Su corazón se destrozó ante sus palabras.
Ante el sacrificio que él estaba dispuesto a hacer por
ella.
Ella comenzó a protestar, pero la maquina de
nieve comenzó a andar. Ella trató de frenarla, pero
Zarek debía estar usando sus poderes para mantenerla
encendida.
Lo último que ella vio fue un Zarek ciego dando
la vuelta para enfrentar a Thanatos.
Ash agarró a Simi de los brazos de Artemisa en el
mismo momento en que ella se materializó delante de
él.
Acunó a su "bebé" amorosamente entre sus
brazos mientras la llevaba a la cama de Artemisa.
-¡Akri! -gimió Simi, hocicando
contra su pecho. -La Simi está muy herida. Tú me
dijiste que no podía lastimarme.
-Lo sé, Sim, lo sé -. Él la mantuvo
cerca, medio asustado de mover hacia atrás su vendaje
provisional y ver el daño que le habían
hecho.
Sus lágrimas caían por sus mejillas,
haciendo que sus propios ojos se llenaran de lágrimas. Por
costumbre, comenzó a cantarle, un antiguo arrullo Atlante
que él solía cantarle cuando ella era apenas poco
más que una recién nacida.
Ella se calmó un poco.
Ash secó las lágrimas de sus mejillas
frías, luego separó la tela.
Su daga la había atravesado, esquivando por muy
poco su corazón, pero la herida estaba limpia y el flujo
sanguíneo se había desacelerado. Gracias a Zarek,
sin duda.
Él le debía al hombre más que de lo
que él alguna vez podría recompensarle.
Convocando sus poderes, Ash posó su mano sobre su
herida y cicatrizó la lesión.
Simi echó un vistazo a su pecho, luego ella lo
miró. -¿Simi esta mejor?
Él asintió con la cabeza y sonrió.
-Simi esta mejor.
Simi se miró el pecho. Levantó su camisa y
miró debajo de ella, también, como para asegurarse
a sí misma que estaba bien.
Riéndose, ella se lanzó a sus
brazos.
Ash la abrazó, agradecido inmensamente de que
ella no hubiese muerto.
Él la sostuvo cerca hasta que ella
lloriqueó para que la dejara ir.
Besando su frente, él la soltó. -Regresa a
mí, Simi.
Por una vez, ella no discutió. En forma de
dragón, ella se posicionó sobre su
corazón.
Estaba donde ella pertenecía.
Girando lentamente, Ash enfrentó a
Artemisa.
Con desagrado, ella se paró con las manos en las
caderas y con el cuerpo tenso. -Oh, vamos, no estarás
todavía disgustado. Hice lo correcto. Traje eso de regreso
a ti.
-¡Ella! -rugió él, haciéndola
saltar. -Simi no es una cosa, Artemisa. Es una ella y
quiero, siquiera por una vez, oírte decir su
nombre.
Ella mostró su barbilla, desafiante. Estrechando
sus ojos verdes, se forzó a sí misma a decir,
"Simi"
Él asintió con la cabeza en señal
de aprobación. -En lo que respecta a lo correcto…
no, Artie. Lo correcto hubiera sido no robarme. Lo correcto
hubiera sido escucharme cuando te dije que no crearas a otro
Thanatos. Lo que tu hiciste hoy es la cosa inteligente. Por eso,
no voy a hacer lo equivocado y matarte. Pero Thanatos es otro
tema.
-No puedes salir de aquí para matarlo.
-No tengo que salir de aquí para
matarlo.
-¡Tu bastardo! -rugió Thanatos mientras
tiraba a Zarek a un lado.
Zarek trató de obligarse una vez más a
ponerse de pie, pero su organismo ya no
respondía.
No había una parte de él que no estuviera
lastimada. Que no doliera.
Él todavía usaba sus poderes para mantener
a la maquina de nieve andando en la dirección
correcta.
Agotado, ya no tenía nada mas con qué
pelear. Sin mencionar el hecho que él no podía ver
a Thanatos, de todas formas.
Los golpes parecían abalanzarse sobre él
desde todas direcciones.
Tal como los había recibido cuando había
sido humano.
Zarek se rió.
-¿Qué es tan gracioso?
Zarek yacía en la nieve, congelándose y
sangrando pero continuaba riéndose. -Tu. Yo. La vida en
general, y el hecho de que me estoy congelando el trasero como
siempre.
Thanatos pateó cruelmente su costado. -Eres
psicótico.
Sí, él lo era. Pero sobre todo, estaba
fatigado. Demasiado cansado para levantarse y moverse. Demasiado
cansado para seguir peleando.
Él pensó en Astrid.
Lucha por ella…
Por una vez en su vida, tenía algo por qué
vivir. Una razón para levantar su ciego trasero y
luchar.
Apretando sus ojos trató de armarse con algunos
de sus menguados poderes para usarlos en contra de la
criatura.
Zarek oyó el sonido de una daga dejando su
funda.
-Zarek –murmuró Ash en su
mente.
Zarek se sobresaltó mientras su vista
volvía de nuevo, inesperadamente. -Qué
diablos?
Cinco brillantes garras aparecieron en su mano
izquierda.
Zarek sonrió al verlas y formar un puño
con su mano y sentir las puntas afiladas de la cubierta de los
dedos en su palma.
Ash siempre lo había conocido demasiado
bien.
-Hay una luna creciente entre los omóplatos
de Thanatos, -murmuró Ash. –
Apuñálalo y él está muerto.
Artemisa nunca crea algo sin un interruptor de
apagado.
Zarek se volvió a parar.
Thanatos arqueó una ceja sorprendido. -Así
que aún quieres más pelea.
-Parece que el diablo trajo de excursión su
trasero hasta Alaska para ver la nieve. Vamos, estúpido,
bailemos.
Zarek lo golpeó, y Thanatos voló hacia
atrás.
Parecía que Ash le había dado más
que sus garras. Fuerza y poder surgieron a través de
él en una forma muy diferente a cualquier cosa que
él hubiese experimentado antes.
Zarek inspiró profundamente mientras todo el
dolor que sentía se extinguía.
Thanatos lo golpeó en la cara.
Zarek se rió mientras el dolor venía y se
iba. Ni siquiera lo aturdía.
Thanatos palideció.
-Bien, deberías asustarte -le devolvió el
golpe. -¿Apesta cuando no eres la cosa mas mala
aquí, huh?
Zarek lo levantó y lo lanzó.
Thanatos comenzó a rodar en la nieve. Él
trató de levantarse y cayó hacia
atrás.
Zarek lo siguió.
Era hora de poner fin a esto.
Él colocó su pie sobre la espalda de
Thanatos para mantenerlo sujeto y abrió de un tirón
su abrigo y su camisa para revelar la marca en su
espalda.
Así es que Ash no había
mentido.
-Puedes matarme, Dark Hunter, pero no quitará el
hecho que debieras morir por haber matado a Dirce. Ella era
inocente y tú la mataste.
