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Bailando con el diablo – Cazadores Oscuros 6 (página 8)




Enviado por Maira Bordon



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

-Estoy sonriendo, Princesa. Pero no ampliamente. Sin
dientes.

-¿O colmillos?

-O colmillos.

Ella se inclinó hacia adelante y lo besó
otra vez. -Apuesto que eres devastador cuando
sonríes.

Él gruñó ante eso, luego la
ayudó a vestirse.

Astrid se arrimó a él otra vez a fin de
poder oír el latido de su corazón. Amaba ese
sonido, la percepción de su fuerza bajo ella.

Si bien sus vidas estaban corriendo peligro, se
sentía raramente segura aquí.

Con él.

O así lo pensaba.

En la quietud, oyó una extraño sonido como
de arañazos por encima de ellos.

Zarek se sobresaltó.

-¿Qué es eso? -murmuró
ella.

-Alguien esta arriba, en mi cabaña.

El horror la consumió. -¿Crees que es
Thanatos?

-Sí.

Él la apartó amablemente y la paró
contra la pared. Aterrada, ella permaneció perfectamente
quieta mientras escuchaba sus movimientos y los de
arriba.

Zarek agarró una granada, luego lo
reconsideró. Lo último que él quería
era quedarse atrapado bajo tierra. Él se puso encima su
conjunto de repuesto de garras de plata que cubría cada
dedo de su mano izquierda, y se movió por el pasillo hacia
la puerta trampa que estaba debajo de la estufa a
leña.

Él oyó el ruido de ligeros pasos por
encima de él.

Luego una maldición.

Repentinamente, hubo silencio otra vez.

Zarek se esforzó, desesperado por oír
quien estaba allí y lo que estaban haciendo.

Un temblor extraño bajó por su columna
vertebral mientras el aire se movía detrás de
él.

Él se dio esperando ver a Astrid.

No era ella.

Capítulo 13

Parada detrás de él estaba una
extraña mujer demoníaca con largo cabello rubio,
orejas puntiagudas, y unas grandes alas como de
murciélago. Era bonita en una forma muy
extraña.

Lo miró sin moverse.

Zarek atacó.

En lugar de pelear, ella cambió de
dirección con un chirrido y corrió hacia la parte
trasera de la caverna.

Zarek la siguió, intentando detenerla antes de
que alcanzara a Astrid, pero no lo pudo hacer.

El demonio corrió directamente hacia ella y para
su asombro se apresuró detrás de Astrid y la puso
entre ellos. Las alas del demonio se contrajeron y se plegaron
alrededor de su cuerpo como para protegerla.

El demonio colocó una mano en el hombro de Astrid
mientras lo atisbaba cautelosamente.

-Dile a él que me deje sola, Astrid. Si no
tendré que asarlo a la parrilla y akri se
enojará conmigo. No quiero hacer enojar a
akri.

Astrid cubrió la mano del demonio con la de ella.
-¿Simi? ¿Eres tú?

-Sí. C'est moi[29]El
pequeño demonio con cuernos.

Zarek bajó sus garras. -¿Ustedes dos se
conocen?

Astrid frunció el ceño mientras se
volvía a enfrentarlo. -¿No la conoces?

-Ella es un demonio. ¿Por qué
debería conocerla?

-Porque ella es la compañera de
Acheron.

Zarek, completamente estupefacto, miró
boquiabierto a la pequeña criatura que tenía unos
ojos tan extraños como Acheron. Eran pálidos y
resplandecientes, pero los de ella estaban bordeados en rojo.
-¿Ash tiene una compañera?

El demonio bufó. Ella se puso de pie y
murmuró ruidosamente en la oreja de Astrid. -Los
Dark-Hunters son lindos, pero muy estúpidos.

Él le dirigió una mirada resentida
mientras Astrid se ahogaba de risa.

-¿Qué estás haciendo aquí,
Simi? -preguntó Astrid.

El demonio miró alrededor del túnel e hizo
pucheros de un modo que le recordó a un niño
pequeño. -Tengo hambre. ¿Hay comida? Algo no muy
pesado. ¿Tal vez una vaca o dos?

-No, Simi -dijo Astrid. -No hay comida.

El demonio hizo un ruido grosero al alejarse de Astrid.
-No, Simi. No hay comida -se burló ella. -Suenas como
akri. 'No comas eso, Simi, causarás un desastre
ecológico'. ¿Qué es un desastre
ecológico, quisiera saber? Akri dice que soy yo
una juerga de hambre, pero no creo que tenga razón, pero
eso es todo lo que él dirá sobre eso.

Haciendo caso omiso de los dos, el demonio empezó
a buscar entre las armas de Zarek.

Ella agarró una granada y trató de
clavarle los dientes.

Zarek se la quitó de un tirón. -Eso no es
comida.

El demonio abrió su boca como para hablar, luego
la cerró de golpe. -¿Por qué estás en
un hueco oscuro, Astrid? ¿Te caíste?

-Nos estamos escondiendo, Simi.

-¿Escondiendo? -bufó ella otra vez.
-¿de quién?

-Thanatos.

-Pffft… -el demonio puso los ojos en blanco y
movió su mano despectivamente. -¿Por qué
esconderse de ese perdedor? Él ni siquiera sería
una buena barbacoa. Apenas quitaría el filo de mi ligero
apetito. Hmmm… ¿Cómo es que no hay comida
aquí? -. Ella miró especulativamente a
Astrid.

Zarek dio un paso entre ellas.

El demonio le sacó la lengua y regresó a
buscar entre los suministros.

-¿Por qué estás aquí?
-preguntó Zarek.

El demonio lo ignoró. -¿Dónde esta
Sasha, Astrid? Él sería una buena barbacoa. Toda
esa carne de lobo. Muy sabroso una vez que sacas todo ese pelaje.
El pelo asado a la parrilla no es particularmente sabroso, pero
lo sería en caso necesario.

-Menos mal que él no esta aquí.
¿Pero que haces aquí sin Acheron?

-Akri me dijo que viniera.

-¿Quién es akri? -preguntó
Zarek.

Simi lo ignoró.

-Acheron -explicó Astrid. –Akri es un
término Atlante para "señor y maestro".

Él se burló de eso. -Adecuadamente
pretencioso. No es extraño que él tenga una gran
cabeza, con su demonio favorito siguiéndole a todos lados,
llamándole "señor y maestro".

Astrid le dirigió una mirada preocupada.
-Él no es así, Zarek, y mejor no lo insultes cerca
de Simi. Ella tiende a tomar esas cosas personalmente, y sin
Acheron aquí para llamarla, ella es más
mortífera que una bomba nuclear.

Él miró al pequeño demonio con
respeto. -¿De verdad?

Astrid asintió con la cabeza. -Su raza una vez
dominó sobre toda la tierra. Inclusive los dioses
olímpicos estaban aterrorizados de los Carontes, y
sólo los Atlantes fueron capaces de
derrotarlos.

Simi miró hacia arriba y le sonrió tan
abiertamente, que se le vieron los dientes y revelaron sus
malvados colmillos. Ella se relamió los labios como si
saboreara un bocado sabroso. -Me gustaría asar a la
parrilla a esos dioses olímpicos. Son muy sabrosos.
Algún día me voy a comer a esa diosa pelirroja,
también.

-A ella no le gusta Artemisa -explicó
Astrid.

En eso coincidían.

-Simi la odia, pero akri dice, "No, Simi, no
puedes matar a Artemisa. Compórtate, Simi, no le dispares,
no la dejes calva, Simi". No, No, No. Es todo lo que
oigo.

Ella miró a Zarek significativamente. -No me
gusta esa palabra "No". Inclusive suena malvada. Simi tiende a
asar a la parrilla a cualquiera lo suficiente idiota como para
decírselo. Pero no a akri. Él tiene
permiso de decirme no; sólo que no me agrada cuando lo
hace.

Zarek frunció el ceño al mirar como Simi
saltaba de caja en caja como una mariposa. Ella exclamó
frívolamente cuando encontró su provisión de
oro y joyas con que Artemisa le pagaba todos los
meses.

-¡Mira! -dijo Simi, levantando un manojo de
diamantes. -Tienes "brillitos" como akri. Él me
da todo los suyos para mí -. Ella sostuvo una gargantilla
de esmeraldas contra su garganta. -Él dice que me veo
bella con brillitos, especialmente los rojos que hacen juego con
mis ojos. Aquí, Astrid -dijo ella, sacando otra
gargantilla y sujetándola alrededor del cuello de
Astrid.

-Sé que no puedes verla, Astrid, pero es muy
bella, como tú. Tu necesitas usarla y luego tendrás
brillitos, también.

Ella contempló la cabeza de Astrid. -Pero no
tienes cuernos. Necesitamos buscarte unos cuernos un día
así puedes ser un demonio, también. Es entretenido
ser un demonio excepto cuándo las personas intentan
ejercitarse… espera, esa no es la palabra exacta. Me
olvidé, pero sabes lo que quiero decir.

Había algo extrañamente carismático
acerca de ella, pero no parecía estar demasiado bien… en
más de una manera.

-¿Está bien ella? -él le
preguntó a Astrid. -Digo, sin intención de ofender,
ella suena más demente que yo.

Astrid se rió. -Tienes que recordar que Acheron,
podríamos decir, la consiente muchísimo y
Simi no ha crecido completamente.

-Sí lo he hecho -dijo Simi en un tono que le
recordaba a un niño de cinco años de edad. Ella
tenía un monótono acento peculiar, diferente a
cualquier cosa que él hubiera oído
antes.

-Simi tiene necesidades -continuó ella vanamente.
-Montones de necesidades. Necesito la tarjeta plástica
de akri, en primer lugar. Eso es muy agradable. Las
personas me dan montones de cosas cuando se las doy a ellos. Ooo,
a mí realmente me gusta la tarjeta plástica nueva
que él me dio con mi nombre en ella. Es azul y toda
brillante y dice Simi Parthenopaeus.

