- Definición
- Teología moral
- Juan y
la iniquidad - Pablo
de tarso y la iniquidad - ¿iniquidad heredada?
- Oración
intergeneracional - Conclusión
- Apéndice
- Bibliografía
"Porque el misterio de la iniquidad ya
está actuando"
2ª. Tesalonicenses 2:7
DEFINICION
Hay muy pocos estudios acerca de la iniquidad. Muchos
cristianos incluso desconocen el significado de esta palabra, a
pesar de ser mencionada en varias ocasiones en la
Biblia.
Antes incluso de que Jesucristo marchase de esta tierra
anunció que volvería, pero que antes de su regreso
habría un tiempo de dificultad y de extendida iniquidad.
La sociedad se desmoronaría y los alborotos, la violencia
y los disturbios se extenderían de tal manera que a los
humanos les fallaría el corazón a causa del temor a
las cosas que iban a suceder sobre la faz de la tierra,
"porque habrá una gran tribulación, cual no la
hubo desde el principio del mundo hasta el presente, ni
volverá a haberla" (Mateo 24:21).
Estos hechos ocurrirán por lo extendida y
diseminada que está actualmente la iniquidad, que se ha
convertido en el pecado del mundo. El liberalismo actual no es
sino la iniquidad personificada es diferentes formas y en
distintos ámbitos alrededor del mundo, aunque en ocasiones
dicha iniquidad se disfrace de otras formas.
Para quien conoce a Cristo y su mensaje de
salvación no es ningún misterio ni sorpresa el
hecho de que se incrementen sobremanera los desórdenes, la
injusticia y, con ello, la iniquidad. Esta situación debe
ser para nosotros un desafío para que no fracasemos en el
corto trayecto que falta hasta Su regreso. Debemos atesorar
siempre las palabras de Jesús cuando nos dijo: "El que
persevere hasta el final, ése se salvará"
(Mateo 24:13).
TEOLOGIA
MORAL
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia
española, iniquidad significa maldad o
injusticia grande. En la Vulgata se tradujo la palabra
griega anomía por la palabra latina
iniquidad y ambas palabras significan falta de
ley o negación de la ley y, en este sentido,
anomía o iniquidad sería un calificativo adecuado
al liberalismo con toda justicia y verdad, puesto que el
liberalismo se desvincula de la ley divina y de toda ley exterior
al individuo.
Por este relativismo moral llegamos a lo que en la
Teología Moral se le conoce por moral de
situación. Juan Pablo II dedicó duras
críticas a ese relativismo moral engendrado por el
liberalismo. Entre sus muchas críticas hay especialmente
una, severa y memorable, en su Encíclica Veritatis
Splendor ("El esplendor de la verdad"), en la que defiende
la objetividad de la ley natural y del mal moral en contra del
relativismo y el subjetivismo moral. Incluso el Papa Benedicto
XVI no cesa de señalar y refutar el relativismo moral como
uno de los grandes males del mundo actual.
Sería exacto decir que el liberalismo es pecado a
causa de aquella iniquidad consistente en querer liberarse de
cualquier sujeción a la ley divina, en beneficio de la
autodeterminación de la voluntad del individuo o de la
sociedad.
En definitiva, la iniquidad no es sino el rechazo hacia
Aquel que lleva la Ley a su cumplimiento. Quien ignora, desconoce
o prescinde de Dios, comete la iniquidad total, última y
extrema. Es la negación a Jesús, quien no vino a
abolir la Ley, sino a darle cumplimiento.
JUAN Y LA
INIQUIDAD
El Apóstol Juan dijo que "todo el que comete
pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la
iniquidad" (Juan 3:4). Si analizamos detenidamente el
mensaje de Juan veremos que la iniquidad no es solamente el
pecado, sino que el pecado es parte de esa iniquidad. Por ello la
iniquidad es la incredulidad y la negativa a creer en Cristo. Es
el rechazo del único camino para ingresar en la
comunión de vida con Dios. Es la negativa de entrar en
comunión con el Hijo, el Padre y su Santo Espíritu.
Peor aún; es la apostasía, que suele hacerse
visible cuando el rechazo a la comunión eclesial y la
desvinculación a la pertenencia eclesial se pone
públicamente de manifiesto como un modo de apartarse del
amor de la Iglesia y de los hermanos, demostrando que se ama
más al mundo que al Padre; más a las propias
pasiones que a Dios como Padre.
