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Auxiliar de educación



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

  1. Presentación
  2. Agresividad infantil
  3. La
    violencia escolar: diagnóstico y
    prevención
  4. El
    trastorno de conducta oposicionista y
    desafiante
  5. Trastorno de la conducta o trastorno
    disocial
  6. Trastorno por déficit de atención
    e hiperactividad
  7. Trastornos del estado de
    ánimo
  8. Discusión y
    conclusiones
  9. Propuesta de un programa de
    tratamiento
  10. La
    orientación e intervención psicoeducativa desde
    un punto de vista constructivista
  11. Pubertad y adolescencia
  12. Bases
    para desarrollar la competencia social en la
    escuela
  13. Desarrollo de habilidades sociales del
    educando
  14. Familia y educación en
    valores
  15. Didáctica para la educación en
    valores

Presentación

El presente Módulo contribuirá en brindar
las herramientas académicas necesarias a fin de contribuir
en formar Auxiliares de Educación que les permitan
contribuir al desarrollo integral de los estudiantes a su cargo,
a partir de conocer aspectos de  desarrollo, salud, manejo
de conductas, técnicas y procedimientos
educativos.

A esta situación se ha llegado en los
últimos años "gracias" a los cambios experimentados
por la sociedad, en los que se ha fomentado sobre todo un modelo
de vida muy distinto del tradicional y basado en un predominio de
la individualidad; esto ha traído consigo unas
consecuencias muy negativas para nuestros niños y
adolescentes, que se ha concretado en que cerca del 15 por ciento
de estos menores sufran algún tipo de trastorno de la
conducta y que se manifieste en acciones agresivas, violentas o,
incluso, delictivas. Los trastornos de conducta o del
comportamiento, caracterizados por una gran variedad de conductas
antisociales, tienen un inicio más temprano en los
niños que en las niñas, en edades comprendidas a
partir de los 7 años en los niños y de los 13, en
las niñas, con una frecuencia mayor de padecerlos los
varones. En este comportamiento tienen mucho que ver los padres
que han ido delegando sus funciones paternas fuera del
ámbito familiar, como son por ejemplo, la
televisión, discotecas, infidelidad, juegos compulsivos,
drogadicción, alcoholismo, etc.

Los trastornos de conducta, de aprendizaje o la
indisciplina se enfocan en los problemas de salud mental que se
identifican y generan por conductas más perturbadoras. El
trastorno de conducta oposicionista y desafiante es otro
trastorno de conducta que perturba las relaciones con otras
personas y que generan inconductas que afectan al desarrollo
integral del educando.

Actualmente nuestra sociedad se encuentra atravesando
por una crisis de valores, así como nuestro sistema socio
económico y la falta de empleo ha repercutido en un
aumento en la desintegración y la violencia familiar,
así como un bajo rendimiento y deserción escolar.
Estas crisis sociales están ocasionando en nuestros
alumnos índices de desadaptación personal,
familiar, social y/o escolar, por lo que es necesario implementar
al personal auxiliar y docentes de los diferentes niveles de
herramientas y estrategias metodológicas para una adecuada
intervención frente a la diversidad de problemas
psicoeducativos que presentan los alumnos. Por lo que se hace
necesario abordar la intervención del personal auxiliar
desde una manera integral tratando temas relacionados con la
agresividad infantil, violencia escolar, los diferentes
trastornos de conducta, emocional, así como las formas de
intervención frente a los diferentes problemas que
atraviesa el alumno.

El presente Módulo "AUXILIAR DE EDUCACIÓN"
busca aportar los conocimientos actuales más relevantes en
este campo y contribuir a la formación teórica y
práctica, facilitándole los recursos
didácticos, metodológicos y técnicas
psicológicas y educativas necesarias para poder dar
respuestas adecuadas a estas necesidades de base que hoy se
plantean en los ámbitos escolares, familiares, sociales y
socio comunitarios.

Capítulo 1

Agresividad
infantil

"Tú puedes escoger lo enojado,
frustrado o triste que te quieres sentir. Tú puedes,
también elegir cambiar tus sentimientos".

Aprender a autocontrolarse

El problema de la agresividad infantil es uno de los
trastornos que más invalidan a padres y maestros junto con
la desobediencia. A menudo nos enfrentamos a niños
agresivos, manipuladores o rebeldes pero no sabemos muy bien
cómo debemos actuar con ellos o cómo podemos
incidir en su conducta para llegar a cambiarla. En este
acápite intentaremos definir los síntomas para una
correcta evaluación de este trastorno caracterial y
establecer diferentes modos de tratamiento.

Un buen pronóstico a tiempo mejora siempre una
conducta anómala que habitualmente suele predecir otras
patologías psicológicas en la edad adulta. Un
comportamiento excesivamente agresivo en la infancia si no se
trata derivará probablemente en fracaso escolar y en
conducta antisocial en la adolescencia y edad adulto porque
principalmente son niños con dificultades para
socializarse y adaptarse a su propio ambiente.

