"Así habló
Zarathustra"
Introducción
En este artículo exploraremos una de
las preguntas más apasionantes de la filosofía de
Nietzsche: ¿Quién es Zarathustra? O, mejor,
¿quién es el Zarathustra nietzscheano?
Para ello, abordaremos dos
tesis:
La primera intenta la comprensión y
el desarrollo de la pregunta con ayuda de un texto de Deleuze y
Guattari, ¿Qué es filosofía? Y se
orienta a pensar a Zarathustra como personaje conceptual esencial
de la filosofía de Nietzsche.
La segunda tesis, menos ortodoxa, pretende
iluminar a un Zarathustra que, en varios de sus discursos y
peripecias, reproduce acontecimientos de la vida de su propio
creador.
Comencemos, pues, con los datos de
rigor.
Entre 1883 y 1885, Nietzsche publica los
cuatro tomos del texto "Así habló Zarathustra"
(Also prach Zarathustra). A través de esta obra,
Nietzsche cree alcanzar la cumbre de la lengua alemana, y
también más: "Nada igual se ha compuesto nunca, ni
sentido nunca, ni sufrido nunca; así sufre un dios, un
Dioniso".
A diferencia del Origen de la tragedia,
La gaya ciencia o Genealogía de la moral (obras
capitales de nuestro filósofo), la obra que nos ocupa
trasciende los límites del ensayo o del aforismo. Es un
texto escrito en cuatro partes acerca de un hombre muy
particular, una mezcla de predicador bíblico, poeta,
filósofo presocrático o Jesús inmoralista,
si cabe el oxímoron. Cabe aclarar que no se trata de una
biografía apócrifa, sino que el libro se compone de
los distintos discursos dados por Zarathustra en distintos
lugares. En dichos discursos se cifra, simbólica y
poéticamente, la filosofía de Nietzsche.
Zarathustra es su portavoz, un portavoz que
utiliza un tono lírico, profético y
sagrado.
Zarathustra existió en la
antigüedad de oriente medio. Era un viejo profeta persa,
fundador del mazdeísmo o zoroastrismo (628 – 551 a. C.).
Zoroastro (también conocido como Zarathustra)
predicó una nueva religión basada en la
adoración de una deidad suprema llamada Aura Mazda u Ormuz
(«el Señor Sabio»), acompañada de los
seis espíritus de la verdad, la justicia, el orden, la
docilidad, la vitalidad y la inmortalidad.
Con sentido de la ironía, Nietzsche
llama a su personaje con el nombre de un moralista, de un ser
religioso. Zarathustra reencarnaría para negar su mensaje,
y predicar su nuevo evangelio antievangélico.
El Zarathustra de nuestro filósofo
es una ficción. Y su libro una invención
poética. Si precisáramos más: una
fábula o una parodia de libro religioso (con algo
védico incluso). No obstante ello, debemos cuidarnos de
catalogar a "Así habló Zarathustra" como una mera
sátira o simple pastiche bíblico, un mero ejercicio
literario o irónico. Es eso, pero mucho más y
fundamentalmente mucho más: es la cifra poética de
una metafísica única, tal vez la más potente
de Occidente (si seguimos la idea de Heidegger). Se trata de un
libro sin género, escrito en varios accesos febriles por
su autor, un hombre que pensaba como filósofo y se
expresaba en tanto poeta, rompiendo los límites del arte y
del pensamiento.
"Así habló Zarathustra"
está dividido en cuatro libros. A cada uno de ellos,
corresponde un tema esencial de la metafísica de
Nietzsche. El esquema sería así:
PRIMER LIBRO: EL
SUPERHOMBRE
SEGUNDO LIBRO: LA MUERTE DE
DIOS
TERCER LIBRO: LA VOLUNTAD DE
PODER
CUARTO LIBRO: EL ETERNO
RETORNO
Estos cuatro tópicos son los cuatro
puntos esenciales de la filosofía Nietzsche.
"¿Quién es
Zarathustra?"
La primera tesis
Zarathustra es un hablante, un portavoz y,
en tanto portavoz, es un maestro. Zarathustra es el maestro del
superhombre y del eterno retorno, porque eso enseña.
Así proponía Heidegger en su conferencia
"¿Quién es
Zarathustra"[1].
Otra perspectiva podemos extraer del libro
de Deleuze y Guattari "¿Qué es filosofía?".