Por todo ello y según el propio Juan, la
iniquidad consiste en el rechazo de Jesucristo, el Hijo obediente
que vive y pone por obra la voluntad del Padre. Quien no cree en
Jesús, quien le ignora o desconoce, igualmente rechaza la
voluntad del Padre y comete iniquidad, excluyéndose a
sí mismo de la vida celestial y eterna.
PABLO DE TARSO Y
LA INIQUIDAD
Pablo dijo a la comunidad de Tesalónica que
"el misterio de la iniquidad ya está actuando"
(2ª. Tesalonicenses 2:7), pero él le dio nombre al
protagonista de tal misterio, que no es otro que el
Impío, a quien "el Señor
destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con
la manifestación de su Venida" (2ª.
Tesalonicenses 2:8).
En definitiva, es Satanás y su imperio de maldad
quien está estableciendo en el mundo este liberalismo y
falta de valores morales que se van acrecentando a nuestro
alrededor día a día, lo cual conduce a las personas
hacia una total impiedad y a una absoluta iniquidad.
Pablo nos confirma este punto al decirnos que se
manifestará el hombre de iniquidad, el hijo de
perdición, el Adversario, quien se opondrá y se
alzará contra todo lo que se llama Dios o es objeto de
culto (2ª. Tesalonicenses 2:3-4). Pero también Pablo
nos advierte que llegará el momento en que todo el
torrente del mal humano quedará libre en la tierra y,
cuando esto suceda, llegará el tiempo de mayor sufrimiento
que el mundo jamás haya presenciado: "la venida del
Impío estará señalada por el influjo de
Satanás, con toda clase de milagros, signos, prodigios
engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a
los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la
verdad, que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un
poder seductor que les hace creer en la mentira para que sean
condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron
la iniquidad" (2ª. Tesalonicenses 2:9-12). Esa es la
característica del espíritu de iniquidad: el
engaño, la mentira, el pecado y la confusión que
conduce a la impiedad.
Pero Pablo, además de llamarnos a combatir contra
el Mal, nos advierte de que las armas que debemos usar no son ni
humanas ni naturales, porque la lucha no es contra la carne y la
sangre (Efesios 6:12). Las armas tienen que ser las adecuadas al
género del enemigo y de acuerdo al combate. Precisamente
porque la lucha es contra los espíritus del Mal,
sólo valen las armas de Dios; sólo ellas
harán posible resistir las acechanzas del Diablo (Efesios
6:11) y resistir en el mal día, manteniéndonos
firmes después de haber vencido (Efesios 6:13).
Pablo reconoce que él mismo lucha y se fatiga en
el combate, pero sigue adelante con una energía que no es
la suya, sino que es la fuerza de Cristo que actúa
poderosamente en él (Colosenses 1:29). Sólo con
Cristo y su fuerza es posible la victoria final.
¿INIQUIDAD
HEREDADA?
"Yahvé pasó por delante de
Moisés y éste exclamó: Yahvé,
Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la
cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor
por mil generaciones y perdona la iniquidad, la rebeldía y
el pecado, pero no los deja impunes; que castiga la culpa de los
padres en los hijos y en los nietos hasta la tercera y cuarta
generación" (Éxodo 34:6-7).
Existen algunas iglesias que se basan en el anterior
texto bíblico para estimular la creencia de que la
iniquidad es heredada por la descendencia de quien ha pecado. Es
decir, que el pecado cometido por el padre es heredado por su
hijo y de éste hasta su bisnieto por lo menos. Dicho en
otras palabras, el pecado que ha cometido el padre hace que
exista una gran posibilidad de que igualmente lo cometa su
descendencia, por la heredad genética de la
iniquidad.
De acuerdo a la Iglesia Católica los pecados no
se heredan a través de generaciones debido a la
oblación de Cristo para la remisión de los pecados
de la humanidad. Pablo de Tarso dijo al respecto a los corintios:
"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez
recibí: que Cristo murió por nuestros pecados"
(1 Corintios 15:3). Por otra parte, por medio del bautismo
quedamos totalmente limpios de todo pecado.
El Catecismo Católico nos confirma ambos puntos
en su texto:
Liberación y salvación: Por su
Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los
hombres. Los rescató del pecado que los tenía
sometidos a esclavitud (Núm. 1741).
La gracia del Bautismo: Por el Bautismo todos
los pecados son perdonados, el pecado original y todos los
pecados personales, así como todas las penas del pecado
(Núm. 1263).
En el Antiguo Testamento, principalmente durante el
Éxodo, existían diversas creencias que no
proliferaron más allá de dicha época puesto
que muchas fueron abolidas p0r el propio Jesús. Una prueba
concreta de ello, en cuanto a la heredad de la iniquidad, nos la
ofrece el texto de la curación de un ciego de nacimiento.