El comportamiento agresivo complica las relaciones
sociales que va estableciendo a lo largo de su desarrollo y
dificulta por tanto su correcta integración en cualquier
ambiente. El trabajo por tanto a seguir es la
socialización de la conducta agresiva, es decir, corregir
el comportamiento agresivo para que derive hacia un estilo de
comportamiento asertivo.

Ciertas manifestaciones de agresividad son admisibles en
una etapa de la vida por ejemplo es normal que un bebé se
comporte llorando o pataleando; sin embargo, estas conductas no
se consideran adecuadas en etapas evolutivas
posteriores.

¿Qué entendemos por "agresividad
infantil"?

Hablamos de agresividad cuando provocamos daño a
una persona u objeto. La conducta agresiva es intencionada y el
daño puede ser físico o psíquico.

En el caso de los niños la agresividad se
presenta generalmente en forma directa ya sea en forma de acto
violento físico (patadas, empujones,…) como verbal
(insultos, palabrotas,…). Pero también podemos encontrar
agresividad indirecta o desplazada, según la cual el
niño agrede contra los objetos de la persona que ha sido
el origen del conflicto, o agresividad contenida según la
cual el niño gesticula, grita o produce expresiones
faciales de frustración.

Independientemente del tipo de conducta agresiva que
manifieste un niño el denominador común es un
estímulo que resulta nocivo o aversivo frente al cual la
víctima se quejará, escapará, evitará
o bien se defenderá.

Los arrebatos de agresividad son un rasgo normal en la
infancia pero algunos niños persisten en su conducta
agresiva y en su incapacidad para dominar su mal genio. Este tipo
de niños hace que sus padres y maestros sufran siendo
frecuentemente niños frustrados que viven el rechazo de
sus compañeros no pudiendo evitar su conducta.

Algunas teorías explican las
causas del comportamiento agresivo

Las teorías del comportamiento agresivo se
engloban en: Activas y Reactivas.Las activas son aquellas que
ponen el origen de la agresión en los impulsos internos,
lo cual vendría a significar que la agresividad es innata,
que se nace o no con ella. Defensores de esta teoría:
Psicoanalíticos y Etológicos.

Las reactivas ponen el origen de la agresión en
el medio ambiente que rodea al individuo. Dentro de éstas
podemos hablar de las teorías del impulso que dicen que la
frustración facilita la agresión, pero no es una
condición necesaria para ella, y la teoría del
aprendizaje social que afirma que las conductas agresivas pueden
aprenderse por imitación u observación de la
conducta de modelos agresivos.

Teoría del aprendizaje social

Para poder actuar sobre la agresividad necesitamos un
modelo o teoría que seguir y éste, en nuestro caso,
será la teoría del aprendizaje social.

Habitualmente cuando un niño emite una conducta
agresiva es porque reacciona ante un conflicto. Dicho conflicto
puede resultar de:

  • 1- Problemas de relación social con
    otros niños o con los mayores, respecto de satisfacer
    los deseos del propio niño.

  • 2- Problemas con los adultos surgidos por no
    querer cumplir las órdenes que éstos le
    imponen.

  • 3- Problemas con adultos cuando éstos
    les castigan por haberse comportado inadecuadamente, o con
    otro niño cuando éste le agrede.

Sea cual sea el conflicto, provoca en el niño
cierto sentimiento de frustración u emoción
negativa que le hará reaccionar. La forma que tiene de
reaccionar dependerá de su experiencia previa particular.
El niño puede aprender a comportarse de forma agresiva
porque lo imita de los padres, otros adultos o compañeros.
Es lo que se llama Modelamiento. Cuando los padres castigan
mediante violencia física o verbal se convierten para el
niño en modelos de conductas agresivas.

Cuando el niño vive rodeado de modelos agresivos,
va adquiriendo un repertorio conductual caracterizado por una
cierta tendencia a responder agresivamente a las situaciones
conflictivas que puedan surgir con aquellos que le rodean. El
proceso de modelamiento a que está sometido el niño
durante su etapa de aprendizaje no sólo le informa de
modos de conductas agresivos sino que también le informa
de las consecuencias que dichas conductas agresivas tienen para
los modelos. Si dichas consecuencias son agradables porque se
consigue lo que se quiere tienen una mayor probabilidad de que se
vuelvan a repetir en un futuro.

Por ejemplo, imaginemos que tenemos dos hijos,
Luís y Miguel, de 6 y 4 años respectivamente.
Luís está jugando con una pelota tranquilamente
hasta que irrumpe Miguel y empiezan a pelear o discutir por la
pelota. Miguel grita y patalea porque quiere jugar con esa pelota
que tiene Luís. Nosotros nos acercamos y
lamentándonos del pobre Miguel, increpamos a Luís
para que le deje la pelota a Miguel. Con ello hemos conseguido
que Miguel aprenda a gritar y patalear cuando quiera conseguir
algo de su hermano. Es decir, hemos reforzado positivamente la
conducta agresiva de Miguel, lo cual garantiza que se repita la
conducta en un futuro.