Hay, allí, un capítulo particularmente interesante:
Los personajes conceptuales.
Primero precisemos que, para Deleuze
(simplifiquemos en Deleuze, como al apuntar "Marx" cuando
deberíamos decir "Marx y Engels"), la tarea de la
filosofía es la creación de conceptos. La
filosofía no reflexiona ni contempla, crea
conceptos. Para esa creación se necesita de lo que
Deleuze llama "personajes conceptuales". El personaje conceptual
es la voz del concepto creado. La voz, el cuerpo, el gesto. La
gestualidad, la mirada, el "tipo". Deleuze precisa: un tipo
inestable, al margen de la sociedad (extranjero, anacoreta,
extravagante). Un concepto no puede flotar en el aire. Se
necesita de una voz, de un yo. Ese "yo" es el personaje
conceptual. El personaje conceptual es el sujeto de una
filosofía, que asume el valor del filósofo. Pero
debemos precisar algo: no se trata, según Deleuze, de una
marioneta del filósofo. Parece al revés.
"El filósofo no es más que el
envoltorio de su personaje principal conceptual", precisa
Deleuze. El personaje conceptual participaría, de modo
esencial, en el concepto del filósofo. Lo crearía
en conjunto con el filósofo. Deleuze: "El filósofo
es la idiosincrasia de sus personajes conceptuales. El destino
del filósofo es convertirse en su o sus personajes
conceptuales". El rostro del filósofo se va convirtiendo
en el de sus personajes, así como su destino (Nietzsche se
volvió loco, como loco era su personaje de "La gaya
ciencia").
No hay creación de concepto sin
personajes conceptuales.
Pensemos en Sócrates, el personaje
de los diálogos de Platón. No importa quién
fue el Sócrates histórico, el Sócrates
platónico tiene el rostro de su filósofo y
Platón tiene el rostro de su criatura filosófica.
El destino de Sócrates, como personaje conceptual, difiere
del destino del Sócrates histórico. Su
misión es el diálogo, el pensamiento, la puesta en
acto de la teoría de las Ideas (el Bien, lo suprasensible,
la participación, la dialéctica, etc.).
Similar caso es el de Zarathustra. Hay un
Zarathustra histórico, pero también un Zarathustra
nietzscheano, cuyo destino es convertirse en otra cosa de lo que
fue (recordemos: se trató de un persa, un predicador de
moral, etc.).
Aclaremos algo: un personaje conceptual no
es un personaje de ficción. Quijote no es Sócrates.
La diferencia radica en que Sócrates es potencia de
conceptos; Quijote, por su parte, potencia de afecto. El arte
tiene la capacidad de desbordar los afectos y percepciones
ordinarias, así como la filosofía trasvasa con sus
conceptos las opiniones comunes. Esas son sus potencias, y
cómo esas potencias se diferencian entre sí
(Quijote es potencia de afecto; Sócrates, potencia de
concepto).
Deleuze distingue tres categorías de
personajes conceptuales: los personajes
simpáticos, los antipáticos y los
repulsivos.
Los personajes simpáticos
portan los conceptos potentes, afirmativos del
filósofo.
Los personajes antipáticos
portan los conceptos negativos, que polemizan con los de los
personajes simpáticos.
Los personajes repulsivos son los
representantes de la zona del plano conceptual con la intensidad
más baja o vacía, que a menudo ponen en peligro el
edificio de conceptos del filósofo.
Todas las categorías se mezclan.
Sócrates discute con los sofistas, mucho de ellos
antipáticos y otros repulsivos. Zarathustra (personaje
simpático de Nietzsche), portavoz del superhombre,
también discute con los despreciadores del cuerpo
(personajes antipáticos), personajes que representan
conceptos opuestos al superhombre. Por ejemplo: ascetismo,
renuncia a la vida, creencia en un más allá.
También están las tarántulas, que
oponen a la "voluntad de poder" y el "espíritu libre" de
Zarathustra, la "voluntad de igualdad" y "el espíritu de
venganza". Nietzsche parece ser, según Deleuze, el
filósofo que más consciencia tuvo de la
función de los personajes conceptuales en su
filosofía (incluso -con ironía- creó como
uno de sus personajes antipáticos a Sócrates, el
personaje simpático de Platón).
