, destacándose la Primera Ley de Reforma Agraria
como la más importante y radical de esta primera etapa,
partiendo de la crítica situación en la que se
desenvolvía la economía cubana dado por el
predominio del latifundio en el agro. De ahí la
importancia del conocimiento del tema y la investigación
de aspectos que hasta el momento forman parte de lo que la
producción científica tradicionalmente ha
abordado.
La deformación de la estructura de las relaciones
de propiedad sobre el suelo, constituye un factor que, sin dudas,
caracteriza la economía cubana antes de 1959, pues como
resultado del proceso de apropiación indebida de la tierra
que comenzó con la conquista y colonización por
parte de los españoles y que se agudizó con la
instauración de la República, la tenencia de la
tierra se polarizó en dos grupos fundamentales: los
grandes y medios latifundios y las pequeñas parcelas,
minifundios[1]lo que explica la deformación
de la estructura de las relaciones de la propiedad sobre el suelo
y su desigual distribución.
El sistema esencialmente latifundista de tenencia de la
tierra en Cuba, generó efectos nocivos en la agricultura y
en la economía nacional. Por tanto, no existe territorio
que escape de la llamada concentración de tierras en manos
de pocos.
La aplicación de esta ley agraria se conoce como
un hecho general que abarcó a todas las provincias del
país y que trascendió, por lo que significó
desde siempre la tierra para los campesinos. Sin embargo, dadas
las características socioeconómicas de cada
región se convirtió en un proceso complejo, en el
que se manifestaron especificidades territoriales. Tal es el caso
de Bayamo que por aquel entonces comprendía los barrios
de: Veguitas, Bueycito, Laguna Blanca, Guisa, Barrancas,
Dátil, Arroyo Blanco, Cauto Embarcadero, Cayamas, Hornos,
Julia, San Juan, Cristo, La Sal y Guamo y que desde siempre
mostró el marcado carácter agropecuario en su
economía debido al desarrollo de la ganadería como
actividad económica fundamental y no el cultivo de la
caña de azúcar como ocurría en otras zonas
del país. En dichos barrios se hacía evidente el
proceso de concentración de la tierra en manos de unos
pocos, a tono con lo que ocurría en todo el territorio
nacional.
En Bayamo hacia el año 1959 se hacía
evidente dicho proceso de concentración, pues las fincas
menores de 390 ha. (30 cab) representaban un 97,26% del total de
las fincas de la municipalidad y el 37,8% de su extensión.
Mientras esto sucedía el 2,74% restante ocupaba el 62,2%.
Es decir, los que mayor número de fincas poseían no
eran los más ricos. Los de 30 caballerías en
adelante eran menos, pero en sus manos concentraban la mayor
parte de las tierras, lo que traía aparejada la precaria
situación del campesino que cada día se
sumía más en la miseria y en las diversas formas de
explotación. Además el latifundio constituía
un factor que limitaba el desarrollo de la agricultura debido a
que mantenía grandes áreas sin producir.
La tierra como principal fuente de alimentos debido a la
concentración de la misma no era aprovechada para el
fomento de cultivos indispensables para la población. Las
pequeñas propiedades que comprendían una
extensión entre 1 – 5 caballerías se
dedicaban fundamentalmente al cultivo de viandas, legumbres,
café, es decir, cultivos menores, con los que se
abastecía a la ciudad en menor escala y servían de
autoconsumo como forma de subsistencia a las familias campesinas.
Los minifundios, con extensión de 1 – 13 ha se
encontraban diseminadas por todas la región,
agrupándose notablemente en las zonas de Veguitas,
Bueycito, Laguna Blanca, Guisa, Barranca, Dátil, Horno,
donde se encontraba la mayor parte de la población rural
abastecedora de precaristas y arrendatarios que
constituían una valiosa fuente de mano de obra asalariada
para trabajos de ganadería[2]Los
arrendatarios eran campesinos que tenían que pagar a los
dueños de la tierra todos los años una cantidad
fija como pago del alquiler o renta por la tierra que cultivaban.
El precarista se asentaba en una pequeña parcela de tierra
sin pagar contrato ni venta y por tanto no daba parte a nadie, es
decir, trabajaba en tierra sin dueño específico.
Eran llamados así por la precaria situación de no
tener amparo de nadie, estaban empobrecidos y vivían muy
mal. Otras parcelas de las zonas de Horno, Guisa, Arroyo Blanco,
cultivaban el tabaco, teniendo en cuenta que su producción
no exigía de grandes extensiones de terreno. La siembra de
la caña de azúcar giraba en torno a los tres
centrales de la zona por esos años que eran el
Sofía, Mabay y Río Cauto. En algunas zonas del
territorio se cosechaba arroz. Sin embargo, este tipo de cultivo
implicaba el uso de la técnica y mecanización, por
lo que la producción del mismo no se hizo extensiva y por
tanto se cosechó en menor escala. Los grandes latifundios
fueron dedicados a la ganadería, prácticamente
desde la propia fundación de la Villa, es decir, "… a
partir de la segunda mitad del siglo XVI, convirtiéndose
esta en la actividad económica fundamental de la Villa San
Salvador de Bayamo con fértiles extensiones y abundantes
pastos y agua"[3].