Ella miró hacia arriba como una niña
frívola. -¿No tiene un bonito sonido? Tengo que
decirlo otra vez. Simi Parthenopaeus. Me gusta bastante.
Inclusive tiene mi foto en la esquina y yo soy un demonio muy
atractivo si tengo que decirlo. Akri lo dice,
también. "Simi, eres bella". Me agrada cuando él me
dice eso.

-¿Ella siempre divaga así? -murmuró
Zarek entre dientes al oído de Astrid.

Ella asintió con la cabeza. -Confía en
mí, es sabio dejarla divagar, también. Ella se
molesta si le dices que guarde silencio. Una vez se comió
la pierna de un dios inferior que le dijo eso.

Simi irguió la cabeza como si otro pensamiento
llegara a su mente confundida. -Y particularmente me gustan los
hombres -. Ella miró a Zarek que involuntariamente se
encogió. -Pero no este. Él es demasiado moreno. Me
gustan con ojos azules porque me recuerdan mi tarjeta. Personas
como el modelo de Calvin Klein, Travis Fimmel, que estaba en esa
cartelera grande en Nueva York, la última vez que
akri me llevó allí. Él es sumamente
fino y me hace querer hacerle cosas diferentes a asarlo a la
parrilla. Él me hace sentir diminuta y
caliente.

-De acuerdo, Simi. Caliente y diminuta. Creo que
necesitamos cambiar de tema -dijo Astrid.

Zarek no estaba seguro si debía sentirse aliviado
o insultado por sus comentarios acerca de él. Pero
definitivamente estuvo de acuerdo que un cambio de tema
sería agradable.

Astrid se giró hacia donde pensaba que Simi
podía estar, pero Simi ya se había
movido.

Otra vez.

Parecía que el demonio tenía
aversión a quedarse quieta.

-¿Simi, por qué Acheron te envió
aquí?

Simi sacó una daga enfundada de una caja y la
examinó con una habilidad que le hizo arquear una ceja a
Zarek. Podía parecer inocente, pero no había nada
de niño en la forma que Simi maniobraba sus
armas.

Ella probó el balance de la hoja como una
profesional. -Para protegerte de Thanatos a fin de que tus
hermanas no se vuelvan chifladas y destruyan el mundo. O algo por
el estilo. No sé por que todos ustedes temen el fin del
mundo. No es tan malo, realmente. Al menos entonces la
mamá de akri será libre. Entonces ella no
será tan quisquillosa con Simi todo el tiempo.

Zarek comenzó con las palabras. -¿La madre
de Ash está viva todavía?

Ella se cubrió la boca con su mano y dejó
caer la daga. -Oh, akri se enfurecerá cuando le
diga esto. Mala Simi. Ya no conversaré más.
Necesito comida.

Zarek frotó su cabeza mientras Simi volvía
a abrir cajas. Oh, esto era genial. Él tenía a una
ninfa para proteger, un psico algo estaba afuera para matarlos, y
ahora un demonio demente a quien hacerle frente.

Oh, bravo, esto se ponía cada vez
mejor.

Miró a Astrid, quién tenía la
frente arrugada mientras reconsideraba los divagues de
Simi.

-¿Exactamente quiénes son tus hermanas,
Astrid, que pueden destruir el mundo? -preguntó
Zarek.

Astrid se encogió de miedo un momento y
cambió de posición ansiosamente.

Esto estaba a punto de empeorarse.

Él lo sabía.

Encogiéndose aún más, ella
murmuró -Los Destinos.

Zarek se congeló. Oh, bravo, su vida, tan mala
como era, estaba deslizándose hasta Mierdaville y
allí no había a la vista ninguna rampa para
salirse.

-Tus hermanas son Los Destinos -repitió
él, diciendo cada palabra lentamente y
pronunciándola claramente así no podía haber
mal entendiendo.

Ella asintió con la cabeza.

La cólera lo envolvió. -Ya Veo. Tus
hermanas son las Moiras, los tres Destinos que se encargan de
todo. Las mujeres que son conocidas por no tener misericordia o
piedad con nadie. Las mujeres que los dioses mismos
temen.

Ella se mordió los labios. -Ellas realmente no
son tan malas. Pueden ser casi simpáticas, si las atrapas
en el humor adecuado.

-Oh, Dioses -. Zarek pasó sus manos a
través de su pelo mientras luchaba por evitar que su
temperamento explotara. No era extraño que Ash hubiera
enviado a Simi. Si cualquier cosa ocurría a Astrid,
entonces no se podía decir lo que pudiera ocurrir. -Por
favor dime que hay una pelea familiar y tu y tus hermanas no se
hablan. Que ellas no puedan soportar la mención de tu
nombre.

-No, no, somos extremadamente amigas. Soy el bebé
de la familia y ellas son más bien como tres madres para
mí.

Zarek realmente lloriqueó ante eso.
-¿Así es que me estas diciendo que en este momento
soy responsable de la mascota amada de Acheron y la hermana
favorita de Los Destinos?

Simi ensanchó los ojos. -Dile al niño
Colmillo que no soy una mascota. Si él no me nombra en un
tono más bonito, entonces realmente le va a
pesar.

Astrid ignoró el comentario de Simi. -No todo es
tan malo.

-¿No? Entonces sin falta, dime algo bueno
Astrid.

-Probablemente se pondrán de mi lado cuando te
juzgue inocente.

-¿Probablemente?

Ella asintió débilmente con la
cabeza.

Zarek gruñó. Déjenselo a él.
Siempre que jodía con algo, nunca lo hacía de
manera pequeña.

Astrid se volvió al demonio. -¿Simi, por
qué no estás dirigiendo la palabra a
Zarek?

-Porque akri dijo que no. Él no dijo que
no podía dirigirte la palabra a ti, sin
embargo.

-¿Haces todo lo que él te dice que hagas?
-preguntó Zarek.

Simi lo ignoró.

-Sí, ella lo hace -contestó Astrid. -Pero
las buenas noticias son que Simi no puede mentir tampoco.
¿Puedes, Simi?

-¿Bien, por qué lo haría yo? Las
mentiras son demasiadas confusas.

Oh, bravo, como si ella no lo fuese. Él nunca
había visto alguien o algo más confuso que este
demonio.

-¿Por qué Acheron te dijo que no le
dirigieras la palabra a Zarek?

-No sé. Esa pelirroja perra-diosa se enojó
cuando él me dijo a mí que viniera a protegerte. Se
puso como esto…

El demonio brilló cambiando de su forma a la de
Acheron. -Protege a Zarek y Astrid. Ahora.

Ella se transformó en Artemisa. -¡No! -dijo
ella enojada. -No puedes dejarla ir, ella le dirá todo a
Zarek.

Simi, pareciéndose a Artemisa, puso su mano en
contra de su mejilla y murmuró ruidosamente al oído
de Astrid. -Esta es la parte donde la diosa pelirroja
siguió adelante contando lo que sucedió en el
pueblo de Zarek y akri se molestó completamente
con ella. No sé por qué él no me deja
matarla y terminar con eso, pero finalmente él
dijo…

Ella brilló cambiando al cuerpo de Ash otra vez.
-Simi, no hables a Zarek pero asegúrate que Thanatos no
mate a ninguno de los dos.

Simi regresó a su forma pequeña, ligera y
demoníaca. -Así que dije, de acuerdo, y aquí
estoy, no dirigiendo la palabra a Zarek.

-Wow -dijo Zarek cuando termino su función de
demonio. -Ella es una videocámara, también.
Qué conveniente.

Ella le dirigió una mirada asesina, pero
dirigió sus palabras a Astrid. -Extraño los
días cuando Simi podía matar a los Cazadores
Oscuros y nadie lo advertía.

Astrid avanzó para encontrar a Simi, tomar su
mano y mirarla con una apariencia dulce y afable. Era obvio que
el demonio la quería.

-¿Que sucedió en su pueblo que Artemisa no
quiere que Zarek sepa?

Simi se encogió de hombros. -No sé. Ella
esta paranoica todo el tiempo de cualquier manera. Tiene miedo
que akri se vaya y no regrese, que es lo que yo
continúo diciéndole que haga. ¿Pero el
escucha? No -. Su siguiente comentario salió en la voz de
Ash. -Ella no es de tu incumbencia, Simi. No la entiendes,
Simi.

Ella hizo otro ruido grosero. -Entiendo, está
bien. Entiendo que la diosa perra necesita que Simi la ase a la
parrilla hasta que aprenda a ser buena con las personas. Pienso
que ella sería un poco más atractiva asada.
Podría hacerla parecer a esa vieja bruja del mar o
algo.

-¡Simi! -Astrid acentuó su nombre y la
agarró de los brazos como si tratara de mantener al
demonio en el tema. -Por favor dime qué sucedió en
la villa de Zarek.

-Oh, Eso. Bien, fue un tema de Thanatos, no el que
está ahora detrás de ustedes, sino el que le
antecedió, se volvió loco y mató a todo el
mundo. Ellos, la pobre gente, no tuvo una posibilidad.
Akri estaba tan loco que quiso el corazón de la
diosa perra, sólo que yo le dije que ella no tenía
corazón para tomar.

Zarek sintió como si alguien le hubiese dado una
golpiza. -¿Qué estás diciendo?
¿Quieres decir que no los maté?

La mente de Astrid giraba con lo qué Simi
revelaba. ¿Si Zarek era inocente de destruir su villa,
entonces por qué fue desterrado?

-¿Zarek no los mató? -preguntó ella
a Simi.

-Claro que no. Ningún Cazador Oscuro
mataría a quienes tenía a su cargo. Akri
se los comería si lo hiciesen. Zarek mató a los
Apolitas, lo que volvió a todo el mundo loco.

Zarek frunció el ceño. Él no
recordaba nada acerca de unos Apolitas. Nunca había habido
ninguno por los alrededores. -¿Qué
Apolitas?