De acuerdo con este modelamiento la mayoría de
los adultos estamos enseñando a los niños que la
mejor forma de resolver una situación conflictiva es
gritándoles, porque nosotros les gritamos para decir que
no griten. ¡Menuda contradicción! Y si nos fijamos
como esa solemos hacer muchas a diario.

Factores influyentes en la conducta
agresiva

Como ya hemos dicho, uno de los factores que influyen en
la emisión de la conducta agresiva es el factor
sociocultural del individuo. Uno de los elementos más
importantes del ámbito sociocultural del niño es la
familia. Dentro de la familia, además de los modelos y
refuerzos, son responsables de la conducta agresiva el tipo de
disciplina a que se les someta. Se ha demostrado que tanto un
padre poco exigente como uno con actitudes hostiles que
desaprueba constantemente al niño, fomentan el
comportamiento agresivo en los niños.

Otro factor familiar influyente en la agresividad en los
hijos es la incongruencia en el comportamiento de los padres.
Incongruencia se da cuando los padres desaprueban la
agresión castigándola con su propia agresión
física o amenazante hacia el niño. Asimismo se da
incongruencia cuando una misma conducta unas veces es castigada y
otras ignoradas, o bien, cuando el padre regaña al
niño pero la madre no lo hace.

Las relaciones deterioradas entre los propios padres
provocan tensiones que pueden inducir al niño a
comportarse de forma agresiva.

Dentro del factor sociocultural influirían tanto
el tipo de barrio donde se viva como expresiones que fomenten la
agresividad "no seas un cobarde".

En el comportamiento agresivo también influyen
los factores orgánicos que incluyen factores tipo
hormonales, mecanismos cerebrales, estados de mala
nutrición, problemas de salud
específicos.

Finalmente cabe mencionar también el
déficit en habilidades sociales necesarias para afrontar
aquellas situaciones que nos resultan frustrantes. Parece que la
ausencia de estrategias verbales para afrontar el estrés a
menudo conduce a la agresión (Bandura, 1973).

Instrumentos de evaluación.
¿Cómo evaluar si un niño es o no
agresivo?

Ante una conducta agresiva emitida por un niño lo
primero que haremos será identificar los antecedentes y
los consecuentes de dicho comportamiento. Los antecedentes nos
dirán cómo el niño tolera la
frustración, qué situaciones frustrantes soporta
menos. Las consecuencias nos dirán qué gana el
niño con la conducta agresiva.

Por ejemplo:

"Una niña en un parque quiere bajar por el
tobogán pero otros niños se le cuelan
deslizándose ellos antes. La niña se queja a sus
papás los cuales le dicen que les empuje para que no se
cuelen. La niña lleva a cabo la conducta que sus padres
han explicado y la consecuencia es que ningún otro
niño se le cuela y puede utilizar el tobogán tantas
veces desee."

Pero sólo evaluando antecedentes y consecuentes
no es suficiente para lograr una evaluación completa de la
conducta agresiva que emite un niño, debemos
también evaluar si el niño posee las habilidades
cognitivas y conductuales necesarias para responder a las
situaciones conflictivas que puedan presentársele.
También es importante saber cómo interpreta el
niño una situación, ya que un mismo tipo de
situación puede provocar un comportamiento u otro en
función de la intención que el niño le
adjudique. Evaluamos así si el niño presenta
deficiencias en el procesamiento de la
información.

Para evaluar el comportamiento agresivo podemos utilizar
técnicas directas como la observación natural o el
autorregistro y técnicas indirectas como entrevistas,
cuestionarios o autoinformes. Una vez hemos determinado que el
niño se comporta agresivamente es importante identificar
las situaciones en las que el comportamiento del niño es
agresivo. Para todos los pasos que comporta una correcta
evaluación disponemos de múltiples instrumentos
clínicos que deberán utilizarse correctamente por
el experto para determinar la posterior terapéutica a
seguir.

¿Cómo podemos tratar la conducta
agresiva del niño?

Cuando tratamos la conducta agresiva de un niño
en psicoterapia es muy importante que haya una fuerte
relación con todos los adultos que forman el ambiente del
niño porque debemos incidir en ese ambiente para cambiar
la conducta. Evidentemente el objetivo final es siempre reducir o
eliminar la conducta agresiva en todas las situaciones que se
produzca pero para lograrlo es necesario que el niño
aprenda otro tipo de conductas alternativas a la agresión.
Con ello quiero explicar que el tratamiento tendrá siempre
dos objetivos a alcanzar, por un lado la eliminación de la
conducta agresiva y por otro la potenciación junto con el
aprendizaje de la conducta asertiva o socialmente hábil.
Son varios los procedimientos con que contamos para ambos
objetivos. Cuál o cuáles elegir para un niño
concreto dependerá del resultado de la
evaluación.