Con lo anteriormente expuesto hemos querido reflejar la
forma de tenencia de la tierra en Bayamo hacia 1959 con lo que
queda demostrado que la necesidad de cambios radicales era
evidente. La profunda deformación estructural de la
economía, el bajo nivel de aprovechamiento de las tierras
productivas, el alto nivel de desempleo, las pésimas
condiciones de vida del campesinado, entre otras causas,
condicionaban que cualquier proceso de cambios económicos
en nuestro país debía comenzar por la
agricultura.
La necesidad de realizar transformaciones radicales en
la agricultura y de erradicar el latifundismo había sido
planteada por Fidel en su alegato de autodefensa conocido como
La Historia me Absolverá, en la que además
de quedar plasmada la crítica situación del campo
cubano, enmarcándola dentro de los seis problemas
fundamentales al plantear "… el problema de la tierra, el
problema de la industrialización, el problema de la
vivienda, el problema del desempleo, el problema de la
educación, el problema de la salud del pueblo, he
ahí concretado los seis puntos, a cuya solución se
hubieran encaminado resueltamente nuestros
esfuerzos…"[4]. Esta obra constituye el
antecedente primario de lo que sería más tarde la
Reforma Agraria.
La ejecución de la Ley Agraria y de los proyectos
de desarrollo económico, exigían de un organismo
que estuviera en correspondencia con los nuevos cambios
revolucionarios en el sector agropecuario. Por tanto, el
artículo 48 de la ley respondía a este
interés con la creación del Instituto Nacional de
Reforma Agraria (INRA).
De acuerdo con estas necesidades, que se resumían
en la aplicación de la Reforma Agraria, se crea el INRA en
Bayamo con todas las facultades necesarias para la gran tarea de
liquidar el latifundio y poner la tierra en manos de quien la
trabajaba. Este organismo radicó donde actualmente
está ubicada la Terminal de Ómnibus Interprovincial
de Bayamo y en sus inicios parecía que desempeñaba
sus funciones a tono con las exigencias, pero algunos de los que
tuvieron a cargo su dirección no supieron evaluar
correctamente sus objetivos y traicionaron al movimiento de
reivindicaciones que se proponía esta ley para el
campesinado encabezado por el traidor José
María[5]
Independientemente de las deficiencias que pudo haber
presentado dicho instituto, de los errores que cometió, su
intención siguió siendo la de hacer cumplir la ley.
Era difícil querer buscar perfección en este
organismo cuyas funciones respondían a la necesidad
objetiva de afrontar el problema de la Reforma Agraria en toda su
diversidad de aspectos.
La realización de la ley no podía ser el
resultado de los esfuerzos de una sola entidad por muy grande que
fueran sus atribuciones. Algunas de las tareas que realizaba el
INRA exigían organismos específicos que las
asumieran. Por tal motivo se hacía necesaria la
creación de órganos de base para la
aplicación de la ley, lo que se traduce en la
aparición de las llamadas Zonas de Desarrollo
Agrario.
Para facilitar la realización de la ley se
dividió el territorio nacional en porciones continuas y
definidas que recibían el nombre de Zonas de Desarrollo
Agrario. Estas se identificaban numéricamente
anteponiéndoles las iniciales de la provincia donde
estaban ubicadas. Ejemplo: O-23, que fue el nombre de la de
Bayamo. En total se constituyeron 28 ZDA. En Pinar del
Río, La Habana, Matanzas, Las Villas y Oriente; se crearon
zonas que abarcaban varios municipios cada uno, aunque
también cada zona podía a su vez subdividirse para
facilitar el trabajo. Sin embargo, Bayamo fue considerada como
una ZDA para lo que se tuvieron en cuenta algunos aspectos como:
el área para facilitar los trabajos de catastro, el censo
de población, producción aconsejable de acuerdo con
las tierras, núcleo de población y caseríos
enclavados en la zona, constitución y funcionamiento de
las Asociaciones Campesinas, además de los recursos de
agua y las facilidades para las comunicaciones y medios de
difusión.
Cada zona tuvo un delegado de desarrollo agrario, que
actuaba con independencia e inteligencia, pues conocía las
necesidades de la zona. Al respecto Fidel planteó que un
jefe de zona tenía casi autoridad ilimitada, además
de representar la máxima autoridad en su territorio. Con
relación a sus funciones expresó "… manda
más que los jefes militares y si tienen que dar una orden
de que ocupen una finca tienen más autoridad que los
comisionados y alcaldes"[6].
