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Aragua de Maturin, Venezuela (II Parte). Historia (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

En esta relación, hemos señalado los
hechos más importantes de la campaña de oriente y
no hemos profundizado en el tema de la Guerra a Muerte,
practicada primero por los españoles y luego proclamada en
Trujillo por Bolívar en junio del año 1813, tan
sangriento para Aragua. Un autor aragüeño,
el historiador y profesor Simón Sáez Mérida,
en su libro Aragua de Maturín en la Guerra a
Muerte
[63]desarrolla la tesis del papel que
jugó aquel desastre de Zuazola en el desenvolvimiento del
Decreto de Guerra a Muerte de Bolívar, que si bien no
estuvo motivado en los sucesos específicos de
Aragua, fue justificado posteriormente por los patriotas
al conocer aquellos horrores.

La guerra de independencia siguió
desarrollándose con las altas y las bajas que recoge la
historia Patria; batallas iban y venían en los campos
venezolanos. En el año 1813, se desarrollaron muchas en
las que participaron los deudores de Aragua; como en las
de Bocachica (31-3-1814), Sabana de Arao (20-4-1814),
Maturín (12-9-1814), Urica (5-12-1814),
donde cayó lanceado el terrible Boves, y otra de
Maturín (11-12-1814), con la cual quedó
destruido el ejército de Venezuela y terminó la
Segunda República.

Pero en los años 1815 y 1816 la patria empieza a
recuperarse, en una serie de eventos en los cuales también
estuvieron presentes los "saguntinos" aragüeños,
tales como en la batalla de El Juncal (el 27 de septiembre de
1816), dirigida por Manuel Piar y Gregor Mc Gregor, comandando a
1.500 soldados; con triunfo patriota sobre Tomás Morales,
que comandaba 2.500; o como en la de Cuchiveros, el 30 de
diciembre de 1816, dirigida por Manuel Piar y Manuel
Cedeño, al frente de 1.200 soldados, contra los 1.500 que
comandaba el realista Ceruti; o en el sitio de Angostura, el 18
de enero de 1817, comandados por Manuel Piar contra la
guarnición española allí acantonada: o en la
de San Félix, donde se enfrenta Manuel Piar con 1.700
hombres contra el realista La Torre, que comandaba 1.300, con
triunfo patriota, y otras muchas que se libraron en los campos de
la República.

El año 1817, ocurre el segundo hecho triste en la
historia de Aragua de Maturín: la "captura" (así,
con comillas, pues no fue tal) del héroe de San
Félix y El Juncal, Manuel Piar.

¿Cómo fue que un héroe, un patriota
tan consumado, tan aguerrido, valiente y probo, llegó a
ser fusilado bajo acusaciones de traidor, por decisión de
un Tribunal Militar a instancias del Libertador?

Los asuntos comenzaron según se cree en el
impasse de Guiria. El día 22 de agosto de 1816,
Bolívar, quien venía maltrecho desde
Ocumare, se reúne en Güiria, con
José Francisco Bermúdez, quien veía molesto
desde Haití porque no se le había permitido venir
en la expedición de Los Cayos. El impasse ocurre cuando
Bermúdez amenaza al Libertador, desconociendo su
autoridad, embarca a Bolívar y lo obliga a volver a Los
Cayos de San Luis. Es en este momento cuando Mariño y
Bermúdez se proclaman Primero y Segundo jefes de Oriente,
respectivamente, pasando por encima de los rangos de
Bolívar y Piar, aunque posteriormente el libertador
aceptó tales títulos.

Es entonces cuando Piar toma su actitud de molestia y se
desarrollan los acontecimientos que condujeron a su
actuación en El Juncal, el 27 de septiembre de 1816.
Ocurrió que, estando Piar en Maturín, se entera que
el realista Morales avanza con 3.000 hombres sobre Barcelona, que
acababa de ocupar Gregor Mac Gregor. Con apenas un puñado
de hombres. Piar decide abandonar Maturín y
acudir en auxilio del irlandés. Aquella decisión
posiblemente estuvo motivada en la molestia que tenía Piar
porque Bolívar había nombrado primero y segundo
jefe del ejército de Oriente a Santiago Mariño y
José Francisco Bermúdez, ignorándolo a
él absolutamente.

Como Piar tenía más jerarquía que
Mac Gregor, tomó el mando, y con las divisiones de este
irlandés, la de Monagas y la de Pedro Elías
Freitas, además de la suya, Piar sumó unos 1.300
patriotas para hacerle frente al realista Francisco Tomás
Morales, quien venía a atacar a Mac Gregor. Al enterarse
Morales de los movimientos de Piar, en vez de seguir a Barcelona
a por Mac Gregor, tuerce hacia el sitio de El Juncal, a unas
cuatro leguas de Barcelona, donde acampó. Entonces Piar
decide atacarlo, y sale de Barcelona en la tarde del día
26 de septiembre.

El 27, a las 8 de la mañana, comenzó en
enfrentamiento de ambos ejércitos. A dos horas de
encarnizada refriega no había vencedores ni vencidos. Los
patriotas pelean con bravura; Mac Gregor con la infantería
luchaba con fiereza, mientras Judas Tadeo Monagas atacaba la
retaguardia enemiga. Ante el acoso patriota, los españoles
se declaran en derrota y huyen en dirección a Clarines.
Piar adquiere en esta batalla más renombre del que ya
poseía, sus hombres le amaban y respetaban ciegamente.
Todo esto produjo malestar en el resto de los oficiales. A lo
cual hay que añadir que en medio de la pelea, el
carácter arrogante de Piar era irreconocible; de manera
que Gregor Mac Gregor, Judas Tadeo Monagas, Pedro Zaraza y Manuel
Cedeño manifestaron su descontento, por la arrogancia con
que el General Piar llegó a tratarles, haciéndolos
sentirse subestimados. El asunto llegó a extremos
imprevistos, de manera que Monagas se negó a seguir bajo
sus órdenes y Mac Gregor llegó a molestarse tanto
con las arrogancias de Piar, que se dice que esa fue la
razón por la que decidió retirarse para siempre de
Venezuela, para no volver más durante la lucha de la
"Independencia".

El general Piar escribe a Bolívar, con quien
quiere congraciarse, en los siguientes
términos:

"Río Claro, Noviembre 15 del 1.816":

"Excelentísimo señor Jefe Supremo de la
Republica de Venezuela, instruido exacta y circunstancialmente
por el Coronel Chapia, de los escandalosos atentados ejercidos en
Güiria, por José Francisco Bermúdez contra su
persona, donde usted, S.E., se vio obligado por la fuerza de
ellos a abandonar momentáneamente a Venezuela; y en su
ausencia, el General Mariño, se confabuló con
Bermúdez, en vez de oponerse al motín, ni siquiera
impidió sus efectos; y se ha usurpado inmediatamente
después de la salida del Jefe Supremo, títulos que
no le pertenecen; y ha protegido y distinguido con
títulos, y empleos honrosos a
Bermúdez…

Había comenzado la enemistad entre los patriotas.
Generales como Anzoátegui, Cedeño, Monagas, Rojas y
Zaraza pasan a ser enemigos de Piar, pues ellos estuvieron entre
los beneficiados por las acciones de ascensos de Mariño y
Bermúdez, que denuncia Piar ante el Libertador. Finalmente
todos se le alejan, excepto Manuel Cedeño, quien sigue
bajo su comando, quizás con miras a la venganza posterior.
Con estos acontecimientos ocurridos en Güiria y los
manejos de tropas y el prestigio alcanzado en El Juncal, el
General Manuel Carlos Piar, se había hecho sentir como un
líder en todo el movimiento libertador de Venezuela, al
extremo de que muchas llegaron a pensar y también a
alimentar la idea, con miras a la rivalidad, de que su autoridad
coligaba con la del Libertador Simón
Bolívar.

Siguiendo con su deseo de acabar con la presencia del
gobierno español en el Oriente, Piar decide iniciar una
campaña libertadora desde Barcelona. Es así como,
con un ejército de 800 Infantes, 200 Jinetes, y con dos
cañones, salió de Barcelona el día 08 de
Octubre de 1.816, rumbo a Guayana.

Con toda tranquilidad, descansado, este pequeño
ejército llegó a San Diego de Cabruta el 28 del
mismo mes. Aunque había crecido porque se le habían
sumado soldados en el camino desde Barcelona, al final
quedó disminuido, pues Judas Tadeo Monagas lo
abandonó antes de cruzar el Orinoco. No obstante, Piar se
dirigió a Caicara donde halló a Manuel
Cedeño, quien había ido obteniendo algunos triunfos
pequeños contra el dominio realista en la zona; ambos
grupos se unen y logran consolidar un buen número de
hombres. Cedeño se sujeta a las órdenes de Piar y
deciden iniciar la que luego se llamó Campaña de
Guayana.

Para esos días, ya Bolívar había
vuelto a Venezuela y se hallaba en Margarita, donde gobernaba
Juan Bautista Arismendi. La presencia de Bolívar puso en
alerta a los subalternos de Piar, pues Bolívar no deseaba
ocupar Guayana; pero Piar no prestó atención a esto
y siguió con su deseo de ocupar Angostura, toma sus 1.500
hombres, abandona Barcelona y le deja 200 a Bolívar. Piar
se fue a Guayana a liberarla.

Con aquellos 300 hombres debió defenderse
Bolívar del ataque de Morales, que de no haber sido
auxiliado por Mariño y Bermúdez, hubiese acabado
con el Libertador y los suyos.

El día 1º de enero de 1817, en el Paso de
Maripa, Manuel Carlos Piar, General en Jefe del
Ejército patriota, se dirige a sus tropas con una proclama
motivadora, después de un triunfo del 30 de diciembre en
Cuchiveros, en los términos siguientes:

¡Soldados! Todo cede al impulso de nuestro valor.
La jornada del 30 de Diciembre, es la obra primaria de nuestra
campaña: El Caura mismo, admira nuestra audacia: Gloria
inmortal a los bravos que han sabido dejar su Patria y su
familia, para llevar a sus regiones extrañas, sus
pensamientos liberales! Soldados. Guayana será libre, con
nuestro sólo aspecto y sus habitantes reconocidos,
dirán. ¡He aquí los que nos han traído
la libertad, la Gloria y la dignidad!