Vamos a ver algunas de las cosas que podemos hacer. En
el caso de un niño que hemos evaluado se mantiene la
conducta agresiva por los reforzadores posteriores se
trataría de suprimirlos, porque si sus conductas no se
refuerzan terminará aprendiendo que sus conductas
agresivas ya no tienen éxito y dejará de hacerlas.
Este método se llama extinción y puede combinarse
con otros como por ejemplo con el reforzamiento positivo de
conductas adaptativas. Otro método es no hacer caso de la
conducta agresiva pero hemos de ir con cuidado porque sólo
funcionará si la recompensa que el niño
recibía y que mantiene la conducta agresiva era la
atención prestada. Además si la conducta agresiva
acarrea consecuencias dolorosas para otras personas no actuaremos
nunca con la indiferencia. Tampoco si el niño puede
suponer que con la indiferencia lo único que hacemos es
aprobar sus actos agresivos.

Existen asimismo procedimientos de castigo como el
Tiempo fuera o el coste de respuesta. En el primero, el
niño es apartado de la situación reforzante y se
utiliza bastante en la situación clase. Los resultados han
demostrado siempre una disminución en dicho
comportamiento. Los tiempos han de ser cortos y siempre
dependiendo de la edad del niño. El máximo
sería de 15 minutos para niños de 12 años.
El coste de respuesta consiste en retirar algún reforzador
positivo contingentemente a la emisión de la conducta
agresiva. Puede consistir en pérdida de privilegios como
no ver la televisión.

El castigo físico no es aconsejable en ninguno de
los casos porque sus efectos son generalmente negativos: se imita
la agresividad y aumenta la ansiedad del niño.

Algunas consideraciones sobre el castigo en
general

  • 1- Debe utilizarse de manera racional y
    sistemática para hacer mejorar la conducta del
    niño. No debe depender de nuestro estado de
    ánimo, sino de la conducta emitida.

  • 2- Al aplicar el castigo no lo hagamos
    regañando o gritando, porque esto indica que nuestra
    actitud es vengativa y con frecuencia refuerza las conductas
    inaceptables.

  • 3- No debemos aceptar excusas o promesas por
    parte del niño.

  • 4- Hay que dar al niño una advertencia o
    señal antes de que se le aplique el
    castigo.

  • 5- El tipo de castigo y el modo de presentarlo
    debe evitar el fomento de respuestas emocionales fuertes en
    el niño castigado.

  • 6- Cuando el castigo consista en una
    negación debe hacerse desde el principio de forma
    firme y definitiva.

  • 7- Hay que combinar el castigo con
    reforzamiento de conductas alternativas que ayudarán
    al niño a distinguir las conductas aceptables ante una
    situación determinada.

  • 8- No hay que esperar a que el niño
    emita toda la cadena de conductas agresivas para aplicar el
    castigo, debe hacerse al principio.

  • 9- Cuando el niño es mayor, conviene
    utilizar el castigo en el contexto de un contrato conductual,
    puesto que ello ayuda a que desarrolle habilidades de
    autocontrol.

  • 10-  Es conveniente que la aplicación
    del castigo requiera poco tiempo, energía y molestias
    por parte del adulto que lo aplique.

¿Qué pueden hacer los padres y los
profesores?

Una vez llegados a este apartado la mayoría de
vosotros ya os habéis dado cuenta que la conducta agresiva
de vuestro hijo es una conducta aprendida y como tal puede
modificarse. También la lectura anterior os ha servido
para comprender que una conducta que no se posee puede adquirirse
mediante procesos de aprendizaje. Con lo cual el objetivo en casa
o en la escuela también será doble: desaprender la
conducta inadecuada y adquirir la conducta adaptativa.

Si montamos un programa para cambiar la conducta
agresiva que mantiene nuestro hijo hemos de tener en cuenta que
los cambios no van a darse de un día a otro, sino que
necesitaremos mucha paciencia y perseverancia si queremos
solucionar el problema desde casa.

Una vez tenemos claro lo anterior, la
modificación de la conducta agresiva pasará por
varias fases que irán desde la definición clara del
problema hasta la evaluación de los resultados.

Vamos a analizar por separado cada una de las fases
que deberemos seguir:

Definición de la conducta:Hay
que preguntarse en primer lugar qué es lo que nuestro hijo
está haciendo exactamente. Si nuestra respuesta es confusa
y vaga, será imposible lograr un cambio. Con ello quiero
decir que para que esta fase se resuelva correctamente es
necesario que la respuesta sea específica. Esas
serán entonces nuestras conductas objetivo (por ejemplo,
el niño patalea, da gritos cuando…).

Frecuencia de la
conducta:
Confeccione una tabla en la que anotar a diario
cuantas veces el niño emite la conducta que hemos
denominado globalmente agresiva. Hágalo durante una
semana.

