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Auxiliar de educación (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

  • Su aplicación, obviamente, debe ser
    universal: Cualquier acto de violencia debe ser tratado
    siempre de la misma manera y debe contemplarse tanto la
    violencia de los alumnos como la del personal (docente o
    no).

  • Los documentos deben ser lo más completos y
    explícitos posible: Medidas a tomar, servicio de
    intervención y prevención implicados, medidas
    explícitas de ayuda a las víctimas,
    subprogramas de perfeccionamiento del personal,
    participación activa de los afectados e interesados,
    establecer una política de detección precoz y
    subprograma de intervención en caso de
    urgencia.

  • Deben basarse en políticas proactivas o de
    tipo comunitario.

  • Las medidas judiciales que se puedan tomar son
    competencia de los jueces, por tanto, debe quedar claro
    cuáles son las competencias judiciales de aquellas que
    corresponden a las autoridades escolares.

  • Todo programa debe ir acompañado de sistemas
    de evaluación de resultados.

  • Otras medidas o recomendaciones suelen ser que ante la
    necesidad de realizar comunicados a la prensa siempre debe recaer
    sobre la misma persona, debe crearse entusiasmo por parte de
    todas las partes implicadas con objeto de optimizar la adherencia
    y, finalmente, el programa debería contemplar la
    enseñanza a los docentes en técnicas de
    resolución de conflictos y de colaboración con
    otros organismos.

    PROGRAMAS DE PREVENCIÓN

    Son bastante numerosas las posibilidades de
    intervención. Todas ellas se han implementado con
    diferentes resultados. Nosotros realizaremos un breve recorrido
    por cada uno de ellos, aunque desarrollando más
    detenidamente los denominados Programas Proactivos o de
    orientación Comunitaria.

    Tabla – 2: Tipos de Programas
    Preventivos

    1. Programa de Intervención
    /Sanción.

    2. Programas de Conducta Esperada.

    3. Programas de Detección /
    Prevención.

    4. Programas de Orientación
    Comunitaria.

    • 1- Los Programas de Intervención
      /sanción (tipo – I) son de naturaleza reactiva.
      Se actúa cuando un individuo emite una conducta
      violenta y se basan en el principio de que la mejor forma de
      prevenir la violencia escolar es hacer saber que un
      determinado acto de indisciplina frente a un código de
      conducta conlleva una consecuencia. Es la filosofía de
      los denominados programas de "Tolerancia Cero".

    • 2- Los Programas de Conducta Esperada (tipo
      – II) se basan en el principio de que cuando existen
      unas reglas de convivencia justas, que se han hecho
      explícitas y son equitativas, se impide la conducta
      inaceptable. Estos programas, aunque contemplan
      consecuencias, esta no es su filosofía, son que
      conllevan una actitud preventiva (se interviene antes de que
      aparezca la violencia).

    • 3- Los Programas de Detección
      /Prevención (tipo – III) implican una
      política de detección precoz de las causas que
      producen la violencia a través del desarrollo de
      actividades que reduzcan la violencia y favorezcan relaciones
      interpersonales positivas. Se basan en el principio de que
      "el conflicto es inevitable", por tanto, hay que
      enseñar a los alumnos a saber reaccionar positivamente
      ante situaciones potencialmente conflictivas.

    • 4- Los Programas de Orientación
      Comunitaria o Proactivos (tipo – IV) parten del
      supuesto de que los orígenes profundos de la violencia
      están fuera del centro escolar ya que el colegio no es
      en sí misma una estructura violenta, esta es
      traída al centro por los profesores y los alumnos. Se
      basan en el Modelo de Salud Pública, implican una
      coordinación con instituciones y programas externos al
      colegio. Como praxis preventiva proponen métodos de
      enseñanza que favorezcan la implicación de
      alumnos y profesores en la resolución de conflictos.
      Suelen ser multidimensionales y requieren que sean aceptados
      por la población de riesgo, encontrándose
      integrados en la política general educativa, sanitaria
      y social.

    MODELO PROACTIVO O COMUNITARIO

    Clásicamente, la Salud Pública distingue
    entre Prevención Primaría, Secundaria y Terciaria.
    Es decir, la primera actuaría sobre las causas, la segunda
    sería la detección e intervención precoz, y
    la tercera la actuación sobre la violencia declarada con
    medidas de rehabilitación y reeducación. En el tema
    de la violencia, como en cualquier otra situación en donde
    no conocemos con precisión las causas que producen el
    fenómeno que queremos prevenir, tenemos la necesidad de
    realizar una serie de intervenciones generales y, la
    mayoría de las veces, inespecíficas que debemos
    contrastar periódicamente a través de los
    resultados obtenidos.

    1. Medidas en Prevención
    Primaria:

    Consiste básicamente, básicamente, en el
    desarrollo de medidas encaminadas a modificar aquellas
    situaciones socio-culturales que favorezcan la violencia y no
    difieren de las medidas generales de otros programas:

    • Sensibilizar al público en
      general con objeto de que adquieran compromisos con la
      prevención de la violencia en el contexto
      escolar.

    • Intervención Comunitaria que
      mejoren las condiciones sociales que favorecen la violencia:
      mejorar las condiciones de hábitat, desarrollo de
      guarderías, servicios

    • médicos y
      psicopedagógicos.

    • Establecer programas de
      Intervención desde las guarderías, preescolar y
      secundaria que favorezcan conductas prosociales.

    • Reglamentación que regule la
      emisión de programas violentos en la TV cuando exista
      una audiencia mayoritariamente infantil.

    • Lucha contra el consumo de
      drogas.

    2. Medidas de prevención
    secundaria

    Igual que en la situación anterior, en la
    detección e intervención precoz deben contemplarse
    una serie de medidas anteriores que las posibiliten. Igualmente,
    deben implicarse todos los estamentos que tengan que ver con la
    familia, servicios de atención al menor y servicios
    sociales comunitarios. Solo un programa que sepa articular a
    estos estamentos tendrá posibilidades de
    éxito.

    Como medidas generales en el ámbito escolar,
    proponemos:

    • El establecimiento de normas
      antiviolencia claras, lógicas y de aplicación
      no arbitraria.

    • Desarrollo de programas que
      enseñen a los alumnos habilidades
      prosociales.

    • Regular las actividades escolares
      excesivamente competitivas.

    • Desarrollar una buena política
      escolar de promoción de deporte.

    • Desarrollar sentimientos de
      cooperación y solidaridad entre los
      alumnos.

    • Actuación inmediata de los actos
      violentos encaminando la situación hacia el estamento
      que mejor pueda resolverla.

    3. Prevención terciaria

    Nos plantea como actuar cuando la violencia ha
    aparecido. Existen algunas normas básicas que debemos
    seguir si queremos que las medidas a tomar sean realmente
    preventivas: la aplicación de castigos debe ser
    proporcional a la gravedad del acto violento y basados
    en:

    • Un programa de expulsiones bien
      articulado.

    • El establecimiento y desarrollo de
      medidas alternativas a la expulsión definitiva
      articulándolas con un programa de actuación
      más general y no como única medida.

    • El establecimiento y desarrollo de
      modalidades esclares alternativas ya sean transitorias o
      definitivas.

    WEISSBERG y ELLIAS (1993) proponen integrar las
    actuaciones de prevención frente a la violencia en un
    marco integrado en un Modelo de Competencias Sociales y de
    Educación para la Salud. Estos autores encuadran la
    violencia en una visión extensa del concepto de salud y
    proponen una enseñanza planificada desde las
    guarderías hasta el final de la secundaria que contemple
    las diferentes fases del desarrollo psicológico. Se
    fundamenta en el aprendizaje de habilidades cognitivas y
    conductuales que generen actitudes, valores y una correcta
    percepción y de aceptación de las normas
    sociales.

    PROPUESTA CONCRETA DE UN PROGRAMA DE
    PREVENCIÓN

    Debemos diferenciar las actuaciones preventivas
    encaminadas a modificar la violencia y la indisciplina ocasional
    de las dirigidas a los alumnos que presentan trastornos de
    conducta. Sobre la primera deben desarrollarse Programas
    Específicos de Centro y sobre las segundas los Programas
    Comunitarios de Prevención.

    Programas Específicos de Centro Cuando realmente
    se intenta controlar la violencia escolar no son suficientes
    medidas puntuales y aisladas que dé respuesta a actos de
    indisciplina concretos. Realmente la eficacia de un programa
    antiviolencia debe enmarcarse en su actuación en programas
    de actuación general a nivel, incluso, comunitario. Por
    tanto, el programa de centros podría ser considerado como
    un subprograma del comunitario. Igualmente, deben tener el apoyo,
    tanto de los padres como de los alumnos y profesores y
    sustentarse en la filosofía de tolerancia cero a la hora
    de aplicar las medidas disciplinarias. La aplicación de
    consecuencias se decidirá por una Comisión de
    Disciplina creada para tal efecto.

    A nuestro juicio un Programa de Centro estaría
    obligado a contemplar un mínimo de aspectos de violencia.
    Los que recogemos a continuación deben adaptarse a cada
    situación concreta, teniendo en cuanta las
    características sociales y de contextos de riesgo de la
    procedencia del alumnado. Estos supuestos mínimos
    podrían ser:

    • No permitir la presencia de armas en el centro,
      entendiendo por ello cualquier objeto que pueda causar
      daño físico.