De esta manera, Deleuze pretende aclarar el
equívoco en torno a nuestro filósofo: no se trata
esencialmente de un poeta. Se trata de un creador de conceptos,
de una máquina de crear conceptos y sus relativos
personajes conceptuales. Nietzsche, en esencia un
filósofo, descubriría una cualidad inherente a la
filosofía. Incluso en filosofías aparentemente
alejadas de esto, encontramos personajes conceptuales ("el hombre
del justo medio" en Aristóteles, "el perro" en los
cínicos, "Dios" en Santo Tomás, "el genio maligno"
o el "hombre racional" de Descartes, "el hombre del deber" o "el
investigador del conocimiento" en Kant, "el amo" y "el esclavo"
en Hegel).
También podemos ejemplificar esto
con un filósofo, en apariencia, demasiado insólito
para esta tesis: Marx. Hay un personaje que ha usurpado con
sangre el capital: el capitalista (personaje antipático si
los hay, que representa las ideas de "explotación",
"dinero", "interés"). Y, en la vereda de enfrente,
está quien representa lo esencial de la condición
humana, el trabajo; a su vez, la misión libertaria de la
humanidad a través de la revolución. Hablamos del
personaje simpático de la filosofía de Marx: el
obrero. (Y muchos más, si acudimos al "Manifiesto
comunista": burgueses, socialistas burgueses, socialistas
aristocráticos, pequeñoburgueses, etcétera.
Todos pueden ser abordados de esta manera.)
Deleuze apunta que los personajes
conceptuales tienen cinco rasgos: los páticos, los
relacionales, los dinámicos, los jurídicos y los
existenciales.
Los rasgos páticos se
refieren a los aspectos "mentales" o "psíquicos" del
personaje conceptual. Por ejemplo, Sócrates tenía
lo que hoy llamamos esquizofrenia. Escuchaba voces (él
decía escuchar a su demonio personal). Un caso
interesante, a este respecto, son los personajes conceptuales de
Descartes. Cuando el francés dice "supongamos que existe
un genio maligno con la capacidad de hacerme equivocar siempre",
crea dos personajes conceptuales: el genio, por un lado; y, por
el otro, da vida al personaje famoso, que duda de todo, que duda
metódicamente; hablamos del Idiota (así lo llama
Deleuze). El idiota posee entre sus rasgos páticos la
manía (la manía de dudar) y la paranoia (puede
haber un error detrás de cada certeza).
Los rasgos relacionales: en el
caso de Zarathustra, la idea de "Maestro" o
"Discípulo".
Los rasgos dinámicos.
Podríamos decir que son aquellos aspectos "deportivos", o
mejor: qué es capaz de hacer con su cuerpo de un personaje
conceptual. Sócrates camina. Zarathustra, canta y baila
(comenta Zarathustra "sólo en el baile sé decir el
símbolo de las cosas supremas").
Los rasgos jurídicos. Dice
Deleuze: "el pensamiento nunca se cansa de reclamar lo que le
corresponde por derecho". El personaje conceptual se mueve en el
terreno de la Justicia. Zarathustra también es Juez del
"último hombre" y, a menudo, la filosofía de
Nietzsche es un implacable Juez de la cultura occidental. El
filósofo alemán Leibniz, cuando postula que vivimos
en el mejor de los mundos posibles, pues Dios ha creado a este
mundo como el mejor posible entre todos los mundos posibles;
Leibniz, de esta forma, oficia como Abogado. El Abogado de
Dios.
Los rasgos existenciales. Estos se
refieren a los modos de existencia. Nietzsche decía que el
filósofo crea posibilidades de vida. Bastan, dice Deleuze,
con un par de anécdotas para reconocer una
filosofía. Recordemos a Kant, levantándose siempre
muy temprano a la mañana, haciendo su caminata diaria, los
vecinos poniendo en hora sus relojes cuando lo veían pasar
(cuánto rigor y meticulosidad se necesitan para escribir
"Crítica de la razón pura" y atravesar las esquinas
siempre en el mismo horario). Recordemos a Diógenes, el
cínico, meando sobre una mesa donde los comensales se
burlaban de él acusándolo de perro ("el perro" es
el personaje conceptual de los cínicos). Zarathustra y su
vida de anacoreta, de viajante, de nómade. Nietzsche y su
afición por las montañas, por los territorios de
clima áspero. Nietzsche y su destino final, en la locura
(¿la filosofía lo volvió loco? ¿Su
filosofía lo llevó a ese modo de vida
trágico que es la locura? ¿La locura y la
filosofía borran sus rostros en una sola cara, en un solo
personaje, en el caso de Nietzsche?).
