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Martí en Fidel (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

Durante su exilio en España, Martí
colabora en periódicos liberales como "La Soberanía
Nacional", en el que aparecen fragmentos de su obra "El Presidio
Político en Cuba", así como en los
periódicos "La Discusión", "La Cuestión
Cubana" y otros. A partir de 1875, en que se inicia su estancia
en México, se convierte en asiduo colaborador de la
"Revista Universal", bajo la dirección de José
Vicente Villada, hasta ocupar la plaza de redactor en plantilla,
hasta el cese de la publicación el 19 de noviembre de
1876. Esta etapa es sumamente prolífica en la actividad
periodística de Martí, que redacta numerosos
artículos y crónicas, el primero de los cuales
dedicado a la festividad patria mexicana del 5 de mayo, aparece
publicado en la edición del 7 de mayo de 1875 y el
último titulado "La Academia de San Carlos" aparecido en
el número del 24 de octubre de 1876.

En su escrito "La polémica económica" (23
de septiembre de 1875), muestra con sólo 22 años,
su lucidez intelectual, cuando afirma como…"…la
prensa está haciendo algo digno de ella: el país
pregunta a sus hombres inteligentes, por qué se muere de
hambre sobre su tierra riquísima, por qué la
industria extranjera vive en México mejor que la industria
mexicana…"…para agregar que…"…la
imitación servil extravía, en economía como
en la literatura y en política. ¿Un principio debe
ser bueno en México porque se aplicó con buen
éxito en Francia? ¿Es la situación
financiera de México igual a la francesa? ¿Se
producen las mismas cosas? ¿Están los dos
países en iguales condiciones
industriales?…"…para arribar a la sabia
conclusión de que…"…a conflictos propios,
soluciones propias" (98).

En esa propia revista aparecen publicados por vez
primera sus juicios sobre José de la Luz y Caballero, en
dos párrafos de hermosa prosa, inserto en un
artículo más extenso sobre otros tópicos
afines. En el mismo expresa como…"….murió
hace algunos años en La Habana, un hombre augusto.
Él había dado a su Patria toda la paciencia de su
mansedumbre, todo el vigor de su raciocinio, toda la
resignación de su esperanza. También iba
allí un pueblo a consagrar un cadáver. Los
niños se agruparon a las puertas de aquel colegio
inolvidable; (se refiere a "El Salvador" N. del A.) los hombres
lloraron sobre el cadáver del maestro, la
generación que ha nacido siente en su frente el beso
paternal del sabio José de la Luz y Caballero"
(99).

Son notables, aunque menos numerosos, sus escritos en el
periódico "El Federalista", iniciados el 7 de diciembre de
1876, con su artículo "Alea Jacta Est", en el cual critica
el derrocamiento por el caudillo Porfirio Díaz, del
Presidente Lerdo de Tejada (1823-1889), estrecho colaborador de
Benito Juárez (1806-1872) y su sucesor en la presidencia
de la República en el período de 1872 a 1876, donde
expresa…"…¿ con qué el fin es
verdad?¿ con qué se vuelven a matar los
mexicanos?¿con qué se ha violado una
tradición, derrocado un gobierno, ensangrentando un
año a la patria, para volver de nuevo a ensangrentarla,
para desacreditarnos más, para ahogar en germen el
adelanto que alcanzábamos y el respeto que se nos iba
teniendo, para hacernos más imposibles a nosotros mismos
todavía?" (100).

Regresa Martí a Cuba en 1878, pleno de
nostalgias, tiempo en el que pronuncia discursos en diversos
liceos y sociedades patrióticas, en una época poco
propicia para ser escuchado y mucho menos comprendido, tras la
firma del Pacto del Zanjón, lo que le cuesta nuevamente
ser deportado, en septiembre de 1879.

Radicado a partir de 1880 en New York, Estados Unidos,
inicia su colaboración, como crítico de arte, en la
revista "Tour". En 1881, durante su breve estancia en Venezuela,
promueve la edición de la "Revista Venezolana", de la que
sólo llega a publicarse un número, el primero de
julio del propio año. Algo similar a lo sucedido en
México, con el autocrático caudillo Porfirio
Díaz, le acontece en la tierra de Bolívar, con el
dictador Guzmán Blanco. Al tornársele la
situación insostenible, publica con fecha 20 de julio de
1881 su carta de despedida en el diario venezolano "La
Opinión Nacional", donde reitera su concepción
latinoamericanista, que lo acompañará toda su vida.
Pocos días antes, expresando su hondo amor por el
país hermano, publicó en la Revista Venezolana su
artículo "Venezuela heroica" (101).

Ya de regreso a New York, mantiene su
colaboración con ese diario, donde aborda en
crónicas y artículos, tópicos de asombrosa
diversidad, con notable agudeza de análisis e ideas
progresistas e incluso anticipadoras de su propia época.
Estas colaboraciones se inician en septiembre de 1881 y cesan en
mayo de 1882, por discrepancias surgidas con sus
editores.

El 15 de julio de 1882 comienza su colaboración
en el diario "La Nación" de Buenos Aires, con más
de 200 crónicas y artículos, actividad que se
mantuvo de forma ininterrumpida hasta 1892, en que su labor
organizativa de la Guerra Necesaria, le reclamaba todo su tiempo
y energía. En uno de esos escritos Martí reitera su
valoración del papel a desempeñar por la
prensa…"….que no puede ser en estos tiempos de
creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva
de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y lujosa
imaginación…" (102). El Apóstol colabora
además, a partir de marzo de 1883, con la revista "La
América", bajo la dirección de Raúl Castro
Palomino, de la que llega a integrar su cuerpo de redactores.
Aún le alcanza el tiempo para colaboraciones
esporádicas en los periódicos "La República"
de Honduras; "El Partido Liberal" de México; "El
Economista Americano", editado este último en Estados
Unidos bajo la dirección de Néstor Ponce de
León; "La Estrella de Panamá" y en los diarios
neoyorkinos "El Avisador Cubano" y "La Juventud".

En 1889, a pesar del tiempo que le toma su intensa
actividad revolucionaria, publica las conocidas tres ediciones de
una revista dedicada a los niños: "La Edad de Oro".
Redactada en lenguaje asequible pero culto, de compleja
simplicidad, en prosa incomparable, esta nos queda como legado de
ética y patriotismo.

El 14 de marzo de 1892 aparece el primer número
del periódico "Patria", que precede en menos de un mes a
la fundación del Partido Revolucionario Cubano, el 10 de
abril. En el mismo sale su escrito titulado "Clubs nuevos",
referido a la creación de estas valiosas organizaciones
revolucionarias en Filadelfia y Atlanta dado
que…"…suele el patriotismo necesitar de espuela,
sobre todo cuando ha visto una vez y otra la ineficacia de su
abnegación, porque la abnegación es ineficaz y el
genio mismo, cuando no se les conduce en acuerdo previsor, con
las desdichas a cuyo alivio se consagran" (103).

Patria se dedicó a divulgar, por la pluma de
Martí, del trabajo meritorio de los periódicos
revolucionarios en el exilio o en la propia Isla, no obstante sus
frecuentes conflictos y discrepancias dado que…"….
Patria se ve en muchas penas. Le sobra alma y le falta espacio.
Le sobra asunto y todo en el es urgente" (104). En su
edición del 16 de abril de 1892, Martí valora
positivamente la labor del diario "La Igualdad", fundado por Juan
Gualberto Gómez en tierra cubana, en condiciones
excepcionalmente difíciles y continuador de "La
Fraternidad", iniciativa asimismo del amigo cercano, periodista y
patriota. El 28 de mayo del propio año el Apóstol
escribe elogiosamente sobre la Revista de la Florida", reiterando
su criterio sobre la labor de la prensa cuando afirma
que…"…un palacio está ahí, donde
nadie lo ve. Un periódico sin generosidad es un azote. Un
periódico generoso es una columna" (105).

El 11 de junio de 1893 aparece en "Patria" su
artículo "Nuestros periódicos" en el que aborda la
labor ideológica y de cohesión revolucionaria
realizada por publicaciones como "La Gaceta del Pueblo", revista
fundada por el puertorriqueño Antonio Vélez
Alvarado que…"…con el mejor de su estilo y con el
calor de su sano corazón, cuenta a los lectores de
América los propósitos continentales" (106). En el
propio escrito valora positivamente la labor de
divulgación desplegada por el diario "Yara".

El 28 de enero de 1893, día de su
onomástico personal, publica en "Patria" sus criterios
sobre el periódico "El Radical", editado por el cubano
Pablo Rousseau, pues…"…hoy ya enriquece la prensa
revolucionaria, con un periódico elegante y vivo, donde el
reposo campea junto a la energía y tienen las ideas
patrias defensor de altos vuelos" (107). El 17 de noviembre de
1894 dedica "Patria" un espacio para enjuiciar la labor del
diario "La Verdad" de Rafael Guerra. En la misma afirma
como…"…Patria saluda con orgullo de cubano al
periódico nuevo, seguro de que en el la majestad de la
razón, aún cuando haya de tundir y esclarecer, no
honrará con la disputa innecesaria el crimen y
desvergüenza que salen siempre al camino de las obras
virtuosas" (108).