    • Vigilar el flujo de personas ajenas al
      centro.

    • Controlar las conductas de intimidación y /o
      amenazas entre los alumnos.

    • No permitir el vandalismo: destrucción de
      material

    • Robos de pertenencias a compañeros o al
      centro.

    • Discriminación por razones de sexo, raza o
      aspecto / minusvalías físicas o
      psíquicas.

    • Peleas.

    • Agresiones, intimidación o acoso de tipo
      sexual.

    • Intimidaciones por escrito o verbal entre
      compañeros.

    • Organización de bandas o grupos de
      presión en el centro.

    • Consumo de alcohol, drogas o tabaco en el recinto
      escolar.

    • Debe definirse claramente un código de
      conducta.

    • Canales de comunicación entre los afectados.
      En este sentido es muy importante la creación de la
      figura del "mediador" y que, normalmente, es una persona con
      ascendencia entre profesores y alumnos.

    • Política de centro que favorezca un clima
      positivo.

    • Elaboración de un protocolo de
      actuación con secuencias explicitas a cada tipo de
      infracción y que debe ser conocido por profesores,
      alumnos y padres.

    • Recogida de las infracciones producidas y mecanismos
      para informar a las autoridades educativas.

    • Programas de perfeccionamiento del personal en
      técnicas y métodos de promoción de la
      seguridad y prevención de la violencia.

    • Deben articularse mecanismos de enlace con la
      policía y los servicios de seguridad, así como
      los de urgencias sanitarias para los casos graves de
      violencia.

    • Creación de una Comisión de
      Seguimiento y Evaluación del Programa
      Antiviolencia.

    • Las medidas de expulsión deben quedar
      claramente definidas y todos los implicados deben tener
      conocimiento exacto de los elementos de violencia que las
      origina.

    • Elaboración de programas alternativos a la
      expulsión.

    • Creación de mecanismos de ayuda y apoyo a las
      víctimas de la violencia.

    Existen una serie de indicadores que sirven para definir
    sujetos en riesgo para la cometer actos violentos, así
    como una serie de señales de advertencia antes de su
    manifestación. Por ello es importante tenerlas presentes e
    incluso contemplarlas de forma estandarizada en cualquier
    programa de centro.

    – Como indicadores precoces de sujetos en riesgo
    podemos incluir aspectos como:

    • Alumnos que manifiestan con frecuencia episodios de
      ira incontrolada.

    • Alumnos con patrones de comportamiento impulsivo y
      bromas pesadas, intimidación y maltrato.

    • Historial previo de problemas de
      indisciplina.

    • Historial previo de conductas violentas.

    • Intolerancia a las diferencias y actitudes
      prejuiciosas.

    • Pertenencia a pandillas.

    • Amenazas de violencia.

    – ¿Cuáles serían las
    señales de advertencia que nos obliguen a un seguimiento
    más estrecho?

    • La presentación de peleas con los
      compañeros y /o los familiares.

    • La destrucción de material de los
      compañeros o el centro.

    • Conductas explosivas de ira importante por razones
      poco significativas.

    • Amenazas reiteradas de violencia.

    • Posesión de objetos que pueden ocasionar
      violencia (navajas, palos, cadenas o cualquier
      otro…)

    Todos los aspectos anteriormente reseñados
    tienden al concepto de centro seguro y que podría
    definirse como aquel que mantiene una buena supervisión de
    acceso al centro, en donde la radio alumnos/profesores es
    correcta, los ajustes de horarios tienden a minimizar el tiempo
    muerto en pasillos o lugares potencialmente peligrosos y con una
    supervisión eficiente durante los recreos. Estos aspectos
    deben complementarse con la prohibición de la salida de
    los alumnos del centro sin una causa que los justifique, la
    prohibición de reuniones, sin supervisión, en
    lugares potencialmente facilitadores de la trasgresión de
    las normas conjuntamente con una vigilancia efectiva de los
    alrededores del centro y coordinación con la
    policía para asegurar un entorno seguro.

    Por supuesto, las medidas anteriores, como venimos
    diciendo, deben adaptarse a los riesgos particulares de cada
    centro escolar, de los derivados de su entorno y de la
    procedencia del alumnado. Igualmente, la intervención
    preventiva se fundamenta en unos principios básicos para
    realmente pueda ser operativa y eficaz. En este sentido, la
    responsabilidad debe ser compartida estableciendo vínculos
    positivos entre el alumnado, el colegio, la familia y, en
    definitiva, la comunidad en donde se inserta.

    La comunicación con los padres debe ser sincera,
    objetiva. Se les debe escuchar e informar cuando sean observadas
    señales de advertencia en sus hijos. En las situaciones de
    caos o disfunciones graves de la dinámica familiar con
    tendencia a desplazar responsabilidades al centro,
    deberían ser los interlocutores de la Asociación de
    Padres de Familia los que comuniquen la situación de
    riesgo que presenta su hijo/a e informarles de las medidas que se
    tomarán de producirse. Esto último impide los
    recelos padres/profesores. Al mismo tiempo, se debe respetar la
    confidencialidad de las familias respecto a sus asuntos privados
    sin adoptar ni actitudes ni sugerencias que puedan ser
    interpretadas como una injerencia en tales asuntos.

    El responsable de programa debería transmitir a
    los padres una serie de sugerencias que faciliten la operatividad
    del mismo:

    • Que hablen con sus hijos acerca de la
      conveniencia de los programas de disciplina.

    • Que animen e involucren a sus hijos en
      el cumplimiento del mismo.

    • Hablar con sus hijos sobre la violencia
      en TV, videojuegos etc…

    • Que les enseñen la conveniencia
      de resolver pacíficamente los problemas.

    • Animarles a que enseñen a sus
      hijos a expresar la frustración y la ira de forma no
      violenta o peligrosa para los demás.

    • Enseñarles a tolerar las
      diferencias de forma tolerante.

    • Generar mecanismos que les facilite el
      poder pedir ayuda y orientación si fuera
      necesario.

    • Animarles a que consulten si sus hijos
      manifiestan preocupaciones sobre amenazas o acciones
      violentas.

    • Si existen grupos juveniles de
      prevención de la violencia que participen.

    • Que los padres participen en los foros
      que se desarrollen con relación a la violencia
      escolar.

    Respecto a cómo gestionar la aplicación de
    medidas, estas deberían ser ejecutadas sin demoras y
    generalizadas a otros contextos. Es difícil que tales
    conductas se limiten exclusivamente al ámbito
    escolar.

    Objetivos: Las actividades se
    estructurarán dependiendo del nivel hacia donde se dirija
    la intervención: encaminadas a actuaciones de
    prevención primaria, secundaria o terciaria.

    – Las actividades hacia la prevención primaria,
    se realizarían en los centros escolares y
    consistirían el programas de formación,
    análisis de situaciones de riesgo, apoyo a la
    creación y seguimiento de los diferentes programas de
    prevención establecidos.

    – Las actividades en un nivel secundario de
    prevención se refieren a la actuación sobre la
    violencia ya declarada. Por tanto, a desarrollar en el centro
    especializado.

    Consistiría en:

    • Evaluación clínica y psicosocial de
      cada caso. Esta información debe ser lo más
      exhaustiva posible y con valoraciones ecológicas
      específicas que faciliten.

    • El establecimiento de un programa de tratamiento
      individualizado con intervención sobre todos los
      aspectos considerados favorecedores o mantenedores del
      trastorno de conducta.

    • Los objetivos del tratamiento individual
      serían la modificación de las variables del
      sujeto que se consideren en relación con el trastorno
      de conducta, sean biológicas, psicológicas o de
      procedencia ambiental. Las técnicas que se han
      mostrado relativamente eficaces son las de
      modificación cognitiva y de conducta.

    • Una de las actividades terapéuticas
      más relevantes para los trastornos de conducta, aunque
      también de más difícil manejo, es la
      intervención grupal. Se centrarían
      básicamente en la aplicación de programas en
      habilidades sociales y desarrollo de conductas
      prosociales.

    • Trabajo con familias con objeto de eliminar
      disfunciones de la dinámica familiar y dotarla de
      habilidades en el manejo de contingencias.

    • Programa de tratamiento psico
      /neurofarmacológico sobre la base de la evidencia
      científica en cuanto a su efectos
      terapéuticos.

    – Las actividades a un nivel terciario
    consistirían, básicamente, en:

    • Mantenimiento de los resultados positivos del
      tratamiento actuando sobre los aspectos considerados
      más vulnerables.

    • Mantenimiento y desarrollo de factores de
      protección, tanto en el individuo como en la familia,
      colegio y contextos psicosociales.

    • Desarrollar intervenciones de seguimiento
      complementarias, si fuera necesario (toxicomanías,
      paidopsiquiatría etc…).

    • Establecimiento de mecanismos fluidos de
      coordinación continuada con los profesores de los
      alumnos con objeto de mantener una continuidad de cuidados y
      seguimiento.