Definición funcional de la
conducta:

Aquí se trata de anotar qué provocó
la conducta para lo cual será necesario registrar los
antecedentes y los consecuentes. Examine también los datos
específicos de los ataques. Por ejemplo, ¿en
qué momentos son más frecuentes?

Procedimientos a utilizar para la modificación
de la conducta

Nos planteamos en la elección dos objetivos:
debilitar la conducta agresiva y reforzar respuestas alternativas
deseables (si esta última no existe en el repertorio de
conductas del niño, deberemos asimismo aplicar la
enseñanza de habilidades sociales).

  • Ciertas condiciones proporcionan al niño
    señales de que su conducta agresiva puede tener
    consecuencias gratificantes. Por ejemplo, si en el colegio a
    la hora del patio y no estando presente el profesor, el
    niño sabe que pegando a sus compañeros,
    éstos le cederán el balón, habrá
    que poner a alguien que controle el juego hasta que ya no sea
    preciso.

  • Debemos reducir el contacto del niño con los
    modelos agresivos. Por el contrario, conviene suministrar al
    niño modelos de conducta no agresiva. Muéstrele
    a su hijo otras vías para solucionar los conflictos:
    el razonamiento, el diálogo, el establecimiento de
    unas normas. Si los niños ven que los adultos tratan
    de resolver los problemas de modo no agresivo, y con ello se
    obtienen unas consecuencias agradables, podrán imitar
    esta forma de actuar. Para vosotros papás entrenar el
    autocontrol con ayuda de la relajación.

  • Reduzca los estímulos que provocan la
    conducta. Enseñe al niño a permanecer en calma
    ante una provocación.

  • Recompense a su hijo cuando éste lleve a cabo
    un juego cooperativo y asertivo.

  • Existe una cosa denominada "Contrato de
    contingencias" que tiene como finalidad comprometer al
    niño en el proyecto de modificación de
    conducta. Es un escrito entre padres e hijo en el que se
    indica qué conductas el niño deberá
    emitir ante las próximas situaciones conflictivas y
    que percibirá por el adulto a cambio. Asimismo se
    indica qué coste tendrá la emisión de la
    conducta agresiva. El contrato deberá negociarse con
    el niño y revisarlo cada X tiempo y debe estar bien a
    la vista del niño. Tenemos que registrar a diario el
    nivel de comportamiento del niño (como hacíamos
    con la enuresis) porque la mera señal del registro ya
    actúa como reforzador. Esto es adecuado para
    niños a partir de 9 años.

Ponga en práctica su
plan:
Cuando ya ha determinado qué procedimiento
utilizará, puede comenzar a ponerlo en funcionamiento.
Debe continuar registrando la frecuencia con que su hijo emite la
conducta agresiva para así comprobar si el procedimiento
utilizado está o no resultando efectivo. No olvide
informar de la estrategia escogida a todos aquellos adultos que
formen parte del entorno del niño.

Mantenga una actitud positiva. Luche por lo que quiere
conseguir, no se desmorone con facilidad. Por último,
fíjese en los progresos que va haciendo su hijo más
que en los fallos que pueda tener. Al final se sentirán
mejor tanto Vd. Como su hijo.

Evalúe los resultados del
programa:
Junto con el tratamiento que usted ha decidido para
eliminar la conducta agresiva de su hijo, usted ha planificado
también reforzar las conductas alternativas de
cooperación que simbolizan una adaptación al
ambiente. Una vez transcurridas unas tres semanas siguiendo el
procedimiento, deberá proceder a su evaluación. Si
no hemos obtenido ninguna mejora, por pequeña que sea,
algo está fallando, así es que deberemos volver a
analizar todos los pasos previos. La hoja de registro nos
ayudará para la evaluación de resultados. Si hemos
llegado al objetivo previsto, es decir, reducción de la
conducta agresiva, no debemos dejar drásticamente el
programa que efectuamos, porque debemos preparar el terreno para
que los resultados conseguidos se mantengan.

Capítulo 2

La violencia escolar:
diagnóstico y prevención

La violencia escolar existe en la medida que esta existe
en la sociedad. En ella confluyen una serie de variables
personales y psicosociales que la desencadenan y la mantienen. En
el presente módulo analizaremos las posibles causas que la
originan y proponemos un programa de prevención y de
intervención que no solo contempla el ámbito
escolar, sino también el contexto social inmediato de
donde deriva.

VIOLENCIA, ESCUELA, DIAGNOSTICO,
PREVENCIÓN

CAUSAS DE LA VIOLENCIA ESCOLAR

La violencia escolar hay que estudiarla desde una
perspectiva multicausal. En ella se encuentran implicadas
variables vinculadas al individuo, la sociedad y el propio centro
escolar. No entender la violencia escolar, y juvenil en general,
desde una perspectiva amplia, es entrar en aspectos particulares
que impiden una actitud auténticamente preventiva. Si
bien, por una cuestión puramente didáctica, los
aspectos etiológicos los abordaremos por separado, aunque
sabemos que se trata de una problema complejo en donde,
dependiendo de la situación, el peso de cada variable
será distinto.