En su edición del 30 de abril de 1892, el
Apóstol escribe en "Patria" su artículo "El alma
cubana", donde expresa como…"…otros
propagarán vicios o los disimularán, a nosotros nos
gusta propagar las virtudes, por lo que se oye y se ve entra en
el corazón la confianza o la desconfianza. Quien lee los
diarios dominantes de La Habana, creerá que todo en la
ciudad es pobre de alma y reparto de robos y ambición de
café y literatura celestina; pero es preciso leer con los
ojos sagaces, el diario que no se publica, el de la virtud que
espera, el de la virtud oscura. Las almas como las tierras de
invierno necesitan de la nieve que las cubra, con muerte
aparente, para brotar después, a las voces del sol,
más enérgicas y primaverales" (109).

No podemos obviar que los más valiosos escritos
martianos, que mantienen su plena vigencia, aparte de su
invalorable epistolario, nos llegan a través de su
publicación de la prensa escrita de la época.
Mencionemos tan sólo la antológica "Nuestra
América", publicada por vez primera en el diario mexicano
"El Partido Liberal", el 30 de enero de 1891; "Respeto a nuestra
América" en la revista "La América" de New York, en
agosto de 1883; su crónica sobre "La Conferencia
Americana", enviadas al diario argentino "La Nación", el
24 de enero de 1890; "La Conferencia Monetaria de las
Repúblicas de América", publicada en la "Revista
Ilustrada" de New York en mayo de 1891 y otras tantas que
harían la lista interminable.

Su elevado espíritu
ético-patriótico le conmina a expresar en su
escrito publicado el 25 de marzo de 1889 por el diario
norteamericano "The Evening Post" titulado "Vindicación de
Cuba", como…"…nada piden los cubanos del mundo sino
el conocimiento y respeto de sus sacrificios….Amamos a la
patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting"
(110).

Su caída en combate en Dos Ríos, el 19 de
mayo de 1895, es celebrada con júbilo por el "Diario de la
Marina", en su edición del 17 de junio del mismo
año. Su muerte y sólo un año después
la caída en combate de Antonio Maceo, constituyeron sin
lugar a dudas una pérdida irreparable para el ideario
independentista cubano, que facilitó la primera
ocupación norteamericana y la falta de unidad entre los
patriotas, que matizó el devenir de la república
neocolonial, plagada de incoherencias, traiciones, vacilaciones e
inconsecuencias. Tan bien reflejadas en la prensa de la
época.

Casi seis décadas después, el 10 de marzo
de 1952 resurge, en su fatal protagonismo en el escenario
político cubano, la figura de Fulgencio Batista.
Éste, aprovechándose astutamente del estado de
crisis institucional y moral, en que los desgobiernos
auténticos habían sumido al país y percatado
de la imposibilidad de resultar vencedor en las cercanas
elecciones generales, convocadas para junio de 1952, dada su
impopularidad y la falta de credibilidad política, de los
partidos que sustentan su candidatura, llega de nuevo al poder
mediante un golpe de estado, en la madrugada del 10 de marzo del
mismo año.

Desde los primeros momentos se aprecian tres tendencias
entre los dirigentes de los partidos políticos en la
oposición. Los que se suman al batistato en franca
posición oportunista; los que se acogen a la ineficaz
posición de la "resistencia cívica", y los que
adoptan la firme decisión de una lucha vertical, por todos
los medios posibles, incluso el uso de las armas, de miembros
procedentes del sector de ideas políticas más
avanzadas, particularmente de la Juventud Ortodoxa y la
Federación Estudiantil Universitaria.

Entre estos últimos se va a destacar el joven
abogado, Dr. Fidel Castro Ruz, ex dirigente estudiantil, ya con
una trayectoria de lucha revolucionaria, pese a sus escasos 26
años, establecido recién graduado en el Bufete
Aspiazo, Castro y Resende, en Tejadillo No 57, en la capital.
Desde su ingreso en la Universidad de La Habana, en septiembre de
1945, a la edad de 19 años, se involucra
rápidamente en las luchas estudiantiles, asume
responsabilidades en la FEU y se enfrenta, aún a costa de
su vida, al "bonchismo" universitario, como se denominaba
entonces al gansterismo, insertado en el alto centro de estudios.
Incluso poco antes del golpe de estado, Fidel Castro había
publicado en el diario Alerta, varios artículos
denunciando actos de corrupción del Presiente Carlos
Prío Socarrás (1948-1952) y de la camarilla
gobernante (111).

Ya desde el primer momento del golpe militar, el 10 de
marzo de 1952, Fidel Castro utilizó la prensa clandestina,
único medio posible en aquel momento, dada la
férrea censura de prensa, para condenar valientemente el
hecho, como su artículo "Revolución no,
¡zarpazo!" escrito el 12 de marzo del propio año y
tres ediciones, en hojas mimeografiadas (cómo única
posibilidad entonces"), del diario "El acusador", en junio, julio
y agosto de 1952, hasta su clausura por la policía
(112).

En el primer escrito el joven abogado
denuncia:

"!Revolución no, zarpazo! Patriotas no,
liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros
sedientos de oro y poder. No fue un cuartelazo contra el
Presidente Prío, abúlico, indolente; fue un
cuartelazo vísperas de elecciones cuyo resultado se
conocía de antemano. No había orden, pero era al
pueblo a quien le correspondía elegir
democráticamente, civilizadamente y escoger a sus
gobernantes por voluntad y no por la fuerza" (113).

Tras la amnistía de mayo de 1955, que permite la
liberación de los asaltantes del Moncada que cumplen
prisión en la Isla de Pinos, Fidel Castro despliega una
intensa actividad revolucionaria, donde sus artículos en
la prensa escrita desempeñan un papel esencial.

En la edición de Bohemia, del 22 de mayo de 1955,
aparece un escrito del coronel Chaviano, plagado de mentiras
sobre los hechos del Moncada. En respuesta al mismo, Fidel Castro
publica en la propia revista, con fecha 29 de mayo, su
artículo "! Mientes Chaviano!, donde expresa
como…"…no importa que nuestras manos estén
sin armas. Hoy somos columnas morales de la patria, y como
columnas, nos desplomaremos antes que doblegarnos. En Cuba
estamos a pesar de todos los riesgos, y nuestros pechos limpios
se yerguen sin temor a la bala homicida del mercenario"
(114).

Son antológicos sus artículos-denuncia
publicados en el diario "La Calle", bajo la dirección del
periodista revolucionario Luís Orlando Rodríguez,
en los meses de mayo, junio y julio de 1955. El 30 de mayo
aparece publicado en dicho diario el primero de estos bajo el
título "Chaviano el provocador" (Este alto oficial
batistiano, jefe del Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953 fue
el principal ejecutor del asesinato de los asaltantes prisioneros
y heridos, ordenado por el dictador Batista, tal como Fidel
Castro denuncia detalladamente en su alegato de autodefensa "La
Historia me Absolverá". N. del A.).

En el mismo, éste valora como…"…a
pesar de las críticas de Batista conminando a sus
partidarios a que cesen en las provocaciones, el señor
Santiago Rey (entonces Ministro de Gobernación N. del A.)
publica sus declaraciones cargadas de amenazas, en las que
califica de injurioso, calumniador y delictivo, mi
artículo de Bohemia (se refiere a "Mientes Chaviano", ya
citado. N. del A.)…..Mi actitud al salir de prisión
la conoce todo el pueblo. Mis pronunciamientos serenos,
responsables y ecuánimes están en todos los
periódicos… ¿Qué quieren, llevarme de
nuevo a las prisiones por haber respondido con decoro, a quien en
carta publicada en Bohemia en la semana anterior, nos califica de
criminales cargados de odio? ¿Por qué no
protestaron entonces los del régimen contra tan innoble
provocación a los que acaban de salir de las prisiones,
mientras hablaban de paz y concordia? ¿Puede negarse acaso
que Chaviano fue el único provocador? (115).

El periódico "La Calle" sirve nuevamente de
tribuna a Fidel Castro, para sus valientes críticas al
régimen. El 7 de junio publica su escrito "Manos
asesinas", en respuesta al discurso de Batista en días
anteriores, donde valora como…"…no debe hablarse de
manos, manos que pueden ser asesinas, cuando se habla de razones;
si el gobierno carece de razón es lógico entonces
que hable de manos, manos asesinas…pero no debe dejar de
destacarse además la inmensa cobardía que encierra
hablar de manos en este caso, porque las manos del gobierno
están armadas y las nuestras vacías…."
(116).

Días antes, el 5 de junio de 1955 es golpeado
salvajemente por la policía el líder ortodoxo, muy
popular en el entonces municipio de Marianao, por su labor
honesta como concejal, de Juan Manuel Márquez. El mismo es
visitado por Fidel Castro en el hospital donde tuvo que ser
ingresado. El hecho es denunciado con un gran titular por La
Calle: <<Golpeado por la fuerza pública Juan Manuel
Márquez>>. Ese mismo día 7 de junio el propio
periódico "La Calle" ofrece espacio a la denuncia
formulada por Fidel Castro, contra la brutal agresión
infligida a Juan Manuel Márquez y que titula;
"¡Estúpidos!". En la misma critica
como…"…golpear indefensos ciudadanos, eso es lo que
ha estado haciendo a lo largo de la isla a través de tres
años. Cientos, miles de cubanos han tenido que sufrir esta
bárbara afrenta, ¡Cuanta cobardía hay en
golpear en pandilla a un hombre indefenso…! ¡Que
monstruosos sentimientos se albergan en la mente de esos
bárbaros que de tal modo pisotean la dignidad humana!
¡Estúpidos!… ¿No comprenden que cada hombre
vejado es un revolucionario que se yergue dispuesto a morir
contra la tiranía que lo golpea y humilla?
(117).