    VIOLENCIA DE GÉNERO EN
    ADOLESCENTES

    La violencia constituye en la actualidad un problema
    social de primera magnitud en muchos países occidentales,
    por los efectos que produce en las personas contra las que se
    dirige. Dentro de este contexto debemos destacar que es la
    población más joven la que aporta gran parte de los
    datos recogidos en las estadísticas sobre hechos
    violentos. Son los hombres los que generalmente adoptan el rol de
    agresores, y mujeres, niñas y niños y personas
    mayores, los de víctimas.

    Actos de violencia tales como sexo sin consentimiento,
    abuso sexual y violación, acoso y malos tratos, son
    más comunes de lo que en un principio nos podemos
    imaginar. Estos y otros como las humillaciones, amenazas,
    rechazos por motivos de orientación sexual (homofobia),
    motes… están muy presentes en la vida cotidiana cercana.
    Las conductas violentas están basadas en convicciones y
    sistemas de creencias sesgados por mensajes de carácter
    sexista, mitos sobre el poder y la violencia, por falsedad o
    ausencia de información sobre las relaciones entre
    iguales, la sexualidad y las relaciones de género, y por
    unos mecanismos de socialización que hacen que la realidad
    emocional de hombres y mujeres sea diferente,
    presentándose "mutilados/as" ante las relaciones
    interpersonales y el propio proceso de desarrollo
    personal.

    Esta claramente demostrado que, tomando en
    consideración los antecedentes de los agresores, los actos
    de dominio, intimidación y violencia suelen producirse
    desde edades tempranas, en la adolescencia, fase crítica
    que va estrechamente unida a la búsqueda de una identidad
    social, profesional, sexual y de género.

    VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

    Hablar de violencia de género es hablar de un
    concepto que engloba diversas formas de violencia ejercida contra
    las mujeres, en función de su sexo y del papel que les ha
    sido adjudicado en un modelo de sociedad basado en normas,
    valores y principios, que sitúa a las mujeres en una
    posición de inferioridad y desventaja respecto de los
    hombres. La violencia de género no es innata sino que se
    adquiere, se aprende y se desarrolla desde los primeros
    años de nuestra vida. Los seres humanos heredamos rasgos
    que influyen en nuestro carácter, pero nuestros
    comportamientos, desde el sadismo más absoluto a la
    generosidad más esplendorosa, son el producto de un largo
    proceso evolutivo condicionado por las influencias sociales, las
    relaciones interpersonales y la cultura. Si la violencia ejercida
    contra las mujeres es un comportamiento que se aprende, ese mismo
    aprendizaje se puede modificar, se puede erradicar inculcando a
    hombres y mujeres otro sistema de valores basado en la equidad y
    el respeto mutuo.

    Nadie puede dudar que la violencia contra las mujeres es
    una patología social compleja porque en su
    presentación intervienen múltiples factores y, por
    tanto, de difícil tratamiento, más aún si
    los planteamientos de análisis son simplistas. Si lo que
    queremos es afrontar de verdad el problema debemos ir al origen
    del mismo y, por supuesto, la cura y la prevención
    sólo es posible si todas las instituciones sociales se
    implican en la tarea.

    La prevención de la violencia contra las
    mujeres desde la educación

    Creemos que el papel que la educación puede y
    debe desempeñar es la erradicación de toda forma de
    violencia contra la mujer. Ese objetivo es crucial y la
    coeducación es un mecanismo de primer orden para
    conseguirlo. Un estudio realizado recientemente por la
    Unión Europea recomienda una serie de buenas
    prácticas en esta materia de las que extractamos las
    siguientes:

    Con respecto a las Instituciones
    educativas

    • Enseñar a construir la igualdad en la
      práctica, a través de experiencias de
      colaboración entre chicas y chicos, basadas en el
      respeto mutuo.

    • Incluir la lucha contra el sexismo y la violencia en
      el currículo escolar, enseñando a detectar y a
      combatir los problemas que conducen al sexismo y a la
      violencia contra las mujeres.

    • Favorecer la superación de los diversos
      componentes del sexismo y la violencia contra las mujeres,
      estimulando cambios cognitivos, emocionales y de
      comportamiento.

    • Desarrollar instrumentos que permitan detectar,
      desde la escuela, a las niñas y niños y
      adolescentes que pueden haber estado expuestos a situaciones
      de violencia, para interrumpir dichas situaciones, curarles
      de sus destructivos efectos y prevenir la tendencia a su
      reproducción posterior.

    Con respecto a las Administraciones
    educativas:

    • Proporcionar a los centros educativos las
      condiciones que permitan llevar a la práctica
      programas eficaces, para prevenir la violencia contra las
      mujeres, favoreciendo una formación
      teórico-práctica del profesorado que debe
      desarrollarlos y facilitando las diversas condiciones que los
      hagan viables (recursos económicos, materiales para la
      aplicación, ajustes en los horarios, medios humanos,
      personas expertas para consultar dudas…)

    • Integrar la intervención que se realiza desde
      la educación con la que debe llevarse a cabo en todos
      los contextos desde los que se estructura la sociedad,
      conectándolas desde un enfoque multidisciplinar, que
      permita al profesorado colaborar con otros agentes
      sociales.

    Capítulo 3

    El trastorno de
    conducta oposicionista y desafiante

    Los niños al cumplir los dos, tres años
    suelen mostrar un comportamiento caracterizado por su terquedad,
    oposición a los padres y maestros, que suele ser
    más evidente en la adolescencia. Este comportamiento en
    sí mismo no presenta ningún tipo de anormalidad o
    anomalía alguna. Sin embargo, cuando estos síntomas
    se hacen más frecuentes, repetitivos y se convierten en un
    comportamiento agresivo hacia los demás, influyendo en su
    vida escolar, social y académica, entonces hay que
    comenzar a pensar que allí puede haber un posible
    trastorno de la conducta.

    El trastorno oposicionista y desafiante, también
    conocido como trastorno de la conducta negativista y desafiante
    se caracteriza, por lo tanto, por un enfrentamiento continuo con
    los adultos y con todas aquellas personas que tengan algún
    rasgo de autoridad, en especial dentro de la familia y de la
    escuela. Suele aparecer en el niño, en torno a los dos
    – tres años, como una manifestación de
    oposición y desafío, aunque será a partir de
    los siete años cuando se manifieste como tal trastorno,
    afectando entre un cinco y un quince por ciento de la
    población escolar.

    Hasta hace muy poco tiempo era comúnmente
    aceptado por todos los especialistas que el trastorno desafiante
    y oposicionista precedía y terminaba convirtiéndose
    en un trastorno de conducta. Así hemos visto cómo
    el CIE-10 consideraba al trastorno oposicionista como un subtipo
    dentro del trastorno disocial o de conducta. Sin embargo, existen
    evidencias que indican, que ambos trastornos son independientes
    entre sí; así, por ejemplo, vemos que en el
    trastorno oposicionista predomina una actitud provocadora y
    hostil sobre las conductas destructivas o sobre la
    violación de los derechos fundamentales de los
    demás.

    ¿Qué es el trastorno de
    conducta oposicionista y desafiante?

    El trastorno de conducta oposicionista y desafiante (su
    sigla en inglés es ODD) es un trastorno conductual que
    normalmente se diagnostica en la niñez y que se
    caracteriza por conducta no cooperativas, desafiantes, negativas,
    irritables y fastidiosas hacia los padres, compañeros,
    maestros y otras figuras de autoridad. La angustia y la
    preocupación que los niños y adolescentes con ODD
    provocan en los demás son mayores que las que ellos mismos
    experimentan.

    Causas del trastorno de conducta
    oposicionista y desafiante

    Las causas que ocasionan este trastorno, son hoy en
    día motivo de discusión, al considerar algunos
    expertos que éstas son desconocidas. Sin embargo, hay
    otros que consideran que estas causas hay que buscarlas dentro
    del ámbito familiar, basándose en la opinión
    de algunos padres que dicen que su niño con Trastorno
    Desafiante y Oposicionista era más rígido y
    demandante que sus hermanos desde su más temprana edad. A
    estos habría que añadir una serie de factores
    biológicos y del ambiente, como causantes de este
    trastorno.

    Aún se desconoce la causa exacta de este
    trastorno, pero Estudios recientes han llevado a analizar como
    posibles causas en la aparición de este trastorno dos
    teorías, conocidas cada una de ellas como teoría
    del desarrollo y teoría del aprendizaje, respectivamente.
    La teoría del desarrollo, que sugiere que los problemas
    comienzan cuando el niño tiene entre uno y dos años
    y medio de edad. Los niños y adolescentes que desarrollan
    ODD pueden experimentar dificultades para aprender a volverse
    autónomos y separarse de la principal persona a la cual se
    encuentran ligados emocionalmente. Las "actitudes negativas"
    características de este trastorno se consideran una
    continuación de las cuestiones normales del desarrollo que
    no se resolvieron de forma adecuada durante los primeros
    años de vida. La teoría del aprendizaje, que
    sugiere, sin embargo, que las características negativas
    del trastorno de conducta oposicionista y desafiante son
    actitudes aprendidas que reflejan los efectos de las
    técnicas de refuerzo negativo empleadas por los padres y
    figuras de autoridad. Se considera que el empleo de refuerzos
    negativos por parte de los padres incrementa la frecuencia y la
    intensidad de este tipo de conducta en el adolescente, quien de
    este modo logra la atención, el tiempo, la
    preocupación y la interacción que desea obtener de
    los padres o las figuras de autoridad.