1. Riesgos relacionados con el
niño.

Primero consideramos los aspectos relacionados con la
psicopatología que hacen especialmente vulnerables a los
niños y jóvenes que la padecen. Posteriormente,
analizaremos los factores de riesgos comunitarios y
ambientales.

  • Trastornos paidopsiquiátricos susceptibles de
    favorecer las conductas violentas. Los trastornos que
    estudiamos a continuación se caracterizan
    únicamente por favorecer la aparición de acting
    agresivos en los niños y adolescentes, aunque en modo
    alguno estos trastornos conllevan la agresividad como
    repertorio conductual intrínseco al padecimiento
    padiopsiquiátrico. Se necesita de la confluencia de
    otras circunstancias para que la agresividad aparezca. La
    condición psicológica sirve como un sustrato
    facilitador que hay que valorar en todas las circunstancias
    porque implica planteamientos integradores en los abordajes
    terapéuticos, que de no implementarse, la
    intervención estaría condenada al
    fracaso.

  • Trastorno por déficit de atención con
    hiperactividad. Como sabemos, la hiperactividad se
    caracteriza por tres síntomas básicos: el
    déficit atencional, la hiperactividad y la
    impulsividad. Aunque estos son los síntomas,
    diríamos, nucleares de trastorno, normalmente viene
    asociado a otros, en mayor o menor grado, como los
    déficit específicos del desarrollo, los
    problemas de conducta y la ansiedad.

Sin embargo, el niño con excesiva inquietud
motora es fundamentalmente disruptivo, aunque no necesariamente
agresivo. Es más, normalmente su impulsividad e inquietud
pueden llevarlo a una situación de rechazo por parte de
sus compañeros. Entonces ¿Cuándo un alumno
con hiperactividad es especialmente vulnerable a cometer
agresiones?. Cuando la impulsividad es un síntoma
predominante y sobre todo cuando va unida en igualdad de
intensidad con la hiperactividad y con un temperamento
hiper–reactivo. El máximo riesgo se da cuando en el
niño hiperactivo, conjuntamente con las anteriores,
confluyen otras circunstancias:

  • Cocientes intelectuales límites y trastornos
    específicos del aprendizaje, que disminuyen la
    capacidad de autocontrol sobre la base de la
    anticipación debido análisis de las
    consecuencias del acto violento. Igualmente, los trastornos
    específicos, de no ser detectados a tiempo y tratados
    convenientemente, generan un sentimiento de
    frustración y de marginalidad en el alumno que a veces
    se manifiesta con agresiones a los compañeros y
    oposicionismo frente a las demandas de los
    profesores.

  • Pautas educativas inadecuadas en el ámbito
    familiar con generalización de comportamientos
    coercitivos en la relación con los
    compañeros.

Trastornos paidopsiquiátricos que
pueden favorecer la violencia escolar.-

  • 1- Trastorno por déficit
    atencional con hiperactividad (tipo
    hiperactivo-impulsivo)

  • 2- Trastorno de
    conducta

  • 3- Trastorno negativista
    desafiante

  • 4- Trastorno explosivo
    intermitente

  • 5- Trastorno adaptativo con
    alteración mixta de las emociones y de la
    conducta

  • 6- Trastornos de personalidad
    (adolescentes): Paranoide, antisocial, límite,
    obsesivo-compulsivo

  • 7- Psicosis y prepsicosis de la
    infancia

  • 8- Trastornos
    depresivos

  • Trastornos de conducta. Sería el trastorno
    paradigmático cuando hablamos de psicopatología
    y violencia. Sin embargo, existe gran confusión sobre
    el valor que este trastorno adquiere en la etiología
    de la violencia, sobre todo, cuando nos referimos a la
    infancia. Un término confuso en su diagnostico y con
    planteamientos evolutivos desesperanzadores. Efectivamente,
    muchos investigadores en este campo lo consideran como un
    trastorno crónico y con una evolución, casi
    inevitable, hacia el trastorno disocial en la vida adulta.
    Los criterios diagnósticos hacen referencia a un
    patrón conductual caracterizado por la presencia de
    agresiones recurrentes a personas y / o animales,
    destrucción de la propiedad, robos y violaciones
    repetidas y graves de las normas. Según la edad de
    presentación, suelen clasificarse en trastornos de
    conducta de inicio infantil (antes de los 10 años) y
    en la adolescencia (después de los 10 años).
    Pueden ser considerados, según la intensidad y
    frecuencia de los síntomas como leve, moderado y
    grave.

El patrón psicopatológico se caracteriza
por los aspectos siguientes:

  • El niño/adolescente percibe mal las
    intenciones de los compañeros, interpretándolas
    como hostiles.

  • Pueden ser insensibles, no presentando sentimientos
    de culpa ni remordimiento.

