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Auxiliar de educación (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Nuestro interés no se centra tanto en realizar un
estudio novedoso sobre el tema como de recoger todo lo referente
a esta problemática; aclarar un poco lo que se entiende
por TDAH; conocer las causas que lo originan; qué
consecuencias tiene para estos niños y qué podemos
hacer padres y profesores para ayudarles.

¿Qué es el Trastorno por
Déficit de Atención e Hiperactividad
(TDAH)?

El Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) es uno de los problemas
psiquiátricos más frecuentes en la infancia y
adolescencia. Si hiciéramos una breve incursión por
la historia reciente de este trastorno, nos tendríamos que
retrotraer hasta 1865 para encontrar las primeras aportaciones al
respecto ofrecidas por Hoffman, a quien siguió George
Still, en 1902. Still describió en Inglaterra a un grupo
de niños que presentaban síntomas de agresividad,
hiperactividad, alta emocionalidad, problemas de atención.
Desde entonces ha recibido diversas nominaciones, según
avanzaba el conocimiento de este trastorno. Entre las más
conocidas se encuentran las del tipo de Disfunción (o
daño) Cerebral Mínimo, trastorno
postencefálico de la conducta, Síndrome
Hipercinético (1950). A principios de los sesenta se dio
un paso importante y pasó a denominarse como
Síndrome del Niño Hiperactivo, detectándose
años más tarde todo lo relacionado con el
déficit de Atención. En el DSM-III (1980) se cambia
el nombre de Reacción Hipercinética de la Infancia
a Trastorno por Déficit de Atención con subgrupos
según si va con o sin Hiperactividad, haciendo
hincapié más en la inatención y la
impulsividad. Este trastorno pasaría a llamarse
definitivamente TDAH a partir del DSM-IV (1994), basado en la
Asociación Americana de Psiquiatría
(APA).

El TDAH, según la definición oficial
aceptada por todos, es un Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad que se manifiesta en los
niños y adolescentes de una manera temporal, aunque en la
mayoría de las ocasiones crónica, en
relación al medio social en el que éstos se
desenvuelven. Se trata, según E. Manuel García
Pérez y Ángela Magaz Lago de una
"Inadaptación o desajuste al medio social, a causa de
la interacción de una característica
congénita, denominada Déficit de Atención
Sostenida e Hiperactividad, con los sistemas de valores,
actitudes y hábitos de comportamiento de los restantes
miembros de la familia, escuela o sociedad en
general
".

En la actualidad este trastorno se puede controlar si se
trata de una manera adecuada, ya que según los expertos al
conocer que "los comportamientos nocivos asociados al TDAH
tienen una causa biológica, mejora sustancialmente la
situación personal, familiar y escolar del
afectado
".

Este trastorno, que se da en cualquier parte del mundo,
suele aparecer en edades muy tempranas, generalmente, antes de
los siete años y afecta a una población estimada
entre el 3 y el 11 por ciento, según autores,
dándose con mayor frecuencia entre los niños que
entre las niñas, en torno a un 9 y un 3 por ciento,
respectivamente. Si no se diagnostica y se trata a tiempo, los
síntomas persisten en edad adulta en más del 60 por
ciento de los casos. El resultado de esta falta de
atención o impulsividad así como su exceso de
actividad es una mayor dificultad en su interacción social
y rendimiento escolar.

Ahora bien, no se trata de una enfermedad, según
la expresión habitual que se le da a este término
"o al menos no están más enfermos que los
deficientes visuales o los de inteligencia inferior a la media de
la población
", por poner un ejemplo. Sencillamente,
son personas diferentes de las demás en una
característica determinada, no observable de manera
directa: su capacidad atencional, lo que dificulta en algunos
casos su adaptación" según se recogió en las
Conclusiones dictadas tras la celebración de la Jornada
Internacional sobre el TDAH, celebrado en Buenos Aires en agosto
de 2003.

¿Cómo se
manifiesta?

Las manifestaciones o características más
habituales de este trastorno se relacionan con los siguientes
comportamientos:

  • Actividad motriz superior a lo normal en otros
    niños de su edad, manifestada en un continuo
    movimiento que le lleva, entre otras muchas situaciones, a
    levantarse de su asiento a charlar con sus compañeros;
    a hacer ruido, lo que provoca una interrupción
    constante del profesor y molesta a los demás
    niños de la clase que siguen las explicaciones de
    éste.

  • Escasa capacidad de atención sostenida
    durante un largo período de tiempo. No parece escuchar
    cuando se le habla de forma directa, se distrae con
    facilidad. En muchas ocasiones se muestra aburrido y sin un
    estímulo claro, lo que le afecta también en su
    relación con sus compañeros (suele ser
    frecuente que en los juegos sea rechazado por éstos).
    Sin embargo, puede aprender a mantener distracciones muy
    cortas, para volver después al centro de
    atención.

  • Bajo rendimiento escolar, que se manifiesta en una
    mala memoria secuencial, en problemas de aprendizaje, en un
    déficit en las actividades psicomotrices, en
    dificultades para realizar sencillas operaciones
    aritméticas, en una lectura pobre, en una memoria
    escasa, etc. En los primeros cursos, el niño con TDAH
    suelen presentar dificultades con el dominio de la
    lecto-escritura.

  • Poca persistencia en la ejecución de tareas.
    Es muy variable, hasta el punto que lo que hace bien un
    día, lo puede hacer fatal al día
    siguiente.

  • Dificultad de concentración. Estos
    niños se distraen muy fácilmente, lo que les
    lleva a dedicar más tiempo de lo normal a la
    ejecución de las tareas escolares y a obtener unos
    rendimientos más bajos que los deseables y que no se
    corresponden con el tiempo que ha estado encerrado en su
    habitación "estudiando".

  • Impulsividad, tanto cognitiva como del
    comportamiento. A veces esa impulsividad y el deseo
    incontenible de terminar las tareas lo más
    rápido posible, la impaciencia, le llevan a cometer
    errores de todo tipo, como saltarse sílabas o palabras
    cuando leen o a confundir una palabra con otra, etc. Desde el
    punto de vista del comportamiento puede ir unido a la
    desobediencia.

  • Muestra un alto grado de desorganización y
    poco cumplimiento de los horarios. No tienen muy claro el
    concepto del tiempo ni cómo emplearlo. Terminan tarde
    sus trabajos e, incluso, su vida social se resiente en otras
    ocasiones porque no ha sabido planificar este tiempo de ocio
    y estudio.

  • Emotividad, ya que reacciona frecuentemente con una
    rabieta, llanto o con otros estallidos emocionales. Esta
    situación le puede llevar a enfrentamientos directos
    con los demás o, por el contrario, a alejarse de
    aquello que no le interesa. Por regla general, aquellos
    niños que padecen este trastorno suelen mostrarse ante
    los demás como una persona con muy poca capacidad de
    autocontrol dejándose llevar en la mayoría de
    las ocasiones por sus emociones de ira, tristeza,
    alegría.

  • Baja autoestima. Es frecuente oír entre el
    profesorado quejarse cuando tiene en su clase un niño
    hiperactivo, alegando que el alumno no es capaz de alcanzar
    el nivel educativo exigido, fundamentalmente por la
    atención dispersa y su inquietud. Del mismo modo, los
    padres e incluso los propios compañeros de estos
    niños se sienten frustrados, pues no comprenden su
    comportamiento. Como resultado de todo ello se originan
    ocasiones un tanto frustrantes para estos niños, que
    se sienten rechazados por todos e incluso llegan a ser
    expulsados del centro escolar. La consecuencia más
    inmediata es que sienten una baja autoestima, que les puede
    llevar a lo largo de la adolescencia a caer en otros
    problemas. Hay que evitar a toda costa dirigirse a ellos con
    palabras que le "etiqueten" y que potencien lo negativo de su
    comportamiento.

  • Dificultad en las relaciones sociales. Es una
    consecuencia del punto anterior, ya que el niño
    reconoce que no sigue el ritmo normal de la clase y que el
    resto de sus compañeros no quieren jugar con él
    por sus continuas "travesuras". Al final se siente rechazado
    por todos.

  • En ocasiones aparece con otros trastornos
    psiquiátricos como la depresión y la ansiedad,
    producto de toda la situación que le rodea: fracaso
    escolar, dejado por los amigos, reñido por los
    padres.

Como se puede fácilmente deducir estas
manifestaciones se originan en los primeros cursos escolares, de
ahí que debamos de estar atentos ante su aparición,
para diagnosticar más rápidamente a un niño
con TDAH. No terminar las actividades encomendadas por el
profesor, levantarse de la silla constantemente, hablar sin
parar, no ser muy constante en el juego iniciado, etc., son
manifestaciones que suelen aparecer en todos estos alumnos ya
desde el período de Educación Infantil. Asimismo,
las primeras consecuencias de estos síntomas vienen
relacionadas con la interacción social y un bajo
rendimiento escolar presentando, en un alto porcentaje de casos,
problemas psiquiátricos como el trastorno reflejado en una
oposición desafiante, trastorno de conducta, así
como la aparición de la depresión y
ansiedad.