Zarathustra: personaje conceptual esencial
de la filosofía Nietzsche (quizá el otro personaje
fundamental nietzscheano haya sido Dioniso).
Zarathustra:
alter ego de Nietzsche
Segunda tesis
En la segunda parte del libro, Zarathustra
decide volver con sus discípulos a la ciudad conocida como
"La vaca de la ciudad de los mil colores". Antes, había
decidido abandonar a sus discípulos, para que ellos se
buscaran a sí mismos. Sólo cuando ellos lo
perdieran, Zarathustra iba a volver. Así les
dijo.
Pero el maestro, alejado de todo,
soñó con un niño. Un niño con un
espejo. El niño le decía que se mirara. Al verse,
Zarathustra dio un grito de horror: la imagen reflejaba un
demonio y su risa sarcástica. Zarathustra despertó
exaltado.
El sabio interpretó la pesadilla
como una profecía. De no volver con sus discípulos,
su doctrina se volvería presa de manipulaciones y
falsificaciones. Zarathustra tiene mucha más
sabiduría por dar. Vemos aquí cómo se repite
una similar estructura narrativa al principio tanto de la primera
parte como al principio de la segunda: Zarathustra abandona la
soledad del retiro y se acerca a los hombres para dar su
mensaje.
La segunda parte de "Así
habló Zarathustra" habla de la Muerte de Dios y adelanta
la cuestión de la Voluntad de poder. Pero son muchos los
discursos y muy variados los temas, aunque esta vez se advierte
una evolución en el estilo poético del sabio: una
lengua más incisiva, más hiriente y mordaz
aún, combinada con un lirismo que vuela todavía en
mayores alturas literarias (El canto de la noche, por
ejemplo). Como si Nietzsche se adueñara completamente de
su prosa.
Vamos a iniciar una lectura poco
común de algunos fragmentos de la segunda parte. Vamos a
utilizar una perspectiva biográfica. Veremos cómo
Zarathustra, entre metáforas, símbolos y
alegorías, refiere algunos de los hechos más
importantes de la vida de Nietzsche (la continuidad entre el
personaje conceptual y su autor).
Primero vamos a analizar fragmentos de
discursos de Zarathustra, donde vamos a insinuar la compleja
relación entre Nietzsche, los claustros universitarios y
sus heresiarcas del saber.
En el discurso "De los doctos",
leemos:
"Mientras yo yacía dormido en el
suelo vino una oveja a pacer de la corona de hiedra de mi cabeza,
– pació y dijo: «Zarathustra ha dejado de ser un
docto».
"Así dijo, y se marchó
hinchada y orgullosa. Me lo ha contado un niño.
"Me gusta estar echado aquí donde
los niños juegan, junto al muro agrietado, entre cardos y
rojas amapolas.
"Todavía soy un docto para los
niños, y también para los cardos y las rojas
amapolas. Son inocentes, incluso en su maldad.
"Mas para las ovejas he dejado de serlo:
así lo quiere mi destino – ¡bendito sea!
"Pues ésta es la verdad: he salido
de la casa de los doctos: y además he dado un portazo a
mis espaldas."
Pues bien. Zarathustra abandonó la
morada de los doctos. ¿Y quiénes son los
doctos?:
"Los doctos se guardan de sentarse
allí donde el sol abrasa los escalones.
"Semejantes a quienes se paran en la calle
y miran boquiabiertos a la gente que pasa: así aguardan
también ellos y miran boquiabiertos a los pensamientos que
otros han pensado.
"Cuando se las dan de sabios, sus
pequeñas sentencias y verdades me hacen tiritar de
frío: en su sabiduría hay a menudo un olor como si
procediese de la ciénaga: y en verdad, ¡yo he
oído croar en ella a la rana!
"Son hábiles, tienen dedos expertos:
¡qué quiere mi sencillez en medio de su
complicación! De hilar y de anudar y de tejer entienden
sus dedos: ¡así hacen los calcetines del
espíritu!
"Son buenos relojes: ¡con tal de que
se tenga cuidado de darles cuerda a tiempo! Entonces
señalan la hora sin fallo y, al hacerlo, producen un
discreto ruido.