Zarek vaciló. -¿Dirce?
-¿Ni siquiera la recuerdas? -. Thanatos se
tensó de furia mientras se contorsionaba para mirarlo
acusadoramente. -Ella sólo tenía veinte años
de edad cuando la mataste.
Los pensamientos de Zarek volaron a lo que Simi le
había mostrado en sus ojos…
La mujer rubia que Thanatos había empalado en su
espada.
-¿Ella era tuya?
-Mi esposa, bastardo.
Zarek clavó los ojos en la marca de
Thanatos.
Él lo debería matar.
Pero no podía.
Los dos habían sido jodidos por la misma persona.
Artemisa.
Y no era justo que él debiera matar a Thanatos
por querer vengarse.
La venganza era algo que él entendía
demasiado bien. Diablos, él había vendido su alma
para vengarse. ¿Cómo podía culpar a Thanatos
por hacer lo mismo?
Zarek escuchó el sonido de una maquina de nieve
dirigiéndose hacia él.
Supo sin mirar que era Astrid. Sin duda ella
había dado la vuelta en el mismo momento en que él
se había distraído por la pelea.
Él usó el poder que Ash le había
dado para sujetar a Thanatos al suelo.
El Daimon pidió a gritos la
liberación.
Él pidió a gritos su muerte.
Zarek conocía el sonido de ambos. Muchas noches
él había yacido despierto pidiendo la misma
cosa.
Si él fuera compasivo, lo mataría. Pero
ese no era su trabajo.
Él era un Dark Hunter, y Thanatos…
Zarek se lo dejaría a Acheron para que tratara el
asunto.
Astrid estacionó la maquina de nieve y se
acercó corriendo a él.
Sus ojos eran de un azul más profundo ahora que
ella podía ver.
-¿Esta él contenido?
Él asintió con la cabeza.
Ella se lanzó a sus brazos. Zarek
trastabilló hacia atrás.
-Cálmate, Princesa. La única razón
por la que estoy parado y no sentado es mera fuerza de
voluntad.
Astrid miró atrás de Zarek y vio a
Thanatos sobre la tierra, maldiciendo a los dos. -¿Por
qué no lo mataste?
-No es mi posición. Además, estoy cansado
de ser el perro faldero de Artemisa. Es hora de decirle a la
"diosa vaca" que se pierda.
Astrid empalideció. -No puedes irte simplemente,
Zarek. Ella te matará.
Él sonrió desagradablemente.
-Déjala probar. Estoy con ánimo para pelear -.
Él bufó ante eso. -Por otra parte, siempre estoy
con ánimo para pelear.
Astrid contuvo su aliento ante sus palabras. Le daban
esperanza.
-¿Qué hay acerca de nosotros?
-preguntó ella.
Por primera vez ella pudo ver la angustia en su cara
mientras la miraba, ver el dolor en sus ojos de medianoche. -No
hay ningún nosotros, Princesa. Nunca lo hubo.
Astrid abrió su boca para discutir, pero antes de
poder, su madre apareció con Sasha, quien estaba en su
forma humana.
Astrid la miró riéndose. -Llegas un poco
tarde, Mami
-Culpa a tus hermanas. Atty me dijo que permaneciera
quieta. Vine tan pronto como ella me dejó.
Sasha curvó sus labios a Zarek quien a su vez lo
miraba con rabia.
-Lo siento, Scooby, me quedé sin
LivaSnaps[34]
Sasha frunció los labios. -Realmente te
odio.
Zarek le hizo un gesto de desprecio igual. -El
sentimiento es enteramente mutuo.
Themis ignoró a los hombres mientras se
dirigía a Astrid. -¿Lo has juzgado,
hija?
-Él es inocente -. Ella apuntó hacia
Thanatos, quien todavía los maldecía. -Allí
está la prueba de su misericordia y humanidad.
Un chillido que perforaba los oídos sonó.
Fue seguido por un silencio total.
-¿Qué diablos fue eso? -preguntó
Zarek.
-Artemisa -dijo Astrid al unísono con su madre y
Sasha.
Themis suspiró. -No quisiera estar en el lugar de
Acheron esta noche.
-¿Por qué? -preguntó
Zarek.
Fue Sasha quien contestó. -Nunca disgustes mucho
a una diosa. Sabe Dios lo que le hará ella a él por
haberte sacado del apuro.
Zarek se sintió enfermo al recordar algunas cosas
que Acheron le había dicho en el pasado que sugería
el hecho que Artemisa volcaba su cólera en él.
-¿Ella realmente no lo castiga, verdad?
Las expresiones en sus caras le dijeron la
verdad.
Zarek se sobresaltó al recordar todo las veces
que Ash le había pedido que le facilitara las cosas. Todas
las veces que le había dicho a Ash que se quemara en el
infierno.
Sasha se abrió paso hacia Thanatos.
-¿Qué sucederá con él?
-preguntó Zarek.
Themis se encogió de hombros. -Depende de
Artemisa. Él le pertenece a ella.
Zarek suspiró. -Tal vez lo debería haber
matado después de todo.
Astrid usó su manga para limpiar la sangre en su
cara.
-No -dijo su madre. -Lo que hiciste por Simi y mi hija
junto con la misericordia que exteriorizaste hacia Thanatos es
por lo que permito que el veredicto se mantenga aún,
aunque ella violó su juramento de
imparcialidad.
Astrid le sonrió a él, pero él no
se alegró de la forma en que las cosas habían
resultado.
-Ven, Astrid -dijo su madre, -necesitamos ir a
casa.
Zarek no podía apartar la vista de ella mientras
esas palabras apuñalaban su corazón como un
cuchillo.
Déjala ir…
Él tenía que dejarla ir.
Y aun así, cada molécula de su cuerpo
gritaba para que él la detuviera. Se estirara y tomara su
mano con la de él.
-¿Tienes algo que decir acerca de eso, Dark
Hunter? -preguntó su madre.
Él sí, pero las palabras no
llegaron.
Zarek había sido fuerte toda su vida. Él
sería fuerte esta noche. Nunca la amarraría a
él. No sería correcto.
"Algunas veces las estrellas caen a la
tierra"
Él oyó las palabras de Acheron en su
mente. Era cierto. Lo hacían y luego se volvían
ordinarias como el resto de la tierra en el planeta.
Su estrella era única en su tipo.
Él nunca permitiría que fuese como
cualquier otra. Nunca le permitiría volverse común
o manchada.
No, su lugar estaba en el cielo. Con su
familia.
Con su apestoso lobo favorito.
Nunca con él.
-Que tengas una vida agradable, Princesa.
Los labios de Astrid temblaron. Sus ojos estaban llenos
de lágrimas no derramadas. -Tu también,
Príncipe Encantado.
Su madre tomó su mano mientras Sasha
recogía a Thanatos. En el parpadeo de un ojo dejaron de
existir.
Todo era de la manera que había sido antes de que
ella viniera.
Y aun así nada era lo mismo.