Señalar, por último, según
información recogida del profesor César Soutullo
Esperón, que no debemos confundir estos síntomas
con los de otra gran variedad de problemas médicos o
psiquiátricos relacionados con problemas de visión
o audición, con la epilepsia, secuelas de traumatismos
craneales, malnutrición, etc. Ni tampoco con los
síntomas que aparecen en algunos niños con un
cierto grado de retraso mental leve o que tienen una capacidad
mental en el límite con el retraso mental. Hay
niños que se encuentran en la escala más alta del
espectro normal de actividad o niños que tienen un
temperamento difícil, con los que tampoco debemos
confundir los síntomas de un niño con
TDAH.

Causas que pueden provocar la aparición del
TDAH

Llegado el momento de determinar cuáles son las
causas que provocan este trastorno, hay que decir
rápidamente que todavía no se han determinado las
causas precisas sobre su origen. Ahora bien, eso no quiere decir
que no se hayan analizado con todo detenimiento algunos elementos
considerados como generadores de este trastorno. En cualquiera de
las modalidades conocidas (de tipo inatento, hiperactivo –
impulsivo y mixto o combinado) son varias las causas que de una u
otra manera hacen que aparezca este trastorno en los
niños, aunque la mayor parte de ellas se deben a causas
hereditarias, de origen genético y ambiental. Entre ellas
destacamos las siguientes:

El TDAH tiene un origen congénito; es decir, el
niño que padece este trastorno nace con él, no se
adquiere después en el transcurrir de los
años.

En ocasiones aparece debido a un desarrollo fetal
anormal en algunos niños lo que produce unos "efectos
penetrantes en las regiones del cerebro que controlan la
atención y el movimiento
".

El TDAH se presenta en niños que tienen una
reducción, en torno a un 10 por ciento, del lóbulo
frontal y de los ganglios basales, tanto en tamaño como en
actividad. Hay investigadores que han comprobado que el cerebro
de los niños afectados es más pequeño, en
torno a un 3 ó 5 por ciento, lo que registra diferencias
en su actividad funcional, siendo menor en la zona frontal. Sobre
este tema, sin embargo, hay disparidad de criterios, según
quedó reflejado en los resultados surgidos tras la
celebración de las Jornadas Internacionales sobre TDAH
(Madrid, marzo de 2003), donde se dijo que no se podía
demostrar la relación causa-efecto entre el tamaño
del cerebro y padecer este "déficit" de
atención con hiperactividad.

Se relaciona con un desequilibrio químico
denominado dopamina y en menor medida con otro llamado
noreprinefrina. La dopamina se considera como el neurotransmisor
fundamental involucrado en TDAH. Se encarga de ligar en el
cerebro los ganglios basales y la corteza frontal, que al parecer
juegan un papel principal en el TDAH.

Otras causas, más relacionadas con el pasado que
con las nuevas teorías, se relacionan con las toxinas,
desórdenes ambientales, una mala dieta, por una
lesión, problemas de la glándula tiroides, altos
niveles de plomo en la sangre, estrés de la madre durante
el embarazo, etc. Estas teorías las tenemos que tener en
cuenta para algunos casos; sin embargo, no así para la
generalidad. Entre las causas ambientales, por ejemplo, se
encuentran algunas ligadas al entorno psico-social del
niño, como el ambiente que le rodea, situación
económica y familiar de los padres, etc.

Estudios recientes sobre este trastorno van más
allá y reconocen que el TDAH es también una
limitación compleja del desarrollo de las "Funciones
ejecutivas
", relacionadas con el centro de control y
administración cerebral. Esta limitación
"involucra la organización y activación para el
desempeño, la concentración, regular la agudeza
mental, el esfuerzo y la velocidad de procesamiento mental, el
manejo de las emociones, la utilización de la memoria de
trabajo y las acciones de
autorregulación
".

En definitiva, podemos decir que el TDAH es "un
trastorno biológico, basado en el cerebro y que es
provocado por un desequilibrio de algunos de los
neurotransmisores del cerebro, sustancias usadas para comunicar
señales entre las células nerviosas
". Es un
trastorno más ligado a la condición
biológica, ya sea de una manera temporal o permanente, que
afecta al individuo que lo padece dificultando o imposibilitando
su adaptación al medio.

Tipos de Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad (TDAH)

A la hora de hacer una clasificación sobre las
manifestaciones más importantes del TDAH, hemos de decir
que existen dos clasificaciones a nivel internacional que se
ocupan de recoger por categorías los distintos problemas
psicológicos. Una de ellas es la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y, la otra, la Asociación
Americana de Psiquiatría (APA). En ambas clasificaciones
se parte como punto de partida de una serie de síntomas
comunes a este trastorno como son: la hiperactividad, los
problemas de atención (considerados como prioritarios) y
la impulsividad.

En primer lugar, y tomando como modelo de esta
deficiencia la clasificación ofrecida, en 1994, por la
Asociación Americana de Psiquiatría (APA), donde
ubica al TDAH en el apartado de los trastornos por déficit
de atención y comportamiento perturbador (DSM IV, cuarta
edición del manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales) los subtipos, según el
síntoma que predomine, son tres:

  • Predominio del déficit de atención, en
    las que prevalecen las dificultades relacionadas con la
    atención y la concentración tanto en las tareas
    escolares como en los juegos. En los niños que padecen
    este tipo de trastorno se advierten algunos de los siguientes
    síntomas: dificultad para mantener la atención,
    lo que le lleva a cometer errores en el trabajo escolar y en
    los juegos; no parece escuchar cuando se le habla
    directamente, suelen estar pensando en otras cosas; es
    desorganizado en cuanto a sus tareas y actividades; olvida
    cosas necesarias del día a día, como lavarse
    los dientes, realizar los ejercicios de clase; evita aquellos
    juegos o actividades que requieren un esfuerzo mental
    sostenido por su parte; pierde cosas necesarias para la
    realización de sus tareas; se distrae
    fácilmente y es descuidado en sus quehaceres diarios;
    suele sentirse inseguro, como resultado de todo lo dicho
    anteriormente.

  • Predominio de la hiperactividad – impulsividad, en
    las que prevalece la dificultad de autocontrol. Las
    características más significativas de este tipo
    de trastorno son:

– Relacionadas con la hiperactividad: está en
continuo movimiento, sobre todo de pies, que los balancea
continuamente; dificultad para permanecer sentado, lo que le
lleva a levantarse con frecuencia del asiento; corre de manera
excesiva en situaciones que no lo requieren (cuando son
adolescentes pueden limitarse a sentimientos subjetivos de
inquietud); elude jugar a juegos relacionados con la quietud;
habla continuamente y en exceso; actúa como si dentro de
él tuviese un motor.

– Relacionadas con la impulsividad: responde sin pensar
y de forma precipitada, incluso antes de que se haya completado
la pregunta; interrumpe constantemente o responde sin esperar su
turno de palabra; los trabajos los hace tarde, no encuentra el
momento adecuado; le resulta muy difícil planificar
actividades de manera anticipada, así como determinar una
prioridad a la hora de llevar a cabo sus tareas; tiene dificultad
para entender y cumplir la reglas que les imponen; es impulsivo,
lo que le lleva a meterse en líos de los que luego se
arrepiente, etc.

La manera de manifestarse la hiperactividad en el
niño difiere bastante atendiendo a la edad de éste.
Por ejemplo:

Primer año de vida:

  • Trastornos del sueño;

  • Cólicos importantes;

  • Irritabilidad;

  • Dificultades en la
    alimentación;

  • Poca adaptabilidad a cambios de rutina
    1 a 2 años;

  • "Nunca camina, siempre
    corre";

  • Muy inquieto, salta
    constantemente;

  • Destructivo;

  • No persevera en ningún
    juego;

  • Toma un objeto tras otro;

  • Ausencia de temor;

  • Se intoxica con
    medicamentos.

Segundo año de vida:

  • Es un niño muy inquieto, que corre más
    que camina;

  • Es muy destructivo;

  • No tiene sentimiento alguno de peligro;

  • Se cansa enseguida de la actividad que esté
    realizando;

  • Coge todo lo que tiene a su alrededor.

3 a 4 años:

  • Siempre está pidiendo algo y
    parece no escuchar;

  • No puede jugar solo y cambia de
    actividad constantemente;

  • No puede jugar con otros
    niños;

  • No responde a premios ni
    castigos;

  • Es rechazado por extraños al
    hogar;

  • Es rechazado por sus
    compañeros;

  • En Jardín Infantil no acata
    normas, no sigue instrucciones.