"Trabajan igual que molinos y morteros:
¡basta con echarles nuestros cereales! – ellos saben moler
bien el grano y convertirlo en polvo blanco.
"Se miran unos a otros los dedos y no se
fían del mejor. Son hábiles en inventar astucias
pequeñas, aguardan a aquellos cuya ciencia anda con pies
tullidos, – aguardan igual que arañas.
"Siempre les he visto preparar veneno con
cautela; y siempre, al hacerlo, se cubrían los dedos con
guantes de cristal.
"También saben jugar con dados
falsos; y los he encontrado jugando con tanto ardor que al
hacerlo sudaban."
Los doctos podrían ser los
académicos. Seres solemnes reunidos en recintos
universitarios. Pequeños o grandes loros en la
repetición de frases, de momias del pensamiento. Seres que
basan sus argumentos en apelaciones a la autoridad y su ejercicio
es la sana escolástica de las verdades instaladas.
Aquí podría haber una reminiscencia de la vida del
propio Nietzsche, como apuntamos.
Cuando Nietzsche escribe su primer libro,
"El origen de la tragedia", un profesor de renombre – un tal
Wilamowitz – la menospreció y acusó a Nietzsche de
que "no era un docto". Cerrándole una buena puerta para
una cátedra de filosofía ("no soy un docto para las
ovejas", ironiza Zarathustra). Nietzsche, a raíz de este
incidente, acabó dando clases en su casa, en un seminario
al que asistieron sólo dos personas. Luego del percance,
nuestro filósofo se fue para siempre de los claustros
universitarios. Dice Zarathustra: "he salido de la casa de los
doctos y además he dado un portazo a mis
espaldas".
Nietzsche le da a Zarathustra uno de sus
rasgos principales: una vida fuera del ámbito
académico. Una existencia errante, en los márgenes
de los castillos sapienciales. Nietzsche estudió
filología antigua en la universidad de Basilea, por lo
cual debió conocer bien a los sabios doctos. En esta
segunda parte, Zarathustra acusa permanentemente a quienes no
buscan en el conocimiento "como un león a su presa". Pues,
para Zarathustra, el conocimiento es una conquista, una aventura
de la voluntad de poder.
En su discurso "del conocimiento
inmaculado" habla de los "hombres puros del conocimiento", esos
hombres pérfidos que desprecian la tierra y quedan
atrapados por los encantos de la luna. Digamos que la luna no
tiene mucho prestigio para Nietzsche, como tampoco lo
tenía para Parménides. (Por lo pronto, tan
misteriosa e inspiradora para músicos y poetas, para
Parménides representa un ejemplo paradigmático del
engaño de los sentidos. Su luz es falsa, puesto que la
recibe del sol. Y su desplazamiento y sus fases son producto de
ilusiones ópticas. Ella siempre está
quieta.)
El cuadro se completa con "los sabios
célebres", y Zarathustra, a través de estos tres
discursos, retrata con crueldad a los hombres del saber, con su
desprecio a la tierra y su voluntad de verdad. A esto,
Zarathustra le opone el amor a la tierra y la voluntad de poder.
Pero no podemos dejar de pensar en el propio Nietzsche,
tempranamente rechazado por estos personajes (más tarde se
dará la ironía de que todos los sabios
célebres y los doctos estudiarán a Nietzsche, su
implacable denostador).
No obstante, tal vez el rechazo universitario hacia
Nietzsche no haya sido tan traumático para él. Lo
que, sin dudas, representó un hecho esencial en su vida
fue la relación con el gran Wagner. A ella
vamos.
Escribe el propio Nietzsche en su libro Ecce homo:
"Al hablar de las cosas gratas en mi vida, no puedo dejar de
pronunciar una palabra de gratitud por lo que ha sido el
más profundo y cordial suceso grato de mi vida: mi
relación íntima con Richard Wagner. No
desearía borrar de mi vida a ningún precio los
días en Tribschen – días de confianza y jovialidad,
de accidentes sublimes, de momentos profundos- nuestro cielo
nunca se ensombreció siquiera por una sola nube. No
podría haber soportado mi juventud sin la música de
Wagner. Bien, entonces yo necesitaba a Wagner. Yo era
Wagneriano "
Wagner es el artista fundamental de la juventud de
Nietzsche. Llegan a conocerse, por mera casualidad, y ambos
quedan recíprocamente admirados. Nietzsche por conocer al
genio de la música y Wagner por descubrir un joven de
veinticuatro años con una formación sólida
en historia griega, mitología y cultura musical. Ambos
compartían una ferviente admiración por un
filósofo alemán, por entonces muy popular: Arthur
Schopenhauer.