    ¿A quiénes afecta el
    trastorno de conducta oposicionista y desafiante?

    Los trastornos de la conducta, como categoría,
    son sin duda la causa mas común de derivación a los
    servicios de salud mental para niños y adolescentes. Las
    estadísticas indican que este trastorno afecta entre un 2
    y un 16 por ciento de los niños y adolescentes de la
    población general y que se presenta con una frecuencia
    mayor en los varones que en las mujeres.

    Síntomas del trastorno de
    conducta oposicionista y desafiante

    La mayoría de los síntomas observados en
    niños y adolescentes con este trastorno también se
    observa a veces en niños que no lo padecen, especialmente
    alrededor de los 2 ó 3 años de edad o durante la
    adolescencia. Muchos niños, principalmente cuando
    están cansados, con hambre o disgustados, tienden a
    desobedecer, discutir con sus padres y desafiar su autoridad. Sin
    embargo, en los niños y adolescentes que padecen el
    trastorno de conducta oposicionista y desafiante, estos
    síntomas se presentan en forma más frecuente e
    interfieren con el aprendizaje, la adaptación en la
    escuela y, algunas veces, con las relaciones personales del
    adolescente.

    Los síntomas del trastorno de conducta
    oposicionista y desafiante pueden incluir los
    siguientes:

    • Se enfadan con relativa frecuencia, se
      encoleriza. Es muy habitual en ellos las rabietas frecuentes
      de todo tipo; pierden con facilidad la paciencia.

    • Discusiones excesivas con los
      adultos.

    • Desafían las reglas de los
      adultos, negándose a realizar las tareas de la casa,
      por ejemplo. Son provocadores.

    • Cuestionamiento constante de las
      reglas; negativa a obedecerlas.

    • Conducta dirigida a molestar o enojar a
      los demás, incluidos los adultos.

    • Intentos de culpar a otras personas por
      su mala conducta o errores.

    • Suelen estar coléricos y
      resentidos con todo lo que les rodea. Se molestan con
      facilidad y se enojan, son quisquillosos e
      irritables.

    • Actitud de enojo frecuente.

    • Vocabulario desagradable o poco
      amable.

    • Actitud vengativa.

    • Son mentirosos e
      incumplidores.

    • Suelen tener problemas
      académicos.

    En ocasiones, los niños pueden presentar unos
    síntomas parecidos a los que caracterizan este trastorno,
    pero que son pasajeros y propios de la edad. Los padres y
    profesores tendrán que estar atentos a estas diferencias,
    ya que para que se pueda hablar de trastorno estos
    síntomas se deben presentar con una gran frecuencia,
    además de interferir en el aprendizaje, la
    adaptación en la escuela y, algunas veces, con las
    relaciones personales del adolescente.

    ¿Cómo se diagnostica el
    trastorno de conducta oposicionista y desafiante?

    Los padres, maestros y otras personas que representan
    figuras de autoridad en el entorno del niño o adolescente
    suelen ser capaces de identificar a un niño o un
    adolescente que padece el trastorno. No obstante, un psiquiatra
    infantil o un profesional de la salud mental capacitado es
    él quien normalmente realiza el diagnóstico.
    También resulta beneficioso contar con los antecedentes
    detallados y las observaciones de conducta del adolescente,
    suministrados por sus padres y maestros y, algunas veces,
    realizar un examen psicológico. Los padres que advierten
    síntomas del trastorno en sus niños o hijos
    adolescentes pueden ayudarlos procurando una evaluación y
    tratamiento precoces, decisión clave para prevenir la
    aparición e incidencia de problemas en el
    futuro.

    Además, debido a que el trastorno de conducta
    oposicionista y desafiante a menudo se manifiesta junto con otros
    trastornos de la salud mental, entre los que se incluyen
    trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, de conducta y
    el trastorno de déficit de atención con
    hiperactividad, la necesidad de un diagnóstico y
    tratamiento precoces es imperiosa. Consulte al médico de
    su hijo adolescente para obtener más
    información.

    Tratamiento para el trastorno de
    conducta oposicionista y desafiante

    Al igual que los demás trastornos, éste
    debe ser tratado por especialistas que contarán
    necesariamente con la información de primera mano ofrecida
    por padres y profesores, además de contar con aspectos
    propios del niño como su estado de salud, la edad, su
    tolerancia a los medicamentos, etc., que obtendrá de una
    exploración previa y de la información ofrecida por
    las personas mencionadas. En primer lugar, se procederá a
    realizar una evaluación comprensiva, con el fin de
    determinar si hay otro tipo de desórdenes presentes, como
    ansiedad, depresión, problemas de aprendizaje o trastorno
    de déficit de atención e hiperactividad, que pueden
    llevar al niño a desarrollar un trastorno de la
    conducta.

    El tratamiento específico para el trastorno de
    conducta oposicionista y desafiante será determinado
    basándose en lo siguiente:

    • La edad de su hijo, su estado general de salud y sus
      antecedentes médicos;

    • La gravedad de los síntomas de su
      hijo;

    • La tolerancia de su hijo a determinados medicamentos
      o terapias;

    • Las expectativas para la evolución del
      trastorno;

    El tratamiento puede incluir:

    Psicoterapia individual.-"Que
    suele emplear un enfoque cognitivo conductual a fin de aumentar
    la capacidad del paciente para resolver problemas y su habilidad
    de comunicación y de control del enojo y el
    impulso". Es decir, se pretende que el niño
    aprenda a controlar sus emociones fuertes (rabia, coraje,
    etc.).

    Terapia familiar.-La terapia familiar tiene
    a menudo como objetivo realizar cambios en la relación
    familiar, como por ejemplo, mejorar la capacidad de
    comunicación y fomentar la interacción entre sus
    miembros. La crianza de los adolescentes con el trastorno suele
    ser una tarea muy difícil para los padres, quienes
    necesitan apoyo, comprensión y ayuda para desarrollar
    enfoques más eficaces para la crianza de sus
    hijos.

    Terapia grupal con pares.-Que "a
    menudo prioriza el desarrollo de las habilidades sociales e
    interpersonales". En este aspecto se aconseja un
    entrenamiento en las destrezas sociales, encaminado a aumentar la
    flexibilidad y mejorar la tolerancia de la frustración con
    sus pares.

    Medicamentos.-Si bien no se consideran
    eficaces para el tratamiento del ODD, pueden utilizarse si se
    presentan otros síntomas o trastornos que responden al
    medicamento.

    A estos tratamientos habría que añadir las
    terapias cognitivas, que para el doctor Romeu son un camino
    prometedor, ya que hasta el momento los datos obtenidos con
    pacientes que presentaban síntomas de negativismo
    desafiante han sido muy satisfactorios.

    Por último, y no por eso menos importante, hay
    que ayudar a los padres de forma directa mediante programas de
    adiestramiento, tendente a que éstos aprendan a manejar el
    comportamiento del niño. En esta ayuda se tendrá en
    cuenta una buena información de este tipo de
    comportamiento de los niños, que permitan una
    solución del problema y una reducción en la
    negatividad de los individuos.

    Cómo prevenir el trastorno de conducta
    oposicionista y desafiante en la adolescencia

    Algunos expertos consideran que en la
    manifestación del trastorno de conducta oposicionista y
    desafiante se produce una secuencia de experiencias relacionadas
    con el desarrollo. Esta secuencia puede iniciarse con una actitud
    ineficaz por parte de los padres, seguida de dificultades con
    otras figuras de autoridad y malas relaciones con los
    compañeros. A medida que estas experiencias se exacerban y
    persisten, la conducta desafiante y oposicionista se transforma
    en un patrón. La detección y la intervención
    precoces en las vivencias negativas familiares y sociales pueden
    lograr interrumpir la secuencia de experiencias que llevan a
    conductas más oposicionistas y desafiantes. La
    detección precoz y la intervención con habilidades
    más efectivas de comunicación, de crianza, de
    resolución de conflictos y de control del enojo pueden
    alterar el patrón de conductas negativas y disminuir la
    interferencia del trastorno en las relaciones interpersonales con
    los adultos y los compañeros, así como
    también en la adaptación en el ámbito
    escolar y social. El objetivo principal de la intervención
    precoz es favorecer el crecimiento y el desarrollo normales del
    adolescente y, además, mejorar la calidad de vida del
    niño o adolescente que padece el trastorno de conducta
    oposicionista y desafiante.

    ¿Cómo prevenirlo?

    • En primer lugar, se debe llevar a cabo una buena
      labor preventiva y de intervención precoz del
      trastorno. Para ello se evitarán todo tipo de
      situaciones negativas dentro del ámbito familiar y
      social, que son generadoras de conductas desafiantes y
      oposicionistas.

    • Potenciar todas aquellas habilidades encaminadas a
      favorecer la comunicación entre los diferentes
      miembros de la familia.

    • Controlar las emociones de enojo y todas las
      conductas negativas que pueden llevar a
      enfrentamientos.

    • Eliminar todo tipo de situaciones conflictivas en el
      ámbito familiar y escolar.

    • Lograr una correcta adaptación al
      ámbito escolar.

     ¿Qué pueden hacer los padres
    cuando aparece este trastorno?