6 a 9 años

  • Presenta problemas de conducta
    escolar;

  • Tiene dificultades en el
    aprendizaje;

  • Es impulsivo;

  • Se distraen
    fácilmente;

  • No tolera frustraciones;

  • Pobre autoestima.

  • Mixto o combinado de los dos anteriores. En este
    tipo de trastorno predominan tanto los síntomas de
    desatención como los de
    impulsividad-hiperactividad.

En la clasificación estadística
internacional de enfermedades de la OMS (la CIE-10 de 1992),
más utilizada en el ámbito europeo, el TDAH se
ubica en el apartado de Trastorno hipercinético, que lo ha
clasificado en las siguientes categorías:

  • Trastorno de la actividad y de la
    atención: subdividido en

  • Trastorno de déficit de
    atención y Síndrome dedéficit de
    atención con hiperactividad.

  • Trastorno hipercinético disocial.

  • Otros trastornos hipercinéticos.

  • Trastorno hipercinético sin
    especificación.

Según la Organización Mundial de la Salud
(OMS) en los últimos años se viene trabajando en un
trastorno al que denomina como un subtipo de tipo social,
relacionado con "la presencia de problemas de conducta en
algunos niños hiperactivos
". En este subtipo
entrarían aquellos niños que presentan problemas de
tipo psiquiátrico como el trastorno oposicional
desafiante, trastorno de conducta y, en ocasiones, también
depresión y ansiedad. Aún está en estudio la
posible relación entre algunas formas de TDAH y
enfermedades del humor como la enfermedad bipolar
(maniaco-depresiva).

Sea de una manera o de otra en el Déficit de
Atención se pueden mezclar los tres síntomas
más importantes (falta de atención, hiperactividad
o impulsividad) o aparecer dos o uno sólo de estos
síntomas. Es decir, que un niño o una persona, en
general, puede tener el TDAH y no ser hiperactivo. De ahí
la importancia que un buen diagnóstico y un trabajo
multidisciplinar (entre pediatras, sicólogos, psiquiatras,
neurólogos, etc.) tiene en su
superación.

 ¿Cómo se supera este
trastorno?

En el apartado anterior hemos visto la complejidad que
tiene este trastorno en cualquiera de sus tipologías y que
pese a todo se puede superar en un importante número de
casos, aunque su superación es una tarea ardua y
difícil. Para ello se requiere un tratamiento complejo, en
el que han de intervenir necesariamente una serie de estudios
donde se analicen tanto aspectos médicos como
psicológicos o psicopedagógicos. Y a pesar de todos
los esfuerzos realizados no siempre se supera este trastorno. Si
nos ceñimos a los porcentajes ofrecidos por los
especialistas nos encontramos que, según el
neurólogo Guillermo van Wielink, sólo una tercera
parte de los niños que padecen esta enfermedad dejan de
manifestar estos síntomas en edad adulta y el resto los
sigue manifestando con algunas condiciones asociadas, como el
alcoholismo, abuso de substancias y conducta antisocial. Eso no
debe desanimar a los padres y profesores a seguir luchando por
mejorar la situación de estos niños, ya que la
mayoría de ellos, a pesar de lo comentado siguen una vida
adulta plena de éxitos, lejos de las frías
estadísticas comentadas.

Si tuviésemos que dar unos pasos a seguir,
diríamos que el paso previo a la superación del
TDAH es conocer que tal trastorno existe en el niño, por
lo que se requiere un diagnóstico por parte de los
especialistas, quienes harán un trabajo en común,
tanto desde el punto de vista estrictamente médico, en
este caso por el psiquiatra infantil, como desde el punto de
vista psicológico o psicopedagógico, llevado a cabo
por los psicólogos clínicos o por los
psico-pedagogos de los diferentes equipos de Orientación
de los colegios, entre todos ellos determinarán el punto
en el que se encuentra este trastorno. El médico, por una
parte, pondrá a disposición de la familia todos los
recursos médicos (análisis, pruebas de todo tipo,
etc.) que, en definitiva, van a determinar de una manera clara y
concluyente que el niño no padece otro tipo de enfermedad
con las que se puede confundir. Por su parte, los
psicólogos realizarán una serie de pruebas,
también, dirigidas a determinar si el niño tiene o
no TDAH, como pueden ser: entrevistas con los padres;
evaluación del proceso cognitivo del niño;
evolución de las habilidades escolares del niño,
etc. En este proceso podrá utilizar el psicólogo
una serie de test dirigidos tanto a maestros como a profesores,
que ayuden a fijar mejor su opinión. Por último, un
aspecto muy importante a tener en cuenta será el aporte de
los padres y de los profesores, pues sin ellos
difícilmente se superaría este
trastorno.

Una vez que los especialistas han detectado que un
niño tiene TDAH, lo primero que se determina es el grado
de incidencia de este trastorno en el niño. En los casos
en los que se observe que éste es elevado los
médicos suelen recurrir a la medicación, con el fin
de que mejore su rendimiento escolar, así como a mejorar
su relación con sus compañeros y padres. En
aquellos casos que, por el contrario, los síntomas
observados son leves, el médico no suele seguir un
tratamiento a base de medicamentos. En general, los especialistas
aconsejan que el tratamiento tenga una parte de medicación
y otra de psicoterapia conductual, en la que se tenga en cuenta
la aportación que pueden llevar a cabo los padres, a
quienes previamente se les habrá asesorado sobre este
trastorno y cómo debe actuar con el niño,
así como su actuación en relación al apoyo
que puede prestar en el colegio.

Partiendo de las conclusiones emanadas de la Jornada
Internacional sobre el TDAH, que se celebró en Buenos
Aires en el año 2003, destacamos las siguientes
consideraciones tendentes a mejorar algunos de los
síntomas relacionados con este trastorno:

Los fármacos: ayudan a los niños a
mantener la atención, tanto en tareas intelectuales como
motrices. Sus efectos palian el trastorno, pero no lo cura. La
medicación no crea adicción, desde el punto de
vista fisiológico.

El entrenamiento:

– En habilidades de focalización y mantenimiento
de la atención favorece la adquisición de destrezas
cognitivas e instrumentales de regulación de la
atención.

– En habilidades de solución de problemas
favorece la adquisición de destrezas cognitivas de
regulación de comportamiento.

– En habilidades de competencia social favorece la
adaptación con iguales, padres y otras figuras de
autoridad.

– Asertivo constituye un método muy eficaz pare
recuperar la autoestima de los niños.

– Consideran que los padres y profesores con
niños con TDAH necesitan asesoramiento.

Por último, añadir que algunos expertos en
el estudio de este trastorno aconsejan la realización de
una serie de ejercicios que puedan ayudar a que el niño se
autocontrole y a que tenga una conducta más adecuada en
todos los órdenes de la vida. Siguiendo al profesor Robert
Vallet (1980) destacamos entre los ejercicios que propone, los
siguientes: relajación corporal; escuchar música;
masaje; respirar lentamente; árbol balanceado por el
viento; comer despacio; la mecedora; con un libro en la cabeza
mantener el equilibrio inmóvil ante el espejo o apoyado
sobre el estómago; meditación; equilibrio
estático.

¿Qué hacer desde la
escuela?

La dificultad que supone enseñar a un niño
con TDAH no lleva implícito un abandono de las tareas
escolares, por lo que debemos de estar muy atentos a todas las
situaciones que nos pueden aportar algún beneficio a estos
alumnos, sobre todo, las que provengan de padres y profesores, ya
que según los expertos en este déficit se puede
enseñar al 50 por ciento de estos alumnos dentro de una
clase normal y el otro 50 por ciento recibirían una
educación especial por profesorado especialista, ya que el
tener alguno de los síntomas o tipologías del TDAH
no quiere decir que su inteligencia sea inferior a la del resto
de niños de la clase. Tampoco se deben de confundir con
otros aspectos sociales como un enfrentamiento continuo con
profesores y padres, al oponerse a realizar todo aquello que les
proponen. Lo que sí tienen es una forma diferente de
aprender, debido a que están pendientes de muchas cosas a
la vez y su atención es un tanto dispersa, necesitando
continuos estímulos (hacer menos aburrida la
explicación) para que estén más atentos. En
este sentido debemos de cuidar mucho algunos aspectos como el no
juzgarles solamente por aquello que hacen mal, sino tener
más en cuenta aquellos aspectos positivos.

En estas ocasiones la aportación del profesor va
a ser vital, ya que es en la escuela donde de manera más
clara se va a manifestar este trastorno en el niño, de
ahí que conozca perfectamente los síntomas que lo
acompañan y los medios más adecuados a su
resolución.