Entablan, así, una amistad muy particular: la
amistad entre el maestro y el discípulo. Nietzsche conoce
a Cosima Wagner, la distinguida y culta esposa del músico.
Nietzsche considera a Wagner el artista por excelencia, que
recupera la vieja tradición griega de lo trágico,
lo dionisíaco. Wagner alienta a su amigo y
discípulo a publicar "El origen de la tragedia", bajo su
tutela. El libro lleva la dedicatoria del filósofo al
músico.
La relación idílica dura muchos
años, hasta que Nietzsche escribe "Humano, demasiado
humano". Allí critica (sin nombrarla) a la estética
wagneriana. Poco tiempo antes, apunta respecto de la
célebre Parsifal: "Encuentro la producción
wagneriana en exceso limitada dentro del cristianismo y del
tiempo. Sobre todo esto hay en "Parsifal" una absoluta falta de
carne y, en cambio, demasiada sangre (en la cena ya es una
verdadera plétora de ella). Por último, le
diré que no me gustan las mujeres histéricas. Mucho
de lo que es soportable para la visión interna no lo es ya
sobre la escena. Piense usted en nuestros actores e
imagínelos en éxtasis, rezando y temblando
(…) En cambio, las situaciones y su sucesión son de
la más elevada poesía y lo más alto que se
puede alcanzar en música".
Nietzsche critica el argumento. Su fondo cristiano le
repugna. Pero, en verdad, parece haber otros motivos en alejarse
del maestro. Incluso en Zarathustra vemos estas relaciones
ondulantes del maestro con sus discípulos. Paradojas tales
como "yo sigo a quienes sólo se siguen a sí
mismos"; "sólo cuando me abandonen, volveré entre
ustedes". Nietzsche quería convertirse en niño
(recordemos el discursos "De las tres transformaciones"). Y
Wagner representaría el Dragón.
De hecho, cuando Wagner y su esposa reciben el libro
"Humano, demasiado humano" lo consideran miserable. Allí
aparecen durísimas críticas contra la
filosofía de Schopenhauer. Y se produce la
ruptura.
Leemos en el discurso de Zarathustra "El canto de los
sepulcros":
"Allí está la isla de los
sepulcros, la silenciosa; allí están también
los sepulcros de mi juventud. A ella quiero llevar una corona
siempre verde de vida."
"(…) Contra lo más vulnerable
que yo poseía dispararon ellos la flecha: ¡lo erais
vosotros, cuya piel es semejante a una suave pelusa, y,
más todavía, a la sonrisa que fenece a causa de una
mirada!
"Pero estas palabras quiero decir a mis
enemigos: ¡qué son todos los homicidios al lado de
lo que me habéis hecho!
"¡Pues habéis asesinado las
visiones y los amadísimos prodigios de mi juventud!
¡Me habéis quitado mis compañeros de juego,
los espíritus bienaventurados! En recuerdo suyo deposito
esta corona y esta maldición.
"(…) En otro tiempo yo estaba
ansioso de auspicios felices: entonces hicisteis que se me
cruzase en el camino un búho monstruoso, repugnante. Ay,
¿adónde huyó entonces mi tierna
ansia?
"(…) En verdad, ése fue
siempre vuestro obrar: transformasteis en hiel mi mejor miel y la
laboriosidad de mis mejores abejas.
"(…) Y en otro tiempo quise bailar
como jamás había bailado yo hasta entonces:
más allá de todos los cielos quise bailar. Entonces
persuadisteis a mi cantor más
amado."[2]
"Y éste entonó una horrenda y
pesada melodía; ¡ay, la tocó a mis
oídos como un tétrico cuerno!
"¡Cantor asesino, instrumento de la
maldad, inocentísimo! Ya estaba yo dispuesto para el mejor
baile: ¡entonces asesinaste con tus sones mi
éxtasis!
"Sólo en el baile sé yo decir
el símbolo de las cosas supremas: – ¡y ahora mi
símbolo supremo se me ha quedado inexpresivo en mis
miembros!