Mientras tanto, Bolívar pretende reunir todos los
ejércitos dispersos en una gran fuerza militar, conformada
por los patriotas de Nueva Granada que andan por Apure,
además de los llaneros de Páez, y los comandados
por Cedeño, Monagas, Rojas y Zaraza, incluso las del mismo
Piar. Utilizando la influencia y los recursos de Juan Bautista
Arismendi como gobernador de Margarita, envió cartas a
todos esos jefes patriotas. La carta dirigida a Piar termina con
esta frase: "Aún no es tiempo de tomar a Guayana,
llegará ese día y con suceso". Pero Piar piensa
distinto y continúa con la campaña de
Guayana, además de no ceder a la
unificación de los ejércitos. Al contrario, le
remite a Bolívar una invitación para que vaya a
Guayana a la cual ya considera libre.

En efecto, Piar había dejado a los coroneles
Teodoro Figueredo y Felipe Martín sitiando a Angostura y
se dirigió a las Misiones Capuchinas, de las cuales se
apoderó y puso presos a todos los misioneros; el 17 de
febrero de 1817 llegó a Upata, tomó el
convento de Caruachi, y apresó a 22 capuchinos,
despojándolos de sus funciones religiosas y
administrativas, con lo cual ganó a la causa
independentista a centenares de indígenas que estaban
descontentos con los misioneros. Piar organizó el gobierno
civil de Guayana con gente de su confianza, lo cual fue
genial, pues evitó que los realistas destruyeran el
ejército patriota, pues el enemigo también
había concebido la idea de rescatar las misiones del
Caroní, pero se encontraban ya organizadas y en
el poder de Piar; ya que estos centros de producción, eran
los únicos almacenes de provisiones que tenía
Angostura.

Ya Angostura estaba en poder de los patriotas; y cuando
Piar regresó a la ciudad, encontró al Libertador,
quien le reclamó las ocupaciones que estaba haciendo en
Guayana; pero Piar no hizo caso a los chillidos
destemplados de Bolívar, pues ya los triunfos eran
innegables.

El día 7 de abril de 1817 sale Bolívar de
Guayana con 200 hombres, y cruza el Orinoco, rumbo a
Cumaná y Barcelona. Piar sigue siendo el jefe de
Guayana, aunque ha puesto el ejército bajo el
mando de Bolívar.

Ahora bien, todavía San Félix estaba en
poder realista; y a la hora de continuar con sus actuaciones,
Piar se enfrentó a los españoles en esta batalla,
"totalmente solo", vale decir, al mando de oficiales novatos en
su mayoría y, además, desconocidos, esto es porque
como ya se dijo, lo habían abandonado después de El
Juncal. Por último, Judas Tadeo Monagas, estaba en
Guayana, le había retirado todo el apoyo, por
orden de Bolívar, quien seguía descontento y en
desacuerdo con la campaña emprendida por Piar.

¿Cómo fue la estrategia de Piar para
alcanzar la victoria de San Félix?

Dicen los documentos que el realista Miguel de La Torre,
tratando de atraer a Piar a su campo de batalla, ordenó a
su ejército a ir al hato Ferranero a simular operaciones
de ganadería; la idea era que Piar le ordenara a la
caballería del ejército patriota que cruzara el
Caroní y persiguiera a los realistas, y de esta manera
pretendía La Torre cansarlos, para luego salirles por
detrás y mientras la caballería estaba lejos, los
realistas tomarían los buques y volverían a las
misiones, apoderándose de ellas de nuevo.

Creía La Torre que Piar carecía de
caballería fresca para presentarle batalla, pero se
equivocó, pues astutamente Piar puso su caballería
en movimiento apenas vio los movimientos de La Torre;
ordenándole a José Félix Blanco que
dispusiera 500 caballos escogidos para así poder contener
a La Torre apenas se presentara en territorio de las misiones.
Así se hizo y aunque La Torre quiso engañar a Piar
con unas fogatas, al cruzar el Caroní se
encontró con los 700 jinetes provistos por el religioso
Blanco, y el mismo Piar con su gente, que había previsto
todos los movimientos.

Aproximadamente a las dos de la tarde del 11 de abril de
1817 se avistaron los dos ejércitos, se hallaban cerca de
los pueblos de San Miguel y San Félix. Los realistas eran
1.620 hombres, y los patriotas eran 2.200. La batalla
transcurrió casi sin un tiro, pues la pelea fue a
bayonetazos y lanzazos. Finalmente, el triunfo fue del
ejército patriota al encerrar al enemigo, logrando apresar
a 75 jefes realistas. Aquel día, Piar logró la
independencia de Guayana y el dominio total del
río Orinoco.

Piar le agradece la ayuda prestada por el cura Blanco y
le escribe así:

San Félix, 12 de Abril de 1.817. Mi querido Padre
Blanco, sabe usted ¿cuánto le debe la Patria? Le
debe mucho. Le debe, el triunfo de la Batalla de San Félix
sin la caballada que usted me mandó; y sin la oportunidad
rápida, en que me las mandó, yo nunca hubiera
alcanzado al español de la Torre, que ya se había
metido en las Misiones. Tengo mucho gusto en avisarlo a usted,
por mi mismo, para que sepa cuanto han valido, la oportunidad y
ventaja, con que usted ha cumplido mis encargos, pronto
tendré el gusto de abrazarlo, su amigo: Piar.

Ni pensaba Piar que la fidelidad de Blanco a
Bolívar sobrepasaría la moral mas elemental.
Necesario es decir que quien asentó definitivamente a la
Patria fue Carlos Manuel Piar con la conquista de
Guayana, pues hizo posible la organización de la
República, ya que desde allí se engendraron todas
las acciones patriotas posteriores.

También elabora Piar un decreto de ascensos a
quienes participaron d emanera decisiva en la batalla de San
Félix, en estos términos:

De orden del General en Jefe Manuel Piar. Se
reconocerá por General de Brigada, a los Coroneles: Pedro
León Torres y José Antonio Anzoátegui. Y por
Coroneles, a Bartolomé Salom. Y por los Batallones de
Barlovento: "Honor y Guayana", a los Tenientes Coroneles: Juan
Liendo Bruno Torres, y José María
Ponce…

El día 30 de abril de 1817 Piar recibe un oficio
de Bolívar donde le avisa que se encuentra en zona
cercana; entonces a las 4 de la mañana del 2 de mayo, Piar
sale con sus edecanes a reunirse con el Libertador, quien
venía con una división de infantería para
engrosar el ejército. Bolívar no se había
ido a Caracas, como esperaban en Guayana más
bien, había vuelto a Guayana. Mariño se
había negado a auxiliar a Barcelona (a la cual
Bolívar había dejado a cargo del general Freites) y
Bolívar andaba muy molesto con la rebeldía y
desobediencia de sus oficiales. El 3 de mayo, ambos
ejércitos, el de Piar y los 800 hombres de Bolívar
se unieron bajo el mando nominal del Libertador.

Bolívar fue recibido por Piar y sus oficiales con
júbilo, respeto, estimación y con los honores
militares del caso. Poco después de Bolívar,
llegaron a El Juncal, el general Arismendi en
compañía de los enemigos de Piar: Zaraza,
Bermúdez y Soublette.

Piar reconoció a Bolívar como Jefe
Supremo, y éste aprobó –ahora sí- todo
lo ejecutado por Piar en Guayana, incluso
confirmó los ascensos y grados militares otorgados por
él para el gobierno y organización de aquella
provincia. Todavía no había comenzado la
conspiración contra el general Piar, aunque la envidia
continuaba haciendo su trabajo en los corazones de sus
adversarios, especialmente cuando ahora Bolívar nombra a
Piar Segundo Jefe del Ejército de Oriente, a pesar de que
con ello no estuvo muy contento el héroe de San
Félix, pues aspiraba a una designación
mayor.

Entonces, Bolívar
–humillándolo–, le ordena encargarse de
organizar el gobierno de las misiones y la administración
de las haciendas, en compañía de un confidente del
Libertador, el presbítero José Félix Blanco,
quien se hallaba en el Caroní. Piar, un hombre
ingenuo, que creía en la nobleza del corazón,
confesó muchas cosas personales, militares y de su vida al
presbítero, creyéndolo amigos, cuando en verdad era
un agente de Bolívar, el cual fue enterado de todos sus
movimientos y pensamientos.

Es por esto que, desahoga su corazón con el cura,
y le escribe una carta desde Upata, en estos
términos:

"Upata Mayo, 21 de 1.817":

"Mi apreciado Padre Blanco":

De oficio escribo a usted, diciéndole, que
necesito de usted, para saber la población del
departamento; y particularmente el número de hombres que
haya útiles, para las armas. He venido a formar un
depósito; y es preciso que entre en él, todo lo que
no sea absolutamente necesario para la agricultura y trabajo del
estado. Además de esta noticia, tengo que recibir a usted,
otras muchas, que reservo pedirle para cuando nos veamos, que
espero sea muy pronto. Para entonces o antes, si es posible, me
dirá usted, el número positivo de mulas, con que
podemos contar en todas las Misiones. Esta noticia vendrá
por duplicado, es decir, el número verdadero en carta
confidencial; y de oficio, otro número en que se oculten
la mitad, o las dos terceras partes de las que hay en efecto.
Usted, extrañará mucho esto; pero es preciso, mi
amigo, usar de algunos engaños y artificios, para
libertarnos de los muchos males que nos causa el otro lado.
Usted, sabrá que el General Arismendi, pasó por el
pueblito, de 900 a 1.000 mulas, que había en el
Departamento de Caicara; y sabrá también que las
100 mulas enjalmadas, que le mande a poner en San Félix,
pasaron el Orinoco, junto con otras tantas que tenía
allí el General Cedeño […] Pregunte usted
ahora. ¿Qué se hicieron esas mulas, que tanto
necesitamos? Puesto que ni una sola se ha empleado en servicios
del estado: Todas las han vendido, o extraído, por cuenta
de particulares ¡Pero hay más! ¡Quiere ahora
el General Bolívar, que le manden para Margarita, 1.200
mulas! que es lo mismo que mandar a arrasar con cuantas hay en
las Misiones. Usted, sabe que el Ejército, carece de
municiones de armas y de vestidos; y sabe de los resultados de
las comisiones, que se han confiado a extranjeros, para ir a
buscar lo que necesitamos con nuestros intereses; y ninguno ha
vuelto…Y el que lo ha hecho, ha sido con las cuentas del
gran Capitán.