Medidas para alcanzar el éxito escolar con estos
niños vendrían encaminadas de la siguiente
manera:

  • En primer lugar, según la Asociación
    Nacional de Psicólogos Nacionales de Estados Unidos,
    se trataría de obtener una buena información,
    tanto a nivel individual como en grupo, sobre todo lo
    relacionado con el TDAH y ofrecer esta información a
    los padres, porque al tener un mayor conocimiento sobre este
    déficit se le podrá ayudar mejor al niño
    en cuestiones como un mejor entrenamiento en destrezas
    sociales y técnicas que le permitirán
    concentrarse y pensar antes de actuar. En cuanto a los
    niños mayores estos "pueden aprender estrategias que
    lo ayudarán a organizar y completar tareas tales como
    utilizar libretas, listas o cronómetros". La
    aportación de los padres en este sentido es
    fundamental, recomendando esta Asociación que
    éstos se reúnan con padres que tengan hijos con
    la misma problemática para que no se encuentren solos,
    pero todo dentro del entorno escolar.

  • Una buena preparación de los maestros que les
    permita reconocer de una manera rápida las necesidades
    especiales de estos estudiantes y hacer las modificaciones
    apropiadas en la enseñanza que debe impartirles dentro
    de su clase. En esta tarea es muy importante hacerle ver que
    todas las observaciones que se le hacen van encaminadas a
    resolver sus conflictos personales.

  • Apoyo directo en el aula dirigido a lograr que estos
    alumnos alcancen los objetivos establecidos, que se
    reflejará en actuaciones como: iniciar y terminar las
    actividades encomendadas por el profesor; una buena
    organización de las tareas escolares,
    animándole a que se imponga un horario;
    potenciación del trabajo en equipo con otros alumnos;
    establecer pautas concretas que permitan a los alumnos
    mantener por un tiempo mayor la atención; felicitarle
    cuando termine de forma correcta su trabajo.

  • Por último, y según la citada
    asociación, se tendrá muy en cuenta las
    técnicas de comportamiento que utilizan los padres y
    maestros ya que pueden ayudar al niño a cumplir con
    éxito la ejecución de las tareas. Los
    niños con TDAH, en su inmensa mayoría, lo que
    realmente quieren es "portarse bien y ser capaces de
    terminar las tareas
    " de ahí que puedan responder
    a estímulos no verbales, así como a otro tipo
    de recompensas, como elogios. Ahora bien, los
    estímulos deben ser inmediatos y frecuentes. Este
    grupo de profesionales estima que "las recompensas deben
    ser concedidas constantemente a los preescolares; varias
    veces al día a los niños de la escuela
    primaria; y por lo menos diariamente a los
    adolescentes
    ".

Otras técnicas específicas incluyen,
según esta Asociación los siguientes
apartados:

  • Ofrecer al niño una o dos alternativas sobre
    una misma directriz.

  • Dividir la tarea escolar en varios apartados, que
    serán revisados por un adulto a medida que los vaya
    completando.

  • Establecer pequeños períodos de tiempo
    y animar al niño a completar una tarea antes de que
    termine el tiempo.

  • Animar al niño a que se imponga y mantenga un
    calendario diario.

  • Ayudar al niño a organizar sus tareas en un
    cuaderno o libreta.Papel que ha de desempeñar el
    profesor en todo este proceso

Siguiendo algunas de las indicaciones del
neurólogo, Dr. Guillermo van Wielink, el maestro
tendrá en cuenta:

  • Tratar al niño que tenga este trastorno como
    tal; es decir, saber que el niño tiene TDAH y que su
    comportamiento no va a seguir los mismos criterios de
    "normalidad" que el resto de la clase.

  • Manejar adecuadamente la situación de la
    clase.

  • Prevenir los problemas derivados de la
    hiperactividad del niño. Para ello puede encargarle
    algunas tareas de fácil resolución como sacar
    punta a los lapiceros, hacer recados para el maestro, etc. Al
    mismo tiempo, se le separará de aquellos lugares que
    le puedan distraer, como ventanas, etc., así como
    programarle un horario de estricto cumplimiento.

  • Revisar de manera frecuente el trabajo escolar del
    niño y estar pendiente en clase de que lo
    cumpla.

  • Apoyo en los padres, que estarán informados
    en todo momento de los progresos del niño.

  • Recordarle al niño la toma de sus
    medicamentos.

En España los estudios realizados por Miranda y
Col sobre el TDAH, base de los estudios realizados en este
sentido por la Comunidad Foral de Navarra, han puesto en
evidencia la necesidad de que los profesores participen
activamente en este proceso. Para ello han llevado a cabo un
interesante programa encaminado a potenciar en el aula los
siguientes aspectos:

  • Información general a los profesores sobre
    todo lo relacionado con el TDAH.

  • Formación en técnicas de
    modificación de conducta. Se refiere a toda una amplia
    gama de técnicas dirigidas a potenciar unos
    determinados comportamientos, así como otras cuyo
    objetivo es la disminución de aquellos otros
    comportamientos considerados como inadecuados.

  • Formación en el uso de estrategias dirigidas
    a la organización y autodirección del
    comportamiento, entre las que aparecen como más
    importantes las de autoinstrucción y
    autoevaluación reforzada.

  • Procedimientos de manejo instruccional educativo, en
    el que señalan como fundamentales cuatro
    apartados:

  • Enseñanza continua y activa de las reglas de
    clase y hábitos de trabajo.

  • Modificaciones relativas a la organización
    del espacio físico del aula.

  • Cambios en los procedimientos instruccionales y en
    el currículum.

  • Pautas para motivar la utilización de
    estrategias de organización de las tareas y materiales
    escolares.

En definitiva, lo que se persigue con esta
actuación es ayudar a los niños que tienen TDAH a
madurar su capacidad de autocontrol, de atención y de
impulsividad cognitivo-comportamental. Pero para alcanzar el
éxito aconsejan, a su vez, la necesidad de que se ubique a
los niños en clases poco numerosas o que, como mucho, en
cada clase haya dos niños que padezcan este
trastorno.

 ¿Qué hacer los
padres?

Ante una problemática como la que estamos
analizando, son muchas las preguntas que a los padres se les
presentan y a las que se debe dar cumplida respuesta. Sin
embargo, los padres también son artífices y pueden
contribuir en alcanzar el éxito en la superación de
este trastorno.

Pero antes de nada, lo primero que deben saber los
padres es si realmente su hijo padece TDAH; para ello deben poner
sumo cuidado en observar su comportamiento diario y compararlo
con el que realiza en el colegio. Si considera que tiene este
trastorno o cree adivinar en el niño algunos rasgos
sospechosos, debe ponerse inmediatamente en manos de un
especialista.

Una vez dictaminado que su hijo tiene Trastorno por
Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), no
deben sentirse culpables pensando que las causas de este
comportamiento tienen su origen en la propia familia al creer,
por ejemplo, que le han dado una mala educación; por el
contrario, deben apoyarle y procurar que comprenda lo que
significa padecer este trastorno y cómo superarlo para que
ello no le afecte en su rendimiento escolar. En este apoyo
será importantísimo el tratamiento propuesto por el
especialista, normalmente el pediatra. De una buena
coordinación entre la familia (padres, hermanos, etc.),
médicos y profesores dependerá el éxito o
fracaso en la superación del TDAH.

Asimismo, en la casa se le debe hacer partícipe
de las tareas domésticas, haciéndole cumplir con un
horario, que sea disciplinado.

Algunos neurólogos, como Guillermo van Wielink,
dan una serie de sencillos concejos que los padres pueden llevar
a cabo para ayudar a superar mejorar esta problemática,
como:

  • Aceptar las limitaciones del niño, ya que lo
    que hace no se debe a una intencionalidad, sino a las propias
    características del trastorno que padece; no
    pretendamos corregir de inmediato esta conducta, pues
    evitaremos así hacerle más
    daño.

  • Dejar que el niño desahogue su exceso de
    energía, haciéndole participar en aquellas
    actividades que más le gusten. No se puede reprimir
    esta energía sin más.

  • Mantener la casa organizada. La rutina puede ayudar
    a estos niños.

  • Mantener una energía firme y unas reglas
    mínimas.

  • Evitar que el niño sufra innecesariamente las
    opiniones que sobre estos niños se suelen verter. Son
    esas reuniones en las que los niños muy
    pequeños todavía asisten a fiestas de
    cumpleaños, donde no puede permanecer quieto y lo coge
    y toca todo.

A estos consejos podríamos añadir otros
muchos más, entre ellos queremos resaltar los
siguientes:

  • Evitar que la atención del niño se
    fije en aquellas conductas que le disgustan, como correr por
    los pasillos, hacer ruido, etc. Por el contrario, se deben
    potenciar aquellas que consideremos como más positivas
    en relación con los demás miembros de la
    familia, por su actividad en clase, etc.