Astrid repitió su pregunta.

Simi habló lentamente y cuidadosamente como si
fueron los únicos que tuvieran problema para entender la
conversación. -Los que Thanatos reunió para usar
como carne de cañón. ¿Dioses, no saben nada
acerca de los Daimons y Apolitas? Thanatos puede citarlos y puede
hacerles hacer cosas para él. Él puede hacerlo con
personas también, algunas veces.

-Él fue enviado por Artemisa para matar a un
Cazador Oscuro en Escocia, después de hacer eso, él
fue tras todos los Cazadores Oscuros a fin de poder destruirlos a
todos y que los Apolitas pudieran vivir en paz y alimentarse de
la humanidad sin preocuparse por alguno de ustedes,
muchachos.

Astrid tembló ante las palabras de Simi al
recordar dónde había estado ella novecientos
años atrás. -¿Thanatos es el que mató
a Miles en Escocia?

-Sí -confirmó Simi.

-¿Luego él fue tras de Zarek?

Simi hizo un ruido agitado. -Él es un Dark
Hunter, no? ¿Están teniendo ustedes dos alguna
extraña cosa humana que no pueden seguir lo que yo
digo?

Astrid palmeó la mano de Simi con optimismo para
calmarla un poco. -Lo siento, Simi. Estas diciéndonos
algunas cosas de las que no sabemos nada.

Simi irguió la cabeza y miró a Zarek. -Oh,
supongo que está bien entonces. Aunque…
deberían saber algo acerca de Thanatos. Él puede
matarte y demás.

Astrid sintió que Zarek estaba a punto de hablar.
Ella le hizo la señal de matarlo mientras continuaba
interrogando a Simi.

-¿Simi, por qué no recuerda Zarek al
primer Thanatos yendo tras él?

-Porque no se supone que lo haga. Akri tuvo que
matar a Thanatos delante de él y él lo hizo de modo
que Zarek no recordara nada acerca de todo ese
lío.

Zarek dejó escapar lentamente la
respiración mientras las palabras fluían en su
interior. Ash lo había hecho para que él no
recordara.

-¿Acheron desordenó mi cerebro?

La cara de Astrid se llenó de alivio. -Eres
inocente, Zarek.

La furia lo atravesó. -¿Así que fui
desterrado a este hoyo infernal dejado de la mano de Dios porque
Acheron mató a Thanatos? ¿Qué tipo de
estupidez es esa? -. Él caminó de arriba abajo
coléricamente. -Mataré a ese bastardo.

Simi cambió de posición
instantáneamente a la forma de un "pequeño"
dragón.

Uno que estaba atorado en su túnel. Sus ojos
resplandecieron coléricamente mientras ella siseaba.
-¿Insultaste a mi akri?

Listo para la batalla, Zarek abrió su boca para
decirle sí y encontró a Astrid escudándole.
Ella estaba en medio de ellos y lo mantenía detrás
de ella.

-No, Simi. Zarek tiene derecho a estar enojado. Ha sido
desterrado por algo que él no hizo.

Simi volvió a cambiar a su forma humanoide. -No
fue por eso. Él fue desterrado porque mató a los
Apolitas.

Simi tomó la forma de Artemisa. -Ves, te lo dije,
Acheron, él esta demente. Tendría que haber tenido
mejor criterio que matarlos.

Ella se convirtió en Acheron. -¿Qué
se suponía que hiciera? Estaban lanzándose sobre
él, tratando de matarle. Fue en defensa propia.

-Fue asesinato.

-Te lo juro, Artemisa, matas a Zarek por esto y
saldré andando por esa puerta y nunca
regresaré.

Ella se transformó de vuelta en sí misma.
-Ves. Por eso es que él fue desterrado. La diosa perra no
quería que akri la dejara, así que
acordó dejar vivir a Zarek aquí siempre que no
hubiera otras personas a su alrededor.

Simi miró alrededor del deprimente túnel.
-Honestamente, pienso que yo preferiría estar muerta. Este
lugar es más aburrido que Katoteros y yo no creía
que podía haber algo más aburrido que Katoteros.
Reconozco mi error. La próxima vez que akri me
diga que no se está tan mal en casa, voy a creerle. Ni
siquiera tienes comida decente aquí. Ni TV,
tampoco.

Zarek dio un paso atrás y clavó
inexpresivamente los ojos en la pared como si tratase de recordar
el pasado mientras Simi parloteaba sin hacer una
pausa.

Él todavía podía oír los
gritos de los aldeanos, pero ahora él se
preguntaba…

¿De quién eran los gritos que realmente
oía?

Astrid anduvo a tientas hacia él. La calidez de
su presencia fluyó en él. Ella tocó su
brazo, haciéndolo arder reflexivamente. Algo acerca de su
toque siempre le mecía y lo hacia querer girarse hacia
ella.

Lo hacía querer tocarla.

-¿Estás bien? -ella
preguntó.

-No, no realmente. Quiero saber lo que me sucedió
esa noche.

Ella asintió con la cabeza como si lo entendiera.
-¿Simi, hay alguna cosa que pueda deshacer lo qué
Acheron le hizo a la memoria de Zarek?

-Nop. Akri es infalible. Bueno, excepto por un
par de cosas, y no hablo de eso porque hace enojar a
akri. Me gusta esa palabra 'infalible'. Es algo
así como yo. Infalible.

-Entonces es irremediable -dijo Zarek en un susurro, -no
tengo ninguna prueba de que soy inocente y nunca sabré lo
que sucedió allí.

-No estoy tan segura -dijo Astrid, sonriéndole.
-No pierdas las esperanzas conmigo aún, Zarek. Si
obtenemos alguna prueba de lo que dice ella, entonces mi
decisión se mantendrá. Eres inocente. Nadie
podrá argumentar en contra de eso. Mis hermanas no
dejarán que seas juzgado incorrectamente.

Él se burló. -Era inocente cuando fui
apedreado hasta morir, también, Princesa.
Discúlpame si no tengo mucha fe en la justicia o tus
hermanas.

Astrid tragó. Era cierto, el inocente a menudo
sufría, también. Su madre y sus hermanas
descartaban ese hecho como una modalidad del universo, si bien su
madre se esforzaba en dar justicia a todo el mundo.

Algunas veces ocurrían cosas injustas. No
había forma de evitarlo.

Zarek era un ejemplo perfecto.

Aun así, él necesitaba saber la verdad
acerca de lo que le sucedió. Él merecía eso
como mínimo.

-¿Simi? ¿Hay alguna forma de que le
muestres a Zarek lo que sucedió aquella noche?

Simi golpeó ligeramente su dedo índice
contra su mejilla mientras pensaba en eso. -Supongo que
sí. Akri no dijo que yo "no podía
mostrarle" nada, él sólo dijo que no le
podía dirigir la palabra.

Astrid sonrió. Simi siempre había sido
sumamente literal en su interpretación de todo lo que
Acheron la ordenaba hacer.

-¿Lo harías? ¿Por favor?

Simi caminó hacia Zarek y tomó su barbilla
en su mano.

Zarek comenzó a protestar, pero algo
pareció fluir desde su mano. Lo mantuvo
paralizado.

Simi movió su cara hasta que él pudo mirar
en sus ojos, que ahora eran rojos y amarillos y allí
él vio el pasado.

Todo se desvaneció a su alrededor y él
solo podía enfocar su atención en los ojos de Simi.
Las imágenes titilaron a través de sus pupilas,
luego directamente en su mente. Él no recordaba que
hubiese ocurrido nada de eso. Era como observar una
película de su propia vida.

Él vio los fuegos de su pueblo ardiendo hasta los
cimientos. Los cuerpos se esparcían por todos lados. Cosas
que lo habían obsesionado por siglos. Pero eso no fue todo
lo que vio esta vez.

Había más…

Imágenes olvidadas que habían sido tomadas
de él.

Se vio dando traspiés sobre en el pueblo.
Desconcertado. Enojado. El daño ya había sido
hecho; él no era responsable.

Alguien más había venido a la villa antes
que él.

Él vio a la vieja arpía, a quien
tomó en sus brazos como él siempre hacia.
Sólo que esta vez ella dijo más que su
acusación usual. –La muerte vino buscándote.
Él mató a todo el mundo porque quería que
nosotros le dijéramos donde vivías. No
sabíamos y se enojó -sus ojos viejos ardieron de
odio y condenación. -¿Por qué no viniste? Es
toda tu culpa. Se suponía que tu nos protegerías y
fuiste tú el que nos mató. Tú mataste a mi
hija.

Él vio la cara de la vieja. Sintió su
furia otra vez al ver lo que habían hecho los
Daimons…

El corazón de Zarek golpeó al darse cuenta
de la verdad.

Él era inocente de haber matado a sus
protegidos.

Ninguna de sus muertes era su culpa. Él
había estado haciendo su ronda normal cuando había
divisado el fuego y se había apresurado a ir hacia ellos,
pero para entonces ya era demasiado tarde.

Thanatos había venido al pueblo durante la luz
del día y lo había destruido. El no había
tenido ninguna forma de salvarlos.

Mientras miraba en sus ojos, Simi lo llevó a
través de su olvidada expedición de cinco noches a
la villa Apolita adonde había ido a buscar a los
responsables de las muertes en Taberleigh.

Él había peleado con los Spathi Daimons a
cada paso del camino, y uno de ellos le había dicho del
Dayslayer que reuniría a su gente y destruiría a
los Cazadores Oscuros. El Spathi se había reído
mientras moría, diciéndole a Zarek que el reino de
los Cazadores Oscuros había terminado.

El Dayslayer se apropiaría nuevamente del mundo
humano y luego eliminaría el olímpico.

Como cada noche que pasaba, los Spathis aumentaban en
número, Zarek se dio cuenta exactamente de lo que el mundo
estaba por enfrentar. Cada pueblo humano por el que pasaba estaba
destruido. La gente muerta. Masacrada. Consumidas por los Daimons
que no querían morir.