Esta experiencia tan repetida, me ha hecho muy cauto; y
me obliga a reservar cuanto se pueda, nuestros pequeños
fondos. Así, creo que usted, será de mi
opinión, y hará lo que he dicho, con la
última reserva, comunicándolo solamente con:
Uzcátegui, para que éste, entendido de ello, pueda
dar un número igual al de usted, en caso que se le pida.
Me despido: Manuel Piar.

Al recibir esta carta, obviamente, por ser el cura
Blanco un agente confidente del Libertador, con quien
compartía la hermandad en la masonería, le dio a
conocer a Bolívar todo su contenido con las opiniones de
Piar, quien desenmascaraba a quienes querían aprovecharse
de los bienes de la patria; pues bien, la respuesta de
José Félix Blanco no se hizo esperar; y fue
esta:

Tapuy, 23 de Mayo de 1.817: Señor General: Manuel
Piar:

Mi apreciado General, el portador de esta, a quien
despacho hoy mismo, puso en mis manos la de usted, de fecha 21
del presente. Como la oficina de la Comandancia General
está corriente con el día, podré mandar a
usted oficialmente mañana, la noticia que con el mismo
carácter me pide, del número de hombres que tengo
aquí para las armas; y que no necesita la agricultura en
los trabajos del momento…General: En cuanto a que mande o
autorice un dato acomodaticio, que diga una cosa de oficio y otra
en privado, ha de permitirme que no le ofrezca hacer lo que no
puedo. Ni por la Patria haría yo, un engaño, si tal
necesitara esta de mí. No puedo obrar como usted me lo
exige en su carta, que contesto cualquiera que sea el motivo que
tenga para aquella exigencia.

Y es todavía más grave, y menos aceptable
a mis ojos, lo que deduzco, de lo que con medias palabras me ha
expresado el oficial portador de su carta, quien parece tener
para hacerlo, en cargo especial y reservado de usted. No he
querido franquearme en esta materia con aquel, aunque no dudo de
su discreción, ni de que merece su confianza: más
bien le he disimulado el juicio, que he formado del grado de
gravedad del asunto. Nada le he contestado, reservándome
para cuando nos veamos, hacerle mis observaciones a usted
solamente; pues sobre este punto guardaré la reserva mas
absoluta; y entonces le mostraré a usted, cuán
perjudicial, me parece que sería para la causa
pública, un desacuerdo, que nos llevaría a la
anarquía, y a los Godos, al triunfo sobre nosotros.
¡No, mi General! cuando yo serví y ayudé al
héroe de San Félix, aún en más y con
mejor oportunidad de lo que el me pidió y exigió en
momentos supremos, lo hice sirviendo a la Patria, por
órgano del General Piar, que dirigía las
operaciones en aquella jornada. En esa misma forma, la sirvo
ahora, por el órgano del General Bolívar, que
ejerce la autoridad Suprema, que todos hemos reconocido. –
Siento, verdaderamente que la carta y la Misión, que
parece traer el Oficial que la condujo, no pueda dar a usted,
otro resultado, que el que me consigno en esta
contestación: Pero deseo que usted, no dude; sin embargo,
de la sinceridad de la estimación que le profesa su amigo
y compatriota. –José Félix Blanco.

Como se puede ver, las acusaciones de Piar a algunos
generales que "escamoteaban" mulas para su peculio privado,
crearon un enorme descontento, especialmente cuando
incluyó al propio Bolívar de querer desviar 1200
mulas para Margarita; de esa forma confió en el cura
Blanco para su perdición.

Viendo Piar que todos están fuera de la moral
patriota; incluyendo al cura y pensando que al mismo Libertador,
se da cuenta de que no puede seguir en medio de aquella
corrupción, especialmente porque él ha puesto el
pecho a favor del ideal republicano; de manera que da un paso
para hacer, a su modo, lo que había hecho Mac Gregor:
retirarse de la guerra; y entonces se dirige a Bolívar y
le pide la baja con la excusa de descansar. En el acto, Piar es
desplazado de su cargo, que ocupa entonces el general José
Francisco Bermúdez, enemigo de Piar, pues lo acusa de ser
el causante de la muerte de su hermano Bernardo, por desconocerlo
en Maturín años atrás.

Para colmo de males, se suma a esta situación el
asunto de los capuchinos fusilados, cuando Jacinto Lara
entendió mal una orden de Piar, quien pretende enviar a
los capuchinos presos, a Turmero, pero le dice a Lara
que "los pase para el otro lado" (del Orinoco, se entiende), pero
el general Lara lo entendió como metáfora y los
fusiló.

Ante aquella campaña que se genera en su contra,
Piar prorrumpe en quejas en público, cuestión que
llega a los oídos del Libertador. Quien pretende ganarlo a
su causa, a sabiendas de que Piar lo ha descubierto ante el cura
Blanco con el asunto de las mulas; y así, trata de
suavizar las cosas, en una carta enviada al sacerdote el 19 de
junio de aquel año 1817:

Si a pesar de todo lo que llevo dicho a usted, y a Piar,
no podemos conseguir nada y los males empeoran, en lugar de
mejorarse, le aconsejo a usted, como amigo, se separe de su
comisión y la deje usted, a disposición de quien la
quiera tomar. Pues tener quebraderos de cabezas sin utilidad
alguna, es necedad que no debe cometer un hombre de juicio como
usted.

Una carta dirigida Briceño Méndez (enemigo
de Piar y quien ocupaba su puesto) fechada aquel mismo día
19, muestra cuáles eran los sentimientos autoritarios de
Bolívar, al decirle:

Estimado Briceño: Usted sin duda, se
estará imaginando que estamos en una situación como
la de Cartagena, Güiria, o Carúpano; donde las
circunstancias me fueron desfavorables; y donde el
espíritu del partido, triunfó de la Justicia y de
la Patria.

Si hasta ahora he sido moderado por prudencia, no lo
he sido por debilidad
. Usted no crea, que las intrigas
entre Piar y yo sean tan grandes, que nos puedan destruir,
jamás he tenido una situación más feliz, a
pesar de quien diga lo que quiera.
A mi voz, obedecen tres
mil hombres, que harán lo que yo mande, defenderán
la inocencia; y no permitirán
facciones.[64]

Ahora bien, aquel triángulo de intrigas
Blanco-Bolívar-Piar continuó aumentando el enojo
del General Piar, empeñado en retirarse del
ejército desde entonces, esta vez alegando problemas de
salud. Bolívar le niega el retiro, pues en el fondo no
deja de reconocer la valía de Piar; así que le
escribe esta carta:

Upata, San Félix a 19 de Junio de
1.817:

Señor General Manuel Piar,

Mi querido General: Acabo de recibir la apreciable carta
de usted, del 16; y en consecuencia de ella, oficio ahora mismo;
y en particular, escribo al Comisionado de las Misiones,
llamándolo, pues he resuelto eximirlo del cargo que
tenía de orden de usted y mío, con esto queda
transigido, todo compromiso con el Padre Blanco, servidor que
será útil en cualquier otro puesto. Esto lo hago
por complacer a usted, hasta en una equivocación suya;
cuando me dice, que ya Blanco no podrá ser amigo suyo.
Mayor es la equivocación, creyendo que él,
está animado de prevención contra usted. Yo conozco
bien al Padre Blanco, lo que no, usted. Es que éste suele
ser inflexible hasta conmigo, en las reglas. En cuanto a lo que
me dice del General Arismendi, también le diré que
está usted equivocado, no lo extraño, porque
está y ha estado hasta ahora, a alguna distancia para el
examen de sus procederes. Aquellas mulas a que se refiere y por
las que le hace usted cargos y que pasaron el pueblito, como las
que mandó el General Cedeño; y como otras y otros
animales no han sido robados. Por Dios General: ¿Y que
dirán entonces, nuestros enemigos y calumniadores?:
¿No sabe usted, que con las mulas, ganado, y otros valores
que se han buscado en las Colonias, se han proporcionado
aquí mismo, elementos de guerra que no teníamos,
subsistencia y abrigo para los cuerpos?.

General Piar: Prefiero un combate a muerte con los
españoles, a estos disgustos. ¡Usted, si que
está prevenido contra sus compañeros, que debiera
saber que son sus amigos, y de quien no debe separarse para el
mejor servicio de la causa..! Lo contrario es servir a la de
opresión. Sí, si nos dividimos, si nos
anarquizamos; si nos destrozamos mutuamente, acabaremos con las
Filas Republicanas, haremos fuertes, a la de los Godos,
triunfará España; y con razón nos
titularán de Vagabundos.

No insista usted, en separarse de su puesto. Si usted
estuviera a la cabeza, yo no le abandonaría, como no
abandonaré al que lo esté mañana, sea quien
sea. Con tal que tenga la legitimidad y lo necesite la Patria, lo
necesita hoy, como lo que es; y mañana habrá de
necesitarlo, como lo que por sus servicios, llegare a
ser.

Amigo General Piar: no dude mi sinceridad,
¡Avíseme, que otra medida conviene dictar en el
gobierno de las Misiones, de acuerdo con usted!… Soy su amigo
de Corazón, Simón Bolívar.

Pos Data: El Padre Blanco, es amigo de usted, se lo
aseguro, porque lo sé.