Tal es el caso de Antonio Moreno: delegado de la zona
O-23 de Bayamo, de quien Fidel expresó "es un hombre
extraordinariamente competente. Su capacidad es reconocida por
todo el mundo en aquella zona. Empezó siendo administrador
de una cooperativa, la primera que pusimos, que se llama
José Martí… lo hemos ascendido ya, y está
desarrollando una gran zona, y lo vamos a hacer jefe de una de
las zonas de desarrollo de las provincias de Oriente… ha ido
acreditándose cada día más por su capacidad
y espíritu de trabajo. Creo que ese es el éxito de
la reforma, por eso estoy tan confiado. Si encontramos personas
así en cada centro de desarrollo, vamos a ver si triunfa o
no triunfa"[7].
La zona O-23 desempeñó un importante papel
en la expropiación de grandes latifundios, organizando la
propiedad estatal, las cooperativas y distribuyendo la tierra
entre los campesinos. Todo esto en sus inicios fue propiciado por
la entrega que hiciera el Jefe de la Revolución al
delegado de esta zona en un cheque de medio millón de
pesos, además de enviar 19 rastras con
equipos[8]que posteriormente fueron utilizados en
el desarrollo agrícola del territorio, incidiendo
también la entrega en otra oportunidad de dos millones de
pesos al Comandante René Vallejo (Jefe Provincial del
INRA)[9] para fomentar la ganadería en
aquellas tierras baldías. En fin todos estos recursos
fueron puestos a disposición de la agricultura;
cuestión que repercutió directamente en el aumento
de la producción y la aparición de nuevos
cultivos.
Consideramos que el hecho de que Bayamo fuera
considerada una zona de desarrollo agraria y las condiciones del
delegado de esta zona influyeron en que el territorio fuera
beneficiado con apoyo monetario e implementos agrícolas
que dieron un impulso a las transformaciones que se venían
produciendo.
Lo expuesto hasta aquí no constituye en modo
alguno verdad absoluta ni irrefutable, sino más bien una
puerta que se abre para la investigación de otros temas
relacionados con la Reforma Agraria, sobre todo en las regiones
que mucho tienen que aportar al respecto y que al decir de esta
autora no pueden ni deben considerarse recientes.
Bibliografía
Albarrán, Lilia Nahela. Revolución
Agraria y Cooperativismo en Cuba. La Habana. Editorial
Ciencias Sociales. 1989.Bush Rodríguez, Luis M. Gobierno
Revolucionario Cubano: Génesis y primeros pasos. La
Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1999.__________________________ y Reinaldo Suárez
Suárez. Otros pasos del Gobierno Revolucionario
Cubano. La Habana. Editorial Ciencias Sociales.
2002.Castro Ruz Fidel. La Historia me Absolverá.
Edición anotada. Oficina de Publicaciones del Consejo
de Estado. La Habana, 2005.Colectivo de autores. La historiografía en la
Revolución cubana. Reflexiones a 50 años. La
Habana. Editora Historia, 2010.Leyva Remón, Arisbel. Cambios socio clasistas
y relaciones agrarias en la provincia Granma. Tesis en
opción al grado de Doctor. Universidad de La Habana,
2006.Mayo, José. Dos décadas de lucha
contra el latifundismo. La Habana, Editora política,
1980.Martínez Amengual Gumersindo. Presencia de la
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marcha con Fidel. La Habana. Editorial Letras Cubanas.
1982.Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.
La Reforma Agraria, obra magna de la Revolución en
Cuba Republicana. 1960. Tomo 1.Revista Temas. No 1. 1995.
Rodríguez, Carlos Rafael. Cuba en el
Tránsito al Socialismo 1959- 1963. La Habana.
Editorial Pueblo y Educación. 1979.Rodríguez García, José Luis.
Cuba Revolución y Economía 1959- 1960. et. al.
La Habana. Editorial Ciencias Sociales. 1985.San Miguel Aguilar, Mayra. La Reforma Agraria en
Holguín. 1959- 1861.Valdés, Orlando. Historia de la Reforma
Agraria en Cuba.
Autor:
Sonia Tornés Mendoza
Licenciada en Educación en la especialidad
Marxismo Leninismo e Historia.
Centro de trabajo: Casa de la Nacionalidad Cubana. Plaza
del Himno 36. Bayamo. Granma.
Dirección particular: Calle Adriana del Castillo
105 % Donato Mármol y José Fornaris. Bayamo.
Granma.
[1] José Mayo: Dos décadas de
lucha contra el latifundismo, p. 18.
[2] Fondo Robert A. Paneque: Casa de la
Nacionalidad Cubana.
[3] Ángel Lago Vieito y otros: Bayamo
en el Crisol de la Nacionalidad Cubana, p. 18.
[4] Fidel Castro Ruz: La Historia me
Absolverá, p. 36.
[5] Historia de la ANAP de Bayamo.
[6] Antonio Núñez
Jiménez: En marcha con Fidel, p. 239.
[7] Historiador de La Habana: Reforma
Agraria: Obra magna de la Revolución, p. 59.
[8] Ibíd., p. 59.
[9] Antonio Núñez
Jiménez: En marcha con Fidel, p. 172.