Zarek estaba parado solo en el medio de su
jardín. No había viento. Todo estaba
inmóvil.
Silencioso.
Calmado.
Todo, excepto su corazón, que se estaba
rompiendo.
Astrid se había ido.
Era por el bien de ella.
¿Entonces porque se sentía con el
corazón destrozado?
Al dejar caer la cabeza, Zarek advirtió la sangre
que goteaba de su brazo.
Sería mejor que tratara la herida antes de que
cualquier oso o lobo sintieran su olor. Suspirando, entró
en su cabaña vacía, cerró la puerta y la
puso los cerrojos. Cruzó el cuarto hasta la alacena y la
abrió.
Realmente no había ninguna forma de curar la
herida aquí. Ya que su generador nunca había sido
entregado, el agua se había congelado en el frío y
no había calor para deshelar nada.
Aun su peróxido estaba sólidamente
congelado.
Zarek maldijo y regresó el peróxido de
nuevo a la despensa, luego agarró una botella de vodka en
lugar de eso. Era un líquido lodoso y espeso, pero
todavía estaba líquido.
Oyó un débil sonido viniendo del exterior.
Volviendo al jardín, recuperó la mochila que Astrid
había dejado. El visón y sus crías estaban
todavía dentro y aún enojadizos.
Ignorándolos, Zarek sacó su
teléfono. -¿Sí? -dijo,
contestando.
-Es Jess. Acabo de recibir una llamada de Acheron
diciéndome que regrese con Andy a casa. Quería
comunicarme primero contigo, asegurarme que todavía estas
vivo.
Zarek tomó al visón y las crías y
las llevó a su casa, colocándolos dentro de la
seguridad de la estufa. -Ya que contesté el
teléfono, supongo que sí, todavía estoy
vivo.
-Sabiondo. ¿Aún necesitas que vaya a
buscar a Astrid?
-No, ella… -se ahogó al tratar de decir la
palabra. Aclarándose la voz, se forzó a decirlo.
-Ella se fue.
-Lo siento.
-¿Por qué?
El silencio quedó suspendido entre
ellos.
Después de unos pocos segundos, Jess habló
otra vez. -¿Ya que estamos, alguien te contó sobre
Sharon? En toda la conmoción, no tuve tiempo.
Zarek hizo una pausa, su mano en la estufa.
-¿Qué sucede con ella?
-Thanatos la hirió tratando de encontrarte, pero
ella estará bien. Otto va a quedarse aquí por un
par de días más para asegurarse que tenga una casa
nueva y alguien que cuide de ella cuando regrese del hospital.
Sólo pensé que querrías saber. Yo… uh…
le envié algunas flores de tu parte.
Él dejó escapar el aire lentamente. Le
angustiaba que ella hubiera sido herida y él ni siquiera
lo había sabido. Él arruinaba todo lo que tocaba.
-Gracias, Jess. Ha sido un gesto amable lo que has hecho por
mí. Te lo agradezco.
Algo golpeó el aparato receptor del
teléfono. Duramente. Causó que la oreja de Zarek
timbrara.
-¿Perdón? -preguntó Jess con
incredulidad. -¿Es Congelado Zarek con quien estoy
hablando, correcto? ¿No es alguna persona
extraña?
Él sacudió la cabeza mientras Jess se
burlaba. -Soy yo, estúpido.
-Oye, ahora, eso es mucho más personal. No
necesito saber tanto acerca de ti.
Zarek sonrió sin entusiasmo.
-Cállate.
-Bien, entonces. Voy a dirigirme fuera y dejar a Mike
sacar mi trasero de aquí mientras todavía queda
algo sin congelarse… Oh, oye, ya que estamos, Spawn se fue
hace un rato. Dijo que te dijéramos que no te preocupes en
devolver su teléfono. Sabes, él es bastante bueno
para ser un Apolita y él no está tan lejos de
aquí. Tal vez deberías llamarlo en alguna
ocasión.
-¿Estas jugando a casamentero?
-Um, no. Definitivamente no, y otra vez me enloqueces
con ese pensamiento. He oído bastantes historias acerca de
ustedes griegos y todo eso. De hecho, te diré qué,
mejor te olvidas que dije cualquier cosa acerca de Spawn. Me
estoy yendo de aquí. Cuídate, Z. Te veré en
la web.
Zarek colgó el teléfono y lo apagó.
Para qué lo querría. Jess era la única
persona que alguna vez lo llamaría, de cualquier
manera.
Se paró en el centro de su cabaña,
sufriendo tanto que apenas podía respirar.
Solo, ahora, necesitaba a Astrid en una forma que
desafiaba su habilidad de comprensión. Él
quería algo de ella.
No, él necesitaba algo.
Haciendo a un lado la estufa, regresó al
túnel donde él podría recordarse
sosteniéndola. Aquí abajo en la oscuridad,
él podría fingir que ella estaba todavía con
él.
Si cerraba sus ojos, él aun podría fingir
que ella estaba en sus sueños.
Pero no era ella. No realmente.
Zarek dejó escapar una respiración
entrecortada y recogió su abrigo del piso. Al comenzar a
ponérselo, percibió un aroma de rosas.
Astrid.
Él apretó firmemente el abrigo contra su
piel, enterrando su cara profundamente en el pelaje a fin de
poder capturar su perfume.
Él lo sostuvo con manos temblorosas mientras las
emociones y los recuerdos chocaban a través de él,
atormentándolo.
La necesitaba.
Oh, dioses, la amaba. Él la quería
más de lo que alguna vez había imaginado posible.
Él recordaba cada toque que ella le había dado.
Cada risa que ella había tenido a su alrededor.
La forma en que ella lo hizo humano.
Y él no quería vivir sin ella. Ni por un
momento. Ni tan solo uno.
Zarek cayó en sus rodillas, incapaz de soportar
el pensamiento de nunca volverla a ver.
Sosteniendo su abrigo que olía a ella, él
lloró.
Ash se apartó de Zarek, dándole privacidad
en su desconsuelo.
Artemisa estaba afuera en el patio del templo, teniendo
una de sus rabietas de griterío sobre el veredicto
mientras él estaba solo en su sala del trono con Simi
segura en su pecho.
-Que tontos son estos mortales -suspiró
él.
Por otro lado, él también había
sido un tonto por amor. El amor hace tonto a todo el mundo.
Dioses y hombres del mismo modo.
Es más, él no podía creer que Zarek
hubiera dejado ir a Astrid más de lo que podía
creer que Astrid se hubiera ido.
Och mensch![35]
Artemisa se materializó ante él.
-¿Cómo es esto posible? -denostó ella.
-¡Nunca en toda la historia de su vida ella juzgó a
un hombre inocente!
Él la miró serenamente. -Sólo
porque ella nunca antes había juzgado a un "hombre
inocente".
-¡Te odio!
Él se rió amargamente de eso. -Oh, no me
hagas ilusionar. Casi me provocas una erección con ese
pensamiento. Al menos dime que esta vez tu odio durará
más de cinco minutos.