Así están las cosas entre Bolívar y
Piar; pero éste insiste en irse del ejército, de
manera que Bolívar le extiende un pasaporte, que dice
así textualmente:

Simón Bolívar, Jefe Supremo de la
República de Venezuela, y Capitán General
del

Ejército de la Nueva Granada, concede, libre y
seguro, pasaporte al Excelentísimo:

General en Jefe Manuel Piar, Para que pase al lugar que
tenga a bien, en el territorio de la Republica, o para el
extranjero y que el Buque que lo acomode, pueda trasladarse a las
Colonias extranjeras: Por tanto ordeno y mando a las autoridades
sujetas a la República y a los neutrales y amigos, ruego
le presten los auxilios que necesite, quedando nosotros obligados
con los de su nación. Dado, firmado de mi mano, sellado
con el Sello provisional de la República, refrendado por
el Secretario de guerra, en el Cuartel General de San Miguel, a
los 30 días de Junio de 1.817. Simón
Bolívar… J. G. Pérez, Secretario de
Guerra

La situación se le presenta favorable a los
propósitos de Piar de irse del país o de dedicarse
a la agricultura, como al parecer quiso después. Se dirige
al Caroní. Pide al coronel José Antonio Mina con un
grupo de hombres que le acompañe, pero Mina se
desvía a Upata, donde comete unos hurtos contra
un comerciante que al parecer le había hecho unos malos
gestos a Piar, acto que sin ser responsabilidad de Piar, lo
perjudican por estar Mina bajo su mando. El informe de este
evento lo conoce Bolívar por escrito que le envía
su confidente el cura José Félix Blanco.

Por el mes de julio de 1817 continuaban las intrigas de
los enemigos de Piar a través de correspondencias de los
jefes patriotas enemigos del admirado héroe de San
Félix; entre esas correspondencias están las de los
diferentes jefes militares como Manuel Manrique, Manuel Valdez,
Pedro León Torres, José Antonio Anzoátegui,
Carlos Soublette, quienes constantemente, le hablaban al
Libertador en contra de Piar y de sus supuestos proyectos de
rebeldía. Todavía no había caído
Angostura, lo cual ocurriría el día 17 de julio,
bajo el comando de José Francisco Bermúdez,
colocado por Bolívar al mando, en lugar de Piar, y en
compañía de Manuel Cedeño.

Pero ya Piar está decidido a irse de
Guayana con su pasaporte; así que había
ido a Upata a buscar a su concubina Mónica
Ferreras. El 19, dos días después de la toma de
Angostura llega a la ciudad con ella y con sus edecanes
José Antonio Mina y pedro Meléan, quienes
posiblemente eran deudos de los aragüeños y lo
habían acompañado desde la primera batalla de
Maturín, como hombres de su entera confianza. La
ciudad lo recibe con alegría y júbilo, lo cual
mueve a las envidias de sus enemigos.

Pero ya Bolívar le había escrito a
Cedeño:

Las instrucciones que tengo el honor de acompañar
a usted, modelarán enteramente su conducta en ésta
delicada e importante operación. Ella es de tal naturaleza
que debe ejecutarse con un tino y pulso que produzcan los
resultados que el gobierno se propone.

De hecho, aquella misma noche, Juan Francisco
Sánchez, un enemigo acérrimo e intrigante
impenitente que incitaba a Cedeño contra Piar, se
presentó en el cuartel de Bermúdez con unas cartas
acusatorias contra Piar, dirigidas al Libertador. Bermúdez
a su vez redacta otra carta que recoge los "informes" (que no son
más que rumores contra Piar) y la remite a
Bolívar.

He aquí el texto de una de las cartas de
Sánchez, fechada el 26 de julio de 1817:

Mí estimado General:

En el instante que llegué a esta ciudad tuve la
fortuna de encontrarme con el señor Piar; éste
general, después de haberme hecho las más sinceras
demostraciones de amistad, me habló de este modo: "Yo he
sido elevado a General en Jefe por mi espada y por mi fortuna,
pero soy mulato y no debo gobernar a la República no
obstante, yo he penetrado al gran misterio de la
administración actual y he jurado a mi honor restituirle
la libertad a tanto inocente que está derramando sangre
por encadenarse más y más en una esclavitud
vergonzosa; me voy a Maturín y al fin del mundo, si es
necesario, a ponerme a la cabeza de los que no tienen otro apoyo
que sus propias fuerzas, estoy seguro en que haciendo resonar por
todas partes la justicia de mis sentimientos y la necesidad de
que nos ponen de tomar las armas cuatro mantuanos; por la
ambición de mandarlo todo y de privarnos de los derechos
más santos y naturales, no quedará un solo hombre
que no se presente a defender tan digna causa. Mariño,
cuyas ideas liberales, son bien conocidas me hará algunas
reconvenciones, pero él se unirá de buena fe .por
estar de acuerdo con mis sentimientos, Sánchez, ha llegado
la época de que seamos libres, manténgase usted
como filosofo, siendo indiferente a tanto crimen y guarde usted
una fiel correspondencia conmigo por medio de Olivares yo soy su
amigo y nuestra triste condición nos liga de tal modo que
debemos ser uno en ideas y sacrificios, en fin, ellos o nosotros
debemos existir."

De este modo concluye su discurso esta serpiente de la
República, mis contestaciones no repugnaron sus
principios, con el objeto de sondeos más y más
aquel corazón horroroso que quiere ver a su patria en la
guerra más espantosa que conoce la historia del
mundo.

Mi General, V. E. me conoce y sabe cuanto ha costado
siempre a mi corazón hacer acusaciones contra los hombres
de la República, pero mi patria es para mi lo más
santo, me haría sacrificar a mi propio padre si fuera
enemigo de la causa.-

En el que me separé de ese monstruo, me
dirigí al General Bermúdez y lo instruí en
todo; él enseguida me refirió que sabía
sobre el particular y me dijo que había escrito a V. E. y
esperaba le contestara para obrar.

El General Cedeño, a quien le manifesté,
también está indignado con un hombre tan malo y me
ha dicho que ha escrito a V. E., sobre lo mismo; V. E.,
esté seguro que detesta al General Piar y desea se
castiguen tantos crímenes y yo de mi parte recuerdo a V.
E., los resultados que hemos tenido siempre si un ambicioso se
pone a la cabeza de una inmensidad de hombres que no conocen la
moral, ni el respeto que se debe a la justicia y a la sociedad;
por desgracia la mayor parte de los que componen los
ejércitos de la República han sido educado por los
Boves, los Morales, etc., y estos estarían conformes con
la civilización que debemos establecer. Mi amado general
no se engaña, V. E., ha estudiado bien el corazón
del hombre y conoce sus tendencias, también conoce que hay
un germen de insurrección regado en toda la
República y que si se presenta una mano a darle impulso,
la consecuencia será perder la esperanza de la libertad.
V. E., siente bien todo lo que le digo.

Eche S. E. una mirada por todos los ejércitos de
la República, desde la otra parte del Orinoco hasta la
provincia de Casanare y contemple si debe o no el general Piar
repasar el Orinoco; examine el sistema de desorganización
que quiere establecer y contemple, también, si debe ser
castigado con toda la severidad que manda la justicia, la
República y las circunstancias. Y creo, mi buen general,
que S. E. no puede dejar impune el crimen del general Piar sin
hacerse responsable a Dios, a la República y a las
generaciones futuras.- En fin V. E. tiene demasiado juicio, luces
y justicia en su corazón, para no hacer lo que más
convenga al bien general.

En esta ciudad todos somos sus amigos, así por su
persona, como por jefe Supremo del Estado. El general
Bermúdez y el general Cedeño son demasiado justos
en sus corazones y no quieren sino el orden y la justicia, los
comandantes y oficiales están animados de los sentimientos
de sus generales; en fin aquí todo es bueno.

El Teniente Coronel Olivares ha correspondido bien a la
confianza que V. E. ha hecho siempre de él y en esta
ocasión ha sido muy importante a la
república.

Todo lo que digo como moralmente posible, puede ser un
error, pero todo lo deposito en las manos de V. E., como las de
un amigo aquí en mi corazón; adiós mi
general, hasta que a la vez pueda imponer más a V. E., de
mis sentimientos.

Tengo de usted el más bello respeto y
consideración y soy de V. E., su eterno amigo,

Coronel Juan Francisco
Sánchez

Qué carta tan incoherente. Colocan a Piar como un
tonto, vendiendo la supuesta rebelión de castas a dos de
sus enemigos; además, José Félix
Sánchez se presenta como un ferviente patriota aunque
siempre había servido a los realistas.

La otra carta de Juan Francisco Sánchez dice
así:

Mi amado General:

Recibí la carta de V. E. de fecha 1ero, del
corriente y por ello quedo instruido de sus intenciones, ya que
he hablado al General Cedeño de lo imposible que es, por
ahora, satisfacer la solicitud que hace de los dos mil caballos y
él ha quedado convencido.

Además, V. E., me pide algunos detalles relativos
a la conducta de Piar. Le diré, lo que se, con la
ingenuidad que me inspira el honor, mi patria y V. E.- El
ciudadano Calixto, Capitán del Escuadrón de honor
del General Cedeño, llamó al Teniente Coronel
José Manuel Torres y le dijo, que lo impusiera de los
disgustos que habían entre los generales, pues le
habían dicho que separaban del ejército al General
Piar por mulato y añadió otras razones
análogas a este principio. En el momento Torres
tocó la dificultad y desengañó a este
oficial. En seguida encontró el mismo Torres al Coronel
Hernández y con él le aconteció lo mismo;
conociendo Torres por estas dos declaraciones que Piar
podía estar tramando una revolución dio parte al
general Bermúdez y al general Cedeño, los que al
momento tomaron todas las medidas que demandaban las
circunstancias; en efecto, el resultado fue descubrir el gran
mal.