Él nunca había visto tal
devastación. Semejante pérdida.

Si él hubiese tenido un Escudero, lo
habría enviado a dar aviso a otros Cazadores Oscuros o
encontrar a Acheron y traerlo aquí para ayudarlo a pelear.
Pero allí solo estaba él y quiso detener la
destrucción antes de que cualquier otro
sufriera.

Con frío y hambre, Zarek había peleado
durante todo el camino hacia el pueblo Apolita que
protegía a la entidad misteriosa que había matado
violentamente a su gente.

Zarek había llegado sólo una hora
después de la puesta de sol. Como era típico, los
Apolitas habían hecho sus casas bajo tierra. Las
catacumbas habían sido oscuras y muy frías y
completamente faltas de cualquier alma. En aquel entonces, los
Apolitas a menudo habían hecho sus casas cerca de los
muertos a fin de poder tomar las almas incorpóreas si
necesitaban un estimulante rápido. Además, los
proveía de un escudo. Como los Cazadores Oscuros en
realidad eran cuerpos sin almas, esas almas que necesitaban
cuerpos tenían la desagradable tendencia de querer
poseerlos. Así que las catacumbas y las criptas eran los
mejores escondites para Apolitas y Daimons.

Como todas las almas habían sido devoradas antes
de su llegada, Zarek había encontrado fácilmente su
camino a través de las catacumbas.

Mientras registraba los corredores y los cuartos de la
guarida subterránea, descubrió que no había
ningún Apolita o familias de Daimon presentes, sólo
prueba que ellos habían partido
apresuradamente.

En un cuarto, encontró a una mujer con un
niño que lloraba.

Ella lo miró con la boca abierta.

-No te lastimaré -le dijo.

Ella comenzó a gritar por ayuda.

Zarek había salido de la casa y había
cerrado la puerta.

Sus pensamientos habían estado enfocados en una
sola persona.

Thanatos.

La cosa que el Spathi le había dicho que
había sido enviada por Artemisa para matar a todos los
Cazadores Oscuros. Ella, que había sido su creadora los
había traicionado y había creado a un monstruo
invencible.

A menos que él lo detuviese primero. Había
odiado a Artemisa entonces. Odiado no sólo por haber
creado a Thanatos, sino por desatar algo así en el mundo
sin advertir a nadie.

Al moverse a través de las catacumbas, Daimons y
Apolitas lo atacaron. Él los peleó, matando a
cualquiera que se le acercara con una espada. No, a él no
le había importado si era un Daimon o Apolita. No
había tenido importancia.

Sólo importaba su venganza.

Él había encontrado a Thanatos más
abajo, en uno de los corredores más largos. Él
estaba con una docena de su gente en una cámara donde los
Apolitas almacenaban géneros.

Zarek había contado cinco Apolitas allí y
ocho Daimons.

Pero lo que lo había detenido fue la única
mujer Apolita que había estado parada al lado de Thanatos.
Ella estaba vestida como los Spathis y estaba dispuesta a
pelear.

Thanatos le había sonreído
malvadamente.

-Vean -él había dicho a los Apolitas y
Daimons que estaban allí. -Él es solo uno y
nosotros somos muchos. El Cazador Oscuro no es tan feroz. No
puede combinar su número sin debilitarse. Lo podemos matar
tan fácilmente como nosotros a él. Perforen su
marca y él morirá como el resto de
ustedes.

Entonces lo apresaron.

Zarek había tratado de abrirse paso a la fuerza a
través de ellos. Pero habían peleado con más
fuerza de la que él alguna vez hubiera encontrado antes.
Era como si sacaran poder de Thanatos.

Lo habían alcanzado y lo habían tirado al
suelo mientras le rasgaban las ropas tratando de encontrar su
marca.

Él ya estaba herido por peleas previas.
Debilitado por su hambre.

No evitó que peleara con todo lo que
tenía.

-¡Él no tiene la marca de Artemisa! -uno de
ellos había alzado la voz.

-Por supuesto que la tiene -. Thanatos se había
adelantado para ver.

Zarek había aprovechado esa oportunidad para
soltarse. Él había ido por la cabeza de Thanatos
con su espada.

Thanatos había dado un paso atrás y
había empujado a la mujer delante de él para
protegerse.

Sin tiempo a reaccionar, Zarek se quedó parado
allí, impotente, mientras ella era traspasada por su
espada.

Cuando ella no explotó, se percató que
ella no era un Daimon después de todo. Ella era una
Apolita.

Horrorizado, encontró su mirada y vio las
lágrimas en sus ojos. Él había querido
ayudarla. Para tranquilizarla.

Lo último que él había querido era
verla herida.

Nunca había dañado a una mujer
antes… ni siquiera a la mujer que lo había acusado
de violarla.

Él se había odiado a sí mismo en
ese momento aún más de lo que odiaba a Artemisa,
odiaba el hecho de no haber sido más rápido. De no
haber matado a Thanatos en lugar de eso.

Uno de los Apolitas gritó.

Un hombre. Él se arrojó para tomar a la
mujer y acunarla mientras moría.

El hombre levantó la vista y lo miró con
odio y furia.

Era la cara del nuevo Thanatos.

Zarek trató de librarse de Simi al ver eso. Pero
ella lo sujetó con fuerza.

Forzándolo a que siguiera viendo su
pasado.

Thanatos lo había agarrado por la garganta y lo
había apartado de un empujón contra la pared.
-Marca o no marca, aún puedes morir si te
desmiembro.

Acosado por la culpa por lo sucedido con la mujer, Zarek
no se había molestado en pelear. Él solo
quería que todo acabara.

Pero mientras Thanatos iba por él, Acheron
apareció de pronto.

-Déjalo ir.

Los Daimons y Apolitas restantes se habían
dispersado con miedo. Sólo el hombre sosteniendo a su
esposa ahora muerta se había quedado.

Thanatos giró lentamente para enfrentar a Ash.
-¿Y si no lo hago?

Ash disparó una carga explosiva de su mano sobre
Thanatos, quien instantáneamente soltó a Zarek.
Zarek cayó al piso abriendo la boca para tomar aire a
través de su esófago dilatado.

-No era una elección -dijo Ash.

Thanatos se apresuró a atacar.

Los ojos de Ash se habían puesto de un rojo
profundo, oscuro. Más oscuros que la sangre, estaban
llenos de un centelleante fuego.

En el lugar donde Thanatos lo había atacado, el
invencible asesino se desintegró en polvo.

Nadie lo había tocado.

Ash se había quedado parado allí, sin
sobresaltarse.

El Apolita se lanzó contra él. Ash lo
había hecho girar atrapándolo entre sus brazos con
la espalda del hombre contra el pecho de Ash. El Apolita
había forcejeado por liberarse, pero Ash lo había
sostenido sin esfuerzo alguno.

-Shh, Callyx -había susurrado Ash al oído
del Apolita. -Duerme…

El Apolita se desplomó.

Ash lo bajó al piso.

Zarek conmocionado, no se movió mientras Ash se
acercaba a él. Él no sabía cómo
había sabido Ash el nombre del Apolita o cómo
había matado a Thanatos tan fácilmente.

Nada de eso tenía sentido.

Ash no trató de tocarlo. Se acuclilló al
lado de él y levantó la cabeza.
-¿Estás bien?

Zarek había ignorado su pregunta. -¿Por
qué Artemisa nos quiere muertos?

Ash lo había mirado ceñudamente.
-¿Qué estás diciendo?

-Los Spathis me dijeron. Ella esta creando a un
ejército para matarnos. Yo estaba…

Ash levantó la mano. Sintió como si algo
paralizara las cuerdas vocales de Zarek.

La indecisión atravesó la cara de Ash
mientras clavaba los ojos en él. Él juró que
podía sentir al Atlante en su mente, buscando
algo.

Finalmente Acheron suspiró. -Has visto demasiado.
Mírame, Zarek.

Él no tuvo otra alternativa que
obedecer.

Los ojos de Ash otra vez eran de un color plateado
extraño, deslumbrante. Todo se volvió nebuloso
entonces, oscuro. Zarek luchó contra el sofocante
calor.

Lo último que oyó fue la voz de Ash.
-Llévalo a casa, Simi. Él necesita
descansar.

Simi soltó a Zarek.

Él se quedó parado allí
inmóvil mientras la repetición de los
acontecimientos de aquella noche llenaba los huecos en su
memoria.

Estaba aturdido por lo que había visto. Lo que
había aprendido.

-¿Cómo me mostraste todo eso? -le
preguntó.

El demonio se encogió de hombros.

Esto se ponía molesto. Maldito Ash por darle la
orden de no hablarle. -Astrid, por favor hazle mi
pregunta.

Astrid lo hizo.

Simi lo miró como si él fuera torpe. -Nada
nunca se va de la mente humana. Solo queda extraviada, tonto -,
le dijo a Astrid mientras ella le pasaba los dedos por el pelo
-sólo acomodé las piezas así las
podía ver y luego él las vio también
cuándo me miró. Fácil.

Entumecido por todo lo que había descubierto,
Zarek miró a Astrid que esperaba pacientemente a que ellos
terminaran.

-¿Qué es Acheron? -le
preguntó.

-No sé -dijo Astrid.

Zarek se alejó andando, su mente daba vueltas al
tratar de recordar Nueva Orleáns. -¿Él hizo
algo con mi mente otra vez en Nueva Orleans?

Simi silbó y miró alrededor del
cuarto.

-¿Simi, lo hizo él? -preguntó
Astrid.

Akri solo hace eso cuando tiene que hacerlo.
Había algunas cosas en Nueva Orleáns que estaban
mal. Cosas que ni los Cazadores Oscuros ni los dioses
olímpicos necesitan saber.

Zarek apretó los dientes. -¿Tales
como?

Astrid repitió su pregunta.

-Ya dije, ninguno de ustedes necesita saber.