    Los padres, en primer lugar, deben de recibir la
    información precisa sobre el trastorno que padece su hijo,
    así como las posibilidades que tiene de que éste se
    corrija y no llegue a convertirse en un trastorno de conducta.
    Asimismo, los padres deben evitar de caer en el error de centrar
    toda su atención en su hijo con TDO, pues ello le puede
    ocasionar más perjuicios que beneficios. Los expertos
    aconsejan que los padres actúen de la siguiente
    manera:

    • Apoyar al niño en todas aquellas situaciones
      positivas, reforzando sus actuaciones que demuestren
      flexibilidad y cooperación.

    • Autoimponerse unos tiempos de descanso; es decir,
      darnos un tiempo antes de actuar si consideramos que una
      actuación inmediata puede provocar un conflicto
      mayor.

    • Establecer prioridades en aquellas cosas que
      queramos que hagan nuestros hijos, de manera que se eviten
      situaciones de enfrentamientos.

    • Establecer límites razonables, que el
      niño entienda con facilidad, imponiendo unas
      consecuencias consistentes.

    • Centrar nuestra atención en otros intereses
      distintos, que no sean única y exclusivamente, estar
      pendientes de nuestro hijo con este trastorno. Para ello es
      bueno contar con otros profesionales que respalden nuestra
      actuación con él.

    • Realizar ejercicios de relajación, de manera
      que disminuyan el estrés y nos permitan una respuesta
      correcta ante cualquier situación conflictiva
      presentada.

    Capítulo 4

    Trastorno de la
    conducta o trastorno disocial

    Dentro de los trastornos de conducta, el
    trastorno disocial es uno de los más
    característicos; suele ir asociado con conflictos
    familiares, pobreza, defectos genéticos y adicción
    a drogas o alcoholismo de parte de los progenitores. Si
    hiciésemos una breve incursión histórica
    sobre los autores que han trabajado en el estudio de la conducta
    infantil, veríamos que el interés suscitado por
    esta temática proviene del siglo XIX; los autores de la
    época englobaban los problemas de la conducta en la
    infancia con aquellos otros relacionados con la hiperactividad,
    bajo el epígrafe de "niños
    inestables
    ", como los denominaba Bourneville. Tras este
    autor siguieron sus pasos otros de la talla de Still (1902) o
    Heuyer, para quien la conducta disocial de estos chicos se
    debía a factores psicosociales. Heuyer los denominaba como
    "niños anormales y delincuentes
    juveniles
    ". No será, sin embargo, hasta mediados
    del siglo XX cuando este trastorno encuentre su correcta
    delimitación desde un punto de vista clínico, hasta
    llegar a su actual denominación como Trastorno de
    Conducta. Es el momento en el que se analizan los síntomas
    más evidentes de este comportamiento como las rabietas no
    controlables, la agresividad hacia sus compañeros y
    familiares y toda una amplia gama de manifestaciones, como iremos
    analizando en los apartados siguientes.

    Nosotros, para el análisis de este
    trastorno hemos seguido los criterios establecidos tanto por el
    DSM-IV como por el CIE 10, de la OMS. A partir de ellos nuestra
    única pretensión ha sido acercarnos a su
    problemática, al mismo tiempo que dar unas pequeñas
    indicaciones sobre su tratamiento, según la
    información ofrecida por los expertos en esta
    materia.

    ¿Qué es el trastorno de la
    conducta o trastorno disocial?

    Se entiende como trastorno de conducta a la
    alteración del comportamiento, que se manifiesta de una
    manera antisocial, ya desde la infancia, y que se refleja en una
    serie de violaciones de normas que no son propias de la edad,
    como los enfrentamientos con otros niños; escaparse de
    clase, etc., y que son consideradas más allá que la
    propia "maldad infantil" o rebeldía del
    adolescente. Estas manifestaciones van unidas a una serie de
    situaciones familiares, sociales, escolares que las van a
    potenciar. Aunque aparecen en etapas infantiles, pueden continuar
    y se amplía en la edad adulta. Por otra parte, indicar que
    este trastorno afecta, al igual que ocurre con el TDAH, en mayor
    medida más a los niños que a las niñas, en
    porcentajes que van entre el 6 y el 16 por ciento para los
    niños y entre el 2 y el 9 por ciento para las
    niñas.

    Finalmente, indicar que este tipo de trastorno disocial
    suele ir precedido de otro trastorno, el negativista desafiante,
    que aparece con mayor frecuencia en los años preescolares,
    mientras que el trastorno de conducta aparece en niños
    mayores, en adolescentes. Esta opinión. Sin embargo, hoy
    en día es discutida por algunos autores.

    El trastorno del comportamiento (su sigla en
    inglés es CD) es un trastorno de la conducta que a veces
    se diagnostica en la niñez y que se caracteriza por
    conductas antisociales que violan los derechos de los
    demás y las normas y reglas sociales apropiadas para la
    edad. Algunos ejemplos podrían incluir la falta de
    responsabilidad, la conducta transgresora (ausentarse de la
    escuela sin permiso o escaparse), la violación de los
    derechos de los demás (como por ejemplo, robar) o, la
    agresión física hacia los demás (como por
    ejemplo, golpes o violación). Estas conductas son a menudo
    concomitantes, no obstante, también es posible que se
    presente sólo una o varias de ellas en forma aislada, es
    decir, sin las demás.

    ¿Cuáles son las causas del
    trastorno del comportamiento?

    Se considera que las condiciones que contribuyen al
    desarrollo de un trastorno de la conducta son multifactoriales,
    lo que significa que existen muchos factores involucrados. Los
    exámenes neuropsicológicos demuestran que los
    niños y los adolescentes que sufren este tipo de
    trastornos parecen presentar alguna clase de anomalía en
    el lóbulo frontal del cerebro, lo cual interfiere en su
    capacidad para planificar, evitar los riesgos y aprender de las
    experiencias negativas. Se piensa que el temperamento de los
    niños tiene una base genética. Los niños y
    los adolescentes que tienen un temperamento difícil tienen
    mayor probabilidad de desarrollar trastornos de conducta, y lo
    mismo sucede con los que provienen de hogares carenciados,
    traumáticos o desorganizados. Se comprobó
    también que los problemas sociales y el rechazo por parte
    de sus compañeros contribuyen a la delincuencia. Existe
    además una relación entre el bajo nivel
    socioeconómico y los trastornos de la conducta. Los
    niños y los adolescentes que manifiestan conductas
    delictivas y agresivas tienen perfiles cognitivos y
    psicológicos característicos en comparación
    con adolescentes que padecen otros problemas de salud mental y
    los que forman parte de grupos de control. Todos los factores que
    posiblemente contribuyen al desarrollo del trastorno determinan
    la interacción de los niños y los adolescentes con
    los demás.

    Este comportamiento agresivo y violento, que puede
    incluso llevar al menor a la utilización de armas de
    fuego, va generalmente unido a una serie de causas
    multifactoriales que han provocado esta situación. Algunas
    de las más significativas son:

    • Relación de este trastorno con una
      afección en el lóbulo frontal del cerebro, lo
      que impide a estos niños llevar a cabo actuaciones de
      planificación o evitación de riesgos,
      así como aprender de sus experiencias
      negativas.

    • Factores de origen genético, heredados de la
      familia. En este sentido es frecuente encontrar en el entorno
      del niño familiares con trastornos mentales graves,
      como esquizofrenia, paranoia, trastornos de la personalidad o
      anormalidades neurológicas.

    • Es frecuente, también, encontrar niños
      con trastornos de la conducta que presentan síntomas
      del Trastorno de la Atención e
      Hiperactividad.

    • Familias desestructuradas y con problemas graves
      entre sus miembros, que no suelen contar con el necesario
      apoyo familiar. Suelen ser hijos de familias marginales y muy
      inestables: los padres se han divorciado; son hijos de madre
      soltera o de padres en paro. Estas situaciones han llegado a
      provocar que estos niños sufran en sus propias carnes
      la violencia en el hogar.

    • Problemas de rechazo social; niños que no son
      bien aceptados entre el resto de sus
      compañeros.

    • Bajo nivel socioeconómico en la familia
      (pobreza, carencia de medios, necesidades económicas
      de todo tipo).

    • Comportamiento agresivo o violencia previa. A veces,
      va unido a situaciones de abuso físico o sexual, donde
      ellos han sido las víctimas.

    • Exposición a la violencia en los medios de
      difusión (televisión, radio, etc.).

    • Uso de drogas o de alcohol, o de ambos.

    • Presencia de armas de fuego en la casa.

    • Daño cerebral debido a heridas en la
      cabeza.

    • Convivir con compañeros
      delincuentes.

    • Algunos autores encuentran una asociación
      entre este trastorno y los trastornos de la personalidad, en
      especial los referidos a la personalidad sádica, que
      es uno de los síntomas más destructivos de este
      trastorno. Este afán destructivo lo dirigen hacia los
      demás y se identifica al principio de la edad adulta.
      En los niños se presenta en forma de crueldad hacia
      los animales.

    ¿A quiénes afecta el
    trastorno del comportamiento?