Piar había hablado a todos los oficiales de
caballería y a muchos oficiales subalternos y estos no
dejaron de ser sensibles a sus insinuaciones, pero el general
Cedeño movió todos los resortes de la amistad, de
la confianza y de la justicia con lo que apagaron este incendio
que nos amenazaba. El general Bermúdez, obró
también con bastante actividad y energía y la
conducta liberal que presenta está muy de acuerdo con las
circunstancias; Por lo que dejó dicho, conocerá V.
E. que los primeros avisos de la conspiración de Piar se
deben a Torres y además ha hecho frente a Piar, así
en lo relativo al gobierno que quería instalar, como en
todo lo demás, el general Bermúdez podrá
también informar a vuestra excelencia, respecto a Torres
pues él ha sido testigo ocular de su conducta.

La venida de V. E. es muy interesante en este punto y
crea V. E. que su opinión es muy superior, de modo que
nada pueda hacerla vacilar. Cuando yo tenga el honor y la
satisfacción de verle, entonces tocará V. E.
más de cerca mi corazón.

Tengo de V. E. el más alto respeto y
consideración y soy su más tierno amigo

Cnel. Juan Francisco
Sánchez

Nuevamente Juan Francisco Sánchez teje una serie
de intrigas, basándose en los testimonios y supuestos de
personas que siempre se conocieron como enemigos de Manuel Carlos
Piar por diversas razones, muchas veces
insignificantes.

Bolívar recibió las cartas, las
leyó a Arismendi, quien lo acompaña, y en presencia
de éste libra una carta a Cedeño ordenando la
captura de Piar. Entonces éste pretende engañarlo
(la primera vez) para traerlo al cuartel y arrestarlo. Le dijo a
su edecán Ramón Machado que lo traiga al cuartel
diciéndole que hay una carta lacrada de Bolívar que
le concierne, que la venga a buscar.

Así lo hace Machado, quien encuentra a Piar a
caballo por el paseo del río Orinoco, le da el recado y
Piar le promete ir al cuartel inmediatamente. Pero estando en
eso, aparece José Antonio Mina, quien sí conoce lo
que se trama, y una vez que se va Machado convencido de haber
hecho su felonía, le advierte a Piar la trampa. Es
entonces cuando Piar decide huir de Angostura, dando
instrucciones a Pedro Meleán y a Mónica que se
vayan a Maturín y lo esperen allá.
Así salió Piar librado de aquella primera
trampa.

Sin embargo, su huida dio más motivos a
Bolívar para procurar su muerte. Así le
comunicó a Bermúdez que ésta era
indispensable a la seguridad de la República. Piar estaba
condenado antes del juicio teatral que se le hizo. La huida
también sirvió a Juan Félix Sánchez y
a los demás enemigos de Piar motivos para continuar
tejiendo in jurias en su contra, como aquella de que pensaba
soliviantar a los pardos, negros e indios para destruir a los
blancos, lo cual le daría a Bolívar pie para
acusarlo de "mulato", a sabiendas de que Piar era tan blanco y
rubio que parecía un anglosajón.

Ahora Bolívar asume la acusación de Piar
en forma pública y el 5 de agosto de 1817, apenas a unos
meses de haberlo puesto en la Gloria, por su triunfo de San
Félix, redacta la requisitoria contra él,
colocándolo por el suelo. El texto de aquella orden de
Bolívar es una vergüenza; da grima leerla y ver
cómo un hombre, genial en muchos aspectos, puede dejarse
llevar por las intrigas de los envidiosos y por la propia
convicción de poder. El texto dice así:

MANIFIESTO DEL JEFE SUPREMO A LOS PUEBLOS DE
VENEZUELA

Ciudadanos:

La más grande aflicción que puede
sobrevenir al ánimo de un magistrado es aquella que lo
obliga a emplear la espada de la justicia contra un ciudadano que
fue benemérito de la patria.

Yo denuncio a la faz de la nación el crimen
más atroz que ha podido cometer un hombre contra la
sociedad, el gobierno y la patria. El General Piar es el autor
execrable de este fatal delito. Colmado de los honores supremos
de la milicia, de la consideración pública y de la
confianza del Gobierno, nada quedaba a este ciudadano a que
aspirar sino a la gloria de titularse bienhechor de la
República. ¡Con qué horror, pues, no
oiréis que este hombre tan favorecido de la fortuna haya
pretendido sumergiros en el piélago espantoso de la
anarquía! Sí, venezolanos, el General Piar ha
formado una conjuración destructora del sistema de
igualdad, libertad e independencia. Pero no os admiréis de
esta monstruosidad de parte de un hombre cuya vida ha sido un
tejido de conspiraciones, crímenes y violencias. Nacido en
un país extraño, de una madre que tampoco es
venezolana, y de un padre canario, ningún sentimiento de
amor ha podido recibir al nacer, menos aún en el curso de
su educación.

Erguido el General Piar de pertenecer a una familia
noble de Tenerife, negaba desde sus primeros años
¡¡¡qué horrible escándalo!!!,
negaba conocer el infeliz seno que había llevado este
aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturalizada
ingratitud, ultrajaba a la misma madre de quien había
recibido la vida por sólo el motivo de no ser aquella
respetable mujer, del color claro que él había
heredado de su padre. Quien no supo amar, respetar y servir a los
autores de sus días, no podía someterse al deber de
ciudadano y menos aún al más riguroso de todos: al
militar.

Llevado por el General Mariño a la costa de
Güiria en los años pasados, fue destinado a
Maturín bajo las órdenes del Comandante Bernardo
Bermúdez, que fue víctima de sus primeros ensayos
de conspiración. Apenas había llegado a
Maturín cuando sublevándose contra su inmediato
jefe, lo prendió e indefenso lo arrojó hacia la
parte que ocupaba el enemigo para que fuese indignamente
sacrificado por los crueles españoles. El desdichado
  Bermúdez marcó con su muerte el primer
fratricidio del ambicioso Piar.

La inmortal ciudad de Maturín, que parecía
estar destinada por la Providencia para ser la cuna del
heroísmo venezolano, tuvo la gloria de vencer por tres
veces, en otras tantas batallas, las bandas españolas de
La Hoz y Monteverde. Los valerosos maturinenses, conducidos por
su indomable espíritu y por un sentimiento irresistible de
un patriotismo divino, elevaron su nombre al más alto
grado de esplendor, dejando al de su intruso jefe en el seno de
la obscuridad. La fama no fue injusta, pues supo distinguir el
mérito de los soldados y la ingratitud del caudillo. Ni
los rayos de la fortuna consiguieron ilustrar su espíritu
en la carrera de la victoria. Maturín sepultó en
sus llanuras tres ejércitos españoles, y
Maturín quedó siempre expuesta a los mismos
peligros que la amenazaban antes de sus triunfos. Tan
estúpido era el jefe que la dirigía en sus
operaciones militares.

El General Mariño, reconocido por jefe de la
expedición de Oriente, fue a Maturín a inspeccionar
aquellas valientes tropas. El General Piar, entonces ausente,
había tramado antes de separarse un motín contra su
jefe, que se habría logrado sin duda si el virtuoso
General Rojas no hubiese cumplido con su deber en favor de la
justicia y de la subordinación militar. La
insurrección de Piar no tuvo efecto por la bella conducta
del General Rojas.

En medio de las calamidades de la guerra, el italiano
Bianchi se subleva contra las autoridades constituidas y se roba
las últimas reliquias de la República. Logramos
conducir a la Isla de Margarita a este infame pirata para
hacernos justicia y aprovechar los únicos restos de
nuestra expirante existencia. La fatalidad, entonces anexa a
Venezuela, quiso que se hallase el General Piar en Margarita,
donde no tenía mando y a donde había ido por salvar
el fruto de sus depredaciones en Barcelona, y más
aún por escapar de los peligros de la guerra que él
hace sólo por enriquecerse a costa de la sangre de los
infelices venezolanos. Una vez que ha hecho su botín, el
valor le falta y la constancia le abandona. Díganlo los
campos de Angostura y San Félix, donde su presencia fue
tan nula como la del último tambor. El General
Mariño y yo, jefes de la República, no pudimos
desembarcar en Margarita porque el faccioso Piar se había
apoderado de la fuerza y nos obligó a ponernos a la merced
de un pirata más generoso y más sumiso que
él, aunque iguales en la rapacidad. Por entonces la patria
sufrió todos los reveses que son notorios por la exclusiva
traidora conducta de Piar.

De acuerdo con el General Ribas pensó en defender
a Cumaná y aunque aquel General debía mandar por
ser de mayor graduación sólo logró dividir
la autoridad con Piar. Esta igualad no convenía aún
a las miras ambiciosas de Piar, y desde luego conspiró
contra su jefe y colega Ribas. Este, por evitar la guerra civil y
quizás su propio exterminio, marchó a
Maturín, y Cumaná fue la víctima de las
pasiones de Piar. Su desdichada población pereció,
como la emigración de Caracas y Barcelona, por obedecer a
Piar que las forzó a encerrarse en aquella indefensa
ciudad. ¡¡Víctimas desdichadas allí
sepultadas!!, decid ¿quién os puso bajo la cuchilla
de Boves?

Perdido el territorio que inútilmente Piar
había pensado defender, se refugió en Güiria,
donde mandaba el coronel Videau, quien tenía la autoridad
suprema de aquel país por delegación del General
Mariño. Aún no había pisado aquella ciudad
cuando ya Piar intentaba destituir al jefe que la mandaba. Sus
defensores, de acuerdo con Videau, se vieron obligados a expulsar
a Piar para no ser envueltos en disensiones domésticas, a
tiempo que el enemigo la estrechaba por todas partes. El objeto
de Piar en aquel momento no era tanto defender a Güiria
cuanto extraer los tesoros que había arrancado al General
Ribas y habían sido hasta entonces religiosamente
respetados, como vasos sagrados que pertenecían a las
iglesias de Caracas. Mas Piar, tan avaro como sacrílego,
intentaba convertir en su propio uso objetos consagrados a la
Divinidad.