Él quería estrangular al demonio, pero
después de lo que él justamente había visto
hacer a Ash, cambió de opinión acerca de eso.
-¿Por qué se esconde Acheron?

Simi siseó y en su cólera olvidó la
orden de Ash. –Akri no se esconde de nadie. Él no
necesita esconderse. Cualquiera que lastime a mi akri,
yo lo como.

Zarek la ignoró. -¿Es él humano?
-le preguntó a Astrid.

Astrid dejó escapar un largo suspiro.
-Honestamente no lo sé. Siempre que menciono su nombre a
mis hermanas, se ponen evasivas e inquietas. Él solo
parece asustarlas. Siempre me he preguntado por qué, pero
nadie en el Olimpo habla mucho de él. Es realmente muy
extraño.

Con expresión especulativa, Astrid giró
hacia el demonio. -Simi, cuéntame sobre
Acheron.

-Él es genial y maravilloso, y él me trata
como a una diosa. La diosa Simi. Esa soy yo.

Astrid se sobresaltó un poco, ante eso. -Quiero
decir, cuéntame sobre su nacimiento.

-Oh, eso. Acheron nació en 9548 antes de Cristo
en la isla griega de Didymos.

-¿De quién era hijo?

-Rey Icarion y Reina Aara De Didymos y Lygos.

Zarek podía notar que la respuesta asombró
a Astrid, pero no lo sorprendió a él. Él
siempre había sospechado que Ash era de la nobleza.
Había algo intrínsecamente regio en él. Algo
que decía, "yo soy el amo, usted los sirvientes.
Inclínate y besa mi trasero". Era por lo que Zarek nunca
se había preocupado por él.

-¿Ash no es un semidiós? -preguntó
Astrid.

Simi se rió estrepitosamente ante su pregunta.
-¿Akri un semidiós? Por
favoooooor.

Zarek frunció el ceño al darse cuenta de
lo qué había revelado Simi. -Un momento,
¿Ash no es Atlante?

Astrid negó con la cabeza. -De los sumamente
raros rumores que he oído, dicen que nació en
Grecia pero se crió en la Atlántida. El rumor dice
que es uno de los hijos de Zeus. Pero como dije, la
mayoría de la gente tiene pocos deseos de decir cualquier
cosa acerca de él.

Simi se rió otra vez. -¿Él se
parece a ese viejo trasero tronador? No. ¿Él hijo
de Zeus? ¿Cuántos insultos puede recibir mi
akri?

Zarek consideró eso por un minuto, y luego se le
ocurrió otra cosa. -¿Puede comunicarse Simi con Ash
ahora mismo?

-Sí.

-Entonces dile que él mejor traiga su trasero
aquí y te proteja.

Los ojos de Simi brillaron intensamente. Sus alas
aletearon.

-Simi -dijo Astrid rápidamente. -Él no
quiso decir eso de esa forma. ¿Puede venir Ash
aquí?

Ella se sosegó un poco. -No. Él
prometió a la diosa malvada que él estaría
en el Olimpo por dos semanas. Él no puede romper su
juramento.

-¿Entonces cómo mato a Thanatos? Voy a
salir en un momento y al parecer Ash es el único de
nosotros capaz de mirarlo y hacerlo desaparecer.

-Simi lo puede matar.

-No, no puedo. Akri lo dijo.

-¿Entonces cómo lo detenemos?
-preguntó Astrid.

Simi se encogió de hombros. -Si Akri me dejara,
entonces lo podría asar a la parrilla, pero ya que ustedes
no respiran fuego sería un poco difícil para
ustedes hacer eso.

-Tengo un lanzallamas.

Astrid elevó su cabeza hacia él.
-¿Tienes qué? -preguntó ella
incrédula.

Fue su turno de encogerse. -Conviene estar
preparado.

-Bien -dijo Simi. -Esos son adecuados para tostar
malvaviscos, pero sólo pondrán enojado a Thanatos.
El fuego normal no lo lastimará. Tengo esta sustancia
pegajosa realmente gelatinosa que sale con mi fuego y eso se
inyecta en mis víctimas por eso las aniquila. ¿Lo
quieren ver?

-¡No! -dijeron al unísono.

Simi se tensó. -¿No? No me gusta esa
palabra.

-Te amamos, Simi -dijo Astrid rápidamente.
-Sólo estamos asustados de tu sustancia
pegajosa.

Astrid golpeó a Zarek en el estómago al
comenzar a corregirla acerca del cariño sobre
Simi.

-Oh -dijo Simi, -eso lo entiendo. Ok, pueden
vivir.

Después de asegurarse que realmente no
había comida allí, Simi se sentó enojada en
el piso. Ella canturreó para sí misma mientras
giraba en espiral una hebra de pelo alrededor de su dedo
pequeño. -¿Entonces, tienes
QVC[30]

-Me temo que no, querida. -dijo Astrid.

-¿Tienes SoapNet[31]

Zarek negó con la cabeza.

-¿No tienes ningún canal -continuó
Simi en una voz que sonaba como la de un niño
petulante.

-Lo siento.

-¿Estás bromeando? -Simi descansó
su barbilla en su mano y lo contempló. -Ustedes son
personas aburridas. Un demonio necesita su cable. Akri
me ha engañado. Él no me dijo que tendría
que estar sin cable. ¿No tienes ni siquiera uno de esos
televisores pequeñitos que usan
baterías?

Ante ese comentario, él separó a Astrid de
Simi.

-No surtirá efecto -murmuró
ella.

-¿Qué?

-Apartarme así para que no oiga. Ella oye
todo.

Él se detuvo. -Bien, entonces, ella está a
punto de escuchar una queja.

Zarek se quedó parado allí mirando a
Astrid. Memorizando cada línea de su cara, cada curva de
su cuerpo.

Él no sabía qué hacer para
protegerla. Jess no podía venir a buscarla a la luz del
día y él no confiaba en los Escuderos para que la
protegieran, tampoco.

Sin mencionar que la idea de hacerles conocer su
escondite mientras estaban afuera para matarlo ellos mismos, no
parecía un movimiento brillante, tampoco.

No había nadie en quien confiar y la única
forma que él conocía para proteger a Astrid era
hacer salir a Thanatos y terminar esto.

Esta noche, él encontraría a Thanatos y
uno de ellos moriría.

Era algo que él no quería decirle a
Astrid. Ella no lo dejaría ir si lo
sabía.

-Mira, necesitaremos comida esta noche. Voy a dejarte
con Simi aquí, donde están a salvo y yo
saldré a buscar alimentos.

-¿Por qué no envías a Simi? Ninguna
cosa la puede lastimar.

Zarek deslizó su mirada sobre el demonio, quien
jugaba al pequeño cerdito con sus dedos del pie
desnudo.

-Sí, pero no creo que debería dejarla
salir sola, ¿no lo crees?

Astrid vaciló. -Puedes estar en lo
correcto.

Zarek se hundió en el piso y la haló hacia
abajo con él. Él comprobó su reloj de
pulsera para ver que estaba a menos de dos horas para la puesta
de sol.

Menos de dos horas para estar con la mujer que
había llegado a significar tanto para
él.

Acostados, él cerró los ojos mientras ella
apoyaba la cabeza en su pecho y trazaba círculos sobre
él.

-Dime algo bueno, Princesa. Dime lo que harás
cuando esto haya terminado.

Astrid dejó de mover su mano en círculos
mientras pensaba en eso. Lo que ella quería era quedarse
con Zarek. ¿Pero cómo?

Artemisa tendría que dejarlo ir y ella
conocía al dedillo a su prima, lo suficiente como para
saber que Artemisa no compartía sus juguetes.

-Te voy a extrañar, Príncipe
Encantado.

Ella lo sintió tensarse ante esas palabras.
-¿Lo harás realmente?

-Sí, lo haré. ¿Qué hay sobre
ti?

-Voy a sobrevivir. Siempre lo hago.

Sí, él lo hacia. En formas que la
asombraban.

Astrid trazó la línea de su
mandíbula. -Deberías estar descansando.

-No quiero descansar. Solo quiero sentirte por un poco
más de tiempo.

Ella sonrió ante eso.

-¿Ustedes dos van a besarse? -preguntó
Simi. -Tal vez debería ir arriba o algo.

Astrid se rió. -Está bien, Simi. No nos
besaremos delante de ti.

-¿Duerme ella? -preguntó Zarek.

-No sé. ¿Simi, duermes?

-Sí, lo hago. Tengo una cama preciosa,
también. Tiene dragones tallados y un antiguo y gran dosel
coloreado en marfil en la parte superior. Akri hizo que
lo hicieran especialmente para mí hace mucho tiempo y
tiene un bailarín que baila con el viento en el cabezal.
Cuando era un demonio recién nacido, akri lo
hacia bailar después que me metía en mi cama y yo
solía observarlo hasta que me dormía. Algunas veces
él me cantaba arrullos, también. Akri es
un buen papá. Él cuida muy bien de su
Simi.

-¿Qué hay acerca de ti, Princesa?
-preguntó Zarek. -¿Tu mamá te arropaba
cuando eras una niña?

-Todas las noches, a menos que ella estuviera juzgando a
alguien, entonces mi hermana Atty lo hacía.

Astrid no preguntó a Zarek si alguien lo arropaba
a él. Ella ya sabía la respuesta a eso.

Nadie.

Ella se acurrucó más cerca de
él.

Zarek se quedó con la mirada fija arriba en la
parte superior del túnel. Era gracioso; hacia más
de cincuenta años, él había cavado esta
parte del túnel sin saber que algún día
yacería acostado con su amante a su lado.

Astrid.

Él no tenía ningún derecho a estar
con ella. Ningún derecho a tocarla.

Ella estaba tan cerca del cielo que lo que un hombre
como él alguna vez pudiera estar.

Y aún así él no quería
dejarla ir. No ahora.

Ni nunca.

Ella era la única persona en toda su historia por
la que moriría.

Sin duda esta noche lo haría.