Ella trató de abofetearlo, pero él
atrapó su mano. En lugar de eso ella lo besó, luego
se apartó de sus labios gritando.
Ash negó con la cabeza mientras ella se
desvanecía otra vez.
Ella se calmaría con el tiempo. Ella siempre lo
hacía.
Pero él tenía otras cosas por las que
preocuparse por el momento.
Cerrando los ojos, traspaso la distancia entre el Olimpo
y el mundo humano.
Allí él encontró lo que
buscaba.
Zarek levantó su cabeza para encontrarse en el
centro de un cuarto blanco y dorado. Era enorme, con un cielo
raso en forma de cúpula grabado en oro en relieve con
escenas de la fauna silvestre. El cuarto estaba rodeado con
columnas blancas de mármol y en el centro un sofá
grande de marfil.
Lo que lo asombró más fue ver a Acheron
parado delante del sofá, clavando los ojos en él
con esos cambiantes ojos de plata tan extraños.
El Atlante tenía el pelo rubio, dorado y se
veía extrañamente vulnerable, lo que para Acheron
era imposible. Estaba vestido en un par de pantalones de cuero
negros apretados y una camisa de seda negra con mangas que estaba
desabotonada.
-Gracias por Simi -dijo Acheron, inclinando su cabeza
hacia él. -Aprecio lo que hiciste por ella cuando estaba
herida.
Zarek aclaró su garganta, se paró sobre
sus pies, y dirigió una mirada enojada a Acheron.
-¿Por qué jodiste con mi cabeza?
-Tuve que hacerlo. Hay algunas cosas que es mejor que
las personas no las conozcan.
-Me dejaste pensar que había matado a mi propia
gente.
-¿La verdad habría sido más
fácil para ti? En lugar de la cara de la vieja
arpía, habrías estado obsesionado por la cara de
una joven y de su esposo. Sin mencionar que habrías tenido
el conocimiento para matar cualquier Cazador Oscuro que se
cruzara en tu camino, incluyendo a Valerius, y haciendo eso, yo
no hubiera podido salvarte. Nunca.
Zarek se sobresaltó ante la mención de su
hermano. Tanto como él odiaba admitirlo, Ash tenía
razón. Él muy bien habría usado su
conocimiento para matar a Valerius. -No tienes derecho de jugar
con las mentes de las personas.
El acuerdo de Acheron lo dejó estupefacto. -No,
no lo tengo. Y aunque parezca mentira, rara vez lo hago. Pero no
es por eso que estás realmente disgustado en este momento,
¿no es así?
Zarek se tensó. -No sé que quieres
decir.
-Sí lo sabes, Z -cerró los ojos y
levantó la cabeza como si escuchara algo. -Conozco cada
pensamiento dentro de ti. Tal como hice esa noche que mataste a
los Apolitas y Daimons después de Taberleigh. Traté
de darte tranquilidad de espíritu eliminando tus
recuerdos, pero no lo aceptaste. No pude detener tus
sueños y M'Adoc no pudo hacer nada. Por eso me disculpo.
Pero ahora mismo tienes un problema mucho mayor que el que te
hice cuando traté de ayudarte.
-¿Sí? ¿Cuál es?
Acheron levantó una mano y proyectó una
imagen en su palma.
Zarek contuvo la respiración al ver a Astrid
llorando. Ella estaba sentada en un atrio pequeño con
otras tres mujeres que la sostenían mientras ella
lloraba.
Él caminó hacia la imagen, sólo
para recordar que él realmente no podía
tocarla.
-Duele demasiado -ella sollozaba.
-Atty, ¡haz algo! -dijo una mujer rubia, mirando a
la mujer pelirroja que parecía ser la mayor. -Ve a matarlo
por herirla así.
-No -sollozó Astrid. -No te atrevas. Nunca te
perdonaré si lo lastimas.
-¿Quiénes son esas mujeres que
están con ella? -preguntó Zarek.
-Los Tres Destinos. Atty, o Átropos, es la de
pelo rojo. Clotho es la de cabello rubio que esta abrazando a
Astrid, y la de pelo oscuro es Lachesis, o Lacy.
Zarek las miró, su corazón
quebrándose ante el dolor que él le había
causado a Astrid. Lo último que alguna vez querría,
sería lastimarla. -¿Por qué estás
mostrándome esto?
Acheron contestó a su pregunta con una suya.
-¿Recuerdas lo que te dije en Nueva
Orleáns?
Zarek lo miró sardónicamente. -Me dijiste
un montón de mierda allí.
Entonces Acheron lo repitió. -El pasado
está muerto, Z. Mañana se convertirá en
cualquier decisión que hagas.
La mirada de Acheron ardió en él. -Con
ayuda de Dionisio lo arruinaste en la noche de Nueva
Orleáns cuando atacaste a los policías, pero te
compraste otra oportunidad cuando salvaste a Sunshine -. Ash
señaló a Astrid. -Tienes otra elección
crucial aquí, Z. ¿Qué
decidirás?
Acheron cerró su mano y la imagen de Astrid y sus
hermanas desapareció.
-Todo el mundo merece ser amado, Zarek. Incluso
tú.
-¡Cállate! -gruñó él.
-No sabes lo que estas diciendo, Su Alteza -. Zarek
escupió el título. Él estaba tan harto de
personas sermoneándole cuando desconocían por lo
que él había pasado.
Era fácil para alguien como Acheron hablarle a
él sobre amor. ¿Qué sabía un
príncipe sobre personas odiándole?
¿Despreciándole?
¿Cuándo alguien alguna vez había
escupido al Atlante?
Pero Acheron no habló.
Al menos no con palabras.
En lugar de eso, una imagen entró en la mente de
Zarek. Una de un adolescente rubio atado con cadenas en la mitad
de una antigua casa griega. El niño estaba sangrando
mientras era golpeado.
Él rogaba a los que estaban a su alrededor por
misericordia.
La respiración de Zarek quedó atrapada al
reconocer al joven…
-Te entiendo en un modo que nadie más puede -dijo
Acheron quedamente.
-Tienes una rara oportunidad, Z. No la jodas.
Por primera vez en toda la vida, él
escuchó a Acheron. Y lo miró con un respeto
recién adquirido.
Eran mucho más parecidos de lo que él
podría haber imaginado y se preguntó cómo
había encontrado Acheron la humanidad que había
abandonado Zarek tanto tiempo atrás.
-¿Qué ocurre si la lastimo?
-preguntó Zarek.
-¿Planeas lastimarla?
-No, pero no puedo vivir aquí y
ella…
-¿Por qué no le preguntas a ella,
Z?
-¿Qué hay acerca de su madre?
-¿Qué hay acerca de ella? Estabas
dispuesto a enfrentarte a Artemisa por Thanatos. ¿Es que
Astrid no vale tanto así?
-Más -. Él encontró la mirada fija
de Ash con determinación. -¿Dónde esta
ella?