En la tercera época de la República el
General Piar, a quien yo había perdonado todos sus
atentados, viene conmigo a Carúpano. Allí a la faz
de todos los extranjeros y nacionales dio el más
escandaloso ejemplo de su venalidad. El descaro en robar los
intereses de aquella ciudad ha sido tan público que nada
se debe añadir para que sea manifiesto.

La División del General Gregor, después de
haber libertado a Barcelona, se somete a sus órdenes
porque así lo exigía el orden de la milicia y
porque él se jactaba de ser el primer apoyo del Gobierno.
La batalla del Juncal, casi perdida por este General, fue un
terrible desengaño para aquellos alucinados soldados que
creían tener en él un gran Capitán; pero su
impericia y su cobardía se manifestaron allí de un
modo incontestable. Ganada por el General Gregor y los otros
subalternos que obraron arbitrariamente hallándose
abandonados de su jefe y sin esperanzas de salvarse, ni aun
siquiera se puso a la cabeza del ejército para perseguir
los restos fugitivos, y el fruto de aquella victoria fue ninguno,
como todas las que la fortuna le ha proporcionado.

La conducta del General Piar en esta provincia ha
correspondido al curso de su vida: el más feroz despotismo
ha sido su divisa. Mandar pasar por las armas a los jefes y
oficiales más estimables; ponerlos en el afrentoso
tormento de la soga; destituirlos sin autoridad y sin juicio. En
fin, todos los actos del poder absoluto de un tirano.

Ninguna orden del Gobierno ejecutaba jamás: todas
las miraba con el más ultrajante desprecio. Él se
había abrogado las facultades de la autoridad suprema, y
no se había proclamado por soberano de la República
porque las fuerzas de su mando eran todavía demasiado
débiles y la fortuna no le había sometido las
ciudades de Guayana y Angostura.

En circunstancias tan urgentes yo vine al
ejército para poner un término a su desenfrenado
despotismo. El benemérito General Monagas, el Coronel
Parejo, el Teniente Coronel Matos, el Teniente Coronel Infante,
Subteniente Santarita, el cirujano Cervellón y el
Secretario Melián, sin contar muchos otros que fueron
ignominiosamente infamados, pueden deponer si el régimen
del General Piar no es el de un sátrapa de Persia.
¡¡Cuántos horrores no hizo sufrir el General
Piar a estos ilustres defensores de la República!! A mi
presencia ha osado clavar un par de grillos, y sin juicio formal
ha condenado a servir de soldado raso al Subteniente Arias.
Espantado de tan atroz procedimiento, quise salvar la inocencia,
las leyes y los derechos del ciudadano. Además, hice
entender al General Piar que debía someterse a la
autoridad del Gobierno y no obrar arbitrariamente como lo
había hecho siempre. Este General, furioso como un
frenético, medita entonces la subversión del Estado
y la destrucción de sus hermanos. Para realizar tan negro
designio pretexta enfermedad, pide encarecidamente un retiro
temporal y toma un pasaporte para las colonias.

Calumniar al Gobierno de pretender cambiar la forma
republicana en la tiránica; proclamar los principios
odiosos de guerra de colores para destruir así la igualdad
que desde el día glorioso de nuestra insurrección
hasta este momento ha sido nuestra base fundamental; instigar a
la guerra civil; convidar a la anarquía; aconsejar el
asesinato, el robo y el desorden, es en substancia lo que ha
hecho Piar desde que obtuvo la licencia de retirarse del
ejército que con tantas instancias había solicitado
porque los medios estuvieran a su alcance.

Pruebas constantes e irrefragables de esta
conjuración son las deposiciones de Generales,
Comandantes, soldados y paisanos residentes en
Angostura.

¿Qué pretende el General Piar en favor de
los hombres de color? ¿la igualdad? No: ellos la tienen y
la disfrutan en la más grande latitud que pueden desear.
El General Piar mismo es una prueba irrevocable de esta igualdad.
Su mérito es bien inferior a las recompensas que ha
obtenido. Los más de los oficiales de Venezuela han
combatido por la República más que Piar, y sin
embargo ellos son subalternos, mientras que él está
decorado del último grado de la milicia. Podríamos
citar otros muchos generales, coroneles, comandantes y jefes de
todas clases: pero no es justo mezclar los nombres de tan
beneméritos ciudadanos con el de este monstruo.

El General Piar no desea la preponderancia de un color
que él aborrece y que siempre ha despreciado como es
constante por su conducta y documentos. El General Piar ha tenido
como un timbre la genealogía de su padre, y ha llegado su
impudencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble
sino aun descendiente de un Príncipe de Portugal (entre
sus papeles existe este documento).

La imparcialidad del Gobierno de Venezuela ha sido
siempre tal, desde que se estableció la República,
que ningún ciudadano ha llegado a quejarse por injusticia
hecha a él por el accidente de su cutis. Por el contrario,
¿cuáles han sido los principios del Congreso?
¿cuáles las leyes que ha publicado?
¿cuál la conducta de todos los magistrados de
Venezuela? Antes de la revolución los blancos
tenían opción a todos los destinos de la
Monarquía, lograban la eminente dignidad de Ministros del
Rey, y aun de Grandes de España. Por el talento, los
méritos o la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos,
degradados hasta la condición más humillante,
estaban privados de todo. El estado santo del Sacerdocio les era
prohibido: se podría decir que los españoles les
habían cerrado hasta las puertas del cielo. La
revolución les ha concedido todos los privilegios, todos
los fueros, todas las ventajas.

¿Quiénes son los autores de esta
revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los
títulos de Castilla y aun los jefes militares al servicio
del Rey? ¿Qué principio han proclamado estos
caudillos de la Revolución? Las actas del Gobierno de la
República son monumentos eternos de justicia y
liberalidad. ¿Qué ha reservado para sí la
nobleza, el clero, la milicia? (Nada, nada, nada! Todo lo han
renunciado en favor de la humanidad, de la naturaleza y de la
justicia, que clamaban por la restauración de los sagrados
derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro, todo
lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad
absoluta hasta en las costumbres domésticas. La libertad
hasta de los esclavos, que antes formaban una propiedad de los
mismos ciudadanos. La independencia en el más lato sentido
de esta palabra substituida a cuantas dependencias antes nos
encadenaban.

El General Piar, con su insensata y abominable
conspiración, sólo ha pretendido una guerra de
hermanos en que crueles asesinos degollasen al inocente
niño, a la débil mujer, al trémulo anciano,
por la inevitable causa de haber nacido de un color más o
menos claro.

Venezolanos: ¿no os horrorizáis del cuadro
sanguinario que os ofrece el nefando proyecto de Piar? Calificar
de un delito el accidente casual que no se puede borrar ni
evitar. El rostro, según Piar, es un delito y lleva
consigo el decreto de vida o de muerte. Así ninguno
sería inocente, pues que todos tienen un color que no se
puede arrancar para substraerse de la mutua
persecución.

Si jamás la guerra fratricida como lo desea Piar
llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz región no
sería más que un vasto sepulcro donde irían
a enterrarse en todas partes la virtud, la inocencia y el valor.
El mundo horrorizado cargaría de execraciones a esta
sanguinaria nación donde el furor sacrificaba a su
saña todo lo que es sagrado aun para los mismos salvajes,
la humildad y la naturaleza.

Pero no, venezolanos, vosotros no sufriréis que
las últimas gotas de sangre que ha respetado el
puñal de los asesinos de España, sean derramadas
por vuestras propias manos. Vosotros sois incapaces de servir de
instrumento a los furores de Piar. Vosotros lo conocéis,
no ignoráis sus execrables designios, y vosotros, pues, lo
perseguiréis, no sólo como un enemigo
público, sino como un verdugo de su especie, sediento de
su propia sangre.

El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado
contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la
fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un
cobarde; así, pues, él se ha puesto fuera de la
ley: su destrucción es un deber y su destructor un
bienhechor.

Cuartel General de Guayana, agosto 5 de 1817.
7º.[65]

Enterado Piar de este Manifiesto terrible, se da cuenta
de que las intenciones de Bolívar son acabar con su vida,
y se dirige a Maturín, sin equipaje alguno, solo
con una pequeña escolta en la cual van sus más
fieles seguidores, aquellos con quienes escapó de
Angostura, aunque ya no estaba Liborio. Este lo había
acompañado en calidad de amigo y sirviente en vez de
esclavo, pues su condición era libre, pero fue asesinado
en Guayana presuntamente por Pedro Hernández,
llamado "El Chingo".

Al llegar, Piar fue recibido por Andrés Rojas,
comandante general de la guarnición de
Maturín, quien conocía ya el "Manifiesto"
en contra del héroe, pero no se atrevió a
enfrentarlo, aunque le exigió que desocupara la ciudad,
porque no le convenía su permanencia en ella. Aquella
tarde había llegado Juan Bautista Arismendi procedente de
Angostura, y le advirtió a Piar sobre las intenciones de
exterminarlo que tenía Bolívar, asegurándole
que iba a advertir también a
Mariño.[66]

Piar comprende la incomodidad de Rojas y se dirige hacia
Cumaná, encontrándose con Santiago
Mariño en Aragua, pues este se dirigía
hacia Maturín desde Cariaco, tras sufrir
muchas derrotas por parte de Morillo. Piar y
Mariño habían vuelto a tener buenas relaciones
después del incidente de 1814, en Margarita, cuando Piar
había cañoneado el barco donde el oriental iba con
Bolívar, habiendo salido tras ellos hacia
Carúpano con la supuesta intención de
fusilarlos. Al parecer ya habían hecho las
paces.