"¡Inexpresiva y no liberada
quedó en mí la suprema esperanza! ¡Y se me
murieron todas las visiones y consuelos de mi
juventud!
"¿Cómo soporté
aquello? ¿Cómo vencí y superé tales
heridas? ¿Cómo volvió mi alma a resurgir de
esos sepulcros?
"(…) Sólo donde hay sepulcros
hay resurrecciones."
Esta canción de los sepulcros la canta Wagner,
quien le ha robado a Nietzsche su mujer amada (Cosima). Nietzsche
tal vez haya sido casto, pero parece haberse enamorado de dos
mujeres: la esposa de Wagner y Lou Salomé, una intelectual
muy importante.
Canta Zarathustra: "en esa isla están los
sepulcros de mi juventud". Wagner aparece como una figura
opresiva. El propio Nietzsche ha escrito sobre la ruptura (un
texto llamado Nietzsche contra Wagner y otros). El
filósofo ha sentenciado, en este escrito, una de sus
frases más conocidas: "lo que no te mata, te fortalece",
en relación a la dolorosa ruptura. Ruptura que el
filósofo se encargó de remarcar que no fue, en
absoluto, una cuestión personal, sino en torno a dos
concepciones del mundo diferentes. Diferentes ("somos
antípodas", escribió) aún a pesar del
influjo wagneriano en Nietzsche. La verdad está un poco en
las dos hipótesis: lo personal y lo intelectual siempre se
mezclan (Nietzsche lo sabía muy bien).
Así, Nietzsche cierra el asunto con una frase muy
significativa: "Creamos entonces en nuestra amistad en el
firmamento, aun cuando estemos condenados a ser enemigos en la
tierra. Amé a Wagner."
Nietzsche tuvo dos maestros en su juventud, como vimos:
Wagner y Schopenhauer. A los dos tuvo que superarlos, y de esa
superación habla Zarathustra. Veamos lo tocante a
Schopenhauer.
Zarathustra proclama en su discurso "El
adivino":
"Y vi venir una gran tristeza sobre los
hombres. Los mejores se cansaron de sus obras.
"Una doctrina se difundió, y junto a
ella corría una fe: ¡Todo está
vacío, todo es idéntico, todo fue!
"Inútil ha sido todo el trabajo, en
veneno se ha transformado nuestro vino, el mal de ojo ha quemado
nuestros campos y nuestros corazones, poniéndolos
amarillos.
"(…) En verdad, estamos demasiado
cansados incluso para morir; ahora continuamos estando en vela y
sobrevivimos – ¡en cámaras sepulcrales! –
"(…) Yo respiraba el olor de
eternidades reducidas a polvo: sofocada y llena de polvo
yacía mi alma por el suelo. ¡Y quién
habría podido airear allí su alma!"
"(…) Escuchad, amigos míos,
el sueño que he tenido: soñé que
había renunciado a toda vida (…)"
Bien. Cuando Zarathustra refiere a la
doctrina del "todo está vacío" está
aludiendo a la filosofía de Schopenhauer.
Schopenhauer fue un filósofo muy
importante del siglo XIX. En él, Nietzsche encontró
un remanso para huir de las filosofías del romanticismo y
a las piruetas del historicismo dialéctico de Hegel.
Schopenhauer trasuntaba una visión trágica y
pesimista del mundo, en la cual el arte (la música, en
especial) ocupaba un papel preponderante. Esta filosofía
representó un gran atractivo para el joven Nietzsche. El
libro fundamental de Schopenhauer fue "El mundo como voluntad y
representación". De allí, el adulto Nietzsche
extraerá el concepto de voluntad y le dará un matiz
tan distinto que representará una superación
completa: "La voluntad de poder".
Schopenhauer apuntaba que, en cada ser,
existía una voluntad, un impulso ciego de vivir.
Schopenhauer identificaba la voluntad en todos los estratos de la
naturaleza, desde las piedras hasta los hombres. Ocurre que, en
el caso humano, esta pulsión, este "afán carente de
fundamento o motivo" (la voluntad) se da con mayor intensidad,
pues se da como deseo siempre insatisfecho. Un deseo sin objeto.
Un deseo sin objeto es un deseo siempre insatisfecho, pues nunca
podrá saciarse.