Con motivo de serle prohibido a Fidel Castro hablar, el
5 de junio, en el programa "La hora ortodoxa", por la emisora
Unión Radio, por disposición del Ministro de
Comunicaciones, Ramón Vasconcelos, este escribe en "La
Calle", en su edición del 8 de junio de 1955, su
artículo "Lo que iba a decir y me prohibieron". En el
mismo éste exhorta al pueblo a aportar donaciones para
lograr la permanencia de este diario como trinchera de combate
contra la dictadura, al contrario de los más
"prestigiosos" órganos de prensa, sumisos en muchos casos
a las presiones y las dádivas de la
tiranía.

En su escrito plantea como…"…el
periódico La Calle no puede fracasar, no debe fracasar por
falta de recursos. ¡Sería una vergüenza!
¡Que lo cierre la dictadura, sí; pero que no perezca
por falta de ayuda! El pueblo está en el deber de ayudarlo
y el pueblo lo ayudará…Si el régimen gasta
semanalmente decenas de miles de pesos en pagar media docena de
libelos que insultan y calumnian a los adversarios y proclaman la
dictadura por veinte años, libelos que se pagan con
dineros que le roban al pueblo en impuestos, ¿cómo
el pueblo espontáneamente no va a ayudar a su
periódico de combate y denuncia?" (118).

El asesinato de Jorge Agostini, vinculado al depuesto
gobierno auténtico de Carlos Prío Socarrás,
como jefe de la Policía Secreta de Palacio, por fuerzas
represivas de la dictadura batistiana, determinaron el escrito de
Fidel Castro en "La Calle", con fecha del 11 de junio de 1955 y
titulado: "Frente al terror y el crimen".

"Por encima de todas las militancias y
tácticas…"…valora éste…
"…nos duele a todos los cubanos la muerte de Jorge
Agostini. No tiene justificación, ni la tendrá
jamás. Son estos los primeros frutos del discurso del
señor Batista en el Boulevard Batista, cuando dijo que sus
hombres tenían manos……
¿Quedará sin castigo la salvajada? ¿Tiene
acaso un grupo de hombres el derecho el derecho de arranarle la
vida a sus semejantes, con más impunidad de la que
tuvieron nunca los peores gánsteres…?" (119).

En esos mismos días, exactamente el 12 de junio
de 1955, en una modesta vivienda ubicada en Factoría # 62
entre Apodaca y Corrales, en la ciudad de La Habana, ocurre un
hecho histórico: se crean las bases organizativas del
Movimiento 26 de Julio. Participan, además de Fidel
Castro, Melba y Haydée, Ñico López, Pedro
Miret, José Suárez Blanco, Pedro Celestino
Aguilera, Armando Hart y Faustino Pérez.

A su vez, "La Calle" se hace eco nuevamente de las
denuncias de Fidel Castro, a través de sus
artículos periodísticos, cuando publica el 15 de
junio su escrito titulado: "Lo que iba a decir y me prohibieron
por segunda vez", en el cual éste denuncia el acoso a que
está siendo sometido por el régimen, para impedirle
usar los medios de información masiva, como instrumento de
divulgación de sus valientes críticas. En este
formula valoraciones de apoyo a las luchas obreras que se
desarrollan en la época y reitera sus ataques contra los
desafueros de la tiranía:

"Es realmente triste para los que salimos recientemente
de las prisiones deseosos de contribuir a las soluciones
cívicas que la patria demanda, ver que nos encontramos en
una ausencia total de garantías, la vida de cada
combatiente pende de un hilo, que ese hilo puede ser el capricho
morboso de un asesino a sueldo, y que la amnistía y el
regreso de los exiliados se está convirtiendo en una
trampa para asesinar en la calle a los adversarios
políticos" (120).

El 24 de junio de 1955, debido al acoso policial a que
está sometido, Raúl Castro marcha al exilio. Esto
motiva que Fidel Castro redacte su artículo " Aquí
ya no se puede vivir!" el 16 de junio del mismo año, que
debía salir en "La Calle", en su edición del
día siguiente, impedido por la irrupción brutal de
la policía en los locales ocupados por el diario en la
capital, la destrucción de los mismos, la clausura
definitiva del periódico y el secuestro de los ejemplares
listos para su distribución. Este escrito considerado por
muchos como perdido, logró rescatarse por una feliz
casualidad, tal como relata el periodista Ernesto Vera en su
trabajo publicado 52 años más tarde, en el
periódico Granma.

En ese escrito Fidel Castro plantea
como…"…si las cosas siguen en Cuba como van no nos
quedará más remedio que disponernos a morir o
buscar un lugar del mundo a donde emigren todos los cubanos,
porque aquí no se puede ya vivir…..Esto no es
exagerado. Yo no sé si los nazis hicieron en Francia,
enemiga tradicional de su país, alguna de las cosas que se
contemplan en nuestra infeliz tierra……Hay
canalladas a las uno no se acostumbra jamás, por mucho que
las haya sufrido iguales o parecidas. Yo las he venido sufriendo
desde el 10 de marzo de 1952….De todos modos les advierto
que este negocito de la dictadura a este paso, se
arruinará más pronto de lo que se imaginan, porque
lo están manejando muy mal; porque ya en Cuba no se puede
vivir y va llegando la hora de emigrar o morir"(121).

El 7 de julio de 1955 éste marcha al exilio en
México iniciando una nueva etapa en su vida
revolucionaria.

Para evitar rebasar los objetivos de este trabajo tan
solo hemos hecho referencia a los escritos del dirigente cubano
en la prensa escrita, quizás menos conocidos,
particularmente por los lectores extranjeros, o cubanos
más jóvenes, No obstante podemos señalar que
durante el propio exilio; la lucha en la Sierra Maestra; al
frente del gobierno y el Partido tras el triunfo revolucionario,
hasta su Proclama al Pueblo de Cuba, el 31 de julio del 2006; y
por último, su plena reincorporación al periodismo
militante, mediante sus conocidas Reflexiones, nunca Fidel Castro
abandonó su concepción de que la prensa en general
y la prensa escrita en particular, constituye uno de los medios
más valiosos de divulgación de las ideas
revolucionarias. (122)

Martí y Fidel, abanderados en la batalla de las
ideas, en sus épocas respectivas nos muestran en la
práctica del periodismo, un rasgo más del legado
histórico, del pensamiento progresista cubano, a lo largo
de más de dos centurias, no siempre valorado como tal por
investigadores e historiadores, en un sentido más integral
y consecuente.

El mérito principal de nuestro Apóstol
José Martí, entre otras muchas virtuosas cualidades
como político, escritor, poeta, orador y hombre de vasta
cultura, portador de un singular humanismo ético, lo
constituyó su tarea titánica, por lograr la unidad
entre las diversas personalidades, instituciones y
organizaciones, que dispersas, y no pocas de ellas desalentadas
aun por la firma del Pacto del Zanjón, en febrero de de
1878, mantenían bajo diversas concepciones, el afán
por lograr la independencia de Cuba. Su bregar incansable por
convencer, argumentar, organizar y consensuar criterios dispares,
en condiciones objetivas y subjetivas, no pocas veces
desfavorables está contenido en su epistolario, discursos
y documentos, aún conservados y recogidos en sus obras
completas.

La fundación del periódico Patria, en el
exilio neoyorquino y del Partido Revolucionario Cubano, con el
apoyo de la emigración revolucionaria, en marzo y abril,
respectivamente, del mismo año 1892, dan fe de los logros
obtenidos en ese propósito, pero contentivos a su vez, de
nuevas complejidades e incomprensiones. Pero no era Martí
hombre proclive al desaliento. Con tozudez heroica redobló
esfuerzos, aunó voluntades y limó asperezas, entre
los veteranos y los pinos nuevos, entre los cubanos en el exilio
y los residentes en suelo patrio.

Tales circunstancias le concitan a escribir en su
artículo "Revolución", publicado en Patria, el 16
de marzo de 1894 como…"…ni con la lisonja ni con
la mentira, ni con el alboroto se ayuda verdaderamente a una obra
justa. La virtud es callada en los pueblos como en los hombres.
Partido cacareador, partido flojo. Hasta de ser justo con quienes
lo merecen debe tener miedo un partido político, no sea
que la justicia parezca adulación; la verdad no anda
buscando saludos, ni saludando: solo los pícaros necesitan
tinieblas y cómplices: los partidos políticos
suelen halagar, melosos, a la muchedumbre de que se sustentan, a
reserva de abandonarla, cobardes, cuando con su ayuda hayan
subido a donde puedan emanciparse de ella. Tantos logreros le
salen a la libertad, tanta alma mercenaria medra en su defensa,
tanto aristo astuto enmascara con la arenga piadosa el orgullo de
su corazón, que da miedo- por no parecérseles-
hablar de libertad. Lo bueno es fundarla calladamente. Lo bueno
es servirle, sin pensar en la propia persona. De los hombres y de
sus pasiones, de los hombres y de sus virtudes, de los hombres y
de sus intereses se hacen los pueblos. Los enemigos de la
libertad de un pueblo, no son tanto los forasteros que lo
oprimen, como la timidez y vanidad de sus propios hijos"
(123).