Capítulo 14

Thanatos estaba acostado en una caliente, confortable
cama en la casa del guerrero Spathi. El Spathi, al igual que los
miembros de la familia del Spathi (todos Daimons y Apolitas),
estaban dormidos en sus dormitorios, en espera de la puesta del
sol cuando sería seguro salir.

Después de haber perdido el rastro de Zarek
anoche, Thanatos había buscado hasta que el excesivo
cansancio lo alcanzó.

Los Daimons lo habían traído de vuelta
aquí para descansar, y aunque él todavía
estaba cansado, no podía seguir durmiendo. No mientras sus
pesadillas lo atormentaran.

Él podía sentir la llamada de los
Oráculos tratando de convocarlo a regresar a su jaula en
Tartarus.

Él se rehusaba a hacerlo.

Por novecientos años él había
estado esperando esto. Esperando su venganza.

El día que Artemisa lo había creado, ella
le había prometido que él podría matar a
Zarek de Moesia. Entonces por alguna razón, ella
había cambiado su acuerdo.

Nada había salido de la forma que ella
había dicho.

En lugar de vivir en riqueza y comodidad, él
había estado recluido en una celda, había sido
olvidado y dejado solo.

-Nadie, nunca, puede saber que estás vivo -le
había dicho ella. -Al menos no hasta que te
necesite.

Y así es que él había esperado.
Año tras año, siglo tras siglo, gritando a la diosa
para que lo dejara salir o lo matase.

Ella nunca había contestado.

Y él se había dado cuenta que había
algo peor que la corta vida que aterrorizaba a sus parientes
Apolitas.

La inmortalidad en un hueco oscuro era, por lejos,
peor.

Él no regresaría. Nadie lo
enjaularía otra vez. Él tiraría abajo todo
el Olimpo primero.

Artemisa había estado tan asustada de que sus
Cazadores Oscuros se volvieran locos que ella no había
pensado más allá. No había nadie que lo
pudiera detener.

Algo titiló a través de su mente. Un
fragmento de un recuerdo.

Se veía a sí mismo como un…
Apolita… veía…

La imagen se convirtió en Zarek matando a su
esposa.

Thanatos rugió de cólera.

No, aniquilar a Zarek era demasiado
fácil.

Él quería que el hombre sufriera de la
misma forma que él.

Sufrir.

Dolor…

Por primera vez en novecientos años, él
sonrió. Sí. Zarek había protegido a una
mujer anoche. Él la había acunado contra él
en la maquina de nieve.

Su mujer.

Thanatos se paró y se pasó el abrigo por
los brazos. Si bien él estaba exhausto, no trataría
de dormir más. Se vistió rápida,
silenciosamente.

Él encontraría al Dark Hunter.
Encontraría a su mujer.

Ella moriría, pero Zarek… él
viviría. Igual que Thanatos tuvo que hacerlo. En dolor
eterno, sufriendo por su amor perdido.

Zarek se detuvo al recorrer con la mirada a Astrid,
quien se había quedado dormida mientras habían
estado hablando.

Hablando.

Él nunca se imaginó realmente hacer eso
con alguien. Pero por otra parte, él había hecho un
montón de cosas con ella que nunca se le había
ocurrido experimentar.

Inclusive dormida ella se veía cansada. Sus
dulces ojos tenían círculos debajo de
ellos.

Él colocó un beso en sus labios, y se
movió para no molestarla.

El demonio yacía en el piso donde ella
había estado sentada. Ella también estaba dormida
profundamente. Un brazo estaba doblado bajo su cabeza mientras
que la otra mano descansaba bajo su barbilla. Ella le recordaba a
una niña pequeña. No era extraño que a Ash
le gustara.

Él volvió a mirar a Astrid. Su
fuerza.

Su debilidad.

Simi era la de Ash.

Y él era responsable de las dos.

Sintiendo el peso completo de esa carga, Zarek
agarró una manta adicional y cubrió al
demonio.

Ella sonrió en su sueño y dijo muy
suavemente -Gracias, akri.

Zarek miró anhelosamente su abrigo, el cual
estaba todavía debajo de Astrid.

Él llevó otra manta y la cubrió,
también. Metiendo la mano en el bolsillo, sacó los
pequeños artículos que él había
tomado cuando se había aventurado en su cabaña unos
pocos minutos antes, para obtener comida para Simi.

Los colocó al lado de Astrid y colocó su
mano encima de ellos a fin de que ella "pudiera ver" lo que eran
cuando se despertara.

Dejo su mano unos minutos sobre la cara de
ella.

-Te extrañaré -susurró él,
seguro de que incluso después de que él se
convirtiese en una Shade ella lo atormentaría.

Después de todo, él la necesitaba
más a ella que lo que necesitaba comida o aire.

Ella era su vida.

Inspirando profundamente, pasó sus dedos por el
pelo de Astrid, dejando que lo calentara. Él la
imaginó fogosa y suave entre sus brazos. La forma que ella
se veía cuándo se corría por
él.

La forma que su voz sonaba cuando ella decía su
nombre.

Sí, él definitivamente la
extrañaría.

Era por lo que él definitivamente la tenía
que mantener segura.

Forzándose a alejarse de la comodidad que ella le
ofrecía, dejó a las dos mujeres.

Él fue hacia el final del túnel que daba
al bosque.

Armado con la mayor cantidad de municiones que
podía llevar, abrió la puerta trampa, tembló
cuando el aire frío se cayó sobre él, y se
alejó para encontrar a Thanatos.

Astrid se despertó sobresaltada cuando un sonido
extraño invadió su sueño.

-Me gusta este Zarek. ¡Es una persona de
calidad!

Ella parpadeó al reconocer la voz de Simi. Astrid
comenzó a moverse hasta que sintió algo debajo de
su mano.

Algunas de las figuras de Zarek estaban ahí, y al
pasar la yema de los dedos, se dio cuenta lo que eran.

Cada una era un personaje de El Principito.
Había seis de ellos en total: el Principito mismo, la
oveja, el elefante, la rosa, el zorro, y la serpiente.

Eran piezas exquisitas que habían recibido
inclusive más atención que las otras que ella
"había visto".

-Él incluso me dio un abrelatas así no
tengo que usar mis colmillos. Me gusta eso. El metal es duro en
los dientes -. Simi se relamió los labios. -Hay helado de
cerdo y frijoles. ¡De rechupete! Mi favorito.

-¿Simi? -dijo Astrid, poniéndose derecha
-¿dónde esta Zarek?

-No lo sé. Me desperté hace unos pocos
minutos y encontré esta sabrosa comida que él
dejó para mí.

-¿Zarek? -llamó Astrid.

Él no contestó.

Por supuesto, eso era típico de
él.

-¿Simi, está él en la
cabaña?

-No sé.

-¿Podrías fijarte?

-¡Zarek! -gritó Simi.

-Simi, yo pude haber hecho eso.

El demonio dio un pesado suspiro irritado. -De acuerdo,
pero no dejes derretirse mis frijoles -. Ella hizo una pausa,
luego agregó, –Akri dijo que te protegiera,
Astrid, no que me mandaras a hacer cosas. Zarek es un Cazador
Oscuro grande y él puede pasear por solo.

Astrid sintió al demonio desvanecerse.

Después de algunos minutos ella regresó.
-Nop, él no esta allí tampoco.

El corazón de Astrid martillaba.

Tal vez él sólo había ido por
más comida.

-¿Dejó una nota, Simi?

-Nop.

Zarek abrió de una patada la puerta de la primera
casa Apolita que él alcanzó. La pequeña
comunidad Apolita había estado aquí por varias
décadas en las afueras de Fairbanks, pero él la
había dejado sola.

El código de los Dark-Hunter prohibía a
cualquier Hunter dañar a un Apolita hasta que se
convirtiera en Daimon y se alimentara de los humanos. Siempre que
se mantuvieran aparte, no dañaran a los humanos y vivieran
sus vidas hasta que murieran a los veintisiete, tenían la
misma protección que cualquier ser humano.

Era por lo que, al menos según Simi, Zarek
había sido desterrado. Para Artemisa y los dioses, matar a
un Apolita era un delito tan serio como matar a un
humano.

Pero en este momento, Zarek gustosamente rompería
esa ley y cualquier otra para preservar la seguridad de
Astrid.

Tan pronto como la puerta se estrelló, las
ocupantes femeninas de la casa gritaron y corrieron a esconderse
mientras que los hombres se le abalanzaron.

Zarek usó su telequinesia para sujetarlos contra
las paredes.

-Ni siquiera lo intenten -él les
gruñó. -No estoy de humor para tratar con ustedes.
Estoy aquí por Thanatos.

-Él no esta aquí -dijo uno de los
hombres.

-Me lo figuraba. Pero por otra parte, me imagino que le
puedes dirigir la palabra. ¿Puedes?

-No.

-Él va a matarnos -la voz de un niño
gritó desde la parte trasera de la casa.

El miedo en el tono del niño lo calmó,
pero sólo un poco.

Zarek soltó a los Apolitas que había
inmovilizado. -Dile a Thanatos que si él me quiere, lo
estaré esperando en las afueras del pueblo en Bear"s
Hollow. Si él no está allí dentro de una
hora, entonces vuelvo aquí y terminaré con todos
los Daimons que pueda sentir.

Él se volvió y salió por la
puerta.

Zarek hizo una pausa a una corta distancia de
ellos.

Echaron el cerrojo detrás de él y
murmuraron entre ellos hasta que decidieron quién
debería ir a avisar a Thanatos.

Satisfecho por que darían su mensaje, Zarek
sonrió burlonamente y fue hacia su maquina de
nieve.

Montándose, condujo hacia el lugar de
reunión y se sentó a esperar.

Sacó el teléfono celular de Spawn y
llamó a Jess.

El cowboy contestó en el tercer llamado.
-¿Oye, esquimal, eres tu?