  • Tendencia a culpar a los compañeros de sus
    propias disconductas.

  • Son alumnos con baja autoestima, a pesar de una
    apariencia de seguridad y dureza.

  • Escasa tolerancia a la frustración con
    respuestas agresivas ante ella.

  • Bajo rendimiento académico sin la necesidad
    de que existan trastornos específicos.

  • Tendencia al consumo temprano o mayor vulnerabilidad
    al consumo de drogas y alcohol.

  • Trastorno Desafiante. Se define como un trastorno
    caracterizado por presentar "un patrón recurrente de
    conductas negativistas y desafiantes, desobediencia y
    hostilidad frente a las figuras de autoridad". El perfil
    psicopatológico consiste en:

  • Se encoleriza y presenta pataletas con
    frecuencia.

  • Discute con los adultos y los desafía
    activamente.

  • Desobediencia.

  • Molesta deliberadamente a otras personas.

  • Es bastante resentido, rencoroso y
    vengativo.

  • Se produce siempre un gran deterioro de la actividad
    escolar.

  • Trastorno Explosivo Intermitente. Consiste en la
    presentación de episodios aislados de agresividad,
    violencia o destrucción de la propiedad. La
    agresividad es desproporcionada al estímulo que la
    provoca y no se explica por otros tipos de patologías,
    como la epilepsia temporal, por ejemplo. Respecto a la
    prevalencia, no existen datos epidemiológicos fiables.
    Pueden asociarse a pacientes con Trastorno Obsesivo
    Compulsivo, paranoides y en situaciones post-accidentes, en
    situaciones de estrés sostenido y fracaso
    académico. En niños es poco frecuente, siendo
    su aparición en la adolescencia.

  • Trastorno Adaptativo con Alteración mixta de
    la Emoción y de la Conducta. Se define como una
    reacción emocional y conductual exagerada a un
    estresor psicosocial identificable. Puede alterar la
    relación social y el rendimiento académico. Si
    no se resuelve antes de los seis meses decimos que es una
    reacción complicada. Se han encontrado algunos
    estresores como: cambios de domicilio, cambios de colegio,
    cambios de profesora, separación o divorcio de los
    padres, muerte de algún amigo íntimo o familiar
    y las agresiones físicas y sexuales. Es importante
    considerar que este trastorno puede simular otros
    trastornos:

– Trastornos depresivos.

– Trastornos de ansiedad.

– Trastornos de conducta.

– Trastorno de conducta y de las emociones.

2. Riesgos
psicosociales

Hemos vistos los factores de riesgo vinculados
estrechamente a la psicopatología. Cuando hablamos de
riesgo psicosocial, entendemos por ello la interacción
entre variables de tipo social y perfil psicopatológico
del individúo. En este sentido, cuando nos referimos a un
bajo nivel intelectual como factor de riesgo, hay que plantearse
la posibilidad, tanto de que el problema de conducta esté
detrás del bajo rendimiento académico como la
existencia de los déficit neurocognitivos o la
coexistencia de ambos. Respecto al género como riesgo,
igualmente, se han planteado una serie de interrogantes para los
que aún no se ha dado una respuesta: ¿El hecho de
que los problemas de conducta sean más frecuentes en
niños que en niñas, se debe a diferencias
constitucionales ligadas al sexo, a diferentes formas de educar,
a que las mujeres expresan las disconductas de forma diferente
(por eje. Una sexualidad precoz)? ¿O es la confluencia de
todas ellas y con qué peso?.

En cuanto al temperamento como riesgo, sabemos que
cuando éste es hiperreactivo producen mayor número
de conflictos entre los padres con pautas educativas
anómalas. Parece que esta característica
temperamental origina con más frecuencia la denominada
Escalada de Interacción Coercitiva que,
gráficamente, podríamos resumirla como
sigue:

Demanda al niño => niño no obedece
=> padre grita => niño no obedece y grita => el
padre agrede => el niño agrede al padre => padre
protesta y se retira.

La situación anterior da lugar a una serie de
aprendizajes: El padre al no conseguir controlar la
situación experimenta un sentimiento de ineficacia y el
niño consigue lo que desea y aprende a conseguir lo que
desea a través del enfrentamiento y la desobediencia. Si
este aprendizaje se generaliza a otros contextos, el niño
realizará sus demandas utilizando métodos
coercitivos. Pero no todos los investigadores del temperamento
están de acuerdo en que actúe como un terreno
vulnerable frente a la violencia. Sin embargo, hay otros que
justifican la vulnerabilidad a través de los resultados de
algunos estudios longitudinales que han evidenciado que
niños hiperactivos a los tres años, a los siete
eran más agresivos, manipuladores, indisciplinados y
más transgresores de las normas. Los déficits en el
desarrollo neurocognitivo tendrían como consecuencia
mayores dificultades en el desarrollo de la conducta prosocial,
dificultades en la demora de la satisfacción, dificultades
en la valoración de las consecuencias, dificultades en
establecer la relación castigo/transgresión, falta
de habilidades para la planificación y déficits en
el aprendizaje a través de consecuencias
negativas.