La concepción martiana acerca del Partido, en el
momento de su creación, como factor político de
unidad de los cubanos partidarios de la independencia, estaba muy
distante de la creación de un partido electorero
tradicional, imperante desde entonces en los Estados Unidos y
exportado, aún en la actualidad al mundo, como
expresión paradigmática y única de
democracia.

Al respecto éste valora en su crónica al
diario La Nación de Buenos Aires, con fecha 9 de mayo de
1885, sobre la campaña presidencial en Estados Unidos,
como…"…es recia y nauseabunda una campaña
presidencial en los Estados Unidos. . Desde mayo, antes de que
cada partido elija sus candidatos, la contienda empieza. Los
políticos de oficio, puestos a echar los sucesos por donde
más les aprovechen, no buscan como candidato a la
Presidencia, aquel hombre ilustre, cuya virtud sea de premiar, o
de cuyos talentos pueda haber bien el país, sino el que
por su maña o fortuna o condiciones especiales pueda,
aunque esté maculado, asegurar más votos al partido
y más influjo en la administración, a los que
contribuyen a nombrarlo y sacarle victorioso".

Para agregar:

"Una vez nombrado en las Convenciones los candidatos, el
cieno sube hasta los arzones de las sillas. Las barbas blancas de
los diarios olvidan el pudor de la vejez. Se vuelven cubos de
lodo sobre las cabezas. Se miente y exagera a sabiendas. Se dan
tajos en el vientre y por la espalda. Se creen legítimas
todas las infamias. Todo golpe es bueno con tal que aturda al
enemigo. El que inventa una villanía eficaz, se pavonea
orgulloso. Se juzgan dispensados, aun los hombres más
eminentes, de los deberes más triviales del honor"
(124).

Los criterios del Apóstol acerca de los
representantes más significativos del capital financiero,
los grandes banqueros, que ocupan un lugar cada vez más
importante en los Estados Unidos, en su tránsito acelerado
a la fase imperialista se expresa elocuentemente en su
crónica al propio Diario La Nación donde valora
como…"…son los mismos de siempre; con la pechera
llena de diamantes: sórdidos, recios; los senadores los
visitan por puertas excusadas; los Secretarios los visitan en
horas silenciosas; abren y cierran la puerta a los millones: son
banqueros privados".

Para reflexionar posteriormente como…"…si
los tiempos solo se prestan a cábalas interiores, urden
una camarilla, e influyen en los decretos del gobierno de manera
que ayuden a sus fines, levantar por el aire una empresa, la
venden mientras excita la confianza pública mantenida por
medios artificiales e inmundos y luego la dejan caer a tierra. Si
el gobierno no tiene más que contratos domésticos
en que rapacear, caen sobre los contratos y pagan suntuosamente a
los que les auxiliaren en acapararlos. Caen sobre los gobiernos
como los buitres, cuando hayan vivo el cuerpo que creyeron
muerto. Tienen soluciones dispuestas para todo:
periódicos, telégrafos, damas sociales, personajes
floridos y rotundos, polemistas ardientes que defienden sus
intereses en el Congreso, con palabra de playa y magnífico
acento. Todo lo tienen: se les vende todo: cuando hallan algo que
no se les vende, se coligan con todos los vendidos y los
arrollan…Como en piezas de ajedrez estudian de antemano,
en sus diversas posiciones los acontecimientos y sus resultados,
y para toda combinación posible de ellos, tienen la jugada
lista. Un deseo absorbente les anima siempre, rueda continua de
esta tremenda máquina: adquirir: tierra, dinero, el guano
del Perú, los Estados del Norte de México.
¡En cuerda pública, descalzos y con la cabeza
mondada, debían ser paseados por las calles esos malvados
que amasan su fortuna con las preocupaciones y los odios de los
pueblos! ¡Banqueros no: bandidos!" (125).

Con la amarga experiencia de los excesos civilistas de
la primera contienda independentista (1868-1878), que tantos
prejuicios, en parte justificados, sembró en los jefes
militares como Antonio Maceo y Máximo Gómez, y por
otra, la amarga experiencia de las repúblicas
latinoamericanas, no pocas independientes desde 1811, sumidas en
gobiernos autoritarios, bajo la férula de caudillos como
Rosas en Argentina; el Doctor Francia, en Paraguay; Guzmán
Blanco, en Venezuela, o Porfirio Díaz, en México,
por sólo citar algunos, intentó Martí, el
incurrir en los mismos errores, con la fundación del
Partido Revolucionario Cubano. Tarea titánica la de
argumentar, convencer, reclamar, ante unos y otros, la necesidad
de buscar el punto medio, que evitase lo uno y lo otro.
Única forma de garantizar la unidad indispensable para
organizar la Guerra Necesaria.

Ello lleva al Maestro a escribir al general
Máximo Gómez como…"…un pueblo no se
funda General, como se manda un campamento; y cuando en los
trabajos preparativos de una revolución más
delicada y compleja, que otra alguna, no se muestra el deseo
sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y
elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma
del espíritu de independencia, sino la intención,
bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer
servir a todos los recursos de fe y de guerra que levante el
espíritu a los propósitos cautelosos y personales
de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la
guerra, ¿qué garantías puede haber de que
las libertades públicas, único objeto digno de
lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas
mañana? ¿Qué somos General?, ¿los
servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el
corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o
los caudillos valientes y afortunados, que con el látigo
en la mano y la espuela en el tacón, se disponen a llevar
la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de
él? ¿La fama que ganaron Vds en una empresa, la
fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?"
(126).

Los propósitos martianos al fundar el Partido
Revolucionario Cubano, los reitera nuevamente en su
artículo "Generoso deseo", publicado en Patria, donde
expresa como…"…la unidad de pensamiento que de
ningún modo quiere decir la servidumbre, es sin duda
condición indispensable del éxito de todo programa
político y de toda especie de empresas, principalmente de
aquellos, que por la fuerza, la novedad y la oportunidad del
pensamiento, se acercan más al éxito que cuando
iban sin otro rumbo que el de la pasión o el deseo
desordenado, que más perturban que serenan los
ánimos y alejan que acercan, en un país harto
probado y harto razonador para lanzarse a tentativas oscuras que
no satisfagan su juicio…Si por su pensamiento y por su
acción basada en él, ha de ser eficaz y
gloriosísima la campaña del Partido Revolucionario
Cubano, es indispensable que, sean cualesquiera las diferencias
de fervor o aspiración social, no se vea
contradicción alguna, ni reserva enconosa, ni
parcialidades mezquinas, ni arrepentimientos de generosidad, en
el pensamiento del Partido Revolucionario. El pensamiento se ha
de ver en las obras. Si inspiramos hoy fe, es porque hacemos todo
lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en
nuestra inesperada unión, nos quitaríamos
voluntariamente el poder si le quitásemos a nuestro
pensamiento su unidad" (127).

Con los pies en la tierra, no obstante el vuelo de su
pensamiento, Martí comprendía las dificultades a
vencer en busca de la unidad necesaria, para el reinicio de la
lucha. Intereses contradictorios se anidaban en las mentes de
criollos ricos, campesinos pobres y medios, obreros,
intelectuales, veteranos y jóvenes patriotas, emigrados y
residentes en el suelo patrio, negros libertos y antiguos amos,
cultos intelectuales y patriotas aun iletrados, antiguos
anexionistas y autonomistas. Incluso creía deber
insoslayable del nuevo Partido luchar por la independencia de
Puerto Rico. En su artículo "El alma de la
Revolución y el deber de Cuba en el mundo", publicado en
Patria, al cumplirse el tercer aniversario de la fundación
del PRC, valora como…"…a su pueblo se ha de ajustar
todo partido público, y no es la política
más, o no ha de ser, que el arte de guiar, con sacrificio
propio, los factores diversos u opuestos de un país de
modo, que, sin indebido favor a la impaciencia de los unos, ni
negación culpable de la necesidad del orden en las
sociedades- solo seguro con la abundancia del derecho- vivan sin
choque, y en la libertad de aspirar o de resistir, en la paz
continua del derecho reconocido, los elementos varios que en la
patria tienen título igual a la representación y la
felicidad. Un pueblo no es la voluntad de un hombre solo, por
pura que ella sea".

Para añadir:

"Un pueblo es composición de muchas voluntades,
viles o puras, francas o torvas, impedidos por la timidez o
precipitados por la ignorancia. Hay que deponer mucho, que atar
mucho, que sacrificar mucho, que apearse de la fantasía,
que echar pie a tierra en la patria revuelta, alzando por el
cuello a los pecadores, vista el pecador paño o rusa: hay
que sacar de lo profundo las virtudes, sin caer en el error de
desconocerlas, porque vengan en ropaje humilde, ni de negarlas,
porque se acompañen de la riqueza y la cultura…La
esperanza de una vida cordial y decorosa anima hoy por igual a
los prudentes del señorío de ayer, que ven peligro
en el privilegio inmerecido de los hombres nulos y a los cubanos
de humilde estirpe, que en la creación de sí
propios se han descubierto una invencible nobleza. Nada espera el
pueblo cubano de la revolución que la revolución no
pueda darle. Si desde la sombra entrase en ligas, con los
humildes o con los soberbios, sería criminal la
revolución e indigna de que muriésemos por ella.
Franca y posible, la revolución tiene hoy la fuerza de
todos los hombres previsores, del señorío
útil y de la masa cultivada, de generales y abogados, de
tabaqueros y guajiros, de médicos y comerciantes, de amor
y de libertos; triunfará con esa alma y perecerá
sin ella" (128).