Cuando los discípulos de Jesús, influidos
aún por las enseñanzas del Antiguo Testamento, le
preguntaron a Jesucristo el por qué de la ceguera de esa
persona, de que si se debió por haber pecado él
mismo o por haber pecado sus padres, Jesús les
respondió: "Ni él pecó ni sus
padres" (Juan 9:2-3).
A la vista de todo lo anterior es digno de
consideración una opción alternativa de la herencia
genética de la iniquidad, en el sentido de que en
realidad, tal como nos dice Jesús en el Evangelio de Juan,
el ciego nunca heredó de sus padres su ceguera ni su
condición de pecador. Los pecados de generaciones
anteriores no se heredan ya que cada persona responde por sus
propios pecados cuando es llamado a su juicio personal ante Dios.
Pero sí es plausible la posibilidad de que podamos heredar
de nuestros ancestros la tendencia a pecar.
El hecho de haber sido bautizados no nos convierte en
personas perfectas y santas, ni nos libera de la tendencia a
pecar. En el bautizado permanecen ciertas consecuencias
temporales del pecado, como son los sufrimientos, la enfermedad,
la muerte o las fragilidades inherentes a la vida, como son las
debilidades de carácter, etc. (Catecismo católico,
Núm. 1264).
A lo largo de nuestra vida cristiana debemos purificar
nuestro corazón y pedirle a Dios que nos conceda fuerza e
iluminación para poder llevar una vida exenta de pecado.
Pero ese proceso no es instantáneo, sino que requiere
esfuerzo y cambio de vida, por lo que debemos ser constantes y
pacientes hasta lograr esa vida en santidad que todos los
cristianos anhelamos.
Recordemos que el cristiano siempre será presa de
una lucha constante con pasiones y deseos, por lo que debemos ser
conscientes de que el hecho de pecar es única y
exclusivamente una decisión personal e íntima de
cada individuo. Nosotros mismos somos los únicos
responsables de nuestros pecados y de sus consecuencias ante
Dios, no nuestros antepasados.
ORACION
INTERGENERACIONAL
Definitivamente debemos pedirle a Dios que corte
cualquier tipo de atadura con nuestro pasado y cualquier
tendencia que pueda influir en nuestra ocasión de pecado.
Para ello debemos orar constantemente para librarnos de cualquier
tendencia al pecado. Y la siguiente puede ser una oración
válida para tal motivo:
"En el nombre de Jesús, y por mi autoridad
como cristiano, tomo la espada del Espíritu Santo, y corto
de las generaciones pasadas cualquier comunicación de
odio, amargura, resentimiento, falta de perdón, crueldad,
lujuria, envidia, gula, ira, pereza, soberbia y cualquier cosa
negativa o cualquier cosa que no sea del Reino de Dios. Yo invoco
la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo que venga
sobre mí y mi familia, liberando, sanando y protegiendo.
Yo le pido al Espíritu Santo en nombre de Jesús que
corte, limpie, purifique todas las emociones negativas y
tendencias pecaminosas que puedan haber sido comunicadas en
cualquier generación. Amén."
CONCLUSION
Los hijos de Dios hemos sido llamados a evitar y borrar
la iniquidad. Debemos ser conscientes de que en la medida en que
nos opongamos al mal y, con ello a la iniquidad, será la
medida en que la propia iniquidad no se enseñoree ni de
nuestro corazón ni de nuestra vida.
APENDICE
Apostasía: Negación de
la fe cristiana o abandono de las creencias en las que uno ha
sido educado.
Liberalismo: Sistema social que
defiende la libertad individual y proclama la absoluta
independencia de un organismo superior.
Moral de situación:
Teológicamente es una moral que sólo conoce la
obligación de amar y donde hay un solo absoluto, el amor.
Según esta moral, las leyes pueden obedecerse o
quebrantarse según las exigencias del amor. Agustín
de Hipona lo manifestó con su frase "ama y haz lo que
quieras".
Relativismo: Doctrina que propugna
que el conocimiento humano es incapaz de alcanzar verdades
absolutas y universalmente válidas.
Subjetivismo: Doctrina que limita la
validez del conocimiento al sujeto que conoce.
Es también la actitud que defiende
que la realidad es creada en la mente del individuo.
BIBLIOGRAFIA
Biblia de Jerusalén: Desclée
De Brouwer
Catecismo de la Iglesia Católica:
Segunda Edición El pecado de nuestros padres: Lawrence
Block Ejercicios Espirituales: Ignacio de Loyola
Autor:
Agustín Fabra