Piar y Mariño conversan en Aragua,
seguramente Piar le mostraría los documentos de la baja,
no se sabe a ciencia cierta qué cosas hablaron, aunque
seguramente le pidió otro pasaporte, pues el suyo lo
había dejado en Upata al salir de aquella ciudad
apresurado rumbo a Maturín. Sí se sabe que
deciden volver a Maturín para intentar solicitar
al gobernador Andrés Rojas apoyo logístico.
Así lo hacen, pero el gobernador los recibe en la orilla
sur del río Guarapiche y les insiste en que no
les dejará entrar; de este modo se entera Mariño de
la requisitoria que circula contra Piar.: el jefe oriental acepta
la respuesta de Rojas, pero pide pertrechos y ayuda para los
soldados de Cariaco, lo cual le es otorgado. Regresan
ambos a Aragua de Maturín, donde Piar
decide seguir hacia Cumanacoa, la cual tras haber sido
arrasada por el realista Vicente Bausa había vuelto a
manos patriotas, bajo la dirección del Coronel Rafael
Guevara y el Teniente Coronel Casimiro Isava, quienes
habían rechazado a los esbirros enviados contra la ciudad
por Pablo Morillo. Estos dos jefes patriotas, ya conocedores del
manifiesto contra Piar, no quisieron sujetársele y
aceptarlo como jefe, de manera de éste se vio precisado a
regresar a Aragua, con su antiguo ordenanza José
Luis Aguilera y en compañía del grupo de hombres
que le asigna Mariño, 60 fusileros y 40 hombres de a
caballo, comandados por Francisco Carmona. Llegaron al pueblo el
21 de septiembre de 1817, alojándose en la casa que Piar
disponía desde hacía tiempo en el
pueblo.

Mientras esto ocurría en el territorio de la
gobernación de Maturín, Bolívar
comisionaba al general Manuel Cedeño para que arrestara a
Piar, dándole estrictas instrucciones sobre su
apresamiento. Le dice en una carta:

Las instrucciones que tengo el honor de acompañar
a usted, modelarán enteramente su conducta en ésta
delicada e importante operación. Ella es de tal naturaleza
que debe ejecutarse con un tino y pulso que produzcan los
resultados que el gobierno se
propone.[67]

Cedeño sale de Angostura y el 25 de septiembre
llega a Maturín, donde encuentra al gobernador
Rojas, el cual ya tenía también las siguientes
instrucciones de Bolívar:

Las instrucciones que le he dado al General
Cedeño, que deberá mostrar a su
señoría, le impondrán de la conducta que
deben observar ambos. Están bien detalladas y abrazan
todos los casos que puedan presentarse. Su señoría
y el General Cedeño ahogarán para siempre la
facción que amenaza la tranquilidad de la
República. [68]

En Maturín es informado Cedeño
del lugar preciso donde se encuentra Piar con Mónica
Ferreras y el grupo de 100 fusileros, comandados por Francisco
Carmona, que le acompañan.

Tras pernoctar en Maturín, el día
26, el grupo comandado por el guariqueño parte rumbo a
Aragua, con la intención de cumplir la
misión encomendada por el General en Jefe Supremo, el
Libertador Simón Bolívar. Entre los
acompañantes del llanero, va el pérfido coronel
Juan Francisco Sánchez, el acérrimo enemigo de
Piar.

Es de madrugada cuando deciden apresar a Piar. Los
acontecimientos se desarrollan apenas clarea el día. Todo
está recogido en el expediente a través de los
testimonios de algunos testigos; enseguida se recogen tres de
estos:

José Peralta, alférez de caballería
del piquete de Manuel Cedeño, dice que llegaron a Aragua
en la madrugada, el 27 de Septiembre, que destinado con un
piquete de carabineros a observar un cuerpo de infantería
que estaba acuartelado, que hubo una disputa entre el comandante
Carmona y el general Cedeño, dándole éste
arresto a aquél, que luego vino la discusión entre
Cedeño y Piar, que finalmente Piar fue cercado por
Cedeño y sus oficiales y desarmado, que Carmona
desfiló con la infantería, se apoyó en la
caballería, quedando desde ese momento arrestado el
general Piar, dijo no saber firmar y por eso marcó la
señal de la cruz…[69]

El detalle de la firma con la señal de la cruz no
deja de ser significativo, pues muestra que el declarante no era
una persona muy preparada, como fueron muchos de los que fueron
llamados a declarar. El otro testimonio sobre el supuesto
arresto, dice así:

El testigo Timoteo Díaz, séptimo
testigo, levantó la mano derecha y juró decir la
verdad, dijo ser cabo primero de la segunda
compañía del escuadrón del general
Cedeño, que llegaron a Aragua en la madrugada del 27 de
septiembre y formó junto con los demás en la plaza,
frente a la casa del general Piar, que oyó que ambos
generales disputaban, que Cedeño trataba de persuadir a
Piar para que lo acompañase a Maturín y luego en
viaje hasta el Jefe Supremo que quería conversar con
él, que Cedeño se acercó a Carmona que
mandaba un cuerpo de infantería, que tuvieron palabras y
que Cedeño ordenó su arresto y lo entregó a
la caballería, que Cedeño volvió a decirle a
Piar que lo acompañara, que Piar dijo que primero se
caía una estrella del cielo que acompañarlo a
Maturín, que Cedeño quería llevarlo, que
Piar mando a Carmona para que se pusiese a la cabeza de la
infantería, que Piar desenfundó su espada pero
Carmona se ubicó con la caballería de
Cedeño, que Piar fue cercado por Cedeño y
demás oficiales y que desde ese momento quedó
arrestado el general Piar. [70]

El otro testigo que citamos, se expresó de esta
manera:

Dice que se llama José Claro Sixto, octavo
testigo, cabo primero de la primera compañía del
escuadrón de Caicara, dijo que llegaron a Aragua al
amanecer, que formó junto con los demás en la plaza
y vio que el general Cedeño se fue a hablar con el general
Piar, que luego que estaba ya claro, salieron los dos generales,
se dirigieron adonde estaba la infantería, que
Cedeño lo intimó a acompañarlo a
Maturín. eran cosa de las ocho de la mañana, que
Piar desenfundó su espada, se unió a la
infantería y ordenó a Carmona que se pusiera a la
cabeza, que Carmona marchó a ponerse al lado del piquete
de caballería de Cedeño, que Piar fue cercado v se
le quitó la espada y desde ese momento quedó
arrestado.[71]

Según interpretan algunos estos relatos,
Francisco Carmona parece haberse puesto del lado del grupo del
gobierno comandado por Cedeño, con lo cual Piar
habría quedado solo. Sin embargo uno de los testigos
afirma que Carmona fue hecho preso. Francisco Herrera Luque,
considerando –con razón– que el expediente
contra Piar había sido manipulado, relata que Piar no fue
arrestado, sino engañado por Manuel Cedeño y
llevado así hasta Angostura, donde realmente es hecho
preso y con finado en la casa que acondicionaron para ello, y en
la cual había estado el Archivo de la
República.

Pues bien, el día siguiente, desde
Maturín, Cedeño informa al Liberrtador en
una carta que dice:

Excmo. Señor, Jefe Supremo de la
República: Don Simón Bolívar, Excmo.
Señor.

El día 25, a las 8: de la noche, llegué a
esta ciudad de Maturín, donde el general Rojas, y el
Teniente Coronel, Sánchez, me informaron, que Piar se
encontraba en Aragua de Maturín, con 100 Infantes a sus
órdenes. Yo salí inmediatamente con mis 40 hombres,
y marché volando sobre Aragua, llegando el día 26,
a las 10: del día. El día 27 a las 4: de la
mañana, sin detenerme en nada, me dirigí a la casa
donde se hallaba el general Manuel Piar. Empezamos a hablar
evitando toda clase de escándalos, pero nada de mis
palabras sirvieron para convencerlo, puesto que estaba decidido a
morir antes de entregarse. Y para ello mandó al Comandante
Carmona, a que ordenara a los fusileros, que se aprestasen a
abatirse.[…] Yo en un acto de valentía, me
dirigí a los fusileros, y les hice saber que éramos
hermanos, que defendíamos la misma Bandera y causa; y que
había que obedecer a un Jefe. A todas estas razones,
Carmona persuadió a sus fusileros, de no hacer armas
contra nosotros.

A pesar de todo esto, el obstinado Piar, hizo tentativas
frente a las tropas, por lo que fue preciso, valerme de mis
fuerzas, y someterlo para llevarlo como un reo, y montarlo a
caballo, al lomo de una mula. Después de todo esto,
tomé a 70 fusileros del partido que comandaba Carmona, y
los hice presos. En este pueblo, existen muchos facciosos; en el
caso, de que el General Mariño venga a esta ciudad,
tampoco se me escapará. Le prometo a V.E., que mientras no
expurgue a esta ciudad de los malvados que la inquietan, no me
moveré de ella, yo estoy seguro de ello. Y V.E. quede en
la confianza, de que vuestra autoridad Suprema, será
respetada por estos pueblos, y restablecida en todas sus partes.
Dios guarde a V.E. muchos años. Maturín,
Septiembre, 28 de 1.817.

Manuel Cedeño.

La mula donde cabalgaba el general Piar
–según el testimonio de la historia que asegura que
fue arrestado realmente en Aragua–, fue conducida
por Juan Félix Sánchez como un arriero, pero el
gozo de conducir a Piar a su muerte, debe haberle hecho llevadero
aquel trabajo. En el juicio aquel detractor fue ¡el primer
testigo! Los testigos que se suceden, todos fueron falsos, a
excepción de los tres ignorantes citados antes, ajenos a
la trama de intrigas tejidas en torno a Piar. El testigo Timoteo
Díaz, alegando no ser suyas las palabras que le
leyó Soublette, no solo se negó a firmar la
declaración, sino que desertó y se dio a la fuga,
temiendo por su vida como lo hizo mucha gente fiel a Piar que se
hallaba en Angostura y se percató de la parodia de juicio
que se llevó a cabo. El Orinoco fue cruzado por
mucha gente que huía de aquella "justicia".

Aunque la noche del 2 de octubre, Piar solicitó
una entrevista con el Libertador, esta le fue negada.
Bolívar ordena que se le haga juicio inmediatamente,
nombrando Fiscal acusador a Carlos Soublette y secretario a
José Ignacio Pulido. El Consejo de Guerra estuvo
constituido por el Almirante Luis Brión, como presidente;
General Carlos Soublette, como Fiscal general; Pedro León
Torres, José Antonio Anzoátegui, Coroneles:
José Ucrós, y José María
Carreño; así como los tenientes Coroneles:
Francisco Conde y Judas Tadeo Piñango, como vocales. El
Coronel, Fernando Galindo, fue nombrado como el defensor del
acusado, por solicitud del mismo Piar.