  • Recompensar las conductas positivas de inmediato,
    bien con pequeñas compensaciones o bien por medio de
    alabanzas que vayan reafirmando su autoestima.

  • Asistir a reuniones de grupos de padres, es lo que
    se conoce como "grupos de autoayuda", ya que el
    apoyo recibido en estos encuentros ayudará a buscar
    soluciones y a seguir buscando el mejor ambiente para que el
    niño no se encuentre atosigado por los posibles
    reproches que por causa de sus incidentes se les pueda hacer.
    Se necesita buscar constantemente el lado positivo de la
    situación.

  • Evitar los castigos relacionados con la
    prohibición de salir con sus amigos; se debe evitar
    todo riesgo de marginación e inadaptación
    social por parte de estos niños.

  • Valorar los aspectos positivos de estos niños
    como la sinceridad, creatividad, intuición,
    etc.

  • Potenciar el trabajo en conjunto entre la escuela y
    la familia.

ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN EL
AULA CON ALUMNOS CON TDAH

Los estudios epidemiológicos revelan que el
Trastorno por Déficit de Atención con o sin
hiperactividad se presenta en un 3 hasta un 6% de los
niños en edad escolar por lo tanto, en un aula de
educación primaria o secundaria podemos encontrar la
razonable cifra de 1 o 2 niños con este trastorno. La
sintomatología del TDAH implica dos bloques
sintomatológicos básicos: El déficit de
atención y la conducta hiperactiva e impulsiva. La
presencia de uno de estos bloques de síntomas o de ambos
al mismo tiempo da lugar a los tres subtipos reconocidos en el
DSM-IV TR: el TDAH subtipo "predominio déficit de
atención", el subtipo "predominio hiperactivo-impulsivo" y
el subtipo combinado.

A pesar de la existencia de estos tres grupos, no
debemos olvidar que la hiperactividad, la impulsividad y la falta
de atención como síntomas pueden manifestarse con
una intensidad que se sitúa en un continuo desde la
normalidad hasta alteraciones muy patológicas. El
Trastorno por Déficit de Atención (TDAH)
sólo se reconocería como tal cuando los
síntomas superan lo esperado para la edad
cronológica del niño, su nivel madurativo y la
educación recibida; cuando tienen un carácter
crónico (algunos de los síntomas se presentan antes
de los 7 años); se manifiestan en más de un entorno
y crean serias dificultades en su adaptación, familiar,
social, escolar o laboral.

El diagnostico de TDAH exigen una evaluación
multidisciplinar con exhaustivo diagnóstico diferencial
que permita descartar que la sintomatología presente en el
niño, aún cuando resulte desadaptativa, pueda
explicarse mejor por la presencia de un trastorno del desarrollo,
trastornos del estado de ánimo u otras
patologías.

Por lo tanto en el aula podemos encontrar varios tipos
de niños y niñas que presentan TDAH en estado
"puro" o conjuntamente con otros cuadros diagnósticos.
Entre los primeros podríamos distinguir niños muy
diferentes:

  • 1. Niños o niñas que manifiestan
    una conducta predominantemente inatenta (Trastorno subtipo
    "predominio déficit de atención"). Estos
    niños sólo presentan déficit de
    atención y dificultades de organización. En
    este grupo podríamos observar niños con
    perfiles comportamentales diferentes:

  • a. Aquellos que muestran déficit de
    atención pero que nunca han mostrado hiperactividad ni
    impulsividad. Es más, niños que se caracterizan
    por su lentitud e hipoactividad.

  • b. Aquellos que muestran déficit de
    atención significativo y rasgos de hiperactividad e
    impulsividad leves bien porque nunca hayan presentado
    éstos síntomas de forma acusada o bien porque
    esta sintomatología ha remitido con la
    maduración como suele suceder en muchos
    adolescentes.

  • 2. Niños o niñas que manifiestan
    una conducta predominantemente hiperactiva e impulsiva
    (Trastorno subtipo "hiperactivo-impulsivo").

También en este grupo podríamos
distinguir:

  • a) Niños que nunca han mostrado
    déficit de atención.

  • b) Niños que pudiendo tener
    déficit de atención, pasan desapercibidos
    porque compensan las dificultades que podría acarrear
    su déficit de atención con una capacidad
    intelectual.

  • c) Niños que se encuentran en los
    primeros cursos escolares y su déficit de
    atención no resulta significativo para la exigencia
    escolar del momento como sucede con frecuencia en
    Educación infantil o primer ciclo de
    primaria.

  • d) Niños que realizan un gran esfuerzo
    para adaptarse al entorno, temen el fracaso pero luchan para
    no defraudar a los que le rodean.

  • 3. Niños que manifiestan los dos grupos
    de síntomas (Trastorno del subtipo combinado):
    déficit de atención e hiperactividad e
    impulsividad.

Una de las dificultades del TDAH es que con una
frecuencia muy elevada se presenta comórbido con otros
trastornos. Por lo tanto es fácil que algunos de los
niños anteriores presenten además el siguiente
perfil:

  • Niños con TDAH y Trastorno Negativista
    Desafiante (niños con conducta claramente
    oposicionista).

  • Niños con TDAH y conductas agresivas entre
    los que podríamos diferenciar: a) aquellos que
    manifiestan una conducta agresiva proactiva (planificada,
    deliberada y dirigida a obtener un beneficio) y (b)
    niños con agresividad reactiva (conductas agresivas
    defensivas, de carácter más impulsivo que se
    producen como una respuesta desmedida a lo que el niño
    interpreta como una provocación o un ataque). Los
    niños con TDAH presentan más frecuentemente
    éste último tipo.

  • Niños con TDAH y otros diagnósticos
    asociados como Dificultades de Aprendizaje (Trastorno del
    cálculo, Trastorno de la Escritura, Trastorno de la
    Lectura) y/o Trastorno de la Coordinación.

  • Niños con TDAH que presentan Trastornos del
    estado de ánimo (depresión y/o
    ansiedad).

Para el abordaje del control comportamental de estos
niños en el aula debemos tener en cuenta, en el grado de
desadaptación que presenta un niño influye por un
lado: la gravedad del la disfunción neurológica de
fondo, la comorbilidad con otros trastornos y el grado en el que
la educación recibida pueda influir en la
moderación de los síntomas (la acción del
colegio como del entorno familiar).

Por este motivo, el TDAH es uno de los trastornos
más sensibles a la acción educativa del entorno. En
esta comunicación enfocaremos el problema del control de
la conducta en el aula.

¿Cómo puede enfrentarse el profesor del
aula a su grupo de clase cuando existen problemas de conducta por
TDAH?

En primero lugar, el profesor debe, observar y tratar de
definir qué perfil comportamental tienen sus alumnos,
independientemente de que éste alcance niveles
patológicos o haya sido diagnosticado. Básicamente
existen las siguientes situaciones disruptivas:

  • 1) Niños que manifiestan falta de
    atención, no siguen las explicaciones, se pierden en
    la lectura, olvidan los libros, no apuntan los deberes,
    pierden el material, etc. Es decir, niños con un
    importante problema de organización que repercute en
    su rendimiento académico.

  • 2) Niños que manifiestan, además
    de dificultades de atención, dificultades de
    aprendizaje específico que requieren tratamiento
    específico o que presentan un importante retraso por
    falta de base académica acumulada en cursos
    anteriores.

  • 3) Niños que manifiestan una gran
    hiperactividad e impulsividad pero sin actitud oposicionista.
    Estos niños necesitan moverse constantemente, parecen
    no escuchar pero en realidad siguen la clase.

  • 4) Niños además de
    hiperactividad, impulsividad y déficit de
    atención pero sin conducta oposicionista. Estos
    niños se meten en problemas por su falta de
    atención, parecen olvidar las normas aunque no
    desobedecen de forma deliberada, responden impulsivamente y
    no prevén las consecuencias de su comportamiento. Su
    conducta no es oposicionista.

  • 5) Niños que teniendo o no las
    características anteriores poseen una actitud
    oposicionista y desafiante ante los adultos. Niños que
    se preocupan más por llamar la atención de los
    adultos de forma negativa y que tienen serias dificultades
    para aceptar las normas.

  • 6) Niños que teniendo algunas de las
    características anteriores muestran una actitud
    emocionalmente afectada, tendencia al desánimo o a la
    ansiedad y que se muestran bloqueados o que se esfuerzan
    desmesuradamente por adaptarse a las demandas del
    entorno.

Una vez perfilados los grupos de niños, pasamos a
definir las áreas sobre las que debemos actuar:

  • 1) El rendimiento: no termina las tareas,
    dificultades de organización, falta de base sin
    dificultades específicas de aprendizaje o con
    dificultades de aprendizaje específicas.

  • 2) La conducta: exagerada hiperactividad
    motriz, conducta impulsiva, conducta oposicionista, conducta
    agresiva.