    Los índices de trastornos de la conducta en los
    adolescentes varían considerablemente, con oscilaciones
    comprobadas de un 6 a un 16 por ciento para los niños y de
    un 2 a un 9 por ciento para las niñas. Este trastorno se
    presenta con una frecuencia mayor en los varones que en las
    mujeres. Los niños y los adolescentes que padecen
    trastornos de la conducta con frecuencia tienen también
    otros problemas psiquiátricos que pueden contribuir al
    desarrollo de este trastorno. En las últimas
    décadas, los trastornos de la conducta han aumentado
    considerablemente. La conducta agresiva es la causa de entre un
    tercio y la mitad de las derivaciones a los servicios de salud
    mental para niños y adolescentes.

    Síntomas del trastorno del
    comportamiento

    Los síntomas del trastorno disocial van unidos a
    un tipo de comportamiento repetitivo y persistente en el que se
    violan los derechos básicos de las personas, así
    como normas sociales propias de la edad. Según los
    criterios establecidos por el DSM-IV la edad en la que suele
    aparecer es a partir de los 15 años. Los expertos nos
    ponen sobre aviso de que algunos de estos síntomas pueden
    aparecer también en niños que no padecen este tipo
    de trastorno de conducta, siendo más frecuente su
    aparición en aquellos que padecen TDAH. Asimismo, suele
    manifestarse junto con otros trastornos de la salud mental como,
    por ejemplo, trastornos del estado de ánimo, de ansiedad,
    de estrés postraumático, abuso de drogas,
    trastornos del aprendizaje, etc. Como se ve síntomas
    más propios de un trastorno de conducta negativista y
    desafiante, considerado por algunos autores como fase previa al
    trastorno disocial. Los padres habrán de estar muy atentos
    a estos síntomas y recurrir al médico cuando
    considere que su hijo presenta un cuadro parecido.

    La mayoría de los síntomas que se
    manifiestan en los adolescentes con trastornos de la conducta
    también se presentan a veces en aquellos que no sufren el
    trastorno. Sin embargo, en los adolescentes que padecen el
    trastorno, estos síntomas se evidencian de forma
    más frecuente e interfieren en el aprendizaje, la
    adaptación a la escuela y, algunas veces, en las
    relaciones del adolescente con los demás.

    A continuación se enumeran los síntomas
    más comunes del trastorno del comportamiento. Sin embargo,
    cada adolescente puede experimentarlos de una forma diferente.
    Existen cuatro grupos principales de conductas que pueden
    incluirse en esta clasificación:

    • Conducta agresiva:Que se manifiesta tanto hacia las
      personas como hacia los animales, sin que exista una
      afectación emocional, al menos en apariencia. Suele ir
      unida a una amenaza o a un daño físico a otras
      personas, reflejada en una conducta intimidatoria;
      enfrentamientos físicos; acciones violentas hacia los
      demás; utilización de armas (palos, piedras,
      cuchillos, botellas rotas, pistolas); suele ser cruel con las
      personas y los animales; roba a sus víctimas; fuerza a
      otras personas a mantener una relación sexual con
      él; se manifiesta de una manera cruel con los
      animales.

    La conducta agresiva provoca o amenaza con algún
    daño físico a otras personas y puede incluir lo
    siguiente:

    • Conducta intimidante

    • Amedrentamiento

    • Peleas físicas

    • Crueldad con los demás o con los
      animales

    • Uso de armas

    • Someter a otra persona a la relación sexual,
      violación o abuso deshonesto

    • Conducta destructiva:Caracterizado por un vandalismo
      y un espíritu destructor de la propiedad privada,
      generalmente de los otros, que puede llegar, incluso, al
      incendio intencionado de esa propiedad. El fin no es otro que
      el de causar el mayor daño posible.

    La conducta destructiva puede incluir lo
    siguiente:

    • vandalismo, destrucción intencional de la
      propiedad

    • incendios intencionales

    • Falsedad y Engaño:Se caracteriza porque
      fuerza la entrada en el edificio, casa o automóvil de
      otras personas; utiliza la mentira para obtener aquello que
      de otra forma no alcanzaría o para evitar la
      ejecución de sus obligaciones; es un mentiroso
      incumplidor. Su objetivo único y prioritario va
      encaminado a conseguir sus propósitos.

    La conducta engañosa puede incluir lo
    siguiente:

    • Mentiras

    • Robos

    • Hurtos en tiendas

    • Delincuencia

    • Transgresión de reglas:En este apartado nos
      referimos a aquellas reglas que son propias de los
      niños y adolescentes, como las relacionadas con la no
      asistencia a clase (hacerse la vaca); realizar bromas
      pesadas; travesuras de todo tipo; pasar la noche fuera de
      casa, pese a la negativa de los padres; etc.

    Las transgresiones de las reglas habituales de conducta
    o de las normas adecuadas para la edad pueden incluir lo
    siguiente:

    • Ausencia injustificada a la escuela

    • Escaparse

    • Bromas pesadas

    • Travesuras

    • Inicio precoz de la actividad sexual

    Los síntomas del trastorno del comportamiento
    pueden parecerse a los de otros cuadros clínicos o
    problemas de conducta.

    Los primeros síntomas, sin embargo, suelen ser
    más simples y a veces nos pueden confundir con la
    evolución propia de la edad. Estos síntomas o
    "señales de alerta" son: una ira intensa; ataques
    de furia o pataletas; una irritabilidad e impulsividad extremas;
    y frustrarse con facilidad. A consecuencia de todo ello el
    niño que padece un trastorno disocial sufre un fuerte
    deterioro en su vida social, académica o laboral. Por
    último, conviene señalar que los trastornos de
    conducta presentan, en cuanto al sexo, una serie de diferencias;
    así, por ejemplo, en los chicos se observa conductas
    agresivas y violentas, mientras que en las chicas son más
    frecuentes los incumplimientos normativos.

    Atendiendo a los criterios establecidos por CIE 10, los
    trastornos disociales más característicos
    son:

    • Trastorno disocial limitado al contexto familiar.
      Son niños que muestran su agresividad o violencia
      únicamente dentro del entorno familiar y que se
      refleja en robos de dinero a algunos miembros de la familia;
      roturas de objetos, ropas y enseres o pertenencias propias de
      la familia; pueden llegar, incluso, a provocar el incendio de
      la casa.

    El origen se puede encontrar en un fuerte enfrentamiento
    entre el niño y un miembro de la familia.

    • Trastorno disocial en niños no socializados.
      En este trastorno se combina un comportamiento disocial
      agresivo con una importante dificultad para las relaciones
      personales con otros chicos.

    Son chicos que son rechazados por los demás
    chicos de su edad, con los que mantienen un enfrentamiento;
    tampoco encuentran facilidad para tratar con los adultos. Todo
    ello les lleva a tener una grave falta de afectividad. A veces
    suele convertirse en delincuente en solitario, apareciendo
    entonces todos los síntomas mencionados: violencia,
    peleas, robos, etc.

    • Trastorno disocial en niños socializados. A
      diferencia del caso anterior aparece en chicos que se
      encuentran integrados en grupos, con una fuerte
      socialización. Su relación con los adultos y
      con su familia suele ser conflictiva. Normalmente, sin
      embargo, actúa fuera del ámbito familiar,
      siendo su radio de acción más el escolar, donde
      se rodea de una pandilla con la que llevar a cabo los delitos
      (robos, intimidaciones, etc.); aunque la mayoría de
      las ocasiones se queda en una mera ausencia
      escolar.

    • Trastorno disocial desafiante y oposicionista. Este
      trastorno se circunscribe a los chicos menores de diez
      años y se caracteriza porque éstos muestran una
      clara tendencia desafiante, desobediente y provocadora, que
      va más allá de las típicas travesuras
      pero sin llegar a comportamientos tan agresivos y violentos
      como los anteriores. El comportamiento de este tipo de chicos
      está más relacionado con una oposición
      activa hacia todo aquello que les ordenan los adultos,
      especialmente, los padres y profesores, así como a
      molestarles intencionadamente. Son chicos fácilmente
      irascibles, pierden el control con facilidad y se enfrentan
      con aquellos que le echan en cara sus fallos.

    • Trastornos disociales y de las emociones mixtos. Son
      aquellos trastornos caracterizados por una combinación
      de comportamientos de tipo agresivo, disocial o retador, que
      suelen ir acompañadas de cuadros depresivos, de
      ansiedad, etc. Sus principales subtipos son:

    • Trastorno disocial depresivo: se combinan algunos
      rasgos de trastorno disocial de la infancia con otros de
      depresión persistente que originan sentimientos de
      infelicidad o pérdida de interés por todo lo
      habitual.

    • Otros trastornos disociales y de las emociones
      mixtos. Combinan trastornos disociales de la infancia con
      otros como ansiedad, temores, fobias,
      despersonalización, etc.

    ¿Cómo se diagnostica el trastorno del
    comportamiento?

    Los psiquiatras infantiles u otro profesional de la
    salud mental capacitado normalmente diagnostican los trastornos
    de la conducta en niños y adolescentes. También
    resulta beneficioso contar con los antecedentes detallados y las
    observaciones de conducta del adolescente, suministrados por sus
    padres y maestros y, algunas veces, realizar un examen
    psicológico. Los padres que advierten síntomas de
    trastorno de la conducta en sus hijos pequeños o
    adolescentes pueden ayudarlos procurando una evaluación y
    tratamiento precoces, decisión clave para prevenir la
    aparición e incidencia de problemas en el
    futuro.