Al igual que en todo el largo y complejo proceso de
formación de nuestra identidad cultural y nacional,
proceso siempre en continuo desarrollo, en el decursar de las
últimas décadas del siglo XVIII, siglo XIX y siglo
XX e incluso inicios del XXI, muchos han sido los que han
aportado al mismo, desde intereses de clase y concepciones
políticas divergentes e incluso antagónicas. Al
igual que José Martí buscó la relativa
unidad entre factores tan contrapuestos, unidos coyunturalmente
por la aspiración a la independencia, a fines de la
década de los 90, de la decimonónica centuria; a
fines de la década de los 50, del siglo XX, el casi
unánime repudio a la sangrienta dictadura de Fulgencio
Batista, permitió a la gran mayoría de todas las
clases, capas y sectores sociales, mirar con simpatía el
movimiento armado dirigido por Fidel Castro, desde las
montañas de la Sierra Maestra, desde el desembarco del
Granma el 2 de diciembre de 1956 y su posterior
consolidación en los años 1957 y 58, cada cual
desde sus particulares expectativas. El propio triunfo de la
Revolución el primero de enero de 1959 y la
promulgación de las primeras leyes revolucionarios fueron
decantando simpatías y oposiciones, apoyos y rechazos a un
proceso que aún contaba con el respaldo de la amplia
mayoría del pueblo cubano.

En su discurso en el entonces Campamento Militar de
Columbia, en La Habana, el 8 de enero de 1959, ya el líder
cubano vislumbraba como una de las tareas fundamentales la lucha
por la unidad en evitación de una lucha por el poder entre
varias organizaciones revolucionarias. Al respecto expresaba
entonces como…"…es posible que la alegría
mayor en este instante sea la alegría de las madres
cubanas. Madres de soldados o madres de revolucionarios, madres
de cualquier ciudadano, hoy experimentan la sensación de
que sus hijos, al fin, están fuera de peligro. El crimen
más grande que pueda cometerse hoy en Cuba, repito, el
crimen más grande que pueda hoy cometerse en Cuba
sería un crimen contra la paz. Lo que no perdonaría
hoy nadie en Cuba sería que alguien conspirase contra la
paz. Todo el que haga hoy algo contra la paz de Cuba, todo el que
haga hoy algo que ponga en peligro la tranquilidad y la felicidad
de millones de madres cubanas, es un criminal y es un traidor.
Quien no esté dispuesto a renunciar a algo por la paz,
quien no esté dispuesto a renunciarlo todo por la paz en
esta hora, es un criminal y es un traidor. Como pienso
así, yo digo y yo juro ante mis compatriotas que si
cualquiera de mis compañeros, o nuestro movimiento, o yo,
fuésemos el menor obstáculo a la paz de Cuba, desde
ahora mismo el pueblo puede disponer de todos nosotros y decirnos
lo que tenemos que hacer. Porque soy un hombre que sabe
renunciar, porque lo he demostrado más de una vez en mi
vida, porque eso he enseñado a mis compañeros,
tengo moral y me siento con fuerza y autoridad suficientes para
hablar en un instante como este. Y a los primeros que tengo que
hablarles así es a los revolucionarios; y si fuere
preciso, o mejor dicho, porque es preciso decirlo a tiempo. No
está tan lejana aquella década que siguió a
la caída de Machado; quizás uno de los males
más grandes de aquella lucha fue la proliferación
de los grupos revolucionarios, que no tardaron en entrarse a
tiros los unos a los otros. Y en consecuencia lo que pasó
fue que vino Batista y se quedó 11 años con el
poder. Cuando el Movimiento 26 de Julio se organizó,
incluso cuando iniciamos esta guerra, yo consideré que si
bien eran muy grandes los sacrificios que estábamos
haciendo, que si bien la lucha iba a ser muy larga, y lo ha sido,
porque ha durado más de dos años, dos años
que no fueron para nosotros un paseo, dos años de duro
batallar, desde que reiniciamos la campaña con un
puñado de hombres, hasta que hemos llegado a la capital de
la República a pesar de los sacrificios que
teníamos por delante, nos tranquilizaba, sin embargo, una
idea: era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con la
inmensa mayoría del respaldo y de la simpatía
popular; era evidente que el Movimiento 26 de Julio contaba con
el respaldo casi unánime de la juventud cubana.
Parecía que esta vez una organización grande y
fuerte iba a recoger las inquietudes de nuestro pueblo y las
terribles consecuencias de la proliferación de
organizaciones revolucionarias no se iban a presentar en este
proceso. Creo que todos debimos estar desde el primer momento en
una sola organización revolucionaria: la nuestra o la de
otro, el 26, el 27 o el 50, en la que fuese, porque, si al fin y
al cabo éramos los mismos los que luchábamos en la
Sierra Maestra que los que luchábamos en el Escambray, o
en Pinar del Río, y hombres jóvenes, y hombres con
los mismos ideales, ¿por qué tenía que haber
media docena de organizaciones revolucionarias? La nuestra,
simplemente fue la primera; la nuestra, simplemente fue la que
libró la primera batalla en el Moncada, la que
desembarcó en el "Granma" el 2 de diciembre, y la que
luchó sola durante más de un año contra toda
la fuerza de la tiranía; la que cuando no tenía
más que 12 hombres, mantuvo enhiesta la bandera de la
rebeldía, la que enseñó al pueblo que se
podía pelear y se podía vencer, la que
destruyó todas las falsas hipótesis sobre
revolución que habían en Cuba. Porque aquí
todo el mundo estaba conspirando con el cabo, con el sargento, o
metiendo armas en La Habana, que se las cogía la
policía, hasta que vinimos nosotros y demostramos que esa
no era la lucha, que la lucha tenía que ser otra, que
había que inventar una nueva táctica y una nueva
estrategia, que fue la táctica y la estrategia que
nosotros pusimos en práctica y que condujo al más
extraordinario triunfo que ha tenido en su historia el pueblo de
Cuba" (129).

El tema de la unidad revolucionaria constituyó y
aún constituye la problemática esencial para la
propia supervivencia de la Revolución, lo que es bien
conocido por sus enemigos que tratan por todos los medios de
fomentar la división entre sus filas, desde diversos
ángulos. Prioritariamente entre la dirección
política y el pueblo así como entre los propios
revolucionarios en el seno de las organizaciones revolucionarias,
favorecido por los errores cometidos, el dañino utopismo
en la toma de decisiones, los brotes de sectarismo en
determinadas coyunturas y la falta de ejemplaridad en
determinados cuadros, expresado particularmente en casos de
corrupción o deslealtad política, basados en
ambiciones de poder.

En discurso ante los intelectuales, en junio de 1961, el
dirigente cubano expresó como…"… ese es un
caso digno de tenerse muy en cuenta, porque es precisamente un
caso representativo de esa zona de escritores y de artistas que
tenían una disposición favorable con respecto a la
Revolución y que deseaban saber qué grado de
libertad tenían, dentro de las condiciones
revolucionarias, para expresarse de acuerdo con esos
sentimientos. Ese es el sector que constituye para la
Revolución el problema, de la misma manera que la
Revolución constituye para ellos un problema. Y es deber
de la Revolución preocuparse por esos casos, es deber de
la Revolución preocuparse por la situación de esos
artistas y de esos escritores. Porque la Revolución debe
tener la aspiración de que marchen junto a ella no solo
todos los revolucionarios, no solo todos los artistas e
intelectuales revolucionarios. Es posible que los hombres y las
mujeres que tengan una actitud realmente revolucionaria ante la
realidad, no constituyan el sector mayoritario de la
población: los revolucionarios son la vanguardia del
pueblo. Pero los revolucionarios deben aspirar a que marche junto
a ellos todo el pueblo. La Revolución no puede renunciar a
que todos los hombres y mujeres honestos, sean o no escritores o
artistas, marchen junto a ella; la Revolución debe aspirar
a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario; la
Revolución debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor
parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a
contar con la mayoría del pueblo, a contar no solo con los
revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos, que
aunque no sean revolucionarios —es decir, que no tengan una
actitud revolucionaria ante la vida—, estén con
ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que
sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente
contrarrevolucionarios. Y la Revolución tiene que tener
una política para esa parte del pueblo, la
Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de
los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene
que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera
que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no
sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la
Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y
que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o
artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para
expresarse. Es decir, dentro de la Revolución. Esto
significa que dentro de la Revolución, todo; contra la
Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque
la Revolución tiene también sus derechos; y el
primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y
frente al derecho de la Revolución de ser y de existir,
nadie—por cuanto la Revolución comprende los
intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa
los intereses de la nación entera—, nadie puede
alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es
bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los
escritores y de los artistas, revolucionarios o no
revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la
Revolución, ningún derecho. Y esto no sería
ninguna ley de excepción para los artistas y para los
escritores. Esto es un principio general para todos los
ciudadanos, es un principio fundamental de la Revolución.
Los contrarrevolucionarios, es decir, los enemigos de la
Revolución, no tienen ningún derecho contra la
Revolución, porque la Revolución tiene un derecho:
el derecho de existir, el derecho a desarrollarse y el derecho a
vencer. ¿Quién pudiera poner en duda ese derecho de
un pueblo que ha dicho "iPatria o Muerte!", es decir, la
Revolución o la muerte, la existencia de la
Revolución o nada, de una Revolución que ha dicho
"¡Venceremos!"? Es decir, que se ha planteado muy
seriamente un propósito, y por respetables que sean los
razonamientos personales de un enemigo de la Revolución,
mucho más respetables son los derechos y las razones de
una revolución tanto más, cuanto que una
revolución es un proceso histórico, cuanto que una
revolución no es ni puede ser obra del capricho o de la
voluntad de ningún hombre, cuanto que una
revolución solo puede ser obra de la necesidad y de la
voluntad de un pueblo. Y frente a los derechos de todo un pueblo,
los derechos de los enemigos de ese pueblo no cuentan"
(130).