  • 3) El estado emocional: dependencia emocional
    (necesidad de tener al profesor cerca como punto de
    referencia, llamadas de atención constantes, etc.),
    sentimientos de desesperanza, baja tolerancia al esfuerzo y
    baja tolerancia a la frustración, baja autoestima,
    etc.

  • 4) Las relaciones sociales: conducta aislada
    (juego en solitario), agresividad reactiva, agresividad
    preactiva, mal perder, deseo de control sobre los
    demás, falta de estrategias de relación social,
    dificultades en ponerse en el lugar del otro.

Las primeras medidas las dirigiremos a realizar
adaptaciones ambientales y metodológicas aplicables a todo
el grupo.

  • Una vez estudiadas las posibilidades del grupo, el
    profesor ahorrará mucha energía y trabajo si
    diseña sus clases adaptándose al ritmo de los
    niños con más dificultades. No se trata de
    reducir el nivel de exigencia sino de modificar las
    condiciones en las que se desarrolla la clase. Tareas que por
    lo general están diseñadas para que los
    niños los realicen durante 1 hora pueden cambiarse por
    4 tareas de un cuarto de hora.

  • Situar los pupitres de modo que se reduzca la
    dispersión.

  • Explicar en voz alta, paseando por la clase y con
    apoyos visuales y auditivos novedosos.

  • Aumentar la participación de los
    niños, mantener la clase alerta con
    preguntas.

  • Elegir un delegado de los deberes que se encargue,
    junto uno de los niños que tienen dificultades de
    organización (rotando cada vez), de anotar en la
    puerta de la clase, fechas importantes, entrega de trabajos y
    deberes.

  • Utilizar la repetición breve varias veces al
    día para favorecer la memorización.

  • Utilizar puntos para conseguir premios colectivos
    por conductas que deben ser entrenadas en todos los
    niños: subir y bajar de forma ordenada, levantar la
    mano para hablar y respetar el turno de palabra, cambiarse a
    tiempo en gimnasia, etc.

  • Discutir y revisar las normas de comportamiento para
    el aula.

  • Determinar un modo de realizar time-out para las
    situaciones que sean necesarias.

  • Entrenar a los niños para que aprendan a
    explicar a otros niños la realización de
    pequeñas tareas (entrenamiento de co-terapeutas),
    etc.

  • Utilizar las tutorías para canalizar la
    solución de problemas específicos.

  • Utilizar mecanismos de auto refuerzo en
    grupo.

  • Apoyar visualmente las explicaciones con las
    autoinstrucciones.

  • La posibilidad de que los niños que lo deseen
    puedan recuperar durante la evaluación los
    exámenes suspensos (el niño con TDAH tiene un
    rendimiento muy irregular, en parte por su propio trastorno y
    en parte por la desmoralización que le producen los
    malos resultados. Su rendimiento aunque mejore a lo largo de
    la evaluación, suele no reflejarse en los resultados
    finales al realizar el profesor la media entre las notas de
    los exámenes realizados.

Tras 15 días de aplicación de las nuevas
medidas de prevención, diseñar medidas
específicas para los niños que, a pesar de todo,
todavía presentan problemas específicos. En el caso
de los niños con TDAH, muchos de ellos pueden necesitar
apoyo farmacológico para reducir el impacto de la
sintomatología de este cuadro.

Los profesores pueden colaborar:

  • Encargándose de la supervisión, de
    forma discreta, de la medicación especialmente en
    aquellos casos de niños que deben tomar una dosis a
    mediodía. No están obligados a hacerlo pero sin
    su ayuda sería muy difícil que, sin su ayuda,
    el niño pueda recibir el tratamiento si no va a comer
    a casa. El profesor puede pedir a los padres una carta del
    neurólogo informándole del tipo de
    medicación, la dosificación y la hora de
    hacerlo.

  • Colaborar con los padres realizando registros de la
    conducta del niño en clase durante la fase de
    adaptación a la medicación y del cálculo
    de la dosis. El efecto de la medicación no es
    observado por los padres en casa puesto que para ese momento
    suele habérsele pasado el efecto. Anotar durante 3
    días sobre el horario de clase la valoración de
    0-10 de conductas como "falta de atención ",
    "hiperactividad" y "calidad del trabajo" puede suponer una
    información cuantificable y objetiva que
    ayudará al neurólogo a prescribir la dosis
    adecuada.

Desde el punto de vista
comportamental:

  • 1) Adelantarse a las llamadas de
    atención, prestando pequeños momentos de
    atención a los niños con peor comportamiento:
    recibirlos con agrado, llamarlos a menudo a la mesa del
    profesor, pasear por la clase y pararse a observar su
    trabajo, guiñar un ojo cuando levante la vista del
    trabajo realizado.

  • 2) Permitir el movimiento mientras no resulte
    disruptivo para los demás niños, enviar a
    recados con frecuencia tras una actitud correcta, fragmentar
    las tareas y supervisarlas por partes, etc.

  • 3) Tomar medidas disciplinarias y hablar en
    privado con aquellos niños que presentan conductas
    oposicionistas.

  • 4) Determinar la posibilidad de que sean
    evaluados emocionalmente aquellos niños que presentan
    irritabilidad, problemas de conducta, agresividad, baja
    autoestima y sentimientos de desesperanza por posible
    sintomatología depresiva además de la
    sintomatología de TDAH.

Desde el punto de vista de los
aprendizajes:

  • 1) Para aquellos niños que muestran
    falta de base, que se puede subsanar con adaptaciones en el
    ritmo escolar: permitir que puedan trabajar en algo
    específico mientras los niños realizan otras
    tareas, quedarse 10 minutos antes del recreo o pedir al
    niño que acuda 10 minutos antes de empezar la clase
    para repasar o explicar algo especifico, utilizar un
    co-terapeuta para que le enseñe, limitar los deberes
    para casa y permitir que la madre dedique tiempo con
    él a trabajar algún área retrasada,
    etc.

  • 2) Para aquellos niños con
    déficits específicos: (a) solicitar ayuda
    especializada dentro o fuera del colegio; (b) si la ayuda se
    produce fuera del colegio, favorecer que se pueda realizar en
    el momento más propicio para el niño (algunos
    niños pueden faltar algún día por la
    tarde, o perderse alguna hora que no sea fundamental para
    él con el fin de no sobrecargar al niño); (c)
    mantener el contacto con el especialista y realizar las
    adaptaciones oportunas en la exigencia en el colegio (por
    ejemplo, permitir no copiar los enunciados de los problemas
    de matemáticas en niños con disgrafía o
    permitir el uso de las tablas de multiplicar al realizar las
    operaciones mientras en casa se le entrena en
    memorizarlas).

  • 3) Para niños que tienen "fobia" a
    enfrentarse a las tareas escolares y que lo demuestran con
    aparente pasotismo y aceptando el papel de "vagos", para
    aquellos cuya falta de atención aumenta de forma
    exagerada en determinado tipo de tareas, para los que
    muestran gran ansiedad y tensión o aquellos que
    manifiestan claramente su desesperanza e inseguridad. En
    estos casos el profesor debe emprender con paciencia la ardua
    labor de enfrentar al niño a las tareas escolares
    impidiendo que se dispare su ansiedad o que tire la toalla.
    Para ello se pueden utilizar tareas en progresión de
    dificultad creciente, dividir las tareas en partes y
    supervisar y felicitar por la realización de cada
    parte, al evaluar el trabajo realizado resaltar siempre un
    par de cosas positivas, etc.

Desde el punto de vista
emocional:

  • Ayudando al niño a hacer una
    valoración más objetiva de sus errores sin
    hacerle sentir infravalorado y culpable.

  • Evitando evaluar siempre negativamente al
    niño.

  • Proyectando expectativas de éxito
    futuro.

  • Utilizando métodos que permitan que él
    visualice sus avances (permitir que compara un dictado
    correcto actual con otro igual del pasado pero incorrecto,
    utilizando registros de mejora.)

Desde el punto de vista
social:

  • Ayudando al niño a controlar su conducta
    situando su asiento más próximo a
    él.

  • Evitando que los niños perciban su
    agresividad o su conducta impulsiva como
    intencionada.

  • Evitando el etiquetaje moral ("es malo") y ayudando
    a los niños a interpretar correctamente la
    situación ("tiene genio" "no piensa lo que
    dice").

  • Evitando situaciones en las que el niño no
    pueda controlar su conducta y que acaben en una mala
    experiencia con los compañeros (por ejemplo, situarlo
    a trabajar toda la mañana en grupo cuando se mueve y
    da patadas que resultan molestas)

  • Favoreciendo que los demás niños
    aprendan a darle oportunidades para jugar e
    ignorándole cuando se porte mal.