    Además, debido a que el trastorno del
    comportamiento a menudo se manifiesta junto con otros trastornos
    de la salud mental, entre los que se incluyen trastornos del
    estado de ánimo, de ansiedad, de estrés
    postraumático, abuso de drogas, trastorno de
    déficit de atención con hiperactividad y trastornos
    en el aprendizaje, la necesidad de un diagnóstico y
    tratamiento precoces es imperiosa. Consulte al médico de
    su hijo adolescente para obtener más
    información.

    TRATAMIENTO DE PROBLEMAS DE CONDUCTA
    (NIÑOS Y ADOLESCENTES)

    1. AREA COGNITIVA

    • A. Desde el punto de vista cognitivo el
      niño o adolescente va a presentar 3
      características:

    A.1) Es frecuente que el niño o adolescente tenga
    una autoimagen negativa donde se vea despreciado, no amado e
    indeseable para otros; y que su conducta sea en parte motivada
    por un ataque para defenderse de los desprecios.

    A.2) Baja tolerancia ante la frustración: Soporta
    muy mal no satisfacer sus deseos inmediatamente y ello le lleva a
    reaccionar con ira, impulsividad o
    manipulación.

    A.3) Falta de empatía por los derechos y
    sentimientos ajenos. Es egocéntrico centrado en satisfacer
    sus deseos.

    • B. Las intervenciones cognitivas se dirigen a
      modificar los tres componentes anteriores. Básicamente
      se trata de la RESOLUCION DE PROBLEMAS Y EL AUTOCONTROL
      frente a la impulsividad, y el ENTRENAMIENTO EN EMPATIA
      frente a la escasa responsabilidad y falta de conciencia de
      los sentimientos del otro. Se trabaja en formato de grupo de
      adolescente donde se exponen y modelan problemas
      relacionales, identificando los componentes
      cognitivo-conductuales de cada situación/sujeto, y
      generando/entrenando alternativas. (Terapia
      cognitiva-conductual- Foultisch, 1988; Kazdin,
      1989).

    Otras intervenciones cognitivas se centran en trabajar
    con la familia y como sus actitudes y el problema se
    interrelacionan circularmente (p.e Huber y Baruth,
    1989)

    2. AREA AFECTIVA

    • A. La principal característica de la
      afectividad de los trastornos de conducta es la falta de
      control del niño/adolescente de sus emociones en
      relación a su baja tolerancia a la frustración
      y la falta de empatia con el/la agredida.

    • B. Las intervenciones cognitivas-conductuales
      tratan de facilitar que se IDENTIFIQUEN LOS SENTIMIENTOS y
      que se module o REGULE SU EXPRESION. Con niños
      más pequeños se facilita este aprendizaje
      mediante las instrucciones verbales y el modelado en el
      contexto por ejemplo de una terapia de juego o por
      orientación familiar. Con adolescentes los grupos de
      chicos/as con problemas similares o la terapia familiar
      tienen la misma finalidad. Se trabajan tres aspectos: (1)
      Identificar que se siente, (2) Como se puede expresar, (3)
      Como se puede sentir el otro.

    3. AREA SOMATICA

    Puede ser frecuente la ASOCIACION DE OTROS TRASTORNOS
    que puedan requerir MEDICACION, como la hiperactividad (p.e
    psicoestimulantes), los trastornos afectivos (p.e
    antidepresivos), o las crisis de agresividad extrema en forma de
    convulsiones (p.e antiepilepticos).

    4. AREA INTERPERSONAL

    • La familia en estos casos suele presentar intentos
      de solución del trastorno de conducta caracterizado
      por el exceso de métodos coercitivos-castigos e
      inconsistencias (p.e falta de límites claros, no
      mantenimientos de consecuencias, desacuerdos parentales,
      etc.). También puede darse el caso de que el trastorno
      del niño o adolescente forme parte de conflictos
      más generales de la propia familia (a menudo de
      problemas conyugales) y que este sea empleado en la misma
      disfunción familiar.

    • Puede bastar, en casos de disfunción familiar
      baja, un planteamiento de ORIENTACION A LOS PADRES de tipo
      psicoeducativo y conductual: El terapeuta enseña a los
      padres a cómo manejar los problemas de conducta
      mediante el modelado directo (demostración en vivo),
      la bibliografía seleccionada que después se
      discute (lecturas) y el manejo de la propia ira parental (por
      ejemplo mediante la inoculación al
      estrés).

    • En caso de disfunciones familiares más
      amplias y graves puede estar indicada la TERAPIA FAMILIAR O
      DE PAREJA. Estas intervenciones suelen estar guiadas por
      planteamientos sistémicos y cognitivos (p.e Huber y
      Baruth, 1986; Selekman, 1996)

    • En caso de familias con desventajas culturales y
      socioeconómicas la intervención de los
      servicios sociales y de las redes de APOYO SOCIAL suele estar
      recomendada.

    5. AREA CONDUCTUAL

    • 1- Los objetivos conductuales se dirigen a
      reducir la conducta antisocial y aumentar la conducta
      prosocial del niño o adolescente

    • 2- Se suele listar las conductas y capacidades
      del niño/adolescente que funcionen adecuadamente. Se
      identifica y se presta APOYO A LO QUE EL SUJETO HACE BIEN
      (p.e deportes para niños fuertes y
      agresivos).

    • 3- Se indaga lo que los padres y el chico hacen
      juntos que sea divertido y agradable y se prescribe que lo
      realicen con frecuencia creciente.

    • 4- Identificar un solo problema de conducta por
      vez para su manejo. Se diseña con los familiares y
      entorno ESTRATEGIAS DE EXTINCION o reducción de esas
      conductas evitando el castigo físico y empleando
      intervenciones alternativas (extinción, tiempo fuera,
      sobre corrección).

    El tratamiento específico para los adolescentes
    que sufren trastornos de la conducta será determinado
    basándose en lo siguiente:

    • La edad de su hijo, su estado general de salud y sus
      antecedentes médicos

    • La gravedad de los síntomas de su
      hijo

    • La tolerancia de su hijo a determinados medicamentos
      o terapias

    • Las expectativas para la evolución del
      trastorno

    El tratamiento puede incluir:

    Abordajes cognitivo-conductuales.-El
    objetivo del tratamiento cognitivo-conductual es aumentar la
    capacidad del paciente para resolver problemas y para
    comunicarse, así como promover técnicas para
    controlar los impulsos y el enojo.

    Terapia familiar.-La terapia familiar tiene
    a menudo como objetivo realizar cambios en la relación
    familiar, como por ejemplo, mejorar la capacidad de
    comunicación y fomentar la interacción entre sus
    miembros. Se trata, por otra parte, también de un
    entrenamiento del joven dirigido a resolver sus problemas.
    Asimismo, es muy importante un adiestramiento educativo de los
    padres; según el Gabinete Médico Psicológico
    del doctor Juan Romeu, este entrenamiento ha sido muy efectivo,
    hasta el punto de haber disminuido la conducta agresiva y
    provocativa de los chicos hasta las mismas tasas de sus
    compañeros no problemáticos.

    Terapia de grupo con los compañeros, que pretende
    mejorar las capacidades de socialización de los
    individuos. Esta ayuda es muy importante que se lleve a cabo
    desde la escuela, donde se ofrecerá un apoyo desde el
    servicio de psicología y de todo el claustro, en general.
    La terapia grupal a menudo prioriza el desarrollo de las
    habilidades sociales e interpersonales.

    Medicamentos.-No se disponen de
    fármacos específicos para el trastorno de conducta.
    Sí se ha comprobado que la utilización de ciertas
    técnicas de modificación de conducta en
    unión de ciertos medicamentos ha alcanzado una
    modificación de ciertas conductas agresivas.

    Para el doctor Juan Romeu es muy efectiva la terapia de
    conducta para el tratamiento de conductas específicas y
    todavía es mayor cuando se combina con el adiestramiento
    de los padres. Aunque para llevar a cabo tales terapias aconseja
    su aplicación en centros especialmente dedicados al
    acogimiento, tratamiento y reinserción de los niños
    con tales alteraciones.

    No obstante, la medida más eficaz será una
    prevención a tiempo del trastorno, en el que
    tendrán mucho que ver padres y maestros, que ante
    cualquier síntoma de agresividad por parte del niño
    deben ponerse en alerta.

    ¿Qué hacer los padres?

    Los que mejor conocen a sus hijos, sin duda alguna, son
    los padres, por eso han de tener sumo cuidado en no quitar
    importancia a algunos comportamientos que ven en sus hijos y que
    no siempre se les puede achacar a aspectos meramente evolutivos;
    son frecuentes entre los padres expresiones como las siguientes,
    ante el comportamiento agresivo de sus hijos: "es una rabieta
    de niños
    " o "ya se le pasará cuando
    madure
    ", etc. Los padres, ante el menor síntoma de
    que su hijo padece un trastorno de conducta deben de poner los
    medios adecuados para su corrección. Para ello se
    pondrán en manos de especialistas médicos que le
    aconsejarán la mejor forma de lograrlo, así como
    mantener una comunicación directa con la escuela, con el
    fin de que la ayuda ofrecida al niño entre los padres y
    profesores sea más completa.