-Sí, soy yo. Oye, dejé a Astrid en mi
cabaña.

-¿Hiciste qué? Estas…

-Sí, estoy loco, pero están seguras donde
están. Quiero que esperes aproximadamente tres horas y
luego ve a buscarla. Eso me debería dar bastante
tiempo.

-¿Bastante tiempo para qué?

-No te preocupes por eso. Entra en mi cabaña y
dile a Astrid quien eres. Ella saldrá del escondite con
otra mujer. Sé amable con la pequeña, ella
pertenece a Ash.

-¿Qué pequeña?

-Ya verás.

-¿En tres horas? -repitió Jess.

-Sí.

Jess hizo una pausa por breves segundos.
-¿Qué hay de ti, Esquimal?

-¿Qué pasa conmigo?

-¿No estás haciendo algo estúpido,
no?

-No. Estoy haciendo algo inteligente -. Zarek
colgó el teléfono.

Lanzó el teléfono en su mochila y
sacó sus cigarrillos y su encendedor. Encendió un
cigarrillo mientras esperaba y se sentó en el
frígido frío, añorando su abrigo.

Pero al pensar en el abrigo, sus pensamientos se
dirigieron a Astrid y él se calentó
considerablemente.

Cómo deseaba haber podido hacerle el amor una vez
más.

Sentir su piel en la de él. Su respiración
en su cara. Sus manos recorriendo su cuerpo.

Él nunca había conocido algo o alguien
como ella, pero claro, ella era una ninfa después de todo.
Totalmente diferente a cualquier otro en todo el
universo.

Él todavía no podía creer en la
forma que se sentía acerca de ella.

Cómo había sido capaz para serenar el
dolor en él que había creído que nunca
cesaría.

Extraño era cómo alejó sus
pensamientos del pasado. De todo.

No era extraño que Talon hubiese estado dispuesto
a morir por Sunshine.

Ahora eso tenía completo sentido para
él.

Pero Zarek no quería morir por Astrid.
Quería vivir por ella. Él quería pasar el
resto de su inmortalidad a su lado.

Él no podía.

Contemplando las montañas a su alrededor,
pensó en el Olimpo. El hogar de Astrid.

Los mortales no podían vivir allí y los
dioses no vivían en la tierra.

No había esperanzas para ellos.

Y él era lo suficientemente pragmático
para saberlo. No tenía ningún lado soñador
para creer por un minuto que algo pudiera unirlos. Cualquier
optimismo que alguna vez él hubiera sentido le
había sido sacado a patadas antes de que tuviera edad
suficiente para afeitarse.

Aún así, no podía detener la parte
de él que estaba sufriendo por la pérdida. La parte
de él que gritaba desde lo profundo de su alma por que
Astrid se quedara con él.

-Maldición, Destinos. Malditas todas
ustedes.

Pero claro, ellas lo estaban. Desde hacía mucho,
mucho tiempo.

Él oyó el motor de una maquina de nieve
acercándose.

Zarek no se movió hasta que se acercó y se
detuvo. Él estaba lateralmente sentado sobre su asiento
con sus piernas estiradas frente a él, sus tobillos
cruzados. Sus brazos cruzados sobre su pecho, esperó
pacientemente a que el conductor desmontase.

Thanatos se quitó el casco y lo miró como
si no pudiera creer en lo que veía. -Realmente
estás aquí.

Zarek inclinó su cabeza y le ofreció a la
criatura una sonrisa afectada, fría, siniestra. -El pelo
del perro[32]niño. Tarde o temprano, todos
bailamos con el diablo. Esta noche, es tu turno.

Thanatos entrecerró sus ojos. -Eres un bastardo
arrogante.

Zarek dejó caer su cigarrillo al suelo y lo
aplastó con el talón de la bota. Se rió
amargamente mientras se apartaba de su maquina de
nieve.

-No, no un bastardo arrogante. No soy nada más
que un pedazo de mierda que tocó una estrella -. Él
jaló ambas Glocks fuera de las pistoleras en sus hombros.
-Ahora soy el hijo de puta que va a sacarte de tu
sufrimiento.

Zarek comenzó a disparar.

Él no esperaba que funcionara y estuvo en lo
correcto.

Sirvió nada más para que Thanatos se
moviera torpemente hacia atrás. E hizo que Zarek se
sintiera un poco mejor.

Él tiró los cargadores en la nieve,
volvió a recargar y disparó otra vez.

Thanatos se rió. -No me puedes matar con una
pistola.

-Lo sé, pero es divertido como el infierno tan
solo dispararte -. Y con algo de suerte, podría debilitar
lo suficientemente a Thanatos hasta el punto donde Zarek pudiera
tener alguna oportunidad de matarlo.

Era todo lo que él tenía.

Cuando hubo gastado su última ronda, lanzó
sus armas contra Thanatos y seguidas por dos granadas.

Nada de eso funcionó.

Apenas hizo que Thanatos hiciera una pausa.

Gruñendo, Zarek se le abalanzó.

Se cayeron al suelo peleando. Zarek pateó y
golpeó con todo lo que tenía.

Thanatos estaba sangrando mucho, pero también
él.

-No me puedes matar, Dark Hunter.

-Si sangras, puedes morir.

Thanatos negó con la cabeza. -Eso es sólo
un mito que los humanos se dicen para sentirse mejor.

Zarek lo pateó en respuesta y desenfundó
su espada retráctil. Presionó el botón en la
empuñadura, extendiéndola a su largo total de un
metro y medio. -Los Cazadores Oscuros son un mito también,
pero si cortas nuestras cabezas, morimos. ¿Qué hay
acerca de ti? ¿Puedo cortar tu cabeza?

Él vio el pánico oscilar en los ojos del
Daimon.

-No creía que sí -Zarek arqueó el
aspa hacia arriba.

Thanatos se agachó rápidamente y
giró en espiral, alejándose de él.
Sacó una gran daga ornamental de su
cinturón.

Las habilidades con la espada de Zarek estaban un poco
olvidadas, pero mientras pelearon, su memoria regresó a
él.

Oh, bravo, él recordaba bien cómo ensartar
cosas.

Él cortó a Thanatos en el pecho. El Daimon
siseó y trastabilló hacia atrás.

-Te ves asustado, Thanatos.

Él curvó sus labios. -No temo a ninguna
cosa, mucho menos a ti.

Thanatos lo atacó antes de que pudiera dar marcha
atrás. Atrapó el brazo de la espada de Zarek y lo
retorció. Zarek siseó mientras el dolor lo
atravesaba.

Pero eso no fue nada comparado con la puñalada
que Thanatos le dio a su brazo izquierdo.

Él maldijo.

Con su brazo entumecido, Zarek no podía agarrar
la espada.

Thanatos lo tiró al piso.

Él puso su rodilla en la columna vertebral de
Zarek y jaló de su pelo hasta que su cuello estuvo al
descubierto.

Zarek trató de derribarlo, pero no hubo ninguna
cosa que él pudiera hacer excepto esperar que Thanatos
cortara su cabeza completamente.

La hoja de la daga cortó su cuello.

Zarek aguantó la respiración, asustado de
moverse por miedo a ayudar a la hoja a cortar su
garganta.

En el momento que la hoja hacía un corte en su
cuello, una carga explosiva de luz llameó a través
de la nieve, golpeando a Thanatos y tirándolo de
espalda.

Zarek cayó boca abajo en la nieve.

-No, no, no -dijo Simi mientras aparecía en forma
humana al lado de Zarek. –Akri dijo que no puedes matar
a Zarek. Thanatos malo.

Con su cuerpo doliendo más allá de lo
posible, Zarek rodó sobre su espalda mientras Thanatos se
ponía de pie.

-¿Que diablos eres tú? -preguntó
Thanatos.

-Nunca lo imaginarías -dijo ella,
arrodillándose al lado de Zarek. Tocó el corte en
su frente y miró su cuello y brazo sangrante. -Oh, no,
estas mal herido, Dark Hunter. Simi esta muy apenada. Pensamos
que regresarías pero entonces Astrid se preocupó y
me hizo venir a buscarte. No luces muy bien, sin embargo. Eras
mucho más atractivo más temprano.

Thanatos se precipitó hacia ellos.

Zarek se forzó a levantarse y la ayudó a
ella a parase. -Simi, vete antes de que te lastime.

Ella bufó como un caballo. -Él no me puede
lastimar. Nadie puede.

Thanatos atacó con la daga.

-Ves, mira -. Simi dio la vuelta y dejó a
Thanatos apuñalarla en el pecho.

Él hundió la daga hasta el cuello, luego
la sacudió con fuerza para liberarla.

Los ojos del demonio se abrieron mientras se quedaba sin
aliento por el dolor.

Al principio Zarek pensó que ella estaba jugando
hasta que se tambaleó hacia atrás. Las
lágrimas estaban en sus ojos mientras ella miraba a Zarek
angustiada, con incredulidad.

-No se supone que duela -ella lloró como una
niña pequeña. -Soy invencible. Akri lo
dijo.

Su corazón golpeaba.

La sangre goteaba de sus labios.

Zarek pateó a Thanatos hacia atrás y
recogió a Simi en sus brazos. Si bien su brazo herido
tembló por la agonía de eso, él
corrió con Simi hacia su maquina de nieve.

Thanatos dio un paso hacia atrás,
esperando.

Él los miró partir y sonrió. -Eso
es, Zarek. Corre hacia tu mujer. Muéstrame donde la tienes
escondida.

Artemisa sintió la onda de choque pasar a
través de su templo como un terremoto. Algo dejó
escapar un rugido enojado, funesto.

Sus asistentes miraron hacia arriba, sus caras estaban
blancas.

Artemisa se sentó en su trono. Si ella no lo
supiese mejor, entonces pensaría…

La puerta de su cámara privada se
desintegró. Los pedazos de ésta volaron por el
cuarto como si fueran propulsados por un violento
tornado.