La continuidad de esa concepción de la unidad
necesaria se expresa una vez más en su intervención
el 13 de marzo de 1962 en acto en conmemoración del V
Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, acción
heroica del Directorio Revolucionario, cuando valora indignado,
ante la omisión de unas líneas del Testamento
Político de José Antonio Echeverría, por
expresar en estas sus convicciones religiosas:

"He aquí que en esta noche se presenta un caso,
un ejemplo que nos ha de servir de lección y nos ha de
servir para hacer un análisis revolucionario. El
compañero que actuó como maestro de ceremonias fue
leyendo al principio de este acto una serie de documentos,
algunas palabras, algunos escritos y, entre ellos, estaba leyendo
el Testamento del compañero José Antonio
Echeverría. Y nosotros, mientras él leía,
íbamos leyendo también el Testamento en la
última página de un folleto que nos habían
entregado, íbamos leyendo mecánicamente el
Testamento Político de José Antonio
Echeverría al pueblo de Cuba. Y comenzó a leerlo.
Leyó el primer párrafo, leyó el segundo
párrafo, comenzó a leer el tercer párrafo y,
cuando estaba al final del tercer párrafo, notamos que
saltó al cuanto párrafo, dejando de leer tres
líneas. Escuchen, compañeros, no se apresuren a
hacer un juicio, ni siquiera a echarle la culpa al
compañero. Y nos pareció que se había
saltado, y por curiosidad fuimos a leer la parte, ya que
él se la había saltado, y leemos que dice
—voy a leer el tercer párrafo—: "Nuestro
compromiso con el pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta
de México, que unió a la juventud en una conducta y
una actuación; pero las circunstancias necesarias para que
la parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se
dieron oportunamente, obligándonos a aplazar el
cumplimiento de nuestro compromiso…" De ahí salta:
"…Si caemos, que nuestra sangre…", y leo las tres
líneas. ¿Y qué decían? "Creemos que
ha llegado el momento de cumplir. Confiamos en que la pureza de
nuestras intenciones nos traiga el favor de Dios para lograr el
imperio de la justicia en nuestra patria."

Y valora a continuación:

"¿Será posible, compañeros? Vamos a
hacer un análisis. ¿Seremos nosotros,
compañeros, tan cobardes, y seremos tan mancos mentales,
que vengamos aquí a leer el Testamento de José
Antonio Echeverría y tengamos la cobardía, la
miseria moral, de suprimir tres líneas, sencillamente
porque esas líneas hayan sido expresión, bien
formal de un modismo, o bien de una convicción que a
nosotros no nos toca analizar, del compañero José
Antonio Echeverría? ¿Vamos a truncar lo que
escribió? ¿Vamos a truncar lo que creyó?
¿Y vamos a sentirnos aplastados, sencillamente por lo que
haya pensado, o lo que haya creído en cuanto a
religión? ¿Qué clase de confianza es esa en
las ideas propias? ¿Qué clase de concepto es ese de
la historia? ¿Y cómo concebir la historia de manera
tan miserable? ¿Cómo concebir la historia como una
cosa muerta, como una cosa putrefacta, como una piedra
inmóvil? ¿Podrá llamarse
<<concepción dialéctica de la
historia>> semejante cobardía? ¿Podrá
llamarse marxismo semejante manera de pensar?
¿Podrá llamarse socialismo semejante fraude?
¿Podrá llamarse comunismo semejante engaño?
¡No! Quien conciba la historia como deba concebirla, quien
conciba el marxismo como deba concebirlo, y lo comprenda y lo
interprete y lo aplique a la historia, no comete semejante
estupidez; porque, con ese criterio, con ese criterio,
habría que comenzar por suprimir todos los escritos de
Carlos Manuel de Céspedes, que expresó el
pensamiento de su tiempo, que expresó el pensamiento de su
clase, que expresó el pensamiento revolucionario que
correspondía a un momento en que los criollos, los
representantes de la riqueza nacional se rebelaron contra el yugo
y la explotación de España. ¿Y qué
ideas influían a aquellos hombres? ¡Las ideas de la
Revolución Francesa, es decir, de la revolución
burguesa! ¿Y qué ideas influyeron a los
próceres de América, que ideas influyeron en
Bolívar? ¡Aquellas mismas ideas! ¿Qué
ideas influyeron en Martí, que ideas influyeron en Maceo,
que ideas influyeron en Máximo Gómez y los
demás hombres de aquella gloriosa estirpe?
¿Qué ideas influyeron en nuestros poetas de aquel
tiempo, representantes de la cultura cubana, raíz de
nuestra historia, sino las ideas de aquel tiempo? ¿Y
entonces tendremos que suprimir los libros de Martí porque
Martí no fuera marxista-leninista, porque Martí
respondiera al pensamiento revolucionario que cabía en
nuestra patria en aquella era?

Si el marxismo-leninismo es la ideología de la
clase obrera cuando esa clase surge y toma conciencia de
sí misma y se lanza a la lucha por su redención,
¿cómo podíamos pedir que ese fuera el
pensamiento cuando la tarea que se presentaba en un país,
la tarea que se presentaba en la América Latina en la
época de su independencia, y la tarea que se presentaba en
nuestra patria eran tareas nacionales, tareas de otra
índole, tareas de otros tipo, que correspondían al
desarrollo de nuestra patria en aquel momento dado? ¡Por
ese camino, habría que abolir el concepto de
revolucionario desde Espartaco hasta Martí! ¡Por esa
concepción miope, sectaria, estúpida y manca,
negadora de la historia y negadora del marxismo, habría
que caer en la negación de todos los valores, en la
negación de toda la historia, en la negación de
nuestras propias raíces! ¡Cuando todo ese acervo de
progreso humano, de esfuerzo humano, de sacrificio humano,
debemos recogerlo y acumularlo en la historia hermosa de la
patria y en la historia hermosa de una humanidad que progresa,
que ha venido progresando desde el principio, y que sigue
progresando y que seguirá progresando cada vez
más!

Por ese camino llegaríamos a la situación
de creernos de nosotros ultrarrevolucionarios, y creernos que
hemos hecho toda la historia de la patria, olvidados de las
decenas de miles de mambises que cayeron, olvidados de las
decenas de miles de héroes que murieron en el camino,
todos los cuales, en un grado o en otro, fueron jalonando el
camino, fueron haciendo la historia de la patria y fueron creando
las condiciones en virtud de las cuales nosotros,
generación afortunada, tuvimos la oportunidad de llegar a
las metas más altas y ver cumplidos sueños que
fueron sueños de generaciones de luchadores que, unas tras
otras, se sacrificaron y se inmolaron preparando el camino.
¡El invocar sus sentimientos religiosos —si esta
frase fue expresión de ese sentimiento— no le quita
a José Antonio Echeverría nada de su
heroísmo, nada de su grandeza y nada de su gloria, porque
fue expresión del sentimiento rebelde de la juventud
universitaria, del sentimiento generoso de aquella juventud que,
por boca de uno de sus más valerosos dirigentes,
escribió tan sereno y desinteresado Testamento, tan sereno
y generoso Testamento, como quien tuviera casi la certeza de que
iba a morir!" (131).

La presencia de la ética humanista martiana en el
pensamiento de Fidel Castro se revela continuamente en sus
discursos y escritos. Y como tal trasciende a su pensamiento
político, invocación constante a la unidad, ante la
que deben inmolarse, como supremo sacrificio, intereses, recelos
y vanidades de protagonismo. En el dirigente cubano, en nuestra
historia, no está la mera acumulación de
conocimientos, siempre necesarios, sino la presencia de ejemplos,
validados en la práctica, encaminados a la
corrección de errores, que sería imperdonable
repetir.

Como expresase el líder cubano el 10 de octubre
de 1968…"…la derrota de las fuerzas revolucionarias
en 1878 trajo también sus secuelas políticas. A la
sombra de la derrota, a la sombra del desengaño, otra vez
de nuevo aquellos sectores, representantes décadas
atrás de la corriente anexionista y de la corriente
reformista, volvieron a la carga para propugnar una nueva
corriente política, que era la corriente del autonomismo,
para oponerse, naturalmente, a las tesis radicales de la
independencia y a las tesis radicales acerca del método y
del único camino para obtener aquella independencia, que
era la lucha armada. De manera que después de la Guerra de
los Diez Años, en el pensamiento político, o en la
historia del pensamiento político cubano, surge de nuevo
la corriente pacifista, la corriente conciliatoria, la corriente
que se opone a las tesis radicales que habían representado
los cubanos en armas. De la misma manera vuelven a surgir las
corrientes anexionistas en un grado determinado, corrientes
incluso en los primeros tiempos de la Guerra de los Diez
Años, cuando todavía muchos cubanos ingenuamente
veían en la nación norteamericana el prototipo del
país libre, del país democrático, y
recordaban sus luchas por la independencia, la Declaración
de la Independencia de Washington, la política de Lincoln;
todavía había cubanos a principios de la guerra de
1868 que tenían resabios o residuos de aquella corriente
anexionista, que fue desapareciendo en ellos a lo largo de la
lucha armada".