    Algunos de estos comportamientos se pueden impedir o, al
    menos, reducir si se ponen las medidas adecuadas. Las estrategias
    que proponen los expertos van encaminadas a la prevención
    del abuso infantil; a una buena educación sexual; a la
    potenciación de programas de intervención temprana;
    a la supervisión de la programación infantil de la
    televisión, eliminando escenas de violencia,
    etc.

    Asimismo, se pueden evitar situaciones de riesgo en las
    que los padres tienen mucho que decir y que están
    directamente relacionadas con su vida familiar y de pareja. En
    este sentido indicar que se deben de evitar discusiones de pareja
    delante de los hijos, así como involucrarles en estas
    discusiones o evitar tomar decisiones contrarias a la hora de
    enfrentarse con un problema familiar. En toda esta
    dinámica es muy importante la uniformidad de los criterios
    y la serenidad a la hora de enfrentarse al problema.

    En otro orden, incidir en la importancia que tiene dar
    ejemplo a los hijos de todo aquello que criticamos: no tomar
    drogas ni alcohol; controlar que tampoco ellos las tomen, etc. O
    estar siempre en contacto con el colegio y con los
    maestros.

    En definitiva, los padres tienen una importante labor en
    todo este proceso. Algunos expertos en la materia han definido
    como básicos las siguientes actuaciones que se pueden
    llevar a cabo en nuestras casas cuando nos enfrentamos a un
    niño con problemas de conducta:

    • Reconocer las virtudes de los hijos.

    • Alabarles cuando hacen lo correcto.

    • Hacer las cosas que les gusta hacer a ellos y no las
      nuestras.

    • Escucharles.

    • Tener un criterio amplio y justo.

    • No inculpar a nadie cuando hacemos lo
      incorrecto.

    • Mostrarles el camino de la solución de los
      problemas

    • Estimularles con el ejemplo.

    • Evitar enfrentamientos de pareja.

    • Establecer normas justas.

    • Permitir el diálogo en la familia.

    • No castigarles severamente ante una conducta
      agresiva, ya que eso refuerza su conducta, al sentirse
      más aislado, todavía, socialmente.

    Cómo prevenir el trastorno del
    comportamiento en los adolescentes:

    Al igual que el trastorno de conducta oposicionista y
    desafiante (su sigla en inglés es ODD), algunos expertos
    creen que se produce una secuencia determinada de experiencias en
    el desarrollo del trastorno del comportamiento. Esta secuencia
    puede iniciarse con una actitud ineficaz por parte de los padres,
    seguida de fracasos escolares y malas relaciones con los
    compañeros, serie de experiencias que a menudo provocan un
    estado de ánimo depresivo y fomentan la
    participación en un grupo de amigos rebeldes. No obstante,
    otros opinan que muchos factores como por ejemplo, el abuso
    sexual en la niñez, la susceptibilidad genética, un
    historial de fracasos escolares, daño cerebral o
    experiencias traumáticas, pueden influir en la
    manifestación de un trastorno de la conducta. La
    detección y la intervención precoces en las
    vivencias negativas familiares y sociales pueden lograr
    interrumpir la secuencia de experiencias que llevan a conductas
    más perturbadoras o agresivas.

    Cuando nuestros hijos enfrentan estos problemas, es
    útil saber cuáles son las cosas que empeoran la
    situación:

    1. Problemas familiares.-

    • Cuando tenemos tantos problemas que ya no nos
      podemos concentrar en los problemas de nuestros
      hijos;

    • Cuando nosotros como padres no nos ponemos de
      acuerdo en cómo ayudarlos con sus
      problemas;

    • Cuando como padres discutimos y peleamos delante de
      los hijos;

    • Cuando involucramos a nuestros hijos en nuestras
      peleas;

    • Cuando nuestros hijos se preocupan por nuestra
      seguridad y felicidad.

    2. Uso de drogas y alcohol.-

    • Cuando nuestros hijos consumen alcohol y drogas
      haciendo aflorar sus aspectos más
      negativos;

    • Cuando nosotros consumimos alcohol y drogas haciendo
      aflorar nuestros aspectos más negativos;

    • Cuando nosotros consumimos alcohol y drogas en lugar
      de buscar la ayuda apropiada.

    3. Presiones de los amigos.-

    • Cuando otros adolescentes ponen presión en
      nuestros hijos para que beban y consuman drogas;

    • Cuando esperamos que nuestros niños se
      comporten diferente a lo que sus amigos esperan de
      ellos;

    • Cuando a nuestros hijos se les presiona para que
      hagan cosas incorrectas.

    4. Presiones en la escuela.-

    • Cuando cada profesor espera demasiado de nuestros
      hijos sin darse cuenta de la presión que otros
      profesores también ponen en ellos;

    • Cuando presionamos demasiado a nuestros hijos y les
      provocamos ansiedad;

    • Cuando esperamos demasiado de nosotros mismos y
      nuestros hijos siguen nuestro ejemplo;

    • Cuando a nuestros hijos se les molesta o pasan por
      momentos difíciles con otros niños
      abusivos.

    5. Las propias presiones del niño.-

    • Cuando nuestros hijos son sensibles, necesitamos
      enseñarles a protegerse de manera que eviten
      involucrarse en problemas. Algunos adolescentes muy sensibles
      tratan de actuar rudamente para protegerse y pueden llegar
      hasta intimidar a otros. Los niños que están
      deprimidos, a veces, pueden volverse irritables y
      agresivos.

    A veces cuando nuestros hijos tienen estos problemas, es
    muy difícil confrontar esta situación por nosotros
    mismos. Como padres, deseamos hacer lo mejor por nuestros hijos
    pero no sabemos cómo hacerlo.

    A continuación entregamos algunas formas para
    tratar a niños con problemas de conducta mientras usted
    espera por ayuda:

    • 1- Reconocer las virtudes de nuestros hijos y
      tratar de ignorar sus debilidades.

    • 2- Alabar a nuestros hijos cuando ellos hacen
      algo correcto en vez de sólo castigarlos cuando hacen
      lo incorrecto.

    • 3- Intentar hacer las cosas que les gusta hacer
      a ELLOS en vez de lo que NOSOTROS deseamos que ellos
      hagan.

    • 4- Escuchar a nuestros hijos. Si deseamos que
      nuestros hijos nos escuchen, nosotros necesitamos aprender a
      cómo escucharlos.

    • 5- Ser amplio de criterio y justo. Si nosotros
      reconocemos lo mejor de nuestros hijos también hay que
      reconocer cuando ellos han hecho algo incorrecto en la
      escuela o en contra de la ley, de esa manera les estamos
      dando apoyo y mostrándoles honestidad.

    • 6- Mostrar a nuestros hijos que nosotros no
      culpamos a nadie cuando hacemos lo incorrecto o cuando las
      cosas van mal debido a la mala suerte.

    • 7- Mostrar a nuestros hijos cómo
      concentrarse en buscar soluciones en vez de encontrar a
      alguien a quién echarle la culpa.

    • 8- Tratar de estimularlos con nuestro ejemplo
      para que hagan lo correcto en vez de forzarlos a hacer lo
      correcto mediante presión y castigo.

    • 9- Dejar que nuestros sentimientos de malestar
      se calmen antes de conversar con nuestros hijos acerca de lo
      que han hecho mal.

    • 10- No pelear con nuestra pareja en una forma
      de que afecte a toda la familia y preocupe a los
      niños.

    • 11- Permitir a los niños hablar cuando
      están molestos sin que nos molestemos nosotros. Esto
      les ayudara a saber que uno puede enojarse y que, sin
      embargo, se puede conversar acerca de eso en una forma
      constructiva y segura.

    • 12- Establecer normas justas y consistentes
      para nuestros hijos.

    ¿Cuándo se necesita buscar ayuda
    profesional?

    • Cuando la familia encuentra que es difícil
      enfrentar la situación y como padres hemos perdido
      confianza en qué hacer.

    • Cuando la conducta destructiva afecta la
      educación de su hijo, cuando ellos o alguien
      más resultan lastimados o si están en problemas
      con la policía.

    Capítulo 5

    Trastorno por
    déficit de atención e hiperactividad

    En los últimos años venimos observando un
    progresivo interés por todo lo relacionado con los
    niños que padecen el denominado Trastorno de
    atención con o sin hiperactividad, más conocido
    como TDAH, y que ha quedado reflejado en los numerosos Congresos
    que tanto a nivel nacional como internacional se han venido
    celebrando en los últimos años, así como por
    el interés suscitado entre los especialistas en esta
    materia. Es a partir de este interés y de la
    preocupación existente en la sociedad, en especial, de
    padres y maestros que tienen en su casa o en el aula a un hijo o
    a un alumno que padece TDAH, lo que nos ha llevado a intentar
    poner un poco en orden todo lo referente a las cuestiones
    relacionadas con este tema, a la vez que queríamos ofrecer
    a todos aquellos interesados un punto de reflexión, un
    punto de partida sobre el que la comunidad educativa se pueda
    basar a la hora de conocer el estado de la cuestión sobre
    la situación actual de este trastorno en la sociedad y
    cómo hacerle frente.

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