La violencia escolar se ha estudiado, igualmente, desde
la perspectiva del Modelo de Aprendizaje Social. Este modelo
propone cinco pasos en el aprendizaje: registro de la demanda
social, interpretación de la demanda, buscar una respuesta
adaptada a la demanda, decidir el tipo de respuesta y
emisión de la respuesta. Los niños agresivos y
violentos interpretan la demanda social con mayor hostilidad
condicionando el tipo de respuesta.

Los abusos sexuales y/o físicos pueden dar lugar,
tanto a trastornos internalizantes (depresión/ansiedad),
como a externalizantes (trastornos disruptivos). Por ello, se ha
puesto, igualmente, en relación con la violencia. Las
anormalidades en el vínculo afectivo, pueden presentarse
en situaciones de estrés y dificultades intrafamiliares,
familias sin apoyo social, algunos trastornos
psicopatológicos en los padres, y los problemas graves de
salud en el niño. Cuando existe una alteración
vincular, suelen ser niños con baja autoestima, inseguros
y con baja competencia en habilidades sociales, siendo un buen
factor de vulnerabilidad para la violencia escolar. Como riesgos
ligados al ambiente familiar, y no específicos, podemos
citar los siguientes:

  • Recursos económicos
    insuficientes.

  • Negligencia en los cuidados parentales.
    Hay que contemplarlo conjuntamente con las posibles
    alteraciones del vínculo afectivo.

  • Familias muy numerosas.

  • Enfermedad psiquiátrica grave de
    alguno de los padres.

  • Alcoholismo del padre asociado a
    trastornos de conducta y nivel socio-económico
    bajo.

  • Conflictividad familiar asociada a
    trastornos de personalidad en la madre y nivel
    socioeconómico bajo.

  • Se ha encontrado una mayor influencia
    de la psicopatología materna que la paterna en los
    trastornos de conducta de los hijos.

  • Conflictividad intrafamiliar
    grave.

  • Consumo de drogas por parte de los
    padres.

  • Maltrato físico y/o
    psíquico, referidos anteriormente.

Finalmente, algunos factores de riesgo ligados a la
comunidad o riesgos comunitarios que se han puesto en
relación con la violencia escolar, aunque en este caso
tampoco pueden ser considerados como específicos, ya que
se presentan relacionados con otros problemas psicológicos
y conductuales, son: La carencia de estructuras asistenciales y
de apoyo comunitarios (aislamiento), sociedades en crecimiento
sociodemográfico rápido y procesos adaptativos
ligados a la inmigración, alojamientos o vivienda
precarios.

PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA ESCOLAR

La definición y las posibles causas que
determinan un problema de salud son fundamentales a la hora de
establecer programas de prevención. En el tema que nos
ocupa, debemos tener en cuenta que la violencia como
manifestación conductual es un problema BIOPSICOSOCIAL y
no solo un problema escolar. Igualmente, parece ser que el
incremento de la violencia escolar va paralelo con el incremento
de esta en las sociedades urbanas. Por tanto, si su origen es
multicausal, su disminución vendrá dada a
través de la aplicación de PROGRAMAS
MULTIDIMENSIONALES, en los que es necesaria la
participación de:

– Padres y/o tutores.

Administración educativa.

Justicia y policía.

– Centros de Salud Mental Infanto-Juvenil.

Organizaciones de barrio y culturales.

Servicios Sociales Comunitarios.

– Servicios de Atención al Menor.

1. Recomendaciones Generales.

Pueden hacerse con relación a la política
de prevención, respecto a los programas y respecto a la
filosofía en la que deben sustentarse.

1.1. Respecto a la política de
prevención:

  • La política que subyace en cualquier programa
    de prevención debe ser coherente y precisa.

  • El proyecto debe redactarse de forma clara, precisa
    y comprensible para todos los estamentos y personas
    implicadas.

  • Debe estar en armonía con el programa el que
    se apoya.

  • Debe contemplar, no solo las agresiones de hecho y
    la aplicación de la tolerancia cero, sino, igualmente,
    prevenir las situaciones de posible violencia.

1.2. Respecto a los programas:

  • Su aplicación necesita el apoyo total por
    parte de la administración.

  • Deben establecer mecanismo de coordinación
    con otros servicios e instituciones.

  • Los alumnos deben participar en la redacción,
    aplicación y en la evaluación de los
    programas.

  • Deben adaptarse con medidas específicas para
    cada centro.

  • Debe crearse un Registro de Programas de los
    distintos centros que posibiliten contratar los resultados de
    cada uno de ellos.

1.3. Respecto a la filosofía en la que deben
sustentarse:

  • Las consecuencias deben adaptarse a la edad del
    alumno que infringe las normas.

  • Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

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