Para agregar:

"Se inicia una etapa de casi 20 años entre 1878 y
1895. Esa etapa tiene también una importancia muy grande
en el desarrollo de la conciencia política del
país. Las banderas revolucionarias no fueron abandonadas,
las tesis radicales no fueron olvidadas. Sobre aquella
tradición creada por el pueblo de Cuba, sobre aquella
conciencia engendrada en el heroísmo y en la lucha de diez
años, comenzó a brotar el nuevo y aún
más radical y avanzado pensamiento revolucionario. Aquella
guerra engendró numerosos líderes de
extracción popular, pero también aquella guerra
inspiró a quien fue sin duda el más genial y el
más universal de los políticos cubanos, a
José Martí.

Martí era muy joven cuando se inició la
Guerra de los Diez Años. Padeció cárcel,
padeció exilio; su salud era muy débil, pero su
inteligencia extraordinariamente poderosa. Fue en aquellos
años de estudiante paladín de la causa de la
independencia, y fue capaz de escribir algunos de los mejores
documentos de la historia política de nuestro país
cuando prácticamente no había cumplido
todavía 20 años.

Derrotadas las armas cubanas, por las causas expresadas,
en 1878, Martí se convirtió sin duda en el
teórico y en el paladín de las ideas
revolucionarias. Martí recogió las banderas de
Céspedes, de Agramonte y de los héroes que cayeron
en aquella lucha de diez años, y llevó las ideas
revolucionarias de Cuba en aquel período a su más
alta expresión. Martí conocía los factores
que dieron al traste con la Guerra de los Diez Años,
analizó profundamente las causas, y se dedicó a
preparar la nueva guerra. Y la estuvo preparando durante casi 20
años, sin desmayar un solo instante, desarrollando la
teoría revolucionaria, juntando voluntades, agrupando a
los combatientes de la Guerra de los Diez Años,
combatiendo de nuevo —también en el campo de las
ideas— a la corriente autonomista que se oponía a la
corriente revolucionaria, combatiendo también las
corrientes anexionistas que de nuevo volvían a resurgir en
la palestra política de Cuba después de la derrota
y a la sombra de la derrota de la Guerra de los Diez
Años.

Martí predica incesantemente sus ideas;
Martí organiza los emigrados; Martí organiza
prácticamente el primer partido revolucionario, es decir,
el primer partido para dirigir una revolución, el primer
partido que agrupara a todos los revolucionarios. Y con una
tenacidad, una valentía moral y un heroísmo
extraordinarios, sin otros recursos que su inteligencia, su
convicción y su razón, se dedicó a aquella
tarea. Y debemos decir que nuestra patria cuenta con el
privilegio de poder disponer de uno de los más ricos
tesoros políticos, una de las más valiosas fuentes
de educación y de conocimientos políticos, en el
pensamiento, en los escritos, en los libros, en los discursos y
en toda la extraordinaria obra de José
Martí.

Y a los revolucionarios cubanos más que a nadie
nos hace falta tanto cuanto sea posible ahondar en esas ideas,
ahondar en ese manantial inagotable de sabiduría
política, revolucionaria y humana. No tenemos la menor
duda de que Martí ha sido el más grande pensador
político y revolucionario de este continente. No es
necesario hacer comparaciones históricas. Pero si
analizamos las circunstancias extraordinariamente
difíciles en que se desenvuelve la acción de
Martí: desde la emigración luchando sin
ningún recurso contra el poder de la colonia
después de una derrota militar, contra aquellos sectores
que disponían de la prensa y disponían de los
recursos económicos para combatir las ideas
revolucionarias; si tenemos en cuenta que Martí
desarrollaba esa acción para libertar a un país
pequeño dominado por cientos de miles de soldados armados
hasta los dientes, país sobre el cual se cernía no
solo aquella dominación sino un peligro mucho mayor
todavía; el peligro de la absorción por un vecino
poderoso, cuyas garras imperialistas comenzaban a desarrollarse
visiblemente; y que Martí desde allí, con su pluma,
con su palabra, a la vez que trataba de inspirar a los cubanos y
formar su conciencia para superar las discordias y los errores de
dirección y de método que dieron al traste con la
Guerra de los Diez Años, a la vez que unir en un mismo
pensamiento revolucionario a los emigrados, a la vieja
generación que inició la lucha por la independencia
y a las nuevas generaciones, unir a aquellos
destacadísimos y prestigiosos héroes militares, se
enfrentaba en el terreno de las ideas a las campañas de
España en favor de la colonia, a las campañas de
los autonomistas en favor de procedimientos leguleyescos y
electorales y engañosos que no conducirían a
nuestra patria a ningún fin, y se enfrentaba a las nuevas
corrientes anexionistas que surgían de aquella
situación, y se enfrentaba al peligro de la
anexión, no ya tanto en virtud de la solicitud de aquellos
sectores acomodados que décadas atrás la
habían solicitado para mantener la institución de
la esclavitud sino en virtud del desarrollo del poderío
económico y político de aquel país que ya se
insinuaba como la potencia imperialista que es hoy. Teniendo en
cuenta esas extraordinarias circunstancias, esos extraordinarios
obstáculos, bien podemos decir que el Apóstol de
nuestra independencia se enfrentó a dificultades tan
grandes y a problemas tan difíciles como no se tuvo que
enfrentar jamás ningún dirigente revolucionario y
político en la historia de este continente. Y así
surgió en el firmamento de nuestra patria esa estrella
todo patriotismo, todo sensibilidad humana, todo ejemplo, que
junto con los héroes de las batallas, junto con Maceo y
Máximo Gómez, inició de nuevo la guerra por
la independencia de Cuba" (132).

La discriminación, en cualesquiera de sus formas,
por raza, género o cultura, es siempre repudiada por
José Martí, para quien…"…esa de
racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla
en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial,
porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre y ya se
dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni
superior a ningún hombre: peca por redundante, el blanco
que dice: >>mi raza>>. Todo lo que divide a los
hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un
pecado contra la humanidad…Insistir en las divisiones de
raza, en un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la
ventura pública, y la individual, que están en el
mayor acercamiento de los factores que han de vivir en
común…El racista negro, que ve en la raza un
carácter ¿qué derecho tiene para quejarse
del racista blanco? El hombre blanco que, por razón de su
raza, se cree superior al hombre negro, admite la idea de la
raza, y autoriza y provoca al racista negro. La paz pide los
derechos comunes de la naturaleza: los derechos diferenciales,
contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz. El blanco que
se aisla, aisla al negro. El negro que se aisla, provoca a
aislarse al blanco…En Cuba no hay temor alguno a la guerra
de razas. Hombre es más que blanco, más que mulato,
más que negro. Cubano es más que blanco, más
que mulato, más que negro. En los campos de batalla,
muriendo por Cuba, han subido juntas por los aires las almas de
los blancos y de los negros" (133).

Como es bien conocido, el temor a una revolución
encabezada por los negros, semejante a la haitiana, y su amor
desmedido por la preservación de sus propias riquezas e
intereses, cimentadas en la esclavitud, frenaron los afanes
independentistas durante la primera mitad del siglo XIX de las
ideas independentistas de la única clase, que en aquella
coyuntura, podía encabezar, como lo hizo en el resto de la
América, entonces bajo el dominio colonial español:
los hacendados criollos y la intelectualidad privilegiada que
esta generó. A su vez, favoreció el nacimiento de
la tendencia política conocida como anexionismo, buscando
junto con la liberación de España, su
adhesión a los estados esclavistas del poderoso
vecino.

Al respecto valoramos en nuestro libro "Fidel Castro y
la prensa escrita, legado y contemporaneidad", como Félix
Varela y Morales, catalogado por Martí como uno de
nuestros Padres Fundadores, reflexionaba al respecto:

"Félix Varela, hombre de profundas convicciones
religiosas y éticas, teólogo, profesor del
Seminario de San Carlos y San Ambrosio, hombre de avanzadas ideas
liberales y patrióticas, constituyó, en palabras de
José de la Luz y Caballero, el primero que nos
enseñó en pensar y proclamase la necesidad para
Cuba de obtener su independencia de España, al ver
agotadas las posibilidades de sus anteriores concepciones
reformistas. Aún sin cumplirse el primer año de su
arribo al exilio, se publican los dos primeros números de
"El Habanero" (1824), periódico fundado por él,
acertadamente denominado por Emilio Roig de
Leuchsenring…<<…la primera
manifestación revolucionaria de carácter
periodístico entre nosotros>>. En 1825 aparecen sus
números (3 y 4) y en 1826, sus dos últimas
ediciones en cuyas páginas expone Varela su ideario
independentista ya que…..<<…lo que más
debe desearse, sea cual fuese su situación, es que los
hombres de provecho, los verdaderos patriotas se persuadan de que
ahora más que nunca estamos en estrecha obligación
de ser útiles a la patria>>. En su artículo
"Consideraciones sobre el estado actual de la Isla de Cuba",
éste argumenta como…<<… es preciso no
equivocarse. En la Isla de Cuba no hay amor a España, ni a
Colombia, ni a México, ni a nadie más que a las
cajas de azúcar y a los sacos de café>>. En
su número 6, en 1825, bajo el título de
"Reflexiones sobre los motivos que suelen abogarse para no
entender un cambio político en la Isla de Cuba", el
sacerdote patriota valora como…<<…contribuyen
con sus luces unos, otros con su influjo y otros con su dinero a
salvar a la patria y con ella a los intereses individuales, y
este corto sacrificio removerá ese grande obstáculo
que tanto se pondera. Repítese de mil modos que es
imposible efectuar la independencia sin auxilio extranjero, y yo
pregunto: ¿qué se ha hecho para conseguirla?
¿Sobre qué prueba descansa la aserción de su
imposibilidad?>> "(134).