Antes de que Zarek pudiera pestañar, se
encontró en el atrio que Acheron le había
mostrado.
Atty miró hacia arriba con un siseo.
-¡Ningún hombre tiene permitido estar
aquí!
La que Acheron había llamado Clotho
comenzó a atacarlo. Pero ella se paró abruptamente
al aparecer Acheron al lado de él.
Zarek las ignoró mientras se concentraba en
Astrid que estaba sentada allí con lágrimas en sus
ojos, mirándolo como si él fuese una
aparición.
Su corazón golpeaba, él caminó
hacia ella y se arrodilló delante de su silla.
-Se supone que las estrellas no lloran -murmuró
él a fin de que sólo ella lo pudiera oír.
-Se supone que ríen.
-¿Cómo puedo reírme cuando no tengo
corazón?
Él tomó su mano entre las de él y
besó la punta de cada dedo. -Tienes un corazón
-colocó su mano sobre el suyo. -Uno que sólo late
por ti, Princesa.
Ella le ofreció una sonrisa temblorosa.
-¿Por qué estas aquí, Zarek?
Él apartó las lágrimas de sus
mejillas. -Estoy aquí para recoger a mi rosa, si es que
ella volverá a casa conmigo.
-Ni siquiera vayas allá -lloró Atty.
-¿Astrid, por favor no me digas que vas a escuchar esas
tonterías?
-Él es un hombre hermanita -. Lacy se unió
a la conversación. -Si sus labios se mueven, entonces
él esta mintiendo.
-¿Por qué ustedes tres no se quedan fuera
de esto? -dijo Acheron.
Atty se tensó. -¿Perdón? Somos los
Destinos y…
Una mirada de soslayo de Acheron cortó su
oración.
-¿Por qué no los dejamos solos? -dijo Atty
dijo a sus hermanas. Las tres se apresuraron a salir mientras
Acheron observaba a Zarek y a Astrid con sus brazos cruzados
sobre pecho.
Zarek todavía no había quitado su mirada
de Astrid. -¿Vas a volverte un mirón,
Ash?
-Depende. ¿Vas a darme algo que mirar?
-Si te quedas parado allí, entonces sí -.
Él miró sobre su hombro entonces.
Acheron inclinó su cabeza y dio la vuelta para
salir. Mientras hacía eso, la brisa atrapó una
porción de su camisa y la voló hacia atrás,
mostrando una porción de un hombro.
Zarek miró los verdugones rojos que revelaba.
Verdugones que él sabía por experiencia que
venían de un látigo.
-¡Un momento! -dijo Astrid parando a Acheron.
-¿Qué hay acerca del alma de Zarek?
Acheron se tensó muy ligeramente antes de llamar,
-¿Artemisa?
Ella brilló tenuemente al lado de
él.
-¿Qué? -respondió ella
gruñendo.
Él inclinó la cabeza hacia ellos. -Astrid
quiere el alma de Zarek.
-Oh, como si me importara, y ¿qué esta
haciendo él aquí de cualquier manera? -.
Ella entrecerró sus ojos en Astrid. -Deberías tener
mejor criterio que traerlo aquí.
Ash despejó su garganta. -Yo traje a Zarek
aquí.
-Oh -. Artemisa se calmó instantáneamente.
-¿Por qué hiciste eso?
-Porque ellos deben estar juntos. -Él
sonrió irónicamente. -Está
predestinado.
Artemisa puso sus ojos en blanco. -Aún no voy
hacia allá.
Astrid se paró. -Quiero al alma de Zarek,
Artemisa. Devuélvesela a él.
-No la tengo.
Todos se quedaron estupefactos por sus
palabras.
-¿Que quieres decir con que no la tienes?
-preguntó Acheron, su tono cortante y enojado. -No me
digas que la perdiste
-Por supuesto no -. Ella miró a Zarek y a Astrid,
y si Zarek no la conociera mejor, él diría que ella
parecía un poco avergonzada. -Nunca la tomé
realmente.
Todos, los tres, clavaron los ojos en ella con
incredulidad.
-¿Puedes repetirlo otra vez? -preguntó
Ash.
Artemisa frunció sus labios al mirar a Zarek. -No
la podía tomar. Eso habría involucrado que lo
tocara y él era asqueroso en aquel entonces -. Ella se
estremeció. -No había ninguna manera de que yo
pusiera mi mano en él. Él apestaba.
Acheron boquiabierto, miró a Zarek. -Eres un
bastardo afortunado -. Luego se volvió hacia Artemisa.
-¿Si no lo tocaste, cómo ha sido él un
Cazador Oscuro inmortal todo este tiempo?
Artemisa dijo con arrogante desdén. -¿No
sabes todo después de todo, no, Acheron?
Él dio un paso hacia ella y ella chilló,
poniendo más distancia entre ellos.
-Le inyecté ichor -dijo ella
rápidamente.
Zarek quedó aturdido. Ichor era un mineral
encontrado en la sangre de los dioses que se decía era
para hacerlos inmortal.
-¿Qué hay acerca de sus poderes de Dark
Hunter? -preguntó Acheron.
-Esos se los di separadamente, junto con los colmillos y
otras cosas a fin de que no te percataras que él no era
como los demás.
Acheron la miró con cansancio y repugnancia. -Oh,
sé que voy a odiar la respuesta a esto. Pero tengo que
saber. ¿Qué hay acerca del sol, Artemisa? Ya que
él tiene su alma me imagino que a él nunca lo
afecto la luz del día, no?
La expresión en su cara lo
confirmó.
-¡Eres una perra! -gruñó Zarek,
abalanzándose sobre ella.
Para su sorpresa, fue Acheron quien lo detuvo antes de
alcanzarla.
-Déjame ir. ¡Quiero arrancarle la
garganta!
Astrid lo jaló hacia atrás. -Déjala
sola, Zarek. Ella tiene sus propios problemas.
Zarek siseó a Artemisa, dejando al descubierto
sus colmillos.
Colmillos que instantáneamente dejaron de
existir.
Zarek pasó su lengua sobre sus dientes
humanos.
-Un regalo -dijo Acheron.
Zarek se calmó un grado y aún más
cuando él se percató que Astrid tenía sus
brazos envueltos alrededor de su cintura. Su parte delantera
estaba apretada contra su espalda y podía sentir sus
pechos en contra de su columna vertebral.
Cerrando los ojos, saboreó el
sentirla.
-Estas libre de Artemisa, Zarek -dijo Astrid en su
oreja. -Has sido juzgado inocente y eres inmortal. ¿Dime,
qué quieres hacer con el resto de tu eternidad?
-Quiero recostarme en una playa en algún lugar
caliente.
El corazón de Astrid se detuvo ante sus palabras.
Ella tontamente había pensado que él diría
algo acerca de ella.
-Ya veo.
-Pero sobre todo -dijo él, volviéndose
entre sus brazos para enfrentarla, -quiero disgustar a
todos.
-¿A todo el mundo? -preguntó ella, su
corazón rompiéndose aún
más.