La historia recoge de manera dramática el
desarrollo de aquel montaje teatral, pues Piar estaba condenado a
priori.

Piar declaró ante el tribunal, con estas palabras
(esto es citando el expediente, posteriormente
manipulado):

Si el general Cedeño me mostrara un oficio
firmado por el Jefe Supremo, en donde se requería mi
presencia para imputarme mis faltas, yo me hubiera entregado
voluntariamente, pero a mi solo se me intima mi presencia en esta
ciudad, y con nada se me garantiza mi persona, quedando expuesto
a todo el furor que respira el Manifiesto referido. Yo temo ser
sacrificado, si con algo se hubiera garantizado mi persona, yo no
hubiera vacilado ni un instante en venir a esta plaza. […]
Mis tropas tenían las armas descargadas, si yo quisiera
hacer armas, las mandaría cargar, de manera que mi
resistencia solo fue de palabra. […] Jamás mi
intención ha sido hacer una guerra civil contra el jefe
Supremo, ni en contra de los Mantuanos blancos de Caracas, como
tanto se pregona.

Aquel juicio amañado, teatral, inhumano,
siguió con la juramentación del defensor Fernando
Galindo, antiguo enemigo de Piar, y con la "ratificación"
de los testigos: Juan Francisco Sánchez, José
Manuel Olivares, Antonio Díaz, Pedro Hernández,
Ramón Machado y José Peralta.

Bolívar ya le había escrito a
Bermúdez, uno de los enemigos de Piar, estas palabras
terribles:

Piar está aquí y su causa sigue con todas
las aparentes formalidades posibles hasta que se le de la
sentencia, que será de muerte. El morirá y mis
deseos serán cumplidos.[72]

Nótese el uso de la palabra "aparentes" y la
certeza de la condena. Al "tribunal" llegó un mensajero
con una carta de Bolívar diciéndole al Fiscal que
se le confiscaran las pertenencias y dinero que tenía el
acusado. Cuando cumplen la orden de Bolívar, yendo a la
celda del acusado, y al conminarle Carlos Soublette a que
entregara cuanto tenía en su poder, Piar le
dijo:

Que en poder del oficial guardia saliente Teniente
Coronel Pedro Morín existía una onza de su
propiedad, que él le dio para que la cambiase, para que
gratificase con un peso al soldado que la había sacado de
una alcantarilla, en donde se le había caído y que
le devolviera el resto […] ¡Si mi hubiesen informado
desde el primer día de mi prisión, hubiera
entregado las mismas 8 onzas que traía desde Aragua de
Maturín!"

Luego se presentó el teniente coronel
Morín trayendo los 17 pesos restantes, los cuales
entregó al tribunal, todo lo cual, con las 7 restantes,
según documento hecho por Soublette iría a la
hacienda pública, con el respectivo informe al Jefe
Supremo, Simón Bolívar. ¡Aquel
"ladrón" de la República solo tenía 8 onzas
de oro! ¡Qué vergüenza! Pero aquellos asesinos
continuaron adelante con su teatro. A Piar no se le
permitió estar presente en ninguna de las audiencias del
juicio; los testigos fueron todos manipulados, todos eran sus
enemigos… Piar fue condenado por aquel tribunal a morir
fusilado sin degradación, el 16 de octubre de 1817, y
así lo hicieron en el costado occidental de la catedral de
Angostura, donde le dispararon 16 fusileros, tras escuchar las
palabras finales de Piar, quien no quiso morir vendado, y
abriéndose la esclavina, les dijo: "Apunten bien a mi
inocente corazón, que me matan por simplón en
nombre del gobierno de Simón Bolívar. ¡Viva
la Patria!"

Bajemos con compasión el telón de esta
triste historia donde está involucrado el pueblo de
Aragua de Maturín, con la defensa
magistral del Coronel Galindo, antiguo enemigo de Piar, pero
quien llegó a admirarle y a respetarle, es una defensa de
corte tan magistral, que merece ser leída y
conocida.

DEFENSA DE S.E. EL SEÑOR GENERAL MANUEL PIAR,
ACUSADO DE INSUBORDINADO A LA SUPREMA AUTORIDAD, DE CONSPIRADOR
CONTRA EL ORDEN Y TRANQUILIDAD PÚBLICA Y,
ÚLTIMAMENTE, DE DESERTOR Y SEDICIOSO

Excelentísimo señor Presidente y
señores Vocales del Consejo.

Fernando Galindo, de la Orden de Libertadores, teniente
coronel de Ejército y ayudante del Estado Mayor General,
nombrado defensor por su excelencia el General en Jefe de
Ejército Manuel Piar, acusado de los crímenes de
insubordinado a la autoridad suprema, de conspirador contra el
orden y tranquilidad pública, de sedicioso y,
últimamente, de desertor, tiene el honor de exponer en
favor de su cliente, lo que sigue:

Señores: El más solemne y delicado
empeño en que jamás se ha encontrado la
República de Venezuela, es el que hoy se presenta a
nuestros ojos. Un hijo primogénito de la victoria, el
terror de los españoles, una de las más
sólidas columnas de nuestra patria, el general Piar, en
fin, aparece ante este respetable Consejo como el más
criminal y detestable de nosotros. Él es acusado de
delitos que hacen estremecer al más pacífico;
él es considerado como el más infame de los que
componen el Estado; y él es, hasta ahora, el blanco
infeliz donde se dirigen los tiros de sus cohermanos. La
naturaleza, la justicia, la razón, la gratitud, las leyes
y el honor mismo de la nación, inspiran un debido respeto,
una tierna compasión y sentimientos generosos por un
ilustre desgraciado; y forzoso es que sea examinada su causa con
todo el pulso y acierto que exigen la rectitud y la prudencia. La
suerte de los mortales es demasiado importante; y una
condenación violenta e injusta es el crimen más
horrendo contra la sociedad. Presentaré, pues, mis razones
en su obsequio, de buena fe y con candor, y vuestra Excelencia se
servirá oírlas con el juicio e imparcialidad que
preside los decretos de la Sabiduría.

Más fácil es concebir el exterminio total
del país que poderse figurar la insubordinación del
general Piar. Comencemos por establecer la diferencia que hay
entre insubordinación y temor. Aquélla es un acto
escandaloso de desobedecimiento y de resolución;
éste es un miedo mezclado de confianza y de respeto mismo
a la autoridad, que impele a cometer errores involuntarios, en lo
que obra más el carácter personal del individuo,
que sus principios o sistema. Tal es el estado en que
desgraciadamente se encontraba aquél cuando recibió
la intimación del general Bermúdez, comunicada por
su edecán Machado, para marchar a presentarse al Supremo
Jefe al Cuartel General de Casacoima. Rodeado por muchas partes
de enemigos particulares, advertido de que se le perseguía
por los mismos que más le habían apreciado;
asestado por émulos o enemigos secretos; instruido
falsamente por amigos suyos, residentes en el Cuartel General,
que se proyectaba su sacrificio; y dotado de un carácter
desconfiado, al mismo tiempo que violento y tímido, se
creyó perdido, y se vio fuera de sí, cuando se le
ordenó la ida a Casacoima. ¿Es pues de
extrañar que en tan empeñado lance, él que
no tiene una gran serenidad de ánimo, no busque un asilo
entre sus mismos hermanos, entre los mismos defensores de este
suelo venezolano, ausentándose por algunos días
para escaparse de la cólera de la autoridad, haciendo tal
vez después sacrificios importantes para acreditar su
obediencia y su afección? ¿Quién
osará censurar de insubordinado al Supremo Jefe en el
curso de su vida anterior? ¿No es esta una serie de
acciones fieles y una continuación de acontecimientos los
más leales que acreditan una subordinación ejemplar
al Primer Jefe de la nación?

Cuando los vencedores del Alacrán se hallaban en
una lamentable orfandad por la sensible separación de su
caro Jefe Supremo; cuando el triunfador de Morales estaba
más protegido de la fortuna y más amado de sus
súbditos; y cuando todo parecía someterse a la
fuerza de su espada, de su dicha y de su opinión, no se le
veía mover los labios sino para proferir las voces de
amor, veneración y fidelidad al Supremo Jefe Simón
Bolívar. Él logró inspirar este sentimiento
universal en su ejército; y más era el dolor que le
causaba el que este inmortal jefe no hubiese sido el héroe
del Juncal, que la gloria que podía tener de haber ganado
la batalla. Sus primeras medidas fueron mandarlo buscar con el
señor intendente Zea; no ahorrar ningún trabajo; no
excusar ningún medio para conseguirlo; salvar
inconvenientes para procurarlo; y hacer surcar los mares para
encontrarlo y declarar públicamente que la
República no podía existir sin que
viniese.

En todo el resto de su campaña, en los Llanos y
poblaciones de Barcelona, sobre las márgenes del caudaloso
Orinoco, frente a las baterías de esta ciudad; en las
abundantes misiones del Caroní y en los victoriosos campos
de San Félix, siempre este valeroso y feliz general ha
sido el más firme y decidido apoyo de la autoridad. Hablen
por él sus proclamas y los papeles públicos, los
actos anteriores y las declaraciones terminantes que a la faz de
jefes ilustres ha pronunciado y manifestado con calor por el
gobierno. Podría extenderme en favor de mi cliente; pero
la notoriedad de su conducta pasada, nadie mejor puede
justificarla que los mismos jefes que ahora deponen contra
él. Con franqueza declaro que es para mí un enigma
inconcebible el que un hombre pueda ser fiel y traidor a la vez,
subordinado e inobediente, pacífico y conspirador, sumiso
a la autoridad constituida y sedicioso. Éste es el
contraste que se observa de la causa seguida contra el
benemérito general Piar.

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