Las autoridades españolas fomentaron el temor al
negro y la discriminación racial contra libertos y
mulatos, como una calculada política colonial, para
sembrar a división entre los cubanos, particularmente los
partidarios de la independencia. Ello no escapó a la
trascendente visión política de José
Martí.

En el Manifiesto de Montecristi (1895), documento
programático redactado por Martí, que fija los
objetivos y principios en que se fundamenta la gesta
independentista, en su nueva etapa, se expresa
como…"…de otro temor quisiera valerse hoy en Cuba,
so pretexto de alta prudencia, la cobardía el temor
insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra,
La revolución con su carga de mártires, y de
guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como
desmiente la larga prueba de la emigración y la tregua en
Cuba, la tacha de amenaza de amenaza de la raza negra con que
quisiese inicuamente levantar en Cuba, por los beneficiarios del
régimen de España, el miedo a las consecuencias
desordenadas de la revolución. Cubanos hay ya en Cuba de
uno y otro color, olvidados para siempre- con la guerra de la
libertad emancipadora y el trabajo en que donde unidos se
gradúan- del odio en que los pudo dividir la esclavitud.
La novedad y aspereza y tropiezo de las relaciones sociales,
consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en
propio, son menores que la estimación del cubano blanco
por el alma igual, la afanosa cultura, el evangélico amor
de libertad, y el amable carácter de su compatriota negro.
Si a la raza le naciesen demagogos inmundos o almas vehementes
cuya impaciencia propia azuzase la de su color o en quienes se
convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los
suyos- con su agradecimiento y su cordura y su amor a la patria,
con su convicción de la necesidad de desautorizar por la
prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la
opinión que aún reine de su ineptitud para ellas, y
con la posesión de todo lo real del derecho humano, y el
consuelo y la fuerza de la ferviente estimación cuanto en
los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza
extirparía en Cuba el peligro negro, sin que tuviera que
temblar de miedo con su alzarse a él una sola mano blanca.
La revolución lo sabe y lo proclama: la emigración
lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro
escuelas de ira, como no tuvo en la guerra una sola culpa de
ensorbecimiento indebido o de insubordinación. En sus
hombros anduvo segura la república a que no atentó
jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro
odio: y los que con ese semejante miedo injusto traficasen, para
sujetar con inapetecible oficio, las manos que pudieran erguirse
a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor"
(135).

Con respecto a la mujer, el Apóstol siempre
mantuvo un especial respeto y deferencia, al igual que su
permanente repudio a cualquier tipo de discriminación por
sexo. Su singular personalidad, descrita por aquellos que lo
conocieron, así lo atestigua. Una de esas personas
privilegiadas lo fue Blanche Zacharie de Baralt, cubana nacida en
la emigración neoyorquina el 17de marzo de 1865, quien
escribió sus recuerdos del Apóstol en su libro "El
Martí que yo conocí"(1945):

"¿Quién no conoce a Martí como
patriota como hombre de acción, como carácter
enérgico, tribuno insigne, escritor de fuste? Muy pocos,
fuera de aquellos que gozaron de su trato exquisito y consecuente
afecto, conocen el encanto del leal amigo, hombre culto y
cumplido caballero, cuya alma, llena de ternura , rebosaba con la
leche de la bondad humana. Poseía en grado sumo el arte de
ganar amigos y de conservarlos: sabía como dice
Shakespeare <<aferrarlos a su alma con garfios de
acero>>. Comprendía el valor trascendental del puro
sentimiento que llamamos amistad…Era generoso con
excelsitud: daba, daba sin tregua, su cariño, su
inteligencia, su tiempo, su saber, su bolsa- enjuta con
frecuencia- jamás cerrada. Daba hasta dar en supremo
holocausto su propia vida…Ninguno era tan alto y
encumbrado, que Martí no pudiese llegar a él, ni
tan bajo y humilde que no supiera hacerse pequeñito y
sencillo para hallar su nivel.

La bondad de su alma se revelaba en infinitos detalles.
Al llegar a una casa, por ejemplo, hallaba una palabra amable
para cada uno. Recordaba las personas que había visto una
sola vez y las llamaba por su nombre; se interesaba por todos;
los cautivaba con una sonrisa, con una mirada expresiva. Amaba a
los niños y los chicos tenían encanto con
él. Poseía el arte de escuchar, cosa rara en el que
tiene el don de la palabra.

Sabía agradar haciendo que los demás se
sintieran complacidos de sí mismos, y eso con perfecta
naturalidad, sin adulación. <<No hay quien no tenga
algo bueno- decía- falta saberlo descubrir>>. Otro
rasgos de generosidad: en las fiestas de la colonia, Martí
solía sacar a las muchachas menos atractivas, las que no
tenían compañero y cuando María Mantilla le
preguntó una vez porque escogía para pasear por el
salón o llevar al buffet las menos agraciadas, dijo
Martí: <<Si hijita, porque a las feas nadie les hace
caso, y es deber de uno no dejarlas sentir su
infelicidad>>, y salía muy orgulloso con su pobre
compañera.

María (Mantilla. N. del A.) me recuerda
también que si alguna vez sus hermanos le hablaban con
rudeza, Martí los amonestaba diciendo:
<</font><< " (136).

Al respecto escribía Martí en
Patria, en 1892 como…"…de todas las penas de este
mundo cura y de todas las heridas del bien obrar la
estimación de los hombres verdaderamente buenos; pero con
ella misma es incompleta la victoria cuando no mueve el
corazón de la mujer…Ni puede Patria dejar de
advertir que las campañas de los pueblos sólo son
débiles, cuando en ellas no se alista el corazón de
la mujer; pero cuando la mujer se estremece y ayuda, cuando la
mujer, tímida y quieta de su natural, anima y aplaude,
cuando la mujer culta y virtuosa unge la obra con la miel de su
cariño, la obra es invencible" (137).

La elevada valoración y respeto que siempre
mantuvo el Maestro respecto a la mujer, particularmente de su
papel abnegado como madre, esposa y combatiente, en las luchas
por la independencia, tanto en los campos de batalla como en la
emigración, con su apoyo a los preparativos de la Guerra
Necesaria, se resume en la valoración de una
figura-símbolo: la de Mariana Grajales, la madre de los
Maceo.

En su artículo " Mariana Maceo" escribe
como…"…con un pañuelo a la cabeza, con los
ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego
inextinguible en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba
de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria
hace poco tiempo, a la mujer de ochenta y cinco años que
su pueblo entero , de ricos y de pobres, de arrogantes y de
humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo, ha seguido a la
tumba, a la tumba en tierra extraña. Murió en
Jamaica el 27 de noviembre, Mariana Maceo… Por
compasión a las almas de poca virtud, que se enojan y
padecen del mérito de que no son capaces, y por el decoro
de la grandeza más bella, en el silencio, sujetaremos
aquí el elogio de la admirable mujer, hasta que el
corazón, turbado hoy en la servidumbre, pueda, en la
patria que ella no vio libre, dar con el relato de su vida, una
página nueva a la epopeya. ¿Su marido cuando
caía por el honor de Cuba, no la tuvo al lado? ¿No
estuvo ella de pie, en la guerra entera, rodeada de sus hijos?
¿No animaba a sus compatriotas a pelear, y luego cubanos o
españoles, curaba a los heridos? ¿No fue,
sangrándole los pies, por aquellas veredas, detrás
de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de
árbol? ¡Y si alguno temblaba, cuando iba a venirle
al frente el enemigo de su país, veía a la madre de
los Maceo con el pañuelo a la cabeza, y se le acababa el
temblor! ¿No vio a su hijo levantarse de la camilla a
donde perecía de cinco heridas, y con una mano sobre las
entrañas deshechas y la otra en la victoria, echar monte
abajo, con su escolta de agonía, a sus doscientos
perseguidores? Y amaba, como los mejores de su vida, los tiempos
de hambre y sed, en que cada hombre que llegaba a su puerta de
yaguas, podía traerle la noticia de la muerte de uno de
sus hijos. ¡Cómo la última vez que la vio
Patria contaba, arrebatando las palabras, los años de la
guerra! Ella quería que la visita se llevase alguna cosa
de sus manos; ella lo envolvía con mirada sin fin; ella lo
acompañaba hasta la puerta misma- premio más grato
por cierto, el del cariño de aquella madre de
héroes que cuantos huecos y mentirosos pudiese gozar en
una sociedad vil o callosa la vanidad humana. Patria en la corona
que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra:-
¡Madre!" (138).

Ese venerado legado de respeto a la mujer es
asumido por Fidel Castro en la época que le
correspondió vivir. En 1985, Fidel Castro expresaba en la
entrevista realizada por Tomás Borge:

Partes: 1, 2, 3, 4
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