-Si… -dijo él, concediéndole una rara
sonrisa. -Por lo que me figuro, si yo te dejo, sólo
tú y yo estaremos descontentos. Si te llevo conmigo,
entonces todo el mundo, menos nosotros, se disgustará,
especialmente esa cosa sarnosa que llamas lobo. Eso tiene mucho
atractivo para mí.
Ella arqueó una ceja ante eso. -Si estás
tratando de hacerme la corte con eso, entonces Príncipe
Encantado, vas…
Él detuvo sus palabras con un beso tan supremo
que los dedos del pie se le curvaron. Su corazón
golpeaba.
Zarek mordió sus labios, luego se hizo para
atrás para mirarla. -Vente conmigo, Astrid.
-¿Por qué debería?
Su mirada ardió en la de ella. -Porque te amo, e
incluso yaciendo bajo el mismo sol me congelaré
allí sin ti. Necesito mi estrella a fin de que pueda
oírla reír.
Riéndose con excitación, ella le dio un
beso "esquimal". -Bora-Bora, aquí vamos.
Zarek completó sus palabras con un beso
real.
Uno realmente l-a-r-g-o.
Capítulo 15
Ash abrió la puerta de la pequeña y
restringida celda, donde Thanatos estaba detenido.
Parte de él quería la sangre del hombre
por la vida de Bjorn que Thanatos había tomado, y por la
gente que había lastimado. Sobre todo, quería su
sangre por Simi y el miedo que había sufrido
recientemente.
Pero parte de él entendía por qué
Thanatos había perdido la razón.
Él también poseía cierto grado de
locura. Era lo que lo había mantenido vivo estos
últimos once mil años.
Thanatos lo miró mientras él entraba, su
cara pálida y atormentada. -¿Quién
eres?
Ash se hizo a un lado, así la luz de afuera
podía iluminar al hombre en el piso. -Sólo
llámame el destino final. He venido a ti para concederte
paz, pequeño hermano.
-¿Vas a matarme?
Ash negó con la cabeza mientras se agachaba y
sacaba su daga de la funda en la cintura de Thanatos. Él
la sostuvo y miró los antiguos grabados que cubrían
la hoja. Como todas las dagas Atlantes, esta era ondulada desde
la empuñadura hasta la punta. La empuñadura en
cruz, era oro sólido y tenía un rubí grande
en su centro.
Era la daga de personas muertas hacía mucho
tiempo, que eran más mito que realidad. Un tesoro como
este estaba más allá de ningún
valor.
En las manos de la persona equivocada esta arma
podía hacer más que sólo lastimar a Simi.
Podía destruir al mismo mundo.
Una oleada de furia lo atravesó. A veces, era
casi imposible no matar a Artemisa.
Pero no estaba aquí por eso. Le gustara o no,
él estaba aquí para protegerla, aún de su
propia estupidez.
Ash convocó sus poderes Atlantes y los usó
para disolver la daga en la nada.
Nadie, nunca, lastimaría a su Simi otra
vez.
Y nadie destruiría el mundo. No mientras
él estuviese aquí para cuidarlo.
Él extendió su mano a Thanatos. -Ponte de
pie, Callyx. Tengo una opción para ti.
-¿Cómo sabes mi nombre?
Ash esperó hasta que él tomara su mano
antes de jalarlo para ponerlo de pie y contestar a su pregunta.
-Sé todo acerca de ti y siento mucho todo lo que has
perdido. Incluso estoy más que apenado por no haber podido
detenerlo.
-¿Fueron los poderes de Thanatos, no es
así? -dijo él quedamente. -El otro Thanatos
mató a mi esposa, no Zarek.
Ash asintió con la cabeza. Él había
tratado de borrar los recuerdos de Callyx en ese momento, tantos
siglos antes, pero Artemisa había devuelto la memoria al
Apolita a fin de que poderlo convertir en su
sirviente.
-Los humanos tienen un dicho viejo. El poder absoluto
destruye absolutamente.
-No -murmuró Callyx. -La venganza absoluta hace
eso.
Ash estaba contento de ver que alguna claridad
había recobrado el Apolita mientras había sido
desterrado a este infierno.
-¿Dijiste que tenías una opción
para mí? -preguntó Callyx con
vacilación.
-He negociado un pacto a fin de que puedas estar suelto
en los Campos Eliseos para tu descanso eterno o te puedo colocar
vivo en tu edad actual en Cincinnati, Ohio.
Callyx frunció el ceño.
-¿Qué es Cincinnati, Ohio?
-Es una bonita ciudad en un país llamado
América.
-¿Por qué querría ir
allá?
-Porque hay una estudiante de segundo año en la
Universidad de Ohio, que se especializa en baile, que pienso que
podrías querer conocer -. Ash abrió su mano y le
mostró una foto de la chica. Ella era preciosa, con largo
cabello rubio y grandes ojos azules, estaba parada en un
círculo de amigos después de clase.
-Dirce -susurró Callyx, su voz quebrándose
al decir su nombre.
-En realidad, ella es ahora Allison Grant. Una mujer
humana.
Los ojos de Callyx estaban atormentados al encontrar la
mirada de Ash. -Pero sería un Apolita, condenado a morir
en unos pocos años.
Él negó con la cabeza ligeramente. -Si
eliges estar con ella, entonces serás humano,
también. No recordarás nada sobre ser Callyx o
Thanatos. En tu mundo no habrá nada como Daimons o
Apolitas. Ningún Cazador Oscuro o dioses antiguos.
Desconocerás completamente todo esto.
-¿Entonces cómo la encontraré si no
voy a recordar quién soy yo?
Ash cerró su mano a fin de que Dirce ya no fuera
visible. -Me aseguraré que la encuentres. Lo juro.
Serás un estudiante allí,
también.
-¿Y la familia?
-Serás un huérfano cuyo tío rico
Ash murió y te hizo único heredero de su fortuna. A
ninguno de los dos les hará falta algo mientras
vivan.
Los labios de Callyx temblaron. -¿Harías
eso por mí siendo que yo maté a uno de tus
hombres?
La mandíbula de Ash se crispó ante la
mención de Bjorn. -El perdón es la mejor parte del
valor.
-Siempre pensé que era la cautela.
Ash sacudió su cabeza. -La cautela es
fácil. Es encontrar el coraje de perdonarte a ti mismo y a
otros lo que es difícil.
Callyx pensó en silencio por varios minutos.
-Eres un hombre sabio.
Ash se sonrió a medias. -No realmente.
¿Entonces, has decidido?
La mirada de Callyx ardía al fijarla en la de
él, antes de que diese la respuesta que Ash sabía
que daría. -No hay elección. ¿Cómo
puedo conocer el paraíso sin Dirce? Quiero ir a
Cincinnati.
-Pensé que podrías sentirte
así.
Dando un paso atrás, Ash le concedió a
Callyx su deseo.