Esa dimensión de la voluntad en el
hombre hace de su vida un constante sufrimiento.
Es por ello por lo que Schopenhauer propone
una huida del mundo. Con todo, no aprueba el suicidio como
camino, ya que el suicida no renuncia a la vida en sí
misma, sino a la que le ha tocado vivir en condiciones
desfavorables. Por lo tanto, el filósofo reconocerá
como válidas sólo tres alternativas, que jerarquiza
según el grado de aniquilación de la voluntad
implicado en cada una de ellas: la contemplación de la
obra de arte como acto desinteresado, fundamento de su
estética; la práctica de la compasión,
piedra angular de su ética; la autonegación del yo
(asimilable a una suerte de nirvana, suspensión en la
nada) mediante una vida ascética.
Esta filosofía trágica es, en
el fondo, una filosofía pesimista. Zarathustra
dice: "Todo está vacío". Zarathustra alude al
pesimismo de Schopenhauer. Podemos imaginar el drama
filosófico del joven Nietzsche, cuando empieza a conseguir
alejarse de este pesimismo y resurgir de las cenizas de una
voluntad insatisfecha. Entonces Zarathustra, alter ego de
Nietzsche, nos confiesa: "Yo respiraba el olor de eternidades
reducidas a polvo: sofocada y llena de polvo yacía mi alma
por el suelo. ¡Y quién habría podido airear
allí su alma!" Y, cuando Zarathustra enuncia "en verdad,
estamos demasiado cansados incluso para morir; ahora continuamos
estando en vela y sobrevivimos ¡en cámaras
sepulcrales!", ¿no hará alusión a la
imposibilidad de la muerte como fin del sufrimiento? Y cuando
comenta: "soñé que había renunciado a toda
vida", ¿no estará recordando al joven Nietzsche al
entregarse a los brazos del pesimismo de la ética de su
maestro? Zarathustra cuenta la juventud de Nietzsche.
El adulto Nietzsche decidió romper
con sus maestros. Hay algo conmovedor en este pensamiento: nos
lleva a imaginar cómo se dio nacimiento un
filósofo. Su partenogénesis. El dolor de parir un
pensamiento único. Un pensamiento más acá de
la trascendencia, un pensamiento a todas luces inmanente. Un
filósofo que descubre que todos sus maestros son, en
verdad, maestros de la muerte, la negación, el ascetismo,
el nihilismo. Nietzsche entierra a sus maestros. Él
predicará lo que ellos reprobaban, sobre todo su educador
en el pensamiento: Schopenhauer.
Esa voluntad schopenhaueriana será
derribada por la voluntad de poder, que, más que "ciego
afán jamás satisfecho de vida", será
conquista y mando, afirmación, conservación y
aumento de vida.
Y, para terminar, una intuición.
Algo muy difícil de comprobar.
El discurso en el cual aparece por primera
vez la voluntad de poder en el Zarathustra se llama "De la
superación de sí mismo". La superación de
sí es una cualidad de la voluntad de poder. ¿No
será que el propio Nietzsche, para crear este arduo
concepto, tuvo que superarse también a sí mismo?
Nietzsche, el joven pensador formado por educadores nihilistas,
artistas trágicos, pesimistas de lujo, ¿cómo
pudo crear una filosofía de signo opuesto? Dijo Nietzsche
en Nietzsche contra Wagner, en referencia a Wagner y a
Schopenhauer: "ellos niegan la vida, la calumnian, y por eso son
mis antípodas".
Nietzsche debió superarse a
sí mismo en la superación de lo decadente,
ascético y pesimista que había incorporado como
fiel discípulo de nihilistas y trágicos.
En clave poética, Zarathustra nos
cuenta el drama de un pensamiento que nace en la hora más
silenciosa: el pensamiento de Nietzsche.
Zarathustra, una voz que mira a la
humanidad por encima de sí misma, en su horizonte
todavía inalcanzado.
¿Cuándo será el tiempo
de meditar seriamente sobre este libro?
Autor:
Víctor Dupont
[1] Hay versión on-line.
http://www.lamaquinadeltiempo.com/temas/filosofia/heidegg01.htm
[2] Aquí se refiere, quizá, a
Cosima, mujer de Wagner. Así lo sugiere Juan Carlos
García Borrón en su traducción de
“Así habló Zarathustra”. Editorial
Planeta, S. A., 2001.