Sus mujeres gritaron y corrieron en busca de la puerta
que las llevaría afuera, buscando resguardarse de la
inesperada vorágine. Artemisa quiso correr,
también, pero su miedo la mantuvo
inmóvil.

Era extremadamente raro que ella viese este lado de
Acheron.

Ella estaba demasiada aterrorizada de él para
alguna vez empujarlo hasta este punto.

Él flotó por su dormitorio con su pelo
negro batiéndose alrededor de él. Sus ojos eran
rojos como la sangre, formaban remolinos como fuego mientras sus
poderes antinaturales surgían. Sus colmillos estaban
demasiados crecidos y grandes.

Él era la cosa que ella más temía
en el universo. En esta condición, él la
podía matar con nada más que su
pensamiento.

Ella se aterrorizó. Si no lo calmaba, entonces
los otros dioses sentirían su presencia y sería un
infierno a pagar por todos.

Sobre todo ella.

Ella usó sus poderes para disimularlo, esperando
disfrazar sus habilidades como si fueran suyas. Con algo de
suerte, los otros dioses asumirían que ella estaba
teniendo una rabieta.

-¿Acheron?

Él la maldijo en Atlante y la mantuvo apartada
con una pared invisible. Ella sintió su agonía.
Él estaba atormentando de dolor, pero ella no sabía
por qué.

Todo en su templo giraba en el torbellino de sus poderes
y su furia. Lo único todavía en el piso eran ellos
dos.

-¿Artemisa? Tengo un
problema.

Ella se sobresaltó al oír la voz de Astrid
en su cabeza. -No Ahora, Astrid. Tengo una situación
aquí.

-¿Déjame adivinar, Acheron está
enojado?

-Estoy más allá de la cólera,
Astrid -. Su voz era baja, profunda, y sonaba malvada. La mirada
fija, sangrienta de Acheron estacó a Artemisa.
-¿Cómo es que Simi está herida?

El miedo de Artemisa se triplico. -¿El demonio
esta herido?

-Simi se está muriendo -dijeron Astrid y Acheron
simultáneamente.

Artemisa se cubrió la boca. Ella se sintió
repentinamente enferma. Descompuesta. Horrorizada y asustada
más allá de lo creíble.

Si cualquier cosa le ocurría a su
demonio…

Él la mataría.

Acheron usó sus poderes para jalarle hacia
él. -¿De dónde obtuvo Thanatos una de mis
dagas, Artemisa?

Un pequeño temblor de culpabilidad la
traspasó con esa pregunta. Cuando ella había creado
al primer Thanatos siete mil años atrás, le
había concedido armas para matar violentamente a los
Cazadores Oscuros. En ese momento ella había pensado que
era justicia divina que él usara una de las dagas Atlantes
de Acheron para matarlos.

Tan pronto como Acheron se había percatado que
una daga faltaba, él había juntado todas sus armas
y las había destruido.

Ahora ella entendía por qué.

Él lo había hecho para proteger a su
demonio.

-No sabía que tu daga la
lastimaría.

-Demonios, Artemisa. Has tomado todo de mí.
¡Todo!

Ella sintió su dolor, su pesar. Ella lo
odió por eso. Si ella se muriese mañana, a
él no le importaría en absoluto.

Pero por el demonio, él lloraba.

¿Por qué no la amaría y la
protegería así?

-Iré a buscarla por ti, Acheron.

Acheron la detuvo antes que se alejara de su lado. -No
hagas nada, Artemisa. Te conozco. No debes ayudar o tratar de
aliviarla de ninguna forma. Solo la recoges y la traes de vuelta
directamente aquí, a mí. Júralo en el
Río Styx[33]

-Lo juro.

Él la soltó.

Artemisa brilló tenuemente y apareció
donde Astrid, Simi, y Zarek se escondían bajo tierra. El
demonio yacía en el piso con Zarek y Astrid arrodillados
al lado de ella.

-¡Quiero a akri! –sollozó Simi.
Ella estaba gritando y llorando histéricamente.

-Shh -dijo Zarek, apaciguándola. Él
sostenía un torniquete sobre la herida. Ambos, el
torniquete y su mano estaban cubiertos en sangre. -Tienes que
calmarte, Simi. Lo estas empeorando.

-¡Quiero a mi papá! Llévame a casa,
Astrid. Necesito ir a casa ahora.

-No puedo, Simi. Ese poder me es quitado hasta que le
doy un veredicto a mi madre.

-Quiero a akri –gimió ella otra vez. -No
quiero morir sin él. Estoy asustada. Por favor, por favor
llévame a casa. Solo quiero a mi papá.

Zarek miró hacia arriba mientras una sombra
caía sobre ellos.

Era una cara que él no había visto desde
el día en que se había convertido en un Dark
Hunter.

Artemisa.

Su pelo castaño rojizo, rizado alrededor de su
delgado, bello cuerpo. Ella vestía un largo vestido blanco
y sus ojos verdes brillaron ominosamente en la escasa luz del
túnel.

Él contuvo la respiración, medio esperando
que ella los matase. Ningún Cazador Oscuro tenía
permitido estar en presencia de un dios.

Simi la vio a ella y dejó escapar un chillido
terrible. -¡Ella no! ¡La diosa vaca va a
matarme!

-Cállate -gruñó Artemisa enojada.
-Créeme, me gustaría verte muerta pero si tú
mueres, nunca oiría el final de la historia.

Artemisa la recogió a pesar de su
forcejeo.

Ella miró a Astrid y a Zarek. -¿Ya lo has
juzgado?

Antes de que Astrid pudiera contestar, la puerta
detrás de ellos se abrió de golpe.

Zarek maldijo al ver a Thanatos acercándose a
través de ésta.

Él giró para pedirle a Artemisa que se
llevara a Astrid con Simi, pero ella ya se había
desvanecido.

Él, sólo, tendría que
protegerla.

¡Maldita Artemisa por esto!

-¡Corre! -le gritó a Astrid. Él la
impulsó hacia la puerta que daba a su
cabaña.

-¿Qué está ocurriendo?

-¡Thanatos está aquí así es
que a menos que tengas algún poder de diosa que lo pueda
matar, debes correr!

-¿Dónde esta Artemisa?

-Ella se evaporó.

Astrid le lanzó una mirada muy indignada, luego
hizo lo que él dijo.

Mientras Zarek la ayudaba a subir, Thanatos los
alcanzó.

Zarek lo pateó.

-No vas a escapar de mí, Dark Hunter. Pero por
otro lado, no es realmente a ti a quien persigo.

Su sangre se congeló ante esas palabras, Zarek
miró hacia abajo para ver que la mirada de Thanatos estaba
fija en Astrid.

Thanatos se relamió los labios. -La venganza es
un plato que es mejor servirlo frío.

Una vez que Astrid estuvo fuera del sótano, Zarek
se dejó caer por la escalera y comenzó a golpear
con los puños a Thanatos. -Estamos en Alaska,
imbécil. Aquí todo es frío.

Zarek lo golpeó ruidosamente contra la pared,
luego se precipitó hacia la puerta.

Una vez que estuvo en la cabaña, cerró y
aseguró la puerta. Zarek deslizó la estufa a
leña sobre ella, luego estiró la mano para sacar al
visón y a sus crías. La madre lo mordió,
pero él no se sobresaltó.

Tan suavemente como pudo, los metió en su mochila
y se apresuró a salir de la cabaña.

Astrid estaba justo al otro lado de la
puerta.

-¿Zarek, eres tu?

Él la besó.

-Es mejor que seas tú.

Él bufó ante eso.

Sin tiempo que perder, corrió hacia la maquina de
nieve de Thanatos y rompió una manguera. Él condujo
a Astrid hacia su vehículo. -Tienes que salir de
aquí, Princesa. Mis poderes no lo pueden contener por
mucho más.

-No puedo ver para manejar esta cosa.

Zarek clavó los ojos en ella, memorizando su
cara. Memorizando como lucía ella bajo la luz de la luna
que atravesaba las nubes.

Ella era bella, su estrella.

Como ninguna en todo el universo.

Él oyó a Thanatos
liberándose.

Luego él hizo algo que nunca antes había
hecho. Era un poder que Ash le había enseñado
siglos atrás, pero para el que nunca había tenido
un uso.

Esta noche lo tenía.

La besó apasionadamente.

Astrid sintió el calor de los labios de Zarek.
Mientras su lengua bailaba con la de ella, sus ojos comenzaron a
arder.

Ella se apartó de él, siseando,
sólo para darse cuenta de que ella podía ver todo
alrededor de ella.

Su corazón se detuvo.

Zarek estaba parado delante de ella, sus ojos eran de un
azul pálido, tan pálido como los de ella cuando
perdía su visión. Sus labios estaban hinchados y
amoratados, uno de sus ojos estaba negro y azul.

La sangre seca formaba una costra sobre su nariz y
oreja. Sus ropas estaban también rotas y
ensangrentadas.

Él tenía roto los huesos y nunca le
había dicho ni una palabra acerca de ello.

Ella se sofocó al ver la sangre que
todavía manaba del brazo, donde Thanatos lo había
apuñalado.

Él le dio su mochila, luego tanteó
nerviosamente la maquina de nieve hasta que
arrancó.

-Vete, Astrid. Fairbanks está en línea
recta por ese camino -. Él indicó una senda a
través del bosque. -No te detengas hasta que logres
llegar.

-¿Qué hay acerca de ti?

-No te preocupes por mí.

-¡Zarek! -le gritó ella. -No te
dejaré aquí para morir.

Él le ofreció a ella una sonrisa triste
mientras ahuecaba su cara entre sus manos. -Está bien,
princesa. No me importa morir por ti.

La besó suavemente en los labios.

Thanatos atravesó la puerta de la
cabaña.

-Súbete a la maquina de nieve, Zarek.
¡Ahora!

Él negó con la cabeza. -Es mejor
así, Astrid. Si estoy muerto, entonces él no
tendrá una razón para lastimarte.

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