Solo, en la celda de Thanatos, Ash recorrió con
la mirada las paredes oscuras, malsanas y húmedas y
luchó contra sus propios demonios. Artemisa no
había tenido derecho a condenarle a esto.
Un día ella iba a obtener su merecido
castigo.
Pero primero estaba el tema de Dionisio del que
ocuparse. La próxima vez que el dios del vino quisiera
soltar una de las mascotas de Artemisa sobre los hombres de Ash,
lo pensaría dos veces.
Él también tenía otras personas de
quienes ocuparse. Todavía estaba el pequeño asunto
de borrar de la memoria de Jess, Syra, y los Escuderos la
información acerca de la marca del arco y la
flecha.
Sin duda debería suprimir la de Zarek
también, pero a él ya le había hecho
bastante daño.
Zarek no se lo diría a nadie y él
tenía cosas más importantes de las que
ocuparse.
Además, si todo resultaba de la forma que Ash
suponía, entonces Zarek aprendería cosas mucho
más interesantes acerca de él y los Cazadores
Oscuros que el secreto de su marca.
Artemisa estaba sola, sentada sobre su trono,
jugueteando con sus almohadas. Acheron se había ido
hacía mucho tiempo y ella comenzaba a
preocuparse.
Él no podía dejar el Olimpo, pero
podía hacer otras cosas…
Cosas que la podían meter en una gran cantidad de
problemas si Zeus alguna vez se enteraba de ellas.
Tal vez ella había sido estúpida al darle
una tarde de libertad en su montaña.
Ya estaba lista a salir a buscarlo cuando las puertas
del templo se abrieron.
Ella sonrió al ver a Acheron caminar a grandes
pasos a través de ellas.
Su Acheron estaba bellísimo.
Su largo cabello rubio fluía alrededor de sus
hombros y los pantalones de cuero negro abrazaban un cuerpo que
había sido creado para la seducción. Un cuerpo
hecho para complacer a otros.
Las puertas se cerraron detrás de
él.
Su cuerpo estaba caliente, ella se paró ante la
dulce expectación. Reconoció la fiera mirada en sus
ojos.
El hambre crudo, puro.
El deseo fluyó denso y pesado en sus venas
mientras, repentinamente, sentía la humedad entre sus
piernas.
Éste era el Acheron que ella más
amaba.
El depredador. El que tomaba lo que quería y no
negociaba.
Sus ropas se disolvieron de su cuerpo mientras se
acercaba a ella.
Ella hizo lo mismo.
Ella tembló ante la magnitud de sus poderes.
Poderes que ponían en ridículo los de
ella.
Él había pasado demasiado tiempo sin
alimentarse. Ambos lo sabían. Cuando él alcanzaba
un cierto punto, su compasión moría y él se
volvía amoral e insensible.
Él había alcanzado ese punto.
Ella gimió mientras él la agarraba y
atraía cerca de su cuerpo duro y musculoso. Su
erección ardía contra su cadera.
-¿Qué quieres, Acheron? -preguntó
ella, pero su estado sofocado traicionó su fingida
indiferencia.
Su mirada caliente barrió su cuerpo desnudo,
haciéndola arder aún más. -Sabes lo que
quiero -dijo él roncamente en Atlante. -Después de
todo, estoy en la cima de la Cadena Alimenticia y tú…
eres la comida.
Sus ojos brillaron rojos mientras le separaba los
muslos.
Artemisa gimió y se corrió tan pronto
él se introdujo en forma dominante.
Sintió vértigo, lo mantuvo cerca,
corriendo sus manos sobre su espalda suave, musculosa, mientras
él empujaba profundamente en su interior repetidas veces
con un ritmo duro que la hizo marear.
Sí, esto era lo que ella quería.
Éste era el Acheron del que ella se había
enamorado. El hombre por el que ella desafiaría aun a los
mismos dioses, para conservarlo.
El hombre por quien ella había roto todas las
regla a fin de poderlo amarrar a ella por siempre.
Le hizo el amor furiosamente, su hambre
forjándose y abrazando la de ella.
Artemisa inclinó su cabeza a un lado en espera de
lo que sabía que vendría.
Los ojos de Acheron ardieron como fuego rojo un instante
antes de que él bajara la cabeza y hundiera sus dientes en
el cuello de ella, a fin de poder alimentarse.
Artemisa gritó mientras se corrían al
unísono. Sus poderes la atravesaron, cegándola a
todo excepto la percepción poderosa de él dentro a
ella.
Ella podría fingir manejarlo todo lo que ella
quisiera, pero al terminar el día ella sabía la
verdad.
Él la manejaba.
Y ella lo odiaba por eso.
Epílogo
BORA BORA
Zarek yacía en la playa dejando que el sol y el
viento caliente quemaran su piel. ¡Oh, poder sentir
eso!
Habían estado aquí cerca de un mes y
todavía no había tenido lo suficiente de estar en
la playa.
De estar con Astrid, día y noche.
Sintió que algo frío caía en su
pecho.
Abriendo los ojos, vio a Astrid encima de él,
sonriéndole mientras lo miraba. Ella tenía un
pequeño tazón en una mano y un vaso en la
otra.
-Cuidado, Princesa, sabes que odio cuando algo
frió me toca de repente.
Ella se arrodilló a su lado, y dejó el
tazón a un costado antes de secar la gota de agua de su
pecho, su toque fue más ardiente que el sol.
Su mirada recorría su cuerpo, hasta sus cortos
pantalones de natación que ahora tenían un
abultamiento bastante grande en ellos.
Ella sonrió malvadamente. -Sabes, recuerdo haber
visto una película una vez…
Él sospechó del brillo de sus ojos.
-¿Sí?
Ella sacó un cubito de hielo de su vaso y lo
colocó en su boca.
Zarek observó, traspasado por la visión de
ella lamiéndolo.
Lo sacó y lo colocó sobre su
piel.
-Astrid.
-Shh -dijo ella, rodeando su pezón hasta que
estuvo duro y firme. Ella sopló su aliento caliente sobre
este, causando que se hinchara aún más.
-¿Sabes cual es la mejor parte acerca de tener
frío, no?
-¿Cuál?
-Entrar en calor.
Zarek gimió mientras ella bajaba su boca y daba
golpecitos con su lengua atrás y adelante sobre su
pezón.
Cuando ella se echó hacia atrás, él
lloriqueó una pequeña protesta.
Lo ignoró y eludió sus manos.
-Antes de que me olvide -dijo ella, apartando
juguetonamente a un lado sus manos, -y si continúo
haciendo esto, seguro me olvidaré, tengo algo para
ti.
Zarek se apoyó en sus codos. -Por favor no me
digas que Scooby viene a visitarnos.
Ella puso los ojos en blanco. -No. Sasha se esta
quedando en el Santuario en Nueva Orleáns por el momento.
Ya que hemos estado quedándonos en la playa se
rehúsa a venir y ver tu trasero desnudo, le da miedo
quedarse ciego por eso.
Zarek la miró menos que divertido.
-¿Entonces qué es?
Ella le dio su tazón.