  • Apoyando a los padres con información sobre
    qué niños parecen relacionarse con él
    para fomentar su encuentro fuera del aula.

  • Ofreciéndole de vez en cuando algún
    cargo de responsabilidad, organizando actividades como "el
    protagonista de la semana".

La sintomatología central del TDAH
(déficit de atención e hiperactividad-impulsividad)
dificulta la relación del niño con el entorno, su
desarrollo personal y académico. En la medida en que
padres, profesores y profesionales nos unamos en una lucha
común, podemos moderar su efecto desadaptativo y la
aparición de efectos secundarios nocivos como trastornos
emocionales, fracaso escolar, rechazo social.

Veinte consejos para padres con hijos con
Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad

  • 1. Confirmen el diagnóstico de Trastorno
    por Déficit de Atención e Hiperactividad por
    medio de profesionales especialmente capacitados.

  • 2. No se conformen con un listado de problemas
    o síntomas: «lados débiles».
    Procuren desarrollar una perspectiva integral de su hijo,
    para lo cual tengan bien presentes sus virtudes: «lados
    fuertes».

  • 3. Obtengan un Tratamiento Multimodal
    (Están implicados profesionales clínicos,
    maestros-profesores, padres y el propio sujeto que sufre
    TDAH. Se requieren de distintas intervenciones:
    Intervención psicológica, Intervención
    educativa o escolar). Los fármacos a veces son
    imprescindibles, pero no es menos necesario aprender formas
    nuevas para educar al niño y que éste,
    desarrolle estrategias tanto para afrontar las dificultades
    del TDAH como para potenciar sus aspectos
    positivos.

  • 4. Busquen una escuela con autoridades y
    docentes que conozcan el trastorno, lo comprendan, sepan como
    remediarlo (o se hallen dispuestos a aprender).

  • 5. Colabore intensamente con la escuela de sus
    hijos.

  • 6. El 50% de los niños con TDAH padecen
    otro trastorno en comorbilidad (es decir que tienen
    más de una dificultad trastorno).

  • 7. para cada uno de los trastornos
    acompañantes. Si hay trastornos de aprendizaje
    deberá realizar un tratamiento
    psicopedagógico.

  • 8. Educar un niño con TDAH puede ser una
    tarea difícil, aunque excitante. Los padres deben
    prestarse apoyo recíprocamente, ser equilibrados,
    justos y ejecutivos en la resolución de
    problemas.

  • 9. Muchos padres tienden a aislarse social y
    familiarmente. Esto se debe evitar. Hay que poner en
    práctica estrategias que faciliten al niño el
    desarrollo de sus habilidades sociales.

  • 10. Los padres deben proveer a su hijo de un
    ambiente estructurado.

  • 11. Establezcan límites claramente
    delimitados.

  • 12. Realicen una especificación precisa
    y concreta de qué comportamientos consideran
    aceptables y cuáles no. Confirmen que el niño
    conoce el desempeño que se le solicita.

  • 13. Establezcan consecuencias positivas o
    negativas claramente.

  • 14. Provean control, dirección y
    supervisión estrecha.

  • 15. Organicen y supervisen su agenda: un
    momento y un lugar para cada cuestión.

  • 16. Ayuden a su niño a organizarse,
    dividiendo las tareas en partes que él pueda
    manejar.

  • 17. Asegúrenle un lugar tranquilo,
    despejado de distractores, para trabajar en el
    hogar.

  • 18.  Ayuden a que establezcan prioridades sobre
    criterios eficaces.

  • 19. Recompensen a su hijo frecuentemente y en
    especial, de forma cercana al momento en que ha exhibido un
    buen comportamiento. Prefiera las recompensas
    (¡Qué bien que has hecho esto!) a los castigos
    (¡Nunca vas a cambiar!). Premien, alienten, aprueben y
    asistan más que corregir y castigar.

  • 20. No permitan que las dificultades hagan que
    la mayoría de las interacciones con su hijo sean
    negativas; signadas por castigos, comentarios adversos,
    críticas.

Cincuenta consejos básicos para el
docente, tutor y/o auxiliar en educación del alumno con
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad
(TDAH).

  • 1) Asegúrese de que el niño tiene
    TDAH.

  • 2) Construya una alianza de trabajo con los
    padres. Desarrolle objetivos comunes, técnicas
    compartidas y comunicación fluida.

  • 3) Busque trabajar en equipos y busque
    apoyo.

  • 4) Si el niño está medicado
    manténgase al tanto de los efectos positivos deseados,
    de los posibles efectos colaterales y de cualquier cambio que
    haya en el tratamiento fármaco terapéutico.
    Mantenga contacto estrecho con el médico
    tratante.

  • 5) Defina claramente sus objetivos con el
    niño: planifique tanto en lo curricular como en lo
    comportamental y social.

  • 6) Conviértase en el socio del
    niño. Asegúrese de que el niño sabe
    cuáles son sus problemas y explíquele
    cómo tratará de ayudarlo.

  • 7) Para asegurar y mantener la estructura del
    aula, no vacile en proporcionar listados de las reglas
    básicas y/o colocar recordatorios a la vista del
    niño.

  • 8) Asegúrese que el niño conoce
    el comportamiento positivo solicitado: modele y/o utilice
    «juego de roles».

  • 9) Controle el nivel de distractores y/o
    estímulos presentes en el aula.

  • 10) Proporcione instrucciones breves, simples y
    claras. No vacile en repetirlas.

  • 11) Proporcione instrucción
    multisensorial.

  • 12) Obtenga la atención del niño
    antes (comportamiento pre-atentivo) y durante la
    instrucción. Demande que sostenga contacto visual con
    usted.

  • 13)  Procure aumentar la información
    audio-visual para mejorar el desempeño del niño
    en el análisis de instrucciones escritas.

  • 14)  Intensifique la fase motivacional de la
    instrucción.

  • 15)  Siente al niño en una
    posición próxima a la suya y mantenga frecuente
    contacto visual.

  • 16)  Llegue a un consenso con los padres para
    que éstos proporcionen un ambiente hogareño
    tranquilo cuando el niño deba abordar sus
    tareas.

  • 17)  Seleccione compañeros de trabajos
    y/o banco que sean tranquilos y asertivos.

  • 18)  Seleccione, si es posible,
    compañeros «tutores».

  • 19) Organice los horarios de forma previsible y
    póngalos en un lugar visible del aula.

  • 20)  Diseñe un horario con
    códigos de colores por materia y solicite que esos
    colores se respeten en el forrado de los libros y carpetas
    respectivas.

  • 21)  Convenga con los padres que el niño
    tenga el Horario Escolar en un lugar visible de su casa y de
    sus cuadernos o carpetas.

  • 22)  Llegue a un consenso con los padres para
    que establezcan una moderada rutina en el hogar.

  • 23)  Acorte los períodos de
    instrucción y/o fraccione la hora de trabajo en dos o
    tres partes. Organice «mini-recreos».

  • 24)  Frecuentemente verifique el
    desempeño del niño.

  • 25)  Efectúe evaluaciones más
    cortas y más frecuentes.

  • 26)  Verifique la diferencia del rendimiento en
    pruebas orales y escritas. Eventualmente, privilegie las
    evaluaciones orales.

  • 27)  Las tareas y proyectos deben ser
    fraccionados o con entregas parciales.

  • 28)  Facilite tiempo extra para la
    realización de sus trabajos.

  • 29)  Permita que los informes de trabajo
    hogareño sean evaluados no sólo en forma
    escrita, sino también en forma oral.

  • 30)  En los casos de disgrafías severas,
    se le puede solicitar a un compañero que lo ayude a
    tomar notas, e incluso que se use un papel carbónico.
    Completará o terminará en el hogar y
    seguramente deberá recibir tratamiento
    psicomotriz.

  • 31)  Puede permitir el uso de un cuaderno
    borrador en clase, o arrancar hojas de su cuaderno, e incluso
    dejar espacios en blanco.

  • 32)  No penalice los errores
    ortográficos, pero sí aliente la
    autocorrección mediante el uso de un diccionario en
    clase, aún de naturaleza
    electrónica.

  • 33)  Brinde asesoramiento en
    organización y planificación de
    actividades.

  • 34)  Brinde retroalimentación frecuente
    e inmediata al niño sobre su comportamiento y su
    desempeño. Preferentemente en forma
    positiva.

  • 35)  Premie, aliente, apruebe y asista
    más que corregir y castigar.

  • 36)  Enseñe algoritmos para la
    resolución de problemas tanto cognoscitivos como
    interpersonales.

  • 37)  Enseñe técnicas de estudio,
    planificación y memorización. Supervise su uso
    a menudo.

  • 38)  Enseñe a tomar apuntes y a
    reorganizar el material de estudio. Supervise su
    uso.