Zarek miró el contenido, lo cual le
recordó un poco al Jell-O[36]de
limón. -¿Qué es esto?
-Ambrosía. Un mordisco de esto y te puedo llevar
a casa conmigo, al Olimpo. De otra manera tengo que dejarte
aquí en tres días e ir a casa sola.
-¿Por qué?
Ella alisó el ceño fruncido de su frente
con las puntas de sus dedos. -Sabes que no puedo vivir en la
tierra. Sólo puedo quedarme por un breve tiempo. Si
quieres, puedes quedarte y regresaré cuando pueda,
pero…
Él detuvo sus palabras con un beso.
Zarek la atrajo. -¿Qué dirán los
otros cuando aparezcas con un esclavo a tu lado?
-No eres un esclavo, Zarek, y no me importa lo que
digan. ¿A ti?
Él bufó. -De ningún
modo.
Ella sostuvo la ambrosía frente a sus
labios.
Zarek le dio un beso rápido, luego comió
la ambrosía y bebió su néctar. Esperaba que
le doliera o quemara, pero bajó como el algodón de
azúcar que ella le dio una vez. El sabor dulce, azucarado
se disolvió instantáneamente en su boca.
-¿Es todo? -preguntó
suspicazmente.
Ella inclinó la cabeza asintiendo. -Exacto.
¿Qué? ¿Esperabas fuegos artificiales o
algo?
-No, sólo los espero cuando te hago el
amor.
-Aww -susurró ella, frotando su nariz contra la
de él. -Me gusta horrores cuando me hablas
dulcemente.
Zarek besó su mano, luego comenzó a
reírse mientras pensaba en todo lo que había
ocurrido desde que la encontró.
-¿Qué es tan chistoso? -preguntó
Astrid.
-Solo estoy pensando, aquí estoy, un esclavo que
tocó una estrella que luego lo hizo un semidiós.
Tengo que ser el bastardo más afortunado que alguna vez
vivió.
Sus ojos azules ardieron en los de él.
-Sí, lo eres, Príncipe Encantado, y nunca lo
olvides.
-Créeme, Princesa. No lo haré.
FIN
( 2005:
Traducción: Vicky
Corrección: Nora
Autor:
Maira Bordon
[1] Thanatos: mitología griega: la
personificación de la muerte… hijo de Nyx
[2] Themis: una de los Titanes, diosa de la
justicia en la antigua mitología griega.
[3] Charonte: era el barquero del Hades, el
encargado de portear las sombras errantes de los difuntos
recientes de un lado a otro del río Acheron si
tenían un óbolo para pagar el viaje, razón
por la cual en la Antigua Grecia los cadáveres se
enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no
podían pagar tenían que vagar cien años
por las riberas del Acheron, hasta que Caronte accedía a
portearlos sin cobrar.
[4] Blood Rite: rito de sangre
[5] Parka: Abrigo o chaqueta con una capucha
y por lo general un forro caliente para usar en lugares con muy
bajas temperaturas.
[6] Iglaaq: en lengua esquimal, extranjero,
viajero
[7] Were-Bears: son Were– Hunters que
se transforman en osos.
[8] Were-Hunters: Cazadores capaces de
cambiar de forma… ya los encontramos en Night Embrace.
Vane y Fang.
[9] Hace referencia a Home Sweet Home: Hogar
Dulce Hogar
[10] Rin Tin Tin: nombre del perro, ovejero
alemán, de una famosa serie norteamericana de los
años 60.
[11] Kibbles: marca de una famosa comida para
perros.
[12] Hershey: marca de chocolate.
[13] Shades: Sombras, en lo que se convierten
los Dark Hunters si son eliminados.
[14] Shadedom: el reino de las sombras
[15] Dayslayer: Cazador que puede caminar
bajo la luz del sol
[16] Circe, según la mitología
griega Diosa que vivía en la isla de Eea. Según
el mito, su casa estaba rodeada de bestias feroces, que
esperaban la llegada de los viajeros y le avisaban a la diosa,
que mudaba a los recién venidos en la forma que
quería.
[17] Nirvana: estado celestial que existe
más allá del ciclo de la reencarnación
(salir del ciclo de la reencarnación, cuando se llega a
la perfección), liberación del sufrimiento
kármico (Hinduismo, Budismo); sensación
celestial, paz interior (jerga)
[18] Juego de palabras, en ingles dice
hard-ass… por el opuesto a cabeza dura.
[19] Frosty the Snow-Zarek, en el original:
Hace referencia al título de una famosa canción
navideña “Frosty the snowman”, que se
refiere al tradicional hombre de nieve que se convierte en
humano gracias a un sombrero mágico encontrado por unos
niños en navidad.
[20] Los Vengadores, tradicional serie
inglesa protagonizada por dos agentes secretos
británicos.
[21] Dayslayer: cazador diurno
[22] En español en el original.
[23] teflón: intraducible, se refiere
a una persona a la que todo le resbala, que no puede ser
agredida… Por ejemplo en un artículo dijeron que
Reagan era un presidente “teflón” por que el
fango nunca quedaba pegado a él.
[24] Famoso conjunto musical de la
década del 80, creado por el escocés David
Byrne.
[25] Scotty: jefe de ingenieros en el
Enterprise, la famosa nave de la serie Strar Trek – Viaje
a las Estrellas.
[26] Hydra: serpiente de nueve cabezas que
exhalaban un vaho capaz de matar a todo el que se hallara
cerca. Hércules consiguió matarla y mojó
sus flechas en la hiel de la víbora, haciendo que la
más pequeña herida de sus flechas causase la
muerte.
[27] Ninfo: juego de palabras en ingles al
referirse a ninfomaníaca
[28] Shade: la sombra en que se convierte un
Cazador Oscuro cuando lo matan. Pasa a ser una sombra que sufre
hambre, sed y no puede tocar a nadie.
[29] En francés en el original: soy
yo
[30] QVC: famoso canal de compras
[31] SoapNet: canal de cable americano
dedicado exclusivamente a pasar novelas y miniseries.
[32] En inglés: Hair of the Dog: sexto
disco de Nazareth editada en 1975, conjunto escocés de
rock duro, considerada su “obra maestra”.
[33] Styx: o Estigia, río que
constituía el límite entre la tierra y el
inframundo al que circundaba nueve veces. Zeus hacía que
los juramentos prestados por el agua del Estigia se cumplieran
(todos los demás podían romperse). Si alguno de
los dioses derramaba una libación de su agua y abjuraba
de ella, entonces yacía sin respiración durante
un año, sin probar ambrosía ni néctar,
permaneciendo sin espíritu ni voz. Tras este año
de enfermedad, era excluido durante nueve años de las
reuniones y banquetes de los dioses, a los que no podía
volver hasta el décimo año.
[34] LivaSnap: famosa comida para perros.
[35] Mensch: en alemán en el original
– persona, ser humano.
[36] Jell-O: conocida marca de un polvo para
preparar gelatina con sabor a fruta.
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