  • 39)  Luche contra la impulsividad cognitiva
    exigiendo que revise sus trabajos.

  • 40)  Tolere los movimientos ociosos que no
    perturben el trabajo propio y/o ajeno.

  • 41)  Facilite el despliegue físico y
    salidas del aula como forma habitual de
    «descompresión».

  • 42)  Manténgase atento a los indicadores
    de tensión, stress, excitación y/o aburrimiento
    del niño para actuar en forma preventiva.

  • 43)  Otorgue cierta estructura a los momentos
    sin instrucción.

  • 44)  Ante las situaciones de conducta
    inadecuada, intervenga más bien rápido que
    tarde.

  • 45)  Evite las escaladas y las
    negociaciones.

  • 46)  Evite reprenderlo sin un plan. Seleccione
    claramente sus objetivos.

  • 47)  Proceda con desatención selectiva.
    Ignore los comportamientos que juzgue innecesario o
    contraproducente corregir o sancionar por el
    momento.

  • 48)  Modestas y consistentes actitudes
    disciplinarias producen una impresión y tienen un
    efecto superior que grandes castigos pero menos
    frecuentes.

  • 49)  Bríndele la oportunidad de evitar
    las consecuencias del comportamiento inaceptable.

  • 50)  Asegúrese que el niño conoce
    las consecuencias posibles de su conducta
    inadecuada.

Diez advertencias para el maestro del
alumno con TDAH

  • 1) No se concentre en los aspectos negativos
    del comportamiento y/o desempeño del
    alumno.

  • 2) No prejuzgue al niño
    calificándolo de vago, desinteresado o
    desidioso.

  • 3) No interprete, apresuradamente, que sus
    fallas de conducta son actos deliberados de desobediencia,
    rebeldía y o desafío.

  • 4) No lo subestime; normalmente rinden por
    debajo de sus posibilidades.

  • 5) No se aísle de los padres; colabore
    con ellos.

  • 6) No cargue todo el problema sobre sus
    espaldas. Pregunte a los expertos y procure formar
    equipos.

  • 7) No se "ate" a las formas tradicionales en
    que usted resuelve problemas. Pueden ser poco útiles
    en los niños con TDAH.

  • 8) No vacile en realizar adaptaciones
    ambientales y curriculares.

  • 9) No crea que el niño y/o su familia
    son todo el problema: la escuela también es parte del
    problema.

  • 10) No sea pesimista; un buen docente puede
    hacer mucho por un niño con TDAH.

Capitulo 6

Trastornos del estado
de ánimo

INTRODUCCIÓN

Los Trastornos del estado de ánimo constituyen un
grupo heterogéneo de enfermedades, típicamente
recurrentes, donde se incluyen el trastorno unipolar (depresivo)
y el bipolar (maníaco-depresivo). Consisten en
alteraciones del humor con carácter infiltrativo, que se
acompañan de disfunción psicomotriz y
síntomas vegetativos.

Para los trastornos del estado de ánimo en
niños:

Actualmente, en el diagnóstico de los trastornos
del estado de ánimo hace énfasis en la
depresión y la exaltación como elementos nucleares
del humor, pero la ansiedad y la irritabilidad son igualmente
frecuentes, lo que explica que siga siendo muy popular la
expresión más amplia de «trastornos
afectivos», antigua denominación oficial.

La tristeza y la alegría son parte de la vida
cotidiana, que conviene diferenciar de la depresión y del
júbilo morboso. La tristeza y la depresión normales
son respuestas humanas universales ante la frustración, la
decepción y otras situaciones adversas; dicha respuesta
puede ser adaptativa, con un retraimiento que conserva intactos
los recursos internos de la persona. La depresión
transitoria (el estar «depre») puede darse como
reacción frente a ciertos días de fiesta o
aniversarios significativos, así como durante las dos
primeras semanas después del parto. Este tipo de
reacciones no son anormales, aunque las personas con tendencia a
la depresión pueden venirse abajo en esas
ocasiones.

El duelo normal, prototipo de la depresión
reactiva, tiene lugar como respuesta a separaciones y
pérdidas significativas (p. ej., muerte, separación
matrimonial, desengaño amoroso, abandono del entorno
familiar, emigración forzada o situación de
catástrofe). La pena puede manifestarse por
síntomas de ansiedad, como insomnio, inquietud e
hiperactividad del sistema nervioso autónomo. Igual que
otro tipo de situaciones adversas, las separaciones y las
pérdidas generalmente no producen depresión
clínica, salvo en personas predispuestas a padecer
trastornos del estado de ánimo.

La exaltación, usualmente relacionada con el
éxito y los logros, a veces se considera una defensa
frente a la depresión o una negación del dolor por
una pérdida (p. ej., una forma extraña de
reacción de duelo en que la hiperactividad exaltada puede
sustituir completamente a la pena que cabría esperar). En
personas predispuestas a ello, tales reacciones pueden llevar a
un estado de manía. Por el contrario, frente a
acontecimientos positivos puede darse una depresión
paradójica, quizás debido al aumento de
responsabilidades asociadas a la nueva situación que hay
que encarar solo.

Se llega al diagnóstico de depresión o
manía cuando la tristeza o la alegría son
notoriamente intensas y van más allá de lo que
cabría esperar como efecto de un factor estresante de la
vida o cuando una u otra surgen en ausencia de
estímulo.

Etiología

Trastornos primarios del estado de ánimo. Hay una
serie de factores que contribuyen a la aparición de estos
trastornos: la herencia es el factor predisponente más
importante. No se sabe a ciencia cierta la forma en que se
heredan, pero puede que algunas formas de trastorno bipolar se
deban a genes dominantes (autosómicos o ligados a X). Una
hipótesis más difundida es la herencia
poligénica como sustrato genético común en
los trastornos bipolares y los trastornos unipolares recurrentes.
Se ignora qué es lo heredado, pero se cree que la
vía final común a todos los trastornos afectivos
consiste en una alteración de la función
limbo-diencefálica, aunque estudios recientes abogan
también por la implicación de estructuras
extrapiramidales subcorticales y sus conexiones prefrontales.
Además, parece que existe una mala regulación de
los neurotransmisores colinérgicos,
catecolaminérgicos (noradrenalina y dopamina) y
serotoninérgicos (5-HT). La herencia también puede
aumentar las probabilidades de depresión por
exposición de los niños a los efectos negativos de
los trastornos afectivos de sus padres (p. ej., ruptura de la
vinculación afectiva).

La pérdida de uno de los progenitores durante la
infancia no aumenta el riesgo de que un individuo desarrolle un
trastorno del estado de ánimo. Sin embargo, en el caso de
que la persona llegue a hacer un cuadro de ese tipo, la
depresión tiende más a aparecer en la juventud y a
seguir una evolución crónica intermitente, dando
lugar a un notable trastorno de la personalidad y a intentos de
suicidio.

Los factores de estrés que pueden inducir
episodios de alteración del estado de ánimo son
tanto psicológicos como biológicos. Los episodios
depresivos y maníacos suelen ir precedidos de
acontecimientos vitales traumáticos, sobre todo
separaciones; sin embargo, tales sucesos pueden ser en realidad
manifestaciones prodrómicas de un trastorno afectivo
más que su causa; así (p. ej., las personas
afectivamente enfermas a menudo se alejan de sus seres queridos).
El giro de la depresión a la manía suele anunciarse
por una reducción del sueño durante 1 a 3
días, siendo posible inducirlo de forma experimental
mediante deprivación del sueño, sobre todo del
correspondiente a los movimientos rápidos de los ojos
(REM). Al aplicar tratamiento con fármacos antidepresivos
se produce también un cambio similar.

La depresión puede darse en cualquier tipo de
personalidad, pero es más corriente en individuos con
temperamento inclinado a la distimia o la ciclotimia. Es
más probable que surja depresión unipolar en
personas introvertidas y con tendencia a la ansiedad, a menudo
carente de los recursos sociales necesarios para adaptarse a las
presiones propias de la vida y que tienen dificultades para
recuperarse de un episodio depresivo. Por el contrario, las
personas con trastornos bipolares suelen ser extrovertidas y
ambiciosas, y a menudo combaten la depresión mediante la
actividad.

El sexo femenino como factor de riesgo para padecer
depresión suele explicarse por la presunta naturaleza
más sociable de las mujeres, sus rasgos de dependencia y
la indefensión para controlar el propio destino en una
sociedad fundamentalmente masculina. No obstante, la
vulnerabilidad biológica también tiene importancia.
Es más probable que las mujeres deprimidas correspondan al
tipo de personalidad introvertida, melancólica e inhibida
típica del trastorno unipolar, mientras que los hombres
con depresión probablemente tendrán un tipo de
personalidad más extrovertida y tendente a la
acción, propia de los trastornos bipolares.

Riesgo de suicidio

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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